Razón, acción y lenguaje en la
interpretación actual de Kant
Reason,
Action and Language in Current Kant's Intepretation
Daniel LESERRE
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas
Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires
(Argentina)
dleserre@hotmail.com
Palabras
clave: Acción, Kant, Lenguaje, Razón.
Abstract: Beyond methodological differences relevant
present lines of Kant’s interpretation coincide in a common core. They held
that Kant’s philosophy can have value as a today’s philosophy, they agree with
conceiving Kant’s philosophy as a comprehensive totality, and eventually they
put the theoretical philosophy under the orientation of the practical one. This
article claims that an argument that relates reason, action and language can be
identified within that common core, particularly from a renewed assessment of
the Anthropology from a Pragmatic Point of View.
Keywords: Action, Kant, Language, Reason.
Se ha señalado que la
actualidad de Kant para la reflexión en el presente siglo reside tanto en su
filosofía teórica como en su filosofía práctica. La primera ofrece para la
reflexión filosófica actual la especificidad del giro epistemológico y
metodológico, sintetizado en el enfoque trascendental, y el énfasis en la
fundamentación racional, la justificación lógica y la construcción conceptual.
Asimismo, se ha indicado que tal actualidad es aún mayor respecto de la
filosofía práctica en tanto ella abre las posibilidades de la racionalidad de
los principios morales, de las ideas de libertad, ley, y de una paz perpetua.[1] En este contexto, distintas líneas de
interpretación, cada una con su metodología, enfoques y metas específicas propias,
coinciden en desarrollar interpretaciones en la cuales puede identificarse un
núcleo común: sostienen que la filosofía de Kant, más allá de su indudable
valor histórico, puede también tener valor como filosofía para el presente.[2] Concuerdan, asimismo, en proponer
una comprensión de la filosofía de Kant como un todo integral en el cual se
considera en forma conjunta la obra crítica, guiada por la idea metódica
transcendental, con el resto de la obra de Kant cuyo curso va hacia la
metafísica de la naturaleza y de las costumbres, la filosofía de la sociedad,
de la historia y de la religión. Concuerdan también en integrar la filosofía
teórica en la finalidad de la filosofía práctica.
El presente trabajo
propone la posibilidad de identificar una línea de argumentación que conecta
razón, acción y lenguaje, particularmente cuando en la señalada conexión entre
la obra crítica y el resto de la obra de Kant se subraya el papel de la Antropología en sentido pragmático.
1. El enfoque pragmático del lenguaje
La Antropología en
sentido pragmático[3] es el resultado de una serie de lecciones que corren paralelas a la
elaboración de la filosofía crítico-transcendental. Kant evaluó la conexión
entre las lecciones y la elaboración de
su obra indicando que dichas lecciones fueron creciendo fragmentariamente,
“pero siempre en relación con un posible sistema entendido como un todo
subsistente por sí mismo al que los escritos aparecidos posteriormente (en su
mayoría después de 1781) parecen haber querido perfeccionarlo dándole sólo la
forma sistemática”.[4] En la Antropología
el enfoque pragmático, frente al conocimiento fisiológico del ser humano que
investiga lo que la naturaleza hace del ser humano, pone en el centro de
atención lo que el ser humano “como ente que actúa libremente, hace o puede y
debe hacer de sí mismo”.[5] En esta consideración antropológico-pragmática
se produce una conjunción entre la exposición de características observables
del ser humano y la reflexión acerca de los fines de las acciones humanas. Esta
consideración se construye a partir de la psicología empírica, diferenciándose
del examen psicológico, precisamente por su enfoque pragmático,[6] desde el cual la obra kantiana ofrece la
consideración más detenida del lenguaje.
El lenguaje como facultad específica, una forma a su vez de la
facultad de de designar, es un modo de la praxis, lo cual queda indicado en
tanto está inscripto en la facultad de
prever. Esta facultad “es la condición de toda práctica posible”.[7] En la práctica (Praxis) el ser humano refiere el uso de sus fuerzas a fines;
desear, a su vez, implica una previsión respecto de lo que es posible con tales
fuerzas. En este actuar “el volver la vista atrás, hacia lo pasado (recordar)
ocurre sólo con el propósito de hacer posible, con ello, la previsión de lo futuro; pues, en general,
miramos a nuestro alrededor desde el
punto de vista del presente, para decidir algo, o para estar preparados para”.[8] Precisamente en este punto de la acción, el
punto de vista del presente, se ubica la facultad de designación (Bezeichnungsvermögen)
como la facultad del conocimiento de lo presente en tanto medio para conectar
la representación de lo que ya se ha previsto con la representación de lo
pasado: “La acción de la mente, de efectuar esa conexión es la designación (signatio), que
también se llama el señalar, el grado más alto de ella se llama el destacar”.[9] Es decir, esta facultad de designación es la
capacidad de operar con signos, caracterizada desde el enfoque pragmático como
una forma de praxis donde el empleo de signos corresponde a la estructura
temporal de la acción. En ello reside un rasgo central de la posibilidad de
operar con signos, cuya dimensión teórica se incrementa en la medida en que se
pone en conexión con y es vista desde el marco de la teoría del esquematismo.
Se ha sostenido directamente una equiparación entre el esquematismo y la
facultad de designar. Según esta interpretación el esquema sería un “signo que
significa”,[10] es decir, sería por sí mismo productor de
significado y el esquematismo sería equiparable a la facultad de designación en
cuanto ésta es “una forma de la facultas
imaginandi”.[11] Aun manteniendo los respectivos contextos
teóricos, el enfoque crítico-trascendental para el esquematismo y el pragmático
para la facultad de designación, esquematismo y facultad de designación
coinciden en su inscripción en la temporalidad.
El lenguaje (Sprache)
es una forma de operar con signos. Forma parte del conjunto de signos
arbitrarios junto a “las letras que son signos de los sonidos”[12] y otros tales como los gestos mímicos
(considerados en parte naturales), las notas, las insignias honorarias, los
signos de clase y los signos de servidumbre. La capacidad de operar con signos
se ejerce pues de diferentes formas, el lenguaje es una de ellas: “Toda lengua
es designación de los pensamientos, e inversamente la manera óptima de
denominar los pensamientos es mediante el lenguaje, el máximo medio de
entenderse a sí mismo y a otros. Pensar es hablar
consigo mismo (los indígenas de Otaheite llaman al pensar: el lenguaje en el
vientre), y por consiguiente es también oír
internamente (por imaginación reproductiva)”.[13] Esta última alusión a la imaginación permite
puntualizar que la capacidad de operar con signos, y el lenguaje con ella, se
halla incluida como uno de los casos de empleo de la imaginación, regida como
ésta por la ley de asociación, la cual da cuenta de su funcionamiento. Resumiendo,
la características más salientes de este análisis kantiano del lenguaje son:
ser producto de la imaginación, estar regido como parte de ésta por la ley de
asociación de las representaciones, ser una forma de operar con signos,
designar el pensamiento, servir como forma de comprenderse a sí mismo y a los
otros, y configurar el diálogo con uno mismo. Todas estas características,
concebidas desde el punto de vista pragmático, se integran en el curso de la
acción humana en tanto el ser humano hace o puede hacer como ser libre. El uso
de la facultad de lenguaje brinda un claro ejemplo de la posibilidad de
superación de la determinación natural. Para quien “es sordo de nacimiento, el
hablar es una sensación del juego de sus labios, lenguaje y mandíbula, y es
casi imposible representarse que él, al hablar, haga algo más que practicar un
juego con sensaciones corporales, sin tener, ni pensar, propiamente conceptos”.[14] Ahora bien, el uso de la facultad de lenguaje
depende de la posibilidad física, pero la trasciende y “aún quienes pueden
hablar y oír no por eso se entienden siempre a sí mismos o a los otros”.[15] Y
al deficiente uso de esta facultad, cuando se toma a los signos por cosas o al
revés, “se debe que, especialmente en asuntos de la razón, seres humanos que
están de acuerdo según el lenguaje tengan enormes diferencias en los conceptos;
lo que se pone de manifiesto por causalidad, cuando cada uno obra según los
suyos”.[16] Este análisis de Kant del lenguaje, el más
detenido en forma explícita en toda su obra, muestra, desde el punto de vista
pragmático, claramente la conexión entre razón acción y lenguaje y deja abierta
la posibilidad de una integración de esta conexión con el resto de su obra,
tarea llevada a cabo de múltiples formas por la interpretación actual de Kant
como veremos a continuación.
2. La finalidad práctica de la Crítica de la razón pura
La
integración de la filosofía teórica en la finalidad de la filosofía práctica
orienta la interpretación de la Crítica de la razón pura de O. Höffe. Según esta interpretación, la Crítica de la razón pura llevó a cabo una revolución prácticamente
en todas las áreas de la filosofía hasta su momento, configurando
distintivamente al pensamiento moderno. Para comprender el significado de la
filosofía de Kant se debe ver la Crítica
de la razón pura desde una doble perspectiva: la de su propia época y en
relación con la reflexión filosófica posterior. Ello desemboca en la propuesta
de una lectura inmanente de la obra que considera sus cuestiones sustantivas en
conexión con los problemas y posiciones contemporáneas. Este enfoque lleva a
plantear la cuestión de si la filosofía de Kant debe ser considerada sólo como
una filosofía del pasado o si sus planteos y soluciones, hasta donde ellas
llegan, valen como posición filosófica de incidencia en la reflexión filosófica
actual. Una de las condiciones para ello es considerar la Crítica como un argumento
unificado como tal, atendiendo a la propia advertencia de Kant respecto de
evitar apresurarse a identificar “contradicciones aparentes” en la obra, las
cuales pueden ser “fácilmente resueltas” por quienes “han dominado la idea [de
la obra] en su conjunto”.[17]
Sostiene Höffe que la
filosofía de Kant, expuesta en el sistema crítico, y ya específicamente en su
núcleo, la Crítica de la razón pura,
representa una alternativa fundamental a las corrientes prevalecientes en la
filosofía contemporánea. La posibilidad de esta alternativa se refiere
directamente a dos características distintivas de la época actual: en primer
lugar, los procesos de globalización, no sólo política sino también epistémica;
y, en segundo término, a la dominancia contemporánea de las ciencias,
claramente las naturales. El enfoque alternativo de Kant ofrece un carácter
rico y diferenciado que se pone de manifiesto en la complejidad de niveles en
que se presenta la reflexión crítico-transcendental. En primer lugar, la Crítica de la razón pura, tal como el
mismo Kant la presenta, consiste en una “metafísica de la metafísica”.[18] Mientras que en un segundo nivel la obra
reflexiona explícitamente sobre la posibilidad de la metafísica en el sentido
usual. En este nivel Kant interroga la tradicional afirmación de la filosofía
de ser genuinamente una ciencia fundamental y universal. En el proceso del
examen crítico somete a la filosofía a plantearse sus límites y restricciones
con respecto a sus propias posibilidades. Valga como ejemplo lo siguiente. Kant
toma la ontología o metafísica general predominante de su época como punto de
partida de su análisis. Ésta es transformada esencialmente de un doble modo. En
primer lugar la contribución de Kant a la ontología es llevada a cabo
enteramente dentro de la estructura de la teoría crítica del conocimiento,
acorde a la cual se rechaza expresamente la idea de desarrollar una teoría de
los objetos de modo independiente del análisis crítico de la facultad de
conocimiento mismo. En segundo lugar, Kant divide explícitamente la teoría del
conocimiento en dos partes: la parte primera y más tradicional presenta los
teoremas “metafísicos” concernientes al espacio, al tiempo y a “los conceptos
puros del entendimiento”, mientras que la segunda, intrínsecamente innovadora,
la parte “transcendental”, emprende la tarea de demostrar estos elementos como
las condiciones de posibilidad del conocimiento, comprendiendo en ello las
ciencias establecidas y reconocidas.
A su vez, la presente
época de globalización brinda una nueva relevancia y significado a una cuestión
filosófica clásica. Ahora que una variedad de muy diferentes culturas participan
efectiva y visiblemente en un mundo en común que todos compartimos se vuelve
necesaria una forma de argumentación que sea independiente de las culturas
específicas y pueda plantear afirmaciones que pretendan una validez, más que
etnocéntrica, de carácter intercultural y transcultural. Analógicamente a un
sistema de ley y derecho globales propone Höffe, basándose en la perspectiva
crítico-transcendental recién indicada, ver la crítica kantiana como una forma
de pensamiento cosmopolita en un sentido
epistémico. Acorde a ello la primera Crítica
extiende el ya bien conocido cosmopolitanismo político kantiano a una forma de
cosmopolitanismo epistémico que aún no se ha reconocido como tal. Según esta
interpretación la Crítica de la razón
pura intenta presentar desde un punto de vista general la estructura del
mundo que es común a todas las culturas y de explicar la facultad de la razón
que es igualmente común a todos los seres humanos. En este sentido, frente a la
creciente forma popular de escepticismo que niega la posibilidad de cualquier
pensamiento que sostenga validez independiente de cualquier factor cultural e
histórico específico, Kant defiende a una forma de conocimiento que puede valer
“para todos en la medida en que pueda decirse que poseen razón”.[19] Kant intenta capturar este conocimiento por
medio de la concepción de conocimiento sintético a priori, un tipo de conocimiento que no puede ser relativizado,
precisamente porque es intrínsecamente independiente de la cultura o la
historia. Esta concepción nutre la base interna de un mundo epistémico singular
(unificado) e inaugura con ello un programa que en esta época de globalización
puede ser más importante que, por ejemplo, el giro lingüístico.
El programa alternativo
de Kant transita un estrecho sendero que ni sobreestima ni subestima el papel
de la filosofía, por un lado; y, por otro, ni sobreestima ni subestima el papel
de las ciencias naturales. Kant reconcilia el interés filosófico en el
conocimiento racional autónomo con el decidido compromiso con la experiencia de
una época que ha sido definida efectivamente por el logro de las ciencias. La
filosofía de Kant se refrena de anticiparse a los resultados de las ciencias
particulares y no pretende ir más allá de ellas en su propio nivel de
justificación basándose en pretensiones vacías de conocimiento efectivo. Se
concentra, en vez de ello, en los principios fundamentales y fundadores de
aquellas en conjunto con la obligación moral con la cual dichos resultados
deben articularse y con la esperanza racional que ello alienta. Por ello, si la
Crítica de la razón pura es
simplemente comprendida como una teoría de la matemática y de la ciencia
físico-matemática de la naturaleza, o incluso como teoría general del
conocimiento, este punto esencial queda dejado de lado completamente. Ya que la
intención práctica, más precisamente, la
intención moral de la filosofía de Kant se halla ya manifiesta y configura
su teoría del conocimiento antes que restringirse a su teoría moral explícita.
Por ello sostiene Höffe
que cualquiera que lea detenidamente toda la obra hasta el final, es decir
incluyendo la teoría transcendental del método, reconocerá que ella es filosofía práctica en un sentido genuino.
Aquí la razón práctica deviene un
componente esencial de la metafísica o filosofía fundamental. Mientras Kant
restringe la pura razón teórica dentro de sus propios límites y somete los
excesos de la metafísica de la tradición a un examen riguroso, eleva, por
contraste el estatus de la moralidad como expresión de la razón pura práctica.
Con ello queda señalado cómo la posible incidencia de la filosofía de Kant en
la reflexión actual se mueve en el dominio de la en la interacción entre
filosofía teórica y práctica, en la reflexión sobre la razón teórica y la
práctica, cuyo potencial para una
reflexión sobre el lenguaje se pone de manifiesto en la medida en que,
precisamente, la filosofía de Kant puede reflejarse en y proyectarse a la
filosofía del lenguaje desarrollada en el último siglo.
3. Actualización de la concepción crítica de razón
La interpretación de J.
Simon de la filosofía de Kant en conjunto tiene como meta abrir para nuestro
tiempo la dimensión crítica del concepto de razón. La actualización de la
concepción crítica de razón se centra, antes de la división usual en filosofía
teórica y práctica, en su núcleo normativo. En este mismo núcleo se halla la
posibilidad de la razón ajena como aspecto mismo de la razón pura. Esta renovada forma de comprensión de la idea
kantiana de razón se desarrolla en conjunción con una proyección de la crítica
de Kant al lenguaje de la filosofía. La interpretación propuesta se despliega,
en realidad, en una interconexión
sistemática de interpretaciones que
remite a un método de interpretación que comprende y expone “la obra de
Kant como un todo entrelazado sistemáticamente”.[20]
La idea de una razón pura
en Kant se ubica en la tradición originada en Grecia y en ella concibe al ser
concibe como un ser racional finito que no siempre logra o quiere ser racional,
pero que debería serlo. Esta dimensión
normativa fue desde sus orígenes un rasgo característico del concepto de razón
que con Kant aparece decisivamente en primer plano. Esta dimensión del concepto
kantiano de razón quedó relegada frente a la recepción de Kant centrada en los
intereses por la fundamentación cognoscitiva y científica del saber y en el
interés por garantizar la certeza moral. Frente a ello el conocimiento
puramente teórico puede, según Simon, ser comprendido como un hacer por medio
del cual el ser humano ensaya hacerse una imagen del mundo para orientarse en
él; imagen del mundo de la cual es tan responsable como lo es de sus acciones
en sentido más estricto; ello, en concordancia con Kant, forma parte de la
responsabilidad que el ser humano tiene respecto de la humanidad en cada
persona. Con ello las diferencias entre personas no pueden ser concebidas en un
concepto general común del ser humano y, de este modo, el concepto del ser
humano “llega a ser la cuestión principal de la filosofía”.[21]
A partir de
ello esta actualización de la
concepción crítica de razón cuestiona la comprensión ontológica de la
filosofía: “Un pensamiento que ha llegado a la razón por la crítica de la razón
no puede ya comprenderse a sí mismo o comprender a otro pensamiento
ontológicamente”.[22] Esta forma de comprender el pensar se piensa a
sí misma desde la posición del pensamiento que se autorestringe en la medida en
que sabe que quien piensa en el mundo y desde allí reflexiona sobre el mundo lo
hace desde su posición (Standpunkt) en el mundo, relativa a la
posición de otro pensar; por ello se comprende a sí mismo como un pensar que se
expone a y para otros. La ubicación de quien piensa en el espacio y el tiempo
designa el respectivo punto de partida dado del pensar sensiblemente determinado,
es decir, designa la conciencia de que quien piensa no puede como tal ser
captado en conceptos y por ello no puede ser explicado. Quien piensa que no es
necesario tratar de ver si los fundamentos del propio tener por verdadero
“tienen precisamente el mismo efecto en una razón ajena que en la nuestra”[23] trata de disimular y desconocer, al modo del
egoísmo lógico, la diferencia sensible dada entre los diferentes puntos de
vista del pensar y con ello la pluralidad de perspectivas del mundo. Excluye el
punto de vista práctico en la relación entre personas que resulta cuando
personas diferentes deben orientarse en el mundo según sus propias
posibilidades y fines, pero siempre también simultáneamente en relación con el
posible punto de vista de los otros. Con la exclusión de este punto de vista
práctico en función de una teoría monológica consistente se excluye la posible
incidencia de otra razón. El pensamiento crítico reorienta la forma de pensar ontológica heredada y se
expresa en proposiciones transcendentales que “de ningún modo pueden ser
comprendidas como enunciados de ser (Seinsaussage)”.[24] Desde esta perspectiva transcendental la cópula
“es” del juicio conecta los objetos de la reflexión filosófica con las formas
subjetivas que los posibilitan como fenómenos. A partir de la perspectiva
crítica se pueden distinguir tres
posiciones filosóficas respecto de la razón ajena.[25] 1. La razón ajena es ignorada sistemáticamente
y acorde a ello la filosofía es dogmática en el sentido del egoísmo lógico. 2.
Es tomada en consideración, por ejemplo, en la obra platónica, a través de la
exposición de un filosofar dialógico. Con todo, en esta forma de exposición el
autor conserva en su pensamiento su propia entrada y salida de escena; así, la
razón ajena del otro es configurada literariamente. 3. La razón ajena
permanece, como en el caso de Kant, consciente y presente en su insuperable
existencia (Dasein), conceptualmente
indeterminada y no determinable.
Los escritos críticos,
tomados por sí mismos, fueron comprendidos de manera
objetivista, como si Kant,
cuando habla de “razón”,
“entendimiento”, “imaginación”,
sensibilidad”, hubiera
querido describir “facultades”, que le convienen
objetivamente a “el” ser
humano como propiedades características de la especie. Cuando el
fin del que se
trata es la determinación del ser humano, los enunciados
pertenecen a la
antropología en sentido pragmático, la cual puede ser
comprendida como una antropología postcrítica.[26] Para el enfoque pragmático, en tanto el ser humano es su propio fin
último, esta cuestión debe quedar abierta más allá de cada experiencia, porque
ningún ser humano puede definitivamente captarse a sí mismo en un concepto del
ser humano o captar a otros seres humanos en un concepto definitivo del ser
humano aquí y ahora. De este modo, en la
antropología postcrítica se plasma la
crítica a un concepto de subjetividad según el cual el sujeto sería capaz de
captar el mundo como su objeto en el pensar puro. Precisamente, la filosofía
crítica pone en cuestión todo conocimiento de contenidos específicos que
pretendan valer como conocimientos de la razón pura, conocimientos equivalentes
para todo ser racional, “destruye la metafísica como un pensamiento en conceptos”[27] para reconstruirla como una reflexión
postcrítica “a partir de la vida” y “para la vida”.[28] Esta reflexión ya no se halla al servicio del
saber y con ello de las ciencias como fines en sí mismos, sino de la vida con
la finalidad de mediar y transmitir un concepto racional del saber en su
significación para la vida; un renovado concepto racional del saber que lleva a
orientarlo prácticamente para la vida de las personas. La antropología
postcrítica cumple la intención crítica de la filosofía de Kant, que “apunta,
en última instancia al perfeccionamiento moral de la condición humana”[29] y siguiendo la guía de la crítica del lenguaje ontológico de la tradición
filosófica pone de manifiesto en el núcleo de la reflexión de Kant la
integración de la razón teórica en la razón práctica.
4. La destinación del ser humano
Guiado
por la idea de Kant de que “El fin último es encontrar la destinación (Bestimmung) del ser humano”[30] R. Brandt sostiene que la idea de la
autodeterminación (Selbstbestimmung)
del ser humano es la clave para la comprensión de la filosofía de Kant como un
todo.[31] Según esta perspectiva, el ser humano, como
individuo y como especie, está destinado, por la naturaleza y por su razón a la
autodeterminación. Según Brandt, Kant mismo no proyectó su sistema a partir de
la idea de la autodeterminación, pero la representación de la destinación del
ser humano a la autodeterminación es el motivo conductor rector de su obra
filosófica, siempre diferente y en permanente reforma, pero constantemente
orientada por este motivo unificador, el cual es identificado en forma más
general, también aquí según la idea ya vista, como el “primado de lo práctico”.[32] En esto coincide, sin decirlo expresamente, con las dos interpretaciones
recién vistas de de Höffe y Simon. Sostiene Brandt que para Kant el fin de la existencia humana se halla en
la moral y con ello en la libertad, hacia lo cual se dirige todo el interés de
nuestra razón. Éste constituye el centro desde el cual concebir el giro
copernicano, las tres críticas y la filosofía de la historia. Esta idea
directriz de la destinación moral del ser humano fundamenta el que la crítica
de la razón pura se articule como tribunal supremo republicano. La influencia
de Kant se basa en el pathos de la libertad con el cual tomó posición frente a
la tutela de los despotismos y la metafísica desempeñada de manera dogmática.
En este contexto, precisa
Brandt una distinción central para comprender el alcance teórico de la
reflexión propuesta en la antropología pragmática. La idea directriz de la
antropología pragmática se articula, pues, de un triple modo o en tres niveles.[33] El correspondiente a los comportamientos que pueden ser observados, clasificados y, tal vez, explicados
por la psicología empírica. El segundo nivel, el específicamente pragmático,
tiene como objetivo central analizar los fundamentos primeros de la posibilidad
de la modificación de la naturaleza humana como tal; en este segundo nivel se
presenta la idea tradicional de que el ser humano ha nacido para la acción. Mientras que en el tercer nivel, de acuerdo a
lo que debe hacer el ser humano, se considera la destinación o vocación (Bestimmung) del ser humano; es decir,
por contraposición al resto de la naturaleza, se considera al ser humano (la
humanidad como un todo) en tanto está destinado a perfeccionarse a sí mismo.
Sostiene Brandt que es
justamente en este tercer nivel donde se muestra que para Kant el fin de la
existencia humana se halla en la moral y con ello en la libertad, hacia lo cual
se dirige todo el interés de nuestra razón. Éste constituye el centro desde el
cual concebir el giro copernicano, las tres críticas y la filosofía de la
historia. Ello ordena el fin último del ser humano, su destinación a la moral,
fin último al cual se refiere según muestra Kant en su filosofía de la historia
no sólo el ser humano individual sino, igualmente, la humanidad en su conjunto.
En la idea de la moral como fin último de la
existencia humana ve Brandt la tesis central del pensamiento de Kant en su
conjunto. Para su comprensión propone guiarse por la
imagen del giro copernicano que proyecta también a la filosofía de Kant en
conjunto en tanto sostiene que ésta viene a remplazar la pregunta ontológica
¿qué es el hombre?, concebida por la metafísica tradicional identificable en
Wolff como estática y objetiva, por un enfoque de la misma según la destinación
práctica del ser humano. En conjunción con ello, a su vez, remite las tres
preguntas que reúnen el interés de mi razón: ¿qué puedo saber? ¿qué debo
hacer? y ¿qué puedo esperar? no a las tres críticas, sino a los tres temas de
la metafísica especial: Dios, libertad e inmortalidad. Pero considera también
las obras como tales, la primera crítica en tanto guiada por la idea del
tribunal supremo de la razón, la segunda por la de razón práctica y la tercera
como una obra que tiende un puente entre los fines. Subraya la autoexposición
jurídica de la primera y la concepción de la doctrina crítica del conocimiento
como de una cuestión jurídica. En una argumentación histórico-filosófica por
medio de una detallada investigación de las fuentes textuales de la filosofía
de Kant llega a proponer la idea de una posible cuarta crítica, la cual debería
fundar la unidad intrínseca de las tres obras críticas publicadas y servir de
motivo unificador al conjunto de la obra de Kant, en tanto en ella, la cuarta
pregunta, ¿qué es el hombre?, formulada, como vimos, más allá de la obra
crítica tiene un papel rector. Pero esta pregunta ya no se analiza y responde
dentro de la concepción metafísica tradicional, según acabamos de ver, sino que
se refiere al fin, sentido o valor
específico de la existencia humana. Y, según Brandt, la pregunta por el
fin, sentido o valor específico de la existencia humana tiene pues una
respuesta precisa en la filosofía de Kant: el valor del ser humano se halla en
su razón y su fin se cumple en la medida que él se autodetermina o propone su
propio destino (Sebstbestimmung). Este
concepto como respuesta a la cuestión así planteada habría sido, precisamente,
introducido como tal por Kant. Designa la capacidad del ser humano de
establecer sus propias metas y darse a sí mismo una ley o regulación. Todo
individuo vale como autónomo, es una persona y como tal es un fin en sí mismo.
Esta finalidad no puede provenir de la naturaleza y renunciar a la posibilidad
de esta autolegislación sería ni más ni menos que renunciar a la humanidad.
Brandt
subraya que la autodeterminación se halla en el centro de la filosofía crítica
y, más aún, sostiene que es el mismo origen de una filosofía cuyo centro no se
halla en el conocimiento sino en la acción práctico-moral de la
autolesgislación. De este modo el imperativo categórico vale como el núcleo
mismo de la filosofía crítica, al cual debe subordinarse también el saber. De
esta forma Brandt le imprime a la “primacía de la razón práctica” un giro
paralelo al señalado en las dos interpretaciones previamente vistas de Höffe y
Simon: la autonomía de la persona tiene su papel prominente no solo en la
acción moral sino que también regula la autolimitación crítica del saber humano
y dirige el interés teórico de la razón a las preguntas últimas por la
efectividad de la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.
De este modo la autodeterminación deviene el principio organizador de la acción
y el saber; la Antropología ofrece la siguiente
síntesis al respecto: “La suma de la antropología pragmática, en lo que
respecta a la destinación del ser humano y a la característica de su educación,
es la siguiente. El ser humano está destinado, por su razón, a estar en
sociedad con seres humanos, y a cultivarse,
civilizarse y moralizarse en ella mediante el arte y las ciencias, por muy grande
/ que sea su propensión animal a abandonarse pasivamente a los encantos de la comodidad y de la vida placentera,
a la que él llama felicidad; sino que más bien [está destinado] a hacerse digno
de la humanidad activamente, en lucha
con los obstáculos que le son inherentes por la rudeza de su naturaleza”.[34] Pero entonces cuando se considera la Antropología
en sentido pragmático desde el señalado tercer nivel la reflexión allí desarrollada adquiere una
particular relevancia para la de
comprensión, en tanto afirma Brandt de este pasaje: “Esto es la suma no sólo de la Antropología,
sino de la filosofía kantiana en su totalidad”.[35]
5. Razón, acción y lenguaje: del yo pienso al nosotros actuamos
La afirmación recién
vista de que la idea del pasaje citado se puede aplicar a la filosofía kantiana
en su totalidad lleva a una consideración tan breve como imprescindible de la
relación entre la filosofía crítico-transcendental y la reflexión pragmática.
Se ha sostenido al respecto que la antropología pragmática es una disciplina
que “no puede ser comprendida de modo independiente de la filosofía transcendental”
y, en este sentido, “la comprensión de la antropología kantiana presupone el
conocimiento de la filosofía transcendental”.[36] A raíz de ello la antropología pragmática en
vez de seguir a la metafísica, la precede enlazándose con ella por el concepto
de fin. La propuesta de Brandt sostiene que, como vimos, desde la óptica del
tercer nivel de comprensión de la reflexión pragmática, para Kant el fin de la existencia humana se halla en la moral y con ello
en la libertad, hacia lo cual se dirige todo el interés de nuestra razón. A su
vez, según Simon la filosofía de Kant debe ser vista como un todo, lo cual
significa, al menos, que los escritos críticos no pueden ser comprendidos por
sí mismos de manera aislada, sino que tienen que ser puestos en relación con el
resto de la obra con lo cual se hace visible el “carácter práctico –
pragmático” de la misma. De este modo, entonces, puede verse que las tres
interpretaciones vistas convergen en tanto la razón práctica orienta el
ejercicio teórico de la razón; lo cual, a su vez, se reunifica, desde el punto
de vista de la reflexión pragmática que incorpora lo que el ser humano, hace,
puede y deber hacer. Es decir, convergen en una dirección semejante a la
indicada por H. Putnam de que en Kant hay “un aspecto que se conecta
inmediatamente con el pragmatismo y que podríamos llamar la primacía de la razón práctica”.[37] De
forma tal, que si bien por un lado, la antropología kantiana presupone el
conocimiento de la filosofía transcendental, por otro, la reflexión pragmática
complementa la filosofía crítico-transcendental.
Con
ello se integra en el conjunto de la filosofía de Kant una forma de reflexión sobre el ser humano en
tanto éste actúa y se comporta en el mundo, pero no desde un punto de vista
exterior como objeto de una consideración teórica, sino desde el punto de vista
de la posible comprensión de nuestra propia vida en la medida en que actuamos
en el mundo. Esta reflexión pragmática desarrolla la autocomprensión de la
existencia humana en su vivir y obrar. Tal autocomprensión resulta de la praxis
vital del ser humano en su vida efectiva y simultáneamente con ello la Antropología en
sentido pragmático abre la
comprensión del mundo en la medida en que el ser humano es en y para sí mismo
su fin.
La consideración conjunta
de las interpretaciones vistas posibilita, entonces, orientarse por una visión
comprensiva y unificadora de la filosofía de Kant a partir de la cual se
subraya la primacía de la razón práctica para la comprensión de la filosofía de
Kant en su intención directriz y articuladora de acuerdo con una concordancia
central entre ellas, las cuales también coinciden en señalar el papel central
de mediación de la perspectiva pragmática puesta de manifiesto en la Antropología en sentido pragmático La
reflexión pragmática que muestra la conexión entre razón, acción y lenguaje en
tanto ella se articula desde lo que el ser humano puede y debe hacer de sí
mismo muestra la relevancia de su enfoque teórico cuando se la relaciona con la
filosofía crítico-transcendental. Esta
relación entre la filosofía crítico-transcendental y la reflexión pragmática
sobre el ser humano fue expresamente señalada por Kant, precisamente, en una
consideración de la filosofía en conjunto:
He aprendido de la Crítica de la razón pura que la filosofía no es algo así como una
ciencia de las representaciones, conceptos e ideas, o una ciencia de todas las
ciencias, o algo parecido, sino una ciencia del ser humano, de su representar,
pensar y actuar; debe representar al ser humano en todas sus partes constitutivas,
tal como es y cómo debe ser, tanto según sus determinaciones naturales, como
también según la condición de su moralidad y su libertad.[38]
Con ello la relación
entre la filosofía crítico-transcendental y la reflexión pragmática es puesta
en la óptica de las tres preguntas que reúnen el interés de mi razón (tanto el
especulativo, como el práctico): “1) ¿Qué
puedo saber?2) ¿Qué debo hacer?3) ¿Qué puedo esperar?”.[39] Como es sabido, con posterioridad a estas
preguntas se le agrega la cuarta, ¿Qué es el hombre?,[40] la cual, según las interpretaciones
consideradas, sirve, entonces, de guía a la consideración unificada de la
filosofía de Kant en conjunto. En esta consideración unificada la cuarta
pregunta adquiere una relevancia teórica propia, sostenida en las
interpretaciones vistas y confirmada por Kant del siguiente modo.
Frente a la filosofía
antigua que le asignara al ser humano una posición en el mundo equivocada, en
tanto hacía de éste una máquina,
dependiente del mundo o de las cosas exteriores y de las circunstancias,
es decir, una posición meramente pasiva,
“la Crítica de la razón […]
le asignó al ser humano en el mundo una existencia enteramente activa”;[41] esto es: “El ser humano mismo es
originariamente creador de todas sus representaciones y conceptos y debe ser el
único autor de todas sus acciones”.[42] La acción en este sentido radical como
constituyente de la existencia humana caracteriza la conexión entre razón,
acción y lenguaje, tal como es identificada desde distintos ángulos por las
interpretaciones de Kant vistas. En este sentido escribe Kant: “Sólo podemos
comprender y comunicar a los otros aquello que nosotros mismos podemos hacer. Pues
no podemos percibir la síntesis como dada, sino que nosotros mismos debemos
hacerla, nosotros debemos sintetizar, si algo debe ser comprendido por nosotros
como sintetizado. Sólo con vistas a esta síntesis podemos comunicarnos entre
nosotros.”[43] En la medida en que la posibilidad de síntesis
identifique la espontaneidad de la razón, este pasaje muestra la articulación
entre, precisamente razón, acción y lenguaje. Articulación unificadora de la
filosofía de Kant la cual ha sido elaborada como concepto trascendental de
acción (Handlung). Según esta perspectiva la teoría de la acción
constituye la raíz más originaria y propia del pensamiento kantiano y de su
concepción de la razón. Su principio básico se encuentra en la interpretación
de la apercepción trascendental como actividad originaria de la subjetividad,
tanto del “yo pienso” en el ámbito de la filosofía teórica como del “yo quiero”
en el de la filosofía práctica. Este principio lleva a sostener una efectiva
identidad entre libertad y realidad fenoménica, sólo concebible desde el punto
de vista de la praxis y expone la integración de la reflexión de Kant en un
recorrido que va del yo pienso al nosotros actuamos.[44] Desde este punto de vista unificador de la
filosofía de Kant es posible volver, para concluir, al análisis
crítico-transcendental expreso del lenguaje, en tanto posibilidad de
comunicación y símbolo, y así confirmar que, gracias a la nueva interpretación
actual de la filosofía de Kant la dimensión del lenguaje puede integrarse
articuladamente en la proyección de la razón y la acción.
6. Razón como posibilidad de comunicación
Desde la perspectiva de
la convergencia de interpretación previamente señalada, identificable también
ya en la formulación de Kaulbach la antropología pragmática contribuye a
proyectar la filosofía crítico-transcendental hacia el polo: nosotros
actuamos. Precisamente, el segundo principio que sirve de guía para
interpretar el posible diseño de la historia humana sostiene: “En el ser humano
(entendido como la única criatura racional de la tierra) las disposiciones
originarias, que se refieren al uso de la razón, no se desarrollan
completamente en el individuo, sino en la especie”.[45] El desarrollo y cumplimiento de la razón
requiere de la, y solo puede desarrollarse como, interacción social. La
complementación indicada entre filosofía crítico-transcendental y la reflexión
pragmática confirma esta perspectiva. La articulación entre acción, carácter
público del pensamiento y posibilidad de comunicación transita el recorrido
completo de la Antropología: se
inicia en su comienzo con la posibilidad de expresión del yo como constituyente
de la persona humana y se cierra con el análisis final de la característica de
la especie humana, en la cual coexisten tanto el hacer público el pensamiento
propio, como el reservarlo, a través del disimulo, el engaño y la mentira. De
este modo el texto muestra cómo la reflexión sobre los signos y el lenguaje se
inscribe en una argumentación que se despliega siguiendo lo que el ser humano
puede y debe hacer. Esta argumentación culmina en el análisis de la destinación
de la especie humana y se orienta al, desde el punto de vista práctico, ideal
de una interacción constituida como un sistema unido de modo cosmopolita.
El inicio mismo del texto
conecta el carácter personal del ser humano a su posible expresión en el
lenguaje:
El que el ser humano pueda tener al Yo entre
sus representaciones, lo eleva infinitamente por sobre todos los otros
vivientes sobre la tierra. Gracias a eso, él es una persona, y, debido a la unidad de la conciencia, [es] una y la
misma persona a través de todas las mudanzas que pudieran ocurrirle [y es así]
incluso cuando aún no puede pronunciar el Yo; porque lo tiene [a éste], sin
embargo, en el pensamiento; tal como lo deben pensar, en efecto, todas las
lenguas cuando hablan en primera persona, aunque no expresen ese yo con una
palabra particular.[46]
Si bien, como se ve, el
ser persona no depende de su expresión en el lenguaje,
Es, empero, notable que el niño, que ya
puede hablar bastante bien, comienza sin embargo bastante tarde después (quizá
un año después) a hablar empleando el Yo,
mientras que, entre tanto, hablaba de sí mismo en la tercera persona (Carlos
quiere comer, andar, etc.), y que parece que se le encendiera una luz, por
decirlo así, cuando comienza a hablar empleando el Yo; desde cuyo día nunca más
vuelve a hablar de aquella manera. Antes sólo se sentía a sí mismo, ahora se piensa
a sí mismo.[47]
A su vez, la segunda parte
de la Antropología en sentido pragmático, la Característica
antropológica, liga la reflexión pragmática sobre el lenguaje con, como
dijimos, las cuestiones relacionadas con la meta final de los seres humanos, es
decir con la destinación (Bestimmung) del ser humano como tal. En
esta segunda parte se plantea la manera de conocer el interior del ser humano
por el exterior, lo cual se halla en el marco de la interacción y la
posibilidad de la expresión y comunicación públicas. La conducta de los seres
humanos en la historia muestra que “en nuestra raza cada cual halla aconsejable
precaverse y no dejar que se lo vea enteramente
tal cual es; lo que por sí solo delata la propensión de nuestra especie a
abrigar malas intenciones los unos con respecto a los otros”.[48] La observación da pie a una justificación del
carácter de la especie como tal a partir de la hipotética situación de que
“hubiera seres racionales que sólo pudieran pensar en voz alta”,[49] de forma tal que no pudieran tener
pensamientos sin expresarlos verbalmente.
¿Qué comportamiento podría resultar de ello? “Si no fuesen todos puros
como ángeles, no se ve cómo se las arreglarían para estar juntos, cómo
conseguirían tener algún respeto los unos por los otros, ni cómo podrían
avenirse los unos con. – Por consiguiente, forma parte de la composición
originaria de una criatura humana y del concepto de su especie el indagar los
pensamientos de otros, pero reservarse los propios; una propiedad pulcra que no
deja de avanzar poco a poco, del disimulo al engaño deliberado y, finalmente, a la mentira”.[50] Esta
caracterización antropológico-pragmática establece la base para una evaluación
moral. El disimulo, el engaño y la mentira serían motivo para un juicio reprobatorio respecto del
carácter de la especie humana, si, precisamente, este juicio reprobatorio no
dejara ver, a su vez, ya en nosotros “una disposición moral, una exigencia
innata de la razón”[51] a trabajar en contra de aquella inclinación;
lo cual permite exhibir a los seres humanos como “una especie de seres
racionales que se esfuerza por ascender en continuo progreso, entre obstáculos,
desde el mal al bien; en lo cual el querer de ella es, en general, bueno, pero
la realización se hace difícil porque la
consecución del fin no [es algo que] se pueda esperarse de la libre
concordancia de los individuos, sino sólo por medio de la progresiva
organización de los ciudadanos de la Tierra, dentro de la especie, y en
dirección de la especie como un sistema enlazado de manera cosmopolita”.[52] Esta reflexión provista por el desarrollo de
la reflexión pragmática confirma y despliega el enfoque crítico-transcendental
de la comunicación explicitado en la Crítica de la facultad de juzgar. Al
concluir la crítica de la facultad de juzgar estética, en la reflexión sobre el
método en el juicio del gusto, sostiene Kant: “humanidad significa, por una
parte, el sentimiento universal de simpatía, pero también por otro lado,
la facultad de poderse comunicar universal e interiormente, propiedades ambas
que unidas, constituyen la sociabilidad propia de la humanidad, por medio de la
cual se distingue de la estrechez animal”.[53] La comunicación resulta, entonces, la acción de la razón en la interacción humana, en
tanto humanidad quiere precisamente decir, poder comunicarse. Y ello en un doble movimiento, entre lo interior
y lo exterior, y lo particular y universal, cuyo resultado ideal sería la convergencia entre interioridad y
universalidad. De allí que lo que se oponga a este movimiento no pueda sino
ser visto como límite exterior y libertad de pensar y de comunicar sean
equivalentes. A la libertad de pensar se opone en primer lugar a la coacción civil. ¿Qué sería de nuestro
pensamiento, si “no pensáramos simultáneamente en una comunidad con otros, a
los cuales nosotros les comunicamos nuestros pensamientos y ellos a
nosotros los suyos”?[54] Por ello, sostiene Kant que “aquel poder
exterior, que les arrebata a los seres humanos la libertad de comunicar públicamente
sus pensamientos, les quita también la libertad de pensar”.[55]
7. La orientación moral del símbolo
A la luz de la
convergencia de interpretación por parte de Brandt, Höffe, y Simon la reflexión
antropológico-pragmática se inscribe en, y contribuye a, la idea de filosofía,
tal como señala el pasaje arriba visto de El
conflicto de las facultades, como ciencia del ser humano, de lo que éste es y debe
ser. Según esta idea orientadora de la filosofía kantiana en su conjunto,
la reflexión de la Antropología en
sentido pragmático adquiere la dimensión filosófica que queda indicada en
la afirmación que prosigue en el texto de
El conflicto de las facultades: “Aquel ‘es’ y este ‘debe’ conducen a dos
destinaciones (Bestimmungen) en el
ser humano totalmente diferentes”.[56] Estas dos determinaciones, destinaciones o
vocaciones, del ser humano se corresponden con las dos diferentes partes que lo
constituyen; compuestas, por un lado, por la sensibilidad y el entendimiento y,
por otro, por la razón y el querer libre; “En la naturaleza todo ‘es’, en ella
no puede hablarse de ‘debe’”.[57] La sensibilidad y el entendimiento están
determinados a la naturaleza, pertenecen al mundo terreno y se dirigen siempre
a determinar lo que es y cómo lo es. La razón, por su parte, no se halla
destinada a la naturaleza, quiere y tiende a lo suprasensible; mientras que la
voluntad libre, al consistir en la independencia de las cosas exteriores,
tampoco puede pertenecer a la naturaleza. La destinación humana, en
consecuencia, se dirige, pues a “otro mundo que no conocemos, un reino de la
moral”.[58] En esta destinación moral se inscribe también
la acción simbólica, lo cual es mostrado por Kant en la doble y convergente vía
de reflexión, la pragmática desarrollada en la Antropología y la crítico-transcendental explicada en la Crítica
de la facultad de juzgar.
La determinación kantiana
del concepto de símbolo que pone el empleo del lenguaje en el marco de la
acción humana como la única en el mundo cuya causalidad puede estar dirigida a
fines que en tanto tales fines no son el producto de condiciones naturales
señala la culminación de este momento de la argumentación respecto del lenguaje
en sentido pragmático, desarrollada en la primera parte de la obra, la
Didáctica antropológica. Conjuntamente al análisis de la facultad de designar,
de los tipos de signos y del lenguaje la Antropología considera un posible
empleo de éstos, el simbólico, que refleja la determinación de este concepto en
la filosofía crítica, tal como se desarrolla centralmente en el § 59 de la Crítica
de la facultad de juzgar. La Antropología reasume, desde el punto de vista pragmático, la elaboración crítica de
la noción de símbolo y, al hacerlo, sintetiza de modo unificado todos los
elementos relevantes del campo semántico: signos, lenguaje, símbolo. Así, en general, en el campo terminológico-conceptual
referido a los signos se pueden identificar tres empleos centrales: signo en general, carácter (la inscripción gráfica o sonora como tal) y símbolo (el cual muestra intuitivamente
un objeto de manera indirecta por medio de una analogía). Todo símbolo es
signo, pero no viceversa. El símbolo es un medio intuitivo de conocimiento, el
signo, no. Los símbolos conforman el conocimiento simbólico y como tal integran
el intuitivo; los caracteres forman parte del discursivo.
La Crítica de la
facultad de juzgar, por su parte, ubica desde la óptica de la facultad de
juzgar reflexionante estética a la capacidad simbólica, y su resultado el
símbolo, como una de las formas de relación entre concepto e intuición.
Concepto e intuición pueden relacionarse de diferentes modos según el tipo de
concepto del que se trate y de la forma según la cual se brinde intuición al
concepto. En el caso del esquematismo al concepto originado en el entendimiento
le es dada a priori una intuición correspondiente; mientras que en el
simbolismo, el concepto en tanto idea en la razón no encuentra intuición
sensible alguna que pueda corresponderle. Dada esta falta de una intuición
correspondiente que pueda ser subordinada al concepto por medio del esquema, la
facultad de juicio procede entonces de una manera analógica. En el
procedimiento analógico un concepto es referido a su posible objeto pero, en
ausencia de una intuición correspondiente, esta referencia tiene lugar a través
de otro concepto al cual sí le es dada una intuición.[59] Por referirse indirecta pero efectivamente a
intuiciones, el procedimiento simbólico es, como acabamos de ver en la Antropología, una forma de conocimiento
intuitivo que se opone al discursivo; y el símbolo es una forma de exhibición
indirecta pero intuitiva, en él siguiendo una analogía una idea se presenta en
la realidad sensible. De modo tal que el símbolo de alguna manera forma parte
de la realidad sensible, puesto que “no tiene su significado en la relación con
otro significado, sino que su propio ser sensible tiene significado. Es, de un
modo primordial aquello donde se puede conocer algo otro”;[60] dada esta conjunción de lo sensible y lo
inteligible en él tiene lugar una “interconexión metafísica entre lo visible y
lo invisible”.[61]
El símbolo es el empleo
de la capacidad de operar con signos orientado a lo suprasensible en sentido
práctico-moral. Ello se pone de relieve en el punto culminante de la dialéctica
de la facultad de juzgar estética en el cual la belleza se determina como
símbolo de la moralidad. Lo bello es símbolo del bien moral y a partir de ello
también, “solamente en este respecto (una relación que es natural para cada uno
y que cada uno exige de los demás como obligación), lo bello gusta con una
exigencia del asentimiento de los demás; con lo cual el ánimo es consciente de
un cierto ennoblecimiento y elevación sobre la pura receptividad de un placer
por impresiones sensibles y aprecia, también de acuerdo una máxima semejante de
su propia facultad de juzgar, el valor de los otros”.[62] En esta interacción el gusto tiene en su mira lo inteligible, a lo cual se orientan y
en lo cual concuerdan nuestras facultades superiores de conocimiento. En tanto
los objetos bellos representan el bien moral, la facultad de juzgar, tal como
hace la razón respecto de la facultad de querer, se da, respecto de los objetos
de esta pura satisfacción, a sí misma su ley. De este modo, la facultad de
juzgar queda referida a “algo en el sujeto mismo y fuera de él, que no es ni la
naturaleza ni la libertad, pero que sin embargo se halla ligado con el
fundamento de la libertad, es decir, con lo suprasensible, en lo cual la
facultad teórica se une con la facultad práctica de una manera común y
desconocida”.[63] Desde la perspectiva de la filosofía
crítico-transcendental la “simbolización de un concepto” tiene lugar respecto
de los “conceptos de lo suprasensible”, los cuales “no pueden propiamente ser
exhibidos ni pueden ser dados en ninguna experiencia, pero pertenecen sin
embargo necesariamente a un conocimiento, aunque éste sea posible puramente
como conocimiento práctico”.[64] La convergencia de las interpretaciones
consideradas incluye, pues, en la integración de razón, acción y lenguaje
también la posibilidad de una metafísica, pero, tal como está dicho, como
conocimiento práctico.
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El autor es Profesor en Filosofía,
Licenciado en Psicología y Doctor en Filosofía por la U.N. de Buenos Aires. Es
Profesor Titular en la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San
Martín e Investigador Independiente del CONICET. Su campo de investigación es
la historia de la filosofía del lenguaje a partir de Kant. Es autor de
alrededor de sesenta trabajos en publicaciones nacionales e internacionales.
Recibido: 10 de mayo de 2019.
Aprobado para su publicación: 18 de junio
de 2019.
1) Dieter
Heidemann y Kristina Engelhard (ed.), Warum
Kant heute? (Berlín - Nueva York: W. de Gruyter, 2003). Hans Lenk y Reiner
Wiehl, (ed.), Kant Today – Kant aujourd’hui – Kant heute (Berlín – Londres: LIT, 2006). Jürgen Stolzenberg (ed.),
Kant in der Gegenwart (Berlín - Nueva
York: W. de Gruyter, 2007).
2) Reinhardt
Brandt, Die Bestimmung des Menschen bei
Kant (Hamburgo: F. Meiner, 2007); Otfried Höffe, Kants Kritik der reinen Vernunft. Die Grundlegung der modernen
Philosophie (Munich: C.H.Beck, 2004);
Josef Simon, Kant. Die fremde Vernunft und
die Sprache der Philosophie (Berlín - Nueva York: W. de Gruyter, 2003);
Dieter Sturma, “Was ist der Mensch? Kants vierte Frage und der Übergang von der
philosophischen Anthropologie zur Philosophie der Person”, en Warum Kant heute?, ed. Dieter Heidemann y Kristina Engelhard (Berlín -
Nueva York: W. de Gruyter, 2003), 264-285. Nicholas Rescher, Kant and the Reach of
Reason (U.S.A, Cambridge UP, 2000).
3) Cito las obras de Kant según la Edición de
la Academia de Prusia y sus sucesores (EA, tomo, página): Kant’s gesammelte
Schriften (Berlín - Nueva York: W. de Gruyter, 1900 y ss.). Asimismo:
Immanuel Kant, Crítica de la razón pura, trad. Mario Caimi (Ciudad de
México: Fondo de Cultura Económica, 2009) (CRP); Immanuel Kant, Antropología
en sentido pragmático, trad. Mario Caimi (Buenos Aires: Losada, 2009) (Antropología).
Cuando no se indica traductor las versiones son propias.
6) Respecto de la configuración del enfoque
pragmático a partir de su diferenciación de la psicología empírica: Antonino Falduto – Heiner Klemme, “Die Anthropologie im Kontext von Kants
kritischer Philosophie”, en Fines
Hominis?, ed., (Bielefeld; Transcript, 2015), 19-22.
10)
Ada Lamacchia,“Transzendentale und logische Topik”, en Akten des 4. Internationalen Kant-Kongresses, Mainz 1974, I, ed. Gerhardt Funke y Joachim Kopper (Berlín – Nueva York: W. de
Gruyter, 1975), 133.
20)
Josef Simon, Kant. Die fremde Vernunft
und die Sprache der Philosophie (Berlín - Nueva York, W. de Gruyter, 2003),
vii.
31)
Reinhardt Brandt, “Die Bestimmung des Menschen bei Kant als Zentrum der
Kantischen Philosophie”, en Kant in der
Gegenwart, ed. Jürgen Stolzenberg (Berlín – Nueva York: W. de Gruyter, 2007), 17- 49.
33)
Reinhardt Brandt, “The Guiding Idea of Kant’s Anthropology and the Vocation of
the Human Being”, en Essays on Kant’s
Anthropology, ed. Brian Jacobs y Patrick Kain (Cambridge - Nueva York,
Cambridge UP, 2003), 89-93.
36)
Antonino Falduto – Heiner Klemme, “Die Anthropologie im Kontext von Kants
kritischer Philosophie”, en Fines
Hominis?, ed., (Bielefeld; Transcript, 2015), 22.
44)
Friederich Kaulbach, Das Prinzip Handlung
in der Philosophie Kants, (Berlín - Nueva York: W. de Gruyter, 1978), 1-47.