2020, Primer Semestre, vol. 55, n° 1, ISSNe 2314-1549 / ISSN 0556-5960 Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional |
RESEÑAS
Mora, Enrique Ayala (Ed.). De colonias a estados nacionales. Independencias y descolonización en América y el Mundo en los siglos XIX y XX. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar/Corregidor, 2019. ISBN:978-9978-19-839-1
Ignacio Rossi
Universidad Nacional de Luján. Universidad Nacional de General Sarmiento. Buenos Aires, Argentina. ignacio.a.rossi@outlook.com
El libro que aquí reseño es producto del sesquicentenario de la Revolución de Quito de 1809 y sus autores, provenientes de varios campos de las ciencias sociales, se proponen ofrecer una nueva mirada sobre las revoluciones del siglo XIX y XX. La propuesta se sustenta en una mirada global comparativa, en el marco de una perspectiva “Sur-Sur”, que conecte los procesos independentistas y de liberación nacional bajo la certeza de que en ambos casos se enfrentó al colonialismo produjendo consecuencias de incidencia mundial.
Según la óptica comparativa de análisis propuesta, los investigadores aseguran que el esquema colonial que se mantuvo luego de las independencias del siglo XIX, mostraría rasgos de debilitamiento a comienzos del siglo XX, constituyendo este el germen de los posteriores procesos de descolonización en Asia y África. Durante las independencias del siglo XIX entran en escena internacional un republicanismo político, mientras que, durante las independencias del siglo XX, se inauguró la era del “Tercer Mundo”: una incidencia global homóloga entre ambos procesos revolucionario que habilita a pensar comparaciones globales. Además, también se puede decir que ambos procesos tuvieron un carácter anticolonial donde se buscó levantar las expectativas de la mayoría de la población, aunque luego de su triunfo, se priorizara el mantenimiento del orden y se propiciara la desmovilización política de las mayorías. También las diferencias ocupan un lugar importante para los autores, ya que, durante las independencias del siglo XIX medió la guerra, mientras que en las del siglo XX predominó, en la mayoría de los casos, las declaraciones independentistas negociadas.
La primera parte del libro comprende un conjunto de artículos con enfoques generales sobre las independencias americanas. En el primero de ellos, Luiz Silva, analiza las independencias desde una perspectiva atlántica caracterizada por un doble antagonismo. Por un lado, la confrontación de los símbolos y signos monárquicos frente a las nuevas ideas de lo nacional y la soberanía y, por el otro, disputas comerciales y territoriales que enfrentaron a reinos tradicionalmente antagónicos en el Atlántico generando consecuencias determinantes en el continente Americano. Luego, Juan Fernández busca subsanar la línea de estudios que vincula holísticamente las guerras de independencias de Estaña contra Francia, como las de América contra las monarquías. Su mirada, asegura que la quiebra del sistema monárquico y el posterior desmantelamiento del Antiguo Régimen abrieron paso a estructuras sociales y políticas atravesadas, en América, por conflictos étnicos, mientras que en Europa, estos conflictos fueron de carácter religioso. Anthony McFarlane analiza las primeras revoluciones independentistas de 1776 en el territorio británico y el posterior conflicto internacional desatado desde aquel entonces. Un conjunto de colonias divididas y carentes de una identidad nacional logró mediante un enfrentamiento, gracias a una superioridad militar notable, aglutinar la consiga de la república independiente para todo el territorio. Sin embargo, el crecimiento económico y el predominio colonial de Gran Bretaña no se vieron por ello trastocados, por el contrario, el vigor colonial de esta terminó afectando más a otras potencias como España y Francia. Tomas Vejo propone discutir la preponderancia de la nación y el imperialismo que la historiografía le ha otorgado a los procesos independentistas desde nuevas miradas teóricas. En primer lugar, el autor enfatiza la necesidad de dar sentido al material acumulado, dando la bienvenida a una macro-narrativa capaz de analizar, no solo el proceso de las revoluciones atlánticas, sino también al amplio cambio global que desatado tras ellas. El autor argumenta que las independencias respondieron a un problema de legitimidad política y deben ser entendidas en el marco general de las guerras civiles, más que como un sentimiento nacional izado contra el imperialismo europeo.
La segunda parte del libro aborda aspectos específicos de las revoluciones de independencia en el marco de la propuesta teórica del libro. En un primer lugar, Johanna von Grafenstein Gareis, se ocupa de la imagen que se forjaron diferentes sectores sociales de la Haití independiente, como de las reacciones, tanto a favor como en contra, que se desarrollaron en función de esas imágenes. Mediante el análisis de las correspondencias, informes, papeles de la Inquisición, memorias, folletos, etc., que circularon gracias al desarrollo comercial de la época, la autora se propone analizar las conductas que despertó la revolución de los esclavos negros de la isla en amplios sectores sociales. Manuel Chust examina la formación de las Juntas hispanoamericanas en el marco de las relaciones internacionales contemporáneas. Los disturbios y el vacío político provocado por la guerra entre España y Francia en 1808 y su posterior eclosión en el imaginario criollo, abrieron las puertas a antiguas proclamas de las elites coloniales. Aunque la contrahegemonía contraria a las reivindicaciones coloniales no fue modesta, la declarada igualdad entre las colonias y la nueva nación española abrió paso a una nueva etapa de replanteamiento teórico sobre el autonomismo americano. Carlos Camacho examina la revolución de Quito en una perspectiva larga, es decir, hasta la creación de la República en 1830. El autor divide el proceso en cuatro momentos: la formulación de un primer proyecto revolucionario (1808-18012), la reacción realista (1812-1820), la liberación de Guayaquil y la definitiva separación de la Audiencia del Imperio español (1822-1830) y, finalmente, los años en que la Audiencia formó parte de la Gran Colombia. El enfoque integral propuesto por el autor, entiende que la independencia de Quito forma parte del proceso independentista americano y las revoluciones liberales europeas, principal germen de un gran movimiento mundial del que un análisis de la revolución quiteña no puede prescindir. Luis Santos analiza cómo el caso de Brasil, en el mar independentista, quedó al margen de la idea de integración que se formaba en aquel entonces a nivel continental, produjendo una continuidad casi absoluta con el imperialismo lusitano. De esta forma, las ideas de nación y ciudadanía que se encontraban en auge en el resto del continente, contrastaron en Brasil con una idea de nacionalidad altamente excluyente y elitista. Las continuidades enmarcadas en la antigua rivalidad entre españoles y portugueses, se trasladaron a la oposición entre el Brasil imperial y las ideas liberales americanas del nuevo siglo.
La tercera parte del libro reúne cuatro estudios que, a pesar de su disímil perspectiva metodológica, se embarcan en un análisis comparativo de las independencias de África y Asia en el contexto latinoamericano de posguerra. El apartado de Alejandro Moreano sostiene dos ideas principales: las descolonizaciones del siglo XX tuvieron un alcance mundial en tanto englobaron a regiones históricas de gran presencia como China, India y el mundo árabe, para luego extenderse al continente americano entrecruzando sus dinámicas con la Revolución Cubana. De esta forma, un proceso mundial con vocaciones internacionales tenía a la vez, y paradójicamente, un carácter significativamente nacionalista. Juan Muteba Rahier entiende que una diferencia fundamental en los procesos independentistas, por un lado, y anticoloniales, por el otro, se encuentra en la base étnico-social. Mientras que en las independencias americanas las elites blancas y blanco-mestizas lideraron los procesos, en las colonizaciones fueron en su mayor parte, elites indígenas y africanas. Esto se convierte, según Rahier, en un punto para analizar con una mirada global la evolución de la estructura social a lo largo del tiempo y arrojar algunas reflexiones que permitan describir algunas continuidades y disrupciones. Sarabh Dube se encarga de reflexionar sobre las naciones y el nacionalismo en ambos siglos y cómo estos conceptos se vincularon en cada etapa. La autora sostiene que las proyecciones actuales que examinan a las naciones y los nacionalismos resultan insuficientes al presentar aspiraciones globales. De forma que Dube postula la necesidad de abordarlos como indicativos particulares de cada caso para no caer en pretensiones universalistas, en definitiva, “explorar el imperio, el colonialismo y el nacionalismo como procesos con temporalidades distintas” según los territorios y disputas sociales que involucran a las diferentes regiones.
Este libro constituye un aporte fundamental para pensar con una perspectiva global los ciclos revolucionarios del siglo XIX y XX. También es importante reconocer la iniciativa, frente a algunos pronósticos contrarios, de establecer algunos puntos de comparación entre aspectos puntuales de sociedades que al momento de los procesos revolucionarios se encontraban en contextos socio-históricos estructuralmente diferentes. Con la prudencia de no cometer anacronismos, los estudios aquí reunidos innovan en la propuesta de examinar qué tuvieron en común y qué aspectos pueden constituir líneas de análisis comparativas en dos siglos que fueron el elenco de revoluciones mundiales y que marcaron cambios de definitivos y de largo plazo.