La enseñanza de la
Filosofía en Chile en la última reforma educativa:
la historia de una
lucha[1]
The
teaching of Philosophy in Chile during the last educational reform: the history
of a struggle
Rosario Olivares
Universidad Alberto
Hurtado, Chile.
rosario.oliv@gmail.como
Recibido: 22/07/2020
Aceptado: 19/08/2020
Resumen. Este artículo tiene por
objetivo presentar las ideas fundamentales que circularon en la discusión que
tuvo lugar en Chile en la última reforma educativa para tercer y cuarto año de
educación secundaria, en el marco de la decisión sobre la eliminación de la
asignatura de filosofía del plan común obligatorio por parte del Ministerio de
Educación en el año 2016. Primero, presentando el contexto político y educativo
en que esta reforma tuvo lugar, considerando el papel que jugó en este proceso
la Red de Profesoras y Profesores de Filosofía REPROFICH, y cuáles fueron los
argumentos esgrimidos por parte de la Unidad de Currículum y Evaluación del
ministerio a los que se tuvieron que enfrentar durante este periodo. Para luego
dar cuenta de las discusiones que surgieron en términos curriculares, políticos
y filosóficos en esta disputa, los que además, tuvieron un carácter público y
mediático inédito en la contingencia chilena. Para finalizar, buscamos analizar
críticamente cuáles fueron los avances para la enseñanza de la filosofía en el
marco de este periodo, y revisar brevemente qué temas se abren para la lucha
por la enseñanza de la filosofía en Chile tras estos acontecimientos en la
actualidad política y social que vivimos.
Palabras clave. Reforma educativa,
Enseñanza de la filosofía, Derecho a la filosofía, Docentes de filosofía.
Abstract.
This article aims to present the fundamental ideas that were part of the
discussion, in the last educational reform for the third and fourth year of
secondary school in Chile; within the framework of the decision to remove the
philosophy subject from the compulsory common plan, given by the Ministry of
Education in 2016. First, we present the political and educational context in
which this reform took place, considering the role that the Teacher’s Network
of Philosophy (REPROFICH), played in this process, and the arguments employed
by the Ministry Curriculum and Evaluation Unit, during this period. Later, we
give an account for the discussions that arose in this dispute in curricular,
political and philosophical terms, which also had a public and an unknown media
character in the Chilean contingency. Finally, we seek to analyse critically,
what were the progresses for the teaching of philosophy within the framework of
this period, and we briefly review what issues are opened after these events,
in the current political and social situation we are experiencing.
Keywords. Educational reform, Philosophy teaching,
Right to philosophy, Philosophy teacher.
Entre los años 2015 y 2018 se dio una ardua lucha del
mundo educativo ligado a la enseñanza de la filosofía por la defensa de la
asignatura en la educación escolar. De la misma forma como ocurrió en ola de
reformas educativas que tuvieron lugar en los años noventas, se intentó eliminar
la materia del plan obligatorio. Los argumentos fueron semejantes a los del
proceso pasado: los contenidos de filosofía podían ser subsumidos por otra área
educativa. Por ese tiempo, fue a través de lo que se llamó Objetivos
Fundamentales Transversales, y en último proceso, se propuso que su lugar lo
tomara formación ciudadana. En el desarrollo de este debate, fue
fundamental el papel que jugo la Red de Profesores y Profesoras de Filosofía de
Chile REPROFICH, organización que este año cumplió 19 años defendiendo el
derecho a la filosofía en la escuela, y que fue formada tras el primer intento
de su eliminación como asignatura. En la presente investigación damos cuenta de
esa historia y sus tensiones, como una forma de ir archivando la memoria de
nuestras luchas.
A través de la filtración de un documento del Ministerio
de Educación MINEDUC en Valparaíso, nos enteramos en agosto de 2016, que al
igual que a fines de los años noventa, se estaba desarrollando una reforma
curricular en cuyo planteamiento se eliminaba a la asignatura de filosofía del
plan común obligatorio. El gobierno que encabezaba esta reforma era el de
Michelle Bachelet, con Adriana Delpiano como ministra de educación, y la
psicóloga Alejandra Arratia como encargada de la Unidad de Currículum y
Evaluación UCE. El 2 de abril del mismo año, se promulga la ley Nº20.911 que
crea el Plan de Formación Ciudadana para todo el sistema escolar, restituyendo
una asignatura que había sido quitada en la reforma anterior[2].
Este plan tendrá nueve objetivos, dentro de los cuales se
propone comprender y analizar los conceptos de ciudadanía crítica, Estado de
Derecho, instituciones, Derechos Humanos, cultura democrática, ética,
tolerancia y pluralismo. Los que eran en su mayoría parte del programa
de filosofía de cuarto año medio que rige desde el 2001 en Chile. La escena
entonces nuevamente se repite. Como dicen en nuestro país, se buscaba
“desnudar un santo para vestir a otro”, al menos esas eran las declaraciones
desde el Ministerio de Educación: “se trabajará Filosofía en Formación
Ciudadana, que fue lo que recomendó la Comisión Engel. No es que se vaya a
sacar completamente Filosofía como ramo.” (Arratia, 2016)
La citada comisión, es el nombre que se ocupó para
referirse al Consejo Asesor Presidencial contra los conflictos de interés, el
tráfico de influencias y la corrupción, la que fue también designada por la
presidenta Bachelet, compuesta por 14 personas, la mayoría de ellos y ellas
economistas, al igual que quien la presidió, el señor Eduardo Engel. Las
propuestas de la Comisión Engel parten de la base de que la formación ciudadana
debe ser “el alma de nuestro sistema educativo”, las razones indican que para
prevenir y disminuir la
incidencia de actos de corrupción y de faltas a la probidad se requiere un
sistema educacional que forme en valores cívicos de respeto a la convivencia y
fomento del bienestar común. Una educación para los desafíos que enfrenta el
país debe poner la formación cívica como un eje transversal que permita preparar
a niños/as y jóvenes para enfrentar dilemas éticos a lo largo de sus vidas.
(Comisión Engel, 2015)
Hasta ese punto, se entiende que la idea en ningún caso
es quitar filosofía, de hecho, la filosofía también aporta a la formación de
las y los ciudadanos -como lo deberían hacer en sentido estricto todas las
asignaturas-, pero sabemos que esta no es su única función.
Desde la Unidad de Currículum y Evaluación encargada de
este tema dentro del ministerio de educación; se dirá que lo que se
busca es recoger esta indicación de diversas maneras. Primero, sentando la base
de esta formación en los contextos de las y los estudiantes, y buscando
desarrollar en ellas y ellos habilidades de reflexión y pensamiento crítico.
Segundo, se cree que es necesario que este plan contemple una asignatura en
tercero y cuarto año medio, sin embargo, esa decisión específica no fue
sugerida por la comisión. Esta aclaración la tuvo que realizar la propia
Alejandra Arratia, luego que se desatara la polémica por la prensa respecto a la
eliminación de la asignatura de filosofía. “De este modo toma en cuenta una
recomendación muy relevante de la Comisión Engel; sin embargo, la posibilidad
de recoger esta recomendación en una asignatura específica es propia de un
proceso en desarrollo, y no fue sugerida por la Comisión” (Arratia, 2016).
La respuesta del mundo docente no se hizo esperar, la
experiencia anterior había dejado profundas huellas y aprendizajes, que
permitieron prever que lo que había pasado a fines de los noventa y comienzos
de los dos mil, muy probablemente se repetiría nuevamente. Por lo
anterior, antes de la noticia sobre su eliminación, y en el marco del nuevo
proceso de reforma curricular que le correspondía a tercero y cuarto medio, en
enero del 2015 la Red de Profesores/as de Filosofía de Chile REPROFICH, ya
había solicitado una reunión al encargado Educación General del ministerio de
educación, el sociólogo Gonzalo Muñoz, a quien se presentó una carta donde se
señalaba que dada la experiencia y el debate que se desarrollaba hace años en
seminarios, coloquios y reuniones de docentes de filosofía, los actuales
programas se percibirán “como poco pertinentes, pobres filosóficamente,
descontextualizados y carentes de una visión de la filosofía chilena y
latinoamericana” (REPROFICH, 2015). Por otra parte, se señaló que, a la fecha,
no había existido una evaluación de los programas y los ajustes curriculares
correspondientes, frente a lo que se propuso, abordar de manera urgente “este
grave déficit programático, ofreciendo la posibilidad de que las/os profesores
de la asignatura generen nuevos programas que sean concordantes con la riqueza
y posibilidades que ofrece el cultivo de la filosofía.” (REPROFICH, 2015).
Tras la citada reunión, desde la dirección de Educación
General se contactó a REPROFICH con Alejandra Arratia, con quién se sostuvo una
reunión en abril del 2015, siendo el único espacio de conversación con el
ministerio hasta la noticia de agosto del 2016. En medio de estos dos eventos,
la Red envió cartas directamente a la ministra solicitando información, las
cuales nunca fueron respondidas.
Tampoco fueron ajenos en este contexto los organismos
internacionales, como ocurrió en la reforma pasada, respecto de cómo la idea de
educación, de Estado y de currículum repercutieron y marcaron profundamente al
menos en las últimas cuatro décadas del sistema educativo en Latinoamérica,
influencia que sin duda llegó hasta los programas de enseñanza de la filosofía.
El propio MINEDUC señalaba lo siguiente sobre Formación Ciudadana,
Hoy, la comunidad, tal y como lo
señala también el informe de Desarrollo Humano 2015 de PNUD5, se
encuentra en un proceso de debate respecto del país que quiere ser; de qué se
debe cambiar y qué se desea mantener. Para que estos procesos de diálogo sean
parte de la manera en que se construye la sociedad es necesario que desde las
escuelas y liceos de todo el país se logre involucrar a toda la comunidad en
procesos de diálogo y discusión permanente. (MINEDUC,2015)
Parece contradictorio a estos argumentos, la idea de que
se podía prescindir de la filosofía, cuando lo que estaba pasando -según las
palabras del propio ministerio-, era posible de advertir en dos ejercicios
profundamente filosóficos: preguntarse críticamente y dialogar. Esta
constatación nos lleva a la discusión sobre cuál es la idea de filosofía que
rondaba en la elaboración de los programas de estudios de principio de los dos
mil, el rol docente en esta discusión, y cuales son aquellas formas propias de
la filosofía que permiten pensarla como relevantes en la educación escolar, y
en la formación de todas las personas.
El mundo docente, como sabemos, ha sido apartado de la
discusión educativa y curricular en general, la que en la mayoría de los casos
ha quedado en las manos de los “expertos técnicos”, donde el rol intelectual
del docente del que nos hablan autores como Henry Giroux queda
marginado, ya que permite justamente una crítica teórica respecto a quienes
separan con fines instrumentales la discusión del qué enseñar de quiénes lo van
a enseñar (Henry Giroux, 1990). "Hay cierta mirada de desprecio a los
docentes de filosofía, porque nadie nos pregunta. Son expertos que no son
pedagogos, que no trabajan en la sala de clases, los que definen hoy día las
políticas educativas en Chile” (Olivares, 2018).
El debate que comenzó el 2016, tuvo interesantes
discusiones, no solo sobre cuáles eran las razones por las que la filosofía
debía permanecer en el currículum escolar obligatorio, sino también, qué
filosofía era justo defender. Esta vez el recorte curricular no era solo para
filosofía, era general, y tenía que ver con una idea de un currículum más
reducido, y cómo esto entregaba mayores posibilidades de flexibilidad
relacionada a la elección de las y los estudiantes.
La “flexibilidad”
y el sentido “igualitario” de la nueva propuesta incluía algunas ideas
interesantes, pero imposibles en la práctica. Primero, se buscaba tener un
currículum general para todos los sistemas educativos de la enseñanza media
(científico-humanista, técnico profesional y artístico), con el que se había
terminado el año 2004, lo que a priori no es una mala idea entendiendo que las
y los estudiantes de educación técnica hasta el año 2019 no contaban con
asignaturas como Filosofía o Ed. Física. Junto con ello, se buscaba
ofrecer una cantidad significativa de cursos electivos, que permitieran mayores
oportunidades de formación para las y los estudiantes. No obstante, pese a la
relación entre ambas ideas, su imposibilidad de concreción sigue siendo la
tónica, dadas las condiciones materiales de los colegios y liceos (no hay salas
suficientes o dotación de docentes para dar todos los electivos que se
quisieran).
Sabemos que no tienen las mismas
condiciones materiales y económicas un colegio particular, un liceo municipal o
un particular subvencionado. En ese sentido, creemos que una vez más la
destacable electividad estará sujeta a las posibilidades que el mercado y el
sistema estandarizado de educación ofrece. Es posible, por ejemplo, que
colegios o liceos con pocos recursos y “malos resultados” prefieran dar
prioridad a las asignaturas PSU[3] que, a un electivo
de arte o filosofía. En ese sentido la idea de “libertad de elegir” de las y
los estudiantes se reduce drásticamente, siendo más una oportunidad o una
oferta vacía, que una posibilidad efectiva de decidir respecto de la propia
educación (Olivares, 2018).
En este marco, la idea era que la asignatura de filosofía
no se perdiera definitivamente, sino que dejara el tronco obligatorio, y se
diera solo como un electivo. Lo particular de esta decisión, era que la
asignatura de filosofía es la única de todo el sistema escolar que solo se
encuentra en tercero y cuarto medio, lo que la afectaba severamente porque
justo en segundo año se debe definir qué plan electivo seguir, y hasta ahí las
y los estudiantes no han tenido, en la mayoría de los casos, ninguna
experiencia con la filosofía, por ende, es difícil que escojan algo que no conocen.
La decisión
ministerial, además, consideraba dentro de una de las tres habilidades
fundamentales del nuevo currículum, al pensamiento crítico, y si bien las Red
de Profesores/as de Filosofía manifestó que el desarrollo de esta habilidad no
es exclusivo de nuestra disciplina, la ausencia de su obligatoriedad
mostraba la falta absoluta de conocimientos de las actuales discusiones sobre
la enseñanza de la filosofía.
En este sentido, queda de
manifiesto la evidente inconsistencia conceptual y teórica de lo que se
entiende como pensamiento crítico, y la ignorancia respecto a las nuevas
propuestas didácticas de la enseñanza de la filosofía en las que se promueve el
pensar y el reflexionar de manera colaborativa y comunitaria donde las y los
estudiantes no solo conocen el pensamiento de distintos autores de la historia
de la disciplina, sino que crean y desarrollan ideas propias nutriéndose de las
ideas de los otros a través del diálogo y de la reflexión colectiva (REPROFICH,
2016).
Juntos a
estas y otras razones, se hizo un llamado al gobierno a revisar la decisión
adoptadas para reincorporar la asignatura de filosofía al plan común
obligatorio, y se comenzó una campaña por el “Derecho a la filosofía en la
educación pública”, que terminó dando frutos definitivos en abril del 2018. La
definición de qué implicaba defender el derecho a la filosofía fue descrita por
la Red en seis principios filosóficos: el primero, relacionado
con que el defender el derecho a la filosofía suponía afirmar también una
enseñanza que comienza bajo un criterio de igualdad, es decir, “del derecho de
todo ser humano(a) a reflexionar acerca de su condición y la del mundo en el
que está inserto”, (REPROFICH, 2016). En segundo lugar, implica entender
nuestra disciplina en su
carácter desnaturalizador y deshegemonizador, siempre necesario,
en la escuela entendida como un espacio de emancipación. El tercero, consistía
en defender la filosofía “como una práctica, una disciplina y un discurso, que
no se deja determinar por ninguna definición teórica particular, ideológica,
dogmática ni económica” (REPROFICH, 2016). En cuarto lugar, entender la
autonomía de la filosofía, respecto a estrategias políticas e institucionales
que intentan reducirla. El quinto, defendía la filosofía como un derecho de
todas y todos, lo que supone “afirmar que no hay edad, nivel, ni lugar
determinados para su práctica y aprendizaje” (REPROFICH, 2016). El sexto y
último punto, defender el rol político de la filosofía en tanto es capaz de
aportar a proyectos de transformación de nuestra sociedad.
Alejandro Cerletti,
en un texto del 2018, Políticas de la enseñanza de la
filosofía, indica que la preocupación política que ha surgido respecto del
lugar institucional de la filosofía ha dejado en segundo plano las
preocupaciones por las didácticas, porque lamentablemente, “hoy día, es un
lugar común tener que justificar mucho más el sentido de la enseñanza de
filosofía por su utilidad frente al mundo, que reflexionar sobre las formas o
las acciones con las cuales llevarla delante de la mejor manera”. (Cerletti,
2018, p.327)
Siguiendo la
idea anterior, la enseñanza de la filosofía “implica compromisos políticos,
decisiones filosóficas y disposiciones didácticas consecuentes” (Cerletti,
2018, p.328), pero, además, también ha implicado justificar su inclusión en el
sistema educativo formal. Esta última no ha sido una tarea fácil, y ha tenido
muy distintos resultados dependiendo de la posición que se tome. En el Chile de
fines de los noventa contamos con una defensa gremial por la recuperación de
las horas en el plan común, y con una fuerte crítica filosófica al modelo
educativo neoliberal que se estaba profundizando, principalmente desde el
ámbito académico. Con ello, lo que consiguió fue que la asignatura quedara en
la educación científico humanista, y conservar la reducción de un año de la
enseñanza de la filosofía, más el adicional de psicología.
El filósofo
uruguayo Mauricio Langón, en los años de la reforma de los noventas decía
de la discusión chilena que,
sin embargo, este carácter filosófico y democrático
tambalea, en tanto el Ministerio no parece dispuesto a cambiar en un asunto
central: sigue sosteniendo que la filosofía (como disciplina, como unidad y
totalidad) y el filosofar (como actividad humana intrínsecamente
ligada a esa disciplina) no deben ser puestos a disposición de todos los
estudiantes (niños, jóvenes y adultos, con distintos gustos, disposiciones y
proyectos) sino solamente de algunos. (Langón, 2006, p. 91)
Y esa deuda de la discusión es la que retomamos el 2015,
en la idea de defender el derecho a la filosofía.
Cerletti afirmará
también que, en muchos casos los temas didácticos han sido o pueden ser
considerados de manera instrumental para “salvar la filosofía en la escuela”,
como una suerte de acomodo al sistema educativo. Esta afirmación no es menos
cierta, todas y todos hemos escuchado en asambleas y seminarios que, por
ejemplo, argumentación y la ética deberían ser los temas principales
que contenga la asignatura de filosofía, afirmando consciente o
inconscientemente que es lo más útil en el mundo que vivimos, o que no es un
problema que se enseñe psicología “porque le gusta a las y los jóvenes”. Este
último punto tiene mucha relación con lo que pasa, ya que, en el fondo se
cuestiona si la filosofía es relevante o pertinente para la formación de las y
los adolescentes, en ese sentido se “ve a la filosofía como poco “útil” o poco
práctica para el mundo contemporáneo.” (Cerletti, 2018, p.330)
El filósofo
argentino coincidirá con nosotros, en que gran parte de estas objeciones vienen
por parte de los organismos internacionales, como el Banco Mundial, el Banco
Interamericano de Desarrollo, la UNESCO, y en esta última década muy
fuertemente Organización para la Cooperación y el desarrollo económico OCDE,
estas indicaciones para el autor, están hechas básicamente con criterios
empresariales que suelen “traducir y simplificar el análisis de la cuestión
educativa en términos de inversión, gasto, rentabilidad, productividad,
ineficiencia y eficiencia, excelencia, costo-beneficio, etc.”. (Cerletti,
2018, p.330)
En ese sentido,
por más que se busquen algunas alternativas de disputa política, educativa y
filosófica, es necesario argumentar ideas que permitan acomodarse técnicamente
al mercado actual. “Se trata, en definitiva, de una adaptación de competencias,
tanto de actitudes como de productos (…) Transformar las demandas
empresariales en necesidades educativas universales conlleva una naturalización
de este capitalismo contemporáneo” (Cerletti, 2018, p.331). Esta escena, no
solo determina el mundo educativo, es común ver hoy como la economía ha
subordinado también a la política en su totalidad.
La tarea
claramente no es fácil, definir la filosofía y su enseñanza como una apuesta
transformadora no es la mejor maniobra política posible, cuando esta se las
debe ver con las desconfianzas del mercado, que solo requiere
trabajadoras y trabajadores funcionales al sistema. Es por ello, que en esta
escena se han de tomar distintos caminos, lo que implica visualizar todo el
escenario político y económico del cuestionamiento a la filosofía, e intentar
revisarlo, en principio, en términos filosóficos. Para evaluar, a partir de ese
análisis, la significación y el sentido que podría tener hoy la filosofía en la
formación de los y las jóvenes, como una mirada comprometida con la realidad
que nos circunda. Alejandro Cerletti dirá también, que una de las
maneras intermedias de llevar esta lucha adelante es la que intenta incluir a
“la filosofía más o menos dignamente dentro de los espacios de las llamadas, de
manera muy genérica, “Humanidades”, y acotar su sentido a la formación cultural
de los jóvenes” (Cerletti, 2018, p.333). Pero este es actualmente un camino que
también ha sido objeto de dudas. Lo mismo ya había pasado con la asignatura de
historia, o lo que ha pasado con las artes y la música en el sistema escolar
chileno. Cuando la disminución de horas ha afectado a estas asignaturas no se
ha tenido ninguna consideración respecto a la formación cultural de las y los
niños y adolescentes.
Así, para
Alejandro Cerletti otro de los caminos posibles es optar por “una
reflexión de fondo de la filosofía, en tanto
pensamiento desnaturalizador de lo que parece obvio, y crítico de sus
propias condiciones de posibilidad”. Esta idea necesariamente trae de la mano
una relación con una posición y un compromiso político, posicionamiento que
siempre excede a la propia filosofía, para que esto sea posible. “Lo que podría
hacerse, en consecuencias, sería definir una filosofía que fuera consecuente
con dicho compromiso” (Cerletti, 2018, p.334), y eso es, lo que de alguna
manera hemos tratado de hacer como Red de Profesores y Profesoras de Filosofía
de Chile.
Sylvia Eyzaguirre, licenciada en filosofía de la
Universidad de Chile y doctora en Filosofía en la Universidad de Friburgo, es
actualmente investigadora del Centro de Estudios Públicos CEP, uno los más
importantes espacios de desarrollo de pensamiento de la derecha chilena. Fue
asesora del ministerio de educación en el primer Gobierno de Sebastián Piñera,
y respecto a esta discusión planteó públicamente un punto de vista distinto no
solo a la idea de pensamiento crítico -ligado al desarrollo cognitivo más
cercano a las ciencias de la educación y la psicología-, sino que también sobre
cuál era el lugar de la filosofía en la escuela.
Usando a un país desarrollado como ejemplo -como se ha
vuelto cotidiano en la educación y la política chilena-, en pleno debate por la
eliminación de la filosofía, Eyzaguirre defendió la idea de lo innovador que es
construir un currículo escolar centrado en la argumentación como ocurre en
Finlandia, anunciando que en esta propuesta la filosofía presenta ventajas
importantes para administrar tal propósito. Tras esta idea, el planteamiento de
fondo quería explicar que,
En un experimento realizado en 2015, la Universidad de
Durham encontró que los niños que tuvieron filosofía a temprana edad obtuvieron
mejores resultados en las pruebas censales de conocimiento disciplinar. En
general, los estudiantes que tuvieron filosofía progresaron aproximadamente dos
meses más que el resto de los estudiantes en lectura y matemáticas (Eyzaguirre,
2018).
Los
supuestos que quiso traer al debate dicen relación con la
posibilidad de que la filosofía pudiese dejar de formar parte del plan
obligatorio de tercero y cuarto medio, para ser incluido en los cursos
anteriores, a través de argumentos que, como la misma autora sostiene, tenía
una base empírica:
El estudio longitudinal de Colom et al. (2014) analiza
los efectos de una hora de filosofía a la semana desde los seis hasta los 18
años. La evidencia acumulada para los últimos 10 años revela que la filosofía
para niños promueve una ventaja promedio de media desviación estándar en
habilidades cognitivas generales, esta ventaja se destaca especialmente en la
cola más baja de la distribución cognitiva. (Eyzaguirre, 2018)
Esta argumentación al estar anclada en los conceptos de
competencias propios de un sistema educativo de mercado, y arraigado en la idea
de medición cognitiva, contienen obviamente posicionamientos políticos,
educativos y filosóficos, pese a que argumente en base a la objetividad de un
estudio sobre una realidad que no se ajusta a la nuestra. Es más, en Chile,
como sabemos, la filosofía con niñas y niños se practica hace décadas, se puede
estudiar en la misma universidad donde estudió Eyzaguirre, y sin embargo,
ninguna de esas experiencias es mencionadas en su texto, en el cual hace una
selección de evidencia arbitraria que no toca, a nuestro juicio, el debate de
fondo de la actual reforma educativa, es decir, en vez de tratar de justificar
por qué no debe ser incluida la asignatura en tercero y cuarto medio, prefiere
indicar, que es mejor que esté presente desde antes en el currículum.
Un año más tarde,
en un texto publicado por la Revista de Filosofía de la Universidad de
Chile, y transcrito por Jaime Araos ¿Por qué importa la filosofía en la
educación escolar del siglo XXI? (2019), argumentará la misma idea, pero
esta vez será a través de las habilidades que la filosofía aportaría a la
formación ciudadana, nuevamente a través del pensamiento
crítico. “Reflexionando sobre los problemas filosóficos es como mejor se
puede ir aprendiendo y adquiriendo esas habilidades analíticas, hermenéuticas y
críticas, que son, según los expertos, fundamentales para la formación de
ciudadanos democráticos” (Eyzaguirre, 2019).
Es interesante
mencionar, un asunto en el que hemos reparado en la discusión contemporánea
respecto a la enseñanza de la filosofía, ¿cuáles son los expertos de los que
habla Eyzaguirre?, ¿quiénes son los expertos en educación o en enseñanza de la
filosofía? En cualquier caso, nos podríamos aventurar a decir que no habla ni
de filósofos/as, ni de docentes de secundaria, ni de académicos/as dedicados al
tema. De lo que habla la autora, es de experimentos, de evidencia científica
cuyas fuentes -como lamentablemente el texto es una transcripción de una
presentación oral de un tercero- no son fáciles de hallar.
Hay distintos experimentos que se han hecho en el
mundo, donde se introduce la asignatura de filosofía a niños desde temprana
edad con las mismas profesoras que tienen ordinariamente –para que sea
realmente experimental–, y luego, al cabo del primer año, así como al
cabo del segundo año, evalúan sus avances en comparación con los otros niños de
esas mismas profesoras, que no han tenido la asignatura de filosofía.
(Eyzaguirre, 2019)
Ya en el terreno político, Eyzaguirre dirá que la
enseñanza de la filosofía es condición de posibilidad para la democracia, entre
las que ella misma menciona como las “utilidades de la filosofía”. “En efecto,
para que haya democracia tiene que haber ciudadano y ¿qué es un ciudadano? Es
una persona crítica, autónoma, con capacidad de decidir sus propios gobiernos y
tener él mismo las condiciones necesarias para poder gobernar” (Eyzaguirre,
2019). Y por último dirá, que una tercera utilidad la que está
relacionada con la formación de personas, sobre todo en aquella que le otorga
la curiosidad a través de la pregunta. ¿A qué se refiere con curiosidad? dirá
que a todo aquello que permite “que haya algo así como conocimiento, algo así
como ciencia”. Es evidente, la centralidad de la pregunta en la enseñanza de la
filosofía es fundamental, pero ¿será que las preguntas solo pueden acotarse a
algo así como conocimiento, a algo así como ciencia en el sentido tradicional
del término?
Volviendo
a Alejandro Cerletti, es preciso también indicar que los argumentos que se
han esgrimido para la permanencia de la filosofía en la escuela han
dependido en gran medida de cuál es el interlocutor frente al que queremos
defenderla, todo lo anterior, teniendo en consideración siempre qué
entenderemos por educación. En este punto el autor tomará algunas ideas de
Jacques Ranciere, “para decir que la escuela no es un lugar o una función
definida por una finalidad social externa. Es ante todo una forma simbólica,
una forma de separación de los espacios, de los tiempos y de las ocupaciones
sociales” (Cerletti, 2018), donde hoy la educación no tiene un valor en sí
misma, sino más bien tiene un valor que es meramente instrumental, muy
semejante a la defensa de Sylvia Eyzaguirre, “su único fin es proporcionar a
los individuos destrezas o competencias que le permitan tener éxito
personal”.
Entonces, para
pensar todo lo que nos ha llevado hasta acá, no es posible eludir el escenario
que ha sido y que es la educación en la actualidad.
Quedan entonces confrontados al menos dos sentidos de
la educación. Uno, adaptativo y funcional al Estado de cosas dominantes,
orientado hacia la formación en las competencias y la competencia, y otro,
disruptivo, que intenta ofrecer alternativas para comprender ese mundo
competitivo en que vivimos, de modo que dispongamos de opciones para decidir la
manera de vivirlo. (Cerletti, 2018)
¿Cuál es
el rol para la filosofía y su posible defensa en este escenario?
Para Cerletti,
y también para nosotros, la filosofía es una permanente confrontación con el
saber, y con lo que se entiende por el modo “normal” de las cosas, en ese
sentido, entrega herramientas para problematizar y cuestionar lo dado. Un
ejemplo claro de esto ocurrió mientras defendíamos la filosofía, porque desde
la posición política, educativa y filosófica que asumimos, la defensa permitió
poner en entredicho una vez más el sistema educativo global, y no solo en el
sentido de una asignatura, a la vez que nos permitió preguntarnos respecto de quién
toma las decisiones, por qué las toma, para quién las toma, y bajo qué
idea de educación pública.
A riesgo que nuevamente nos acusen de mezquindad,
creemos y reafirmamos que somos nosotras y nosotros, las y los profesores, las
y los académicos, las y los estudiantes y la sociedad en general quienes
debemos participar centralmente en la elaboración curricular, no sólo en la de
filosofía sino también en la de todas las asignaturas en general, a través de
un proceso democrático de cara al país, en el que juntos nos preguntemos cuál
es la educación que queremos para Chile, cuáles deben ser sus orientaciones,
cuáles sus asignaturas obligatorias y cuáles las de profundización. (Olivares,
2016)
Junto a
ello, la defensa de la filosofía que realizamos desde el 2015 al 2018, fue una
defensa que contemplo desde un comienzo una toma de posición, dejando atrás
cualquier atisbo de neutralidad, es decir, que no solo defendiera para
ella un lugar en el currículum escolar chileno, sino que además propusiera
y defendiera una idea de filosofía, y de educación. Esto último es muy
importante de señalar, sobre todo para quienes, sin conocimiento de las
razones, o tal vez solo por el menosprecio naturalizado al mundo docente,
pesaron que en la REPROFICH solo defendimos las horas en el currículum
escolar.
Al menos tres
asuntos dan cuenta de ello, primero, y como señalamos más arriba, la Red
elaboró sus propios principio filosóficos, educativos y políticos para la
defensa de la filosofía en la educación pública, con objetivos muy definidos,
como asegurar un “currículum flexible que tenga como principios didácticos la
contextualización (histórico-social) de problemas filosóficos, las tradiciones
de pensamiento latinoamericano, la significación real y la democratización de
la filosofía en función de alcanzar su principal objetivo: la emancipación”
(REPROFICH, 2016). Estás definiciones no solo permitieron que tempranamente la
ministra Delpiano comprometiera la presencia de la filosofía en el currículum
escolar obligatorio, tras un arduo ir y venir entre la UCE y Consejo Nacional
de Educación, sino que también sentará nuevas bases en cómo se entiende la
democratización de los procesos educativos, y su valor en la disputa por el
sentido de la educación pública en Chile.
Pensar que solo el
traspié político y mediático que vivió el gobierno de Bachelet con la
eliminación de la filosofía, o el gran apoyo público y ciudadano que tuvo
nuestra campaña por el derecho a la filosofía, fueron suficientes para que el
ministerio diera marcha atrás, no nos permite ver pasos importantes que se
dieron en este debate, incluso inéditos para la historia de la educación
chilena.
En segundo lugar,
la campaña, la disputa social y política que levantó el “derecho a la
filosofía”, no es un hecho aislado en el contexto de la lucha general por la
educación en Chile. La “revolución pingüina” el 2006, la movilización por
la educación gratuita el 2011, o el reciente mayo feminista del 2018, no son
otra cosa que un marco de acción política que ha pensado otra educación, y con
la humildad debida, el debate que generó la asignatura de filosofía también se
inscribe en este entramado. Es evidente, que quizá hubiese sido más fácil hacer
solo una defensa gremial por las horas, argumentando la precarización de las
condiciones materiales de existencia de las y los docentes, que son
importantísimas, porque nadie puede vivir sin sueldo, o quizá, hubiese bastado
con pedir que la filosofía continuará tal y como estaba. Pero no fue así, había
que dar nuevos pasos.
Tercero, los pasos
que se dieron estos años fueron importantes en varios sentidos. Se sentó un
precedente en la construcción curricular. A la fecha no había existido ninguna
disputa concreta por esa construcción, no solo en sus procesos y metodologías,
sino que tampoco en sus contenidos. Las reformas educativas pasaban año a año
como procesos estériles, no dialogantes, con una función pasiva de las y los
docentes quienes solo reciben los programas una vez que están hechos para
ejercerlo en la sala de clases.
Las profesoras y profesores debemos participar de la
discusión pedagógica y filosófica de un programa que, por lo menos, enseñaremos
durante los próximos veinte años, es decir que para nosotros es fundamental
participar de aquello en lo que se juega nuestro quehacer profesional cotidiano.
(Olivares, 2016)
Esto permitió que se instalará una mesa de
trabajo entre la Unidad de Currículum y el mundo de la
filosofía, que, si bien no tuvo un carácter vinculante, sino solo
consultivo, fue la única que se desarrolló de ese modo.
En lo que hemos visto hasta aquí, el trabajo realizado en
el último ciclo de reforma educativa para una organización que el próximo año
ya cumple 20 años, permitió al menos garantizar algunas cuestiones centrales.
Logramos que la histórica vinculación de la asignatura de filosofía con
la psicología se terminará en este cambio curricular, los nuevos
programas no incluyen a la psicología en ningún nivel y modo de enseñanza.
Pudimos destrabar la idea de que solo es “útil” al mundo actual que los jóvenes
estudien argumentación o ética en la asignatura de filosofía, en las unidades
vigentes sumados a los electivos se encuentra una mayor amplitud de temas
filosóficos que antes. Y también, logramos aportar con un grano de arena al debate
por los sentidos de la educación, a colocar el debate curricular como parte del
debate político-educativo.
Estando en un seminario sobre la “Defensa de la
Filosofía” en la Universidad de Chile, un académico me dijo que la filosofía no
debe ser defendida, que se puede defender sola a través de su historia, y la
verdad es que, además de no estar en lo correcto porque efectivamente estaban
quitando una asignatura que no pudo defender por su tradición histórica,
machista y occidental de siglos; nuestra organización, no estaba defendiendo
una idea de filosofía general, estábamos defendiendo una idea de filosofía que era
producto de debates, experiencias e investigaciones de años, y que en sí misma
tenía pretensión de futuro porque aspiraba a una construcción de sociedad a
través de la transformación política del mundo que nos toca vivir. La defensa
de la filosofía, es para nosotros, por así decirlo, un compromiso por una nueva
sociedad, y en con ese compromiso aún tenemos muchas deudas.
La didáctica, el rol de las y los docentes, lo modos de
entender la trasmisión de la filosofía, no hacen otra cosa que aportes concretos
para movilizar ideas respecto al pensamiento y a la práctica filosófica. Porque
no hay un lugar más democrático y público hoy para la filosofía que la escuela.
Que existan carreras universitarias, investigación, departamentos de filosofía,
revistas y publicaciones, en gran parte de debe a que todavía existe filosofía
en la educación escolar. ¿Qué hubiese pasado con muchos departamentos de
filosofía si se eliminaba la asignatura de filosofía del plan obligatorio de
enseñanza media? Probablemente algunos hubiesen dejado de existir, al menos
como los conocemos, y es que la universidad también debe dar muestras de su
utilidad a la sociedad en la que vivimos, y si bien esta constatación es
meramente especulativa, no es menos cierto que la defensa de la filosofía fue y
sigue siendo fundamental, pero no cualquier defensa, por supuesto.
Durante el mayo
del 2018 las estudiantes abrieron una un camino nuevo en el debate de la
educación, que por supuesto también permeó a la filosofía. A través de la
denuncia de hechos lamentables como los abusos sexuales, el acoso, el machismo
y la discriminación a mujeres y disidencias sexuales dentro de los espacios
educativos, nos entregaron la posibilidad de hablar y demandar otra educación,
y esta vez no solo era pública, sino que también no sexista. Hacernos
cargo de esta demanda es una tarea titánica aún, y esa tarea también nos abres
grande interrogantes respecto a qué ocurren en las carreras de filosofía, pero
particularmente, qué ocurre en la formación docente inicial de filosofía. ¿Qué
está pasando en las cátedras de didáctica?, ¿qué ocurre con los ramos de
“educación”?, son al menos dos preguntas muy importantes.
En cuanto a la
filosofía feminista y de género, como tareas presentes y futuras, creemos que
es un marco propositivo fundamental para pensar nuevas posibilidades para la
filosofía en la escuela, porque nos entrega no solo nuevos problemas y miradas
a los viejos problemas de la filosofía que se enseña, sino porque además
permite mover los límites y las fronteras que tiene la filosofía para pensarse
a sí misma, y con ello pensar su enseñanza, pensar la escuela toda. Una
escuela que no sea aquella que sigue reproduciendo la naturalización del
mundo, sino una que abre espacios y tiempos para pensar otras formas de vivir.
En estos últimos
años, y sobre todo meses, hemos visto frente a nuestros ojos como se nos
presentan situaciones inéditas. Día a día, el mundo está cambiando bruscamente
ya sea por nuestra buena o mala intervención, o por cambios exógenos, y esto
requiere sin duda la necesidad de pensarnos, como individuos y colectivamente.
La enseñanza de la filosofía en este último sentido es fundamental en la
escuela, sobre todo porque nos puede ayudar a genera la disposición de
incomodidad y de desnaturalización necesaria para cambiar lo que nos toca
vivir. Por eso es importante que no olvidemos lo que ha pasado, y lo dejemos
nuevamente en el tacho de las cosas que no importan en filosofía, hasta
retomarlo nuevamente cuando venga otra reforma educativa. Es necesario
siempre estar pensando en la filosofía, en su trasmisión, y en su rol en la
escuela, nos queda aún mucho por delante en este tema.
Referencias
Arratia, A. (26 de agosto 2016). MINEDUC
propone eliminar filosofía del plan común de enseña media. La Tercera https://www.latercera.com/noticia/mineduc-propone-eliminar-filosofia-del-plan-comun-de-ensenanza-media/
Arratia, A. (28 de agosto 2016). Formación
Ciudadana, La Tercera https://www.latercera.com/noticia/formacion-ciudadana/
Cerletti, A. (2018). Políticas de la
enseñanza de la filosofía. En Pulido, O.
Filosofía y enseñanza. Miradas en
Iberoamérica. Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
Consejo Asesor Presidencial contra los
conflictos de interés, el tráfico de influencias y la corrupción. (24 de abril
del 2015) http://consejoanticorrupcion.cl/wp-content/uploads/2015/06/2015.06.05-consejo_anticorrupcion.pdf
Eyzaguirre Tafra, S. (2018) El rol de la filosofía en el desarrollo del
pensamiento crítico. Centro de Estudios Públicos, Boletín Julio
Eyzaguirre Tafra. S. (2019.) ¿Por qué importa
la filosofía en la educación escolar del siglo XXI? ¿Por qué importa la
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de Filosofía, Universidad de Chile. http://dx.doi.org/10.4067/S0718-43602019000200257
MINEDUC (2016) Orientaciones Curriculares.
Para el desarrollo del plan de formación ciudadana. https://formacionciudadana.mineduc.cl/wp-content/uploads/sites/46/2016/11/Orientaciones-curriculares-PFC-op-web.pdf
Langon, M. (2006) Comentario sobre el
documento “Filosofía en la educación escolar chilena”, ARCHIVOS, revista de
filosofía del Departamento de Filosofía de la UMCE, Santiago.
Olivares, R. (14 de marzo 2017). Bases del
futuro, practicas del pasado, The Clinic https://www.theclinic.cl/2017/03/14/columna-bases-del-futuro-practica-del-pasado
Olivares, R. (1
de marzo 2018). Vocera profesores de filosofía: “Ha cierta mirad de desprecio a
los docentes”, ADN RADIO https://www.adnradio.cl/nacional/2018/03/01/vocera-profesores-de-filosofia-hay-cierta-mirada-de-desprecio-a-los-docentes-3717677.html
REPROFICH. (2016) Declaración por el Derecho
a la Filosofía. https://revistamutatismutandis.com/index.php/mutatismutandis/article/view/144/115
REPROFICH. (25 de agosto 2016), Comunicado de
la Red de Profesores de Filosofía de Chile, Universidad de Chile http://www.filosofia.uchile.cl/noticias/125372/comunicado-de-la-red-de-profesores-de-filosofia-de-chile-reprofich
[1] Este
artículo forma parte de la tesis doctoral “La enseñanza de la filosofía en
Chile y Uruguay en las últimas reformas educativas. Entre el secuestro de la
filosofía y la persistencia de una tradición”.
[2]
“Artículo único.- Los establecimientos educacionales
reconocidos por el Estado deberán incluir en los niveles de enseñanza parvularia,
básica y media un Plan de Formación Ciudadana, que integre y complemente las
definiciones curriculares nacionales en esta materia, que brinde a los
estudiantes la preparación necesaria para asumir una vida responsable en una
sociedad libre y de orientación hacia el mejoramiento integral de la persona
humana, como fundamento del sistema democrático, la justicia social y el
progreso” (MINEDUC, 2016).
[3]
PSU significa Prueba de Selección Universitaria.