Ver-rever-transver: una aproximación a los motivos visuales del cine y
al plano comentado, entre otros modos de ver cine en la escuela
Watch-rewatch-transwatch: an approach to visual reasons of cinema,
commented plan and other ways of looking at cinema in school
Adriana Fresquet
Universidade
Federal do Rio de Janeiro, Brasil.
adrianafresquet@gmail.com
Recibido: 30/09/2020
Aceptado: 20/11/2020
Resumen. Este artículo propone analizar los modos específicos de ver que surgen de la
realización de juegos ópticos y de la proyección de películas en la escuela.
Desarrollamos una experiencia metodológica de visionado, que denominamos ver-rever-transver, e introducimos los conceptos de motivo visual del cine, punto de
vista y plano comentado. Se trata de una propuesta teórico-metodológica que problematiza y orienta experiencias de apreciación atenta y
creativa de cine en la escuela. Una reflexión sobre diferentes formas de ver
cine que activan el pensamiento sensible, producen conocimiento por
descubrimiento e invención, tratando de resistir al consumo audiovisual
compulsivo.
Palabras clave. Cine y educación, Modos de ver, Motivo visual del cine, Plano
comentado, Juegos ópticos, Audiovisual.
Abstract. This paper intends to analyze the particular ways of looking at
something when optical games are played and movies are shown at school. Here we
have developed a methodological visualization experience called
watch-rewatch-transwatch, also we have introduced the concept of visual reason
of cinema, point of view and commented take. This paper is about a
theoretical-methodological proposal which problematizes and guides experiences
of attentive and creative appreciation of cinema at school. A thought of
different ways to interact with cinema that creates a sensible thinking,
produces inventive knowledge and it is a way of standing up to compulsive
audio-visual consumption.
Keywords. Cinema and Education, Ways of Seeing, Visual Reason of Cinema,
Commented Plan, Optical Games, Audio-Visual
Cuando es capturada en su reverso, la imagen cinematográfica revela su carácter no reconciliado y, por lo tanto, su afán didáctico que enseña a ver todo de nuevo. Como dice Godard: “Es la historia de Marey, que había filmado la descomposición de los movimientos de los caballos y cuando le hablaron de la invención de Lumière dijo: Es completamente imbécil, ¿por qué filmar a la velocidad normal eso que vemos con nuestros ojos? No veo cuál podría ser el interés de una máquina ambulante. Entonces, la máquina efectivamente falla entre Lumière y Marey. Hay que volver a empezar desde allí”.
David Oubiña
Nadie sabe quién tuvo la primera idea de crear imágenes en movimiento, ni nadie puede atribuirse el mérito de haber inventado los medios de grabación o difusión de este tipo de imágenes. Mucho antes de que Louis y Auguste Lumière se aseguraran un puesto en la historia del cine, hubo escritores, científicos y empresarios que ponderaron el potencial artístico y comercial de unas imágenes que parecían replicar la vida para entretenimiento y edificación de clientes de pago. Sin embargo, ninguno de los responsables de mecanismos tales como las linternas mágicas o los juguetes ópticos, o nociones como la persistencia retiniana, pudieron prever que el cine se convertiría en la forma artística más accesible, popular y por qué no, con una mayor trascendencia política y cultural.
David Parkison
La relación
entre el cine y la educación es de una asimetría y atracción particulares.
Podemos reconocer la educación o algunos de sus gestos, desde los registros más
antiguos de la humanidad encontrados en la pintura rupestre, que datan de 73
mil años: un Hashtag[1] “ta-te-ti”
pintado en la caverna de Blombos al este de Cape Town, en el África del Sur.
Podríamos decir que desde que la humanidad habita este planeta, es posible
identificar rastros de educación y huellas de comunicación de alguna forma de
saberes y prácticas con imágenes. En contrapartida, podemos afirmar que el cine
nace hace poco más de cien años, confundiendo sus intenciones entre la ciencia
y el entretenimiento, aunque con claros fines comerciales. Posteriormente, será
considerado entre la condición ambigua de obra de arte y documento
histórico-visual, entre el conflicto de las ideas de representación de la
realidad y otras más amplias y creativas de producción del mundo. Pero lo que
nos interesa para este artículo es que cuando nace el cine, nace también un
tipo específico de espectador. Un modo particular de ver ese tipo de imágenes,
que descansa en la tensión entre la creencia y la duda de quién filma, qué y cómo filma,
para quién, por qué, con qué
recursos, entre otras cuestiones, que se resignifican con las modificaciones de
los propios aparatos de captura y proyección de imágenes,
alterando los procesos de lectura y una cierta producción de modos de ver,
pensar y vivir. Si, progresivamente, la educación se involucra cada vez más con
las imágenes del cine, si ellas traen inevitablemente un problema estético, ético
y político en el mundo contemporáneo es porque lo audiovisual, hoy, habita
todas las pantallas, modelando nuestra subjetividad y construcción de valores,
al atravesar todas las modalidades formales y no formales de educación. Desde
la publicidad al diagnóstico médico,
desde las cámaras de seguridad a los tutoriales de YouTube, hay
una apuesta tácita de creencia en las imágenes y una tendencia a identificarlas
con el mundo y actuar en función de ellas. Vale aclarar que en este artículo,
vamos a trabajar con imágenes de cine, específicamente. Cine, en el más amplio
de los sentidos, por considerarlo como fundamento de todo lo audiovisual
(Dubois, 2004).
Esta opción no significa una idealización del
cine, en detrimento de todas las otras formas de lo audiovisual (clips,
propagandas, outdoors, etc.), ni
la negación de su dimensión colonizadora, que ha hecho prevalecer hegemonías
narrativas y culturas desde los comienzos hasta nuestros días, así como
tampoco un ocultamiento de la fuerza con la que la industria y la distribución dobladas
al mercado minimizan la dimensión artística
de este lenguaje. El origen del cine y los modos de arribar a las Américas, así como
sus efectos pedagógicos son inseparables del pensamiento eurocéntrico y sus
artificios de dominación que hasta hoy luchan por encontrar formas de continuar
el proyecto colonial. Sería interesante también, en otro sentido, identificar
si la educación hizo o hace algún tipo de contribución al cine, pero no es
sobre ese aspecto que vamos reflexionar en este texto. Aquí queremos apenas
identificar, pensar y problematizar el encuentro de estas dos áreas de saberes
y prácticas, reflexionando específicamente sobre los modos de ver cine en la
escuela, sus posibilidades de aprender a concentrar la atención y a
desnaturalizar la mirada analizando creativamente las películas.
Poco después de
que se produjera lo que se denomina convencionalmente “nacimiento
del cine”, con la primera proyección de filmes en una pantalla grande en el
Grand Café un 28 de diciembre de 1895, encontramos testimonios de su presencia
en la escuela. Jean Renoir, quien también nace en Francia en 1895, recuerda
haber visto películas con seis años de edad, los domingos, en el colegio donde
estaba internado[2]. Y
aquí vale la pena hacer una observación: el cinematógrafo no solo entró casi de
modo inmediato a algunas escuelas, sino también fue creado por estudiantes
recién egresados de la escuela secundaria: Louis y Auguste Lumière. Su apellido
ya anunciaba la luz de las diversas invenciones de estos dos jóvenes formados
por la escuela La Martiniere, en París.
Louis, formado en química, y con apenas 17 años creó, en 1881, una emulsión que
cambió el rumbo de la fotografía. Esta nueva fórmula permitía producir
fotografías a gran escala. El éxito de su invención llevó a su padre, Antoine
Lumière a crear una fábrica en el Barrio de Monplaisir –
donde actualmente funciona el Instituto Lumière. (Frémaux, Païni y
Lamotte, 2009). Los inventos surgen de nuevas combinaciones que la imaginación
realiza a partir de lo que ya conocemos. Según Hernani
Heffner[3], será el
kinetoscopio, aparato que permitía ver imágenes
en movimiento individualmente, por un pequeño visor de una caja de madera de
aproximadamente un metro de altura, lo que dará el impulso a una nueva
creación. Creado por Thomas Edison en los Estados Unidos, llega a Francia en
1894, y fue colocado por Antoine en manos de sus hijos para “jugar” con esas
imágenes animadas, previendo poder exhibirlas colectivamente con un claro
objetivo comercial. En poco tiempo, Louis conseguirá inventar un dispositivo de
avance intermitente de la película, patentándolo junto a su hermano en febrero
de 1895: el cinematógrafo. Tenía una
doble función: podía
filmar y proyectar, pues poseía una pequeña manivela
que era girada manualmente. Luis había
imaginado un mecanismo parecido al de las máquinas de
coser. Así, unas agujas penetrarían en las
perforaciones practicadas en los márgenes de la película y le imprimirían un
impulso; finalmente se retirarían y la dejarían inmóvil,
mientras el sistema de deslizamiento volvería a la posición
primitiva. Louis Lumière había inventado el cinematógrafo.
La captura de imágenes
en movimiento sirvió de formas diferentes a la ciencia, que aprendió sobre el
orden de los movimientos de los cuerpos, documentó innumerables operaciones,
pero también acabó constituyendo la principal forma de diversión durante la
década del 1920. La gran frecuencia de público
levantó discusiones entre los
intelectuales de la época sobre los usos y el papel de las imágenes en
movimiento en las sociedades post Primera Guerra Mundial. El cine era visto
como un importante vehículo de persuasión. Había un interés en
apropiarse de lo audiovisual como herramienta de modulación de los
comportamientos y disciplinamento de
los cuerpos. Por medio de las imágenes, cuestiones como higiene, promoción de
valores nacionales y otras cuestiones morales podían ser divulgadas con mayor
agilidad y eficiencia, principalmente al considerar los altos índices de
analfabetismo de la población de la época
(Yanelli, 2013). Este movimiento surgió en diferentes países y fue liderado por
Italia. La creación del Instituto Internacional de Cinematografía Educativa, en
1927, respondió a una preocupación internacional compartida por 32 países y por
12 asociaciones internacionales que, en 1926, comparecieron en el Congreso
Internacional de Cine de París, convocado por la Comisión Internacional de
Cooperación Intelectual. Las recomendaciones finales del Congreso que interesan
a este estudio fueron: mejorar la producción de películas desde el punto de
vista intelectual, artístico y moral; hacer películas de enseñanza y educación
social; relacionar el cine con otras manifestaciones artísticas; y, finalmente,
establecer una sede internacional de cine. Italia,
así como Francia, ofrecieron en 1924,
patrocinios destinados a establecer una institución en Roma, de acuerdo con las
necesidades del Congreso Internacional de Cine, como respuesta a la
preocupación intelectual y científica internacional. En la empresa del
Instituto de París, la nueva institución italiana fortalecería la sorprendente
red de organizaciones multilaterales ligadas a la Sociedad de las Naciones en
cantidad y calidad. El IICE fue el primer proyecto internacional de cine
educativo que alcanzó diversos países.
La relación del Instituto de Roma con países americanos hizo de este proyecto
de cooperación internacional algo sin precedentes. La
comprensión de la técnica
cinematográfica y de su poder sobre
las masas, llevó a exaltar una serie de ventajas de este medio de comunicación
en la divulgación de los valores de los Estados Nacionales. La característica
de este lenguaje, considerado en su época divertido y de fácil
comprensión, conferiría al
cine la capacidad de transmitir informaciones y valores sin que el público lo
percibiera, pues estaría entretenido por las historias y difícilmente
cuestionaría las informaciones (Herrera
León, 2008, Catelli, 2007).
Esta concepción que
animó a los primeros entusiastas continúa vigente y perfecciona cada vez más
las condiciones para confundir nuestro pensamiento, modelar hábitos de consumo
y orientar buena parte de nuestras decisiones, a partir los modos
inescrupulosos como el capitalismo de vigilancia penetra cotidianamente por los
diferentes tipos de pantallas en nuestras vidas. (Zuboff, 2019). Estas primeras
reflexiones no tienen la pretensión de abordar históricamente la entrada del
cine en la escuela, sino de recordar el origen fascista del Instituto
Internacional de Cine y Educación y afirmar que parte de esas intenciones
moralizantes y normalizadoras también estuvieron presentes en las acciones del
cine de las misiones pedagógicas, en las iniciativas de la Escuela Nueva, en
las tentativas de proteger la infancia y la juventud de toda ideología por el
PLAN DENI (DE NIños), entre tantas otras que llegan hoy al encuentro de los
estudios visuales y audiovisuales más amplios,
expandidos, hibridizados. La apuesta fuerte de este
texto es que la escuela es (o puede o debería ser) un lugar donde ver y dar a
ver, enseñar y aprender a ver, estar alertas y desnaturalizar los modos de ver
todo tipo de imágenes, en particular, las del cine. En
este sentido, desde los primeros años, jugar con juguetes ópticos, es una
primera invitación a creer y dudar de las imágenes, a una aventura lúdica y
mágica, que enseña algo de lo que las ilusiones ópticas hacen con nuestra
capacidad de percibir imágenes en movimiento. La escuela está desafiada a
hacer de esta nueva economía de la atención como
nuevo horizonte del capitalismo, una ecología de la atención como alternativa
sensible a la sobre-estimulación que
nos aplasta (Citton, 2014), diversificando ejercicios, modos de ver y atender a
las imágenes en todos los niveles de enseñanza.
Antes de pasar a las propuestas,
vamos explicitar la concepción de
escuela que asumimos en este artículo, siguiendo a los autores belgas
Masschelein e Simons (2014). Una definición que parte de su etimología de la
palabra griega, skholé (que
significa literalmente tiempo libre) y de las palabras latinas scholae (lugar
o establecimiento público destinado a enseñar) y otium
(ocio, en oposición a neg-otium,
negocio) afirmamos la posibilidad de, por algunas horas, liberarnos de las
exigencias del mercado, para poder generar otras filiaciones y, en alguna
medida, vivenciar algo que pueda comenzar una y otra vez.
Aunque los juegos ópticos
no sean exactamente algo previsto dentro de un texto sobre los modos de ver
cine en la escuela, considero necesario incluirlos por las posibilidades de
magia y fantasmagoría que les son propias, y por la pertinencia de
introducirlos desde el nivel inicial dada la fuerza de esas imágenes para
producir pensamiento. Ellos establecen empíricamente las primeras creencias y
dudas sobre las imágenes en movimiento.
Históricamente, su vínculo con
el cine es innegable. Fue durante el siglo XIX, que surgieron los llamados juguetes
filosóficos. Con
esta expresión, que reunía al mismo tiempo juego y pensamiento, se denominó a
todos aquellos aparatos que dieron lugar al estudio sobre el movimiento,
oscilando entre la curiosidad por los efectos ópticos y una argumentación fisiológica
sobre el funcionamiento de la vista. Entre ellos encontramos: zootropo,
kinesígrafo, praxinoscopio, fenakistiscopio y taumatropo, etc., que hoy reciben
el nombre de juegos ópticos. (Oubiña, 2009;
Augustowsky, 2017).
Para hablar de la historia de los
modos de ver, la lectura de la obra de Johnatan Crary (2012, 2013, 2016) se
torna obligatoria. Sus textos abordan los procesos históricos
que constituyeron los modos de ver en el siglo XIX, analizando los aparatos,
destacando aspectos políticos y ofreciendo pistas para comprender el actual
estatuto de la mirada. Fundamentalmente, en el libro sobre las Técnicas
del Observador, que surge en pleno apogeo
de la globalización y los medios digitales, como contraste, deja ver las marcas
que la sociedad industrial dejó en quien observa, en medio de los
descubrimientos de los juegos ópticos, instituciones y algunas técnicas
olvidadas. Crary (2012) identifica un cambio de paradigmas que hacen del modelo
de visión subjetiva un observador relativamente autónomo, pero susceptible de
normalización en términos
de producción laboral y consumo visual. Los regímenes visuales resultan de la
reorganización de saberes y poderes que modifican las capacidades cognitivas y
el deseo de los sujetos modernos. La visión es examinada históricamente,
integrando prácticas sociales e
instituciones, que acaban produciendo ciertos modos de subjetivación y nuevas
técnicas de administración de
la atención. Sin duda la atención es capturada de un modo singular por los
juguetes ópticos. Ellos traducen algo de la magia que producen las
fantasmagorías y la perfección del ilusionismo: el asombro frente a algo que no
puede ser real pero que ha sido cuidadosamente fraguado. Para Oubiña, el cine a
primera vista, podría ser pensado como una continuación de esos tipos de
trucos, pero es diferente. “Lo que el proyector de cine muestra existió en la
realidad antes de serle arrebatado” (Oubinha,
2009, p.11).
Y para referir algunas prácticas
de realización de juguetes ópticos y sus posibilidades con niños, nada mejor
que conocer el Taller de Cine de Alicia Vega (2012). Ella
realizó durante treinta años un
taller de cine de 27 a 30 encuentros con grupos de niños de las regiones más
pobres y violentas de Santiago de Chile. Su interés era llevar a esos niños que
sufren todo tipo de privación una experiencia lúdica y sensible del cine, una
iniciación a la materialidad de sus soportes de imagen y sonido. Era un taller
en el que no se filmaba, pero donde era posible ver películas de países y
épocas diferentes y donde se podía hacer pensar a partir de la producción de
los juguetes ópticos y de las hipótesis postuladas a partir de lo que no se ve,
sus mecanismos y funcionamiento.
La metodología del taller es la misma desde el
principio, salvo por algunas modificaciones en la programación de las películas
o la adaptación del espacio a una realidad concreta. Dura 7 meses, cuando se
desarrolla en la ciudad y un mes en regiones, durante el verano, y se propone
como un proyecto masivo para una comunidad invitando alrededor de 250
participantes. En cada sesión los pequeños asisten una película además de
realizar actividades específicas que tienen fuerte
relación con el aprendizaje de una tecnología. Entre los juegos de trabajos
manuales se propusieron algunos de persistencia de la imagen del siglo pasado,
entre ellos: el zootropo, el juguete mágico y el kinetoscopio. (Vega, 2012,
p.16)
Alicia, respetuosa de la
inteligencia y sensibilidad de los estudiantes que participaban de los talleres
(entre 3 y 15 años,
aproximadamente), se ocupó siempre de enseñar
"haciendo de cuenta”. Así, improvisó un carrito
(traveling) usando la angarilla de
unos niños que recogían cartones en la calle para reciclar, una cámara podía ser
una caja de zapatos perforada debidamente, encima de un trípode de
madera, aproximándose a un par de niñas
que “estarían siendo filmadas”, para encuadrar los diferentes tipos de planos,
por ejemplo. Esas, entre otras situaciones ingeniosas de una cierta pedagogía
del cine, fueron filmadas de modo sublime por Ignacio Agüero en 100 niños
esperando un tren[4].
Cuando Alain Bergala vio esta película en la Cineteca Nacional de Chile -
Centro Cultural La Moneda, durante el Primer Seminario Internacional de Cine y
Educación dijo: “Todo lo que hay que saber del cine está en el Taller de cine
de Alicia Vega que ha sido magistralmente filmado por Ignacio Agüero”[5].
El nombre de la película
evoca la enorme cantidad de niños y niñas que realizaban habitualmente el
taller; una espera, la de la infancia por el cine, simbolizada por la llegada
del tren en alusión a La
llegada de un tren a la estación de La Ciotat[6]. Esta película
se considera un marco histórico, por ser parte de la primera exhibición
colectiva en sala pública, con divulgación,
ingresos, y fundamentalmente porque cuenta la leyenda que sus imágenes habrían
provocado la salida de algunas personas de la sala, temiendo que la locomotora
avanzara sobre el público. La novedad de la exhibición de imágenes
en movimiento en gran tamaño y para un público reveló una
desconfianza inicial sobre la naturaleza de esas imágenes y su relación con lo
real. Efectivamente, la preocupación de Alicia por mostrar un cierto cine que
no es fácilmente accesible en los circuitos comerciales, en la TV,
especialmente por niños y niñas que nunca o pocas veces habían ido a una sala
de cine; su interés por hacerlos producir juegos ópticos y jugar con ellos,
reivindica ese derecho de la infancia al cine.
Cualquier cosa que pueda decir
sobre Alain Bergala tiene que comenzar por un profundo agradecimiento[7].
Desde 2008 hasta 2012, nos subió a sus hombros de gigante. Tradujimos su libro Hipótesis del
cine. Pequeño tratado sobre la
transmisión del cine en la escuela y fuera de ella al portugués, participó de
varios encuentros internacionales de cine y educación de la UFRJ, y al final,
nos auxilió con una consultoría
para la formación de profesores y creación de escuelas de cine en escuelas públicas de Río de
Janeiro. Su presencia, materiales y textos continúan siendo un norte. Con el
propósito de compartir esos saberes, reunimos lecturas críticas y creativas
sobre la Hipótesis
del cine en dos dossiers[8] y, en
el último encuentro, ese deseo de alcanzar a cualquier persona interesada con
sus reflexiones nos llevó a proponerle grabar un abecedario audiovisual de cine[9], que
fue el primero de muchos[10], a
partir de un conjunto de entradas que sirven de iniciación, de memoria y de
provocación del pensamiento producido por las imágenes.
Su hipótesis
del cine constituye un marco en la
historia del cine y la educación vinculados a la escuela. Más allá de
referir la fabulosa aventura de una política pública
visionaria para la inclusión de las artes en la escuela, prevista por los
ministros socialistas Jack Lang y Catharine Tasca para el proyecto Plan de 5
Ans (2000-2005), fuertemente vinculado
a la Cinemateca Francesa, se trata de un abordaje teórico y práctico que tiene
sus huellas en las prácticas de muchos países (Argentina, Brasil, Chile,
Uruguay, México, Portugal, España,
Japón, entre otros). Constituyó una referencia necesaria para la investigación,
la formación docente y la multiplicación de proyectos de extensión
universitaria. Infelizmente, la llegada de la derecha al gobierno francés
interrumpió el proyecto, pero Bergala continuó trabajando en la producción de
materialidades (textos, dossiers pedagógicos,
DVD, etc.) con un claro propósito: el aprendizaje del arte cinematográfico en
la escuela debería ir más allá del
abordaje del contenido de las películas y debería alterar el modo habitual de
lectura basada en criterios de lenguaje y crítica,
abandonando así una larga tradición lingüística,
semiológica y semiótica. El objetivo era
que los filmes propiciaran una experiencia sensible en todos los niveles de
enseñanza.
Este texto afirma la potencia de la
relación del cine con la escuela,
afirmando el valor de cada uno de ellos y, al mismo tiempo, oponiéndose a
lecturas despectivas o reductoras de cualquier potencia artística pedagogizada.
Por eso, de todas las posibilidades, presentamos aquí algunas alternativas
fundamentadas teórica y metodológicamente por este autor (Bergala 2006; Bergala
e Balló, 2016) y apropiadas durante casi
quince años en acciones de investigación, formación docente,
actividades cineclubistas y
producción audiovisual, en espacios formales de educación de todos los niveles
de enseñanza.
Hacemos una lectura algo más
atenuada del cine, como un arte hoy hibridizado y expandido que dialoga con las
posibilidades de forma y contenido de la escuela actual. En otras palabras, no
se trata de una “visión
celebratoria” de un cine del arte y la
creatividad, contrastando con un perfil de escuela opaco, de aprendizajes
positivistas y memorísticos, sino de pensar en ella como esas “escenas de
instrucción” (Das, 2015, p. 61)
abiertas a nuevas posibilidades de enseñanza y aprendizaje, que van más allá de
la intencionalidad pedagógica para incluir el espacio mismo, el contexto, los
imprevistos dentro de algo mayor, es decir, la escuela como un escenario
instruccional real, propicio para una experiencia de alteridad. Una escuela que
atravesada por imágenes y redes siente también la urgencia de enseñar a mirar.
Producir algunas alteraciones en los modos de ver, conocer y vivir, como afirma
Dussel (2017) cuando se refiere al proceso de traducción escolar y
especialización de los lenguajes que estuvo en la base de la escuela moderna, y
su paso por mediadores (los docentes y los artefactos escolares) que incorporan
tradiciones, estrategias y saberes en una suerte de recontextualización.
Bergala (2006)
nos invita a
respetar el gusto de las personas, (no intervenir en el jardín del deseo
personal), pero siempre orientar y hacer indicaciones específicas de
filmografia que garanticen la ampliación de repertorio cultural de profesores y
estudiantes. Eso nos coloca en el desafío de tornarnos profesores-curadores. En
ese sentido, es fundamental elegir y compartir grupos de películas, que estén
accesibles en la red, introduciendo breves referencias básicas de cada una. Un
buen ejemplo en se sentido nos lo da Fernanda Omelczuk, cuando presenta 50
cortos para una infancia alternativa (y para una alternativa de infancia), a
propósito de contribuir con un libro sobre a lei 13006 promulgada en 2014 en
Brasil, que obliga a las escuelas públicas a exibir como mínimo dos horas de cinema
nacional como carga curricular complementar. (Omelczuk, 2015b)
Creemos que aprender a ver películas
en la escuela, puede ser la base de un escenario instruccional más amplio, que
se extiende a las imágenes que nos llegan en todos los espacios por donde
andamos y aún, donde habitamos, inclusive en el silencio de la noche, con el
rostro iluminado por algún tipo de dispositivo.
Vamos a dividir este apartado en cinco
reflexiones: 1) ¿qué dar a ver?, 2) ver-rever-transver
(incluyendo el análisis creativo de películas), 3) los motivos visuales
(incluyendo la articulación de fragmentos), 4) el punto de vista y 5) el cine:
una historia del plano (o plano comentado).
Esta es una cuestión
central. Consideramos que es tan importante hacer un reconocimiento de la
cultura de los alumnos como ampliar su repertorio. Ese reconocimiento pasa
esencialmente por no descalificar el gusto por cierto tipo de imágenes que como
educadores podemos no apreciar o conocer. Bergala (2006) nos
dice que es fundamental organizar el encuentro con las películas, señalar,
indicar algo para ver, principalmente lo que nos encanta ver (Orson Welles
asegura que solo se transmite el entusiasmo[11]),
tornarse un pasador[12], en
el sentido de correr los mismos riesgos en la aventura de ver, aprender a ver y
frecuentar las películas, introduciendo la idea de espectador creador, y
finalmente establecer lazos entre las películas relacionándolas con la propia
historia del cine.
Organizar el encuentro con las películas
es un desafío que se ajusta a cada institución y
sus rutinas de distribución de espacios y tiempos. Por eso, siempre es un
desafío encontrar o crear un tiempo y un lugar para el cine en clases
regulares, en horarios específicos de acciones cineclubistas (a
veces asociadas a las diferentes materias) o en los recreos donde el cine mudo
es una invitación sin alterar el paisaje sonoro de los juegos, cantos, rondas y
griterías propios. En los hospitales pediátricos, el horario escolar es un tiempo
propicio y muy esperado, cocineras y funcionarios de limpieza de una escuela de
nivel inicial, ya reivindicaron un horario especial para su cineclub
semanal, antes del horario de entrada, por ejemplo.
¿Cómo
seleccionar películas interesantes para ver, dar a ver y ver colectivamente en
la escuela? Es necesario consultar personas que tengan conocimiento y acceso a
un universo más amplio que el de las redes sociales y el mercado. Aún para
poder ver filmes disponibles en ese universo infinito de la web, es fundamental
producir curadurías que atiendan a la rica diversidad geográfica e histórica de géneros,
estéticas y narrativas. Instituciones que guardan acervos de películas, el
patrimonio audiovisual de una sociedad, preservadores, cineastas, historiadores
de arte son personas que frecuentemente nos ayudan a ver por debajo de la
gruesa camada de marketing del
mercado del cine y así, como docentes, poder formar colecciones de filmes para
llevar a la escuela a partir de otros criterios. En el encuentro con los
estudiantes, surge el clásico dilema ¿quién
elige lo que se dará a ver? Muchos profesores y profesoras, bien intencionados,
preguntan a los estudiantes: “¿qué desean ver?” Pero esa opción, no garantiza necesariamente
alguna forma de autonomía por el simple acto de elegir. Creemos que cuando
eligen determinadas películas que están circulando, seguramente participa su
deseo, pero fuertemente manipulado por toda la maquinaria del mercado, que ya
vendió sus mochilas, camisetas y juguetes junto con su “cajita feliz” o su
comida rápida favorita. Fernanda Omelczuk desarrolló una idea que ha sido
fecunda para sortear esta dificultad. Animada por el deseo de que los chicos
elijan, propuso que lo hicieran a partir de imágenes de un grupo de películas
seleccionadas previamente con la orientación de colegas que conocen de cine, su
lenguaje e historia. Entonces, imprimió varios menús, como si fueran una carta
de un restaurante (Omelczuk, 2015). En cada uno, ofrecía unas diez opciones de
películas, usando una imagen de cada una, el nombre de quién la dirigió y el
año. Es verdad que a veces, sobre todo en contexto hospitalario, es preciso
negociar el tiempo de proyección en la pantalla grande y exhibir algo que
incluya la cultura de los estudiantes, pero apostamos en la necesidad de
diversificar sus repertorios de iniciación al arte
cinematográfico como una
responsabilidad pedagógica con el mundo.
Manoel de Barros, en una de sus poesías del Livro sobre
o nada, nos dice: "El ojo ve,
la memoria revé y la imaginación transvé, es
preciso transver el
mundo” (2008, p.75). Por un lado, este poeta-niño a
los 94 años, ya nos había dejado esta pista en sus Memorias inventadas de su
infancia. Por otro lado, Alain Bergala nos
pregunta qué hacíamos después de ver una película con chicos o profesores,
ofreciendo ideas y recursos de modos más creativos y menos críticos de ver cine
en la escuela.
a-
Ver una película o un fragmento.
Cuidar que la sala esté lo más
oscura y silenciosa posible. Esa experiencia
muda colectiva, es semejante a lo que
ocurre cuando leemos un libro por primera vez. Nuestra atención transita
atentamente de un plano al otro, tratando de identificar personajes, de
entender la trama, sin perderse en el tiempo y el espacio (Bergala, 2006).
Después de ver, de entender, simplemente preguntamos qué vieron. Si se trata de
un corto, o de un fragmento es un ejercicio que funciona muy bien dentro del
horario de clases. Si fuera un largometraje, sugerimos que sea seleccionado un
trecho del mismo para exhibirlo tres veces y así poder realizar este trabajo en
un margen de tiempo posible. En síntesis, ver y decir qué se vio (y qué se
escuchó). Es interesante destacar que intentamos escapar de las preguntas ¿qué pensó?, ¿qué
entendió?, ¿qué sintió?,
pues concentrar la atención en lo que se vio nos conduce de un modo más
profundo y directo a las cuestiones del cine, que de todas maneras nos llevan
por efecto a las otras preguntas. Si comenzamos por ellas, habitualmente nos
saltamos el filme.
b-
Rever la película o su fragmento.
Después de la puesta en común, en la que escuchamos atentamente la
participación de cada persona en la sala, revemos ese filme o fragmento. Para
ese segundo visionado pedimos que observen atentamente todo aquello que no
vieron o no escucharon la primera vez. Podemos inclusive sugerir, que cuenten
cuántos planos aparecen en ese corto o en ese trecho que veremos nuevamente.
Hacemos una nueva puesta en común. Escuchamos a todos, ayudamos a contar los
cortes, por si acaso alguien no los haya percibido y la dinámica se hace
compleja y rica con la percepción
compartida por todos. La pedagogía del
fragmento hizo que un ejercicio como este fuera posible de ser realizado dentro
del horario de un tiempo de 50 ́ de clase de turno o contraturno, en un taller,
en una sesión cineclubista o en
horario escolar hospitalario. Bergala cita a Nobokov cuando afirma que “los
libros no se deben leer, se deben releer. Un buen lector, un lector de primera,
un lector activo y creador es un relector” (2006, p.67).
Es importante oír todas las respuestas, en
la medida de lo posible, identificando la riqueza de esas miradas que ven
distintos detalles, ángulos, sonidos de campo y extracampo, etc. La riqueza de
este ejercicio queda explícita por la conciencia de la ampliación de nuestra
percepción si está
colocada en diálogo con la percepción de otras personas. Además del punto de
vista diferente, la propia historia personal, intereses, deseos y necesidades
condicionan la percepción haciendo un recorte singular para cada una. La mirada
y la escucha atenta de los otros amplían la propia, dándonos una importante
lección sobre la parcialidad de nuestra percepción del filme y del mundo, en
definitiva.
c-
Transver la película
o su fragmento. O también llamado análisis
creativo de las películas (Bergala,
2006).
Antes de exhibir el corto o el fragmento por tercera vez, pedimos que elijan
una de sus tomas y que imaginen posibles alteraciones, como si ellos mismos
fueran los directores o directoras de la película. Puede ser interesante
sugerir posibilidades que tengan más que ver con el cine que con “la historia”
o el guion, por ejemplo: variar la posición, la altura o el movimiento de la
cámara, el tipo de plano, la distancia de aquello filmado, los colores del
vestuario, paredes, muebles, objetos, la entrada de la luz, etc.
Al hacer la puesta en común,
percibimos los nuevos sentidos que esas pequeñas modificaciones imprimirían en
la película, la infinidad de imágenes y sonidos que cabrían en el mismo tiempo
de la toma elegida. De alguna manera, la experiencia de transver desafía la
máxima godardiana de que una película es “lo definitivo por acaso”[13]. En
este ejercicio de ver creativamente, desnaturalizamos las imágenes como algo
dado, inalterable, inmutable. De hecho, es un ejercicio de pensamiento
fuertemente imaginativo. Y la imaginación tensiona el pensamiento, deconstruye
la fuerza determinativa de la imagen, como verdad, como posibilidad única.
Secretamente, crea una duda. Es posible mirar las imágenes realizadas y
fantasear otras, construir posibilidades imaginarias en un colectivo escolar,
soñando despiertos, colaborativamente inclusive, al colocar lado a lado, cada
variación.
Transver es un
acto pedagógico de desobediencia. Instala una pregunta sobre lo que está dado a
ver y a pensar. Trasviste nuestro lugar de espectadores, para ser creadores, o
mejor, disloca un modo clásico crítico,
para un modo más complejo, que sin perder la criticidad incorpora la
creatividad, y del cual no se regresa jamás.
Entre las posibilidades de lo que damos a ver
en la escuela, es habitual pensar de un modo binario: largometraje o
cortometraje, pero existen otras opciones. En la Hipótesis
del cine, Bergala ya nos hablaba de
la posibilidad de una pedagogía de los fragmentos puestos en relación, como una
invitación a salir del modelo explicador. Significa encontrar un escape al clásico análisis
crítico plano por plano de alguien que sabe, para poder aventurarse a un
abordaje un poco más libre, desde el punto de vista didáctico, menos guiado por
el discurso. Un pensamiento que resulta del encuentro directo con las obras y
de la comparación de trechos de películas, seleccionados por algún criterio
común. Este criterio
podía obedecer a relaciones estéticas,
filiaciones entre directores o directoras, temas, etc. Lo fascinante de
trabajar con fragmentos, en particular con planos, es la posibilidad de
analizarlos creativamente en profundidad y al mismo tiempo su propia
incompletud, que genera el deseo de ver la película entera:
Desde hace mucho tiempo abogo por una
aproximación al cine a partir del plano, considerado como la más pequeña célula
viva, animada, dotada de temporalidad, de devenir, de ritmo, gozando de una
autonomía relativa, constitutiva del gran cuerpo que es el cine. (Bergala,
2006, p.123)
En un plano se reúnen,
sorprendentemente, la mayoría de las decisiones cinematográficas, por un lado y
por otro, el plano permite al espectador el planteo de cuestiones centrales en
relación al cine. Al comparar planos, podemos hacer, por ejemplo, un ejercicio
de pensamiento como dislocamiento, al desplazar el punto de vista y poner uno
al lado de otro, dos o tres de diferentes películas, especialmente si estas son
muy diferentes desde la estética y el momento histórico. Comparar un fragmento
de Zero de Conducta[14] con
otro de Crónica
de un niño solo[15],
obliga a hacer un tipo de lectura que torna más visible aspectos que serían
imperceptibles o difícilmente identificados desde la continuidad y lógica del
punto de vista dominante en cada película.
En 2016, Alain Bergala y Jordi Balló
lanzaron un libro llamado Motivos visuales del cine. Una
compilación de textos de diferentes
cineastas, profesores e investigadores, que no se proponen definir este
concepto, sino embarcarse en la historia del cine para recortar diferentes películas
en las que se han abordado de forma diversa y recurrente dichos motivos. La
palabra motivo deriva del verbo latino movere,
mover, que significa que tiene la propiedad de mover o que produce movimiento.
Curiosamente, los autores destacan que los términos motivo y motor se usan en
un plató para encender la cámara con el sentido de causa de acción y tienen el
mismo origen. En el cine, esos motivos son conceptos dinámicos, pueden ser
considerados como la causa del deseo de crear, y sufren ágiles dislocamientos.
Cambian de una película a otra, de un cineasta a otro, de una época a otra, de
un arte a otro.
El motivo visual es pariente del leitmotiv de la
música (en alemán, leiten), que
significa, guiar, dirigir, orientar, y motiv (motivo)
es el ‘tema musical recurrente en una composición’ y, por
extensión, ‘motivo central recurrente
de una obra literaria o cinematográfica’.
También puede sustituirse por las expresiones “motivo” o “tema”, acompañadas
de los adjetivos conductor, central, principal o recurrente. O sea,
es un concepto que permite traspasar y relacionar niveles de análisis que
suelen considerarse heterogéneos y quizá, inaugura
así, otro modo de análisis del cine.
La dificultad de definir este
concepto, esa disputa de significados que revela, es parte de su riqueza
conceptual y de las posibilidades metodológicas
que habilita. Según Balló y
Bergala (2016), en la pintura, la palabra motivo pasó a ser de uso corriente en
un momento de la historia en que los pintores empezaron a salir de sus talleres
y pintar a partir de los “motivos”
elegidos fuera de sus ateliers. En
ese recorte, elegir para pintar ese fragmento de la realidad, coloca en juego
disposiciones creativas, intereses, deseos personales, por un lado, pero
también algo del cine y del mundo. “La impureza de la idea de motivo en el cine
responde exactamente a esta triple naturaleza: del lado del mundo, de la
realidad; del lado de su tratamiento cinematográfico, de la especificidad del
cine; y del lado más íntimo,
del que conforma la singularidad de un autor” (Balló y Bergala, 2016, p.12).
Para ellos, inventar una nueva
manera de pintar puede significar elegir nuevos motivos. El fauvismo se inventó a
partir del motivo del campanario de Collioure que Henri
Matisse y André Derain
pintaron un verano caliente. Matisse precisó de
los nenúfares de su jardín para llegar al impresionismo… En el cine, la Novelle
Vague salió de los estudios y filmó
repetidamente las calles, los jardines, las cafeterías y restaurantes de los
años 60, en París. El cine ha privilegiado motivos visuales afines a su lenguaje
y aparatos: las ventanas, el espejo, la nuca, la escalera, la cicatriz, entre
otros. Algunos de esos motivos cinematográficos funcionan como una disposición
visual en la que los espectadores pueden encontrar, más allá de
su conciencia, algo de origen pictórico. Por su dimensión narrativa, el cine
permite reactivar y renovar motivos que formaban parte de la tradición iconográfica.
Por ejemplo, es fundamental recordar que la ventana es un gran motivo del cine,
desde las vedutas,
motivo visual frecuente del renacimiento, que como Bazin sabiamente afirmara,
al mismo tiempo muestra y esconde, se tornó uno de los motivos preferidos del
cine. Y en particular, es un motivo muy accesible para pensar y producir
ejercicios en la escuela. Vale mencionar que no cualquier imagen constituye un
motivo visual, es necesario que ejerza una atracción creativa visible en su
tratamiento. Tanto en el cine como en la pintura, los motivos de alguna manera
obsesionan a sus artistas: los insectos en Buñuel, el camino que serpentea en
Kiarostami, etc. En otras palabras, los motivos tienen una particular capacidad
de estremecer, es una búsqueda permanente en la obra de un autor, una
exploración, por más sencillos que sean. Los cineastas vuelven una y otra vez
sobre él, llegando a confundir si ellos lo han elegido o el motivo los ha
elegido a ellos. (Balló y Bergala, 2016).
Pedagógicamente,
nos ofrecen un salto en relación a todas las propuestas clásicas de enseñanza del
cine, una metodología que permite abordarlo
huyendo del clásico modo cronológico
o segmentado por elementos del lenguaje. Si identificamos motivos visuales en
diferentes cineastas, y los colocamos en relación, el ejercicio del pensamiento
consistirá en comparar y establecer relaciones, identificando las semejanzas y
diferencias del tratamiento del motivo, y colocando en diálogo cineastas que
pueden ser de países, épocas
y estéticas bien diferentes. Podríamos sugerir algunas probables relaciones a
partir del motivo visual de la infancia: Abbas Kiarstotami (Irán), Ignacio
Agüero (Chile), Fernando Birri (Argentina), Nelson Pereira dos Santos (Brasil);
de la mujer: Lucrecia Martel (Argentina), Pará Yxapy (Brasil), Sara Gomes
(Cuba); de la llegada del cine a un pueblo campesino: Zhang Yimou (China), Cortazar
(Cuba); etc.
Este material puede conseguirse dentro de la
colección L’Eden Cinéma. Esta
colección fue parte de los materiales preparados por Alain Bergala y su equipo
para acompañar el Plan de Cinco Años para el desarrollo de las artes y de la
cultura en la escuela. Incluye cerca de 30 DVD pensados para favorecer un
debate teórico, histórico y estético sobre diversos temas, entre otros, el
punto de vista. En la colección, deja claro su presupuesto de que el cine debía
estar cotidianamente en la escuela. De manera accesible se organizó un material
para estar presentes en la escuela como un pequeño “edén” del
imaginario del cine, accesible a todos a lo largo de toda la escolaridad y
hasta el nivel superior. Se trata de un conjunto importante de planos de 43
filmes de cinema clásico, moderno y contemporáneo, de
diferentes países y estéticas, que se
organizan en 7 grandes categorías de puntos de vista, diferenciando en cada una
de ellas varios subtipos. Los filmes responden a una misma lógica que consiste
en ver en el cine una “forma que piensa” (como afirmara Godard); en otras
palabras, una forma con la que podremos aprender, más allá de
las temáticas que las películas traten, sobre el propio cine, los modos de
hacer cine y la visión de mundo que esos modos producen.
Todos los textos, libros y materiales que
Bergala ha producido presumen un maestro/a
ignorante y un espectador/a
emancipado/a (Rancière,
2007, 2010). Los materiales permiten revertir radicalmente cualquier modelo
explicador y provocar el pensamiento sensible del encuentro directo de los
espectadores y espectadoras con las obras. En alrededor de tres horas de
filmes, nos ofrece un vasto panorama de las principales escuelas estéticas del
cine, fundamentalmente europeas.
Después de
analizar este material, Anita Leandro afirma:
Si elegir el punto de vista es una cuestión de
moral, como dice Bergala, es porque antes que nada, ella designa un lugar que
existe fuera de la película - el lugar del espectador, sea él hitchockiano o
rosselliniano. El punto de vista convoca no sólo el afecto del espectador, su
identificación psicológica
con los personajes, sino también su inteligencia. Y es en ese sentido que el
punto de vista puede ser abordado como una cuestión pedagógica de
fundamental importancia. (Leandro, 2010, p.83-84)
Y en esa responsabilidad pedagógica
singular de ser espectadores, que nos coloca frente a un compromiso ético,
estético y político, perdemos la inocencia. Las relaciones tejidas entre el
acto de ver y poder, son develadas con un análisis preciso que nos lleva a otra
lectura obligatoria. (Comolli, 2008). Para este autor, con el nacimiento del
cine nace un tipo específico de espectador que está siempre bajo el riesgo de
lo real. Por ser parte de una generación que creyó en el poder transformador
del cine, o al menos de su percepción, su obra nos muestra que no hay nada de
inocente en la compulsión por consumir y producir imágenes. En definitiva, una
pregunta que Leandro formula y sirve de norte para esta reflexión es:
¿Y si la larga historia de la relación entre
cine y pedagogía no pasase de una feliz coincidencia de puntos de vista, o sea,
una confluencia de posiciones políticas en elegir el lugar a partir del cual se
construye una imagen del mundo? Definido de esa forma, como gesto político que
rige la construcción de la mirada, el punto de vista torna las dimensiones
estética y ética del cine indisociables, suscitando un debate que concierne,
finalmente, no solo al arte cinematográfico, sino también a la escuela, lugar
que, de la misma forma que el cine, enfrenta problemas como la organización del
espacio, la relación con el tiempo y el cuestionamiento del poder discursivo.
(Leandro, 2010, p. 80)
Concentrarnos en el punto de vista y de “escucha” (Domingues, 2013) como
estrategia potente de los modos de ver, nos deja aptos para una nueva y más
sofisticada experiencia a partir de la lectura repetida de un mismo plano
(toma), minuciosamente comentado con atención e imaginación.
Este material reúne un conjunto de trechos de
filmes de diferentes períodos históricos, países,
autores y autores en los que se realiza “una lectura del fragmento abierta,
múltiple y vivaz” (Bergala, 2006).).
Cada historia contiene un mismo fragmento exhibido tres veces: la primera;
enseguida, la segunda, cuyo ritmo es alterado en la exhibición, mientras
escuchamos un diálogo entre dos personas sobre lo que vemos; y la tercera, en
la secuencia. La segunda vez, parece que estuviéramos viendo las imágenes en un
software de edición, acompañado
por un diálogo, supuestamente entre un director/a con su montador/a, que
orientan nuestra atención para la imagen, deteniéndola,
avanzándola, acelerándola,
identificando y describiendo detalles pero, al mismo tiempo, imaginando
motivos, destinos y otras posibilidades para lo que vemos. El diálogo es un
ejercicio de observación, atención e imaginación, que va analizando cada
elemento de cada fotograma, pero postulando hipótesis sobre lo que vemos,
reflexionando y hasta jugando a encontrar formas y regularidades. Entre los
múltiples ejemplos, vamos a citar uno de los más simples, por su duración, pero
de los más fuertes e inspiradores por ser una lectura inaugural de este abordaje
pedagógico del cine. A continuación,
vamos a dedicar un espacio mayor a este material, tomando
un ejemplo del DVD 1. Sugerimos visitar en la
web Attelage d´un
camion- un film Lumière (1896)[16] y
citamos aquí, partes del diálogo que oímos
después de haber visto por primera vez estas imágenes.
Michel: Cuando vemos esta
película, filmada hace 100 años, sabemos que todos los que vivieron en este
rincón del mundo están muertos: los viejos, los jóvenes, los caballos. Aquí
vemos cruzar este conjunto en el presente, avanzando hacia un futuro abierto
que no conocen. Antes del cine, ningún otro arte pudo dar este sentimiento a
los hombres.
Fanny: Te ves un poco
melancólico hoy.
Michel: ¡En
absoluto, no estoy triste, al contrario! Creo que es fantástico que el cine
pueda darme esta sensación muy vívida de un presente que ya no tiene testimonio
directo. No existe ninguna persona que pueda ver ese tiempo, y existe en esta
toma, con la frescura del día, donde el azar hace que todas estas personas se reúnan
en un minuto en esta plaza. Quizás esta sea la esencia del cine. (DVD 1- Cine:
una historia de planos)
Las primeras imágenes
están acompañadas de una reflexión general sobre el cine. Bergala contó que
elegir para grabar a dos actores tan queridos por el público francés,
como Michel Piccoli e Fanny Ardant, fue una apuesta afectiva por la fuerza
pedagógica de esas voces. En otra parte del diálogo se hace un elogio a la
genialidad de los operadores de Lumière.
Michel: Ves el genio de los
operadores de Lumière al elegir el lugar y el momento. Allí vemos cómo
fue posible capturar todo con una precisión increíble.
La ubicación de la cámara,
el encuadre, el momento exacto en que es más probable capturar el mayor
movimiento. Ellos buscaban colocar la cámara siempre en un cruzamiento de
flujos como este. Eso permitía tomas rítmicas,
variadas y muy vívidas. Con verdaderas sorpresas visuales en las entradas del
cuadro.
Fanny: ¿No
crees que esto está relacionado con las grandes limitaciones del inicio del
cine? Tenían solo 50 segundos de película y una cámara fija. Tenían
que elegir bien el lugar si no querían equivocarse.
Michel: Ciertamente. En
este caso, no era solo ese rincón de la calle lo que le interesaba al operador
de la cámara, sino que tenía un tema premeditado. En este conjunto de caballos
que lleva este enorme bloque de piedra hay un verdadero suspenso visual. ¿Qué
veremos aparecer en el encuadre después de esa cantidad de caballos?
Fanny: el operador eligió
un lugar ideal. Para que los caballos aparecieran uno tras otro y corrieran la
diagonal completa de la imagen, tuvo que calcular y comenzar a girar la
manivela cuando el primer caballo estaba en el encuadre o el conjunto ya habría
dejado el cuadro completamente después de 50
segundos fatídicos. (DVD
1- Cine: una historia de planos)
Actuando la sorpresa, el análisis
minucioso de lo que sucede en esos pocos segundos se transforma en una lección
sobre toda la potencia que ya traía ese primer cine. Como parte de las
actividades de pasaje al acto, Bergala introduce el ejercicio de filmar un
minuto como si nuestros dispositivos fueran un cinematógrafo, justamente por
todo lo que la precariedad de ese aparato significa en términos del esfuerzo de
anteponer el pensamiento antes de cualquier acción de producción audiovisual.
Observar atentamente esas primeras vistas nos permite imaginar los motivos para
elegir un determinado ángulo, las tentativas ensayadas antes de grabar. Después
de algunos otros comentarios sobre la riqueza del plano en relación con la
diversidad racial y con la presencia de los medios de transporte anteriores al
surgimiento del automóvil, sorprende una relación con otra arte, la pintura.
Fanny: También sentimos la masa y el volumen
de los caballos, como una pintura de Paolo Uccello. Es como si el comienzo del
cine redescubriera el comienzo de la perspectiva en la pintura, tenemos el
mismo sentimiento de una primera vez. Una representación completamente nueva. (DVD 1- Cine:
una historia de planos)
Bergala siempre nos lleva a crear líneas
de fuga para relacionar las películas con otras formas, fundamentalmente, la
pintura. Más adelante, Fanny propone volver al principio para ver en detalle
todo lo que sucede y haciendo uso de la cámara lenta, descubren un personaje
que los lleva a una reflexión muy feliz para este texto:
Fanny: ¡Ah,
sí! Hay un cochero que da una mirada a la cámara.
Michel: Fueron los únicos años,
antes de 1900, en que las personas podían mirar a la cámara como un objeto
desconocido, sin saber exactamente para qué servía. No
hay ninguna histeria en esa mirada. Él ve una máquina, no un espejo. (DVD 1- Cine: una
historia de planos)
Esa reflexión que
retira la histeria de esa mirada contrasta con los ritmos alucinados de selfies y
auto-filmaciones de nuestros días. Es una reflexión aparente casual, pero que
revela un amplio campo de discusión y reflexión pedagógica
en la escuela. Después de este diálogo se percibe algo curioso: todo el mundo
lleva la cabeza cubierta con algún tipo de sombrero y sus formatos permiten
diferenciar la clase social a la que supuestamente pertenece cada persona en la
escena.
Fanny: Me encanta este
momento en que la firma entra en escena: Vautier. Es
sorprendente que en esta calle, después de todos estos esfuerzos ... es como si
estos doce caballos cargaran una marca leve, colocada al final, un trazo puro e
inmaterial.
Michel: ¿De quién
crees que es esta firma?
Fanny: Debe ser la firma
del transportista, a menos que sea la firma del destinatario. Ciertamente es
una firma.
Michel: Es tan inesperado,
es como si el artista hubiera firmado un bloque de piedra antes de hacer la
escultura.
Fanny: Y al final de la
toma cuando la piedra se aleja, es como la firma de un pintor en un lienzo. O
la firma de la propia toma. Sería demasiado bonito si el operador se llamara Vautier. (DVD 1- Cine: una
historia de planos)
Este comentario explicita la fuerza
de la imaginación frente a cualquier otro
gesto en relación con las imágenes. Jugar a que ese nombre sea del
transportista, imaginarlo como la firma de una escultura y todavía sugerir la
posibilidad de que el operador de Lumière que filmó esa
vista fuera llamado de ese modo amplía y complejiza las posibilidades de
análisis habituales del cine en la escuela. En seguida, hay una descripción de
lo que ocurre en el movimiento de la escena en que después de un cruzamiento se
crea un espacio vacío donde aparece un personaje. Nos lleva a pensar en otras
lógicas de ver y en las figuras que se componen arbitrariamente en el cuadro.
Fanny: Lo imprevisto fue
más preciso que cualquier puesta en escena. ¿Viste? En algún momento él
viene a encuadrarse justo en el cuadro de la pared del fondo, se convierte en
la figura central de un tríptico.
Michel: Después, se vacía
el espacio central, fuera de ese tipo extraño con su paquete que cruzó el ángulo
del encuadre sin prestar la más mínima
atención a la cámara.
Fanny: Se ve muy apurado y
muy preocupado. Podría ser un personaje ficticio. Un exiliado o un terrorista.
Podemos imaginar muchas ideas sobre él, sin duda por su semblante taciturno.
Michel: Yo hubiera pensado
en una persona pobre que lleva para casa algo que finalmente consigue adquirir
para su familia, después de mucho tiempo. Tiene prisa por llegar. (DVD 1- Cine:
una historia de planos)
La relación
entre imprevisto y puesta en escena es providencialmente pedagógica. Pensar la
puesta en escena, confiar en lo imprevisto, o inclusive producirlo, es una
manera de mirar las imágenes del cine, tensionando siempre la creencia y la
duda. Y es muy interesante, sobre todo, para pensar la producción audiovisual
en la escuela (que será motivo de otro texto). En relación al personaje, es
sensacional la descripción de su indiferencia a la cámara, y es fabuloso el
contraste de las hipótesis que postulan sobre él, a partir de su aspecto y
actitud.
Fanny: Luego está este
momento formidable cuando todo sucede en el fondo. Con tres personajes en este
encuadre, cada uno en su cuadrado. Cambiamos de escena. ¿No crees que la pared
del fondo parece un pedazo de filme?
Michel: Sí,
exactamente eso. Ellos están en las imágenes pequeñas, cada uno en su cuadro.
Fanny: Y luego está este
último giro de los personajes. Esa carreta ligera y descubierta con el
conductor del sombrero de copa llegando a barrer el encuadre como una máscara,
hasta cerrarlo como una cortina. (DVD 1- Cine:
una historia de planos)
Al imaginar la pared de los fondos
con los fotogramas de una película
y las personas transitando como personajes filmados, esta toma comentada
alcanza un clímax como aventura intelectual. La carreta cierra el plano como
una cortina, como al final de un show, de una presentación. Es la imaginación
imprimiendo sus referencias y transponiendo lenguajes y repertorios culturales,
casi como jugando. La sensación es de haber sido espías mirando por una grieta,
de haber visto no un minuto de cine, sino 120 años de su historia.
La historia de la toma nos ha permitido
"pasar" de generación en generación, a través del
devenir y del lenguaje del cine, expresando lo que es más pedagógico:
la posibilidad de conocer el mundo descubriéndolo e
imaginándolo de otras maneras, e incluso
produciendo imágenes que están más
cerca del mundo que soñamos con habitar. En otras palabras, afirmar que las
luciérnagas, por débiles que sean, dibujan un mapa en su movimiento, o una
constelación de nuestro futuro, es afirmar con Didi-Huberman (2012, p. 46)
que “en nuestra manera de imaginar yace fundamentalmente una
condición para nuestra manera de hacer política. La imaginación es política,
eso es lo que hay que asumir”.
Si es verdadera la hipótesis trazada por
Comolli (2008), sobre la resistencia de lo real, frente a todas las
representaciones que intentan reducirlo; si es cierto que conforme anticipara
Guy Debord, la espectacularización de la vida nos ha llevado por un camino casi
sin salida exponiendo nuestra intimidad en diferentes formatos visuales y
audiovisuales; si muchas de las artes también travistieron su fuerza de
resistencia por unas cuantas luces, ¿puede, todavía, el cine alguna cosa en la
escuela?
A pesar de los años, esa pregunta se
mantiene viva y no ha recibido nunca una respuesta a su altura. Tampoco creemos
que será esta vez. Nada menos que en este tiempo, en plena pandemia, donde los
modos de conexión con el mundo se reducen estrictamente a ventanas y pantallas.
Es un desafío ensayar alguna forma de respuesta, especialmente en función de lo
que el cine parecía prometer a la escuela.
Las condiciones actuales son otras, tanto por los regímenes visuales
dominantes como por el lugar relativo de las instituciones, los lenguajes y las
estéticas disponibles. Sería bueno que podamos dar cuenta de ello en
las propuestas y estrategias político-pedagógicas que formulemos
para que el cine pueda operar su promesa alterizante, para que traiga lenguajes
y modos de experiencia distintos, y que provoque realmente efectos imprevistos
y enriquecedores. (Dussel, 2014, p. 95-96)
No hace tanto tiempo, Inés Dussel subrayaba esa
promesa alterizante del cine. Pensemos que hace algunos años nada más, la cuestión era qué
cine llevar a la escuela, cómo verlo y qué hacer con esa posibilidad. En general,
las políticas públicas latinoamericanas invirtieron
pobremente en ese proyecto como para poder hacer una evaluación más amplia y verificar
si algo fue cumplido. Sería justo destacar excepciones como el Archivo Fílmico Pedagógico[17] en Argentina, la ley
13006/14[18] en Brasil y la ley
26370/11[19] en Perú, por citar algunos
ejemplos encaminados a atender esa promesa, pero que lamentablemente fueron
descontinuados o esperan lentamente su fin. La gran condición para que una política pública audiovisual
pueda llegar efectivamente a las escuelas es la digitalización de su acervo,
como ha hecho Chile y lo sigue de cerca Uruguay. Este es el primer desafío: movilizar las
escuelas para exigir el derecho al acceso al patrimonio audiovisual de su país. ¿tendrán las
escuelas, alguna vez, la posibilidad de conocer algo de la cinematografía de
nuestros países del sur, prácticamente anónima para nosotros mismos?
Mientras innumerables películas mueren en sus
soportes de 16 mm y 35 mm por falta de políticas de preservación audiovisual, hoy, el
cine llega a los hogares y a las escuelas colándose por las rendijas
de todo tipo de dispositivos, en los recreos, sin filtros, en avalanchas.
Vivimos, entonces, un segundo y gran desafío: elegir qué ver. Si decidimos ver
una película, rápidamente las
plataformas nos dicen algo como: “si te gustó esa película, seguramente te
gustará ver estas otras”. Parece cada vez más difícil poder parar de ver.
Ese es, probablemente, un tercer desafío enorme, para la
escuela: detener el impulso para seguir viendo otras películas. Crary (2016) ya
nos alertaba sobre el riesgo de la hiperconectividad de acabar con el sueño, usando la metáfora 24/7[20] exhibida por los
negocios que mantienen sus servicios de forma permanente, veinticuatro horas
por semana. De esa lógica, surge un modo de vida que coloca al trabajo en un régimen de no
interrupción, y en consecuencia, de disponibilidad para el consumo. Casi sin
percibir, nuestros cuerpos e identidades asimilan una superabundancia de procedimientos,
servicios, imágenes, filmes, que alcanzan niveles tóxicos
cuando no fatales. 24/7 es un tiempo de atención y conectividad que precisamos
desaprender, por qué no, en la escuela.
En la misma dirección, el
profesor Juan Jorge Michel Fariña[21]
afirma que un tercio de la población mundial modela su subjetividad y define
sus valores a partir del consumo de series y filmes en las plataformas de streaming. (Michel
Fariña; Domínguez,
2020; Michel Fariña;
Salomone, 2020). Surge así un cuarto
desafío:
pensar y producir de una manera consciente, solidaria y cuidadosa un “algo
especial” para las escuelas. La Red KINO - Red Latinoamericana de Educación,
Cine y Audiovisual propuso en su carta de Ouro Preto en 2015[22] la
creación de un acervo audiovisual escolar libre. El mismo resultaría de una
curaduría mixta de profesionales de educación, de escuelas, de cine de archivo
y contemporáneo. Un acervo que, sin deber nada al mercado, pueda ser puesto a
disposición en una plataforma
nacional, pública, para ser exhibido libremente en las escuelas. Ese acervo, ya
sueña con visibilizar cinematografías cautivas, muchas veces proyectadas en
festivales y que descansan en un infructífero letargo en museos y cinematecas.
Muchas escuelas lo esperan, ávidas por multiplicar “visualizaciones”
de películas
nacionales y de países vecinos. Muchas escuelas ya fantasean con poder exhibir
películas sin que el capitalismo de vigilancia (Zuboff, 2019) penetre por las
esquinas de sus pantallas queriendo venderles algo, o grabando sus voces y
almacenando informaciones sobre hábitos de consumo, memorizando los trayectos
de todas las personas que las habitan, acompañando cada movimiento… y
encontramos aquí el quinto
desafío. ¿Serán las
escuelas los nuevos locus desde
donde luchar contra la arbitrariedad irresponsable y desregulada de ese mercado
persecutorio y asfixiante? ¿Podrá la
escuela hacer consciente a su comunidad escolar, que cada vez que producen un
video y lo comparten, o visualizan un video y dan un like,
están cediendo informaciones para configurar modelos comportamentales, que súbitamente
serán usados para llevarlos a consumir nuevos
productos, entre tantas otras posibilidades que los algoritmos promueven cada
vez que personalizamos los colores de una aplicación o clicamos en un corazón
al apreciar un producto visual o audiovisual en las redes sociales?
Si, por un lado, tratamos de controlar el exceso de
horas que estamos conectados, al mismo tiempo dependemos y precisamos del modo
virtual para toda forma de acceso al cine y a lo audiovisual; de modo más amplio e inclusive a
las formas remotas de educación. Tal vez por fuerza de las circunstancias, el
cine parece haber ganado alguna forma de relevancia, como un lenguaje aliado,
en los modos sincrónicos y asincrónicos de producir conocimiento. El sexto desafío es explicitar la
relevancia que el cine, su lenguaje e historia significan en los modos actuales
de producción de conocimiento escolar. Sensibilizar las políticas educativas,
las propuestas y bases curriculares que ignoran el cine, aunque hoy muchos
países ya lo incluyen como un arte mediático con una importante carga
curricular que incluye contenidos de historia, lenguaje, producción y crítica.
Un séptimo desafío sería que todo
docente, passeur, se
transforme en un
coleccionista de lecturas, textos, fragmentos de películas, un identificador de
puntos de vista y de escucha. Apostar por la hipótesis de una cinefilia
docente, como propone Benasayag (2017).
Dentro de esta perspectiva, el cine en la escuela podría tornar más
amplias, intensas y profundas las experiencias, al respirar brevemente la
intensidad de la historia de otros y transformarla en una vivencia de lo común.
Un cine que permanentemente nos invite a abandonar el punto de vista universal
y a asumir la implicación subjetiva en cada acto de ver y dar a ver, como toma
de posición pedagógica, ética
y política mediante dos regímenes
visuales configurados históricamente.
Los modos de ver propuestos en este artículo
constituyen algunas herramientas para poder hacer una importante transición
entre una fase de la pedagogía con la imagen a una pedagogía de la propia
imagen (Leandro, 2010).
Podríamos pensar que las
películas son como miniaturas del mundo, al decir de Benjamin (2005), y sus
fragmentos miniaturas menores todavía, más fáciles
de transportar, de llevar a la escuela para colocarlas en la
mesa/pantalla/pizarrón, como una experiencia de lo común, de modo que los y las
estudiantes puedan jugar con ellas para descubrirlas e imaginarlas una y otra
vez. Tal vez una escuela, como escenario de instrucción intergeneracional en un
sentido más amplio, permita amortiguar los problemas de la vida para los que
vienen llegando. Lo incompleto del fragmento, del tiempo de clase, de la
película, de la toma o plano, son marcas de la incompletud de lo escolar, de lo
humano. Y la naturaleza de esa incompletud explica la posibilidad de que, en la
escuela, siempre sea posible empezar una y otra vez, a cada ciclo lectivo, a
cada semana, cada vez que borramos el pizarrón o encendemos un proyector.
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[1] Strickland,
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septiembre 2018) https://edition.cnn.com/2018/09/12/world/ancient-hashtag-drawing-south-africa-study/index.html
[2]
Louis Lumière (Dir. Erich Rohmer,
París, 1968). Entrevista realizada por Erich Rohmer a Jean Renoir y Henri
Langloise. Producción del Instituto Pedagógico Nacional, la Cinemateca Francesa
y la Televisión Escolar. [video] YouTube. https://www.youtube.com/watch?time_continue=777&v=ROkBWuYsysM&feature=emb_logo&ab_channel=EliecerGaspar
[3] Conferencia sobre Cine, Cinemateca y Escuela, ofrecida por Hernani
Heffner, en el II Encuentro Internacional de Cine y Educación de la UFRJ (30 de
Noviembre, 2008).
[4]
100 niños esperando un tren (Dir. Ignacio Agüero, Chile, 1988). [Película] YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=XfcnPsdCggk&ab_channel=Mart%C3%ADnAlca%C3%ADno
[5] Evento: El Cine es Escuela - organizado por la Universidad de Chile
del 3 al 8 de noviembre de 2014.
[6]
La llegada de un tren a la estación
de La Ciotat (Dir. Louis
Lumière, Francia, 1895). [Película]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=2ZjqNKM6nqE&ab_channel=Xerces
[7] Un agradecimiento que hago extensivo al Profesor Jorge Larrosa, quien
después de leer mi proyecto de
pesquisa presentado a la UFRJ sobre cine y educación en 2006, me envió el libro
de La Hipótesis del Cine por
correo.
[8]
Revista Contemporânea de Educação da
UFRJ. Dossiê de Cinema e Educação. V. 5, N. 9 (2010) e N. 10 (2010). https://revistas.ufrj.br/index.php/rce/issue/view/172
[9] Abecedario de cine por Alain Bergala [Video] YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=jhjVzGOVngw&ab_channel=CINEADLECAV
[10] Abecedarios CINEAD. [Videos]. https://cinead.org/abecedarios/
[11] 3 1/2 Hour
interview w/ Orson Welles by Peter Bogdanovich (1969-1972) [audio].
YouTube.
https://www.youtube.com/watch?v=1LnuQZ6VD_Y&ab_channel=EyesOnCinema
[12] El concepto de pasador (Bergala, 2006) es una mala traducción, por no encontrar otra, para la palabra
passeur en francés,
acuñada por Serge Daney, al pensar en la retransmisión
cinematográfica, piensa que se acerca
mucho al rol de pedagogo, pues significa la posibilidad de transmitir lo
conocido con el mismo riesgo, ya sea que el desafío implique cruzar un río a nado, escalar una montaña, o como en este caso,
dirigir la atención al fragmento elegido, suspender las formas habituales de
mirarlo y profanarlo.
[13]
Fragmento extraído de la Entrevista a
Godard. Cahiers du cinéma, n. 138, dic. 1962 (Número especial Nouvelle Vague).
Traducción: Marta Mendes. http://pt.scribd.com/doc/51730117/Godard-Entrevista-sobre-Vivre-sa-Vie#download
[14]
Zero de conducta (Jean
Vigo, Francia, 1933)
[15]
Crónica
de un niño solo (Leonardo Fabio, Argentina, 1965)
[16]
Attelage d´un camion- un
film Lumière (1896) [video] YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=K4-Ju0lmVg8
[20] Para ampliar las reflexiones en relación a este tema, ver Abecedario
de Inés Dussel:
Ventana de la memoria. [video] www.cinead.org/abecedarios
[21] Entrevista (fragmento) en: www.cinenaescola.org/entrevistas