Philosophical
education from the scientific civic culture in children from the rural
context
Gustavo Adolfo
Muñoz García
Instituto
Tecnológico Metropolitano de
Medellín, Colombia.
Recibido:
30/09/2020
Aceptado:
24/02/2021
DOI:
https://doi.org/10.48162/rev.36.028
Resumen. Este artículo es un análisis
teórico-reflexivo que tiene como propósito presentar la
importancia de la perspectiva
cívica científica en la educación
filosófica con los niños y niñas. En este
marco, se conceptualiza sobre la cultura cívico
científica. Luego, se propone
reflexionar sobre la necesidad de vincular lo
cívico-científico en el ejercicio
filosófico en el contexto rural con enfoque territorial.
Palabras
clave. Cultura cívica
científica; educación filosófica; infancia;
educación rural; territorio.
Abstract. This
article is a theoretical-reflective analysis
that aims to present the importance of the scientific civic perspective
in
philosophical education with children. In this framework, the
scientific civic
culture is conceptualized. Then, it is proposed to reflect on the need
to link
the civic-scientific in the philosophical exercise in the rural context
with a
territorial approach.
Keywords.
Scientific civic culture; philosophical education; childhood; rural
education;
territory.
La
educación rural demanda comprender que los sujetos hacen parte
de
un territorio eco- bio-antropo-social, con unas dinámicas
propias consigo mismos,
con el otro y con el medio ambiente. Así, se apuesta a una
reivindicación
cultural desde el enfoque territorial en los procesos de
formación orientada
desde la escuela.
En
dicho desarrollo, es importante vincular la filosofía y la
infancia dentro de la educación desde estrategias que
posibiliten enseñar a un
pensar situado. La filosofía en la escuela es una herramienta
para explorar la
sociedad, la ciencia y pensar por sí mismos. De igual manera, la
actitud
filosófica es una forma de ver el mundo a partir del fomento del
pensamiento
crítico, creativo, cívico y ético que genere
posibilidades de construir modos
de vida y nuevas relaciones con el pensamiento y con los demás.
La infancia es
importante en el desarrollo de la actitud filosófica y requiere
que la escuela
potencialice la infancia mediada por la duda, la incertidumbre, la
pregunta y
el descubrimiento.
De tal
modo, se invita a los docentes a transitar desde una
educación tradicional hacia un educación crítica
en el contexto rural, cuyas acciones se orienten a la
formación de ciudadanos reflexivos, que se asombren por lo que
sucede en su
entorno y no se queden en solo fortalecer al sujeto desde su facultad
racional,
sino en fortalecer su esfera de acción, mediada desde la
participación
formativa que favorezca el mejor ejercicio de su rol de ciudadano en un
contexto democrático.
Según el
concepto de «Ciencia Ciudadana», se ha intentado renovar la
representación de
la ciencia por el público. Esta postura apunta a reconocer
la heterogeneidad
de la ciencia desde sus diferentes formas de conocer y entender el
mundo.
Según
esta perspectiva, en la Ciencia Ciudadana,
se han realizados procesos de vinculación general de la
ciencia y la
sociedad. Primero de una ciencia para la sociedad; luego de una
ciencia desde
la sociedad como manifestación de reclamo de involucrar la
responsabilidad por
parte de la sociedad en los asuntos de CyT, hasta una ciencia con la
sociedad
(también llamada ciencia con la gente), estas formas de
institucionalización
por una cultura científica en la ciudadanía se han
reflejado en unas políticas
públicas destinadas en la promoción y fomento de
ésta en las diferentes
modalidades de la educación (formal e informal) dentro de la
sociedad. Este
trabajo se concentra en el concepto de la cultura cívico
científica, su
importancia y la necesidad dentro de la educación
filosófica en los niños.
Esta
reflexión teórica se presenta organizada de la
siguiente manera. En un primer
momento, se hace una descripción de la educación
filosófica en lo rural desde
un eje territorial. Posteriormente, se presenta,
brevemente el concepto de cultura cívico
científica. Finalmente, unas orientaciones hacia la cultura
cívico científica
en la educación filosófica en los niños y
niñas para el fomento del pensamiento
crítico y reflexivo.
Comprender
lo rural en relación a lo territorial constituye el
reconocimiento de los
marcos representativos sociales, simbólicos, saberes e
ideologías en
particular. El concepto de lo rural se ha configurado como un escenario
de
intencionalidad hacia la asociación regional, local y
contextual, pero ha sido
intervenida bajo el proceso de las acciones de la cultura urbana. Esto
ha hecho
que se vea una brecha entre lo urbano y lo rural.
El
concepto de ruralidad se ha visto impactado por el desarrollo de la
infraestructura
en los territorios ya sea desde el mejoramiento de las vías,
plantas de
energía, viaductos o los intereses personales que han afectado
el uso de los
recursos de las localidades.
Según
Mecha Forastero (2007), territorio es
El
espacio donde vivimos, donde se forman nuestras culturas, donde nos
relacionamos con la naturaleza y aprendemos de ella, donde formamos
nuestra
identidad, donde habitan los ancestros y […] y los recursos
naturales que
usamos para construir la vivienda, […] y otros objetos (p.204).
El
territorio como categoría se enmarca desde una
construcción social del espacio
donde la costumbre y la cultura soportan la identidad de un lugar
(Dirven et
al, 2011; González Cruz, 2008).Aquí, el enfoque
territorial asume a los sujetos
desde la idiosincrasia que expresa una construcción social.
Así, los
territorios rurales son los catalizadores del mejoramiento en y para el
territorio, donde generan trasformaciones estructurales que van
más allá de lo
económico y se atienda los asuntos sociales y humanos mediante
el uso de los
factores de producción, la participación plural de los
actores locales con las
entidades territoriales (Sepúlveda, Rodríguez,
Echeverría y Portilla, 2003).
Según
Boix (2003), “la identidad de los habitantes y sus colectivos
sociales con
códigos culturales concretos, léxicos y símbolos
característicos, costumbres
diferentes (gastronomía, artesanía, agroturismo,
experiencias musicales, etc.),
y comportamientos basados en las interacciones multifacéticas de
sus miembros” (p.4).
Esta nueva ruralidad permite una interacción desde los valores
contextuales,
donde se consideran relativos al contexto socio-cultural y situado, que
se
construye a partir de la participación de los diferentes actores
sociales y
políticos en una determinada sociedad (Fals Borda, 2000). Esto
implica ver a
los sujetos como un producto histórico, social,
económico, estético, cultural,
material y tecnológico (Leff, 2009; Londoño, 2008).
Así
pues, la educación se convierte en ese factor que posibilita que
los habitantes
sean formados para pensar y actuar en el territorio y edifiquen su
identidad. No
obstante, según la UNESCO (2004),
La
educación de las zonas rurales se encuentra afectada por una
menor oferta y
cobertura, lo que obliga a los estudiantes a tener que interrumpir sus
estudios
o desplazarse a los núcleos urbanos para completar su
formación (…). Por otro
lado, las dificultades de acceso a los centros escolares, debido al
aislamiento
en el que muchas veces se encuentran la población, constituye
una ulterior
dificultad. También se puede constatar que la calidad de la
educación impartida
es notoriamente deficiente, tanto por la falta de medios e
infraestructura como
por la inadecuada formación y escasos incentivos que reciben los
docentes
(p.5).
Ciertamente,
una educación que requiere la vinculación
currículo-políticas-cultura-estrategias
pedagógicas donde la familia, la
comunidad, Estado y la sociedad visualicen con dimensión
crítica y
emancipadora, frente al carácter reproductor y dominador del
currículo
académico-disciplinario que prevalece en la actualidad (Miranda,
2011). Por lo
tanto, la educación rural necesita potencializar en los
estudiantes la actitud
filosófica para la comprensión de los diversos problemas
de la sociedad. Aquí
es,
importante en las prácticas educativas la experiencia del
estudiante, donde se
reconozca a este como sujeto pensante (Zuleta, 2004).
Este
reconocer del estudiante esta soportado desde el diálogo de
saberes, donde la
pregunta como herramienta significativa aporte a la adquisición
de actitudes
guiados por la curiosidad y la voluntad hacia la comprensión de
las relaciones
del mundo. Por consiguiente, se invita al estudiante como ser pensante
a que se
cuestione y explore sobre los problemas de la naturaleza, una forma de
evocar
“la historia del sujeto, lo que permite pensar en las relaciones
del mundo con
los sujetos y las transformaciones que tiene al pensarse más
allá de lo físico
y material” (Cañizález & Pulido, 2015, p.249).
Ahora
bien, la pregunta se hace presente cuando el pensamiento adquiere
sentido y se transforma
en una experiencia para disfrutar el conocimiento conectándolo
con los
diferentes mundos, esto permite “reconocer múltiples
caminos y dimensiones de
conocimiento que a su vez se entrecruzan, desplegando nuevas rutas de
investigación sobre una realidad” (Plata, 2009.
Pág. 116). Lo anterior muestra,
que el ejercicio del filosofar abre posibilidades a la reflexión
del mundo,
dado que en lo rural se puede hablar desde la experiencia, desde lo
sensible y
lo cultural.
Como
menciona Kohan (2009a),
La
Filosofía puede abrirse a una relación de experiencia, es
decir que podemos a
través de la Filosofía, encontrar verdades que nos ayuden
a transformar la
relación que tenemos con lo que pensamos, con lo que sabemos, y
que eso le pase
también a otros, que la oportunidad de encontrar la
Filosofía sea una
posibilidad de transformarse y no apenas de incorporar lo que no se
sabe (p.18).
Desde lo
anterior, la educación filosófica está
en el fomento de la actitud crítica, a partir de una
revisión de los datos y
los conceptos, hasta no haber conocido su legitimidad razonable.
Como
afirma Pineda (2004), “una educación filosófica no
está centrada en la
enseñanza de contenidos sino en la búsqueda de una nueva
forma de aprendizaje
centrada en la autoreflexión y la búsqueda de
significado” (pág. 9). Lo
anterior, lleva afirmar que el
aula puede ser ese sitio de investigación, simulacro, ejercicio
sobre
cuestiones de los estudiantes en asuntos de la vida, la
economía, la ciudad, la
política, la ontología, lo cívico, lo
tecnocientífico, entre otros.
Así
mismo, un acto que asienta la expresión y
deliberación entre participantes mediante el uso del concepto
(Deleuze y
Guattari, 1993), y la vivencia, creando conceptos desde problemas
tangibles
para construir posibles miradas o modos de ver el mundo y experiencias
sensibles,
razonables y argumentadas. Esto muestra, que el manejo de conceptos
ayuda a
comprender el mundo que vivimos y la forma de relacionarnos con
éste.
La
filosofía es “una poderosa herramienta de
interrogación, ruptura de ciertos modelos y órdenes
imperantes que han
mercantilizado de tal manera el pensamiento y lo han convertido en un
instrumento repetidor, controlador y, sobre todo, eficaz y
eficiente”
(Pulido-Cortés, 2009, p. 82). La educación
filosófica desde el fomento por la crítica
se convierte en una alternativa
para enfrentar la vida, la sociedad, en la cual se interrogan las
diferentes
formas de ordenar el mundo. Como afirma Foucault (2007),
[…]
la
crítica es el movimiento por el cual el sujeto se atribuye el
derecho de
interrogar la verdad acerca de sus efectos de poder y al poder acerca
de sus
discursos de verdad; la crítica será el arte de la
inservidumbre voluntaria, de
la indocilidad reflexiva (p. 11).
Por lo
anterior, la crítica brinda la capacidad de ver el mundo
desde diferentes
modos de entenderlos y tomarse la tarea de buscar buenas razones para
su
explicación. Igualmente, la actitud de la crítica
fortalece la autonomía,
desarrolla habilidades de pensamiento que permitan aplicar el
análisis y desde
la argumentación expresen sus posiciones sobre lo que observan
(Palacio, 2006).
La
crítica tiene como propósito que el sujeto
vea al mundo desde la decisión y el entendimiento para actuar
con libertad.
Esta búsqueda de la libertad desde la crítica permite que
los individuos salgan
del rebaño y enfrenten la vida valiéndose de la voluntad.
En consonancia con lo
anterior, la crítica brinda la capacidad de ver el mundo desde
diferentes modos
de entenderlos y tomarse la tarea de buscar buenas razones para su
explicación
(Kant, 1994). De esta manera, la educación filosófica
para niños como
perspectiva metodológica genera la oportunidad de pensar nuevos
sucesos del
mundo de forma ética, cívica, científica,
cultural, estética, económica, etc.,
bajo una orientación de crear sujetos éticos,
cívicos, diversos, políticos y
sensibles.
Este
proceso del filosofar constituye el uso del diálogo como
instrumento pedagógico
que estimule al asombro, a relacionarlos con el contexto, con los
demás y con
uno mismo. De manera que, el aula logre ser uno de los escenarios
valiosos para
compartir pensamientos y crear diálogos filosóficos,
evitando que este sea usado
solo de manera disciplinar y se olvide la esencia de construir saberes
colaborativamente.
Según
Gómez (2007),
La
actitud filosófica puede ser caracterizada por una
disposición de la
sensibilidad que nos ubica ante el mundo de modo intuitivo y
crítico en tanto
que nos permite sorprendernos de la existencia y cuestionar lo
evidente;
analítico y reflexivo porque nos impele a buscar el sentido de
nuestra
experiencia mediante el examen de las razones propias y de los otros y
nos hace
preguntarnos por nosotros mismos; creativo en cuanto demanda la
explotación de
nuevas posibilidades de comprensión; y solidario puesto que es
en el compromiso
con la investigación comunitaria y dialógica como
llegamos a dar cuenta de
nosotros mismos y de cómo vivimos (p. 22).
La
actitud filosófica emprende acciones por ir más
allá de la apariencia y la
opinión, mediante el “interrogar filosófico que no
se satisface, con el primer
intento de respuesta, sino que se constituye fundamentalmente en el
repreguntar
" (Cerletti, 2008, p.24). Ahora bien, es filosofar desde la conciencia
por
plantear preguntas y por un permanente aprender y desaprender, como
proceso
dinámico de la actividad filosófica. Así pues, con
la actitud filosófica el
sujeto no se queda en mero pensamiento lógico, sino que ayuda a
elaborar posturas
frente a la concepción del mundo, su proyecto de vida,
interpretación y
transformación de su realidad (Cubillos et al., 2001).
Por ello, es
necesario que la educación rural
favorezca mejores formas de reflexión, espacios más
democráticos de discusión,
que fomenten la pregunta desde el territorio. Como afirma Lipman
(2009):
Es más
bien que los estudiantes que pasan por
las escuelas han de ser tratados razonablemente en un esfuerzo para
convertirlos en seres más razonables. Esto significa que cada
aspecto de la
escolarización ha de ser defendido racionalmente a cualquier
precio [...]
escuelas más razonables significan futuros padres más
razonables, ciudadanos
más razonables y valores más razonables por doquier. (p.
123)
En suma, la filosofía no puede perder el horizonte de formar la actitud crítica en pro de sujetos cívicos pensantes, reflexivos y del conocimiento que logren encontrar el sentido a la vida y conectarlo con la cotidianidad de la ruralidad insertando los saberes campesinos con los discursos del mundo externo, sin que esto último influya en el sentido de la practica educativa rural.
Infancia
es una de las etapas del desarrollo del ser humano en donde se aprenden numerosos
elementos que
se adquieren por el sentido de la experiencia, la imaginación
(mundo mágico),
el juego, el lenguaje, la cultura, el territorio, el contexto
histórico, entre
otros; éstos inciden en la irrupción del proceso
subjetivo de los niños y las
niñas constituyéndose en un ambiente social y educativo
transmitido desde la
razón territorial, reflejando que son nuestros pensamientos los
que nos hacen
ser quienes somos (Lipman,2002).
La infancia
se aborda como el mundo de posibilidades que conduce a lo nuevo, a un
constante
nacer y renacer transformando el sujeto dentro de su dinámica
social con un
poder ingenio que da vida, que indaga por lo que está oculto y
quien pregunta
lo inexplicable (Kohan, 2009). Así mismo, es un “devenir
no es una
correspondencia de relaciones, ni progresar o regresar” (Deleuze,
2002b,
p.244), un devenir presente que habita un tiempo y espacio ocurrente,
que no
está impregnado por la normatividad de la sociedad, es una
experiencia libre
que se orienta a vivirla con su territorio y el mundo cotidiano.
En las comunidades
como las rurales, los niños y niñas se integran a las
actividades de los
adultos en las dinámicas del hogar, como observadores y
participantes
relacionados con el trabajo, el juego y la vida (Rogoff, 1990). Por lo
tanto,
el niño o la niña se convierte en un conocedor de su
medio ya sea desde la
producción familiar, animales, preparación de la tierra,
compra, venta, entre
otros. De esta manera, el niño obtiene unos conocimientos sobre
agricultura,
ganadería, artesanía y otros que son usados en su medio
rural.
Este
“fondo de conocimientos” se transmiten de generación
en generación y se
producen desde el proceso experiencial de las actividades que realiza
la familia,
además en la interacción con otras personas como
colaboradores en tareas de su
entorno cercano (Moll y Greenberg, 1993). Desde aquí, se puede
observar que los
niños en su aprendizaje situado construyen conocimientos
cotidianos de modo
espontáneo desde experiencias familiares, sobre el mundo
físico hasta anécdotas
del mundo social.
Es así
como, los niños en la escuela viven el intercambio social y
comunitario, y no solo
centrado como asunto curricular, dejando claro que desde el componente
formativo de la escuela se aprenden valores sociales,
socialización con los otros
y a convivir (Freire, 1989).
El proceso
socio-cultural de las zonas rurales ha llevado a que los niños
trabajen
ayudando a sus parientes para poder sobrevivir sobre todo aquellas
relacionadas
a actividades propias de la cultura rural y familiar. Lo anterior
refleja, que es
importante que las localidades piensen por una adecuada calidad de la
educación
de sus habitantes desde unas voluntades políticas y
administrativas que
favorezcan el desarrollo de sus poblaciones.
Uno de
los esfuerzos más notables durante los últimos
años ha sido el Proyecto de
Educación Rural (PER) del Ministerio de Educación
Nacional-MEN en Colombia
iniciado en el 2000, tuvo sus principales desarrollos entre 2000 y
2007.
Asimismo, durante el 2007, se plantearon aportes al Plan Nacional
Decenal de
Educación 2006-2016 a la educación rural, en el que se
fortalecieron procesos
para la primera infancia en zonas rurales y en el mejoramiento de las
metodologías
flexibles de los modelos como: Escuela Nueva, Telesecundaria, Sistema
de
Aprendizaje Tutorial, Programas de Educación Continuada CAFAM,
Aceleración del
aprendizaje, Postprimaria Rural y Servicio de Educación Rural,
bajo los pilares
de la cobertura, la calidad de la educación, la gestión
de proyectos educativos
municipales con programas de fortalecimiento de redes y alianzas entre
Departamentos y unidades operativas municipales. Seguidamente,
orientaciones
para la convivencia escolar y comunitaria. Finalmente, la
educación técnica
rural, como posibilidad de formar a los estudiantes rurales con
estudios
técnicos regionales con programas de agroindustria que apunten a
desarrollar
capacidades que se suscriban a lo productivo y se mantenga el capital
cultural
(Quijano, 2000), de la localidad, la cual ha estado condicionada por la
mirada
urbana de la economía y el mercantilismo del campo.
De hecho,
los problemas que aborda la enseñanza de la filosofía
desde lo rural se encuentran
en una información estática, lineal, cronológica y
abstracta de la realidad
territorial de forma homogénea sin una mirada contextual y
situacional profunda
que cierra la posibilidad de dar sentido al saber contextual, a los
deseos, a
la imaginación, la tradición mediante la
indagación, la pregunta, la
curiosidad, la argumentación, la lectura del territorio y
especialmente la
participación experiencial con su entorno.
Como
expresa Freire y Faundez (2013),
En la
enseñanza se han olvidado de las preguntas, tanto el profesor
como los
estudiantes las han olvidado y, en mi opinión, todo conocimiento
comienza por
la pregunta. Se inicia con lo que tú llamas curiosidad.
¡Pero la curiosidad es
una pregunta! (p.69).
En la infancia
como actitud filosófica, convergen la pregunta, la
palabra
y la discontinuidad donde surgen pensamientos de cuestionamientos
primarios,
emociones y sentimientos inmediatos que son reflejados en la
experiencia
lingüística, esto muestra que “el hombre se
constituye como sujeto en el
lenguaje y a través del lenguaje” (Agamben,2011, p.60),
con cierta actitud de
sospecha y posibilidades. Evidentemente,” la actitud
filosófica es uno de los
rasgos esenciales de la infancia” (Rincón, 2007, p. 17).
Así
entonces, el enfoque de una cultura cívica científica,
como se explica en el
siguiente párrafo,
en las aulas de la comunidad de
indagación a través de la discusión
filosófica con su comunidad de pares los niños y
niñas potencializan la
expresión verbal, la curiosidad, el aprender a escuchar y
respetar las
opiniones de los demás desde el encuentro en la diferencia
(Arias, Carreño y
Mariño, 2016). Por ello, es pertinente como aspecto fundamental
de la educación
ciudadana y científica, puesto que la democracia posee una
cultura cívica que
entiende que si los ciudadanos identifican los valores
democráticos
constitutivos (igualdad de derechos, libertades, dignidad, entre
otros.) y
respetan los derechos y la dignidad de las personas, entonces
reconocen que la
democracia es un bien común para la sociedad.
La educación para la ciudadanía se ha
entendido hoy en
términos de desarrollo de competencias informativas,
interpretativas,
socio-emocionales, argumentativas, comunicativas, competencias de
resolución de
problemas y competencia crítica. No obstante
convendría integrar adecuadamente
la perspectiva cívica en la educación científica.
De hecho, Zaff,
Kawashima-Ginsberg y Lin (2011), distinguen entre participación
cívica y
compromiso cívico. La participación cívica, se
limita a la acción voluntaria e
individual en una actividad política. Mientras que el compromiso
cívico es la
decisión voluntaria por el deber cívico, la
autoeficacia y el impacto de su
corresponsabilidad con la comunidad y presenta un elemento
importante dentro
de la participación formativa en el ciudadano.
Lo
cívico es un aprendizaje de la responsabilidad social,
política y moral en
comunidad. De todo esto, la educación científica
dentro de la mirada
filosófica puede ajustarse en pro de la inclusión de los
ámbitos de la justicia
social, igualdad, participación y el conocimiento de las
instituciones
democráticas y científicas.
La
formación de una cultura cívica está
integrada al tipo de cultura ciudadana
basado en valores democráticos, la creencia en las
posibilidades de
influenciar las decisiones políticas y la confianza en los
conciudadanos
(Almond y Verba, 1963; Muller y Seligson, 1993). Asimismo, con
Putnam (1993),
esta cultura trae consigo un sentido de pertenencia de las personas a
una
comunidad de ciudadanos que, en el ejercicio de sus deberes y derechos,
crean
una esfera de asuntos públicos que todos reconocen como
legítima. Por
consiguiente, se apunta a una democracia participativa que
esté cimentada en
la participación ciudadana y en las acciones cívicas
individuales y colectivas.
La cultura cívica de un país influye en el desarrollo de
una competencia cívica
y esto permitiría explicar los grados de
participación ciudadana.
Se puede
definir una cultura cívica científica como un conjunto
complejo de actividades
trasmitidas por el aprendizaje científico y ciudadano, cuya
función es
construir conciencia y compromiso cívico en el uso del
conocimiento científico
en los distintos contextos locales concretos para tomar decisiones
fundamentadas y razonables en la actuación pública
ciudadana participativa.
Muñoz (2015).
Los
elementos que caracterizan a una cultura cívica
científica son los siguientes
(véase la figura 1).
a. Componente
Cultural
b. Componente
Científico
c. Componente
Cívico
d. Componente
Participación
Figura
1. Componentes de la competencia cívica científica
(Muñoz
(2015).
Está
definida por los procesos de alfabetización científica
desde la diversidad de
posturas epistémicas acerca de la ciencia que influyen a la
formación
científica en lo social, en actitudes y valoraciones sobre la
ciencia y la
tecnología. Por otra parte, dicha información se
dé en forma constructiva a
fin de que el ciudadano sepa usar el conocimiento y aplicarlo en las
diferentes
situaciones de la vida, y no desde la manipulación desde
los intereses
económicos, políticos e ideológicos en la
educación científica.
Se trata
de las diferentes formas de transmisión de la
información cultural y los
procesos de aprendizaje del conocimiento. Aquí se recoge los
diferentes tipos
de representaciones simbólicas y conceptuales, creencias, reglas
y valores.
Este
componente cívico lleva a una actuación ciudadana desde
el respeto, la
deliberación, la pluralidad, la multiculturalidad, la
interculturalidad y la
complejidad. Este incluye en no ser ajeno la vida civil y comunitaria,
mantenerse informado y entender las implicaciones de las
decisiones
políticas, científicas, tecnológicas,
sociales, económicas, etc., en la
sociedad o con las sociedades. Asimismo, este considera que los
individuos
deben formarse para participar activamente en las sociedades
democráticas. Por
lo dicho, el componente cívico ayuda al ciudadano a desarrollar
la conciencia y
la deliberación publica en los procesos de toma decisiones.
Implica
tener un rol cívico en la regulación,
reflexión y la toma decisiones sobre sus
posibles consecuencias, también, es un momento de ser agentes
activos y
responsables dentro del proceso de involucramiento. En este
sentido, la
participación ciudadana fortalece los Derechos
Humanos, la democracia y la
justicia social frente a las prácticas y políticas de los
gobiernos, limitando
el conocimiento experto tecnocrático.
Queda
claro entonces que el formar en competencias ciudadanas ayuda a
que participe
en la toma de decisiones con respecto al control moral, político
y cívico y a
las consecuencias del avance de la ciencia y la tecnología en la
sociedad.
Desde lo
dicho, si la filosofía es la creación de conceptos
permite observar y examinar
el mundo en el cual vivimos para descubrir los parámetros para
vivir en él y
relacionarnos con lo que nos rodea, entonces la filosofía
debería seguir con
esa construcción del pensamiento crítico que se
fundamenta en «colocar nuestros
conocimientos a una previa revisión de una actitud
intelectual consistente en
la tendencia a no admitir ninguna afirmación sin haber
reconocido su legitimidad»
(Foulquié, 1967, p. 216).
Las
prácticas de los niños en filosofía son
prácticas
de experiencias que reflexionan sobre situaciones cotidianas donde se
involucra
el juego, la palabra y la observación mediada por el
diálogo a que aprendan a pensar por sí
mismos soportados en las vivencias y conceptos desarrollando la
capacidad para
encontrar sentido y acercarlos a la comprensión social, esto implica un pensamiento
creativo, cuidadoso y crítico, esto, da posibilidad de ser
crítico y reflexivo
de su realidad (Tejera, 2012).
De ahí
que, la estrategia metodológica de la comunidad de
indagación desde el uso de
la formulación de preguntas en asociación a las vivencias
lúdicas permite crear
las habilidades de reflexión, inferencia, revisión,
comparación y argumentación
sobre alguna cuestión por medio del diálogo (Lipman et
al., 2002;
Splitter & Sharp, 1995), que refleje la preocupación por
problematizar su
realidad. En este sentido, la pregunta en los niños no ven el
mundo como algo
realizado y establecido (Arias, Carreño & Mariño,
2015). “El meollo de la
cuestión no radica con la pregunta ¿Qué es
preguntar?, sino en vivir la
pregunta, vivir la indagación, vivir la curiosidad y
demostrárselo a los
estudiantes” (Freire y Faundez, 2013, p.72).
Los
niños formulan preguntas de asuntos directos sobre aquellas
cosas que les
interesan o tienen duda, detrás de una pregunta hay un
¿por qué?, lleno de
asombro que lo impulsa a descubrir que hay más allá de lo
que ve, donde no se
convierte en algo acabado (Saavedra, 2011). Es “la capacidad de
asombro, esa
facultad para explorar, para indagar” (Mariño, 2014, p.
143), es aquí, como la
filosofía invita a la actitud filosófica desde la
reflexión. “una maravillosa
señal de que el hombre filosofa cuanto tan originalmente son las
preguntas de
los niños” (Jasper, 1996, p.58). Animándolos a
pensar en cómo podrían ser las
cosas y como lograrían ser ellos en una la comunidad de la
pregunta y el
dialogo.
Así, el
ejercicio filosófico con los niños es más
enriquecedor dado que existe una
disponibilidad natural de asombro y curiosidad en la
construcción de nuevas
formas de ver el mundo. Para ello, la experiencia y la
participación formativa
son importantes puesto que propicia en el aula nuevas relaciones,
curiosidades
con lo que pensamos y con lo que somos (Kohan, 2003; 2009).
Por su
parte, el proceso creador y expresivo que requieren los
niños está enmarcado
en la «alegría y la satisfacción personal
[…] y es importante la tonalidad
lúdica porque asocia intensamente el imaginario y es vía
de aprendizaje de
nuevos conocimientos» (Dinello, 2006, p. 27). Por lo tanto, el
concepto de
participación lúdica es «jugar a pensar»
(Sátiro, 2010), desde actividades
dinámicas como el juego de roles, ejercicios deportivos y
rítmicos, teatro,
títeres, literatura, rompecabezas, dominós,
loterías, video, audio, donde
fortalezcan la reflexión, la imaginación, los retos
vivenciales y los simulacros
para que busquen alternativas para entender el entorno, el
compromiso con el
otro y el medio ambiente. Todo esto se puede lograr en los niños
mediante las
competencias lingüísticas: escuchar, pensar sobre lo
que se escucha, hablar,
pensar sobre lo que se habla» (Sátiro, 2010, p. 12),
desarrollando el lenguaje
oral y escrito. Con la finalidad de contribuir al desarrollo de
una sociedad
democrática, intercultural y responsable.
La
alfabetización científica dentro de la comunidad de
indagación con los niños y
niñas en los niveles de preescolar y primaria desde la
orientación
«reflexiva-lúdico-cívica científica»
en donde la forma de hacerlo es a partir
de lo lúdico exploratorio-experiencial, vinculando la
competencia cívica en el
componente científico puesto que esta genera
actitudes,
creencias y compromisos sociales frente al significado de los
contenidos de la
ciencia y la tecnología en los contextos. Lo anterior, indica la
importancia de
llevar a los estudiantes a la apropiación social del
conocimiento desde la
vivencia o experimentación de situaciones socioculturales en
relación a la CyT
en espacios no formales, puesto que no basta que los ciudadanos sepan
analizar
las informaciones, sino intervienen desde sus posiciones
críticas y reflexivas
en ambientes que vinculen lo social en la ciencia, la técnica y
la tecnología
con la sociedad (Muñoz, 2015, p. 109).
Ciertamente,
a los niños se les convendría presentar la ciencia
mediante el espíritu del
descubrimiento siguiendo una problemática en relación a
las situaciones éticas
poniendo de manifiesto que la ciencia es «un conjunto de
conocimientos
estandarizados provisionales y de construcción social que
contienen
representaciones parciales de la realidad y diferentes modelos
para su
compresión» (Muñoz, 2015, p. 114). Lo anterior,
llevaría mostrar en los niños
una imagen socialmente ajustada de la ciencia vinculando los
saberes
tradicionales con la naturaleza de la ciencia usando la estrategia
pedagógica
de los casos históricos en colorear, cuentos, loterías y
simuladores, el
pintar, dibujar, pegar, rayar, la fotografía para trabajar la
historia de las
ciencias sin quedarse en el mero discurso informativo de lo
histórico.
Por otro
lado, desde el componente cultural es significativo el revelar impacto
y el
riesgo socio-ambiental del desarrollo tecnocientífico. Sin
embargo, no basta
que se quede en la explicación sobre este aspecto, sino que se
motive a los niños
y niñas a usar la estrategia pedagógica del
análisis de situaciones sociales
locales o internacionales abordando las relaciones del hombre con
los sistemas
naturales, temas como la producción agrícola, el cambio
climático global, la
biotecnología, el potencial productivo del ambiente y los
derechos de los
pueblos son temas ineludibles en este componente.
Así mismo,
invitar a los niños a leer la naturaleza explorando los bosques
naturales,
sabanas, montañas o el relieve de su territorio para la convivir
en armonía con
lo natural. “leer sirve quizá ante todo para elaborar
sentido, dar forma a la
propia experiencia” (Petit, 2016, p.47). Esta estrategia, toca el
pensamiento
de los niños y niñas para que comprendan el mundo que los
rodea y entren a
otros caminos, lugares que provoquen nuevos mundos fantásticos.
Este
interés filosófico por la naturaleza en sus diversas
manifestaciones no se
distancia de la preocupación social sobre el presente y el
futuro de nuestro
planeta y del medio rural, lo cual implica relacionar la historia del
sujeto y
el desarrollo de habilidades de pensamiento para afrontar situaciones
de su
contexto (Morales y
Pulido, 2018). De esta manera, el
aprendizaje compartido desde la indagación de los niños y
las niñas aprenden a
través del comunicar ideas, pensamientos, hechos,
anécdotas creando una
comunidad de aprendizaje donde la pregunta, la escucha y el respeto
serán
claves para la construcción del aprendizaje.
Para
enriquecer este punto, sería importante
utilizar los museos etnográficos, comunitarios y de historia
natural para crear
una perspectiva más integral de las temáticas planteadas
desde lo simbólico y
los valores en la ciencia. Así pues, se puede utilizar la
estrategia pedagógica
de visitar o crear museos etnográficos escolares, los cuales no
son solamente
para incorporar la evolución de las ideas, sino
también como las posibilidades
de articulación con los espacios sociales,
arquitectónicos, ideológicos y
culturales con un enfoque que aborde los problemas actuales de
contaminación,
lluvia acida, deforestación, perdida de la biodiversidad,
problemas creados por
la explotación minera, agroindustrial, agrocombustibles,
infraestructura vial
e hidroeléctrica, telecomunicaciones, etc., a través de
juego de roles, video,
el teatro, la pintura coloreado, los títeres, las rondas, y
la literatura para
llegar a una interpretación y comprensión de los
contextos sociales desde su
aspecto cultural.
Al
respecto, con el componente cívico y participativo hacia un
ejercicio de la
ciudadanía, Aquí, sería importante el uso de la
estrategia pedagógica del ciclo
de la responsabilidad para trabajar la formación cívica y
política desde los
videos, juegos de roles, simuladores, análisis de conducta
social ya que es
ficha clave para el desarrollo de competencias ciudadanas como elemento
crítico
de la actividad científica y tecnológica.
Bajo
este aspecto, el currículo podría incluir el componente
de lo cívico, no desde
lo normativo, sino en el desarrollar actividades para el fomento de una
conciencia y un compromiso cívico con la ciudad y el planeta en
la intención de
formar personas que sepan que es la democracia y se preparen en asumir
roles y
responsabilidades como ciudadanos desde los valores democráticos
en una ciudadanía
local, nacional, mundial, multicultural e intercultural en
relación a la
ciencia.
Se propone,
que desde el uso de la estrategia del ciclo de
responsabilidad y la pedagogía de
la participación, permita la construcción de
posiciones, posturas críticas,
tomas de decisiones para el compromiso cívico y las medidas
de
responsabilidad.
También,
se pueden aplicar algunas estrategias pedagógicas de
formación sociopolítica
en asuntos tecnocientíficos a partir de las narrativas
gráficas de secuencias de imágenes
que logren contar una historia ya sea por medio historietas, comics o
novelas
gráficas, el pintar, las rondas, cuentos, colorear, dibujar,
pegar, rayar, la
etnografía visual, elaborando recorridos urbanos y rurales
de fotografías
etnográficas encaminadas a que los niños y
niñas amplíen el conocimiento de su
contexto en temas de CyT. Igualmente, el usar las emisoras escolares
como medio
valioso de divulgación para que los estudiantes reflexionen
sobre los temas de
CyT y fortalezcan las competencias lingüísticas.
En definitiva,
la educación filosófica para
los niños se convierte en algo que puede practicarse y
vivenciarse a través del
dialogo y la lúdica con un enfoque cívico
científico en los estudiantes para el
desarrollo de una postura crítica, ciudadana y comunicativa. Por
tanto, no sea
la alfabetización científica lo decisivo, sino la
formación cívica científica
en la ciudadanía en contexto.
Se ha
demostrado que la ciudadanía requiere que se fomente
adecuadamente la actitud
crítica. Es así desde la filosofía la
herramienta para pensar el mundo y sus
relaciones con el entorno. Así entonces, el enfoque de una
cultura cívico
científica sugiere en la educación filosófica en
los niños estimular la duda,
la incertidumbre, la indagación, el asombro y la
participación en cuestiones
sociales y éticas de la ciencia y la tecnología.
La
filosofía no puede perder el horizonte de
formar la actitud crítica en pro de sujetos cívicos
pensantes, reflexivos y del
conocimiento que logren encontrar el sentido a la vida y conectarlo con
la
cotidianidad.
Por
medio, de la comunidad de indagación mediante el uso de
diálogos y el desarrollo
de competencias lingüísticas, competencia ciudadana y el
compromiso cívico en
el desarrollo de un pensamiento crítico mediado por la
argumentación, la
lúdica y la vivencia generan la oportunidad para que los
niños y niñas
visualicen diferentes alternativas de transformar el mundo en que
viven.
Además,
los docentes pueden contribuir a que la educación
filosófica sea situada,
lúdica y proporcione una cercanía entre el saber y el
sentido a lo que se
aprende para cuestionar el mundo. Al mismo tiempo, que motive a los
niños a la
indagación, la reflexión y el juego sobre lo que
vivencian.
Esta
postura implica un proceso individual para llegar a lo colectivo y
exige el
desarrollo de unas habilidades, actitudes y el conocimiento de los
derechos
civiles que por medio de la acción educativa, la
ciudadanía crítica y junto
con el compromiso cívico contribuya a reproducir un sujeto
político y sensible
en donde se propicie la participación.
De esta
forma, una formación que debería incorporar el componente
cívico en la ciencia
para desarrollar un aprendizaje cívico científico bajo el
enfoque de desplegar
actitudes críticas sobre la cotidianidad y promueva
iniciativas ciudadanas
para conocer, opinar, reflexionar y apropiarse del conocimiento
científico en
relación con lo social.
Finalmente,
el verdadero puente entre la ciencia y la sociedad se encuentra en
que los
ciudadanos se apropien del conocimiento científico y el
ejercicio de la
filosofía en relación a la cultura ciudadana.
Posiblemente no sea la alfabetización
científica lo que vaya a definir en últimas en un
ciudadano, sino en ir más
allá desde la capacidad de pensar críticamente donde
integre los valores
científicos y los cívicos.
Todo
esto constituye el elemento significativo de la
corresponsabilidad de la
ciudadanía y va reflejar la simetría de ciudadanos con
competencias necesarias
para ejercer una ciudadanía activa. Todo esto requiere
desarrollar experiencias
de aprendizaje cívico científico en relación
a la participación social que
posibilite la formación de ciudadanos democráticos,
solidarios en la
construcción de una mejor sociedad.
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