Escuelas y universidad de la
congregación
salesiana en la Patagonia argentina durante el siglo XX: una mirada
crítica
desde Comodoro Rivadavia
Schools and University
of the Salesian Congregation in the Argentine Patagonia During the 20th
Century:
a Critical View from Comodoro Rivadavia
Gabriel Alejandro Carrizo
Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas,
Universidad
Nacional de la
Patagonia San Juan Bosco,
Universidad
Nacional de la
Patagonia Austral, Argentina.
https://orcid.org/0000-0002-9013-0321
Recibido:
15/11/2021
Aceptado:
20/12/2021
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.034
Resumen. El
artículo propuesto para el dossier busca
presentar un análisis de las experiencias educativas que la
congregación
salesiana desarrolló en la Patagonia argentina durante el siglo
XX. Situaremos
nuestro estudio en la ciudad de Comodoro Rivadavia (Chubut), la cual, a
partir
de 1907 con el descubrimiento del petróleo, y sobre todo con la
creación de la
empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) en 1922,
pasó a contar con un
importante movimiento obrero. Estos aspectos contribuyeron para que la
congregación pudiera desarrollar cuatro propuestas educativas
que iban desde el
nivel primario al universitario, dado que garantizaba una
formación técnica y
cristiana para los jóvenes que posteriormente ingresarían
al mundo del trabajo
petrolero.
Palabras clave.
Educación, Comunidad salesiana,
Patagonia, Universidad, Trabajo.
Abstract. The article proposed for the dossier seeks to present an
analysis of
the educational experiences that the Salesian congregation developed in
Argentine Patagonia during the 20th century. We will locate our study
in the
city of Comodoro Rivadavia (Chubut), which, from 1907 with the
discovery of
oil, and especially with the creation of the company Yacimientos
Petrolifos
Fiscales (YPF) in 1922, began to have an important movement worker.
These
aspects contributed so that the congregation could develop four
educational
proposals that ranged from primary to university level, since it
guaranteed a
technical and Christian training for the young people who would later
enter the
world of oil work.
Keywords. Education, Salesian community, Patagonia, University, Work.
En junio de 1979 llegaría
a Comodoro
Rivadavia (provincia de Chubut) para asistir a la consagración
de la catedral
San Juan Bosco Jorge Rafael Videla, en el marco de enormes expectativas
creadas
en torno a su arribo a la ciudad del sur argentino, dado que
venía a inaugurar
una obra que significaba un viejo anhelo de la comunidad
católica local. En la
prensa podían leerse las siguientes palabras de bienvenida, en
donde se
resaltaba la trayectoria educativa de la propuesta salesiana en la
ciudad:
Al margen de las iglesias que
se encuentran en los diferentes barrios de esta localidad, el colegio
Domingo
Savio, la Escuela Juan XXIII, el colegio Deán Funes de cuyas
aulas y talleres
egresaron muchos artesanos y técnicos de los que hoy componen la
estructura de
nuestra empresa, y otros positivos trabajos, hablan a las claras de que
no
solamente se ha buscado el cultivo de la pureza del espíritu,
sino también
enriquecer los conocimientos primarios y secundarios para la
formación de
ciudadanos en condiciones de poder así servir mejor no solamente
a Dios sino
también a la Patria. (…) Desde entonces corren paralelos,
la superación
religiosa y el desarrollo y engrandecimiento de Yacimientos
Petrolíferos
Fiscales[1].
Para los firmantes de esta carta
de bienvenida
a Videla, los trabajadores petroleros de Comodoro Rivadavia nucleados
en el
Sindicato Unido Petroleros del Estado (SUPE), la inauguración de
la catedral
vendría a coronar el lugar que había alcanzado la
congregación salesiana en el
desarrollo no sólo espiritual, sino también educativo de
la ciudad desde las
primeras décadas del siglo XX. De allí que nos interese
presentar un análisis
de la experiencia educativa expandida por los curas salesianos en una
ciudad
fundada en 1901, pero que desde 1907 su desarrollo social y
económico estuvo
estrechamente vinculada a la explotación petrolífera. A
lo largo de las décadas
que serán analizadas, nos abocaremos a estudiar por lo menos
tres aspectos que
formaron parte de dicha propuesta educativa: las formas que fue
adquiriendo el
discurso corporal y la imposición de un modo de masculinidad; la
estrategia que
implementaron los salesianos para acercar la doctrina cristiana al
mundo del
trabajo; y finalmente el programa universitario orientado a los
jóvenes basada
en una educación técnica y espiritual al servicio de la
explotación del recurso
petrolífero. Al final del texto presentaremos las conclusiones a
las cuales
hemos arribado.
Los Salesianos llegaron al sur
argentino en
1875 con el firme propósito de evangelizarlo, en el marco de un
proyecto
integrador, misionero, educativo y social (Pierini, 2013). Este arribo
había
ocasionado una serie de tensiones entre el estado nacional y la Iglesia
católica (Bertoni, 2009), razón por la cual las escuelas
salesianas fueron
consideradas en un primer momento un elemento negativo,
dudándose de su
verdadero propósito de “argentinización”
(Nicoletti, 2002). Pero ante la
imposibilidad de la Iglesia metropolitana de realizar su acción
misionera en la
Patagonia, la congregación pudo pasar a ocuparse de la
evangelización y
educación de los indígenas.
En el caso de Comodoro
Rivadavia, será en la
educación para el trabajo que los salesianos encontraron el
acompañamiento necesario
del Estado, disponiendo de una amplia libertad de acción. En
1913 fundarían el
Colegio Miguel Rúa, una de las primeras experiencias educativas
en la ciudad,
que dio inicio a la obra estable de los salesianos en la región.
A partir de la
intensificación de los vínculos entre los padres
salesianos y las autoridades
de la Explotación Nacional de Petróleo, durante la
presidencia de Marcelo T. de
Alvear (1922 – 1928) se decretaría el otorgamiento de una
superficie aproximada
de cuatro hectáreas y media (Bruno, 1993). Así es que
para el año 1929, los
Salesianos fundarían el Colegio Deán Funes, contando para
los primeros años de
existencia con la decisiva ayuda del primer Director de Yacimientos
Petrolíferos Fiscales (YPF) el General Enrique Mosconi (1983).
A través de los
años, tanto los distintos
administradores de la empresa estatal petrolífera, como los
sucesivos
directores del colegio Deán Funes, establecieron vínculos
cada vez más sólidos,
razón por la cual los hechos más significativos de la
vida escolar estuvieron
unidos indefectiblemente a las acciones de YPF[2],
dando lugar a una serie de contraprestaciones (Infeld, 2007). De
allí que, en
las celebraciones católicas, donaciones, pago de sueldos y
premios a los
alumnos, fuera posible observar la presencia y contribución
tanto de
autoridades de la empresa estatal como del ámbito castrense. A
la vez, la
congregación le garantizaba a YPF la disciplina de los
niños (hijos de sus
agentes) mediante la educación para el trabajo, colaborando en
la moralización
de los futuros trabajadores, ante la percepción del crecimiento
de la
“peligrosa” influencia del comunismo en el movimiento
obrero (Carrizo, 2009).
Los religiosos organizaron una
educación
técnica orientada a los jóvenes por considerarlos
inexpertos y maleables, para
formarlos y organizarlos en fuerza apta para ser incorporada al sistema
productivo, en el marco de un creciente avance de los saberes
técnicos en la
cultura argentina (Dussel y Pineau, 2003). La necesidad de una
formación
técnica y cristiana de los jóvenes, identificados con los
intereses de la
nación (y por ende de YPF) daría lugar a la
concreción de una Escuela de Artes
y Oficios en 1937, institución educativa que le
permitiría consolidar a la
congregación la presencia católica en la vida
pública. Desde allí impondría
valores morales y pautas disciplinarias dirigidas a obtener individuos
dóciles
y trabajadores tal como lo requería la industria petrolera,
objetivo que era
apreciado por miembros del Ejército asentados en la
región. En este sentido, la
escuela sería concebida como una “fortaleza encargada de
velar por el
cumplimiento de ese afán de constitución de un
‘sujeto pedagógico’ específico a
través de las ceremonias y actos que mezclaban los ‘ritos
nacionales’ con los
‘ritos ypefianos’”, imprimiendo en los educandos que
el sentido de civilización
y progreso estaban asociados no sólo a la institución
escolar, sino también a
los destinos de YPF (Racedo, 2000).
El desarrollo de esta
institución educativa
se enmarcaba en un clima de ideas que ofrecía la década
del ’30, en donde el
catolicismo comenzó a concebir al joven como un sujeto
político transformador,
pasible de ser organizado en un colectivo. De allí que la Iglesia le adjudicará a cierta
juventud
una fuerza de cambio privilegiada para modificar un presente
visualizado como
sombrío, en un contexto de crisis del liberalismo como sistema
de valores. La Iglesia entendía que
era prioritario cristianizar el lugar de
trabajo, partiendo de la premisa de que ámbitos como la
fábrica o el taller
eran de por sí lugares de contacto con adultos, y por ende, los
jóvenes podían
estar cerca de influencias perniciosas (Simonassi, 2011). Ante la
necesidad de
trabajo del joven, el poder disciplinario de la escuela no estaba
presente,
sumándose la visión negativa respecto de los lugares de
trabajo. Será en las
escuelas de enseñanza profesional en donde se podía
encontrar un modelo
disciplinante y moralizador necesario (Blanco, 2011). Porque
precisamente la
enseñanza técnica en el discurso de la Iglesia
tenía el sentido de evitar, a
través de la dignificación del trabajo (sobre todo el
trabajo manual) la
seducción del pecado, del vicio o la “subversión
ideológico política” capaz de
acrecentar el conflicto social. En efecto, el aplacamiento de aquellas
conductas consideradas alejadas del canon pedagógico de los
salesianos, era el
objetivo principal en la formación escolar de los jóvenes
alumnos y futuros
trabajadores del petróleo de Comodoro Rivadavia (Pronko, 2003).
A partir de la
implementación de un modelo
pedagógico denominado “preventivo”[3]
la congregación creó un sistema de pensamiento y de
conductas singulares,
orientado a que el alumno pudiera reconocerse y ser reconocido en
cualquier
situación como un componente de un grupo exclusivo. Este
diseño educacional
lentamente va a perfilar una nueva cultura institucional en las
primeras
décadas del siglo XX, promoviendo la formación de una
elite (la ypefiana)
que adoptase hábitos de pensamiento comunes y que fuese capaz de
promover la
reproducción de ese modelo en el espacio social (Boschilia,
2007).
Además, esa
“vía militar a la cristiandad”
emprendida por la Iglesia argentina en la década del ’30,
implicaba en el
terreno educativo la búsqueda de la re-educación de
aquellos jóvenes
considerados extraviados por la escuela laica, promoviendo la
implantación en
las aulas del espíritu de la educación militar.
Según Loris Zanatta, “el modelo
educativo de la Iglesia estaba inspirado en la vida militar. Esta
habría
identificado en el Ejército al garante de la catolicidad de la
nación,
profundamente compenetrado de la ideología del catolicismo
argentino. Por lo
tanto, Iglesia y Ejército se unieron en defensa de la
argentinidad católica,
constituyendo un bloque político, ideológico y cultural
acabadamente
alternativo contra el laicismo educativo” (1996, p. 316).
Ahora bien, la formación
educativa que
proporcionaba la comunidad salesiana desde sus instituciones,
adquirió nuevos
sentidos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo en la
necesidad de intervenir en el mejoramiento de la condición
física de los
jóvenes. A partir de la mencionada coyuntura se reactualizaron
aquellos
discursos que indicaban que el poder de una nación radicaba en
la posibilidad
de contar con una adecuada organización de su población
para la guerra. Estas
serían las bases de lo que se denominó la
“nación en armas”, aquella concepción
emitida por el mariscal Von der Goltz en 1883, que señalaba la
necesidad de
utilizar el tiempo de paz para alistarse para la guerra, considerando
que la misma
no era ya un asunto que competía solamente a los militares, sino
que era una
cuestión que debía involucrar y comprometer a la
totalidad de un país. De allí
la conveniencia de contar con “reservas instruidas”,
adecuado planeamiento y
preparación en materia de recursos militares[4].
A esto se sumaba, en el marco de
una biologización
del discurso político, la urgencia de “sanear la
nación”, al diagnosticarse que
la sociedad argentina se había convertido en un organismo social
enfermo. En
efecto, el declive de la nación (situación pasible de ser
aprovechada por
enemigos externos e internos en el contexto de conflagración
mundial) se
evidenciaba en la pérdida de vitalidad provocada por la
creciente decadencia
física de la población (Lvovich y Bohoslavsky, 2013).
Esta caracterización “dio
sustento a una serie de prácticas educativas que centraron su
atención en la
educación del cuerpo de los escolares a los efectos de promover
la formación de
una nueva raza sobre la que se edificaría el cuerpo social de la
nación”
(Lionetti, 2011, p. 33). La escuela se constituyó así en
el ámbito propicio
para transmitir saberes que apuntaban a sanear y moralizar el cuerpo de
los
niños (lo cual sugiere la imagen de que dicho cuerpo puede ser
pasible de
corrección, ajuste y encauzamiento), y a través de ellos,
el cuerpo de la
nación (Bombassaro y Fernandez Vaz, 2009).
Teniendo en cuenta la
importancia
estratégica que había adquirido desde 1907, tanto la
cuenca del Golfo San Jorge
en general como Comodoro Rivadavia en particular a partir de su riqueza
petrolífera, era vital contar con recursos humanos prestos para
una
eventualidad bélica: de allí la importancia que
adquirió la condición física de
los jóvenes, asociando la salud física y moral como
elementos determinantes del
poderío militar de la nación. Sobre todo cuando en 1937
se alertaba desde la
prensa local acerca de aquellos jóvenes argentinos que por
deficiencias físicas
debieron ser excluidos del servicio militar obligatorio,
tornándose evidente
que carecían “de condiciones físicas favorables
para afrontar con decisión las
durezas de la vida y constituir, por otra parte, una raza fuerte
promisoria de
grandes destinos”[5].
Se sostenía que varios factores habían contribuido a
ello: la cantidad y
calidad de los alimentos; la ausencia de reglas y hábitos de
higiene; y la
abundancia de viviendas carentes de sol y aire. En cuanto a los
ejercicios
gimnásticos que formaban parte de los programas escolares se
cuestionaba que
tenían una importancia secundaria, que se los aplicaba con un
criterio
esencialmente deportivo o lúdico, y que convivían en su
enseñanza una variedad
de métodos. Es decir, se concluía que la principal causa
de la falta de
fortaleza física en los jóvenes era que hasta el momento
no se contaba con un
sistema de educación física orientada a fines militares.
A la vez se insistía en
que el vigor físico
del ciudadano era lo que definía su potencia para el ejercicio
laboral y
concomitantemente, lo que demostraba cuantitativamente la pujanza de
una
nación. De allí que las prácticas deportivas desde
una concepción militar no
solamente tenían como finalidad cuerpos saludables y socialmente
productivos,
sino que principalmente eran consideradas importantes para la
conformación de
un “músculo de guerra y de trabajo” (Moreno
Gómez, 2009, p. 101), tal como lo
revela la prensa de la época:
La educación física
nos proporciona elementos
capaces de poder combatir aventajadamente los gérmenes
patógenos y alejarnos de
los vicios, tan arraigados, reconquistando de este modo, para algunos
la salud
y conservándola para los demás. De la misma manera que se
endereza una planta,
así despaciosamente, desde temprana edad, se debe comenzar a
practicar
gimnasia, para que de este modo se pueda haber inyectado el deseo y la
voluntad
de ser fuertes, buenos y disciplinados soldados del mañana,
únicos, verdaderos
y sólidos basamentos sobre los cuales descansa el bienestar,
porvenir y
tranquilidad de la patria[6].
Estos discursos que circulaban
profusamente
en torno a la necesidad de una formación física acorde a
la defensa nacional,
permearon los modos de masculinidad[7] promovidos en la escuela salesiana. La masculinidad
construida en
el Colegio Deán Funes desde su creación en 1929,
encontró su cultivo tanto en
los talleres (donde los alumnos aprendieron las relaciones propias del
mundo
laboral), como en los lugares de implementación de
prácticas deportivas (donde
la belleza y buen estado físico fueron asumidos como
símbolos de la unión entre
cuerpo y alma, como emblemas del coraje y del espíritu
masculino). Tal como se
expresa en la revista institucional del colegio denominada “Oro
Negro”, en
donde un ex alumno afirmaba en 1950: “Mi querido colegio: eres un
hogar donde
se forja la robustez del músculo y la suavidad de las almas; en
tu seno
transcurrieron años provechosos al cabo de los cuales se
imprimió tu molde
imborrable en nuestros espíritus”[8].
Como podemos apreciar en la cita
precedente,
allí se sintetizaba el ideal del espíritu masculino
producto de la unión entre
el cuerpo y el alma, dando cuenta además de la perdurabilidad de
los valores
plasmados en los jóvenes durante la experiencia escolar
salesiana en torno a un
modo de ser masculino. Y que los ritos, códigos y
representaciones fueron
reforzados a través de los diversos actores institucionales, en
sintonía con
los preceptos de la pedagogía salesiana. El dispositivo de
prácticas y símbolos
desplegados por el colegio con la firme promoción de YPF
consolidó el “ideal de
formar al buen ciudadano (varón), útil, productivo,
obediente, dócil, sano,
racional y, fundamentalmente, viril”, horizonte que se enmarcaba
en la
“construcción de un cuerpo masculino apto para el trabajo,
para un determinado
estilo de vida moral y para la defensa del territorio nacional”
(Scharagrodsky,
2004, p. 64).
Para los salesianos, el
adiestramiento
deportivo ocupaba un lugar central en el sistema preventivo, pues lo
consideraban motor de la construcción de una identidad
católica y como vehículo
formidable de valores, persiguiendo una finalidad moral y religiosa.
Las
distintas crónicas que reflejan la cotidianeidad escolar a
través de
innumerables fotografías y relatos, presentan un universo
masculino asociado
con las actividades deportivas, siendo el fútbol y el
básquet los más
practicados entre alumnos, profesores y personal eclesiástico.
Como algunos
autores han sostenido, “es frecuente que en las instituciones
educativas jugar
bien al fútbol sea un signo de alto estatus dentro de la
jerarquía masculina,
pues permite poner en juego valores propios de la masculinidad
hegemónica tales
como la competitividad, la agresividad, la disciplina, la fuerza
física, el
valor del sufrimiento, la demostración del valor y el
riesgo” (Rodríguez, 2007,
p. 404). Utilizado como vehículo de relaciones sociales, en los
colegios
católicos el fútbol se constituyó en un deporte
que, además de promover el
establecimiento de redes de sociabilidad, cumplía el papel
esencial de
construcción de masculinidad, desplegándose un conjunto
de técnicas y métodos
de vigilancia y control sobre los movimientos del cuerpo, al cual se lo
adiestra, se le imponen reglas, restricciones y obligaciones. Como ha
sostenido
Norbert Elías (1998), aquí adquiere importancia, tanto en
el nivel individual
como en el colectivo, una ‘liberación controlada de las
emociones’ que está en
el fundamento de la función del deporte en la
civilización occidental. El
deporte cumple la función de liberar las pulsiones agresivas,
buscando que la
violencia se encuentre contenida por reglas dentro de un espacio
– tiempo
delimitado. La interiorización progresiva de las pulsiones, de
las emociones,
de las constricciones, son parte fundamental del ‘proceso de
civilización’ en
su búsqueda por la pacificación del mundo social.
Hasta aquí hemos
analizado el desarrollo de
las propuestas educativas que la congregación salesiana
impulsó en Comodoro
Rivadavia en la primera mitad del siglo XX. Si bien las mismas fueron
vistas
con cierto recelo por parte del estado nacional en sus comienzos, hemos
visto
que el crecimiento posterior se vio favorecido por el auspicio y
contribución
de autoridades de YPF y miembros del ejército. Sobre todo,
porque este modelo,
que preconizaba la figura de hombre viril y saludable, garantizaba la
formación
necesaria para desempeñar dos funciones importantes en la
sociedad capitalista
y para la concepción de familia en el catolicismo: trabajo y
reproducción. En
la siguiente sección presentaremos un análisis de la
apuesta de la comunidad
salesiana para la segunda mitad del siglo XX: el de fundar una
Universidad en
la Patagonia.
El primer antecedente de una
institución de
formación terciaria de la cual se tiene registro en Comodoro
Rivadavia es el
correspondiente a la denominada Universidad Popular de la Patagonia,
fundada el
8 de febrero de 1943 a partir de la iniciativa de un grupo de vecinos,
y con el
apoyo del Comisionado Municipal. El 16 de octubre del mismo año
se aprobó su
estatuto, donde garantizaba los siguientes fines entre otros:
contribuir con la
acción privada al desarrollo de la instrucción y
educación populares, e
impartir enseñanza gratuita, teórica y práctica de
conocimientos útiles. Asimismo,
mediante acuerdo con la Cámara Argentina de Minería, se
dictaron los primeros
cursos de formación vinculados a las industrias extractivas y al
petróleo.
Contaba con el aporte tanto de entidades y sindicatos obreros que
realizaban
aportes periódicos junto al personal de YPF, como de donaciones
privadas como
la de José Menéndez, dueño de la Sociedad
Anónima Ganadería Argentina Menéndez
Behety[9].
No contamos hasta el momento con
información
acerca del desarrollo de esta institución, solamente podemos
verificar que no
tuvo continuidad. De todas maneras, los intentos por concretar una
Universidad
nacional continuaron, sobre todo en el transcurso de 1958. No solamente
a
través del impulso de jóvenes universitarios comodorenses
que estudiaban en
otros lugares del país que decidieron conformar el movimiento
“pro centro
universitario”[10],
sino también a través de representantes políticos
que impulsaron proyectos de
ley para ser tratados en el Congreso de la Nación, en pos de
instalar una
Universidad nacional patagónica con sede central en Comodoro
Rivadavia[11].
Será mediante la
denominada ley Domingorena
de 1958 que se habilitó la oferta académica privada,
transformándose en el
marco regulatorio de lo que posteriormente daría lugar a la
conformación de un
“circuito universitario privado” (Algañaraz Soria,
2019). Mediante el Decreto
1404 de la Inspección General de Enseñanza Universitaria
Privada se dio
autorización a la creación de Universidades no estatales,
siendo en su mayoría
de carácter confesional, dependientes del Episcopado Nacional. Y
durante la
gestión de José María Guido, cuatro universidades
privadas decidieron unirse
para formar el Consejo de Rectores de Universidades Privadas (CRUP): la
Universidad
Católica de Córdoba (1959), la Universidad
Católica Argentina Santa María de
los Buenos Aires (1959), la Universidad del Salvador (1959) y la
Universidad Católica
de Santa Fe (1960) (Baruch Bertocchi, 1987).
Habilitada a partir de este
nuevo marco
normativo, la congregación salesiana concretó en 1961 su
último proyecto
educativo en Comodoro Rivadavia: nos referimos a la Universidad de la
Patagonia
San Juan Bosco (UPSJB). La comunidad católica local tenía
en el horizonte de
expectativas fundar una institución dedicada a continuar la obra
educativa en
el nivel superior, y encontrará un escenario político
favorable luego de 1955.
El derrocamiento del gobierno de Juan Domingo Perón
propició un contexto
alentador para viabilizar tal iniciativa, sobre todo a partir de los
conflictos
que se sucedieron en torno al debate entre la educación laica o
libre. Y, en
segundo lugar, al reposicionamiento que logró la Iglesia,
protagonista de dicho
golpe junto a las fuerzas armadas, adquiriendo nuevos bríos que
le permitió
avanzar sobre el campo educativo.
Un paso fundamental para la
puesta en marcha
de estudios superiores había sido la creación el 31 de
mayo de 1959 del Instituto
Universitario de la Patagonia, con sede en el Colegio Deán
Funes, de
administración privada y bajo la dirección del ingeniero
Julio Kun. El
desarrollo de este emprendimiento fue posible a partir del decreto
firmado por
el Ministro de Educación de la denominada Revolución
Libertadora Atilio
Del Oro Maini en diciembre de 1955 (pocos meses después del
golpe), el cual en
su artículo 28 autorizaba la creación de Universidades
privadas o “libres” con
la facultad de emitir títulos habilitantes (Zanca, 2006). Esto
permitió que la
jerarquía eclesiástica ya no demandara tan sólo la
educación religiosa en las
escuelas públicas, sino que bregara por la existencia de la
educación superior
bajo administración privada, lo cual le posibilitaría
formar una clase dirigente
con afinidad ideológica y ratificar su histórica
influencia en la región. De
allí que en el discurso de inauguración el
Obispo retomó los fundamentos de la generación del
´80, emparentando la
creación de la UPSJB con la denominada “Conquista del
Desierto”, considerando a
este hecho un hito más en la llegada de la
“civilización” a la Patagonia.
Dicho Instituto contemplaba el
funcionamiento de dos escuelas (la de Ciencias y la de Humanidades),
constituyendo un paso necesario para concretar la UPSJB,
creándose
en atención a la realidad
actual del país, y en particular, del sur argentino,
reconociendo que sus
problemas no son únicamente de orden material, sino
también moral y espiritual.
Por tal razón, sus fines son no sólo dar a la Patagonia
los intelectuales, investigadores
y técnicos que necesita, sino, además, dotarlos de una
formación cristiana y
humanista, de modo que su labor resulte en la reafirmación del
sentimiento
tradicional del pueblo argentino como integrante de la comunidad
occidental y
cristiana[12].
Esta institución
salesiana guardaba
coherencia con el modelo educativo ya instaurado en los estudios
secundarios,
dado que el objetivo seguía siendo el mismo, esto es
educación técnica al
servicio de la explotación tanto petrolera como de otros
minerales, bajo el
espíritu de una “formación cristiana y
humanista”. Mediante decreto n° 2923 del
28 de agosto de 1961 el gobierno de la provincia del Chubut le
concedió
personería jurídica a la Universidad, y en 1963 en
coincidencia con el 50
aniversario de la llegada de los salesianos a Comodoro Rivadavia, el
Ministerio
de Educación comenzó a reconocer los títulos.
Se ha sostenido que los
años de la
denominada “Revolución Argentina” fueron los
más prósperos para las
universidades católicas, no solamente porque un sector
importante de académicos
nacionalistas formados en ellas ocuparon cargos de relevancia en el
aparato
burocrático, sino porque además el “circuito
universitario privado” pudo
expandirse a nivel nacional. Ese progreso se vio fortalecido sobre todo
a partir
de la articulación entre la cúpula militar y su par
eclesiástico, interesados y
preocupados en enfrentar el “peligro comunista”
(Algañaraz Soria, 2019). De
allí que este modelo educativo salesiano era considerado una
“admirable
creación”, que prometía no sólo ser
exportable a otros lugares de la Patagonia,
sino que además lograba concretar todos los ciclos con la
formación
universitaria, y sobre todo, aislado de la conflictividad universitaria
que se
vivía en otros lugares del país. Julio Lagos, quien fuera
gobernador militar de
Comodoro Rivadavia y uno de los activos golpistas de 1955, destacaba lo
siguiente en 1967:
Con el desarrollo de sus obras
los salesianos
están anticipándose a tareas que debió realizar el
estado en beneficio de
aquellas alejadas poblaciones en las que no se debió descuidar
la educación
universitaria. Las instituciones salesianas funcionarán sin
mayores problemas y
sin las preocupaciones que aquejan a sus similares nacionales con sus
huelgas
de empleados y estudiantes, sus eternas contiendas políticas e
ideologías y la
discusión de sus grandes presupuestos constantemente en aumento
(1967, p. 81).
Sin embargo, a pesar del
optimismo
anteriormente expresado, la autoritaria intervención del
gobierno de Juan
Carlos Onganía (que dio comienzo a un período dictatorial
autodenominado Revolución
Argentina en 1966) en las universidades provocaría
consecuencias inéditas.
En efecto, la supresión tanto de la autonomía
universitaria como del co
gobierno estudiantil, iniciaría un proceso de ascenso de los
estudiantes como
factor político contra la dictadura, y será el denominado
Cordobazo la
expresión de protesta que obligó a la dictadura a rever y
considerar nuevas
medidas para evitar futuras movilizaciones estudiantiles.
Precisamente a días de la
rebelión
cordobesa, y en el marco de la conmemoración de los diez
años de la fundación
de los estudios universitarios por parte de los salesianos en Comodoro
Rivadavia, el diario El Patagónico hacía un
balance de los logros de la
UPSJB. Allí se destacaba entre otros aspectos la
capacitación de profesionales
en las ramas técnicas que generaba un programa integral de
desarrollo para la
región; la especialización científica de la
juventud sin desarraigarla; y la
integración de las provincias patagónicas en torno a un
proyecto educativo[13].
Pero acorde con aquellos días en que la opinión
pública se había visto sacudida
con los sucesos de Córdoba, es necesario resaltar que en ese
mismo marco
conmemorativo los estudiantes vieron la oportunidad de demandar su
participación
en los asuntos de la UPSJB en estos términos: “pedimos con
la energía de
nuestra joven sangre que se nos deje tratar de solucionar sus
problemas, de
participar de su conducción”[14].
La desconsideración de
estos pedidos derivó
en que a comienzos de la década del ’70 el proyecto
educativo universitario
salesiano se encontrara en crisis. Los estudiantes continuaron
demandando la
renovación de sus estructuras, mayor calidad académica y
la participación en
las decisiones, las cuales se fueron articulando con la necesidad de
instalar
una Universidad nacional en Comodoro Rivadavia. Dichas reivindicaciones
comenzaron a trascender el plano meramente académico, donde la
demanda por la
nacionalización se constituyó en el elemento cohesionador
de la militancia estudiantil
universitaria, objetivo que también se perseguía en otras
Universidades del
país (Seia y Califa, 2017; Aminahuel, 2017; Monasterolo y
Pittaluga, 2018;
Navas, 2018).
La cuestión universitaria
adquirió
trascendencia en la prensa local, haciéndose eco de la demanda
estudiantil por
una universidad nacional, e interrogándose acerca de las
posibilidades de su
concreción:
Pero, ¿es necesaria la
instalación de una
Universidad nacional para la región patagónica con sede
en nuestra ciudad,
existiendo una entidad similar privada? Entendemos que sí, pues
ambas casas no
son excluyentes entre si y la oficial podría abarcar otros
campos de la
enseñanza no contemplados actualmente en la de régimen
privado, aparte de
existir el importantísimo factor de la gratuidad de los estudios
desde el punto
de vista arancelario que hoy, obviamente no se da. Puede existir
inclusive,
dentro de la gran política universitaria que algún
día será menester encarar en
la Patagonia la posibilidad de conjugar la existencia de ambas
universidades
(la estatal y la particular) mediante algún tipo de
fusión o asociación a la
que podrían aplicarse mediante la vía de la partida
presupuestaria que hoy se
diluye por el camino del subsidio, un mayor aporte de la comunidad que,
en
definitiva es quien en última instancia sostiene los dos tipos
de
establecimientos de enseñanza superior[15].
La demanda por una universidad
nacional se
concretaría finalmente en mayo de 1974, a partir de la
gestión del Ministro de
Cultura y Educación Jorge Taiana, en el período iniciado
bajo la presidencia de
Héctor J. Cámpora en 1973. Luego de la asunción de
Taiana, se dispuso la
intervención de todas las Universidades, incluidas las privadas
como la
salesiana de Comodoro Rivadavia, siendo un hecho inédito que
denotaba la
efervescencia del período. Durante los primeros meses de la
gestión Taiana
(mayo – junio de 1973) fueron tomadas las Universidades
nacionales y cátedras
por parte de grupos estudiantiles (mayoritariamente la Juventud
Universitaria
Peronista) que solicitaban la intervención de las instituciones
como antesala
para su estatización. La mayoría de los rectores
interventores propuestos eran
afines al gobierno nacional y particularmente cercanos a los sectores
de la
izquierda peronista y a la agrupación Montoneros (Friedemann,
2011). Desde la
asunción de Taiana hasta la gestión de Ivanisevich, la
Universidad argentina
atravesó un período convulsionado, en sintonía con
las disputas al interior del
peronismo (Califa – Millan, 2016). El Ministro Taiana
elaboró un proyecto de
educación superior que generó una intensa
politización en el campo
universitario: intervención de Universidades nacionales;
designación de
autoridades vinculadas a la tendencia revolucionaria de la Juventud
Peronista;
reincorporación de profesores expulsados de la Universidad entre
1955 y 1973;
cesantía de docentes identificados con la dictadura de 1966 y de
quienes
trabajaban como empleados de empresas multinacionales; y
establecimiento para
1974 de un ingreso irrestricto en las Universidades del estado. La Ley
Taiana
expresaba esa particular coyuntura, y debe ser entendida “como la
cristalización
de una configuración compleja de fuerzas y actores en una
situación y un
momento específico” (Friedemann, 2011).
Sin lugar a dudas, por estos
años se estaba
ante la necesidad de regularizar la cuestión universitaria en
Comodoro
Rivadavia, llegando a 1979 con la superposición de dos
Universidades, luego del
levantamiento de la intervención de la Universidad salesiana en
1975. Su
resolución era tan esperada para la comunidad comodorense, que
era sobre el
único tema que se esperaba una respuesta de parte de Videla en
su visita a la
ciudad para la inauguración de la Catedral San Juan Bosco. Para
los sectores adherentes
al régimen la resolución del problema universitario
requería urgencia, dado que
no solo era vista como una obra de progreso para la región, sino
que se trataba
de una cuestión de importancia geopolítica y de defensa
de la soberanía
nacional en la Patagonia, teniendo en cuenta el contexto demarcado por
el
conflicto con Chile por el Canal de Beagle.
Aquella fusión de las dos
estructuras universitarias
que había imaginado la prensa a inicios de la década del
’70 finalmente
acontecería en 1980, en pleno contexto de la última
experiencia dictatorial,
período en donde la política universitaria reforzó
el control y la depuración
de aquellos elementos considerados “subversivos” (ya
iniciada en 1974), que se
extendió en el marco del terrorismo estatal. Finalmente,
mediante un convenio
de unificación suscripto el 31 de agosto de 1979 entre el
ministro de Cultura y
Educación de la Nación Juan Rafael Llerena Amadeo y el
obispo de Comodoro
Rivadavia monseñor Argimiro Daniel Moure, se dio lugar a la
fusión de las dos
universidades. La primera cláusula que se aseguró la
jerarquía eclesiástica fue
que “el organismo universitario resultante se denominará
Universidad Nacional
de la Patagonia San Juan Bosco”[16].
A cambio, el Obispado cedía el edificio universitario en
construcción, la
documentación científica y bibliográfica, entre
otros bienes.
El rol de defensa de la
soberanía que la
UNPSJB asumiría quedó plasmado en el discurso de su
primer rector el presbítero
Norberto Sorrentino, en el día de la inauguración:
su ámbito de influencia
le
otorga a la Universidad una finalidad peculiar, toda vez que su
accionar queda
enmarcado en un hecho geopolítico de enorme relevancia. Se trata
del tema de la
soberanía. En momentos históricos tan difíciles y
en circunstancias
especialmente graves para nuestro país en orden a la defensa de
su territorio
austral, nuestra Universidad no puede permanecer indiferente a esta
situación.
Nosotros reafirmamos hoy, con honor y con emoción, en este
Comodoro Rivadavia,
y al asumir nuestra función de Rector de la Universidad Nacional
de la
Patagonia, nuestro compromiso claro y definido de poner la Comunidad
Universitaria al servicio y en la defensa irrenunciable de nuestra
soberanía
espiritual y territorial[17].
Sin dudas el análisis
aquí presentado da
cuenta del predominio que tuvo la congregación salesiana en la
educación de la
ciudad más importante de la Patagonia central. Desde las
instituciones
educativas fundadas a lo largo del siglo XX supo incidir tanto en la
construcción de un modelo de masculinidad como una forma
cristiana de concebir
el mundo laboral, que trascendió el espacio escolar. Este
proceso se vio
favorecido en aquellas coyunturas políticas que generaron
condiciones de
posibilidad para el crecimiento de dicho modelo educativo, teniendo en
cuenta
la alternancia entre dictadura y democracia que caracterizó al
sistema político
argentino durante casi todo el siglo XX.
Si bien el punto máximo
de esta hegemonía se
alcanzó en 1961 con la concreción de la UPSJB,
también el período demarcado
entre 1980 y 1983 bajo el rectorado del Presbítero Norberto
Sorrentino colocó a
la institución universitaria en un lugar de protagonismo en
cuanto a su rol en
la defensa de la soberanía nacional, en el marco de una
expansión del discurso
del nacionalismo territorial en Argentina. Sin embargo, será con
la vuelta a la
democracia en 1983 que el predominio católico - salesiano
comenzará a decaer en
el ámbito universitario, no sin dejar de estar ausente en
algunas memorias en
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[1] Crónica, 9 de junio de 1979, p. 5.
[2] En 1941, con motivo del recordatorio del Descubrimiento
del
Petróleo, se destacaba el apoyo de YPF a diversos
emprendimientos educativos de
la congregación salesiana. El Chubut,
Comodoro Rivadavia, 13 de diciembre de 1941, p. 9.
[3] Los salesianos pusieron en práctica un sistema
educativo elaborado
por ellos mismos denominado sistema preventivo, por oposición al
represivo, que
consistía “en dar a conocer las
prescripciones y reglamentos y vigilar después de manera que los
alumnos
tuvieran siempre sobre sí la mirada del Director o de los
asistentes, quienes
sirven de guía y corrigen a los niños con
amabilidad”. Se ha señalado que
el sistema preventivo no era un modelo educativo sino un método
disciplinario,
que incorporó como novedad el afecto a las relaciones
personales, concibiendo a
la relación entre educadores y educandos en forma análoga
a la de padres e
hijos (Landaburu, 2003).
[4] Además de los aspectos señalados, una
“nación en armas” demandaba
de la cohesión del frente interno, es decir que se debía
instalar una perfecta
tregua entre los diversos sectores de la sociedad, suspendiendo los
conflictos.
A esto debía sumarse un adecuado desarrollo industrial (nos
referimos a la
siderurgia, la química y el petróleo) para lograr una
industria bélica propia
(López, 2009).
[5] El Chubut, Comodoro
Rivadavia, 30 de enero de 1937, p. 7.
[6] El Chubut, Comodoro
Rivadavia, 3 de abril, 1947, p. 6.
[7] Entendemos a la construcción de la masculinidad
como un proceso
colectivo, de modo que varias masculinidades son construidas en
dependencia
unas de otras, y también en relación a las feminidades
(Bourdieu, 2000). Dichas
identidades no son estáticas, sino que están
histórica y espacialmente
situadas, al tiempo que una forma hegemónica de masculinidad
tiende a erigirse
como dominante, ejerciendo gran influencia y autoridad en un contexto y
tiempo
determinado. La configuración de la masculinidad en el
ámbito educativo es un
proceso complejo, lleno de confusiones y contradicciones, en el que
influyen
una multitud de variables, como por ejemplo la etnia, la clase social,
el
contexto cultural, la cultura familiar, la cultura escolar, la edad y
la
orientación sexual. Asimismo, cada escuela dispone de su propio
régimen de
género, que está formado por expectativas, reglas y
rutinas, creando diferentes
repertorios de acción con profundos efectos en la
configuración de la identidad
personal. Además, la configuración de una identidad
masculina es una empresa
colectiva y está unida a la adquisición de estatus dentro
del grupo de
compañeros.
[8] Revista Oro Negro, 1950,
Archivo del Colegio Salesiano Deán Funes.
[9] Cincuentenario de Comodoro Rivadavia. 1901 – 23 de
febrero – 1951,
Editorial El Rivadavia, Comodoro Rivadavia.
[10] El Rivadavia, 14 de
agosto de 1958, p. 3.
[11] El Rivadavia, 3 de julio
de 1958, p. 1.
[12] Anales de la Universidad de la Patagonia San Juan Bosco,
julio de
1964, n° 1, p. 12.
[13] El Patagónico, 4 de junio
de 1969, p. 12.
[14] El Patagónico, 7 de junio
de 1969, p. 13.
[15] Crónica, 2 de febrero de
1972, p. 4.
[16] Ministerio de Cultura y Educación, Convenio de
Unificación, folio
3.
[17] Discurso del Sr. Rector Rvdo. Padre Lic. Norberto
Sorrentino, con
motivo de la asunción de su cargo, Comodoro Rivadavia, 19 de
marzo de 1980,
Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, pp. 6-7.