Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación

Escuelas y universidad de la congregación salesiana en la Patagonia argentina durante el siglo XX: una mirada crítica desde Comodoro Rivadavia

Schools and University of the Salesian Congregation in the Argentine Patagonia During the 20th Century:
a Critical View from Comodoro Rivadavia

Gabriel Alejandro Carrizo

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas,

Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco,

Universidad Nacional de la Patagonia Austral, Argentina.

ORCID  https://orcid.org/0000-0002-9013-0321

gabo.carrizo@gmail.com

Recibido: 15/11/2021

Aceptado: 20/12/2021

DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.034


Resumen. El artículo propuesto para el dossier busca presentar un análisis de las experiencias educativas que la congregación salesiana desarrolló en la Patagonia argentina durante el siglo XX. Situaremos nuestro estudio en la ciudad de Comodoro Rivadavia (Chubut), la cual, a partir de 1907 con el descubrimiento del petróleo, y sobre todo con la creación de la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) en 1922, pasó a contar con un importante movimiento obrero. Estos aspectos contribuyeron para que la congregación pudiera desarrollar cuatro propuestas educativas que iban desde el nivel primario al universitario, dado que garantizaba una formación técnica y cristiana para los jóvenes que posteriormente ingresarían al mundo del trabajo petrolero.

Palabras clave. Educación, Comunidad salesiana, Patagonia, Universidad, Trabajo.


Abstract. The article proposed for the dossier seeks to present an analysis of the educational experiences that the Salesian congregation developed in Argentine Patagonia during the 20th century. We will locate our study in the city of Comodoro Rivadavia (Chubut), which, from 1907 with the discovery of oil, and especially with the creation of the company Yacimientos Petrolifos Fiscales (YPF) in 1922, began to have an important movement worker. These aspects contributed so that the congregation could develop four educational proposals that ranged from primary to university level, since it guaranteed a technical and Christian training for the young people who would later enter the world of oil work.

Keywords. Education, Salesian community, Patagonia, University, Work.


Introducción


En junio de 1979 llegaría a Comodoro Rivadavia (provincia de Chubut) para asistir a la consagración de la catedral San Juan Bosco Jorge Rafael Videla, en el marco de enormes expectativas creadas en torno a su arribo a la ciudad del sur argentino, dado que venía a inaugurar una obra que significaba un viejo anhelo de la comunidad católica local. En la prensa podían leerse las siguientes palabras de bienvenida, en donde se resaltaba la trayectoria educativa de la propuesta salesiana en la ciudad:

Al margen de las iglesias que se encuentran en los diferentes barrios de esta localidad, el colegio Domingo Savio, la Escuela Juan XXIII, el colegio Deán Funes de cuyas aulas y talleres egresaron muchos artesanos y técnicos de los que hoy componen la estructura de nuestra empresa, y otros positivos trabajos, hablan a las claras de que no solamente se ha buscado el cultivo de la pureza del espíritu, sino también enriquecer los conocimientos primarios y secundarios para la formación de ciudadanos en condiciones de poder así servir mejor no solamente a Dios sino también a la Patria. (…) Desde entonces corren paralelos, la superación religiosa y el desarrollo y engrandecimiento de Yacimientos Petrolíferos Fiscales[1].

Para los firmantes de esta carta de bienvenida a Videla, los trabajadores petroleros de Comodoro Rivadavia nucleados en el Sindicato Unido Petroleros del Estado (SUPE), la inauguración de la catedral vendría a coronar el lugar que había alcanzado la congregación salesiana en el desarrollo no sólo espiritual, sino también educativo de la ciudad desde las primeras décadas del siglo XX. De allí que nos interese presentar un análisis de la experiencia educativa expandida por los curas salesianos en una ciudad fundada en 1901, pero que desde 1907 su desarrollo social y económico estuvo estrechamente vinculada a la explotación petrolífera. A lo largo de las décadas que serán analizadas, nos abocaremos a estudiar por lo menos tres aspectos que formaron parte de dicha propuesta educativa: las formas que fue adquiriendo el discurso corporal y la imposición de un modo de masculinidad; la estrategia que implementaron los salesianos para acercar la doctrina cristiana al mundo del trabajo; y finalmente el programa universitario orientado a los jóvenes basada en una educación técnica y espiritual al servicio de la explotación del recurso petrolífero. Al final del texto presentaremos las conclusiones a las cuales hemos arribado.


Formación técnica y masculinidad:el proyecto educativo salesiano en la primera mitad del siglo XX


Los Salesianos llegaron al sur argentino en 1875 con el firme propósito de evangelizarlo, en el marco de un proyecto integrador, misionero, educativo y social (Pierini, 2013). Este arribo había ocasionado una serie de tensiones entre el estado nacional y la Iglesia católica (Bertoni, 2009), razón por la cual las escuelas salesianas fueron consideradas en un primer momento un elemento negativo, dudándose de su verdadero propósito de “argentinización” (Nicoletti, 2002). Pero ante la imposibilidad de la Iglesia metropolitana de realizar su acción misionera en la Patagonia, la congregación pudo pasar a ocuparse de la evangelización y educación de los indígenas.

En el caso de Comodoro Rivadavia, será en la educación para el trabajo que los salesianos encontraron el acompañamiento necesario del Estado, disponiendo de una amplia libertad de acción. En 1913 fundarían el Colegio Miguel Rúa, una de las primeras experiencias educativas en la ciudad, que dio inicio a la obra estable de los salesianos en la región. A partir de la intensificación de los vínculos entre los padres salesianos y las autoridades de la Explotación Nacional de Petróleo, durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear (1922 – 1928) se decretaría el otorgamiento de una superficie aproximada de cuatro hectáreas y media (Bruno, 1993). Así es que para el año 1929, los Salesianos fundarían el Colegio Deán Funes, contando para los primeros años de existencia con la decisiva ayuda del primer Director de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) el General Enrique Mosconi (1983).

A través de los años, tanto los distintos administradores de la empresa estatal petrolífera, como los sucesivos directores del colegio Deán Funes, establecieron vínculos cada vez más sólidos, razón por la cual los hechos más significativos de la vida escolar estuvieron unidos indefectiblemente a las acciones de YPF[2], dando lugar a una serie de contraprestaciones (Infeld, 2007). De allí que, en las celebraciones católicas, donaciones, pago de sueldos y premios a los alumnos, fuera posible observar la presencia y contribución tanto de autoridades de la empresa estatal como del ámbito castrense. A la vez, la congregación le garantizaba a YPF la disciplina de los niños (hijos de sus agentes) mediante la educación para el trabajo, colaborando en la moralización de los futuros trabajadores, ante la percepción del crecimiento de la “peligrosa” influencia del comunismo en el movimiento obrero (Carrizo, 2009).

Los religiosos organizaron una educación técnica orientada a los jóvenes por considerarlos inexpertos y maleables, para formarlos y organizarlos en fuerza apta para ser incorporada al sistema productivo, en el marco de un creciente avance de los saberes técnicos en la cultura argentina (Dussel y Pineau, 2003). La necesidad de una formación técnica y cristiana de los jóvenes, identificados con los intereses de la nación (y por ende de YPF) daría lugar a la concreción de una Escuela de Artes y Oficios en 1937, institución educativa que le permitiría consolidar a la congregación la presencia católica en la vida pública. Desde allí impondría valores morales y pautas disciplinarias dirigidas a obtener individuos dóciles y trabajadores tal como lo requería la industria petrolera, objetivo que era apreciado por miembros del Ejército asentados en la región. En este sentido, la escuela sería concebida como una “fortaleza encargada de velar por el cumplimiento de ese afán de constitución de un ‘sujeto pedagógico’ específico a través de las ceremonias y actos que mezclaban los ‘ritos nacionales’ con los ‘ritos ypefianos’”, imprimiendo en los educandos que el sentido de civilización y progreso estaban asociados no sólo a la institución escolar, sino también a los destinos de YPF (Racedo, 2000).

El desarrollo de esta institución educativa se enmarcaba en un clima de ideas que ofrecía la década del ’30, en donde el catolicismo comenzó a concebir al joven como un sujeto político transformador, pasible de ser organizado en un colectivo. De allí que la Iglesia le adjudicará a cierta juventud una fuerza de cambio privilegiada para modificar un presente visualizado como sombrío, en un contexto de crisis del liberalismo como sistema de valores. La Iglesia entendía que era prioritario cristianizar el lugar de trabajo, partiendo de la premisa de que ámbitos como la fábrica o el taller eran de por sí lugares de contacto con adultos, y por ende, los jóvenes podían estar cerca de influencias perniciosas (Simonassi, 2011). Ante la necesidad de trabajo del joven, el poder disciplinario de la escuela no estaba presente, sumándose la visión negativa respecto de los lugares de trabajo. Será en las escuelas de enseñanza profesional en donde se podía encontrar un modelo disciplinante y moralizador necesario (Blanco, 2011). Porque precisamente la enseñanza técnica en el discurso de la Iglesia tenía el sentido de evitar, a través de la dignificación del trabajo (sobre todo el trabajo manual) la seducción del pecado, del vicio o la “subversión ideológico política” capaz de acrecentar el conflicto social. En efecto, el aplacamiento de aquellas conductas consideradas alejadas del canon pedagógico de los salesianos, era el objetivo principal en la formación escolar de los jóvenes alumnos y futuros trabajadores del petróleo de Comodoro Rivadavia (Pronko, 2003).

A partir de la implementación de un modelo pedagógico denominado “preventivo”[3] la congregación creó un sistema de pensamiento y de conductas singulares, orientado a que el alumno pudiera reconocerse y ser reconocido en cualquier situación como un componente de un grupo exclusivo. Este diseño educacional lentamente va a perfilar una nueva cultura institucional en las primeras décadas del siglo XX, promoviendo la formación de una elite (la ypefiana) que adoptase hábitos de pensamiento comunes y que fuese capaz de promover la reproducción de ese modelo en el espacio social (Boschilia, 2007).

Además, esa “vía militar a la cristiandad” emprendida por la Iglesia argentina en la década del ’30, implicaba en el terreno educativo la búsqueda de la re-educación de aquellos jóvenes considerados extraviados por la escuela laica, promoviendo la implantación en las aulas del espíritu de la educación militar. Según Loris Zanatta, “el modelo educativo de la Iglesia estaba inspirado en la vida militar. Esta habría identificado en el Ejército al garante de la catolicidad de la nación, profundamente compenetrado de la ideología del catolicismo argentino. Por lo tanto, Iglesia y Ejército se unieron en defensa de la argentinidad católica, constituyendo un bloque político, ideológico y cultural acabadamente alternativo contra el laicismo educativo” (1996, p. 316).

Ahora bien, la formación educativa que proporcionaba la comunidad salesiana desde sus instituciones, adquirió nuevos sentidos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo en la necesidad de intervenir en el mejoramiento de la condición física de los jóvenes. A partir de la mencionada coyuntura se reactualizaron aquellos discursos que indicaban que el poder de una nación radicaba en la posibilidad de contar con una adecuada organización de su población para la guerra. Estas serían las bases de lo que se denominó la “nación en armas”, aquella concepción emitida por el mariscal Von der Goltz en 1883, que señalaba la necesidad de utilizar el tiempo de paz para alistarse para la guerra, considerando que la misma no era ya un asunto que competía solamente a los militares, sino que era una cuestión que debía involucrar y comprometer a la totalidad de un país. De allí la conveniencia de contar con “reservas instruidas”, adecuado planeamiento y preparación en materia de recursos militares[4].

A esto se sumaba, en el marco de una biologización del discurso político, la urgencia de “sanear la nación”, al diagnosticarse que la sociedad argentina se había convertido en un organismo social enfermo. En efecto, el declive de la nación (situación pasible de ser aprovechada por enemigos externos e internos en el contexto de conflagración mundial) se evidenciaba en la pérdida de vitalidad provocada por la creciente decadencia física de la población (Lvovich y Bohoslavsky, 2013). Esta caracterización “dio sustento a una serie de prácticas educativas que centraron su atención en la educación del cuerpo de los escolares a los efectos de promover la formación de una nueva raza sobre la que se edificaría el cuerpo social de la nación” (Lionetti, 2011, p. 33). La escuela se constituyó así en el ámbito propicio para transmitir saberes que apuntaban a sanear y moralizar el cuerpo de los niños (lo cual sugiere la imagen de que dicho cuerpo puede ser pasible de corrección, ajuste y encauzamiento), y a través de ellos, el cuerpo de la nación (Bombassaro y Fernandez Vaz, 2009).

Teniendo en cuenta la importancia estratégica que había adquirido desde 1907, tanto la cuenca del Golfo San Jorge en general como Comodoro Rivadavia en particular a partir de su riqueza petrolífera, era vital contar con recursos humanos prestos para una eventualidad bélica: de allí la importancia que adquirió la condición física de los jóvenes, asociando la salud física y moral como elementos determinantes del poderío militar de la nación. Sobre todo cuando en 1937 se alertaba desde la prensa local acerca de aquellos jóvenes argentinos que por deficiencias físicas debieron ser excluidos del servicio militar obligatorio, tornándose evidente que carecían “de condiciones físicas favorables para afrontar con decisión las durezas de la vida y constituir, por otra parte, una raza fuerte promisoria de grandes destinos”[5]. Se sostenía que varios factores habían contribuido a ello: la cantidad y calidad de los alimentos; la ausencia de reglas y hábitos de higiene; y la abundancia de viviendas carentes de sol y aire. En cuanto a los ejercicios gimnásticos que formaban parte de los programas escolares se cuestionaba que tenían una importancia secundaria, que se los aplicaba con un criterio esencialmente deportivo o lúdico, y que convivían en su enseñanza una variedad de métodos. Es decir, se concluía que la principal causa de la falta de fortaleza física en los jóvenes era que hasta el momento no se contaba con un sistema de educación física orientada a fines militares.

A la vez se insistía en que el vigor físico del ciudadano era lo que definía su potencia para el ejercicio laboral y concomitantemente, lo que demostraba cuantitativamente la pujanza de una nación. De allí que las prácticas deportivas desde una concepción militar no solamente tenían como finalidad cuerpos saludables y socialmente productivos, sino que principalmente eran consideradas importantes para la conformación de un “músculo de guerra y de trabajo” (Moreno Gómez, 2009, p. 101), tal como lo revela la prensa de la época:

La educación física nos proporciona elementos capaces de poder combatir aventajadamente los gérmenes patógenos y alejarnos de los vicios, tan arraigados, reconquistando de este modo, para algunos la salud y conservándola para los demás. De la misma manera que se endereza una planta, así despaciosamente, desde temprana edad, se debe comenzar a practicar gimnasia, para que de este modo se pueda haber inyectado el deseo y la voluntad de ser fuertes, buenos y disciplinados soldados del mañana, únicos, verdaderos y sólidos basamentos sobre los cuales descansa el bienestar, porvenir y tranquilidad de la patria[6].

Estos discursos que circulaban profusamente en torno a la necesidad de una formación física acorde a la defensa nacional, permearon los modos de masculinidad[7] promovidos en la escuela salesiana. La masculinidad construida en el Colegio Deán Funes desde su creación en 1929, encontró su cultivo tanto en los talleres (donde los alumnos aprendieron las relaciones propias del mundo laboral), como en los lugares de implementación de prácticas deportivas (donde la belleza y buen estado físico fueron asumidos como símbolos de la unión entre cuerpo y alma, como emblemas del coraje y del espíritu masculino). Tal como se expresa en la revista institucional del colegio denominada “Oro Negro”, en donde un ex alumno afirmaba en 1950: “Mi querido colegio: eres un hogar donde se forja la robustez del músculo y la suavidad de las almas; en tu seno transcurrieron años provechosos al cabo de los cuales se imprimió tu molde imborrable en nuestros espíritus”[8].

Como podemos apreciar en la cita precedente, allí se sintetizaba el ideal del espíritu masculino producto de la unión entre el cuerpo y el alma, dando cuenta además de la perdurabilidad de los valores plasmados en los jóvenes durante la experiencia escolar salesiana en torno a un modo de ser masculino. Y que los ritos, códigos y representaciones fueron reforzados a través de los diversos actores institucionales, en sintonía con los preceptos de la pedagogía salesiana. El dispositivo de prácticas y símbolos desplegados por el colegio con la firme promoción de YPF consolidó el “ideal de formar al buen ciudadano (varón), útil, productivo, obediente, dócil, sano, racional y, fundamentalmente, viril”, horizonte que se enmarcaba en la “construcción de un cuerpo masculino apto para el trabajo, para un determinado estilo de vida moral y para la defensa del territorio nacional” (Scharagrodsky, 2004, p. 64).

Para los salesianos, el adiestramiento deportivo ocupaba un lugar central en el sistema preventivo, pues lo consideraban motor de la construcción de una identidad católica y como vehículo formidable de valores, persiguiendo una finalidad moral y religiosa. Las distintas crónicas que reflejan la cotidianeidad escolar a través de innumerables fotografías y relatos, presentan un universo masculino asociado con las actividades deportivas, siendo el fútbol y el básquet los más practicados entre alumnos, profesores y personal eclesiástico. Como algunos autores han sostenido, “es frecuente que en las instituciones educativas jugar bien al fútbol sea un signo de alto estatus dentro de la jerarquía masculina, pues permite poner en juego valores propios de la masculinidad hegemónica tales como la competitividad, la agresividad, la disciplina, la fuerza física, el valor del sufrimiento, la demostración del valor y el riesgo” (Rodríguez, 2007, p. 404). Utilizado como vehículo de relaciones sociales, en los colegios católicos el fútbol se constituyó en un deporte que, además de promover el establecimiento de redes de sociabilidad, cumplía el papel esencial de construcción de masculinidad, desplegándose un conjunto de técnicas y métodos de vigilancia y control sobre los movimientos del cuerpo, al cual se lo adiestra, se le imponen reglas, restricciones y obligaciones. Como ha sostenido Norbert Elías (1998), aquí adquiere importancia, tanto en el nivel individual como en el colectivo, una ‘liberación controlada de las emociones’ que está en el fundamento de la función del deporte en la civilización occidental. El deporte cumple la función de liberar las pulsiones agresivas, buscando que la violencia se encuentre contenida por reglas dentro de un espacio – tiempo delimitado. La interiorización progresiva de las pulsiones, de las emociones, de las constricciones, son parte fundamental del ‘proceso de civilización’ en su búsqueda por la pacificación del mundo social.

Hasta aquí hemos analizado el desarrollo de las propuestas educativas que la congregación salesiana impulsó en Comodoro Rivadavia en la primera mitad del siglo XX. Si bien las mismas fueron vistas con cierto recelo por parte del estado nacional en sus comienzos, hemos visto que el crecimiento posterior se vio favorecido por el auspicio y contribución de autoridades de YPF y miembros del ejército. Sobre todo, porque este modelo, que preconizaba la figura de hombre viril y saludable, garantizaba la formación necesaria para desempeñar dos funciones importantes en la sociedad capitalista y para la concepción de familia en el catolicismo: trabajo y reproducción. En la siguiente sección presentaremos un análisis de la apuesta de la comunidad salesiana para la segunda mitad del siglo XX: el de fundar una Universidad en la Patagonia.


El proyecto universitario de la comunidad salesiana en la segunda mitad del siglo XX


El primer antecedente de una institución de formación terciaria de la cual se tiene registro en Comodoro Rivadavia es el correspondiente a la denominada Universidad Popular de la Patagonia, fundada el 8 de febrero de 1943 a partir de la iniciativa de un grupo de vecinos, y con el apoyo del Comisionado Municipal. El 16 de octubre del mismo año se aprobó su estatuto, donde garantizaba los siguientes fines entre otros: contribuir con la acción privada al desarrollo de la instrucción y educación populares, e impartir enseñanza gratuita, teórica y práctica de conocimientos útiles. Asimismo, mediante acuerdo con la Cámara Argentina de Minería, se dictaron los primeros cursos de formación vinculados a las industrias extractivas y al petróleo. Contaba con el aporte tanto de entidades y sindicatos obreros que realizaban aportes periódicos junto al personal de YPF, como de donaciones privadas como la de José Menéndez, dueño de la Sociedad Anónima Ganadería Argentina Menéndez Behety[9].

No contamos hasta el momento con información acerca del desarrollo de esta institución, solamente podemos verificar que no tuvo continuidad. De todas maneras, los intentos por concretar una Universidad nacional continuaron, sobre todo en el transcurso de 1958. No solamente a través del impulso de jóvenes universitarios comodorenses que estudiaban en otros lugares del país que decidieron conformar el movimiento “pro centro universitario”[10], sino también a través de representantes políticos que impulsaron proyectos de ley para ser tratados en el Congreso de la Nación, en pos de instalar una Universidad nacional patagónica con sede central en Comodoro Rivadavia[11].

Será mediante la denominada ley Domingorena de 1958 que se habilitó la oferta académica privada, transformándose en el marco regulatorio de lo que posteriormente daría lugar a la conformación de un “circuito universitario privado” (Algañaraz Soria, 2019). Mediante el Decreto 1404 de la Inspección General de Enseñanza Universitaria Privada se dio autorización a la creación de Universidades no estatales, siendo en su mayoría de carácter confesional, dependientes del Episcopado Nacional. Y durante la gestión de José María Guido, cuatro universidades privadas decidieron unirse para formar el Consejo de Rectores de Universidades Privadas (CRUP): la Universidad Católica de Córdoba (1959), la Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires (1959), la Universidad del Salvador (1959) y la Universidad Católica de Santa Fe (1960) (Baruch Bertocchi, 1987).

Habilitada a partir de este nuevo marco normativo, la congregación salesiana concretó en 1961 su último proyecto educativo en Comodoro Rivadavia: nos referimos a la Universidad de la Patagonia San Juan Bosco (UPSJB). La comunidad católica local tenía en el horizonte de expectativas fundar una institución dedicada a continuar la obra educativa en el nivel superior, y encontrará un escenario político favorable luego de 1955. El derrocamiento del gobierno de Juan Domingo Perón propició un contexto alentador para viabilizar tal iniciativa, sobre todo a partir de los conflictos que se sucedieron en torno al debate entre la educación laica o libre. Y, en segundo lugar, al reposicionamiento que logró la Iglesia, protagonista de dicho golpe junto a las fuerzas armadas, adquiriendo nuevos bríos que le permitió avanzar sobre el campo educativo.

Un paso fundamental para la puesta en marcha de estudios superiores había sido la creación el 31 de mayo de 1959 del Instituto Universitario de la Patagonia, con sede en el Colegio Deán Funes, de administración privada y bajo la dirección del ingeniero Julio Kun. El desarrollo de este emprendimiento fue posible a partir del decreto firmado por el Ministro de Educación de la denominada Revolución Libertadora Atilio Del Oro Maini en diciembre de 1955 (pocos meses después del golpe), el cual en su artículo 28 autorizaba la creación de Universidades privadas o “libres” con la facultad de emitir títulos habilitantes (Zanca, 2006). Esto permitió que la jerarquía eclesiástica ya no demandara tan sólo la educación religiosa en las escuelas públicas, sino que bregara por la existencia de la educación superior bajo administración privada, lo cual le posibilitaría formar una clase dirigente con afinidad ideológica y ratificar su histórica influencia en la región.  De allí que en el discurso de inauguración el Obispo retomó los fundamentos de la generación del ´80, emparentando la creación de la UPSJB con la denominada “Conquista del Desierto”, considerando a este hecho un hito más en la llegada de la “civilización” a la Patagonia.

Dicho Instituto contemplaba el funcionamiento de dos escuelas (la de Ciencias y la de Humanidades), constituyendo un paso necesario para concretar la UPSJB, creándose

en atención a la realidad actual del país, y en particular, del sur argentino, reconociendo que sus problemas no son únicamente de orden material, sino también moral y espiritual. Por tal razón, sus fines son no sólo dar a la Patagonia los intelectuales, investigadores y técnicos que necesita, sino, además, dotarlos de una formación cristiana y humanista, de modo que su labor resulte en la reafirmación del sentimiento tradicional del pueblo argentino como integrante de la comunidad occidental y cristiana[12].

Esta institución salesiana guardaba coherencia con el modelo educativo ya instaurado en los estudios secundarios, dado que el objetivo seguía siendo el mismo, esto es educación técnica al servicio de la explotación tanto petrolera como de otros minerales, bajo el espíritu de una “formación cristiana y humanista”. Mediante decreto n° 2923 del 28 de agosto de 1961 el gobierno de la provincia del Chubut le concedió personería jurídica a la Universidad, y en 1963 en coincidencia con el 50 aniversario de la llegada de los salesianos a Comodoro Rivadavia, el Ministerio de Educación comenzó a reconocer los títulos.

Se ha sostenido que los años de la denominada “Revolución Argentina” fueron los más prósperos para las universidades católicas, no solamente porque un sector importante de académicos nacionalistas formados en ellas ocuparon cargos de relevancia en el aparato burocrático, sino porque además el “circuito universitario privado” pudo expandirse a nivel nacional. Ese progreso se vio fortalecido sobre todo a partir de la articulación entre la cúpula militar y su par eclesiástico, interesados y preocupados en enfrentar el “peligro comunista” (Algañaraz Soria, 2019). De allí que este modelo educativo salesiano era considerado una “admirable creación”, que prometía no sólo ser exportable a otros lugares de la Patagonia, sino que además lograba concretar todos los ciclos con la formación universitaria, y sobre todo, aislado de la conflictividad universitaria que se vivía en otros lugares del país. Julio Lagos, quien fuera gobernador militar de Comodoro Rivadavia y uno de los activos golpistas de 1955, destacaba lo siguiente en 1967:

Con el desarrollo de sus obras los salesianos están anticipándose a tareas que debió realizar el estado en beneficio de aquellas alejadas poblaciones en las que no se debió descuidar la educación universitaria. Las instituciones salesianas funcionarán sin mayores problemas y sin las preocupaciones que aquejan a sus similares nacionales con sus huelgas de empleados y estudiantes, sus eternas contiendas políticas e ideologías y la discusión de sus grandes presupuestos constantemente en aumento (1967, p. 81).

Sin embargo, a pesar del optimismo anteriormente expresado, la autoritaria intervención del gobierno de Juan Carlos Onganía (que dio comienzo a un período dictatorial autodenominado Revolución Argentina en 1966) en las universidades provocaría consecuencias inéditas. En efecto, la supresión tanto de la autonomía universitaria como del co gobierno estudiantil, iniciaría un proceso de ascenso de los estudiantes como factor político contra la dictadura, y será el denominado Cordobazo la expresión de protesta que obligó a la dictadura a rever y considerar nuevas medidas para evitar futuras movilizaciones estudiantiles.

Precisamente a días de la rebelión cordobesa, y en el marco de la conmemoración de los diez años de la fundación de los estudios universitarios por parte de los salesianos en Comodoro Rivadavia, el diario El Patagónico hacía un balance de los logros de la UPSJB. Allí se destacaba entre otros aspectos la capacitación de profesionales en las ramas técnicas que generaba un programa integral de desarrollo para la región; la especialización científica de la juventud sin desarraigarla; y la integración de las provincias patagónicas en torno a un proyecto educativo[13]. Pero acorde con aquellos días en que la opinión pública se había visto sacudida con los sucesos de Córdoba, es necesario resaltar que en ese mismo marco conmemorativo los estudiantes vieron la oportunidad de demandar su participación en los asuntos de la UPSJB en estos términos: “pedimos con la energía de nuestra joven sangre que se nos deje tratar de solucionar sus problemas, de participar de su conducción”[14].

La desconsideración de estos pedidos derivó en que a comienzos de la década del ’70 el proyecto educativo universitario salesiano se encontrara en crisis. Los estudiantes continuaron demandando la renovación de sus estructuras, mayor calidad académica y la participación en las decisiones, las cuales se fueron articulando con la necesidad de instalar una Universidad nacional en Comodoro Rivadavia. Dichas reivindicaciones comenzaron a trascender el plano meramente académico, donde la demanda por la nacionalización se constituyó en el elemento cohesionador de la militancia estudiantil universitaria, objetivo que también se perseguía en otras Universidades del país (Seia y Califa, 2017; Aminahuel, 2017; Monasterolo y Pittaluga, 2018; Navas, 2018).

La cuestión universitaria adquirió trascendencia en la prensa local, haciéndose eco de la demanda estudiantil por una universidad nacional, e interrogándose acerca de las posibilidades de su concreción:

 

Pero, ¿es necesaria la instalación de una Universidad nacional para la región patagónica con sede en nuestra ciudad, existiendo una entidad similar privada? Entendemos que sí, pues ambas casas no son excluyentes entre si y la oficial podría abarcar otros campos de la enseñanza no contemplados actualmente en la de régimen privado, aparte de existir el importantísimo factor de la gratuidad de los estudios desde el punto de vista arancelario que hoy, obviamente no se da. Puede existir inclusive, dentro de la gran política universitaria que algún día será menester encarar en la Patagonia la posibilidad de conjugar la existencia de ambas universidades (la estatal y la particular) mediante algún tipo de fusión o asociación a la que podrían aplicarse mediante la vía de la partida presupuestaria que hoy se diluye por el camino del subsidio, un mayor aporte de la comunidad que, en definitiva es quien en última instancia sostiene los dos tipos de establecimientos de enseñanza superior[15].

La demanda por una universidad nacional se concretaría finalmente en mayo de 1974, a partir de la gestión del Ministro de Cultura y Educación Jorge Taiana, en el período iniciado bajo la presidencia de Héctor J. Cámpora en 1973. Luego de la asunción de Taiana, se dispuso la intervención de todas las Universidades, incluidas las privadas como la salesiana de Comodoro Rivadavia, siendo un hecho inédito que denotaba la efervescencia del período. Durante los primeros meses de la gestión Taiana (mayo – junio de 1973) fueron tomadas las Universidades nacionales y cátedras por parte de grupos estudiantiles (mayoritariamente la Juventud Universitaria Peronista) que solicitaban la intervención de las instituciones como antesala para su estatización. La mayoría de los rectores interventores propuestos eran afines al gobierno nacional y particularmente cercanos a los sectores de la izquierda peronista y a la agrupación Montoneros (Friedemann, 2011). Desde la asunción de Taiana hasta la gestión de Ivanisevich, la Universidad argentina atravesó un período convulsionado, en sintonía con las disputas al interior del peronismo (Califa – Millan, 2016). El Ministro Taiana elaboró un proyecto de educación superior que generó una intensa politización en el campo universitario: intervención de Universidades nacionales; designación de autoridades vinculadas a la tendencia revolucionaria de la Juventud Peronista; reincorporación de profesores expulsados de la Universidad entre 1955 y 1973; cesantía de docentes identificados con la dictadura de 1966 y de quienes trabajaban como empleados de empresas multinacionales; y establecimiento para 1974 de un ingreso irrestricto en las Universidades del estado. La Ley Taiana expresaba esa particular coyuntura, y debe ser entendida “como la cristalización de una configuración compleja de fuerzas y actores en una situación y un momento específico” (Friedemann, 2011).

Sin lugar a dudas, por estos años se estaba ante la necesidad de regularizar la cuestión universitaria en Comodoro Rivadavia, llegando a 1979 con la superposición de dos Universidades, luego del levantamiento de la intervención de la Universidad salesiana en 1975. Su resolución era tan esperada para la comunidad comodorense, que era sobre el único tema que se esperaba una respuesta de parte de Videla en su visita a la ciudad para la inauguración de la Catedral San Juan Bosco. Para los sectores adherentes al régimen la resolución del problema universitario requería urgencia, dado que no solo era vista como una obra de progreso para la región, sino que se trataba de una cuestión de importancia geopolítica y de defensa de la soberanía nacional en la Patagonia, teniendo en cuenta el contexto demarcado por el conflicto con Chile por el Canal de Beagle.

Aquella fusión de las dos estructuras universitarias que había imaginado la prensa a inicios de la década del ’70 finalmente acontecería en 1980, en pleno contexto de la última experiencia dictatorial, período en donde la política universitaria reforzó el control y la depuración de aquellos elementos considerados “subversivos” (ya iniciada en 1974), que se extendió en el marco del terrorismo estatal. Finalmente, mediante un convenio de unificación suscripto el 31 de agosto de 1979 entre el ministro de Cultura y Educación de la Nación Juan Rafael Llerena Amadeo y el obispo de Comodoro Rivadavia monseñor Argimiro Daniel Moure, se dio lugar a la fusión de las dos universidades. La primera cláusula que se aseguró la jerarquía eclesiástica fue que “el organismo universitario resultante se denominará Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco”[16]. A cambio, el Obispado cedía el edificio universitario en construcción, la documentación científica y bibliográfica, entre otros bienes.

El rol de defensa de la soberanía que la UNPSJB asumiría quedó plasmado en el discurso de su primer rector el presbítero Norberto Sorrentino, en el día de la inauguración:

su ámbito de influencia le otorga a la Universidad una finalidad peculiar, toda vez que su accionar queda enmarcado en un hecho geopolítico de enorme relevancia. Se trata del tema de la soberanía. En momentos históricos tan difíciles y en circunstancias especialmente graves para nuestro país en orden a la defensa de su territorio austral, nuestra Universidad no puede permanecer indiferente a esta situación. Nosotros reafirmamos hoy, con honor y con emoción, en este Comodoro Rivadavia, y al asumir nuestra función de Rector de la Universidad Nacional de la Patagonia, nuestro compromiso claro y definido de poner la Comunidad Universitaria al servicio y en la defensa irrenunciable de nuestra soberanía espiritual y territorial[17].


Conclusiones


Sin dudas el análisis aquí presentado da cuenta del predominio que tuvo la congregación salesiana en la educación de la ciudad más importante de la Patagonia central. Desde las instituciones educativas fundadas a lo largo del siglo XX supo incidir tanto en la construcción de un modelo de masculinidad como una forma cristiana de concebir el mundo laboral, que trascendió el espacio escolar. Este proceso se vio favorecido en aquellas coyunturas políticas que generaron condiciones de posibilidad para el crecimiento de dicho modelo educativo, teniendo en cuenta la alternancia entre dictadura y democracia que caracterizó al sistema político argentino durante casi todo el siglo XX.

Si bien el punto máximo de esta hegemonía se alcanzó en 1961 con la concreción de la UPSJB, también el período demarcado entre 1980 y 1983 bajo el rectorado del Presbítero Norberto Sorrentino colocó a la institución universitaria en un lugar de protagonismo en cuanto a su rol en la defensa de la soberanía nacional, en el marco de una expansión del discurso del nacionalismo territorial en Argentina. Sin embargo, será con la vuelta a la democracia en 1983 que el predominio católico - salesiano comenzará a decaer en el ámbito universitario, no sin dejar de estar ausente en algunas memorias en determinados actores del presente.


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[1] Crónica, 9 de junio de 1979, p. 5.

[2] En 1941, con motivo del recordatorio del Descubrimiento del Petróleo, se destacaba el apoyo de YPF a diversos emprendimientos educativos de la congregación salesiana. El Chubut, Comodoro Rivadavia, 13 de diciembre de 1941, p. 9.

[3] Los salesianos pusieron en práctica un sistema educativo elaborado por ellos mismos denominado sistema preventivo, por oposición al represivo, que consistía “en dar a conocer las prescripciones y reglamentos y vigilar después de manera que los alumnos tuvieran siempre sobre sí la mirada del Director o de los asistentes, quienes sirven de guía y corrigen a los niños con amabilidad”. Se ha señalado que el sistema preventivo no era un modelo educativo sino un método disciplinario, que incorporó como novedad el afecto a las relaciones personales, concibiendo a la relación entre educadores y educandos en forma análoga a la de padres e hijos (Landaburu, 2003).

[4] Además de los aspectos señalados, una “nación en armas” demandaba de la cohesión del frente interno, es decir que se debía instalar una perfecta tregua entre los diversos sectores de la sociedad, suspendiendo los conflictos. A esto debía sumarse un adecuado desarrollo industrial (nos referimos a la siderurgia, la química y el petróleo) para lograr una industria bélica propia (López, 2009).

[5] El Chubut, Comodoro Rivadavia, 30 de enero de 1937, p. 7.

[6] El Chubut, Comodoro Rivadavia, 3 de abril, 1947, p. 6.

[7] Entendemos a la construcción de la masculinidad como un proceso colectivo, de modo que varias masculinidades son construidas en dependencia unas de otras, y también en relación a las feminidades (Bourdieu, 2000). Dichas identidades no son estáticas, sino que están histórica y espacialmente situadas, al tiempo que una forma hegemónica de masculinidad tiende a erigirse como dominante, ejerciendo gran influencia y autoridad en un contexto y tiempo determinado. La configuración de la masculinidad en el ámbito educativo es un proceso complejo, lleno de confusiones y contradicciones, en el que influyen una multitud de variables, como por ejemplo la etnia, la clase social, el contexto cultural, la cultura familiar, la cultura escolar, la edad y la orientación sexual. Asimismo, cada escuela dispone de su propio régimen de género, que está formado por expectativas, reglas y rutinas, creando diferentes repertorios de acción con profundos efectos en la configuración de la identidad personal. Además, la configuración de una identidad masculina es una empresa colectiva y está unida a la adquisición de estatus dentro del grupo de compañeros.

[8] Revista Oro Negro, 1950, Archivo del Colegio Salesiano Deán Funes.

[9] Cincuentenario de Comodoro Rivadavia. 1901 – 23 de febrero – 1951, Editorial El Rivadavia, Comodoro Rivadavia.

[10] El Rivadavia, 14 de agosto de 1958, p. 3.

[11] El Rivadavia, 3 de julio de 1958, p. 1.

[12] Anales de la Universidad de la Patagonia San Juan Bosco, julio de 1964, n° 1, p. 12.

[13] El Patagónico, 4 de junio de 1969, p. 12.

[14] El Patagónico, 7 de junio de 1969, p. 13.

[15] Crónica, 2 de febrero de 1972, p. 4.

[16] Ministerio de Cultura y Educación, Convenio de Unificación, folio 3.

[17] Discurso del Sr. Rector Rvdo. Padre Lic. Norberto Sorrentino, con motivo de la asunción de su cargo, Comodoro Rivadavia, 19 de marzo de 1980, Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, pp. 6-7.