Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 7 N° 2 (2022) / Sección Artículos / pp. 1-13 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 25/11/2021 Aceptado: 01/07/2022
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.057
The origins of the sexual education in
Argentina (1910-1945)
Laura Marcela Mendez
Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET),
Universidad Nacional del
Comahue, Argentina.
lauramendezbari@gmail.com
Silvia Rosalía Zampa
Universidad Nacional del
Comahue, Argentina.
silviazampa3@gmail.com
Resumen.
El propósito de este artículo
es analizar debates sobre la educación sexual en la Argentina entre 1910 y
1945, desde una perspectiva de género y enfocados en niños y niñas en procesos
de escolarización. Se presentan tres ejes interrelacionados. El primero se
centra en el sistema educativo y analiza principios, prescripciones y
ponderaciones que se elaboraron en torno a la educación sexual. Para tal fin se
analiza la revista La Higiene Escolar,
publicación suplementaria del Monitor de
Educación Común, y el libro de texto obligatorio Higiene, publicado en 1927 y en circulación hasta la década de
1950.
El segundo eje versa sobre la producción
impresa de la Liga Argentina de
Profilaxis Social, fundada en Buenos Aires en 1921 por un conjunto de
médicos y profesores, con el objetivo de divulgar conocimientos sobre
enfermedades venéreas y crear una conciencia sanitaria popular, que incluía la
educación sexual de niños, niñas y adolescentes.
El tercer eje analiza los vínculos entre los
integrantes de la Liga con la Asociación
Americana de Higiene Social, la Liga
Nacional Francesa Contra el Peligro Venéreo y la Oficina Sanitaria de Berlín, que abonaron un discurso común sobre
la educación sexual sustentado en el higienismo, la profilaxis y el eugenismo
social.
Palabras
clave. Educación sexual,
profilaxis social, higienismo, eugenismo, perspectiva de género.
Abstract. The purpose of this article is to analyze debates about sexual
education in Argentina between 1910 and 1945, considering the gender
perspective. Three interrelated axes are presented. The first one focuses on
the educational system, on principles, prescriptions and weightings that were
developed around sexual education. For this purpose, the magazine La Higiene
Escolar, a supplementary publication of the Common Education Monitor, and the
textbook Hygiene, published in 1927 and in circulation until the 1950s, are
analyzed.
The second axis deals with the printed production of the Liga
Argentina de Profilaxis Social, founded in Buenos Aires in 1921 by a group of
medicine doctors and teachers, with the aim of divulge knowledge about venereal
diseases and creating popular health awareness, which included education sexual
of children and adolescents.
The third axis analyzes the links between the members of this Liga
with the American Association for Social Hygiene, the French National League
Against Venereal Danger and the Berlin Health Office, which contributed to a
common discourse on sexual education based on hygienic, the prophylaxis and
social eugenics.
Keywords. Sex education, social prophylaxis, hygienic, eugenics, gender
perspective.
Con el inicio del s. XXI, en América Latina en general, y en Argentina
en particular, los compromisos internacionales asumidos por los Estados, los
debates acerca de las políticas de población, la instalación de un discurso de
derechos humanos que incluye a los derechos sexuales y el compromiso de la
lucha feminista en politizar el “mundo privado”, han traccionado las lógicas
hegemónicas que históricamente situaron a la dimensión sexual en el marco de la
vida íntima regulada legítimamente por el ordenamiento religioso y/o biomédico
(Brown, 2007).
En nuestro país, los debates se han profundizado tras la promulgación en
el año 2006 de ley 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI), que propone un
programa obligatorio, con un enfoque transversal y específico, de lineamientos
curriculares para su implementación en las instituciones educativas de todos
los niveles y modalidades. Los ejes conceptuales de la ley y de los acuerdos
posteriores a su promulgación son: la valoración de la afectividad, el cuidado
del cuerpo y la salud, el respeto por la diversidad, el ejercicio de nuestros
derechos y el reconocimiento de la perspectiva de género.
Motivadas por la emergencia de este presente, el propósito de este
trabajo es historiar los inicios de la educación sexual en la educación
argentina en una perspectiva de larga duración. Nos interesan, particularmente,
los debates primigenios sobre esta cuestión al considerar que, de manera
implícita o explícita, por omisión o por presencia, en las escuelas –productos
de la modernidad-- siempre se enseñó educación sexual. La hegemonía o no de la
religión católica respecto a la imposición de contenidos y sentidos, la tensión
entre los principios morales/religiosos y los saberes científicos
médicos/biológicos, la discusión acerca de quién debe enseñar, a partir de qué
edad, con qué fines y de qué manera; fueron invariantes de la educación sexual
en la Argentina que perduran hasta nuestros días.
En ese marco, este trabajo se propone analizar tres ejes
interrelacionados. El primero se centra en el sistema educativo argentino para
recuperar principios, prescripciones y ponderaciones que se elaboraron en torno
a la educación sexual en ámbitos escolares, teniendo en cuenta la perspectiva
de género, en cuánto éstos se diferenciaron, ya se tratase de varones o
mujeres. Para tal fin se analizan informes de la revista Higiene Escolar, publicación suplementaria del Monitor de Educación Común y el libro de texto obligatorio Higiene
[1]
de
Manuel Carbonell, publicado por primera vez en 1927.
El segundo eje versa sobre la producción impresa de la Liga Argentina de Profilaxis Social,
fundada en Buenos Aires en 1921 por un conjunto de médicos y profesores, con el
objetivo de penetrar el tejido social a partir de la educación popular para
divulgar conocimientos sobre enfermedades venéreas y crear una conciencia
sanitaria popular, que incluía como tema prioritario a la educación sexual de
niños, niñas y adolescentes.
El tercer eje analiza los vínculos entre los integrantes de esta Liga y
otras asociaciones, como la Asociación
Americana de Higiene Social, la Liga
Nacional Francesa contra el peligro venéreo y la Oficina Sanitaria de Berlín. El análisis de estas redes nos permite
establecer el intercambio de bibliografía y producciones científicas que abonó
a un discurso común y diseñó formas similares de concebir a la educación sexual
sustentada, prioritariamente, en el higienismo, la profilaxis y el eugenismo social.
Nuestro recorrido se inicia en la Argentina del centenario, ya que fue
por entonces cuando comenzaron a circular en el país los primeros materiales
sobre educación sexual y finaliza en 1945, con la llegada del peronismo al
gobierno y tras la sanción de la Ley de Profilaxis Sexual, cuya aplicación
dependió del Departamento Nacional de Higiene.
En el
proceso de conformación del Estado nacional argentino, acaecido entre 1880 y
1930, el sistema educativo se constituyó en un medio fundamental para imaginar
la pertenencia a una nación y moldear un tipo de alumno/a en función de los
roles genéricos a cumplir en su vida adulta. La Ley N°1.420 de Educación Común
estableció los principios rectores, en un contexto de emergencia de un
nacionalismo cultural esencialista y homogeneizador, diferenciado por sexo,
fuertemente enraizado en un deber ser moral y asentado tanto en principios
médicos como religiosos.
La
concepción sarmientina de educación integral, incluía tanto a la educación
intelectual como a la corporal y veía en el cuerpo sano –tanto física como
moralmente- a uno de los pilares de una nación en construcción. En ese marco,
desde el Consejo Nacional de Educación se propusieron un conjunto de políticas
educativas-sanitarias enmarcadas en principios eugenésicos positivos
[2]
y se
estableció un entramado en el que el cuerpo médico se enlazó con tradiciones
pedagógicas en pugna, para pautar el abordaje de la salud física en las
instituciones educativas, siendo la higiene una de las principales
preocupaciones.
El cuerpo de alumnos y alumnas fue tenido en cuenta como el lugar de la
posible enfermedad, sobre el que había que trabajar en la prevención,
corrección y asistencia, en la convicción que la implementación de medidas en
ese sentido elevaría su condición biológica e intelectual. En 1888 se
instituyó, en la órbita del Consejo Nacional de Educación, el Cuerpo Médico
Escolar y se dispuso que los Médicos Inspectores supervisaran las condiciones edilicias
de las escuelas y arbitraban mecanismos para prevenir e evitar en ellas la
propagación de enfermedades infecto–contagiosas (Marengo, 1991).
Así, en concordancia con las corrientes positivistas de la época y los
aportes del higienismo y la eugenesia, las escuelas cumplieron una función
clasificadora con respecto a qué era un cuerpo sano y apto, y establecieron
trayectos diferenciados de formación y control, según se tratase de varones
-soldados/trabajadores- o de mujeres -abnegadas esposas/madres- y a su vez;
reduciendo lo individual y social a un solo “organismo.”
[3]
Las políticas públicas del campo educativo en clave corporal se
vincularon a la situación socio-político-económica del país y sufrieron cambios
en consonancia con los gobiernos de turno, aunque sus principios rectores se
mantuvieron firmes hasta la década de 1930. Iniciada la década de 1940, el
proceso de medicalización de la educación se profundizó, afianzando la
consolidación de la higiene y la medicina social en relación con el valor
económico de los sujetos de la clase trabajadora, “considerando como
enfermedades tanto a las morales como a las físicas” (Herrera Beltrán, 2008, p. 52). En este contexto significante de
“educación integral”, la educación sexual no podía quedar afuera.
Como bien sostiene Santiago Zemaitis (2016), la historización de la
educación sexual en la Argentina en la primera mitad del siglo XX está signada
por la hegemonía de la religión católica en coalición, alianza o
complementariedad con el discurso médico higienista y la predominancia de un
discurso moralizante, patriarcal, clasista y sexista acerca de la sexualidad.
Los debates históricos acerca de la educación de la sexualidad incluían
como tópicos quién debía impartirla –y en ese aspecto su trayectoria se enlaza
con la del sistema educativo argentino sintéticamente enunciado en párrafos
precedentes-, con qué finalidad, qué enseñar, cómo y a qué edad debía iniciarse
la educación. Otros aspectos de interés se vinculan con los referentes teóricos
–nacionales e internacionales- que avalaron los posicionamientos y con las
asociaciones involucradas en su difusión y sostén.
La prédica a favor de la educación sexual en las escuelas logró la
adhesión de intelectuales de la época, entre ellos de médicas y educadoras como
Elvira Rawson de Dellapiane, Paulina Luisi, Alicia Moreau y Raquel Camaña, esta
última defensora de la obligatoriedad de la educación sexual en todas las
escuelas públicas del país en materias como biología y ética
[4]
. Pero como
la educación sexual explícita no se hizo obligatoria, en muchos casos las
escuelas la abordaron como una educación del género femenino, asociada a la
Puericultura y a las tareas domésticas, haciendo hincapié en el instinto
maternal, en las técnicas de cuidado y en el deber marital que tenía como fin
la reproducción.
Médicos, maestras y maestros revisaron, clasificaron, midieron,
vacunaron e instruyeron sobre saberes y hábitos que debían implementarse en pos
de garantizar la reproducción social y simbólica de un orden estatal en el que
la infancia constituía el garante de una ciudadanía sana que podría transmitir
sus hábitos a sus mayores. Contenidos de Puericultura se instalaron en las
aulas escolares como una necesidad para garantizar la salud del cuerpo social
y, a partir de la proliferación de enfermedades venéreas, se realizaron
iniciativas oficiales de una educación sexual asociada a una pedagogía de la
higiene (Cammarota, 2016) y a una profilaxis social, recayendo sobre los males
una carga moral al dejar constatado la relación entre las enfermedades venéreas
y el ejercicio de una sexualidad desviada vinculada a conductas licenciosas. El
control de las pasiones –adheridas únicamente a la condición masculina- era
tarea clave para evitar la enfermedad, el contagio y el escarnio.
La revista La Higiene escolar, y el
libro de texto Higiene de Manuel
Carbonell, director del Instituto de Higiene de la Facultad de Ciencias Médicas
de la Facultad de Buenos Aires, establecieron pautas de enseñanza y contenidos
a impartir en las escuelas argentinas. En el texto de Carbonell (1927) se
explica el progreso y/o evolución de una faz a otra de la higiene: desde la
higiene individual, a la higiene pública y finalmente a la higiene social. La
higiene individual es descrita como la preocupación y el conjunto de preceptos
para que los individuos se alimenten, trabajen y descansen en forma racional
tomando precauciones para no contaminar el medio que los rodea. La higiene
pública interviene en la distribución del agua pura, el saneamiento del suelo,
la salubridad de los talleres, los servicios de desinfección, los hospitales y
sanatorios que constituyen su programa de acción. La higiene social estudia los
factores que amenazan la salud pública y encuentra como principales causantes
la urbanización, el industrialismo, el pauperismo y “más profundamente, observa
también que esta misma civilización, al suprimir los efectos de la selección
natural, es causa de la disgenización de
la raza, y procura evitarlo por medio de la aplicación de reglas que nos dicta
la eugenesia” (p.12).
El texto insiste en que la Higiene debería ser una asignatura escolar
independiente del resto. Al abordar las enfermedades
[5]
se centra en
la Epidemiología y la Profilaxis y sostiene que la avariosis (sífilis) en la edad madura constituye uno de los
factores de riesgo de muerte. Afirma que todas las enfermedades pueden ser
evitadas y sostiene la importancia de la educación sexual durante la
adolescencia:
Al mismo tiempo que
recibe la enseñanza moral debe ser advertido de los riesgos que corre su salud,
así como que el único medio para preservarse de la sífilis es no exponerse y
recalcar que esta conducta no debe resultar, ni de la prohibición ni del
castigo, sino de la natural consecuencia de una sólida educación del carácter y
de la voluntad. Antes de la pubertad la instrucción de estas cuestiones
corresponde a los padres; es suficiente responder con franqueza a las preguntas
de los niños y enseñarles los cuidados elementales de la limpieza de los
órganos sexuales. Después de la pubertad el papel de educar corresponde a la
escuela, las dificultades no están en el tema a tratar, sino en la forma como
se desempeñe el educador, que debe estar convencido de que su enseñanza no
obtendrá un resultado favorable, si no persigue en primer término un fin moral;
la higiene sexual sólo puede existir por la moral sexual. (Carbonell, 1927, p.
439)
El autor apelaba a la responsabilidad colectiva para no poner en riesgo
el porvenir de la raza y de la nación. Entendía que la educación sexual en la
escuela sólo debía desarrollarse en el nivel secundario y proponía como
contenidos a un conjunto de saberes anatómicos y fisiológicos, que debían estar
impregnados de un fuerte carácter moral, destinados al disciplinamiento de la
conducta de los jóvenes con respecto a su sexualidad. También interpelaba a las
autoridades de gobierno con respecto a su responsabilidad en dictar y dirigir
medidas defensivas y pertinentes para prevenir enfermedades venéreas, y de esa
forma evitar “un pueblo constituido por individuos enclenques, idiotas,
imbéciles y delincuentes, vale decir, miserables física y mentalmente”
(Carbonell, 1927, p. 440).
La revista La Higiene Escolar
[6]
comenzó a
publicarse en 1906 y tenía como fin el ser portavoz -entre las autoridades escolares
y las altas esferas del gobierno, como así también en el seno de la familia, la
cooperadora, la escuela y los docentes- de problemas de profilaxis, que el
médico escolar en unión con la familia deberían resolver. Al referirse a la
educación escolar, la línea editorial de la revista proponía perspectivas de
enseñanza compatibles con las ideas pedagógicas escolanovistas, la psicología
experimental y el discurso médico científico:
El arte de enseñar ya no
es para el siglo XX la rutina de la lección y la penitencia ó el premio según
los casos. Es el conocimiento psicológico del niño y en esta evolución la
pedagogía ha tenido que salir de las aulas, modificarse y perfeccionarse en los
gabinetes de psicología experimental, para luego volver a las escuelas con todo
el sello de su mejoramiento científico y racional. (Año1, 1906, N°1).
En el primer número se presentó un programa gradual de Higiene General
para las escuelas primarias, realizado por el doctor Adolfo Valdéz, a pedido
del Consejo Nacional de Educación. Si bien en ninguno de sus ítems se refiere a
la sexualidad humana, desde tercer grado se planteaban conocimientos diferentes
para varones y mujeres. Las niñas debían estudiar sobre ventajas y desventajas
de vestidos y corsés, sobre cuidados del recién nacido y sobre el derecho del
niño a la alimentación materna; mientras que los varones estudiaban cuestiones
vinculadas a la salud y a la enfermedad, el ejercicio, el reposo y el sueño, y
su influencia en la economía humana.
Un conjunto de prescripciones para la vida cotidiana se presentaba como
antídoto a la falta de hábitos de higiene. Una nota enviada por el Cuerpo
Médico Escolar al Presidente del Consejo Provincial de Educación, por ejemplo,
indicaba la conveniencia de suprimir en las escuelas la costumbre tradicional
del beso:
Llevado a su
desprestigio y depreciación á causa de su demasiada generalización (…) es una
costumbre peligrosa, dado que propiciaba la transmisión de dolencias y
enfermedades evitables, tales como la tuberculosis, la sífilis y el microbio de
la carie dentaria. Nada tiene que hacer el higienista ni nada puede hacer sobre
todo con el beso en la familia, el beso paternal, el beso de enamorados; pero
sí debe declarar la guerra sin cuartel y sin tregua al beso costumbre, al beso
moda, al beso automático, al beso á la marchanta más peligroso en innumerables
circunstancias que el mismo “beso de Judas”, que si este no tiene otra
significación que la falsedad dentro del simulado afecto. (La Higiene Escolar,1906, N° 3)
En las publicaciones revisadas sólo consta que dos médicas mujeres
integraban el Comité de Redacción de la Revista, las doctoras Elvira Rawson de
Dellepiane y Julieta Lanteri -ambas también integrantes del Cuerpo Médico
Escolar-. Lanteri, fundadora del Partido Feminista Nacional y de la Liga
Argentina de Mujeres Librepensadoras, denunció las condiciones de trabajo de
las obreras, luchó contra proxenetas y funcionarios que se enriquecían con la
explotación sexual, exigió el derecho al divorcio y bregó por terminar con el
poder de la iglesia sobre la vida de las personas (Bellotta, 2012). En uno de
los artículos publicados en la revista, denunció las malas condiciones de
higiene de los edificios donde funcionaban los asilos de niñas y niños
huérfanos en Buenos Aires y de la alimentación y vestimenta que recibían. Desde
un posicionamiento muy crítico para su época, hace referencia al imperio de una
“moral utilitaria” por la cual las mujeres eran prostituidas, encarceladas y
sus hijas abandonadas en dichos asilos para ser sirvientas o “rameras”:
Si aquí, al lado de una
escuela normal, cerquita un templo (San Telmo), vegetan, se pudren las
infelices hijas de las desdichadas mujeres que un paso más allá sufren el
desdén de un pueblo, que inhumano siempre las halaga hoy con su amor para
hundirlas mañana entre cuatro paredes de una cárcel; y no contento con esto
olvida a las desdichadas hijas de ese amor y las reparte inconsciente y cruel á
los cuatro polos de esta ciudad, sin arma ninguna, sin defensa ninguna para
librarse de la tiranía de la muerte que lo mismo se ceba en su pobres cuerpos,
que en su pobres espíritus(…)¿Qué hace la patria por esas niñas ?¿Qué madrastra
es esta? ¿Qué hace el Ministerio de Instrucción Pública? ¿Son o no son ellas
ciudadanas de este pueblo? ¿Pueden existir palacios que cuestan veinte millones
si no se quiere disponer un poco dinero para educar hasta una edad conveniente
a un número dado de niñas? Se mandan a servir a los hijos huérfanos de
militares o marines (…) Ellos son meritorios ¿eh? ¿Y ellas no? El gobierno paga
a jueces para que alquilen niños. ¡Si, a jueces, Oh! Aberración de la sociedad
argentina! (…) No puede hacerse algo por ese grupo de infelices criaturas
sirvientas hoy, quizás rameras mañana?
[7]
(Lanteri, 1907, pág.12).
Lanteri (1907) fundamentó de manera exhaustiva que el dinero de la
caridad se invertía en los asilos de niños y niñas huérfanos sin considerar los
preceptos de la Higiene y propuso fundar una colonia infantil que permitiera la
educación en un ámbito natural, más saludable por el acceso a la luz solar y
acorde a la necesidad innata de “libertad” de la infancia. Y si bien no hacía
referencia a principios o preceptos de la educación sexual, denunció con ahínco
a los asilos que instituían circuitos de exclusión de las niñas y las estigmatizaban
en el ejercicio de la prostitución, oponiéndose a la concepción de época de lo
que Liliana Sinisi denomina “condensación estigmatizante”, que atribuye a la
sexualidad de las niñas huérfanas una propensión a la prostitución y la
inmoralidad, en cuando portadoras de una “marca natural, que se hereda de
padres a hijos y que difícilmente el grupo pueda revertir” (1999, p.211).
En síntesis, tres fueron los postulados centrales tanto de la revista
como del libro La Higiene Escolar: la
divulgación de saberes vinculados a la higiene y a la educación sexual, la
difusión del Programa Integral de Higiene escolar y las críticas a las
políticas públicas vinculadas a la orfandad, la niñez y la educación sexual. De
manera transversal, en los tres tópicos, el cuerpo médico se constituía como
aquel que lograba interpretar el interés de la nación en constituirse como un
cuerpo social sano, y procuraba intervenir en el ámbito educativo a través de
un discurso tanto científico como moral.
La Liga Argentina de Profilaxis Social fue una institución que se fundó
en mayo de 1921 con el patrocinio del Círculo Médico Argentino y del Centro de
Estudiantes de Medicina. Su primer presidente fue el doctor Alfredo Fernández
Verano y funcionó hasta 1936, año en que se sancionó la Ley de Profilaxis de
las Enfermedades Venéreas y se creó el Instituto de Profilaxis, dependiente del
Departamento Nacional de Higiene, encargado de la educación sexual en todo el país.
Más allá de la disolución de la Liga, sus materiales se editaron y circularon
hasta la década de 1950.
La Liga se nutrió de desarrollos teóricos y de investigaciones
realizados en las primeras décadas del siglo XX en otros países, principalmente
Francia, Alemania y Estados Unidos en el campo de la medicina, la biología, la
educación y los estudios morales y teológicos. Su nombre explica sus
fundamentos fundacionales: profilaxis y anticipación a las enfermedades
evitando el contagio, a través de la educación popular informal. Las
estrategias didácticas de propaganda y difusión apuntaban a penetrar el tejido
social a través de conferencias y charlas de médicos, dirigidas a obreros y a
docentes. Contaban con medios audiovisuales como películas, diapositivas y
grandes tiradas de folletos, volantes y carteles. La presentación de obras de
teatro didáctico fue otro de los medios utilizados con gran respuesta por parte
de los universos a los que deseaban influir.
Los miembros de sus Directorios poseían diferencias etarias,
profesionales y políticas. La mayoría eran médicos higienistas de renombrada
trayectoria institucional y militancia en el socialismo y minoritariamente en
el anarquismo. Entre las personalidades que se destacan, figura el doctor
Emilio Coni ( puericultor fundador de la Liga Argentina de Higiene en 1880),
quien tradujo del francés muchas conferencias; el doctor Gregorio Aráoz Alfaro,
destacado por su lucha contra la tuberculosis; el doctor Mariano Castex, quien
publicó estudios sobre medicina social y seguro obrero; el doctor Alfredo
Palacios, diputado socialista que logró la ley de protección laboral de mujeres
y niños; el doctor Augusto Bunge, promotor de la higiene social y de la ley
orgánica de las mutualidades; Manuel Carbonell, fundador del curso de
visitadoras de Higiene Social y autor del libro al que hicimos referencia en el
apartado anterior; José Ingenieros y Alberto Stucchi, de la Liga de Higiene de
la Universidad de Córdoba; Estanislao Zeballos y Joaquín V. González. Para
1936, integró su junta consultiva una mujer, Alicia Moreau de Justo.
[8]
La institución focalizó sus objetivos en evitar y combatir la
propagación de enfermedades venéreas, estimular la profilaxis personal,
instalar dispensarios, propiciar investigaciones, reprimir la pornografía ya
sea escrita, hablada o figurada y combatir el curanderismo y el charlatanismo
antivenéreo; difundir por todos los medios posibles los conocimientos
necesarios con objeto de crear la conciencia sanitaria popular sobre las
enfermedades venéreas, abaratar y divulgar el uso de medios profilácticos. Sus
miembros consideraron a la enfermedad desde una perspectiva «social» y
pretendieron ir más allá de la actualidad del individuo enfermo y su
disminución de la capacidad productiva, atentos al peligro de contagio y su
proyección de impacto a futuro en la población. En ese marco, propusieron una
planificación sanitaria sustentada en enfoques prospectivos de “concientización
sanitaria popular”
[9]
.
La divulgación de conocimientos sanitarios se plasmaba a través de
charlas de educación antivenérea, proyecciones y películas. Fábricas, usinas,
talleres, frigoríficos, colegios, centros obreros y asociaciones deportivas
fueron sedes de ellas. Las publicaciones eran distribuidas por el Consejo
Nacional de Educación a las escuelas públicas argentinas. Hacia 1928, se habían
publicado 1.175.000 de documentos (volantes, folletos, carteles y afiches) y
habían concurrido 150.000 personas a las charlas magistrales, en diferentes
puntos del país. Para 1936, se habían efectuado 650 conferencias, a cargo de
médicos –junto a proyecciones y películas cinematográficas-, con la asistencia
de 650.000 espectadores (Folleto 19, 1936, p. 18) y se habían editado 2.850.000
afiches, folletos, volantes y carteles.
El doctor Fernández Verano, presidente de la Liga hasta 1935, plasmó en
sus conferencias los principios rectores de la educación sexual de la época.
Los títulos de sus charlas son por demás elocuentes: “Plan de defensa social
contra las venéreas», “Por la salud y vigor de la raza» (1921), «Los prejuicios
sexuales y sus consecuencias» y «La obra de la Liga Argentina de Profilaxis en
la lucha contra las enfermedades venéreas» (1924). También ofició como
traductor al español de las conferencias de profesores parisinos miembros del Colegio Libre de Ciencias sociales del París,
como el doctor Sicar de Plauzoles, quien pautó -con gran detalle- cómo debería
ser la educación sexual escolar y estableció que ésta debía ser impartida por
profesores ordinarios de ciencias naturales, de higiene y de moral.
La educación
sexual de la juventud debe ser metódicamente organizada desde la escuela
primaria. Su objeto no es instruir a los jóvenes sobre los medios prácticos de
evitar las enfermedades venéreas para lanzarse al libertinaje, sino el de hacerles
comprender la importancia de la función sexual, y de sus responsabilidades y
deberes al respecto, a través de una enseñanza progresiva, rigurosamente
científica, tal como la enseñanza de la aritmética, metódica y combinada con la
educación moral.
Su objetivo
final es el bienestar y la fecundidad del matrimonio y el porvenir de la raza.
Entre los medios profilácticos referentes a la Puericultura antes de la
procreación, existe uno que prima sobre todos: consiste en vulgarizar la noción
de que todos los individuos son, ante todo, porta-semillas.
Esa noción debe ser inculcada en la escuela. (de Plauzoles, 1936, pp.3-5)
La misión de la escuela, según éste y otros materiales producidos por la
Liga, era enseñar una educación sexual concebida como “la acción pedagógica que
tiende a someter al instinto sexual a la acción de la voluntad, bajo el
contralor de la inteligencia instruida, consciente y responsable.”
[10]
Proponía
dividir su enseñanza en tres ciclos: en el primero se instruiría en nociones
elementales de la historia natural relativa a la reproducción “partiendo de una
humilde gramínea, para llegar hasta el hombre, encontrarán en el reino vegetal
primero, en el reino animal después, la línea normal que los conducirá a la
verdad”(de Sainte Croix
[11]
, 1928, p.16).
En el segundo ciclo se enseñarían cuestiones vinculadas a las enfermedades
contagiosas y hereditarias y en el tercer ciclo las referidas a la unión del
hombre y la mujer, respecto a la reproducción y la constitución de una familia
y a la preparación para los roles de madre y padre (de Plauzoles, 1936, pp.
7-8).
La Liga publicó en El Monitor de
Educación Común, órgano oficial del Consejo Nacional de Educación, la
versión española del folleto de Mme. Jeanne Leroy Alláis, “De cómo he instruido
a mis hijas sobre las cosas del matrimonio”, y distribuyó entre el personal
docente, el folleto del doctor Calmette
[12]
, “Simple
conversación familiar la educación sexual de los jóvenes de 15 años de edad”.
En ellos se aludía a la importancia de la castidad y de la institución
matrimonial, la monogamia y la heterosexualidad, la preparación para asumir los
roles de esposa y madre en el caso de las mujeres y de cómo reprimir y controlar
los instintos sexuales en el caso del varón, alentando a la prevención para no
contraer enfermedades venéreas, si ocurriera que –a pesar de una lucha sin
cuartel- no hayan vencido en la batalla contra el deseo carnal.
Se defendió con ahínco la educación sexual, en primer lugar, a cargo de
la familia si ésta se instruía con conocimientos científicos y, en el nivel
secundario a cargo de la escuela, aunque reconocía que sacerdotes y líderes
scouts eran los que mayores condiciones poseían para transmitir contenidos
vinculados a la sexualidad, en cuando creaban climas de intimidad con niños y
jóvenes. No había otro sexo que el biológico y las relaciones sexuales se
concebían sólo dentro del matrimonio y para garantizar la perpetuación de la
especie. Se consideraba al matrimonio como el estado más saludable para hombres
y mujeres, porque permitía a los primeros encarcelar sus pasiones y a las
segundas desplegar su instinto maternal. Así lo sostenía Avril de Sainte Croix:
La mejor preparación para un matrimonio feliz
es una juventud pura. Nueve veces sobre diez es la mujer, y con ella el niño,
quienes pagan a costa de su salud el libertinaje del padre y es inútil
reformarse el día del matrimonio, si anteriormente han emponzoñado en sí mismos
las fuentes de la vida. Lo que se llama una “conquista” en el hombre es,
comúnmente, el infortunio para la mujer que sucumbe. El libertinaje rebaja al
hombre a su condición de bestia. (1928, p. 20).
A las charlas de la Liga a favor de la educación sexual, asistieron, entre
1921 y 1926, un promedio de 3000 profesores y maestros por año. La lucha contra
el curanderismo y el charlatanismo, la propaganda en favor del examen médico
prematrimonial, la profilaxis individual de las enfermedades venéreas y las
indicaciones para la fabricación de un dispositivo profiláctico denominado Aluol, completaron el vademécum de las
charlas impartidas.
A los saberes médicos se le sumaban otros de alto contenido
condenatorio, moral/religioso y prescriptivo. Entre ellos, la referencia a la
necesidad de rehabilitación y regeneración de la “mujer caída”, haciendo
alusión a las que ejercían la prostitución. Si bien se proponía, entre las
metas de la Liga, construir albergues para las prostitutas con la intención de
regenerarlas, nunca en los 15 años de actuación, contaron con presupuesto
suficiente para concretar la propuesta. Los pedidos que se hacían al campo
político eran la exigencia de un certificado de sanidad para el matrimonio,
leyes de protección de la mujer y el niño en la primera infancia, igualdad de
derechos del hijo legítimo e ilegítimo, medidas punitivas frente al
incumplimiento de promesas matrimoniales y penas severas para reprimir el
“aborto criminal”. Al Ministerio de Instrucción Pública se solicitaba que, en
los colegios nacionales, escuelas normales y secundarias, se incluyeran
nociones sobre el peligro venéreo y, a título de ensayo, se estableciese en
ciertos colegios la educación sexual. Eran 12 las películas cinematográficas a
disposición de los docentes e interesados en general, adquiridas a la Asociación Americana de Higiene social y al
Departamento Social de Higiene de
Francia. De estas 12 películas, siete refieren a las enfermedades de
transmisión sexual, una a la evolución de la reproducción, y el resto a la
educación moral y a la prevención.
Las publicaciones de la Liga no eran únicas en su intención y estilo,
sino que convivían con otras de tenor similar como las de la Colección
Científica de Editorial Claridad, editadas a partir de 1924. Esta colección,
conformada por folletos, libros y manuales que se vendían a muy bajo precio en
kioscos y negocios, tenía por finalidad divulgar obras de carácter científico
en las clases populares, dado que la moral católica había proscrito la
educación sexual. Abordaban temáticas similares a las publicadas en los
folletos de la Liga –higiene, enfermedades venéreas, iniciación sexual, entre
otras- e incluían guías para solteros, solteras y casados. A pesar de la
heterogeneidad de temas y autores, todas las publicaciones empleaban un lenguaje
sencillo y didáctico, procuraban brindar educación sexual y sentimental a la
población y “plasmaban representaciones epocales de género” (Mujica, 2017, p.
11).
Los folletos de la Liga, de 20 páginas de extensión y un formato de 17 x
12 cm, se editaban año a año con tiradas mínimas de 15.000 ejemplares y, en
algunos casos, eran pagados por instituciones como Yacimientos Petroleros
Fiscales y el Consejo Nacional de Educación, lo que permitiría advertir el
interés social de este tipo de abordajes. En 1936, los folletos ascendían a 25,
muchos de ellos con hasta tres reediciones. Diez se referían enfermedades
venéreas, una sobre Eugenesia, otro sobre el examen médico prenupcial y el
resto sobre educación sexual. En su mayoría están escritos por médicos y, en
algunos casos, son traducciones de producciones norteamericanas, de la Asociación Americana de Higiene Social,
o del Servicio de Sanidad pública de
los Estados Unidos, o conferencias pronunciadas en París, por integrantes del Instituto profiláctico de la sífilis.
Los volantes son 18, 16 de ellos sobre enfermedades venéreas, dos sobre
educación y moral sexual.
Tras analizar toda la producción escrita de la Liga podemos a concluir,
siguiendo el planteo de Santiago Zemaitis (2016) que los discursos y escritos
de la Liga, entrecruzan dimensiones moralistas-biologicistas con postulados del
discurso médico eugenésico y las perspectivas de la higiene y profilaxis
social. Se consideraba a la sexualidad como una “etapa” que se iniciaba con los
cambios psicofísicos en la pubertad y finalizaba en la vida adulta. Los órganos
genitales eran concebidos como “órganos reproductivos” y como la genitalidad
era un ejercicio biológico, las materias que debían abordarla en la escuela
eran las vinculadas a las ciencias naturales sólo cuando el tránsito por la
pubertad, requiriera información experta para evitar desviaciones.
Una nación y una argentinidad en construcción no podían permitirse ni
anormalidad, ni desviación, ni enfermedad, de ahí el énfasis puesto en el
riesgo de la promiscuidad sexual. Insoportables dolores y malformaciones
físicas iniciaban un trayecto que culminaba con la ceguera, la locura o la
muerte, acarreando el padecimiento no sólo del infectado, sino de todo el grupo
familiar. El escarnio social, el contagio –y de ahí la puesta en peligro de la
sociedad toda-, el embarazo adolescente y el aborto concebido como asesinato,
eran algunas de las consecuencias del imperio de las pasiones por sobre el de
la razón.
El vasto corpus documental al que hemos tenido acceso nos permite
afirmar que, desde el inicio del sistema educativo argentino, existió la
educación sexual, no como una materia identificable en la currícula escolar,
sino como un contenido transversal que involucraba actos, sujetos y espacios de
educación. Moral y discurso médico –asociado al eugenismo y al higienismo-
fueron los pilares de lo dicho y lo no dicho. La dimensión sexual se convirtió
en una dimensión sexuada, ya que el género de alumnos y alumnas determinaba
intervenciones y contenidos escolares.
La Liga Argentina de Profilaxis Social y renombradas médicas y
profesionales de la salud bregaron por la inserción de la educación sexual en
la currícula escolar, especialmente en el nivel secundario, pero ésta nunca se
incluyó de manera formal en los programas de enseñanza entre 1910 y 1936. Sí se
incluyeron contenidos vinculados la higiene y la puericultura.
La sexualidad fue concebida como una realidad universal, ahistórica y
presocial, natural, y normal. Las prescripciones se transmitieron desde una
pedagogía dual: la del miedo a la enfermedad y el pecado por un lado y, por el
otro, la necesidad de comprometerse de manera responsable con la perpetuación
de la sociedad, con la familia y con la vida sana.
La reproducción se concibió como un instinto al que había que
disciplinar y tamizar con la educación moral. Del sexo no se habla. Tampoco del
deseo. Ni del goce ni de la posibilidad de elegir con quién, cuándo y dónde
construir itinerarios y comportamientos vinculados a la sexualidad. Sí se habló
de puericultura y de higiene en la escuela. De profilaxis social y de
prevención de enfermedades venéreas, de condena a la prostituta, pero no a la
prostitución, de castigos y consecuencias nefastas para quienes desoyeran los
mandatos de padres, educadores y expertos, nucleados estos últimos en la Liga
Argentina de Profilaxis social.
El discurso prescriptivo y condenatorio fue difundido en el campo
educativo y cultural. La circulación de saberes incluyó lugares geográficos muy
distantes y generó lazos de intercambio y redes de intelectuales entre el campo
médico de Argentina, Francia, Alemania y Estados Unidos. Esa comunidad
intelectual que fusionó el discurso médico con un deber ser moral y cívico,
interpeló e intervino en actos educativos, programas de enseñanza y educadores
demostrando, a nuestro criterio, que la Educación Sexual Integral existió desde
el inicio. La sociedad argentina y su sistema educativo tuvieron una ESI antes
de la ESI.
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https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1218/te.1218.pdf
[1]
El libro de texto Higiene
de Manuel Carbonell, fue editado por primera vez en el año 1927. En el año 1950
contaba con siete ediciones. El texto estaba aprobado para los programas de
Higiene de los Colegios Nacionales, Liceos, Escuelas Normales y Visitadoras de
Higiene Social.
[2]
Según Gustavo Vallejo y Marisa Miranda “Dentro de la eugenesia se
debatía si ésta debía ser ‘negativa’ -así se consideraban a las prácticas de
unfruchtbar o esterilización llevados a cabo por el Tercer Reich-, o
‘positiva’, creando un ambiente moralmente favorable que induzca los
matrimonios deseables para la mejora de la raza; los biotipólogos argentinos
influenciados por la fuerte matriz católica autoproclamada como
antiesterilizadora, tendieron ambiguamente a privilegiar la segunda opción sin
dejar de ofrecer un importante espacio para cultivar la primera” (Miranda y
Vallejo, 2005, pp.163-64).
[3]
Un nutrido conjunto de autores/as han trabajado estas temáticas en
profundidad. En especial, sugerimos la lectura de Nari, M. (2004), Donzelot, J.
(1979), Lionetti, L. (2007), Carli, S. (2011).
[4]
Raquel Camaña (1883-1915) se formó en pleno auge del normalismo, con
un pensamiento político y social encuadrado en el socialismo argentino.
Múltiples aristas, aportes y complejidades poseen sus obras, su legado y su
pensamiento político. Camaña postulaba enfáticamente una educación integral, en
la que la coeducación y la sexualidad tenían un lugar primordial. Sostenía como
postulados que la religiosidad y el instinto de procreación se articulaban en
los sujetos a través de un elemento que debía ser eje curricular: la educación
sexual. Su noción de la educación sexual se vincula con preceptos de profilaxis
social (Southwell, 2015, p. 109-124).
[5]
La tuberculosis era factor de mortalidad al inicio de la edad
adulta, alrededor de los 20 años y en la edad madura era evidente una
mortalidad por desgaste, producida
por el exceso trabajo físico e intelectual, la vida confinada, los excesos y
errores de régimen, el alcohol, la avariosis, el cáncer, la diabetes la
arterioesclerosis ( Carbonell, 1927, p.13-14)
[6]
La Higiene Escolar, Revista mensual suplementaria del Monitor de la Educación Común,
Órgano del Cuerpo Médico Escolar. Su primer director fue el médico escolar
Benjamín Martínez y su primer número data de mayo de 1906. Martínez era un
asiduo colaborador de El Monitor de Educación
Común. Fue el autor de muchos de los artículos de la revista, y orador de
los “Congresos Médicos Latino América”, que se realizaron en esa década. En
ellos, fueron recurrentes sus alocuciones sobre el desenvolvimiento de la
higiene escolar en algunos países latinoamericanos y el señalamiento de que
Buenos Aires fue pionera en el mundo en la inspección de los edificios
escolares, los estudios antropométricos, de psicología infantil escolar y obras
de protección de la infancia. En el año 1942 aparece la revista Higiene y Medicinas Escolares.
[7]
Extracto del texto –cuya lectura completa sugerimos- “Ideas de
conjunto sobre los diversos asilos, tanto Nacionales como Municipales y
dependientes de la caridad pública, existentes en la capital”, por la doctora
Julieta Lanteri en La Higiene Escolar,
Año I, N° 9, 1 de enero de 1907.
[8]
Cualquier persona podía convertirse en miembro titular de la
asociación; bastaba con inscribirse y abonar una cuota anual de 10 pesos.
También, por la módica suma de 20 centavos podían adquirirse los numerosos
folletos educativos que la Liga editaba periódicamente. El valor de los
folletos era mucho menor que el de otros libros de la época, e idéntico al
precio de las publicaciones –de tenor similar- de la editorial Claridad.
[9]
Se comparten estas apreciaciones tras el análisis de todos los
folletos publicados por la Liga entre 1921 y 1936.
[10]
Frase extraída de la Resolución del Congreso Internacional de
Propaganda de Higiene Social y Educación Profiláctica, realizado en París, del
24 al 27 de mayo de 1923. Citado en de Plauzoles, 1936, p. 16.
[11]
Avril de Sainte-Croix (1855-1932) fue una escritora, periodista,
filántropa, feminista y pacifista francesa. Reconocida por su lucha a favor de
la abolición de la prostitución, fue secretaria general del Consejo Nacional de
Mujeres Francesas de 1901 a 1922, y luego su presidente hasta 1932. La
conferencia traducida por la Liga se tituló “La educación sexual” y estuvo
dedicada a maestros y padres de familia.
[12]
A. Calmette era miembro de la Academia de Medicina de París y
Subdirector del Instituto Pasteur. La traducción de su conferencia fue
realizada por el doctor Emilio Coni, miembro laureado con medalla de plata de
la Academia de Medicina de París.