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Darnos la mano. Andanzas entre acciones escolares (mal) queridas Javier Freixas Ediciones Seisdedos, 2021, pp. 197, |
Mariana Laura Delgado
Instituto de
Formación Docente Continua
Bariloche (IFDC), Argentina.
https://orcid.org/0000-0003-2361-6855
Verónica
Patiño
Instituto de
Formación Docente Continua
Bariloche (IFDC), Argentina.
https://orcid.org/0000-0002-1507-7436
El libro que nos ofrece Javier
Freixas es
profundamente filosófico. De mirada introspectiva, con gestos y
pasajes
autobiográficos que les brindan calidez, reflexión y
afecto a las gestas de
educadorxs. Es una obra de lazo intenso para quienes buscan
enseñar
aprendiendo, en “la pasión por conocer”. Pero,
además, una invitación a
reinventar actos educativos, otros, para la “defensa de…
derechos así como el
sentido de la creación de condiciones para la alegría en
la escuela” (Freire,
2004, p. 10).
Está compuesto por ocho
andanzas. Sí.
Andanzas que se dibujan como aventuras, acontecimientos, contingencias,
peripecias, circunstancias, tensiones, ubicadas en escenas de la vida
escolar.
Son esas incursiones en varios mundos, las que nos propone Freixas,
cabalgar
juntxs “entre acciones escolares (mal) queridas”. Una obra
que palpita tareas
colectivas, de convencidas e insistentes interacciones con otrxs, de
rondas de
palabras, de ideas, de preguntas, de recuerdos y construcciones
identitarias.
Pensares filosóficos,
andares colectivos que
quedan fielmente plasmados en la octava andanza, cuando se invita a la
escritura de un cadáver exquisito a doce valientes y audaces
cabalgantes.
Cómplices de la propuesta. Sostiene Ángela
Menchón, que “editar un libro
siempre es un hecho colectivo, como pensar” y afirma que hay
“acciones
colectivas que abren mundos” (Menchón, 2021, citado en
Freixas, 2021, p. 13).
En este escrito Freixas se
pregunta, por qué
volver a la escuela, qué hay allí de valioso y su devenir
docente, qué
movimientos son necesarios para pensar otros modos de hacer escuela y
reflexiona sobre el disfrute de esta institución. Escrituras y
reescrituras,
pensares movientes, que cabalgan sobre la esperanza y la apuesta, sobre
todo,
por esa escuela “otra” que él sabe que está,
allí, en el horizonte, en la
perspectiva infancia, como propuesta, como punto de llegada...
En la primera andanza, La
señora de Ambrosioni,
nos introduce en un relato escrito en primera persona. La señora
de Ambrosioni
es una de las tantas maestras que el autor reconoce y valora dentro del
sistema
educativo. Porque ella es quien lo buscó por su nombre y le dio
la mano, en una
escuela que por lo general resulta hostil, violenta y amenazadora. Ella
es
alguien con un rostro, alguien que da la mano como si estuviera en una
escena
del temible bosque de los cuentos en los que siempre alguien se pierde,
pero
aparece ella con su mano y la pregunta vos quién sos.
Freixas nos invita a buscar esas
pistas, ese
gesto, esa mirada, esa pregunta que genere la confianza necesaria a
modo de
hito en la historia, en su propia historia, cuando solito,
empequeñecido por la
inmensidad de la escuela, aparece una Señora de Ambrosioni
cerca, disponible,
para generar esa confianza y encontrar esas metáforas que
inundan el libro,
esas que nos permiten nombrar sensaciones, olores, recuerdos,
poéticamente
evocados, aunque duela, aunque cueste.
Esta historia, puede ser la
historia de
miles de infancias que, en el más profundo desamparo del patio
escolar,
encuentran a alguien que aparece y te cuida, te da la mano, te abraza y
te
nombra. Esas “acciones infinitas y cotidianas” lo hicieron
espantar el temor y
volver como docente una cantidad valiosísima de veces.
Lxs estudiantes de Freixas,
seguramente,
agradecen el gesto de la señora de Ambrosioni que marcó
el hito del cuidado y
permitió cobijarlo para siempre en la escuela, en la de su
infancia y en la
escuela que Javier y todos soñamos construir con ese simple y
salvador gesto
que toma la mano y permite rescatar el valor pedagógico de esos
guiños, de esos
abrazos, dando lugar a la experiencia.
En la segunda andanza,
“Bienvenir, cuidar,
acompañar. La educación como apertura a la
alteridad”, se proponen tres partes.
Una primera denominada: “La sombra de Gregor Samsa sobre las
escuelas” que nos
invita a transitar por los sentidos marginados de la tarea educativa.
En ella
se pregunta qué sucede en la escuela y se detiene a pensar en la
infancia. Toma
la imagen de la infancia como “muda experiencia” (Agamben,
2001, citado en
Freixas, 2021).
Transita por el comienzo del
libro La metamorfosis
[1]
y
toma al personaje del protagonista como una metáfora del sujeto
moderno y
sostiene que “quizás haya alguna secreta relación
entre la figura
metamorfoseada de Gregor Samsa y cierto sentido moderno y aún
hegemónico de la
educación”. Propone un aspecto un tanto aterrador ya que
algo de lo inhumano
queda en las escuelas (Freixas, 2021, p. 35).
En este orden de ideas, ubica la
escuela en
ese escenario del proyecto de la modernidad, desde la
ilustración hasta
nuestros días y plantea la tensión entre el sentido de la
escuela como una
“acción transitiva” en tanto el educar como un hacer
algo para o con alguien y
deja abierta la posibilidad de pensar la educación sólo
en términos de
“instituido-instituyente” reduciendo la tarea docente
teñida de lo
institucional. Retoma el pensamiento arendtiano al aludir al
“proceso de
fabricación”. En esas búsquedas navega entre los
sentidos y significaciones
modernas acerca de la escuela, para pensar e interrogar las
prácticas
silenciosas; esas “que abren poros”, invisibilizadas
institucionalmente, para
que no terminen reducidas a una razón funcional-instrumental de
lo instituido
(Barcena y Mèlich, 2000, citado en Freixas, 2021).
En la segunda parte,
“Bailando con Samba
Lelé para encontrarnos con otrxs” nos trae sonidos a
través de la canción
infantil brasileña. Nos invita el autor a retomar a Arendt para
caminar desde y
hacia la infancia “imaginando”. Toma la figura del
“nacimiento” como lo
“singularmente humano” y sostiene que quien enseña
puede abrirse a ese
encuentro con el recién llegadx, con quien nunca estuvo antes.
Lo que se pone
realmente en juego en la educación es “la natalidad, el
hecho de que en el
mundo hayan nacido seres humanos”. Una nueva invitación a
pensarnos en el
encuentro, de ese enseñante que logra abrirse a lo inesperado,
se entrega al
horizonte del descubrimiento, al tiempo de la reunión con quien
llega, con
quien nunca estuvo antes (Arendt, 2018, citado en Freixas, 2021).
Su tarea deja entonces de ser
fabricación
para convertirse en acción educativa. Qué maravilla.
Y la tercera parte
“Disponernos a meramente
estar con la infancia como alteridad radical” nos trae el
interrogante ¿Quién
sos? como clave para dar inicio a esa construcción de identidad
y de pregunta
ética ¿Qué significaría educar en el
horizonte de la experiencia? Indaga acerca
de esta idea y vuelve a la noción de infancia para profundizar
una concepción
que va más allá de lo cronológico, hay algo
allí en el orden de lo “inefable”
como huella de aquello que fuimos y que, de algún modo,
aún somos. Otorga valor
a la disposición ética de escuchar y encontrarse con cada
quien, abrirse a la
singularidad. En definitiva, educar es bienvenir la novedad de quien
está
llegando, ya que, en cierto sentido, todxs podemos estar siempre
recién
llegando (Agamben, 2001, citado en Freixas, 2021).
La tercera andanza, “Por
qué queremos la
escuela todavía. Acerca del tiempo de disposición
hospitalaria” presenta tres
partes: la escuela como proyecto moderno, inhóspita hospitalidad
y las acciones
que reúnen las fuerzas en el campo de batalla. Ensaya preguntas
a partir del
contexto, acerca de la escuela, su sentido como espacio o tiempo como
dimensiones no excluyentes y sostiene que son posibles las acciones de
bienvenida, cuidado y compañía con las que podemos
recibir a quienes llegan a
nuestro mundo viejo para renovarlo.
Desarrolla la escuela como
proyecto moderno,
desde repensar la relación entre esa modernidad y la
vinculación con el mundo
del mercado laboral y las demandas hacia la escuela que se originan en
la
“racionalidad hegemónica de la economía”,
problematizando el rol de la escuela
en esa demanda económica en clave de políticas
neoliberales (Freixas, 2021,
p.57).
La escuela no alcanza por
sí sola para dar
respuesta a las necesidades sociales consideradas en clave
económica, no como
objeción a la escuela en sí, sino como indicación
de que por sí sola no basta
y, desde esa racionalidad económica, se hace ese
señalamiento para que la
escuela se transforme, para poder articular con la lógica
laboral del mercado.
Abre preguntas ¿por qué y en qué sentido es
necesaria la escuela? ¿Cuál es el
lugar de la tarea de resistencia docente para transitar
prácticas que sean
militantes para mostrar que la escuela sigue siendo necesaria?
Pone de manifiesto la
posibilidad de
desarrollar esta idea desde varios aspectos conceptuales e introduce
preguntas
sobre los problemas que nos trae la hospitalidad y las figuras a las
que
remite: las ideas complementarias de extranjero y patria o casa.
Aparecen,
curiosamente con la misma raíz, las palabras hospitalidad y
hostilidad. Evoca
la pregunta por el “poder en ese vínculo”:
¿Quién hospeda o quién es hospedadx?
(Kohan, 2020, citado en Freixas, 2007). Rescata en esta
conjunción, el valor de
una disposición ética que estaría puesta no tanto
en el espacio sino en el
tiempo, ese durante el cual se desarrolla el vínculo entre
“dos sujetos y un
mundo” (Freixas, 2021, p. 68).
En el tramo de esta obra,
“Las acciones que
reúnen las fuerzas en el campo de batalla”, sostiene que
el tiempo de la
escuela es un tiempo de resistencia, tan es así que remite a una
especie de
“campo de batalla” que no es necesariamente hostil y dice
que quienes
enseñamos, somos batalladorxs intentado “reunir fuerzas
que se alejan,
promoviendo encuentros” sin perder de vista que también
lxs estudiantes son
batalladorxs. Nuestra tarea como educadorxs es acompañarlxs a
que puedan
encontrar por ellxs mismxs el sentido que les permita continuar con la
batalla (Freixas,
2021, p. 69).
La cuarta andanza titulada
“Hace tiempo
quiero atraparla. Notas por una escuela que ande hacia la
infancia”, habla de
“movidas colectivas”, que intentan “volver la mirada
hacia la infancia para
pensar de otro modo la educación…”, pero
también de algo inasible en ella. Una
invitación a retornar a la “infancia como
perspectiva”, para que emerja la transformación
de miradas enseñantes, donde lo planificado tome otra forma, en
la que estalla
lo incierto, y acontezca la experiencia del pensar común
(Freixas, 2021, p.74).
Interroga cómo tomar esa
perspectiva para
repensar la tarea y enunciar algo con sentido, si la infancia remite
etimológicamente a la ausencia de habla, a la explicación
en un tiempo, que no
es, el cronológico. Atravesar la educación por la
infancia, no como categoría
de pensamiento, sino desde esxs infantes irreverentes; como horizonte,
en las
instituciones escolares, presenta una perspectiva que propone pensar la
relación infancia, educación y filosofía, desde el
lugar y la pregunta en torno
a cómo sería una educación a la vez
filosófica e infantil.
En esta andanza nos habla del
tiempo
infantil como tiempo de desmesura. Allí pareciera erigirse una
educación que
afirma dicha desmesura y sostiene un nosotros que brinda sentido al
acto
educativo. Reconocer en la infancia el tiempo propio de los
acontecimientos,
que “ponen de pie la existencia de un inexistente”, lleva a
indagar sobre
enseñanzas que reconozcan lo que lxs niñxs saben y lo que
lxs maestrxs ignoran
(Badiou, 2012, citado en Freixas, 2021).
Concluye ponderando una escuela
que se anima
a bienvenir las variaciones infinitas, abogando por la
renovación de un mundo.
Aquel que habilite la tensión entre el viejo mandato ilustrado y
la infancia
como punto de vista, horizonte y posibilidad.
La quinta andanza, se presenta
en coautoría
con Mariana Alvarado, filósofa argentina, mendocina. En ella
retoman una
experiencia en círculo de diálogos filosóficos
donde quienes conversan son
pequeñxs. Reflexionan sobre la infancia como misterio inasible y
su relación
con el tiempo, marcada por una intensidad no sucesiva, ni continua, ni
ordenable. En este orden, aparece la ronda, como temporalidad otra.
Para que
todxs puedan verse, dejen de aguardar… en un espacio para la
acción. Es decir,
"para aquello que… hacemos cuando estamos entre iguales…
en torno a un
interés común" (Arendt, 1993, citado en Freixas, 2021).
La ronda y la
compañía entonces, se
constituye en una experiencia en sentido radical, con jóvenes
filosofantes,
cuyo devenir mostró la escucha y el relato. La misma da lugar al
acontecimiento
que trae consigo aquello que excede la presentación de un
escrito. Algo nuevo
emergió, en el orden del banquete: una reunión de
iguales. "Entrar allí es
disponerse a la escucha, a transformar el monólogo en
diálogo… Entrega de la
palabra propia a la escucha de lx otro" (Freixas, 2021, p.114).
Así, la experiencia de
lectura de aquellos
hablantes que han escrito y se han leído, porta consigo la
posibilidad de dar
existencia al leer y que acontezca la interpretación al
escuchar. La ronda
mueve a pensar la propia vida, porque quienes somos, depende de los
modos de
narrarnos, pero también el encuentro con la alteridad. Concluye
esta andanza,
con el banquete, que llevó a pensar otras acciones,
descolonizantes, que no fueran
justamente evaluar y publicar resultados.
En la sexta andanza buscó
abordar esos
asuntos que nos interpelan como educadores en torno a la
obstinación
evaluadora. Inicia con “Palabras sobre los exámenes”
de Deodoro Roca y ese
"éxito", sujeto a factores extraños que se “hacen
jugadores para toda
la vida”. En este sentido, se pregunta el autor, qué
significa eso de que la
novedad suele encontrarnos desnudxs, que nos toma sin conceptos y
salimos a
buscarlos (Deodoro Roca, 2017, citado en Freixas, 2021).
Como aquellos conceptos no se
encuentran,
pareciera necesario crearlos y allí nacen los hechos que
configuran
acontecimientos, los cuales pueden tomar la forma conocida o permitir
que la
novedad irrumpa. Son conceptos que merecen atención,
detenimiento en la
inmensidad, y en aquello que siempre los ha inquietado, esa
tensión enseñantes-
estudiantes, sobre la “exigencia de aprender a pensar” y
“expresarse como
supuestamente corresponde” (Freixas, 2021, p.127).
Dicha “impertinencia por
expresarse” ignora
los lugares, el camino, desde donde han emergido lxs estudiantes y al
mismo
tiempo la violencia de nuestras intervenciones; que no reconocen ni
bienvienen
a lxs portadorxs, a la novedad. Una violencia que se pone de manifiesto
en los
procesos de evaluación, tornándose imposibilitadora de
pedagogías del
encuentro.
Llegado este punto se interroga,
"Cómo
haríamos para dar cuenta objetivamente del movimiento del pensar
de nuestrxs
alumnxs, no es acaso lo que intentan los dispositivos más
complejos de
evaluación… Podemos proponernos alojar la novedad
incesante de los pensares y
educar el pensamiento para que trascienda lo cambiante", a sabiendas
que
ese pensar produce creaciones y novedades continuas (Freixas, 2021,
p.129).
En sociedades neoliberales, en
las cuales aparece
el rendimiento y fracaso, ligado a la vergüenza y al individuo, se
inscriben
ciertas prácticas de disciplinamiento, que colocan el pensar y
la escritura en
la “... posición de producciones necesitadas de
corrección”. En las cuales se
“...ha aprendido a escribir, hablar y actuar conforme a lo que
esperan la
mirada y el oído correctores” (Freixas, 2021, p. 134).
Si educar es evaluar, tal vez
tendríamos que
pensarnos como “evaluadores y no educadores” (Skliar, 2015,
citado en Freixas,
2021). Advertir los alcances éticos de la evaluación,
lleva a proponer la
puesta en juego del cuidado, alejándose de
“pedagogías de la crueldad”. Poder
apreciar el pensar con y entre otrxs, en las prácticas de
evaluación, desde
comunidades de pensamiento. Bajo coordenadas, que bienvienen los
pensares y las
desarticulaciones de ciertas intervenciones que ordenan la
expresión deseada,
la “académica”. El desafío de esta andanza,
será entonces, no “reproducir
deudorxs” y dar lugar a pensares otros, que dialoguen con el
porvenir (Freixas,
2021, pp. 137, 152).
La séptima andanza
titulada "La
experiencia de ensayar y de escribir en la escuela y en la academia"
comienza describiendo esas acciones que suponen un saber previo,
metodicidad, y
ver qué sale. Ensayo: exagium y exigere,
determinar peso, sacar, hacia
el exterior. En ese trasfondo de desplazamiento de significados, late,
el
tanteo de lo fructífero y descartado; donde la potencia del
ensayo reside en su
incompletud.
Invitar a escribir ensayos no se
circunscribe al género académicamente reconocido. Se
trata de "...
habilitar caminos en los que el pensar y las palabras se vayan
componiendo,
hasta transformarse en textos que, como los cuentos, no se agoten en
sí
mismos" (Freixas, 2021, p. 156). Supone trazar una búsqueda, de
experiencias
lúdicas, en la que no hay reglas generales.
En las páginas siguientes
se interroga el
autor sobre aquellos vínculos y tensiones que encuentra la
escritura que ensaya
y la escolaridad académica. Cómo lograr ese salto hacia
el horizonte de pura
experiencia. Y al mismo tiempo, identifica las potencias que se
pierden, cuando
se presenta como una actividad más de escritura, que será
evaluada y calificada
bajo parámetros estandarizados.
En este orden de ideas expresa,
“ensayos
experiencia”, y no “ensayos validez”, escrituras del
sí mismx, de
transformación, gestos "almohada" para recostarse, que inviten a
escribir la experiencia. Aquellos capaces de desarticular esas
adaptaciones a
formas de producción, lectura, evaluación validadora. Es
decir, que no congelen
la fuerza moviente del escribir ensayando.
Cómo recorrer ensayos
experiencia en las
instituciones escolares. Tal vez el intento, supondrá "...
correr… la
escolaridad académica todo lo que se pueda hacia el horizonte de
las escrituras
experienciales y… correr la experiencia hasta donde resulte
indispensable para
que sus efectos pueden ser bienvenidos en las estructuras
institucionales"
(Freixas, 2021, p. 171).
Estos desplazamientos conllevan
la
responsabilidad radical, para lxs enseñantes, de
acompañar en la búsqueda sin
llevar a estudiantes de la mano. Son transformaciones que ubican otras
temporalidades, muchas veces no ajustadas a las escolares, que van
más allá de
los textos y que muestran que el ensayo no será posible si no
hay lugar para la
experiencia, para esa fuerza de pensares que devenga en aquellas
disrupciones
potentes que señala el autor.
La Octava andanza “Hacia
una pedagogía del
encuentro. Un cadáver exquisito en tiempos de ausencias”,
es una andanza
particular y esperanzadora. Es un texto creado de manera colectiva por
Freixas
y once colegas
[2]
, siendo
el
cadáver exquisito la forma del encuentro desarrollada en
época de pandemia y,
de aislamiento, de virtualidad forzada. Pensar moviente, abundante en
preguntas
y plagada de metáforas tan necesarias para recorrer sensaciones,
sentires y
pesares que nos atravesaron en este tiempo.
Este colectivo decidió
abordar la escritura
movidos por tres inquietudes: experiencia, las instituciones y el
ejercicio de
enseñar y aprender. Logran una síntesis, una
polifonía de voces y pensares.
Recorren esta andanza una serie de interrogantes en torno a qué
clase de
encuentro se da en la virtualidad, respondiendo prontamente: no lo
sabemos.
También la interrogación sobre si aquellas presencias
corporales hacen al
encuentro, y las garantías para que el mismo exista.
Continúan las preguntas
acerca del tiempo,
del espacio-tiempo y sostienen que, con la suspensión del
espacio, el tiempo se
aceleró vertiginosamente, borrándose el límite
entre el trabajo y el ocio. Interrogan
la “normalidad”, “resquebrajada”, ponen en
palabras la nostalgia del encuentro
educativo posible, en un tiempo anterior. También abordan lo
colectivo en
terrenos de virtualidad. y dicen: “es posible que la potencia de
lo
político-colectivo no anide en ese momento de acción,
sino en la detención”. El
tiempo y el espacio aparecen recortados, la caverna sin arriba ni
abajo, sin
adelante ni atrás, en la superficie plana de una
pantalla… ¿hay un afuera?
(Freixas, 2021, p. 180).
Entienden la dimensión
del tiempo trastocada
y redefinida por la época que nos tocó vivir, una
temporalidad signada
fuertemente por el presente. Refieren a ausencias, las miles de
ausencias
diversas y acompañan estas ideas con angustia. Sostienen que es
allí en la
escuela el lugar donde nos contamos con palabras, “para saber
qué hacer con las
palabras, para saber de verdad qué hacemos con tanta
ausencia” (Freixas, 2021,
p. 184). Surge una pregunta desafiante, entreverada con ese presente
complejo:
¿por qué no confiaríamos, también, en lo
que no sabemos? El tiempo de la
escuela puede tomar la forma de la espera, sugieren.
Abordan un imperativo por
demás valioso y
significativo: seguir construyendo comunidad en ese entorno virtual,
con la
ausencia de la presencia física, al evitar reconstruir la
antigua normalidad,
entrelazado con temores como, por ejemplo, el de reponer del mismo modo
en que
fuimos. Proponen probar toda una pedagogía con otra
sensibilidad, pedagogía del
rincón, del margen… una pedagogía del fragmento,
una renuncia explícita a la
totalidad. Para finalizar, defienden el valor de reponer la
solidaridad:
parados en el mismo suelo, alumnxs y maestrxs.
Freire, P. (2004). Cartas a quien pretende enseñar. Siglo
XXI Editores Argentina
Freixas, J. (2021). Darnos la mano. Andanzas entre acciones
escolares (mal) queridas. Ediciones Seis Dedos.