Conflictividad docente,
organización
sindical y represión militar en el Noreste de Chubut
(1969-1972): el Plan de
Lucha nacional, la Fuga/Masacre de Trelew y la detención de
Mario Amaya
Teacher conflict, union
organization
and military repression in the Northeast of Chubut (1969-1972): the
national
Plan of Struggle, the Trelew Massacre and the arrest of Mario Amaya.
Axel Binder
Universidad
Nacional de la
Patagonia, Argentina.
Recibido:
30/11/2021
Aceptado:
21/12/2021
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.041
Resumen. En este artículo tomamos como punto de partida
la Fuga y Masacre
de Trelew (agosto de 1972), pero nuestro eje principal será el
ciclo de
conflictividad docente en la región (1969-1972) en el marco del
Plan de Lucha
Nacional que condujo el Acuerdo de Nucleamientos Docentes.
El nexo entre
ambas
situaciones es la presencia de Mario Abel Amaya (docente, miembro de la
Asociación Gremial de Abogados, dirigente de la UCR y presidente
de la recién
constituida Asociación de Docentes del Este de Chubut), en el
aeropuerto de
Trelew al momento en que se producía la fuga de presos
políticos del penal U6
de Rawson. Por su mediación en ese momento con las fuerzas
represivas para
garantizar la rendición pacífica de lxs 19 guerrillerxs
fugadxs, fue acusado de
complicidad y detenido por la dictadura militar. Esto sucedió
hasta que la
movilización popular del “Trelewazo”
consiguió su libertad tres meses más
tarde.
Ese es nuestro
punto
retrospectivo de partida, para analizar la unidad que se fue forjando
entre los
sectores docentes y el incremento de su combatividad, en el marco del
primer
acto de terrorismo de estado. Encontramos en la figura de Amaya una
trama de
relaciones que nos permiten hilvanar analíticamente las luchas
políticas y
económicas de la región.
Palabras
clave. Ciclo de Rebelión, Paro
Nacional, Terrorismo de Estado.
Abstract. This article starts from the
“Escape and Massacre of Trelew” (August 1972); But but it
focuses in the
theachers struggle of the region (1969-1972), in the context of the
National
plan fight lead by the Acuerdo de Nucleamientos Docentes.
The link
between both
situations will be the presence of Mario Abel Amaya (teacher, member of
the Association
of Lawyers, leader of the UCR and president of the recently constituted
Association of Teachers of the East of Chubut) at the Trelew airport at
the
time of the escape of political prisoners from the U6 prison in Rawson.
Due to
his mediation with the repressive forces to guarantee the peaceful
surrender of
the 19 fugitive, he was accused of complicity and detained by the
dictatorship;
until the popular mobilization of "Trelewazo", got his freedom three
months later.
From there we
will analyze
the unity that is being forged between the teaching sectors and the
increase in
their combativeness, in the context of the first act of state
terrorism; the
figure of Amaya and his relationships will allow to interweave weave
the
political and economic struggles of the region.
Keywords. Rebellion Cycle, National
Strike, State Terrorism
Durante el atardecer del 15
agosto de 1972
comenzó la fuga de presos políticos del penal U6 de
Rawson. La acción conjunta
de los militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP),
Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR) y Montoneros permitió llevar a cabo una
espectacular fuga
de una cárcel de máxima seguridad en la Patagonia,
custodiada por una base
militar con más de 2000 combatientes.
La
posibilidad de una eventual fuga de “guerrilleros”, no fue
algo que
tomase por sorpresa a las FF.AA, ya que la “comunidad de
inteligencia” se
encontraba advertida al respecto. En consecuencia, en marzo de ese
año se
habían enviado mil marinos y se constituyó el Comando
Aeronaval Trelew, dando
inicio a las actividades en la zona de la Escuela Aeronaval Nº6,
que pasaba a
tener asiento en la base de Trelew, Almirante Zar. Eso trajo aparejado
mayores
operativos y acciones de contrainsurgencia que fueron generando una
exacerbada
militarización de la región; y, como contrapartida, un
mayor rechazo social a la presencia
militar (en particular) y a la
dictadura (en general) que fue irritando a la población
local. Un informe de inteligencia de la Armada Argentina, evaluaba:
En distintas oportunidades se ha
hecho
circular la versión, de un posible intento de evasión o
rescate de los
detenidos y que, consecuentemente, hizo converger hacia el lugar
Fuerzas de
Seguridad. Estas al adoptar los controles del caso, ocasionaron las
consecuentes molestias en la población que desde el inicio del
proceso no vio
con agrado que su provincia fuera elegida para estos fines. Una
información de
febrero del corriente año, indica que un grupo de ex integrantes
de la Juventud
Peronista, expulsados por su manifiesta ideología comunista,
había formada un
denominado “Comando Evita”, cuya única actividad
hasta el momento ha sido la de
inscripción de murales. Por último cabe destacar que en
el mes de marzo fue
encontrado en las calles de Madryn un folleto suscripto por el
"Ejército
Revolucionario del Pueblo" (E.R.P), siendo esta la única
manifestación
concreta que se conoce de las organizaciones conocidas. (ARA, 1972)
Sin
embargo, lo que no esperaban, era que
la fuga se desarrollara con la toma del penal
desde su interior; y que el apoyo externo se usara para llegar al
aeropuerto de
Trelew y secuestrar un avión rumbo a Chile. Contando con la
colaboración de un
guardiacárcel y vestidos con uniformes confeccionados por los
presos dentro del
penal, la toma comenzó copando uno a uno los puestos de
vigilancia. Todo
transcurrió en pocos minutos y sin inconvenientes, hasta que
llegaron a la
puerta principal y uno de los guardias -de apellido Valenzuela-
actuó
rápidamente: abrió fuego contra el grupo que avanzaba y
resultó herido durante
el tiroteo, muriendo casi inmediatamente.
Debido a desinteligencias con el
grupo
externo, dos de los tres vehículos de apoyo se retiraron.
Sólo uno se quedó y
pudo trasladar al primer grupo que tenía prioridad de fuga
(integrado por seis
de los más importantes dirigentes de las organizaciones
político-militares[1]). Este grupo fue el que primero pudo llegar al
aeropuerto de Trelew
y abordar el avión. El otro grupo, integrado por 19 militantes
de segunda línea[2], debió trasladarse en taxis que fueron llamados
desde la unidad
carcelaria. Cuando finalmente lograron arribar al aeropuerto, el
avión ya había
tenido que partir; y el vuelo siguiente –advertido ya de la
situación- no
descendió en Trelew, por lo que procedieron a tomar las
instalaciones.
Llamaron a la prensa, a un
médico y a un
juez, para negociar las condiciones de su entrega y garantizar la
integridad
física, ante un régimen que ya era sabido que usaba la
tortura y el asesinato
para lidiar con sus opositores políticos. Tres representantes de
las
organizaciones armadas explicaron ante la prensa y las cámaras
de televisión
los motivos de la fuga y sus opiniones sobre el régimen,
remarcando la
importancia de una lucha conjunta contra la dictadura. Cuando el
periodista
-Daniel Carreras- preguntó sobre las condiciones de
rendición, Mariano Pujadas
(Montoneros) dijo:
entregarnos incondicionalmente;
en estos
momentos nuestra lucha es bien demostrativa de que no tenemos ninguna
intención
de daño a los civiles. Los hemos declarado, lo hemos reiterado y
si simplemente
los mantenemos aquí es incluso por seguridad de ellos, ya que
afuera está la
represión, mientras pactamos con la represión para
entregarnos, entregar las
armas y garantizar nuestra seguridad. (Urondo, 2011, p. 132)
En ese momento se encontraba en
el
Aeropuerto de Trelew, Mario Abel Amaya: reconocido dirigente del
radicalismo
local, querido docente del Colegio Nacional de Trelew y comprometido
miembro de
la Asociación Gremial de Abogados que desde fines de los
’60 había asumido la
defensa de presos políticos (siendo entre otros, Agustín
Tosco uno de sus
representados; Cfr. Debattista y Gatica, 2017). Rápidamente se
ofreció como
mediador en las negociaciones, sirviendo de garante durante el proceso
de
rendición y acompañándolos en el colectivo que los
condujo hasta la Base
Almirante Zar, donde nadie imaginó que una semana más
tarde serían finalmente
fusilados.
***
La Zona de Emergencia decretada
por la noche
del 15/08/1972, planteó una situación extraordinaria
situando localmente una
“problemática” de alcance nacional y de
interés internacional (por el
salvoconducto a Cuba que el gobierno chileno de Salvador Allende
brindó a los 6
dirigentes fugados; Cfr. Míguez y Núñez, 2020). El
movimiento de abogados
defensores, familiares, equipos de prensa, periodistas nacionales e
internacionales y funcionarios de gobierno, daba cuenta de la
trascendencia del
acontecimiento[3]. El suplemento especial que lanzó el diario local
Jornada
por motivo de la fuga, se agotó de inmediato ante la avidez de
un público
sorprendido por la espectacularidad de la hazaña:
constituyó un
éxito
periodístico. No era para menos, porque la población
ansiaba completar su
información sobre la cruenta fuga de los guerrilleros, y Jornada
la brindó en 8
páginas dedicadas exclusivamente a los sucesos que conmovieron
la zona (…)
cuando la impresora comenzó a marchar, a las 19.30, la
fisonomía de la calle
España, entre Fontana y Sarmiento, era impresionante por la
cantidad de público
reunido y de automovilistas que transitaban a marcha lenta esperando la
salida
de los canillitas. Cuando la primera tanda de ejemplares ganó la
calle, se
produjo un espectáculo inusitado, que incluso motivo un
taponamiento de tránsito,
obligando a intervenir a efectivos policiales. Durante una hora y media
el
público, renovándose, mantuvo ocupada la vereda a lo
largo de 50 metros (…) un
récord de tiraje: 8000 ejemplares…”. (Diario
Jornada, 18/08/1972, p. 8)
La presencia de Mario Abel Amaya
en el
aeropuerto de Trelew había despertado inmediatas sospechas entre
los militares
a cargo de la Zona de Emergencia, y fue acusado de haber actuado en
connivencia
con las Organizaciones Político-Militares (OPM). El 18 de
agosto, tres días más
tarde, Amaya se encontraba almorzando en el Hotel Provincial con otros miembros de
la Asociación Gremial de Abogados (Ortega Peña, González
Gartland, Duhalde y Mattarollo)
cuando fueron detenidos por personal policial. Todos fueron
liberados rápidamente, a excepción de Amaya, que
continuaría preso a
disposición del Poder Ejecutivo hasta el mes de noviembre (Cfr. Pérez Álvarez y Fernández
Picolo, 2016).
La detención de Amaya
abrió un breve ciclo
de lucha que se cierra con su liberación el 13 de noviembre de
1972,
atravesando dos hitos trascendentales para la historia regional y
nacional: La
Fuga/Masacre de Trelew en agosto de 1972 y el “Trelewazo”[4] (50 días después), movilización
popular que consiguió la liberación
de los habitantes detenidos durante un operativo militar en el mes de
octubre,
incorporando a su reclamo la liberación de Amaya (Cfr.
Fernández Picolo, 2014;
Ramírez, 2007; Martínez, 2004).
A partir de ese momento, la
conflictividad
regional que se encontraba signada fundamentalmente por luchas de
índole
económico-corporativas, incorpora como rasgo inmanente las
acciones de protesta
por motivos políticos (contra la represión y el
autoritarismo).
Es cierto que la defensa de
presos políticos
había dado un salto cualitativo en la región cuando el
régimen militar hacia
mediados de 1971 trasladó a la U6 de Rawson a los miembros de
las OPM (lo que
alentó el surgimiento de Comisiones de Solidaridad[5]). Pero la detención de Amaya vino a mostrar que
la represión
militar también podía alcanzar a la sociedad civil y a
sus más respetados
vecinos. En otras palabras, el autoritarismo, la represión y la
persecución de
la dictadura militar dejaban de ser algo “externo” a la
realidad local.
El 20 de agosto -a dos
días de su detención-
se creó la Comisión por la Libertad de Mario Abel Amaya,
que estuvo integrada
por las siguientes fuerzas políticas[6]: los sindicatos de Luz y Fuerza (de Córdoba y la
Patagonia), lxs
docentes de secundaria[7], los trabajadores de la administración
pública y de vialidad provincial
(Cfr. Gatica, 2007); los partidos políticos[8], la Comisión de Solidaridad con los Presos
Políticos, la Comisión
Peronista de Solidaridad, el grupo de Teatro El Grillo, el Colegio de
Ingenieros Agrónomos y el Colegio de Abogados[9].
En esa lucha se condensan y
reafirman los
alineamientos de las fuerzas políticas opositoras al
régimen y se despliegan
algunas de las estrategias de lucha que -semanas más tarde-
veremos también en
el Trelewazo (Cfr. Binder, 2019a). Sin embargo, esa iniciativa de
articular en
acciones a las fuerzas políticas opositoras, se vería
momentáneamente
paralizada tras los fusilamientos en la Base Zar de Trelew la madrugada
del 22
de agosto. No obstante, a pesar del aturdimiento social que produjo la
Masacre,
la detención de Amaya logró “activar” y
sincronizar algunas acciones entre las
fuerzas políticas opositoras al régimen (especialmente
partidos políticos y
sindicatos)[10].
***
Ese 22 de agosto, cerca de las
03.30, los 19
militantes políticos encerrados en los calabozos de la Base Zar
de Trelew,
fueron despertados con patadas en las puertas y a los gritos. El
capitán Sosa, los
tenientes Bravo y Del Real, el capitán Herrera, y los cabos
Marandino y
Marchant los obligaron a salir de
las celdas y a formar dos filas en el pasillo, con la cabeza hacia el
piso.
Luego abrieron fuego sobre los diecinueve, descargando por completo sus
ametralladoras. Cuando finalizaron las ráfagas, quienes
todavía se encontraban
vivos fueron rematados con tiros de gracia.
A pesar de ello, lograron
sobrevivir seis de
lxs presxs (María Antonia Berger, Ricardo Haidar, Alberto Camps,
Miguel Ángel
Polti, Alfredo Kohon y Rubén Bonet). Luego de algunos minutos de
estar en el
piso de sus celdas desangrándose y sin recibir ningún
tipo de atención médica,
fueron llevadxs en camillas hacia la enfermería, donde se les
dejó varias horas
más sin atención, esperando que muriesen. Finalmente,
fallecieron Kohon y Polti
durante el transcurso de la mañana, y Rubén Bonet en
horas del mediodía,
fusilado de un tiro en la cabeza (Binder et. al 2015, Fernández
Picolo, 2014).
Berger, Haidar y Camps, sobrevivieron para dar testimonio de la
masacre,
relatando los hechos en conferencias, entrevistas y en declaraciones
judiciales
(Urondo, 2011). Esos expedientes serían “cajoneados”
en los años siguientes;
los tres sobrevivientes luego fueron asesinados durante la
última dictadura
militar[11].
La Masacre de Trelew
conmocionó a la
sociedad argentina y conmovió el escenario político
nacional, evidenciando un
salto cualitativo en la represión y demostrando hasta donde era
capaz de llegar
la dictadura militar. Los fusilamientos fueron la respuesta a la
humillante
derrota que había significado la espectacular fuga del penal de
Rawson,
aplicando el terror como mensaje disciplinante. En ese sentido, la
Masacre
anticipó la metodología criminal que la dictadura
siguiente habría de
dispensarle a la vanguardia revolucionaria y a lxs luchadorxs sociales
que
levantaban el programa de la clase obrera.
A diferencia del episodio de la
Fuga, luego
de la Masacre no hubo un número especial ni “éxito
periodístico” alguno; las
ansias y la necesidad de información que tenía la
población no fueron
satisfechas esa vez. En su lugar, la prensa -tanto regional como
nacional- se
encargó de difundir e instalar las versiones oficiales que
planteaban que los
“guerrilleros” habían muerto durante un
enfrentamiento, tratando de fugarse de
la Base militar donde habían sido trasladados. Esa misma
madrugada del 22 de agosto se
promulgó el decreto
19.797 que establecía penas de prisión de seis meses a
tres años, a quienes
publicaran cualquier otra versión que no fuese la oficial[12].
Los fusilamientos del 22 de
agosto (1972),
el amedrentamiento y el posterior encubrimiento, se desarrollaron en el
marco
de un paradigma militar de lucha contrainsurgente, que desde mediados
de 1971
(luego del “Viborazo” o “segundo Cordobazo”[13]),
había asumido oficialmente la “Hipótesis de guerra
en el marco interno”[14],
subordinando a las policías y colocando a las Fuerzas Armadas al
frente de la “lucha
contra la subversión”. Desde esa perspectiva (la
planificación represiva, las
directivas militares, el asesinato de presos políticos, el
mensaje de terror
inoculado en la sociedad, el encubrimiento del hecho y la impunidad
garantizada), la Masacre de Trelew representa uno de los eslabones
fundacionales del Terrorismo de Estado, siendo su prueba piloto o
“ensayo
general”[15].
Ese mismo día, la
docencia regional había
resuelto adherir al paro nacional convocado por el Acuerdo de
Nucleamientos
Docentes[16], siendo esa la primera vez que todos los sectores
(privados,
nacionales y provinciales, de la educación primaria y
secundaria) participaban
conjuntamente de una acción de fuerza, lo que reflejaba el grado
de madurez que
la organización, unidad y lucha docente iban alcanzando en la
región.
La conferencia de prensa que
brindaron los
miembros de las organizaciones político-militares en el
aeropuerto de Trelew
tras la fuga del penal de Rawson (15/08/1972), ofrece una clara
síntesis del
proceso económico, político y social, reflejando el
momento que atravesaba la
lucha de clases en el país. Cuando el periodista local
–Daniel Carreras- les
preguntó si las soluciones que ofrecían a la
situación del país eran todas por
la “vía violenta”, Mariano Pujadas (Montoneros)
respondió: “…La vía la pone el
régimen, cuando proscribe la voluntad del pueblo. Cuando impide
que el pueblo
pueda elegir libremente. (…) entendemos que el problema de la
violencia es algo
que nos impone el régimen, cortando todas las salidas
posibles”. Y Rubén Bonet
(ERP) agregó
para ello tentemos ejemplos
claros del
porqué: cualquier hecho en el pueblo, en el proletariado, el
aumento de la luz,
en cualquier de los distintos sectores de clases sociales, en cualquier
sector
del pueblo, generan inmediatamente la represión; cualquier
manifestación por
pacífica que sea, genera represión y la muerte de
obreros, de gente del pueblo;
y esto puede venir de la luz o de cualquier otra cosa (…) la
situación es que
el gobierno reprime cualquier manifestación por pequeña
que sea. Mata un obrero
de Peugeot. (…) mata gente del pueblo porque pide por las
tarifas eléctricas.
Mata por cualquier cosa. Nuestra violencia es la respuesta a esa
violencia, es
la respuesta a la violencia del capitalismo. (Urondo, 2011, pp.134-135)[17]
Al momento de esa conferencia se
encontraba
también en el aeropuerto de Trelew, Mario Abel Amaya.
Recientemente nombrado
presidente de la Asociación de Docentes del Este de Chubut, se
había dirigido
al aeropuerto (en momentos en los que el segundo grupo de fugados se
encontraba
realizando la toma del edificio) para entregarle las credenciales de
delegada a
una profesora que viajaba a un congreso docente en Buenos Aires. Pero
en lugar
de eso, acabaría mediando en las negociaciones entre las fuerzas
represivas y
lxs “guerrillerxs”, buscando garantizar la integridad
física de todas las
personas allí presentes. Esa intervención, le
valdría a Amaya (profesor del
Colegio secundario Nacional de Trelew) la acusación de haber
colaborado con la
fuga y 3 días más tarde fue detenido.
Tanto los lineamientos generales
de la
conferencia de prensa (cfr. Urondo, 1973; Gleyzer, 1972), como la
presencia de
Amaya en el aeropuerto (más allá de los matices, las
circunstancias y de las
obvias diferencias entre la lucha gremial y la lucha armada),
respondían a una
creciente situación de conflictividad común. Ambos
representaban fuerzas
políticas que, opuestas a la dictadura militar, buscaban
resistir su embestida
política y la crisis económica que presionaba sobre
amplios sectores de la
sociedad.
La
inflación de precios y tarifas se había convertido desde
1969, en un problema
estructural que la dictadura trataba de morigerar interviniendo en la
economía,
estableciendo controles y campañas de divulgación de
precios. Al año siguiente,
ya bajo el gobierno de Levingston, se comenzaron a fomentar las
exportaciones,
la apertura al mercado externo y la restricción al consumo
interno, como
medidas para desacelerar la crecida inflacionaria.
Esas políticas
económicas afectaron a la
industria nacional: el encarecimiento de insumos, el estancamiento de
la
productividad y las caídas en las ventas impactaron
rápidamente de manera
negativa en el Producto Bruto Interno (PBI). Las devaluaciones
aplicadas, el
consecuente alza del costo de vida y el congelamiento de salarios eran
medidas
regresivas que implicaban una transferencia de ingresos de las clases
populares
al establishment económico. Todo ello redundó en un
incremento de la lucha de
clases, alimentando una movilización social y una
participación política que la
dictadura buscó contener aplicando una mayor política
represiva.
En la región NE de Chubut
(Rawson, Trelew y
Puerto Madryn), a pesar de las medidas de promoción industrial
que la
“Revolución Argentina” había estipulado para
conformar polos de desarrollo en
Patagonia (Cfr. Pérez Álvarez, 2016), el Producto Bruto
Geográfico (PBG)
mostraba para 1971 sensibles mermas. En 1972 la crisis económica
y social era
aguda; se proyectaba que para diciembre de ese año el aumento
del costo de vida
fuera del 72%[18]. También subirían las tasas de desempleo,
la inflación, las tarifas
de los servicios, y la canasta familiar. Para octubre de 1972, la
inflación
regional -que se calculaba en un 30% más que la de Buenos Aires-
ya se había
incrementado un 59,2% respecto del año anterior[19].
Las clases populares
(pequeña burguesía y
proletariado), en franco proceso de pauperización, no se
mantuvieron pasivas
ante esa acuciante situación socioeconómica,
registrándose un notable
incremento de las acciones de conflicto en la región (tanto por
reivindicaciones económicas como de repudio al autoritarismo y a
la represión).
Así, la creciente
represión y militarización
que en la región había impulsado el traslado de presos
políticos a la U6 de
Rawson desde julio de 1971 (Binder, 2019), se combinaba con los efectos
políticos y sociales de una crisis económica cada vez
más aguda, que durante
1972 precipitaría la conflictividad social, planteando serios
obstáculos a la
gobernabilidad de la dictadura en la región.
La lucha del colectivo docente
en la región
había comenzado a resurgir en 1969 (a tres años del golpe
de Estado que
encabezara Onganía), encontrando en el campo de las
reivindicaciones laborales
y salariales su principal motivo. Sin embargo, esa conflictividad no
tardaría
en “saltar” al campo de la lucha política, una vez
que la represión y el
autoritarismo del régimen comenzaron a imponerse sobre sus
legítimas
aspiraciones salariales y educativas.
La organización sindical,
la participación
en medidas de fuerzas nacionales y la solidaridad política y
gremial fueron
caracterizando al sector docente del NE de Chubut, que entre 1970 y
1972
comienza a ganar protagonismo en la región. Sus acciones en esos
años fueron
nutriendo el ciclo de rebelión regional (Iñigo Carrera,
2008) que en octubre de
1972 encontró uno de sus puntos más álgidos: el
Trelewazo, donde docentes y
estudiantes tuvieron un marcado protagonismo junto a la clase obrera,
sosteniendo el proceso de lucha con su participación asamblearia
y las diarias
movilizaciones callejeras (Binder, 2019a).
Como ya anticipamos, el
día 22 de agosto de
1972 lxs docentes de la región -que ya venían
participando del Plan de Lucha a
nivel nacional- se plegaron a un nuevo paro
de 72 horas,
dispuesto por el Acuerdo Nacional de Nucleamientos Docentes.
En esa
jornada
confluyeron los diferentes sectores de la docencia regional
(nacionales,
provinciales y privados), que entre 1970 y 1972 habían ido
profundizando su
organización gremial e incrementando sus acciones de lucha. Esa
huelga
constituye un hito en el ciclo de lucha docente, en tanto que es la
primera
medida de fuerza “oficial” que realiza la Asociación
Docente del Este de Chubut
(que unificaba la docencia primaria y secundaria tanto nacional como
provincial).
Reclamaban
un
aumento masivo de salarios y rechazaban la reforma integral del sistema
educativo que la dictadura buscaba impulsar[20]. Ese era el eje central de una
problemática
nacional que desde 1971 había dinamizado localmente al sector,
luego del
reflujo de la conflictividad (y la interrupción de los planes de lucha)
que había inducido
el golpe de estado de 1966 y la represión a estudiantes y
docentes[21].
Durante 1970, los gremios de la
provincia
(maestrxs de primaria y profesorxs del secundario) atravesaron una
etapa
organizativa y de refundación sindical, que se refleja en el
creciente número
de reuniones y asambleas que realizaron. Pero fue al calor del Plan de
Lucha
nacional de 1971, que comenzaron a desarrollar nuevas medidas de fuerza[22]. Un
informe de inteligencia de la Armada consignaba que a nivel nacional,
el
accionar del sector docente/estudiantil se había
“constituido en un reflejo de
la situación política e institucional imperante en el
país, teniéndose así que
tanto educadores como educandos (en particular estos últimos),
han continuado
politizándose” (ARA, 1971)[23].
La
particularidad que asume regionalmente esta “renovada” ola
de lucha docente, es
que comienzan a articularse los conflictos de los diferentes niveles
educativos
(primarios y secundarios, tanto nacionales como provinciales)
conformando
paulatinamente un frente de lucha común contra el gobierno de la
dictadura.
Y si bien es cierto que la mayor
parte de
las medidas de fuerza durante esos años fueron del orden
nacional
(conflictividad indirecta[24]), sirvieron para dar un marco de acción regional
que permitió ir acumulando
experiencias de lucha y organización; en especial entre lxs
docentes de
secundaria (nacionales) que a la vez que participaban de las medidas de
fuerza,
avanzaban en su propia organización gremial y en la
elaboración de sus
estatutos (destacándose en esos procesos las figuras de
Encarnación Díaz de
Mulhall[25] y Mario Abel Amaya).
Durante el periodo
‘71-’72, el sector
docente en su conjunto se posicionó como una de las fuerzas
asalariadas (detrás
de los empleados provinciales, y junto al sector de la
construcción) que mayor
cantidad de acciones de conflicto desplegó. En esa fase
ascendente de lucha,
fueron lxs docentes nacionales de la educación primaria (con
organización en el
Centro Maestros del Valle del Chubut)
y
secundaria (que se organizarían
provincialmente hacia
1972), los que primero tomaron medidas de acción directa.
Lxs maestrxs de escuelas
provinciales
(nucleados en la Asociación de
Docentes Provinciales),
tardaron un poco más en plegarse a los paros dispuestos por el
Acuerdo de
Nucleamientos Docentes. Sin embargo, transitan durante 1971 (al calor
de esa
conflictividad nacional) un proceso interno de redefinición y
renovación
sindical, que no tardaría en realizar acciones de fuerza y en
trasladar las
presiones de las bases al gobierno provincial.
En
cuanto a la
docencia privada de la región -si bien no participó en
ninguno de los 5 paros
nacionales de 1971- manifestó su solidaridad y apoyo moral,
expresando la
legitimidad y fuerza del reclamo docente[26].
A partir de abril de 1971, -en
el marco del
Plan de Lucha nacional- se incrementan las acciones de protesta docente
a nivel
regional, rechazando por insuficiente el aumento que había
propuesto el
Ministerio de Educación (ante el constante alza del costo de
vida). Ese primer
paro nacional tuvo alto acatamiento en Trelew y Puerto Madryn; se
plegaron lxs
maestrxs y profesorxs de establecimientos nacionales, mientras que lxs
docentes
provinciales “asistieron normalmente a sus lugares de trabajo por
cuanto la
asociación que los agrupa no adhirió a la medida de
fuerza” (Diario Jornada,
1/04/1971).
Al mes siguiente (mayo), el Plan
de Lucha
programó un nuevo paro, esta vez por 48 horas. Nuevamente fueron
lxs docentes
nacionales (de educación primaria[27] y
secundaria) los que participaron activamente de la medida. Para esta
ocasión,
la Asociación de Docentes Provinciales resolvió adherir
“espiritualmente” a la
huelga[28],
reflejando la progresiva y paulatina politización del sector que
se encontraba en plena reorganización sindical, comenzando a sostener asambleas y
reuniones con
funcionarios del gobierno provincial para discutir incrementos en sus
salarios[29].
En paralelo, un
grupo de ese sector de docentes provinciales, excediendo las demandas
estrictamente salariales, reclamaron también por la libertad del
maestro Elvio
Ángel Bel, que había sido detenido en 1970 en el marco
del decreto 17.401 de
represión al comunismo. Mario Abel Amaya ofició
de abogado defensor de
Bel, y también integró el grupo de docentes (junto con la
docente del Colegio
Nacional, Encarnación Díaz de Mulhall) que mediaron
políticamente: entregaron en mano al
Ministro del Interior Mor Roig (que se
encontraba de gira por la zona) un memorial para que intercediera en la
liberación de Bel. Mantuvieron también entrevistas
con el Ministro de
Gobierno, Educación y Justicia de la Provincia (Enrique
Vernengo), a quién le
solicitaron intervenir ante las autoridades nacionales[30].
Muy reconocido
y respetado por la comunidad, Bel tenía 32 años al
momento de su detención.
Había enseñado en comunidades del interior de la
provincia, así como en
Comodoro Rivadavia, Rawson y Trelew. En esta última ciudad
había impulsado -junto
a otros militantes del PC- el Movimiento Estudiantil Pro
Enseñanza Superior
(MEPES)[31].
También estuvo vinculado a la organización del sindicato
docente provincial
(Asociación de Docentes de la Provincia de Chubut). Durante la
“Revolución
Argentina”, se había visto imposibilitado de integrar
organismos públicos y de
ejercer la docencia, debido a sus “antecedentes
ideológicos”[32], por
lo que se empleó como obrero en la fábrica textil de
Rawson, PRENYL[33].
Al tercer mes del Plan de Lucha,
el paro fue
por 72 horas y el ausentismo fue alto entre lxs docentes primarixs y
secundarixs de establecimientos nacionales. Estos últimos
fijaron su posición
en un comunicado firmado por
Encarnación Díaz de
Mulhall, Mario Abel Amaya y Francisca Hernando, en el que se
comprometían a
acatar en adelante los paros que dispusiese el Nucleamiento Docente[34].
Los
docentes
privados -a diferencia de las huelgas anteriores- pasaron a adherir
moralmente[35] a la medida de fuerza,
reflejando la fase
ascendente de una lucha docente que seguía en expansión
incorporando nuevos
sectores educativos al conflicto. En un comunicado, expresaron
además “rechazar
la opinión de que la reforma es impulsada por la
enseñanza privada, y busca el
desmantelamiento de la escuela pública en provecho
propio”, y exhortaron “a los
padres de alumnos a tomar conciencia de la afligente situación
económico social
de lxs docentes del país, y a apoyarlos en sus justos
reclamos” (Diario
Jornada, 1/06/1971).
Sobre
la reforma
educativa que la dictadura estaba buscando impulsar, lxs maestrxs
nacionales de
Chubut manifestaron que la reforma era un trasplante del sistema de
otros
países y no algo elaborado de manera acorde a la realidad
argentina:
primero
hay que
resolver los problemas económicos (…) desconocen la
realidad del país; se
olvidaron que el contribuyente del interior tiene derecho a que sus
hijos
reciban una formación y una escuela igual que la que tiene la
Capital Federal
(…) hay escuelas con 7 grados y un solo maestro, y otras que
aunque les faltan
muchas cosas tienen un maestro para cada grado (Comunicado
del Centro Maestros del Valle del Chubut, Diario Jornada, 1/06/1971).
En cuanto a lxs docentes provinciales, un grupo
decidió plegarse al
paro, evidenciando una división al interior del gremio entre un
sector más
proclive a la lucha (acción directa) y uno más
conservador (dialoguista). Lxs
que dieron clase, se excusaron explicando que su posición
obedecía al
hecho de que la última asamblea de docentes provinciales
había determinado
prescindir, por distintas causas, de formalizar adhesión activa
al movimiento
de fuerza. Aclararon que aunque se identificaban con los móviles
del paro, un
cambio de actitud debe responder a la decisión de una asamblea
de docentes.
(Diario Jornada, 4/06/1971)
En el
mes de agosto,
la Asociación de Docentes Provinciales tomaría un rol
más activo, pasando a
reclamar un aumento del índice salarial y expresando a su vez el
rechazo a las
modificaciones del estatuto docente en la provincia (evidenciando como
la
presión de “las bases” empujaba a la
conducción del gremio a tomar decisiones
institucionales más comprometidas políticamente). Para
ello, elevaron un
petitorio que había sido consensuado en Asamblea, y dieron al
gobierno un plazo
de 15 días para que presentara soluciones, “habiendo
decidido llamar a asamblea
de maestros al término de dicho plazo para considerar las
medidas a adoptar de
acuerdo a los resultados obtenidos” (Diario Jornada, 23/08/1971).
Esta
actitud de
confrontación con el gobierno (y la velada amenaza de proceder
con medidas de
fuerza) trajo mayores escisiones al interior del gremio, provocando la
reacción
por parte de un grupo de delegadxs “participacionistas” que
se oponían a esa
estrategia:
se
quiere dejar por
sentado que no es el gremio en su totalidad el que comparte la
posición del
secretariado. Es por eso que se ha solicitado a la conducción
gremial el
llamado a una asamblea general de delegados para tratar este punto que
consideramos candente. (Diario Jornada, 4/09/1971)
Luego negaron que la Asociación estuviese
en
estado de alerta y solicitaron al gobierno continuar con el dialogo
abierto,
excusándose por la “forma en que se redactaron las notas
enviadas al Ministerio
de Gobierno y al Subsecretario de Educación, no eran las ideales
para dirigirse
a las autoridades constituidas” (Diario Jornada, 4/09/1971). Lxs
delegadxs del
sindicato también respaldaron la decisión de iniciar un
sumario a la secretaria
de la Comisión Directiva, alegando que había sido una
falta mayor tomar
“decisiones tan importantes sin que se nos consultara por medio
de integrantes
zonales de la comisión directiva” (Diario Jornada,
1/09/1971).
Esa
reacción
aplacaría momentáneamente las actuaciones de los sectores
más combativos. La
Asociación de Docentes Provinciales alcanzaría luego un
acuerdo con el gobierno
provincial, aceptando su propuesta de una financiación
“compartida” con el
Estado Nacional, hasta alcanzar los índices convenidos[36]. Esa resolución, y las
promesas de
infraestructura escolar (ampliaciones y nuevas escuelas en el interior
de la
provincia) fueron cejando las acciones de lxs docentes provinciales,
que hasta
el año siguiente no volverían a manifestarse.
Quienes
sí siguieron
participando del Plan de Lucha, fueron lxs docentes nacionales,
sumándose a los
paros de septiembre y octubre. En total, fueron cinco las jornadas
nacionales
de lucha docente que coordinó el Acuerdo de Nucleamientos en
1971.
Durante
1972, el problema salarial y el
rechazo a la reforma educativa del
gobierno persistirían,
involucrando por igual a
docentes de primaria y secundaria (nacionales y provinciales). Ese
año se
posicionarían como la segunda fuerza política que
más acciones de conflicto
realizó, dando cuenta del momento organizativo y de la creciente
movilización/politización que experimentaba el sector.
Docentes y estudiantes (entre
otros sectores
políticos, culturales y económicos) eran también
objeto de espionaje y
persecución; estaban en la “mira” del mismo aparato
represivo montado por la
“Revolución Argentina” que castigó y
reprimió la Fuga (15/08/1972) con una
Masacre (22/08/1972). A nivel nacional, la Armada Argentina consignaba
en un
parte de inteligencia que la politización en el ámbito
educativo continuaba en
ascenso, procurando
por todos los medios y ante
cualquier
circunstancia favorable, de alterar el orden y producir el desgaste de
las
autoridades educacionales (…) dicho accionar se traduce en la
materialización
de numerosos conflictos estudiantiles, enfrentamientos de profesores
con
autoridades superiores del ámbito educacional y huelgas y planes
de lucha de
los docentes de todo el país (…) El problema docente no
cabe duda que
continuará a lo largo del corriente año, debido a la
imposibilidad del gobierno
de satisfacer la totalidad de las exigencias, entre las que se destacan
las de
tipo salarial, desactualizado desde hace muchos años y en
abierta
contraposición con la situación financiera del
país (ARA, 1972).
Como expresión regional
de esa intensidad
que asume la lucha de clases, en abril de 1972, la Asociación
Docentes
Provinciales anunció “oficialmente” que
participaría -por primera vez- del Plan
de Lucha nacional, ya que los índices pautados habían
quedado obsoletos ante la
constante inflación del costo de vida. Por ello reclamaban al
gobierno
provincial aumentos del 45% (Diario Jornada, 28/04/1972).
De cara a la huelga en el mes de
mayo (la
primera del año 1972)[37], lxs docentes provinciales interpelaban a los padres e
informaban a
la opinión pública sobre las dificultades del sector y el
atraso salarial:
Hoy en día, cuando todo
aconseja austeridad,
el maestro se ve obligado a comprar textos y material informativo a fin
de
modernizar los métodos educativos y mantenerse actualizado.
Sabiendo el elevado
costo de cualquier libro (…) deduzca que milagros debe hacer el
educador que
vive de tan injusta retribución (…) ¿Sabe Ud. que
el maestro, a quien confía la
educación de sus hijos, sólo recibe como
retribución por tan delicada e
importante función un magro sueldo de 39.282 $? (…) Si
usted ve la necesidad de
maestros concientes (sic) de su misión educativa, pero
dignamente retribuidos,
apóyenos en la demanda de un salario justo. (Diario Jornada, 26/04/1972, p.16).
La dictadura provincial
buscó desactivar la
medida, y a fines de abril abonó los sueldos docentes con nuevos
índices. Pero
acatando la resolución previa de la asamblea extraordinaria de
Esquel (el día
25/03/1972), la Asociación de Docentes Provinciales fue al paro,
por primera
vez. Ese 4 de mayo, se plegaron a la huelga nacional todos los sectores
docentes, incluidos los privados que se
nucleaban en la
Asociación de Educadores y Docentes Privados de Chubut. Esto es
un claro
indicador de la cohesión y del grado de desarrollo que estaban
alcanzado las
luchas docentes en la región.
Para esa oportunidad, contaron además con el apoyo de la nueva conducción del SOYEAP[38], que
manifestó “su solidaridad con el
gremio docente y le
hace llegar su más profundo apoyo en la lucha por el logro de
sus justos
reclamos”[39] (reflejando además del grado creciente de
movilización y
organización que iba desplegando la docencia regional, la
articulación con
otras fuerzas asalariadas de la provincia).
La
siguiente jornada
de lucha fue en julio y duró dos días. En esa
oportunidad, la Supervisión Seccional de Escuelas Nacionales
distribuyó un
comunicado del Consejo Nacional de Educación, en el que
explícitamente asociaba
el reclamo docente con la “subversión”:
la docencia argentina asiste con
asombro a un
proceso de politización y manejo ideológico subversivo y
lamenta que
reclamaciones gremiales sirvan de interés en sectorías
creando confusión,
desorientación y división en la familia argentina
(…) siendo el niño el centro
de la educación, no sería responsable una conducta
tendiente a privarlo de los
bienes propios de la educación escolar (…) El Consejo
espera que sus maestros
asuman el compromiso histórico del momento en una actitud madura
y responsable,
asistiendo como diariamente lo hacen a sus escuelas, para demostrar con
ello que
sus intereses no se detienen con la violencia, la subversión y
el tumulto y con
métodos ajenos a sus reales expectativas y justos requerimientos
(Diario
Jornada, 5/07/1972).
Sin
embargo, la
amenaza no aplacó el ritmo de lucha, y en las ciudades de
Trelew, Rawson y
Esquel el paro fue total (aunque sólo lo hicieron lxs docentes
primarixs, tanto
nacionales como provinciales). Entre lxs de educación
secundaria, no hubo
consenso para plegarse a la medida nacional y se limitaron a emitir un comunicado denunciando la problemática
salarial[40]. Lxs
docentes del Colegio Nacional y de la Escuela Nacional de Comercio, se
encontraban en pleno proceso organizativo,
discutiendo
los estatutos de cara a la constitución definitiva del gremio.
Mario Abel Amaya
y Encarnación Díaz de Mulhall estaban entre sus
organizadores: ambos
(aunque en distintas circunstancias) serían detenidxs ese
año por el régimen
militar y liberadxs con la movilización popular de octubre,
conocida como
Trelewazo.
Hacia el mes de agosto de 1972,
ese principio
de organización sindical de lxs docentes de secundaria, dio un
enorme salto
cualitativo y anunciaron la unificación de los distintos
sectores docentes.
Reunidos en asamblea, convinieron en la necesidad de actuar
coordinadamente, y
emitieron un comunicado en el que manifestaron:
que es
voluntad de la
totalidad de los educadores de la provincia que el gremio se unifique,
a tal
efecto resuelven actuar conjunta y unitariamente ante los graves
problemas que
afligen al ámbito educacional. Que ratifican su voluntad
inquebrantable de continuar
la lucha por las reivindicaciones que como trabajadores les corresponde
a los
docentes en defensa de un régimen educativo acorde con la
realidad de nuestra
sociedad y alejado del arbitrio y la improvisación./ Que tales
objetivos sólo
pueden concretarse mediante una acción gremial coherente y
democrática que
contemplando las aspiraciones de las bases constituyan un gremio
único de
carácter nacional. Conforme a tal planteo, la docencia del
Chubut en sus
niveles primarios y secundarios se compromete a una acción
común y a concretar
su organización definitiva en procura de los objetivos
prefijados (Diario
Jornada, 13/08/1972).
Surgía así la
Asociación de Docentes del
Este de Chubut, que tendría como presidente a Amaya; quien unos
días más tarde
se encontraba en el Aeropuerto de Trelew realizando tramitaciones
gremiales,
cuando lo sorprendió la toma del 15 de agosto, tras la fuga de
Rawson. Cómo
dijéramos, tres días más tarde Amaya fue detenido
sin orden judicial,
sospechado de haber colaborado con la fuga de presos del penal. La
recientemente constituida Asociación de Docentes debió
salir a aclarar
públicamente las razones gremiales que habían llevado a
Amaya al aeropuerto:
El
día
15 de agosto próximo pasado, el Dr. Amaya estaba en el
aeropuerto local cumpliendo
una tarea de carácter de Presidente de la Asociación. En
efecto: se había
designado a la señora profesora María N.L. de
González Gass como delegada de la
Asociación ante los organismos docentes nacionales CUTE y
Acuerdo de
Nucleamiento Docente para lo cual debía contar con el poder que
acredite en
forma el carácter que investiría. Por ese motivo, el Dr.
Amaya fue el encargado
de obtener la impresión del papel con membrete de la
asociación de reciente
formación (…) y despachar el nuevo poder sellado, en el
avión de Austral que
debía pasar a última hora… (El Chubut, 23/08/1972,
p. 8).
Inmediatamente,
representantes de ese sector docente integraron una Comisión de
Lucha,
implicándose directamente en otro frente de conflicto, al margen
de la disputa
salarial. Previamente habían convocado a una asamblea
extraordinaria, para
escuchar el informe de la delegada regional que había
participado en Buenos
Aires de las reuniones del Nucleamiento Docente; y para
“considerar la
situación creada con respecto al profesor Dr. Abel Amaya”
(Diario Jornada,
20/08/1972).
El
día 22 de agosto,
como ya hemos referido, el sector secundario (nucleados en la
recientemente
conformada Asociación de Docentes Secundarios) y primario de la
provincia,
unificados en la Asociación de Docentes del Este de Chubut,
participaron
conjuntamente del paro nacional de 72 horas. También realizaron
la convocatoria
a una movilización para el día siguiente, reclamado junto
al pliego de
reivindicaciones laborales, contra la detención de Amaya.
No
hemos podido
hallar en la prensa escrita (diarios Jornada y El Chubut) mayores datos
sobre
esa manifestación, pero su sólo anuncio evidencia el
grado de combatividad y
unidad que estaba alcanzando el colectivo docente de la región;
en medio de un
contexto de militarización, represión y amedrentamiento
que vino a anticipar la
fase terrorista que el estado habría de desplegar
sistemáticamente pocos años
después.
Para
ese momento, la Armada Argentina
evaluaba que la “agresividad” que venía
expresando el sector docente, había comenzado a decrecer luego
de las reuniones
de trabajo y del dialogo abierto con las autoridades nacionales; pero
que a
pesar de ello, no habían “desistido en sus intenciones de
agremiación, lo que
significa no haber abandonado la idea de crear una conciencia sindical
en la
docencia, de matiz combativo” (ARA, 1972a).
Analizando el ciclo de rebelión de lxs docentes en el NE de Chubut
(1969-1972),
puede apreciarse cómo las reivindicaciones económicas se
imbrican con las
demandas políticas contra la dictadura.
Así como el factor
económico y la
resistencia a la reforma educativa fueron los principales fundamentos
de
movilización y organización docente, el autoritarismo y
la represión sobre
maestrxs, profesorxs y estudiantes potenció la solidaridad, la
unidad y la
combatividad del sector. Esa fase ascendente de lucha se expresa en una
mayor
participación en acciones de conflicto, que comienzan a
trascender el campo de
lucha económica: como por ejemplo, el reclamo por la libertad
del maestro Elvio
Ángel Bel (mayo de 1971) o el repudio a la represión
docente durante el
Mendozazo (abril de 1972), que se suma al pliego de reivindicaciones
del Plan
Nacional de lucha (cfr. Agüero, 2014).
Pero fue la
detención de uno de sus
principales dirigentes
(Mario Abel Amaya) el factor decisivo que acabó por involucrar
al sector
docente en las luchas políticas de la región, que
comienza a sincronizar
acciones con otros sectores que también se oponían al
régimen militar. Al
analizar el derrotero de organización y lucha docente, vemos
como la trama
represiva termina atravesándolo y retroalimentándolo. La
amenaza del Consejo
Nacional de Educación asociando lucha docente a
“subversión”, refleja cómo
rápidamente se fue achicando la distancia que separaba los
“actos de terror
subversivo” de las acciones de lucha obrera y protesta
política.
Esa equiparación se hace
explícita en un
memo de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) dirigido
al Servicio de
Informaciones (SI-Chubut) en abril de 1972. Allí se notifica al
estado
provincial sobre las nuevas “Normas de Funcionamiento para Paros
y Actos de
Terrorismo”. Una de las “necesidades informativas a
satisfacer” era el
porcentaje de ausentismo en huelgas de los siguiente sectores:
“transportes,
actividades portuarias, servicios públicos, empleados
públicos, actividades
comerciales, actividades docentes-estudiantiles, sectores industriales,
agrarios, alteración del orden (manifestaciones y/o actos),
atentados y
detenidos (dirigentes de primera línea y/o figuras de
gravitación"[41]. También se notificaba que deberían
informar sobre las “adhesiones
y/o repercusiones en distintos ámbitos” (estudiantil,
político, religioso,
económico), y “evaluar repercusión del paro a nivel
de opinión pública masiva y
si es posible, discriminando por sectores sociales”
(ibíd.).
A esa altura ya era más
que visible que la
estrategia general de las FF.AA. se orientaba a dividir y
descentralizar al
campo opositor para desmovilizar a unas clases populares cuya
energía y
combatividad iban en ascenso, combinando para ello la represión
clandestina,
las operaciones psicológicas y la coerción
jurídica.
Todo ello se hizo
explícito en Trelew, en un
lapso de no más de 50 días: primero con el fusilamiento
de 16 presxs políticxs
en la Base Zar de Trelew el 22 de agosto de 1972; y luego con el
“Operativo
Vigilante” en octubre[42], que fue la continuación de la Masacre de Agosto,
atacando ahora a
los supuestos “enlaces locales” que habrían
colaborado con la fuga. No
casualmente, también fueron 16 lxs detenidxs.
La Masacre de Trelew y el
Operativo
Vigilante constituyen dos hechos represivos que expresan
territorialmente la
ofensiva contrarrevolucionaria general que inicia la dictadura,
especialmente
cuando las FF. AA asumen el control operativo de la represión
interna a
mediados de 1971. De ese proceso en ciernes (esto es, de la
institucionalización de una represión del tipo
contrainsurgente) se desprenderá
el posterior proceso de terror. De allí la importancia de tomar
la Masacre de
Trelew (1972) no sólo como uno de los primeros actos palmarios y
explícitos de
violencia contrarrevolucionaria en la región NE de Chubut, sino
también como el
“ensayo general”[43]
de un embrionario sistema de terror.
Sin embargo, esa
intención de desmovilizar y
amedrentar a las fuerzas sociales opositoras no resultó como la
dictadura de
Lanusse esperaba. Y el colectivo docente, que entre 1969 y 1972 se fue
posicionando como una de las principales fuerzas opositoras (por la
cantidad de
acciones de conflicto que desarrollan), acabaría teniendo una
decisiva
participación en el Trelewazo de octubre de 1972.
Junto a los estudiantes, fueron
las fuerzas
políticas que nutrieron y dinamizaron la huelga política
y la acción de masas
durante la pueblada, imprimiéndole un curso
“rebelde” (al abogar por medidas de
acción directa, como huelgas generales y movilizaciones). De
hecho, lxs alumnxs
del colegio secundario Nacional de Trelew, llegaron a realizar un
piquete en
las escalinatas del establecimiento para sostener el paro, en
solidaridad con
lxs profesores Amaya y Díaz de Mulhall detenidxs a
disposición del Poder
Ejecutivo Nacional.
El Trelewazo, vino a darle un
“contenedor”
marco de acción que permitió renovar la fuerza en el
reclamo por la libertad de
Amaya, cuyo nombre vino a sumarse a la lista de los 16 habitantes de la
zona
que habían sido detenidos a raíz del “Operativo
Vigilante”. Y si bien todos los
detenidos en aquella oportunidad recuperaron su libertad a fines de
octubre, la
“Asamblea del Pueblo (cfr. González Canosa, 2005;
Fernández et. al, 1991,
Ramírez, 2006), sostuvo la vigilia hasta concretar la
liberación de Amaya, el
13 de noviembre de 1972.
***
De la misma manera en que la
Masacre de
Trelew representa la síntesis del proceso de
reestructuración del sistema
represivo que se precipita luego del Cordobazo[44], la persona de Mario Abel Amaya sintetiza -en parte- las
luchas del
ámbito político (como abogado y dirigente radical, contra
la dictadura y su
represión) y de la esfera económica (como docente contra
la pauperización) de
la región entre 1969 y 1972. Tanto Amaya como Encarnación
Díaz de Mulhall,
fueron docentes que desde su compromiso sindical, solidaridad
política y
conciencia social expresan una trama de relaciones que condensa
aspectos
trascendentales de las luchas sociales en nuestra región a
comienzos de la
década de 1970.
La biografía de Amaya
(Rosemberg 2020;
Gatica y Debattista, 2017), tal como escribiera Iñigo Carrera
sobre Agustín
Tosco (de quien Amaya fuera abogado también), fue producto de
una singular
combinación de múltiples relaciones sociales en un
determinado tiempo y
espacio; personifican y sintetizan procesos históricos, siendo
expresión de una
fracción social y de un momento determinado de la lucha de
clases en Argentina
(Carrera, Grau y Martí, 206, p. 9-11).
Su praxis de defensa de presos
políticos en
la región, desde el traslado de los detenidos en el Cordobazo al
penal de
Rawson en 1969; y la paralela acción gremial como docente
secundario
(contribuyendo a una conciencia sindical de matriz combativa),
confluyen
dramáticamente en agosto de 1972, cuando se dirigió al
aeropuerto de Trelew
para entregar una credencial a una delegada docente, y acabó
oficiando de
mediador entre lxs 19 guerrillerxs fugadxs y las fuerzas de la
represión.
Esa situación fue
razón suficiente para que
se volviese blanco del mismo aparato represivo que perpetraría,
días más tarde,
uno de los primeros actos palmarios de Terrorismo de Estado de nuestra
historia
reciente. Finalmente, la posterior reacción y
movilización popular ante el “Operativo
Vigilante” (buscando los “enlaces locales” de la
Fuga) que consigue su
liberación[45], cierra ese ciclo de rebelión.
En esa oportunidad, más
de cien personas que
se dirigieron hasta el aeropuerto de Trelew, ingresaron a la pista y
“apenas
descendió del avión Amaya fue levantado en andas por un
grupo de simpatizantes
que coreaban estribillos y hacían flamear cartelones
alusivos” (Diario Jornada,
16/10/1972, tapa). Uno de esos carteles decía: “AMAYA
RESCATADO POR EL PUEBLO”.
Y así lo entendería también el propio Amaya,
agradeciendo a “la acción popular
como el método que logró arrancar a los presos de las
cárceles”[46]. Con tono épico, el Diario El Chubut
comunicaría en su portada:
Dijimos
hace un
tiempo que el último capítulo de la Epopeya de Trelew lo
íbamos a escribir
cuando liberaran a Amaya, porque esa libertad significaría el
broche de oro de
una reacción popular ejemplar, sin antecedentes en la historia
argentina de los
últimos tiempos (Diario El Chubut, 14/11/1972, tapa).
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[1] Fernando Vaca Narvaja (Montoneros) Domingo Menna,
Roberto Mario
Santucho, Enrique Gorriarán Merlo (ERP), Roberto Quieto y Marcos
Osatinsky
(FAR)
[2] Carlos Heriberto Astudillo, Rubén Pedro Bonet,
Eduardo Adolfo
Capello, Mario Emilio Delfino, Alberto Carlos del Rey, Alfredo
Elías Kohon,
Clarisa Rosa Lea Place, Susana Graciela Lesgart, José Ricardo
Mena, Miguel
Ángel Polti, Mariano Pujadas, María Angélica
Sabelli, Ana María Villareal de
Santucho, Humberto Segundo Suárez, Humberto Adrián
Toschi, Jorge Alejandro
Ulla, María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo
René Haidar.
[3] “El valle centro de la noticia: nuestra zona se
transformó ayer en
el objetivo de la noticia principal para todos los medios
periodísticos del
país. desde el momento en que se conocieron las primeras
informaciones sobre la
fuga de guerrilleros de Rawson y el secuestro del avión de
Austral en Trelew,
el teléfono de radios, diarios y canal de televisión
locales repiqueteó
constantemente en demanda de datos sobre el operativo./ hoy a las 4 de
la
mañana llegaron los primeros enviados especiales de los medios
metropolitanos:
un avión del diario “La Razón” con
periodistas de ese vespertino y un enviado
especial de United Press International, Jorge Brinsek. Más tarde
arribaron
otros aviones y en un vuelo regular de Austral, numerosos cronistas y
fotógrafos de diarios, radios, canales de televisión y
agencias noticiosas. Una
vez que tomaron los primeros contactos en Trelew, se dirigieron a
Rawson, sede
del comandante de la zona de emergencia, para cumplir su misión
informativa
(Diario Jornada, 16/08/1972, tapa).
[4] El 11 de octubre de 1972 las fuerzas armadas de la
dictadura que
encabezaba Agustín Lanusse, realizaron en el Noreste de la
provincia de Chubut
un operativo militar secuestrando a 16 personas sospechadas de
“subversión”.
Inmediatamente comenzó a organizarse y a tomar cuerpo una
protesta demandando
la devolución al pueblo de Trelew de sus presos
políticos. La magnitud de la
convocatoria, las nutridas marchas por las calles de la ciudad, el paro
total
de actividades y la ocupación del Teatro Municipal donde se
sostuvieron
participativas asambleas, obligaron al interventor provincial a mediar
con el
Poder Ejecutivo Nacional la liberación de todos los detenidos.
Al quinto día de
lucha, se obtuvieron los primeros resultados favorables: la mitad
fueron
liberados; el resto iría retornando a la ciudad en los
siguientes días. (Cfr.
Binder, 2019a)
[5] El traslado masivo de presos políticos a la
Unidad 6 de Rawson, que
comenzó desde mediados de 1971 (ya bajo la
“presidencia” de Lanusse), fue parte
de una estrategia represiva que buscaba aislar en el sur a los
detenidos
políticos y “descomprimir” así la
presión que ejercían sus familiares y
abogados. Sin embargo, no contaron con que también en la lejana
geografía
patagónica numerosos habitantes asumirían el compromiso
político de convertirse
en apoderados legales de los presos, conformando, por ejemplo, la
Comisión de
Solidaridad con los Presos Políticos (Cfr, Binder, 2019;
Fernández Picolo,
2014; Canosa, 2005; Fernández Picolo, Western y De Oto, 1990).
[6] Retomamos
de Antonio Gramsci (1980) la iniciativa teórica de referir con
“fuerza
política” a un grupo social que –confrontando- ha
alcanzado cierto grado de
homogeneidad, conciencia, identidad y organización, en torno a
intereses y
objetivos “corporativos”. Por ej. grupos
de teatro,
agrupaciones estudiantiles, asociaciones profesionales, gremios,
partidos
políticos asociaciones barriales, culturales, deportivas,
propietarias,
patronales, etc. Al
hablar de fuerza social, nos estamos
refiriendo a la agregación de fuerzas políticas que
llegan a componer una
coalición de fracciones sociales. (Bonavena et. al, 1998)
[7] La utilización
de
la “x”, responde a la necesidad de remarcar la amplia
mayoría de mujeres que
integraban el colectivo docente. Algo que particularmente
también sucede en la
rama textil durante el mismo periodo (Cf. Pérez Álvarez,
2021). Al referirse genéricamente
como “los docentes”, y en muchos casos al tratarse de
dirigentes masculinos,
esta mayoritaria presencia femenina como mano de obra, tiende a
invisibilizarse.
[8] Unión
Cívica
Radical, Movimiento de Integración y Desarrollo, Partidos
Socialista Popular,
Partido Demócrata Progresista, Partido Revolucionario Cristiano,
Juventud
Peronista y Encuentra Nacional de los Argentinos
[9] Este último sector profesional, realizó
paro general en sus
actividades, el día 21 de agosto, luego de haber cursado
despachos telegráficos
a Lanusse, Mor Roig y Costa reclamando por la libertad e integridad
física de
Amaya.
[10] La movilización popular no parecía ser en
ese contexto de terror
una opción prudente, por lo que se desarrollaron otras
estrategias de mediación
más institucionales (cursando notas, telegramas y reuniones),
propias de los
partidos políticos que fueron los que hegemonizaron la
Comisión por la Libertad
de Amaya.
[11] “María Antonia es secuestrada el 16 de
Octubre de 1979, fue
trasladada al centro clandestino de detención de Campo de Mayo
y, probablemente
asesinada en 1980. Alberto resiste el sitio a su casa y es asesinado el
16 de
agosto de 1977. Ricardo fue secuestrado en Brasil el 19 de diciembre de
1982 y
permanece desaparecido” (Fernández Picolo, 2014, p.165).
[12] Por ello, el periodista Tomás Eloy
Martínez fue despedido de la
revista Panorama luego de publicar menciones sobre irregularidades y
contradicciones entre las distintas versiones oficiales. El decreto
estipulaba:
“No podrá divulgarse noticia, información o
comentario sobre los hechos de
Trelew que no hayan sido previamente autorizados por los señores
Burnet Merlin,
(Astur) Morsella o Bugatti (de la Secretaría de Prensa y
Difusión). En caso de
duda, deberá abstenerse de informar. Deben evitarse entrevistas
y reportajes
sobre problemas anteriores o posteriores a los hechos ocurridos en
Trelew.
Solamente podrán utilizarse los cables de noticias de la agencia
Télam, siempre
que se tenga seguridad sobre su fidelidad”.
[13] “El nombre de ‘Viborazo’, se
pensó como una respuesta a la
declaración que había hecho unos días antes el
entonces gobernador de la
provincia, José Camilo Uriburu, refiriéndose a que su
misión era “cortar la
cabeza de la víbora comunista” que anidaba en
Córdoba. El levantamiento popular
se inició el 15/03/1971, un día de paro declarado por la
CGT regional. Los
gremios clasistas y combativos, junto a algunas agrupaciones
políticas se
citaron en un acto en el centro de la ciudad, al que asistieron cerca
de 10.000
personas (...) Se atacaron “blancos” que simbolizaban el
imperialismo, como
Xerox, Iccana, Banco de Galicia y el Jockey Club. Luego llegó la
represión
policial con gases y un muerto. En la madrugada, la brigada
antiguerrillera de
la Policía Federal, al mando del Crío. Villar,
rastrilló el barrio de Clínicas,
con un resultado de 400 detenidos y 19 heridos”. (Ortíz,
2013, p.6)
[14] Documento de la J.C.J. (LCS-106) “Pasaje a la
ofensiva en la lucha
contra la subversión”, 14/6/1971. Esta
documentación fue incorporada al juicio
por la Masacre de Trelew (2012) y su análisis forma parte del
capítulo “Polo
Represivo” de la tesis de doctorado de Axel Binder.
[15] En alusión al último ensayo de teatro
previo al estreno de la obra.
Esta noción que retomamos de la declaración testimonial
de Rodolfo Mattarollo
(Binder et. al, 2015), defensor de presos políticos y miembro de
la “Asociación
Gremial de Abogados”.
[16] Precedente
de lo que sería CTERA, fue creado “…luego
de la disolución del Comité Unificador de
Acción Docente (CUDAG), en 1970, en un Congreso realizado en la
provincia de
Córdoba” (Gudelevicius, 2020).
[17] El video y los
audios de la entrevista son reproducidos en el documental “Ni
olvido ni perdón”
que ese mismo año realiza el cineasta Raimundo Gleyzer
(“Cine de la Base”,
ERP). Los “crudos” de esas entrevistas, fueron presentados
también como prueba
durante el juicio por la Masacre de Trelew (Rawson, mayo de 2012).
[18] Diario Jornada, 24/01/1972.
[19] Diario Jornada, 4/10/1972.
[20] “… José Mariano Astigueta (hasta
junio 1969), Dardo Pérez Guilhou
(junio 1969-junio de 1970), José Luis Cantini (julio de
1970-mayo 1971) y
Gustavo Malek (desde mayo 1971). Las cuatro gestiones sostuvieron, con
éxito
diverso, la implementación de un proyecto educativo que socavaba
tanto la
continuidad del sistema de instrucción primaria vigente desde
1884 y sus
principios, como los derechos laborales de la docencia de ese nivel
adquiridos
tras años de lucha” (Gudelevicius, 2011a: 118). Para
ampliar sobre la Reforma
Educativa durante el onganiato ver también Vuksinic, 2017.
[21] Hasta ese momento, regionalmente venían
reclamando por las
actualizaciones salariales y por la aplicación del Estatuto
Docente; situación
que generaba tensiones con el Consejo Provincial de Educación,
acaloradas
asambleas de delegados y disputas al interior de la Asociación
de Docentes
Provinciales del Chubut. Tras el golpe de Estado no se
registrarían localmente
nuevas acciones de conflicto en el sector. Recién
en
mayo de 1969 (en el marco de la huelga general que deriva en el
“Cordobazo”)
volvemos a encontrar indicios de lucha docente, plegándose al
paro general
convocado por el Comité Unificador Docente de
Acción Gremial (CUDAG). El
comunicado lo firmó Mario Abel Amaya en representación de
lxs docentes
secundarixs, siendo este un antecedente de su compromiso gremial. No
obstante,
esa expresión de conflicto fue más bien circunstancial,
ya que hasta 1971, no
se registrarían en la prensa local nuevos indicios de medidas de
fuerza en el
sector.
[22] “Entre 1969 y 1972 se sucedieron infinidad de
paros y movilizaciones
docentes en todo el país, siendo el punto más alto entre
noviembre de 1970 y
durante todo 1971. Hubo paros de 24, 48 y 72 horas a nivel nacional con
cese
total de actividades. Uno significativo por sus resultados fue el paro
nacional
de 72 horas del 1 de junio de 1971. Al día siguiente, el
ministro Malek
anunciaba la suspensión de la reforma educativa a nivel
nacional” (Gudelevicius, 2011).
[23] Documentación incorporada al Juicio por la
Masacre de Trelew
realizado en Rawson, en el año 2012.
[24] Por conflictividad indirecta,
hacemos referencia a las luchas, conflictos y/o reclamos cuya
raíz está fuera
de la región Noreste del Chubut, pero que sin embargo tienen un
impacto
activando réplicas locales de dicha conflictividad (con
especificidades
propias).
[25] Docente del
Colegio Nacional de Trelew que fue secuestrada y puesta a
disposición del Poder
Ejecutivo junto a otras 15 personas, la madrugada del 11 de octubre de
1972
(“Operativo Vigilante”, Cfr. Binder 2019, 2019a), acusadas
de “subversión” y
(al igual que Mario Abel Amaya) sospechadas de haber colaborado con la
fuga del
penal de Rawson dos meses antes.
[26] A nivel nacional,
los docentes del ámbito privado fueron la única rama que
formó parte de la Comisión
Nacional de Análisis y Evaluación del Sistema Educativo
que había creado el
gobierno de la dictadura para proyectar los lineamientos de la reforma
del
sistema.
[27] El Centro de Maestros del Valle
del Chubut
reclamaba “…activa intervención de la docencia en
los planes de reforma
educativa; 2º) respecto del régimen previsional contemplado
en el original de
la ley 14.473; 3º) pago normal y actualizado a los jubilados del
82 por ciento
móvil; 4º) sueldos actualizados y que contemplen la
realidad del costo de vida”
(Diario Jornada, 5/5/1971).
[28] La Asociación de Docentes Provinciales se
manifestó en todo
“solidaria con los propósitos que animan y persiguen los
docentes nacionales,
uniéndose a los mismos, haciéndolo sólo en forma
espiritual…” (Diario Jornada,
5/5/1971).
[29] “Con una concurrencia estimada en el centenar de
personas se llevó
a cabo ayer en dependencias de la escuela provincial Nº21, la
asamblea general
convocada por los docentes provinciales para tratar la
organización del gremio
y el pedido de incrementación del índice por mayor costo
de vida” (Diario
Jornada, 8/5/1971).
[30] Diario Jornada 11/04/1971.
[31] Explica Fernández P., que el MEPES estaba
integrado por un grupo de
jóvenes y estudiantes secundarios de Trelew, que funcionó
entre 1963-1965: “El
proyecto del MEPES proponía la expansión de la
universidad pública, gratuita y no
confesional. La intensa actividad desplegada logró una gran
cantidad de
adhesiones y se transformó en un proyecto de ley que es
aprobado, en 1965, por
la legislatura provincial, creando el Instituto de Estudios
Superiores”
(Fernández Picolo, 2014: 119).
[32] “La SIDE, de acuerdo a un informe producido por la
Comisión Asesora
para la Calificación de Ideología Extremista (CACIE) con
fecha 30 de octubre de
1968, recomienda su ‘EXCLUSIÓN PARA OCUPAR CARGOS EN LA
ADMIMINSTRACION
PUBLICA’ según el Destacamento de Inteligencia Militar 9
de Comodoro Rivadavia
que lo había investigado porque Bel había sido maestro
titular en una escuela
de esa ciudad” (Fernández Picolo, 2014: 125).
[33] Luego trabajaría en los diarios locales Jornada y
El Chubut, y al
momento de su desaparición en 1976 se desempeñaba como
zapatero, en un comercio
céntrico de Trelew del que fue secuestrado cuando terminaba su
jornada laboral.
[34] “Los profesores del Colegio Nacional, Escuela
Nacional de Comercio
y Escuela Nacional de Educación Técnica, reunidos en
asamblea el día 25 de
abril resolvieron apoyar el paro previsto para esa oportunidad y todos
los que
con posterioridad fueran decretados por el Nucleamiento de Entidades
Docentes
para la concreción de los mismos fines. Por lo tanto, mantienen
en esta
oportunidad la posición asumida por los
asambleístas-ratificada por la mayoría
en la Escuela Nacional de Educación Técnica- adhiriendo
al paro docente que se
llevará a cabo los días 1º, 2, y 3 de junio”
(Diario Jornada, 1/06/1971).
[35] Expresaron su adhesión moral a los reclamos:
“a) de orden económico
social (salarios, previsión y obras sociales); b) de
política educativa
(legislación escolar y docente y reforma educativa)”
(Diario Jornada,
1/06/1971).
[36] “Con un verdadero
esfuerzo la provincia
financiará la diferencia existente, derivada del mayor puntaje
que el Estatuto
Docente establece para el maestro provincial con relación al
maestro nacional,
y no habrá de ahorrar gestiones en el futuro para mejorar las
remuneraciones de
sus docentes” (Diario Jornada, 13/10/1971).
[37] Que además de los reclamos económicos, se
hacía también en
solidaridad con las docentes reprimidas en Mendoza, durante una marcha
a la
Casa de Gobierno en el mes de abril (cfr. Rodríguez Agüero,
2014).
[38] Sindicato de Obreros y Empleados de la
Administración Pública
Provincial.
[39] Diario Jornada, 5/05/1972.
[40] En él, declaran su “unánime repudio a la actual
situación de los educadores argentinos, ya
sea en remuneraciones, régimen provisional, normalización
de pagos, como así
también ante la política educativa que se cumple en el
país, cuya improvisación
crea el caos y afecta sensiblemente a la escuela pública”
(Diario Jornada,
5/07/1972).
[41] Memorando “Normas
de Funcionamiento para Paros y Actos de Terrorismo”, SIDE, 12 de
abril de 1972,
Archivo Provincial de la Memoria Chubut.
[42] Durante la madrugada del 11 de
octubre de
1972, cerca de las 5.30am (Diario Jornada, 13/10/1972, p.6) se dio
inicio al
Operativo Vigilante, ordenado por el juez militar Carlos Tomás
Di Pietro
(Fernández et. al, 1991; González Canosa, 2005) y a cargo
del V Cuerpo del
Ejército, con participación de efectivos de la Armada y
de la Policía Federal
(Diario Jornada, 13/10/1972). Durante las 5 horas que duró el
operativo, se
produjeron cientos de allanamientos simultáneos en Trelew,
Rawson, Madryn y Puerto
Pirámides. Muchos de esos domicilios pertenecían a los
“apoderados legales” de
los presos políticos, cuya lista ascendía a más de
50 personas y a gente
vinculada con las comisiones de solidaridad.
Mientras tanto, camiones del
Ejército y
de la Armada con efectivos armados, patrullaban las calles de Trelew.
También
se bloquearon las rutas que conducían a las localidades vecinas,
quedando “bajo
el control de efectivos militares que con ropas de fajina y armas
largas y
cortas practicaban un riguroso control de los vehículos y sus
ocupantes” (Diario
Jornada, 13/10/1972, p.6). Esto generó largas colas de
vehículos de los
trabajadores de la administración pública que se
dirigían a Rawson (Diario
Jornada, 13/10/1972), los cuales fueron violentamente requisados. El
comunicado
que emitió radialmente el comando del V cuerpo del
Ejército exponía que “Esta actividad ha sido
desarrollada para
garantizar el orden y la tranquilidad pública de la comunidad de
Trelew que ha
sido directamente afectada por la acción de elementos vinculados
a actividades
subversivas. En consecuencia, de acuerdo a lo establecido en la Ley
19.081 y en
atención a diversas denuncias realizadas por distintos sectores
de la población
y las investigaciones efectuadas, se han dispuesto los procedimientos
mencionados” (Diario Jornada, 13/10/1972, p.6).
[43] Esa noción la retomamos de la declaración
testimonial de Rodolfo
Mattarollo, defensor de presos políticos y miembro de la
“Gremial de Abogados”.
Con ella se alude no sólo al acto criminal de los fusilamientos
en la Base Zar,
sino también a la cadena de mandos que lo hizo posible y a todos
los mecanismos
y recursos desplegados para ocultar responsabilidades, garantizar la
impunidad
del hecho y enviar una advertencia de terror no sólo a las
organizaciones
político-militares, sino a toda la sociedad.
[44] Las fuerzas armadas en el poder (negando obstinadamente
la política
y velando celosamente por los intereses imperialistas y el éxito
de su proyecto
económico) respondieron potenciando los mecanismos coercitivos,
desplegando una
doble faz en su accionar represivo: por un lado, una cara legal, a
través de la
adecuación del sistema jurídico de modo tal que
permitiera el control de sus
enemigos políticos (sancionando leyes, como la 17.401, de
represión al
comunismo; o creando la Cámara Federal en lo Penal para juzgar y
encarcelar -de
forma expeditiva y dentro de un supuesto “marco legal”- a
todos aquellos
sujetos sospechados de estar vinculados con actividades
“subversivas”).
Paralelamente reforzaba la otra cara: una ilegal, que implicaba el
espionaje,
la persecución, el secuestro, la tortura, hasta la
desaparición de todo aquél
al que considerase su adversario político. Prácticas,
estas últimas, que desde
1970 comenzaron a afianzarse estructuralmente, y cuya continuidad y
“perfeccionamiento” darían forma al inhumano
Leviatán Terrorista de 1976. La
Masacre de Trelew, entonces, habría de ser el primer ensayo
terrorista de las
fuerzas armadas.
[45] Como coralario de ese proceso histórico, su
elección en 1973 como
diputado nacional por la UCR: “En la cámara, se
distinguió por las constantes
denuncias de torturas y detenciones ilegales lo cual le valió la
atención
especial, de la organización paramilitar Triple A”.
(Gatica y Debattista, 2017,
p. 43).
[46] Ibíd.