Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 8 N° 1 (2023) / Sección Artículos / pp. 1-19 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 27/05/2022 Aceptado: 10/04/2023
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.089
Trainers' Formative
Configurations from their Personal Constructs: Challenges, Processes and Experiences
Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca,
Instituto de
Ciencias de la Educación,
Oaxaca de Juárez, Oaxaca, México.
magaly.haragon@gmail.com
Resumen. El estudio de la formación inicial del
profesorado realizado al interior de las escuelas normales de México demanda
situarla tanto en un espacio social, temporal e institucional específico como
también volcar la mirada en los sujetos que la desarrollan, es decir, poner
atención en el trabajo efectuado por los formadores. Esta investigación parte
de tal reconocimiento, planteándose como objetivo analizar las configuraciones
formativas que desarrollan los formadores, con base en sus constructos
personales que comunican en los procesos de formación inicial vivenciados al
interior de las escuelas normales del estado de Oaxaca (México). El estudio se
efectuó desde un enfoque cualitativo, con el uso de la Teoría Fundamentada,
empleando la entrevista en profundidad y la observación participante. Se
analizaron los procesos formativos de cuatro formadores pertenecientes a dos
escuelas normales. Los resultados obtenidos en el trabajo de campo permitieron
identificar una acentuada tendencia formativa signada por el modelo de
formación docente con perspectiva académica, del cual se derivan tres configuraciones: formación académica
reproductiva, formación académica social y formación académica práctica; se
precisa la relevancia que cobran los planteamientos personales de los
formadores a partir de sus propios constructos pedagógicos y sociales como
parte de un colectivo social y profesional.
Palabras
clave. Configuraciones
formativas, formadores, escuelas normales, formación pedagógica, formación
social.
Abstract. The study of initial teacher training carried out within Mexican
teacher training schools demands to situate it in a specific social, temporal
and institutional space as well as to focus on the subjects who develop it,
that is, to pay attention to the work carried out by the trainers. This
research is based on this recognition, and its objective is to analyze the
formative configurations developed by the trainers, based on their personal
constructs that they communicate in the initial training processes experienced
within the teacher training schools in the state of Oaxaca (Mexico). The study
was carried out from a qualitative approach, with the use of Grounded Theory,
using in-depth interviews and participant observation. The formative processes
of four trainers belonging to two teacher training schools were analyzed. The
results obtained in the fieldwork allowed the identification of an accentuated
formative tendency marked by the teacher training model with an academic
perspective, from which three configurations are derived: reproductive academic
training, social academic training and practical academic training; the
relevance of the personal approaches of the trainers from their own pedagogical
and social constructs as part of a social and professional collective is
specified.
Keywords. Training configurations, trainers, teacher training colleges,
pedagogical training, social training.
La
formación inicial del profesorado, como todo proceso social, se inscribe en un
espacio y tiempo concreto. En tal sentido, para comprender sus condiciones de
iniciación y desarrollo, es necesario situar las miradas analíticas en un
espacio social, temporal e institucional específico, ya que cada proceso posee
concretas condiciones que configuran su habitus
profesional. Los aportes de investigación que da a conocer este artículo se enfocan en analizar las
configuraciones formativas que desarrollan los formadores, con base en sus
constructos personales que comunican en los procesos de formación inicial
vivenciados al interior de las escuelas normales del estado de Oaxaca (México).
La investigación se efectuó en
dos escuelas normales del estado de Oaxaca (México), se
trabajó con una muestra de
estudio de siete formadores. En el presente texto se muestran los resultados de
cuatro ellos, cuyas tendencias formativas tuvieron un mismo patrón: una
formación acentuada por la perspectiva académica. El abordaje metodológico se
realizó desde la Teoría Fundamentada que posibilitara analizar los alcances
formativos que se configuran en las escuelas normales a partir de la actuación
de los formadores en sus clases cotidianas.
Abordar
el estudio de la formación inicial del profesorado desarrollado al interior de
las escuelas normales de México, implica inscribirla como una “categoría
problematizadora, no cerrada y con cierto grado de provisoriedad”
(Gómez-Sollano y Corenstein, 2017, p. 24), lo cual propicia desarticular y
articular su estudio, en un primer momento, en tres dimensiones. Una, quién
determina el qué de la formación del profesorado; dos, quiénes desarrollan los
procesos formativos, esto es, los sujetos concretos que intervienen en el
proceso (formadores, estudiantes, autoridades) y tres, el cómo, los dispositivos
que se utilizan para el alcance de los fines explícitos e implícitos del
proceso de formación de los futuros docentes. Los resultados que se presentan,
se enfocan en el segundo aspecto, en los sujetos que inciden, mayormente, en la
configuración y desarrollo de los procesos de formación inicial: los
formadores.
Las
investigaciones realizadas en el campo de la formación inicial del profesorado
revelan una falta de consenso en las directrices de, ¿qué formación es la
‘adecuada y necesaria’ para el profesorado normalista?, ¿qué demandas y
necesidades deben de integrarse en sus procesos formativos?, ¿cuáles son las
voces que deberían de incorporarse en el diseño y desarrollo de las políticas
encaminadas a su formación? (Marcelo y Vaillant, 2018).
Un
elemento coincidente en estas interrogantes inacabadas y que ha sido objeto de
múltiples y variados estudios, es la función central que posee el profesorado
para la educación y, por consiguiente, para la mejora de un país, aunque esta
importancia no se reduzca a una relación lineal de profesorado-calidad
educativa, sino más bien una situación multifactorial (Medrano et al., 2018).
Sin embargo, pocas son las investigaciones que se han centrado en la figura que
va de la mano con la formación del profesorado normalista, es decir, en los
formadores de los docentes normalistas.
El
profesorado normalista, en función con las políticas educativas mexicanas,
transcurre por un proceso de formación formal, denominado formación inicial, la
cual brindan principalmente las escuelas normales, en donde la figura del
formador desempeña una función clave;
Vaillant y Marcelo (2001), denominan a esta figura como profesionales de la
formación, esto es, “un profesional capacitado y acreditado para ejercer una
actividad de formación; posee conocimiento teórico y práctico, compromiso con
su profesión, capacidad e iniciativa para aprender e innovar en su ámbito” (p.
30).
La
función del formador es básica en el proceso formativo inicial, toda vez que
son los encargados del desarrollo formal que establecen las políticas
educativas encaminadas a la formación del magisterio (Vaillant, 2002);
comunican las racionalidades y sustentos ideológicos que concentran los
currículos en el ámbito tanto pedagógico como social. Debido a ello, una de las
preguntas iniciales para conocer el tipo de profesorado que se está formando en
las escuelas normales, es cuestionarse por la formación que, a su vez, poseen o
‘deberían’ de poseer los formadores. Al respecto, Vaillant y Marcelo (2001),
señalan cuatro tipo de formaciones que todo formador debe de integrar en su
práctica docente, a fin de hacerle frente a la difícil función de enseñar la
tarea de enseñar: formación pedagógica, formación en los contenidos
disciplinares, conocimiento didáctico del contenido a enseñar, el conocimiento
del contexto. Dentro de este
punto es necesario precisar que, investigaciones recientes han demostrado
también la importancia de la integración del conocimiento tecnopedagógico en el
desempeño docente y, por consiguiente, en los procesos formativos docentes respectivos
(Cenich et al., 2020; Marcelo et al., 2016).
La
formación que demanda un formador de docentes es tan compleja y vasta que no
existen recetas para un desempeño eficaz y exitoso, ya que en ello se
entretejen una serie de factores de índole política, económica, social,
cultural, laboral y profesional (Navarrete, 2015). Además, no necesariamente
una excelente formación pedagógica de los formadores garantiza un óptimo
desempeño profesional docente y éste no responde a una calidad en la enseñanza.
El campo de la formación docente y sus estudios afines, no se mueven en una
linealidad y uniformidad, sino en la incompletud e indeterminismos.
Sin
embargo, pese a la notoria importancia que representan las investigaciones
sobre la función que desempeñan los formadores en los procesos de formación
inicial del profesorado, se han identificado vacíos en los estudios enfocados a
la figura y función de los formadores, en este caso, de los docentes
normalistas.
Vaillant
(2002; 2004) evidenciaba este vacío en el ramo de la investigación de la
formación docente, planteándolo como poco explicado y menos aún explorado. En
México, en los estados del conocimiento 2002-2011, Fortoul et al. (2013)
subrayaba la existencia del mismo vacío a más de diez años de producciones de
estudios e investigaciones realizados en materia de la formación inicial del
profesorado. Recientemente, dicho vacío ha sido ratificado por Fragoza et al.
(2018) al afirmar que las investigaciones sobre la formación inicial se han
concentrado en los estudiantes que aspiran a ser docentes o en aquellos que
transitan de ser estudiantes a ser profesores noveles; no obstante, poco se ha
dicho e investigado sobre los formadores de docentes y, menos aún, en
específico, de los formadores normalistas.
Lo
anterior revela la importancia de situar a la figura del formador como objeto
de estudio durante los procesos de formación inicial del profesorado,
comprometiendo el planteamiento de interrogantes que permitan detonar el
análisis de sus funciones, procesos, retos y experiencias con base en una
mirada interna (hacia dentro) del trabajo docente, situando a la formación
inicial como un proceso de construcción personal que dé cuenta de los
significados individuales y sociales que elaboran, transforman y comunican los
formadores como sujetos sociales e históricos (Contreras, 2010).
De
acuerdo con Castañeda
(2009), los procesos de formación que emprenden los
formadores pueden ser concretados en lo que muchos autores han denominado tradiciones, modelos o
trayectos formativos (Pérez, 2013; Carrera, 2000; Liston y Zeichner, 1987;
Davini, 1997; Pasillas, Serrano y Ducoing, 1996, 2004), mismos que dan cuenta de “modelos de pensamiento y acción
que establecen pautas de relación con el saber, proponen estrategias y
procedimientos metodológicos y definen la función del profesor en la enseñanza”
(p. 37). De ahí que cada trayecto, modelo o tradición refleje un constructo
social e histórico, pero también posicionamientos personales y profesionales
sobre el ser docente, los cuales se comunican en las interacciones sociales
sostenidas en los procesos formativos desarrollados.
En el presente estudio, para
adentrarnos al análisis de los procesos de formación inicial que desarrollan
los formadores de dos escuelas normales del estado de Oaxaca, se seleccionó la
propuesta de clasificación de los modelos de formación docente de Pérez (2013),
a saber: académica, técnica, práctica y de reconstrucción social.
La formación docente desarrollada
desde la perspectiva académica, se centra en la formación para la
enseñanza disciplinaria; la enseñanza, es concebida como “un proceso de
transmisión de conocimientos y de adquisición de la cultura pública acumulada
por la humanidad” (Pérez, 2013, p. 400). Por lo tanto, la función primordial
del profesorado es la de transmitir conocimientos y de cultura pública, es
visto como un especialista en las diferentes disciplinas.
Desde la perspectiva técnica,
la actividad del profesional docente se sustenta desde una racionalidad
técnica, como herencia del positivismo; en este sentido, el docente es
concebido como un técnico que “aprende conocimientos y desarrolla competencias
y actitudes adecuadas a su intervención práctica” (p. 403). Su función es de
tipo instrumental encaminado únicamente a ejecutar teorías y técnicas
científicas. De ahí que, desde la perspectiva técnica, la formación del
profesorado se reduzca al entrenamiento basado en competencias del saber
enseñar, toda vez que su función es técnica y aplicada, no intelectual o científica.
La formación docente, desde la perspectiva
práctica, parte que la enseñanza es una actividad compleja que se
desarrolla en escenarios específicos signados por el contexto, cargado de
conflictos de valor y posicionamientos éticos y políticos. Desde esta
perspectiva, el docente es concebido como un artesano, artista y profesional
clínico. Por consiguiente, la formación del profesorado se dirige hacia el
aprendizaje de la práctica, para la práctica y a partir de la práctica.
Finalmente, la formación docente desde
la perspectiva de reconstrucción social, concibe a la enseñanza como una
actividad crítica, una práctica social signado de un carácter ético; el
profesorado, por su parte, es considerado como un profesional autónomo que
reflexiona críticamente sobre su práctica dirigida al desarrollo autónomo y
emancipador de los actores educativos. Dentro de este planteamiento, la
formación del profesorado es pensada desde la justicia, igualdad y emancipación
social, aterrizada en los procesos de enseñanza y aprendizaje que desarrolla el
docente.
Dado los alcances que componen dichos
modelos, en esta investigación se integraron con los enfoques de formación
docente: reproductivo y transformativo. El primer enfoque posiciona a la
formación docente como un dispositivo reproductor de las ideologías y
ordenamientos sociales hegemónicos, encargándose de seleccionar, reproducir,
distribuir y legitimar las estructuras de pensamiento y actuaciones
profesionales que permitan desempeñar las funciones de reproducción cultural
otorgada (Bourdieu y Passeron, 1996; Giroux, 1993; 2014; Popkewitz, 2010). En
el segundo enfoque, por su parte, la formación docente es
concebida y desarrollada como espacio de
resistencia, ubicándola como un proceso complejo con nuevas miradas y
comprensiones a las prácticas escolares desarrolladas al interior de las
instituciones formadoras de docentes, sitúa al docente como un intelectual transformador, orientando
por el desarrollo de facultades críticas, propositivas, históricas y
emancipadoras (Apple, 2012; Freire 2007; 2012; Giroux, 1993; 2014).
Por
ende, colocar la mirada analítica en los procesos de formación inicial a la luz
de los distintos enfoques y modelos docentes que se configuran, posibilita
otorgar sentido a preguntas como, ¿qué función
desempeñan los formadores durante los procesos formativos?, ¿cómo conciben su
función de ser formadores?, ¿cuáles son sus concepciones sobre las funciones
pedagógicas y sociales de la docencia?, y ¿cómo impactan dichas concepciones en
los procesos formativos que despliegan en su desempeño profesional?
La
investigación se desarrolló desde un enfoque cualitativo (Taylor y Bogdan,
2008),
con el uso de la Teoría Fundamentada (Strauss y Corbin,
2002), empleando la entrevista en profundidad y la observación participante.
La
investigación se realizó en dos de las once escuelas normales del estado de
Oaxaca, México: la escuela normal “A” y la escuela normal “B”. Se empleó el muestreo
teórico (Taylor y Bogdan, 2008), en función de lo anterior, la muestra se
configuró de acuerdo con los siguientes criterios:
1.
En cada escuela normal, se seleccionaron
tres materias con base en los alcances formativos que éstas poseen en el
proceso de formación profesional del futuro docente normalista.
2.
Las materias se eligieron de acuerdo con su
oferta brindada en el semestre impar correspondiente al mapa curricular del
Plan de estudios 2012 de la Licenciatura en Educación Primaria; dado los
tiempos en que se realizó el trabajo de campo: primer, tercer, quinto y séptimo
semestre.
3.
Cada materia elegida tenía asignado a un
formador que impartía dicha materia, mismos que se situaron como sujetos de
estudio
En el
presente artículo se da a conocer los hallazgos identificados de cuatro
formadores ubicados en tres materias (tabla 1).
Tabla 1
Escuela normal |
|
Asignaturas |
Semestre |
“A” |
Formador “A” |
El sujeto y su formación profesional como docente |
Primero |
Formador “B” |
Trabajo docente e innovación |
Quinto |
|
“B” |
Formadora “D1” y Formador
“D2”[1] |
El sujeto y su formación profesional como docente |
Primero |
El
proceso de construcción de las categorías que permitiera dar contenido a los
instrumentos de investigación, dirigir la pauta de sistematización
correspondiente y el análisis de la información obtenida, se realizó con base
en la configuración de cuatro categorías analíticas: códigos pedagógicos,
códigos sociales, formación docente reproductiva y formación docente
transformativa. Dichas categorías se concretaron en tres elementos de las
prácticas pedagógicas: discurso docente, enseñanza y evaluación de los
aprendizajes (Bernstein, 1997).
Partiendo
de la complejidad que revisten los procesos de formación inicial, en el
presente estudio se realizó una interrelación categorial, a saber: los modelos
de perspectivas de formación docente: académica, técnica, práctica y de
reconstrucción social (código pedagógico) (Pérez, 2013) se relacionaron con el
modelo de formación social reproductiva (Bourdieu y Passeron, 2019; Giroux,
1993, 2014; Popkewitz, 2010) y el modelo de formación social
transformativa (código social) (Apple, 2012; Freire 2007; 2012; Giroux, 1993;
2014;), como se observa en la Tabla 2.
Tabla 2
Interrelación categorial
Categorías |
Categorías (Enfoques
de formación docente) |
Subcategorías (Modelos
de perspectivas de formación docente) |
Códigos
teóricos |
|||||
Prácticas
pedagógicas |
||||||||
Códigos
pedagógicos y sociales |
Formación reproductiva |
Perspectiva académica |
Discurso docente |
Saber académico |
Enseñanza |
Estrategias de
enseñanza |
Evaluación de los aprendizajes |
|
Intervenciones de los
estudiantes |
||||||||
Perspectiva técnica |
Saber técnico |
Tareas escolares |
||||||
Modelo de formación social
reproductivo |
||||||||
Formación transformativa |
Perspectiva práctica |
Saber práctico |
Actividades extraclases |
|||||
Material solicitado para las
prácticas |
||||||||
Perspectiva de
reconstrucción social |
Saber de reconstrucción
social |
|||||||
Modelo de formación social
transformativo |
Fuente:
Elaboración propia
Se
realizó un total de cinco observaciones participantes y tres entrevistas a
formadores durante el periodo
comprendido de septiembre a diciembre de 2019. Para
sistematizar la información con base en la interrelación categorial construida,
se procedió a realizar el proceso de codificación con las tres fases que
contempla la Teoría Fundamentada: la abierta, selectiva y teórica. Es decir, se analizó
toda la información recabada tanto de la entrevista como de las observaciones
participantes por cada formador (codificación abierta); posterior a ello, se
seleccionó aquella información que diera cuenta de las categorías y códigos
teóricos, antes mencionados (codificación selectiva); finalmente, se relacionó
lo identificado de los datos empíricos con las implicaciones teóricas que
conlleva cada hallazgo (codificación teórica), que permitiera la construcción
de los resultados de la investigación.
Para el proceso de codificación se empleó el software de análisis cualitativo, Atlas.ti. Se analizaron cada uno de los textos derivados de
las entrevistas y clases observadas de los cuatro formadores,
se le asignó un nombre específico a cada elemento de las prácticas pedagógicas
(códigos teóricos) en función de los modelos docentes a los que pertenecían;
por ejemplo, “Discurso docente/FS Transformativa”, “Discurso docente/Modelo de
perspectiva académica”, “Estrategias de enseñanza/Modelo de perspectiva
académica”, “Intervención de los estudiantes/FS Reproductiva” y así
sucesivamente. Resultado de ello, se concentraron todos los registros de los
códigos teóricos obtenidos por cada modelo de perspectivas de formación docente: perspectiva académica, perspectiva
técnica, modelo de formación social reproductivo (formación reproductiva), perspectiva
práctica, perspectiva de reconstrucción social y modelo de formación social
transformativo (formación transformativa); derivado de la interrelación
categorial mostrada en la tabla 2. Lo anterior a fin de identificar claramente las tendencias
formativas de los cuatro formadores pertenecientes a dos escuelas normales del
estado de Oaxaca (México). Consecuente de dicho análisis, se construyeron tres
configuraciones formativas emergentes a la luz de los datos empíricos obtenidos
y del análisis realizado con el contraste de los aportes teóricos existentes.
De
acuerdo con la interrelación categorial se realizó un concentrado de los
registros de los códigos teóricos totales que
posibilitará dar cuenta de los procesos de formación
docente predominantes en los desempeños de los cuatro formadores, a partir de
los modelos de perspectivas de formación docente, como se muestra en la
figura 1.
Figura 1
Fuente: elaboración propia.
Con base
en los resultados presentados en la Figura 1, se puede notar que los procesos
de formación inicial que desarrollan los cuatro formadores normalistas con los
estudiantes se encuentran signados por una clara tendencia del modelo de
formación con perspectiva académica. Por tanto, el interés formativo
predominante se enfoca en la enseñanza de conocimientos de tipo pedagógico,
académico, disciplinario y/o de cultura general dirigido a la formación de un habitus
docente con fuerte presencia de un dominio académico; el saber
predominante es el ‘saber disciplinario’, sustentado en un ‘saber saber’ (Pérez, 2013).
En este
sentido, se advierte la acentuación de una configuración formativa de tipo
pedagógica-disciplinaria y de conocimientos especializados que compete al área
de la profesión docente, colocando a la enseñanza como el saber enseñar los
contenidos propios de la disciplina que se desarrolle en un salón de clases;
por ende, el estudiante normalista es formado como un intelectual y
especialista en la enseñanza de las disciplinas que establecen los planes y
programas de estudios oficiales.
Como se
puede apreciar, la trayectoria formativa del formador “A”, estuvo acentuada por
una fuerte tendencia hacia el modelo de formación docente con perspectiva
académica, acompañado por un subrayado énfasis del modelo de formación social
reproductivo; dicha articulación entretejieron complejos procesos formativos
dirigidos a promover una formación académica de los estudiantes apegados a lo
establecido en los planes de estudios, pero con un vacío crítico y reflexivo
que posibilitara fomentar la construcción de un pensamiento docente pedagógico
y socialmente sostenido.
El
formador “B” marcó una tendencia enfatizada también por un modelo de formación
con perspectiva académica, pero seguido por un modelo de formación social
transformativo y, muy cercanamente por el modelo de formación social
reproductivo; la razón aparentemente contradictoria de la intersección de estos
dos últimos modelos, obedece a que cada uno se constituyó en dos momentos
distintos de los procesos formativos desarrollados. Los procesos formativos que
desarrolló este formador se desplegaron en dos momentos. El primero se
caracterizó por el desarrollo de la parte teórica y el segundo, por el abordaje
de las prácticas profesionales. Durante la parte teórica, el formador tuvo un
fuerte predominio del modelo de formación social reproductivo, como se
fundamentará en líneas posteriores; condición que se muestra distinta a partir
del desarrollo de las prácticas profesionales, ya que es en este segundo
momento cuando el formador se enfocó a promover en los estudiantes normalistas
cierta sensibilidad e involucramiento con la comunidad que les posibilitara
entender que la docencia no se reduce a un salón de clases, sino se implica en
toda la comunidad.
Por su
parte, los procesos de formación inicial dinamizados por la formadora “D1” y el
formador “D2”, se encuentran orientados por un modelo de formación con
perspectiva académica pero con acentuadas articulaciones del modelo de
formación social transformativo, lo cual le imprime un específico matiz caracterizado
por el desarrollo de los temas teóricos con la promoción de la identificación y
fortalecimiento de la identidad originaria de los estudiantes, así como la
mirada articulada y social entre lo teórico y práctico.
En
función de lo expuesto y, pese a que los cuatro formadores tuvieron
mayoritariamente la tendencia de formación con perspectiva académica, sus
procesos de formación inicial tomaron alcances distintos, debido a las
implicaciones derivadas de la correlación con los otros modelos de formación
docente que les acompañaron, así como también derivado de la influencia de
componentes personales, profesionales e institucionales. Razón por la cual, en
concordancia con los hallazgos aportados con este estudio, se han construido
tres tipos de configuraciones formativas derivadas de la tendencia de formación
académica prevaleciente en los procesos formativos que han constituido los
cuatro formadores normalistas como sujetos de estudio, a saber: formación
académica reproductiva, formación académica social y la formación académica
práctica.
Este
tipo de configuración formativa, acuñada por el formador “A”, se caracterizó
por la promoción de participaciones en los estudiantes normalista con base en
los temas establecidos en su materia acorde con el plan de estudios. Dicha
tendencia formativa quedo de manifiesto incluso desde la entrevista misma, ya
que la finalidad que perseguía este formador en los estudiantes era que:
[…] puedan aprender a partir de un análisis,
no que me reciten las lecturas, no que me las pasen exponer y dejarlos ahí,
sino que lo analicemos través de casos que les pongo, algunas preguntas
detonadores, que me responden, que les vuelvo a replantear la pregunta, les
vuelvo a cambiar el contexto para que puedan entender y analizar principalmente
[…] (EFA[2]).
Dicha
intencionalidad manifestada por el formador no se reflejó del todo en el
desarrollo de sus clases, debido a que los análisis que promovía se quedaban en
un plano teórico, sin argumentación crítica, analítica y reflexiva. Lo
prioritario era la promoción de participaciones constantes por parte de los
estudiantes. Observándose ello de manera sistemática, desde la primera clase
observada, en tanto el formador “A” da inicio con el planteamiento de la
pregunta, ¿por qué queremos ser o quieren ser profesores?, para abordar dicha
pregunta, escribe en el pizarrón la frase “hoy la escuela enseña contenidos del
siglo XIX, con maestros del siglo XX con alumnos del siglo XXI”, solicitando la
participación de los estudiantes:
[…] una de las estudiantes alzó la mano y
participó diciendo que la frase se refería a que hay maestros que enseñan cosas
que ya no son actuales, otra estudiante participa diciendo que no se puede
enseñar algo que no se ha vivido o sabido, el formador “A” le agradece y vuelve
a girar la ruleta en su ipad, la estudiante que le toca, participa diciendo que
los maestros tiene que estar actualizados porque los tiempos cambian y también
los estudiantes […] (OCFA1[3]).
La base
del aprendizaje se sitúa en que los estudiantes se encuentren constantemente
participando, expresando sus opiniones sobre los temas abordados. Durante las
clases observadas, dichas participaciones se enfocaban en el análisis de las
implicaciones de la docencia, notándose la ausencia de una intervención
analítica sustancial por parte del formador:
[…] vamos a comenzar con una preguntita,
imagínense, […] y pregunta, ¿qué tipo de maestro se necesitaría dentro de 70
años?, los estudiantes empiezan hablar en voz alta diciendo que ya no habría
maestros porque la tecnología lo suplantaría, el formador “A” vuelve a repetir
la pregunta […] una estudiante responde que como ahora se ve que la tecnología
va avanzando muy rápido, que ella piensa que habría un robot maestro, […] o que
quizás ya no vendrían los niños a las escuelas, ya todo sería desde sus casas,
pues se tendría una tecnología muy avanzada […], otro estudiante indica que “a
partir de la revolución industrial, el hombre ha tenido un desarrollo sumamente
increíble y que sí es posible que ya no haya maestros […] (OCFA3[4])
Dicho
esquema de participación estuvo mediado por una formación social reproductiva,
toda vez que, durante el tiempo que se establecieron las participaciones, el
formador “A” no intervino para emitir un comentario, una puntualización, un
posicionamiento que permitiera un nutrido intercambio de ideas, un diálogo
argumentativo entre formador y estudiantes; por consiguiente, las
participaciones de los estudiantes quedaron en un plano muy genérico, no
existió un diálogo reflexivo y analítico entre ambas partes.
Su
discurso social sobre la mirada que le brinda a la formación, se signó por una
marcada influencia de su formación como ingeniero en computación, toda vez que
en una de las clases observadas cuando se analizaba la pregunta de “¿qué
sujetos queremos formar?”, el discurso del formador “A” giró en torno a
mencionar que “hay otros países en donde se enseña de manera distinta, ven al
niño de otra manera, enfocado a los tiempos en los que viven, actualmente en
los países desarrollados ya les enseñan robótica, ya les enseñan lenguajes de
programación; pero acá en los llamados tercer mundo […]” (OCFA1).
La
mirada que se le brinda a la formación que ‘debería’ de brindársele a un niño
en nuestro país, deja de lado el análisis complejo de la formación desde una
perspectiva pedagógica, emocional, social, histórica, política y sobre todo
cultural. Esto es, no le brinda una mirada pedagógica contextualizada con
elementos sociales, culturales y/o lingüísticos a la función pedagógica y
social de los docentes normalistas en la formación de la niñez mexicana, solo
lo aborda desde una perspectiva de corte económico-tecnológico.
Del
mismo modo, en otra clase, como continuidad a la discusión de ¿qué maestros
necesitaremos dentro de 70 años?, el formador “A”, anotó en el pizarrón otra
pregunta, “¿cómo sería un maestro dentro de 70 años en Oaxaca?” (OCFA3). La
participación de los estudiantes se dirigió únicamente a la parte económica del
estado:
[…]varios estudiantes levantan la mano para
participar, se indica el orden para participar, el primer estudiante expresa
que México para dentro de 70 años sí tendría algo de avance, que quien sabe si
en Oaxaca, porque estamos en el estado más pobre de México, […] (OCFA3).
Lo
interesante es que la intervención del formador “A” al respecto, fue en la
parte de la desaceleración económica de México y no enfocado al tipo de docente
que se necesitaría, que era el punto central del tema y de la clase:
[…] se le da la palabra a otra estudiante,
ella plantea que México está por debajo de todos los países y que en 40 años
podremos rebasar a solo cuatro países que están por encima […] el formador interviene aludiendo que sí es cierto, que
para que México llegue hasta arriba le tomaría 370 años, aunque eso no sería
posible porque los demás países siguen avanzando […] (OCFA3)
En esta
clase, de igual manera, no se ahondó en las intervención de los estudiantes
relacionadas con la pregunta planteada que permitiera reflexionar sobre las
implicaciones pedagógicas, sociales, culturales y no solo económicas que
requería este cuestionamiento; por el contrario, se dirigió a proponerles, que
si les da tiempo, les enseñaría a hacer un robot, cuando no era parte del
análisis central abordado:
[…] otra estudiante expresa que, además, si
se toma en cuenta que nuestra moneda está devaluada y que para mantener a un
robot no alcanzaría, se necesitaría de mucha economía. El formador “A” les
plantea que, si se presta, después les enseñaría a hacer un robot […] (OCFA3)
Se advierte
que la intervención del formador “A” no se ubica en el tema central de la clase
y no propicia un diálogo analítico entre los estudiantes y él. Es importante
precisar que los procesos formativos que despliega el formador va, en cierta
medida, con los objetivos que él se plantea, dirigido más al cumplimiento de lo
que le indican los planes de estudios: “[…]cómo hacer que mis estudiantes, me
pueda sentir que si he logrado lo que los programas me dicen de los contenidos,
de las competencias, de los objetivos […]” (EFA).
Su intencionalidad
formativa se restringe al cumplimiento temático y desarrollo de competencias
que le establecen los planes y programas de estudios, no realiza un aporte,
anexo o ajuste de acuerdo con las condiciones pedagógicas, sociales y
culturales que demande la profesión docente, el grupo de estudiantes, la
institución o la sociedad en general. Condiciones que posibilitan identificar
el actuar de este formador dentro del perfil ejecutor dirigido al cumplimiento
de los objetivos programáticos sin la integración de cambios o ajustes en lo
establecido en los planes de estudios; por lo tanto, su proceder no se
caracteriza por toma de decisiones y acciones flexibles que favorezcan su
adaptación a las condiciones sociales y educativas a fin de promover o lograr un
mejor impacto formativo en los estudiantes (Di Pizzo y Cabrera, 2021).
Sin
embargo, cabe señalar que el desempeño del formador “A” no se mantuvo estático,
toda vez que tuvo una presencia, no reiterada pero sí significativa, de una
formación social transformativa al mostrar un incuestionable respeto por su
función como formador, se esmeraba en planear sus clases, procuraba tener
dominios teóricos acerca del tema abordado; diseñó recursos didácticos
digitales para promover participaciones; mostró flexibilidad y apertura con
determinadas situaciones que se le presentaron en el salón de clases con sus
estudiantes; diversificó las formas de evaluación, se expresó siempre dispuesto
al diálogo y negociación con sus estudiantes (Freire, 2007; Giroux, 2014).
Es necesario
puntualizar que fue el primer acercamiento que tuvo el formador “A” con una
materia de corte psicopedagógico, debido a que su experiencia se basaba en
materias relacionadas con las matemáticas o el campo tecnológico; no posee una
formación docente normalista, es ingeniero en computación y tampoco tiene una
experiencia de ser profesor en servicio (haber dado clases en educación
primaria). Su ingreso como formador a la escuela normal se debe al factor de
‘herencia de plazas’, apreciándose la influencia que ejerce el factor de
gestión administrativa, aunado al factor político-sindical en los procesos que
se desarrollan en la formación inicial de los futuros docentes normalistas. Con
ello queda evidenciada la importancia de brindarle una mirada compleja al
análisis de una práctica docente tanto en su construcción como en su
desarrollo. No existe práctica docente perfecta, sino incierta, como lo es la
misma naturaleza de la persona que la ejecuta.
La
formación académica social se constituyó a partir de los procesos formativos
desarrollados por el formador “B”, quien posee una amplia experiencia docente
como profesor de educación primaria y como formador normalista, en total cuenta
con 37 años de servicio.
Esta
configuración formativa se identificó por la conjugación de dos momentos
formativos. El primero se desarrolló con un claro enfoque de formación
académica, promoviendo que los estudiantes supieran realizar fichas y hacer
citas en el sistema APA:
El formador “B” anota en el pizarrón los
puntos a abordar en la clase, que consta de cuatro puntos: Estudio/fichaje,
Proyecto diagnóstico, Lectura voz alta y Aumentar la lectura y escritura [...]
establece que comenzarán con el fichaje, pues le interesa que aprendan a fichar
y sobre todo a citar en formato APA. (OCFB1[5]).
En las
clases se nota una tensión entre lo que el formador “B” desea desarrollar o
transmitir y lo que realmente los estudiantes integran en su proceso formativo,
ya que sus estrategias didácticas implementadas se basaban en que los
estudiantes pasen a presentar sus avances de citación; sin embargo, no hubo una
respuesta positiva por parte de éstos: “[…] la mayoría de los estudiantes no
ponen atención, se encuentran revisando su celular o bien platicando entre
ellos […] El formador B empieza a pasearse por todo el salón […]” (OCFB1).
Tal
comportamiento de los estudiantes persistió durante todo el primer momento
formativo. Por su parte, la actitud del formador “B” era pasiva, su interacción
con los estudiantes no era activa ni didáctica. Dentro de este primer momento,
también se incentivó una formación con perspectiva técnica, ya que se enfocó en
promover en los estudiantes actividades de movimiento físico y de vocalización;
así como actividades de lectura en voz alta. Con estas actividades se logró
atraer la atención de más estudiantes (OCFB1) y el formador interactuó más con
ellos y éstos se relajaron un poco. Con esta acción, también se remitía una
concepción del ‘ser docente’ enfocado al ‘saber enseñar’, desarrollando ciertas
habilidades que éstos deben de tener para una adecuada enseñanza, como el
manejo de la voz y la lectura en voz alta.
En el
segundo momento formativo de las clases del formador “B”, que fue el que cobró
más sentido formativo tanto en los estudiantes normalistas, como el formador
mismo, se integraron actividades relacionadas con la organización de la
práctica escolar que realizaron los estudiantes en comunidades del estado de
Oaxaca (México). Les solicitó a los estudiantes la realización de un taller con
los jóvenes, padres o madres de familia de la comunidad en donde efectuarían
sus prácticas, como una actividad extracurricular, encaminado a colaborar con
la economía o con algo en la comunidad:
[…] el formador “B” les dice que de esa lista
para los talleres que hacen, harán tres clasificaciones: ‘económico y no
económico; fáciles y difíciles; posibles y no posibles’. De esa clasificación
hay que preguntarle a las mamás, papás, niños, jóvenes, adultos mayores, etc.,
dependiendo a quién irá dirigido su taller, ¿si tienen tiempo y si pueden pagar
los materiales que se ocuparán? […](OCFB2[6]).
Es
preciso referir que esta actividad “extra” de los talleres que el formador les
pide a los estudiantes, obedece a su interés que éste tiene por el hecho que
posean experiencias directas o cercanas con las comunidades, en donde se
involucren y se comprometan tanto con su trabajo docente como con la comunidad.
Esto último toma significado, ya que durante la entrevista, el formador “B”
pudo compartir que esa actividad era parte de la formación que a ellos le
brindaron cuando él estudiaba para ser profesor:
[…] cuando yo me formé como maestro había
todavía un poquito de esa visión mística del ser maestro, entonces en mi plan
de estudios, había una materia que todavía se llamaba ‘tecnologías’, llevábamos
lo que tenía que ver con ‘industrialización y conservación de alimentos’ […]
para que nosotros lo pudiéramos trabajar en las comunidades para aprovechar sus
recursos […], entonces los maestros debiéramos de involucrarnos en las
comunidades para que aprendieran a manejar todos estas posibilidades de
facilitar o favorecer la economía familiar, ese es el objetivo central […] (EFB[7]).
Se
subraya la influencia de la propia experiencia formativa y laboral para la
planeación de las prácticas escolares que los estudiantes desarrollaron,
compartiendo sus conocimientos y aprendizajes obtenidos, así como sus
concepciones que posee de la relación que debe de existir entre el docente y la
comunidad. Con esta actividad, los estudiantes mostraban gran interés por la
cuestión logística de las mismas: duración, costos, transporte, entre otros.
Por su parte, el formador respondía todos los cuestionamientos, sonreía y se
mostraba accesible con sus peticiones:
[…] los estudiantes preguntan sobre cuándo y
cómo se van a ir, el formador “B” les dice los periodos de las prácticas […]
Los estudiantes solicitan que hablen sobre la práctica, de dónde van a salir y
cuánto van a necesitar de dinero. El formador les proyecta un formato que van a
utilizar para sus prácticas. […], va nombrando comunidad por comunidad,
precisando los precios y los lugares en donde sale el transporte para la
comunidad. De igual manera, les indica lo del hospedaje que ha gestionado en
cada comunidad. Todos los estudiantes guardan silencio y plantean preguntas […]
(OCFB2).
El
ambiente pedagógico-didáctico del segundo momento formativo, se tornó distinto,
toda vez que los estudiantes prestaban atención, participaban y preguntaban al
formador sobre dudas en la organización y desarrollo de la práctica escolar;
era evidente que su atención recaía en las prácticas que iban a desarrollar en
comunidades. Es posible que los estudiantes se sintieran motivados debido que
era la primera vez que iban a ir a comunidades rurales a realizar sus
prácticas, pues las anteriores habían sido en zonas conurbadas; además, porque
a decir del formador “B”, fueron los propios estudiantes los que solicitaron
realizar dichas prácticas en comunidades, fuera de la ciudad. Esto, en parte,
convoca a pensar cierto grado de conciencia y compromiso social con su propia
formación práctica, debido a que el campo de trabajo donde se insertarán, en un
futuro, será en este tipo de comunidades.
Al
respecto, es necesario reconocer la importancia que desempeña la formación
inicial en el desarrollo de una actuación docente, toda vez que configura la
mirada y construcción de un desarrollo profesional como docente y el impacto
que éste posee en la formación de los estudiantes. Aunque, como él mismo lo
aclara, no es una condición determinante, debido a que, efectivamente, “la
docencia se construye en el camino” (EFB), existiendo docentes que poseen un
excelente desempeño y compromiso sin tener una formación inicial en el área de
la docencia, pedagógica o una formación normalista.
La
importancia que le otorga el formado “B” a la experiencia que debe tener un
formador como docente de educación primaria o haber sido docente en servicio,
obedece a que para él, la función de un formador, es “ser muestra […] ser
fuertes ejemplos en los jóvenes […], ser ejemplos en ellos, si yo digo que
deben de ir al aula, es que yo también puedo mostrarme en el aula” (EFB).
Comprendiendo que él, no se le puede enseñar a los futuros docentes como ser
docentes, si no se ha tenido la experiencia de haber estado frente a grupo,
toda vez que como bien plantea Freire (2012), “enseñar exige la corporificación
de las palabras en el ejemplo” (p. 34).
Al
formador le interesaba que los estudiantes comprendieran (con una vivencia
real), la importancia que representa el involucramiento con la comunidad, con
el contexto, ya que solo así se forma y construye una mirada social, una
responsabilidad en y con la sociedad, ya que como plantea Freire (2007)
“necesitamos una educación para la decisión, para la responsabilidad social y
política” (p. 83):
[…] la
relación del contexto con el trabajo docente es fuerte, pero también uno tiene
que participar construyendo permanentemente, […] el papel del maestro no es
solamente entrar al aula, el papel del maestro es reconocer el medio, reconocer
los potenciales e incorporar los potenciales […] Es muy importante mantener
relaciones cordiales con el contexto, con el medio, cuando digo contexto me
refiero con el contexto social, histórico, cultural, hasta con el contexto
geográfico (EFB).
De ahí
que se comprenda que el discurso del formador “B” sea, también, tendiente a una
visión transformativa, debido a que cuando se le preguntó ¿cómo identifica que
un estudiante está aprendiendo?, aparte de mencionar los tradicionales
criterios de evaluación de los aprendizajes, se dirigió a la cuestión de cuando
los estudiantes se apropian de su función como ser docentes, al señalar “que uno
mismo ve la mirada, el discurso, el escrito del joven, cuando ya se va
involucrando, en sus emociones, cuando va contando que está haciendo, cómo le
va resultando, entonces sus discursos ya no son contra la carrera, sino ya son
desde dentro de la carrera” (EFB).
En este
mismo tenor, para él, en la profesión docente “se requiere sensibilidad para
poder llegar al corazón del grupo, al corazón de ellos y puedan empezar a ver
en este trabajo, en esta profesión que se requiere también amor más que
conocimiento académico” (EFB). Razón por la cual, el formador “B” mostraba cierta preocupación
que un estudiante, en este caso, normalista se encuentre “desconectado de una
realidad, que está más enganchado a una realidad virtual en vez de una realidad
real” (EFB); por eso, también la inquietud e interés porque tuvieran un
encuentro con la realidad educativa que se viven en las comunidades.
Este
tipo de configuración formativa fue concretada en los desempeños docentes de la
formadora “D1” y el formador “D2”, los cuales no son de origen normalista pero
han desarrollado una formación en
Un eje
transversal en esta configuración formativa fue relacionar el contenido o
actividad académica solicitada al estudiante con su contexto familiar o
comunitario inmediato y mediato. Así por ejemplo, para el desarrollo del tema
de ‘historias de vida’, la formadora “D1” y el formador “D2”, solicitaron a los
estudiantes la realización de un ‘árbol genealógico con fotografías’ y un ‘relato
de vida’, a través de estas dos actividades, abordaron los elementos teóricos
del tema de ‘historias de vida’. Al mismo tiempo que, a decir del propio
formador “D2”, les permitió promover los ‘asuntos identitarios’ de cada
estudiante:
[…] se ponen ejemplos de cómo podrían
describir sus primeros 18 años de vida […], cuya descripción abarque tanto
experiencias personales, familiares como académicas, de acuerdo con las
dimensiones explicadas […] Se les recuerda que tienen que poner títulos y
subtítulos en donde se integren experiencias más significativas que han vivido
en su familia, en su comunidad […] (OCFD1-D2).
Dicha
actividad y la forma en cómo lo trabajaron ambos formadores cobra sentido, si
se considera que, como formadores de la escuela normal “B”, parten de una base
conceptual y cultural acerca de poner en el centro al docente como persona,
considerándose como un ‘originario docente’ y no solo un ‘docente originario’;
adquiriendo más fuerza su pertenencia cultural-comunitaria, acompañada de una
formación como docente:
Hay una premisa que discutimos desde la parte
conceptual, que ellos entiendan (los estudiantes) que hay un originario y toda
esa carga cultural-lingüística, que es parte de una comunidad, que asume
también la dinámica de todas las reglas de convivencia que suceden en la
comunidad, ese es el originario, pero también el originario que tiene un
apellido que quiere ser docente, entonces trabajamos con esas dos vertientes,
¿nos vemos como docentes originarios o como originario docentes?, […] ponemos
en el centro un poquito a la persona con toda esa carga y les vamos dando esas
herramientas para la docencia […] (EFD2[8]).
Otro de
los ejes transversales durante la clase fue la relación que hacían con los
alcances de una formación con perspectiva práctica, ubicando la clase como
escenario de preparación para indicar lo que se tenía que hacer en las
prácticas profesionales. Los temas fueron abordados en función de las prácticas
que los estudiantes estaban, en ese momento, próximos a realizar. Ambos
formadores mostraron una preocupación y ocupación por las prácticas que iban a
efectuar, sobre todo porque era la primera vez que comenzaban su trayecto
formativo de las prácticas escolares:
El formador “D2”, expresa que es importante
que conozcan la escuela, porque eso es lo que van a ir hacer en sus
observaciones de las prácticas […] La formadora “D1” les dice que “se acuerden
que la ‘investigación etnográfica’ es su acordeón para su práctica” […]
(OCFD1-D2).
La
importancia que le brindaban a las prácticas escolares, la relación que hacían
de ésta en los temas teóricos y con el reconocimiento de su identidad cultural
originaria, respondió, en parte, a la idea que tiene el formador “D2” sobre su
función como formador, siendo la de promover prácticas distintas, conscientes
de la importancia y relación con las comunidades en donde se inserta una
práctica docente:
[…] el trabajo es motivar, que los demás
abracen la bandera de que es muy necesario de hacer algo diferente en sus
salones, con sus niños y entiendan perfectamente el problema de las comunidades
y lo vivan; de ahí la importancia de hacer prácticas cada uno de los semestres,
creo que ahí podemos hacer la diferencia y ahí es donde ponemos, o yo en mi
caso, es donde pongo mi granito de arena […] (EFD2).
De igual
manera sucedió cuando se abordó el tema de ‘técnicas de investigación’, ya que
relacionaron la ‘observación participante’ con las prácticas escolares que desarrollarían.
El formador “D2” vincula los temas teóricos con las actividades prácticas, para
que los estudiantes vayan comprendiendo las implicaciones:
[…] plantea que ahora van a comenzar con el
tema de las técnicas de investigación que van a utilizar en el trabajo de campo
que realizarán […] explica el tema de la ‘observación participante’,
enfatizando que muchas veces vemos todo pero no observamos nada y para una
investigación o la práctica que ellos van hacer, necesitan observar no solo
ver, se observa todo lo que acontece en un espacio que deseo investigar o
conocer, como lo es el salón de clases […](OCFD1-D2).
Todos
los temas de ‘técnicas de investigación’ se relacionaron con las actividades
que realizarían en sus prácticas, fueron abordados como muestra de un escenario
del “deber saber y saber hacer” en las prácticas próximas a efectuar:
[…] hay comunidades donde los usos y
costumbres son muy marcados, entonces hay una responsabilidad directa de la
escuela y, por ende, todos los agentes que ahí descansan; la clase es en
respuesta a la dinámica de la misma comunidad, entonces nosotros, en esta
escuela donde formamos a futuros maestros, les hacemos ver esa realidad, […] es
la responsabilidad de los muchachos de que tienen que ser partícipes en todo
momento de las actividades propias de la comunidad. (EFD2).
La
importancia que ambos formadores le brindaron a las prácticas escolares se vio
reflejado tanto en la relación y énfasis puesto en los temas teóricos, como en
la solicitud y promoción que hacían en la elaboración de algún tipo de material
didáctico manual por parte de los estudiantes, como un acercamiento del
compromiso que éstos tendrían que tener con el grupo de estudiantes y la
comunidad en donde irían a realizar sus prácticas; así como en el fomento
constante que hacían con las condiciones sociales y culturales que rodean a la
profesión docente. Estos planteamientos, que desarrollan la formadora “D1” y el
formador D2”, revelan trascendencia en los procesos de formación inicial, sobre
todo si se considera que “el momento fundamental en la formación permanente de
los profesores es de la reflexión crítica sobre la práctica” (Freire, 2012, p.
40)
Los
planteamientos de los procesos de formación inicial desarrollados por los cuatro formadores integrados en
el modelo de formación docente con perspectiva académica, permiten dar cuenta
que aún cuando sus desempeños docentes estuvieron signados por la misma
tendencia formativa, sus procesos formativos cobijaron alcances y matices distintos,
dándose así la construcción de nuevas configuraciones formativas como
categorías emergentes.
La
formación académica reproductiva enfatizada por la realización de una
docencia como cumplimiento temático; es decir, su interés formativo recaía
únicamente en el diseño y desarrollo de las clases con base en los objetivos y
temas que marcaban los planes de estudios, no se acentuó el desarrollo de un
pensamiento docente crítico, reflexivo y sensible a las condiciones
pedagógicas, sociales y culturales que demanda, en este caso, una práctica
docente normalista.
La formación
académica social, por su parte, se inclinó hacia el despliegue de una
formación académica pero de corte social, impulsando en los estudiantes una
visión comprometida e involucrada de su quehacer docente acorde con los
contextos sociales y culturales que envuelven a una comunidad. La docencia iba
más allá de lo que integran los planes y programas de estudios o lo que se
desarrollaba en un salón de clases, situándola como un servicio a la comunidad
con la realización de actividades escolares y la participación social que
posibilitara una vinculación de la docencia con la comunidad.
La formación
académica práctica fue tendiente más al desarrollo de una formación
académica con un énfasis práctico, situando las clases como un escenario de
vinculación acerca del saber hacer en las prácticas escolares, señalando, a
través de los temas abordados en clases, el qué y cómo desarrollar un tipo de
prácticas con contenido social. Por lo tanto, la docencia fue desarrollada como
un puente relacional entre la teoría y la práctica, concibiendo a esta última
desde una perspectiva social; esto es, incentivando en el estudiante normalista
su pertenencia identitaria como “originario docente” y, por consiguiente, su
compromiso con la gente y la comunidad en donde se inserte su desempeño como
docente.
Si se
considera que las dos primeras configuraciones formativas fueron promovidas por
los formadores “A” y “B”, los cuales se adscribían a la escuela normal “A”,
mientras que los formadores “D1-D2” pertenecían a la escuela normal “B”, se
puede deducir que en la configuración y desarrollo de los procesos de formación
inicial que ejecuta cada formador, aun cuando se tenga un mismo eje de
formación docente institucional, éste toma matices y alcances distintos;
ocurriendo lo mismo con la condición curricular, ya que pese a que tres
formadores (“A” y “D1-D2”), impartieron la misma materia en escuelas normales
distintas y aun cuando tuvieron una misma tendencia formativa (modelo de
formación con perspectiva académica), los tres presentaron específicos procesos
de formación inicial.
Dichos
hallazgos convocan a ubicar a los procesos de formación inicial como resultado
de una configuración formativa articulada con una serie de elementos
institucionales, laborales, pedagógicos, sociales, políticos, aunque
Lo
anterior como parte integrante de sus propias trayectorias y experiencias
personales, profesionales, laborales, formativas, así como sus respectivas
condiciones de vida, origen social y cultural e institucional y demás elementos
que propician pensamientos y actuaciones docentes singulares, inciertos y
complejos.
Con esta
investigación se da cuenta de la importancia y necesidad de volcar la mirada
analítica hacia el interior de los procesos formativos que construyen día a día
los formadores con la interrelación de múltiples, diversos y complejos
escenarios y condiciones externas que los configuran.
Se
enfatiza que los procesos de formación inicial son producto de condiciones
sociales, políticas, culturales y educativas más amplias que las confluyen, no
son hechos sociales neutrales ni aislados; no obstante, una vertiente
interesante es poner atención en cómo estas condiciones amplias y externas son
concretadas en el trabajo diario que realizan los formadores en los salones de
clases, precisar en los constructos que hacen los formadores a la luz de las
demandas externas, pero sobre todo a partir de los propios planteamientos
personales que le imprimen un sello peculiar a sus desempeños como formadores
normalistas.
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[1] La asignatura de “El sujeto y su formación profesional como
docente” en la escuela normal “B” fue desarrollada por dos formadores en tanto
se trabajaba en forma de módulos: una, abordaba la parte teórica y el otro, la
parte práctica.
[2] Entrevista
formador “A”
[3] Observación
de clase 1 del formador “A”
[4] Observación
de clase 3 del formador “A”
[5] Observación
de la clase 1 del formador “B”
[6] Observación de la clase 2 del
formador “B”
[7] Entrevista
formador “B”
[8] Entrevista
al formador “D2”