Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 7 N° 1 (2022)/ pp. 1-7 /
Sección Comentarios de Libros / Anticipo de Publicación
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
¿Exclusión o reconocimiento? La economía popular argentina en la Revolución 4.0
Roberto D. Roitman Con la colaboración de Gabriela A. Aguilar. |
Federico
Luis Pöhls Fuentevilla
Independiente,
México.
fedpohls@gmail.com
No es
normal que a la persona que trabaje no le alcance para cubrir sus
necesidades
básicas y no sea reconocida como trabajadora con la dignidad que
eso debiera
traer aparejada.
No es
normal que atentemos contra el medio ambiente, contra la biodiversidad
y pongamos
en peligro la sustentabilidad del planeta destruyendo nuestra casa
común.
No es
normal que el dinero genere mucho más dinero mientras que el
esfuerzo del
trabajo y la producción no resulta rentable.
Con
estas consideraciones, Roberto Roitman y Gabriela Aguilar nos invitan a
recorrer con ellos las hojas de este libro para cambiar nuestra
visión sobre
“lo que hemos naturalizado como presente y que damos por hecho
como normal” (p.
23) en la Argentina, pero también en toda América Latina
y en otros países del
Sur. Así, tan solo en poco más de 115 páginas, nos
llevan, como lo dice Diego
Barrios en su prólogo, “a re–pensar/nos como sujetos
colectivos, como
protagonistas de un tiempo, como hacedores de lo común en un
mundo en el que
cada vez caben menos.” (p.17) Y esto es cierto tanto para quienes
se acercan al
tema con la curiosidad académica o vital de la primera vez, como
para quienes
lo leemos ya desde la experiencia del trabajo comunitario de largo
plazo en la
búsqueda y la construcción de alternativas
socioeconómicas y organizativas que
nos fortalezcan en el proceso de construcción de los bienes
comunes y las
felicidades, a través de la construcción de nosotras y
nosotros como sujetos
sociales que haremos posible esa felicidad y al menos “las
hipótesis de su
desarrollo futuro.” (p. 21).
De esta
manera, el objetivo que se impone con este libro se cumple a cabalidad,
a
saber:
…mostrar
el marco global de desarrollo de la economía, las
particularidades y críticas a
los procesos desiguales de desarrollo, pero sobre todo la necesidad de
nuevas
vías, nuevos caminos de integración del trabajo con la
vida, de la recuperación
de la solidaridad como valor fundante y el derecho a la búsqueda
de la
felicidad individual, sólo posible en el seno de una sociedad
justa. (p.21)
Antes de
seguir con la reseña del texto y sus partes, hay que destacar el
esfuerzo hecho
por integrar en todos los temas la confrontación –o
complementación o
aclaración– entre la reflexión teórica
apoyada en autores diversos, pero sólo
desde las experiencias concretas a las que se hace referencia. Me
atrevo a
decir con esto que, si bien el tema base es la economía, al
reconocer que “todo
sistema económico, toda forma de adquisición de bienes
y/o servicios es a su
vez un sistema educativo… formador en valores y
conductas.” (p. 113), se puede
afirmar el trabajo realizado para elaborar este libro es integral,
multi e inter
y transdisciplinar.
El texto
está ordenado en cuatro capítulos o partes principales,
con una introducción que
previene sobre el recorrido que se va a emprender y a dónde
habremos de llegar,
y una conclusión que sintetiza el camino recorrido y nos muestra
que no
solamente otra economía es posible, sino que ya está en
construcción.
Así,
aparejados y dispuestos con lo necesario para llegar al fin que se
propone, se
nos ofrece, primero, un panorama de la crisis civilizatoria en la que
estamos;
no varias, sino una sola, tan compleja como la relación entre
las dimensiones
que la integran y todas interdependientes entre sí. Se nos lleva
por un
recorrido que va desde la primera hasta la tercera revolución
industrial, desmitificando
las pretendidas certezas ideadas desde la ortodoxia económica en
el Norte,
mostrando sus realidades en el tiempo y poniendo de frente las
críticas que se
han construido desde las experiencias en el Sur, con la claridad de que
la
historia se construye, no sólo se registra, y de que de
ningún modo es lineal.
En la
segunda parte el autor nos guía por una ruta heterodoxa con la
que,
principalmente en el Sur, se ha enfrentado el pensamiento
hegemónico y que
profundiza en tres aspectos principales:
El
ejercicio de la economía social y solidaria, por la que prioriza
“al hombre y a
la mujer por sobre el capital y la democracia en la toma de decisiones
en sus
instituciones” (p. 47), y se pretende “asegurar el nivel y
calidad de vida
ampliada para sus miembros” (p. 50) y para todo su entorno, con
los bienes
producidos y distribuidos de manera equitativa, que hoy coexiste en
nuestros
países con el sector público (el Estado) y el sector
privado (el mercado) de la
economía.
La
visibilización de las mujeres en la construcción y el
desarrollo de la
economía, es decir, no sólo en hacer ver y re-conocer
efectivamente el papel
que ya de por sí desempeñan, sino el esfuerzo que se
está haciendo desde hace
años por “modificar la desigualdad de género como
elemento necesario para
lograr la equidad socioeconómica” (p. 55), desvelando la
realidad del
capitalismo “como un sistema que se impone mediante la violencia,
conformando
un modelo económico heteropatriarcal, destructor del medio
ambiente,
colonialista y racista.” (p. 56).
La
necesidad de construir una forma propia de mirar y entender el mundo,
desde el
reconocimiento de que la teoría, con sus categorías y
conceptos, “una vez más
(o siempre) va detrás de las prácticas sociales de los
pueblos” (p. 58) que son
los que aportan los elementos para que se dé la
reflexión. Así, en este libro
se nos invita a dejar de buscar explicaciones desde “las
categorías importadas
por el pensamiento neocolonial, sino con aquellas que nos sirvan para
comprender nuestra propia realidad, velando por una verdadera
ecología de
saberes…” (p.58) conociendo y re-conociendo, de manera
permanente y desde la
pedagogía de la esperanza propuesta por Freire, las
prácticas de los pueblos,
creando “diversas formas de entender a la sociedad en su conjunto
y a la
economía en particular.” (p. 61).
En la tercera
parte, o tercer capítulo general, pasamos a un análisis
detallado de la Revolución
4.0, “que se basa en la hiperconectividad y los sistemas
ciberfísicos que
difuminan la diferencia entre la vida pública y la vida privada,
modificando a
sí mismo las condiciones de empleo tal y como las hemos conocido
hasta ahora.” (p.
64) Se muestra que, desde una visión orientada desde el Norte,
se considera que
esta Revolución 4.0 puede ser capaz “de proveer bienes y
servicios a costo
marginal cero… de acceso libre a la
población…” (pp.64–65), pero que, al mismo
tiempo, “se exhorta a construir políticas públicas
que, en aras de mejorar la
competitividad, eliminen lo más posible la fuerza de trabajo
humana.” (p. 65) De
esta manera se continúa privilegiando el crecimiento del PIB en
los países por
encima del trabajo y los ingresos de personas, provocando una cada vez
mayor concentración
de la riqueza y el aumento de la desigualdad, la exclusión, la
precarización,
la inequidad entre los países y al interior de cada uno. En este
capítulo esto
es analizado por el autor se analiza esto desde las nuevas
formas de
entender aspectos como la financiación (dando prioridad a las
finanzas y al
crédito, a través de las finanzas tecnológicas
–FinTech– sobre la producción
real), la propiedad privada, la democracia, el surgimiento de nuevas
formas de participación
sociopolítica, la concepción del territorio y el arraigo,
en el marco de la
instantaneidad provocada por las redes sociales en las relaciones entre
las
personas que van formando un nuevo sujeto social que controla pero que
al mismo
tiempo es controlado.
En este
marco, Roberto Roitman discierne sobre los intentos
oficiales para moderar y paliar
la inequidad que este nuevo sistema provoca: políticas fiscales,
programas compensatorios
o de reparación de daños, políticas focalizadas o
de alcance universal, que
buscan garantizar al menos la supervivencia básica de las
personas, al mismo
tiempo que se busca aprovechar esos programas para bancarizar a toda la
población, sin cuidar que los mecanismos
empleados no se transformen en nuevos instrumentos de dominación
y control de
la población necesitada. Pero aquí mismo el autor nos
deja ver que en esta
revolución se dan también prácticas en donde las y
los ciudadanos resisten a los
embates de la exclusión, sobre todo a través de
organizaciones sociales que
promueven o realizan actividades productivas “e incorporan una
herramienta
financiera a su quehacer… no con fines de lucro, sino que
brindan un servicio a
sus asociados y a su comunidad.” (p. 73)
Esto
último, junto con otras consideraciones hechas durante el
recorrido del texto,
nos conecta de lleno con la cuarta parte general del texto, en la que
Roberto Roitman
nos pone nuevamente de frente a la economía popular cuya
consolidación se ha
convertido, desde la experiencia en Argentina (y desde los demás
países de América
Latina), en “un proceso de lucha y reivindicación.”
(p.75) Esto lo propone en cinco
apartados breves: uno en el que se aproxima a la economía
popular y las causas
de su expansión, otro sobre la teoría de valor en la que
se sustenta, y otros
tres que refieren concretamente a la experiencia organizada de la
economía
popular en Argentina y las reflexiones que le provocan ahora las
condiciones
impuestas por la pandemia.
Esta
parte se desarrolla en el marco ya comentado de la coexistencia de la
economía
popular con los otros subsistemas, el privado y el público, con
los que
mantiene relaciones conflictivas. De esta manera, considerando el
conflicto, se
van contraponiendo y destacando los términos en los que la
economía popular se
ha concretado y expandido enfrentando la exclusión a
través de prácticas de
supervivencia alterativas
por las
que los pueblos, comunidades y personas se autoafirman en:
La
consideración del mercado, como un lugar de encuentro y de
intercambio de
bienes relacionales por encima del intercambio de mercancías
como tales.
La
recuperación del trabajo como una categoría de valor y
dignidad para las
personas, y su reconocimiento como ciudadanas y ciudadanos que tienen
derecho a
vivir de su trabajo con todos los derechos sociales fundamentales.
El
esfuerzo constante a través de los movimientos populares por
romper con la
fragmentación neoliberal y reconstruir el nosotros –
nosotras en el territorio,
en la organización, en la demanda, en la propuesta y en la
acción por las que
se fortalece la identidad y desde ahí la esperanza de que todo
puede cambiar.
En
términos de valor, y desde algunas de sus expresiones,
destacamos aquí la
anotación que se hace, entre muchas otras, de que la
economía popular recupera
en el mercado “la relación de persona con persona, no de
persona con cosa. Su
dificultad consiste en ponerlo en valor de cambio: que se reconozca en
el
precio.” (p. 86).
Con
esto, se va descubriendo cómo las y los trabajadores excluidos
por los efectos
de la Revolución 4.0 han actuado y se han fortalecido hacia el
interior
mediante la solidaridad y hacia el exterior exigiendo el reconocimiento
propio
para tener un trabajo que les permita disfrutar de los derechos
sociales
fundamentales, y el de sus organizaciones en tanto actores de
interés público –
político para intervenir en la gestión de
políticas públicas.
Como
decía antes, los siguientes apartados se enfocan en recuperar y
analizar la
experiencia concreta: uno, a la intención de comprender
“la compleja,
heterogénea y dinámica economía popular de la
Argentina.” (p. 88); otro, al
análisis del proceso de organización de la Unión
de Trabajadoras y Trabajadores
de la Economía Popular (UTEP), y el tercero, sobre el presente conflictivo y el futuro
incierto que se plantea desde las condiciones impuestas por la pandemia.
Sobre
estos apartados, más que pretender reseñar o comentar
sobre la realidad
argentina, recogeré algunas ideas sobre lo que me parece
coincidente desde la
experiencia de trabajar en la economía social y solidaria
aquí en México y que,
por lo mismo, me ha llevado a afirmar que este libro resulta
útil y necesario para
la reflexión en otros países de América Latina y
en otras regiones del Sur.
No se
puede dar, al menos no se ve pronto, una sola definición de la
economía
popular, social o social y solidaria sobre todo porque, más
allá de conflictos
de interpretación académica, las diferentes experiencias
organizativas se
estructuran desde la realidad concreta de cada pueblo o comunidad en su
territorio, y cambian y se enriquecen rápidamente.
La
economía popular puede abarcar tanto formas asociativas
formalmente
establecidas (cooperativas, por ejemplo) así como unidades no
formalizadas,
domésticas, de trabajadoras y trabajadores autónomos, y
también los espacios de
comercialización bajo los principios de producción sana,
comercio justo y
consumo responsable.
Es
necesario “explicar la economía popular desde la
práctica concreta diaria y en
los cuerpos que la portan y no desde la teoría, es decir, la
construcción
teórica debe estar anclada en la experiencia.” (p. 91).
La
construcción de la identidad de la economía popular
está sustentada en el ser y
no en el tener. Se va construyendo un reconocimiento que tiene por
objeto el
establecimiento de un orden social inclusivo y justo, hacia un mundo en
el que
todas y todos quepamos con respeto y dignidad.
En el
contexto actual, la economía popular es generalmente alterativa,
y sólo en
momentos o en no muchas experiencias alternativas. Se corre el riesgo
siempre
de que el capitalismo, en la extensión de su proceso de
adaptación, la integre
como parte funcional del orden social injusto en dos vías: una rompiendo la tensión que se
mantiene entre quienes consideran que los actores de la economía
popular deben
ganar posiciones en el Estado y trabajar en la transformación
del sistema desde
dentro y quienes afirman que esto no debe ser así; esta
tensión hace que todas
y todos estemos alerta para la economía popular no pierda su
fuerza. La otra,
que se da cuando la industria capitalista se apropia de las propuestas
y los
productos y comienza a producirlos en serie, convirtiéndolos en
moda y como
opción de vida sana sólo para clases con alto poder
adquisitivo.
En este
sentido, la experiencia ha mostrado en todos los casos que la base
comunitaria,
trabajadora, de pueblo y de barrio, es la esperanza transformadora ante
las
situaciones de injusticia y desigualdad. Los procesos de cabildeo
dentro y
fuera del estado – gobierno aportan, pero si no se tiene una base
que dé
seguimiento y exija y vigile el cumplimiento de los compromisos
ganados, muy
difícilmente cambiará la situación.
Respecto
al conflicto y la incertidumbre en el futuro provocados por la
pandemia, los
autores ofrecen también mucha información y un proceso de
análisis detallado de
la situación. Sobre ello destaco
la coincidencia en que la gran mayoría de los actores de la
economía popular,
social y solidaria han sufrido de manera doble en nuestros
países. Por un lado, la imposibilidad
de aislarse
cuando era cotidiana la necesidad de salir a trabajar o a buscar
algún trabajo
para llevar algo a casa y poder comer ese día. Por otro, la imposibilidad de tener algún
tipo de conexión que les permitiera integrarse en el trabajo o
de continuar con
sus procesos de estudio en línea o a distancia. “La brecha
digital en
Latinoamérica es un fenómeno alarmante…” (p.
104) se nos dice en el texto, que
se ha hecho más complejo por las condiciones impuestas por la
pandemia.
Sin
embargo, para los autores también es claro que, así como
padecemos los efectos
negativos de la pandemia en todas las dimensiones de la vida,
diariamente es
notable “la abundancia de muestras de solidaridad y
extensión de los cuidados,
al comprender que de esta crisis se sale colectivamente, que nadie se
salva
solo ni sola. (Que) La postpandemia supone también la
construcción de modelos
más justos y sustentables.” (p. 109).
Luego de
todo esto, Roberto Roitman cierra el libro con un capítulo en el
que retoman
los principales puntos del recorrido y las conclusiones de cada uno.
Pero, no
es sólo eso lo que nos ofrecen, sino que lo hacen desde las
ideas fuerza que se
pueden intuir y que se exigen a lo largo de todas las partes del texto
conforme
avanzamos en su lectura:
“Lo
único cierto es la necesidad de retomar la senda de la
armonía en las
relaciones de los seres humanos entre sí y de éstos y
éstas con la naturaleza.”
(p. 111) Con base en la experiencia de vida mapuche que afirma:
“La tierra no
es nuestra. Nosotros somos de la tierra.” (p. 111)
O desde
la tradición maya: “…escuchar no es sólo
oír sino estar dispuesto y dispuesta a
que lo que oigas te modifique.” (p. 111)
Descubrir
que, hasta hoy, a pesar de todos los avances científicos y
tecnológicos, los
remedios más efectivos para mitigar los efectos de la pandemia
han sido las
medidas ancestrales de quedarse en casa, lavarse las manos y utilizar
algo que
te cubra la boca y la nariz.
“Nunca
más pan para hoy y hambre para mañana.” (p. 112)
“Son
nuestras prácticas, nuestras conductas, las que van formando la
conciencia y
las que van determinando los modos en los que nos relacionamos con
otros y
otras, constituyendo un nosotros y nosotras.” (pp.113–114)
En conexión con la
cultura maya: Tú eres otro yo – yo soy otro tú, que
se une con la cultura africana
del Ubuntu: “Yo soy porque nosotros somos” (p.115), se
puede re–conocer hoy
que, como un aporte positivo de la Revolución 4.0 “somos
todas y todos parte de
lo mismo, aunque estemos ubicadas y ubicados en distintos sectores de
la
sociedad” (p.113), y también en distintos lugares.
Sólo de
estas ideas fuerza es que podemos estar de acuerdo con la
consideración de que
los movimientos populares, y entre ellos los emprendidos por los
actores de la
economía social y solidaria, “necesitan una
conducción que esté a su servicio y
no cometa el error de servirse de ellos…” (p.113) Es
decir, que la experiencia
de trabajo de años en procesos de construcción de
ciudadanía nos ha mostrado,
como ya lo hemos escrito en otros momentos y en otros espacios, que
sólo el
trabajo de base, paciente y dedicado con las comunidades, es el
sustento para
la creación del sujeto social que poco a poco se empodera y se
mantiene
constante en la búsqueda de soluciones para sus problemas, en el
marco del
ejercicio y la exigibilidad de sus derechos humanos.
La
lectura de este libro nos confirma también que la protesta
social debe ir
siempre acompañada de propuestas de solución emanadas
desde las mismas personas
y comunidades afectadas por los problemas, y que esto es lo que sienta
las
bases para el diálogo y la negociación con las
autoridades y otros sectores
involucrados en el proceso.
En este
mismo sentido, algo que también nos muestran, es que la
investigación y las
ciencias, cualesquiera que sean, adquieren sentido solamente cuando se
insertan
y parten de la realidad concreta de las comunidades y sus territorios y
se
ponen a su servicio de manera inter y transdisciplinar, para construir
junto
con ellas las soluciones a los problemas que les afectan.
Llegamos
con esto al final de esta reseña comentada de un libro que tiene
un principio y
un final, sí, pero que no acaba en su última
página sino que nos deja en la
necesidad de seguir por nuestra cuenta, ya sea profundizando en nuestra
historia para des–normalizar el presente y lanzarnos a conocer lo
que nos comparte
como posibilidades reales e involucrarnos en ellas, o bien continuando
llenos
de esperanza con lo que ya vamos recorriendo desde nuestros lugares y
realidades concretas, y fortalecidos para avanzar en nuestra
búsqueda de los
bienes comunes y las felicidades anheladas, para seguir construyendo lo
que pueda
ir siendo el buen vivir y el vivir bien en cada comunidad y en cada
territorio
desde la experiencia común y aglutinante de la economía
social y solidaria,
como otra economía que “es posible y ya se está
construyendo”. (p. 115).