Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 8 N° 1 (2023) / Sección Artículos / pp. 1-12 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 01/02/2023 Aceptado: 13/04/2023
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.090
Perspectivas filosóficas para una educación
ambiental ecofeminista
Philosophical
Perspectives for an Ecofeminist Environmental Education
Universidad de Colima,
Facultades de Filosofía y Pedagogía, Colima, México
georgina_tapia@ucol.mx
Resumen.
Este artículo plantea algunas alternativas para una educación ambiental
ecofeminista. Se divide en una parte teórica, que examina las aportaciones de
la ética ecológica, la pedagogía socrática –actualizada en la Filosofía para
Niñas, Niños y Jóvenes– y el
ecofeminismo a la educación ambiental; y una parte narrativa, donde se describe
una propuesta educativa llevada a cabo con estudiantes de un bachillerato
ubicado en Colima, México. El objetivo de este trabajo es transitar desde los
referentes conceptuales hacia la implementación de diálogos sobre feminismo y
crisis ecológica con jóvenes en el contexto de una comunidad en la que
sobreviven algunas concepciones indígenas para un mundo sostenible, pero
también la pobreza, la desigualdad de género, los problemas socioambientales y
el maltrato animal. La tesis defendida es que el ecofeminismo, en tanto que
cuestionamiento del antropocentrismo, el androcentrismo y el colonialismo,
representa un nuevo paradigma para la pedagogía ambiental. El eje metodológico
de los talleres realizados en el bachillerato son las comunidades de diálogo e
indagación filosófica. Los resultados muestran la resistencia de los espacios
educativos ante el ejercicio del pensamiento filosófico. En las conclusiones se
argumenta el valor positivo de las reflexiones dialógicas del estudiantado y la
relevancia de sus voces para otra educación posible.
Palabras
clave. ética ecológica, educación, ecofeminismo, pedagogía socrática, comunidad
de diálogo.
Abstract.
This article proposes some alternatives for an ecofeminist environmental
education. The first part is theoretical and examines the contributions of
ecological ethics, Socratic pedagogy (in an updated form of Philosophy for Girls,
Boys and Young People), and ecofeminism to environmental education. The second part is a narrative describing an
educational proposal carried out with high school students in Suchitlán,
Colima, Mexico. This work aims to move beyond conceptual references towards the
implementation of dialogues on feminism and ecological crisis with young people
in a community where some indigenous conceptions for a sustainable world
survive, but also poverty, gender inequality, socio-environmental problems, and
animal abuse. The thesis defended is that ecofeminism, which questions
anthropocentrism, androcentrism and colonialism, represents a new paradigm for
environmental pedagogy. The methodology applied in the workshops conducted in
the high school included communities of dialogue and philosophical inquiry. The
results show how educational spaces can be places of resistance through the
exercise of philosophical thinking. The conclusions argue for the positive
value of students’ dialogic reflections and the relevance of their voices to
create new educational possibilities.
Keywords.
Ecological Ethics, Education, Ecofeminism, Socratic Pedagogy, Communities of
Dialogue.
Resumo. Este artigo apresenta algumas alternativas para
uma educação ambiental ecofeminista. Está dividido em uma parte teórica, que
examina as contribuições da ética ecológica, da pedagogia socrática –atualizada
na Filosofia para Meninas, Meninos e Jovens– e o ecofeminismo à educação
ambiental; e uma parte narrativa, onde se descreve uma proposta educativa
realizada com alunos de uma escola secundária localizada em Colima, México. O
objetivo deste trabalho é passar dos referentes conceituais para a
implementação de diálogos sobre feminismo e crise ecológica com jovens no
contexto de uma comunidade na qual sobrevivem algumas concepções indígenas para
um mundo sustentável, mas também pobreza, desigualdade de gênero, -problemas
ambientais e abuso de animais. A tese defendida é que o ecofeminismo, como
questionamento do antropocentrismo, androcentrismo e colonialismo, representa
um novo paradigma para a pedagogia ambiental. O eixo metodológico das oficinas
realizadas no bacharelado são as comunidades de diálogo e de indagação
filosófica. Os resultados mostram a resistência dos espaços educativos diante
do exercício do pensamento filosófico. Nas conclusões, argumenta-se o valor
positivo das reflexões dialógicas dos alunos e a relevância de suas vozes para
uma outra educação possível.
Palavras-chave. ética ecológica, educação,
ecofeminismo, pedagogia socrática, comunidade de diálogo.
El presente artículo plantea un encuentro
entre filosofía y educación ambiental con el objetivo de presentar una propuesta de educación
ecofeminista y reflexionar sobre la experiencia de su aplicación. En el primero
y segundo apartado, indago en las principales aportaciones de la ética
ecológica y la filosofía de la educación a la pedagogía ambiental. Considero
que estas disciplinas filosóficas han desarrollado marcos conceptuales y
metodológicos necesarios para fundamentar una educación capaz de comprender la
complejidad de la crisis ecológica actual. Por una parte, el cuestionamiento al
antropocentrismo en la ética implica la redefinición del sentido de la
educación ambiental al incorporar las dimensiones de la empatía, el cuidado y
la compasión más allá de nuestra especie; por otra, la comunidad dialógica,
entendida como la didáctica del pensamiento riguroso desarrollada por la
Filosofía para Niñas/os y Jóvenes, le ofrece una vía poco transitada para
abordar las temáticas ambientales al actualizar la pedagogía socrática con una
profunda crítica al adultocentrismo. En el tercer apartado, analizo la
relevancia de incorporar la filosofía ecofeminista a las consideraciones
anteriores. La tesis que sostengo es que el ecofeminismo ofrece un paradigma
crítico al antropocentrismo, el androcentrismo y el colonialismo para repensar
la educación ambiental. Finalmente, en el cuarto apartado, expongo una
narrativa en torno a la experiencia de haber implementado actividades para una
educación filosófica y ecofeminista en un bachillerato perteneciente a una zona
rural con índices elevados de desigualdad de género y desigualdad social. Las
conclusiones argumentan la importancia de implementar diálogos filosóficos
sobre temas ambientales con perspectiva feminista capaces de incidir en la
formación de jóvenes.
La educación ambiental está tan
estrechamente vinculada con la ecología y las ciencias naturales, que muchas
veces se olvida su relación con la filosofía, las humanidades y los estudios
sociales. Sin embargo, un vistazo a la historia de esta disciplina muestra su
relación con la ética ecológica y la ecología social. La extensión de las
consideraciones morales más allá de los seres humanos plantea la dimensión
ética del deterioro ecológico, en tanto que el análisis de las relaciones entre
sociedad y naturaleza muestra la dimensión social de las problemáticas
ambientales. Las alternativas propuestas por las diversas vertientes de la
ética ecológica, así como las tendencias actuales en filosofía de la educación,
aportan elementos para una pedagogía capaz de afrontar la complejidad de una
sociedad marcada por la violencia, la tecnolatría, el altericidio y la de
mercantilización de la vida.
Leonardo Boff (2001) ha enfatizado la
urgencia de lo que denomina un ethos
mundial, entendido como “un pacto ético fundado (…) en la sensibilidad
humanitaria y en la inteligencia emocional expresadas por el cuidado, la
responsabilidad social y ecológica, por la solidaridad generacional y por la
compasión” (pp. 17-18). La ética ecológica reclama la ampliación de las preocupaciones
de índole moral más allá del ámbito humano con el propósito de incluir a todos
los habitantes de la Tierra. A partir del reconocimiento de que las diferentes
especies se encuentran “inter-retro-conectadas” (p. 21) se devela la estructura
ética fundamental: el cuidado. En ese mismo sentido, la pensadora ecofeminista
Ivone Gebara (2000) sostiene que las diferentes epistemologías tienen
implicaciones éticas y respecto a la concepción del ser humano. En sus
palabras: “Conocer es tomar posición ante los otros seres vivos, los seres
humanos y ante una/o misma/o” (2000, p. 43). Una perspectiva moral sobre los
problemas socioambientales reclama considerar las experiencias cotidianas de
las mujeres empobrecidas y de quienes han sido reducidos al papel de las y los
“nadies” (2000). Esta autora propone una antropología filosófica y teológica
ecofeminista como parte esencial de las reflexiones éticas sobre las
problemáticas ecológicas (Gebara, 2021).
En su origen etimológico, ética (ethos), nos recuerda Boff (2001),
significa morada, casa, es physis[1] y Gaia[2]. De acuerdo con esto, nuestro telos[3] consiste
en “habitar bien” este planeta (p. 26). Moral, en cambio, se refiere a las
costumbres y valores de las diferentes culturas. Una es individual, la otra,
social, y ambas se encuentran vinculadas. El nuevo ethos mundial reclama un sujeto ampliado –de distinto sexo, edad,
religión, cultura y especie– y un nuevo paradigma civilizatorio fundado en el pathos
El cuidado funda la primera actitud ética
fundamental, capaz de salvaguardar la Tierra como un sistema vivo y complejo,
de proteger la vida, de garantizar los derechos de los seres humanos y de todas
las criaturas, la convivencia en solidaridad, comprensión, compasión y amor (p.
76).
La ética del cuidado constituye la base
sobre la que se asientan las demás éticas: la ética de la solidaridad: “categoría óntica y política” (p. 77) central
para hacer frente a la complejidad de nuestro mundo; la ética de la responsabilidad:
el criterio para juzgar las acciones humanas debe considerar su impacto sobre
el resto de los habitantes de la Tierra, porque la supervivencia de todos es
valiosa; la ética del diálogo: un
diálogo recíproco, en el que diferentes voces tengan cabida, incluso las de
interlocutores no humanos; la ética de la
compasión y de la liberación: comprometida con la justicia social y
ambiental, crítica ante las estructuras sociales que producen pobres y
excluidos/as, y afirmativa ante la agencia de estos sujetos para liberarse de
su opresión; la ética holística:
construida sobre lo común, basada en la reciprocidad y el aprendizaje del
diálogo entre las diferencias (Boff, 2001, pp.75-87).
Es importante mencionar que la ética
feminista del cuidado tiene sus fundamentos en la obra de Carol Gilligan
(1982), quien llevó a cabo un profundo cuestionamiento al androcentrismo en la
teoría del desarrollo moral de Kohlberg, reivindicó las experiencias de las
mujeres sobre los cuidados y propuso su universalización más allá de las marcas
de género, en tanto responsabilidad esencial de todos los seres humanos.
En relación con lo expuesto hasta aquí surge
la siguiente interrogante: ¿Cuál es la relevancia de la ética ecológica para la
educación ambiental? Al expandir los límites de las consideraciones morales más
allá de las relaciones humanas y plantear una noción amplia de sujeto moral, el
panorama de la educación ambiental es enriquecido en sus fundamentos: más allá
del conservacionismo, se presentan temas de interés, como la urgencia de pensar
un nuevo concepto de ser humano –crítico ante el antropocentrismo, el
androcentrismo, el colonialismo, el especismo– y un paradigma civilizatorio
alternativo –capaz de cuestionar la tecnolatría, el consumismo, la desigualdad,
la injusticia social y la destrucción de los ecosistemas y sus habitantes
humanos y no humanos–.
A mi juicio, al contar con bases éticas, la
educación ambiental se fortalece para afrontar de forma eficaz los problemas
ambientales más acuciantes, ya que no sólo cuenta con los conocimientos propios
de las ciencias de la vida, sino que incluye valores como la empatía, la
compasión, la solidaridad y la reciprocidad, producto del diálogo con la
filosofía moral. Más allá de la pretendida objetividad científica de la
Modernidad dominante –que no es no la única–, la ética ecológica reivindica el
valor de la Naturaleza y los animales no humanos, junto a la ética del cuidado,
como fundamentos para la educación ambiental.
Además de la ética ecológica, otra disciplina
filosófica que puede aportar elementos interesantes a la educación ambiental es
la filosofía de la educación. Si el objetivo que se persigue es promover el
pensamiento crítico y la autonomía de criterio en el estudiantado, resulta
imprescindible incluir la dimensión filosófica. Desde el siglo V a. C. Sócrates
puso en práctica un ideal educativo que sigue siendo vigente (Freire, 2005;
Lipman, 1998; Lipman, Sharp y Oscanyan, 2002). En palabras de Martha Nussbaum
(2010), para la pedagogía socrática: “la educación no consiste en la
asimilación pasiva de datos y contenidos culturales, sino en el planteo de
desafíos para que el intelecto se torne activo y competente, dotado de
pensamiento crítico para un mundo complejo” (p. 39). Esta filósofa es
consciente de que, en el contexto del neoliberalismo, la escuela/empresa
promueve una serie “habilidades” que permiten adaptarse a una sociedad en
crisis sin cuestionarla, ni proponer alternativas para su transformación. El
resultado de esta mala educación es gente irreflexiva, fácilmente influenciable
e irrespetuosa con los seres humanos y no humanos.
De acuerdo con Nussbaum (2010), si la
escuela pretende formar ciudadanas y ciudadanos para la democracia, debe
contribuir a desarrollar la empatía, especialmente hacia “los otros” humanos y
no humanos que han sido tratados como inferiores; promover la cooperación, la
reciprocidad, el diálogo e incentivar el pensamiento (auto)crítico y la libre
expresión. En relación con lo anterior, sostengo que la pedagogía socrática
representa una vía poco transitada en la enseñanza de la educación ambiental.
El diálogo filosófico, la exploración de significados, el cuestionamiento de lo
dado y la búsqueda de nuevos horizontes de sentido pueden contribuir a la
comprensión de problemáticas ambientales, así como a prácticas transformadoras.
Más aún, en medio de la sinrazón de un modelo civilizatorio que atenta contra
los fundamentos de la vida sobre la Tierra, una educación ambiental filosófica
resignifica la razón humana como una razón para el cuidado, la compasión, la
empatía, la justicia social y la reconciliación con el resto de las especies.
La pedagogía socrática ha encontrado una
potente expresión actual en la propuesta de Filosofía para Niños, Niñas y
Jóvenes (FpNN y J) de Mathew Lipman y Ann Sharp, quienes diseñaron materiales
didácticos para el desarrollo del pensamiento complejo desde la infancia. A
través de la aplicación exitosa de la enseñanza filosófica, no sólo demostraron
contra los prejuicios adultocéntricos que niñas y niños son capaces de
filosofar, sino que su participación reiterada en los diálogos filosóficos
contribuye a desarrollar su capacidad de argumentar, autocorregirse, percibir
alternativas, así como un conjunto de actitudes éticas como la escucha, el
respeto y el cuidado hacia otras y otros. En un inicio, el principal interés de
Lipman era el desarrollo pensamiento lógico en jóvenes, sin embargo, el
encuentro con Sharp le ayudó a ampliar sus horizontes hasta incluir a niñas y
niños pequeños y hacerles partícipes en diálogos sobre distintas temáticas
filosóficas. Es necesario destacar que la ética ecológica ocupa un lugar
relevante en FpNN y J. En el caso de Sharp, dicha temática se vincula con la
teoría feminista; esta filósofa considera que la búsqueda de la igualdad de
género desde la infancia representa un elemento imprescindible para una
sociedad sostenible (Tapia, 2018).
Una de las mayores contribuciones de FpNN y
J a la educación es la comunidad de diálogo e indagación filosófica. La
pedagogía de la pregunta, desde Sócrates/Diotima hasta nuestros días, ha puesto
el énfasis en “la enseñanza para el pensamiento con preferencia a la enseñanza
para el aprendizaje” (Splitter y Sharp, 1996 p. 80). Es necesario subrayar que
no cualquier conversación puede considerarse una comunidad de diálogo e
indagación filosófica. La principal característica de las preguntas filosóficas
radica en la polémica que traen consigo. El diálogo filosófico tiene una
dimensión cognitiva, una dimensión creativa y otra ética que son inseparables,
asimismo, muestra el proceso de pensamiento de una comunidad en acción. Cada integrante
tiene el mismo valor, y si bien todas las opiniones son tratadas con respeto,
lo más importante es la calidad de la argumentación. El cuidado de quienes
participan en la comunidad dialógica acompaña al pensamiento crítico. Al profesorado
le corresponde la tarea de facilitar el diálogo, vigilar el rigor de los
razonamientos y promover conductas éticas. Uno de sus principales desafíos es
confiar en la comunidad, abandonar el papel de portador o portadora de la
razón, embarcarse en una aventura compartida con el estudiantado, valorar
positivamente los silencios y aprender a transitar hacia el pensamiento
complejo y plural (Splitter y Sharp, 1996). No obstante, los resultados de esta
experiencia pedagógica son inciertos: “El pensamiento reflexivo se enriquece y
vivifica cuando quienes piensan, abrazan lo problemático y lo que está (por el
momento) más allá de su comprensión, y reconocen la tensión que esto produce”
(1996 p. 59).
Con lo expuesto hasta aquí resultan
evidentes los beneficios de implementar comunidades de diálogo e indagación
filosófica como parte de la educación ambiental. La complejidad de los
problemas ambientales puede ser mejor comprendida si se piensa en el contexto
de una comunidad y no sólo desde el ámbito individual. Los valores cognoscitivos
y morales que implica el diálogo filosófico son fundamentales para un mundo
sostenible. Por mi parte, pienso que el principal reto que estos diálogos
plantean a la educación ambiental es la inclusión de interlocutores no humanos:
animales, plantas, ríos, lagos… y el aprendizaje de sus logos. En tiempos del cambio climático, la extensión de la
comunidad dialógica resulta irrecusable. ¿Podremos aprender a pensar a partir
de otras lógicas más allá de nuestros esquemas antropocéntricos, androcéntricos,
adultocéntricos y coloniales?
El diálogo entre filosofía y educación
ambiental se queda a la mitad del camino si se dejan de lado las aportaciones
de la teoría y la praxis ecofeminista. No es casualidad que, en las últimas
décadas, algunos referentes de la pedagogía ambiental, como por ejemplo M. Novo
(2003), Bautista, Murga y Novo, (2017); Pascual (entrevistada por Gargo y
Aneiros, 2021); y Leff (2004) destacaran la importancia de incorporar miradas
de género a su campo de estudio. Lo anterior se fundamenta en el ecofeminismo que,
aunque suele olvidarse con facilidad, tiene su origen en el ámbito filosófico. Con el concepto filosofía ecofeminista
me refiero a las reflexiones éticas, ontológicas, epistemológicas,
antropológicas y políticas sobre los vínculos entre feminismo y crisis
socioambiental. Se trata de una corriente de pensamiento que implica una
diversidad de posturas sobre la relación entre la discriminación y violencia
contra las mujeres y la destrucción de la Naturaleza. De acuerdo con la
literatura ecofeminista, los principales puntos de confluencia entre los
diversos planteamientos son: el cuestionamiento de los dualismos jerarquizados
que han operado en las bases del pensamiento occidental hegemónico; la
valoración positiva de las actividades de cuidado que históricamente han
realizado las mujeres, así como de las éticas y epistemes de los pueblos
indígenas y su potencial universalizable más allá del género y de la
pertenencia cultural; la concepción de la epistemología vinculada con una ética
feminista y anticolonial; y la crítica al androcentrismo de las ciencias
ambientales (Warren, 2003; Shiva, 1995: Puleo, 2011, 2019; Velasco, 2021).
Un tema central dentro del ecofeminismo ha
sido la visibilización de las mujeres del Sur y las culturas indígenas ante la problemática
ambiental. La filósofa Vandana Shiva ha mostrado que el desarrollo occidental
deja en su camino no sólo devastación ecológica, sino también la pauperización
de las ya de por sí difíciles condiciones de vida de las mujeres indígenas y
campesinas. Junto a estas historias de desolación, la pensadora hindú narra
algunos de los logros de las mujeres rurales en defensa de la Tierra, el
territorio y sus propios derechos. En sus palabras, estas agentes
socioambientales: “están desafiando el supuesto universalismo de la ideología
patriarcal no con otra tendencia universalista sino con la diversidad; y están
desafiando el concepto dominante de poder como violencia con el concepto
alternativo de la no violencia como poder” (Shiva, 1988/2004, p. 24). Algunas mujeres
discriminadas por género, etnia y condiciones de pobreza se han convertido en
protagonistas de los cambios de sus comunidades, ellas son precursoras de una
nueva ética para la sostenibilidad y la paz.
Aquí podemos preguntarnos, ¿cuál es la
relevancia de la filosofía ecofeminista para la formación ambiental? Puleo (2013, 2019) ha argumentado que el
ecofeminismo cuestiona el enfoque androcéntrico de la educación ambiental, es
decir, la descalificación de valores relacionados con la socialización de las
mujeres, como el cuidado, ante una supuesta formación “objetiva”, ajena a
criterios morales. Esta pensadora sostiene que una de las mayores aportaciones
de la filosofía ecofeminista a la educación para la sostenibilidad es el
develamiento de los mecanismos que están en la base de los dualismos
jerárquicos: hombre/mujer, espíritu/materia, razón/emoción, cultura/naturaleza,
trascendencia/inmanencia, mente/cuerpo, civilizado/primitivo, humano/animal (2019,
p. 72), los cuales se encuentran en las bases de las sociedades patriarcales y
operan en la educación formal e informal. Asimismo, señala que la ética del
cuidado reclama su universalización más allá de las marcas de género: “La
educación ambiental predominante sigue sin facilitar una conciencia crítica de
los roles de género y sin visibilizar a las mujeres como víctimas de la crisis
ecológica y como protagonistas de un cambio hacia una cultura de la
sostenibilidad” (2019, p. 55).
Aunado a lo anterior, esta filósofa propone
una ética animal ecofeminista que analiza las complejas interconexiones entre
diferentes formas de dominación. En la misma línea desarrollada por Puleo,
Velasco (2021) aborda una educación en la empatía hacia los animales no humanos
a partir del cuestionamiento de los valores androcéntricos ante los cuales
promueve el cuidado, la compasión y la empatía hacia la Naturaleza y el resto
de los seres vivos. Esta autora defiende: “una educación ecofeminista que
enseñe a entender la necesidad de enfrentarnos a la situación de extrema
violencia (interpersonal, interespecífica y violencia contra la Naturaleza) en
la que nos encontramos como consecuencia del andro-antropocentrismo” (2021, p.
193).
Ahora bien: ¿La educación ambiental fomenta
la reflexión sobre la desigualdad de género en relación con la crisis
ecológica, la pobreza y el acceso a los recursos? ¿Visibiliza las aportaciones
de las ambientalistas, así como las luchas de las indígenas y campesinas del
“Tercer Mundo”? ¿Incentiva el diálogo de saberes, especialmente a los
desarrollados por las mujeres y las culturas no occidentales? ¿Concibe a los
animales no humanos como sujetos dignos de consideración moral? ¿Promueve la
universalización de la ética feminista de los cuidados?
María Novo (2003) delinea algunas de las
características del nuevo paradigma que la filosofía ecofeminista aporta a la
educación ambiental: por una parte, plantea una redefinición de la masculinidad
a partir de los valores propuestos por el ecofeminismo, especialmente el
cuidado –de sí mismos, de las mujeres, de los otros no humanos, de las personas
mayores y/o enfermas–, por otra, aspira al fortalecimiento de las redes entre
mujeres, con especial atención a aquéllas que enfrentan condiciones sociales
más adversas. Además, esta cosmovisión alternativa se basa en “una ética de la
felicidad que se diferencia de la del éxito, históricamente más masculina, en
la que se enfatiza el poder de lo grande, del triunfo basado en el producto”
(Novo, 2003, p. 10). Ante las diversas hegemonías, esta educadora ambiental
propone: enfocar el mundo desde los márgenes; integrar el razonamiento lógico
con el afectivo y el artístico; facilitar el diálogo entre culturas; asumir los
vínculos de la pretendida “objetividad” con las relaciones de poder;
visibilizar las historias de sujetos y pueblos que muchas veces son ignoradas
por la historia; reconocer el valor de lo marginado, lo pequeño, las minorías y
contribuir a que sus voces sean escuchadas. El principal desafío que enfrenta
la educación ambiental es el cambio hacia esa visión del mundo.
Transitar de los referentes teóricos hacia
una propuesta educativa en un contexto concreto no es nada fácil. En este caso,
significa asumir el desafío de aplicar la filosofía ecofeminista a la educación
ambiental. Implica, también, aceptar lo problemático, lo provisional, lo
falible que conlleva el ejercicio filosófico vivo en un espacio escolar. Me
interesa destacar que el diálogo, corazón de la pedagogía socrática actualizado
por la FpNN y J, constituye un elemento en común con la forma de deliberación y
toma de decisiones en algunos contextos indígenas, así como su ampliación más
allá de los vínculos humanos para abarcar las relaciones con el resto de los
seres que viven en la Tierra y con la Tierra misma. En lo que sigue, presentaré
una narración sobre las comunidades de diálogo e indagación filosófica
propuestas para promover una educación ambiental ecofeminista en el nivel medio
superior.
Las
experiencias aquí expuestas se derivan de dos talleres sobre “Género y medio
ambiente” llevados a cabo en un bachillerato de la Universidad de Colima,
ubicado en una comunidad de origen nahua perteneciente al municipio de Comala,
en Colima, México. Su población es de alrededor de 5 mil habitantes, quienes ya
no hablan la lengua originaria (Censo de Población y Vivienda 2020, 2021 p.
15). Las diferentes fuentes coinciden en que las principales problemáticas de
esta localidad son la pobreza y el alcoholismo, aunadas al creciente consumo de
drogas y la prostitución de menores de edad, principalmente mujeres (Flores
2013, p. B5). En este contexto, el bachillerato de referencia ha representado
una importante opción educativa para la región.
Ahora bien, los talleres se realizaron
durante los meses de septiembre y octubre del 2016. El primer grupo estaba
conformado por 20 estudiantes, 18 mujeres y 2 varones, de quinto semestre; el
segundo fue más numeroso, 34 estudiantes, 21 mujeres y 13 varones, de tercer
semestre. Mi percepción como facilitadora de los talleres es que las y los
jóvenes no están acostumbrados a dialogar en un contexto horizontal con el
profesorado ni tampoco entre sí, sino a recibir información descontextualizada
de sus necesidades. El sin-sentido de
la rutina escolar se ha convertido en un hábito que dificulta el desarrollo del
pensamiento crítico a través de comunidades de diálogo e indagación filosófica.
Otra característica que pude observar se
refiere a la desigualdad de género. Encontré un gran contraste entre ambos
grupos. En quinto semestre, donde quienes asistieron el taller eran en su
mayoría mujeres, si bien participaron con timidez, se escuchaban unas a otras
respetuosamente. En cambio, en el tercer semestre, algunos jóvenes ocuparon los
asientos centrales, mientras que sus compañeras fueron relegadas a la periferia.
Ellos participaban con seguridad y se apoyaban unos a otros, sin embargo,
cuando alguna estudiante se atrevía a tomar la palabra, promovían actitudes de
burla y descalificación. Esta forma desigual de habitar los espacios escolares
ha sido ampliamente documentada por Marina Subirats, cuyos trabajos se
encuentran en la base del desarrollo de la escuela coeducativa, la cual
consiste precisamente en una educación crítica a los estereotipos y otras formas
en las que opera la desigualdad de género en los centros escolares (Subirats, 2021).
Por otra parte, me pareció muy significativo
que en general no se identificaran como población indígena. En algunos casos,
sus gestos fueron de total rechazo a reconocerse como “indígenas”, lo que
evidencia el estigma que sigue pesando sobre los pueblos originarios. Además de
la discriminación por género, las y los jóvenes mencionaron que en su comunidad
había más perros que personas, y que estos sufrían maltrato. A lo anterior se
suman las problemáticas ya mencionadas, así como el racionamiento del agua,
según expresaron en los diálogos que mantuvimos.
A pesar de las diferencias entre quienes
participaron en los talleres, en ninguno fue fácil entablar un diálogo
filosófico. En el primero, las jóvenes, que eran la mayoría, estuvieron atentas
e interesadas, pero les resultaba muy difícil expresar sus ideas. En el
segundo, en cambio, los jóvenes tomaban la palabra con seguridad, pero tenían
dificultad para escuchar a sus compañeras. La dinámica implementada fue una
presentación sobre género y juventud seguida de las siguientes preguntas:
¿Consideras que mujeres y hombres deben ser iguales? ¿Qué significa “igualdad”?
¿Puedes mencionar algunos ejemplos de desigualdad de género en tu comunidad?
¿Qué alternativas propones para erradicar la desigualdad de género en tu
comunidad? ¿Consideras importante que las y los jóvenes reflexionen sobre estas
problemáticas? ¿Por qué? ¿Cómo imaginas un mundo sin desigualdad de género?
En el discurso, las y los jóvenes están a
favor de la igualdad. Según sus palabras: “Todos debemos tener los mismos
derechos, las mujeres también tienen derecho a trabajar y no pueden ser
rechazadas por ser mujeres” (mujer, 17 años). “Somos iguales porque somos
personas” (varón, 17 años). Sin embargo, se les complicó definir el concepto de
igualdad, para comprenderlo,
presentaron algunos ejemplos sobre diferencias y semejanzas entre los géneros
como los uniformes, los roles, el cabello. Respecto a la desigualdad de género
en su comunidad fueron recurrentes expresiones sobre la falta de respeto hacia
las mujeres, los embarazos no deseados y la discriminación en el acceso a la
salud y en los salarios. También reflexionaron sobre la escasa representación
de las mujeres en la toma de decisiones y el poco reconocimiento a las tareas
domésticas.
En
relación con las alternativas para erradicar o disminuir la desigualdad de
género, señalaron que era importante: “trabajar estos temas desde la infancia”
(mujer, 16 años), “ofrecer talleres para ambos sexos e involucrar a los
docentes” (varón, 16 años), “identificar a los maestros que faltan al respeto y
sancionarlos” (mujer, 17 años) y “cuestionar la ideología que tienen los
hombres sobre las mujeres como seres débiles” (mujer, 17 años). Por otra parte,
estuvieron de acuerdo en la importancia de dialogar sobre estos temas con el
propósito de “plantear a las sociedades una nueva forma de pensar que incluya a
hombres y mujeres por igual” (varón, 17 años). Para concluir el primer diálogo,
describieron cómo imaginan un mundo sin desigualdad de género. En sus palabras:
“un mundo más justo, con mejores seres humanos y más oportunidades tanto para
hombres como para mujeres” (mujer, 17 años); “todo sería diferente, las
personas podrían opinar con libertad, habría igualdad en el acceso al trabajo”
(mujer, 17 años); “las personas seríamos más felices” (mujer, 17 años).
El segundo diálogo tuvo como objetivo que el
estudiantado pudiera establecer vínculos entre género y medio ambiente. Los
detonantes para la comunidad de indagación fueron una presentación sobre
ecofeminismo y un documental titulado “Mujeres y agua” (Maldonado, 2010). En el
taller al que asistieron más mujeres que hombres, éstas mostraron interés en la
temática y expresaron que se sentían identificadas, porque en su comunidad se
enfrentan problemas relacionados con el agua. Algunas de ellas dijeron que
tenían que ir al río por agua para sus familias. En el taller con mayor
presencia masculina se desató una polémica respecto al siguiente interrogante:
¿Existen diferencias entre los usos que damos al agua hombres y mujeres?
Debido a que era un grupo numeroso, les
propuse que se organizaran en equipos para discutir la pregunta. La mayoría de
los hombres, que ocupaban el centro del salón de clases, eligieron estar
juntos, las mujeres se organizaron entre ellas e incorporaron a los que fueron
rechazados por su orientación sexual. Sólo el equipo de los jóvenes se puso
nombre, “los jefes”, en tanto que el resto prefirió identificarse a través de
un número. Al igual que el grupo anterior, la mayoría conocía el origen del
agua que abastece a su comunidad. Estaban conscientes de las principales
problemáticas respecto al acceso al agua potable. Sin embargo, la polémica se
suscitó con la pregunta sobre si percibían diferencias de género en los usos
del vital líquido, “los jefes” dijeron que no, pues tanto los hombres como las
mujeres la utilizaban para bañarse, lavar, limpiar, beber y regar las plantas,
no mencionaron la preparación de alimentos. En cambio, los demás equipos
expresaron opiniones distintas: “las mujeres le damos más uso al agua, la
utilizamos para lavar, fregar los trastes, hacer de comer, además de bañarnos”
(mujer, 16 años), “cuando hay problemas de agua, las mujeres somos las más
afectadas porque realizamos la mayor parte de los quehaceres de la casa”
(mujer, 16 años), “sí existe diferencia porque cuando no hay agua, la mujer, o
ama de casa, sufre más y se le dificulta terminar sus labores, mientras que los
hombres sólo la necesitan para el baño por la mañana y salir a su trabajo”
(mujer, 16 años). Se realizó una reflexión grupal sobre los espacios ocupados
mujeres y hombres en el salón de clases, y se concluyó que debían distribuirse
equitativamente, de tal manera que el centro estuviera ocupado tanto por unas
como por otros.
La siguiente actividad que llevamos a cabo
fue la elaboración de un álbum de plantas medicinales, tenían que escribir de
quién habían aprendido lo que sabían. Aunque abundó la mención a las madres y
abuelas, también se incluyeron algunos referentes masculinos. Identifiqué a
varias adolescentes que eran capaces de reconocer una gran diversidad de
plantas medicinales. Para este ejercicio quise probar un diálogo que incluyera
a los saberes de su comunidad y a interlocutores no humanos: las plantas
medicinales, e incentivar a las y los jóvenes a formular sus propias preguntas.
La última comunidad de diálogo que llevamos
a cabo abordó la crítica al especismo y a la masculinidad dominante. Para
detonar el diálogo, les presenté los argumentos de la ética animal contra la
tauromaquia, posteriormente, vimos un video sobre la historia de un hombre que compró
a un toro destinado al ruedo, y que ha dedicado parte de su vida a desmantelar
los mitos del “arte” de la tortura a través del ejercicio de la empatía, la
amistad, el cuidado y el amor interespecies (Islas, 2015, YouTube). Frente a la
figura del torero, que ensalza la temeridad, la violencia, la dominación, el
abuso y la crueldad, se plantearon valores alternativos para otras
masculinidades posibles.
Durante los talleres, los dos grupos
estuvieron impactados con esta temática. En algunos casos ya conocían la
realidad oculta tras la tauromaquia, en otros, la descubrieron con desagrado.
Tanto las jóvenes como sus compañeros manifestaron rechazo hacia estas
prácticas. Incluso, “los jefes” estaban conmovidos. A continuación reproduzco
algunas de sus reflexiones: “A mi abuelito le gustaba mucho ir a los toros, una
vez me llevó, pero a mí me pareció muy feo” (varón, 16 años). “Los hombres
toman mucho y luego se van a los toros, regresan a sus casas y les pegan a las mujeres
y a los niños” (mujer, 16 años). “Cosas
como esta dependen mucho de la empatía, a mí no me gustan las corridas de
toros, ni que maltraten a los perros” (mujer, 17 años). Las primeras
impresiones expresadas nos permitieron explorar el concepto de empatía, así
como pensar alternativas.
Las participaciones del estudiantado revelan
una sensibilidad ética que trasciende las barreras de especie en su rechazo a
las corridas de toros y al maltrato que sufren los perros; asimismo, ayudan a
comprender el contexto en el que viven “los jefes”, así como del resto de sus
compañeras y compañeros. Si bien la pedagogía socrática no forma parte de la
cultura escolar y estos diálogos constituyen una experiencia que difícilmente
tendrá continuidad en sus vidas, la valoración sobre nuestra vivencia
pedagógica es positiva. Estos espacios nos permiten convertir las comunidades
de diálogo e indagación filosófica en puentes para transitar hacia el sentido y
la esperanza en medio de circunstancias adversas.
La filosofía ecofeminista, la ética
ambiental y animal y las comunidades de diálogo e indagación filosófica aportan
un marco teórico-metodológico fundamental para la educación ambiental en un
mundo en crisis. La ética ecofeminista plantea la necesidad de integrar la
dimensión del cuidado y la afectividad a la pedagogía ambiental. De acuerdo con
esto, los conocimientos “objetivos” sobre las problemáticas ecológicas no
bastan para potenciar un cambio de paradigma, sino que es necesario también
aprender a sentir las inter-retro-conexiones entre todos los habitantes de la
Tierra. Promover la reflexión sobre la enseñanza del cuidado en la formación
ambiental implica abandonar la tradición androcéntrica de la ciencia
hegemónica; la filosofía ecofeminista nos recuerda, además, la urgencia de
universalizar el valor de cuidar a través del cuestionamiento de las
desigualdades de género. Asimismo, contribuye a la visibilización de las
mujeres y de colectivos discriminados como portadores de saberes ambientales.
Por otra parte, la comunidad de diálogo e indagación
filosófica constituye un puente que permite traducir los planteamientos
anteriores al contexto del estudiantado. Sin embargo, las escuelas se resisten
a abrir espacios para el pensamiento filosófico, el profesorado, por lo general,
no es formado para pensar la complejidad; y el estudiantado pasa la mayor parte
de su vida escolar sin reflexionar lo que aprende, ni sobre sí mismo, ni, menos
aún, a concebir alternativas o a cuestionar la forma de habitar el mundo que le
ha sido heredada.
A pesar de tales dificultades, esta
experiencia en comunidades de indagación filosófica sobre ecofeminismo, crisis
ecológica y ética animal con jóvenes ha sido alentadora. Si bien no fue fácil y
hubo silencios prolongados, las y los estudiantes reflexionaron sobre temas que
forman parte de sus vivencias cotidianas: la desigualdad de género, el
alcoholismo, la violencia, la escasez de agua potable, el maltrato animal y los
saberes ambientales de su comunidad. Durante los días que duraron los talleres,
el aula de usos múltiples de su bachillerato se convirtió en un ágora en donde
pudieron experimentar el valor de un diálogo horizontal en la búsqueda conjunta
de sentido.
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[1] Término para
designar a la Naturaleza en el pensamiento filosófico griego.
[2] En la mitología griega se refiere a la
diosa de la Tierra, madre creadora.
[3] Finalidad de algo.
[4] “Es la capacidad de sentir, de ser afectado y de afectar” (Boff,
2001, p. 72).
[5] Boff se refiere aquí a la
razón (2001, p. 71).
[6] Las participaciones de las y los jóvenes proceden de las
comunidades de diálogo que fueron grabadas durante los talleres llevados a cabo
durante septiembre y octubre de 2016. Este material permanece inédito.