Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 8 N° 1 (2023) / Sección Dossier / pp. 1-16 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 04/08/2022 Aceptado: 01/03/2023
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.085
The
political dimension of truth through the philosophizing of Esther Díaz
Eduardo
Solano Vázquez
Departamento de
Estudios Ibéricos y Latinoamericanos (DEILA) De la Universidad de Guadalajara
(UDG), México.
pumalibro@hotmail.com
Resumen. El pensamiento está relacionado con un modo de ser. La forma de pensar
que privilegia la ciencia pasa por alto el contexto, pareciera que eso es
irrelevante, pues se cree que el pensamiento está alejado de la realidad
natural e histórica. Sin embargo, el cómo se piensa incide en la relación que
los sujetos mantienen con las cosas, los objetos, las situaciones y también
entre sí. La razón moderna en cuanto científica y dominante, no sólo ha
permitido el desarrollo técnico, también objetualiza lo diferente a sí misma,
ese es el punto desde el cual filosofa Esther Díaz, dicho filosofar es
recuperado e interpretado en este documento.
La crítica a la ciencia en cuanto dominante y
unívoca no invalida a los conocimientos dados a partir de ella, no se aboga por
una clausura de la razón, sino que se confía en ella, siempre y cuando, sea capaz
de abrirse a las distintas perspectivas. La apertura repercutiría a nivel
político, en el sentido de que los sujetos se curarían del delirio de la
dominación. El filosofar de Esther invita a ser libres, afrontar la vida con
lucidez y pasión.
Palabras clave. pensamiento, ciencia, sujeto, dominación,
resistencia.
Abstract. Thought is related to a way of
being. The way of thinking that privileges science ignores the context, it
seems that this is irrelevant, since it is believed that thought is far from
natural and historical reality. However, how one thinks affects the relationship
that subjects maintain with things, objects, situations and also with each
other. Modern reason, as scientific and dominant, has not only allowed
technical development, it also objectifies what is different from itself, that
is the point from which Esther Díaz philosophizes, said philosophizing is
recovered and interpreted in this document.
The criticism of science as dominant and unequivocal does not
invalidate the knowledge given from it, it does not advocate a closure of
reason, but trusts it, as long as it is capable of opening up to different
perspectives. The opening would have repercussions at the political level, in
the sense that the subjects would be cured of the delirium of domination.
Esther's philosophizing invites us to be free, to face life with clarity and passion.
Keywords.thought, science, subject,
domination, resistance.
“El menor
fragmento de verdad está sujeto a condición política”
Esther Díaz.
La filosofía de Michel Foucault. Biblos
A partir
del pensamiento de la filósofa argentina Esther Díaz se ha realizado este escrito,
mismo que no hace un estudio histórico respecto a la conformación del filosofar
de Esther, lo que sí realiza es una interpretación de lo dicho por Díaz a
propósito de la verdad (científica) y su relación con la sociedad dominante.
Así pues, aquí se asume que no hay esencia ni origen, sino construcciones,
deseos y propósitos, de ahí que el conocimiento científico debe ser
desacralizado y cuestionado.
Alejandra
Gabriele al reseñar el libro, Problemas filosóficos de Esther Díaz,
dice: “La clave Esther Díaz consiste en pensar filosóficamente
en los límites de la vida y en el filo del presente, transitar las dimensiones
del error y lo impensado, desocultar la urdimbre histórica desde la que se
construyen sujetos, saberes y verdades” (Gabriele, 2020, p. 2), y efectivamente,
el pensamiento de Esther transita por los límites y desoculta la construcción
de los sujetos, la consecuencia por pensar de ese modo, es vivir en los
márgenes, pero vale la pena arriesgarse y resistir ante los dictados del poder.
Lucas
Martinelli en la introducción a la entrevista que le hace a Esther Díaz, apunta
a la dimensión rebelde del pensamiento de ella: “Cuestionar los mandatos
vinculados al género y la sexualidad y permitir un ingreso original en algunos
de los planteos más álgidos del pensamiento filosófico vinculados al placer, el
dolor y la muerte” (Martinelli, 2019, p. 149), la rebeldía de Díaz contagia, o
sea, invita a cuestionar el mundo y las relaciones sociopolíticas que se dan en
él, invitar es un acto generoso, no cualquiera está dispuesto a encontrarse con
el otro y compartir; el encuentro con Esther es dable a través de la lectura de
algunas de sus obras y ha sido pertinente para no declinar en favor de la
cerrazón y el conformismo, ellos trituran los pensamientos y las emociones.
La
sociedad dominante y su episteme quisieran que los sujetos dejaran de pensar y
actuar, sueñan con objetualizar al mundo en su totalidad, para que los otros no
piensen y tampoco intervengan y mejoren las condiciones de sus contextos. El
poder en cuanto dominación detesta la vida por las posibilidades que incuba, la
sociedad dominante en tanto partidaria de lo Mismo niega las diferencias, porque
manifestar la vida de distintas maneras es poner en cuestión el orden y las
normas de la sociedad.
El
filosofar de Díaz es crítico respecto a la sociedad dominante, duda y sospecha
que la ciencia sea la única manera de conocer y existir. Sin embargo, no sólo
cuestiona la ciencia en tanto poder de la sociedad, sino que avizora la chance
de una razón ampliada e interdisciplinar. En este sentido, la crítica suscita una
propuesta, tremendo desafío para la dominación que anhela la inactividad de los
sujetos; los poderes tienen que ser contrarrestados y no solapados por más que
se sostengan en lo racional y armónico.
Esther
Díaz en tanto educadora cuestiona y provoca, sugiere percatarse y deshacerse de
los prejuicios que conforman la subjetividad (Gordokin, 2006, p. 1). Hay que
educar para contribuir a mejorar las condiciones materiales del educando y no
para justificar dominaciones. El educando es libre, se le orienta al comenzar,
pero cuidado con querer tutelar sus acciones, ya que el otro tiene que ser
respetado, sin que ello implique dejar de cuestionar su modo de ser, porque está
latente la posibilidad de incurrir en perjuicio y violencia hacia los demás.
Mariana
Alvarado al reflexionar respecto a la enseñanza a partir de Esther Díaz sugiere
un pensamiento que prescinda de la calca (Alvarado, 2008, p. 95), que se
abdique de la repetición, porque las experiencias son singulares, por ejemplo,
el dolor en torno a las injusticias de la dominación se puede narrar, y así,
propiciar empatía, pero no hay experiencias idénticas, ya que unos son
marginados por no saber leer y hablar el idioma de los que gobiernan, otros por
construir y desplegar subjetividades fuera del orden y la norma, y otras sólo
porque nacieron con un cuerpo al que se considera objeto y propiedad del
patriarcado.
Esther
desea un pensamiento que parta de la historia y los cuerpos, para que las
emociones no sean evadidas. Se piensa y actúa en el presente, si lo que se observa
no logra satisfacer es pertinente incomodarlo e impugnarlo, así unos protestan
en las calles y otros en las aulas, en ambos casos la protesta afecta el
presente y porvenir. Únicamente los que detestan la vida se conforman, pero los
que consideran que es posible experimentar el placer de vivir se resisten ante
determinismos y negaciones, que se impugne a la sociedad y sus poderes, porque
la libertad es acto y no abstracción.
El
pensamiento de Esther Díaz no parte de la transparencia del ser, sino del
claroscuro de la existencia, porque la filósofa asume su inserción en la
historia. El pensamiento no sólo es sobre los objetos y las cosas, también es
acerca de los acontecimientos. El pensamiento se manifiesta en cada uno de los
sujetos, porque mientras se vive las inquietudes no dejan de asechar, hay
quienes hacen del pensamiento una ocupación, Esther es un ejemplo de ello, las
lecturas filosóficas hacen que se pregunte de manera rigurosa acerca de las
situaciones y las condiciones bajo las cuales se da la existencia:
La filosofía se hace desde el cuerpo, aunque
la mayoría de las veces se la intente mostrar como si fuera solo algo
proveniente de la razón pura […] Apuesto al pensamiento complejo, al que no se
deja encerrar en proposiciones formales, al que no se reduce a un mensaje
digital. Me pliego al pensar cuestionador que rechaza las soluciones mágicas de
los antidepresivos o las recetas de autoayuda. (Díaz, 2019, p. 159-166)
El
pensamiento no sólo contempla, también cuestiona, es importante que al
preguntar no se caiga en malentendidos y discusiones infructuosas, hay que
saber cuestionar, se trata de hacer preguntas que permitan pensar desde
distintas perspectivas, ya que no hay una sola manera para decir al ser y lo
que acontece. Por otro lado, nadie tiene potestad de origen acerca de la verdad,
el ejercicio de ella es posible a partir de las relaciones de poder, a partir
de esa situación el cuestionamiento se torna imprescindible, así se hace
inteligible que desde los poderes se combata al pensamiento, éste duda y
pregunta, no se dedica a la producción de lo útil y el poder quiere soluciones,
además anhela terminar con las resistencias que dicen no a sus dictados.
Esther Díaz
ha sido construida subjetivamente en tanto mujer, después ella eligió seguir
deviniendo tal, dicha construcción la hace posicionarse respecto al poder, no
se resigna frente a las injusticias, las objeta. La sociedad y sus relaciones
son históricas, se realizan en un contexto y no son perennes, además nadie es
absolutamente masoquista para dejar que sobre su existencia se posen permanentemente
los agravios e injusticias.
El
pensamiento no decide bajo qué condiciones históricas o estados de ánimo tiene
que practicarse, si eso fuera posible, elegiría manifestarse desde la opulencia
en donde nada preocupa. Por otro lado, todavía no se demuestra que sea posible
pensar fuera de este mundo, de ahí que el pensamiento se ve afectado por lo que
les sucede interna y externamente a los sujetos. En este sentido, Esther Díaz en
tanto que vive en una sociedad patriarcal, verá en los textos de Michel
Foucault las claves para comprender lo que sucede: el poder desplazándose por
todos lados y frecuentemente convertido en dominación de los unos sobre los
otros.
Hay
cuestionamientos cruciales, no porque develen los enigmas, sino porque permiten
posicionar al sujeto que cuestiona, si las preguntas por el origen propician la
inserción en un círculo vicioso, las preguntas por lo que ocurre posibilitan el
conocimiento de sí y la resistencia ante los poderes: ¿quién soy? ¿por qué el
otro es distinto a mí? ¿por qué ellos seleccionan su dieta y los demás no tienen
ni un pedazo de pan? ¿por qué ellos deciden sobre la vida de los otros?, las
preguntas cimbran al sujeto y las relaciones que lo van constituyendo, por eso
desde los poderes se propicia el nihilismo respecto al presente: que el sujeto
esté en perpetua tristeza, así es más fácil decidir sobre él, pero no hay
dominación que sea rotunda y los cuestionamientos surgen:
El pensamiento produce las condiciones de posibilidad
para operar sobre la realidad. Establece diagnósticos sobre el presente, sobre
las complejidades de lo real, sobre lo concreto […] El hombre es el ser sin
origen, mientras las cosas, incluso las que lo sobrepasan, parecen tener su
origen en él, él no puede asignarse un origen. Toda su experiencia está
constituida y limitada por las positividades, por las cosas. Es una tarea del
pensamiento impugnar el origen de las cosas para poder fundamentarlas. (Díaz,
1993, p. 16-61)
El
pensamiento es desprestigiado por los poderes que quieren dominar para siempre
a los otros, saben que la curiosidad no siempre “mata al gato”, también lo
lleva hacia otros horizontes, desde los cuales observa el territorio y se
percata de la manera en la que están constituidas y puestas las cosas. La
curiosidad vislumbra posibilidades, mismas que el pensamiento dota de
consistencia. Por otro lado, la episteme dominante y su régimen de Verdad
ridiculizan las perspectivas, nombrándolas peyorativamente, relativismo, sólo
porque le preguntan por su genealogía y posibilidades.
Las
epistemes delimitan las épocas y entran en declive junto con ellas, que los
saberes dejen de dar sentido, no quiere decir que se asista al fenecimiento del
saber, aunque sí a la de alguna de sus formas. La encomienda para el
pensamiento reside en reflexionar respecto a las modificaciones de los saberes.
En este sentido, Esther Díaz se ocupa de pensar la tecnociencia y su relación
con el poder: El siglo XX ha hecho patente la condición técnica del mundo, la
vida está influenciada por ella, no hay vuelta atrás, es primordial asumir lo
que ocurre, añorar un mundo ajeno a la intervención tecnocientífica, no ayuda a
fraguar resistencias, sólo deshistoriza a los sujetos e impide su intervención,
los sujetos extrañados de sí mismos y de lo que los circunda, esa es una
situación propicia para el poder y su devenir dominación.
La Verdad
ya no interpela, pero eso no anula al pensamiento, éste ya no se asienta en el
racionalismo y tampoco busca la totalidad, quizá es el turno para un
pensamiento en perspectiva, descentrado y capaz de captar la singularidad y los
fragmentos, por eso la filósofa argentina no se lamenta el declive de la Verdad,
tampoco se adhiere a lo laxo y la proclamación del todo vale, se va a decantar
por la posibilidad de una razón acorde a la situación histórica:
Una razón ampliada es una razón histórica,
abierta, múltiple, también universal, pero acotada a lo temporal y cultural […]
Un pensamiento encarnado capaz de pensar desde la historia misma, desde los
cuerpos, desde las prácticas sociales y sobre todo un pensamiento capaz de
crear espacios para el desarrollo y la reafirmación de la libertad. (Díaz,
1999, p. 55-72)
La posibilidad
de pensar a partir de los cuerpos es una ruptura con la episteme dominante, la
cual considera que el sujeto cognoscente tiene que prescindir de los apetitos y
humores para captar los objetos, las cosas y las situaciones. La neutralidad se
ha vuelto un dogma, mismo que tiene que ser superado por el pensamiento, es
necesario el temple para que el pensar sepulte los dogmas.
El poder
al convertirse en dominación de los unos sobre los otros, se va a resistir ante
las opciones distintas en cuanto al conocimiento del mundo. Es imposible
controlar el pensamiento de los otros, por eso el poder recurre a la censura de
los pensamientos que no se concentran en lo mismo, sino en lo diferente. El
pensamiento que prefiere constituirse a partir del cuerpo y los apetitos, en
lugar de ensalzar la objetividad, asume el riesgo de la marginalidad, expresar
lo que pasa sin un público multitudinario.
Las
preguntas no se enuncian para oscurecer el mundo, sino para esclarecerlo, además
ellas no sólo pretenden la erudición, también quieren transformar los sentidos
que conforman y orientan al sujeto. Las épocas generan sus epistemes y nadie
puede adelantarse a su tiempo, se asume lo que ocurre, pero de manera creativa,
ya que lo expresado por más que esté avalado por una institución y un saber, no
siempre contribuye a mejorar las condiciones históricas y sociales. Cuestionar al
poder y al saber es una manera de resistir, la libertad también se ejerce desde
el pensamiento:
Cada nuevo saber no solamente es producto de
su tiempo, obviamente también es producto de las circunstancias existenciales
de la subjetividad que lo sostiene […] Hay que asumir esta realidad si
realmente se aspira a cambiarla. Sólo sabiendo quiénes somos podemos llegar a
saber quiénes queremos llegar a ser. (Díaz, 2010b, p. 32-42)
El
pensamiento dedicado a la existencia y su devenir, el ocio no es un desperdicio,
por más que por doquier se aspire a la producción de lo útil. Por otro lado, el
saber al depender del poder no se dedicará a escribir para trastocar lo que
sucede, sino para contribuir a sostener y reproducir las relaciones sociales, por
eso el pensamiento que parte del cuestionamiento de la existencia es relegado
en tanto que duda e insiste en que este mundo depende de las condiciones
históricas y las relaciones sociopolíticas. No hay esencia ni destino, lo que
hay son objetivos estipulados por el poder y avalados por el saber. El mundo en
su dimensión histórica y social produce sus significados. La Verdad es el dogma
que justifica a los poderes, los que quieren enseñar cómo se ha de afrontar la
existencia se oponen al fin de la Verdad, porque pierden legitimidad frente a
los demás, sin el dogma en la boca son incapaces de expresar, conocer y
experimentar el mundo. Por mucho tiempo se ha confiado en los sabios y expertos,
porque se ha creído que son capaces de captar el todo y ofrecer soluciones para
cada vicisitud.
El fin
de la Verdad no es la negación de la realidad y tampoco la renuncia al pensar,
no se evade este mundo, se quiere resistir para transformar aquello que
imposibilita vivir: el dogma, la dominación y las injusticias a los demás, sólo
porque manifiestan la diferencia ahí en donde lo que se añora es lo mismo: “No
soportaban un pensamiento otro […] La verdad siempre se nos presenta desgajada
del todo. Atisbamos apenas algunos sentidos, pero la mayoría se pierden. Trozos
aislados, meras partes de una verdad fugitiva” (Díaz, 2019, p. 19-171).
No hay Verdad, que se escuche en cada rincón de la tierra; que se destruyan
poderes y dogmas, puesto que violentan a los otros, esa es la tarea para los
que confían en una sabiduría alegre.
En la
era de la técnica es importante seguir pensando, las preguntas y las dudas no
pierden vigencia ni en donde se cree haber conseguido lo imposible: dominar el
espacio aéreo. El confort ofrecido en el capitalismo tardío viene acompañado de
la miseria, cuerpos desnutridos, presente sin posibilidades, aunque no es el
apocalipsis y tampoco la catástrofe, sin embargo, la realidad no puede ser
evadida ni dicha con eufemismos.
El
pensamiento dedicado a la existencia y su devenir parte de la realidad
histórica y social, no busca la Verdad, sino la transformación de las
condiciones sociopolíticas a partir de lo posible, considerando que el tiempo
de los sujetos es breve y que el placer no tiene cabida en cuanto promesa
transmundana. Un pensamiento que considera al cuerpo inmerso en la historia
sociopolítica, vislumbra posibilidades de placer para el cuerpo, además lo
deslinda de las culpas que lo han pulverizado. La liberación del cuerpo también
implica a la “conciencia”, es necesario que ella deja de sentir culpa por
protestar e impugnar los dictados del poder.
Las
preguntas también se hacen para tomar decisiones ¿Acaso no era ese el sueño de
la ilustración? El pensamiento centrado en la existencia prescinde de
idealismos, pero no se da por satisfecho con las relaciones sociopolíticas tal
como suceden, desea el devenir y se resiste ante los determinismos, nadie ha
nacido para mandar u obedecer, son las relaciones sociopolíticas las que
otorgan roles y conforman subjetividades.
El
aprecio y admiración que el Occidente tiene por la verdad es de larga data,
desde los filósofos griegos, pasando por Jesús y su pretensión de ser la verdad
y la vida, hasta los modernos y la articulación que hacen entre ciencia y
verdad. Con esas referencias pensar la verdad condicionada por el poder es una
osadía, puesto que se considera a los sabios griegos amantes de la verdad per
se, a Jesús un curador de almas y a la ciencia una detonadora del progreso. Sin
embargo, Michel Foucault corre el riesgo y con sus textos da pautas a sus
lectores para reflexionar respecto a la verdad y el poder, Esther Díaz desde el
comienzo de su filosofar asume el tema de la verdad y el poder en clave
foucaultiana.
La
ciencia es una forma de conocimiento, pero al ser parte de la cultura dominante
se convierte en el conocimiento oficial y otras formas de conocer el mundo no
serán validadas por el poder, sólo el conocimiento científico será expuesto y
patrocinado. El conocimiento científico tiene que contribuir al desarrollo de
la modernidad y sus relaciones capitalistas: la industria, la medicina y la
moda no pueden avanzar sin la ciencia. Pensar la ciencia en su articulación con
el poder, no hace trivial sus conocimientos, sólo los desacraliza:
La aceptación de la ciencia no tiene que
excluir otras formas cognoscitivas para la resolución de los problemas humanos
[…] El conocimiento científico es provisorio porque la tarea de la ciencia no
se detiene: prosigue sus investigaciones con el fin de progresar en la
comprensión de la realidad. La busca de la verdad en la ciencia es entonces una
tarea abierta. (Díaz y Heller, 200, p. 12-73)
La
ciencia contradice a su método, en el sentido de que fuera de ella no permite
la apertura, se niega a escuchar otros conocimientos. Es innegable que lo
diferente asusta, pero cuando permanentemente se escapa de los otros, es
oportuno preguntar ¿por qué la renuencia hacia el encuentro? ¿no es el diálogo
e intercambio de ideas lo que permite mejorar la comprensión de las cosas, los
objetos y las situaciones? Si la apertura sólo es respecto a los iguales,
entonces la duda y crítica respecto a la igualdad moderna y las relaciones
sociales (entre ellas la ciencia) se torna crucial, aunque desde el poder no se
le otorgue importancia a la pregunta por la igualdad, y no es que se quiera
continuar en lo mismo, sólo se quiere desmitificar aquello que ha servido para
el dominio de los otros.
La
ciencia usa un lenguaje informativo, no quiere evidenciar la dependencia que
tiene respecto al poder, por eso impide que se le pregunte por lo que sucede en
la sociedad, insiste en que su función es otra: saber distinguir lo verdadero
de lo falso. La ciencia no sólo genera conocimientos, también determina lo que
es y lo que no es conocimiento, la valorización en torno a la verdad y falsedad
se estipula desde el método que usa la ciencia para observar y comprender los
objetos, las cosas y las situaciones; es obvio que lo que no se mienta a través
del lenguaje científico quedará expulsado, por más que lo dicho sea oportuno:
El lenguaje científico constituye una
condición para el logro de objetividad en ciencia. Por ser informativo,
unívoco, emotivamente neutro y exacto, posibilita su comprensión eliminando la
subjetividad en la enunciación y en la decodificación […] Las disciplinas son
férreos sistemas de exclusión del discurso. No están constituidas por todo lo
que se puede decir sobre el tema que les incumbe. (Díaz y Heller, 2001, p.
23-32)
La
ciencia silencia los conocimientos que no se adhieren a su régimen de verdad,
así funciona el poder y la sociedad que la hacen posible, no hay chance para
los anormales. Los saberes de los pueblos serán catalogados de pre científicos,
por lo que será irrelevante si las hierbas son efectivas para sanar el cuerpo.
La verdad es apreciada, pero tiene que decirse a través de instituciones y
lenguajes dependientes del poder. La ciencia incurre en contradicciones, al
grado de hacerse dogmática, si el pensamiento no puede evitar el carácter
dogmático de la ciencia, sí tiene que ser crítico del dogma.
Es una osadía
decir que la ciencia tiende al dogmatismo, ella que se jacta de ser objetiva y
disipadora de falsedades, pero el dogma se manifiesta cuando la ciencia insiste
en que no hay conocimientos fuera de ella. La osadía propicia la sospecha al
considerar que detrás de lo verdadero hay intereses que rebasan el ámbito
científico. La ciencia no sólo depende de sus métodos, también de la sociedad
que le ha dado el estatus de generadora de Verdad. Los conocimientos tienen que
ser útiles para la sociedad, de no ser así, ni si quiera serán expuestos; la
utilidad de los conocimientos en la modernidad consiste en las ganancias
económicas que se pueden obtener a través de ellos, no es casual que los países
y las empresas inviertan en ciencia y tecnología. Los científicos pueden estar
en sus laboratorios y no andar en la plaza pública pregonando sus saberes, pero
contribuyen al desarrollo y reproducción de la sociedad, ésta demanda
conocimientos, no funciona y tampoco persiste por obra de Dios.
El
científico no tiene la pericia de crear una sociedad a su imagen y semejanza,
lo que ocurre fuera del laboratorio no ha sido decidido por el experto, es la
sociedad y sus poderes los que deciden la manera en la que se posicionan las
cosas y los objetos en el espacio, aunque el científico no es un robot sin
criterio. La razón puede ser clara y distinta, pero eso no la exime de responder
a la sociedad y sus poderes:
Lo importante es tomar conciencia de las
arbitrariedades de nuestra razón […] Una reflexión sobre la objetividad
científica implica superar la separación entre contexto de descubrimiento y de
justificación. Significa comprender la historia interna en su relación con la
externa […] La ciencia está ligada al resto del saber y a los juegos del poder.
(Díaz y Heller, 2000, p. 184-189)
La razón
que imagina, piensa y crea tiende a ser arbitraria, pero no necesariamente se
tiene que renunciar a ella, de lo que se trata es de superar el binarismo, los
extremos impiden el matiz y las perspectivas. No hay objetividad ni neutralidad
per se, los que insisten en que eso es posible son los defensores del estatus
quo, les aterra que su visión del mundo deje de ser dominante cuando se devele
que lo que se expone responde a intereses extra científicos. La exclusión de
otros conocimientos no es porque carezcan de método, sólo se suscita porque
contravienen a la forma dominante de conocer. Al negar otras formas de conocer,
la racionalidad moderna se presenta como la que evitará que se hable a partir
de lo falso. La verdad en cuanto científica sigue teniendo prestigio, por más
que destruya ecosistemas y beneficie a los grandes capitales, y es que nadie
quiere vivir en la caverna y la marginalidad, se busca la legitimidad y el
reconocimiento, lo alterno también es cooptado por el poder, lo distribuye e
imparte en sus escuelas.
La
modernidad piensa respecto a lo finito, quiere explorar y dominar la tierra. En
este sentido, es primordial que se den las condiciones para que el conocimiento
produzca saberes que den cuenta de la finitud, el mundo y sus habitantes se
convierten en objetos que deben ser observados y manipulados, si ellos sienten
y tienen voluntad es irrelevante, lo crucial es dominar la tierra y hacer
constar que la razón moderna explica el todo. Los saberes de la finitud son: la
biología, economía, psicología. La modernidad ha inventado al hombre, pero también
lo vigila y controla:
El abandono de la matemática universal como
espacio de representación es lo que permitió que el hombre se convirtiera en
objeto de estudio de la ciencia. Cuando la investigación se dirigió
reflexivamente hacia las representaciones del trabajo, de la vida y del
lenguaje, imbricándose entre sí estos tres factores, se posibilitó y determinó
este nuevo dominio del saber: el saber sobre el hombre, un saber sobre este ser
empírico, que es en el tiempo, cuyo pensamiento está oscuramente tejido con lo
impensado. (Díaz y Heller, 2000, p. 168)
La
modernidad produce los saberes que le sirven para afirmarse, si quiere dominar
el espacio tiene que saber cómo son las cosas y los seres que lo habitan, hace
experimentos para ir obteniendo conocimientos, el ensayo y el error forman
parte del método. El conocimiento sirve para apropiarse de algo y de alguien,
se conoce por interés. El cinismo de la modernidad dota de moralidad a los
deseos, la razón moderna dice que conoce para hacer progresar al mundo y curar
las enfermedades, pero los que se benefician con los conocimientos son los que
pagan por ellos. El capitalismo habla de libertades, pero basta observar sin
prisa para darse cuenta que hay una distribución de las actividades, unos
mandan y otros obedecen, el que se niega a obedecer es marginado, ya sea que se
le reclute o se le nieguen derechos, por más que sean declarados humanos e
inalienables.
El
hombre es conocido para ser dominado, se le dan instrucciones y horarios para
cada una de sus actividades. La modernidad necesita vigilar y controlar porque
en cualquier momento se presentan las liberaciones, no sólo colectivas, también
singulares. La resistencia no sólo es por la nación, también se resiste para
recuperar la dignidad, pues los sujetos no soportan ser tratados como escorias en
la civilización humanista y racional.
El
racionalismo científico es lo que enorgullece a la modernidad, ésta hace caso
omiso de los genocidios y exterminios que se han suscitado, los achaca a los
instintos y no responsabiliza al racionalismo del terror. Una manera de
resistir a la modernidad es criticando su logos, dudar de la Verdad y considerar
otras posibilidades en cuanto a pensar y experimentar el mundo, porque si la
historia de los sujetos es breve y no podrán ver revoluciones, sí pueden
experimentar placer y alegría por la existencia. Pensar sin pretender abarcar
la totalidad ni subsumir las diferencias en el ámbito de lo mismo:
La modernidad imaginó el conocimiento
científico como un espejo que refleja la naturaleza. No se tuvo en cuenta,
entonces, que la imagen reflejada en un espejo —similar a la proyectada en el
fondo de la caverna- es efímera, virtual, titilante, una imagen a la
intemperie. Cualquier cambio de perspectiva produce devenir, fuga o ausencia de
sentido. Éste es el destino precario de los reflejos de la verdad y la puesta
en escena de alguna de sus facetas. (Díaz, 2007, p. 17)
Esther Díaz
sugiere una razón ampliada, ésta puede suscitar fugas y liberaciones respecto a
lo mismo. Un logos que intervenga para transformar sin pretender el dominio de
la naturaleza y los otros, dicho de esa manera, pareciera que se anhela escapar
de la realidad, pero sólo se busca verla en perspectiva. Los dogmas atrofian la
inteligencia, ésta se aferra a las certezas por más que ya no comuniquen a la
existencia de los sujetos. Es necesario que no se deje de imaginar, las
tecnologías no sólo hacen confortable la existencia, con la automatización del
mundo natural e histórico se propicia el desuso de la imaginación.
El deseo
de querer existir bajo otras condiciones históricas y políticas, no sólo se va
a materializar por medio de la protesta y la revolución, es primordial la
crítica a la razón moderna, si la modernidad ha dominado es porque ha expuesto
y reproducido su episteme. Se habla y actúa como la modernidad quiere, por eso
se insiste en tomar el poder de las instituciones, se confía que a partir de ellas
se dé comienzo a la buena nueva. Sin embargo, se cae en la trampa y el dominio
se reactiva, las armas de la revolución son usadas para controlar las
liberaciones, para el poder es preferible incluir a los diferentes, no sólo porque
son susceptibles de producir, sino también de consumir, que compren y engrosen
las arcas de los capitalistas, entretenidos se les olvida la desigualdad e
injusticia.
La
realidad es percibida por distintos cuerpos, cada uno de ellos la piensa de
acuerdo a su experiencia y lenguaje. No hay Verdad en cuanto origen y
fundamento de una civilización. La modernidad existente hace creer que la única
manera en la que el mundo puede ser pensado y modificado es mediante la
ciencia, así niega la diversidad, de ahí que procede a través de modelos que le
permiten representarse las cosas, los objetos y las situaciones, la
representación no tiene que ser alterada: “El logos occidental teme lo
heterogéneo, ama lo Mismo, prefiere la identidad” (Díaz, 2010ª, p. 118). Lo que
se representa la ciencia es lo idéntico a sí misma, es decir, a la civilización
que la hace posible, la comprensión y explicación parte de un contexto, aunque la
razón dominante se jacte de ser neutral.
La
ciencia en tanto conocimiento oficial y verdadero se superpone a otras maneras
de pensar la realidad, ésta es negada por la ciencia, ya que sólo expone lo que
ella capta del mundo, lo demás es silenciado. La universalidad de la verdad
científica no es más que un fragmento, el lenguaje científico no sólo informa,
también convence: “El discurso es un principio de coherencia que retorna a
ciertas palabras y excluye a otras- a veces- para siempre” (Díaz, 2010ª, p. 79).
El conocimiento científico no dice lo que el mundo es, sólo mienta una parte de
él, el ser y lo que acontece se dice de muchas maneras, es crucial sospechar
del discurso que insiste en ser el Verdadero, no importa que dé pruebas de la
mejora técnica del mundo.
La
realidad y el conocimiento que los sujetos tienen de ella no debe ser
abandonado, al contrario, es prioritario asumir y comunicar lo que es y lo que
sucede. Los poderes y la sociedad dominante quisieran que los demás dejarán de
moverse y hablar para continuar con su dominio del mundo. Lo que no actúa y habla
de acuerdo a la norma y el canon es desprestigiado, se le niega la capacidad de
pensar; a través de la ciencia se decide lo que vale la pena ser pensado y
expuesto, la objetividad es el camuflaje del poder y sus propósitos, no hay actividad
por más científica que sea, capaz de suprimir los deseos e intereses. Detrás de
cada lenguaje hay un mundo, costumbres y expectativas que quieren ser
cumplidas.
La razón
dominante realizada a través de la ciencia quiere objetualizar la naturaleza y
la historia, el ser que piensa al formar parte del ámbito natural e histórico,
también se convierte en objeto, la ciencia lo estudia y le da pautas para
comportarse en sociedad, se vigila y controla al ser que requiere la libertad
para encontrar sentidos a la existencia, además se le dota de dogmas para que
no ponga en duda el dominio. Por ejemplo, se le persuade que es gregario y
social por naturaleza, menuda contradicción, pero en situaciones límite (la
exclusión social) la lógica no importa y se opta por el mal menor, de ahí que
no se abandona la sociedad por más desigual e injusta que sea: “El hombre
objetivizado adquiere el estatuto de cosa. Se trata de una “cosa” que debe ser
manipulada en pos de una moral […] La ciencia es eficiencia y la moral se está
acercando peligrosamente al modelo de la eficiencia científica” (Díaz, 2010a,
p. 64-160). La modernidad domina con sus saberes y educa a los sujetos para que
acepten esa condición.
Los
dominados son menores de edad e irracionales, si hablan no hay porque
escucharlos, lo que dicen está repleto de incongruencia. La Verdad es de los
que gobiernan, es un desperdicio oír las voces que se resisten, ellas carecen
de ciencia y son pasionales, por eso hablan a diestra y siniestra, no se
moderan. Empero, es medular incomodar a los poderes de la sociedad, romper con
las normas, hablar con parresia y sin eufemismos, así lo desea y realiza Esther
Díaz; también es primordial poner los fragmentos de realidad que no son expuestos,
que se sepa que la razón dominante es tal, no porque sea omnicomprensiva, sino
porque se deshace de lo que no se adecua a sus deseos y propósitos.
La
verdad científica dice apegarse a la realidad y ser capaz de describirla a
cabalidad, aunque eso sea posible, la descripción está limitada por el contexto
y el lenguaje. La realidad es una, pero se dice de muchas maneras, si se anhela
tener una descripción completa de ella, es necesario escuchar otras voces, por
más que no usen un lenguaje científico, que se desmantelen los dogmas, la
ciencia no es la única capaz de conocer y describir la realidad. El realismo de
la razón dominante se opone a las voces que le indican ser una perspectiva
entre otras. El poder hace callar las resistencias, no sólo las de acción,
también las de pensamiento, pues los otros entorpecen el proyecto social
moderno y es preciso que se les niegue el ser, objetualizándolos, y si eso no
basta, se les hace dependientes, ya sea de la tecnología, el consumo.
La
verdad científica mutila la realidad al subsumirla a sus deseos y lenguaje. No sólo
se excluyen fragmentos de la realidad porque sean falsos y erróneos, sino
porque desean y expresan otras cosas y situaciones. La verdad científica es
parcial, pero las relaciones de poder la muestran capaz de captar el todo, para
menguar las dudas y sospechas se insiste en lo metódico del conocimiento, que
no se dude de la ciencia, ella no engaña, su único propósito es hacer progresar
y tecnificar el mundo en su dimensión natural e histórica. La ciencia no sólo
es conocimiento verdadero que contribuye a descubrir y dominar el mundo,
también permite la producción de los sujetos:
La educación se encarga de distribuir,
permitir y prohibir la circulación de las palabras. Brinda las directivas para
los educadores. Tales directivas son formuladas desde el poder […] El sujeto se
constituye también en el proceso de generación de saberes. No hay sujeto previo
a los sistemas de pensamiento, sino que un sujeto, mejor dicho, los sujetos,
son emergentes de las prácticas sociales. (Díaz y Heller, 2001, p. 34-52)
Los
sujetos están atravesados por la verdad científica, acuden a las escuelas y los
hospitales, se quieren curar la ignorancia y mantenerse sanos o, por lo menos,
medicados para continuar siendo parte de la sociedad. Se teme la exclusión y
los veredictos del poder que deciden con objetividad y neutralidad quienes son
los sanos y también los infectados; lo peor para los sujetos es no ser
catalogados, cuando se declara una mente ignorante o un cuerpo infectado, se
tiene la chance de acudir a la escuela y al hospital para aprender y sanar.
Empero, cuando no se tiene ninguna denominación se está completamente fuera de
la sociedad, por eso se prefiere estar dentro, aunque se padezcan desigualdades
e injusticias. El poder es astuto, hace caer en la trampa, nadie obliga a los
sujetos a permanecer en la sociedad, ellos deciden no salir de ella, aprenden y
se cuidan para tener una mente y un cuerpo útil.
La
verdad científica es funcional, cada uno de los saberes que se amparan en la
ciencia es pertinente, si se critican entre ellos es para mejorar procesos y
prácticas. La ciencia no teme a la crítica mientras esté apegada a la
racionalidad, ésta permite percatarse de los errores y superarlos para
continuar respondiendo a los requerimientos sociales. El sapere aude es promovido, entonces ¿por qué sospechar de la ciencia,
su discurso y verdad? ¿por qué impugnar el poder y la socialización de la
modernidad, si lo que buscan es educar y sanar a los sujetos?
El
racionalismo por más objetivo y neutro que sea no logra captar la totalidad,
sólo presenta un fragmento de ella, dicho así, no hay objeciones que hacer, pues
los conocimientos son limitados. Sin embargo, la ciencia depende de la sociedad
dominante y pretende erigirse en cuanto generadora de la Verdad, y así, valorar
el mundo desde su perspectiva. La ciencia no es la única capaz de conocer la
realidad y emitir enunciados sobre ella, pero la sociedad dominante ha sabido establecer
y reproducir sus intereses so pretexto del desarrollo y la mejora técnica del
mundo:
La ciencia es racional aunque,
paradojalmente, su racionalidad no pueda ser subsumida por las leyes generales
de ninguna epistemología […] Si, en general, la objetividad científica es
discutible resulta mucho más problemática en ciencias sociales. Lo discutible
de la objetividad en ciencias sociales puede llegar a ser un rasgo positivo.
Borrar el rígido esquema sujeto-objeto puede facilitar el acceso al objeto.
(Díaz y Heller, 2000, p. 154-159)
La razón
moderna se asume objetiva y neutral, pero no hay algo más desquiciante y
pasional que querer dominar la naturaleza y la historia. Por otro lado, las
acciones y los pensamientos en tanto libres se escabullen de los modelos de
representación. Los científicos sociales no saben responder ante lo
impredecible, por ello a la singularidad la nombran anomalía, para ellos nunca
falla la sociedad, siempre es el sujeto el que no sabe comportarse, y así, la
culpa mina el aprecio de sí y se deja en manos de los expertos las decisiones
acerca de la existencia. La existencia es susceptible de ser pensada, pero es
un disparate reducirla a instrucciones, pues no se trata de un artefacto, sino
de la manifestación histórica del ser que habla, aprende y se rebela.
El
pensamiento y la acción es lo único propio del hombre, lo demás le es ajeno,
aunque la razón moderna le haya hecho creer que puede subordinar lo demás y
transformarlo a su imagen y semejanza. El sueño de la totalidad ha desembocado
en la pesadilla totalitaria, unos decidiendo sobre los demás, porque así lo
recomiendan los informes realizados por los expertos, éstos deciden el momento
de la vida y la muerte, se planea hasta lo nimio y la libertad de pensamiento y
acción es minimizada.
La razón
moderna en cuanto científica y universal ha dominado y transformado la tierra,
no se pueden negar los hechos, pero tampoco se puede dejar de señalar lo pernicioso,
junto con el desarrollo convive la miseria. Los propulsores de la Verdad queriendo
ser obedecidos únicamente porque así lo dicta un informe: haz como la razón
indica, sino serás expulsado. La razón científica y universal no ha evitado la
violencia, al contrario, la ha hecho eficaz a través de la tecnología:
Hay que encontrar la turbia fuente histórica
de las verdades. Se parte de una cuestión presente. Se persiguen los rastros.
Se trata de dilucidar en qué condiciones un acontecimiento es posible […] En
tiempos utópicos la conjetura de que la existencia del hombre no está regida
por verdades universales puede entristecer. Pero en tiempos declinantes —como
estos—tal conjetura es la promesa de que ningún oprobio, ninguna calamidad,
ningún desencanto podrá empobrecemos. (Díaz, 1993, p. 13-81)
No hay
deber por cumplir, se puede actuar de manera distinta, considerando las
condiciones históricas. Los que gobiernan quisieran que el orden no fuera
puesto a prueba, invocan a la razón para que no se manifiesten otras
posibilidades, los otros no atentan contra la razón, son los que se consideran
dueños de ella los que la ridiculizan, poniéndola al servicio de la dominación
y la violencia. Si ser racional y metódico implica justificar la destrucción
hacia la naturaleza y los otros, entonces, que se renuncie a ello.
La razón
en cuanto científica tendría que contribuir a dignificar al ser que habla y
actúa. Es decir, permitirle al hombre en su pluralidad y brevedad existencial gozar
del presente, en lugar de padecerlo. Sin embargo, no hay cabida para segundas
oportunidades y las panaceas impiden el desenvolvimiento histórico. Ya no hay
chance para el tutelaje, es necesaria la intervención, asumir la realidad y
transformarla de acuerdo a lo posible. El ser que habla y actúa tiene
conocimientos limitados, pero con eso basta para que esté alegre y su memoria
no se sature de rencores, mantener la lozanía del pensamiento y dejar que el
cuerpo viva y muera con dignidad.
La
realidad es una, pero se percibe y expresa de distintas maneras. Los
conocimientos son diversos, no sólo por la manera en la que se accede a ellos,
sino por el lenguaje en el que son expuestos. El ser que habla y actúa está constituido
por mente y cuerpo, sólo que el relato dominante en cuanto al conocimiento de
la realidad ha instaurado la creencia de que únicamente mediante la mente se
accede a la realidad y se enuncian verdades respecto a ella:
Miles de años reprimiendo los apetitos
corporales han hecho estragos en la aceptación de las emociones […] El cuerpo y
el espíritu están compuestos de multiplicidades que desconocemos de las que
solo captamos algunos detalles y nos quedamos pegados a ellas. La conciencia es
una especie de ilusión, de sueño en la vigilia. (Díaz, 2019, p. 9-45)
La
modernidad existente en cuanto racional y científica quiere dominar las
emociones, recoge de la tradición religiosa occidental, el desprecio por el
cuerpo, sin embargo, no se puede prescindir de él, por eso para evitar su
manifestación se le vigila y controla. Está prohibido hablar a partir de las
emociones, ya que no aportan al progreso técnico de la naturaleza y la
historia. El desprecio por el cuerpo no cesa, ya que por más que se produzcan
cosméticos y se le de publicidad a un cuerpo tonificado, no quiere decir que
las emociones sean liberadas, el cuerpo sólo es publicitado en tanto que
dispara el consumo. Los cuerpos que rompen con el patrón dominante del mundo pueden
ser recibidos por las instituciones, ya sea que los eduque o los medique, pero
no los deja ser. La razón moderna desprecia al cuerpo, sobre todo, si no cumple
con sus expectativas.
Los
cuerpos son despreciados preponderantemente por la voluntad que portan. Es
decir, el afán de vivir, de desear y liberarse es lo que no tolera la
dominación, se niega a los otros hasta objetualizarlos, para que nadie se oponga
al dominio que se ejerce sobre ellos. Al suprimir la capacidad de pensar y
decidir de los otros, dejan de ser considerados civilizados, además no hay moral
que se preocupe por las cosas, pululan morales y leyes acerca de lo animado,
pero no para lo inanimado.
La
diversidad de cuerpos del ser que habla y actúa le da al traste al relato
dominante de la modernidad, la razón científica y las instituciones que regulan
la vida en sociedad, son sólo una manera de conocer y convivir. La
manifestación de los cuerpos en tanto voluntades y portadores de perspectivas
es impedida, no porque trastoquen la moral y la belleza, sino porque ponen en riesgo
el dominio de la modernidad y sus poderes: educación, ciencia, capitalismo. En
este sentido, el conocimiento científico se opone a otras formas de conocer no
por amor a la verdad, sino porque quiere seguir siendo la que dictamine.
El
conocimiento de los otros es negado, se han invadido territorios en nombre del
desarrollo y se regulan conductas en aras de las buenas costumbres; que los
otros no se rebelen y continúen siendo objetos, que tampoco exclamen la falta
de alimentos en la civilización de la abundancia y el despilfarro, se les pide
paciencia, puesto que la democracia tarde o temprano impartirá justicia, deben
confiar en los gobiernos, han ido mejorando sus procedimientos, hay instituciones
para todo, los derechos se han ampliado y las libertades también:
La subjetividad se construye desde valores
que, si siguen el espíritu de rebaño, son aplaudidos pero, si se desmarcan,
escandalizan. Las almas bellas se ruborizan ante lo heterogéneo. No logran
concebir que algo pueda ser verdadero y falso y muchas cosas más al mismo
tiempo […] Si tuviera que identificarme con un lema, sería reafirmar la vida.
(Díaz, 2019, p. 108-164)
Las libertades de la sociedad dominante les
dan chance a las acciones siempre y cuando no transgredan el orden, hay respeto
por la vida porque está inscrita en la sociedad. No obstante, si la vida desea
algo diferente, su aniquilación se justifica de muchas maneras, el otro merece la
anulación política y hasta la muerte, porque no produce y tampoco se apega a
las costumbres; ante esa situación, la singularidad cede ante lo idéntico, se
busca parecerse al amo para mantenerse de pie, mimetismo grotesco. Los sujetos
se atan a la razón, la moral y las costumbres que les impiden desplegar su ser
en la historia, se les ha inculcado que las alternativas son un desperdicio de
vida, pero no hay algo más destructor de lo vital que el mimetismo y la renuncia
a sí mismo.
La
sociedad y sus poderes quisieran que el otro dejará de ser o, por lo menos, que
se hastíe de la vida y la desilusión lo determine. Sin embargo, el otro quiere
seguir siendo, pero no de la manera en la que es valorado por la sociedad. Para
desplegarse en la historia y resistir las prácticas del poder, el otro tiene
que seguir hablando y actuando, aunque lo dicho y hecho no se parezca a lo que
le ha sido inculcado mediante la educación y las costumbres, es importante tener
temple frente a los poderes y decidirse a vivir sin instructivos:
Los creativos no se atan a los estrechos
criterios de los repetidores. Se pueden crear nuevos métodos con seriedad, así
como se pueden repetir métodos consagrados con la más aburrida mediocridad […]
Hoy sabemos que la identidad entre principios ideales y mundo concreto es un
invento lógico-matemático inaplicable a la realidad concreta, que la
contradicción es nuestro pan de cada día y que los terceros no son (por lo
menos no siempre) excluidos. (Díaz, 1999, p. 24-32)
La
realidad tiene que seguir siendo dicha, pero no de manera univoca, sino
diversa. Es crucial desmantelar la univocidad en cuanto portadora de una
perspectiva con voluntad de poder sobre los otros. Sólo se pueden cambiar las
condiciones históricas y sociales, si no se renuncia al mundo, las alternativas
no son ensoñaciones, ellas surgen a partir de lo posible. El pensamiento al ser
expresado muestra los límites del ser que piensa. En este sentido, si una
alternativa transgrede el orden es porque su límite no es cumplido a través de
la estructura que quiere subordinar la totalidad a su imagen y semejanza.
No hay
sujeto que pueda captar el todo, lo cual no quiere decir que sea imposible
captar y mentar la realidad. No hay imposibilidad de conocer, lo imposible es
el conocimiento en cuanto totalidad unívoca. El reto es relacionar
interdisciplinarmente los conocimientos (razón ampliada), se vislumbra mediante
dicha relación un diagnóstico confiable respecto a las condiciones de la
naturaleza y la historia, porque la suspicacia permanente desquicia e impide el
disfrute y placer por lo mundano. Un pensamiento alegre y liberador, que no
tenga temor por sus deseos. Pensar el mundo sin escindir la mente del cuerpo,
atreverse a saber de cabo a rabo, captar lo que es y también lo que deviene,
pero atendiendo las diferentes perspectivas.
La razón
ampliada o los conocimientos y saberes franqueando las disciplinas, no es la
primacía del todo vale, tampoco la apuesta por el diálogo que vuelve fraterna a
la razón después de la hecatombe propiciada por las conquistas y los
totalitarismos. Se trata de la posibilidad de un conocimiento y discurso que no
renuncie al cuerpo y tampoco objetualice lo distinto ni se monte sobre la
naturaleza para manifestarse y desplegarse en la historia. Es preciso relevar
los verbos: no hay que dictar, sino escuchar. En vez de desear ser experto,
anhelar ser aprendiz y sorprenderse continuamente. El aprendiz está en silencio
y se mantiene atento para no dejarse embaucar por el canto de las sirenas,
aprender para no depender de las instrucciones:
Creo que la epistemología, más que normativa,
debería ser pensante. Considerar las condiciones de posibilidad históricas del
conocimiento. Conceptualizar nuestro presente atravesado por una técnica
avasallante, estimular el cuestionamiento ético de las investigaciones y
abrirse a múltiples métodos sólidos y eficaces. Aunque es obvio que para
fomentar la fecundidad pensante se debe renunciar al dogma casi religioso de la
existencia de un método único en la ciencia, pues en la práctica científica
sólo los no creativos repiten un mismo método. (Díaz, 2007, p. 45)
Que el
espejo se haga añicos, la representación no es fiel. El que imita pronto se
ruboriza de vergüenza al percatarse que sólo se burlan de él, un error cometido
por la osadía de ser deja más enseñanzas que los aciertos dados mediante la
mecanización de la conducta, aunque la narrativa del éxito insista en lo contrario,
además es preciso recordar que, para ella lo importante es hacer que los
sujetos produzcan en pro de la maquinaria social, de ahí que no le da
relevancia a la creatividad surgida en aquellos a los que considera meros
operarios. La creatividad no sólo pulveriza la imitación, sino también a la
automatización del mundo en su dimensión natural e histórica.
La modernidad
existente no puede permitirse aceptar otros conocimientos, los incluye, pero no
los deja ser, pues sabe que han surgido de otras voluntades y perspectivas, las
cuales le pueden disputar la potestad, no sólo de la verdad, sino del resto de
las relaciones sociales. El poder es astuto, se adapta a las circunstancias. la
dominación no es burda, los que gobiernan invierten en la verdad, pues no son dominantes
porque sí.
La
manifestación de otras maneras de conocer no sólo incide en la renovación de la
ciencia y el saber, sino también en la sociedad, porque muestra otras
posibilidades de relación con el mundo. El conocimiento no sólo es para dominar
a la naturaleza y los otros, también es para crear y cuidar de sí mismo, aunque
desde la dominación se ridiculice tal posibilidad, porque no reporta
utilidades, los capitalistas no van a invertir en lo que no deja ganancias, el
lucro se esconde detrás de la promesa del desarrollo y el bienestar.
Que el
mundo sea conocido y pensado con perspectiva de aprendiz, que las certezas no
anulen la creatividad y tampoco la crítica, que se rehúya del delirio de la
dominación, aunque se haga en nombre de la diferencia, es crucial que el otro
en cuanto concreto exprese su conocimiento de la realidad, para que no sea un
estandarte a través del cual se ocupen posiciones de poder: “Si se erigiera un
paradigma de la diferencia como sistema rígido de pensamiento, se caería en un
absolutismo de sentido contrario” (Díaz, 2010b, p. 61). La modernidad en su
cariz neoliberal le da chance al otro, porque es rentable económicamente y también
para disgregar las resistencias y disputas políticas.
La
reivindicación del otro en cuanto forma de pensar y actuar es parte de la
sabiduría alegre, cuando denuncia la representación y el imperio de lo mismo,
también al mostrar posibilidades de convivencia fuera del patrón de poder en tanto
dominación. Sin embargo, incurre en lo que denuncia al ensimismarse y no querer
verse con los demás. Es primordial no sólo jactarse diferente, sino desear y
devenir efectivamente distinto, ir al encuentro con los demás para aprender
entre sí, respetar a partir de la presencia y no sólo tolerar en la lejanía,
pues así procede la sociedad dominante.
La modernidad en cuanto científica y
capitalista, sigue siendo cuestionada, pero todavía no es superada, de ahí que
las críticas incurran en paradojas. Por otro lado, la razón científica y el
capitalismo no traen sólo progreso, sino también muerte y destrucción de la
naturaleza, los cuerpos y las historias de los otros. Ahora bien, por más que
las paradojas sean inevitables, es crucial seguir señalando que la realidad es
una, pero expresada de distintas maneras, la experiencia y el pensamiento es
diverso, hay que alejarse de aquellos que imploren por la verdad en cuanto
unívoca, pues añoran decidir sobre los otros.
Lo
pensado tiene que hacer pensar a los demás, Esther Díaz piensa
preponderantemente a partir de los conceptos de Michel Foucault, pero también
de Nietzsche y Feyerabend, por mencionar algunos. Aquí se ha optado por dicha
postura, o sea, se ha pensado a través de las reflexiones de Díaz, ella emite
una crítica hacia la ciencia, pero no porque sus conocimientos sean
impertinentes, sino porque se erigen como la única manera de afrontar la
realidad en cuanto natural e histórica, y eso tiene consecuencias existenciales
y políticas, ya que lo distinto a la ciencia y la sociedad que le da
legitimidad será subordinado y excluido.
El
conocimiento científico tiene que ser superado, en el sentido de abandonar la
creencia en cuanto a que es omnicomprensivo, y no es que se quiera prescindir
de esa forma de conocimiento, sería un craso error negar las contribuciones de
la ciencia hacia el género humano, si se optará por negar la ciencia, se
incurriría en lo que el discurso científico en su articulación con la sociedad
dominante hace respecto a otras formas de conocer, y no se trata de invertir
los papeles, sino de romper con las prácticas de dominio.
El
pensamiento en tanto científico y racional ha contribuido a la dominación hacia
la naturaleza y los otros. La sabiduría no ha sido amante de la vida, sino
aniquiladora de ella, ante esa situación ¿cómo reivindicar el saber? ¿es viable
un saber sin afán de lucro? Las preguntas se realizan porque se vislumbra la
posibilidad de un saber que ame la vida, o sea, que dé cuenta de lo concreto y
coadyuve a mejorar las condiciones sociopolíticas, que los dominadores y
sepultureros de sueños no destruyan dicha posibilidad.
Esther
Díaz ve la chance para una sabiduría sin disciplinas, éstas han surgido para
dominar al hombre y más aún al que no se parece a lo que los poderes se
representan por tal, es decir, a los que no son racionales, blancos, varones.
En este sentido, la crítica a la razón moderna repercute en lo concreto, puesto
que deshacerse de los grilletes en la cabeza propicia la liberación de los cuerpos
e historias que han sido subordinadas al imperio de lo Mismo; que ya no se
escinda más la mente y el cuerpo, son distintos, pero se requieren entre sí ¿de
qué sirve honrar a la razón, si el cuerpo siente culpa hasta por lo que come?
La dominación pugna por las separaciones, hace inviables los encuentros, no
sólo el de la mente con el cuerpo, sino también el de los otros, pues le
resulta fácil vigilar y controlar las resistencias a partir de los
particularismos.
El conocimiento
en perspectiva sabe que no hay mente en sí misma capaz de observar la totalidad
y que si se quiere una aproximación confiable respecto a ella, es importante
romper con los compartimentos de las disciplinas, o sea, que dejen de hacer
referencia únicamente a sí mismas. Cambiar el modo de pensar va a repercutir en
la existencia, porque el pensamiento es un modo de vida, ya que él es posible a
partir de un contexto, el cual cuenta con costumbres y lenguaje, ambos inciden
en los significados que los sujetos les otorgan a las cosas, los objetos y las
situaciones.
Las
disciplinas y la tecnociencia van cercenando el pensamiento en cuanto creativo
e impugnador de orígenes, los sujetos son determinados a partir de las ideas, y
así, no se deciden a crear otros modos de ser y convivir, el hecho de que no se
decidan tiene que ver con la falta de coraje y el miedo por existir, hay pavor
por la equivocación, porque se ha inculcado que el mundo y las relaciones que
se dan en él tienen que funcionar de manera impecable. Sin embargo, los que
gobiernan se han equivocado frecuentemente y sus errores les han costado la
vida a pueblos enteros, además la naturaleza es destruida sin ton ni son.
La
transformación del modo de pensar no viene a salvar, lo salvífico es para los
que creen en paraísos, no hay salvaciones ahí en donde lo que se requiere es
coraje y deseos por existir. No hay elegidos para llevar a cabo el movimiento en
contra de la modernidad en cuanto cientificista y capitalista, lo que se
necesita es disposición por parte de los sujetos, que se despabilen y dejen el
ego, puesto que el yo en exceso torna imposible la existencia para sí y con los
otros.
No se
desean modos de hablar y actuar idílicos, porque eso es deshistorizar a los
sujetos, lo cual contraviene al despliegue de sus modos de ser, se confía en la
posibilidad de construir un mundo en donde la naturaleza y los diferentes no
sean instrumentalizados en nombre de algún ideal, lo concreto tiene que ser
prioritario, por ejemplo, es una prioridad que los cuerpos estén nutridos y que
no se les coaccione, también es medular respetar y cuidar la naturaleza, pues
el despliegue histórico de la existencia es imposible sin ella.
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