Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 8 N° 1 (2023) / Sección Artículos / pp. 1-17 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 13/12/2022 Aceptado: 22/03/2023
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.087
Violence
and Power.
The other Insertion to the Teaching of the Novice Teacher of Primary
Education
Universidad
Pedagógica del Estado de Sinaloa, México.
ezvargas25@hotmail.com
Resumen.
El presente trabajo, expone
los resultados de una investigación sobre la apropiación y desarrollo de
saberes docentes del profesorado novel durante sus primeras experiencias de
ejercicio profesional en el estado de Sinaloa (México). Las evidencias, permitieron
advertir un ambiente alterno de inserción que aportaba saberes constreñidos por un contexto delincuencial endémico de
comunidades afectadas por el narcotráfico. De ahí que el posicionamiento teórico
atendió las relaciones sociales de violencia y poder ante su valor epistémico re-significante
del efecto choque con la realidad, propio
de esta etapa donde se experimenta una incipiente socialización profesional. La
metodología fue de naturaleza cualitativa con sustento en la etnosociología y la
entrevista de tipo relato de vida, recuperando las vivencias de 70 profesores
nóveles elegidos mediante una muestra no probabilística, caso típico-ideal. Los
resultados se agruparon, según sus recurrencias, en cuatro dimensiones jerárquicas:
1) personal, 2) escolar, 3) comunitaria y 4) delincuencial, acorde con su nivel
de afectación. Entre las conclusiones, se advierte que la inserción del
profesor novel inmersa en un ambiente dominado por la subcultura del
narcotráfico, transfigura el aprendizaje de la profesión con saberes docentes específicos
y utilizables para sobrevivir esta contingencia
dada su influencia intra e inter-áulica.
Palabras
clave. violencia, poder,
profesor novel, inserción, primaria.
Abstract. This paper presents the results of an investigation on the
appropriation and development of teaching knowledge of novice teachers during
their first experiences of professional practice in the state of Sinaloa
(Mexico). The evidence revealed an alternative insertion environment that
provided knowledge constrained by a criminal context endemic to communities
affected by drug trafficking. Hence, the theoretical positioning addressed the
social relations of violence and power in view of their epistemic value
re-signifying the effect of the clash with reality, typical of this stage where
an incipient professional socialization is experienced. The methodology was
qualitative in nature, based on ethnosociology and the life story interview,
recovering the experiences of 70 new teachers chosen through a
non-probabilistic sample, a typical-ideal case. The results were grouped,
according to their recurrences, into four hierarchical dimensions: 1) personal,
2) school, 3) community and 4) delinquency, according to their level of
affectation. Among the conclusions, it is noted that the insertion of the novice
teacher immersed in an environment dominated by the subculture of drug
trafficking, transfigures the learning of the profession with specific and
usable teaching knowledge to survive this contingency given its intra- and
inter-academic influence.
Keywords. violence, power, novice teacher, insertion, primary.
Las dinámicas
sociales que desarrolla una comunidad rural o urbana, permiten advertir que
lejos de mantenerse estática o ajena a los cambios sucedidos a su alrededor se
convierten en puntos de convergencia por el sinfín de intercambios cultuales
que ocurren entre sus integrantes. Dando forma a una identidad específica en
permanente transformación como parte de un proceso evolutivo cuya capacidad de
renovarse, bajo un sincretismo cohesionador, define una de sus principales
características relacionada con el momento histórico en que se encuentre. Todo
ello, representa la adhesión de una doble propiedad que la hace única e
irrepetible a la par que abierta y dinámica por conformar una identidad
socialmente compartida pero a la vez excluyente entre sus mismos habitantes.
Si bien
esta doble propiedad social permite mantenerse renovada al seguir los
movimientos de cada cambio histórico-social, el impacto de las decisiones entre
particulares afectará distintas dimensiones familiares, educativas o morales si
la delgada línea que separa la bondad de la perversidad se desdibuja con el
paso del tiempo. Acorde con esto último, apropiarse de una cultura ajena no
estará exenta de desarrollar una subcultura propia bajo parámetros distintos a
los que la educación axiológica pretende fomentar en sus ciudadanos, derivando,
en última instancia, una contracultura al stablishment
que repercute como caja de resonancia
para algunos sectores de la sociedad, si se presenta seductora o atractiva al
prometer una vida palaciega con la adquisición de poder más allá de la
legalidad.
Una de
sus expresiones, tiene en la subcultura del narcotráfico un fenómeno social del
estado de Sinaloa (México) cuya presencia desde hace 50 años ha permeado en
distintas capas sociales, donde residen y coexisten sus habitantes hasta
convertirse en un problema endémico que incluso engendró uno de los cárteles de tráfico de drogas más poderosos y
violentos, a la fecha todavía operantes. Su ramificación encontró en los
beneficios que promete dicha contracultura, reales o ficticios, un elemento
sugestivo cuando la adquisición de poder a través del dinero se adereza con el
anhelo de lo prohibido como moneda de
cambio, resultado de actividades ilícitas que exigen cometer actos
delincuenciales. Situación que para muchos supone un potente motivador que
facilita insertarse en la vida delictiva, cuando se embellece de un folklor propio (música, películas, mitos, series de
tv), el cual asimila y tergiversa los rasgos culturales de la región donde se
gesta.
Dentro
de este contexto, la injerencia de sus actividades ha trastocado la forma como
se relacionan las personas debido a su incremento exponencial con el devenir de
los años y la escalada en el nivel de violencia. El efecto resultante genera un
impacto en la cotidianidad cuando trayecto profesional, relacional y económico
obliga coexistir en un escenario social con
mascaradas donde la superficie se
muestra pacífica pero subyacen convulsivas realidades, en tanto, la vida lícita
y honrada comparte espacios con la ilegalidad sin llegar a percibirlo. De este
modo, el ámbito educativo resiente los efectos de dicho fenómeno por ser el
filtro donde se decantan los problemas sociales de alumnos y padres de familia,
toda vez que el contexto escolar convive con las secuelas de violencia en cada
región que integra la entidad con los profesores como sus principales testigos.
Sinaloa es
un estado ubicado en el Noroeste de México limítrofe con la Sierra madre
Occidental, dividido en 18 municipios, que comparte el llamado Triángulo Dorado
con los Estados de Chihuahua y Durango[1].
La educación Primaria es atendida por 12, 528 profesores ubicados en 2481
escuelas según los datos que reporta el portal del Instituto Nacional de
Estadística Geografía e Informática ([INEGI], 2022) al cierre del ciclo escolar
2020-2021. Si bien el servicio educativo lo atienden centros tanto públicos
como privados, el ingreso al Servicio Profesional Docente se lleva a cabo vía
examen de oposición dando paso a un añejo y ambiguo ritual de iniciación gremial
que, por lo regular, asigna los nuevos profesores a las escuelas más apartadas.
En este
sentido, el primer contacto que llega a tener el profesorado novel con el
contexto escolar como titular de un grupo (un par de meses o años enteros),
conlleva trasladarse a comunidades alejadas de sus lugares de origen en zonas
serranas con la posibilidad de sufrir un encuentro cercano con grupos
delictivos. Constriñendo un tipo de inserción distinto al que viviría cualquier
otro profesor, amén del factor inexperiencia, dado que no sólo deberá dominar
todas las actividades propias del aprender a enseñar sino que además requiere aprender a superar estas dificultades con
la imperiosa necesidad de asimilar una realidad social compleja y conflictiva mientras va sumergiéndose en un ambiente
tanto desconocido como peligroso, lo cual, supone redimensionar el dominio de
la enseñanza y las interacciones con alumnos, colegas y padres de familia por sobrevenir
múltiples relaciones entre violencia y el poder.
Es
conveniente resaltar que dicha condicionante contextual, emergió como parte de
una investigación de cinco años sobre saberes docentes cuando los relatos de los
participantes evidenciaron diversos incidentes relacionados con la presencia del
narcotráfico en el contexto escolar, entre una clandestinidad ostentosa y el
secreto a voces, por lo que se decidió separarla de una subcategoría denominada
Ámbitos Problemáticos: Extra-Clase para convertirla en un Área de Exploración.
Los testimonios se cohesionaron en torno a la pregunta ¿Cuál es el impacto
formativo que tiene confrontar problemas de violencia y poder relacionados con
la inserción profesional en un contexto escolar por primera vez?, siendo que
dicho periodo marca al futuro profesor dada la extrapolación de problemas contextuales
hacia el ambiente áulico, representando una inmersión social sui generis que edifica saberes docentes
de difícil apropiación en otros espacios.
Para
adentrarnos teórica, epistemológica y conceptualmente a las particularidades de
ésta área de exploración, se recurrió a los postulados de Foucault (1998, 2002,
2014) y Arendt (1993) en torno a las relaciones sociales de violencia y poder
como dimensiones de interacción que utilizan distintos medios para alcanzar
propósitos específicos. En tanto, el primero define las relaciones de poder en
un área de acción singular no belicoso ni jurídico representadas por el efecto
de gobernar, a saber, no como un lugar de violencia o lucha sino desde una
forma de gobierno donde se orientan las fuerzas de cierta manera en lugar de
rivalizar. Por su parte, el segundo señala las particularidades del poder
correlacionadas con una existencia cuando se ejerce con la utilización de
palabras presentes en una realidad específica, así como con los actos cuyas
relaciones generan nuevas realidades.
Acorde
con lo que sostiene Foucault, el poder se caracteriza por orientar las
relaciones entre individuos o grupos como un mecanismo que promueve múltiples
acciones con el propósito de inducir que unos sigan a otros. Se entiende que el
poder representa una acción sobre otras acciones que conforman un vínculo no
como objeto propio sino identificado en determinado tipo de acción. Este modo
de actuar en ejercicio del poder tendrá un efecto colateral que pretende
afectar posibles actividades presentes o futuras por medio de dominación y
represión que incita, induce, seduce, facilita o dificulta la acción del otro
sujeto desde su propia acción coercitiva.
Por
contradictorio que pueda parecer, supone un potencial presente en actos
concretos de la realidad ejercido sobre sujetos libres quienes se enfrentan en
un campo de posibilidades con diversas formas de conducta, reacciones y
comportamientos. La relación con el acto de gobernar, según afecta las
conductas de sujetos y grupos no ceñidas a grupos políticos o regulación del
Estado, constituye un campo de acción posible en donde las relaciones de poder
intentan guiar cada uno de sus actos hasta regular un resultado potencial con
sometimiento sin que necesite validarse por el consenso. El consecuente arraigo
de las relaciones de poder en las comunidades incluye una forma de convivencia
social posible de acción sobre otras acciones, cuyos vínculos establecidos no
se reducen a instituciones ni órganos estructurales que prescriban a la
sociedad.
Una
premisa relevante de este planteamiento es la inmaterialidad del poder por no
ser un objeto o una cualidad que se obtenga de manera independiente, esto es,
el poder no existe por sí mismo más bien se entiende como un tipo de acción
intrínseca de los sujetos que lo producen, aun cuando su meta no solo sea
influir en los individuos como en la relación entre ellos y sus actuaciones.
Cada una de las acciones tomadas modificarán acciones presentes cuando se
ejerce con la presencia de un vínculo tácito, lo cual explica la ausencia de
una propiedad acumulativa donde a mayor poder mayor influencia. Empero, esta
libertad de acción envuelve el concepto de violencia como dispositivo limitante
del potencial de los sujetos que suprime eventualidades no dispuestas, de modo
que poder y violencia apuntan hacia las potencialidades demostrando objetivos y
formas diferentes de intervención.
Ahora
bien, Arendt define la existencia del poder cuando se ejerce en efecto ante un
conjunto específico de palabras y determinados actos vivos que agotan su
significado en la actuación. Coexistiendo un espacio entre sujetos quienes al
actuar también hablan y esta característica es lo que llega a limitarlo; sin
embargo advierte la confluencia entre poder, fuerza y violencia como principios
que definen vínculos en dicho espacio mientras las relaciones generadas no son
determinantes de otras realidades, más bien crea nuevos vínculos y entornos. Por
consiguiente, el poder tiene un límite externo condicionado a vínculos entre
discursos y acciones desde un sentido productivo o destructivo según la
relevancia de los componentes fuerza y violencia.
Coincide
conceptualmente al señalar que el poder no puede almacenarse o tener una
reserva como instrumento de violencia utilizable ante una emergencia, es decir,
solo existe en su propia realidad cuando palabra y acto permanecen articulados
mientras que en la ausencia de dicha realidad se alejará. Su presencia es lo
que, en cierta medida, mantiene unida a la esfera pública al ser un espacio
donde los sujetos actúan y hablan e incluso puede dividirse sin disminuir su
injerencia, dado que la acción recíproca de poderes genera contrapeso y
equilibrio que genera más poder mientras prevalece su acción. Si bien la
preservación de la esfera pública implica que el poder sea la sangre vital del artificio humano puede
ser destruido por la violencia más que por la fuerza y esta solo puede
destruirla el poder, por eso siempre está en peligro ante la inminente
organización de la minoría.
La
coyuntura señalada permite considerar a la violencia más instrumental y
trascendente en todas sus formas al servir como medio para diversos fines,
aunque poco efectiva frente a la fuerza cuando las singularidades pueden
resistirla, luchar o sobrellevarla. El alto grado de capacidad que tiene para
enfrentar al poder incluye la facultad de individualizar sus componentes, como
la fuerza, pero a la vez anularlos por completo mediante la coacción, siendo
posible que sea utilizada según la intensidad requerida sin que la supresión
total sea su objetivo final, dicho por el autor nadie puede gobernar sobre muertos, según se mantenga como
potencialidad de supresión y control sin llegar a ser letal.
Cada uno
de los saberes apropiados para la enseñanza (Rockwell
& Mercado, 1986) liga un proceso de construcción que cimenta el trabajo del
profesor en interacción con los alumnos, al analizar y dosificar los materiales
curriculares e interactuar con otros actores escolares dentro y fuera del aula.
Al respecto, Mercado (1991) describió que la requisa de información se relaciona
con la enseñanza intra e inter-escolar, manteniendo atado este proceso a una raíz
cognitiva por la reflexividad intrínseca que impone la enseñanza misma al
profesorado. Entonces, la ulterior construcción de saberes se encadena con la
vorágine de interacciones suscitadas en un tiempo-espacio, donde cada una de
las experiencias con sujetos, actividades, contenidos y dimensiones
socio-educativas es analizada desde el contexto donde se encuentre el centro
escolar.
Cabe
señalar que en la apropiación y construcción del saber hacer no hay objeto aprehendido que lo determine (Villoro,
1982), en otras palabras, no se refieren a objetos o situaciones del mundo sino
a las posibilidades de interactuar con ellos, mediante la acción, como
oportunidades que promueven aprender a realizar alguna actividad. De modo que quien
sepa realizar dicha actividad, tiene por lo regular algún saber proposicional
sobre ella y adquiere determinadas características, aunque este proceso de
aprendizaje no puede suponerse lineal o causal, es decir, aun cuando la pericia
en la realización práctica de una actividad provee saberes sobre ella los
saberes resultantes no implican su realización (no por leer mucho de didáctica
se sabrá dar clases).
Asimismo,
aprendizaje del profesorado se encuentra vinculado a su experiencia laboral por
ser una actividad irrepetible para cada uno, exponiéndolos a múltiples
situaciones prácticas (Tardif, 2004) en las que paralelamente aplican saberes y
constituyen el saber del trabajo sobre saberes mediante procesos de reflexibilidad, recuperación, reproducción
y reiteración de lo que saben, a fin
de utilizarlo en lo que saben hacer y producir su propia práctica profesional. Ahora
bien, la literatura sobre las distintas etapas del aprender a enseñar enfatizan el periodo de inserción profesional (Feiman-Nemser,
2001; Marcelo, 2008) ante su relevancia formativa por sentar la base de los
saberes profesionales que se construyen en el inicio de la carrera, la
influencia que tienen en la definición del futuro profesor y representar una
fase crítica que relaciona las experiencias anteriores y los reajustes
efectuados en función de las realidades de trabajo.
De modo
que el proceso de aprender a enseñar confluye bajo una socialización acontecida
durante la etapa de Inserción profesional y a su vez con el efecto choque con
la realidad (Veenman, 1984), según van descubriendo los pormenores de la
práctica, en su mayoría agrestes, así como con la estructuración de un saber
experiencial cada vez más potente con base en los resultados (positivos y
negativos) que obtienen del ensayo-error. En consecuencia, esta etapa adquiere
un matiz sustantivo sobre las previas o posteriores al simbolizar la conexión entre
el alumno recién egresado y el docente que se enfila hacia el desarrollo
profesional (Marcelo, 1991). En lo esencial, constituye un bagaje profesional
que adapta, transforma y transfiere los saberes adquiridos con cada experiencia
según las limitaciones del centro escolar y las posibilidades que existan para
integrarse, tanto en el ambiente social como en el laboral, si existen mayores o
menores certezas contextuales.
El
análisis de las experiencias acontecidas en la etapa de inserción a la
enseñanza, enfiló la investigación desde las premisas del enfoque cualitativo, encuadrada
en una perspectiva interpretativa-naturalista (Álvarez-Gayou, 2003) que viabiliza
acceder a la percepción subjetiva de la realidad donde vive el sujeto y permite
el uso de diversas técnicas interactivas, flexibles y abiertas (Bisquerra,
2004). En este caso, captando la óptica particular del profesor novel como
filtro del contexto natural donde se ubica su realidad escolar desde diferentes
dimensiones, a fin de obtener una visión holística de la cotidianidad social relacionada
íntimamente con un contexto delincuencial.
De tal
suerte que los aportes de la Etnosociología (Bertaux, 2005), representan un método
pertinente para los objetivos planteados, en esencia, al estar basada en el
trabajo de campo y la obtención de datos cualitativos, toda vez que el fenómeno
identificado con la subsecuente conversión en área de exploración propuso
indagar un objeto social centrado en el profesor novel, inserto en un contexto que
trastoca el proceso de apropiación y desarrollo de saberes docentes durante sus
primeros contactos con la realidad escolar profesional, a saber, un fragmento socio-histórico
de su trayectoria formativa que exhibiera cómo se configuraban las relaciones y
dinámicas sociales en contacto con grupos delincuenciales y la presencia de la
subcultura del narcotráfico definitoria de una realidad que encierra el micro-mundo
de comunidades serranas sinaloenses.
Atendiendo
el propósito de dicho objeto social, se pretendió comprender cómo funcionaban y
transformaban las relaciones sociales entre una actividad profesional
específica, (profesor novel) durante un lapso temporal concreto (primeros años
de práctica profesional docente) y los diversos sectores sociales con quienes interactuaba
(comunidades), considerando que poseen modos de funcionamiento, lenguaje,
valores y antivalores (narco-cultura), desde los cuales se apropian saberes
docentes específicos. Dicha perspectiva integral, implicó registrar la
fragmentación del mundo social edificado en torno a una actividad profesional como
categoría de situación: profesores nóveles en tránsito por la etapa de inserción
profesional.
Se utilizó
la entrevista en modalidad Relatos de vida (Bertaux, 2005) como técnica
principal para recopilar los datos, misma que se diferencia de otras por atender
una doble interpretación: del sujeto que relata y del entrevistador que
registra, sobre la cual se reconstruye de manera subjetiva la experiencia
vivida en un espacio-tiempo determinado. Acorde con lo anterior, se diseñó un
guión que describiera las interrelaciones de los participantes en el ambiente
áulico y las situaciones que emergían extra-clase, dándoles voz para reconstruir
y darle sentido a la experiencia situada al exterior, esto es, los contextos
sociales donde iniciaron su ejercicio profesional como espacios que proveían
conocimiento práctico (Beaud, 1996), por ello, adquiere relevancia la
yuxtaposición de los sucesos o eventos acontecidos que se recuperan desde la
dimensión episódica del sujeto (Tulvin, 1983) como un proceso que codifica y
almacena experiencias personales de un contexto espacio-temporal vinculado con
hechos y acontecimientos.
La
selección de los participantes, requirió la construcción progresiva de una muestra
con sustento en la No probabilística de caso típico-ideal (Rodríguez, et al.,
1996) con un total de 70 docentes: 50 mujeres y 20 hombres. Se definió un
perfil específico con características que incluyeran: 1) estar como docente
titular de grupo, 2) no rebasar los tres años de servicio, 3) ser egresado de
una Institución Formadora y Actualizadora de Docentes, 4) no haber cursado un
posgrado. La búsqueda requirió un ejercicio de mapeo en diversas bases de datos
al inicio de los ciclos escolares (cuando se entregan los oficios de asignación
posteriores a los concursos de oposición) ubicando a los docentes en municipios
al norte y centro del estado como Choix, El Fuerte, Sinaloa de Leyva,
Badiraguato, Mocorito, Culiacán, Cosalá, Elota, San Ignacio, entre otros.
En la
medida de lo posible, nos trasladamos a las escuelas para entrevistar a los
participantes y registrar las condiciones de práctica, así como comprender
mejor el desarrollo de actividades bajo sus características, no obstante, la
mayoría fueron efectuadas en el municipio de Mazatlán. Se decidió que el guión
de la entrevista girara en torno a los conceptos violencia y poder, evitando
centrarlo en el narcotráfico, dado que sería más conveniente emergiera desde la
experiencia biográfica descrita e incluso la selección de diversos casos
permitiría contrastar diferencias y similitudes, aportando una mayor riqueza de
posiciones y puntos de vista que superaran las singularidades y alcanzar
construcciones de sentido sobre los componentes sociales de la situación experimentada
bajo un filtro tácito descriptivo de los mecanismos que regían la comunidad.
Los diálogos con cada participante fueron
grabados en un dispositivo de telefonía móvil, habiendo sido acordados los
lugares, días y horas según sus posibilidades. Se utilizó una bitácora de
análisis (Hernández, et al., 2014), como instrumento de apoyo con el que se
registró información sobre el procedimiento y sistematización de los datos, así
como significados, palabras clave, lenguaje corporal y silencios de los participantes
durante las entrevistas, de modo que se lograra obtener una descripción densa
(Geertz, 1973) sobre el nivel de apropiación del sentido, valor y/o
significados de la subcultura delincuencial presentes en su comunidad, mismos
que decantados al interior del ambiente áulico sitúan al profesor novel en
contacto con un micro-mundo, ajeno y hasta cierto punto disonante, donde hay
conocimientos o creencias que hacen la conducta de un individuo aceptable y socialmente
admitida.
Las
interacciones ocurridas en cada escenario donde los profesores nóveles
iniciaron su ejercicio profesional, definen un matiz especial ante la dosis indeleble de violencia y poder acontecida.
Cabe señalar que cada participante fue diferenciado con un código alfanumérico
progresivo del E-1 al E-70, a fin de asegurar el anonimato y ganar su
confianza. Los conflictos vivenciados se registraron y sistematizaron hasta obtener
un patrón riguroso, a partir de las improntas articuladas entre dimensiones de afectación
y saberes apropiados, esto es, aquellos recuerdos con mayor carga emocional y/o
cognitiva que auxiliaron a discernir gradualmente un micro-mundo social con la
presencia del crimen organizado en la vida intra y extraescolar. De todos los
relatos, se eligieron extractos distintivos con la intensión de que sus
interlocutores ilustren de viva voz la experiencia. Los datos se diferenciaron
en Áreas de Influencia hasta constituir cuatro dimensiones, a saber: a)
Personal, b) Escolar, c) Comunitaria, y d) Delincuencial. Mismas que se desglosan
en la siguiente tabla:
Tabla
No.1
Dimensiones y áreas de influencia de la Inserción
Fuente: Elaboración Propia
Una de
las primeras exigencias que el profesorado novel debe cumplir al insertarse
profesionalmente, implica el traslado a comunidades alejadas de sus lugares de
origen. Dejar atrás padres, familia, amigos, pareja, etc., simboliza el término
de una vida anterior y el inicio de una nueva que reclama descubrir las
costumbres, hábitos, rutinas o problemas endémicos de la localidad (Veenman,
1984). El encadenamiento inusual que converge sentimientos de soledad,
melancolía, abandono y frustración se suma a la necesidad de aprender a enseñar
ante un inusual escenario donde la delincuencia enmarca esta doble problemática
con una violencia que ha echado raíces. No resulta sencillo superar una soledad
adquirida de súbito y menos aprender a sobrellevarla o revertirla en los
primeros meses, en tanto, comienzan a experimentar los efectos de una inserción
integral que trasfigura conflictos emocionales sin mucho tiempo para
reflexionar cuando este contexto inexplorado, hábitat del alumnado, se muestra
sin reservas.
-me sentía muy mal, o sea a parte que tenía
ciertos problemas que no me sentía tan bien anímicamente, me dejó mi novio, no
estaban mis papás, me pegó bien duro la soledad, o sea se me juntó todo eso y
luego empezó a haber problemas más porque yo notaba que los niños eran muy violentos,
muy indisciplinados y no me hacían caso y menos aprendían (E-34, Entr.1,
pag.20, reng.1068-1070).
Las
primeras interacciones con los habitantes de la comunidad (en particular las
madres de familia convertidas en informantes claves), ponen en marcha un
proceso deliberado de mapeo en aras de conocer las particularidades del
contexto. De ahí, se atestigua la parsimoniosa atmósfera violenta que acontece,
latente por momentos, muestra del tono privativo de potestad que tienen los grupos
delictivos (GD) y el poder alcanzado cuando recorren las calles armados y usando
ropa táctica,[2] sin que
ninguna autoridad judicial (municipal, estatal o federal) se presente para
detenerlos. No es de extrañar que las mismas madres declaren las relaciones
conyugales que tienen con algunos de sus integrantes, siendo motivo de orgullo
y presunción. Esta primera, pero potente imagen, graba una impronta que subyace
al transcurrir la jornada escolar, el recreo o la hora de salida, momentos en
los que intercambian saludos con disimulado respeto.
-me lo dijeron algunas de las madres pero no
les creía, decían hasta con orgullo “mi marido”, luego ahí nos tocaba verlos,
al principio si me imponía porque traen el “cuerno”[3]
como si fuera una escoba pero noté que era algo muy común, ya después al tiempo
me acostumbré, pero hasta eso nunca tuve problemas con ellos, nunca (E-55,
Entr.1, pag.20 reng.1101-1103).
La
intromisión de los GD en la vida
rutinaria de la población y por ende del profesorado novel, pinta de cuerpo entero
el nivel de control obtenido con una violencia sistemática basada en el miedo (Arendt,
1993). Actividades rutinarias como trasladarse a otras comunidades en el tiempo
libre, la entrega de documentación a la supervisión escolar o viajar de regreso
a sus lugares de origen los fines de semana se convierten en toda una odisea, dado que los caminos y veredas
están resguardadas por integrantes de los GD.
Así pues, las comunidades pasan de representar lugares extraños e inciertos a jaulas inexplorables sin libre tránsito,
cuya reclusión puede extenderse semanas completas sin posibilidad de evitar un
aislamiento que debe asumirse parte de la cotidianidad.
-y esas cositas pues si también como que nos
perjudican pues, y la lejanía a lo mejor que no pueda bajar y que no puedo ni
siquiera regresarme o si tengo que entregar un documento el martes, perdón por
lo regular son los jueves y ya es viernes pues qué caso tiene que me regrese
por tres horas y me regrese el mismo día pues, o sea que me regrese el
siguiente, y el supervisor mismo dijo “sabes qué, “sabes qué no se puede
subir”, me dijo, “hubo otra balacera y es peligroso, es viernes y no vas a
poder trabajar”. (E-39, Entr.1, pag.33, reng. 1789-1791)
Con el
pasar de los meses, el nivel de contacto con los GD tiene un inevitable e indirecto aumento exponencial. Observar sujetos
armados en vehículos a toda velocidad o escuchar detonaciones de armas de fuego
será cada vez más recurrente, no siendo fortuito el efecto radical que provocan
estas experiencias como dudar en la elección de la carrera o la posibilidad de
abandonar la enseñanza (Veenman, 1984), debido al estrés que sobrellevan con
cada eventualidad y sentirse en peligro inminente. La confrontación de una situación
disonante que pone a prueba el temple y la determinación del profesorado novel,
dispone para un gran número de casos asumir una postura de aislamiento mental centrado en el trabajo escolar y los alumnos como
únicos acompañantes. Se define así, un mecanismo cognitivo de respuesta que trata
de racionalizar su estancia y abstraer (un par de horas) la situación
contextual, focalizando su energía hacia la vida al interior del aula.
-entonces ahí fue que me di cuenta ya después
ya llegaron al rancho y ya me tocó verlos armados y todo, se estaban disparando
entre ellos, pasaron bien rápido en sus camionetas, es de las cosas que te
impacta, me asusté mucho pero no se podía hacer nada pero de pronto me
preguntaba si había escogido bien la carrera, la verdad quería salir corriendo
(risas) pero llegó un momento en que me aislé de todo, solo me concentré en mis
alumnos para no pensar (E-21, Entr.1, reng.1075-1080).
Estos
primero meses en contacto con la vida delictiva, pueden guardar un paralelismo
con los primeros años de vida del profesorado novel y recalar en aspectos tan privados
que trastocan su ejercicio profesional, debido a la pérdida de un familiar.[4]
Para quienes lo vivenciaron, llega a convertirse en un rasgo que comparten con sus
alumnos, creando un vínculo muy profundo que desdibuja la línea entre lo
personal y lo profesional al sentir que comparten el mismo dolor y sufrieron la
misma pérdida. Al acceder a estos páramos
intrapersonales, bastante trágicos, se sacuden recuerdos y emociones por visualizarse
en el espejo de los alumnos, más aún, si esto motiva burlas o bullying al interior del aula como ellos
mismos lo vivieron, movilizando asumir una actitud de consuelo con actividades
de enseñanza que atiendan su fragilidad emocional, reflejo vívido de una etapa
anterior que desea olvidarse.
-había un alumno que sí, que le dijeron de su
papá, que si su papá lo había ido a verlo al evento y dijo, me acordó de mí por
la muerte de mi papá, que dijo que no, que porque a su papá lo habían matado,
entonces uno, los plebillos son bien así que quieren saber y uno le dijo “¿Y
cómo lo mataron?”, entonces él niño se quedó así como que, como cuando yo me
quedaba que me preguntaban, ¿De qué lo mataron?, hizo así y agachó la cabeza
“no pues lo mataron en la sierra” dijo, entonces ya los demás le dejaron de
preguntar (E-6, Entr.1, pag.19, reng.1051-1058).
De esta
manera, la soledad que compaña al profesorado novel en sus primeros años de
ejercicio profesional sujeta a un inevitable, progresivo e intenso acercamiento
con determinadas experiencias violentas, divergen el proceso de apropiación de
saberes docentes (Tardif, 2004) en contacto con diferentes sujetos o
eventualidades contextuales. Siendo sustantivo aprender y valerse de las reglas
del micro-mundo donde ejercen para asegurar su supervivencia mientras resisten
los cambios y dificultades en comunidades inmersas en un ambiente de ilegalidad.
A pesar de que dicha comunidad posea rasgos que extiendan los límites morales o
legales hacia extremos atípicos aceptados socialmente, requieren continuar con este
proceso de apropiación hasta concebir un espíritu de lucha y fortaleza, aun
cuando no correspondan a sus propios principios y deseos, más allá del simple
dominio de las rutinas y gajes del oficio docente.
El micro-mundo
social donde interactúa el profesor novel se expande hasta colisionar con el ejercicio docente. Inicia el doble proceso de enseñar
y aprender a enseñar (Marcelo, 1991) adherido a las actitudes, comportamientos
y creencias interiorizados por los alumnos desde una subcultura violenta que promueve
su apropiación fuera de la escuela. El simple acto de explorar los
conocimientos previos, expone una visión tergiversada de la realidad sin recelo
de su expresión inhumana. Por ejemplo, obtener como respuesta cortar cabezas, al explorar los trabajos
y oficios de sus padres, exhibe un vocablo infausto que expresa en solo dos
palabras el arraigo de una vida criminal como tradición oral (Arendt, 1993), en
tanto, supedita la vida dialógica del aula a padecer giros pedagógicos inesperados
para los que no están preparados.
-una ocasión les pregunté, les dije “¿Díganme
un oficio?” y un niño me dice “cortar cabezas”, entonces ya me quedé “cortar
cabezas” me sorprendió, no supe que pensar pero ya empecé a decirle que eso no
era un oficio y empecé a darles un sermón ¿no? (E-18, Entr.1, pag.20,
reng.1071-1073).
Al
respecto, la enseñanza de contenidos (actividad sucinta del acto educativo), coloca
al profesorado novel ante una realidad que describen los alumnos con una frialdad
inverosímil. No por nada, al advertir que sus principales referentes giran en
torno al narcotráfico, limitan los comentarios negativos o críticas hacia estos
ilícitos cada vez que hacen mención, al mismo tiempo aprenden a suavizarlos para aprovechar la confianza
alcanzada como una oportunidad que genere conciencia. De esta manera, van descubriendo
los matices de la enseñanza y su función como agentes de cambio cuando asumen todo
el peso de la educación sobre sus hombros (Marcelo, 2008), siendo poco a poco
más selectivos en la dosificación y oportunidad de cada tema en lugar de seguir
una secuencia cronológica sin meditar en las características del grupo.
-pues sí, como platicando por ejemplo de
profesiones y eso a qué se dedican, pues de repente si dicen “mi apá siembra” o
que, o la “mota” o algo que se venda, hay pues la “mota” y eso si pues, les
digo que es el trabajo de sus papás, lo que si es que no, que no la consuman, y
que pues ellos traten, si les pongo mucho de trabajo, “sus papás se van a
trabajar fuera, se van a sembrar o algo, o trabajan sembrando droga pues,
mariguana pero se van a sembrar desde la mañana llegan en la noche, llegan
sudados, sucios, cansados, ¿Ustedes quieren algo así?, si les doy ese tipo de,
de comentarios de que ellos, y véanme a mí, yo trabajo aquí, estoy cómodo,
trabajo debajo de un aula, tenemos abanicos, tenemos aire acondicionado. (E-29,
Entr.1, pag.24, reng.1302-1318)
La dificultad
que encadena cubrir y atender los contenidos curriculares ante una imperiosa narco-cultura
que permea las escuelas, adhiere la irrupción de efectos colaterales como el
intermitente ausentismo de alumnos durante semanas completas, si así lo resuelven
los padres de familia, debido al enfrentamiento entre grupos rivales por el
control de las rutas de trasiego en los caminos vecinales, mismos que conducen
a las escuelas. Pasados estos lapsos sobreviene un déficit programático cuya disyuntiva
involucra resolverlo mediante una enseñanza
duplicada (Villoro, 1982), es decir, detenerse a cubrir los contenidos
pendientes o seguir avanzando sin dilación; aunque en ambos casos se ralentiza
el trabajo por necesitar sesiones extra después del tiempo lectivo.
-por ejemplo, que lleve yo un camión y les
enseñe cómo es la ciudad que existen calles y tienen nombres los niños no lo
están viviendo pues, en el caso de mi comunidad que los niños no bajan por las
problemáticas de violencia y eso de grupos de narcotráfico, cada que había
viajes de que bajaban la droga casi nadie venía, de los alumnos, y era un
problema porque me retrasaba en lo del programa. (E-70, Entr.1, pag17, reng.922-926)
Ahora bien,
un hecho sumamente sensible que impacta directamente en la vida diaria del aula
y la conducta de los alumnos procede de la amistad entablada con integrantes de
los GD, ya que su influencia propicia
actitudes más extrovertidas, hiperactivas e indisciplinadas que van desde interrumpir
las clases al emitir comentarios relacionados con el consumo de drogas hasta
introducir bebidas alcohólicas, incluso, sufrir inexplicables ataques de
ansiedad para salir del salón a buscarlos. Ante esto, las intempestivas escapatorias
provocan una respuesta persecutoria del profesorado novel casi instintiva, atestiguando
la extraña cercanía entre ellos y la raíz de sus expresiones; empero, no meditan
que han desatendido tanto la secuencia didáctica como a los demás alumnos (Rockwell y Mercado, 1986), de modo que la indeleble exposición con los GD persiste con un efecto bastante negativo que se dificulta
corregirlo.
-eran sus amigos aparte se iba a platicar con
ellos, llegaba todos los días, según crudo porque se había echado una “caguama”
y un churro de mota con ellos, eso decía él ¿no?, en una ocasión me llegó con
una “botella” a la escuela, lo tuve en primero, platicamos yo y la MEE con sus
papás, con la mamá, no tenía papá, y que se salía del grupo corriendo y llegó
con los “Sicarios” y yo llego con la maestra, “Maestra”, yo con los ojos más
abiertos de lo que los tengo, “Maestra” le digo el Orlando y la maestra salió
por él, la directora. (E-66, Entr.1, pag.20, reng.1089-1101)
Empero,
la cercanía llega a ser parental (alumnos hijos de padres delincuentes),
complicando más la relación docente/discente y las interacciones en el diario
acontecer si además coincide ser hijo del mandamás
del pueblo (líder de GD). Bajo otras
circunstancias los eventos rutinarios no representan un riesgo cuando se
aprende a enseñar progresivamente mediante el ensayo-error (Tardif, 2014), por
el contrario, aquí se antepone una aprensión para no ser demasiados enérgicos,
autoritarios o rigurosos a pesar del estilo personal, deseos o gusto por la
disciplina. Se aprende a tratar estos alumnos con bastante permisividad, pasando
por alto la falta de entrega de tareas, conductas no muy violentas, salidas sin
permiso o juegos sin relación con las actividades, aun cuando signifique un
trato desigual con el resto del grupo, evidencia de la cercanía del crimen
organizado y las relaciones de poder implícitas en el aula (Foulcault, 2002).
-pues primero pude conocerlos, ya estábamos
casi a concluir pues en mayo y pues ya están inquietos por salir pero si pues
conocerlos, ver si hay mira ese niño esto, conocer sus nombres, fue cuarto
grado nada más como un mes, que pues conocer de quien era hijo, porque hay que
tener cuidado y esas cositas, pero hasta eso el que manda allá en el pueblo no
es una persona agresiva pues, a pesar de eso su niño va muy bien. (E-51, Entr.1,
pag.26, reng.1436-1444)
No es
casual que las primeras pláticas entre profesorado novel y dirección del
plantel giren en torno a explicar las reglas
de convivencia escolar (Veenman, 1984) que deben seguirse como guía precautoria
al trabajar con los alumnos, sugiriendo aplicar medidas disciplinarias
relajadas o de preferencia sin utilizar correctivos severos. Aquí, el
aprendizaje de la profesión constriñe la adecuación de la enseñanza a las
características del grupo cuando el trabajo diario y la convivencia adquieren
un sello distintivo tanto selectiva como preferencial (Foucault, 2014), extendiéndose
hacia el trato con padres de familia en juntas o reuniones al ser convocadas
por alguien percibido con autoridad reducida (no siendo una visión generalizada)
cuyas opiniones se atienden con reservas.
-la directora me comentó cómo eran ciertos
papás o sea para que tuviera cuidado en no ser muy firme con algunos alumnos…me
sugirió aparte de tolerancia que no fuera a ser un poco agresivo con ciertos
niños, pues con los hijos de los cabecillas de los que mandan en el pueblo o de
los que son un poquito, también hay papás que son muy agresivos si es que tú le
dijeras algo al niño lo pudieran tomar a mal aunque fuera un simple consejo o
un regaño, una llamada de atención. (E-8, Entr.2, pag.2-3, reng.95-114)
Como
puede notarse, el ejercicio de poder que tienen los GD no solo constriñe social y económicamente la zona bajo su
control, sino también permea la cultura escolar al inducir una política escolar interna (desconocida
para el profesorado novel) que restringe aplicar la normatividad establecida
(Tardif, 2004), de modo que ningún alumno será reprobado o castigado sin previa
consulta con la dirección del plantel y plática con sus padres, a fin de evitar
confrontarlos si estas medidas no eran de su agrado. Entonces, las sugerencias
de la dirección se convierten en sutiles
advertencias que encauzan este lapso inicial para conocer con mayor detalle
al grupo mientras se aprende a tomar la mejor decisión: sobrellevar a los
alumnos para no poner en riesgo su vida y causar un problema a la institución si
incitaba que un padre tomara represalias.
-tuve otra experiencia difícil cuando quise
reprobar un niño, hay me la llevé por lo suave con la mamá porque su papá era
uno de los sicarios y entonces ya le dije yo que, le dije “no pues lo que usted
me diga”, me dice “pues lo voy a comentar con mi esposo”, ahí me dio pues miedo
y ya me dijo “no pues dice mi esposo que no”, “ha bueno” le dije, “está bien,
no hay problema”, si dije entonces ni modo y lo pasé, no, no ahí la política
que nos daba la directora era de que, cuando se tratara de cosas con ellos, que
mejor no nos metiéramos en problemas (E-22, Entr.1, pag.21, reng. 1122-1129).
Los instintos primarios de supervivencia imperan
y orientan la inserción del profesorado novel en las incipientes actividades
escolares, aportando una germinal comprensión de la cultura escolar y las
conductas intra-áulicas conforme experimentan sucesos con distintos niveles de violencia.
No sería razonable suponer que todos sus actos permanecen apalancados a la
visión que ha construido del contexto social y la manera de sobrellevar el
ambiente áulico; sin embargo, las eventualidades que afectan su vida
profesional repercuten emocionalmente hasta abstraerse al interior del aula
como un dispositivo de conservación que trastoca el aprender a enseñar, afecta
sus propias nociones educativas y orienta la toma de decisiones (Rockwell
& Mercado, 1986).
Del mismo modo, insertarse en el centro
escolar trasciende su propia particularidad conforme va edificando una noción
del nosotros vinculada con las
rutinas de trabajo, una regulación institucional y la coerción social
imperante. Las eventualidades propician adoptar dicha cultura escolar como
parte del proceso natural de integración, dejando atrás sus propias necesidades
e incorporando las necesidades del centro escolar, dado que profesor novel y
escuela cohabitan en un mismo contexto violento recíproco que re-significa el
espacio donde confluye esta simbiosis socio-escolar-cultural.
Las
actividades ilícitas que constriñen un contexto social cada vez más evidente, sustentan
una identidad forjada entre los pobladores al calor de violencia y poder del
narcotráfico (Arendt, 1993). Adoptada como estilo de vida, extiende los usos y
costumbres de la comunidad alrededor de la escuela donde la escucha de narcocorridos es su ejemplo más vivo,
sin que sean desconocidos aquellos sujetos que integran los GD por ser un gran porcentaje
originarios de la misma comunidad, quienes casados y con hijos constituyen una narco-comunidad dentro del poblado
mismo. Asimismo, la atracción que exhibe adherirse al grupo delictivo dominante
en la zona suscita la migración de personas también relacionadas
sentimentalmente con mujeres de la localidad cuyos hijos, reproductores del
ambiente violento aprendido en casa, provocan que las funciones del profesorado
deban ajustarse a estos inconvenientes.
-si todavía está, todavía, si yo creo…más
porque son unos de ahí y ya tienen familia ahí y así, también me tocó tener un
niño hijo de un narco pero de Mexicali, y así también pero no era nada violento
el niño pero a veces si me pedían permiso para, para llevárselo quince días
porque se iba a ir a Mexicali y cosa así y ahí es la cuestión “pues que le
digo”, les tenía que decir que si. (E-60, Entr.1, pag.20, reng.1109-1115)
El
ejercicio del poder de estos GD no
solo se impone mediante la violencia, también recurren a otras actividades que
garantizan la lealtad de pobladores y
tolerancia de docentes mediante un altruismo
ilegal con aportaciones económicas o de infraestructura aplicadas periódicamente
en las escuelas. Dichas donaciones eran
aceptadas por los centros escolares, aun conociendo la procedencia ilícita del
dinero, por significar una ayuda extra que mejoraba la calidad de la vida
escolar (Foulcault, 2001). La precariedad en la que se encuentran las escuelas
rurales, racionaliza el alcance del poder económico ilegal como un efecto Robin Hood, amparado en un
financiamiento que nadie se atreve a cuestionar ni provoca sobresaltos si
reciben aires acondicionados en la escuela secundaria o cubren por completo el financiamiento de algunos festivales en
la escuela primaria, significando un secreto a voces entre los habitantes y
tema de conversación con el profesorado novel.
-¿Comentario del niño?, no, pero la gente
decía y si porque regalaba el día de las madres, nos regalaba toda la comida
para las mamás o a la secundaria le regaló un montón de minisplit y así era
muy, aparte porque no trabaja en Culiacán, trabajaba en Mexicali. (E-57, Entr.1,
pag.20-21, reng.1116-1120)
Bajo
este contexto, el clima social de las comunidades coexiste en permanente
conflicto por mantener el poder (Foulcault, 2014). La lucha con otras células
delictivas de diferentes poblados, se convierte en una extensión de la
violencia que conlleva una rivalidad por el control de la zona entre grupos
antagonistas. Entre los pobladores se arraiga un encono que involucra familias
enteras, protagonizando sendos enfrentamientos como parte de una guerra
declarada entre ellos. No se trata ya solo del trasiego de enervantes, sino
además un creciente sentimiento de odio fomentado a partir de su división, lo
cual, limita la presencia del profesorado novel a simples espectadores que caminan
por las calles del pueblo entre gente armada quienes, contradictoriamente, llegan
a ser bastante amables en su trato sin atreverse a molestarlos.
-pues si está allá, o sea entre ellos no hay
problema pero aquí de Sinaloa o sea nosotros pasamos por Sinaloa, Sinaloa de
Leyva el pueblo está hacia el fondo, tuvieron como una problemática entre
familias, eso yo pensé primero porque uno según era del “Chapo” y otros eran de
“Beltranes”, cuando hubo esa ruptura entre ellos, de esos cárteles, pero
ahorita no, fue de familias, entonces, que los de acá del pueblo tuvieron un
enfrentamiento con familias de acá y ya las riñas que son, son entre ellos,
como son pleitos que son, que se heredaron pues, pues si andan las personas
armadas y eso pero no, o sea hay ningún problema entre ellos y nosotros. (E-5, Entr.1,
pag.24, reng.1288-1298)
En este
sentido, se comprende que el entendimiento del micro-mundo social donde inicia
el profesorado novel su ejercicio profesional, a través de una intensa y gradual
capacidad de adaptación, también va preparándolos para tomar decisiones cada
vez más autónomas que edifican un
micro-mundo propio, asumido en cierta medida contingente, ante los eventos
violentos originados en el exterior que se reproducen al interior del espacio
áulico (Rockwell
& Mercado, 1986). Concretando un proceso integrador
bajo la sombra de las condiciones contextuales
que no dejan de constreñir dichas decisiones.
Este
vínculo profesorado novel-comunidad, sostiene todo un sistema de referencias
que va siendo apropiado y permite dilucidar el funcionamiento del micro-mundo
donde se inicia profesionalmente. De modo que su capacidad de adaptación,
expuesta a condiciones extremas y disonantes, personifica un factor clave para
integrarse poco a poco; no obstante, va más allá de solo acumular antigüedad o
aprehender los usos y costumbres del ambiente social, ya que su naturaleza voluble
decanta un ciclo en permanente cambio, extrapolando circunstancias ignotas que emplazan
la movilización de nuevos saberes docentes convertidos en habilidades para
responder a las emergencias contextuales.
La
dimensión más extrema de esta área de exploración encarna vivenciar de forma directa la presencia de los GD, a veces esporádica, con encuentros
personales y/o atestiguar enfrentamientos armados. Es relevante el proceso
heurístico ulterior que sobreviene ante dicho ambiente conflictivo, motivando
al profesorado novel indagar las razones que subsisten de su reproducción en el
aula (Rockwell & Mercado, 1986). Aquí, las Maestras de Educación Especial
(si se contaba con esa figura) tienen un rol relevante para comprender el
arraigado fanatismo criminal en la
escuela. Se expondrá una paradoja espacial
ante la colindancia de escuelas y casas de seguridad[5],
compartiendo el mismo terrero, en tanto, dicha cercanía (sinsentido) facilita
la convivencia entre alumnos y los GD,
de tal suerte que logran observar algunos detalles de su vida delincuencial.
-entonces yo veía que se peleaban mucho y le
pregunto a la MEE, oye ¿Por qué son tan violentos los niños?, y me dice “Haaa,
me dice, es que no te ha tocado”, me dice “pero aquí en frente están los malandrines”
ellos son sicarios, haaa me dice, entonces yo también en el recreo escuchaba
que jugaban a los “malandrines” y se andaban matando. (E-14, Entr.1, pag.20,
reng.1073-1080)
La
presencia de los GD personifica una
imagen poderosa y sin paragón de este micro-mundo surrealista. El encuentro con el profesorado novel se deriva, como
se comentó, de enfilarse hacia las casas de seguridad ante las salidas espontáneas
de los alumnos, viéndose de pronto frente a frente. La impresión de tenerlos cerca,
completamente armados con ropa táctica y la cara cubierta resulta impresionante.
Demostraban un poder draconiano que indirectamente
se ha convertido en parte de la cotidianidad de su actividad profesional y
aumenta el efecto del choque con la realidad (Veenman, 1984). La impronta es
permanente, recuerdan con claridad y detalle el pánico sentido, no saber cómo
reaccionar e incluso olvidarse del alumno fugitivo y esperar a que alguien más lo
regresara. Esta escena, bastante recurrente, expresa cómo los GD envuelven un factor habitual que si
bien provoca miedo e incertidumbre deben acostumbrarse.
-si hombre, en una ocasión Orlando se salió
corriendo de la escuela porque se iba a aventar al canal, enfrente esta un
canal, entonces yo me fui corriendo detrás de él y me impactó mucho porque
nunca los había visto y entonces levanto la vista, porque estaba frente de la
escuela la casa de seguridad de ellos, ya volteo y veo a todos con la pechera y
el “cuerno” y lo que hice fue meterme a la escuela (risas) y la directora salió
por Orlando (risas) porque yo no, no, me moría de miedo. (E-17, Entr.1, pag.20,
reng.1082-1089)
Los
momentos más críticos de esta relación crimen organizado/escuela, tienen
diversas implicaciones ante los enfrentamientos armados entre bandas rivales o
con cuerpos policiacos. Su consecuencia más conflictiva, provoca tener que
tirarse al suelo del salón, esperando que nada malo ocurra con los alumnos a
pesar de que sucedieran en parajes lejanos, ya que no exime el riesgo del
altercado. Destacan entonces dos reflexiones que derivan de estos sucesos.
Primero, el sentimiento de pertenencia creciente que va uniendo cada día más al
profesorado novel con el grupo ante una situación extrema de riesgo, dado que pasado
el trauma, la prioridad era asegurar la integridad del grupo y continuar con las
clases. Segundo, la evidente pérdida en la capacidad de asombro de algunos los
alumnos quienes no presentaban crisis nerviosas, a diferencia de sus maestros,
sino que podían volver al trabajo y continuar sin mayor reparo.
-incluso si hubo encuen…enfrentamientos,
entre ellos, con la policía, pero gracias a dios ocurrieron algo lejos pero en
el horario de clases, imagínate, no nunca, nunca, nunca se metieron con
nosotros pero, pero pues no dejaba de, de causarte, cierto temor (E-31, Entr.1,
pag.20, reng.1104-1106).
Es
comprensible que al egresar de la formación inicial docente, no se está
preparado para confrontar un contexto escolar que obliga descubrirlo
progresivamente; no obstante, insertarse en comunidades absorbidas por la subcultura
del narcotráfico sale de toda proporción, si se tiene en cuenta que sus reglas,
usos y costumbres han configurado un tipo de interacción imbuido de violencia y
poder mucho tiempo antes de que arriben a las escuelas, requiriendo dilucidarla
en la medida que permita resolver conflictos emergentes y encontrar una fuerza vital para resistirlos. En suma,
demanda seguir sus reglas para
integrarse socio-escolarmente, convertido (sin intención) en un reproductor de
este micro-mundo y en dicho esfuerzo asegurar su propia reproducción
profesional. Entonces la convivencia diaria con los GD es tolerable más no admisible, ante el riesgo latente de la
próxima eventualidad y esperar el cambio de adscripción lo más pronto posible.
El
profesorado novel, asume un rol de explorador incipiente que se aventura en
descubrir el micro-mundo donde se inserta por primera vez profesionalmente, llevando
a cabo un auto-descubrimiento como profesional de la enseñanza que conjuga la
apropiación de diversos saberes docentes, muchas veces sin siquiera desearlo o reflexionarlo.
Entre ellos, los saberes derivados de la práctica permiten advertir la
influencia del contexto en el espacio áulico, en este caso, la estructura y función
de las relaciones violentas e imbuidas de poder entre comunidad, escuela,
docentes, padres de familia y alumnos, siendo protagonista de un proceso de
socialización profesional que va más allá de la natural conformación de identidad
docente, cuando su especificidad abarca diferentes dimensiones, tanto formativas
como traumáticas, derivada de la experiencia.
Los
relatos de cada profesor novel son un vivo ejemplo del impacto que tiene la
etapa de inserción por las diversas condicionantes de la enseñanza profesional,
en lo específico, su traslado e inmersión hacia un contexto desconocido, en el
estado de Sinaloa, donde la presencia de grupos delictivos suscita adoptar una
subcultura violenta entre sus habitantes, apuntalada con el poder del
narcotráfico como elemento seductor, trastocando el orden social y escolar. Entonces,
el proceso de aprender a enseñar obliga incluir esta realidad para asimilar la confrontación
de problemas más cercanos a oficios judiciales. De ahí que el choque con la
realidad escolar se vivencia con mayor intensidad por extenderse a diversas
dimensiones que implican una traumática inserción, aislamiento áulico, empatía con
sus alumnos y redescubrir su actividad profesional como alternativa de cambio y
superación, a saber, la educación.
Toda vez
que al encadenarse lo social con lo escolar, tiene un efecto que modula la
conducta de los alumnos con resultados difíciles de atender por el profesorado
novel cuando chocan con una subcultura anegada en un ambiente que ensalza antivalores,
aunado a su inexperiencia para tomar decisiones y una creciente permisividad
institucional, mientras las luchas de poder entre bandas rivales permea la vida
de sus pobladores hasta convertirse en un modo de vida con el siguiente ajuste de cuentas. Todo ello converge en
el centro escolar, convirtiendo las interacciones con madres de familia y
alumnos en puntos de inflexión que alteran la dosificación, seguimiento y
evaluación de contenidos curriculares, a tal punto que no sólo deben aprender a
decorar el salón, dirigir juntas con padres de familia, identificar los ritmo y
estilos de aprendizaje o utilizar estrategias lúdicas, sino también cómo
confrontar la intensa relación con el contexto y sobrevivir en el intento.
Entonces,
la poderosa impronta que genera esta urdimbre de caos, violencia, poder,
ilegalidad e impunidad, promueve aprender a convivir con sus efectos durante el
tiempo lectivo, más aún, cuando la escuela comparte el mismo espacio con los GD. Convirtiéndose en un factor sensible,
mientras la influencia negativa en el comportamiento de los alumnos conlleva
elevar los deseos por convertirse en uno más de ellos o normalizar las
actividades ilícitas, dentro de un círculo vicioso interminable, evidenciando
su gusto por el desorden e indiferencia total hacia la autoridad docente con
resultados lamentables como violencia exacerbada o vejaciones entre compañeros,
amén del peligro que resultaba tenerlos como vecinos y continuar aprendiendo a enseñar.
Por
último, es oportuno señalar un fenómeno inusitado que saltó a la vista y refleja
un anacronismo en esta de por sí compleja realidad escolar donde interrelacionan
grupos delictivos y profesorado. Sin ánimo de convertirlo en una apología de su
actuar ni eufemismo de la ilegalidad que minimice el nivel de violencia, mucho
menos un sentido de moralidad o respeto hacia la vida humana, dicho ambiente de
barbarie mostró un dejo de luz en
forma de ambigua cortesía hacia la
figura del docente. Siendo recurrentes las muestras de respeto, apoyo e interés
de varios pobladores para atender las necesidades del profesorado novel en
diferentes momentos. Asimismo, ningún relato expuso la pretensión de los GD en acceder a las aulas, interrumpir
el tiempo lectivo, molestar a las profesoras, tratar de secuestrarlas o incluso
atentar contra su vida, limitándose a mantener una distancia casi autoimpuesta en
la periferia de las escuelas. Eventualmente, exterioriza un matiz de la diametral
convivencia entre la docencia como actividad que aporta un bien a las comunidades
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[1] Definición otorgada desde los años 70 del siglo XX, a una región
montañosa de difícil acceso en el Noroeste de México y con alto nivel de
pobreza, cuya ubicación la hizo idónea para el trasiego de drogas.
[2] Pasamontañas, chaleco antibalas, fornitura, botas, radios de
telecomunicación.
[3] Nombre coloquial que se da al fusil de asalto AK-47 de fabricación
rusa.
[4] En su mayoría el padre por dedicarse al narcotráfico y pertenecer
al crimen organizado.
[5] Lugares de alojo y resguardo de células delictivas.