Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 8 N° 1 (2023) / Sección Artículos / pp. 1-18 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 01/02/2023 Aceptado: 13/04/2023
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.088
Teachers´ Educators’ Identity:
The Significant Other in Intimate Times and Spaces Key
Universidad
Nacional de Mar del Plata;
Facultad
de Humanidades,
Departamentos
de Ciencias de la Educación,
Departamento
de Lenguas Modernas,
Instituto
de Investigaciones sobre Sociedades, Territorios y Cultturas (ISTeC),
Centro
de Investigaciones Multidisciplinares en Educación (CIMED),
Grupo
de Investigación en Políticas Educativas (GIEPE).
Mar
del Plata, Argentina.
delaurentisclaudia@gmail.com
Resumen. A partir de los aportes de la
investigación (auto) biográfica narrativa y enmarcados en la concepción de
anclajes para la identidad de Rom Harré, este artículo se propone recuperar de la
manera en que docentes, mentores, colegas y estudiantes aportan a la configuración
de la identidad profesional de docentes formadores de docentes. Los relatos de
veintisiete docentes participantes de una investigación realizada en el seno
del Grupo de Investigación en Educación y Estudios Culturales (GIEEC) y llevada
a cabo para el programa doctoral en Humanidades y Artes de la UNR, recuperan
desde la intimidad los espacios y personas que marcaron el camino de sus
elecciones profesionales y sus prácticas. Los profesores a cargo del ciclo de
formación docente de los profesorados que se dictan en la Facultad de
Humanidades de la UNMDP narraron sus vidas y prácticas en entrevistas en
profundidad y grupos focales. Parte de los hallazgos señalan que, más allá de
la formación disciplinar, las afectaciones que imprimen de docentes y mentores a
lo largo de toda la trayectoria educativa, colegas que acompañan en lo
cotidiano y los estudiantes que habitan sus aulas se entraman con cuerpo,
nombre, autoconciencia, memoria y posicionamiento discursivo, anclajes que
enmarcan este estudio en la compleja urdimbre que configura sus identidades.
Palabras clave. identidad profesional docentes,
investigación (auto) biográfica narrativa, anclajes de la identidad, docentes
formadores, otros significativos.
Abstract.
Based in auto (biographical) narrative inquiry, this article aims at recovering
the way in which teachers, mentors, colleagues and students influence the
configuration of teachers´ educators’ professional identity. The narratives of twenty-seven
teachers participating in a doctoral investigation carried out within the GIEEC
(Educational and Cultural Studies Research Group) in Humanities School at UNMDP
and related to a doctoral program in Humanities and Art offered by UNR, were
framed in the idea of anchors of identity deployed by Rom Harré. The narratives
recover the intimacy of spaces and people which shaped their professional
choices and practices. The teachers, in charge of the pedagogical courses for
the teachers’ education programs at Facultad de Humanidades in UNMDP, told their stories and
practices during in depth interviews and focus groups. Some of the findings
show that, beyond disciplinary education, the affections exercised by teachers
along their educational paths, daily interaction with colleagues and with students
that inhabit their classrooms are weaved in a complex fabric with body, name,
self-conscience, memory and discursive positioning which are the anchors of
identity, theoretical framework of this study.
Keywords. teachers’
professional identity, (auto) biographical narrative inquiry, identity anchors,
teachers’ educators, significant others.
La pregunta por la identidad profesional
docente se nos aparece hoy como un camino sinuoso y pleno de bifurcaciones. A
pesar de que los itinerarios del aprendizaje se presenten hoy como derribando
las paredes de las instituciones educativas para fluir por medios de
comunicación y plataformas digitales, la figura del docente sigue siendo clave
como articulador de experiencias significativas en la tarea de educar. Quizás
porque la pedagogía es una situación emocional que involucra a docentes y
estudiantes en toda su vulnerabilidad e incertidumbre (Britzman, 2013),
afectación que las otras experiencias no ofrecen aun, es que los devenires de
la identidad de los docentes resultan clave para definir ese encuentro.
Nos
proponemos en este artículo presentar parte de los hallazgos emergentes de
nuestra investigación doctoral cuyo foco fue la identidad de docentes
formadores de docentes. La investigación, de corte biográfico narrativo, se
sumergió en los relatos de 27 profesores que forman parte del ciclo de
formación docente de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de
Mar del Plata. El trabajo de campo se extendió a lo largo de un año, en que
estos docentes brindaron generosamente sus tiempos y sus vidas relatadas a la
investigadora por medio de entrevistas en profundidad y grupos focales,
intercambios de mails y whatsapp y tres grupos focales. Este
texto recuperará las íntimas relaciones de estos docentes formadores con
espacios y personas que marca(ro)n su identidad profesional y que devienen
talismanes (Sennet, 2012, pp. 347- 348) provocadores de cambios significativos.
Con este propósito introduciremos el marco teórico que nos permitió aproximarnos
a estos gestos íntimos que devienen identitarios, definiciones metodológicas
que nos abrieron el camino para finalmente presentar los hallazgos ya
mencionados.
Enmarcar
la idea de identidad profesional docente se convierte en un desafío para quien
hoy, en tiempos de continuos cambios y extrema fluidez se aventure en la
empresa de indagarla. Quienes hemos abrazado la investigación narrativa como
camino encontramos en la concepción de extensibilidad histórica de
Bruner el sustento suficiente para abordar la identidad. Las narraciones no se
presentan de manera aislada, sino que sus elementos continúan y se expanden en
otras narraciones. “Construimos una ‘vida’ creando un Yo para conservar la
identidad que se despierta al día siguiente siendo prácticamente el mismo”
(Bruner, 2003, p. 163). Es solo a través de la configuración de esos relatos
que nos convertimos en quienes somos (Aguirre, Porta y Ramallo, 2022, p.3). Sin
embargo, en el marco de la investigación doctoral nos propusimos abordar esta
categoría compleja también desde otras ópticas que aportaran densidad sin dejar
de sostener una flexibilidad que se hace indispensable para el análisis
contemporáneo.
En
primer lugar, desde la teoría cultural, Hall (2003, p. 13) y su idea de
categorías que funcionan bajo borradura a falta de otras que las actualicen y
las superen nos abrió el camino para explorar autores que permitieran recuperar
aquello que permanece y nos hace los mismos sin obstaculizar la idea de cambio
y fluidez identitaria propia de nuestros tiempos. Desde la psicología social,
Rom Harré nos aportó la idea de anclajes identitarios que con el entramado de
otros autores se convirtió en el eje del análisis de los relatos provistos por
los docentes. Para este autor, la manera en que organizamos nuestra experiencia
involucra una teoría acerca de nosotros mismos que necesariamente nos concibe
como una unidad. Todo lo que es personal en nuestra vida mental y emocional es
el resultado de la adquisición de una teoría internalizada a partir de la
realidad concebida como una conversación. Las personas deben así pensarse como
producto social. El autor se propone lidiar con el problema de la singularidad,
de cómo es posible que criaturas cuyas mentes son el producto de procesos
sociales, puedan sin embargo distinguirse de sus pares sociales y destacarse
como verdaderos individuos (Harré, 1984, pp.17-26). Aparecen así los cuatro
anclajes: el cuerpo, el nombre propio; la autoconciencia y la
memoria y por último las demandas de interacción (Revilla, 2003) que
aparecen relacionadas entre sí en un complejo entramado que sujeta a la
identidad y a su vez les permite fluir en los relatos biográficos.
Este
último anclaje, también llamado posicionamiento discursivo aparece como
central para los hallazgos que nos ocupan. Harré presenta las demandas de la
interacción en función de la idea de rol, a la que reemplaza por la de posicionamiento
en su concepción de la producción discursiva de la identidad (Davies y
Harré, 1999, p. 221). Este anclaje provee la coherencia y estabilidad
necesarias para la interacción social. La configuración de la identidad
personal viene de la mano de las convenciones culturales. Entre todos los
proyectos posibles, configuramos nuestra identidad como la búsqueda de la
singularidad. Lo que podríamos ser surge de la interacción con otros (Davies y
Harré, 1999, pp. 259-261). La identidad social, en el marco de la propia
singularidad surge de la interpretación que otros hacen para distinguirnos como
únicos, su función en este sentido es convencer a los demás de que poseemos
ciertos atributos especiales (genealogía, manera de sentir, pensar) para que
así nos perciban (p. 279). Es por ello por lo que Harré y Davies proponen la
idea de posicionamiento que amplía la concepción de rol, asociada
tradicionalmente a la identidad docente, ya que enfatiza los aspectos dinámicos
en un marco de encuentro discursivos, mientras que el rol enfatiza lo ritual,
estático y/o formal. Este aspecto pone de relieve la manera en que las personas
se posicionan en sus prácticas discursivas y como el aprendizaje de estas
contribuye a configurar la “subjetividad” (Davies y Harré, 1999, pp. 216-217).
Los autores consideran a la conversación como generadora de productos sociales
y marcan diferencias con autores como de Searle y Austin al considerar que un
acto de habla no está determinado sólo por la intención del emisor sino por la
interpretación de todos los que participan en el intercambio. Más aun, el
posicionamiento de los participantes determinará el significado social de lo
dicho. En este contexto, los autores consideran al discurso
…entendido como el uso institucionalizado del
lenguaje y de sistemas simbólicos semejantes al mismo. La institucionalización
puede ocurrir en los niveles disciplinario, político, cultural y de grupos
pequeños. Puede haber también discursos desarrollados alrededor de un tema
específico, tales como género o clase. Los discursos pueden competir unos con
otros o bien crear versiones de realidad distintas e incompatibles. Conocer
algo significa conocerlo en términos de uno o más discursos. (Davies y Harré,
1999, p. 219)
Siguiendo
a Frazer, Harré y Davies, podemos considerar que la identidad personal-social
se expresa solo por las posibilidades que brindan las categorías disponibles en
el discurso. Es así como la variedad de posiciones disponibles en las prácticas
discursivas contribuye a la configuración identitaria. El sujeto se apropia de
metáforas, argumentos e imágenes propias de cada posición, adquiriendo así una
visión particular del mundo. Sin embargo, los posicionamientos son variados y
en ocasiones, contradictorios, de allí que los autores conciban la identidad
como una pregunta abierta cuya respuesta cambia de acuerdo a los diferentes
espacios que se ocupen en las interacciones, constituyéndose y
reconstituyéndose continuamente. A pesar de esta dinámica, quienes ocupan
diferentes posiciones traen consigo su historia a cada contexto particular
(Davies y Harré, 1999, pp. 220-222). Las diversas posiciones que podemos ocupar
conllevan expectativas. Es así como en ocasiones el complejo entramado de
posiciones que ocupamos nos obliga a elegir entre demandas contradictorias, en
la que las emociones relacionadas a nuestras experiencias personales y a las
relaciones intersubjetivas presentes y pasadas ocupan un lugar central: las
categorías y emociones encuentran su sentido en la autobiografía que nos
otorgan los relatos (Davies y Harré, 1999, p. 234).
Los
autores integran la configuración identitaria a partir de los elementos
analizados en función de los posicionamientos discursivos y las demandas de
interacción:
Experimentamos estas identidades como si
fueran enteramente nuestra creación. Tomamos las prácticas discursivas y los
argumentos considerándolos nuestros y los entendemos en términos de nuestras
particulares experiencias. El sentido de continuidad relacionado al concepto de
ser una persona particular se compone por una corporeidad continua, impregnada
de continuidad espacio-temporal y de interpretaciones compartidas de las
posiciones del sujeto y de argumentos disponibles entre las posiciones. A
través de narrativas textuales y vividas se aprende, dentro de un argumento
consistente, a ser una persona particular, no contradictoria (Davies y Harré,
1999, p. 135).
Este
recorrido nos aproxima a la necesidad de recurrir a las narrativas de los
docentes como herramienta para hacer emerger su identidad.
Para Van
Lagenhove y Harré (2016), las prácticas discursivas aparecen como centrales a
la hora de establecer una identidad social. Señalan incluso que, para construir
ese sentido de unidad histórica que permite identificarnos, es necesario
recurrir a diferentes y en ocasiones, contradictorios, relatos biográficos. En
este sentido, coinciden con Reenogreena Glandore quien al introducir a Bruner
en La educación como puerta de la cultura sostiene una doble función
para las narrativas: por una parte, son nuestras propias narraciones las que
permiten la construcción de la identidad, una versión de quienes somos.
Por otro lado, es la cultura, por medio de las narrativas, quien nos ofrece
modelos de quienes podríamos ser, contribuyendo de esta manera a esa
configuración (Glandore, 1990, p. 15). Es por esta razón que nos es imposible
desprender de nuestra perspectiva teórica a la narración.
Este
entramado entre narrativas de vida, identidad y cultura es el corazón de la
tesis bruneriana: los procesos cognitivos y culturales que guían el auto relato
de narrativas de vida llegan eventualmente a dar forma a nuestra experiencia
sensible, a la manera de organizar nuestra memoria, a segmentar y construir
esos eventos que conforman nuestra vida hasta el presente y nos conducen
hacia el futuro. Nos convertimos en nuestras narrativas autobiográficas,
aquellas por medio de las cuales relatamos nuestra vida. La vida vivida es, de
esta manera, inseparable de la vida contada. En un sentido freudiano, para
Bruner la vida no es como fue, sino como es interpretada y
reinterpretada (Bruner, 2004, pp. 692-708). De allí que las narraciones
biográficas no sólo sean una expresión de la identidad docente, sino que formen
parte esencial de su proceso de configuración (Delory-Momberger, 2009, p.37).
La
identidad y la investigación narrativa se entraman de manera compleja. Las
narrativas emergen como teoría que nos permite comprender los relatos y a la
vez como método que nos brindan las herramientas para abordar las identidades de
quienes relatan. Clandinin y Connelly sostienen que los humanos llevan por
naturaleza vidas relatadas y elaboran narrativas sobre estas vidas. Quienes
encaran una investigación narrativa, a su vez, describen esas vidas,
coleccionan textos de campo y escriben historias sobre esas experiencias y esas
vidas (Clandinin y Connelly 1996, p. 29). El estudio de las narrativas entonces
es el estudio de la manera en que experimentamos el mundo. Esa experiencia,
atravesada inexorablemente por el tiempo, se estructura en tres dimensiones
críticas correlativas a las ideas de pasado, presente y futuro. El pasado
otorga sentido, el presente, valor y el futuro denota la intención de quién
narra. El sentido de la narración está implicado en estas tres dimensiones
(Connelly y Clandinin, 1990, pp. 2-9).
En el
contexto de la investigación educativa, Connelly y Clandinin distinguen tres
significados de la narrativa. El primero es el fenómeno que se estudia, en este
caso la narrativa como producto escrito o discursivo. Lo que llamamos relato.
El segundo concierne al método de indagación empleado, la forma de construir el
objeto de investigación y analizarlo. Bolívar, Domingo y Fernández se referirán
a este sentido como narrativa. El tercero comprende la utilización que se
efectúa de los materiales recogidos para investigar ese fenómeno y de las
narrativas así producidas para fines, por ejemplo, de formación profesional.
Nos encontramos así frente al triple sentido que alude a la narrativa misma, a
la investigación narrativa y al uso que se haga de la narrativa (Bolívar Boitía,
Domingo Segovia y Fernández Cruz, 2001; Clandinin, 2006). Miradas teóricas que
se entraman con el camino metodológico.
La
complejidad que la exploración de la identidad profesional de los formadores de
formadores implica, hace preciso buscar lugares de encuentro entre paradigmas
más allá de los conflictos y las controversias (Guba y Lincoln, 2012, p. 41).
La investigación cualitativa se nos presenta en palabras de Vasilachis como un
“espléndido mosaico” que abraza metodologías, perspectivas y estrategias desde
distintos enfoques y orientaciones. En esta diversidad de presupuestos y
métodos, que implican a su vez distintas maneras de concebir la/s realidad/es y
de qué es lo que constituye evidencia para la construcción del conocimiento,
radica también la dificultad de definirla (Vasilachis, 2006, pp. 24-25). Para
Denzin y Lincoln (2005) la investigación cualitativa es un campo por derecho
propio que entrama términos, conceptos y presupuestos en una red de
disciplinas, campos y temas interconectados en contextos situacionales
complejos. Yuni y Urbano destacan su “carácter dialéctico, flexible y adaptable
a las particularidades del objeto de estudio y del contexto en el que se lo
aborda (2005, p. 85)”.
La
investigación cualitativa es esencialmente multimétodo. Esta característica
produce tensiones que la problematizan, entre ellas las cuestiones de
representación y la de legitimación de las interpretaciones. Tradicionalmente
estas cuestiones se zanjaban recurriendo a la idea de triangulación que se
servía de un amplio abanico de métodos que aseguraran una comprensión profunda.
Hoy esta idea se ve superada por la imagen del prisma que permite que esa
variedad refleje y refracte sentido a la vez, invitando a explorar diferentes
maneras de comprender el contexto, de sumergirse y fundirse a la vez en nuevas
realidades (Denzin y Lincoln, 2005, pp. 1-22) en consonancia con la idea de pensamiento
complejo de Morin (2000). Esta forma de indagar no se configura a partir de una
colección determinada de técnicas y herramientas, sino más bien de presupuestos
epistemológicos, ontológicos y metodológicos acerca de qué y cómo mirar, de qué
manera manipular lo que vemos, cómo interpretarlo y comunicarlo (Vasilachis,
2006, p. 27).
Dado el
paradigma teórico-metodológico desde el cual abordaremos la identidad
profesional docente, nos es imprescindible una mirada hermenéutica que sustente
la idea de la narración como manera de construir la realidad, y más
específicamente de manifestar la identidad de quienes prestan sus voces a esta
investigación. Esta reconstrucción de la voz del formador de formadores se hace
necesaria si consideramos que prácticas docentes y subjetividad son
inescindibles y de allí la necesidad de incorporar estas cuestiones
identitarias a la construcción del conocimiento pedagógico (Sverlick, 2012, p.
21).
Siguiendo
la tradición de trabajo del Grupo de Investigación en Educación y Estudios
Culturales (GIEEC) radicado en la Facultad de Humanidades de la UNMDP, en cuyo
marco se realizó esta investigación, nos sumergimos durante este proceso de
indagación en el método biográfico narrativo instaurado en el ámbito de la
investigación educativa a partir del giro narrativo en las ciencias sociales.
Según Bolívar este giro es paralelo a la crisis de la modernidad: perdida la fe
en los grandes relatos, la tendencia es abordar lo social desde los pequeños
relatos personales (en Porta, 2010, p. 203). Creemos que su énfasis en
considerar a las narrativas como la manera en que los hombres experimentan el
mundo (Connelly y Clandinin, 1990, p. 2) la convierte en la herramienta
apropiada para alcanzar nuestros objetivos. Las narrativas producidas por los
docentes permitirán la emergencia de su identidad, resaltando su carácter
intersubjetivo y social.
Consideraremos,
al igual que Bolívar las narrativas como
[por un lado] a la cualidad estructurada de
la experiencia entendida y vista como un relato; por otro (como enfoque de
investigación), las pautas y formas de construir sentido, a partir de acciones
temporales personales, por medio de la descripción y análisis de los datos
biográficos. Es una particular reconstrucción de la experiencia, por la que, mediante
un proceso reflexivo, se da significado a lo sucedido o vivido (Bolívar, 2002,
p. 5).
Es por
ello por lo que teoría y método se dan en una densa trama difícil de
desenredar. No tiene sentido intentarlo, ya que el objeto es comprender, más
que explicar.
Los
docentes que aportaron a nuestra investigación habitaban la Facultad de
Humanidades acompañando a los futuros docentes. En ese momento se dictaban en
dicha Facultad una tecnicatura, seis carreras de posgrado y quince carreras de
grado, dos de ellas con modalidad a distancia (a las que se han sumado varias a
la fecha, tanto de grado como de posgrado). Entre ellas se encontraban los
profesorados de Historia, Letras, Filosofía, Geografía, Bibliotecología y
Documentación e Inglés. Las carreras dependían de ocho departamentos divididos
por criterios disciplinares (mdp.edu.ar/humanidades, 2018). Sin embargo, los
profesorados escapan a la lógica de esta organización compartiendo los espacios
disciplinares de estos departamentos junto a los del Ciclo de Formación Docente
a cargo de un noveno departamento: el otrora departamento de Pedagogía (OCS
1163/98, 1998), que pasa a llamarse en 2011, en virtud de la aprobación de la
Carrera, cerrada por la dictadura y reabierta en 2019, Departamento de Ciencias
de la Educación. El ciclo, aún hoy, está conformado por cinco asignaturas
divididas en tres áreas. A estas se suman las didácticas específicas y los
espacios de práctica docentes que se articulan en el ámbito de la formación
disciplinar específica y que constituyen la sexta materia del ciclo.
Los
docentes que prestaron su colaboración son quienes están a cargo del dictado de
las seis asignaturas comunes a todos los profesorados que se dictan en la
facultad, salvo el profesorado de inglés cuyos alumnos sólo cursan dos de las
materias del ciclo como parte de su propio ciclo de formación docente. La
población fue seleccionada en base a un estudio exploratorio que incluyó a
informantes claves que nos señalaron los docentes que por experiencia y
formación serían más representativos sin distinguir los cargos en que ocupan.
Desde un
inicio el tema de investigación demandaba un diseño flexible que nos permitiera
andar y desandar los caminos propuestos. De acuerdo con Mendizábal (2006), este
tipo de diseño se desarrolla de manera circular, evoluciona y cambia,
manteniendo sin embargo “equilibrio móvil, los elementos constitutivos deben
‘dialogar e interactuar’, presentando así la idea de totalidad integrada (p.
67)”. Siguiendo este principio orientador, se realizaron 29 entrevistas en
profundidad, las cuales fueron transcriptas y remitidas a los entrevistaos para
su autorización, en la que los docentes eligieron un nombre que los
identificara para guardar coherencia con el marco teórico construido. A partir
de las 27 entrevistas autorizadas y los CVs y documentación provista por los
docentes se construyeron historias de vida cuyo análisis se vio enriquecido con
los aportes de esos docentes en tres grupos focales que permitieron ahondar y
cristalizar las categorías emergentes hasta el momento. Es a partir de esa
hospitalidad brindada y de la generosa entrega de estos docentes que los
siguientes hallazgos fueron cobrando forma.
Sennet
nos habla de la manera en que los cambios experimentados durante décadas pueden
subsumirse en el recuerdo de una cara o un lugar y convertirse en una especie
de talismán que representará a esa experiencia transformadora (Sennet, 2012,
pp. 347- 348). Es con esta idea que nos disponemos a recuperar los territorios
espacio-temporales que habitaron y habitan esos cuerpos y las personas que con
sus demandas de interacción operaron de talismanes en los que anclan hoy las
identidades de los docentes formadores de docentes. Atendiendo a que el
posicionamiento asumido en los diferentes ámbitos en el que les toca
desempeñarse es uno de los elementos de las interacciones y a que estos
espacios que recuperamos se constituyen en ámbitos de relaciones e incluso
hasta en campos en la visión de Bourdieu (2007, p. 109) no nos es
posible escindirlos. Por esa razón nos proponemos abordarlos de una manera
entrelazada atendiendo a espacios y personas y a las tensiones que se presentan
como parte de la trama que se anuda en la urdimbre de la configuración
identitaria. Recuperamos así los relatos de los docentes convocándolos con los
nombres que ellos mismos eligieron para ser narrados.
Las
narrativas de nuestros docentes otorgan un lugar de privilegio a quienes fueran
sus profesores y maestros y se constituyeran en referentes para sus prácticas,
ya sea en el espacio de la escuela primaria, secundaria, formación superior, de
posgrado o en el contacto como colegas que colaboran en la construcción del
perfil docente deseado.
La
tensión entre el amor y el desamor aparece entre los rasgos que se destacan en
la descripción de estos docentes que la memoria recupera. Para algunos de los
participantes, el afecto que logran construir en la relación con sus
estudiantes es un recuerdo vívido. María B. y Carmen recuerdan docentes
cariñosas; David rememora la calidez de un docente de matemáticas. Paula,
Micaela y Tessa establecieron relaciones que aún perduran y que comenzaron con
la empatía para Paula, las visitas al lugar veraniego de trabajo para Micaela o
la complicidad durante una escapada en un viaje de estudios para Tessa y que
perduró en el contacto familiar durante su exilio. Paula rescata también en un
docente universitario esta capacidad de generar vínculos afectivos con sus
estudiantes “me impresionaba la llegada que tenía hacia los alumnos, como los
alumnos los reconocían y los querían” características que también Cósimo y
Matías asignan a sus referentes:
tiene algo de lo afectivo que no se ve tan
cotidianamente en los docentes de la facultad, y eso, una pavada, pero el estar
sentado, que pase y te dé un golpe en la espalda, por ahí son pavadas, pero que
van generando en el otro cosas más fuertes o reflexiones que me parecen que son
significativos (Matías).
Esa
afectividad que Cósimo vio por primera vez en el trato de su padre con sus
estudiantes, con gestos que quizás hoy no podrían reproducirse y le producen
nostalgia:
Mi viejo invitaba a los alumnos a casa y
hacia hamburgueseadas, y jugábamos al ping pong, yo jugaba al ping pong con
chicos de quinto año de la carrera cuando era un niño. Cosas que se podían
hacer en un momento… en una época en donde uno no estaba tan puntilloso con las
cuestiones relativas a la responsabilidad civil, a todas esas cuestiones…
(Cósimo).
Ese
afecto se traduce en generosidad, en la capacidad de brindar oportunidades para
el crecimiento personal en todos los niveles. Así lo relatan la mayoría de los
entrevistados. Algunos docentes juegan roles decisivos para las carreras de los
participantes de este estudio, definiendo su orientación a la docencia; su
ingreso en el ciclo, o incluso generando las condiciones materiales como en el
caso de Daniel, en un momento muy difícil, pudiera concluir sus estudios y
realizar un posgrado:
Le empiezo a comentar [su situación laboral] y
empezó a darse cuenta ella [su profesora] que yo la peleaba… Y entonces me dijo
algo muy importante. ‘Hagamos una cosa’, me dice, ‘vamos a hacer un trato’.
‘Volvé a laburar media jornada [en la planta de verduras] y por cada final que
vos metas, vos va a trabajar en mi casa, vas a trabajar ordenando libros, y por
cada final que vos des yo te doy una compensación…’ (Daniel)
Estas
oportunidades son también para nuestros docentes la apertura a experiencias que
en ocasiones no tienen que ver con lo académico. Atenea destaca como quienes
han dejado una marca indeleble, a docentes de educación física que pudieron
construir respeto y compañerismo. Paula recuerda la experiencia de haber
compartido el nacimiento de la hija de uno de sus docentes más queridos
“estábamos todos atentos a que le sonara el teléfono para avisar que se tenía
que ir a recibir a la hija…” como muy significativa. Tan significativa como la
marca que deja el acercamiento a otros lenguajes que no son el académico para
Carmen, Monona, Micaela, Santiago y Sonia impactada por la fuerza de la
“plastilina[1]”: “Edith Litwin, fue importantísima en el sentido que a mí me gustó
que fue la creatividad y el arte y de la plastilina (Sonia)”. Este vínculo con
los lenguajes artísticos como centrales para la configuración de las
identidades docentes viene de la mano de docentes de manera tangencial, como en
los casos mencionados, de experiencias educativas formales como en el caso de
la escuela de Estética a la que asistió Paula; el Collegium Musicum al que
asistiera Patricia; las clases de danza para Sonia y de música para Turca o de
experiencias de aprendizaje construidas en el seno familia:
Cuando María Elena Walsh apareció en el
mundo, ellos [sus padres] nos llevaban a todos los recitales, y era muy
jovencita en esa época ella, cantábamos con ella y nos divertíamos… o nos
llevaban a ver exposiciones los fines de semana de pintura… al teatro, o sea,
tenía una impronta donde la cultura, en mi casa había mucha música, mucho
libro, nos contaban cuentos… creo que eso sí te va marcando (Patricia).
Estas
experiencias transitadas como centrales no dejan de despertar sensaciones
ambiguas respecto del docente que se proponen ser. Es el caso de Carmen que
recuerda esta oportunidad de conocer el teatro como mérito de una docente que
sin embargo considera antidemocrática:
Vimos a Alfredo Alcón haciendo Hamlet, fuimos
a teatros en… allá en Caminito en la zona de La Boca… todo por ella, digamos
que esa cosa que no me puedo olvidar, con todo ideológicamente opuesto que yo
quiero ser como docente, que no quiero ser una docente que le obture la
posibilidad a la gente de pensar libremente, me permitió conocer el teatro… (Carmen)
Esta
ambigüedad inherente al ser humano es quizás la razón por las que los docentes
entrevistados señalaron como vitales algunas características de los docentes
sin llegar a considerarlos modelos o ideales.
Entre
estas características se destacan la capacidad de habilitar la construcción de
conocimientos significativos en todos los niveles, la capacidad de dar la palabra
a sus estudiantes; la capacidad de comunicar; la capacidad de despertar el
deseo de conocer, la capacidad de generar situaciones de aprendizaje únicas o,
en su gran mayoría, de instalar la pasión por lo que enseñan. No es fácil poder
discernir con exactitud a que se refieren los docentes cuando hablan de
profesores que “abren la cabeza (María B.; Monona)” o “abren mundos (Sonia)”
pero si dan cuenta de experiencias profundas que de alguna manera han dejado
huella. Otros docentes han dejado marca por su carisma “ese vínculo con los
estudiantes, tener esa aprobación y aceptación que te otorgan los propios
estudiantes, que para mí es el reconocimiento más importante (César)” y otros
por su oficio “su orden y su capacidad de trabajo, y su preparación… Y pude
observar como ‘el otro lado’, que también me parecía que necesitaba y que me
marcó mucho también. Esto de cómo trabajar, de cómo enseñar (Cósimo)”. Oficio
que es producto del trabajo y que se traduce en aquellos que “ven, entienden de
qué se trata, saben hablar con el otro, estar atentos a muchas dimensiones al
mismo tiempo (Magnolia)”.
Pero más
allá de estas marcas que pasan por las emociones y las experiencias vividas y
que atraviesan el anclaje del cuerpo y la autoconciencia, encontramos también
cruzadas por la memoria, referentes que se distinguen por entretejerse con los
anclajes del nombre y quizás del posicionamiento discursivo. Los docentes
recuperan el prestigio de sus docentes, tanto en el nivel medio como en el
superior, como señal de buenas prácticas en numerosas ocasiones. Monona
recupera de sus primeros años en La Plata a “uno de los investigadores sobre el
Rosismo que había en ese momento pope, pope, pope…”, Cecilia los de su carrera
que “eran los mismos de Filosofía y Letras” en Buenos Aires y los de la “época
de furor de FLACSO”. Este prestigio que podía venir de afuera de las
instituciones (como en los referentes para Patricia, Micaela, Pluma o Daniel) o
no (como en los casos de Azul y Patricia) en retrospectiva no siempre brilla.
Noemí recuerda a los docentes de secundaria como por “profesionales de nombre
en la ciudad, gente muy preparada, muy vinculada …” pero que sin embargo “eran
los mismos profesores hacia 30 años. Donde nada cambiaba, todo permanecía de la
misma manera, desde el edificio, desde las máquinas de escribir que eran más
viejas que la injusticia, todo. Todo estaba conservado… (Noemi)”. Este prestigio los ponía en un
lugar lejano al que no se podía acceder: “estos profesores así tan renombrados,
¡qué iba a preguntar uno! ¡Nada! No se podía preguntar nada… Solo se admiraba,
con una fascinación que era como que parecen Dios más que profesores (Noemí)”.
Para Cesar, por el otro lado, el prestigio de un docente viajero no implicaba
distancia alguna ya que “era como muy relajada su clase, pero por otro lado
tenía una rigurosidad científica y analítica muy importante y tenía visión que
no había tenido antes (Cesar)”.
No dejan
de aparecer quienes recuerdan docentes a quienes no querrían parecerse,
aquellos que se caracterizan por una conducta marcada por el desafecto. María
B. recuerda a una maestra que no la quería: “Nunca supe bien por qué, pero era
cuestión de piel, pero yo lo notaba…”, Clarita maestras que gritaban mucho;
Matías el maltrato de una profesora y Paula el autoritarismo de sus docentes de
secundaria. Algunos señalan de manera general docentes muy “chatos” o la
secundaría que enseñó a Momo que “docente no ser”. Pluma recuerda que sus
profesores no eran gente feliz mientras que Santiago evoca en un tiempo muy
cercano la incomodidad que la actitud de algunos docentes le provocan: “Es
super interesante trabajar sus formas, son super tradicionales, en definitiva,
tendrían que estar todos callados, mirándote, si no, no se educa, no se
aprende, no nada…”.
En
tensión con esta percepción, otros rescatan haber vivido ambientes pedagógicos
que los enriquecieron y marcaron en su manera de entender la docencia.
Ambientes en los que se vivía una pedagogía de avanzada para Agnese o según
Cósimo, “una perspectiva constructivista, con una línea de convivencia y
respeto, con un proyecto educativo bien claro, bien definido, al menos en ese
momento. Eso se respiraba en la escuela, eso se respiraba en la institución…”.
Cabe
destacar la huella que las prácticas evaluativas de sus docentes marcaron en
quienes participaron de esta indagación. César resalta la actitud de un docente
de matemáticas que se ocupaba de dar devoluciones precisas a sus estudiantes
“cuando la evaluación no era (aún) entendida como proceso”, Carmen y Matías el
reconocimiento que sentían de los docentes que valoraban sus esfuerzos, Noemí
la complicidad con que una profesora pedía que se auto evaluaran “pero era un
juego con ella… Yo no sé hoy, no sé en ese momento que placer me causaba, era
algo entre la profesora y yo, pero yo me preparaba como si fuese a dar el final
de mi vida con ella” y Micaela la honestidad de un profesor que hacía caso
omiso a cuestiones ideológicas en tiempos turbulentos a la hora de calificar.
Por
último, debemos destacar el papel que han jugado un grupo de docentes mentores
en la configuración de las identidades de estos formadores de docentes. Estos
profesores según Magnolia “abrieron el juego” a la entrada de docentes que en
muchos casos se habían alejado o habían quedado fuera del circuito de la
universidad, otros que recién se recibían, algunos que se desplazaban desde sus
disciplinas de origen hacia las ciencias de la educación. Muchos de ellos ya no
forman parte de él y han dejado el espacio a quienes formaron, otros sin
embargo siguen formando y generando oportunidades de crecimiento para el ciclo
como Patricia, Monona, y Sonia. El caso más emblemático es un docente, titular
de una de las cátedras que fue mencionado por veintiuno de los veintisiete
docentes entrevistados como generando alguna instancia que marca su vinculación
con el ciclo o la formación docente “el motor de todo” según Tessa. Esta idea
de docentes mentores es un híbrido en este ciclo, ya que en muchos casos han
sido los maestros de nuestros profesores, devenidos más tarde en colegas
relacionándose en el espacio del ciclo, los departamentos y las cátedras,
espacios que poseen cada uno su propia identidad y problemática.
Como ya
fuera descripta, la formación de los profesorados de la Facultad de Humanidades
se encuentra organizada en un ciclo conformado por cinco asignaturas comunes a
todos los profesorados más una asignatura anual específica de cada carrera.
Esta última no depende administrativamente del departamento de Ciencias de la
Educación, a pesar de articular directamente con él. Esta variedad, y las
particularidades de cada carrera, hace que la composición de los planteles docentes
de cada materia sea muy variada. Esta situación genera dinámicas diversas al
interior de las asignaturas, e incluso casos de excepción cómo la necesidad de
que los adscriptos se hagan cargo de las observaciones de los alumnos
practicantes frente a la licencia por maternidad de la única ayudante en la
cátedra (Cesar).
Al
interior de las cátedras las relaciones se establecen de variadas maneras,
dependiendo de las demandas de interacción que se establezcan. Algunas cátedras
se manifiestan como profundamente democráticas en los discursos de sus
docentes. Estos ponen en valor la escucha a todos los integrantes del plantel
en términos de horizontalidad. Como consecuencia, concebir la cátedra como en
equipo es altamente valorado ya que el esfuerzo individual es, en palabras de
Sonia, “desgastante”. En ocasiones, estos lazos van más allá del compañerismo
traspasando los límites de la facultad hasta constituirse para Magnolia en
verdaderas “compañeras de ruta” en toda la trayectoria profesional (Pluma).
Otros, sin embargo, consideran que las relaciones institucionales son de suyo
complejas y que el establecimiento de jerarquías al interior de las cátedras se
manifiesta como un obstáculo para este tipo de relaciones y que en ocasiones
llegan a convertirse en “un feudo” para Cecilia. Esto se traduce en lo que
Sófocles percibe como “mucha gente a la defensiva… [a la que] le cuesta abrirse
a la alegría del encuentro “y una preocupación por “el discurso, lo cual está
muy bien. Tener un discurso sólido, riguroso, académico, pero también está hay
que tener actitud de hospitalidad, de abrirse al otro”. Estas jerarquías
demandan de los docentes a cargo la “defensa de su gente” según
manifiesta Cecilia y de aquellos que llevan poco tiempo en la cátedra la
necesidad de encontrar su espacio (Momo), de adaptarse (Atenea) o demostrar que
es digno de ocupar ese rol (Matías). Atenea manifiesta respecto del trabajo en
la cátedra:
podría hacerse… podría hacerse… Pero también,
me parece, entender el lugar del ayudante que, por ahí, es decir, bueno, vos
tenés tus propuestas, tus posibilidades, pero en tu ámbito, que es el ámbito de
los prácticos que, por supuesto o vienen bajados, o los acordás… No es una
clase en la que vos das lo que se te ocurre… lo que hay que trabajar es este
práctico, este texto (Atenea).
Esto no
quiere decir que, dependiendo de las dinámicas internas, los docentes tengan
mayor o menor autonomía (Cósimo). Estos espacios no dependen siempre de la
apertura que los docentes a cargo manifiesten (Turca) sino de la capacidad de
los recién llegados de manejar la dificultad que resulta de pasar del rol de
estudiante al de colega. Para Santiago:
El primer cuatrimestre fue muy intenso,
porque si bien yo había leído toda la bibliografía hace tiempo, había cursado
la materia, había preparado el concurso, cada clase volvía a leer todo de
nuevo, a preparar la clase, y trabajarlo, iba aprendiendo de nuevo… todavía es
todo como muy intenso en el sentido de que me estoy formando. (Santiago)
Para, en
definitiva, conseguir el “propio reconocimiento (Atenea)” que permita superar
esa sensación de que “en la facultad nadie me conoce” (Momo; Atenea).
En estas
dinámicas en las que los integrantes de las cátedras buscan y encuentras sus
posiciones es fundamental el papel de quienes están a cargo. Vincular desde el
respeto se torna en una tarea central “porque uno tiene que mediar entre mucha
gente que tiene imaginarios y situaciones muy contrapuestas (Pluma)” para
generar el compromiso fundado en valores compartidos (Turca; Azul, Cósimo,
Pluma) y en oportunidades para pensar la propia práctica (Monona, Patricia,
Turca, Matías). Para lograr estas metas un factor fundamental es la
flexibilidad que los docentes puedan brindar. En algunos casos los profesores
reconocen que la organización de las cátedras resulta poco flexible para
alumnos y docentes (Maranguita; Atenea) mientras que otros hacen gala de una
flexibilidad “extremísima (Hormiguita)”. Es el “irse acomodando (Micaela,
Sonia)” una de las características del docente de nivel superior.
Esta
flexibilidad y la apertura señalada más arriba, se manifiestan al interior de
las cátedras con la valoración que se hace de la diversidad que emerge de la
posibilidad de trabajar multidisciplinariamente (Paula, Cecilia, Santiago,
Matías), del enriquecimiento que implica el trabajo con el otro, ya sea en las
reuniones de cátedra (Carmen), seminarios (María B. , Carmen), el trabajo en
parejas pedagógicas (Carmen, Pluma) o los intercambios en el trabajo cotidiano
(David, Atenea, Cósimo, Santiago, Matías, Daniel, Tessa).
Estas
características se manifiestan no solo hacia el interior sino hacia el exterior
de las cátedras demandando cambios de manera casi continua “porque así de
dinámica es la realidad (Tessa)”. Estos pueden tener que ver con las
perspectivas teóricas (Noemí; María B.), los contenidos (Patricia, Hormiguita,
Micaela, Cecilia, Daniel, Tessa), el material (Noemí, Maranguita, Cecilia,
Cósimo,), las estrategias en las actividades y evaluaciones propuestas (Carmen,
Monona, David, Cecilia, Pluma, Clarita, Magnolia) o incluso con la búsqueda de
otros espacios de formación para los estudiantes al interior del profesorado
(Monona, Cósimo, Pluma, Clarita, Magnolia, Matías). La demanda puede venir de
los estudiantes (Maranguita, Turca, Micaela,), de la propia realidad (Tessa,
Cecilia,), inspiradas por la lectura (Patricia, Hormiguita, Micaela, Cesar,) o
por la actividad de investigación (Monona, Patricia, Micaela, Cecilia, Cósimo).
Esta última demanda toca fibras tan intimas que no implica sólo un cambio
parcial al interior de las cátedras si no que gana espacios por fuera de las
mismas y profundidad al interior de los docentes:
Quizás el grupo de investigación… Por eso
para mí es tan potente todo esto que hacemos, porque pienso que nos ha cambiado
a todos, siento que hay como una corriente de aprendizaje en el colectivo
nuestro docente que participamos del centro y del doctorado… Estamos
aprendiendo un montón (María B).[2]
Santiago
percibe un perfil docente que a pesar de ser difuso se distingue y que María B,
adscribe a quienes “circulan por los mismos espacios” generando un sentido de
“comunidad (María B, Monona)”.
Dar
respuesta a estas demandas es parte de la responsabilidad de que nuestros
formadores sienten y que tiene una doble vía; por un lado, frente a los
estudiantes, en su quehacer cotidiano. Más allá de los intereses superiores e
ideales que estos docentes manifiesten frente a la gran problemática de educar,
son conscientes de los avatares que la vida universitaria implica y no olvidan
que la aspiración de los alumnos es lograr la promoción de las materias. Aquí
es que se cruzan cuestiones que tienen que ver con el posicionamiento de los
docentes en una cátedra, con la que puede o no coincidir ideológicamente, y la
responsabilidad que implica dilucidar la tensión entre lo que las jerarquías le
demandan, lo que su postura ideológica y epistemológica le dicta como valioso
para ser aprendido y la necesidad de los alumnos de transitar las instancias de
calificación exitosamente (Turca, Sonia). Por otro lado, estos formadores
sienten que deben dar cuenta a la sociedad por el trabajo que estos estudiantes
realizaran en el sistema educativo (David), responsabilidad que los obliga a
buscar nuevas y mejores formas de vincular los requerimientos del sistema
superior con los estudiantes reales que la universidad recibe (David) sin dejar
de responder a lo que las nuevas sociedades y sus sistemas educativos demanden
(Cósimo).
Estos
cambios redundan, por otro lado, en la apertura a que alumnos y graduados se
adscriban a las cátedras y vayan ganando espacio. Esto se manifiesta para
algunos docentes como toda una novedad. En algunos casos porque la
recomposición de la cátedra, que no permitía realizar esa tarea por falta de
recursos, se abre (Pluma) o porque precisamente estos cambios a los que
hacíamos referencia transforman a las cátedras del ciclo en un espacio
deseable. Según Cósimo “se ve que la materia empieza a ser un lugar donde los
mismos estudiantes empiezan a ver como potable para adscribirse, les interesa”
Es aquí donde nos encontramos con el otro significativo de más importancia para
nuestros docentes, ya que son su razón de ser, de estar, se crecer en el este espacio
de formación docente: los estudiantes.
Los
estudiantes que cursan el ciclo de formación docentes conforman un colectivo
heterogéneo y difícil de caracterizar hasta para los propios docentes. Catorce
de los veintisiete docentes intentaron hacer una descripción cuyo énfasis
principal estuvo puesto en la diversidad. Diversidad que en primer término
radica en la convivencia en estos espacios de formación de estudiantes de
diferentes carreras que además transitan por estadios diversos en sus
trayectorias. Es por ello por lo que, salvo para las didácticas especiales, las
asignaturas se convierten en espacios de encuentro (Atenea) que contribuyen a
la riqueza en esta formación
…no se conocen entre sí o se conocen de los
pasillos. Entonces en el ámbito de las materias pedagógicas se da un espacio de
encuentro, con otro que no es de tu disciplina. Y eso para mí es altamente
positivo. Primero porque nos hace ver al otro a través de otra disciplina, pero
en definitiva es otro que no conozco, que puedo discutir, que las miradas
siempre están sesgadas por las disciplinas. De hecho, a veces, se dan
discusiones bastante interesantes… (Tessa)
En estos
espacios no solo conviven ingresantes con estudiantes avanzados en las
asignaturas que así lo permiten, si no que se sortean las “lógicas” con las que
el ciclo fue estructurado (Noemí, Paula, Matías). Esto resulta en estudiantes
comprometidos y otros con “un perfil más adolescente (Santiago)”.
Se trata
para David de “los chicos de nuestro secundario” que se constituye dentro de la
facultad en un nuevo “sujeto educativo […] formateado desde la imagen
(Cecilia)”. David los describe
Me parece que antes dábamos por sentado que
el estudiante traía el texto leído, después dimos por sentado que el estudiante
traía el texto, hoy casi no trae el texto. No sólo no lo trae leído, sino que
no lo trae. Y esta me parece que es una cuestión que tenemos que abordar, hay
que buscar estrategias para trabajar con estudiantes que no traen los textos
leídos... […] Pero en realidad, a mí me parece que hay que empezar a generar
estrategias, pensando en estudiantes que vienen sin los textos leídos, porque
en realidad estamos formando gente que van a formar gente que van a venir sin
sus textos leídos. Me parece que hay que empezar a pensar seriamente en esto,
porque los espacios del práctico se están empezando a convertir en pequeños
teóricos y esto no lo digo yo…solo… sino que es una cuestión que en la cátedra
se conversa, entre los tres profes de prácticos estamos intentando empezar…
Estamos empezando a generar estrategias a ver si podemos revertir esta
situación. Qué podemos ir haciendo para que los estudiantes puedan tener un
recorrido distinto por el espacio (David).
Sin
embargo, estos nuevos estudiantes acarrean un viejo prejuicio respecto del
lugar que ocupa el ciclo en su propia formación docente (Carmen, Noemí, María
B. Tessa, Monona Momo, Maranguita, Paula) que los mismos docentes reconocen
haber portado y superado (María B., Monona, Momo) sólo cuando “el estar a cargo
despierta ansiedades que hace que ciertas cosas sean bienvenidas como posibles
respuestas (María B.)”. Para Santiago, desde el punto de vista del estudiante y
al momento de concebirse como formación profesional el ciclo “hace agua
(Santiago)”. Para María B. esto redunda en que los estudiantes sean “difíciles
de conquistar” y propone esa falta de interés como un problema de
investigación.
Esta
dificultad demandará de los docentes una serie de actitudes y acciones que se
encargan de detallar. Los formadores consideran que es su trabajo motivar
(David) generar el deseo (Patricia, María B.), contagiar el entusiasmo
(Magnolia, Patricia), “proponer un horizonte que no se había visto, estirarles
el horizonte, pequeños momentos de descubrimiento que puedan aportar [a la
formación] (María B, Noemí)”. Estos docentes se reconocen en sus estudiantes.
En parte, comprenden el prejuicio frente a la formación docente en lo que
consideran el poco impacto que ellos mismos percibieron en su propia educación
(Monona, Matías). Santiago recuerda un paso por el ciclo en el que el
“lenguaje” de la educación le era desconocido. Como un joven graduado recuerda
los textos: “No los entendía, tenían preguntas que yo no me hacía…” Magnolia
señala: “los veo estudiando contra reloj, resúmenes, subrayado… y cafecito… Y
horas con un cafecito armando un parcial” y aspiran a evitar que pasen por lo
mismo que ellos pasaron (Sonia).
Mirando
a sus estudiantes reconocen el peso que las biografías escolares representan
(Monona, Magnolia, Carmen, Noemí) y buscan alejarlos de la posición de alumnos,
para hacerlos pensarse como docentes (Monona, Paula, Micaela, Agnese, David,
Clarita, Momo, Monona, Matías), con las que no pretenden romper sino sumar
(Monona, María B. y Momo). Un pensarse docente que implica asumirse como
sujetos que tiene que “pensar la educación como un problema (María B.,
Maranguita)” y que la cuestionan (Patricia). Para Sonia y Clarita son casi
colegas. Pero para llegar a esto han recorrido un largo camino. Desde las
materias iniciales del ciclo en las que se les da la bienvenida (Noemí) y en
las que aparecen como los “alumnos que por ahí vienen con menos armas, menos
herramientas para afrontar la facultad, lectoescritura, de lo que es el
aprendizaje de ser estudiante en la universidad (Carmen)”, a quienes les cuesta
argumentar (Cecilia) pero que aun así sorprenden por lo estudiosos
convirtiéndose hacia el final de la carrera en personas que “tiene(n) una
versatilidad para investigar, para estudiar…[…], que pueden enfrentar ese
desafío, saben dónde buscar esa información… pueden, no necesitan que les
expliques porque son chicos lectores, que saben escribir (Pluma) y que
“trabajan muy fuerte (Cesar, Hormiguita)”.
Durante
el trayecto del ciclo de formación estos docentes intentan ofrecer lo que les
interesa a los estudiantes (Micaela, Matías) ya que “no hay aprendizaje si no
hay interés, y otro es que no hay interés si no te conmueven, si no te
movilizan, si no te desafían, si no te provocan, si no te punzan… (Cósimo)”.
Por otro lado, lo que se ofrece también debe ser de interés para el docente.
Tessa sostiene que es importante
hacer cosas con los grupos que a mí me
interesen fundamentalmente, porque si no, si no, no le van a interesar a nadie…
eso me parece que es premisa fundamental, y cuando me veo haciendo algo que no
me interesa no lo hago. Si veo que un autor me resulta plomo, no lo trabajo…
porque sé que a ellos tampoco, porque uno transmite más allá de lo que dice
(Tessa).
No es
extraño entonces que los docentes otorguen un lugar de privilegio a la
comunicación en el aula (Sófocles, Tessa, Magnolia, Sonia), a generar el
dialogo entre los estudiantes (Hormiguita, Santiago, Tessa) y con ellos, lo que
si bien puede llevar a negociaciones agotadoras (Santiago) cimenta en los docentes
la capacidad de la escucha (Paula, Micaela, Agnese, Cecilia, Carmen, Noemí).
Capacidad necesaria para abandonar la idea de educación hegemónica (Noemí) que
intenta colonizar al estudiante como otro, domesticarlo, moldearlo y que
requiere desaprender (Santiago, Maranguita) y acompañar (María B., Santiago,
Hormiguita, Atenea).
Por
momentos, sin embargo, los estudiantes se vuelven fuente de incertidumbre para
los docentes (Patricia, Paula, David, Matías, María B, Noemí) “Dar la clase y
que el alumno te mire y vos no sepas si te está mirando porque no entendió
nada, o porque está aburrido, o porque le pareció una plomada o porque está
pensando que en la casa le pasó tal cosa, que sé yo, es… (Noemí)”. Esta
incertidumbre refuerza la necesidad de conocerlos (Paula) de reconocerle al
estudiante la calidad de otro (Hormiguita Azul, Atenea, Sófocles, Tessa) para
desnaturalizarlos como público (Tessa) y establecer vínculos para los que un
primer paso es nombrarlos (Azul, Paula). Para Sófocles “porque, así como
subsumir significa reducir al otro a mi medida, a mí matriz conceptual, dejarse
interpelar por el dolor del otro, por lo que el otro dice con la cara, con su
gesto, es muy importante en la docencia. Muy importante, no es una cosa
secundaria”.
Los
profesores del ciclo de formación docente reconocen que esos vínculos se
establecen desde distintos lugares. Para la mayoría, surgen del afecto (Noemí,
María B., Monona, Turca, Cósimo, Matías, Santiago, Momo, Maranguita) aunque, en
ocasiones, este no siempre sea de signo positivo (Carmen, María B.). Otros
describen vincularse desde el respeto (Hormiguita, Turca, Atenea), la confianza
(Momo, Turca, Noemí), la sinceridad (Santiago) y la honestidad (Sófocles) que
permite, desde una concepción de un conocimiento nunca cerrado, decir “no sé” a
los estudiantes cada vez que sea necesario (Azul, Cecilia, Sófocles) o exponer
quienes son (María B., David) o lo que producen (Maranguita).
Desde
este lugar la mayoría de los docentes sienten que tienen que dar cuenta de lo
que hacen a sus estudiantes (Carmen, María B., David, Atenea, Santiago) de una
manera natural, como parte de la tarea docente. Tarea que implica ser coherente
entre lo que se dice y lo que se hace (Matías, Carmen), abrirse al otro (Turca,
Agnese, David, Sófocles, Magnolia) y que hace que los estudiantes valoren otro
tipo de conocimientos más allá de los académicos que los docentes les acercan,
en general relacionados a la vida profesional y el funcionamiento del sistema (como
proyectar la jubilación para Micaela, los derechos y los deberes de los
docentes en el sistema para Clarita, cómo preparar un proyecto para un concurso
en un instituto terciario para Daniel, o participar en una asamblea de cargos
docentes para Tessa).
En
general los docentes del ciclo sienten que los estudiantes devuelven, y con
creces, lo que reciben (Carmen, Atenea, Matías, Paula, Hormiguita), que guían
su crecimiento profesional con sus devoluciones (Turca) y que les dan una
oportunidad única; aprender al tiempo que se enseña, no sólo en lo pedagógico,
sino en lo disciplinar (Carmen, María B., Turca, Atenea, Cósimo, Santiago,
Matías). En palabras de Daniel:
yo muchas veces aprendo junto con el alumno…
muchas veces pienso nunca lo pensé de esta manera, a medida que lo enseño creo
que nunca lo aprendí de esa manera, ahora entiendo porque esto o aquello…
siempre me pasa, constantemente […] Me resulta muy extraño, que al escucharme
en ON aprendo en OFF (Daniel).
El
reconocimiento que reciben de los estudiantes los legitima (María B., Cósimo,
Sonia, Paula, Noemí). A pesar de los ocasionales enojos frente a la constante
queja (Tessa), del fastidio por la demanda de la recetita (Atenea, Monona) y
que no son exclusivos del ámbito de la formación docente (Patricia), de la
resistencia a conservar los encuadres académicos (Micaela), a que están “politizados
de puro impulso (María B.)” a que “son adultos que están desesperados por
recibirse, y si tienen que matar al padre lo matan… (Momo)”, de las entrevistas
se desprende una genuina corriente de afecto y preocupación por quienes serán
docentes (María B., Momo, Monona, Atenea,) y para quienes proponen construir un
lugar “amoroso, de cuidado del otro [aunque] no comparta del todo el proyecto
que la facultad propone (Santiago)”.
Los
relatos de los docentes participantes de este estudio dejan claro que recuperar
aquellos gestos más íntimos que configuran la identidad docente no puede
prescindir del encuentro profundo con el otro. A partir de las entrevistas y
encuentros de discusión realizados en el curso de esta investigación y
enmarcándonos en la del posicionamiento desarrollada por Rom Harré, se entraman
para configurar la identidad de los docentes formadores de docentes tres
categorías de otro significativo (Peñuelas, 2020) centrales: quienes
fueran sus mentores y docentes, sus colegas y sus estudiantes. Marcados más por
lo afectivo que lo intelectual, la ambigüedad entre el afecto y el desafecto,
la generosidad y el desamparo, los permanentes aprendizajes y la incertidumbre
los docentes protagonistas de esta investigación manifiestan un compromiso que
ancla mucho más allá de una responsabilidad profesional, en la intimidad de
relaciones que se gestan y crecen en aulas y pasillos de la facultad.
Los
docentes recuperan las marcas que sus experiencias cristalizadas en docentes y
mentores para que ese talismán (Sennet, 2012) habilite un presente y un
futuro de intima comunicación con sus colegas y estudiantes, que devenga
cátedras en comunidad y aulas en espacios de escucha y hospitalidad. La
profundidad de las inversiones identitarias que emergen de estos hallazgos compromete
a los cuatro anclajes propuestos por Harré: cuerpo, nombre, autoconciencia y
memoria y ese posicionamiento discusivo que en este caso se manifiesta como un
encuentro dialógico y profundo con el otro. Pasado, presente y futuro se
entrelazan en sus relatos proyectando identidades que buscan fluir con cada
nuevo habitante del aula y armonizar con colegas e institución en busca de formar
docentes fundamentalmente comprometidos con la educación, más allá de
diferencias disciplinares y académicas.
Aguirre, J.; Porta, L. y Ramallo, F. (2022). Tramas cronotópicas y
devenires auto-biográficos en la formación doctoral. La performatividad del
posgrado desde las narrativas de docentes universitarios. Saberes y prácticas. Revista
de Filosofía y Educación 7, (2) 1-19. Disponible https://revistas.uncu.edu.ar/ojs/index.php/saberesypracticas/article/view/6576
Bolívar, A. (2002). ¿De nobis ipsis silemus?:
Epistemología de la investigación biográfico-narrativa en educación. Revista
Electrónica de Investigación Educativa 4(1). Disponible https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1607-40412002000100003
Bolívar Boitía, A., Domingo Segovia, J. y
Fernández Cruz, M. (2001). La Investigación biográfico-narrativa en
educación: enfoque y metodología. Muralla
Bourdieu, P. (2007). El
sentido práctico. Siglo XXI
Britzman, D. (2013)
Between Psychoanalysis and Pedagogy: Scenes of Rapprochement and Alienation. Curriculum
Inquiry 43 (1) 95-117. Disponible https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1111/curi.12007?journalCode=rcui20
Bruner, J. S. (2003). La
fábrica de historias: derecho, literatura, vida. Fondo de Cultura Económica
Bruner, J. (2004). Life as
Narrative. Social Research 71(3), 691–710. Disponible https://www.jstor.org/stable/40970444
Clandinin, D. J. (Ed.). (2006).
Composing diverse identities: narrative inquiries into the interwoven lives
of children and teachers. Routledge
Clandinin, D. J., y
Connelly, F. M. (1996). Teachers' professional knowledge landscapes: Teacher
stories––stories of teachers––school stories––stories of schools. Educational
researcher, 25 (3), 24-30. Disponible https://www.jstor.org/stable/1176665
Connelly, F. M. y
Clandinin, D. J. (1990). Stories of Experience and Narrative Inquiry. Educational Research, 19 (5), 2–14.
Disponible https://journals.sagepub.com/doi/10.3102/0013189X019005002
Davies, B. y Harré, R. (1999) Posicionamiento
la producción discursiva de la identidad. Sociologica 14 (39) 215-239.
Disponible https://atheneadigital.net/article/view/n12-davies-harre/0
Delory Momberger, C. (2009). Biografía y
educación Figuras del individuo-proyecto. CLACSO. Disponible http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/coediciones/20171122033344/Biografia_educacion.pdf
Denzin, N. K. y Lincoln, Y. S. (2005). Introduction:
The Discipline and Practice of Qualitative Research. En Denzin, N. K., y
Lincoln, Y. S. (Eds.). The Sage Handbook of Qualitative Research. Third
Edition. Vol. I, pp. 1–33. SAGE Publications.
Glandore, R. (1990)
Prefacio a la edición inglesa. En Bruner, J. S. La
educación, puerta de la cultura. Madrid: Visor
Guba, E., y Lincoln, Y. S. (2012).
Controversias Paradigmáticas, contradicciones y confluencias emergentes. En
Denzin, N. K., y Lincoln, Y. S. Manual de Investigación Cualitativa
(Vol. II, pp. 38–78). Gedisa
Hall, S. (2003). Introducción: ¿quién necesita
“identidad”? En Hall, S. y Du Gay, P. (comp.) Cuestiones
de identidad social. Amorrortu Editores. 13 – 39.
Harré, R. (1984). Personal
being: a theory for individual psychology. Harvard University Press.
Mendizábal, N. (2006). Los componentes del
diseño flexible en la investigación cualitativa. En Vasilachis de Gialdino, I.
(Ed.). Estrategias de Investigación Cualitativa, pp. 65–107. Gedisa.
Morin, E. (2000). Por una nueva reforma del
pensamiento. Magistralis, (18), 61–71. Disponible https://repositorio.iberopuebla.mx/bitstream/handle/20.500.11777/495/Magistralis18-Morin.pdf?sequence=1&isAllowed=y
Peñuelas, S. A. P. (2020). Los otros
significativos en la construcción del sí mismo. Utopía y praxis
latinoamericana: revista internacional de filosofía iberoamericana y teoría
social, (4), 152-161. Disponible https://produccioncientificaluz.org/index.php/utopia/article/view/32934/34509
Porta, L. (2010). La investigación biográfico
narrativa en educación. Entrevista a Antonio Bolívar. Revista de Educación,
1(1), 201–212. Disponible https://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/r_educ/article/view/14
Sennett, R. (2012). Juntos. Anagrama
Sverdlick, I (2012) La investigación educativa
como instrumento de acción, de formación y de cambio. En Sverdlick, I. (comp.)
La investigación educativa: una herramienta de conocimiento y de acción.
Noveduc
Revilla, J. C. (2003). Los anclajes de la
identidad personal. Athenea Digital, (4), 1–14. Disponible https://atheneadigital.net/article/view/n4-revilla
Van Lagenhove, L. y Harré, R. (2016).
Posicionamiento y autobiografía: el relato de vida. Revista de Educación 7 (9),
77–96. Disponible https://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/r_educ/article/view/1900
Vasilachis de Giardino, I. (2006). La
Investigación Cualitativa. En Vasilachis de Gialdino, I. (Ed.) Estrategias
de Investigación Cualitativa, pp. 23–60. Gedisa
Yuni, J. y Urbano, C. (2005) Mapas y
Herramientas para Conocer la Escuela. Investigación etnográfica e investigación
acción. Editorial Brujas
[1] Refiere a una experiencia relatada por la entrevistada en una de
sus primeras experiencias como docentes en la que no fue muy exitosa por falta
de conocimiento del espacio en el que le tocaba desenvolverse. A pesar de la
preparación y la innovadora del diseño la clase se convirtió en un caos.
[2] Se refiere al Centro de Investigación Multidisciplinarias en
Educación de la Facultad de Humanidades de la UNMDP y a una cohorte de
Doctorado en Humanidades y Artes, mención en Educación ofrecido por la UNR, de
la que muchos docentes del ciclo formaron parte.