Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 7 N° 2 (2022) / Sección Dossier / pp. 1-10 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 16/11/2022 Aceptado: 30/12/2022
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.079
When research affects the
intimate and the intimate transforms everything. Corporatizing research to
investigate without a body
Facultad de
Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
sebastiantrueba@gmail.com
Resumen. En este trabajo se construye un relato que intenta manifestar el
íntimo vínculo establecido entre la investigación y la vida. Para lo cual se
recorrerán senderos que atravesarán tres grandes espacios: la afectación
generada en mi tesis doctoral, la dirección de nuevas tesis y la habitabilidad
del universo corporeidad en mis actuales investigaciones. El recorrido
propuesto tiene por objeto destacar el desbloqueo de espacios íntimos generado
al hacer investigaciones, que en simultáneo afectan la investigación, la
enseñanza y la dirección de tesis.
Palabras clave. Investigación narrativa; corporeidad; tesis doctoral; afectación.
Abstract. This work builds a story that tries to manifest the intimate link
established between research and life. For which paths will be traveled that
will cross three large spaces: the affectation generated in my doctoral thesis,
the direction of new theses and the habitability of the corporeal universe in
my current investigations. The purpose of the proposed tour is to highlight the
unlocking of intimate spaces generated by doing research, which simultaneously
affects research, teaching and thesis supervision.
Keywords. Narrative research; corporeity; PhD thesis; affectation.
Producir teóricamente no es un juego administrativo-burocrático para la
legalidad académica, es articular un saber sobre nuestras vidas, sobre nuestro
cuerpo como ficción política viva. (flores, 2021, p.125)
Este texto recorre diversos aspectos que vinculan
al mundo de la investigación, al de la enseñanza y al de la intimidad,
intentando funcionar como un mapeo que me permita entender dónde estoy y hacia dónde
voy, y de esta manera, ayude al lector[1] a orientarse en estos tiempos de
recorridos a altas velocidades que no necesariamente nos permitan llegar a
ningún lugar.
La orientación es
la cartografía íntima del espacio que navegamos y habitamos. El territorio en
el que nos movemos estimula efectos emocionales en nuestra mente: la memoria de
los lugares por los que hemos pasado implica una marca emocional y, por lo
tanto, la singularización del espacio exterior. Una vez que hemos grabado los
puntos que marcan un territorio, construimos nuestro mapa íntimo, la condición
para una futura orientación, para nuevos descubrimientos, nuevos registros y
para un interminable re-mapeo del mundo. (Berardi, 2020, p. 326)
La escritura es personal y por eso es en primera
persona, pero no ignora que en los relatos ofrecidos se vislumbren marcos
referenciales e interpretativos concretos que intentan instituir formas de
entender el mundo. En esto me aferro a las palabras de val flores (2021) cuando
plantea que: “Los textos que escribimos constituyen nuestros procesos de
conocer y dar a conocer, por lo cual, el modo como escribimos tiene que ver con
nuestras elecciones teóricas, intuiciones políticas y atmósferas afectivas” (p.155). El recorrido propuesto aquí es cronológico en
apariencia e intenta manifestar cómo la investigación puede desbloquear lo
íntimo, como capas que se le quitan a una cebolla, habilitando universos otros
para habitar; o dicho de otra manera, aquí se relata mi pasaje del hacer investigación
al ser investigación (Ramallo, 2021).
En un breve recorrido de mi escolaridad diré que
mi objetivo personal durante mi educación primaria parecía residir en encontrarme
con mis amigos y disfrutar de los recreos, casi nunca hacía las tareas y
estudiaba lo mínimo indispensable; podríamos decir que era un estudiante
bastante mediocre. Sin embargo, la escuela secundaria se instituyó como algo
diferente y me permitió descubrir que yo era más exigente de lo que pensaba.
Estudiaba bastante más que en la primaria, me interesaba por diferentes cosas
que iba descubriendo y comenzaba a proyectar futuros posibles. Comencé en una
escuela técnica en la que disfrutaba investigar y explorar lo desconocido con
proyectos disímiles, por ejemplo, intentamos construir un auto eléctrico con
tres compañeros en tercer año, algo que no pudimos concluir exitosamente. Por
esas cosas de la vida dejé la escuela en cuarto año para comenzar a trabajar en
una panadería y al año siguiente retomé mis estudios hasta finalizarlos en una
escuela vespertina.
En ese momento tenía claro que al finalizar mi
educación secundaria quería ser oficial de la infantería de marina, debido a lo
cual ingresé a la Escuela Naval Militar, una carrera que, aunque no me lo
imaginaba en ese entonces, tenía una gran influencia de las ciencias exactas;
de hecho, había una correlación en el plan de estudios que permitiría que al
recibirme como Guardiamarina también obtendría un título intermedio de una
carrera de ingeniería en la Universidad Tecnológica Nacional. Sin embargo,
comprendí que no era lo que deseaba hacer el resto de mi vida por lo que
solicité la baja a mitad de tercer año y comencé a trabajar con mi padre en un
reparto de quesos y fiambres con la idea de estudiar bibliotecología en el
futuro, ya que me apasionaban los libros y las bibliotecas[2].
Sin embargo, en un giro inesperado, al siguiente
año comencé el profesorado de educación física y descubrí que la enseñanza era
algo trascendental en mi vida. Recuerdo que la influencia de mi recorrido
académico previo me permitió (condicionó a) imaginar que al finalizar el
profesorado podría estudiar una licenciatura, y luego una especialización, una
maestría y un doctorado; de esa manera sentía que podría destacarme debido a
que no conocía profesores de educación física que hubieran estudiado tanto. Era
consciente de que el profesorado de educación física no tenía el mismo status
que otras carreras como medicina o ingeniería, por lo que obtener todos esos
títulos podía implicar una jerarquización de la carrera, y por ende mía
también. Ahora reconozco que esa necesidad de legitimarme profesionalmente
tenía una marcada influencia colonial y hasta fantaseaba con estudiar alguna de
estas carreras en una universidad europea, lo que me legitimaría ante el resto
de la comunidad docente.
Al finalizar el Profesorado de educación física
comencé a estudiar la Licenciatura en Educación Física en la Universidad
Nacional del Litoral, que de las opciones que había en esa época parecía la
mejor por tener un año más de cursada que el resto de las licenciaturas y se
dictaba en una universidad nacional, lo que también implicaba para mí, un mayor
grado de prestigio.
En el profesorado había cursado un par de materias
vinculadas a la metodología de la investigación y gracias a ello ya había leído
completo un manual de investigación de Ezequiel Ander-Egg (1995) que encontré
en la biblioteca del instituto. La licenciatura me permitió profundizar los aspectos
técnicos y metodológicos de mi tesina y tras trabajar dos años y medio en ella,
la finalicé y me recibí de licenciado.
A partir de ese momento comencé a realizar
registros de experiencias de enseñanza en una versión experimental de
investigación-acción y deseaba lanzarme de lleno a la investigación y a la
escritura de textos académicos, pero hacerlo en soledad me resultó más difícil
de lo que pensaba y los resultados no fueron tan buenos como esperaba. Es así
que después de unos años y ya estando vinculado a un grupo de investigación de
la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata[3] comencé a cursar mi primera carrera de
posgrado: la Especialización en Docencia Universitaria. El trabajo final
resultó ser una nueva oportunidad para reforzar los aspectos metodológicos, la
escritura académica y continuar leyendo manuales de investigación. De hecho la
lectura de manuales se convirtió en una especie de pasatiempos para mí, un
pasatiempos muy raro pienso ahora. Después de todo ese recorrido comencé mi
doctorado, esa fue mi primera experiencia con una investigación
biográfico-narrativa y, ahora puedo identificar con mayor claridad que, también
fue el momento en el que comenzó a cambiar todo.
La experiencia de hacer una tesis doctoral biográfico-narrativa
es muy particular (Trueba, 2020a) porque combina la soledad que implica
investigar, especialmente cuando tu directora vive a ochocientos kilómetros de
distancia, con la construcción colectiva que surge de la corporización de los
participantes y que, con el tiempo, empiezan a escribir con nosotros
confundiendo nuestras voces en una sola.
Decir yo o decir
nosotros. O decir nosotras. De nuevo, dejé que el problema persistiera. Porque
a veces la escritura toma la forma del nosotras, quizás conjurando o intentando
conjurar "el horror de esta conciencia, de este pequeño yo sobreagrandado
que no deja lugar para la paz", como quería Hugo Gola (2004: 130). Y
porque otras veces entre las voces desparramadas la escritura se afirma y dice "yo".
Y digo "yo", singularizando una pluralidad que está sin ser dicha
(Dahbar, 2018, en flores, 2021, p. 40-41)
Esta combinación entre soledad y construcción
colectiva me permitió comprender con mayor claridad la limitación que lo
metodológico tiene en una investigación y comenzó a aparecer una dimensión
otra, más cercana a lo ético que a lo moral, a lo político que a lo teórico, a
lo poshumano (Braidotti, 2015) que a lo científico, a la corporeidad que al
cuerpo. Con el tiempo comencé a habitar más asiduamente esta dimensión o
universo (Trueba, 2022) que en esa época le imbuía a algunas partes de la tesis
una especie de halo mágico que la alejaba de los clásicos espacios neutros,
extranjeros y padecientes que implica terminar una tesis para recibirse. De
hecho, Valarino (2000) ha caracterizado a esta situación de terminar la carrera
y quedarse atascado en un espacio imposible de terminar como el síndrome “Todo
Menos Tesis” (TMT) tan popular en los ámbitos académicos.
Más allá de mis experiencias con tesinas, trabajos
profesionales y experiencias de investigación desarrolladas por mi cuenta y en
el GIEEC[4], la tesis doctoral implicó una serie de
transformaciones que no preveía y que fueron esenciales para comprender los
sentidos que cobra la investigación para mí. Aquí es importante resaltar algo
que a simple vista parece menor pero que creo que es muy importante. En el
profesorado hice mi primer trabajo de investigación dirigido por mi profesora
Norma Aquistapace (Cientista de la educación), en la licenciatura me dirigió la
Magíster Edith Cámpora (Antropóloga), en la especialización mi gran amiga la
Dra. María Marta Yedaide (Profesora de inglés) y en el doctorado me dirigió la
Dra. Alicia Caporossi (Maestra de grado). Todas estas experiencias fueron
dirigidas por mujeres que en su formación de origen no eran profesoras de
educación física como yo.
Por un lado, esa tendencia a escuchar la
perspectiva de mujeres más formadas que yo creo que constituyó el puntapié
inicial para las deconstrucciones heteropatriarcales que solapadamente fui
viviendo en estos últimos años. A esto debería sumar las deconstrucciones que
fuimos viviendo con mi esposa en la crianza de mi hija. Todo esto me permitió
ver cosas que antes resultaban invisibles y que con el tiempo me facilitaron la
comprensión de las perspectivas críticas, descoloniales y queer[5]. Por otro lado, el hacer prácticas de
investigación relacionadas a la educación física siendo dirigido por personas
ajenas a dicho campo me obligó a tener que explicar y cuestionar aspectos que
se constituían como identitarios de mi disciplina y que la trascendían a ella
para instituirse en mí. Esto me facilitó la identificación con Silvia Rivera
Cusicanqui quien expresó la importancia de no estar encasillada en un único
espacio que la limite.
(...) la fluencia y
la movilidad son condiciones básicas en mi hacer creativo, y me siento
privilegiada de vivir en el sur, donde puedo cruzar con libertad las cárceles
disciplinarias para expresar mi continuidad vital. Porque en el fondo, a través
de formatos muy diversos, me sigo haciendo las mismas preguntas básicas sobre
la realidad, aunque siguiendo un rumbo zigzagueante y discontinuo. (Rivera
Cusicanqui, 2015, p. 284)
La educación constituye un sur para el mundo
científico y la educación física representa un sur para las investigaciones en
el campo educativo. De esta manera, el recorrido asiduo por los conurbanos
académicos me ayudó a cruzar con ciertas libertades las cárceles disciplinarias
que intentaban imponerme la ciencia y la educación física, lo que me hace
difícil diseccionar los antecedentes en categorías estancas, y a su vez, me
facilita mi hábitat, cada vez más cotidiano, en el universo corporeidad del
cual hablaremos más adelante.
La tesis implicó cuatro años de trabajo desde que
fue concebida hasta que la defendí ante el tribunal evaluador. Durante ese período
tuve tres o cuatro encuentros presenciales con mi directora (quien, como dije
antes, vivía a una gran distancia de mi ciudad), una correspondencia de no más
de 30 correos electrónicos y otras tantas consultas por whatsapp. A lo
que voy con esta información es que trabajé en soledad durante numerosos
momentos del recorrido y esos períodos de acompañamiento distante y silencioso
fueron claves para que estos cambios sucedieran. Por un lado, fueron
importantes porque una vigilancia más cercana y controladora no hubiera
permitido que explore senderos desconocidos y que no me quedara estancado en
dudas que resolví de manera autónoma, constituyendo las bases de mis actuales
pensamientos en relación con la enseñanza y a la investigación[6]. Por otro lado, el tiempo de no
resolución de obstáculos potenció las transformaciones que abordamos en el
presente texto. La lentitud, involuntaria en este caso, constituyó un acto de
resistencia a la aceleración de la infoesfera (Berardi, 2020), de tal modo que
en esos pozos temporales en los que atravesaba incertidumbres y no recibía la
solución aliviadora, y al mismo tiempo condicionantes de mi creatividad,
germinaron las estrechas relaciones entre la intimidad y la investigación. La
defensa de la tesis en mayo del 2019 implicó el punto final de exploración de
aspectos técnicos y metodológicos en la investigación, o por lo menos desde la
perspectiva que implicaba seguir los consejos y las técnicas que en los
manuales se encuentran. Puedo afirmar que la potencia en el interés científico,
técnico y neutro que había avanzado rápidamente en mis primeras experiencias,
durante esos cuatro años de tesis doctoral fue mermando paulatinamente.
Casi sin darme cuenta, el mundo académico, o por
lo menos la ínfima parte que conozco, comenzó a esbozar pequeños actos de
bienvenida, como si una vez bautizado como Doctor ya formara parte de una nueva
religión. Comenzaron a llegar invitaciones para arbitrar publicaciones académicas
de lugares desconocidos, como así también, para ser jurado de tesis; pero lo
más sorprendente fue que me consideraran para integrar el cuerpo docente de un
programa de doctorado especializado en investigación narrativa biográfica y
autobiográfica junto a colegas que respeto y admiro. En dicho programa
participaría tutoreando a un grupo de doctorandos en la construcción de sus
proyectos de tesis, lo que finalmente implicó que quedara como director o
co-director de varias de ellas. Y aquí es donde las transformaciones se
profundizaron.
En primer lugar, tuve que hacerme cargo de
acompañar a gente que provenía de diferentes lugares de Argentina y América
Latina, con recorridos e intereses muy dispares. Por ejemplo: una docente con
una maestría y experiencia en investigación narrativa, un técnico
electromecánico y profesor de Historia que trabajaba en escuelas técnicas e
institutos de educación superior y no tenía ninguna experiencia en
investigación ni en el mundo académico, una profesora de educación física colombiana
con interés en las identidades docentes de las maestras rurales, o una docente
e investigadora uruguaya jubilada con un recorrido muy profuso, que incluía
experiencias profesionales en el exterior.
Planteo estos ejemplos como para que quede claro que
muy poco sabía acerca de lo que cada uno planteaba como su posible tema de
interés y necesité desarrollar estrategias que me permitieran ofrecerles un
acompañamiento lo suficientemente efectivo como para que pudieran avanzar en su
programa doctoral. En otro sentido, tenía la oportunidad de ver cómo planteaban
los otros tutores, todos doctores con conocimientos profundos en áreas tales
como: la enseñanza en contextos de encierro, las pedagogías cuir,
enseñanza a sordos e hipoacúsicos, arte y discapacidad, etc. Lo que implicó un
aprendizaje acerca de las formas de vincularse con los doctorandos y de
enfoques para acompañarlos.
Estas dos situaciones me ayudaron a explorar
diferentes estrategias que terminaron potenciando algunas transformaciones que
ya habían comenzado a suceder en la etapa anterior. A continuación, comentaré
dos de ellas que se encuentran relacionadas: la escucha atenta y el
distanciamiento del control metodológico y epistemológico.
No se trataba solo de escucharlos sino también de
ayudarlos a que ellos se escucharan a sí mismos. Por ejemplo, Marlene, una
joven chaqueña recién recibida de Licenciada en ciencias de la educación con
nula experiencia en este tipo de investigaciones, quería centrar su tesis en el
análisis de un dispositivo de evaluación, algo muy técnico y desde mi punto de
vista poco relevante para una tesis doctoral con un enfoque narrativo. Sin
embargo, en cada conversación resultaba abrumadora la cantidad de referencias
que hacía hacia las dos docentes que habían estado a cargo de la cátedra de
Evaluación en su universidad y que, claramente, la habían afectado de manera
tal que le generaran el deseo de abordar algo como la utilización de rúbricas
en una cátedra. Después de varias charlas presenciales y por zoom se
generó el espacio para que le preguntara si ella no se había inclinado por
realizar un doctorado en educación de estas características por aquellas dos
docentes y no por su interés en la evaluación. Le recordé las frases que ella
misma decía en cada conversación acerca de lo que significaban estas dos
personas para ella, que iban mucho más allá de lo profesional y las sentía como
mentoras y, hasta cierto punto, madres o abuelas sustitutas. Con ese comentario
se le transformó el rostro, esbozó una sonrisa, se emocionó y me dijo que en
ese momento encontró su tema de tesis[7]. Ese proceso de escucha demandó tiempo
porque en un primer momento sentía la necesidad de responder preguntas y
aportar soluciones, justo lo contrario a lo que había descubierto en mi propio
proceso doctoral.
Otra de las presiones que me imponía al comenzar
estos acompañamientos era la de aportar textos y autores a las construcciones
de sus proyectos, y rápidamente me di cuenta de que ese mecanismo funcionaba
como un intento de controlar epistemológicamente sus procesos intentando
acercarlos a los espacios que yo más conocía. En otro sentido, sentía un cierto
rechazo a la demanda de su parte de tenerme como quien les suministrara las
soluciones y el material necesario en una falsa creencia de que una tesis
doctoral es solo una cuestión técnica que requiere de los recursos adecuados
para finalizarla: leer determinados textos, realizar tantas entrevistas y
escribir un análisis y unas conclusiones en base a los autores y las
entrevistas. Debido a lo cual, comprendí que, en cierta medida, también
deseaban ser controlados, sin comprender aún que una investigación narrativa te
lleva a entender que todas las tesis son, en cierta medida, autobiográficas;
pero que aquí esa dimensión se hace explícita. Por lo tanto, no es cuestión de
que yo les dijera lo que debían hacer, sino de que descubrieran qué es
lo que deseaban hacer[8].
Quizás esas dos cuestiones sean una sola que se
manifestó de maneras diferentes, y eso me planteó la duda acerca de cuál debía
ser mi rol como director (o co-director) de tesis: el de impulsarlos a explorar
lo que ellos deseen y puedan (ha)ser a partir de su proceso doctoral; o bien,
el de ejercer la autoridad para que en un plazo determinado entreguen una tesis
que se adapte a mis intereses y criterios de calidad académica. Hoy en día,
creo que estoy más cerca de la primera de estas opciones.
El espacio para la intuición y las exploraciones
estéticas continuó creciendo en detrimento de lo que considero reduccionismos
tecnocráticos (la metodología); y de la mano de esta relación, comenzó a
aparecer con más fuerza la idea que la corporeidad, en tanto construcción total
(biológica, psicológica, social, ecológica, cultural, económica, etc.)
permanente del ser humano, que es siempre móvil y colectiva, estaba asociada a
esta nueva forma de interpretar la investigación. Esto es importante porque
donde habitamos la corporeidad no hay espacio para disociaciones binarias como
cuerpo y mente, teoría y práctica, conocimiento e ignorancia, útil e inútil,
razón y sensibilidad, etc.
Aclaración: las apreciaciones que estoy planteando
no intentan explicar la realidad para que el lector comprenda lo equivocado que
estuvo antes de leerme, sino que es un intento de poner en palabras
transformaciones de fondo que tienen consecuencias para mis investigaciones en
el campo de la educación. Es como si este texto hiciera pasajes constantes
entre el mundo de lo íntimo (universo corporeidad) y la realidad pública
(universo binario)[9] yendo y viniendo con el fin de explicitar
algunos de los vínculos que encuentro entre la intimidad y la
investigación/enseñanza. Lo que nos lleva al último giro de este texto.
Después de acompañar a ese primer grupo de
doctorandos vino un segundo grupo con otras singularidades que me llevaron al
replanteo de otras cosas. Continuaron las invitaciones a evaluar proyectos,
tesis y a dirigir más tesistas; sin embargo, voy a comentar las
transformaciones observadas en una investigación realizada junto a nueve
personas más durante el 2022.
Tras quedar seleccionado el proyecto que
presentamos al INFoD[10] a mediados del 2021, obtuvimos una
subvención para investigar junto a docentes y estudiantes de dos institutos de
formación docente en los que trabajo. Esta investigación constituyó una
experiencia propicia para intentar proyectar y materializar el posicionamiento
construido a partir de las transformaciones relatadas en este texto. De este
modo, intenté dejarme llevar por enfoques de investigación críticos (Kincheloe &
McLaren, 2012), horizontales (Corona Berkin, 2020), antimetodológicos
(Nordstrom, 2018) y poscualitativos (Fernández Cruz, 2020; Hernández-Hernández,
2019), sumado a perspectivas planteadas desde los nuevos materialismos
(Bennett, 2022 y Han, 2021) y de esta manera territorializar y
desterritorializar (Deleuze y Guattari, 2004) el universo corporeidad.
Lo ejemplificaré de la siguiente manera: intenté
que todos los miembros del equipo de investigación participaran motivados
principalmente por el deseo. Mi tarea, en tanto director del proyecto, fue
generar experiencias que: despertaran el deseo de cada uno, fueran factibles de
realizar y efectivas a los fines de culminar la investigación. Incluso si
alguien no podía (deseaba) participar en algún momento, se lo respetaba y
esperaba a que pudiera (deseara) sumarse en alguna otra actividad. Además,
intenté vincular constantemente la investigación con la enseñanza y el placer.
Proponiendo reuniones en las que se conjugaran enseñanzas (sobre elementos
constitutivos de una investigación), planes de trabajo (cuestiones relacionadas
a la organización y gestión del trabajo de campo, análisis de los datos, etc.)
y salidas a comer o tomar algo en contextos más distendidos[11].
Este vínculo entre destacar lo placentero (erótico) de la investigación
y respetar los deseos y las posibilidades de cada miembro del grupo, constituyó
un maridaje que potenció la inteligencia (sensibilidad) suficiente como para
habitar el universo corporeidad y conectar lo íntimo con la investigación.
Con esto voy a que hay condiciones que pueden
favorecer esta forma de construir conocimientos desde la intimidad, pero está
claro que no hay recetas ni nada que asegure que esto suceda, por lo que, como
director del proyecto, también debí posibilitar que la investigación avance y
pueda ser presentada ante la comunidad académica con los estándares que se
pretenden de un trabajo de esta naturaleza. De ahí, la complejidad que este
tipo de enfoques presenta, debido a que hay que territorializar y
desterritorializar continuamente las diferentes lógicas (universos) de
investigación. Es más, entre otras cosas, propuse escribir y publicar un libro
en el que todos participáramos porque era una oportunidad de dialogar y
repensar lo que vivimos en la investigación y cómo esta nos afectó en tanto
docentes y estudiantes. La propuesta resultó muy motivadora y cada reunión que
teníamos la hacíamos en lugares agradables y comiendo cosas ricas. Parece algo
trivial pero esa estrategia fue central en mi propuesta de investigación, dado
que me interesaba que no se aferraran a marcos teóricos y procedimientos técnicos
ajenos a ellos mismos y se pudieran centrar en vivir la investigación como una
práctica de intervención social que los invitara a habitar esta dimensión
estética e íntima que he dado en llamar corporeidad.
A lo largo del texto recorrí senderos[12] que he intentado describir para que se
comprenda la profunda relación entre la intimidad y la investigación narrativa.
No hay una sin la otra y no es posible investigar sin afectar la intimidad y
viceversa.
Llegar a vivir la enseñanza/investigación en
términos de disfrute sensible y de construcción colectiva implicó que diera un
salto al vacío en el que dejara de aferrarme a la aparente seguridad que la
técnica (metodología) ofrecía para comenzar a escribir con mis propias palabras
y a escuchar mi propia vos que es, al mismo tiempo, la de muchos otros que me
habitaron y corporizaron en el pasado. La tesis doctoral narrativa y
autobiográfica fue la experiencia que me ayudo a pegar ese salto y este relato
intenta expresar el valor de las transformaciones que nos posibilitan descubrir
nuevas capas de intimidad que, de una u otra forma, cambian todo.
Este manuscrito busca ayudar a comprender mis
formas de investigar y, por lo tanto, de ser. Pero también acarrea
implícitamente el anhelo de corporizar a otros investigadores y docentes que no
se animen aún a recorrer los senderos que pueden alejarlos de la matriz
colonial y moderna de la ciencia clásica. Estos senderos no necesariamente nos
llevarán a un lugar de mayor prestigio y productividad, pero pueden ayudarnos a
encontrarnos a nosotros mismos de una manera más vulnerable y genuina.
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[1] En el texto prevalecerá el masculino universal a
pesar de que la utilización de “x” me seduce por su potencial desestabilizador.
Esta decisión intenta facilitar la lectura del manuscrito que en sí mismo se
complejiza por no seguir a pie juntillas, los cánones clásicos de la academia.
[2] Puede encontrarse otros relatos acerca de las
transformaciones vividas entre lo íntimo y lo académico en: “El giro erótico en
mi enseñanza” (Trueba, 2020).
[3] Gracias a la invitación del Dr. Luis Porta a quien
conocí por casualidad y, como tantas cosas que suceden sin planificar, nos
afectan y transforman de manera notoria.
[4] Llegué al doctorado con tres trabajos de
investigación formales: uno en el profesorado, otro en la licenciatura y el
correspondiente a la especialización; pero a eso debía sumarle mis experiencias
personales con intentos de investigación y los vínculos con los trabajos del
Grupo de Investigación en Educación y Estudios Culturales. Además, ya había
publicado siete escritos académicos y varias presentaciones en jornadas y
congresos.
[5] Utilizo indistintamente las palabras queer, cuir y
kuir en sintonía con lo planteado por Ramallo y Gómez (2019) quienes lo
plantean como un gesto que intenta no normativizar la reapropiación de estos
términos.
[6] Una de las enseñanzas es que mi forma de abordar
la investigación y la enseñanza se encuentran estrechamente vinculadas y no
puedo separarlas, por lo que, al escribir sobre una, generalmente hago
referencia a ambas. Esto lo desarrollo con mayor precisión en: “Lo colectivo
como sinónimo de una investigación sin cuerpos” (Trueba, 2023).
[7] Actualmente nos encontramos escribiendo un
artículo colaborativamente con Marlene en el que intentamos profundizar algunas
cuestiones acerca de cómo su intimidad la afectó en la construcción de su
tesis.
[8] Neldo Candelero (2019) plantea una crítica al
académico, en tanto persona dedicada a discutir en el mundo de los autores y
las teorías que deja de lado a la cosa/otro que, en cierta medida ilustra el
rechazo que me genera convertirme en quien condicione el proceso de formación
doctoral a determinar los límites de dicha discusión. Lo que me aleja de esa
posición académica y me acerca a la cosa/otro que deseo pueda transformarse.
[9] La metáfora de los multiversos resulta de utilidad
para comprender que al vivir/enseñar/investigar sustentado en las lógicas
positivistas, eurocéntricas, heteropatriarcales y capitalistas en las que son
importantes los resultados, la productividad, lo medible y la jerarquización de
saberes, estamos reproduciendo un sistema que no resulta amable para los más
desfavorecidos; en lo que nosotros denominamos universo binario (Trueba, 2023;
2022 y en prensa) estas formas de vivir/enseñar/investigar son las prevalentes.
Por su parte, al dejar de lado estas lógicas y permitir que en algunos momentos
de nuestras clases o de nuestras investigaciones se prioricen otras lógicas
vinculadas a lo estético y a lo sensible, habitamos el universo corporeidad.
Ahora bien, estos universos funcionan en paralelo pero no podemos habitar ambos
al mismo tiempo y las decisiones que tomamos en cada uno de esos universos implica
consecuencias muy diferentes. Mientras que las limitaciones de pensarnos como
un cuerpo y una mente, refuerza la idea de que la mayoría de las cosas podemos
agruparlas en dos y necesariamente una mejor que la otra; al pensarnos como
corporeidades habilitamos la posibilidad de que fluyan y coexistan diversas
cuestiones que potencien nuestra conciencia crítica.
[10] El proyecto se denomina: “Estrategias exitosas
construidas en pandemia por docentes (formadorxs y en formación). Un estudio
narrativo en institutos de formación docente de la ciudad de Mar del Plata”
(Proyecto Nº 192 correspondiente a la Convocatoria 2021 de Proyectos de
Investigación de Institutos Superiores de Formación Docente del Instituto
Nacional de Formación Docente) que se realiza en los ISFD Nº19 y Nº84 de la
ciudad de Mar del Plata. Se trata de una investigación que presenta el desafío
de realizarse entre docentes y estudiantes, mayormente sin experiencias en
investigación, de distintos institutos de formación docente. El objetivo es mapear
y recuperar estrategias (didácticas y personales) que docentes y estudiantes
han tenido que desarrollar en el transcurso de la pandemia para sobreponerse a
la misma y continuar con sus estudios y sus labores profesionales; y además,
identificar cuáles de estas continúan utilizándolas en la pospandemia. Un
desarrollo más detallado de la investigación podemos encontrarlo en: “Lo
colectivo como sinónimo de una investigación sin cuerpos” (Trueba, 2023).
[11] Esto se encuentra más desarrollado en otro texto
(Trueba, 2023).
[12] Recupero la metáfora de los senderos que plantean
Ogêda Guedes y Ribeiro (2019) debido a que no lo veo recto y llano como un
camino, sino sinuoso, con olores y sonidos peculiares que se van descubriendo
al recorrer. De hecho, por momentos el sendero se borra y debemos inventar uno
nuevo hasta retomar un sendero otro que nos permita continuar.