Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 7 N° 2 (2022) / Sección Dossier / pp. 1-9 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 15/11/2022 Aceptado: 30/12/2022
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.080
Ethnographic research:
autobiographical experiences in a secondary school
in the city of Mar del Plata,
province of Buenos Aires
Gabriela
Cadaveira
Facultad de
Humanidades,
Universidad
Nacional de Mar del Plata,
Argentina.
gcadaveira@gmail.com
Resumen. La investigación etnográfica se ha
desarrollado ampliamente en las últimas décadas, ha sido adoptada por numerosos
campos del saber: sociología, psicología social, historia, y otras disciplinas
sociales. Desde una perspectiva amplia y tradicional, la etnografía puede
entenderse desde una triple acepción: como método, como texto y como enfoque
(Guber, 2014). Nos interesa retomar esta última acepción dado que nos conduce a reflexionar en torno a
su complejidad, más allá de la palabra dicha, recuperar los gestos,
sensaciones, emociones, miradas, sentipensares que dan sentido a los
acontecimientos cotidianos. Las múltiples dimensiones de conocimiento que se ponen en juego en el
trabajo de campo en tanto experiencia
vivida (Quirós, 2011) como investigadores pueden ampliarse y debatirse a
partir considerar el hecho de "dejarnos afectar" como instrumento
metodológico. Acompañar y comprender los procesos socioeducativos en la
escuela secundaria, su cotidianeidad, integra experiencias que constituyen,
desde cada sujeto particular, acciones significativas
de producción y reproducción social y apropiación cultural, así la vida
cotidiana abarca gran cantidad de actividades mediante las cuales estudiantes,
docentes, padres dan existencia a la escuela dentro del horizonte cultural que
circunscribe cada comunidad.
Palabras clave. Investigación
etnográfica, escuela secundaria, narrativas, autobiografía, afectación.
Abstract.
Ethnographic research has
developed widely in recent decades, it has been adopted by numerous fields of
knowledge: sociology, social psychology, history, and other social disciplines.
From a broad and traditional perspective, ethnography can be understood from a
triple meaning: as a method, as a text, and as a perspective (Guber, 2014). We
are interested in returning to this last meaning since it leads us to reflect
on its complexity, beyond the spoken word, to recover the gestures, sensations,
emotions, looks, sentiments that give meaning to everyday events. The multiple
dimensions of knowledge that are put into play in field work as lived
experience (Quirós, 2011) as researchers can be expanded and discussed by
considering the fact of "letting ourselves be affected" as a
methodological instrument. Accompanying and understanding the socio-educational
processes in secondary school, its daily life, integrates experiences that
constitute, from each particular subject, significant actions of production and
social reproduction and cultural appropriation, thus daily life encompasses a
large number of activities through which students, teachers, parents give
existence to the school within the cultural horizon that circumscribes each
community.
Keywords.
Ethnographic research,
secondary school, narratives, autobiography, affectation.
“Ya que sostengo que vale la pena
trabajar por un conocimiento mediado por la experiencia
[...],
debo concluir que toda etnografía se vincula con la autobiografía”
J. Fabian en E. Rockwell, 2011
La
temática que convoca este dossier me interpela como investigadora del campo de
la educación y especialmente como antropóloga. La investigación etnográfica ha
transitado innumerables debates a lo largo del tiempo que impulsaron grandes
transformaciones y formas otras de abordar la producción de conocimiento, que
en sus inicios – en el S. XIX - tenía por objeto comprender “la otredad”. En la
actualidad, quienes realizamos investigaciones de corte cualitativo hacemos
explícito nuestro posicionamiento epistémico-metodológico a la vez que
exponemos algunas discusiones vigentes con el objetivo de descubrir su devenir.
La
investigación etnográfica se ha desarrollado ampliamente en las últimas
décadas, ha sido adoptada por numerosos campos del saber: sociología,
psicología social, historia, y otras disciplinas sociales. Desde una
perspectiva amplia y tradicional, la etnografía puede entenderse desde una
triple acepción: como método, como texto y como enfoque[1] (Guber, 2014). Nos interesa retomar esta última acepción dado que
nos conduce a reflexionar en
torno a la complejidad que se da para observar y registrar en los intercambios
dialógicos y las experiencias interpersonales más allá de la palabra dicha,
recuperar los gestos, sensaciones, emociones, miradas, sentipensares que dan
sentido a los acontecimientos cotidianos. Jeanne Favret-Saada, antropóloga tunecina-francesa, ya a
mediados del S. XX planteaba:
(...)
la comunicación entre el etnógrafo y sus interlocutores de campo no es
solamente verbal; tampoco exclusivamente voluntaria e intencional: como en
cualquier relación social, en la relación de campo hay también comunicación no
verbal, impensada, y desprovista de intencionalidad. Salvo que insistamos en
reducir la antropología a una indagación de los aspectos intelectuales de la
experiencia humana (cosificados en las “representaciones nativas”), no hay
razón (...) para excluir la evidencia empírica producida a partir de esa otra
comunicación. (en Quirós, 2011, p. 30)
Las múltiples dimensiones de
conocimiento que se ponen en juego en el trabajo de campo en tanto experiencia vivida como investigadora
pueden ampliarse y debatirse a partir considerar el hecho de "dejarnos
afectar" como instrumento metodológico. Favret-Saada reflexiona en torno
no solo de las realidades que viven y experimentan las y los informantes e
interlocutores, sino por la forma en que estas nos afectan. Sus aportes abonan
numerosas preguntas que a continuación otras y otros antropólogos siguen
haciéndose y que contienen aspectos diferentes a considerar. En primer lugar,
podríamos afirmar que estos aportes conllevan a poner en foco el inicial e
inevitable autocentrismo, la idea de observar-nos para poder corrernos de las
formas y lógicas ya conocidas y encarnadas en nosotros mismos, y dar paso a
sentidos otros de las experiencias, diálogos y gestualidades cotidianas,
obtenidas por medio del trabajo de campo, que resultan, desde algunos marcos
interpretativos - teóricos, inexistentes o ininteligibles (Favret-Saada, 2014).
Otros aspectos vinculados al
trabajo de campo y sus sentidos son retomados por la antropóloga argentina
Julieta Quirós (2014), quien reflexiona puntualmente sobre el quehacer de las y
los antropólogas/os. Su respuesta nos invita a ampliar y modificar las
concepciones tradicionales que traccionan aún hoy – tanto en la formación
académica como en la acción profesional-. Para la autora salir al campo es:
“acompañar y vivenciar fragmentos del proceso social en su propio discurrir”
(p. 51). Esta tarea no es sencilla, para lograrlo deben tejerse relaciones de
confianza a través de nuestra participación cotidiana en un universo de
vínculos interpersonales. Así como producimos conocimiento, “(...) la
investigación etnográfica no es otra cosa que aprehender el proceso social en
su aspecto vivo por intermedio de nuestra condición de seres vivos (...)”.
(Quirós, 2014, p. 51).
Muchas
otras preguntas se presentan como preocupaciones y posibles obstáculos
metodológicos, como las planteadas por Malvina Silva (2015): “¿En qué medida se
vinculan las elecciones de nuestros objetos de estudio con nuestras propias
trayectorias biográficas? (…) ¿De qué forma condicionan o habilitan nuestras indagaciones
la cercanía con el objeto de estudio seleccionado?” (p. 151). La autora se
encuadra dentro de la etnografía autobiográfica, la “auto-etnografía o como las
tareas que lleva a cabo un ‘antropólogo en su tierra’” (Archetti en Silva, p.
151).
No
pretendemos agotar los diversos estudios que abordan las diversas aristas de la
problemática metodológica en cuanto al enfoque etnográfico. Sin embargo, no
queremos soslayar una de las claves conceptuales: la cotidianeidad situada. Elena Achilli (2009) antropóloga de la
educación, sostiene que la etnografía “se trata de una conceptualización
compleja que entendemos como campo de mediación en el que se configuran los
procesos socioeducativos permeados por procesos sociourbanos y procesos
sociopolíticos” (p. 54). Achilli pone el foco en la perspectiva relacional que conlleva entramar los
procesos sociales con otros procesos más amplios, como ser los
político-comunitarios que supone tener en cuenta distintas escalas y niveles
conceptuales, y que considera las condiciones sociohistóricas para comprender
la construcción de significaciones sociales. En este mismo sentido, recuperamos
los aportes de la antropóloga mexicana Elsie Rockwell (2011) pionera en el
campo de de la antropología de la educación:
La etnografía puede aportar a [la discusión
de] (…) las descripciones de procesos que se dan dentro o fuera de las
instituciones educativas; puede integrar a ella los conocimientos locales de
los diversos actores que intervienen en el proceso educativo y, sobre todo,
puede abrir la mirada para comprender dichos procesos dentro de las matrices
socioculturales y considerar las relaciones de poder y desigualdad que también
inciden en ellos. (p. 26-27).
Concentrarnos
en los procesos de "co-construcción cotidiana" (Rockwell, 2014) de
las prácticas y relaciones escolares supone diversidad de formas de interacción
entre la pluralidad de sujetos (docentes/estudiantes; docentes/docentes;
docentes/directivos; docentes/padres); que a su vez producen la construcción de
las identidades de los sujetos escolares: de docentes y de estudiantes
adolescentes, identidades que son vistas como un devenir permitiendo captar los
movimientos, los cambios y la mutabilidad que se producen en esas
identificaciones. Observar y comprender los procesos de la vida escolar, su
cotidianeidad, integra experiencias que constituyen, desde cada sujeto
particular, acciones significativas de producción y reproducción social y apropiación
cultural, así la vida cotidiana abarca gran cantidad de actividades mediante
las cuales estudiantes, docentes, padres dan existencia a la escuela dentro del
horizonte cultural que circunscribe cada comunidad.
En
síntesis, indagar el mundo escolar desde la perspectiva etnográfica resulta la
manera de documentar los procesos sociales que se dan al interior de la escuela
y en el aula: la clase, precisando problemas, resaltando contenidos relevantes
y reconstruyendo procesos significativos. De esta manera, los procesos
escolares ponen en escena las contradicciones, conflictos, y negociaciones
generadas en las luchas –implícitas o no – entre los diferentes intereses,
significaciones y legitimaciones en juego. La mirada sobre lo cotidiano
trastorna la imagen idealizada de los procesos que se analizan y reclama el
reconocimiento de los sujetos que participan a diario en la construcción de la
vida escolar. Es decir, la
contribución de la investigación etnográfica, si bien procede de hallazgos en
una escala local, puede interpretarse a mayor escala,
puesto que involucra el sentido político de la educación como elemento
constitutivo de la misma. Por lo tanto, la mirada propiamente relacional de lo educativo y de lo político es
central dado que estas se dan de manera entramada en el proceso etnográfico.
Desde el aspecto metodológico, el análisis interpretativo que se despliega
requiere de un tipo de “integración dinámica” que supone “analizar textos
individuales e intentar desentrañar la dinámica del análisis vertido en cada
uno” (Balbi, 2012, p. 495).
La
investigación etnográfica produce el encuentro entre nuestros marcos teóricos
dinámicos, con los cuales observamos el campo y las narrativas de nuestros
entrevistados, y las experiencias vividas,
con el objeto de describir explicando[3] qué
direcciones y desplazamientos, toman las prácticas cognitivas y explicativas
del hacer pedagógico en la escuela secundaria. En ese sentido, destacamos las
formas en que nos posicionamos frente a estas experiencias, y las múltiples
maneras en que pueden entramarse cambiando por completo su reconstrucción –
esto forma parte del trabajo del investigador -, lo importante es que cada una
de esas formas no pueden ser descritas si no es recorriéndolas, haciendo la
experiencia de su exploración. Al mismo tiempo destacamos el resultado precario
y nunca definitivo de estas experiencias de exploración.
Al
inicio de toda investigación etnográfica nos preparamos para tomar contacto con
las personas que consideramos pueden ofrecernos un conocimiento sobre el objeto
de estudio construido por los investigadores, sin embargo, más allá del
cualquier objeto en particular[4], construir lazos de confianza con una comunidad conlleva tiempo-s,
espacio-s y diferentes formas en que esos lazos y afectos se entraman a la vez
que se afianzan. A modo de exponer algunos acontecimientos destacados que
forman parte de mi experiencia autobiográfica durante el trabajo de campo,
tomaré algunas situaciones que transcurren en una escuela secundaria de la
periferia de la ciudad de Mar del Plata.
1. Durante el primer día de acompañamiento
en una clase de historia de cuarto año[5].
La fecha: 16 de septiembre, el profesor de historia preparó una clase especial
para conversar sobre la “Noche de Los Lápices”.
La
cantidad de estudiantes eran quince, el aula resultaba oscura, muy ruidosa,
pequeña y estrecha frente a los contantes movimientos corporales (algunos se
levantaban de sus asientos para conversar con otros sobre lo que veían en sus
redes sociales – mayormente Facebook-, otros estudiantes salían del aula sin
permiso, otros pasaban al frente para enchufar el celular en el único enchufe
que había o se sentaban sobre las mesas). El profesor reparte fotocopias que se
leen en voz alta para entrar en tema. El desorden y la gran desatención de la
mayoría exponen al docente casi al desborde. En el pizarrón se lee “Conmemoramos los 40 años de la noche de los
lápices 16/9/1976 – Leer el texto y responder: 1) ¿Qué se conmemora el 16 de
septiembre?, 2) ¿Cómo debe ser recordado?, 3) Realizar una breve intervención
artística sobre los acontecimientos y su significado en el presente”. En
algunos momentos, parecen entrar en tema, algunos juegan con la fotocopia, y
luego la leen.
Algunos
fragmentos del intercambio en la clase:
-Gabriel: “dice 1876?” (haciendo referencia a lo escrito en el pizarrón) Fue
llamativo que ningún estudiante respondió ni se asombró sobre la diferencia de
un siglo.
-Profesor: “1 9 7 6” (resaltando la fecha sobre lo ya escrito)
-Fabiana: “es muy largo, profe.”
El profesor pregunta: “¿Cuándo alguien quiere reclamar algo que
hace?”
-Brian (hermano menor de Leonardo,
quien aún está en la escuela primaria, pero regresa con su hermano los viernes
y tiene permiso para estar en clase con él): “un piquete!”
-Profesor: “bueno, se hacían marchas”.
-Leonardo: “había una dictadura”
-Profesor: “un golpe cívico-militar. ¿Qué les parece que puede rescatarse en el
presente?”
-Iván (estudiante que provocaba más
desorden y estaba sentado sobre la mesa) lee: “Funcionó como una bandera para la formación de Centros de Estudiantes…”
-Profesor: “…y eso que significa?”
-Iván: “Belgrano!” (Haciéndose el bromista)
-Leonardo: “Un símbolo!”
-Profesor: “¿qué simboliza?”
-Bruno (delegado del curso): “la-lu-cha-por-nues-tros-de-re-chos” (se
expresa entrecortado a modo de burla)
-Profesor: “Bien!!”
Algunos
estudiantes recuerdan cuando reclamaron por los calefactores que no andaban, y
Leonardo muestra la “tarjeta de colectivo” para estudiantes.
-Profesor: “Se obtuvo por la lucha
de los estudiantes por el boleto estudiantil. Y, ¿para qué sirve?”.
-Iván: “para recordarlo”
-Profesor: “¿No nos moviliza nada
esto…?”
-Bruno: “Seguir luchando por
nuestros derechos…”
-Profesor: “Y ¿Cómo se lucha?”
-Bruno: “yo me imagino…no debe ser
de manera violenta…”
-Profesor: “…porque el reclamo se
desvirtúa…”
Al
finalizar la conversación y análisis del texto, se prepara el aula para
realizar la intervención artística, se corren las mesas al centro todas juntas
para apoyar un papel afiche de gran tamaño. El profesor puso a disposición
témperas, fibrones, revistas para recortar y plasticolas. Luego se prepararon
algunos mates y el clima de trabajo se transformó completamente. Todo el grupo
se puso a trabajar en forma ordenada y colaborativa para representar el sentido
de las efemérides del día. En la parte superior del afiche se lee “A 40 años
del golpe cívico-militar – Los lápices siguen escribiendo.” Todos dejaron las
huellas de sus manos impresas en diferentes colores en el afiche. Ninguno
preguntó si ya era la hora para irse al recreo, situación que se presentó
siempre en este grupo en particular durante mi acompañamiento en el transcurso
de la secuencia didáctica sobre la Década Infame que comenzaría la semana
siguiente.
Algunas
de las impresiones personales más destacadas del registro de campo fueron en
primer lugar, la sensación de que mi presencia perturbaba el desarrollo
“normal” de las clases. Descarto que docentes y estudiantes eran “afectadas/os”
de diferentes formas, esto ha sido registrado en las entrevistas, sin embargo,
ninguno lo expresó de modo negativo. Por el contrario, la mayoría de los y las
docentes me solicitaban comentarios y aportes sobre sus clases, ¿cómo podían
mejorarlas?, o algunas estudiantes me solicitaban ayuda para hacer las tareas o
me contaban confidencias.
Al
finalizar la secuencia didáctica presentada por el profesor, en el caso
particular de la clase detallada más arriba, se realizó una entrevista en
profundidad que indagó sobre su formación profesional, trayectoria docente,
formas de elaboración de las secuencias didácticas, reflexiones en torno al
diseño curricular con el que trabajó. También expresó numerosos obstáculos y
posibilidades que se presentan según los cambios de gestión directiva de la
escuela, del contexto barrial y personales.
Fragmentos
de la entrevista al docente[6], algunas pistas para comprender los sentidos de enseñar de manera
situada y la complejidad de la gramática escolar.
-Profesor: “En un punto yo vengo de un
barrio como éste, bastante marginal si se puede decir. Yo vi que me costó
salir, estudiar, laburar. Sentí que tenía que ser transmisor de ésto para los
chicos que están en estos barrios complicados, barrios afectados por la droga,
alto nivel de conflictividad. Siento la necesidad de compartir con mi
comunidad, me siento parte de la comunidad (…) Esta es una de las escuelas en
la que más me identificaba. ¿Es difícil? Sí, es difícil trabajar. No es fácil,
vos lo viste. Los chicos siempre con un contexto familiar muy difícil, la
mayoría de los casos, no se puede generalizar, pero la mayoría de los casos.
Con papás que no están, ya sea porque están laburando todo el día o porque
tienen sus cosas y los chicos están muy solos. Entonces van a su lugar de
reunión que es la plaza, acá al lado de la escuela, y ahí juegan al futbol,
conocen sus primeros amores, prueban sus experiencias con el alcohol y las
drogas, todo lo que vos ya más o menos conoces. Y acá adentro de la escuela,
cuando no hubo un modelo referente fuerte [de gestión directiva], era la calle
acá dentro concretamente. No había reglas, los gritos que iban de la plaza a la
escuela constantemente, días que nos teníamos que retirar escabullidos porque
estaban desde la plaza a los tiros, esas cosas ya no están sucediendo, porque,
no sé si ese fue el detonante, el año pasado nos organizamos alumnos, docentes
y directivos reclamamos cámaras, reclamamos seguridad y ahora la cosa se
tranquilizó un poco”.
-Investigadora: “Más allá de las cámaras
¿Hay algo también de la escuela que está marcando una distancia a ese otro
mundo?”
-Profesor: “Ahora [con la nueva gestión
directiva] es al revés las calles quieren conquistar a la escuela se quiere
abrir a la plaza y está buenísimo que eso suceda”.
-Investigadora: Yo lo que vi, por ahí el
último tiempo algunos momentos que te atendían más, pero durante el año ¿hubo
alguna temática que generó otro clima de trabajo? Pude ver era que era muy
complicado trabajar con el cuarto. Yo pienso a lo mejor que mi presencia
también distraía…Iván, por ejemplo. Creo que es el que más sentí que mi
presencia de alguna forma lo afectaba. Me daba la impresión a mí, eso es lo que
percibí. Cambiaba de actitud. En los demás me parece que le daba lo mismo que estuviera
yo o no, pero me parece Iván en algún punto se portaba peor me parece. ¿Qué
pasaba cuando yo no estaba?
-Profesor: Con Iván, en el curso en
general no hay muchos códigos, siempre se paran, salen del curso, sucedía el
año pasado, yo veía que hacían lo mismo. No cambió eso. Si por clima de trabajo
un piensa que están sentados, escribiendo, no se mueven ninguno, todos en
silencio. No, es más te puedo decir que cuando vos estuviste fue uno de los
momentos que más escucharon.”
En estos
fragmentos de entrevista, el profesor expresa su gran compromiso con la
profesión docente y especialmente en escuelas de barrios periféricos en
comunidades marcadas por el estigma de la pobreza y vulneradas en muchos de sus
derechos (acceso a vivienda, trabajo, condiciones habitacionales y barriales
insalubres, violencia entre vecinos y enfrentamientos con las fuerzas
policiales). Por otro lado, manifestaba que el “clima” en el que se
desarrollaban sus clases era “normal”, afirmando que frente a mi presencia,
tenía una mejor escucha por parte del grupo. El docente, se encontraba dando
ese año también los talleres que la escuela ofrecía para las y los delegadas/os
de cursos con el objetivo de elaborar los Acuerdos Institucionales de
Convivencia (AIC) y organizar el Centro de Estudiantes (CdE) junto a la
Orientadora Social del Equipo de Orientación Escolar y una preceptora los días
miércoles al mediodía (para que concurrieran estudiantes de ambos turnos).
A modo
de cierre de este breve fragmento de registro etnográfico podemos expresar que
ese año 2016 se reunieron una serie de variables que parecían conducir hacia un
proyecto de escuela con un horizonte de posibilidad y cambios positivos. Una
nueva directora con metas claras y autoridad presente para acompañar proyectos
institucionales y docentes. Apenas tomó el cargo recorrió las aulas
presentándose y diciéndole a las y los estudiantes: - Directora C.: “Ustedes son los dueños de esta escuela, esta
escuela les pertenece así que empecemos a trabajarla (…) me presenté, les conté
a qué venía, lo que quería… y ellos no me creían. Ellos estaban con que ‘todos
dicen lo mismo’. Pero cuando vieron que sí, hubo un cambio. (…) Tuvieron
participación los chicos en todas las reuniones que se hicieron y se hicieron escuchar.
Entonces ahí hubo un cambio muy importante. [7]”Este cargo fundamental para generar cambios y conformar una
verdadera comunidad educativa, fue contagiando a algunos y fortaleciendo de a
poco a otros – docentes, estudiantes y familias- logrando una transformación
importante a lo largo de los años. Sin embargo, no todo resulta como se
proyecta, ni la conformación de los equipos docentes se puede garantizar en su
continuidad, tanto por cuestiones que tienen que ver con la gramática de la
escuela secundaria (como por ejemplo la titularización o toma de horas en una
misma institución – carga horaria suficiente como para acompañar proyectos
institucionales-); como por cuestiones personales (mudanzas, decisiones
familiares que alejan a los docentes de la escuela como el caso del profesor de
la entrevista transcripta más arriba).
Elsie
Rockwell (2011) destaca la diferencia entre el “saber docente” y el “saber
pedagógico[8]” con el
fin de poner el acento en el primero[9]. La autora
señala que el primero corresponde a la práctica de la enseñanza e incluye otros
conocimientos que, si bien en ocasiones pueden subvertir o distorsionar las
funciones formales de la educación, también enriquecen la enseñanza; se trata
de un “conocimiento local” que “se expresa y existe en las condiciones reales
de dicho trabajo, es decir, dentro de condiciones distintas de las que permite
la expresión del saber pedagógico.” (p. 28). Así, expresa que se trata de un
saber que “rara vez se documenta y por lo tanto la etnografía ofrece una manera
de hacerlo visible y audible” (Rockwell, 2011, p. 28). Recuperar el saber docente desde este enfoque, supone
compartir reflexiones sobre su quehacer mediante enunciaciones que reflejan,
además de sus saberes propios, sus concepciones sobre el trabajo docente,
podríamos sostener que “la etnografía puede proporcionar una versión de esa reflexión
docente y un acercamiento a aspectos del quehacer diario que no siempre se
enuncian en el discurso cotidiano de los maestros, ni se encuentran codificados
en la pedagogía” (Rockwell, 2011, p. 29).
La
pertinencia del trabajo etnográfico se sustenta en la necesidad de articular lo
dicho y lo hecho, lo vivido en el aula y fuera de ella y lo expresado en el
discurso, lo que los profesores expresan verbalmente y lo que acontece en la
experiencia de enseñanza. La autora vincula los conceptos “etnografía” y
“transformación”, aplicando el segundo en dos sentidos. En primer lugar, las
transformaciones que le suceden al investigador, noción que queda clara cuando
afirma “de hecho, la transformación más importante que logra la etnografía
ocurre en quienes la practicamos” (Rockwell, 2011, p. 30) y, en segundo lugar,
las transformaciones que puede favorecer la investigación etnográfica en las
prácticas educativas. Al respecto, estas transformaciones refieren a la noción
de cambio, expresada en la discusión entre quienes creen que los docentes
repiten pautas de enseñanza idénticas a las que quienes fueron sus docentes
practicaban, perpetuando generación tras generación esas pautas, pudiéndose
considerar como mecanismo de “reproducción cultural” (Bourdieu y Passeron,
1977) y quienes creen que los cambios pueden y deben ser rotundos y provenir
del exterior, ya sea por políticas educativas o por capacitación pedagógica, en
estos casos, suele ocurrir que la realidad se resista a estos intentos y así se
refuerza la idea de que tanto la escuela como los docentes “jamás cambian”
(Rockwell, 2011, pp. 30-31). Asimismo, sostiene que desde este enfoque,
“resulta inconcebible” la idea de que las escuelas y los docentes nunca cambian
o que cambian solamente con intervención externa; la investigación etnográfica
en el ámbito educativo, dedicada a los contextos locales y a recuperando la
experiencia de las personas, puede vincularse tanto con procesos de
reproducción, como así también de resistencia (en sentido de Giroux, 1985, 2004)
y especialmente de transformación, generados en una escala microsocial y así
otorgarles un sentido distinto, puesto que, en perspectiva foucaultiana, los
fenómenos de poder más globales anexan los procedimientos de poder que
funcionan en los niveles más locales (Rockwell, 2011, pp. 34-35). Es decir, la
contribución de la investigación etnográfica, si bien procede de hallazgos en
una escala local, puede interpretarse a mayor escala, puesto que involucra el
sentido político de la educación como elemento constitutivo de la misma. Por lo
tanto, la mirada propiamente
relacional de lo educativo y de lo político es central dado que estas se dan de
manera entramada en el proceso etnográfico.
A modo
de síntesis, Rockwell (2011) sostiene que “La actividad central de la
etnografía es construir conocimiento y, por medio de ello, apuntar a nuevas
posibilidades de relación con el trabajo educativo” pero aclara que intenta
mostrar el valor potencial de la etnografía para la recuperación del
conocimiento local, para la construcción de la memoria histórica, para la
crónica de hechos actuales y para “la previsión de caminos posibles para la
construcción de nuevas prácticas” (p. 38). En este sentido, su perspectiva, la
cual enunciamos más arriba, es en clave transformadora.
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[1] Como método de investigación nos referimos al conjunto de las
técnicas no directivas (observaciones participantes y entrevistas no
dirigidas), las encuestas, y la residencia prolongada con los sujetos de
estudios, es el trabajo de campo en sí. Como texto, remite al producto del
trabajo de campo, donde se realiza una descripción detallada de los registros
tomados sobre los procesos sociales observados y relevados. Finalmente nos
interesa concentrarnos en el enfoque etnográfico que es un tipo de descripción-interpretación
que consiste en: “(…) elaborar una
representación coherente de lo que piensan y dicen los nativos, de modo que esa
descripción no es ni el mundo de los nativos, ni el modo en que ellos lo ven,
sino una conclusión interpretativa que elabora el investigador (…) Pero, a
diferencia de otros informes, esa conclusión proviene de la articulación entre
la elaboración teórica del investigador y su contacto prolongado con los
nativos”. (Guber, 2014, p.18).
[2] Las experiencias relevadas forman parte de un estudio de
investigación realizado durante los años 2016 al 2018 en el marco del Doctorado
en Humanidades y Artes con mención en Educación de la Universidad Nacional de
Rosario (hemos tomado algunas narrativas de registros de clases, entrevistas de
docentes y de estudiantes de una escuela secundaria periférica de la ciudad de
Mar del Plata).
[3] J. Quirós (2011) sostiene que “Se puede explicar describiendo (también: el ‘cómo’ es una forma de llegar al ‘por qué’) (...) Narrar personas
haciendo cosas involucra una forma particular de abordar el discurso
producido en campo” (p. 33).
[4] El tema central de la tesis se refiere a las prácticas pedagógicas
institucionales que se despliegan en la cotidianeidad de una escuela secundaria.
Nos enfocamos en aquellas experiencias que promueven al interior de la escuela
la configuración del sentido de “comunidad” al entramar aquellas propuestas
pedagógicas con las prácticas culturales de las/ los estudiantes adolescentes y
jóvenes considerados como sujetas/os de derecho.
[5] Es importante aclarar que previo a mi presencia en el aula, se
conversó con el profesor sobre el momento oportuno de mi ingreso y se les
explicó al grupo de estudiantes quién era y qué estaba haciendo allí.
[6]
Se procedió a un doble proceso de validación. Cada desgrabación ha sido enviada
nuevamente a cada entrevistado la cual la ha revisado, adecuado y autorizado
para su uso.
[7] Entrevista a la Directora del 1 de julio del 2016
[8] E. Rockwell
(2011) define la pedagogía como “la elaboración intencional de un método
general o particular de instrucción o de educación [tomado de] (Santoni Rugiú
2001)” (p.27). A modo de contexto, el autor citado refiere en Escenarios: una aportación dramática a la
historia de la educación, a la diferencia entre educación, instrucción y pedagogía enfatizando en esta última en
su aspecto metodológico a fin de dar una definición precisa que parece
desconsiderar la dimensión sociocultural, sin embargo, la recupera al mencionar
que esas cuestiones deberán incluirse desde otros campos como la sociología o
la antropología cultural.
[9] Desde nuestro posicionamiento consideramos que el “saber
pedagógico” incluye al “saber docente”, sin embargo, nos resulta pertinente
recuperar esta idea para poner en foco los saberes producidos en la cotidianeidad
del hacer docente contextualizado y situado - lo que E. Rockwell denomina el
“conocimiento local”- a su vez que se releva y visibiliza en la co-construcción
docentes/ estudiantes e investigadores.