Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 8 N° 1 (2023) / Sección Dossier / pp. 1-9 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 23/04/2023 Aceptado: 10/07/2023
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.098
Critique and the “State of exception” that is
the rule. Reading Benjamin by and for women’s fights
Universidad
Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, México.
elindigc@gmail.com
Resumen. Este
ensayo propone una lectura de la VIII de las Tesis sobre la historia, de
Benjamin que la “emplea”, en el sentido en que el propio Benjamin sostenía que
una exposición materialista de la historia debía emplear los fragmentos del
pasado para interrogar radicalmente el presente y resistir a las opresiones. Se
pone en relación esta tesis con las palabras de las mujeres zapatistas,
pronunciadas con motivo de la inauguración del Segundo encuentro internacional
de mujeres que luchan, para argumentar que el “estado de excepción” que
Benjamin había advertido era en verdad la regla, lo sigue siendo hoy
específicamente (aunque no únicamente) para las mujeres y otros cuerpos,
individuales y colectivos, feminizados.
Se argumenta también que la tradición de lucha de las mujeres indígenas
producida por una colonialidad capitalista que sigue en curso es la que hoy nos
muestra la normalidad del “estado de excepción” contemporáneo. Finalmente se
propone que las luchas de las mujeres son, también, ejercicios críticos y
prácticas de resistencia e invención, para una justicia por-venir.
Palabras clave. W. Benjamin, estado de excepción, luchas de mujeres, mujeres
zapatistas, justicia.
Abstract. This essay proposes a
reading of the VIII of Benjamin's Theses on history "using" it, in
the sense that Benjamin himself maintained that a materialist presentation of
history must make use of fragments of the past to radically question the
present, and resist oppression. This thesis is compared to the words of the
Zapatista women, spoken on the occasion of the inauguration of the Second
International Meeting of Fighting Women, to argue that the "State of exception"
that, as Benjamin stated, was the rule, continues to be so today specifically
(although not exclusively) for women and other feminized bodies, both individual
and collective. It is also argued that the fighting tradition of indigenous
women produced by a Capitalist Coloniality that is still ongoing, currently
shows us the normality of the contemporary "state of exception".
Finally, women's fights are proposed to also be criticism exercises and
resistance and inventiveness practices, for a justice “to-come”.
Keywords. W. Benjamin, state of exception, women´s fights, zapatista women, justice.
VIII
La tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado de
excepción” en que ahora vivimos es en verdad la regla. El concepto de historia
al que lleguemos debe resultar coherente con ello. Promover el verdadero estado
de excepción se nos presentará entonces como tarea nuestra, lo que mejorará
nuestra posición en la lucha contra el fascismo. La oportunidad que este tiene
está, en parte no insignificante, en que sus adversarios lo enfrentan en nombre
del progreso como norma histórica. El asombro ante el hecho de que las cosas
que vivimos sean “aún” posibles no tiene nada de filosófico. No está al
comienzo de ningún conocimiento, a no ser el de que la idea de la historia de
la cual proviene ya no puede sostenerse.
W. Benjamin. Tesis sobre la historia
Hermana y compañera, tú que pudiste llegar y tú que no pudiste
llegar:
Queremos escucharte y mirarte, porque tenemos preguntas.
¿Cómo te organizaste?
¿Qué hiciste?
¿Qué pasó?
Porque acuérdate que cuando fue nuestro primer encuentro, nos
comprometimos a que vamos a organizar en nuestros lugares, que ya basta de
asesinadas, desaparecidas, humilladas, despreciadas.
Pero lo vemos que sigue más peor.
Dicen que hay equidad de género porque en los malos gobiernos hay
igual de hombres y mujeres mandones y mandonas.
Pero nos siguen asesinando.
Dicen que hay más derechos en la paga para las mujeres.
Pero nos siguen asesinando
Dicen que hay mucho avance en las luchas feministas.
Pero nos siguen asesinando.
Dicen que ahora las mujeres tienen más voz.
Pero nos siguen asesinando.
Dicen que ahora ya se toma en cuenta a las mujeres.
Pero nos siguen asesinando.
Dicen que ahora hay más leyes que protegen a las mujeres.
Pero nos siguen asesinando.
Dicen que ahora es muy bien visto hablar bien de las mujeres y de
sus luchas.
Pero nos siguen asesinado.
Dicen que hay hombres que entienden la lucha de como mujeres que
somos y hasta se dicen que son feministas.
Pero nos siguen asesinado.
Dicen que ya hasta hay súper héroes en las películas.
Pero nos siguen asesinando.
Dicen que ya hay más conciencia del respeto a la mujer.
Pero nos siguen asesinando.
Cada vez más asesinadas.
Cada vez con más brutalidad.
Cada vez con más saña, coraje, envidia y odio.
Y cada vez con más impunidad.
O sea que cada vez con más machos que no se castigan, que siguen sin
pena, como si nada, como si asesinar a una mujer, desaparecerla, explotarla,
usarla, agredirla, despreciarla, es cualquier cosa.
Nos siguen asesinando y todavía nos piden, nos exigen, nos ordenan
que estemos bien portadas.
Palabras de bienvenida de las mujeres zapatistas en la inauguración
del segundo encuentro internacional de mujeres que luchan.
México, diciembre de 2019
Benjamin
apuntaba en algún fragmento del Libro de los pasajes que su método era
de montaje literario. Este método consistía no en decir, sino en mostrar; no en
“inventariar los harapos y desechos de la historia”, sino en “dejarles alcanzar
su derecho de la única forma posible: empleándolos” (2009, p.462). Emplearlos,
y específicamente emplearlos para la crítica de acuerdo con la exposición
materialista de la historia defendida por Benjamin, puede interpretarse al
menos de dos maneras distintas, aunque no necesariamente contradictorias. Una interpretación
es la que, con la ayuda de la VI de las Tesis sobre la historia, piensa
la crisis y su articulación con la crítica sobre todo en el sentido instantáneo
o momentáneo de la crisis[2].
Articular históricamente el pasado no
significa conocerlo “tal como verdaderamente fue”. Significa apoderarse de un
recuerdo tal como este relumbra en un instante de peligro. De lo que se trata
para el materialismo histórico es de atrapar una imagen del pasado tal como
ésta se le enfoca de repente al sujeto histórico en el instante de peligro. El
peligro amenaza tanto a la permanencia de la tradición como a los receptores de
la misma. Para ambos es uno y el mismo: el peligro de entregarse como
instrumentos de la clase dominante. (p.40)
El
“instante de peligro” que hace relumbrar un recuerdo sería así el momento de
crisis, que pone en peligro tanto a la permanencia de la tradición como a sus
receptores. El peligro, dice esta cita, es precisamente la anulación de la
crítica entendida como interrogación radical y como resistencia a la
dominación: esto sería, para la tradición como para el trabajo del historiador,
entregarse como instrumentos de la clase dominante. La otra interpretación no parte
de la lectura de las Tesis sobre la historia, sino del Libro de los pasajes.
Leemos ahí: “La exposición materialista de la historia lleva al pasado a
colocar al presente en una situación crítica” (2009, p. 473). Donde la situación crítica sería efecto del
choque del pasado con el presente, dando lugar a la interrogación radical y
además a la resistencia o la lucha contra la dominación, esto último es muy
importante. Esta interpretación haría énfasis en otro de los usos del término
“crisis”: la necesidad de la toma de decisión o de la elección. En uno de los dos casos la crisis se le
presenta al historiador materialista en la forma del instante de peligro, en el
otro la crisis es más bien advertida por el trabajo de la crítica que “no
escoge sus objetos a la ligera. No los entresaca del transcurso [de la
historia], sino que los hace saltar de él”. En ambos la crisis es ocasión de la
crítica (la ocasión, que no la causa[3]), sin embargo el segundo nos permite pensar que el instante de
peligro está siempre presente, o al menos, latente, esperando a ser empleado
para y por la crítica. Y nos permite relacionar crisis y crítica (si bien no
asimilarlas) con un “estado de excepción” que es la regla o la norma. Opto en
este ensayo por entender en este segundo sentido la crisis.
La
exposición materialista de la historia emplea, además, imágenes. Imágenes
dialécticas, en el sentido que les dio Benjamin. De la compleja caracterización
de estas quiero destacar por ahora su carácter radicalmente tensional. Conviene
para ello citar otro fragmento del Libro de los pasajes:
Al pensar pertenece tanto el movimiento como
la detención de los pensamientos. Allí donde el pensar, en una constelación
saturada de tensiones, llega a detenerse, aparece la imagen dialéctica. Es la
cesura en el movimiento del pensar. Su lugar no es, por supuesto, un lugar
cualquiera. Hay que buscarlo, por decirlo brevemente, allí donde la tensión
entre las oposiciones dialécticas es máxima. Por consiguiente, el objeto mismo
construido en la exposición materialista de la historia es la imagen
dialéctica. Es idéntico al objeto histórico; justifica que se le haga saltar
del continuo del curso de la historia. (478)
La tesis
VIII de Benjamin es, así, una imagen dialéctica. Las tensiones que quedan
detenidas aquí: excepción y regla, excepción y norma histórica, excepción y
progreso; y sus relaciones con la tradición y la opresión, ponen en crisis la
misma concepción de la historia que daba ventaja al fascismo aun frente a
quienes lo combatían desde la izquierda, pero
en nombre del progreso. Propongo emplearla poniéndola en relación con la
otra imagen dialéctica que aparece en el segundo epígrafe: el fragmento de las
palabras de las mujeres zapatistas. La actualidad de la tesis de Benjamin
consiste en su capacidad de mostrar las crisis: la del pasado fascista al cual
Benjamin no sobrevivió, como sabemos, y la del crimen contra las hermanas y las
compañeras denunciado en la palabra de las mujeres zapatistas y determinado en
una serie de tensiones máximas. Crimen, esta vez machista, que es el motivo de
la lucha de las mujeres indígenas, de las mujeres del Sur global y de las
mujeres de todo el mundo. Mujeres convocadas estratégicamente por las
compañeras zapatistas con la única condición de ser precisamente mujeres que
luchan. Estas luchas, he de sostener más adelante, son también ejercicios
críticos o bien, prácticas críticas.
Si el
sentido común opone la excepción a la regla, tanto en el alemán de tiempos de
Benjamin como en el español contemporáneo, su tesis, mediante una formulación
alegórica[4] que tiene, a la vez, forma paradójica o paradojal hace al “estado
de excepción” constitutivo de la regla o de la norma. Una relación paralela se
establece entre el progreso (objeto de la crítica materialista de la historia
en la Modernidad capitalista) y la catástrofe: “Hay que basar el concepto de
progreso en la idea de catástrofe. Que esto “siga sucediendo” es la catástrofe.
Ella no es lo inminente en cada caso, sino lo que en cada caso está dado”
(Benjamin, 2009, p. 476).
En su
lucha contra el fascismo, como se sabe, Benjamin discutía sobre el concepto de
“Estado de excepción” con Carl Schmitt. G. Agamben ( pp.103-104) documenta las
lecturas que Benjamin y Schmitt hicieron uno del otro para argumentar que el
primer documento de su debate no fue,
como se ha pensado, la lectura que hizo Benjamin de la Teología política de
Schmitt en El origen de drama barroco alemán, sino la anterior lectura
que habría hecho Schmitt del ensayo “Para una crítica de la violencia”,
publicado por Benjamin en 1921 en la revista Archiv für Sozialwissenchaften
un Sozialpolitik, revista de la cual ambos eran colaboradores y lectores.
La doctrina de la soberanía desarrollada por Schmitt en su Teología política
puede leerse, sostiene Agamben (p. 106) como una puntual respuesta al ensayo de
Benjamin. Y la octava tesis sobre el concepto de historia sería el documento
decisivo de este debate. En ella Benjamin, al interés de Schmitt por
“reinscribir la violencia en un contexto jurídico”, respondería con la
posibilidad de pensar en una justicia por venir, definida en uno de sus
fragmentos póstumos como “un estado del mundo en el cuál éste aparece como un
bien absolutamente inapropiable e imposible de subsumir en un orden jurídico”
(1992, p.41 citado en Agamben, p. 121). Agamben sostiene también, siguiendo la
lectura de la octava tesis de Benjamin, que la maquinaria de un “Estado de
excepción” ̶ suspensión del derecho para garantizar su continuidad y/o su propia
existencia ̶ constitutivo del propio
orden jurídico “ha seguido funcionando casi sin interrupción a partir de la
primera guerra mundial, a través del fascismo y nacionalsocialismo, hasta
nuestros días. Inclusive, el estado de excepción ha alcanzado hoy su máximo despliegue
planetario.” (155). Reconociendo el cuidado y el rigor con que Agamben elabora
su arqueología del derecho en Occidente, propongo, sin embargo, una lectura
diferente. La clave de esta lectura es precisamente el inicio de la Tesis VIII:
“La tradición de los oprimidos nos enseña que el estado de excepción en que
ahora vivimos es en verdad la regla”. La clave es justamente la “tradición de
los oprimidos”.
Es
célebre la definición del soberano de Schmitt, se trata de “quien decide sobre
el estado de excepción”. Esta es, según él, la única definición justa para el
concepto de soberanía” (2009, p.13). La suspensión del orden jurídico debería
responder a una situación concreta excepcional, es decir, a una situación
extrema, crítica en el sentido de Schmitt, a quien le interesó como problema
central el del sujeto de la decisión. Aquí interesa otra cuestión: ¿Para
quiénes el “estado de excepción” es tal? No, según Benjamin, para “la tradición
de los oprimidos”, que es la que nos enseña que a los oprimidos, y lo veremos
más adelante, a las oprimidas, a las indígenas, a las negras, a las pobres, no
las ampara el orden jurídico en tiempos “normales”, sea cual sea. A ellas las
asesina (junto con todo el aparato de Estado y con la complicidad de la
sociedad), como a los vivientes no humanos y como a los no vivientes que
destruye. “Nos siguen asesinado” es la constante denuncia en la convocatoria de
las mujeres zapatistas que aparece en el segundo epígrafe. La interpretación
que hace M. Lowy de la Tesis VIII (2002, pp. 96-100), nos sirve para discutir
esta cuestión. Según Löwy, la concepción de la historia defendida por Benjamin
desde la perspectiva de la tradición de los oprimidos para la cual la norma es
la opresión, la barbarie, la violencia de los vencedores (p. 97), “permite
situar el fascismo en la continuidad del cortejo de los vencedores […] Pero
tiene el gran defecto de no poner de relieve su carácter novedoso ̶ sobre todo en la variante
hitleriana ̶ con respecto a las formas
antiguas de dominación” (p. 98). Y en seguida sostiene que hay que decir, en
descargo de Benjamin”, que el sistema concentracionario, las fábricas de la
muerte, el exterminio industrial de judíos y gitanos, recién se desplegarían en
todo su poder después de la muerte de Benjamin. Creo que la interpretación de Löwy
no recoge la radical tensionalidad de la tesis ni su fuerza crítica de
generalización. Lo que nos enseña “la tradición de los oprimidos”, que desde mi
interpretación no debe reducirse a los sujetos de opresión de clase, es el
estado de excepción permanente como lo que está dado en la normalidad, y no
como lo inminente, para usar la expresión de Benjamin. En este sentido podemos
hablar no de una tradición de los oprimidos, sino de tradiciones de las y los
oprimidos. No creo que el carácter general de la tesis de Benjamin sea un
“defecto”, al contrario, creo que de ahí deriva su fuerza crítica y su
actualidad. Por otra parte, la interpretación de Löwy corre el peligro de
privilegiar la figura de las víctimas del genocidio Nazi como caso
paradigmático. Conocemos las consecuencias históricas, políticas y teóricas de
la capitalización de este privilegio. Una de ellas, y no la menor, es la
desmemoria de otros genocidios, otra es por supuesto la justificación de los
genocidios contemporáneos, como el del Estado de Israel contra Palestina.
Considero
también que la interpretación de Agamben, al ubicar el inicio histórico en
Occidente de un “estado de excepción que es la regla” en el momento político
del surgimiento del fascismo y el nacionalsocialismo desconoce que hubo otros
cuerpos sujetos a la dominación y al exterminio por parte de la maquinaria
biopolítica. Al menos desde la Modernidad capitalista que como bien ha
sostenido S. Federici a lo largo de toda su trayectoria, no hubiera sido
posible sin el trabajo no remunerado de reproducción de la vida de las mujeres,
sin el trabajo colonial esclavo, ni sin la explotación colonial de los pueblos
indígenas que no fueron ni han sido totalmente exterminados. (Cfr. Por
ejemplo “El capital y el género”, 2018, pp. 47-68). El “estado de excepción” ya
era la regla para estas tradiciones, al menos desde la colonia.
En cada
caso las palabras de las zapatistas repiten: “pero nos siguen asesinando”. El
asesinato, el crimen y su impunidad (que es a la vez condición y parte del
propio crimen) muestran que eso que “dicen”, lo que dicen tanto los “malos
gobiernos” mexicanos y extranjeros procedentes del partido que sea, como todo
el aparato institucional y social que refuerza la violencia de Estado, es una
serie de mentiras. Mentiras políticas. La impunidad muestra que “asesinar a una
mujer, desaparecerla, explotarla, usarla, agredirla, despreciarla, es cualquier
cosa”. Y en efecto para el Estado es cualquier cosa, es parte de la normalidad.
Si el “estado de excepción” es la suspensión del orden jurídico, la tesis de
Benjamin nos enseña que este orden en tiempos “normales” ampara, como decía,
sólo a algunos. Para que unos derechos se suspendan es necesario haberlos
tenido en algún momento. Pero hay cuerpos individuales y colectivos que
históricamente han sido excluidos de este orden que dice incluirlos. Una
muestra brillante de esta exclusión en Occidente es la Declaración de los
derechos de la Mujer y de la Ciudadana de Olympe de Gouges, de 1789. Cito el
artículo II “El objetivo de toda asociación política es la conservación de los
derechos naturales e imprescriptibles de la Mujer y del Hombre; estos derechos
son la libertad, la propiedad, la seguridad y, sobre todo, la resistencia a la
opresión”. Y el IV: “La libertad y la justicia
consisten en devolver todo lo que pertenece a los otros; así, el ejercicio de
los derechos naturales de la mujer sólo tiene por límites la tiranía perpetua
que el hombre le opone; estos límites deben ser corregidos por las leyes de la
naturaleza y de la razón” ( ) Hay entonces una tradición de las oprimidas en
Occidente, que debe resistir a la tiranía perpetua que los hombres ejercen
sobre las mujeres. La misma declaración de los derechos humanos de 1789, a la
que respondió de Gouges, reforzaba esta tiranía. Por cierto que en aquella
declaración no se consideró necesario incluir, como sí en la de 1948, después
de la Segunda Guerra Mundial, el derecho a la vida, como se cita en el artículo
3: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de
su persona.” A este derecho a la vida, la tradición de las mujeres zapatistas
opone el hecho de que el asesinato reiterativo de las mujeres es la normalidad.
Y no sólo defienden el derecho a la vida, sino el derecho a no ser asesinadas, desaparecidas,
explotadas, usadas, agredidas, despreciadas. En otro fragmento de sus Palabras
de bienvenida leemos:
Porque tú lo sabes bien, compañera y
hermana, estamos en una guerra.
Ellos por matarnos.
Nosotras por vivir, pero vivir sin
miedo, vivir libres pues. (2019 s/p)
Una vida
digna, justa, es una vida libre de violencia y de miedo. Conviene elaborar un
poco más otras tensiones que evidencia su palabra: el asesinato de las mujeres
desmiente el discurso jurídico de una “equidad de género” que establece cuotas
de mujeres en cargos representativos, pero que coloca a las personas con
independencia de su sexo-género en las mismas posiciones de
dominación-sometimiento: “hay igual de hombres y mujeres mandones y
mandonas”. Y desmiente el cumplimiento
del discurso jurídico que establece el derecho a igual paga para las mujeres;
el discurso del “avance de las luchas feministas”; el de la mayor participación
en la toma de la palabra por parte de las mujeres; el del mayor respeto hacia
las mujeres, el de la industria cultural que incluye a figuras femeninas como
súper héroas. A todos estos discursos se opone enfáticamente la denuncia
del estado de excepción permanente: “pero nos siguen asesinando”. Estado de
excepción que es constitutivo del régimen capitalista y patriarcal, sostienen
las compañeras. Hay que tomar en serio la advertencia de Benjamin: no hay que
asombrarse de que el crimen sea “aún posible”. El crimen sigue siendo la
norma…para algunas.
Ahora
bien, pese a que la palabra de las compañeras zapatistas convoque generosamente
a todas las mujeres que luchan, es decir, a todas las mujeres violentadas de
cualquier forma, no deja de evocar, apenas en una imagen, la tensionalidad de
un orden o una norma que sobredetermina la violencia sobre algunos cuerpos
colectivos. Las violencias y exclusiones de género no se presentan solas. A
ellas se suman las violencias racistas, de clase, económicas, etc. “Allá arriba
hablan de los derechos conquistados por unas cuantas” sostienen las compañeras.
Ciertamente, al menos en el Sur global, las mujeres que escapan a la violencia
feminicida, a las otras múltiples violencias y dominaciones (u opresiones) de
género sumadas a las racistas, clasistas, económicas, etc. y a la dominación
son las menos. Y son también, en algunos casos, las que refuerzan la
dominación, las “mandonas”.
Las
Palabras de bienvenida de las Mujeres zapatistas al Segundo Encuentro
Internacional de Mujeres que Luchan, recordemos, iniciaban con una serie de
preguntas: ¿Cómo te organizaste?, ¿qué hiciste?, ¿qué pasó?, recordando que en
el Primer Encuentro habían acordado organizarse, cada quien o cada quiénes
desde su lugar, para parar los asesinatos. Concluyen con el reporte de las
mujeres zapatistas. El texto merece una cita extensa:
Así está la cosa, hermana y
compañera, tenemos que vivir a la defensiva.
Y tenemos que enseñar a nuestras
crías a crecer a la defensiva.
Así hasta que ya puedan nacer,
criar y crecer sin miedo.
Nosotras como zapatistas pensamos
que es mejor para esto el estar organizadas.
Lo sabemos que hay quien piensa que
también se puede de individual.
Pero nosotras lo hacemos
organizadas como zapatistas que somos.
Porque somos mujeres que luchan sí,
pero somos mujeres zapatistas.
Por eso, compañera y hermana, la
cuenta que nosotras te traemos es que en nuestras compañeras en este año no
hubo ninguna asesinada ni desaparecida.
Sí tenemos algunos casos, según la
última reunión que tuvimos, de violencia contra la mujer.
Y lo estamos viendo de castigar a
los responsables, hombres todos ellos.
Y no sólo lo están viendo las
autoridades autónomas, también lo estamos viendo como mujeres zapatistas que
somos.
Y también te decimos la verdad que
a veces nos peleamos entre nosotras, compañera y hermana. Peleamos por
tonterías de como mujeres que somos.
Tal vez es que perdemos el tiempo
en esas peleas pendejas porque ahora estamos vivas y seguras.
Porque hubo un tiempo en que sólo
vivíamos la muerte.
Y, la mera verdad, mirando cómo
están las cosas en tus mundos, pues no te ofendas hermana y compañera, pero
deseamos que ojalá y llegue el día que ustedes se discutan y peleen por quién
es más bonita, más joven, más inteligente, mejor vestida más novios o novias, o
maridos y maridas, o porque traen la misma ropa, o porque sus crías son mejores
o peores, o por esas cosas que pasan en la vida.
Porque ese día, compañera y
hermana, quiere decir que eso, la vida, ya no es un problema.
Entonces tal vez podemos ser igual
de pendejos que los hombres y andar de chismes y tonterías.
O tal vez no, tal vez entendamos
entonces que ya vivas y libres, serán otros los problemas, otras las
discusiones y otras las peleas. (2019, s/p)
Esta es
la palabra de una de las tradiciones de las oprimidas: la de las hermanas y
compañeras zapatistas. Ellas mismas se posicionan, lo subrayo, como mujeres,
pero igualmente como zapatistas. Es decir, como herederas de la tradición de
las luchas de las mujeres (en ese sentido piden a todas especialmente que sean
hermanas y compañeras “de las mujeres que ya son de juicio, o sea de edad”
porque “no son nuevas en la lucha de como mujeres que somos” (2019 s/p) y
además como herederas de la tradición de las luchas indígenas. Desde esta posición
específica rinden una cuenta positiva: lograron, organizándose, parar los
asesinatos: si hubo un tiempo en que sólo vivían la muerte, durante un año no
hubo, entre ellas, ninguna asesinada ni desaparecida. Desde la misma posición
invitan muy respetuosamente a la organización. Esta organización, autónoma
respecto del estado criminal, es la herencia de la lucha zapatista y de las
luchas anteriores de los pueblos mayas. Las mujeres zapatistas saben muy bien
que poco o nada es lo que podemos hacer solas.
Promover
el “verdadero estado de excepción” sería, recordando la tesis de Benjamin, la
tarea de la crítica. La palabra de las mujeres zapatistas no sólo nos muestra
que la mayoría de las mujeres hemos vivido en un “estado de excepción”
producido por el “régimen capitalista y patriarcal”, en sus palabras. Nos
enseñan además que para lograr el “verdadero estado de excepción”, es decir, en
sus palabras también, el día en que la vida ya no sea un problema, o también el
día en que la vida libre y sin miedo sea posible, las luchas organizadas al
margen de los aparatos estatales son irrenunciables:
El derecho a la vida y todos los
derechos que merecemos y necesitamos, no nos los van a regalar nadie.
No nos los va a dar el hombre malo,
bueno, regular o ni modos.
No nos lo va a dar el sistema
capitalista por muchas leyes y promesas que haga.
El derecho a la vida, y todos los
derechos, los tenemos que conquistar.
Todo el tiempo y en todos los
lugares.
O sea que para las mujeres que luchan
no hay descanso. (2019, s/p)
Y además
de irrenunciables, las luchas son permanentes. Lo que no quiere decir que
excluyan la fiesta y el goce. El programa de aquel encuentro de mujeres que
luchan fue de tres días: uno para denunciar la violencia, para escuchar
testimonios con amor y respeto y para acompañarse: “téngalo claro que al menos
nosotras, las zapatistas, le vamos a hacer un lugar en nuestro corazón
colectivo” (2019, s/p). Un segundo día para compartir ideas, trabajos y
experiencias de las asistentes, “para buscar los caminos de que se acabe esta
pesadilla de dolor y muerte”. Y el último para dedicarlo a la cultura, el arte
y la fiesta.
Así un día gritamos nuestros dolores
y corajes.
Otro día compartimos experiencias
Y el tercer día gritamos de alegría
y de fuerza
Porque somos mujeres que sufren,
Pero también mujeres que se
organizan
Y, sobre todo, somos mujeres que
luchan. (2019, s/p)
Las
luchas son, entonces, también un ejercicio crítico. O más bien una serie de
ejercicios y tareas que logran mostrar la crisis de un “estado de excepción”
que es la regla para la tradición de las oprimidas; y además que mediante la
denuncia y el acompañamiento; la colectivización de experiencias y la organización
para abrir caminos; la cultura, el arte y la fiesta, logran promover, como
quiso Benjamin, “el verdadero estado de excepción”: ese en el cual la vida ya
no será un problema, y una vida libre y sin miedo sea posible para todas.
Agamben, G.
(2004) Estado de excepción. Homo sacer,
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Benjamin,
W. (2008). Tesis sobre la historia y
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Löwy M.
(2002). Walter Benjamin: Aviso de
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Enlace
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que Luchan. En https://enlacezapatista.ezln.org.mx/2019/12/27/palabras-de-las-mujeres-zapatistas-en-la-inauguracion-del-segundo-encuentro-internacional-de-mujeres-que-luchan/
Naciones
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Derechos Humanos. En https://www.ohchr.org/sites/default/files/UDHR/Documents/UDHR_Translations/spn.pdf
Scmitt, C.
(2009). Teología política. Trotta.
[1] Este ensayo fue escrito en el marco del proyecto “Alteridad y
exclusiones. Los usos de la teoría crítica contemporánea en los ámbitos de la
palabra y de los cuerpos” SEM_01_003_2019, de la FFyL, UNAM.
[2] Conviene aquí recurrir a la
etimología del término. “Krisis” en griego designa tanto el momento
culminante, por ejemplo de una enfermedad, como la contienda y también como una
toma de decisión o una elección, además de un juicio.
[3] “Lo importante es comprender
que para Benjamin los acontecimientos históricos no son fenómenos mecanicistas,
la crisis no es la causa de la crítica, más bien es la ocasión que revela la
necesidad y la oportunidad de la reflexión crítica” (Martínez de la Escalera,
2004, p.16). Este ensayo, titulado
“Criticar la experiencia” es una lúcida interpretación y actualización de los
posibles sentidos y usos del término “crítica” en Benjamin y a la vez una breve
pero concisa genealogía de la crítica que incluye algunos momentos no
contemplados por la genealogía (sin duda importante) que Foucault hiciera del término, discutida posteriormente
por Butler.
[4] Siempre que no entendamos la
alegoría en su sentido clásico como “concatenación de metáforas”, sino como
anota Martínez de la Escalera (pp. 22-24), leyendo al propio Benjamin como
“condensaciones de significados”, “como un objeto-ahí, inscripción de un
concepto general cuyo escenario es la historia humana, similar a un pasaje
después de la batalla, poblado de ruinas y desolación”. Como una imagen cuya
fuerza, entre otras, consiste en instruirnos “sobre los padecimientos de la
historia y la política humanas, de los arrebatos del poder y de los intentos de
resistencia.