Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 8 N° 1 (2023) / Sección Dossier / pp. 1-9 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 06/05/2023 Aceptado: 20/07/2023
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.103
Against the formalization of suffering: marginal “actuality”
of Benjamin's philosophy
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET),
Instituto de
Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales, (INCIHUSA), Argentina.
xmariaritamoreno@gmail.com
Resumen. Este trabajo reanuda y continúa la pregunta por la
actualidad de la filosofía benjaminiana. Para ello, se prioriza la exploración
de ciertos lineamientos epistemológicos y políticos determinantes de su
concepción de la crítica (y no, en cambio, los enclaves estéticos, antropológicos
y/o culturales). Se afirma como punto de partida que en el pensamiento de Walter
Benjamin puede identificarse el sufrimiento como el origen de una epistemología
crítica. A partir de ello, se aduce que la concepción benjaminiana de la
crítica depende de su concepción de la historia. Luego, se procura indicar que
la crítica es expresión de la experiencia del sufrimiento y, al mismo tiempo,
vivificación de la débil voz mesiánica de los muertos. Por último, se indaga la
actualización aquí y ahora de la crítica benjaminiana: se argumenta que la
filosofía que pone en el centro la colonialidad en cuanto configuración marginal
del sufrimiento permite actualizar la teoría crítica en la medida en que evita
la formalización de tal concepto.
Palabras clave. crítica, sufrimiento,
colonialidad, actualidad, Walter Benjamin.
Abstract. This work resumes and continues the question about the relevance of Walter
Benjamin's philosophy. For this, the exploration of certain epistemological and
political guidelines that determine his conception of criticism is prioritized
(and not the aesthetic, anthropological and/or cultural enclaves). It is
affirmed as a starting point that in the thought of Benjamin the suffering can
be identified as the origin of a critical epistemology. From this, it is argued
that Benjamin's conception of criticism depends on his conception of history.
Then, it tries to indicate that criticism is an expression of the experience of
suffering and, at the same time, the vivification of the weak messianic voice
of the dead. Finally, the update and actuality
here and now of the Benjaminian criticism is investigated: it is argued that the philosophy that puts coloniality
at the center as a marginal configuration of suffering allows critical theory
to be updated to the extent that it avoids the formalization of such a concept.
Keywords. criticism, suffering,
coloniality, actuality, Walter Benjamin.
1. El pensamiento
filosófico de Walter Benjamin ha encontrado, desde mediados del siglo pasado,
varios derroteros. Entre ellos, se cuentan las interpretaciones que enfatizan
su marxismo no dogmático, los estudios sobre las disquisiciones benjaminianas
acerca de la modernidad y sus expresiones culturales, las vías teóricas que
priorizan el aspecto estético y muy especialmente la potencia de su crítica
literaria y/o su elaboración de las imágenes, los estudios sobre su
materialismo antropológico, sobre los elementos que propician una crítica de la
historia y una praxis de la memoria, trabajos en que se enfatiza su teoría de
la traducción y, más recientemente, aquellas orientaciones teóricas que
encuentran en Benjamin elementos colindantes con la crítica decolonial y
poscolonial. Puede decirse, entonces, que muchos de los pliegues contenidos en
las reflexiones de Benjamin han fructificado dando cuenta tanto del
polimorfismo que explícitamente se halla en ellas como de su actualidad.
Es por
eso que en este escrito quisiera reanudar y continuar con la pregunta por la
actualidad de la filosofía benjaminiana. Para ello, retomo algunas de las
expresiones teóricas mencionadas en el párrafo anterior, pero lo hago
proponiendo como modelo la pregunta que guía el ejercicio realizado por Bolívar
Echeverría en relación a la filosofía de Karl Marx. En 1986 el filósofo
ecuatoriano-mexicano publicó un conjunto de textos redactados entre 1974 y 1980
reunidos en el libro titulado El discurso
crítico de Marx. Allí, Echeverría hace operar simultáneamente su lectura
antidogmática y heterodoxa (nutrida del amplio plexo del que da cuenta su
erudición) con el propósito revolucionario de su labor teórica. En esa
intersección, se pregunta por la crisis del marxismo y encuentra una respuesta
en los propios escritos de Karl Marx. Concretamente, se propone desentrañar en
qué consiste la crítica conforme a su específica modulación en el materialismo
de ese autor. En esa dirección, hace foco especialmente en El Capital y Tesis sobre
Feuerbach; en el análisis de este último texto encuentra los requerimientos
indispensables “del proceso discursivo en que se efectúa la revolución teórica
comunista” (Echeverría, 1986, p. 19). Bolívar Echeverría asevera que un estudio
de las Tesis sobre Feuerbach en
cuanto fundamento del discurso crítico-revolucionario constituye un momento
decisivo y programático en relación al proceso de fundación de la teoría
marxista.
Así
entonces, en este trabajo quisiera inscribir la perspectiva analítica de
Bolívar Echeverría en ciertas reflexiones benjaminianas sobre la historia. Por
lo tanto, en lugar de priorizar los enclaves estéticos, antropológicos y/o
culturales, busco explorar en textos benjaminianos —especialmente, en Sobre
el concepto de historia— ciertos lineamientos epistemológicos y políticos
determinantes de su concepción de la crítica. Esta propuesta no desconoce el carácter
político que Benjamin imprime a la estética, por ejemplo; sin embargo, aunque
se parte del complejo entramado de la filosofía benjaminiana, se propone elevar
a la superficie de esa trama la hebra político-epistemológica para tornarla
hilo conductor de una reflexión —entre otras tantas posibles— sobre el aspecto
crítico en Benjamin: concretamente, aquí me pregunto qué noción de crítica se
configura en las disquisiciones benjaminianas sobre la historia. El punto de
partida central que se postula afirma que en Benjamin puede identificarse el
sufrimiento como el origen de una epistemología crítica.
Para dar
cuenta de ello, por lo tanto, en primer lugar, aduzco que la concepción
benjaminiana de la crítica depende de su concepción de la historia, la cual es
determinada en relación al sufrimiento en cuanto objetividad que mienta la
experiencia histórica de la modernidad. Luego, procuro indicar que la crítica
es expresión de la experiencia del sufrimiento, pero también vivificación de la
débil voz mesiánica de los muertos. A partir de ello, por último, indago cómo
se actualiza hoy la crítica benjaminiana: argumento que la filosofía que pone
en el centro la condición colonial en cuanto configuración marginal del
sufrimiento permite actualizar la teoría crítica en la medida en que evita la
formalización de tal concepto.
2. En uno de sus textos de
juventud Benjamin indica que el porvenir de la filosofía depende de su
capacidad para actualizar el pensamiento kantiano. En concreto, Sobre el programa de una filosofía venidera sostiene
que a inicios de siglo XX se ha tornado necesario cavilar sobre la
autojustificación del conocimiento, tarea fundada paradigmáticamente en el
criticismo de Immanuel Kant (Benjamin, 2001). Ahora bien, si en el marco del
pensamiento kantiano la crítica escudriña el conocimiento en inexorable unión
con la experiencia, Benjamin afirma que en la contemporaneidad no pueden
tomarse esos elementos en el mismo sentido en que los concibió el filósofo
prusiano: la filosofía venidera debe avanzar hacia la actualización de la
teoría del conocimiento de Kant, “tanto por el lado del concepto de experiencia
como por el del concepto de conocimiento” (Weber, 2014, p. 483). De tal modo,
la filosofía venidera es instada a retomar la conjugación conocimiento-experiencia
en pos de una autojustificación de la razón; empero, al mismo tiempo, es
impelida por Benjamin a historizar cada uno de esos términos. La praxis crítica
del siglo XX no puede reproducir la formalización ilustrada de los conceptos de
conocimiento y experiencia, sino que debe concretar su contenido mediante la
historización del mismo.
Consecuentemente,
el horizonte epistemológico trazado en Sobre
el programa de una filosofía venidera hace de la crítica un territorio en
que razón e historia se horadan recíprocamente: ya no se trata de buscar los
límites racionales en estructuras inmutables de la subjetividad trascendental,
sino de superar el carácter anquilosado de esos conceptos al mostrar
dialécticamente que conocimiento y experiencia encuentran sus límites en la
historia. Para Benjamin, una teoría así concebida desplaza la jurisdicción de
la tarea crítica: en lugar de situarla en relación a los meros límites, la
reorienta hacia los umbrales. Es decir, la filosofía venidera actualiza la
crítica en un doble compás: por un lado, somete la historia de la razón al peso
de la crítica; por otro, conduce los límites racionales hacia un espacio nuevo
(Moreno, 2021, p. 145).
En ese
sentido, puede decirse entonces que la concepción benjaminiana de la crítica está
determinada por su concepción de la historia. Es quizás este el aspecto más
claro del materialismo histórico en cuanto modulador de la filosofía
benjaminiana. Claro que —es importante mencionarlo— aún antes de la década del
‘30 Benjamin concede un lugar relevante a sus reflexiones sobre la historia en
estrecha ligazón con inquietudes concernientes a la epistemología y la teoría
del conocimiento. Muestra de ello puede encontrarse no solo en el texto ya
aludido, Sobre el programa de una
filosofía venidera, sino aún más nítidamente en el prólogo epistemo-crítico
de Origen del Trauerspiel alemán, por
ejemplo. Dicho en otros términos, aunque suele predicarse de la filosofía
benjaminiana una patente discontinuidad, se localizan, empero, algunas
preocupaciones persistentes; y la de la vinculación historia-conocimiento es
una de ellas.
Para
Benjamin la actualización de la filosofía involucra una actualización de la
crítica; ésta, a su vez, implica la exposición de una experiencia histórica. En
consecuencia, el sentido de la crítica en el marco del pensamiento benjaminiano
puede definirse por el sentido de la historia. ¿En qué consiste este último? Al
respecto, resulta elocuente la caracterización derruida del mundo tal y como se
revela ante los ojos del Angelus Novus.
En el marco de la célebre tesis IX de Sobre
el concepto de historia Benjamin explica que la cara desencajada del ángel
se debe a que el mundo moderno “acumula sin cesar ruinas sobre ruinas” (2006,
p. 155). Ahora bien, la mirada del Angelus
Novus señala una dimensión potente de la crítica debido a que no solo se
desbarajusta ante la catástrofe del progreso, sino que, justo por ello, admite
ser reorganizada en otros términos. En Sobre el concepto de historia
Benjamin reflexiona acerca de la modernidad arruinada, pero también se pregunta
por la reorientación de la crítica frente a ese panorama. En esa dirección,
Bolívar Echeverría asegura que las tesis sobre la historia pueden comprenderse
como una exposición de “cómo cree él que podría ser el materialismo histórico,
el discurso teórico marxista adecuado a un socialismo verdaderamente
revolucionario” (1997, sección IV).
En
efecto, si previamente Benjamin había objetado la formalidad de los conceptos
de conocimiento y experiencia, puede aseverarse que en las tesis prosigue la
complejización de la crítica mediante la objeción de la abstracción del
concepto de “tiempo homogéneo y vacío” (Benjamin, 2006, p. 211). La crítica en
el siglo XX, entonces, se enfrenta a un mundo arruinado que expresa que la
historia moderna, en lugar de responder a un movimiento continuo y progresivo,
se corresponde más bien con el de una discontinuidad derruida. La mirada del Angelus Novus pone de manifiesto que la
experiencia histórica (y su conocimiento) está constituida también por lo
fracasado, lo que no ha podido acoplarse al ritmo avasallante del progreso. La
crítica modulada en términos benjaminianos, entonces, toma lo oprimido, lo
despreciado en cuanto “producido históricamente y sostenido lógicamente por una
episteme estructurada desde la identidad; ella articula la exclusión de
fenómenos históricos con el rostro político de la postergación” (Moreno, 2020.
p. 150).
Tales
ruinas modernas, desperdigadas y expulsadas de la continuidad histórica, se
muestran materialmente como sufrimiento. En palabras de Manuel Reyes Mate:
Los escombros, las ruinas, los
cadáveres que ve el ángel son los costes humanos y sociales del progreso, unos
costes que son de hecho sufrimientos infligidos al hombre. El progreso es
infernal, en primer lugar, porque frivoliza el sufrimiento humano al declararle
efecto colateral o precio fatal del progreso (...).
En segundo lugar, porque el progreso
multiplica el sufrimiento. (...) A ese crecimiento exponencial del sufrimiento
que crea el progreso se refiere el concepto de eterno retorno. Lo que añade
este concepto a la linealidad del progreso es que “en vez de hablar de
eternidad de ciclos hay que hablar de eternidad de sufrimiento” (GS V/1, 178).
Lo que añade el eterno retorno al progreso es la idea de la eternidad del
retorno, pero esta vez no de ciclos, sino del sufrimiento. Lo que vuelve no es
el aburrido déjá vu, sino los jinetes del apocalipsis. Se entiende ahora que si
queremos llegar a la raíz del progreso haya que identificarlo con catástrofe.
(Reyes Mate, 2006, pp. 165-166)
Si
unimos algunos de los puntos aludidos en este apartado, puede afirmarse como un
primer paso dentro de esta reflexión que, para Benjamin, la crítica se
actualiza mediante la actualización del concepto de historia, la cual, a su
vez, se vincula estrechamente con lo sufriente. Dicho de otro modo, el
sufrimiento, un nombre posible para la negatividad histórica, redefine la
praxis crítica. Así, en las primeras décadas del siglo XX, “la teoría
filosófica se basa en la codificación histórica” (Benjamin, 2012, p. 61) porque
criticar no consiste en borrar o resolver el carácter problemático del
sufrimiento, sino en exponer el sufrimiento en su objetividad histórica. No
obstante, ¿cómo se lleva a cabo esta exposición de sufrimiento?
3. Ante la pregunta recién
enunciada puede trazarse un recorrido: el planteo que comenzó como una pregunta
acerca del porvenir de la filosofía se ramifica dentro del derrotero
benjaminiano en la afirmación de una escucha del recuerdo. Lo que media entre
uno y otro extremo es la constitución del sufrimiento en cuanto objetividad
histórica. El sufrimiento, experiencia histórica de la modernidad, constituye
la crítica como una práctica recordatoria porque “la recordación tiene por
objeto rescatar del pasado el derecho a la justicia o, si se prefiere,
reconocer en el pasado de los vencidos una injusticia todavía vigente” (Reyes
Mate, 2006, p. 25).
Aunque
“lo que definía su naturaleza era la tristeza —no la melancolía— en cuanto
conocimiento judío de la permanencia de la amenaza y la catástrofe” (Adorno,
2003, p. 561), Benjamin procura empujar la teoría crítica hacia un momento de
redención. A pesar de tanta catástrofe, la teoría se torna crítica para
Benjamin cuando puede poner al descubierto en la experiencia histórica del
sufrimiento una objetividad vertebral, la figura de una afluencia histórica
subterránea, cavernosa. Dicho en otros términos, la filosofía se actualiza
críticamente cuando se empeña en hacer de la memoria de esos procesos el relato
discontinuo en que las ruinas marginales se revelan dialécticamente como
permanencia e historia. Tal actualización es encauzada en una memoria que
comprende la experiencia histórica del sufrimiento como fluyente hacia las
napas del presente; esto es, la filosofía se torna crítica cuando arranca lo
sufriente de su conminación histórica y lo instaura en materia teórica aquí y
ahora.
Así
pues, conforme al planteo benjaminiano, la crítica se actualiza en la medida en
que actualiza el sufrimiento como núcleo histórico de la verdad. Hacer teoría
crítica es, en este sentido, un acto de la memoria que activa en el escenario
presente la verdad del pasado. El sufrimiento suscita una teoría que afinca la
praxis crítica en la afinidad entre el proyecto emancipatorio de la Ilustración
y el sufrimiento de los sujetos y los objetos producidos por ese proyecto
racional. De allí que sea el sufrimiento, mutismo espinal de la historia
moderna, la clave de una apuesta epistemológica de la filosofía benjaminiana:
ésta, en su búsqueda por actualizar la crítica, la politiza mediante la
insistencia en una memoria de las injusticias. La teoría crítica, entonces,
hace de la filosofía el medio de germinación en el que el sufrimiento se
constituye en ruptura del continuum
de la historia: en cuanto núcleo de la experiencia histórica, hace saltar la
repetición del sufrimiento en la rememoración de él. Esta modalidad de la
crítica opera la actualización contemporánea de la revolución copernicana puesto
que “la política obtiene el primado sobre la historia” (Benjamin, 2005, p. 394
[K 1, 2]). En otras palabras, al hacer de lo sufriente el sujeto de esa
historia, Benjamin fundamenta la “tentativa por darnos cuenta del giro
dialéctico y copernicano de rememoración” (Benjamin, 2005, p. 394 [K 1, 1]).
Ahora
bien, surge la pregunta sobre los contornos de la memoria evocada en la crítica
benjaminiana. Benjamin dice que “el sujeto del conocimiento histórico es, por
supuesto, la clase oprimida que lucha” (2006, p. 197). El sujeto referido no
alude al ilustrado, es decir, la crítica benjaminiana no circunscribe de
antemano quiénes o qué son los que sufren. Al contrario. En lugar de
administrar el trono de la subjetividad moderna, la construcción de una teoría
crítica levantada entre las ruinas de la historia conduce a la afirmación de
algo que excede los márgenes del concepto moderno de sujeto. El sufrimiento
configura un nuevo sujeto del conocimiento, un nuevo sujeto histórico y
político, justamente porque no afirma el nombre propio de una subjetividad. La
crítica no construye un escenario con personajes reconocidos, sino una
constelación colectiva signada por el campo de fuerzas que es la modernidad. Éste,
tensado por la fuerza de la opresión, configura la concreción del sujeto
sufriente en el ahora histórico y epistemológico. El núcleo político de la
crítica se construye, entonces, no solo en la objeción de la formalidad
implicada en los conceptos de conocimiento, experiencia y tiempo, sino también
en la puesta en cuestión de la formalidad implicada en un sujeto concebido
estáticamente. La crítica es experiencia del sufrimiento, pero es también
vivificación de las ruinas, esto es, de la débil voz mesiánica legada por los
muertos innombrados (Benjamin, 2006, p. 67).
Si la
crítica consiste en interrumpir el continuum
histórico del sufrimiento, apropiarse del ahora del sufrimiento constituye un
asunto político. En Benjamin criticar es interpretar cada vestigio arruinado
como un perdigón traumático, y así, hacer del presente un ejercicio crítico de
recordación de los marginados de la historia. Son los fragmentos expulsados del
terreno homogéneo de la historia los que vuelven como muertos, fantasmas que
aúllan su sufrimiento en la forma de la verdad. Su grito sanguinario se opone a
la violencia mítica con una violencia divina[1],
configuradora de otro régimen epistémico y político. En ese sentido, la teoría
crítica benjaminiana no puede desconocer que la relación con el pasado no
acontece exclusivamente en el ámbito del conocimiento; es decir, la indagación
originaria del sufrimiento tiene como propósito no meramente el conocimiento de
lo verdadero sino la redención de lo oprimido. En la crítica benjaminiana, el
carácter de inconclusión incrustado en el proyecto ilustrado de la emancipación
solicita una tarea restaurativa (creativa, no reconstructora) de naturaleza
recordatoria debido a que la “débil fuerza mesiánica sobre la que el pasado
tiene derechos” (Benjamin, 2006, p. 67) se presenta como una interrupción de
los discursos que refuerzan y reproducen la catástrofe continua.
En
síntesis, con el talante memorial de la crítica el carácter arruinado del mundo
puede ser reconocido en su sufrimiento. La catástrofe moderna, entonces, se
vuelve contra sí cuando se la expone en su objetividad. La teoría crítica de
Walter Benjamin asume su praxis política tanto en la exposición de la
irracionalidad ínsita a la constitución racional del mundo como en la expresión
de la fuerza redentora que empuñan los muertos de la historia. La crítica
extrae la violencia que late en la experiencia histórica y la exhibe como
expresión de una racionalidad adobada con el sufrimiento: en el recuerdo conmemorativo
aparece el sufrimiento liberado de la duración causal y progresiva, es decir,
aparece un sufrimiento existiendo aquí y ahora. La aprehensión de la
negatividad del sufrimiento en cuanto la materia opaca de la historia
constituye la base para la conformación de una filosofía que efectivamente hace
del conocimiento el relámpago disruptivo, y del texto filosófico, el largo
trueno que retumba en la dialéctica de una historia ilustrada (Benjamin, 2005,
p. 459 [N 1, 1]).
4. Es conocido el
desenlace trágico padecido por Benjamin. Su obstinada permanencia en Francia
desencadenó su suicidio. El mismo año que escribió sus decisivas tesis sobre
filosofía de la historia el filósofo que insistió en los ritos de umbral y las
situaciones mediales encontró su muerte en la zona fronteriza de Portbou bajo
condiciones que han resultado, por lo menos, polémicas. Los confusos hechos
asociados a sus últimas horas engrosan la imagen saturnina que el mismo
filósofo cultivó en vida. Resulta fecundo, sin embargo, cruzar ese retrato
taciturno con lo volcado en su último texto.
Sobre el concepto de historia constituye tanto una condensación de las ideas desplegadas a lo
largo del trayecto filosófico como una declaración de sus convicciones
políticas. La articulación entera de una nueva teoría del conocimiento,
atravesada por una filosofía de la historia modulada en la tensión entre el
impulso mesiánico de la teología y la concreción dialéctica de una política
materialista (Benjamin, 2006, p. 49) representa un tenaz esfuerzo por extraer
de la experiencia del sufrimiento las condiciones materiales de la redención.
Dado que
para Benjamin “solo a una humanidad redimida pertenece su pasado de una manera
plena” (Benjamin, 2006, p. 81), la cavilación en torno a los vericuetos de la
dialéctica histórica no sólo sostiene la explicitación de la silueta del
Anticristo que todo lo derruye, sino también la advertencia de un Mesías
concreto que abre los mares y ejecuta el salto a otro escenario histórico. Ante
tanta conciencia del peligro, el filósofo discierne la figura de la catástrofe
moderna y determina las causas materiales de producción de sufrimiento; pero
también se ocupa de trabajar en una filosofía encaminada a perfilar la
organización del pesimismo (Benjamin, 2007, p. 315) suscitado por la ruina
moderna.
El
problema de la actualidad de la filosofía y su viabilización crítica se
configura desde el inicio como una cuestión epistémico-política emanada de la
situación histórica que puso en aprietos los vínculos fluidos entre teoría y
práctica, entre la razón conceptual y una realidad tan huidiza como espinosa.
La conmemoración epistemológica cobra sentido como intento filosófico de
salvación. Esta salvación recoge los espectros cadavéricos del pasado y las
voces de los acallados. Sin embargo, advierte Benjamin, esta imagen del pasado
“corre el riesgo de desaparecer con cada presente que no se reconozca mentado
en ella” (2006, p. 107).
Por eso,
cabe preguntar si la lanza epistemológica arrojada por Benjamin en la primera
mitad del siglo XX alcanza nuestros días. Si “la verdadera imagen del pasado se
desliza veloz” (Benjamin, 2006, p. 107) es importante proceder
benjaminianamente y cuestionar si la crítica concebida en los términos
previamente expresados resulta aún hoy actual. En rigor, resulta pertinente
cuestionar cómo y si se actualiza hoy la dimensión crítica como escucha
memorial del sufrimiento.
Aunque
es el contexto inestable y totalizador de las primeras décadas del siglo XX el
que da forma, sentido y urgencia a la reflexión sobre la filosofía venidera
mediante la actualización de la crítica, cabe afirmar que el indicio de la
opresión implicada en la dialéctica de la Ilustración se materializa hoy en la
perspectiva que sugiere otra vía de actualización de la teoría crítica. Se
trata de una vía surgida de un hecho insoslayable, que “la cuestión del
entramado de capitalismo y raza salió de la agenda de la teoría crítica
(Fraser, 2023, p. 61).
Como
consecuencia de ello, en las primeras décadas de este milenio, a cien años de la
fundación del Instituto de Investigación Social afincado en Frankfurt, la
filosofía latinoamericana ha dispuesto ciertos núcleos de sus reflexiones con
la cadencia de la teoría crítica, pero poniendo en el centro la condición
colonial que atraviesa la configuración marginal del sufrimiento. Dicho en
otros términos, lo que se critica en este aquí y ahora es la formalización del
concepto de sufrimiento.
Estos
aportes materializan el concepto de sufrimiento porque no han sido concebidos
como una mera ampliación de los horizontes iniciales de tal matriz filosófica.
Como expresan algunos intelectuales latinoamericanos[2] —y como he
desarrollado pormenorizadamente en otro sitio[3]—, pareciera
identificarse un relevo de sentido (Gandarilla Salgado, 2014) de la crítica que
la insta a actualizarse a partir de las ruinas que la modernidad colonial ha
producido en las periferias marginales. Se trata de una traslación semántica y
política de la crítica cuya naturaleza se vincula con un hecho histórico que
define la modernidad y el sufrimiento que la constituye: el acto fundante del
colonialismo en cuanto modo de expansión económica, cultural, política y
social. Si la crítica benjaminiana expone el sufrimiento como materia histórica
de la modernidad, su actualización por la vía de la filosofía latinoamericana y
caribeña determina que esa materia histórica no se distribuye de igual modo
debido a que “la utilización y superexplotación de fuerza de trabajo de las
colonias a partir de la colonización de América constituye una parte sustantiva
y en varios sentidos decisiva, de la propia conformación de la Modernidad”
(Grüner, 2010, p. 19).
La
mundialización del emergente poder capitalista en el siglo XVI derivó en el
asentamiento de los centros hegemónicos en las zonas situadas sobre el
Atlántico —que después se identifican como Europa— y en el establecimiento como
ejes centrales del nuevo patrón de dominación de la colonialidad y la
modernidad. Así pues, “con [la colonización de] América (Latina) el capitalismo
se hace mundial, eurocentrado y la colonialidad y la modernidad se instalan,
hasta hoy, como los ejes constitutivos de este específico patrón de poder”
(Quijano, 2007, p. 94), patrón de poder que atraviesa la constitución del
sufrimiento al que alude Benjamin.
La
estructura de dominación y explotación llamada colonialismo se caracteriza,
según Aníbal Quijano (2007, p. 93), por el control de la autoridad política,
los recursos de producción y trabajo de una población cuyas sedes centrales
están en otra jurisdicción territorial —Europa—. Además, la colonialidad
implica necesariamente al eurocentrismo. En cuanto combinación de etnocentrismo
y sociocentrismo europeos (Restrepo y Rojas, 2010, p. 135), el eurocentrismo
consiste en la afirmación mitológica según la cual Europa es preexistente a ese
patrón de poder llamado colonialidad, “un centro mundial del capitalismo que
colonizó al resto del mundo y elaboró por su cuenta y desde dentro la
modernidad y la racionalidad” (Quijano, 2007, p. 95). En este orden de ideas se
consolida uno de los núcleos principales de la colonialidad/modernidad, a
saber, el referido a “una concepción de humanidad según la cual la población
del mundo se diferencia en inferiores y superiores, irracionales y racionales,
primitivos y civilizados, tradicionales y modernos” (Quijano, 2007, p. 95).
La
colonialidad es un fenómeno que, aunque no tan antiguo como el colonialismo, ha
probado ser más profundo y duradero en varios aspectos: alude a una matriz del
poder cuya estructura entrelaza el control de la economía, la autoridad, la
naturaleza y los recursos, el género y la sexualidad, la subjetividad y el
control del conocimiento. En definitiva, la colonialidad es constitutiva de la
modernidad y, en ese sentido, señala una específica configuración del sufrimiento,
pues la modernidad no hubiera podido desplegarse como lo hizo sin haberse
desplegado en simultáneo la colonialidad.
En este
contexto, cabe decir que la colonialidad nombra concretamente la configuración
del sufrimiento implicado en el “proceso de re-identificación histórica” (Quijano,
2011, p. 227) desde el que la racionalidad eurocéntrica atribuye identidades
geoculturales y produce un desacople fundacional en la experiencia histórica de
los márgenes históricos. La incorporación de diversas experiencias históricas a
una historia planteada universal y progresivamente define los procesos modernos
desde su misma fundación. La distribución de nuevas identidades geoculturales y
su correspondiente incorporación a un relato universal configuró un mundo de
relaciones atravesado desde el inicio por la dialéctica exclusión-inclusión. Eduardo
Grüner se refiere a esto como el “doble movimiento del pensamiento eurocéntrico”:
por un lado ha deglutido las historicidades
diferenciales de las otras (muchas y mayoritarias) culturas (...) al postular
su particularismo como universalismo, al pretenderse el Todo de la
Civilización, de la Razón, de la Historia; por otro, y con el mismo gesto, ha
admitido, sí, la diferencia del Otro, pero postulándola como una absoluta y
radical alteridad, construyendo respecto de ella una completa exterioridad (2010,
p. 23-24).
Como un
último paso de la reflexión propuesta aquí, se sugiere que en estos análisis
anida una actualización de la crítica benjaminiana: la noción de sufrimiento se
concretiza al señalar expresamente la incorporación forzada de diversas
historias culturales a un único patrón de racionalidad. La inclusión de esas
divergentes historicidades culturales, de distintas experiencias, historias,
recursos no europeos a un mundo europeizado, significó y significa para ese
mundo (nuestro mundo) una determinada configuración del sufrimiento en cuanto
experiencia histórica de la modernidad. Aunque Benjamin no incorpora en su
filosofía categorías sobre la colonialidad, sí convoca a la rememoración del
sufrimiento concreto mediante el que se despliega la dialéctica ilustrada; por
eso, entonces, quizás hoy, aquí y ahora, la actualización de la crítica asegure
para una filosofía del porvenir la ampliación de la catástrofe histórica, y
encuentre en la concreción de la experiencia del sufrimiento un momento
epistémico revolucionario.
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[1] Sobre la distinción entre violencia negativa y violencia mítica cfr.
Para una crítica de la violencia de Walter Benjamin. Me detengo en ella
en un texto titulado “La Ilustración suspendida: fragmentos kantianos en el
pensamiento de Walter Benjamin”.
https://doi.org/10.24310/Contrastescontrastes.v24i1.6710
[2] Al respecto, hay una genealogía profunda y multiforme: desde los
aportes de José Carlos Mariátegui hasta las modulaciones de Enrique Dussel, por
mencionar solo nombres prominentes.
[3] Cfr. “Theodor Adorno, de la actualidad al desplazamiento de la
teoría crítica”. https://produccioncientificaluz.org/index.php/utopia/article/view/e7537398