Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 8 N° 1 (2023) / Sección Dossier / pp. 1-15 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.104
Lo
imposible es imposible hasta que lo haces posible
Traducir
a Walter Benjamin*
Una
conversación con Andrés Echeverría Weikert (Druso) **
Por Javier Sigüenza
Universidad Nacional Autónoma de México, México
javsiguenza@googlemail.com
Hace
veinte años se publicó en México el ensayo de Walter Benjamin, La obra de arte
en su época de reproductibilidad técnica, traducido por Andrés Echeverría
Weikert y con un texto introductorio de Bolívar Echeverría, titulado “Arte y
utopía” (Editorial Ítaca, México, 2003). Aprovechando la visita de Andrés a la
Ciudad de México, quien reside actualmente en Quito, tuvimos la oportunidad de
conversar con él sobre algunas cuestiones en torno a las dificultades que
implicó la traducción del texto de Benjamin, la importancia de la labor
traductiva y de la relevancia de las reflexiones de Benjamin sobre la técnica
para nuestro presente.
Javier: Druso, hace veinte
años que se publicó La obra de arte en su época de reproductibilidad técnica,
con una traducción tuya y con un estudio introductorio de Bolívar Echeverría,
tu padre. Lo primero que me gustaría conversar contigo es ¿cómo nació el
proyecto, fue tu idea, fue de los dos?
Druso: No, fue totalmente
de mi papá. Porque en aquel entonces se enteró de que había un apoyo del Fondo
Nacional para la Cultura y las Artes en México. Entonces, ya sabes cómo era él,
cuando las constelaciones se abrían, veía una grietita, veía ahí ocasiones para
hacer algo.
Javier: Como se puede
observar en el libro, traducen y publican por vez primera a la lengua española
las diversas versiones del ensayo de Benjamin de La obra de arte. ¿Quién hace
la selección?
Druso: Los dos, pero mi
papá fundamentalmente la hizo; él tenía listo todo, aunque no lo planteó en
términos prescriptivos sino dijo: “a mí me parece que esto podría ir haciendo
así.”
Javier: O sea que, tu
padre jugó también el papel de editor.
Druso: Sí, como siempre.
Javier: Es verdad, además de
su obra filosófica y ensayística, él realizó varios proyectos editoriales y,
entonces, este es uno de ellos. Recuerdo que Bolívar sólo aparece en la
publicación como quien escribe el estudio introductorio, pero entiendo entonces
que jugó otros papales: editor, compilador y, según me comentaste en otro
momento, hicieron esta traducción a cuatro manos, sobre todo cuando tú, en
algún momento, sentías ciertas dificultades con la traducción, como cualquier
traductor puede sentirlas.
Druso: No, no en cierto
momento, sino constantemente.
Javier: ¿Constantemente?
¿a qué se debía eso? Tengo entendido que tus lenguas maternas son el alemán y
el español, pues tu madre era alemana y en tu infancia se hablaba prácticamente
siempre en alemán, también con tu padre, aunque en tu interacción social
hablabas en español. Entonces, pienso que no se debe a un problema de
incomprensión de alguna de las dos lenguas, pero entonces ¿Por qué no fluía la
traducción?
Druso: Cómo podría fluir
algo que está intrínsecamente tan repleto de contrasentidos y contradicciones
como el lenguaje humano, pues este lenguaje está diseñado, funciona y es parte
de una cantidad dispositivos que impone el principio de realidad pragmático-utilitario.
¿Cómo dar cuenta de las cosas del ámbito de la existencia, es decir, lo sutil y
lo infinitamente complejo de la existencia? ¿Cómo eso podría acontecer
fluidamente con una herramienta tan miserabilizada, tan negada, tan enajenada
como el lenguaje? Entonces, eso era el debate constante con mi papá: si hay
alguna esperanza, si ese intento de traducir el texto tenía alguna posibilidad,
esa era la discusión con él. Yo decía, es imposible trasladar sin más “el mal
uso” que hace Benjamin de la lengua alemana, un “mal uso” con el que rompe con
el determinismo pragmático utilitario.
Javier: ¿Te refieres a una
especie de determinismo normativo del lenguaje, por así decirlo?
Druso: Claro, pero
pragmático-utilitario-funcionalista, en el mejor de los casos. O sea,
totalmente subsumido a la lógica utilitarista.
Javier: Entonces, si te
estoy entendiendo bien, lo que tú estás diciendo es que la escritura de
Benjamin ya implica en la misma lengua alemana un esfuerzo por romper con ese
carácter pragmático utilitario del lenguaje. Y ese esfuerzo que se expresa en
su ensayo ¿te parece un doble esfuerzo ahora trasladarlo a otra lengua? ¿eso
sería lo dificultuoso?
Druso: No sería tanto eso
sino sería más bien hacer algo equivalente en la lengua española, o sea, lo que
Benjamin hace con el alemán nosotros tendríamos que hacerlo con el español,
digamos. Pero en ese tiempo yo era mucho más, si eso es es posible, aún más
misántropo que ahora y entonces yo decía: “¿esto qué?, ¿todo este esfuerzo para
qué?, para que algunos tarados entiendan esto y no entiendan nada”, que, por
cierto, es lo que pasa en alemán con Benjamin; hay una cantidad de gente que
lee a Benjamin, siendo su idioma materno el alemán, y no tiene la más mínima
idea de qué carajos está diciendo.
Javier: A ver, yo
interpreto lo que tú dices y me parece muy interesante en el sentido de que ahí
hay un esfuerzo de Benjamin por decir…
Druso: lo indecible
Javier: lo indecible,
efectivamente, reflexionar sobre un fenómeno de su tiempo, como lo es la
cuestión de la reproductibilidad técnica de la obra arte; aunque es verdad que
pocos realmente comprendieran lo que estaba planteando, pues como sabemos,
Benjamin fue un desconocido en su tiempo, más que por un puñado de sus amigos,
y únicos interlocutores, como lo son Horkheimer, Adorno, Brecht o Scholem, e
incluso con ellos tuvo desacuerdos por el contenido de su ensayo.
Druso: Claro, entonces, es
este punto que implica, en cualquier caso, lo que él hizo en alemán es una
transgresión muy particular, es una... puesta en juego radical del todo, o sea
pone en juego este lenguaje dogmático, rígido, cristalizado, le imprime una
ductilidad, una fluidez, una forma de acontecer que no le es propio. A eso me
refiero con el “mal uso” que hace del lenguaje, que implica un forzamiento, una
transgresión de la prescripción histórica del acontecer del lenguaje, de la
herramienta, de cómo funciona: como instrumento de una cotidianidad enajenante;
pues el lenguaje es una de las herramientas más importantes y efectivas para
imponer el principio de realidad.
Javier: Entonces, si
utilizamos el término del mismo Benjamin para referirse al proceso de la
traducción, entonces el dilema que a ti te planteó la traducción de su texto
fue, para utilizar el mismo término de Benjamin, cómo trasplantar (verpflanzen)
el esfuerzo reflexivo y lingüístico de Benjamin en su misma lengua, la lengua
alemana, ahora hacer ese mismo esfuerzo en la lengua castellana, y ese sería el
dilema al que te enfrentaste como traductor y fue lo que propició un diálogo y
quizás una discusión con Bolívar.
Druso: Más de una.
Javier: Entonces, Bolívar
de alguna manera posibilitó que esa traducción fuese fluyendo, porque al final
tenemos este libro publicado, lleva veinte años y es un texto traducido y muy
leído. Recientemente, tuve la oportunidad de estar en Buenos Aires y una colega
me comentó que este es el texto que se utiliza en el curso de estética de la Universidad
de Buenos Aires. ¡Qué decir en México!, antes las traducciones más citadas de
ese ensayo eran las de Héctor A. Murena o de Jesús Aguirre, pero desde que se
publicó su traducción, no sólo es la más citada en México, sino me atrevería a
decir en América Latina, entonces ¿cómo lo lograron?
Druso: No sé, quizás mi
papá me hizo asumir que vale la pena el intento, aunque a uno no le convenza a
fin de cuentas, aunque el resultado pueda no ser el que uno deseara. Yo me
hubiera tomado el doble o el triple de tiempo para hacerlo, porque para mí no
sólo era cuestión de ver qué hacemos con este problema sino igualmente hacía
falta intentar dar cuenta de lo que ha sucedido hasta ahora, es decir, dar
cuenta de la catástrofe civilizatoria.
Javier: ¿Cuánto tiempo les
llevó?
Druso: tres años.
Javier: Nació el proyecto
en el 2000 más o menos y en el transcurso de tres años... pero ¿tú estuviste
aquí los tres años?
Druso: No
Javier: Luego te fuiste
Druso: Sí
Javier: Y estuvieron
trabajando a distancia
Druso: Sí
Javier: Tú ibas
traduciendo, él iba revisando, iba puliendo contigo, ¿cuál fue el proceso ahí?
Druso: Muy variado, muy
diverso, no había nada rígidamente establecido; no era distinto a la relación
que solíamos tener, sino sólo enfocado en este tema: en los mecanismos, en las
maneras, en el cómo decir qué cosa efectivamente, cómo torcer el lenguaje, cómo
forzarlo a decir algo que si se le tradujera literalmente no significaría nada,
o al menos no lo que Benjamin quiso decir. Esa era la cuestión: jugar con esta
herramienta miserabilizada, que es el lenguaje, y habilitarla un poco, o
habilitarla lo más posible, esa era la gran discusión, que a mí siempre me
parecía que hacía falta habilitarla más.
Javier: Entonces tú ibas
avanzando en la traducción y luego la iban discutiendo e iban puliendo.
Druso: Yo me iba
desanimando por mi incapacidad de hacer esto; pensaba: ¿cómo esto va a decir
esto? y entonces, de alguna forma, mi papá me convencía diciendo: “bueno sí,
quizá no es lo que tú quisieras pero es algo que va en esa dirección, vamos
elaborándolo, sigamos.” Así entonces era ese proceso, y lo que yo saqué de ahí,
aparte de esta fama mía (sonrisa), es la percatación de cómo acontece el
intento en la praxis radicalmente práctica: es una masacre, efectivamente, la
masacre del intento concreto.
Javier: Entiendo que al
traducir de una lengua a otra, de un código a otro, de una cultura a otra,
siempre va haber algo, en el intento de traducir, que pueda resultar
insatisfactorio.
Druso: El problema no es
si satisface o no, pues eso depende de quién pone qué criterio, sino si
efectivamente está dando cuenta, esa es la cuestión. Es decir, cuando Benjamin
casi engaña al lenguaje para que diga algo que normalmente sería imposible que
dijera ¿cómo hacemos lo equivalente en español o en otro idioma? No sé, ese
acto sería justamente lo poético del asunto, o esa sería la poesía para mí: la
capacidad de lograr que con palabras que uno normalmente diría: bueno esto
jamás podría decir este sentido, esta idea, jamás podría dar cuenta de ella, en
cambio, lograr que sí lo haga, combinarlas de tal forma, construir una
constelación, que si uno ve las partes diría: esto es una tontería, pero en
esta combinación logra forzar la cosa para que a uno efectivamente le dé la
idea de un sentimiento, por ejemplo, de una atmósfera, de una condición
existencial, ¡imagínate eso! El lenguaje no está diseñado para eso, es lo
último para lo que el lenguaje es capaz de, o más bien, es lo último de lo cual
el lenguaje es capaz de dar cuenta: de los sentires, de las experiencias, de la
cualidad de las experiencias: ¿cómo se siente una lluvia de verano o la caricia
de una piel muy particular? no hay forma de dar cuenta de ello, al menos que se
fuerce ese utilitarismo inherente al lenguaje.
Javier: Ahí yo tendría
varias cosas que decir. Acuérdate que para Benjamin el lenguaje es la expresión
de la existencia espiritual del ser humano, y no únicamente un lenguaje hablado
o escrito, sino que el lenguaje tiene múltiples manifestaciones como puede ser
la danza; además, el lenguaje no es algo exclusivo de lo humano sino que
también las cosas animadas e inanimadas tienen algún tipo de lenguaje.
Druso: Claro, pero no es
este el lenguaje al que se refería, a mí me parece que, efectivamente, hay una
diferencia muy abismal entre el lenguaje pragmático-utilitario, el lenguaje
hablado, el idioma digamos, y esto otro que sería el lenguaje de los
sentimientos. Esto es justamente de lo que hay que dar cuenta, del lenguaje de
los sentimientos y de la experiencia, con el lenguaje hablado, normal.
Javier: Instrumental
Druso: Claro,
instrumental, ese es el punto, entonces, el lenguaje humano es justamente
instrumental y, por lo tanto, incapaz de dar cuenta de cosas sutiles y
complejas; porque hay una relación muy directa entre sutileza y complejidad.
Javier: Eso es
precisamente lo que entiendo que decías al inicio, es decir, el gran esfuerzo
de la filosofía de Benjamin es haber logrado, de alguna manera, romper con esa
instrumentalidad del lenguaje y expresar esa otra dimensión del lenguaje que
está ahí pero que está por así decirlo atrapada.
Druso: Habría que ver, ese
es el problema, es muy fácil que se confunda la idea misma del lenguaje, me
parece, porque habría que ver si efectivamente los sentimientos son lenguaje,
las experiencias se codifican en el lenguaje, habría que ver si eso es lenguaje
o no, pero eso no me interesa tanto sino más bien: si la codificación de la
experiencia es un lenguaje, definitivamente es un lenguaje muy distinto, tiene
muy poco que ver con el lenguaje hablado, escrito, porque evidentemente
acontece en otros registros, en otras dimensiones, en otras esferas.
Javier: Te recuerdo que
Benjamin escribe en su texto Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje
de los seres humanos, que hay lo que él llama el lenguaje puro (reine sprache),
y ese lenguaje puro, el lenguaje adánico, el lenguaje con el que el ser humano,
no determina al mundo, sino lo nombre; este lenguaje se estaría perdiendo,
aunque no se ha perdido completamente. Es decir, con la caída edénica empieza a
surgir ese carácter instrumental del lenguaje, del que estás hablando, que se
va a sobreponer al lenguaje adánico; y se termina de sobreponer con el
advenimiento de la modernidad, aunque no de forma completa.
Druso: Claro, pero es que
ahí está el problema del mesianismo, digamos, que se puede ver como se quiera;
particularmente, yo lo veo un poco desde la su condición judía a la que se
aferra y que la vuelve una especie de festung, es decir, una cittadela.
Javier: ¿Fortaleza que
habría que defender?
Druso: No tanto que haya
que defender sino con la que él se defiende, con la que él puede existir en sus
términos, y sólo así, porque si no te la construyes, si no te la elaboras,
entonces eres masacrado por el dispositivo-maquinaria, pero entonces, en este
caso, yo no estoy de acuerdo con esto, obviamente, ¿qué es eso del lenguaje
adánico, por ejemplo?, ¿qué Adán? y entonces ahí está el problema.
Javier: Yo puedo estar en
desacuerdo también, yo soy ateo, pero ese es Benjamin y eso es lo que está
operando en su filosofía; además ahí hay una discusión bien interesante porque,
La obra de arte en su época de reproductibilidad técnica es el texto que Benjamin
escribe bajo la influencia de Brecht, junto con El autor como productor, que
también tradujo Bolívar. Entonces, ese es el momento en el que, según Adorno,
Benjamin se olvida de esto, de este lenguaje, de esta promesa mesiánica que, de
alguna manera, lo poético o lo literario estaría preservando y, entonces, se
vuelca sobre un tipo de arte que ya no es el arte aurático, sino ese arte que
surge de la técnica moderna capitalista, entonces ahí hay toda una cosa que
habría que discutir. Pero en el caso concreto de lo que tú estabas comentando,
me parece, en este texto sí está operando ese esfuerzo de Benjamin por romper
con el carácter instrumental del lenguaje; esa es una tesis bien interesante, y
entonces ese es quizás el gran dilema al que te enfrentas con Bolívar.
Druso: Pero no sólo es eso
sino justamente es esto a lo cual referías: quizá de lo que se percata, es de
la cuestión de la técnica, en vez de aferrarse a misticismos, por muy propios
que sean. Yo no tengo ninguna herencia cultural, fuertemente identitaria,
religiosa; entonces yo nunca tuve esa problemática de desprenderme de algo,
nunca fui entusiasta de ello, aunque obviamente he acontecido en los términos
del principio de realidad. Pero, aquí hay otra cosa, él justamente le apuesta a
este misticismo como su armadura, digámosle así, su mediación, su herramienta
para mantenerse al margen en medio de la masacre del principio de realidad, del
mundo realmente existente, para poder acontecer mínimamente en sus propios
términos, como decíamos antes. Pero entonces, lo que a mí me parece que sucede
acá, y eso es lo que refiere Adorno, es que se percata que eso no es
imprescindible, esa forma de hacerlo, ese mesianismo no es la única forma, sino
que hay otra: la techné, la forma de todas las formas, porque es aquella que
permite elaborar formas, es la herramienta de todas las herramientas, que
permite elaborar cualquier cosa, eso es techné; entonces por eso Benjamin se
“olvida” del mesianismo, no porqué efectivamente se olvide sino porque ve que
aquí hay una alternativa, hay una forma distinta, mucho más consistente con su
propio pensar, con el acontecer justamente, con la época en la que él está
aconteciendo, mucho más congruente, mucho menos que esa idea de que existió
alguna vez en algún punto de la historia y fue siendo enajenado; al contrario,
el punto es que justamente la técnica, la promesa de la técnica, el horizonte
de posibilidades de la técnica está en el provenir no en el pasado y eso es lo
fascinante de la cuestión de la técnica.
Javier: Para terminar con
el tema de la traducción, y pasar a otros temas que quisiera plantearte, en su
ensayo La tarea del traductor, Benjamin escribe que la traducción tiene la
función no solamente de preservar la vida del original y contribuir a la
pervivencia de las obras en el tiempo histórico, sino además pone de manifiesto
que las diversas lenguas no son ajenas sino son afines entre sí, entonces para
él la traducción, además pone de manifiesto esa afinidad electiva
(wahlverwandtschaft) entre las diversas lenguas y que existe ese lenguaje puro
(reine sprache).
Druso: Imagínate lo
problemático de ese concepto.
Javier: ¿No se refiere más
bien al término kantiano de reinen vernunft? Es decir, algo independiente de la
experiencia.
Druso: Exacto, lo cual no
es menos catastrófico.
Javier: Pero no
problematicemos eso, problematicemos lo de la traducción porque si nos vamos
por las ramas no vamos a terminar nunca.
Druso: No, pero a mí me
parece que sí hace falta, pues las ramas son las que constituyen el árbol, sin
ramas no tenemos árboles.
Javier: De acuerdo, luego
vamos por las ramas, primero comentemos esto que te estoy diciendo, la
traducción pone de manifiesto que las lenguas son afines entre sí.
Druso: No, yo no sé si
estoy de acuerdo con eso, yo creo que también podría ser lo contrario.
Javier: O sea, lo que tú y
tu padre mostraron en este libro es que sí es posible traducir un lenguaje tan
complejo y tan enrevesado como el de Benajmin a la lengua castellana.
Druso: Ya, pero tú estás
implicando que eso significa que hay esa afinidad.
Javier: Entre las diversas
lenguas
Druso: ¿será que eso es lo
que prueba? o más bien…
Javier: Eso es lo que dice
Benjamin
Druso: Claro, pero ¿qué
tal si Benjamin se equivoca?
Javier: Cuéntame ¿por qué
se equivocaría?
Druso: ¿Puede ser no?
Javier: Claro, por
supuesto.
Druso: Si eso es posible,
entonces la cuestión es esta: ¿qué es esto de forzar el lenguaje?, ¿por qué
forzamos el lenguaje?, ¿por qué hay poesía? Si hay una reine sprache (lenguaje
puro), entonces el gran problema es ese, entonces ¿qué pasa con la forma
natural?, ¿qué es la forma natural?, ¿es algo que existió en el pasado? ¿es
algo que existió puro en alguna burbuja de perfección humana?, o ¿es una
fantasmagoría completamente?, que, claro, nosotros los que imaginamos el horizonte
de posibilidades de las cosas realmente existentes, ¿cómo podrían acontecer en
otros términos no subsumidos, no tan subsumidos, no miserabilizados, no tan
expuestos a una escasez radical?, ¿cómo podría acontecer? Entonces, más bien de
lo que estamos hablando es de un horizonte de posibilidades del porvenir y no
del pasado, en el pasado están las claves evidentemente para el porvenir, pero
ahí no se encuentra nada, uno no puede ir al pasado y encontrar ahí la receta,
ese es el punto y es ahí donde no concuerdo.
Javier: Pero eso no es
Benjamin.
Druso: No, no pero el
punto de haber un lenguaje puro, es eso.
Javier: No, tampoco.
Druso: Sí, sí, ¿qué es un
lenguaje puro?, ¿cuál es la idea de un lenguaje puro?
Javier: Yo creo que, lo
que Benjamin nos está invitando a reflexionar es que hay un momento en el que
el ser humano es capaz no de determinar e imponer el nombre a las cosas sino
precisamente a través del lenguaje, que sería el lenguaje adánico y poético,
dice, permitir que las cosas le revelen su esencia espiritual al ser humano, y
el ser humano las nombra, no las determina, sino las nombra.
Druso: Ya, entonces ¿ese
mecanismo cómo funciona? y ¿cuándo aconteció?, de esas dos preguntas habría que
dar cuenta, porque si no, es como si yo te dijera “bueno, entonces yo también
creo que Dios existe simplemente porque existe”, y entonces qué dice, no hay
nada concreto.
Javier: Para mí, lo que
nos muestra que existe un lenguaje puro, pero no en términos de pureza, sino de
apertura ante lo otro, es la experiencia poética, por ejemplo, la experiencia
del arte y, por supuesto, la reflexión filosófica.
Druso: Sí pero nuevamente
estamos confundiendo ahí, me parece, lenguaje y lenguaje, o sea, los lenguajes,
¿de qué lenguajes estamos hablando?
Javier: No, en castellano
tenemos la distinción entre lenguaje y lengua; en alemán sólo sprache para
ambos.
Druso:
Exacto, entonces
bueno, en español lenguaje y lengua ¿no?,
¿dónde está qué? ¿de qué
estamos
hablando finalmente? ¿será que los sentimientos son un
lenguaje?, ¿será que la
experiencia se puede codificar completa en su infinita sutileza y
complejidad como
un lenguaje? porque si es así, ¿dónde está
la decodificación?,
¡decodifiquémosla! Entonces ya tendríamos,
¡imagínate! tendríamos hasta cómo
decodificar una experiencia y eso yo no lo veo sucediendo, pero ni
ahora ni en
el porvenir.
Javier: Bueno, a ver, aquí
lo que veo es un libro traducido de la lengua alemana y que, por lo que
entiendo, te resultó un tanto insatisfactorio, en el sentido de que tú podrías
haber seguido trabajando en él.
Druso: No, no, digamos que
yo no suscribo a la idea de lo satisfactorio o insatisfactorio, sino
simplemente es otro topos: el de dar cuenta de las cosas. Entonces ahí entra
justamente esto que mencionaste, eso que supuestamente ocurrió, según Benjamin,
en algún momento de la historia, entonces yo si quisiera ver cómo esto que
sería ir al encuentro de la mismidad concreta, llamémosle, de la absoluta
particularidad de la otredad concreta, de la cososidad de la otredad, ir al
encuentro de eso que implica una puesta en juego, en riesgo radical de ese
individuo, de toda su existencia. ¿Cuándo en la prehistoria o en la historia de
la humanidad han existido las condiciones para que cualquiera de estos
individuos que pudiera haber acontecido hubiera estado en las condiciones de
radical ausencia de escasez con una literalmente radical abundancia tan
alucinante que pudiera tener la escasez de neurosis, de angst, de angustia
permanente existencial? ¡Imagínate! Yo decodifico la materia, la cososidad
directa de la cosa, ¡hazme el favor! ¿Cuándo en la historia han existido
condiciones así? es totalmente absurdo imaginar algo así, totalmente ridículo.
Javier: Entonces, ¿cómo
pensarlo? ¿a partir de qué? ¿es una mera fantasmagoría?
Druso: ¡Claro!, es una
mera fantasmagoría, muy linda y muy chévere y a mí me encanta, pero eso no
significa que haya existido antes, es una elaboración nuestra...
Javier: Una elaboración
nuestra, claro.
Druso: ...hacia el
porvenir, pero no tiene ningún sentido el discurso de que en algún punto de la
historia eso existió, o eso fue así, es algo que podría ser, es parte del
horizonte de las posibilidades concretas del porvenir, pero nada más del
porvenir, sólo está en el porvenir, no está en ningún otro lado, nunca fue así.
Javier: La primera parte
de lo que has comentado es la que me parece la más importante, o sea, cómo ese
imaginario mesiánico de Benjamin le permite cuestionar la instrumentalización
del lenguaje, a la que te referías antes. Y si Benjamin cree que existió o no
ese lenguaje adánico, o solamente es un recurso, como diría Habermas, meramente
metafórico de un pensador materialista, o como diría Scholem, no era un recurso
metafórico sino expresión de un auténtico pensamiento teológico; probablemente
no lo sabremos con certeza porque no sabemos si sólo era un materialista o era
un teólogo, un anarquista o un marxista, a lo mejor era todo al mismo tiempo.
Druso: Exacto, la pregunta
es si lo uno excluye a lo otro; ese es justamente el punto, eso es a lo que me
refería, entonces el problema no es que él haya sido, digamos, un místico; sino
esta idea de que efectivamente él creía que había un lenguaje puro. Y todo lo
que tiene que ver con eso, porque eso tiene una cantidad de implicaciones,
justamente lo que te acabo de decir, para que eso pudiese haber acontecido, las
condiciones existenciales de los animales que éramos en el pasado, hubieran
tenido que ser radicalmente distintas, tenemos una idea suficientemente nítida
para saber que no hubo ningún paraíso, porque es lo que hubiera tenido que
existir para que estas ideas sean efectivamente; se confundan con el devenir y
no sean justamente un producto de un idealismo, de un dar cuenta de la propia
historia; o sea, un intento de darle sentido a lo que por sí mismo no tiene
ningún sentido, que es la existencia, es el mito por ejemplo; esa es la función
de los mitos.
Javier: Es una
hipótesis...
Druso: ...una hipótesis
totalmente insustentable
Javier: ..insustentable
entonces, pero aquí lo importante es lo primero que indicabas, es decir, ese
imaginario de Benjamin le sirve para pensar y cuestionar ese carácter instrumental
del lenguaje, que él rompe con su filosofía y que también expresa en este
ensayo de La obra de arte, que tú viertes, junto con Bolívar, a la lengua
castellana. Y aquí está este texto, ese esfuerzo y de alguna manera, la idea
que me resulta muy atractiva, según la cual las lenguas humanas no son ajenas
sino afines (verwandt) entre sí, como tú y Bolívar ponen de manifiesto en su
traducción.
Druso: Si eso fuera
cierto, si lo que el traductor hace es poner en evidencia digamos, este hecho
llamémoslo ontológico, entonces, el acto de traducir no requeriría ningún
esfuerzo, porque si son tan afines, sólo dices blah y ya, ¿me explico?, si
efectivamente hay afinidad o al menos es mi definición de afinidad, si yo tengo
afinidad con alguien en cierta cosa, en cierto tema, no tengo que pasarme tres
años, como decir, forzando una relación que por sí misma no se daría nunca,
digamos en términos físicos, sería una reacción en donde tienes que meter tanta
energía, es endotérmica; es decir, requiere energía para lograr que suceda, ¿me
explico?, entonces tienes que meter una cantidad energía en este proceso para
que suceda, eso a mí no me suena a afinidad.
Javier: Aquí la cuestión
que te comento es que el concepto de afinidad en Benjamin no tiene una
connotación de semejanza o igualdad; Benjamin piensa no que las lenguas son
semejantes sino son afines (verwandt).
Druso: Claro, y ese es
justamente el punto, por eso las afinidades entre personas suelen no acontecer
entre personas idénticas, sino más bien diversas, a diferencia de lo que se
suele creer en el principio de realidad.
Javier: Esa afinidad, para
Benjamin, surge una vez que se consuma la traducción. Este ensayo del que
hablo, Benjamin lo escribe, después de traducir a Charles Baudelaire,
¡imagínate!, él tradujo a Baudelaire aproximadamente de 1914 a 1921 y durante
todo ese periodo, en el que se esforzó por traducir a Baudelaire, sintió esta
desesperación, probablemente algo semejante a lo que tú sentiste, escribe
entonces este ensayo y al final se siente también insatisfecho con sus
traducciones. De alguna manera, piensa que hay algo que no ha logrado traducir,
que le parece quizás incluso intraducible; pero su posición es ambivalente
porque dice, por una parte, digamos hay algo que probablemente le resulta
insatisfactorio y por otra parte reflexiona sobre la traducción y llegó a la
conclusión de que la traducción pone de manifiesto que hay una afinidad
(verwandschaft) entre la diversidad de lenguas.
Druso: ¿Será?, o sea,
claro que la hay porque, bueno, finalmente somos todos bípedos implumes ¿no?...
Javier: Además...
Javier: Pero eso habría
que comentarlo, porque podríamos preguntarnos ¿qué afinidad hay entre, por
ejemplo, la lengua alemana y la lengua española?
Druso: ¿O entre la
japonesa y la islandesa?
Javier: En primera
instancia parece que ninguna, pero se pueden traducir una a otra. La obra de Benjamin
ha sido traducido al japonés, al árabe.
Druso: Pero como acabas de
decir, el hecho de que haya sido hecho algo, o que parezca que haya sido hecho,
no nos está diciendo en qué términos fue hecho, de qué se dio cuenta, de qué
no, qué se trasplantó (verplantz), ese es justamente el problema. El punto
sería, si efectivamente hubiese esa afinidad, como bien dices, no tiene nada
que ver con similitud sino más bien con la diferencia. Pero el punto es, ¡no es
cualquier diferencia!, porque la afinidad no se da aleatoriamente, sino
diferencias muy particulares ¿no es cierto? diferencias afines, esa sería la
cuestión porque la similitud definitivamente a lo único que lleva es a la
insipidez.
Javier: Claro, o lo que
decías ayer, lo problemático que pueden resultar términos como similitud,
semejanza o igualdad.
Druso: Exacto, sí,
entonces la pregunta no es qué tan símiles o disímiles son las lenguas, ese no
es el problema, sino qué tanto el uno con el otro se pueden poner en juego, se
puede poner en riesgo, digamos; esta idea de la compenetración, de que con
todas las radicales diferencias entre estas otredades, entre estas
diversidades, haya la disposición de ponerse en juego con esa particularidad,
con esa absoluta particularidad de la otredad, porque hay algo de ella que le
seduce, pero eso no significa que cualquier otredad-diversidad a ti te va a
seducir de la misma forma y ahí está el problema, eso es a lo que me refiero, a
mí no me parece que las lenguas sean totalmente afines, hay lenguas que son más
afines que otras evidentemente. Entonces no es una cuestión de si las lenguas
son afines, por eso estoy en contra de esa idea, porque viene de un absolutismo
determinista como decir que había alguna lengua en algún punto de la cual
vienen todas las lenguas y entonces todas las lenguas son igual de afines
porque vienen de esa.
Javier: Los historiadores
de las lenguas y los que practican la lingüística comparada dicen, según he leído
en algún lado, que sí hay una lengua de la cual se derivan todas las lenguas
humanas y que, igual que el ser humano, esa lengua viene del norte de África y
desde ahí se empieza a diversificar, como la misma historia de la humanidad.
Druso: Pero entonces,
¿esta supuesta lengua originaria tiene algo que ver con esta Ursprache, con
esta lengua pura?
Javier: Pues eso es lo que
dicen los lingüistas, pues antes se pensaba que no.
Druso: No, no, no,
supongamos que hay una lengua, que a mí no me sorprendería, pero esa no tiene
las cualidades, ese es justamente el punto, no tiene las cualidades de esa
lengua originaria.
Javier: Probablemente no.
Druso: Esa que
supuestamente estaba en construcción, de ponerse en juego con ella misma, con
el lenguaje mismo, ponerse con el lenguaje ¡imagínate! ponerte en juego con la
cososidad de la otredad, ese es el punto, ahí es donde no funciona. Pero además
hay otra cosa, la afinidad entre las lenguas no requiere que tengan orígenes
distintos sino simplemente el camino de diversificación que tomaron, entonces
da igual si hay un origen o hay múltiples orígenes, esto es absolutamente
irrelevante. En cambio, lo que no me parece irrelevante es hablar de esta
cuestión, es decir, por mucho que uno quiera encontrar esa lengua, ese
acontecer, esa forma de un lenguaje en su forma natural, no lo vamos a
encontrar.
Javier: Ok, te repito, eso
es algo que piensa Benjamin, me parece una hipótesis interesante en el sentido,
que a él le sirve para cuestionar el carácter instrumental del lenguaje, y nada
más.
Druso: Eso es un hecho,
pero la discusión es esa me parece.
Javier: Ahí podríamos ir
por esa vía pero valdría la pena como entrarle a los textos de Benjamin e
incluso confrontarlo con Heidegger, al que citabas en otro momento, que es otra
perspectiva bien interesante. Pero lo que yo te quiero plantear es algo más.
Hace algún tiempo tuve la oportunidad de conversar con un profesor alemán de la
Universidad Chile, Horst Nitschack se llama, quien por cierto escribió un texto
bien interesante sobre la recepción de Benjamin en América Latina (“Walter
Benjamin in Lateinamerika: eine widersprüchliche Erfolgsgeschichte”); y él
consideraba que el mejor traductor de las tesis Sobre el concepto de historia
de Benjamin es Pablo Oyarzun; un tanto intrigado le pregunté a qué se refería
con ello, por qué le parecía que la traducción de Oyarzun es la mejor. Él me
contesto que porque se trata de una traducción más cercana a la lengua alemana.
Yo señalé que, de acuerdo con quienes se dedican a la ardua labor de la
traducción, de lo que se trata no es tanto que la traducción se asemeje a la
lengua del “original” sino de hacerlo fluir en en la lengua receptora. Y esa me
parece es una de las virtudes de tu traducción.
Druso: Es hacerlo
acontecer, en otros términos.
Javier: ¡Exactamente!
Porque, a diferencia de otras traducciones de Benjamin, que resultan
ininteligibles en la lengua castellana, pues están tan apegadas a la gramática
y la sintaxis alemana, que en español suenan rarísimo; en cambio, tu
traducción, o su traducción, asumiendo que la hicieron a cuatro manos con
Bolívar, fluye muy bien en español, y en la particular manera en que cultivamos
esa lengua en América Latina, como escribe Bolívar en alguno de sus textos; en
este sentido, me parece que su traducción fue una tentativa bien resuelta.
Druso: O sea sí, si lo
comparas con la ausencia de intento absoluto que sería esto de importar tal
cual, de volver la traducción absurda, o sea habría que ver si hay traducción
ahí, ¿qué es lo que estás haciendo efectivamente allí? Porque la pregunta es
qué es lo que estás haciendo si traduces por palabra, qué puedes traducir
palabra por palabra, y decir que está apegadísima al alemán porque mira esta
palabra y esta palabra son idénticas y están en el mismo lugar del texto, no,
si haces esto, de traducción no hay nada, o hay muy poco, cuando justamente el
lenguaje es una cuestión poética, que implica una segunda o tercera
articulación.
Javier: Te estás
refiriendo al momento creativo de la traducción, indispensable para toda buena
traducción.
Druso: Claro, porque
traducir no es un acto matemático, una traducción matemática.
Javier: ¿No es algo
mecánico?
Druso: Mecánico sí, muy
mecánico yo diría justamente, pero con mecanismo no lineales, no reductivos.
Javier: Ok, creativos,
inventivos, quizás.
Druso: ¡Claro!, esta idea
de ir al encuentro de la complejidad, de la sutileza del acontecer concreto, no
sé cómo decirlo de otra forma, tal vez suene muy críptico, pero si uno mira
cómo suceden las cosas en la existencia efectiva, suelen divergir radicalmente
de la abstracción y obviamente de la tiranía metafísica, de la fantasmagoría
del principio de realidad.
Javier: Ok. Hay otra
cuestión que en alguna otra conversación comentamos, que tiene que ver con eso
a lo que referías antes, la cuestión de la técnica o la téchne, que sería el gran tema del ensayo de Benjamin, un tema en
sí fascinante y muy actual; me pregunto hasta qué punto compartes las tesis
sobre la técnica de Benjamin; hasta qué punto ha influido en tu propia forma de
ver el mundo, pues la relación técnica-mundo para ti es fundamental, ¿qué te
dice Benjamin en este sentido? Y estoy pensando no sólo en el texto de La obra
de arte sino también en El autor como productor, que también tradujo Bolívar.
Druso: Exacto, es eso,
evidentemente tuvo un efecto determinante en mí, pero lo genial es la
evidenciación de los mecanismos de la instrumentalización de la técnica del
capital, de todos los mecanismos efectivamente técnicos, que también serían lo
político, lo social, todo eso se podría considerar técnico, todos tienen formas
de los procedimientos, procesos, todo eso acontece en términos técnicos, en
términos de techné. Entonces, en ese sentido, cómo funcionan todos estos
dispositivos, instrumentos, todo ese instrumentaje categórico, dogmático y
opresivo; cuáles son estos mecanismos, el cómo entenderlos y cómo a partir de
eso, digamos, intentar deconstruirlos y después de un proceso sustituirlos, esa
sería la idea para mí.
Javier: Recuerdo que tú
insistes mucho en la importancia de la relación humana con el mundo, de la
proximidad o no con las cosas de este mundo; además de tu particular
fascinación por la mecánica, por los aparatos maquínicos, por conocerlos, por
saber cómo funcionan. ¿Este interés también estaría incentivado por textos como
el Benjamin?
Druso: Efectivamente. Esa
sería una aproximación muy particular. Generalmente las personas hacemos uso de
los objetos, de las cosas del mundo, pero sin saber cómo funcionan, sin verlos
cómo acontecen en su funcionamiento íntimo, en su mecanicidad íntima,
llamémoslo.
Javier: ¿Eso te sugiere
Benjamin? Particularmente, qué dirías sobre la distinción reflexiva de Benjamin
sobre la técnica como una técnica de dominio y una técnica lúdica.
Druso: "claro,
exacto."
Javier: o sea, serían dos
aspectos de la técnica y, por tanto, dos formas de relacionarnos con el mundo.
¿cierto?
Druso: No sé si dos
aspectos, al menos dos versiones uno podría decir: la forma lúdica precarizada,
saboteada, interferida e invalidada por la técnica pragmática, utilitaria,
instrumental, es decir, la técnica del capital, ese sería el término; la
técnica del capital, que es justamente la versión que hemos elegido poner en
práctica entre todas las formas de la técnica, entre todas las formas de la
técnica lúdica que podrían ser infinitas, cuyo espectro es inimaginablemente
amplio, sin embargo, elegimos una que lo que hace es reducir al absurdo la complejidad,
al ridículo la sutileza del acontecer de las cosas, vuelve indiferente la
relación entre el usuario y la cososidad, enajena esa relación, entonces nos
destruye la sensibilidad, porque ese es finalmente el punto, una relación
técnica con el mundo implica una correspondiente sensibilidad para poder, como
diría Benjamin, para hablar el lenguaje de la cososidad técnica
Javier: Hablar el lenguaje
de las cosas, comunicarse quizás con las cosas, es decir, lo que te sugiere a
ti este ensayo de Benjamin es establecer una relación otra con el mundo.
Druso: Exactamente. Lo que
me parece que Benjamin intenta es poner en evidencia que hay al menos un
espectro amplísimo de alternativas a esta aproximación ultrareducccionista,
ultraprecarizada, escasa, reduccionista, instrumentalizada y que esas otras
alternativas tienen la posibilidad de habilitarnos en nuestra acontecer
concreto, sensual, erótico, en nuestra concretud cárnica, digámoslo así, es
decir, yo diría que tendríamos que pugnar por una celebración de la concretud,
eso es lo que permitiría la técnica lúdica, erótica.
Javier: Ok, ahora lo
interesante con Benjamin, o lo provocador quizás, es que esa técnica lúdica,
esa técnica que nos invita a ponernos en juego con lo otro, y con los otros,
ponernos en riesgo, abrirnos al mundo, curiosamente surge de dos aparatos que
solamente son posibles con el desarrollo del capitalismo: la fotografía y el
cine. A ti particularmente te gusta la fotografía, supongo que también el cine,
¿qué te sugiere eso como problema? Porque pareciera ser que ahí tenemos un
conflicto, al menos, fotografía y cine sólo son posibles como producto de
desarrollo de la técnica dentro del mundo moderno capitalista; sin embargo
Benjamin parece ver algo más que solamente esa técnica de dominio , algo debajo
de eso; quizás ese algo es lo que ponen en práctica ciertas vanguardias
artísticas.
Druso: Más bien no es algo
por debajo sino justamente es esa idea de la forma natural; para seguir con esa
metáfora. Es decir, el parásito capitalista, pragmático, utilitario,
instrumental, que opera con estas formas, se monta encima de la forma natural,
es el parásito de algo y ese algo sería esa forma natural, y en este caso,
sería la forma natural de la técnica, llamémoslo así, de la tecnología, de la
ciencia, si tú quieres, y entonces este parásito lo que hace es que no deja
intacto al, ¿cómo se dice?, al que le auspicia al parásito.
Javier: ¿El huésped?
Druso: ¡Exacto! el
huésped. Cuando nosotros pensamos en un parásito, lo que hace el parásito es
debilitar al huésped pero lo deja en su forma natural, pero en este caso no
sucede esto, el parásito no debilita únicamente al huésped, sino que lo cambia,
es decir, lo fuerza a funcionar de otras formas, le resta complejidad, le resta
sutileza, le resta riqueza, lo precariza, le impone la escasez artificial,
justamente ese es el punto: la escasez artificial. Me parece que esta escasez
prescribe la brutalización, entendida como la fuerza que impide el acontecer
sutil y, por lo tanto, complejo del entendimiento y del mundo de la vida
humana; que lo aleja pues de la concretud que acontece siempre en esos
términos, que no puede no acontecer ultra sutil, ultra complejamente,
indefiniblemente, inasiblemente etc..., Ahí entra esta cuestión que planteas:
el cine, la fotografía acontecen subsumidos a las mutilaciones, las
inhibiciones, las opresiones de este parásito capitalista, de este parásito
pragmático-utilitario, mientras acontecen, ultra precarizados, es decir no
tenemos lo que quisiéramos, lo que podría ser la fotografía pero tenemos esto,
es lo que permite este pragmatismo capitalista.
Javier: Habría que
entenderlo como la forma natural de la reproducción social, para ponerle nombre
y apellido, o de la forma social-natural, de alguna manera está siendo desviada
de su telos, que es precisamente la sociedad que lo hace posible, hacia la
finalidad de la acumulación de valor y, por tanto, la técnica que surge de ese
proceso también está siendo encausada hacia esa finalidad pero, como dices, no
es un fenómeno unilateral únicamente sino que está ahí debajo esa forma
natural.
Druso: Yo no estoy de
acuerdo con la metáfora del debate que sugeriría que habría capas, que habría
algo que subyace cuando es más bien la misma cososidad, es decir, no es que a
esta cuchara le subyace en algún lugar una cuchara en su forma natural, no, la
forma natural está aquí, digámoslo así, pero únicamente en un horizonte de
posibilidades, quien sabe que tan concretas, dependiendo justamente de esta
coyuntura de la posibilidad de romper con la dictadura o con la imposición
categórica autoritaria de la forma capitalista, de la forma
pragmática-utilitaria-instrumental o de la técnica. Esta cuchara podría
acontecer en otros términos, podría estar hecha de otro material, con una forma
ergonómica, quizá, para usar algún término, una forma que dialogue más con la
carnosidad del bípedo implume; que vaya a interactuar con ella o también que
dialogue más intensamente con la hidrodinamisidad de los líquidos, con la cual
entra en relación, todo eso que aparentemente no es evidente a primera vista,
aunque ahí está; esta es una superficie que va a entrar en relación con un
líquido y esta es una superficie que va a entrar en relación con los dedos,
entonces podría haber alguna relación ahí, podríamos pensar ¡ah! será que esto
para entrar en relación con el líquido podría tener estas cualidades y esto
otro cualidades muy distintas, hasta materiales distintos para la interacción
con la carne, por ejemplo. Pero eso no es lo que importa aquí, lo que importa
es producir esta cosa de la forma más económica posible, con el menor esfuerzo
y explotar al máximo la fuerza laboral; lo último que le importa a la
tecnología del capital es todo eso, el acontecer concreto, la consideración, el
tomar en cuenta cómo es que efectivamente acontecen las cosas concretamente es
decir, la praxis existencial una cosa.
Javier: Muy sugerente lo
que señalas; pienso que incluso podríamos agregar la cuestión de la
historicidad, es decir, el hecho de que tenemos un diseño con determinados
materiales y que viene de múltiples posibilidades históricas, que a la mejor
perfeccionaron en un sentido u otro, una cosa o un mecanismo, que tenemos ahora
aquí y que podría ser más o menos funcional, dependiendo de la intervención que
tuvo en ello ya sea la forma natural o el capital; es decir, si la intención
fue reducir los costes de producción para una mayor acumulación de valor, o
producir algo que posibilite una mayor interacción del ser humano con el mundo.
Druso: Yo metería ahí un
tercer elemento porque el problema no es sólo entre forma natural y forma
capitalista, ese es el problema. Me parece que hay una trampa ahí y es que
entre la forma enajenada, subsumida y la forma natural hay las ultra
mediaciones en todos los ámbitos del determinismo histórico, llamémosle así,
que es a lo que te referías, si entiendo bien. Entonces, cuáles son las
implicaciones de esto: por fundamentalismo, determinismo, o sea, por tradición
hacemos las cosas de una forma y esa es una manera de prescindir del
entendimiento, de la sensibilidad, todo esto que hemos hablado, del tomar en
cuenta todos estos mecanismos que serían ponerse en juego con la otredad.
Javier: La reflexión que
hacías con la cosa-cuchara me parece muy oportuna porque lo podríamos trasladar
entonces a los términos de la técnica como está siendo reflexionada por
Benjamin, como si nos dijese: si nos aproximamos a la historia de la técnica,
desde la perspectiva de la reproductibilidad técnica de la obra de arte, lo que
tenemos es este despliegue histórico con diversas manifestaciones: la
existencia aurática de la obra de arte, la reproducción técnica de una obra de
arte, el surgimiento de la fotografía y del cine; éstas son unas de tantas
formas efectivas de dos versiones de la técnica, a saber, la técnica de dominio
y la técnica lúdica; y abre al mismo tiempo la cuestión ¿cuál va a ser la que
vamos a elegir? ¿cuál va a ser la que vamos a cultivar en nuestra relación con
el mundo?
Druso: Claro, pero esa
otra, no es una tercera sino es todo un espectro o un problema entre las dos,
entre la forma natural y la forma enajenada, llamémosle así, la forma
capitalista, que es de la que nosotros somos producto, ese es el gran problema.
Con mi amigo Jorge Corral de Ecuador pensamos con una metáfora para describir
esta situación en la que nos encontramos. Imagínate todos nosotros, todos los
que estamos hablando de esto, metidos en un avión a 10 km de altitud, a 800 km
por hora y en el transcurso del viaje nos vamos percatando de que todo, hasta
el último tornillo de ese avión, está elaborado de formas inaceptables, de
formas que implican esclavitud, entusiasmo jerárquico, despotismo, denigración,
inhibición, en fin, todo lo que vivimos, pero estamos ahí metidos y esa máquina
nos mantiene con vida, si queremos solventar esta situación y apagamos
cualquier cuestión, nos quedamos sin oxígeno, sin temperatura, sin presión y
morimos literalmente en segundos, en el mejor de los casos, o nos incrustamos a
mil y tantos kilómetros por hora en el topos terrestre. Entonces, ese es el
punto, estamos en ese avión y habría que ir cambiando, ir sustituyendo los
componentes que están cumpliendo su función opresiva activamente, cada
componente de ese avión acontece en términos inaceptables para nosotros, pero
no es tan fácil como decir ¡ah, bueno! sustituyamos ese motor por una forma
natural de ese motor ¡listo!, para empezar ¿dónde lo vamos a elaborar? ¿allí
adentro del avión? ¿de dónde sacamos la herramienta? ¿vamos a elaborar la
herramienta? ¿vamos a construir ese motor? ¿de dónde vamos a sacar todos los
materiales para construirlo? ese es el problema y luego suponiendo que literalmente
el milagro de que acabemos con un motor en su forma natural ahí adentro en el
habitáculo, cómo le sacamos del habitáculo para meterlo ahí, imagínate?
Javier: ¿Y es posible? tú
has estudiado ingeniería ¿es posible?
Druso: "No, es
justamente el punto"
Javier: Yo creo que es
posible, pero para eso se necesitaría un esfuerzo social enorme.
Druso: Claro, el punto es
justamente ese, ahí es donde entra la frase: lo imposible es imposible hasta
que lo haces posible. Efectivamente, de lo que se trata es de volver posible lo
imposible, pero hay tanto de cuasi imposibilidad porque es verdad que no existe
un imposible, digámoslo así, pero sí algo que ya está rozando la imposibilidad;
hay tanto de eso que habría que resolver. Estamos tan jodidos, tan miserabilizados,
tan precarizados y estupidificados por el principio de realidad y su
efectividad, que media entre la mismidad y con la otredad, y vuelve imposible
ese diálogo imprescindible, entre la mismidad y la otredad, que tendría que
darse constantemente. Entonces, imagínate las condiciones en las que estamos,
es literalmente peor que Sísifo.
Javier: Claro.
Druso: Lo que quiero decir
es que, parece imposible, lo que no significa que lo sea.
Javier: Bueno, la metáfora
me parece buenísima, es como intentar cambiar el rumbo, mejor dicho, sustituir
ese motor de un avión en pleno vuelo.
Druso: En pleno vuelo,
imagínate, si al menos estuviera en la pista bueno ya lo cambias de alguna
forma...
Javier: Quizás la
imposibilidad está en que no queremos parar el vuelo, queremos que el vuelo
siga y que cuando aterrice, inmediatamente emprenda otro vuelo, porque la
intención no es transportarnossino precisamente el mantener funcionando la
maquinaria capitalista; entonces no importa que todo esto sea posible por la
explotación y el sacrificio de miles, quizás millones de personas; qué decir de
la cantidad enorme de desperdicios que producimos en un vuelo; y si además eso
lo multiplicamos por todos los vuelos del mundo en un día, en una semana, en un
mes, es bestial la cantidad de desperdicios que producimos, por tanto, aunado
al sacrificio de la fuerza de trabajo que mencionabas, está la explotación y
destrucción irracional de la naturaleza.
Druso: Y no sólo es la
basura, sino imagínate esa comida o, digamos, el café que consumimos en el
avión; el hecho de que este café fue movido por una persona de allá hasta acá,
para hablar únicamente del café ya producido, para no hablar del resto de lo
que consumimos. Ese café que estás tomando a 10000 kilómetros de altitud y a
800 y tantos kilómetros por hora no fue transportado por una persona de aquí a
acá sino por todo un sistema complejísimo que requiere muchísima energía,
empaquetamiento y condicionamiento para meterlo en el lugar designado para las
comidas de ese avión, asegurarlo ahí para que pueda conservarse, entonces es
una cantidad de sistemas, de mecanismos, de producciones, de dispositivos que
requieren de una cantidad de energía que este café no requirió al ser producido
sino para ser consumido.
Javier: De energía y, por lo
tanto, como decías, de explotación
Druso: Claro, y no sólo
eso sino, imagínate, para tú tomarte ese café y todos los otros pasajeros que
toman café, a diferencia de aquí en donde estamos en una mesa, la cantidad de
energía que requerimos para esto, y la energía que se necesita para propulsar a
un avión de, qué te gusta, 300 toneladas a 800 km por hora a 10,000 metros de
altura, imagínate la cantidad de combustible que se está quemando en el tiempo
en el que tú te estás tomando un café; si sumamos a eso los materiales de
mantenimiento, los costos de mantenimiento, la logística, es exponencial y
entonces la imaginación ya no da; o sea esta aproximación existencial es tan
absurda.
Javier: Yo estoy
completamente de acuerdo cuando introduces todas esas mediaciones y
consideraciones, que al pensamiento crítico no le debería de escapar. Volviendo
al texto, pareciera ser que esa es la invitación de Benjamin al reflexionar
sobre la técnica: pensar la imposibilidad como una posibilidad, aunque ésta
esté rozando la imposibilidad, pero estamos en ese momento, en pleno vuelo del
avión y la invitación pareciera ser esa ¿cierto?
Druso: Yo diría que sí,
una invitación a lo imposible, a lo imposible a una técnica lúdica, de una
relación distinta con el mundo, es decir, una relación erótica.
Javier: Una nueva relación
con el mundo, lúdica y erótica.
*Este trabajo fue realizado durante la estancia posdoctoral como
becario en el Programa de Becas Posdoctorales en la UNAM, en el Centro de
Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades. Asesor Dr. José
G. Gandarilla.
**Esta conversación tuvo lugar una tarde nublada de un sábado primero
de julio de 2023, en la colonia Espartaco, Coyoacán, de la Ciudad de México.