Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 9 N° 1 (2024) / Sección Artículos / pp. 1-9 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 1/12/2023 Aceptado: 23/07/2024
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.120
Philosophical agoras in the forty years of democracy. A
philosophical and pedagogical experience
Universidad Nacional de la Plata, Argentina.
dbusdygan@gmail.com
Resumen. El año 2023 en Argentina, marcado
por los 40 años de democracia, coincidió con elecciones y un aumento en la
demanda de información política. Este contexto generó un inusual nivel de
discusión política en el que se trazaron reflexiones sobre el pasado, las
deudas del presente y los desafíos del futuro. En una notable época de cambios
a partir de los avances tecnológicos, se han observado cambios radicales en la
cultura política y democrática. Allí, la filosofía como disciplina encuentra el
escenario propicio y la necesidad de abrirse al diálogo con la sociedad. La
experiencia filosófico- pedagógica, Ágoras
bonaerenses emerge como un hito histórico al propiciar encuentros
filosóficos de estudiantes de filosofía y ciencia política. Estos encuentros
buscan trascender las aulas y crear espacios de reflexión filosófica sobre la
democracia en el siglo XXI, enfrentando los desafíos de la tecnología y las
redes sociales. La filosofía, al justificar su existencia, debe ir más allá de
la especialización y abrirse a la sociedad, contribuyendo con argumentos y
propuestas para comprender y transformar la realidad democrática. La experiencia
de Ágoras bonaerenses destaca la
importancia de la filosofía como diálogo horizontal y político de la palabra en
un contexto marcado por la tecnología y la necesidad de repensar la democracia
y la ciudadanía.
Palabras clave. Democracia, ágoras, deliberación,
filosofar, encuentro.
Abstract. The
year 2023 in Argentina, marked by 40 years of democracy, coincided with
elections and an increased demand for political information. This context
generated an unusual level of political discussion where reflections on the
past, present, and future. In a notable era of change driven by technological
advances, radical shifts in political and democratic culture have been
observed. In this scenario, philosophy as a discipline finds an opportune stage
and the necessity to engage in dialogue with society. The
philosophical-pedagogical experience, Agoras
bonaerenses, emerges as a historic milestone by fostering philosophical
meeting among students of philosophy and political science. These meeting aim
to transcend the classrooms and create spaces for philosophical reflection on
democracy in the 21st century, addressing the challenges posed by technology
and social networks. Justifying its existence, philosophy must extend beyond
specialization and open itself to society, contributing arguments and proposals
to comprehend and transform the democratic reality. The Agoras bonaerenses experience emphasizes the significance of
philosophy as a horizontal and political dialogue of words in a context marked
by technology, urging a reevaluation of democracy and citizenship.
Keywords. Democracy, agoras, deliberation, philosophize, meeting.
La intención de
este trabajo es, por un lado, dar cuenta de una serie de experiencias filosófico-pedagógicas
centradas en el desarrollo del diálogo democrático y el intercambio de razones
y argumentos para la construcción conjunta con el otro. Esas experiencias se
desarrollaron en octubre de 2023 durante tres encuentros, con la participación
de dos carreras de formación docente de la Dirección Provincial de Educación
Superior de la Provincia de Buenos Aires: el Profesorado de Educación
Secundaria en Filosofía y el Profesorado de Educación Secundaria en Ciencia
Política. Estudiantes y profesores de ambas carreras crearon espacios de
diálogo para intercambiar argumentos y experiencias con el objetivo de
reflexionar críticamente sobre concepciones de la democracia y, asimismo,
conversar con aquellos con quienes no se coincide. De allí se deriva otra
intención de este trabajo que, seguidamente, explora algunas de las
significativas implicaciones que surgen de la premisa de que la filosofía y el
filosofar son dos caras de la misma moneda (Obiols, G. 2002, p. 52).
En lo que sigue, en
primer lugar, me preguntaré cuál fue la relevancia particular de esos
encuentros. Para responder ese interrogante, antes daré cuenta de una serie de
factores relacionados con el contexto social, político y, sobre todo,
tecnológico en el que se encontró dada la acción. Luego, presentaré en qué
consistieron esos encuentros, denominados Ágoras
bonaerenses, para destacar su potencia filosófica y, también, para explorar
cuáles son algunos de los desafíos contemporáneos que tiene la filosofía y
cuáles son algunas de las contribuciones que pueden hacer los y las docentes de
filosofía. Allí, mi interés principal es destacar la importancia social y
política del intercambio filosófico en los tiempos en los que las pantallas y
los algoritmos están transformando las formas de comunicación, diálogo y
convivencia.
Comencemos trazando
el contexto en el que se dieron esos encuentros y, en primer lugar, refirámonos
al contexto social y político. El 2023 no fue un año más debido a la gran
cantidad de celebraciones por los cuarenta años ininterrumpidos de democracia
en Argentina. Mientras se daban esas celebraciones también se llevaban adelante
las campañas para otra elección presidencial más, entre las muchas que se han
dado en cuatro décadas. Los años de elecciones
presidenciales suelen aumentar significativamente los índices de conversación
pública y politización de la ciudadanía, y el aniversario de la democracia
potenció ese fenómeno. En particular, en ese año
se dio una interesante intersección entre festejos y campañas de los distintos
espacios políticos, generando niveles de conversación y discusión política
fuera de lo común. Ahora bien, pongamos la mirada en las características de esa
conversación de la ciudadanía, ¿cuál era su sustancia? Esas conversaciones
conjugaban reflexiones sobre el pasado, el presente y el futuro de nuestra
sociedad. Allí se incluían, a la vez que se mezclaban, balances sobre logros y
desafíos pendientes que tenemos como país, y, además, planteos y promesas sobre
futuros posibles. Así, festejos y campañas cruzaron miradas y reflexiones sobre
el pasado, combinadas con diagnósticos del presente y estimaciones de los
horizontes posibles que se abrían para el futuro.
En segundo lugar,
preguntémonos cuál fue la forma en la que predominantemente se daba esa
conversación. Aquí, es importante resaltar que el contexto tecnológico ha ido
cambiando nuestros modos de informarnos y comunicarnos. Las transformaciones
proporcionadas por el ámbito tecnológico han impactado en el contexto social, y,
deberíamos preguntarnos cuáles son las nuevas condiciones asentadas para el
intercambio ideas. Como sabemos, los avances en la algoritmización de la
información condicionan, paulatinamente, el acceso a perspectivas divergentes y
ello impacta en las creencias, gustos y experiencias de las personas.
En los umbrales del
primer cuarto del nuevo siglo, los desarrollos tecnológicos consiguieron incorporar hábitos de uso permanente de
teléfonos inteligentes donde las personas se informan, divierten, relacionan,
consumen, forman parejas, elijen candidatos e intercambian ideas políticas,
entre otras actividades. En una creciente
e invisible colonización de los mundos de la vida, cada vez son más las
experiencias mediadas por las pantallas personales. Las
experiencias mediadas por las pantallas se incrementan y la inteligencia
artificial avanza en la eficiencia de los algoritmos reduciendo nuestra
percepción de la realidad y entorpeciendo nuestra comprensión de quiénes son los otros y, con ello, también de quienes
somos nosotros mismos. Por
consiguiente, no es aventurado advertir que los sujetos de la democracia han
cambiado en estos cuarenta años, y que con la inauguración de nuevas ágoras digitales la dimensión de lo político cabe suponer que se ha
transformado radicalmente.
El siglo XXI ha
abierto nuevos canales de emisión de la información con lógicas propias donde
predomina la segmentación y la personalización de los contenidos. Esas lógicas
tecnológicas decantan en lógicas sociales de la comunicación a la vez que
establecen procesos de socialización. Esto reconfigura, en parte, los gustos y
las formas de la atención de los ciudadanos quienes, según García Canclini
(2019), han devenido en receptores consumidores. Con el desarrollo de la
tecnología, tanto las campañas políticas como las formas de la comunicación de
la ciudadanía han sufrido cambios radicales. Y cada año se aceleran los cambios
en las maneras de hacer y comunicar política, transformando la cultura democrática
(Casullo, 2023).
Con la llegada de
internet comenzamos a tener un espacio público digital que crece y crece, donde
se fue armando una lógica de intercambios muy distinta, y distante, a la que se
daba en el espacio público tradicional. Allí, puede verse que el proceso de
dataficación de las esferas públicas ha creado una nueva conversación política,
donde los algoritmos numeran, ordenan y clasifican para redirigirnos a
conversaciones con otros que piensan igual. Esas lógicas algorítmicas fomentan
la formación de burbujas digitales y cámaras de ecos. Esos procesos promueven
polarizaciones que impiden, kantianamente, salir de la minoría de edad, ejercer
la autonomía y aspirar a formas de entendimiento mutuo.
El paso de las
ágoras presenciales hacia las ágoras digitales da lugar a una afección mutua de
las lógicas y de las dinámicas de intercambios de ideas. Las decisiones de los ciudadanos parecen estar cada vez más condicionadas
por las lógicas algorítmicas en tanto nuevos modos de socialización y
politización. Los procesos democráticos también
parecen estar cada vez más condicionados por estas nuevas “lógicas de
intercambio” de ideas, al punto que en las dinámicas del lenguaje en los
espacios virtuales, un meme puede ser más potente que un argumento sólido.
Es en ese contexto
social, político y tecnológico donde se inscribe la experiencia filosófica y
pedagógica de llevar adelante encuentros presenciales entre profesores y
estudiantes tanto de los profesorados de educación secundaria en Filosofía como
los de Ciencia Política, para pensar críticamente, en clave filosófica, nuestra
democracia y la ciudadanía. En ese sentido, bajo el
nombre de Ágoras bonaerenses se
erigió una política pública llevada adelante por la Dirección Provincial de Educación Superior de la Provincia de Buenos
Aires en el marco de las políticas educativas de la educación superior. Aquella iniciativa buscaba hacer
pública la filosofía en algún espacio público y lo logró. Ágoras abrió marcos filosóficos en distintas regiones de Buenos Aires y
en cada uno de esos lugares se dieron cita entre 400 y 500 estudiantes quienes
en los distintos talleres volcaron sus ideas y visiones construyendo espacios
no escolarizados de filosofía.
Esos encuentros
tenían como propósito abrir un espacio para conversar, intercambiar ideas y
experiencias, y discutir las siguientes preguntas:
¿Qué es la
democracia?, ¿qué estamos haciendo para que la democracia sea lo que es?, ¿qué
desafíos aún restan para la democracia?, ¿cuál es la relación que la filosofía
tiene con la democracia y cuál debería tener?, ¿qué le ha dado la enseñanza de
la filosofía a la democracia en estos 40 años?, ¿hay otra democracia por venir?
Las Ágoras se dieron en tres días
consecutivos - 9, 10 y 11 de Octubre de 2023- y en tres lugares distintos y,
entre sí distantes de la provincia; respectivamente, La Matanza, Junín y
Bolívar. Cada día tuvo una clase abierta seguida
de seis talleres. Me referiré primero
a las clases abiertas y posteriormente a los talleres.
La clase abierta y
el diálogo con el público en el encuentro de La Matanza estuvieron a cargo de Darío Sztajnszrajber. Su clase titulada “Filosofía de lo imposible: democracia,
enseñanza, vocación”, abordó cómo la
filosofía se enfrenta a preguntas irresolubles y cómo esto desafía nuestras
nociones de conocimiento y verdad, explorando la democracia como un ideal ético
y filosófico que, aunque inalcanzable, guía nuestras acciones políticas y
sociales. Allí, puso su mirada en cómo, quienes enseñan filosofía y a
filosofar, están en la búsqueda de formar ciudadanos críticos y autónomos;
cómo, rortyanamente, “les enseñan a rascarse donde no pica” sostenía Darío Z. La
filosofía como práctica emancipadora, cuestiona lo dado para imaginar nuevas
posibilidades y modos de actuar en el mundo, muchas veces, acercándose a
ideales imposibles. Así, la filosofía es vocación e indagación de nuestra
autenticidad.
En Junín la clase
abierta estuvo a cargo de Eduardo Rinesi.
Su clase se tituló “Democracia. 40 años” y trató sobre la triada libertad, igualdad y fraternidad, para
destacar cómo la fraternidad, en tanto un concepto tan fundamental como los
otros dos, es a menudo olvidado en la democracia. Analizó cómo la igualdad y la
libertad han sido ampliamente desarrolladas y debatidas en la teoría social y
política mientras que la fraternidad fue desatendida. Argumentó sobre una idea
de fraternidad fuertemente atada a la cohesión social y al sentido de
pertenencia, esencial para el funcionamiento democrático y para que la
solidaridad impulse políticas de justicia social fomentando una sociedad más
equitativa y justa. Resaltó el lugar de quienes enseñan filosofía y promueven
el pensamiento crítico como un compromiso político con los otros y con el
propio tiempo.
Por último, en el
encuentro de Bolívar estuvo Dora
Barrancos quien tituló su presentación, “Mujeres,
géneros y ciudadanías en el marco de los 40 años de democracia”. Su clase trató
sobre la evolución y los desafíos de los derechos de las mujeres y las
diversidades de género en Argentina desde la restauración de la democracia en
1983. Comenzó contextualizando la lucha histórica de las mujeres y la comunidad
LGBTQ, destacando los logros y las conquistas en materia de derechos sexuales y
reproductivos, la igualdad de género y la protección contra la violencia de
género. Pero destacó la idea de que la historia no es lineal, y que los
derechos conquistados pueden sufrir retrocesos, especialmente en contextos de
crisis políticas o sociales. Barrancos exploró con ejemplos concretos de
retrocesos y resistencias en la historia reciente subrayando la importancia de
la vigilancia constante y la movilización social para proteger y expandir estos
derechos.
Cabe destacar que
cada uno de los expositores, al compartírseles los propósitos de ese primer
encuentro de los Profesorados de Educación Secundaria en Filosofía y de los
Profesorados de Educación Secundaria en Ciencia Política organizado por la
Dirección Provincial de Educación Superior de la Provincia de Buenos Aires, se
unió de manera generosa y desinteresada a las iniciativas.
Luego de las clases abiertas y las preguntas
con los disertantes, se dio comienzo a los talleres donde el centro de la
escena estaba dado por la palabra de los participantes. Algunos de los nombres
de esos talleres fueron: “Democracia
y diálogo
filosófico: la ciudadanía y la participación
democrática 40 años después”,
“¿Qué es enseñar filosofía en el
siglo XXI?”, “Ciencia Política: Estado y
ciudadanía”, “¿Qué significa pensar,
enseñar y aprender filosofía desde América
Latina?” entre otros. Para el cierre de
los talleres, se abría nuevamente un espacio llamado “Las voces de los y las
estudiantes” donde los participantes se reunían para exponer sus reflexiones.
Se utilizaron una serie de preguntas ejes para articular esas reflexiones, a
saber: “En el marco de las reflexiones
sobre los cuarenta años de nuestra democracia: ¿Cuáles son los sentidos de la
enseñanza de la filosofía hoy? ¿Cómo la filosofía nos permite revisitar
nuestras ideas sobre la democracia? ¿Qué democracia tenemos y cuál queremos? ¿Cuál
es el vínculo de la filosofía con la democracia?”
Destaquemos dónde estuvo la potencia de esas
Ágoras. Un punto clave sobre la
importancia de esa experiencia estuvo dado en que estudiantes y profesores
reflexionaron conjuntamente con sus pares de otros institutos, en un contexto
fértil para la deliberación y el intercambio de argumentos sobre la democracia.
La presencialidad y el hecho de tomar contacto con profesores y estudiantes de
otros Institutos de formación docente claramente fue la contrapartida a las
dinámicas divisivas de las ágoras digitales. El haberse proporcionando un
espacio para la deliberación cara a cara permitió abrir el ejercicio de dar y
recibir razones. Los participantes se escucharon y consideraron activamente las
ideas y los argumentos de los demás. En esas conversaciones filosóficas, al
introducirse perspectivas diversas y argumentaciones fundamentadas, el
filosofar contribuyó al enriquecimiento del discurso democrático y a su calidad
epistémica.
En una atmósfera en la que las discusiones
sobre nuestro pasado, presente y futuro democrático se entrelazaban con
celebraciones y campañas políticas, se abrieron las condiciones para que surja
la perspectiva filosófica y, con ello, se trace una mirada más profunda y
crítica de la democracia y sus desafíos. Aquí, debemos resaltar que fueron
profesores y estudiantes quienes pusieron al quehacer filosófico en el centro
de la escena para apropiarse de temas que estaban en el debate público. Así,
filosofía y filosofar se pusieron en práctica haciendo suyas preguntas de ese
momento y aplicándoles sus herramientas conceptuales para el análisis crítico.
¿Por qué se llamaron Ágoras bonaerenses? La denominación atendió a varias razones. En
primer lugar, habida cuenta que la palabra Ágora
refiere a un espacio público compartido en el que se conjugan colectivamente
nuestras ideas, creencias y sentimientos, es eso justamente lo que se buscó
recrear: un aquí y ahora donde hablan
y participan los ciudadanos que comparten una vida y un espacio en común.
En ese diálogo abierto y polifónico se construyeron y se
entrelazaron los hilos que, mientras pensaban la democracia, forjaban una idea
robusta y fuerte de democracia basada en la deliberación con los otros y donde
los otros están presentes. En segundo lugar, Ágora también refería a la dimensión agonista en el intercambio
político. Y si bien el conflicto es una parte de la naturaleza de lo político,
abrimos las reflexiones sobre cómo la era digital y la algoritmización de la
información, polarizan y radicalizan de tal forma las posiciones que terminan
haciendo de ello, erróneamente, la única parte de lo político.
Por otro lado, y como un punto importante
para subrayar, las Ágoras no buscaron
ser la reminiscencia de las griegas o de algún otro sitio sino que al definirse
como bonaerenses, se ponía claridad
desde dónde estábamos pensando nuestra democracia. Pensar situadamente, en
tiempo y espacio, emplazó al diálogo y a la reflexión en este lugar del mundo y
en el siglo XXI. Las intervenciones estaban así enmarcadas en compartir pensamientos,
experiencias o sentimientos sobre el mundo que nos rodea, en el que crecimos,
nos formamos, trabajamos y construimos nuestro futuro junto a otros.
Por último, cabe destacar que Ágoras bonaerenses no fueron jornadas,
ni un congreso y menos un simposio sobre concepciones de la democracia. Fue
decididamente un “encuentro” con todo lo que comprende el término. Buscaron ser espacios de igualdad y
libertad articulados por profesores y profesoras de filosofía de una provincia
donde poníamos como epicentro a los diálogos que pensaran los problemas que se
abren a nuestras formas de relacionarnos democráticamente en nuestro tiempo.
En sociedades signadas por las pantallas,
esos encuentros buscaron ser espacios donde se forjen, a partir de y junto con
los estudiantes de institutos de formación docente, nodos de reflexión
filosófico-política. El ejercicio de entrelazar las voces y perspectivas de los
participantes como hilos en un tejido, permitió construir conjuntamente una
trama compleja de ideas que nos acercó a lo propio de la búsqueda filosófica
abierta a una reflexión sobre su propio tiempo, en particular, de nuestra
democracia, de la alteridad y de nosotros mismos. La filosofía tomó cuerpo en el filosofar para hacer sus gestos dentro o fuera de los muros (Kohan, 2007, p. 156).
Con el correr del tiempo se han ido multiplicando las iniciativas para que la
filosofía extienda sus fronteras más allá de los muros de las aulas. En tal
sentido, siguiendo a Walter Kohan, las
experiencias que se dan de esas iniciativas hoy son muy disímiles; van desde
cafés filosóficos a programas de divulgación pasando por memes y reels que buscan explicar a un/a
filósofo/a, un concepto o una teoría en solo treinta segundos. Pero lo
importante de la filosofía extramuros quizás sea lo mismo que es importante al
interior de las aulas, a saber: ¿qué hacemos cuando hacemos filosofía? Según
cuál sea nuestra definición de filosofía, detrás vendrá nuestra forma de
llevarla adelante. En Ágoras
entendimos que hacer filosofía
implicaba necesariamente intentar forjar
la experiencia del filosofar. Se entendió que la forma en la que la
filosofía podía suceder, sería asumiendo que la filosofía debe habilitar el
filosofar o, si se quiere de otro modo, que el filosofar sería el que habilite
a la filosofía. Desde una perspectiva más general, y atendiendo a la
historia del concepto “filosofía”, sabemos que mucho antes de la aparición de
la palabra sustantivada se utilizó el verbo “filosofar” y la denominación de
“filósofo” para aquel que ejercía la actividad de búsqueda por disconformidad
con lo dado (Busdygan y Ginnobili, 2017, p. 33).
Matthew Lipman y Ann Margaret Sharp
proveyeron la idea-fuerza de que la incorporación de la filosofía puede mejorar
toda la experiencia educativa si invita a reflexionar sobre nuestros entornos,
si pone en relación diferentes áreas de estudio y potencia el pensamiento
crítico. La revalidación de la propia autonomía en tiempos de internet debe ir
de la mano de una mirada crítica sobre cómo la tecnología se ha naturalizado
para casi todos los asuntos de la vida. Así que, dado que la educación para la
ciudadanía y la formación democrática aparecen en distintos registros
curriculares y niveles educativos, y dado que la inclusión de la enseñanza de
la filosofía, por lo general, se percibe como una estrategia idónea para la
consecución de dichos objetivos, de ahí se entendió que la enseñanza de la
filosofía debía expandir sus fronteras más allá de los muros de las aulas.
La filosofía como actividad
analítico-crítica conjuga la satisfacción de encontrar problemas que no habían
sido visualizados con la insatisfacción de desnaturalizar aquello que habíamos
tomado como obvio. Al decir de Russell, prefiere incertidumbres seguras antes que certidumbres inseguras. La
intersección de la que hablábamos al principio del trabajo, abría un escenario
propicio para las preguntas y el tipo de intervenciones en ese sentido. El
ejercicio de coordinar diálogos de filosofía y democracia en los talleres,
llevaba consigo la búsqueda constante de alumbrar, cercar, insinuar, las certidumbres inseguras de las que están
llenos nuestros sistemas de creencias. Es así que, en el trabajo que llevamos
adelante las y los docentes dentro de los talleres, buscamos comportarnos
socráticamente- en parte, porque prescindimos de la ironía además de
explicaciones embrutecedoras. Como dijimos antes, el quehacer filosófico y su
enseñanza no pueden desmarcarse de su propio tiempo.
Comportarnos de modo socrático implicaba,
primero, anticipar algunas preguntas relacionadas con la/s definición/es de
democracia -según el taller, el foco estaba puesto en algún lugar distinto:
democracia y filosofía en Latinoamérica, en el siglo XXI, en relación con la
cultura digital, entre otros-. Segundo, después de hacer circular la palabra y
coordinar las participaciones, se iban abriendo nuevas preguntas a la vez que
en las conversaciones se revisaban ejemplos, argumentos, contraargumentos y
contraejemplos, donde se iban advirtiendo inconsistencias, vaguedades o
ambigüedades definicionales.
La estrategia de socratear conllevó consigo la idea de ponernos a filosofar
comunitariamente con quienes compartimos un espacio en común. La filosofía allí
se inscribía una vez más como un diálogo horizontal entre personas libres e
iguales que no están guiadas más que por la fuerza de los mejores argumentos y
de los mejores enfoques sobre los problemas que se revisan. La filosofía fue
así política de la palabra en
sociedades signadas por las pantallas, política
de la verdad en los espacios públicos erosionados por postverdades. Si bien
no es extraña la relación entre filosofía y formación para la ciudadanía
democrática o para el desarrollo del pensamiento crítico, Ágoras bonaerenses, no consistió en instrucciones o enseñanzas
unilaterales sino más bien lo contrario, abrió espacios para que confluyan pensamientos
diversos, visiones alternativas y perspectivas enriquecedoras. Las Ágoras propusieron abrir a través de la
conversión horizontal, horizontes de lo
posible. A su vez, eso creó una comunidad de diálogo filosófico y, con
ello, una identidad propia de qué nos preguntamos y cómo lo hacemos quienes
somos parte de la filosofía. Nada de lo anterior se podría haber hecho desde los
chats, ni sumando likes. Se hizo
encontrándonos con otros y otras para compartir argumentos, experiencias,
emociones, preguntas y lecturas, todo mate mediante.
Con Ágoras
bonaerenses
se dio el hito histórico de hacerse el primer Encuentro de
Profesorados de Educación Secundario de Filosofía y, lo
mismo para los de Ciencia
Política de los Institutos superiores de formación
docente de la provincia de
Buenos Aires. Esa iniciativa fue posible porque tuvo un marco
institucional que
la antecedió, las lógicas dialógicas que se
habían dado para la discusión y la construcción
de los nuevos diseños curriculares para ocho carreras de
Profesorados de
Educación Secundaria, entre esas carreras estaba
filosofía (DGCE, 2022). Esos nuevos diseños fueron
aprobados e implementados en 2022. Las
acciones de consultas curriculares constituyeron jornadas de trabajo donde se
propició el diálogo abierto y participativo. Allí se encontró, como denominador
común, el interés de los participantes por generar encuentros entre institutos
de la misma carrera o de carreras afines para seguir avanzando en la
construcción de una identidad que se viene trazando en los profesorados de la
provincia. Como un síntoma de los tiempos postpandémicos, la necesidad de
encontrarnos buscaba nuevos canales y Ágoras
fue uno de ellos, y fue trazado desde la filosofía para hacer filosofía
pública. Pasadas las Ágoras, los
estudiantes comenzaron a armar redes, grupos de contacto para seguir
intercambiando y pensando cómo hacer intervenciones desde –y para- la filosofía
en sus ciudades.
En el origen de la filosofía como
disciplina, un poco después de que acaeciera el giro antropológico que la
filosofía da sobre sus propios asuntos en la vieja Atenas, queda establecido
que en gran medida, la actividad propia de la filosofía se encuadra en la
búsqueda de respuestas a preguntas relacionadas con el sentido del hombre en el
mundo, el bien, la justicia, etc. Allí, entre esas y otras preguntas, no es
ajeno que los griegos se hayan preguntado una y otra vez qué es eso de la
democracia. Aún hoy aquella vieja pregunta filosófica resuena pero en un
contexto muy diferente en el que nos debemos dar a nosotros mismos nuestras
propias respuestas sin desconocer las ya dadas en la historia de las ideas. La
tarea de la filosofía sigue vigente, y es la que debe habilitar espacios para
filosofar sobre cómo entendemos nuestras miradas del pasado y del presente, y
en qué se ha convertido nuestro mundo, un mundo caracterizado por desafíos
complejos y cambiantes más allá de los cuarenta años democracia.
En “Investigación, enseñanza y varios
entredichos (y algunas paradojas)” Alejandro Cerletti (2020), sostiene que:
El cerramiento de la filosofía sobre sí, a
fuerza de profundizar cuestiones cada vez más acotadas, ha reducido la
interlocución filosófica de manera muy acentuada, ya que la limita al
intercambio hermético de unos pocos. La paradoja obvia que se presenta es la de
toda especialización a ultranza: mientras más se especialicen aquellos que se
dedican a la filosofía, menos interlocutores tendrán. Y como el camino de la
especialización en filosofía no parece detenerse, se avizora un final en el que
el filósofo solo hablará consigo mismo, o casi. Sería un triste destino para
una disciplina que tuvo su origen en la formulación de las grandes preguntas de
la vida y el mundo. (Cerletti, 2020, p. 11)
La descripción que se hace de la filosofía
misma, puede tener un componente crítico o uno normativo. Cuando es normativo,
la descripción establece qué es y, a la vez, qué debe ser. Cuando la
descripción es crítica, también hay carga normativa, se busca mostrar cómo no
debe ser. Cerletti advierte que si la filosofía solo gira sobre sí misma, se
desconecta, se desencuentra de todo posible encuentro con el otro. Si el
cuestionamiento filosófico no redirige y transforma a la filosofía misma desde su interior, nada lo hará. Por ello, cabe
destacar que la filosofía posee una importante diferencia en relación con las
otras formas de saber y su capacidad autorreflexiva. La filosofía puede abrir un campo problemático
en el que ella misma puede ser examinada, puede autoplantearse hacia dónde se
dirigen sus prácticas, cuáles son sus destinatarios, cuál es su presente y cuál
su destino.
En el texto antes citado, Cerletti sostiene también que “la mayor deuda de la comunidad filosófica con la sociedad de la cual
forma parte y gracias a la cual vive, en un aséptico aislamiento, es justificar
su existencia” (Cerletti, 2020, p. 9).
En tal sentido, y siguiendo al filósofo, siempre cabe preguntarse qué puede
aportar el quehacer filosófico a la sociedad en la vive y comunicarlo- sea un
diagnóstico del presente o bien una propuesta de transformación del futuro-. La
comunidad filosófica tiene para con la sociedad que la sustenta una obligación moral e intelectual en la que
debe proporcionar razones y justificaciones claras que fundamenten la
existencia misma del quehacer filosófico institucionalizado y que muestre cómo
la comunidad filosófica siempre tiene relevancia para la sociedad.
El problema
de qué tipo de democracia se está construyendo y, a la vez, qué tipo de
ciudadanía, no son temas que puedan escapar a quienes enseñamos filosofía. Es
más, son temas que tenemos en común y que les interesa a quienes no se
interesan por las teorías filosóficas. ¿Qué filosofía podemos hacer de espaldas
a esas inquietudes que podemos compartir con los otros? La experiencia
filosófica y pedagógica de la que fui parte, entre muchos otros, revitalizó
aquello que pensaba que podía hacerse desde el humilde lugar que ocupamos
quienes enseñamos filosofía.
Busdygan, D. y Ginnobili, S. (comp.) (2017). Ideas y perspectivas filosóficas.
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Casullo, M.E., (2023) Internet, esfera
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