Typesetting
Fri, 09 Aug 2024 in Cuyo
Estudio preliminar
Main Text
En 1997, veintidós años después del inicio de su exilio en México, Enrique Dussel escribía allí un texto que se publica ahora por primera vez, “El exilio desde debajo de mi piel”1. Se trata de un texto autobiográfico que, centrado en el destierro y con un fuerte contenido emotivo, recorre desde su niñez hasta su edad adulta. En él, su autor narra en primera persona los tres exilios que, aunque de magnitudes distintas, marcaron su vida. El primero, en su infancia, cuando debió abandonar La Paz, el departamento del este mendocino donde nació, para instalarse con su familia en Buenos Aires. El segundo, en su juventud, luego de obtener su licenciatura en filosofía, cuando desde Mendoza partió a Europa y Medio Oriente para continuar su formación académica. Y el último, el “fuerte”, dirá en el texto, el que lo obligó a salir de Argentina para resguardar su vida. Este texto, dice Dussel en él, podría ser considerado como el inicio de sus memorias, memorias que -hasta donde sé- no llegó a escribir, salvo quizás los numerosos pasajes con referencias autobiográficas que a lo largo de su obra es posible hallar2. El texto tiene un valor testimonial inigualable, y en mi criterio debía ser publicado en Mendoza, pues se trata de la narración sentida de un pensador que reflexiona sobre su vida y los desarraigos que en ella tuvieron lugar, por lo que su provincia natal -como su Sión- está presente todo el tiempo. Es preciso saber leerlo bajo esta clave para no malinterpretar su sentido.
He estructurado este estudio preliminar al texto “El exilio desde debajo de mi piel” en dos partes. En la primera describo brevemente tres momentos de la vida de Enrique Dussel que acompañan justamente sus tres exilios: su ethos familiar, su etapa de sus estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo y, finalmente, su actividad como académico en dicha institución3. En la segunda parte, me detengo con especial interés en la etapa más bien pública para analizar las causas y consecuencias del exilio de Dussel en México a partir de 1975. Se trata, entonces, de considerar su situación en Mendoza, situación que excede con todo al mismo Dussel y que podría ser considerada inicialmente como una situación de la época, en particular de la academia mendocina antes y después del golpe militar de 1976. Este ejercicio de la memoria, por lo demás, no es ocioso, pues, permitiría, según pienso, comprender con mayor claridad ciertas posiciones tanto teóricas como políticas que Dussel mantuviera de manera previa a su exilio, v. gr., su tan mentado “antimarxismo”.
1. Breves notas sobre la infancia, los estudios universitarios y la actividad docente de Enrique Dussel en Mendoza hasta 1975
Con respecto a lo que llamo aquí el ethos familiar de Dussel, conviene señalar lo que sigue: Enrique Domingo Dussel Ambrosini nació en el departamento mendocino de La Paz en el año 1934. Su padre estudió medicina en Córdoba dos años después de la Reforma Universitaria de 1918 y era además un no creyente por completo. Luego de recibirse, se radicó junto a su esposa en el departamento de La Paz, al este, como he dicho, de la provincia de Mendoza, donde entró en contacto con los conservadores del Partido Demócrata y la burguesía bodeguera de la provincia, posición que se traducirá en su antiperonismo. La madre de Dussel era de ascendencia italiana y fue una persona creyente y liberal, reconocida en La Paz por su colaboración constante en diversas instituciones locales como la escuela y la parroquia, por ejemplo. Debido a vicisitudes vinculadas a la actividad laboral del padre de Dussel, la familia debió trasladarse un tiempo a Buenos Aires, pero regresarán, ya a la Ciudad de Mendoza, en 1942. Allí, Dussel residió hasta los 23 años, puesto que en 1957 partió a España a realizar sus estudios de doctorado en filosofía. Saldría del puerto de Buenos Aires en agosto de 1957 y retornaría con Johanna Peters, su esposa, y sus dos hijos, Enrique y Susanne, el 26 de marzo de 1967. Estas cotas temporales marcan sus dos primeros exilios: el de Mendoza a Buenos Aires, en su infancia, y el de Argentina a Europa y Medio Oriente, en su juventud.
Durante su niñez y juventud, Dussel participó activamente del grupo llamado Acción Católica. La Acción Católica fue un movimiento surgido en Italia a finales del siglo XIX que ya en el siglo XX tuvo una fuerte actuación contra el fascismo. En efecto, por entonces, se trataba de un movimiento de jóvenes católicos demócratas contra el fascismo de Benito Mussolini. Luego de la caída de Mussolini, surgirá la democracia cristiana en diversos países de Europa como Alemania, Francia e Italia. En Argentina, por su parte, la democracia cristiana aparecerá recién a mediados de los años cincuenta del siglo pasado. Dussel participó en su momento del grupo de la Acción Católica con mucha militancia. Tal es así que, a los 15 años, como miembro de este grupo, era responsable de cientos de jóvenes en campamentos que se realizaban en la montaña mendocina.
Puede decirse entonces que Dussel tuvo en Mendoza una situación especial. Provenía de una familia, por parte de padre, conservadora, políticamente, y no creyente, religiosamente, y, por parte de madre, creyente pero liberal. Dussel era un cristiano demócrata, nunca fue un cristiano de derecha o tradicional.
Por otro lado, respecto de su etapa de formación de grado en Mendoza, conviene señalar que Dussel participó activamente de un grupo que se llamaba Movimiento Humanista4. Se trataba de un grupo de inspiración demócrata-cristiana, antifascista, en definitiva, cristianos de centro-izquierda. Este movimiento seguía por entonces los lineamientos políticos democráticos de Jacques Maritain, expresados en su obra El humanismo integral5. Era un grupo de alrededor de cincuenta personas, cristianos democráticos, que se enfrentaban fundamentalmente a la Reforma Universitaria de Córdoba y que lograba mayoría entre los estudiantes. De hecho, fue muy fuerte en la Universidad Nacional de Cuyo, sobre todo en las Facultades de Filosofía y Letras, de Economía, de Derecho y de Medicina. Formaban parte de este movimiento, v. gr., Pedro Santos Martínez, Abelardo Pithod y Julia Olga Medaura, entre otros y otras jóvenes, aunque también, según me lo relatara Dussel, muchos/as de los integrantes del Movimiento Humanista se volvieron después nacionalistas de derecha. Este grupo, que será absorbido posteriormente por la derecha y al cual la dictadura de Onganía terminará por hacer desaparecer, se enfrentaba, a su vez, a un grupo católico con el que, por otra parte, había en aquellos tiempos una amistad6. Igualmente, en su juventud y como demócrata cristiano, Dussel nunca fue peronista. En este contexto, Dussel participó asimismo de la fundación de la llamada Federación Universitaria del Oeste (FUO) y fue presidente del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras (CEFYL), grupo que tenía por entonces un cierto poder y una cierta presencia en la Facultad. Siendo estudiante, entonces, Dussel era un humanista democrático que seguía a Jacques Maritain y a Emmanuel Mounier7.
Por otra parte, para comprender sumariamente el escenario político e ideológico de la época en Mendoza, así como lo que señala Dussel en el texto que aquí se introduce, es preciso indicar algunos puntos. Desde la fundación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo por el primer rector, Edmundo Correas, hubo la entrada de un catolicismo de derecha, nacionalista, pero no fascista. Según el testimonio de Dussel, la Facultad contaba por entonces con gente muy bien formada a pesar -diríamos- de su nacionalismo. Por ejemplo, en este grupo de profesores nacionalistas se hallaba Guido Soaje Ramos, doctor en Derecho y referente del nacionalismo católico tomista integrista (Fares, 2011a, p. 90) quien, además, venía del grupo del filósofo tomista y líder de la Unión Nacional Fascista, Nimio de Anquín. Soaje Ramos fue profesor de ética en la carrera de filosofía de la Universidad Nacional de Cuyo, y Dussel asistió asiduamente a sus cursos, según me lo narrara. También se hallaba Alberto Falcionelli, profesor de historia, un italiano en la línea de Charles Maurras8, i. e., un católico tradicionalista y monárquico. Asimismo, allí estaban el historiador y politólogo Enrique Zuleta Álvarez y su esposa, profesora de letras, Emilia María Puceiro, quien llegó a ser decana de la Facultad. Este grupo, según me lo expresara, dominó completamente la Facultad de Filosofía y Letras por aquel entonces. Aunque Dussel asistiera a algunas reuniones de este grupo, siempre lo hizo desde otro lugar; en efecto, era el demócrata, el no nacionalista, el disidente. Como puede notarse, y sin haber hecho un mapeo exhaustivo de la cuestión, la discusión por entonces era política e ideológicamente muy fuerte.
Finalmente, en cuanto al Dussel que regresó como profesor de la Universidad Nacional de Cuyo a partir del año 1968, es necesario señalar un cambio. En París tuvo contacto con miembros de la revista fundada por Emmanuel Mounier, Esprit, de donde trazará amistad con Paul Ricoeur, el sucesor de Mounier en Francia. Desde entonces su posicionamiento político virará hacia la social-democracia, i. e., hacia una posición de centroizquierda. Así, el Dussel que volvió a Argentina hacia 1967 luego de su periplo por Europa ya no era demócrata-cristiano, sino socialdemócrata, a la manera de Ricoeur. En ese entonces, Dussel se definía a sí mismo como un cristiano de centroizquierda y militante.
2. Del kairós al chrónos: expulsión de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo y exilio en México a partir de 1975
Hacia 1973-1974, años del gobierno de Héctor Cámpora y del retorno del Gral. Juan Domingo Perón a la Argentina luego de su proscripción, la Universidad Nacional de Cuyo, atravesaba profundas y significativas transformaciones, en las cuales Dussel participaba abiertamente. Por entonces, los grupos humanista y reformista se unieron. Carlos Bazán, v. gr., formaba parte del grupo humanista, mientras que Arturo Andrés Roig lo era del grupo reformista. Juntos trabajaron respecto de la reforma del plan de estudios en la Universidad Nacional de Cuyo. Roig, quien por entonces oficiaba como secretario académico de la Universidad, mientras era rector el Ing. Roberto Carretero, caracteriza dichas transformaciones con las siguientes palabras:
(…) una ofensiva contra el obsoleto sistema de cátedras y propusimos, con un decidido apoyo estudiantil y una mayoría importante de docentes jóvenes, un plan de departamentalización interno de las facultades mediante la sustitución de las antiguas cátedras por “áreas curriculares”. La reforma, que fue sometida a la más amplia discusión, abarcó a la Universidad entera y alcanzó a ser puesta en marcha, con la resistencia solapada y hasta criminal de ciertos sectores conectados con la ultraderecha (Roig, 2005, p. 368).
El proyecto de reforma universitaria se inscribía en el marco de la lucha por una segunda independencia en un plan de liberación nacional y continental (Roig, 2005, p. 369). Sin embargo, fue fuertemente rechazado por sectores conservadores de dicha universidad, dando pie al fin del peronismo revolucionario en la Universidad Nacional de Cuyo. La reforma quedará así tristemente truncada por el avance de la derecha peronista reaccionaria en las universidades nacionales, de la mano de la gestión del ministro de educación Oscar Ivanissevich (Aveiro, 2014). Dice Roig al respecto:
La política de rechazo de los viejos catedráticos aferrados a sus cátedras e institutos fue completamente desleal e indigna y los profesores que la implementaron, antiguos colegas, fueron luego rectores, decanos, directores de institutos y secretarios de la Universidad militarizada, disimulando los asesinatos de profesores y estudiantes, generalizados en todo el país; aceptando la humillación de un régimen de controles de cuartel, y colaborando, además, hasta último momento, en el ocultamiento y destrucción de la documentación que pudiera comprometer a los represores (Roig, 2005, p. 368).
Los catedráticos y funcionarios de derecha de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo eran, entre otros y otras, historiadores nacionalistas como Jorge Comadrán Ruiz, Pedro Santos Martínez, Enrique Zuleta Álvarez, Rubén Calderón Bouchet, vinculados al revisionismo y antiperonistas (Fares, 2011a, p. 93; Olalla, 2023, pp. 101-102). Algunos de ellos eran hasta monárquicos de la Cité Catholique francesa como Falcionelli, según lo he mencionado ya.
El contexto nacional de ese violento contraataque se da a partir del decreto de eliminación de la subversión en 1975, que puso coto a la presencia del peronismo revolucionario en las universidades nacionales. Por entonces, el ministro de Educación, Jorge Alberto Taiana, fue reemplazado por Oscar Ivanissevich, ocupando dicha cartera entre agosto de 1974 y agosto de 1975. Ese triste periodo es conocido como “misión Ivanissevich” (Murri, 2023, p. 59). Dicha misión, a través de persecuciones y violencias mediante el accionar de la Triple A, buscaba eliminar de las universidades a aquellos y aquellas que interferían con el avance de su ideología nacionalista católica y profascista9:
El objetivo explícito de la misión Ivanissevich era “eliminar el desorden” en la universidad y producir la “depuración ideológica”10. (…) Durante ese período, se incrementaron las muertes y desapariciones, así como las cesantías de docentes, estudiantes y personal de apoyo académico de las universidades argentinas, y se sucedieron atentados contra quienes eran sospechados de sostener y difundir ideas marxistas y/o subversivas. Así comenzó un nuevo proceso de vaciamiento de las universidades y el exilio de la razón (Arpini, 2020, p. 365).
Raúl Burgos (2004) traza un balance de la situación político-cultural interna en la Argentina entre 1975 y 1982 señalando los siguientes aspectos: el estudio del marxismo y carreras como antropología y psicología fueron eliminadas de las universidades; el tomismo y el neotomismo invadieron las facultades de filosofía; la sociología y la ciencia política fueron vaciadas de contenido; los intelectuales fueron expulsados de las universidades y del país, cuando no muertos o desaparecidos. Asimismo, las editoriales fueron censuradas y los libros fueron arrancados de las bibliotecas y quemados en los patios de las universidades11, y la prensa y los medios de comunicación fueron silenciados o vaciados de cualquier contenido social avanzado (pp. 290-291).
Durante la mencionada misión Ivanissevich, Otto Burgos fue el encargado en Mendoza de llevarla adelante como rector interventor (Murri, 2023, p. 63). Por entonces, se confeccionaron listas con los nombres de los/as profesores/as y estudiantes a quienes se les prohibía el acceso a la Universidad Nacional de Cuyo (Bravo et al., 2014, p. 84). La misión Ivanissevich marcó el inicio de un proceso de derechización fascista y anacrónica en las universidades nacionales, fenómeno que todavía hoy se manifiesta con severos resabios en el contexto de Mendoza. Para Dussel, este proceso de la ultraderecha fue la extirpación de toda inteligencia crítica de las universidades hasta el fin del proceso dictatorial en 1983 (Dussel, 1994, p. 76). Roig describe del modo que sigue el clima propio de la época:
La contradicción se estableció entre capitalismo y socialismo, así como entre Tercer Mundo e imperialismo, y la reacción no se hizo esperar, dentro de un marco de violencia creciente. La expulsión masiva de profesores y de alumnos alcanzó volúmenes nunca conocidos. La Universidad fue militarizada y controlada mediante el terror y la delación. Un nuevo exilio se produjo a partir de los años 1975-1976, mucho mayor que todos los sufridos desde los albores, en 1837. Junto con estos hechos se produjeron los secuestros y las muertes. Susana Bermejillo (1949-1976), dirigente estudiantil de nuestra Facultad, fue torturada y asesinada; al año siguiente lo fue Mauricio López (1919-1977), pastor evangélico, profesor de nuestra Facultad, en la que se había iniciado en la cátedra [Introducción a la filosofía] dejada por García de Onrubia. Secretario del Congreso Mundial de Iglesias, en Ginebra, y rector de la Universidad Nacional de San Luis, se había entregado a un apostolado dentro de los ideales de la Teología de la Liberación (Roig, 2005, p. 357).
Dussel, fiel a las vivencias del espíritu del tiempo, era plenamente consciente de lo que sucedía. El texto que transcribo a continuación describe el estado de profunda consternación con que el filósofo mendocino vivía los acontecimientos que se venían agudizando sobre todo tras la muerte de Perón en 1974:
Mientras tanto, nosotros, escribíamos durante 1973 la “erótica latinoamericana” y la “pedagógica”. En 1974 tocaba ya lugar a la “política” (el tomo IV de la Ética). La tristeza y el dolor empañaban nuestra mente. Sin embargo, otros horizontes latinoamericanos nos alentaban… Pero cada vez menos. La caída de Torres en Bolivia, de la democracia en Uruguay, aquel 11 de septiembre de 1973 de Allende en Chile. Una noche oscura nos iba envolviendo y comprendíamos que tocábamos el fin de una época. Nuestras clases en la Universidad Nacional de Cuyo hasta noviembre de 1974 iban a ser las últimas por muchos años en la Argentina. Los asesinatos se acercaban; las bombas eran de escucharlas cada noche. Un amigo tiroteado; otro herido; una alumna muerta a palos… Susana Bermejillo… (Dussel, 1994, p. 77).
El 31 de marzo de 1975, Dussel fue excluido de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, donde ejercía como profesor interino de la cátedra de Ética de la carrera de Filosofía. Junto a él serán expulsados/as y cesanteados/as, y se les prohibirá incluso ingresar al campus de la universidad, una veintena de profesores y profesoras, entre quienes se encontraban: Arturo Andrés Roig, Víctor Martín, Oward Ferrari, Bernardo Carlos Bazán, Norma Fóscolo, Sara Malvicini de Bonnardel, Rodolfo Santander y Hugo Sáez. Ya en pleno proceso militar, otros y otras profesores y profesoras serán cesanteados/as, como por ejemplo René Gotthelf. Los y las profesores y profesoras cesanteados/as y expulsados/as de la Facultad, eran docentes comprometidos con un proceso filosófico y con una reforma educativa de significativa importancia. La filosofía fue perseguida entonces por ser crítica. Dussel relata este hecho de la siguiente manera: “Por nuestra parte, salimos en diciembre para Europa, volvimos en marzo. El 31 de ese mes éramos expulsados de la Universidad en Mendoza12, junto con otros 17 colegas de los 32 del Departamento de Filosofía” (Dussel, 1994, p. 77). La ultraderecha católica se apoderó de dicha Facultad13. Ubicó en los lugares cesantes a profesores menos calificados, especialmente a partir de la dirección del Instituto de Filosofía por parte del presbítero y filósofo Juan Ramón Sepich14. Desde entonces mucho se perdió irrecuperablemente.
Como era de esperar, esta práctica autoritaria y violenta recayó también sobre los y las estudiantes:
El 50 % de los alumnos fueron igualmente excluidos. ¿Cómo? Simplemente: en la puerta de la universidad había dos “mafiosos” con armas. Las nuevas autoridades daban un carnet de entrada a la Facultad a los alumnos que les eran leales. Los otros alumnos no pudieron entrar nunca más a la Facultad -fueron excluidos de facto, por la fuerza de las armas-. La barbarie lo había invadido todo (Dussel, 1994, pp. 77-78).
La mayoría de los/as filósofos y filósofas mendocinos/as expulsados/as o cesanteados/as por la misión Ivanissevich tuvieron que exiliarse15. Arturo Andrés Roig lo hará primero en Venezuela, luego en México, hasta afincarse finalmente en Ecuador; Víctor Martín en Venezuela y luego en Colombia; Norma Fóscolo en Holanda; Oward Ferrari en Francia; Bernardo Carlos Bazán en Canadá. Por su parte, y luego del atentado de bomba que Dussel y su familia sufrieron en su casa el 2 de octubre de 1973 por un grupo de la derecha peronista denominado “Comando Rucci”, de las amenazas de muerte por escuadrones paramilitares y de ser expulsado de la Universidad Nacional de Cuyo, el 15 de agosto de 1975, partirá exiliado a México, suceso que ha sido y, mitigado quizás con los años, continuó siendo de singular y dolorosa experiencia, experiencia que él mismo ha caracterizado como el pasaje del kairós al chrónos. En los últimos años que pasó en Argentina, antes de su exilio, Dussel se hallaba en lo que ha caracterizado a partir de Benjamin, el kairós, el tiempo-ahora, “donde cada noche podíamos terminar la vida”. Dussel ha referido en sus clases la cuestión del tiempo como kairós y del tiempo como chrónos en relación a su situación existencial en la época previa y posterior a su exilio. El kairós es el tiempo que indica que un suceso importante se avecina o se vive. Era el tiempo vivido, pues, en el marco de la persecución en la Argentina, en el marco de la lucha contra las posiciones críticas y revolucionarias tanto en la praxis como en la teoría. El pasaje al chrónos será ya en México, cuando la vida vuelve a normalizarse, cuando la rutina vuelve a ser lo que da compás al tiempo.
Dussel ha referido en una conferencia dictada en Argentina en el año 201516 que, cuando comenzó su exilio, no quiso salir de “Atenas”, esto es, de América Latina, sino que decidió permanecer dentro de los “muros” de América Latina. Y por eso debió elegir entre uno de los tres países en los que en ese momento no gobernaba una dictadura militar: Colombia, Costa Rica o México. Por muchas condiciones se decidió por México. El hecho de que no hubiese dictadura militar tornaba a ese país un lugar para poder vivir:
En este nivel Sócrates fue muy claro y decidido, y nos enseña el camino a seguir. Para el filósofo vivir en el destierro es morir una muerte más temible que la muerte física. Es ya no poder pensar. En realidad, para nosotros, nuestra pólis, tiene mayores dimensiones que Atenas. Nuestra ciudad es América Latina. No querría con ello justificarme, sino expresar una convicción ya lejana en el tiempo: nuestra patria es la patria grande (América Latina) y la patria chica (para mí Argentina) es parte de la patria real, histórica. Sócrates no podría abandonar la lucha, el lugar de su compromiso. Nosotros tampoco abandonaremos el lugar de la lucha mientras sea posible. Sin la ciudad quedaba a la intemperie: no podía ya pensar (Dussel, 1994, p. 109).
México, ese país extraordinario, fue el destino de su nueva patria chica:
Fueron años de muchas tensiones, de profundos compromisos, de un viajar incesante por América Latina (continente que atravesé frecuentemente). Cuando aumentó la represión fui expulsado de la Universidad Nacional de Cuyo, en marzo de 1975, y se me condenó a muerte por “escuadrones” paramilitares. Dejé Argentina y comencé el exilio en la nueva patria: México. Aquí, durante algunos meses, sin mi biblioteca por encontrase en Argentina -de memoria entonces-, redacté la Filosofía de la Liberación. Una época había terminado para mí. Comenzaba otra (Dussel, 1998, p. 23).
Dussel fue, en efecto, uno entre los y las tantos y tantas intelectuales del Cono Sur que debieron exiliarse durante la década de 1970. Y México fue un destino común para los y las exiliados y exiliadas de diversos países latinoamericanos. Tanto chilenos y chilenas, brasileños y brasileñas, argentinos y argentinas, y nicaragüenses, entre otros y otras, fueron acogidos por este país. Había allí una efervescencia teórica importantísima. La política exterior mexicana se destacó por abrigar generosamente exiliados y exiliadas políticos/as de diversas tendencias. Particularmente la izquierda de varios países latinoamericanos, afectada por la trágica etapa de las dictaduras militares, encontró en este país una acogida amable, convirtiéndose, a partir de la segunda mitad de los años setenta, en un punto neurálgico del movimiento transformador de América Latina. En aquel entonces, México era un lugar clave para observar, estudiar y debatir los sucesos en las sociedades latinoamericanas durante los años de terror. Sus universidades e institutos de investigación fueron lugares frecuentados por intelectuales de diversas corrientes de izquierda que florecieron en ese periodo. México ocupó, además, un lugar destacado en la publicación de textos vinculados a la cultura socialista y al marxismo en particular (Burgos, 2004, p. 231).
Luego de su arribo a México, Dussel será profesor titular en el Departamento de Filosofía de la recientemente creada Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, y ya en 1976 lo será también en la Universidad Nacional Autónoma de México, tanto en el posgrado de Estudios Latinoamericanos como en el Colegio de Filosofía de su Facultad de Filosofía y Letras. Es preciso recordar también que luego del retorno de la democracia en Argentina en el año 1983, hubo al menos dos intentos de Dussel por regresar al país, primero a Mendoza, a su Universidad Nacional de Cuyo, y luego a Buenos Aires, sin embargo, ambos resultaron tristemente infructuosos. Fue en ese momento, ya en 1990, cuando Dussel decidió finalmente dejar definitivamente Argentina. Vendió su casa en Mendoza, la cual había conservado en espera de su anhelado regreso. Con todo, el exilio puede ofrecer una oportunidad propicia para continuar reflexionando, permitiendo observar los acontecimientos desde una perspectiva externa y posiblemente obtener una comprensión más clara de las cosas. En mi opinión, la obra de Dussel durante su periodo mexicano ejemplifica claramente esta posibilidad.
En su texto “El exilio desde debajo de mi piel”, Dussel narra con una patencia inexpugnable sus experiencias de exilio, marcadas por un dolor que, aunque atenuado con los años, nunca dejó de estar presente. Su condición de exiliado lo marcó toda su vida. Quienes tuvimos la oportunidad de conversar con él sobre esta experiencia sabemos que era una herida siempre abierta. Este texto, publicado ahora por primera vez, ofrece un testimonio histórico de una época y actúa como memoria de sucesos que no deben olvidarse ni repetirse. Si la historia trágica se repite, lo sabemos, lo hace como farsa. El testimonio de Dussel nos previene de ello. Estará en nosotros y nosotras saber oír su voz.
Main Text
1. Breves notas sobre la infancia, los estudios universitarios y la actividad docente de Enrique Dussel en Mendoza hasta 1975
2. Del kairós al chrónos: expulsión de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo y exilio en México a partir de 1975