Editorial
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Cuadernos del CILHA, vol. 19, núm. 2, 2018
Universidad Nacional de Cuyo
Editorial
Los Cuadernos del CILHA presenta un dossier coordinado por dos investigadoras, una de ellas argentina y la otra brasileña. El comparatismo en América Latina, tema del dossier que presentamos, empieza por ahí, es decir, por el esfuerzo de pensar los objetos de estudio desde perspectivas divergentes pero que en algún punto son confluyentes. El comparatismo actúa de esa manera, por cuanto desmonta obras o disecciona movimientos literarios, entre otros propósitos, para dar con el elemento intercultural que les da un carácter particular. El comparatismo ha tenido sentidos distintos a lo largo de mucho tiempo. Por un lado, ha habido un comparatismo vertical, en cierto modo jerárquico, de una literatura sobre otra, en el que la búsqueda de influencias ha sido decisiva. En cambio, de un tiempo a esta parte se ha ido perfilando otro comparatismo de naturaleza horizontal, que se desentiende del paradigma estado-nación para pensar las literaturas. No busca influencias sino huellas interculturales. El dossier que el lector tiene contribuye a consolidar la nueva orientación comparatista.
Los puntos cardinales poseen alguna ingerencia en este nuevo comparatismo. Las relaciones Norte-Sur se sustitituyen o complementan con otras como la de Sur-Sur. Esto no significa ni el aislamiento ni una pueril pedantería. Se trata de elaborar métodos y teorías sobre nuestras propias culturas literarias, pero desde ellas mismas. Eso implica la recuperación de una tradición procedente de maestros humanistas latinoamericanos como Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña, para quienes la cultura no era una cuestión ni de fronteras ni de lenguas, sino todo lo contrario. En ese cauce se inscriben los trabajos de un comparatismo intra latinoamericano, como los que obran en este dossier, que ha abandonado reverencias a genealogías provenientes del Norte. No obstante, hace uso de aquellos dispositivos que favorecen a una mejor comprensión de fenómenos no considerados desde otras vertientes. Por caso, en un comparatismo de horizontes más amplios, menos jerárquico y abierto tienen cabida las literaturas “otras”, como las de lenguas precolombinas.
Por último, un comparatismo latinoamericano, para las organizadoras de este dossier, apela asimismo a una “torsión ética” para usar los términos de Alfonso Reyes. En efecto, Marcela Croce y Claudia Fonseca nos alertan en la introducción de que la labor comparatista no incumbe solo a la literatura, sino que tiene una consecuencia a mediano y largo plazo sobre las conciencias latinoamericanas, desde el momento que amplían nuestro conocimiento de otras culturas literarias o culturas en general. En un momento de depresión de los proyectos de solidaridad continental comparar es también enlazar.