Comunicación, Arte y Cultura

Latinoamérica, en las fronteras del arte

Latin America, on the frontiers of art

Fiorella Sofía Ciciani Mondino
Universidad Nacional de Cuyo, Argentina

Latinoamérica, en las fronteras del arte

Millcayac, vol. XII, núm. 22, pp. 1-6, 2025

Universidad Nacional de Cuyo

Recepción: 16 Septiembre 2024

Aprobación: 24 Septiembre 2025

Resumen: Enunciar una definición de arte latinoamericano, muchas veces lleva a diferenciarlo del “Arte” el cual pareciera comprender solo el producido en Europa.

Una posible respuesta a lo que es arte latinoamericano podemos encontrarla en su relación con lo social, con la historia, con esa búsqueda de identidad originaria en tensión con tradiciones europeas y propias.

Un cambio de paradigma sería pensar el arte desde aquí, resaltando la variedad extraordinaria de la producción simbólica del continente, superando la marca colonizadora, asumiendo las mixturas presentes y así cruzar y borrar (o no), la frontera de lo que creemos que debemos llamar Arte.

Palabras clave: arte, Latinoamérica, sociedad.

Abstract: Formulating a definition of Latin American art often involves distinguishing it from "Art," which seems to encompass only what is produced in Europe.

A possible answer to what Latin American art is can be found in its relationship with the social sphere, with history, and with the search for an original identity in tension with both European and local traditions.

A paradigm shift would be to think about art from this perspective, highlighting the extraordinary variety of symbolic production on the continent, overcoming the colonial mark, embracing the present mixtures, and thus crossing and erasing (or not) the boundary of what we believe we should call Art.

Keywords: art, Latin America, society.

Enunciar una definición sobre qué entendemos por arte es algo bastante complejo y lo que pareciera ser aún más difícil es definir qué es el arte latinoamericano. Pero, ¿por qué diferenciar al arte latinoamericano del “arte”? ¿Existe un concepto universal de arte que excluye las manifestaciones latinoamericanas?

Estas preguntas no son nuevas y han recibido diversas respuestas en los distintos lenguajes artísticos, donde se han intentado precisar categorías para definir, por ejemplo, la música y la pintura latinoamericanas.

A partir del siglo XX las reflexiones en torno al arte en Latinoamérica han ido generando posturas encontradas, en donde los planteos para definirlo van desde un arte de copia de lo europeo, hasta quienes sostienen la existencia de un arte propio y distintivo de América Latina.

¿Cuáles serían esas características del arte latinoamericano? Si el arte es producto de una sociedad y esta sociedad está en permanente cambio, ¿cómo es la sociedad latinoamericana?

Posiblemente no encontremos las respuestas en este texto, pero si la invitación a abrir el juego y seguir pensando, pensándonos, en lo que respecta a nuestra historia cultural, social y artística.

En su crítica de arte latinoamericano, Marta Traba (1956) afirma: “nosotros no existimos ni como expresión artística distinta, ni tampoco como expresión artística, fuera de los límites de nuestro continente”. Esta postura en base a que el proceso del arte moderno y actual, ha sido ideado en dos principales centros, primero Europa y luego en Estados Unidos y que ha servido incondicionalmente a un proyecto imperialista destinado a descalificar las producciones culturales del llamado tercer mundo y a unificar los productos artísticos en un conjunto engañosamente homogéneo, que tiende a fundar una cultura planetaria globalizada. Nuestra existencia artística ni siquiera se plantea como una probabilidad.

En 1996, en una publicación para la revista ARCO, el curador e historiador de arte Gerardo Mosquera, tituló El Arte latinoamericano deja de serlo, insistiendo nuevamente en torno al debate sobre lo latinoamericano, pero redoblando la apuesta, invitando a hablar de arte desde América Latina. Para Mosquera esta provocación realizada en la década de los noventa, ante la llegada del nuevo milenio, invitaba a salir del gueto y de las simplificaciones con miras a resaltar los avatares de la diversidad, complejidad y movilidad de la producción simbólica en el continente. Además, proponía pensar a América Latina por encima de los nacionalismos, para comprenderla en los fragmentos, las inestabilidades y aún en las contradicciones, y no en los relatos unificadores que habían prevalecido. Enfrentaba así la dudosa construcción de una América Latina integral, más allá de una generalización totalizadora (Mosquera, 2019).

Si nos detenemos nuevamente a pensar en arte y sociedad, los países a los que llamamos Tercer Mundo, no llegaron a desarrollar el sistema capitalista por sus propios medios, más bien, entraron en este sistema por la fuerza impuesta por Europa y en calidad de servidores del mismo, como abastecedores de materias primas y de mano de obra barata, constituyéndose en países explotados y saqueados por aquellas sociedades que habían llegado primero al orden burgués.

De este modo, América Latina se vio impedida de una evolución armónica de sus propias economías y sociedades, quedando atadas al subdesarrollo. Y esto significó profundos problemas estructurales en la economía, la sociedad y la cultura (Mosquera, 2019).

Según Mosquera, cuando se produce la expansión eurocéntrica del capitalismo, los pueblos del hoy Tercer Mundo poseían culturas propias, originales, orgánicas con sus sociedades, idiomas, sistemas de simbologías, fruto de largas tradiciones. La entrada forzosa en el sistema capitalista internacional provoca una deformación en el proceso evolutivo de estas culturas, desencadenando agudas contradicciones. Y es así como las producciones artísticas de la modernidad empiezan a ubicarse en la periferia del tercer mundo e ingresan al terreno del arte sólo cuando son validadas por los centros académicos europeos y en algunos casos aceptadas como un buen alumno del arte europeo, siempre y cuando el artista latinoamericano haga arte siguiendo la manera de quienes lo inventaron.

En su tesis sobre arte latinoamericano, Joaquín Barriendos Rodríguez (2013) plantea la idea del arte latinoamericano es, como la propia idea de América Latina, un proyecto (geo)político surgido de las disputas entre los poderes imperiales y la élite intelectual criolla. En 1928, en respuesta al cuestionario que la revista cubana Avance realizó a una serie de intelectuales latinoamericanos en torno a la americanidad del arte, el mexicano Jaime Torres Bodet (como se citó en Barriendos Rodríguez, 2013) afirmaba lo siguiente: “hay que confesar que el arte latinoamericano no registra aún características personales capaces de definirlo, de aislarlo entre los demás. Hallarlas será nuestra misión”.

Tomando las palabras de Torres Bodet en Barriendos Rodríguez (2013), se pueden observar tres afirmaciones que han acompañado en sus casi cien años de existencia a la idea del arte latinoamericano: primero, que el reconocimiento del arte latinoamericano sólo puede hacerse por oposición al arte de otras localizaciones geoculturales; segundo, que aunque el perfil del arte latinoamericano no esté aún bien definido, su destino es alcanzar una autonomía estética absoluta y tercero, que corresponde al intelectual subalterno el papel de construirle una personalidad propia que le permita afirmarse como un verdadero arte latinoamericano.

Estos elementos han sido invocados una y otra vez a lo largo del siglo XX, cuando al arte latinoamericano se lo ha tachado de ser derivativo, de avanzar a destiempo de los modelos hegemónicos del arte euroamericano o de no tener trascendencia para la historia del arte universal (Barriendos Rodríguez, 2013).

Nelly Richard (1991), en sus estudios referidos a Latinoamérica y la posmodernidad, enuncia que el arte latinoamericano se encuentra en tensión entre la geopolítica del Arte, dada una relación de centro periferia en donde el arte latinoamericano se encontraría definido como en la periferia, pero en relación de dependencia con el centro dado que, finalmente, es el centro el que abre el juego para quienes se encuentran en la periferia y es quien marca el ritmo de quien queda en el centro y quien no y con las características que se va a definir cada lugar.

Pero esto, hoy en día ¿sigue siendo así? Podríamos arriesgarnos a decir que sí y que no al mismo tiempo -y continuando la línea de pensamiento de los autores aquí mencionados- podemos seguir abriendo el camino de reflexión sobre el arte latinoamericano como el arte de un mundo cultural determinado, ya sea pensado como regionalismo cultural, en los términos hegemónicos de lo exótico, lo primitivo, lo salvaje y lo otro, o como muchos de los tantos intentos antropófagos, como sujeto pleno de derechos, como diferencia cultural o como lamentable herida colonial.

Si existiese un espacio entre lo que es arte y lo que no, el arte latinoamericano se ubicaría ahí -o en lo que Nelly Richard describe como centro y periferia- en esa frontera que se encuentra en permanente tensión y contradicción, allí se inscribe Latinoamérica con sus manifestaciones artísticas. En palabras de Ticio Escobar (2014) “las fronteras son indecidibles y contingentes, son porosas y entreabiertas, provisionales siempre, pero acotan una reserva de diferencia, demarcan una base mínima donde negociar o resistir”. El arte latinoamericano resiste y existe en la frontera entre el centro y la periferia. Resiste, pero con la intención de borrar esa línea divisoria y superar el binomio centro/periferia, no desechando la vigencia de sus términos ni desconociendo las graves asimetrías que aún hoy siguen dividiendo al mundo provocando marginaciones y exclusiones (Escobar, 2014).

Quizás sea momento de tomar la idea de paradigma desde aquí, propuesta por Gerardo Mosquera (2019) que resalta la variedad extraordinaria de la producción simbólica del continente, en la cual no se puede negar una identidad latinoamericana marcada por el mestizaje, sincretismo e hibridación, al igual que de apropiación y resignificación. Estas nociones responden a procesos muy relevantes en la interacción cultural de un ámbito tan complejamente diverso como América Latina, con sus contrastes de todo tipo y a lo largo de tantos años. Es necesario conocer la condición en la que se produce arte en Latinoamérica, reconociendo formar parte de una cultura impuesta y trabajar desde ese sitio y hacer del contexto un objeto más que supone plantear las cuestiones desde aquí, a lo que ha de sumarse lo que se viene propuesto desde diversos espacios, atendiendo a la necesidad de modificar los flujos de circulación y generar otras vías más allá de la tradicional norte-sur o del binarismo -centro periferia, construyendo relaciones sur-sur, por ejemplo.

El arte latinoamericano se ha generado desde realidades muy diferentes a las europeas, porque las circunstancias de vida de nuestro continente resultan abismalmente distintas. El arte que se construye y se propone desde América Latina se gesta en climas distintos, con condiciones de vida que nada tienen que ver con las ciudades europeas y, por supuesto, con artistas cuyas oportunidades laborales distan mucho de las que existen en los países del primer mundo. Por ello, la inquietud de los artistas que aquí residen se construye desde otras perspectivas, que incluyen una apropiación particular de lo visto, lo vivido, lo escuchado, lo criticado y lo propuesto a través del arte.

Pensar el arte latinoamericano desde aquí, como nos propone este cambio de paradigma, sería producir y entender el arte de América Latina superando la marca colonizadora, rompiendo la subordinación periférica y asumiendo las mixturas presentes, como lo que ocurre por ejemplo, en la música folklórica argentina: resulta casi imposible pensarla sin la presencia de la guitarra, un instrumento introducido por los españoles que se arraigó a las expresiones musicales de este país resultando esencial al momento de tocar una chacarera o un malambo; y ni hablar del tango, cuyo sonido principal es dado por el bandoneón creado en Alemania para reemplazar los viejos órganos de tubo… ¿Alguien duda que el tango es argentino?

Quizás, algo que defina al arte latinoamericano sea su relación con lo social, con la historia, con esa búsqueda de identidad originaria en tensión con tradiciones europeas y propias, como lo expresa el pensamiento de Nelly Richard, al decir que “lo latinoamericano es un conjunto de marcas de referencia e inscripción (históricas, sociales y culturales) que, de contexto en contexto, van armando líneas de convergencia en relación a las problemáticas que buscan contagiarnos sus dudas político – intelectuales en torno a los temas de sociedad, justicia, poder y democracia”. De esta manera, las manifestaciones artísticas que recorren América latina de un extremo al otro, en su extensa diversidad de lenguajes y poéticas, seguirá siendo lo que no está validado por Europa o Estados Unidos y lo que se encuentre en la periferia de un mundo donde el sur siga siendo el sur y esa sea su principal característica.

El Arte latinoamericano seguramente será todo eso que nadie nombre en cuanto se le pregunte, ¿qué es arte? y la respuesta vaya seguro a la música de los salones de Viena, o a las esculturas y pinturas presentes en el museo del Louvre, en Florencia o en Roma.

Resulta más simple buscar la respuesta a lo que es arte latinoamericano en la letra de la canción del grupo portorriqueño Calle 13, en donde se asume ser “todo lo que se robaron, mano de obra campesina” y a su vez ser “el mar Caribe que vigila las casitas haciendo rituales de agua bendita”, o en los rostros presentes en “Manifestación” de Antonio Berni, en las calles de “Macondo” o en las esculturas de Gabriel Chaile donde se da un encuentro crítico-poético entre la antropología, lo sagrado y sus rituales, lo político y las comunidades precolombinas de Sudamérica, leídas en clave artística y con cierta excentricidad y sentido del humor.

Quizás, el día que no necesitemos la mirada aprobatoria del otro y simplemente nos reconozcamos con los otros, tal vez ahí logremos empezar a definir (nos) y comprender de qué se trata el arte latinoamericano, quienes somos los latinoamericanos y, finalmente crucemos, o borremos la frontera de lo que creemos que debemos llamar arte.

Referencias Bibliográficas

Barriendos Rodríguez, J. (2013). La idea del arte latinoamericano. Estudios globales del arte, geografías subalternas, regionalismos críticos. Universidad de Barcelona. diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/41383/1/JBR_TESIS.pdf

Mosquera, G. (1986). Contra el arte latinoamericano. Habana, Editorial Arte y Literatura. pp. 490-491.

Mosquera, G. (1992) Tercer Mundo y cultura occidental. En: Revista Lápiz (Madrid) número especial 82-83, pp.35-37.

Mosquera, G. (2019). Arte ‘desde’ américa latina. Identidad, globalización y dinámicas culturales. En: ArtishocK Santiago de Chile. https://artishockrevista.com/2019/12/04/arte-america-latina-gerardo-mosquera

Richard, N. (1991) Latinoamérica y la posmodernidad. En: Revista de Crítica Cultural. N° 13. Santiago de Chile, Arcis.

Richard, N. (2014) Diálogos latinoamericanos en las fronteras del arte. En: Diálogos latinoamericanos en las fronteras del arte: Leonor Arfuch, Ticio Escobar, Néstor García Canclini, Andrea Giunta. Santiago de Chile: Ediciones Diego Portales.

Traba, M. (1956) Crítica del arte en Latinoamérica. Que quiere decir un arte latinoamericano y Somos latinoamericanos. En: Revista Plástica (Bogotá).

Wechsler, D. (2012). ¿De qué hablamos cuando decimos Arte Latinoamericano? Exposiciones y perspectivas críticas contemporáneas. En Caiana. Revista electrónica de Historia del Arte y Cultura Visual del Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA). Nº1 | Año 2012, en línea desde el 4 julio 2012. http://www.caiana.org.ar/arts/Art_Wechsler.html

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