Bienes Comunes y Sociedad

Multitud implosionada: precariedad y tonalidades emotivas

Imploding multitude: precariousness and emotive tones

Ernesto Masramón
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

Multitud implosionada: precariedad y tonalidades emotivas

Millcayac, vol. XII, núm. 22, pp. 1-13, 2025

Universidad Nacional de Cuyo

Recepción: 20 Abril 2025

Aprobación: 30 Agosto 2025

Resumen: Este trabajo explora la articulación entre el concepto de multitud, elaborado por Paolo Virno, y la noción de implosión social, formulada por Leandro Barttolotta e Ignacio Gago, con el objetivo de comprender las transformaciones de las subjetividades en el marco de la precariedad social contemporánea. A partir de este cruce teórico, se analizan las afectividades, las formas de vinculación y las politicidades que emergen en escenarios atravesados por la precariedad vital. El artículo propone la figura de la multitud implosionada como clave analítica para pensar la inscripción de la precariedad en los cuerpos y en los estados anímicos populares.

Palabras clave: multitud, implosión, subjetividad, precariedad.

Abstract: This paper explores the articulation between the concept of multitude, elaborated by Paolo Virno, and the notion of social implosion, formulated by Leandro Barttolotta and Ignacio Gago, with the aim of understanding the transformations of subjectivities in the context of contemporary social precariousness. From this theoretical crossroads, the affectivities, the forms of bonding and the politicities that emerge in scenarios crossed by vital precariousness are analyzed. The article proposes the figure of the imploded multitude as an analytical key to think about the inscription of precariousness in the bodies and in the popular states of mind.

Keywords: multitude, implosion, subjectivity, precariousness.

Introducción

Este trabajo, como todo proceso investigativo, implica el entrelazamiento de una diversidad de corpus teóricos previos, que sirven de sustrato para la reelaboración de interrogantes y enfoques de comprensión y entendimiento de lo social. Dicho esto, nos interesa destacar y poner de relieve una articulación teórica particular que ha sido estructurante de las inquietudes que aquí presentamos: nos referimos al cruce entre, por un lado, la conceptualización de la multitud en Paolo Virno (2003) y, por otro, el análisis de la implosión social desarrollado recientemente por los sociólogos Leandro Barttolotta e Ignacio Gago en Implosión. Apuntes sobre la cuestión social en la precariedad (2023).

Si bien reconocemos las diferencias entre los contextos de producción y los problemas específicos que cada trabajo aborda, también destacamos que comparten preocupaciones, puntos de encuentro y tradiciones filosóficas comunes. Mientras Virno analiza cómo el posfordismo transforma la experiencia colectiva y los modos de acción política de la multitud, Barttolotta y Gago exploran las crisis interiorizadas y las afectividades que atraviesan las vidas precarias en una Argentina neoliberal. Desde nuestra perspectiva, esta vinculación intertextual posibilita una lectura más profunda de la complejidad del presente, atendiendo a nuestra inquietud por las modalidades vinculares, las tramas anímicas y las politicidades emergentes en las latitudes del sur global.

El presente artículo se estructura en tres momentos. En primer lugar, desarrollamos los conceptos fundamentales de la multitud en Virno, diferenciándolo del término clásico de pueblo. También fundamentamos la relación entre multitud y clase, sosteniendo que un análisis de la multitud no excluye la implicancia de la clase en la estructuración del mundo social.

En segundo lugar, exploramos la categoría de implosión y su utilidad para indagar acerca de la precariedad latinoamericana y argentina, centrándonos en su capacidad para captar los estados anímicos y las formas de subjetivación que emergen en contextos donde la precariedad, las violencias y el “aguante permanente”[1] ante la pauperización y la hipermovilización son monedas corrientes.

Finalmente, buscamos articular ambas perspectivas para dar cuenta de algunos de los rasgos que adopta la multitud implosionada, una subjetividad que emerge en un contexto de precarización total de la vida, donde afectos tales como el cansancio, el terror anímico, el cinismo y el oportunismo constituyen tonalidades anímicas típicas: marcas que se inscriben en los cuerpos y en las experiencias de las mayorías populares.

Multitud y proceso de individuación

Para comenzar nuestro desarrollo conceptual, nos interrogamos acerca de qué significa proponer un análisis de las formas de vida contemporáneas[2]. Esbozamos esta pregunta porque percibimos un tono particular en esta formulación que, a nuestro modo de ver, puede servir como premisa epistemológica. Podría plantearse la pregunta por la esencia contemporánea, por valores morales y su vigencia actual o incluso establecer un programa para la acción, un “qué hacer contemporáneo”. Si bien el planteamiento de Virno dialoga con estas preocupaciones e incluso responde a algunas de ellas, su punto de partida para desentrañar la multitud como forma de subjetividad se ubica en el terreno de la inmanencia, tomando en consideración coordenadas concretas, dinámicas, ambiguas, no universalizables: las formas de vivir, las formas de ser y estar en el mundo y sus tonalidades emotivas. Estas modalidades nunca están dadas de una vez y para siempre, por lo que no responden a esencias transhistóricas; por el contrario, se configuran y reconfiguran al calor de procesos sociales, afectivos e históricos concretos.

En este marco, el concepto de multitud refiere, entonces, a una forma de ser y estar en el mundo de los muchos en tanto muchos: “significa la pluralidad —literalmente, el ser-muchos— como forma durable de existencia social y política, contrapuesta a la unidad cohesionada del pueblo. Es decir, la multitud consiste en una red de individuos; los muchos son singularidades”. (Virno, 2003:76). Este planteo, sin embargo, podría confundirse con una perspectiva liberal que postule a la sociedad como una simple sumatoria de individuos aislados, una continuidad de las robinsonadas identificadas por Marx en la economía política burguesa, allí donde el individuo aparece como átomo y mito fundante del lazo de la modernidad (Lewkowicz, 2006). Para evitar esta confusión, Virno enfatiza en el hecho de que no se parte del individuo, sino que se llega a él como resultado de un proceso de individuación. En un juego de palabras con el célebre postulado de Simone de Beauvoir[3], podríamos decir que “no se nace individuo, se llega a serlo”.

Ahora bien, ¿cómo es que se llega a ser individuo? Este problema es, a la vez, antropológico, político, social e histórico. El proceso de individuación no es lineal ni cerrado; no se da de forma fija, sino que es el efecto de un conjunto de elementos complejos que presentan ambigüedades, tensiones y contradicciones. Siguiendo los postulados de Simondon (1989), nuestro autor sostiene que el proceso de individuación parte de ciertos elementos preindividuales, es decir, dimensiones genéricas que preceden y posibilitan la constitución de los “individuos sociales”. En este sentido, señala tres dimensiones fundamentales que componen el cimiento del proceso de individuación: la dotación biológica que alude a la base material primera de la especie –todos tenemos un cuerpo-, es decir el aparato motriz, las capacidades perceptivas, entre otras; la lengua histórico-natural, entendida como la capacidad interpsíquica de hablar que es siempre pública y corresponde a una comunidad, aunque luego sea apropiada y singularizada por cada sujeto; finalmente el tercer elemento preindividual está constituido por las fuerzas productivas, las cuales son históricas y corresponden a “la cooperación social como acción concertada, conjunto de relaciones poiéticas, "políticas", cognitivas, emotivas. Es el general intellect, el intelecto general objetivo, extrínseco” (Virno, 2003:78).

Este proceso de individuación, nunca es concluyente ni produce una síntesis cerrada, sino que implica una tensión constante entre los elementos preindividuales y las formas individualizadas. De allí surge la posibilidad de comprender a la subjetividad como un devenir inacabado (Tassin, 2012) en el que se manifiestan los dilemas anímicos de la época: “La infelicidad y la inseguridad no derivan de la separación entre la existencia individual y las potencias preindividuales, sino más bien de su férreo entrelazamiento, en particular cuando este último se manifiesta como desarmonía, oscilación patológica, crisis” (Virno, 2003:81).

Explorar las tensiones y crisis que atraviesan estos nudos subjetivos resulta crucial si queremos comprender las mediaciones afectivas que operan en la relación “yo-mundo”. Este análisis nos permite captar no solo las nuevas formas de habitar lo colectivo, sino también las politicidades emergentes que surgen en el seno de estas tensiones. En esta línea, la experiencia de “ser multitud” no diluye ni anula los elementos individuales, sino que, por el contrario, los radicaliza. Los “muchos” persisten también como individuos, y en esta persistencia reside la clave para diferenciar el concepto de multitud del de pueblo:

Para la multitud, el colectivo no es centrípeto, huidizo. No es el lugar en el cual se forma la 'voluntad general' y se prefigura la unidad estatal. En la medida en que la experiencia colectiva de la multitud no debilita, sino que radicaliza el proceso de individuación, queda excluida por principio la posibilidad de que de tal experiencia se pueda extrapolar un rasgo homogéneo; queda excluido que se pueda 'delegar' o 'transferir' cualquier cosa al soberano. (Virno, 2003:80-81)

Desde esta perspectiva, la multitud habilita el interrogante acerca de aquellas formas no representativas de hacer política, proponiendo modos de acción que no se orientan hacia la homogeneidad ni hacia la delegación de poder en un soberano, sino que tienen en la singularización su fuerza dinamizadora.

Multitud y clase: ¿categorías excluyentes?

Cabe reafirmar un sentido teórico que nos distancia de perspectivas subjetivistas: la subjetividad no es un proceso autocreativo del sujeto aislado, sino que emerge como efecto de un conjunto de procesos socioeconómicos, discursivos, políticos e históricos que la configuran y sobre los cuales, a su vez, incide. Siguiendo a Rolnik (2006), afirmamos que a cada régimen de acumulación le corresponde un determinado régimen de subjetivación que le proporciona consistencia existencial y hace posible que el mismo se concrete. Por lo tanto, el análisis de la multitud debe enmarcarse en los actuales procesos de acumulación de capital, integrando las dimensiones micropolíticas y macropolíticas.

En este sentido, la multitud como subjetividad se inscribe en el marco de los procesos de reestructuración global del capitalismo, donde las dinámicas informacionales y comunicacionales adquieren un rol central en la valorización del capital bajo el régimen posfordista. Esto no implica la desaparición del trabajo manual o de los procesos materiales de producción, sino que señala un cambio en la hegemonía de los procesos productivos, donde el trabajo cognitivo se convierte en un factor determinante: “la hegemonía al interior de los procesos de trabajo y de las cadenas de valor de los trabajos con elevado contenido intelectual, que condicionan la aplicación del trabajo tradicional y por tanto, dan origen a formas novedosas de valorización del capital (Míguez, 2011:12). En este marco, la multitud es reconocida por su potencia creativa y cognitiva, la cual es puesta en funcionamiento a través de una operación de sujeción al capital, que extrae y explota estas capacidades genéricas para su propia valorización.

De esta manera, se pone de manifiesto que hablar de multitud no implica excluir a la categoría de clase como herramienta analítica para comprender lo social contemporáneo. Por el contrario, a partir de un proceso de integración teórica de dichas categorías, resulta posible desentrañar las condiciones subjetivas actuales en las que se encuentra la clase trabajadora, así como las características que adquiere la explotación laboral en la época posfordista. Como señala Virno:

La clase obrera contemporánea, el trabajo vivo subordinado, su cooperación cognitivo-lingüística, tiene los rasgos de la multitud, antes que los del pueblo. (...) Por mi parte, sostengo sin dudar demasiado que la partitura seguida por la multitud postfordista es el intelecto, el intelecto en cuanto facultad humana genérica. En términos de Marx, la partitura de los modernos virtuosos es el general intellect, el intelecto general de la sociedad, el pensamiento abstracto devenido pilar de la producción social. (2003:45).

En suma, reafirmamos con nuestro autor que la clase obrera no ha desaparecido ni se ha perdido su inserción clave en la estructura productiva global, ya que su definición sigue vinculada a la producción de plusvalor al servicio de los procesos de valorización del capital. Dichos procesos, en la actualidad, están atravesados por la primacía hegemónica del trabajo cognitivo y las dinámicas afectivas de los “muchos en tanto muchos”, por lo tanto el estudio de la multitud ofrece una vía de comprensión acerca de las formas de ser y estar en el mundo de la clase obrera contemporánea, atendiendo a sus dilemas subjetivos y a las formas de gestión biopolítica de la fuerza de trabajo: capacidad genérica del ser humano que cada vez aparece más cooptada, controlada y subsumida por parte del capital.

Implosión, secuestro del ánimo y precariedad

Luego de este breve recorrido, nos preguntamos: ¿Dónde y cómo entra en escena la multitud latinoamericana, argentina? ¿Cuáles son sus dramas sociales y cómo lidia con ellos? ¿Cómo entablar un ejercicio de escucha del malestar social para su politización en clave transformadora? ¿Qué desafíos epistemológicos y teóricos se presentan al intentar comprender e intervenir en estos terrenos de mutaciones anímicas?

A partir de estos interrogantes, buscamos abrir un proceso de lectura inmanente sobre la complejidad de la cuestión social actual. Esto implica intentar alejarnos de visiones finalistas, idealizadas, fetichistas, moralistas o victimistas sobre el accionar de las multitudes, sus formas de vida y sus tonos anímicos. Asimismo, supone prestar atención a aquellas formas soterradas de malestar social, mediante un ejercicio de escucha de los síntomas que permita dar cuenta de aquello que no encaja en los automatismos propuestos por los modos de vida hegemónicos (Sztulwark, 2019) intentando, a su vez, visibilizar su potencial creativo y transformador. Considerar estos síntomas en su singularidad permite captar la sonoridad de fenómenos estructurales complejos: una cadena de violencias sistémicas que se encarnan en cada territorio, en cada barrio y en cada familia.

En otras palabras, y retomando nuestro planteo inicial, hablar de multitud en nuestras latitudes supone comprender cómo las formas de ser de estos “muchos” han sido atravesadas por políticas de violencia estructural tras décadas de neoliberalismo, y cómo ello afecta su manera de ser y estar, de transitar experiencias colectivas y de rebelarse (o no) ante lo establecido.

¿Qué ocurre, entonces, que no estalla por los aires un régimen que diariamente propicia un mal vivir? Si el estallido implica una fuerza reconocible que siempre se dirige hacia afuera y encuentra antagonistas claros, resulta necesario indagar en los aspectos menos visibles del malestar: aquello que permanece en un continuum silencioso, pero no por ello atado al signo de la quietud. Es aquí donde emerge la imagen de la implosión como clave heurística, un punto de partida para comprender esa guerra molecular por el día a día, por el rebusque de la existencia de las mayorías populares (Barttolotta y Gago, 2023).

La implosión, en primer lugar, da cuenta de un conjunto de micro-estallidos hacia adentro (Colectivo Juguetes Perdidos, 2017) una fuerza opaca que debe analizarse al calor de los vectores sociales que en ella operan: "Las implosiones se cargan de energías difusas, inéditas, opacas y cansan; las tiene que sostener el cuerpo y las vidas que las habitan con la precariedad de fondo" (2023:17).

Lo social implosionado es, entonces, la forma que reviste el lazo social en la precariedad, donde la sociedad ajustada y precarizada adquiere una manera de vivir hipermovilizada por la supervivencia cotidiana en un contexto de aceleracionismo capitalista: "Por eso nunca puede creerse que la quietud es a la implosión lo que la movilización y los protagonismos sociales son a los estallidos" (2023:32). Evitar una lectura estática de los/as implosionados/as permite comprender mejor la dinámica interna de estos modos de vida: cuanto más se agudiza la violencia de la precariedad totalitaria, más movilizados deben permanecer los sujetos para sobrellevar la carga de lo cotidiano. Esto supone desplegar cada vez más estrategias de sobrevivencia, lo que a su vez profundiza el deterioro de las condiciones vitales.

Hablar de implosión permite, por tanto, dar cuenta de las marcas en los cuerpos, de fuerzas intensivas que corroen las condiciones de vida de miles de personas, experiencias que, aunque tienen una dimensión profunda, suelen quedar silenciadas frente a las agendas públicas de la política tradicional. Estos malestares pueden devenir estallidos o no hacerlo, pero no deben comprenderse en términos lineales ni progresivos: no se trata de una simple acumulación que lleva de la implosión al estallido visible, politizable y enunciable. Siguiendo a nuestros autores, es necesario, más bien entablar una escucha de los susurros de la sociedad implosionada para elaborar, en primer lugar, una cartografía perceptiva de fuerzas y afectos, de sujetos en movimiento con diversas capacidades de obrar. Desde allí, es posible registrar el pulso anímico real de las instituciones y los territorios, “visibilizando aquellas existencias menores y sus vidas concretas” (2023:25).

Podemos afirmar que las dinámicas sociales contemporáneas muestran cómo la precariedad no solo reconfigura las condiciones materiales de existencia, sino que también imprime tonalidades afectivas específicas en los cuerpos que la experimentan. Lejos de una euforia transformadora, el afecto político que emerge en contextos de implosión se caracteriza por un cansancio profundo y persistente. Este agotamiento es una consecuencia del ritmo acelerado de las relaciones sociales y laborales, problemática que tiende a ser privatizada e internalizada como una carga que, aun cuando pese mucho, los cuerpos deben seguir soportándola. Así, la implosión no implica necesariamente un desenlace de ruptura, sino más bien una sobrecarga silenciosa que intensifica la fatiga de quienes habitan la precariedad sin posibilidad de desvincularse de ella: "un cansancio que no tendría que aguantar más, pero continúa aguantando (no podés soltar a una precariedad que no te soltó)" (2023:27).

La precariedad como estado total y totalitario supone, de esta manera, una suerte de secuestro del ánimo, un fuego que se alimenta de los propios cuerpos de los implosionados y que, en su arder, siempre aumenta su carga de intensidad:

En lo social implosionando el cuerpo no para nunca, hasta en los momentos de quietud sigue funcionando por dentro una máquina que gestiona y carga quilombos. Un aceleracionismo precario que no es punta de lanza de nada. Solo gestión enloquecedora para sostenerse en la porción de precariedad que se habita. Lo social implosionado es la ultraproductividad de lo social, aunque esta dimensión permanezca opaca. Lo social implosionado deviene fuerza destructiva (demoledora de cuerpos, de barrios, de espacios laborales, de instituciones) que no se opone a las fuerzas productivas. Lo social implosionado es fuerza destructiva de lo social por aceleración maníaca de lo productivo y no por su negación (2023:31-32).

Multitud implosionada: hacia una analítica de los afectos contemporáneos

Una analítica se inscribe en lo que Foucault (1977) define como una red de análisis de relaciones. Estudiar los afectos en esta clave implica comprenderlos en sus coordenadas concretas de surgimiento y, al mismo tiempo, en su encadenamiento e integración dentro de estructuras tanto globales como parciales y en su inscripción en cuerpos que son, a la vez, individuales y sociales.

Desde esta perspectiva, entendemos que la afectividad refiere “a las experiencias corporales que resultan de las relaciones perceptivas y sensoriales con el mundo externo; es decir, a la habilidad de afectar y ser afectado para disminuir o aumentar la potencia del cuerpo afectado” (Montarcé, 2018:12). Este enfoque permite situar la afectividad en procesos sociales e históricos, de modo que, aunque los afectos se experimentan en un sujeto, ello no conduce a un solipsismo. En efecto, las causas de tales afecciones pertenecen a la trama social, que se incorpora y encarna en los sujetos: la realidad social nos habita a través de los afectos. En este sentido, las afecciones “pueden tener el carácter abstracto de estructuras, instituciones o relaciones sociales” (Lordon, 2018:93).

Se reafirma así la tesis que articula estructura e individuos: a cada estructura le corresponde, como su reverso, un régimen de afectos comunes que se inscriben en los cuerpos individuales y que, a su vez, sostienen dicha estructura. En palabras de Lordon, “las estructuras globales se expresan localmente en los cuerpos individuales a través de los afectos que producen” (2018:111).

Desde esta óptica, podemos entender que las tonalidades emotivas no expresan meros estados psicológicos, sino formas específicas de estructuración de la experiencia social, modalidades afectivas propias del mundo en el que surgen. En el planteo de Virno, el oportunismo y el cinismo emergen como dos tonos característicos del estado anímico de la multitud. El oportunismo se manifiesta como una capacidad de adaptación ante una sociedad en constante cambio e inestabilidad, mientras que el cinismo se inscribe como una marca subjetiva propia de una sociedad que expone abiertamente sus reglas y convenciones: todos sabemos las normas del juego y, aun así, debemos seguir jugando, aceptando su arbitrariedad y su falta de fundamento.

El oportunismo parece estar en sintonía con la hiperproductividad de la sociedad ajustada que describen Barttolotta y Gago: un mundo donde las mediaciones sociales propias del capitalismo industrial se han desmantelado, donde las problemáticas colectivas se resuelven de manera cada vez más individualizada y donde los espacios de fortalecimiento comunitario se ven atacados y fragmentados por el régimen neoliberal. En este contexto, el oportunismo se vuelve síntoma de supervivencia y, a la vez, de hiperproductividad, reflejo de un modelo de precariedad totalitaria en el que rige una “movilización total” para mantenerse a flote, pero sin posibilidad de goce posterior ni de un modo de vida que sostenga esta aceleración (2023:45); esto último no es un planteo menor, ya que marca una diferencia con las sociedades de cansancio propias de los países del norte global (Han, 2013) donde tal hiperproductividad puede redundar en mejores condiciones salariales y/o de vida.

Junto a esta dinámica, emerge una afectividad cínica que, en su versión neoliberal, encarna lo que Sztulwark circunscribe en el brutalismo actual:

“(...) es el brutalismo de una sociedad que es el efecto de décadas de neoliberalismo, de estas formas de individuación, de estas formas de producción y consumo en las que sabemos que estamos insertos (...) más que una forma política estamos ante la inversión del juicio ético (...) el nivel de la catástrofe encarnada en sujetos que tienen clarísimo que se trata de sobrevivir y despreciar a quienes no están en condiciones de hacerlo” (Sztulwark 2024; 20:12).

El cinismo, en este sentido, se traduce en una afirmación de sí mismo y un abandono indoloro de las luchas por la igualación, tal como lo plantea Virno. Esta tonalidad anímica, caracterizada por un contacto directo con las normas sociales desnudas[4], se entrelaza, en las condiciones de precariedad, con el terror anímico propio de vivir en estado de vulnerabilidad permanente: “No es el terror a quedar desocupado, o a no conseguir trabajo, o a la incertidumbre habitacional: son todos esos terrores en continuum, y muchos más. Lo dicho: la precariedad totalitaria no se segmenta por demandas” (Barttolotta y Gago, 2023:55).

De este modo, la búsqueda de tranquilidad por parte de los sujetos aparece como una demanda acuciante ante el terror de un mundo que, no solo no garantiza condiciones de vida dignas, sino que, además, impulsa al movimiento continuo en pos de alcanzar una supervivencia que siempre es inestable: un presente acelerado que ataca directamente al cuerpo y sus necesidades vitales.

En suma, hasta aquí hemos trazado, al menos de manera panorámica, uno de los escenarios que configura la experiencia de las multitudes implosionadas: la precariedad como fondo donde se inscriben afectos tales como el cinismo y el oportunismo, pero también el cansancio, el terror anímico y la hipermovilización.

A modo de conclusión

A primera vista, el horizonte descrito puede parecer distópico, teñido por la sensación de derrota. Sin embargo, las tonalidades anímicas no son estáticas ni unívocas: en ellas residen ambigüedades, capacidades de fuga y torsiones posibles del estado actual de las cosas. Por ello, resulta crucial afinar la escucha de lo que acontece, indagar en esa sintomatología social que no siempre se hace evidente. Desde allí, creemos, será posible tender puentes entre las desesperanzas y malestares actuales y los pensamientos, acciones y modos de vida críticos y transformadores que buscamos construir. En otras palabras, no será desde la invisibilización de los estados anímicos actuales como lograremos posicionarnos activamente, sino más bien a partir de una comprensión de sus complejidades, habilitando así procesos de reparación de daños y transformaciones inmanentes.

Esta inmanencia a la que hemos aludido a lo largo del texto se traduce en una apuesta por comprender los modos en que operan las fuerzas realmente existentes para poder intervenir de manera más eficaz sobre ellas. Es, en definitiva, un enfoque vitalista y materialista, orientado a desentrañar formas de existir en el mundo, al tiempo que buscamos potenciar nuevos devenires.

Nuestro aporte, en suma, se inscribe en una agenda de investigación abierta a la reconstrucción de otras imaginaciones políticas y sociológicas. Cartografías de afectos, comprensión/acción sobre nuestros malestares sociales y construcción de espacios políticos para (y por) los y las dañadas por las políticas del capital, son respuestas abiertas (y no por ello menos urgentes) ante un régimen que nos exige y devora cada vez más.

Referencias Bibliográficas

Barttolotta, L. y Gago, I. (2023). Implosión: Apuntes sobre la cuestión social en la precariedad. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Tinta Limón.

COLECTIVO JUGUETES PERDIDOS (2017). La gorra coronada: diario del macrismo. Leandro Barttolotta; Ignacio Gago; Gonzalo Sarrais Alier.-1ª ed. - Buenos Aires: Tinta limón.

De Beauvoir, S. (1998). El segundo sexo. Madrid: Cátedra, Universitat de València.

Foucault, M. (1977). El juego de Michel Foucault [Entrevista]. Revista Ornicar, (10), 62. Traducción de J. Rubio en Diwan, (2-3), 171-202, 1978.

Han, B. (2013). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder Editorial.

Lewkowicz, I. (2006). Pensar sin Estado: La subjetividad en la era de la fluidez. 1ª ed., 2ª reimp. Buenos Aires: Paidós.

Lordon, F. (2018). La sociedad de los afectos: Por un estructuralismo de las pasiones. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora.

Migüez, P. (2011). Prólogo. En C. Vercellone, Capitalismo cognitivo: Renta, saber y valor en la época posfordista. 1ª ed. Buenos Aires: Prometeo Libros.

Montarcé, I. (2018). La fragilidad del taylorismo simbólico: entre el consentimiento y la transgresión al control afectivo en Call Centers. Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad - RELACES, 10(28), 11-22. Disponible en: http://www.relaces.com.ar/index.php/relaces/article/view/557

Rolnik, S. (2006). Geopolítica del rufián. Ramona, Revista de Artes Visuales, (67). Ciudad de Buenos Aires.

Simondon, G. (1989). L’individuation psychique et collective. París: Aubier.

Sztulwark, D. (2019). La ofensiva sensible: Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Caja Negra.

Sztulwark, D. (2024). Capitalismo y extinción. Conferencia impartida en la Jornada sobre las posibles formas del mañana. Universidad Nacional de Tres de Febrero. Recuperado el 03 de abril de 2025, de https://www.youtube.com/watch?v=YmEXalePlYM&t=2840s

Tassin, E. (2012). De la subjetivación política. Althusser/Rancière/Foucault/Arendt/Deleuze. Revista de Estudios Sociales, (43), 36-49. Recuperado de http://journals.openedition.org/revestudsoc/7096

Virno, P. (2003). Gramática de la multitud. Madrid: Traficantes de Sueños.

Notas

[1] Con este término hacemos referencia al estilo de “vida mula” definida por el Colectivo Juguetes Perdidos: “un modo de encadenamiento - e “integración”- de las vidas actuales. Un continuum de trabajo, consumo, familia, educación, planes sociales, y un montón de gestiones diarias que se realizan para mantenerse a flote en la precariedad de cada uno de esos aspectos vitales” (Colectivo Juguetes Perdidos, 2017:15).
[2] Hacemos alusión al título del libro “Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida contemporáneas”, el cual reúne las intervenciones realizadas por Paolo Virno en un seminario llevado a cabo en enero del 2001, en el Departamento de Sociología de la Universidad de Calabria.
[3] Nos referimos al postulado “No se nace mujer, se llega a serlo” presente en el libro “El Segundo Sexo” (1998).
[4] Con esta expresión nos referimos al hecho de que las normas sociales se manifiestan abiertamente arbitrarias para los sujetos. El respeto a las mismas se da por supervivencia en el juego social más que por una creencia verdadera en su fundamento ético, político o de otra índole.

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