Dossier

Fronteras, identidades y feminismo chicano. Una lectura de la idea de mestizaje en Borderlands de Gloria Anzaldúa

Borders, Identities, And Chicana Feminism: An Analysis of The Notion Of Mestizaje in Borderlands by Gloria Anzaldúa

Romina Accossatto
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

Fronteras, identidades y feminismo chicano. Una lectura de la idea de mestizaje en Borderlands de Gloria Anzaldúa

Millcayac, vol. XII, núm. 22, pp. 1-9, 2025

Universidad Nacional de Cuyo

Recepción: 02 Febrero 2025

Aprobación: 08 Agosto 2025

Resumen: En el presente trabajo exploramos la noción de mestizaje propuesta por Gloria Anzaldúa en su obra seminal Borderlands/La Frontera: La nueva Mestiza (1987), con la intención de advertir posibles aportes que esta autora chicana incorpora, de manera muy temprana, a los debates que interceptan las categorías de clase, raza, género y sexualidades. Nos enfocamos especialmente en tres nociones que asumen la idea de mestizaje a lo largo de esta obra: la frontera, la lengua fronteriza y las identidades chicanas.

Palabras clave: Anzaldúa, mestizaje, identidad, feminismos, América Latina..

Abstract: In this paper, we explore the notion of mestizaje as proposed by Gloria Anzaldúa in her seminal work Borderlands/La Frontera: The New Mestiza (1987), with the aim of identifying potential contributions that this Chicana author introduced—at a very early stage—into debates intersecting the categories of class, race, gender, and sexualities. We focus particularly on three key concepts that engage with the idea of mestizaje throughout the text: the border, the border language, and Chicana identities.

Keywords: Anzaldúa, mestizaje, identity, feminisms, Latin America..

Introducción

Gloria Anzaldúa pertenece a una generación de autoras chicanas que se aglutinaron en torno a la famosa recopilación de textos titulada Esta puente mi espalda. Voces de mujeres tercermundistas en los Estados Unidos (1981). Las voces reunidas en este volumen dan cuenta de un desplazamiento teórico-político dentro de diversas tradiciones feministas que impulsaron una crítica radical al feminismo hegemónico ˗blanco, heterosexual y de clase media-alta˗ por parte de autoras que no se habían sentido representadas en sus discursos emancipadores. Las coordenadas de raza y clase social se hacen presentes en todos sus escritos y comienzan a reivindicarse como categorías políticas fundamentales en el campo feminista.

Este movimiento, que comienza a reivindicarse como feminismo chicano, surge en el marco de las corrientes nacionalistas de derechos civiles de finales de los años 60 y principio de los 70. Su vínculo con el sufragismo estadounidense estuvo atravesado por tensiones históricas desde 1848, especialmente porque las mujeres chicanas eran vistas como minoría, inmigrantes y trabajadoras con altos niveles de precarización (Cacheaux Pulido, 2003). Entre 1890 y 1920, estas tensiones cristalizaron en fuertes oposiciones entre los feminismos blancos de clase media y los feminismos negros y chicanos, marcada por diferencias en torno al laborismo, la concepción de minorías, las ideas socialistas y comunistas, y, finalmente, al propio liderazgo del movimiento de mujeres.

La irrupción del feminismo chicano como una corriente de pensamiento y movimiento socio-político en la década de los 80 ha sido reconocido como un antecedente dentro de la genealogía de los feminismos descoloniales. Su punto de contacto más visible es el señalamiento de la Conquista de América como un acontecimiento de inflexión histórico. El amplio abanico de los feminismos descoloniales comparten el cuestionamiento a la dominación y el poder construidos en torno a las categorías de sexo/genero, raza, clase, sexualidades, desde las experiencias surgidas en América Latina y el Caribe, así como también desde países poscoloniales. A su vez, advierten los vínculos que se establecen entre el colonialismo y su colonialidad de género (Lugones, 2014) que imponen identidades sexuales binarias y, con ello, el consecuente destierro de otras subjetividades no normativas. No obstante, el pensamiento descolonial no implica únicamente cuestionar los saberes y las epistemologías euro-anglocéntricas sino también reconocer producciones teóricas y prácticas subordinadas que emergen desde lugares no privilegiados de la producción de saber. Se tratan de propuestas epistemológicas múltiples y variadas que incluyen antecedentes y aportes de los feminismos negros, chicano, feminismo comunitario, materialista francés y otras corrientes contrahegemónicas.

A partir del reconocimiento de un entramado que anuda voces feministas descoloniales, en el presente trabajo realizaremos un recorrido por la noción de mestizaje propuesta por Gloria Anzaldúa en su obra seminal Borderlands/La Frontera: La nueva Mestiza (1987/2021), con la intención de advertir las contribuciones que esta autora chicana incorpora, de manera muy temprana, a los debates que confluyen las categorías de clase, raza, género y sexualidades en el campo de los feminismos interseccionales.

El mestizaje en Borderlands o los contornos de un problema

A través de las páginas de Borderlands nos invade la impresión de que la idea de mestizaje atraviesa la totalidad de esta obra y que se presenta como un concepto omnipresente que va tomando diversas vestiduras, intensidades, tratamientos. Da la sensación de que Gloria Anzaldúa va construyendo esta noción poco a poco, como en un recorrido interior que transita con cautela, avanzando y retrocediendo, retomando ideas anteriores y dando saltos en el tiempo del discurso. Quizás esto se produce por la inscripción del relato en el género autobiográfico, en el cual la autora a través de la escritura busca reconstruir retazos de su propia historia e identidad. En otras palabras, mestizaje e identidad[1] se expresan como una dupla conceptual difícil de disociar.

Es por este motivo que no buscamos rastrear y reconstruir definiciones delimitadas de mestizaje o, mejor dicho, de los múltiples mestizajes que se hacen presentes en Borderlands, sino que elegimos aproximarnos a esta noción a través de otros conceptos que, en alguna medida, la contienen y que muestran diferentes niveles de abstracción, de representación y de tratamiento. Para ello, escogimos centrarnos en tres nociones que asumen la idea de mestizaje desde lo más concreto a lo más abstracto: la frontera, la lengua fronteriza y las identidades chicanas. En primer lugar, la idea de frontera representa la configuración de un espacio/territorio donde emergen y se constituyen los procesos de mestizaje; simboliza el locus de confluencia de diferentes grupos y culturas. En segundo lugar, la denominada lengua fronteriza toma un lugar central en el texto de Gloria Anzaldúa, ya que allí se plasman las tensiones étnicos-culturales y se reafirman las diversas formas de identificación. Por último, el concepto de identidad chicana y la propuesta de “Nueva Mestiza” representan una síntesis de la identidad de frontera, donde confluyen y se ponen en juego los múltiples mestizajes abordados.

La Frontera, el tercer país como la denomina Gloria Anzaldúa, se ubica geográficamente entre EEUU y México. Es un espacio de transición donde “confluyen dos mundos”. Como primera aproximación, la autora sostiene que “las fronteras están diseñadas para definir los lugares que son seguros de los que no lo son, para distinguir el ‘nosotros’ del “ellos” (Anzaldúa, 1987/2021: 42). No se limitan a definir territorios físicos, sino que operan como dispositivos que producen sentido y regulan relaciones de poder. En ese proceso, las fronteras instituyen una separación entre un “nosotros” y un “ellos” excluido. De este modo, se presentan no sólo como un límite geográfico, sino como una construcción simbólica que organiza jerarquías, regula pertenencias y contribuye a la conformación de identidades colectivas.

Gloria Anzaldúa insiste en la íntima relación que entrelaza la idea de frontera y la noción de identidad, al punto afirma la existencia de una “identidad de frontera”. Es una identidad constituida por las condiciones mismas de este espacio: “un territorio fronterizo es un lugar vago e indefinido creado por el residuo emocional de una linde contra natura” (Anzaldúa, 1987/2021: 42). La frontera como un espacio impreciso y difuso da lugar a la emergencia de sujetos que atraviesan los confines de lo normal: allí viven los prohibidos, los atravesados, los queer, los de raza mezclada. En este sentido, la frontera para Anzaldúa es un territorio borroso, un tercer espacio donde confluyen diferentes culturas y estados-naciones que, a través de sus “residuos y sobrantes” emocionales y culturales, habilitan la emergencia de identidades mezcladas y fuera de la “normalidad”. En su relación con la noción de mestizaje, la frontera funciona como una alegoría del “no lugar”: un espacio ambiguo y de exterioridad, marcado por la opresión y la estigmatización, que, sin embargo, Gloria Anzaldúa resignifica y convierte en una herramienta política para la rebeldía y la transformación.

En su obra Luz en lo oscuro (2015/2021), publicada de manera póstuma en 2015, retoma el término náhuatl “Nepantla”, que significa “espacio entre-medio”, para nombrar la experiencia de quienes habitan los espacios liminales de la frontera. Representa momentos de crisis temporales, etapas transicionales de la vida y puede describir problemáticas relacionadas con la identidad, la estética, la epistemología o la ontología. Las “Nepantleras” son personas de los umbrales, viviendo en y entre múltiples mundos: a través de negociaciones dolorosas desarrollaron lo que Anzaldúa describe como “perspectiva desde las rajaduras” (Anzaldúa, 2015/2021). Lejos de ser únicamente una condición dolorosa, Nepantla constituye también un terreno fértil para la creación de nuevas formas de conciencia. Así, se erige como una categoría política y epistémica que ilumina el carácter productivo de los espacios intermedios y su potencia para imaginar subjetividades e identidades alternativas.

Por otra parte, en Borderlands la lengua es expresada como un aspecto constitutivo de la identidad: “yo soy mi lengua”. Es una lengua fronteriza, bifurcada, una variante de dos idiomas que la autora denomina español chicano. En ella confluyen diversas lenguas y dialectos en un mestizaje lingüístico que va “desde el inglés al español castellano al dialecto del norte de México al tex-mex a una pizca de náhuatl a una mezcla de todos ellos” (Anzaldúa, 1987/2021: 36). Aunque desde una posición exógena se representa como una lengua bastarda e ilegítima, Gloria Anzaldúa sostiene que se configura en una lengua viva, asumiendo una nueva vitalidad en los intersticios y cruces lingüísticos. “Allí, en la juntura de las culturas, las lenguas se entre-polinizan y adquiere nueva vitalidad, mueren y nacen” (Anzaldúa, 1987/2021: 36). Las lenguas fronterizas a las que la autora alude se revitalizan en el proceso de mestizaje lingüístico y se encuentran profundamente ligadas a los modos de reconocimiento y autoafirmación de las personas mestizas.

Nuevamente la autora vincula lengua e identidad cuando afirma que el español chicano surge de la necesidad de identificarse como un grupo distinto y separado. De esta manera, “la identidad étnica es como una segunda piel de mi identidad lingüística” (Anzaldúa, 1987/2021: 40), en la cual la afirmación de la propia lengua es al mismo tiempo una autoafirmación como sujetos colectivos. En este sentido, la lengua trasciende su dimensión comunicativa para constituirse en un marcador identitario. Su modo de autoafirmación no es unívoco ya que “no existe un único idioma chicano, así como no existe una única vivencia chicana” (Anzaldúa, 1987/2021:110). La propia heterogeneidad de la lengua pone de manifiesto identidades plurales, cambiantes y situadas. Esta concepción le permite alejarse de perspectivas esencialistas u homogéneas del “ser chicano”.

Finalmente, la idea de una “nueva conciencia mestiza” aporta ciertos elementos para pensar el proceso de mestizaje en la propuesta de Gloria Anzaldúa. Según la autora, en la vivencia de la comunidad chicana se configura una identidad de frontera: “Vivir en los bordes, en las fronteras. Mantener la propia identidad cambiante y múltiple es como tratar de nadar en un nuevo elemento, en un elemento ‘ajeno’” (Anzaldúa, 2021, 35). Lo ajeno como aspecto constitutivo de la propia identidad se vuelve familiar, pero es incómodo. En la obra de Anzaldúa el mestizaje es múltiple y diverso, una mezcla continua entre indios mexicanos, indios americanos y españoles. Es un proceso que se da en diferentes capas históricas que se van superponiendo, revitalizando y retroalimentando. En la conformación de una nueva conciencia mestiza, la autora advierte un elemento peculiar: su emergencia se encuentra ligada al abandono a la reacción de la postura antagónica:

(...) la postura antagónica refuta las opiniones y creencias de la cultura dominante y, por eso, mantiene una actitud de orgulloso desafío. Toda reacción es limitada por aquello contra lo que reacciona y depende de ello (…). En algún momento, en nuestro camino hacia una nueva conciencia, tendremos que abandonar la orilla opuesta. La separación entre los dos combatientes a muerte debe sanar de algún modo, de forma que estemos en ambas orillas a un tiempo y veamos, a la vez, con los ojos de águila y de serpiente. O tal vez decidamos desentendernos de la cultura dominante, desecharla por completo como una causa perdida y cruzar la frontera hacia un territorio inédito y separado. O podríamos seguir otro itinerario. Las posibilidades son numerosas una vez que hayamos decidido actuar y no sólo reaccionar contra algo (Anzaldúa, 1987/2021: 135).

Esta nueva conciencia es una apuesta política que invita a habitar lo ajeno, apostar a una “participation mystique” (Anzaldúa, 1987/2021: 83). El preludio para poder cruzar al otro lado y alcanzar esta conciencia es saberse frágil en un tránsito donde la irracionalidad y la incertidumbre es lo que prima. En este camino propone abandonar la comodidad y descender por los abismos de la inconsciencia al “Estado de Coatlicue”, para poder nombrar los propios miedos y mirar a la “Bestia Sombra” a los ojos. La autora lo describe como un estado de vulnerabilidad en el cual es necesario dejarse llevar por el movimiento subterráneo y aceptar la oscuridad de una “iluminada” conciencia. En otras palabras, la conciencia mestiza es una manera de pensar y actuar que incluye una tolerancia transformadora a la contradicción y ambivalencia.

Existir en este cruce de caminos, “a caballo” entre dos culturas, supone una no-identificación tanto con una como con la otra. Se asume habitando los intersticios ˗en claras resonancias con la idea de interseccionalidad˗ y sosteniendo que “como mestiza, no tengo país (…) como lesbiana, no tengo raza, y como feminista, no tengo cultura” (Anzaldúa, 1987/2021:138). Este mestizaje cambiante y múltiple implica el rechazo a formas de identificación monolíticas y definidas. “Somos una sinergia de dos culturas con grados diversos de mexicanidad y de anglicidad. Tenemos tan interiorizado el conflicto fronterizo que a veces me da la sensación de que uno anula al otro y que somos cero, nada, nadie” (Anzaldúa, 1987/2021:116). Frente a esta “identidad cero”, el papel de la conciencia chicana resignifica el propio proceso de mestizaje. Para la autora la emergencia de esta conciencia colectiva tiene una fecha precisa: 1965. En ese año ocurrieron dos sucesos relevantes: los obreros agrícolas se reunieron con César Chávez y publicaron I am Joaquin y en Texas se creó el partido La Raza Unida. Estos dos hitos son para Anzaldúa los elementos que van a dar el surgimiento de una conciencia chicana como un pueblo distinto, al tiempo que se comienza reconfigurar su propia identidad: “Al tener un nombre, algunos de los fragmentos empezaron a encajar unos con otros” (Anzaldúa, 1987/2021: 82).

Pero Gloria Anzaldúa ahonda aún más en los propios procesos de identificación y de mestizaje que hacen a la cultura chicana. La lente que le permite observar y adentrase a nuevas contradicciones emergentes es la teoría feminista. Así, sostiene que “el trabajo de esa conciencia mestiza es descomponer las dualidades que sirven para aprisionar a las mujeres” (Anzaldúa, 1987/2021: 62). Según la autora, de esta operación surge un estado más elevado de la conciencia chicana que ella denomina “La Nueva Mestiza”. Tomando como punto de partida la idea de que el proceso de mestizaje chicano recupera el componente indígena, pero de una manera subalternizada, Gloria Anzaldúa va a sostener que la Nueva Mestiza apunta a retomar la genealogía de resistencias de las mujeres indias que han sido olvidadas y despreciadas. Encarna la conciencia mestiza y habita múltiples mundos por sus géneros, sexualidad, raza, clase, cuerpos, personalidad, creencias espirituales y/o experiencias de vida. La experiencia de la Nueva Mestiza se encuentra dentro del campo de lo que hoy denominamos feminismos interseccionales, antes de que el término se popularizara. En la propuesta de Gloria Anzaldúa, la Nueva Mestiza representa un estadio de conciencia superior: para su auto-reconocimiento es necesario no sólo nacer en la frontera sino asumir que “la lucha de la mestiza es por encima de todo una lucha feminista” (Anzaldúa, 1987/2021: 130).

A modo de cierre

A lo largo de Borderlands, el mestizaje se configura como una categoría transversal que organiza la totalidad de la obra. Gloria Anzaldúa lo despliega de manera procesual y relacional, entrelazándose con la frontera, la lengua y la identidad, y otorgándole diferentes intensidades y registros. En este sentido, se presenta como un concepto dinámico que permite comprender tanto las formas de opresión como las posibilidades de resistencia que emergen en los márgenes.

A partir de este recorrido, nos acercamos a la idea de mestizaje como un proceso que se constituye en un territorio específico: la frontera. Esto habilita rasgos particulares que emergen de “vivir en los bordes”. El espacio difuso que se abre en la frontera contiene elementos de diferentes culturas, pero de manera residual, lo que contribuye a formar la idea que las subjetividades emergen de allí son anómalas, raras, queer. En Bordelands no es sólo un límite geopolítico, sino que es concebido como un “no lugar” en el cual emergen formas de identificación subalternizadas, al tiempo que se convierte en un espacio fértil para la creación de subjetividades híbridas. Anzaldúa plantea que el habitar fronterizo no solo expone la vulnerabilidad de quienes quedan en los márgenes, sino que abre la posibilidad de cuestionar categorías identitarias rígidas y de gestar nuevas visiones colectivas. En este escenario, la lengua fronteriza se erige como un marcador identitario fundamental: más allá de su función comunicativa, constituye un dispositivo de autoafirmación colectiva y de resistencia cultural que cuestiona las perspectivas esencialistas de la identidad chicana.

A partir de esto, la dinámica de la conciencia mestiza se despliega en el rechazo de formas de identificación monolíticas como la hispanidad o la anglicanidad. Como parte de una identidad de frontera contribuye a constituir un mestizaje que es a la vez periférico y múltiple, que transita un camino de autoafirmación, de apropiación de lo ajeno, de tolerancia transformadora a la contradicción y ambivalencia. Gloria Anzaldúa lo resignifica en su intersección con el feminismo, dando lugar a la conciencia de la Nueva Mestiza. Ésta expresa la apuesta política y epistémica de la autora: habitar la intersección de múltiples sistemas de opresión, trascender la lógica dualista y antagónica asumiendo las contradicciones, lo ajeno y la vulnerabilidad, en un tránsito que abre la posibilidad de nuevas formas de conciencia. De este modo, Gloria Anzaldúa anticipa debates actuales sobre feminismos interseccionales y epistemologías del sur, al situar los espacios liminales como territorios productivos de subjetividades y genealogías de resistencia a partir de la experiencia de las mujeres chicanas.

Referencias bibliográficas

Anzaldúa, Gloria (1987/2021). Borderlands/La frontera: la nueva mestiza. Capitán Swing Libros (Trabajo original publicado en 1987), Madrid. Disponible en: https://enriquedussel.com/txt/Textos_200_Obras/Giro_descolonizador/Frontera-Gloria_Anzaldua.pdf

Anzaldúa, Gloria (2015/2021). Luz en lo oscuro (A. Keating, Ed.; V. Benialgo & V. Kierbel, Trad.). Hekht Libros, Buenos Aires, Argentina.

Cacheux Pulido, Elena Margarita (2003). Feminismo chicano: raíces, pensamiento político e identidad de las mujeres. En Reencuentro, N 37, pp. 43-53, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco Distrito Federal, México.

Curiel, Ochy (2003). Identidades esencialistas o construcción de identidades políticas: el dilema de las feministas negras. Otras Miradas. v.2 n. 2 https://www.redalyc.org/pdf/183/18320204.pdf

Lugones, María (2014). Colonialidad y Género. En Yuderkys Espinoso, Gómez Correal y Ochoa Muñoz (Ed.). Tejiendo de otro modo: Feminismos, epistemologías y apuestas descoloniales en Abya Yala. Cauca: Editorial Universidad de Cauca pp. de (57-91).

Moraga, C., & Anzaldúa, G. (Eds.). (1981). This bridge called my back: Writings by radical women of color. Watertown, MA: Persephone Press.

Notas

[1] Hacemos uso de la categoría de identidad en el sentido que le da Ochy Curiel (2002), como una noción que habilita posibilidades de reconocimiento a las experiencias de grupos sociales y a la constitución de subjetividades radicales.

Información adicional

redalyc-journal-id: 5258

HTML generado a partir de XML-JATS por