El Hegel
metafísico de Heidegger
The
metaphysical Hegel of Heidegger
Juan Pablo ESPERÓN
Universidad del Salvador / Universidad Nacional
de La Matanza / CONICET (Argentina)
jpesperon@hotmail.com
Palabras
clave: Heidegger, Hegel, ontología, metafísica.
Abstract: Heidegger is undoubtedly one of the most
important contemporary thinkers who has read and dialogue with the philosophy
of Hegel. But, to our knowledge, Heidegger endeavors to show that an
onto-theo-logical mode of thought appears in it. This article starts from the
following question: is it possible to argue that Hegel is a
"metaphysical" philosopher in the sense that Heidegger gives him?
Thus, this paper intends to reconstruct some relevant aspects of the reading
that Heidegger makes about the Hegelian system of thought in order to try to
outline an answer.
Keywords: Heidegger, Hegel, ontology, metaphysics.
1. El marco teórico heideggeriano. La
interpretación de la Metafísica como Onto-teo-logía
Para Heidegger la filosofía es aquel pensar
propio de occidente que busca determinar al ente en su ser. Su punto de partida
está en los entes mismos, en lo finito, en lo limitado, en las cosas mismas. El
ser-humano, en cuanto ser mortal, está entre medio de ellas y tropieza con
ellas, en las dimensiones propias de su existencia: el espacio y el tiempo, lo
que implica la apertura del mundo como mundo. Así, la filosofía se constituye
como tal al configurar un modo propio de preguntar sobre los entes. Entonces,
por un lado, la cuestión fundamental inherente a esta actividad es: ¿qué es el
ser del ente?, esto es: preguntarse por el ente en cuanto tal, es decir, qué es
en general lo que mienta al ente en cuanto tal. Esta pregunta apunta a la
estructura ontológica del ente. Por otro lado, se cuestiona ¿por qué es el ente
y no más bien la nada?, esta pregunta resalta el carácter contingente de todo
ente mundano; pero, equívocamente, a lo largo de la historia[1] occidental, se ha asociado
dicha pregunta, con el ente último del que todo surge y del que todo depende.
Esta interrogación apunta a la estructura teo-lógica del ente supremo. Por ello
es que para Heidegger la filosofía y, más específicamente, la metafísica
occidental se ha constituido en íntima unión onto-teo-lógica.
En tal sentido, la metafísica es aquella
disciplina que teoriza sobre el ente en cuanto ente, en busca de su estructura
general –ontología–, y teoría del ente supremo del cual dependen todos los
demás entes –teología. La doble configuración de la metafísica como
onto-teo-logía presenta conexiones[2] que no han sido
problematizadas en sus raíces comunes. Cuestionarlas equivale a pensar lo
in-pensado[3] en la metafísica; esto
implica, de algún modo, estar fuera de ella. Heidegger llama “historia de la
metafísica” a la forma de pensar que desde Platón a Hegel y Nietzsche se
despliega como teoría general del ser del ente y como teoría del ente supremo
(onto-teo-logía), dado que se ha olvidado al ser mismo, en favor del ser como
fundamento del ente. Por lo tanto, no debemos pensar que para Heidegger hay
diferentes épocas[4] históricas sino que hay una
sola época en la historia occidental: la que nombra el término metafísica. Así, la pregunta por el ser
se ha transformado, desde el comienzo de la historia de occidente, en una
pregunta por lo que tiene de general cada ente y por el ente del que dependen
todos los demás. Pero acá aparece un extravío
o enlace equívoco porque se identifica al ser con aquel ente que fundamenta
y causa toda existencia.[5] Tal identificación es la que
hace posible, a la vez, pensar al ser como fundamento. Pero al identificar al ser como fundamento de lo
ente se olvida la diferencia en cuanto tal, esto es, la diferencia entre ser y
ente. Aceptado esto, se abre el camino para que el ente supremo, y a través
de la concatenación entre causas y efectos, se constituya en fundamento y, a la
vez, causa primera de todo lo existente. Ello constituye el olvido de la
diferencia y la imposibilidad de pensar la irrupción de la novedad en cuanto
tal, pues lo nuevo siempre es explicado, atribuido o fundamentado por un ente
supremo, que funciona como centro organizador, garante de la existencia de todo
ente y dador de sentido, de acuerdo con el modo de pensar onto-teo-lógico
explicitado aquí.
Cuando Aristóteles define al hombre como un ser
dotado de razón, es decir, que su capacidad racional lo diferencia de los demás
seres vivos, convierte en una exigencia racional que éste dé cuenta de los
primeros principios o las primeras causas,[6]
asentando, de este modo, las bases
de la metafísica como ciencia y planteando así el escenario sobre el cual la
filosofía se constituirá en metafísica. El dar razones de sus afirmaciones es
propio de esta ciencia que adopta la forma de demostración. Pero Aristóteles se
da cuenta de que no todas las proposiciones la reclaman para sí o pueden serlo,
puesto que caeríamos en una demostración circular de resolución indefinida lo
que destruiría la esencia misma de la demostración. Dado que la demostración
absoluta es imposible, podemos, sin embargo, proceder a través de una más
restringida, a partir de proposiciones privilegiadas que no requieren ser
demostradas, porque estas proposiciones son absolutas, universales y
necesarias; además, deben ser inmediatamente verdaderas, es decir, evidentes:
“La metafísica se constituye como tal al adoptar los principios que han de
guiar la reflexión y explicación del ente en cuanto ente y sus atributos
esenciales”.[7] Queda, así, fundada la
metafísica como ciencia que estudia al ente en cuanto ente, es decir, lo que es
en cuanto que es y las propiedades que por sí le pertenecen. En este sentido,
se piensa al ser en miras al fundamento de los entes.
De acuerdo con esta
sistematización, la metafísica ubica en un lugar
privilegiado a ciertas proposiciones (principios evidentes), que permiten un
modo peculiar de acceso e inteligibilidad de lo real en cada etapa de la
historia del ser.[8] En el caso de la etapa
antigua, el ser (como fundamento de lo ente) es comprendido como elemento
determinante (principio evidente) con respecto al pensar: “El ser es”,[9] afirma Parménides. Dado que
fuera del ser nada hay y solo es posible pensar lo que es, necesariamente, el
pensar tiene que identificarse con el ser. La verdad se presenta en cuanto
adecuación (adaequatio) del
pensamiento y lo enunciado en la proposición con respecto al ser. Así, ser y
pensar son idénticos, en sentido lógico, y forman una unidad, en sentido
óntico.
Por otro lado, en la etapa moderna, el pensar se
determina a sí mismo (principio evidente) como elemento determinante con
respecto al ser que, a su vez, implica la disposición de una nueva concepción
de la verdad definida como certeza; certeza que tiene el yo-sujeto ante la
objetividad del objeto (certeza de la representación). “Pienso, luego soy”,[10] afirma Descartes, dado que
fuera del pensamiento nada hay; el ser, necesariamente, tiene que identificarse
con el ser pensamiento. El pensamiento mismo garantiza para sí la certeza de
ser. El pensar se presenta idéntico al ser, en cuanto conciencia de ser (lo
pensado) y autoconciencia de sí (el pensamiento). Si el rasgo fundamental del
ser del ente es ser fundamento; y si el yo ocupa el lugar del ser como
fundamento, entonces, éste se constituye en fundamento de lo real efectivo, es
decir, de todo lo ente en general en cuanto que es el ente privilegiado, entre
todos los entes restantes, porque satisface la nueva esencia de la verdad
decidida en cuanto certeza.[11] Y si su fundamentar
(representar claro y distinto) es cierto, entonces, todo representar es
verdadero; y si todo representar es verdadero, todo lo que el sujeto-yo
represente es real. Observamos, por lo tanto, que la identidad entre el
fundamento y lo fundamentado es subjetiva porque la verdad del representar
cierto depende del ego-cogito.
Como se ha expuesto ut supra, Heidegger[12] muestra que, en esta
sistematización aristotélica y a lo largo de la historia del pensamiento
occidental siempre se ha pensado presuponiendo[13]
el principio de identidad. ¿Qué entendemos por tal principio y cómo opera en la
lógica filosófica occidental? El principio de identidad[14]
afirma que “todo ente es idéntico a sí mismo”. La fórmula usual del principio
es expresada de la siguiente manera: A = A.[15]
Este principio es considerado la suprema ley lógica del pensar.[16] La tradición filosófica
convirtió en principio de identidad los principios aristotélicos de no
contradicción y tercero excluido; el primer principio señala que cualquiera sea
el ente en cuestión no puede ser y no ser al mismo tiempo y bajo un mismo respecto,
y el segundo, señala que todo ente es o no es, no es posible la formulación de
una tercera posibilidad. Ambos principios fueron asociados a la frase donde
Parménides señala la mismidad entre ser y pensar, a saber, “ser y pensar son lo mismo”.[17] Lo que expresa el principio
de identidad, en la historia de la metafísica, es que la unidad de la identidad
constituye un rasgo fundamental del ser de lo ente, y se constituye como
supuesto de todo pensar, en la medida en que es una ley que dice, que a cada
ente, le corresponde la unidad e igualdad consigo mismo.[18]
Igualdad y unidad pertenecen a todo ente en cuanto tal, siendo un rasgo
fundamental del ser del ente. Si los rasgos fundamentales del ser son la unidad
y la igualdad, éstos rasgos son concebidos como fundamentos de todo lo ente
(unificados por el principio de identidad), posibilitando su aparición y su
permanente presencia en la unidad de la identidad[19]
de sí mismo. Pues en toda fundamentación, presuponer al principio de identidad
permite poner en marcha la lógica de oposición disyuntiva que se despliega a lo
largo de la metafísica occidental. ¿Por qué? Porque si lo mismo, to autó, en griego; idem, en latín; das Selbe,
en alemán, se comprende como igualdad lógica y unidad onto-lógica; la frase de
Parménides dice, por un lado, idénticos son ser y pensar; y por el otro, ser y
pensar forman una unidad. Pues al
identificar al ser del ente en cuanto tal como fundamento de cada ente, como lo
fundado, se olvida al ser mismo en cuanto a su diferencia ontológica.
Entonces, cuando la filosofía ha contestado con
la idea a la pregunta “¿qué es el ser?”, ha respondido con el planteamiento de
otra diferencia, no centrada en la problematización del ser[20]
y el ente, sino “lo ente que es verdaderamente ente (la idea), esto es, aquel
ente privilegiado entre todos los demás entes, que cumple la exigencia de la
determinación del ser, en cuanto fundamento que fundamenta a los entes
restantes en su totalidad, y lo ente que no es verdaderamente ente (las cosas
sensibles)”.[21] Por medio de esta última
diferencia, han ocurrido dos cosas: primero, se ha dado un olvido de la
diferencia ontológica, la diferencia entre ser y ente; y segundo, se ha
remitido la verdad a uno de los lados en que ahora está dividida la realidad
(lógica binaria y de oposición), con lo cual se ha identificado (principio de
identidad) la verdad con lo que las cosas tienen en general y en común,[22] las ideas; y que a su vez,
ellas son condición de posibilidad de todos los entes porque de ellas dependen
(onto-teo-logía), pues las ideas están más allá de lo físico (en el ámbito
supra-sensible cuya característica es la permanente presencia y la
inmutabilidad).[23] Lo dicho da cuenta de por
qué la metafísica[24] es comprendida en la
tradición occidental como onto-teo-logía.
2. El lugar de Hegel en la historia de la
Metafísica según la interpretación de M. Heidegger
Como hemos mencionado en el apartado anterior,
Heidegger sostiene que con Hegel y Nietzsche se consuma la metafísica entendida
como onto-teo-logía. Es decir, la metafísica, como destino histórico de
occidente, ha desplegado todas sus posibilidades y ha llegado a su forma más
elevada y más perfecta de fundamentación de la totalidad de lo ente y su
dominio, y por eso mismo, como tal, la metafísica ha agotado todas sus posibilidades.
Sin embargo, esto no implica que la metafísica haya acabado, sino que ella no
puede dar nada nuevo, es decir, no hay en ella posibilidad de que lo nuevo
irrumpa; dado que, en la metafísica, todo lo que acontece resulta justificado y
fundamentado onto-teo-lógicamente.
Ahora bien, en occidente, el acontecimiento
esencial que condiciona tanto a la metafísica como a la historia es que se
piensa al ser del ente como fundamento mientras que el ser mismo y la
diferencia como tal se sustraen. Es decir, Heidegger piensa que en esta
historia hay un “olvido del ser” (Seinsvergessenheit).
Esta noción puede ser comprendida desde dos elementos relevantes: por un lado,
tal ocultación está dada por el ser mismo; pero por otro lado, el hombre olvida
el acontecimiento de dicha ocultación. Para Heidegger, a partir de esta
estructura acontecimental de la metafísica es posible reconstruir la historia
occidental cuyo carácter peculiar es ser onto-teo-lógica, desplegada desde los
griegos hasta la modernidad. Pero la filosofía moderna adquiere una relevancia
distintiva para Heidegger porque: por un lado, (a) la verdad es comprendida
como certeza (de la representación), y por otro lado, (b) la substancia deviene
sujeto y es entendida como ego. Aquí se prepara el marco conceptual para que
luego, Hegel logre la construcción de un sistema donde todas las diferencias
entitativas sean superadas a través de la mediación dialéctica y llevadas hacia
el saber absoluto.
2.1. La transformación de la esencia de la
verdad en certeza según la interpretación de Heidegger
Según Heidegger, en la época moderna aparece una
nueva concepción de la verdad: la certeza. El nombre expresa que la verdad es
un saber que se funda en la conciencia. La certeza designa la conciencia de lo
sabido y a la vez auto-consciente de sí. Este es el modo determinante del
conocimiento científico moderno.
La tesis que sostiene Heidegger es que el cambio
en la concepción de la verdad como adaequatio
hacia la certeza moderna no significa una ruptura con el pasado, sino más
bien la continuidad de la idea medieval de la verdad. Este aspecto sobre la
continuidad de la noción de verdad es un elemento relevante en la
interpretación heideggeriana.
En la Edad Media la verdad es concebida como adaequatio: adecuación del intelecto a
la cosa, según la fórmula corriente. Pero ésta es ambigua. En “De la esencia de
la verdad”,[25] Heidegger distingue dos
sentidos diferentes que se expresan en fórmulas diversas. Según el primer
sentido, la verdad es la adecuación de la cosa al intelecto. El intelecto es
aquí intelecto divino. La cosa, es el ente creado. Según el segundo sentido, la
verdad es la adecuación del intelecto a la cosa. La cosa es aquí la cosa tal
como se da al hombre. El intelecto, a su vez, es la facultad humana. Esta otra
fórmula no habla pues, de la verdad de la cosa, sino de la verdad del juicio.
Heidegger se pregunta cómo es posible tal concordancia. El hombre es también
creatura, y a diferencia de los otros entes, ha sido creado a imagen y
semejanza de Dios, quien ha puesto en él un entendimiento análogo al suyo.
Gracias a esta analogía, el entendimiento humano puede encontrar, en la cosa,
la idea divina creadora, concordando así indirectamente con el entendimiento
divino. Por lo tanto, la verdad de la cosa, como la verdad del juicio, tiene su
último fundamento en Dios.
Si se aceptara semejante concepción teológica de
la verdad tal como la interpreta Heidegger, el saber sería incapaz de alcanzar
la indubitabilidad. Pues Dios, fundamento del saber, es también algo sabido por
el saber. Para que este saber respecto de Dios fuese indubitable, sería preciso
que tuviera ya una garantía de su verdad distinta de Dios. Mientras no posea
tal garantía, Dios es vulnerable a la duda, y no puede, por ello, convertirse
en fundamento de la certeza. Si se habla de una continuidad en la comprensión
de la verdad, ¿en qué consiste, entonces, el paso de la concepción teológica de
la verdad a la de Descartes? Heidegger nos da una respuesta a esta pregunta
mostrando que en la edad media actúa ya una tendencia hacia una cierta certeza,
la cual, al desarrollarse históricamente, desemboca en la certeza cartesiana.
Esta evolución tiene a la vista la concepción medieval del hombre. Éste,
gracias al cristianismo, centra su existencia en relación con Dios. Su vinculación
con el mundo la considera como algo que tiene que superar para conquistar su
esencia, es decir, su cercanía con Dios. Por ello, el interés primordial del
hombre radica en buscar una certeza, una seguridad que le garantice el
cumplimiento de dicha tarea. Pero, semejante certeza, no puede adquirirla por
medio de su propio saber, sino por medio de la fe, que le ayuda a encontrarla
en Dios, fuente de toda verdad, y en la Iglesia, guardiana y administradora de
la verdad revelada.[26]
Lo verdaderamente real (actus purus) es Dios: realidad efectiva (actualitas), él es la causalidad eficiente. La causalidad suprema
es el actus purus como summun bonun, y en cuanto fin último,
fija en la causa primera toda realidad de lo real. Mediante la fe, el hombre
tiene certeza de la realidad de lo supremo. La causalidad de lo supremo asigna
así al hombre una determinada especie de realidad, cuyo rasgo fundamental es la
fe. En la fe reina la certeza. El hombre sólo puede estar en ese vínculo de la
fe si, al mismo tiempo, desde sí y en cuanto él mismo, se inclina hacia lo
vinculante; y en tal inclinación se libra a lo creído, y, de ese modo, es
libre. La libertad del hombre reina en la fe y en su certeza.[27]
Pero el hombre no sólo se relaciona con Dios y el
mundo creado por él de manera creyente. También se relaciona con lo real en
virtud del lumen naturale. Todo
comportamiento y todo obrar humano natural tiene tanto más que basarse
necesariamente en una certeza llevada a efecto por el hombre mismo y para él
mismo, cuanto que lo sobrenatural se funda, de cierto modo, en el
comportamiento natural de acuerdo con la proposición: gratia supponit naturam. La esencia de la verdad del comportamiento
natural del hombre tiene que ser la certeza. Esta exigencia de un
auto-aseguramiento de la consistencia natural del hombre llevado a cabo por él
mismo, no surge de un alzamiento en contra de la doctrina de la fe, sino que
es, por el contrario, la consecuencia necesaria de que la verdad suprema tenga
el carácter de certeza de salvación. Entonces, la transformación esencial de la
verdad en certeza del representar está determinada por la esencia del ser como actus purus.[28]
Sin embargo, esta certeza no es absoluta. No todo
hombre posee la fe. Esta puede perderse o no recibirse nunca. Pero, aún en este
caso, la necesidad de seguridad no desaparece. Fuera de la religión, desligado
de Dios, el hombre sigue afanándose en torno a la seguridad, pero ya no
respecto de la salvación como acercamiento a Dios, sino respecto de sí mismo y
del mundo, que es lo que queda después de la desligación. Para ello sólo posee
ahora su propio pensar, para el cual tiene que buscar una garantía de su
certeza sin salirse de él hacia una instancia extraña. Así, la verdad se
convierte en la certeza, la verdad del hombre que ha perdido la fe, es decir,
en la indubitabilidad del saber que se sabe así mismo y por sí mismo como
inconmovible.[29]
Si, de este modo, la representación natural de lo
real, llevada a efecto por el hombre mismo, también es sustentada y guiada por
la verdad como certeza, entonces todo lo real, todo ente verdadero tiene que
ser un ente cierto. Algo verdadero es algo que el hombre lleva ante sí de modo
claro y distinto, y que, en cuanto así llevado ante sí (representado), se lo
remite a sí, para, en tal remisión, poner en seguro lo representado. La
seguridad de tal representar es la certeza. Lo verdadero, ahora, es lo
efectivamente real. El representar libre de dudas es el representar claro y
distinto. La realidad es la objetividad guiada por y para el representar
cierto.[30]
En suma, la certeza reivindica desde sí, en
cuanto esencia de la verdad, que lo que se puede saber y lo sabido sea
verdaderamente real, y de ese modo puesto en seguridad. La certeza es la
seguridad de todo lo representado. Por eso, la certeza exige una
infraestructura que la satisfaga, que expresamente yazca allí delante, de modo
constante, como fundamento del representar. Tal exigencia de la certeza apunta
a un fundamentum absolutum et inconcussum,
a un cimiento que no dependa de una referencia a otro, sino que esté de
antemano desligado de esa referencia y descanse en sí mismo. Entonces Heidegger
se pregunta cuál es el ente capaz de adecuarse a la esencia de la verdad,
entendida ahora, como certeza.[31]
2.2. La transformación del sujeto en ego según la interpretación de Heidegger
El término sujeto viene del latín subjectum
que, a su vez, es traducción del vocablo griego hypokeímenon.[32] Este es un concepto que
proviene de la ontología aristotélica. Etimológicamente, hypokeímenon
significa lo sub-yacente. Etimológicamente, subjectum significa lo
arrojado a la base, lo sub-puesto; y ontológicamente, el esse in se, en
el que reposa y se fundan las propiedades. Subjectum
es el nombre para ser del ente, y asimismo, se lo piensa como independiente del
yo. Subjectum, por ejemplo,
es la casa y el árbol, la tierra y el cielo. En cambio, lo que en la edad media
se llamó objectum, sí está íntimamente vinculado al yo.
Etimológicamente, objectum es lo puesto delante; ontológicamente, es lo
proyectado por el yo, el producto de su actividad representante. No designa lo
real sino lo representado. Por ejemplo un lago de oro es un objectum. Es
algo meramente subjetivo en sentido moderno.
Ahora bien, la esencia de la metafísica moderna
radica en la relación sujeto–objeto. Pero estos términos no corresponden
exactamente a los conceptos de subjectum y objectum medievales,
pues estos modifican su significado al pasar al lenguaje filosófico moderno. En
las Meditaciones Metafísicas y el Discurso del Método de
Descartes podemos encontrar elementos relevantes respecto de estas
modificaciones conceptuales.
Pero aquí debemos detenernos nuevamente en la
interpretación heideggeriana al respecto; pues, afirma que Descartes no logra
un nuevo comienzo del filosofar ya que su marco teórico se desenvuelve dentro
de la lógica de la pregunta por el fundamento que Aristóteles desplegara: ¿qué
es ser del ente? Es decir, que el problema que vuelve a recrear Descartes es la
pregunta por el fundamento desde una lógica onto-teo-lógica. En este sentido,
Heidegger muestra que en la metafísica cartesiana no aparece una ruptura con el pasado,
sino más bien, hay una continuidad de una misma lógica heredada. Este aspecto
sobre la continuidad griega-moderna, también, de la metafísica entendida como
onto-teo-logía es un elemento relevante en la interpretación heideggeriana.
Descartes pretende romper con la tradición y
comenzar de nuevo a filosofar sin apoyarse en ninguna de las filosofías
heredados del pasado. Pero, la investigación histórico–filosófica ha mostrado,
que no logró tal ruptura y que opera con el repertorio conceptual escolástico
recibido a través de las Disputationes Metaphysicae del español
Francisco Suárez. Pero Heidegger, por su parte, va más lejos, y busca las
raíces de la reflexión cartesiana en el pensamiento griego, específicamente, en
la metafísica aristotélica.
Las meditaciones cartesianas buscan una nueva
ciencia del ser del ente, esto es una ciencia estricta cuyos fundamentos sean
claros y distintos, para lo cual se vale del concepto de substantia. En este sentido, Descartes opera con la
misma idea del ser que los griegos. Lo substante es el substrato
permanentemente presente en la cosa, en la cual los accidentes aparecen y
desaparecen. Substantia es, pues, permanente presencia.[33]Sin
embargo, la pregunta por el hypokeimenon o subjectum se modifica
en Descartes. Según Heidegger, este cambio de dirección se produjo gracias a la
aparición de una nueva idea de verdad que posibilitaal ego cogito representarse como lo que yace delante
constantemente, es decir, ser subjectum, esto es, la seguridad de
aquello sobre lo cual no puede haber nunca una duda en ningún acto del
representar. El ego, las res
cogitans, es el subjectum eminente cuyo esse satisface a la
esencia de la verdad en cuanto certeza. De este modo, las meditaciones
se designan a sí mismas como meditaciones de prima philosophia, es
decir, como meditaciones que se mantienen en la esfera de la pregunta por el ens
qua ens. De este modo, la mens humana, de acuerdo con esta
distinción de yacer delante como subjectum reivindicará exclusivamente
para sí el nombre de sujeto, de manera tal que subjectum y ego,
subjetividad y yo, se volverán sinónimos.[34]
Ahora bien, el subjectum tiene el carácter
de fundamento. De modo que la pregunta cartesiana por el fundamentum primum es
la pregunta por el subjectum primum. Entonces, la primera pregunta de la
philosophia prima es cuál es el subjectum que satisface las
exigencias de la verdad como certeza, cuál es el subjectum indubitable.
El método para encontrarlo está ya prefijado en la idea de la verdad como
certeza, ¿qué impulsa a buscarla?: la duda. Descartes recorre en las primeras
meditaciones todas las cosas, desde el trozo de cera hasta Dios, sin poder
encontrar en ellas lo buscado. Ninguna de ellas resiste los ataques de la duda.
Lo único que queda como indubitable es la duda misma. Pero el dudar es un modo
de pensar. Por lo tanto, el egocogito es el subjectum por
excelencia. En él tienen que reaparecer las notas del hypokeímenon. En
efecto, el ego es el único ente que, en sentido estricto, reposa en sí
mismo. Sus propiedades, es decir, sus cogitationes, reposan en él, pues
son actos suyos. El yo, es el que subyace a todos los actos, el soporte.[35] Así, todos los entes
restantes tienen a la base el yo como su fundamento. Si llevamos esto hasta sus
últimas consecuencias, es inevitable la conclusión: el único subjectum
es el yo.[36]
La metafísica moderna saca esta consecuencia
implícita en el punto de partida cartesiano. Pero esto no ocurre de un golpe,
sino en una lenta evolución. Descartes emplea, aún en las meditaciones, el
término subjectum medieval.[37]
En Kant encontramos una completa identificación de sujeto y yo, aún cuando
algunas veces, muy pocas, usa al primero en el viejo sentido. A partir de Hegel
la identificación es total. El sujeto y el yo son idénticos. En este sentido,
el yo-sujeto es la condición de posibilidad no sólo de todas sus
representaciones, sino también de la realidad efectiva y su devenir histórico.
3. Heidegger, lector de Hegel
Como hemos mencionado en el apartado anterior,
Heidegger sostiene que con Hegel y Nietzsche se consuma la metafísica entendida
como onto-teo-logía. Es decir, la metafísica, como destino histórico de
occidente, ha desplegado todas sus posibilidades y ha llegado a su forma más
elevada y más perfecta de fundamentación de la totalidad de lo ente y su
dominio, y por eso mismo, como tal, la metafísica ha agotado todas sus
posibilidades. Sin embargo, esto no implica que la metafísica haya acabado,
sino que ella no puede dar nada nuevo, es decir, no hay en ella posibilidad de
que lo nuevo irrumpa; dado que, en la metafísica, todo lo que acontece resulta
justificado y fundamentado onto-teo-lógicamente.
Sin embargo, el sistema de pensamiento hegeliano
marca un hito acontecimental en el devenir histórico de la filosofía de
occidente en cuanto es posible hacer ciencia y experiencia desde la
consciencia; y mostrar, de este modo, que hay una racionalidad en el despliegue
del ser a partir de la especulación dialéctica en su recorrido histórico. Este
hito tiene dos consecuencias inmediatas para la filosofía contemporánea. Por un
lado, todo pensador, directa o indirectamente, se ve obligado a tomar posición
y confrontar con este sistema de pensamiento, ya que, por otro lado, Hegel
lleva al pensamiento filosófico hacia fronteras que, de algún modo, delimitan
el camino del pensamiento filosófico contemporáneo. Heidegger, por su parte, no
desconociendo esta cuestión coyuntural, toma posición y decide confrontar con
el sistema de pensamiento hegeliano. Por esto mismo, dedica parte de sus
escritos y su pensamiento a esta confrontación. Pero en estos escritos,
Heidegger, se aboca a delimitar una interpretación de la filosofía hegeliana
onto-teo-lógica, mostrando que en el sistema hegeliano se consuma la metafísica
occidental.
Algunos textos relevantes en los que Heidegger
interpreta, desde su propio marco conceptual, la filosofía hegeliana y lleva
adelante una confrontación directa con ella son:
1. Hegel.
GA 68, traducido como Hegel.
2. Hegels Begriff der Erfahrung. GA 5, traducido
como El concepto de experiencia en Hegel.
3. Hegel und die Griechen. GA 9, traducido como Hegel
y los griegos.
4. Die onto-theo-logische Verfassung der
Metaphysik. GA 11, traducido como La constitución onto-teo-lógica de la
Metafísica.
1. En el tomo 68 dedicado a Hegel reaparece la principal preocupación de Heidegger que es la
cuestión de la diferencia ontológica, la pregunta por la diferencia entre ser y
ente.[38] En Ser y tiempo intenta abordar esta pregunta desde el marco de la
fenomenología de Husserl y en el ambiente del kantismo imperante. En este
contexto la pregunta por la diferencia ontológica replantea el problema
kantiano de la fundamentación de la metafísica. El ‘giro’ crítico kantiano
focaliza en la pregunta por las condiciones de posibilidad y los límites del
conocimiento de los fenómenos. Heidegger pregunta por el sentido del Ser como
marco de precomprensión de la totalidad de los entes.[39]
La (re)fundamentación kantiana de la metafísica pregunta por las condiciones de
posibilidad del conocimiento científico y obtiene como resultado las formas
puras del sujeto racional, a partir de las cuales se conforma el contenido dado
en la experiencia. Sin embargo, no problematiza la evolución o el desarrollo
histórico de estas estructuras del sujeto.[40]
Aun cuando la pregunta ontológica heideggeriana surgió de la lectura de un
libro de Brentano (en un marco ‘realista’, derivado de la tradición católica y
aristotélica en la que estaba inserto), opuesto a la perspectiva del
‘idealismo’ kantiano, el primer intento de respuesta por parte de Heidegger,
sigue la orientación kantiana, centrada en la concepción trascendental del yo.[41] Esto da una pista sobre los
tres autores que considera ‘fundamentales’: Aristóteles (antiguo), Descartes
(católico) y Kant (moderno).A partir de la Vuelta/Viraje [Kehre], la pregunta por la
diferencia ontológica se vuelca en la indagación de lo no pensado en la historia del pensamiento, es decir, en lo
‘olvidado’ en la historia de la metafísica, lo que está en relación con sus
estudios sobre Nietzsche y su comprensión de ‘la historia como error’.[42] La Vuelta es el abandono
del ‘idealismo subjetivo’ y el retorno al ‘realismo objetivo’. Se pasa de la
comprensión del ser al ser mismo como horizonte, como condición de posibilidad.
Resumiendo el itinerario heideggeriano: Kant hizo
posible replantear la pregunta por el fundamento de la metafísica orientándose
hacia lo olvidado en la historia del pensamiento occidental, pero el ‘fracaso’
del proyecto de Ser y tiempo condujo
a deslizar el acento de la comprensión del Ser (condiciones de posibilidad del
conocimiento) al Ser como horizonte de sentido (condiciones de posibilidad de
la metafísica). ¿Sería posible preguntar por estas condiciones de posibilidad?
¿Cómo?
Descartes hizo manifiesta la dificultad para
poner en duda la racionalidad de la razón desde la misma razón. Kant enfrenta
dificultades análogas cuando pregunta por la posibilidad de los juicios
sintéticos a priori (crítica), es decir, por la verdad de la ciencia. Hegel
continúa en esta misma dirección cuando somete a la razón al camino del escepticismo,[43] enfrentándola con su propia
negatividad. La duda, la crítica y la negatividad tienen origen en la crisis de
la scientia cristiana, que sigue a la
‘disolución’ de la verdad revelada como efecto de la Protesta y de las guerras
de religión. Son las respuestas a la inseguridad y la pérdida del fundamento
características de la crisis. Heidegger, siguiendo la inspiración nietzscheana,
retrotrae la crisis de la modernidad a la crisis del mundo antiguo que dio
origen a la filosofía y a su búsqueda de seguridad en un mundo que se disuelve.[44] La ‘indubitabilidad del
pensar’[45] se sostiene en el pensar
como ratio,[46] como facultad que
permite conocer lo que es, como característica de la esencia del hombre en la
historia de la metafísica [‘Animal racional’ (Aristóteles), ‘compuesto de
cuerpo y alma’ (santo Tomás), ‘substancia pensante’ (Descartes), ‘sujeto
racional’ (Kant), ‘Espíritu’ (Hegel)]. De aquí que una cuestión que atraviesa
toda la obra de Heidegger sea el desfondamiento de los fundamentos, la huída de
la filosofía (metafísica) de la ausencia de sentido y la manera en que sea
posible preguntar por esta ausencia, deteniéndose ante el Abismo.[47]
Tal cometido cuestionador enfrenta una dificultad
adicional cuando se quiere ‘confrontar’ con la filosofía de Hegel, pues éste
interiorizó la crítica y el escepticismo, volviendo ‘incuestionable’ el
resultado. Heidegger es consciente de que no se puede cuestionar el ‘sistema’
ni desde el interior (porque la totalidad desarrollada ha integrado cada uno de
sus momentos unilaterales, parciales y relativos, incluso, críticos) ni desde
el exterior porque no hay nada que permanezca exterior. Entonces, trata de
“ablandar esto indudable”, es decir, busca hacer
cuestionable la indubitabilidad del pensar. ‘Hacer cuestionable’ quiere decir
tomar distancia de toda la historia de la metafísica. ‘Hacer cuestionable’
desde una perspectiva genealógica es
preguntar por el origen oculto[48], indagar por la ruptura y
la discontinuidad. Pero ya Hegel había advertido esta imposibilidad: nadie
puede saltar por sobre su propia sombra.[49]
Por eso Heidegger advierte que no se trata de saltar, sino detenerse ante el
abismo.[50]
Indudablemente, la filosofía no ha dejado de
preguntarse por el ser, por el sentido, por la razón y por la verdad, pero no
ha podido desarrollar la fuerza suficiente (la ‘voluntad’, diría Nietzsche)
para aceptar la pérdida de la Verdad antigua (μύθος) y la pérdida de la Verdad cristiana (revelationis),[51]
sin reemplazarla por sucedáneos. Desde este ‘punto de vista’[52] se trata de replantear la
pregunta por la Verdad del Ser haciendo posible una de(con)strucción de toda la
historia de la filosofía ‘occidental’ en la que el ser ha sido pensado como
‘presencia de lo presente’.[53] La pregunta decisiva es: “¿Qué sucede con el ser
[Seyn] si no ‘es’ un ente ni el
máximo ente, pero tampoco un mero suplemento del ente?”[54]
¿Cuál es, desde el punto de vista de Heidegger,
el defecto o la inadecuación de la justificación histórica hegeliana? En
términos nietzscheanos: la falta de perspectiva. Hegel comprende la historia
desde la perspectiva de la filosofía, exponiendo los resultados en las
lecciones[55] de Berlín principalmente
aquellas en las que se ocupa de la filosofía de la historia universal. Su
perspectiva nunca deja de ser filosófica, es decir, (en términos de Heidegger)
‘metafísica’.[56] La
historia de la filosofía de Hegel es la historia de la metafísica: comienza con
Sócrates y culmina con Hegel, y su tarea “es concebir lo que es”, la totalidad de lo
ente. Desde este punto de vista se soslaya la pregunta por el Ser, que queda
sepultada tras el sistema óntico. La falta de perspectiva hegeliana se
vislumbra desde la pregunta por la diferencia ontológica. Así, “la autoconciencia histórica de Heidegger se nos aparece como la más
extrema contrapartida posible al proyecto del saber absoluto y de la plena
autoconciencia de la libertad que se encuentra a la base de la filosofía de
Hegel. Mientras el ser del ente se erija en objeto de la pregunta metafísica,
el ser en sí mismo no podrá ser pensado de ningún otro modo que no sea desde el
ente que constituye el objeto de nuestro conocimiento y nuestros enunciados”.[57] A partir de la
autoconciencia histórica de Heidegger se hace necesario retroceder hasta más
atrás del comienzo de la filosofía griega, cuando se inicia la racionalidad
imperante hasta nuestros días.
2. En Hegels
Begriff der Erfahrung Heidegger se vuelca a estudiar y delimitar el
significado del concepto de experiencia (Erfahrung)[58] en Hegel; para ello se
aboca a interpretar la introducción de la Fenomenología[59]
del Espíritu[60]. Como es sabido, para
Heidegger, en la tradición metafísica se comprende al ser como fundamento de lo
ente, por lo cual el ser es presentarse (anwesen).
Ahora bien, la entidad de la consciencia es presentarse, aparecer (Erscheinen). En Hegel la conciencia[61]
está abocada en el objeto que la afecta, así, tiene experiencia de él y se
figura que ella es “para el objeto” [für
es]. Esta es intencional; pero hasta aquí, la conciencia no tiene, ni hace
experiencia de sí misma, sino del objeto. Saber algo no es un mero
tener-conciencia-de-algo, sino que significa estar-ocupado-con-ello, así por
ejemplo saber un idioma no es solo conocer su léxico y su gramática, sino vivir
en el interior de la lengua y ser responsable de ella; cualquier lengua no tiene
existencia aparte de sus hablantes, son estos los que constituyen su
existencia, de no ser así sería una lengua muerta. Conciencia se dice en alemán
Bewusstsein, literalmente
ser-y-haber-sabido-algo, en español se pierde este doble significado. En
castellano construimos las formas perfectas del pasado con el auxiliar –haber-,
no con el verbo –ser-. En la voz alemana Bewusstsein
se escucha a la vez ser-sabido-algo (primacía del lado objetivo, externo, lo
importante es lo sabido mientras la conciencia se comporta pasivamente frente a
él), y haber-sabido-algo (primacía del lado subjetivo, consciente, algo ha
quedado interiorizado, constituyendo el pasado de la conciencia). Para Hegel,
ser-conciencia es estar con algo diferente de ella, es estar de antemano escindido
en su interior. El saber de la ciencia presente pero formal es algo “apropiado”
en y por la conciencia como algo pasado pero concreto, y con un sentido. Así,
hay que salvar la distancia, “la pasividad” ha de elevarse a presente, y a la
inversa, el presente, activo pero formal, ha de adentrarse en su propio
contenido pasado. En términos filosóficos: la verdad (objeto de la ciencia) ha
de dar forma a la certeza subjetiva
propia de la conciencia; y a la inversa; esta ha de construir el contenido que
le embarga en su formalidad.[62] El paso
entra ambos, la mediación o fundamento, del doble movimiento es la
“Experiencia”. La conciencia sensible aparece para ir interiorizando
(recordando) esa supuesta exterioridad e independencia. Lo que así va
emergiendo es el espíritu tal como aparece a la conciencia, a la vez que la
conciencia se va compenetrando, con él
(aunque ella no lo sepa, es desde el inicio espíritu aparecido); hasta
que la progresiva fusión de experiencia y aparición llega a la perfecta
conjunción de conciencia y espíritu, en el saber absoluto.[63]
Por otro lado, fenómeno para Hegel significa
aparecer, presentarse. Fenomenología
del Espíritu[64]
significa el presentarse total del espíritu ante él mismo. “El aparecer,
es devenir-se-otro para llegar-a-sí-mismo. El aparecer, el revelarse, no es
cualquier cosa o algo contingente que le pase al espíritu, sino que es la
esencia de su ser”.[65]
Heidegger interpreta el aparecer de la conciencia
como experiencia; por lo cual hace coincidir la experiencia como nombre del ser
del ente porque experiencia nombraría, según la interpretación heideggeriana a
la subjetividad del sujeto (como fundamento). La experiencia que la consciencia
hace sobre sí es un elemento decisivo para que ella se reencuentre a sí misma
como espíritu. “Experiencia
de la conciencia” no significa que las experiencias serán hechas sobre la
conciencia, sino que es la conciencia misma que hace las experiencias, y esta
experiencia la hace ella consigo misma. La conciencia es el sujeto de la
experiencia y no el objeto. Entonces, “Experiencia de la Conciencia” es “la
experiencia que la conciencia hace sobre sí”, es decir, en ella como saber del
objeto; pues debe experimentar que ella misma deviene otra, así se confirma en
su verdad lo que ella propiamente es. En la experiencia que la conciencia hace
consigo, ella se hace-otra, pero este devenirse-otro es un llegar-a-sí-misma.
La experiencia es experiencia de la conciencia, y solo es posible si la
conciencia es sujeto de la experiencia. En la experiencia que la conciencia
hace consigo experimenta la necesidad de su propia esencia, porque ella misma
como saber en esencia es absoluta, es ciencia. “El saber absoluto que se sabe a sí mismo como saber absoluto es
Espíritu. Así, el Espíritu es ese ser-sí-mismo-en-sí-y-consigo que viene a sí
mismo en el devenirse otro.”[66] Así, el espíritu es fundamento onto-teo-lógico.
Desde la perspectiva onto-teo-lógica de la
historia, entonces, Heidegger hace coincidir el despliegue de la metafísica de
Hegel como ontología en la Fenomenología del Espíritu y como teología, en la
ciencia de la Lógica. Y la unidad del sistema desplegado es la Ciencia de la
Lógica. En Hegel,
la filosofía no llegó a ser la ciencia porque en ella tenga lugar la última
justificación de las ciencias y de todo saber; sino que la filosofía llegó a
ser la ciencia, porque se trata de superar el saber finito al alcanzar el saber
infinito. La ciencia, en Hegel, se presenta como saber absoluto. La ciencia en
cuanto saber absoluto es en el interior de sí, en su interna esencia, sistema.
El saber absoluto solo se sabe a sí mismo cuando se despliega y se exhibe en el
sistema y como sistema.[67]
Entonces, para
Hegel, ciencia (Wissenschaft) es el
saber absoluto, es decir, el movimiento que la conciencia ejerce en ella misma.
Este movimiento es la confirmación de la verdad de la conciencia: del saber
finito como conciencia al saber infinito como espíritu, y esta confirmación es
la presentación del espíritu. La Fenomenología es la manera en que el saber
absoluto se lleva a sí mismo hacia sí mismo, y por eso ella misma es ciencia,
onto-teo-lógica.
3. El texto Hegel
und die Griechen complementa al anterior en cuanto Heidegger interpreta el
concepto de Experiencia hegeliano en su devenir histórico. En primer lugar, el
título de este escrito ya delimita; por un lado, la metafísica y su historia,
pues, para Heidegger, esta comienza con los griegos y se consuma con Hegel;
pero también, este título delimita el lugar que Heidegger le otorga a Hegel
dentro de esta historia, es decir, como culminador o consumador de la
metafísica.
Como es sabido, para Hegel el autodesarrollo del
espíritu hacia el saber absoluto coincide con el devenir histórico de la
historia de la filosofía. La confrontación que Heidegger lleva adelante contra
Hegel en este escrito se sitúa en la consideración hegeliana de que la
filosofía griega es el punto más abstracto de la historia pues “todavía no” se
alcanza la autoconsciencia. Aquí el punto de discrepancia con Heidegger radica
en que este “todavía no” es interpretado respecto de lo “no pensado” del ser
que se oculta en la historia metafísica; y en este sentido, es que, para
Heidegger, volviendo sobre los pasos de los primeros pensadores griegos se
podría pensar al ser en cuanto tal y su sentido. Esta controversia conduce,
también, a un desacuerdo entre ellos respecto de la concepción de la verdad;
porque mientras que para Hegel la verdad es autocerteza de sí (o
autoconsciencia que es espíritu); para Heidegger la verdad es considerada como
desocultamiento (Άλήθεια) remitiéndose a la significación dada por los griegos
y olvidada por la metafísica. El último punto de desacuerdo al que nos conduce
esta controversia sobre la verdad es respecto de la noción de historia.
Mientras que para Hegel la historia es el despliegue del espíritu, atravesando
diferentes grados de perfección hasta culminar en el saber absoluto; Heidegger,
piensa la historia de un modo problemático, pues la historia de la metafísica
es la historia del olvido del ser y su creciente autoalienación; pero en esta
misma historia es posible volver a preguntar, de un modo originario por el ser
y su sentido, lo que para Heidegger significaría la posibilidad de comenzar una
nueva historia destinada por el ser mismo.
4. En Die
onto-theo-logische Verfassung der Metaphysik, Heidegger realiza una
interpretación de la lógica hegeliana comprendiéndola como onto-teo-logía. Mientras
que para Heidegger hacer filosofía es pensar la diferencia en cuanto
diferencia, para Hegel el pensar tiene por sustancia el concepto absoluto. Otro
punto de controversia que aparece en este texto es para Hegel la pauta para el
diálogo con la historia de la filosofía radica en la fuerza que se entabla a
partir de lo ya pensado y esta fuerza es tal que puede ser llevada y superada
hacia el pensamiento absoluto; para Heidegger, también la fuerza del pensar
radica en entablar un diálogo con los pensadores de la historia de la
filosofía, pero a diferencia de Hegel, la fuerza del pensar radica en lo “no
pensado” por los pensadores, espacio en el cual es posible nuevamente pensar al
ser en cuanto tal. Por último, mientras que para Hegel este diálogo tiene el
carácter de superación (Aufhebung)
que hace posible que la “Ciencia de la Lógica” sea el programa de la metafísica
occidental; como así también, el desarrollo y la culminación de la historia de
la metafísica en el tiempo no sea otra cosa que el desarrollo del programa de
la lógica. En cambio, Heidegger propone dos movimientos complementarios para
pensar lo in-pensado en esta historia de la filosofía. Por un lado, el pensar
se propone como “paso atrás” (der Schritt zurück), preguntando y
haciendo asunto de litigio a la diferencia en cuanto tal, observando que la
diferencia onto-teo-lógica no es la diferencia-originaria que los primeros
pensadores “presocráticos” señalaron. Lo “no pensado” muestra el olvido de la
diferencia. El otro movimiento del pensar que Heidegger propone es el “salto” (der Absprung),este salto es un movimiento del pensar más allá de
los límites de fundamentación metafísica, lo que permite, para Heidegger,
replantear de otro modo cómo se manifiestan el ser y el hombre. Este salto, es
un salto más allá de la historia acontecida, es en dirección a la verdad del
ser mismo y al Ereignis. “… El
Ereignis es el ámbito en sí mismo oscilante, mediante el cual el hombre y el
ser se alcanzan el uno al otro en su esencia y adquieren lo que les es esencial
al perder las determinaciones que les prestó la metafísica”.[68] De este modo, para
Heidegger, el movimiento de retroceso (paso atrás) y avance (salto) respecto de
la metafísica, sitúan, su historia, en cuanto despliegue tecno-científico, como
una época acabada.[69]
En suma, así como la Aufhebung es la nota peculiar del sistema de pensamiento hegeliano,
el “paso atrás” y el “salto” son los movimientos peculiares del modo de pensar
en Heidegger que hacen posible una delimitación de la historia metafísica como
onto-teo-lógica, a la vez que estos movimientos posibilitan la Kehre hacia el planteamiento, ya no de
la pregunta por el ser y su sentido, sino que la pregunta se dirige a la
estructura del Ereignis.
4. Conclusiones
Para Heidegger la metafísica occidental y
específicamente la metafísica moderna se constituye y se caracteriza en su
devenir histórico a partir de una lógica onto-teo-lógica (se comprende al ser
como fundamento de lo ente). Esta última comienza con Descartes y es consumada
en la filosofía de Hegel; porque si el ‘yo pienso’ es concebido como
fundamento, lo verdadero es la substancia en sí, que deviene sujeto para sí,
como saber de sí. Lo verdadero es el todo, la substancia devenida sujeto –es la
unidad sujeto-objeto–, es decir, el saber absoluto. Aquí estamos ante la
dialéctica, donde no es ya lógica formal, sino que es la ciencia en donde
método y contenido van unidos. La forma está unida al principio. De este modo,
se explica la multiplicidad de entes a partir de la identidad del pensar con el
ser. Pero aquí también la multiplicidad es fenómeno, porque al identificar la
verdad con lo absoluto y lo absoluto con la unidad, solo reduciendo lo múltiple
a la unidad estaremos en posesión de la verdad. En este sentido, para
Heidegger, Hegel vuelve a reproducir la lógica onto-teo-lógica propia de la
metafísica occidental.
En consecuencia, Heidegger postula y
conceptualiza la noción de Ereignis,
buscando encontrar y aproximarse a una dimensión originaria y diferente para
pensar al ser y su relación con el ente alternativa a la lógica metafísica.
Mientras esta última lógica intenta fundamentar y justificar la totalidad de lo
ente en relación con su ser, Heidegger pretende abrir un nuevo camino para
pensar al ser, al tiempo y su relación con los entes. Se trata de postular una
nueva manera de pensar la realidad por fuera, o mejor aún, sorteando los
límites rígidos establecidos por el paradigma cientificista, cualquiera sea la
variante que sea considerada. De este modo, las preguntas ¿qué es el ser?,
¿cuál es su sentido?, se convierten en los dilemas rectores que le permiten,
por un lado, desarrollar conceptos que sirvan como base para una crítica
radical a la metafísica entendida como onto-teología; pero, por otro lado,
postular las nociones de Ereignis y
diferencia ontológica para precisar que el ser es diferente y se sustrae
respecto de la presencia del ente, e iniciar una búsqueda para preguntar de un
nuevo modo por el ser del hombre, cuestión abordada desde Sein und Zeit.
Ahora bien, en este artículo se determinan
algunos puntos en la confrontación que Heidegger lleva adelante contra Hegel.
El primero reside en la concepción de la noción de historia; porque mientras
que para Hegel la historia es el movimiento del espíritu que se reencuentra a
sí mismo, pues este es en sí y para sí; y, en este sentido, el saber absoluto
consuma la historia; para Heidegger, el ser se dona en lo ente a la vez que él
mismo se retrae, desocultando la entidad de los entes. En este sentido la
metafísica es la historia del ser; pero la historia del ser no es concepto,
sino que acontece; y, en cuanto acontecimiento, no es posible saber de modo
sistemático qué sea y en qué devendrá. Así pues, para Hegel, la verdad es concebida como la identidad de ser y tiempo en
el espíritu absoluto, mientras que para Heidegger la verdad (alétheia) es donación acontecimental del
ser y el tiempo.
En segundo
lugar, en Die
Negativitat, Heidegger discute en torno a esta determinación fundamental
del sistema hegeliano. Esto coloca la discusión dentro de la oposición ser/nada
del sistema de la lógica. Como es sabido, Hegel considera que estas ideas se
identifican porque carecen de determinaciones. La negatividad, entonces,
introduce el devenir, y con ello la enérgeia
de la realidad efectiva. De este modo, Heidegger se aboca a mostrar que la
determinación que aporta la negatividad es entidad (realidad efectiva), por lo
cual Hegel no pensaría al ser mismo como diferencia sino que la negatividad
mostraría la comprensión hegeliana del ser como fundamento de lo ente (realidad
efectiva); y en este sentido Heidegger muestra que en Hegel se aprecia la forma
metafísica de comprensión y justificación del ser como fundamento del ente; y,
así, reproduce la misma lógica onto-teo-lógica que sus antecesores en la
historia de la filosofía.
En tercer lugar, otro punto clave en la
controversia relativa a la historia es aquel respecto de la noción de tiempo.
Desde la perspectiva de Heidegger, para Hegel la noción de tiempo funciona como
mediación entre la experiencia que hace la consciencia en su despliegue
histórico y la experiencia en cuanto a su concepto (pues el tiempo es el
concepto existente). Por esto afirma Hegel en la Fenomenología del espíritu que el espíritu cae en el tiempo. El
tiempo en Hegel aparece como espíritu alienado y, por ello, la misión del
espíritu absoluto es destruir al tiempo. Este sería, según Heidegger, un
aspecto metafísico en la comprensión hegeliana de tiempo. Pero para Heidegger,
por el contrario, ser y tiempo se traspasan mutuamente y se remiten a un origen
fundamental que pareciera ser el Ereignis.
El Ereignis menciona la
correspondencia fundamental entre el advenir del ser-tiempo que, en el juntarse
con el Dasein al que el ser se
destina, logra el acceso a la verdad. En esta correspondencia radica el núcleo
de la unidad (mismidad) originaria del pensamiento heideggeriano: el Ereignis. Así afirma Heidegger en Tiempo y Ser que lo que “intentamos pensar es el Es de este Es gibt Sein, Es gibt Zeit, el Es
que da ser y tiempo”[70]; por ello el “Ereignis ereignet”.[71]
Este “Lo” (Es) que se dona al hombre
en la forma de ser y tiempo, no debe confundirse con un ente fundamental que da
algo (ens summum) al modo teológico,
pues aquí volveríamos a pensar metafísicamente. Este “Lo” en el pensamiento de
Heidegger, es la irrupción del ser y el tiempo como lo donado en cuanto abre la
posibilidad de lo nuevo, de la novedad y ello acontece en la estructura del Ereignis. En esta estructura donativa,
el “Lo”, entonces, es aquello que sostiene la diferencia en cuanto tal en “Lo”
mismo (das Selbe) que no debe
confundirse con lo idéntico, pues para Heidegger, la mismidad mantendría la
diferencia que la identidad suprime. Esta co-pertenencia en lo propio de ser y
tiempo acaece como tal en la estructura del Ereignis.
El problema planteado por Heidegger se refiere a
la pregunta por la diferencia entre
ser y ente. Pero poner la pregunta en el ‘entre’ ¿no supone todavía un punto de
vista dualista aunque pretenda situarse en una instancia previa? El dualismo
ser-ente se presenta como una versión nueva del dualismo sujeto-objeto o
incluso del más antiguo dualismo entre pensamiento y ser. Hegel pone la
diferencia no en el ‘entre’ sino en el
ser mismo. El ser tiene/es en sí
la diferencia consigo mismo. Lo diferente del ser es el no ser. El ser contiene
el no ser, así como el no ser contiene el ser (como lo negado). En una
concepción dualista se pone el acento en la separación, en lo diferenciado. En
la concepción hegeliana se pone el acento en
la relación del ser al ente y del ente al ser. Ser es ser de lo que es. Ente es lo que es, aquello de lo que se predica
el ser. El ser es un predicado de lo que es. El ser se dice de lo que es como
existencia pero también se dice como esencia, significado o sentido. Ser es acaecer y acontecimiento del acaecer;
acaecer absoluto. Hegel no se limita a anteponer lo uno a la dualidad o a la multiplicidad, ni a postular una
dualidad originaria, ni a reducir la diferencia a la identidad. En este
sentido, ¿es posible sostener la lectura que Heidegger hace sobre Hegel? La
diferencia heideggeriana ¿no parece ser una versión más de un modo de pensar
onto-teo-lógico?
Heidegger se propuso volver al punto en que se
había perdido la senda, a los orígenes de la filosofía con los pensadores
presocráticos, al momento en que se habría ‘olvidado’ la pregunta ontológica.
Pero el
mismo Heidegger vuelve sobre Hegel en varias oportunidades forzando y
distorsionando la interpretación desde su propio marco teórico.
A nuestro entender, podemos volver a Hegel no
como la consumación y el cierre de la historia de la metafísica sino como la
filosofía del advenimiento de lo nuevo. Se trata de retornar no al olvido de la
diferencia ontológica sino a la compleja identificación de la lógica y la
ontología. Se trata no de la reducción de la verdad a certeza sino de la
concepción de la verdad como revelación, manifestación y encarnación de lo
absoluto. No se trata de volver al Ser subsumido en el sujeto sino de un
devenir sujeto como realización de lo negativo. No se trata de volver al Hegel
que eludiría la nada de la negatividad sino del que se demora ante lo negativo.
El autor es
Profesor y Doctor en Filosofía, e Investigador del CONICET. Es profesor de
Metafísica II en la Universidad del Salvador (USAL) y profesor de Filosofía en
la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM). Es Director de la Revista
Académica de Filosofía “Nuevo Pensamiento” dependiente del Instituto de
Investigaciones Filosóficas de la Universidad del Salvador, área San Miguel. Es
miembro del Centro de Estudios Filosóficos de la Academia Nacional de Ciencias
de Buenos Aires. Ha publicado recientemente la obra El Acontecimiento, la
Diferencia y el “Entre”, Ed. Anthropos, Barcelona 2019, además de numerosos
artículos en libros y revistas científicas nacionales e internacionales sobre
la filosofía de Hegel, Nietzsche, Heidegger y Deleuze.
Recibido: 28 de
octubre de 2018.
[1]) El término historia es
una noción sumamente relevante en la filosofía heideggeriana, pues además de la
diferenciación entre Historie y Geschichte (vid. infra) debemos hacer
una aclaración más para eliminar ciertos equívocos. La noción de historia
entendida como Geschichte funciona,
en la filosofía de Heidegger, de modo sincrónico en cuanto interpretación del
ser como fundamento de lo ente; y no de modo diacrónico, es decir, no debemos
comprender que Heidegger, a partir de un hecho dado, lo reconstruya
históricamente, sino que hace coincidir la historia con un modo de pensar la
realidad determinado llamado metafísica. Por eso, en Heidegger, debemos hablar
de la historia de una interpretación y no de historia de hechos, ya que de lo
que se trata aquí es de una historia sin partes, pues solo hay un hecho
histórico occidental que es el acaecimiento de la metafísica. Por ello la
metafísica no es una etapa en la historia de occidente sino que debe
reconocerse como época, es decir, la época en la que se ha eliminado el tiempo,
dentro del tiempo; y esto nos lleva nuevamente al problema fundamental del que
parte Heidegger en su filosofía y que recorre todo su pensamiento: nuestra
época es metafísica, y estamos en ella, es decir, interpretamos todo lo real
metafísicamente. Pero reconocer esto mienta, de algún modo, un tránsito; pues
reconocer a la metafísica como el único horizonte de comprensión e
interpretación posible conlleva la posibilidad de postular un enfrentamiento.
Pero tal enfrentamiento no consiste en proponer un nuevo principio de
interpretación de la realidad, o postular algo así como una nueva filosofía,
sino en comprender que la historia es metafísica.
[2]) Tal conexión es lo que en la tradición filosófica-metafísica se
ha considerado como principio de
identidad (vid. infra).
[3]) Lo no-pensado no se refiere a todo aquello que la filosofía dejó
de pensar o a los temas que quedaron marginados de la reflexión y del pensar
conceptual, sino más bien a lo que aparece como olvidado en la historia del
ser, en la metafísica, pero que, precisamente, por aparecer así, ha dado lugar
a la misma metafísica. Lo in-pensado no fue olvidado al principio de esa
historia, y por eso no es algo que hubiera que recuperar, sino que es lo que
está presente en cada pensador en el modo de la ausencia.
[4]) El término época
nombra el destino histórico guiado por el ser mismo. El ser se manifiesta en el
ente, pero se retiene a sí mismo en cuanto ser, puesto que sólo aparece como
ente, como algo que es, y en lo que es, solo se muestra la verdad del ente. En
el ente sólo hay una aparición: la de su verdad, la cual deja en sombras la
revelación del ser. Este acontecimiento, en el que se detiene la aparición del
ser presente en pos de la presencia de lo ente, Heidegger lo llama “época”: el
exhibido ocultarse del ser. El ser se
sustrae al desentrañarse en el ente, y, de este modo, se retiene a sí
mismo. El originario signo de esta retención está en la a-létheia. Al
producirse el des-ocultamiento de todo ente, se funda el ocultamiento del ser.
Pero cada época de la historia de la metafísica está pensada a partir de la
experiencia del olvido del ser. El olvido del ser, que se produce en la
metafísica, deriva del ser mismo. Por eso, la metafísica está destinada a
constituir, a través de los entes, las distintas etapas de la historia del ser
pero dentro de un mismo y único horizonte de comprensión, el de la época
metafísica. Es evidente, entonces, el nexo interior que une la metafísica con
la historia, ya que ésta supone el ocultamiento necesario del ser, y aquella se
define por su olvido. Pero la historia (Geschichte) es el proceso en el
cual el ser ad-viene en el ente des-ocultándolo, pero ocultándose él mismo. Entonces, para Heidegger, la historia está
configurada por lo que llama “destino del
ser”, ello refiere al significado que asume en el lenguaje la noción de
“ser” en una época determinada, o en una civilización; sentido del que depende
la aprehensión de la realidad en general que un grupo cultural determinado
tiene para relacionarse entre sí y con el mundo que lo circunda. La historia de
la metafísica occidental constituye, pues, una forma propia de lenguaje para
expresar esa relación asentada, de modo general, en la estructura proposicional
“S es P”. Según cómo se pre-comprenda al “es”,
ello determinará la relación y el modo de aprehender lo real manifestado a
través del lenguaje. Es decir que lo que está siempre en juego, en toda época,
es el “entre” (zwischen) de la proposición, el “es”. Ello es lo que problematiza la pregunta: ¿qué y por qué la
diferencia?
[5]) Tal identificación es posible porque está supuesta y opera la
lógica de la identidad y de oposición metafísica (vid. infra.).
[6]) Cf. Aristóteles, Metafísica.
(Gredos, Madrid, 1998) L. alfa, p.74, 982ª.
[7]) Enrique Corti, “La inteligencia y lo inteligible”, en Pensamiento y Realidad, Revista de
filosofía, Usal, Bs. As., (1985) 43.
[8]) La noción historia del ser
no debe comprenderse como la reconstrucción cronológica de un hecho
determinado, como podría mal interpretarse en Heidegger, la reconstrucción
histórica de la figura de Platón y su comprensión del ser del ente como idea; y
las sucesivas figuras que aparecen en la historia de la metafísica hasta
culminar con Nietzsche y la noción de voluntad de poder como despliegue y
realización de la metafísica en cuanto planetarización del dominio técnico.
Esta imagen escolar de Heidegger debe ser desechada porque la historia como Geschichte nombra el acontecimiento por
el cual se ha interpretado de una manera determinada al ser del ente, es decir
como fundamento.
[9]) Conrado Eggers Lan y Victoria Juliá, Los filósofos presocráticos, (Editorial Gredos, Madrid, 1994; tomo
I) 437.
[10]) “Pero advertí enseguida que aún queriendo pensar, de ese modo,
que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y
al advertir que esta verdad –pienso,
luego soy- era tan firme y segura que las suposiciones más extravagantes
de los escépticos no eran capaces de conmoverla, juzgué que podía aceptarla sin
escrúpulos como el primer principio de la filosofía que buscaba”. René
Descartes, Discurso del Método. (Alianza,
Madrid, 1999) 108. Es el pensamiento el
que afirma al ser, en donde descubrimos que pensar y ser se nos presentan
idénticos. El pensar es fundamento que afirma al ser del hombre como substancia
pensante. El pensamiento se presenta como fundamento, en cuanto ser del ente.
[11]) “No admitir jamás como verdadera cosa alguna sin conocer con evidencia
que lo era; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención y
no comprender, en mis juicios, nada más que lo que se presentase a mi espíritu
tan clara y distintamente que no tuviese motivo alguno para ponerlo en duda”. René
Descartes, Discurso del Método
(Alianza, Madrid, 1999) 95. Las notas distintivas de la verdad en cuanto
certeza son la claridad y la distinción, pero, asimismo, requieren de un
fundamento absoluto e indubitable que satisfaga esta nueva esencia de la
verdad. La constitución del yo, en cuanto sujeto absoluto y fundamento del
representar claro y distinto, es quien va a reclamar para sí la esencia de la
verdad en cuanto certeza.
[12]) Las obras de Heidegger se citan según las Gesamtausgabe, ‘Wege: nicht Werke’, editada por Vittorio
Klostermann Frankfurt an Main., Veröffentlichte Schriften (1914-1976),
Vorlesungen (1923-1944), Unveröffentlichte Abhandlungen (1919-1967), aún en
edición. En adelante utilizaremos la sigla GA, el número del tomo y la
paginación.
[13]) ¿Qué significa pre-sub-puesto? Puesto significa algo que es instalado, afincado, afianzado en un
lugar. Sub significa que eso puesto
es un soporte por debajo, es cimiento que sustenta toda la estructura. Por
último, pre significa que eso puesto
por debajo que cimienta toda la estructura, es puesto de antemano quedando
in-pensado, y por lo tanto, está a salvo de todo cuestionamiento, litigio y
análisis por parte del pensamiento.
[14]) La primera formulación de la noción de identidad aparece dentro
del pensamiento occidental en el pasaje del fragmento B 2 del Poema de
Parménides que reza “τὸ γάρ αὐτὸ νοεἶν ἐστίν τε καί εἶναι”, que
Heidegger vierte al alemán como “Das
Selbe nämlich ist Vernehmen (Denken)
sowohl als auch Sein”, y que
traducimos a nuestra lengua hispana del siguiente modo: “Lo mismo es en efecto percibir (pensar) que ser”.
[15]) La identidad, en su sentido originario, es ontológica, pero
nosotros recibimos tal principio de la tradición filosófica, en donde aquel
sentido fue reemplazado por el lógico Aquí, la lógica guía al pensamiento
filosófico en cuanto establece qué es digno de pensarse y qué no. Cf. GA 9.
Traducción Española: Martin Heidegger, GA 9. Traducción Española: “¿Qué es Metafísica?”, Hitos, Alianza, Madrid, (2000).
[16]) El principio de identidad no lo formula Aristóteles, pero él
supone la auto-identidad de cada ente consigo mismo; sobre todo en la
formulación canónica del principio de no contradicción. Estamos hablando,
naturalmente, del principio de identidad de la llamada "lógica de
predicados", esto es, (x) (x = x), donde x es una variable de individuo. Igualmente,
esto no está formulado de este modo en Aristóteles; y menos aún aparece
formulado en el corpus que una proposición es idéntica a otra proposición (A =
A), donde la letra A es una variable proposicional.
[17]) Conrado Eggers Lan y Victoria Juliá, Los filósofos presocráticos, (Editorial Gredos, Madrid, 1994; tomo
I) 436-438.
[18]) Cf. Otto Pöggeler, El camino del pensar de Martin Heidegger
(Alianza, Madrid, 1986) 154.
[19]) La palabra identidad
deriva del griego τὸαὐτὸ que significa “lo mismo”, comprendida así, identidad quiere decir mismidad y no igualdad. Tal fórmula encubre
lo que, en su origen, la identidad anuncia. Este cambio de sentido (de mismidad
a igualdad y unidad) en la comprensión de la identidad produce un extravío en
el pensar occidental, claramente señalado por Heidegger, constituyendo la
historia de la metafísica, y disolviendo la esencia de la filosofía relativa a
problematizar la diferencia, en onto-teo-logía.
[20]) El ser fue concebido como presencia de lo presente. En este
caso, el ser se manifiesta en el ente y se identifica con dicha revelación. Tal
cosa aconteció en los albores de la filosofía occidental. Los primeros
pensadores griegos concebían al ser como phýsis,
entendiendo por ella la fuerza o el poder que impera sobre todas las cosas,
regulándolas y manteniéndolas en lo que son.
A la esencia de esta fuerza le corresponde un mostrarse o exhibirse; por eso,
la phýsis es fuerza imperante en cuanto
que brota, emerge o nace, es decir, en cuanto se muestra o se manifiesta. En
semejante mostrarse se revela, justamente, como fuerza imperante. El ser es
apareciendo. Pero si el ser es siendo, tendrá que aparecer en lo que es, o sea,
en un ente. Lo que no aparece, lo oculto, está fuera de la phýsis y no es. Al des-ocultamiento del ser en el ente, los griegos
lo denominaron a-lethéia,
des-ocultamiento. Este salir del estado de des-ocultamiento, se igualará al
ser, entendido como phýsis, y también
con la apariencia. Semejante triple identificación (ser, verdad y apariencia)
muestra la experiencia radical que los griegos tuvieron del ser. La metafísica
nació, pues, con el simultáneo olvido del ser.
[21]) Cf. Introducción de Arturo Leyte a Identidad y Diferencia (Anthropos, Barcelona, 1990) 18. Aquí se
pone de manifiesto el olvido de la diferencia ontológica en favor de la
diferencia de modos de ser: qué-es (esencia), y que-es (existencia).
[22]) Recordemos que en la filosofía platónica las
ideas conllevan el doble tratamiento metafísico (onto-teo-lógico), en el
sentido de que la idea caracteriza en general lo ente, esto es, la idea como
condición de posibilidad de todo ente, pues cada ente particular por ser y para
serlo tiene que participar (fundamentarse) en ellas; además, todas las ideas
tienen su fundamento último en la idea de Bien.
[23]) Introducción de Arturo Leyte a Identidad y Diferencia (Anthropos, Barcelona, 1990) 17-18.
[24]) Para los griegos, el ente como tal, en su totalidad, es phýsis: es decir, su esencia y carácter
consiste en ser la fuerza imperante que brota y permanece. Más tarde, tá physiká, significó el ente natural,
aunque todavía se seguía preguntando por el ente como tal. En griego,
“traspasar algo” “por encima de”, se dice metá.
El preguntar filosófico por el ente como tal es “metá tá physiká”, lo cual refiere a algo que está más allá del ente,
esto es, “metafísica”. Cf. GA 40. Traducción Española: Martín Heidegger, Introducción
a la Metafísica (Nova, Bs. As., 1969) 55-57.
[25]) Martin Heidegger, GA 9. Traducción Española: “De la esencia de la verdad”, en Hitos, Alianza, Madrid, (2000).
[26]) Danilo Cruz Velez, Filosofía sin supuestos (Sudamericana,
Bs. As., 1970) 127-129.
[27]) Cf. Martin Heidegger, GA 6.2, p. 387-388, Traducción española: Nietzsche
II, pp. 347-348.
[28]) Martin Heidegger, GA 6.2, p. 387-388, Traducción española: Nietzsche
II, p. 348.
[29]) Danilo Cruz Velez, op. cit. pp. 129-130.
[30]) Martin Heidegger GA 6.2, p. 388-389, Traducción española: Nietzsche
II, pp. 348-349.
[31]) Martin Heidegger, GA 6.2, p. 389-390, Traducción española: Nietzsche
II, pp. 349-350.
[32]) Del griego antiguo ὑποκείμενον.
[33]) Martin Heidegger, GA 6.2, p. 132-133, Traducción española: Nietzsche
II, pp. 126-127.
[34]) Cf. Martin Heidegger, GA 6.2, p. 392-394, Traducción española: Nietzsche
II, pp. 352-354.
[35]) Cf. Danilo Cruz Velez, op. cit. 131-132.
[36]) Ídem.
[37]) Para Heidegger en la metafísica de Descartes no hay un nuevo
comienzo del pensar porque la noción de sujeto tiene sus raíces en la
metafísica antigua. Para acentuar este aspecto de continuidad, Heidegger
distingue una metafísica de la subjetividad y de una metafísica de la
subjetividad. La anterior a Descartes, se llama metafísica de la subjetividad,
porque se determina al ser desde el subjectum (hypokeímenon). La moderna es una metafísica de la subjetividad, en
cuanto se determina al ser desde el sujeto (yo). En ambas el concepto
fundamental es el de sujeto. Pero éste recibe en la segunda una nota
específica: su identidad con el yo, pero conservando las notas genéricas de la
antigua tradición filosófica.[37]
[38]) “…lo que llamamos diferencia entre el ente y el ser no llega
para nada a ser mirada expresamente como diferencia; y por ello toda
pregunta por la esencia y el fundamento de esta diferencia queda completamente
en el ámbito de lo por entero indiferente y desconocido” (Heidegger, M.GA 68: 40. Traducción española Hegel, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007, p. 87).
[39]) Verdad fenoménica
= verdad del ente = verdad
científica
Verdad nouménica verdad
del ser verdad metafísica
[40]) Esta es, precisamente, la cuestión que Hegel desarrolla en la Fenomenología del espíritu, como una
ciencia de la experiencia de la conciencia. No es de extrañar, entonces, que
Heidegger haya prestado mayor interés a esta obra que al resto de la producción
hegeliana.
[41] Al respecto, dice Gadamer: “El propio Heidegger, al
pensar después de la «vuelta» [Kehre],
abandona por su parte su concepción trascendental del yo y la fundamentación del
planteamiento de la pregunta por el ser en la comprensión ontológica del Dasein.” Hans Georg Gadamer,
“Hegel y Heidegger”, en La dialéctica de
Hegel. Cinco ensayos hermenéuticos (Madrid, Cátedra, 1981) 130.
[42]) “Cuando apareció su Nietzsche en 1961 [2 vol. Destino, 2000]
Heidegger señaló su importancia para comprender su trayectoria desde 1930 a
1947. A partir de ahí se generó el tópico de que sirve más para entenderle a él
que a Nietzsche.” https://www.elcultural.com/revista/especial/Nietzsche-y-Heidegger/2620
[43]) Cf. Fenomenología del espíritu, Introducción.
[44]) “El ser [Seyn] mismo
es la de-cisión —no un diferente con respecto al ente para una
diferenciación representativa, sobrevenida, objetivante y que la allana. El ser
de-cide como evento-apropiador [Ereignis],
en el acaecimiento-apropiador del hombre y de los dioses en la
indigencia, con respecto a la esencia de la humanidad y de la deidad.
Acaecimiento-apropiador que hace surgir el conflicto de mundo y tierra para
conquista —conflicto en el que recién se aclara lo abierto, en el que el
ente recae en él mismo y recibe un peso. […] Di-ferencia —
separación — salto a ese ‘no’ [‘Nicht’],
que llega del anonadamiento [Nichtung],
que es el ser [Seyn]. Martin Heidegger,
GA 68: 43 y 44. Traducción
española Hegel, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007, pp.
93 y 95).
[45]) “…el pensar incondicionado es la indubitabilidad misma. Pero
prescindiendo de la indubitabilidad de la negatividad hegeliana, lo negativo
[Negative] es
algo que en general y por completo no puede tornarse menesteroso de una
interrogación” (Martin Heidegger,
GA 68: 38. Traducción española Hegel, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007, p. 83).
[46]) “El pensar ‘dice’ acerca del ente qué y cómo es respectivamente.
El pensar sustenta la referencia determinante al ser del ente. […] …ante todo el horizonte previo para
la fijación esencial del ser. Ser es la inoculta presencia y estabilidad para
el percibir y en el percibir. En cuanto el percibir (νους) se determina
como pensar (λόγος — ratio, razón), es ser la pensabilidad —una
determinación del ser, que previamente sirve de base a la
interpretación tanto ‘idealista’ como también ‘realista’ de la referencia al ente—. Martin Heidegger, GA 68: 39. Traducción española Hegel, Buenos Aires, Prometeo
Libros, 2007, p. 85
[47]) “…el claro es el a-bismo como fundamento, lo anonadador [das Nichtende] para todo ente y de este
modo lo más importante y con ello el no «presente ante la mano», nunca
hallable, sino «fundamento» que se rehúsa en el anonadamiento [Nichtung] como claro — el que decide
soportando-fundando, que acaece — el evento-apropiador, […] El a-bismo: la nada, lo más a-bismal
—el ser [Seyn] mismo; no porque éste
[sea] lo más vacío y general, más descolorido, último vaho, sino lo más rico,
único, el centro, que no [es] mediado y por eso nunca revocable” (Martin
Heidegger, GA 68: 45 y 46. Traducción española Hegel, Buenos
Aires, Prometeo Libros, 2007, pp. 97 y 99).
[48]) “En fin, último postulado del origen ligado a los dos primeros:
el origen como lugar de la verdad. Punto absolutamente retrotraído, y anterior
a todo conocimiento positivo, que hará posible un saber que, sin embargo, lo
recubre, y no cesa, en su habladuría, de desconocerlo; estaría ligado a esta
articulación inevitablemente perdida en la que la verdad de las cosas enlaza
con una verdad de los discursos que la oscurece al mismo tiempo y la pierde”.
Michel Foucault, Microfísica del poder
(Madrid, La ediciones de la piqueta, 1980) 10-11.
[49]) “La tarea de la filosofía es concebir lo que es, pues lo
que es,es la razón. En lo
que respecta al individuo, cada uno es, por otra parte, hijo de su tiempo;
del mismo modo, la filosofía es su tiempo aprehendido en pensamientos. Es
igualmente insensato creer que una filosofía puede ir más allá de su tiempo
presente como que un individuo puede saltar por encima de su tiempo, más allá
de Rodas” G. W. F Hegel, Principios de la
filosofía del derecho (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1975) 24.
[50]) “Y tal vez estábamos ya en un sitio desde el cual no más que un
salto lleva a lo «más amplio» y libre, y todo desarticular o ver conjunto, que
aparentemente conduce más allá, siempre queda sólo como adicional.
“Pero, por de pronto y tal vez por largo
tiempo, procedemos pensando siempre más auténticamente si no saltamos y
mantenemos la meditación en primer plano. Este no es, por cierto, primer plano
de un mero fondo (uno tal que se pudiera alcanzar sobre el mismo plano), sino
primer plano de un a-bismo”
(Heidegger, M. GA 68: 42. Traducción
española Hegel, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007, p.
91).
[51]) “Al reformular nuevamente el planteamiento de la pregunta por el
ser, Heidegger trata de elaborar los medios conceptuales que puedan dar
concreción a un pensamiento anterior al metafísico. Como es sabido, Heidegger
tomó aquí como guía el aspecto anti-griego de la historia devota del
Cristianismo; este motivo anti-griego nos remite a la palabra divina y al acto
de escucharla que constituyen lo más elevado del encuentro con Dios en los
relatos del Antiguo Testamento. El principio griego del logos y el eidos,la articulación y retención de los contornos visibles de las
cosas, aparece, mirado desde esta perspectiva, como una enajenadora violencia
impuesta al misterio de la fe”. Hans Georg Gadamer, “Hegel y Heidegger”, en La
dialéctica de Hegel. Cinco ensayos hermenéuticos (Madrid, Cátedra, 1981) 136-137.
[52]) “‘Punto de vista’ significa aquello, estando en lo cual, lo a
pensar como tal se hace accesible a la filosofía, a su pensar”. Martin Heidegger, GA 68: 12. Traducción española, Hegel, Buenos Aires, Prometeo
Libros, 2007, p. 31.
[53]) “¿Pero por qué lo verdaderamente
ente [sería] lo real efectivo (lo posible y lo necesario)? Porque —de modo griego— en ello [estaría] el pleno hacerse
presente de lo presente, la presencia acabada.” Martin Heidegger, M. GA 68: 50. Traducción
española Hegel, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007, p. 107.
[54]) Heidegger, M., GA 68: 41. Traducción española Hegel, Buenos Aires, Prometeo
Libros, 2007, p. 89.
[55]) En los distintos cursos que dictó en la Universidad de Berlín,
Hegel expuso la lógica de la historia
del arte, de la religión, de la política y el derecho, y también de la
filosofía. Los conceptos puros de esas lógicas de la historia fueron expuestos
en la Ciencia de la lógica, que tiene
que ser considerada por ello como la clave interpretativa de las lecciones.
[56]) “También aquí, a pesar de la incondicionalidad del pensar y de
la pensabilidad, el ser (en sentido más amplio) es planteado en dirección al
ente, como entidad. También la ‘Lógica’ es aún —y quiere ser— metafísica”
(Martin
Heidegger, GA 68: 19-21. Traducción
española Hegel, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007, pp. 45-49). El ser
es pensado en dirección al ente = entidad del ente = metafísica. La dirección
opuesta: el ente (Dasein) pensado en
dirección al ser; es la dirección de Ser
y tiempo. Meditación = Salida de la metafísica.
Es
verdad que la Lógica
de Hegel ‘es y quiere ser metafísica’, pero no en el sentido heideggeriano,
sino en el sentido parmenídeo: ser y pensar es lo mismo. Metafísica =
ontología.
[57]) Hans Georg Gadamer, “Hegel y Heidegger”, en La dialéctica de Hegel. Cinco ensayos hermenéuticos, (Madrid,
Cátedra, 1981) 135-136.
[58]) El término experiencia en alemán es Erfahrung (Del Griego Peipaw pasar de un lado a otro, transitar).
Su raíz es fahren –viajar- en el
sentido de atravesar un medio desconocido haciéndolo habitable. El prefijo Er- señala la reflexión o el hacerse
cargo de algo, y quién se hace cargo a sabiendas de un contenido es la
conciencia que así sale a la luz. Estar cierto de algo es hacer la experiencia,
ponerse uno mismo a prueba en ella. Esta acción se muestra en el sufijo Ung-, este da contenido concreto a algo,
literalmente en el acto. Así, el significado de experiencia alude al momento de
ver-por-sí-mismo, hacer experiencia donde tiene que dar prueba de su verdad la
cosa experimentada misma. El experimentar es aquí el someter a prueba a la cosa
misma dentro del contexto al que pertenece y para él mismo. En este sentido
podemos decir que hacer una experiencia es dejar que se compruebe la verdad de
la cosa misma, como ella es en verdad, es decir, permitir que se confirme su
verdad.
[59]) La voz fenomenología, nos remite a un neologismo que parece
griego, pero no pudo serlo bajo ningún punto de vista. Fainomenologia “estudio o saber racional de lo que aparece” sería algo
contradictorio y absurdo para un griego; pues los fenómenos están entregados al
devenir y a la caducidad, no son “lo que es en verdad”. Se ve a través de ellos
para acceder a su núcleo racional (el noumenon, su soporte o
sustancia, quedando estos desechados. Del fenómeno no hay saber científico para
los griegos.
[60]) El concepto de Espíritu. Se ha usado con frecuencia para
traducir los términos griegos nous y pneuma. El primero se ha
usado para designar un principio de actividades superior al orgánico (psyche), así el nous es un
principio intelectual. Lo mismo ocurre con pneuma; ambos designan
realidades que trascienden lo vital y orgánico, para referirse a un principio
esencialmente inmaterial y dotado de razón. Cf. Ferrater Mora; Diccionario de
Filosofía (ED. Sudamericana; 1.969; tomo I) 572. Der Geist, el Espíritu para Hegel, es el saber absoluto que se sabe
a sí mismo como saber absoluto. Es ser sí mismo, en sí mismo y consigo mismo en
el devenirse otro. En el movimiento que realiza la conciencia, a saber, el
devenirse otra para llegar a sí misma; acontece el llegar a la aparición del
Espíritu.
[61]) Conciencia, deriva del latín conscientia (una traducción
del vocablo griego suneidesucuyo sentido originario fue: reconocimiento de algo exterior, como
un objeto, una cualidad, una situación; o interior, como las modificaciones
experimentadas por el propio yo. En la modernidad, Kant estableció una
distinción entre la conciencia empírica (psicológica) y la conciencia trascendental
(gnoseológica). La primera pertenece al mundo fenoménico; su unidad solo puede
ser proporcionadas por las síntesis llevadas a cabo por las intuiciones de
espacio y tiempo y los conceptos del entendimiento. La segunda es la
posibilidad de la unificación de toda conciencia empírica y, por lo tanto, de
su identidad, y en último término, la posibilidad de todo conocimiento. Cf.
Ferrater Mora; Diccionario de Filosofía (ED. Sudamericana; 1.969; tomo I) 323.
[62]) Cf. Felix Duque, Historia
de la Filosofía Moderna. La era de la
Crítica (Ediciones AKAL) 507-508.
[63]) Cf. Felix Duque, Historia
de la Filosofía Moderna. La era de la
Crítica (Ediciones AKAL) 511.
[64]) En el título Fenomenología
del Espíritu, no se debe comprender al genitivo como objetivo; pues,
induciría a pensar que se trata de una investigación fenomenológica del
espíritu; en Hegel esto no es así. El espíritu no es objeto de una
fenomenología, sino que la fenomenología
es el modo y la manera como es el espíritu mismo.
[65]) Martin Heidegger, GA 32: 34. Traducción española La fenomenología del
Espíritu de Hegel, curso del semestre de invierno, Friburgo, 1.930-1.931; Ed.
Alianza; 1.995. Trad. Y Notas Manuel E. Vazquez y Klaus Wrehde; Pág. 41
[66]) Martin Heidegger, GA 32: 32. Traducción española. La fenomenología del
Espíritu de Hegel, curso del semestre de invierno, Friburgo, 1.930-1.931; Ed.
Alianza; 1.995. Trad. Y Notas Manuel E. Vazquez y Klaus Wrehde; Pág. 40.
[67]) Cf. Martin Heidegger, GA 32: 24. Traducción española La fenomenología del
Espíritu de Hegel, curso del semestre de invierno, Friburgo, 1.930-1.931; Ed.
Alianza; 1.995. Trad. Y Notas Manuel E. Vazquez y Klaus Wrehde; Pág. 32.
[68]) Martin Heidegger, GA 11, 46. Traducción Española: Identidad y
Diferencia, ed. Anthropos, Barcelona p. 89.
[69]) Cf. Introducción de Arturo Leyte a Identidad y Diferencia (Anthropos, Barcelona, 1990) 42.
[70]) Martin Heidegger, GA 14, 23, Traducción española: Tiempo y Ser, Madrid, Tecnos, 2006, p.
24.
[71]) Martin Heidegger, GA 14, 28, Traducción española, p. 43.