Francisco GARCÍA BAZÁN
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires (Argentina)
fgbazan@hotmail.com
Resumen: El presente trabajo con el que se quiere recordar y rendir homenaje
al Primer Congreso Nacional de Filosofía, se compone de tres partes. La primera
se orienta a destacar la importancia imprescindible del cultivo de la filosofía
en la construcción de la cultura y el orden político de una sociedad y de un
país, un fin tenido en cuenta por los gestores del Congreso Nacional de
Filosofía de 1949, que se manifiesta y ratifica en la calidad de la
organización, la excelencia de la mayoría de los participantes internacionales
y nacionales del encuentro y la amplitud de los temas expuestos y discutidos en
las sesiones. La segunda parte se centra en el análisis del contenido de un
hallazgo literario, el discurso de homenaje de Eugenio Pucciarelli al psicólogo
y pensador Felix Krueger quien enseñó en la Argentina por menos de un
quinquenio, para volver porteriormente a Alemania a ocupar su cátedra en
Leipzig. En tercer puesto, un extracto del libro de Krueger seleccionado en la
intervención de Pucciarelli: La dimensión
en profundidad y los contrastes de la vida emotiva, abre un aspecto
inesperado del pensamiento germano medieval y moderno y permite ratificar la
importancia de la teosofía alemana
sobresaliente en Jacob Böhme –con antecedentes en Maestro Eckhart, el Abad
Trithemio y Nicolás de Cusa—en la influencia profunda posterior a Lutero del
pensador silesiano o philosophus
teutonicus dentro de las corrientes piadosas y los acuerdos y polémicas
intelectuales con G. Hegel, F. Schelling
y F.J. von Baader.
Palabras
clave: Germanismo, Idealismo, Medioevo, Mística,
Teosofía.
Abstract: The present work with which we want to
remember and pay tribute to the First National Congress of Philosophy, is
composed of three parts. The first is aimed at highlighting the essential
importance of the cultivation of philosophy in the construction of culture and
the political order of a society and a country, an end taken into account by
the managers of the National Congress of Philosophy of 1949, which manifests
and ratifies the quality of the organization, the excellence of the majority of
the international and national participants of the meeting and the breadth of
the topics discussed and discussed in the sessions. The second part focuses on
the analysis of the content of a literary discovery, Eugenio Pucciarelli's
tribute speech to the psychologist and thinker Félix Krueger who taught in
Argentina for less than five years, to return to Germany later to occupy his
chair in Leipzig. In third place, an excerpt from the book by Krueger selected
in Pucciarelli's intervention: The
dimension in depth and the contrasts of the emotional life, opens an
unexpected aspect of medieval and modern German thought and allows to ratify
the importance of outstanding German theosophy in Jacob Böhme - with background
in Master Eckhart, the Abbot Trithemio and Nicholas of Cusa - in the deep
influence subsequent to Luther of the Silesian thinker or philosophus teutonicus within the pious currents and the
intellectual agreements and polemics with G. Hegel, F. Schelling and F.J. von
Baader.
Keywords: Germanism, Idealism, Medievalism, Mysticism,
Theosophy.
1. El cultivo de la Filosofía y el orden
político nacional.
Hace setenta años del 30
de marzo al 9 de abril de 1949, se realizó en la Universidad Nacional de Cuyo
en Mendoza, el Primer Congreso Nacional de Filosofía. Era Rector de la
Universidad el Dr. Ireneo Fernando Cruz y había sido reconocido de “carácter
nacional” por decreto del Poder Ejecutivo el 20 de abril de l948 firmado por el
entonces Presidente de la Nación, General Juan Domingo Perón y los Ministros de
Justicia, Dr. Belisario Gache Pirán y de Educación, Dr. Oscar Ivanissevich. Los
trabajos ofrecidos se editaron en tres tomos por la Universidad Nacional de Cuyo
el 31 de mayo, 15 y 30 de noviembre del Año del Libertador General San Martín
1950.
El ministro O.
Ivanissevich dijo en la inauguración del Congreso palabras como las siguientes,
que nos colocan en la atmósfera que envolvió al encuentro de pensadores:
¡Nosotros no tenemos miedo a la Verdad! Aquí
está, señores, abierta de par en par toda la República. Primero en Mendoza,
después en Buenos Aires, y luego donde ustedes quieran ir, el gobierno del
general Perón los ha invitado hidalgamente, la República entera es vuestra casa.
Finalmente, anoto otra
cita textual de aquel discurso:
Ya lo dijo Bacon hace más de tres siglos:
“Un poco de filosofía inclina al espíritu humano al ateísmo, pero las
profundidades filosóficas llevan al espíritu humano a la religión.[*]
Es cierto que con
posterioridad se han realizado otros dos Congresos Nacionales de Filosofía en
la Argentina dignos de tal título: el Segundo Congreso Nacional de Filosofía,
convocado por la Universidad Nacional de Córdoba siendo su Rector el Dr. Olsen
Ghirardi en 1971, y el Tercer Congreso Nacional de Filosofía, bajo la
convocatoria de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires, durante el rectorado del Dr. Jaime Lucas Lennon, y la Academia Nacional
de Ciencias de Buenos Aires, en 1980. En los dos últimos casos estaban al
frente del país presidentes de gobiernos de
facto. Los decretos de “interés provincial” y “municipal” que se
suscribieron para ambos encuentros no podían entrañar la fuerza legítimamente
política y la convicción de espíritu y doctrinal que refrendaron la
convocatoria del primero y que en cierto modo ponían al Estado al servicio de
la cultura. En consecuencia los recursos materiales, el entusiasmo colectivo y
la entrega a una causa común fueron menores y, por lo tanto, los organizadores
tuvieron económica y espiritualmente un respaldo extra académico mucho más
débil. Una fisura progresivamente más acentuada entre la confluencia de las
decisiones políticas y la cultura nacional, marcaba lamentablemente a los dos
últimos congresos aludidos, que no pueden ser comparados con el primero ni por
la participación nutrida de figuras filosóficas de gran relieve internacional
como las que acudieron a Mendoza, ni por el fervor de adhesión que suscitó el
primero, ni por la repercusión extra filosófica que como hito cultural el
Congreso cuyano acaparó. Tampoco son comparables por la calidad del conjunto de
los representantes argentinos que asistieron, ni por la diversidad y el
compromiso de los trabajos filosóficos registrados en las correspondientes
Actas. Se advierte que pese a los esfuerzos, sin duda extraordinarios, de los
sucesivos organizadores de congresos nacionales y contra su voluntad, se
dibujaba subyaciendo a los hechos aparentes, una línea declinante en relación
con la salud cultural y espiritual nacionales que ha ido contagiando a los
eventos intelectuales colectivos y que acompaña a la paralela declinación en el
fervor social por la auténtica cultura, los valores patrios y tradicionales y
la indisociabilidad que debe reinar entre éstos, la comunidad política y el
fomento responsable de las iniciativas culturales que es obligación ineludible
del Estado.
El Primer Congreso
Nacional de Filosofía se gestó y convocó en la entonces joven Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. La Resolución de su
Rectorado es de fines de 1947 y hasta julio de 1948 la organización estuvo a
cargo del Instituto de Filosofía de dicha Facultad, cuyo director era el P.
Juan Sepich, pensador de tan sólidos conocimientos y vocación filosófica como
enamorado del destino del país.
A partir de los tiempos
subsiguientes y una vez creada la Secretaría Técnica del Congreso bajo la
autoridad académica del Dr. Coriolano Alberini, y la Secretaría de Actas a
cargo del Dr. Luis Juan Guerrero con su correspondiente Comisión Asesora
nacional, la presencia de otros Departamentos de Filosofía de las Universidades
Nacionales de Buenos Aires, La Plata y Tucumán se hicieron más visibles e
influyentes para beneficio de la universalidad y eficiencia de la gestión
académica.
Los miembros relatores
extranjeros del Congreso fueron setenta y seis, de este número cincuenta y dos
asistieron a las sesiones y veinticuatro, impedidos por la edad avanzada, la
enfermedad o las trabas de carácter político, remitieron sus trabajos que están
publicados en los tres volúmenes que componen las Actas.
Los miembros relatores
argentinos fueron setenta y dos, de los que estuvieron presentes setenta, y dos
ausentes por circunstancias ajenas a su voluntad, que enviaron sus
comunicaciones. Hubo asimismo una categoría de miembros adherentes, los más
jóvenes, extranjeros y argentinos, unos cuarenta, que participaron con
comunicaciones, las enviaron o, los menos, sencillamente asistieron al
cónclave.
Este rápido inventario ofrecido
confirma la altísima participación intelectual activa de los casi doscientos
congresistas que compartieron la reunión.
La organización de los
contenidos filosóficos del Congreso se dividió en seis sesiones plenarias y
trece sesiones especiales. Hubo, razonablemente, conferencias y discursos de
inauguración y de cierre.
Por el relieve de su
contenido académico y cultural son dignas de recuerdo algunas marcas de realce.
En el caso del discurso de clausura leído por el Presidente de la Nación en el
Teatro Independencia de Mendoza ante los representantes nacionales y
extranjeros y las autoridades del Gobierno Nacional, el compromiso de carácter
público, político y doctrinal que sus conceptos trasmitían y los fundamentos
filosóficos en que se sustentaban, merecen holgadamente las celebraciones que
durante su septuagentésimo aniversario le están dedicando diversas
universidades e instituciones del país con la aspiración de rehabilitar los
grandes modelos de conducción cívica inspirados por valores permanentes.
Las sesiones plenarias
del Congreso acogieron los temas de mayor preocupación filosófica del momento
histórico de la segunda mitad de la década del cuarenta, teniendo en cuenta el
difícil equilibrio que era necesario construir armonizando la presencia de
representantes nacionales con figuras extranjeras de nivel internacional,
durante el período de la segunda postguerra mundial. Puede de este modo
deducirse que los pensadores argentinos seleccionados para exposiciones
plenarias y cargos directivos, ya estaban en vías de consagración y que el
futuro no ha desmentido las designaciones.
De este modo en la Sesión
Primera del Congreso sobre “La filosofía en la vida del espíritu”, junto a
Ernesto Grassi y Charles de Koninck, Nimio de Anquín reflexiona sobre “Filosofía
y religión”, Luis Juan Guerrero acerca de su original visión de la Estética y
Ángel Vassallo medita en torno a “Subjetividad y trascendencia. Sobre la
esencia de la filosofía”. Sucede algo similar en la Sesión Segunda dedicada a
“La persona humana”. Nicolai Hartmann, Helmut Kuhn y otros invitados dedican
sus exposiciones a enfoques de antropología filosófica, y Octavio Nicolás
Derisi, quien todavía sobrevivíó terminando el siglo XX al gran encuentro,
diserta sobre “Fenomenología y ontología de la persona”. El existencialismo,
que fue el punto fuerte del Congreso, porque también se le consagró una sesión
específica, fue abordado por algunos de sus grandes cultores: como Nicolás
Abbagnano y Karl Löwith quien anticipó en estas tierras materiales de su
conocido libro, El sentido de la historia,
y el mismísimo Gabriel Marcel, quien se expresó sobre “El primado de lo
existencial y su alcance ético y religioso”. Pero el teólogo aúlico, P. Hernán
Benítez, extrajo de su libro todavía inédito sobre Miguel de Unamuno
reflexiones acerca de “La existencia auténtica” y Carlos Astrada, con fuerte
personalidad intelectual, expuso: “El existencialismo, filosofía de nuestra
época”.
La Sesión Cuarta
confinada a informes sobre direcciones de la filosofía contemporánea, es
explicable que por su contenido especial no pueda contar en la ocasión con
expositores nacionales. Su lugar lo ocupan sólo grandes figuras extranjeras y
entre las europeas: Jean Hyppolite que expone sobre “Del bergsonismo al
existencialismo”, Luigi Pareyson, que se ocupa de la filosofía italiana del
momento y Wilhelm Szilasi que diserta sobre el pensamiento alemán.
La Sesión Quinta abordó
una temática de floreciente vigencia para el tiempo y de inusitadas
proyecciones para el futuro: “La filosofía y la ciudad humana”. Es una
obligación de toda mente intelectualmente curiosa recurrir a las Actas del
Congreso para examinar las reflexiones de Gaston Berger en torno a “El filósofo
y la ciudad”, de Ugo Spirito que reflexiona sobre “Individualidad y colectividad”,
o de nuestro filósofo del derecho consagrado Carlos Cossio, quien sintetiza en
unos pocos principios el pensamiento iusfilosófico de la egología y lo revierte
sobre la organización jurídica de la sociedad basada en media docena de valores
jurídicos axiales. Más tarde si la ocasión lo permitiera deberíamos volver
sobre el autor, por su incidencia en Miguel Herrera Figueroa, el fundador y
Rector por decenios de la Universidad Argentina J.F. Kennedy, a la que por algo
más de veinte años tuve la responsabilidad de orientar como Decano del
Departamento de Filosofía y Director de la Escuela de Graduados y del Centro de
Estudios de Filosofía e Historia de las Religiones como Investigador Superior
del CONICET (1985-2007).
La última Sesión Plenaria
del magno encuentro se completó con precisos estudios sobre filósofos en
conmemoración de centenarios (Francisco Suárez, Goethe y Enrique José Varona) y
homenajes postmortem dedicados a Felix
Krueger, filósofo y psicólogo que enseñó en la primera década del siglo XX en
la UBA y CÓRDOBA antes de retornar a la
Universidad de Leipzig; Guido de Ruggiero y Martín Grabman, en este caso fueron
expositores Fritz Joachim von Rintelen, José Vasconcelos, Eugenio Pucciarelli,
Miguel Ángel Virasoro y nuevamente, Nimio de Anquín.
No quisiera abusar de la
atención del lector, pero con esta crónica rápida y obligadamente sintética, no
estoy más que poniendo en vigencia la acertada observación de Oscar Wilde
traído a colación por Coriolano Alberini, cuando dijo que: “Se escribe una Memoria,
cuando se comienza a perder la memoria”, si no en una verdadera caída en la
amnesia, como hoy está sucediendo en la Argentina, y de las que conmemoraciones
como la presente nos deben redimir.
Las trece sesiones
particulares, además, abarcaron los temas básicos de la filosofía con especial
atención a las circunstancias de la segunda posguerra mundial por las que
atravesaba el pensamiento internacional, como recordamos antes. Al frente de
cada una de estas sesiones estuvo lo más granado del pensamiento filosófico del
momento en cada especialidad. De este modo el área de Metafísica, que fue la
más amplia, estuvo dirigida por Carlos Astrada y se leyeron, examinaron y
discutieron –en oportunidades reciamente– veinticuatro comunicaciones de
distinguidos nombres del pensamiento universal, entre ellos, Louis Lavelle,
Cornelio Fabro, Eugen Fink, Ludwig Klages, Szilasi, Guzzo, Hartmann, Abbagnano,
Vasconcelos, Millán Puelles y González Álvarez, así como de la generación joven
pensante de la Argentina: Arturo García Astrada, Manuel Gonzalo Casas y José
María de Estrada.
Los intercambios de ideas
que a la sazón se produjeron han quedado como registros imborrables en el
recuerdo de un medio universitario que pujaba por una sana superación. Eugenio
Pucciarelli coordinó la sesión menos numerosa dedicada a la “Situación actual
de la filosofía” y las ideas agudas de Benedetto Croce, Maurice Blondel, K.
Jaspers, Robert Aron, Gaston Berger, J. Hyppolite, Julián Marías y Hernán
Zucchi se expusieron en su ámbito. La responsabilidad de la sesión III sobre
“Filosofía de la existencia” se encargó a A. Vassallo. Gabriel Marcel, H. G.
Gadamer, L. Landgrebe, Otto F. Bollnow, Mary Madeleine Davy, nuevo huésped
argentino posteriormente, Alberto Wagner de Reyna, y los argentinos Ismael
Quiles y los hermanos Miguel Ángel y Rafael Virasoro, entre varios otros,
completaron esta sesión, una de las más concurridas. La sesión de “Lógica y
gnoseología” estuvo a cargo del profesor de la Universidad de La Plata Héctor
Llambías. En este espacio junto a Galvano della Volpe, Reginaldo
Garrigou-Lagrange y Francisco Miró Quesada, predominaron los argentinos: Juan
Alfredo Casaubón, quien siguió viviendo en Buenos Aires hasta 2010, Derisi, Juan
Adolfo Vázquez y otros, examinaron sus trabajos en común. Y un aspecto que no
debe olvidarse: Bertrand Russell colaboró con un magnífico resumen sobre el
“Positivismo lógico” y el profesor Horacio Schindler de la Universidad de
Buenos Aires leyó una concienzuda y clara ponencia en torno a “Filosofía y
lógica simbólica”. Eran otros tiempos, en los que los universitarios argentinos
que se dedicaban a la filosofía buscaban estar informados y resolver
intrínsecamente sus problemas, procurando salvar los escollos en los que
posteriormente han encallado los cultores locales del positivismo lógico,
confundiendo los campos y reduciendo la mayor parte del saber filosófico a
enunciados pseudocientíficos. Lo que no se debe proclamar, porque es
históricamente falso, es que el conocimiento de la lógica matemática y sus
problemas filosóficos se hayan inaugurado en la Argentina con posterioridad al
año 1955. Sólo una intención sórdida, sectaria y contraria al equilibrio y
libertad de los saberes filosóficos ha podido difundir esa afirmación. Las
comunicaciones en torno a “Axiología y Ética” fueron coordinadas por O. N.
Derisi de la Universidad de La Plata, quien coordinó los trabajos presentados
por Gabriel Marcel, nuevamente, Guido Calogero, Von Rintelen, Francisco Larroyo,
Llambías de Azevedo, Corts Grau y Luis Farré, entre los participantes más
reconocidos. También en la Sesión reducida sobre “Psicología” cuya dirección se
encargó a Luis García de Onrubia se leyeron trabajos de Honorio Delgado, Víctor
García Hoz, Oscar Oñativia y Donald Brinkmann de la Universidad de Zurich,
quien ofreció una lectura sobre “Existencialismo y psicología profunda”, que
confirma una vez más los intereses amplios y precursores de futuras
problemáticas que movían a los participantes de las sesiones y al marco general
mismo del Congreso.
La sesión sobre Estética
a cargo de Luis Juan Guerrero fue otra de las importantes y promisorias áreas
de la filosofía en la que descolló la dedicación y talento de los cultores
locales, superando en número y planteos profundos incluso a los invitados
extranjeros. Si bien Raymond Bayer de la Sorbona, Adolfo Muñoz Alonso y Luigi
Stefanini, mostraron la pericia de su oficio y la riqueza de sus conocimientos,
el ahondamiento en los conceptos de la teoría artística por parte de L. J.
Guerrero, Emilio Estiú, Luis Farré, Francisco Maffei, Manuel B. Trías y Mario
García Acevedo, hasta 2013 todavía activo entre nosotros, no les fue en zaga.
Las sesiones restantes,
aunque menos favorecidas comparativamente con la concurrencia y nivel de de
participantes de las anteriormente mencionadas, fueron las siguientes:
- “Epistemología y
filosofía de la naturaleza” dirigida por Horacio Schindler en la que
intervinieron con trabajos de epistemología de las ciencias exactas y
matemáticas investigadores como Thure von Uexküll de Munich, Enrique Loedel
Palumbo, Pedro Pi Calleja, Fausto Toranzos, Raymundo Pardo y Olsen Ghirardi con
fecunda producción hasta fechas recientes, además de otros especialistas.
- “Filosofía de la
historia, la cultura y la sociedad”, bajo la dirección de César Pico de la
Universidad de La Plata, con impactantes ponencias de Karl Löwith, Harold Davis
y Pedro Eulogio Palacios, pero asimismo con importantes comunicaciones de
Alberto Baldrich, Alfredo Poviña, Juan Pichon-Riviére y José Enrique Miguens
(1918-2011), cordial amigo y hasta hace unos años, aún en ininterrumpida
actividad de producción.
- “Filosofía de la
Educación” fue presidida por Hernán Zucchi, una especialidad que entre
nosotros, bien lo sabemos, ha dado escasos estudiosos y que contó en la ocasión
con los aportes medulares de Víctor García Hoz y Delfín Santos, así como con
los apoyos locales de Elisabeth Goguel de Labrousse, Juan Carlos Silva y Diego
Pró.
- “Historia de la
filosofía” estuvo a cargo de la dirección de Nimio de Anquín. En este espacio
se escucharon algunos resultados maduros de investigaciones sobre la historia
de las ideas filosóficas, mostrándose una cara de la realidad de la filosofía
que posteriormente con el advenimiento del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (1958) y la ampliación de las dedicaciones exclusivas en
las Universidades del país, habrá de proseguir dando frutos. Rodolfo Mondolfo,
Galvano della Volpe, Mariano Ibérico, Joaquín de Carvalho, Roger Labrousse,
Michele F. Sciacca, María Eugenia Valentié y Mercedes Bergadá, son personas
cuyos nombres se deben recordar al respecto.
- La sesión de “Filosofía
argentina y americana”, dirigida por Juan Carlos Zuretti estuvo poco
concurrida, pues se trata de una disciplina que sólo posteriormente ha llegado
a ser sistemáticamente cultivada, aunque debe recordarse que en este campo
colaboró Adelina Castex, con la comunicación “Alberdi y el historicismo. Su
concepto de nación”. Las altruistas quijotadas filosóficas de la Dra. Castex
inspiradas por su amor al saber y a la patria argentina persistieron hasta días
antes de su muerte en 2005.
- La sesión sobre
“Filosofía del derecho y la política”, despertó, sin embargo, mucho mayor
interés. Un iusfilósofo a la sazón ya maduro y consagrado, la dirigió, el
jurista Carlos Cossio, y figuras robustas y controvertidas en ella actuaron:
Ernesto Grassi, Vicente Ferreira da Silva, Otto Langfelder, Juan Hernández de
Gurmendi y Robert Aron adelantándose a los problemas rigurosamente contemporáneos
con su colaboración “Investigación de una dialéctica para los Estados Unidos de
Europa”, nos aportaron los aires de afuera. Enrique R. Aftalión, Alfredo
Fragueiro, Julio Meinvielle, Enrique B. Pita, Jorge R. Tagle y Miguel Herrera
Figueroa, empero, removieron la atmósfera iusfilosófica y de teoría política
desde adentro.
Pero fue en esta sesión
precisamente en la que se dio a conocer para el medio filosófico nacional, un
joven abogado, Juez Federal interino y profesor de Filosofía del Derecho de la
Universidad Nacional de Tucumán, en cuya cátedra había sucedido a Renato
Treves, a través de la ponencia: “Aspectos filosóficos de la criminología”. Me
estoy refiriendo al pensador salteño, fundador y primer rector magnífico de la
Universidad Argentina J.F. Kennedy, don Miguel Herrera Figueroa.[†]
2. Jacob Böhme. El Filósofo Teutónico
Refiriéndose Eugenio
Pucciarelli en justo homenaje al pensador y psicólogo alemán Felix Krueger
quien había sido profesor en Córdoba y Buenos Aires durante los años 1904 a
1908, retornando después a su país en donde enseñó en las Universidades de
Leipzig y otras hasta 1948 y murió al año siguiente retirado en Viena, registró
precisamente esta cita textual del profesor alemán de rápido, pero preciso y
sugerente contenido teosófico:
El pueblo de Lutero –valiente y a la par
rico en intimidad como ninguno– ha tropezado con dificultades gravísimas para dar con su propia forma
y alcanzar su propia madurez. Desde los días de Wolfram y del maestro Eckhart
viene luchando por lograr una síntesis profunda, una plena coincidentia oppositorum de todo lo que constituye la verdadera
vida. Jacobo Böhme –el caviloso discípulo de la mística y la reforma alemana– va escudriñando todas
las contradicciones que presenta el mundo para descubrir la raíz metafísica de
donde brotan necesariamente. Con voz balbuciente –contenida por respetuoso
temor– se atreve finalmente a declarar que el mal absoluto tiene su asiento en
el seno insondable de la divinidad. Obsérvese cómo a partir de él Matías
Grünewald, Durero o Rembrandt reúnen violentamente, en íntimo y orgánico
comercio, lo feo, hasta la baja animalidad, con lo sagrado; como desde Durero
hasta Hans Thoma, Gottfried Keller y Guillermo Raabe el humorismo alemán va
dejando de lado la desnuda presentación en el arte de las flaquezas y
pequeñeces humanas, absorbiendo estos elementos en sus ásperas armonías
tragicómicas. La lírica de un Eichendorff o de un Möerike cobra acentos de
rigurosa unción ante el espectáculo de mundos de pensamiento tendidos
violentamente entre los polos opuestos de una antítesis irreductible. La música
alemana, aun cuando se acerca a la expresión de la belleza pura –la belleza
rafaelina– en
las melodías de Mozart y en las sinfonías y Lieder
de Schubert, nos hace presagiar el acerbísimo e irremediable dolor de vivir, al
mismo tiempo que la bienaventuranza que goza desprendiéndose de lo terreno y
una honda quietud religiosa. En el sentimiento religioso tiene su raíz todo
arte verdadero; así como lo tiene todo lo que el hombre hace con carácter
perdurable y en pro del mejor ordenamiento de la sociedad.[‡]
Con estas precisas
palabras Felix Krueger, asevera que, como con fina y trágica comprensión lo
expusieran los gnósticos desde los primerísimos tiempos cristianos, el teósofo
Böhme, aunque sólo muy parcialmente porque su intuición cristiana reformadora
propia de un alma mística de fines del siglo XVI y el primer cuarto del XVII
(Gorlitz –Prusia– 1575-1624), es expositivamente diversa, sabe captar la eterna
complejidad de la existencia e interioridad de Dios Padre, principio libre y
voluntario, Urgrund, como divinidad
en sí misma desconocida y cognoscitivamente inabordable. Pero que como
Naturaleza Fontal, aunque en su esencia íntima oculta e inmanifestable, decide
ser el tesoro oculto que se da a conocer. Y esta tentativa de Dios y sus
consecuencias dándose a conocer, es precisamente la teosofía. Este núcleo o mysterium (etimológicamente raíz my, cerrar los ojos, cerrar los labios),
el iluminado silesiano lo capta en un acto repentino de mostración y
ocultamiento, y por esto es teósofo, es decir, theosophós, sabio en las cosas divinas, porque conoce las cosas de
Dios (theosophéo), con vocabulario
que ya lo reconocían Jámblico en De
mysteriis 7, 1 y antes Porfirio en Sobre
la abstinencia de la carne animal 4,17. La experiencia indecible de las
visiones y paralela e inamisible misión vocacional la descubre Böhme a los
veinticinco años inducido por lecturas del médico-alquimista suizo Paracelso
(Felipe Aurelio Teofrasto Bombasto de Hohenheim) a su vez discípulo, o mejor,
iniciado por el Abad Trithemio en Würzburg muy joven, y de la mística cristiana
de Valentín Wiegel, fortalece esta misión con sucesivas experiencias que
maduran paulatinamente y a los treinta y cinco ratifica el llamado con la
redacción de Aurora o El alba en ascenso.
Ha sufrido temporadas de cárcel por su obstinación en expresar sus experiencias
y convicciones interiores, y a los cuarenta y tres, blindado el tesoro
sapiencial, lo desarrolla en la Descrpción
de los tres principios de esencia divina (1618). Entretanto curtiéndose con
la enemistad y persecución del pastor de su localidad, Gregor Richter, si bien
como se ha adelantado ha sufrido persecución y ha sido encarcelado, intercambia
correspondencia con sus seguidores la que en parte se publica (Cartas teosóficas) y va dando a la luz
sus trabajos centrales: De signatura
rerum ( 1622 ) y Mysterium magnum
(1623) y unos meses antes de su muerte se llega a publicar El camino a Cristo (1624) obra con la que se alcanza la cima de una
personalidad de místico especulativo y paralelamente de la enemistad de
Richter. Pero caprichos de la fortuna, éste fallece en abril de ese año, aunque
el Philosophus teutonicus,
denominación con la que se le considera el más profundo de los pensadores
espiritualistas alemanes en su reflexión sobre el mal, muere seis meses
después, el 17 de noviembre.
Tres son los grados de la
realidad divina escribe en 1618 el silesiano. Primer grado, el irrevelable, que
pertenece a la naturaleza del fundamento carente de fundamento, por eso Urgrund o Abgrund, divinidad desconocida, que no se conoce a sí misma, en la
manera que se entiende la esencia del conocimiento. La segunda instancia que es
el nivel revelado, que es la proyección de lo irrevelable fuera de sí, en su
cuerpo de luz, que se manifiesta plenamente, que es de este modo la Gloria o
doxa divina. El tercer grado es la humanidad con su deseo de asemejarse a Dios
y asumida enteramente por el Cristo con ese deseo cumplido.
A. La naturaleza
escondida es absolutamente inaccesible v sobrenatural. Lo Absoluto escapa a
toda captación. Sin principio ni fin, esta naturaleza carece de morada y está
más allá de lo eterno. Hay una ruptura de nivel entre la naturaleza divina
ignota, entre lo Absoluto, y la naturaleza eterna, ya que la oscuridad
supraluminosa antecede a la Luz y es su sostén. Dicho más familiarmente, la luz
se debe anteponer a la Oscuridad primordial para que ésta aparezca como
manifestación brillante y esto aparece plenamente en el cuarto grado de
manifestación de la naturaleza que siempre ha existido.
B. La naturaleza eterna
que posee la característica de la accesibilidad es llamada a la existencia
manifestada por el Dios oculto y se completa procesualmente por un desarrollo
fuera del tiempo, abarcando la formación siete etapas y su perfección o
acabamiento se da en el séptimo día. Es en la etapa del séptimo día, en la que
llega el descanso del proceso, su fin, en el que Dios Hijo que nace en la
eternidad del seno del Padre, se completa como Palabra en su divina eternidad.
Ella es principio para nuestro mundo a partir de ese grado séptimo del proceso
ejemplar. Este segundo paso de la doctrina descrito es una teosofía de la luz.
C. Del proceso eterno en
reposo, vendrá el devenir cósmico en cuyo eje salvífico se encuentra el hombre,
por eso hay un curso que va del caos al orden que manifestará a Dios en su
plenitud gloriosa. En este plano de significación salvífica cosmogonía y
teogonía van emparejados ya que antes en la misma teogonía ha aparecido el
hombre en el que se manifestará Dios en su plena índole, siendo la envoltura
diferente de Dios la que se diviniza. La semilla oculta diviniza a la
naturaleza, duerme oculta en el hombre y éste la despierta y así ilumina al
cuerpo. El proceso que va de la divina Oscuridad primordial a la divinización
brillante que es el fin de la teosofía para el ser humano, sigue un laborioso
camino que es de transformación alquímica: El Dios oculto inaccesible ha
querido inefablemente proceder hacia su condición luminosa negándose a sí
mismo, el salto de grado hace desaparecer la realidad primordial que queda como
fundamento del proceso. Es sobre la profundidad del abismo que es in-ubicuo, ya
que sustenta invisiblemente tanto la realidad de lo alto como de lo bajo, en
donde aparece la divinidad revelada.
Hasta aquí llegamos en la
descripción pasiva de los tres grados de realidad, lo que recuerda en su producción
de planos descendentes a primera vista las emanaciones reflejas de las
ontologías neoplatónicas y gnósticas, pero esto no es así en la teosofía de
Jacob Böhme, porque el proceso ontológico ad
deminorationem como, por ejemplo, en las Enéadas de Plotino, no funciona en
un temperamento en el que la pregunta ante la potencia del mal es acuciante,
pero tampoco se satisface con darle al mal una espontaneidad que lo haga un
rival libre y sin trabas de la voluntad divina, lo que lo haría caer en una
dualidad de principios independientes que la lectura del texto bíblico
interpretado por la patrística antigua surgida del círculo de los autores
evangélicos y mucho menos por los apologistas, les hubiera permitido afirmar.
Pero lo sostenido por la teosofía no es en última instancia así. En el tercer
grado del despliegue septenario, el abandono de sí del Dios oculto asume tal
nivel de desamparo y al mismo tiempo de desesperación, situación ilustrada
entre la oscuridad supraluminosa plena y la luz que ilumina a la Oscuridad y
que de este modo la despoja de su naturaleza propia, que genera el estado de
angustia e inseguridad producto de salir o exiliarse de sí misma con su
exteriorización y que por ese motivo llega a desaparecer frente a la luz. En
este momento sí surge la dualidad entre la lo oscuro y lo luminoso y Lucífer,
el más brillante de los siete ángeles primordiales, llegó a ser el portador de
luz porque avizoró la opción a quedarse con ella y en ella, rechazando su
fuente, lo Oscuro supraluminoso. El deseo imaginario movió a la voluntad y en
el cuarto estado fue posible la pérdida del equilibrio inestable entre la luz y
las tinieblas que hay que mantener y sostener con decisión. La luz se nutre de
la Tiniebla del Dios escondido de donde proviene y que es su fundamento
inexpresado, pero la Tiniebla es incomprensible, y cuando se comprende es por
la luz, pero esta realidad aparecida es mostración y así ajena a la divinidad
oculta. Pero ésta sigue siendo sin influencia alguna el basamento inadvertido
de todo lo que se manifiesta, que es siempre el espectáculo o espejo ejemplar y
sucesivamente imágenes de imagen arquetípica. En los planos subsiguientes al
fundamento sin fundamento, como queda dicho, sí es posible entender la realidad
plena, sin mengua, como Vida plena, la Gloria de Dios, un cuerpo de Luz que lo
oculta, y su plenitud en el Hijo, el Cristo que lo encarna en un cuerpo
resucitado. Hacia el Cristo cabeza y modelo del cuerpo glorioso, es hacia el
que tiende la humanidad que se torna completa por el Espíritu, para alcanzar la
plenitud total y eterna en un cuerpo pneumatizado o iglesia de resurrección. La
Sabiduría, por otra parte, en su función providencial es el instrumento
cosmológico último que ha dirigido la creación del mundo convocado desde la
creación ex nihilo a un fin
imperecedero y es asimismo el modelo de esta soteriología plena, de base
interpretativa bíblica, que abarca tanto al hombre como al mundo.
3. Las versiones metafísicas del idealismo alemán frente a la
orientación teosófica
La inspiración impulsora
de la mística de Jacob Böhme que se expresa a través del motivo puramente
intelectual de la fórmula de la coincidentia
oppositorum, ha dejado su impronta bajo la forma de la aceptación o la
polémica en diversos representantes de la filosofía alemana bien sea por
aceptación o por rechazo generando un cuadro pluriforme de polémica
intelectual.
En el fondo se ubica el
Maestro Eckhart y su poderosa influencia a veces sólo como presencia anónima,
de este modo en otro lugar hemos podido recordar una característica que también
ha estado presente en Nicolás de Cusa. Recordemos el texto estudiado en otra
ocasión:
Quiero traer a la memoria para abrir un
ámbito de genérica sintonía, una poesía anónima conservada por una religiosa de
un monasterio renano y que había sido dirigida por otra remitente también
desconocida, a las hermanas del convento. La pieza ha sido escrita a comienzos
del siglo XIV, y está editada y analizada por Loris Sturlese en el IIo
volumen de su Storia della Filosofia
tedesca nel medioevo. Il Secolo XIII. Se declara ilustrativamente lo
siguiente:
“Os quiero contar lo que ha sucedido –dice una buena hermana–: llegan
entre nosotras predicadores y de esto se alegra mi corazón. Nos predican buenas
palabras, nos quieren develar el tesoro celestial (den hymmelischen hort).// El reverendo lector que quiere ser uno
con vosotras, quiere excitar el alma con el fino amor (mit der minnen fin), con el lazo de su amor la torna tan cálida que
ésta a causa de tan verdadero amor no
sabe más nada de nada (das sy von rether minnen nudesniden enweiz).//
Dietrich, el ilustre maestro, que quiere hacernos felices dice puramente todo
–“In principio...”. El vuelo del
águila él nos quiere revelar; él quiere sumergir al alma en el fondo sin fondo (in den grunt ane grunt).// El sabio maestro Eckhart nos quiere
hablar de la Nada (wil uns von nithe). Quien no lo
comprende puede lamentarse con (el) buen Dios (gode clan): en él no ha brillado la luz divina (der güdeliche schin).// No soy yo quien
pueda explicaros lo que se ha dicho: vosotras os debéis anular absolutamente (ir sulent uch gar vernithen) en la
creaturidad (in die geschaffenheit).
Idos en el Increado (in daz ungeschaffen),
abandonaos absolutamente a vosotras mismas (verlisent
uch selber gar) puesto que allí hay una visión total del ser absoluto (ein kaffen al in daz wesen gar).// Separaos
absolutamente, captad al Dios que hay en vosotras (nement godes
in uch war), profundizad en la unidad (senckent uch in eynekeit) y así
llegaréis a ser conscientes.[§]
Más allá de la hondura
interpretativa que se puedan dar a estas líneas recurriendo a la enseñanza de
los maestros de espiritualidad que inspiran la redacción de la anónima
religiosa, y a la que quiere ser fiel exhortando al mismo tiempo a sus hermanas
de religión, lo que interesa en este acceso a la problemática es mostrar la
organización de un vocabulario filosófico-religioso que va a ser un motivo
fuerza reiterado en una cadena de autores, entre los que se encuentran estos
teósofos del siglo XVI y siguientes que se esfuerzan por mostrarse dignos
representantes de una tradición espiritual y especulativa que es propia de un
pensamiento nacional original y que cultivando la autonomía al estar emancipado
de la tutela y control intelectual de Roma (y París), puede desarrollar sus
propias convicciones. Por eso la fuerza estimulante del místico y pensador
Jacob Böhme se ha reflejado intensamente en las figuras y polémicas entre sí
surgidas de los más poderosos representantes del pensamiento alemán, las que
directamente han reconocido los diversos valores espirituales e intelectuales
del autor. Podemos así ilustrar la postura de consagrados intelectuales
alemanes que no fueron ajenos a su influencia.
G.G.F. Hegel (1770-1831),
perteneciente en su juventud al círculo del Seminario de Tubinga con Schelling
y Hölderlin, le ha dedicado más de veinte páginas en su Historia de la Filosofía a la existencia y enseñanza de J. Böhme y
ratifica de este modo su reconocimiento al valor intelectual de este autor en
carta dirigida a su amigo Van Ghert de Amsterdam al agradecerle el envío de una
edición de obras de Böhme.
La teosofía de Böhme siempre me ha parecido
una de las más notables tentativas, por parte de un hombre profundo, aunque no
especializado, por atrapar la naturaleza íntima de la existencia absoluta. Para
Alemania posee el peculiar interés de ser realmente el primer filósofo alemán.
Considerando las aptitudes de su tiempo y el pequeño grado de capacitación que
poseía en el pensamiento abstracto, hace el supremo esfuerzo de traer el
profundo elemento especulativo que quedaba en su imaginación en la forma de la
comprensión y así elaborar la comprensión ordinaria hasta permitir que el
elemento especulativo de ella sea expresado.
F. W. J. Schelling
(1775-1854): hacia 1806 Schelling se separó de Fichte y asimismo rompió con B.
Spinoza y por influencia de Franz von Baader se dejó inspirar por Böhme, para
lo que estaba precozmente predispuesto por la lectura de Oetinger cuyas obras estaban
en la biblioteca familiar y la lectura posterior directa de Böhme desde 1802. De
este modo se encuentran influencias maduras de la teosofía en Aforismos sobre la filosofía de la
naturaleza de 1806 en relación con la revelación de lo Absoluto como obnubilado
por la materia y posteriormente manifestado por la acción liberadora de la luz,
aunque más tarde, después de los intercambios intelectuales con Von Baader se
cambia la perspectiva especialmente en la obra inconclusa sobre Las edades del mundo (1815), en ella, “lo
Absoluto adquiere la forma trinitaria divina, ya que: el Padre pura libertad,
una rueda eterna de ansiedad, escapa de ella generando al Hijo, su sol
redentor, que clarifica el caos paternal y lo reemplaza con la consonancia del Espíritu”
(J.-F. Marquet). Después de casi veinte años en la Filosofía de la mitología la enseñanza es expresada mitológicamente
como el conflicto de Cronos quien en lugar de permanecer como fundamento (Grund) usurpó el poder universal del
acto divino de existir (Sein) como
Dioniso y victorioso abdicó el poder adquirido y lo remitió al Padre
sometiéndose a él con la encarnación y así hizo posible el advenimiento del
Espíritu en la Iglesia. De este modo siguiendo el esquema joaquinita de la
historia: la Iglesia petrina (católica: la observancia), la paulina
(protestante: la fe subjetiva) y la juanina (la filosofía positiva iniciada por
el mismo Schelling) quien también fue influido por Swedenborg, ofrece su propio
mensaje intelectual en el marco de la teosofía.
Amigo, aunque enfrentado
en polémicas con Hegel y Schelling, filósofos más que teósofos, por más que con
influencias de la teosofía, como se ha visto reaccionó, F.J. von Baader
(1765-1841), un teósofo puro de base católico romana, y que al decir de A.
Faivre,
Queda como el más importante teósofo del
siglo XIX. Además, es el mejor comentador de Böhme y L.-C. Saint-Martin. Es
también junto con Schelling, el mayor representante de la Naturphilosophen romántica, y probablemente el más poderoso y
original intérprete de ambos. Sus publicaciones se escalonan entre 1789 y 1841.
Con interés se observa la recepción de estos pensadores operando en diversas
direcciones. Saint-Martín, ha contribuido en mucho a la recepción de Böhme en Europa durante el
período romántico y prerromántico. Además, la marcada influencia de
Saint-Martin sobre el pensamiento de Baader (siendo él mismo un filósofo muy
influyente) dio por resultado la introducción de ambos, de Böhme y
Saint-Martín, en la filosofía alemana. A saber, el décimo segundo volumen
publicado en 1860 dentro de los sesenta volúmenes de las Obras Completas de Baader, se consagra por entero a las reflexiones
sobre Saint-Martin y es precedido por un largo prólogo de Federico von
Osten-Sacken, que igualmente ha contribuido a la reputación del Filósofo
Desconocido entre los filósofos) alemanes.[**]
4. Conclusiones
Con la última cita nos ha
sido posible pasar a las conclusiones de las interesantes reflexiones que la
teosofía alemana despierta frente al fenómeno paralelo aunque diverso que se
ofreció igualmente en el campo de los primeros tiempos del cristianismo entre
los protocatólicos y los gnósticos. Éstos más allá de sus originales puntos de
partida, la fe y la gnosis, y sus formas fundamentales de exposición y
prácticas rituales, credos y exposiciones de la fe y ritos sacramentales, por
un lado, y relatos míticos y exégesis doctrinales, ritos iniciáticos y ética
para pneumáticos, por otra, se distinguieron lo largo de los siglos por los
efectos de sus creencias profundas: afirmación de la gnosis como experiencia de
descubrimiento revitalizadora, antropología docética coherente, afirmación del
pneuma como realidad oculta en la entidad psicosomática y negación de la
resurrección considerada como la transformación eterna de la entidad
psicofísica y rechazo del cosmos como un ente valioso y perdurable en sí mismo.
Frente a estos elementos caracterizadores la teosofía con sus variaciones
cristianas no tiene nada de gnóstica, por más que parte de su vocabulario pueda
confundir, esto lo saben y distinguen los grandes maestros de la teosofía con
precisión. Quizás sea mejor en el caso de la teosofía hablar para reforzar su
peculiaridad y evitar equívocos de significado, de una sofiología, como
denominan a esta doctrina espiritual sabios de la ortodoxia rusa, como N.
Berdiaev y V. Soloviof.
Bibliografía
Actas del Primer Congreso Nacional de
Filosofía, 3 vols,
(publicación al cuidado de Luis Juan Guerrero, Secretario de Actas del
Congreso). Mendoza: Universidad Nacional de Cuyo, 1949.
García Bazán,
Francisco. “Penurias de la Filosofía”. En 50
Años de la Comunidad Organizada. Por el protagonismo de los pueblos,
editado por Alberto Buela, 21-27. Buenos Aires: Fundación Cultura et Labor,
1999.
García Bazán,
Francisco. “Neoplatonismo medieval. El neoplatonismo cristiano medieval entre
los dominicos de Colonia y sus proyecciones filosóficas”. En VII Jornadas de Filosofía Medieval, del 7 al
12 de abril de 2012, CONICET, CD-Rom ISBN: 978-987-537-118-7.
Faivre, Antoine. “Christian
Theosophy”. En Dictionary of Gnosis &
Western Esotericism, I, editado por Wouter J. Hanegraaff, 258-267. Leiden: Brill, 2005.
El autor es Doctor en
Filosofía e Investigador Superior ad Honorem del CONICET. Dirige la Sección de
Filosofía e Historia de las Religiones de la Academia Nacional de Ciencias de
Buenos Aires como académico titular. Ha publicado 36 libros y cientos de
artículos. Miembro de número de la Academia Provincial de Ciencias y Artes de
San Isidro y Correspondiente de la Academia Nacional de Ciencias Morales y
Políticas. Premio Gobierno Provincia de Buenos Aires en Ciencias Sociales.
Konex de Metafísica y Nacional de Ciencias Bernardo Houssay 2003 al
Investigador Consolidado.
Recibido:
29 de mayo de 2019.