Philosophia 80/1 I 2020 I pp. 41
a 85 CC BY-NC-SA 3.0 I ISSN
0328-9672 (impresa) I ISSN 2313-9528 (en línea)
La economía política de la información: problemas contemporáneos y
aportes éticos
Political Economics of
Information: Contemporary Problems and Ethical Contributions
Gabriela de los Ángeles Caram
Universidad Nacional de Cuyo (argentina)
gabycaram@hotmail.com
Resumen: La economía de la
información se presenta en nuestros días como un espacio de notable influencia
en la política económica, con probabilidades de extenderse con mayor intensidad
en el futuro. Los principales debates en torno a este tema se han producido
durante las dos últimas décadas, vinculadas a la eficiencia de la economía del
mercado y a la relación apropiada entre el mercado y el Estado.
El objetivo de este trabajo es arribar a una comprensión del nuevo
paradigma de la economía de la información, con el fin de encontrar problemas,
pero también instancias explicativas más amplias, desde las cuales entender la
realidad económica actual y sus directrices, y hallar soluciones y alternativas
comprometidas para un adecuado desarrollo y óptimo funcionamiento de las
relaciones económicas y humanas.
Palabras clave: filosofía de la economía
actual, paradigma informacional, asimetrías de la información
Abstract: Information economics appears today as a place of
significant influence upon economic policy, yet likely to spread with even
greater intensity in the future. The main debates on this topic have taken
place throughout the last two decades, which are linked to the efficiency of
market economy and the appropriate relationship between the state and market.
This paper
seeks to arrive at an understanding of the new paradigm of information
economics in order to identify problems as well as broader explanatory
instances from which the current economic reality and its guidelines can be
understood, and find committed solutions and alternatives for the appropriate
development and optimum functioning of economic and human relations.
Keywords: philosophy of the current economy, informational
paradigm, information asymmetries
La
economía de la información se presenta en nuestros días como un espacio de
notable influencia en la política económica, con probabilidades de extenderse
con mayor intensidad en el futuro. Los principales debates en torno a este tema
se han producido durante las dos últimas décadas, vinculados a la eficiencia de
la economía del mercado y a la relación apropiada entre el mercado y el Estado.[1]
El
planteamiento de Adam Smith[2] de que los mercados libres
deben llevar a resultados eficientes, como si una “mano invisible”[3] operara favorablemente para
maximizar el bienestar general, ha revelado un papel central en estos debates.
De su pensamiento se derivaba el supuesto de que podríamos confiar en los
mercados sin intervención pública, o
con una intervención limitada. De esta posición nace la idea de que la riqueza
proviene del trabajo (y no del oro ni de la plata), siendo susceptible de
aumentar con una adecuada regulación del funcionamiento del mercado: lo central
para Smith era la noción de la competencia como mecanismo limitador de la sed
de beneficios y fomentador del bien común, y el deseo de un Estado fuerte,
aunque no grande, que garantizara la libertad, la propiedad y el funcionamiento
de la “mano invisible” que armoniza los intereses de la persona y de la
comunidad.
El nuevo paradigma de comprensión de los
mercados viene a contraponerse a la teoría de Smith, puesto que, como
señala J. Stiglitz: “se podría deducir que la razón por la cual “la mano” puede
ser invisible es que sencillamente no está ahí –o, por lo menos que si está
ahí, está paralizada”.[4] En efecto, las teorías
económicas desarrolladas en aquel marco prestaban poca atención a la pobreza,
puesto que proclamaban que todos los mercados se equilibraban, y afirmaban que
el móvil del beneficio garantizaba que no habría discriminación económica.[5] Sin
embargo, el mundo real muestra a las claras otro tipo de manifestaciones,
lejanas a los modelos de competencia, información y mercado perfecto.
Con el
objeto de dar solución a estos problemas, sería relevante realizar una
propuesta de regulación económica, entendida como restricciones o limitaciones
legales que se imponen a los agentes que participan, ante la presencia de fallas
en el mercado producidas por la presencia de externalidades, existencia de
bienes públicos, falla de la competencia, asimetrías de la información,
mercados incompletos, etc.[6] La superación de esta
problemática debe promover, asimismo, incentivos para recabar y revelar la
información, y proporcionar correctivos para la teoría del salario, y garantías
para prevenir riesgos.
El
objetivo de este trabajo es arribar a una comprensión del nuevo paradigma de la
economía de la información, con el fin de encontrar problemas, pero también
instancias explicativas más amplias, desde las cuales entender la realidad
económica actual y sus directrices. Se buscará exponer algunos criterios de
acercamiento hacia alternativas comprometidas para un adecuado desarrollo y óptimo
funcionamiento de las relaciones económicas y humanas.
El
artículo procederá, en primer lugar, a definir el paradigma de la información
en el contexto de su surgimiento. Posteriormente, se abordarán las deficiencias
y problemas que emergen de la realidad económica, puestos de manifiesto por los
desarrollos en torno a este nuevo paradigma, a saber: los fallos de mercado.
Siendo varios y complejos, se advertirá que su superación dependerá
exclusivamente de la articulación de mecanismos políticos y éticos que puedan
corregir estos fenómenos, con el fin de generar un ámbito de justicia social y
calidad de vida humana integral.
El nuevo paradigma de la información: entre la economía y la ética
1. ¿Cómo surge el paradigma de
la información?
El economista
bengalí Amartya Sen[7] ha logrado despertar una
singular valoración acerca de las nuevas condiciones económicas que han abierto
paso al paradigma informacional. A raíz de su investigación sobre las variables
determinantes de la pobreza, Sen consideró otras variables existentes no
tenidas en cuenta hasta entonces para la promoción del ser humano. Es así como
propugnó el “enfoque capacidades” (Capability
Approach), el cual aprovecha un tipo de información social específica para
poder acceder al mejoramiento del desarrollo humano, haciendo a un lado los
indicadores anteriores,[8] que carecían de la
información adecuada para este tipo de análisis. Dicho enfoque fue
complementado con estudios recientes[9] relativos a los problemas
económicos y morales emergentes de las reglas de juego del mundo económico
actual, constituyéndose en el llamado paradigma
de la información.
La
economía política de la información se establece como un paradigma vigente que
exalta el papel de la información en los procesos políticos y en la toma de
decisiones, por lo cual encarna una transformación fundamental con respecto a
los paradigmas precedentes. Tomar conciencia sobre la presencia, ausencia o
contenido erróneo o distorsionado de la información, ha socavado efectivamente
los fundamentos del análisis del equilibrio competitivo, las leyes que se
tenían por básicas con anterioridad. De hecho, la investigación sobre la
economía de la información surgió con motivo de las premisas subyacentes al
paradigma competitivo, que ya no podían ser plausibles bajo las nuevas
coordenadas; en este, se terminan desconociendo diversas categorías de
información relevantes desde el punto de vista ético-político-económico para
juzgar la situación de las personas.[10]
Entre
muchos supuestos que no se adaptan al modelo de Smith, se revelan hoy al mundo
las imperfecciones de la información.
Este recurso influye en la toma de decisiones, puesto que los errores en
cuestiones de política y economía que han desembocado en crisis –por ejemplo el
caso de la crisis de Asia Oriental o la transición al mercado de los antiguos
países comunistas- se podrían haber evitado si hubiera existido un mejor
conocimiento de información específica referida a la estructura financiera,
insolvencias económicas y patrimoniales, gobernabilidad de las empresas, entre
otras, siendo fundamental para los procesos políticos y la toma colectiva de
decisiones.[11]
2. ¿Qué es el paradigma de la información?
Las
teorías económicas que se han enseñado hasta mediados del siglo XX, prestaron
escasa atención a los problemas de la pobreza, y fue allí donde se vio que “la
mano invisible” no se podía ver porque sencillamente no estaba. Los mecanismos
económicos no se han podido desarrollar con tanta previsibilidad y precisión
que diera por resultado la ausencia de la población en estado de pobreza o de
desigualdad y vulnerabilidad. Esto es porque no solamente existen factores del
propio ámbito económico que escaparon a esas teorías, sino también porque no se
atendió al mismo tiempo a problemáticas que siempre van de la mano de lo
humano, y que son las propias del obrar ético, o su contrario.
Joseph
Stiglitz,[12] analítico principal de este
paradigma de la información y Premio Nobel de Economía en el 2001, apunta su
propio testimonio haciendo referencia al paradigma anterior y al surgimiento de
la necesidad del cambio de perspectiva:
Mis primeras visitas al mundo en desarrollo en 1967, y una estancia más
prolongada en Kenia en 1969, me causaron una impresión indeleble. Los modelos
de mercados perfectos, por muy limitados que pudieran ser para Europa y
América, parecían realmente inadecuados para estos países. Entre los muchos
supuestos claves que se incluían en el modelo de equilibrio competitivo que
parecían no ajustarse bien a estas economías, me llamaron especialmente la
atención los relacionados con las imperfecciones de la información, la ausencia
de mercados y la omnipresencia y persistencia de unas instituciones
aparentemente disfuncionales, como la aparcería. Mientras crecía, había visto
empleo cíclico – a veces bastante grande- y las penurias que traía, pero no
había visto el desempleo masivo que caracterizaba a las ciudades africanas, un
desempleo que no podía explicarse ni por los sindicatos ni por las leyes de
salario mínimo (que, aún en el caso de existir, se burlaban sistemáticamente).
De nuevo, había una discrepancia entre los modelos que nos habían enseñado y lo
que yo veía.[13]
Quedaba
claro, ante los ojos de todos, que los modelos vigentes no podían responder a
las problemáticas reales de modo satisfactorio. No se observaba ni se observa
una correspondencia efectiva entre las explicaciones anteriores y la realidad.
Se trata
de un paradigma que asigna a la información un valor fundamental en los
procesos políticos y la toma de decisiones. Resulta útil, no solo para el
planteamiento a nivel filosófico general del nuevo orden mundial, sino para
abrir una nueva mirada a los errores cometidos en cuestiones de política y para
poder evitarlos a futuro. Durante más de 100 años la modelización formal de la
ciencia económica se centró en modelos en los que se suponía que la información era perfecta. Y aunque había un
conocimiento de que existían pequeñas alteraciones, se creía que tender a la perfección
era suficiente. Pero se mostró que incluso una pequeña cantidad de imperfección
en la información podría tener un efecto profundo sobre la naturaleza del
equilibrio.
En
términos históricos podemos referir que, entrados en el siglo XXI, se ha constatado
cómo nuestra sociedad se está adaptando a una rápida transformación de los
modelos imperantes, e inclusive antagónicos, del pasado. Se produjo una
transición en la cosmovisión del hombre, que se venía gestando desde la Guerra
Fría, y que generó una mutación profunda para el replanteamiento de lo social y
lo político. El ámbito cultural comenzó a extenderse más allá de las fronteras,
abriendo nuevas potencialidades económicas. En pocas décadas hemos asistido a
nuevas oportunidades y también a las crisis de este cambio, de tal modo que se
ha iniciado el desarrollo de estructuras de la interacción innovadoras dentro
de una sociedad global, en el marco de una realidad cambiante, dinámica y
aparentemente indefinida.
3. Deficiencias
y problemas informacionales: asimetrías y consecuencias
J.
Stiglitz ha proporcionado una vasta investigación sobre el nuevo paradigma a
partir de su importante contribución a la teoría de la información asimétrica, la cual lo condujo a obtener el Premio
Nobel de Economía en 2001, junto con George A. Akerlof y Michael Spence.
La
literatura económica neoclásica tradicional asumió que los mercados son siempre
eficientes excepto por algunos fallos limitados y bien definidos. Sin embargo
los recientes estudios de Stiglitz y otros invalidan esa presunción; en efecto,
solamente bajo circunstancias
excepcionales los mercados son eficientes. Stiglitz muestra que cuando los
mercados están incompletos y/o la información es imperfecta (lo que ocurre
prácticamente en todas las economías), incluso en un mercado competitivo, el
reparto no es necesariamente Pareto-eficiente;[14] casi siempre existen
esquemas de intervención gubernamental que pueden inducir resultados diferentes, en el intento de
beneficiar a todos.
Hay una situación
particular que parece ser causa de esta imposibilidad de lograr la eficiencia:
Stiglitz afirma que se trata de los fallos
de mercado.[15] Nos referiremos a su
impacto en el desarrollo económico.
3.1. Los fallos de mercado
Por
definición, Mercado es la institución
o la organización o entidad que le permite a los oferentes (vendedores) y a los
demandantes (compradores) establecer un vínculo comercial con el fin de
realizar operaciones de diversa índole, acuerdos o intercambios. Fallo de mercado es una situación
que se produce cuando el mercado no
es capaz de asignar los recursos disponibles de forma eficiente.[16] En economía, el sistema de
precios de un mercado competitivo
es capaz de abastecer todos los bienes y servicios de una economía. Pero cuando
esta suficiencia no se produce, estamos ante un fallo de mercado. Estos fallos
pueden ser de variada índole; hay múltiples formas en que puede presentarse,
mencionaremos los siguientes: externalidades, bienes públicos, mercados incompletos, competencia imperfecta, desempleo e información imperfecta. En todos estos casos, se dice que el
mercado falla, esto es, los mercados competitivos no alcanzan asignaciones
eficientes en el sentido de Pareto. Cuando los mercados funcionan de manera
eficiente, el único papel del Estado, además de proporcionar el marco normativo
e institucional para que se produzcan los intercambios, es salvaguardar la
propiedad privada y garantizar los intercambios entre oferentes y demandantes.
Esto variará en el caso de que no se produzca la eficiencia, como efectivamente
ocurre. Describiremos a continuación los diferentes tipos de fallos de mercado.
3.1.1. Externalidades
Externalidad es el coste social o beneficio que no se
refleja en el precio de mercado. En economía, el término “externalidad” se
refiere a las situaciones en las que un intercambio de mercado impone costos o
beneficios a terceros que no participan en él.[17] Existen muchos casos en que
los actos de una persona o una empresa afectan a otras personas o empresas, en
los que una parte impone un coste a otra pero no lo compensa, o en los que una
parte produce un beneficio a otras, y no recibe ninguna retribución a cambio.
Las
externalidades se presentan cuando la producción o el consumo de un bien afecta
directamente –positiva o negativamente- a los consumidores o empresas que no
participan en su compra ni en su venta, y cuando esos efectos no se reflejan
totalmente en los precios del mercado. Una externalidad positiva ocurre cuando
se producen indirectamente consecuencias beneficiosas sobre otras empresas o
sobre la sociedad, como por ejemplo, rehabilitar viviendas, proteger zonas
boscosas, entre otras. Una externalidad es negativa cuando, por ejemplo, se
produce un coste que afecta a terceros, como es el caso de la contaminación ambiental.
Cuando hay
externalidades en las que las acciones de un individuo tienen impacto en otros,
por las cuales no pagan o no son compensados, los mercados no funcionan bien.
Las investigaciones recientes han mostrado que estas externalidades son penetrantes
cada vez que hay información imperfecta o riesgo de mercado imperfecto, lo cual
ocurre siempre. El verdadero debate hoy en día gira en torno a encontrar el
balance correcto entre el mercado y el gobierno. Ambos son necesarios. Cada uno
puede complementar al otro. Este balance será diferente dependiendo de la época
y el lugar.[18]
Más allá
del tipo de externalidad de que estemos hablando (tecnológicas, pecuniarias,
etc), siempre que se realicen actividades que generen externalidades, la
asignación que estipule el mercado puede no ser eficiente, esto es, se producen
distorsiones en economía. Como no recae sobre los individuos la totalidad del
coste de las externalidades negativas que generan, éstas son efectuadas en
muchos casos en exceso; por el contrario, como los individuos no reciben todos
los beneficios de las actividades que generan externalidades positivas,
realizan demasiado pocas. De este modo, por ejemplo, si el Estado no
interviniera, el nivel de contaminación sería demasiado alto.[19]
3.1.2. Bienes públicos
Existen
cuatro tipos de bienes en relación con la exclusión o rivalidad en el consumo:
los bienes privados (alimentos,
vivienda, automóviles), los bienes
artificialmente escasos (como televisión por cable, programas de ordenador,
información, etc), recursos comunes
(agua, biodiversidad, vías públicas, etc) y los bienes públicos. Entre éstos figuran, por ejemplo: la defensa
nacional, el sistema jurídico, la investigación científica, el alumbrado público,
la seguridad ciudadana, la televisión abierta, servicios sanitarios, entre
otros.
Los bienes
públicos son no rivales y no excluibles del consumo, pues no es posible impedir
que una persona utilice un bien de esta naturaleza. Un bien público es un bien
o servicio que se puede consumir en forma simultánea por todos y del que no se
puede excluir a nadie. Estos bienes son el extremo de la externalidad positiva.
En los
bienes públicos la falla del mercado se suele manifestar en que se ofrece una
cantidad insuficiente de dicho bien.[20] A causa de que los bienes
públicos no son excluyentes sufren el problema del free-rider,[21] porque la cantidad del bien
que puede consumir una persona no depende del monto que la persona paga por él.
Nadie tiene un incentivo para pagar un bien público, y por ello, las empresas
privadas no quieren producir estos bienes. Ya que son bienes no rivales en el
consumo, sería ineficiente cobrar a la gente por consumirlos.
El hecho
de que el mercado no suministra los bienes públicos, o no los suministra en una
cantidad suficiente, justifica muchas actividades del Estado. Por ejemplo, la
defensa nacional es un bien público puro, y si este tipo de bienes no es
proporcionado por el Estado, su provisión será insuficiente.[22]
Una de las
razones más importantes por las que el Estado debe intervenir en la economía es
para aportar bienes públicos a la sociedad. En el caso de la educación, aunque
no es un bien público puro,[23] el Estado normalmente ha
desempeñado un papel importante en su provisión. El fin principal que subyace a
la financiación pública de la educación es fomentar
la igualdad de oportunidades. Por ello, los Estados que invierten menos en
educación por alumno tienden a obtener peores resultados.[24]
3.1.3. Mercados incompletos
Los bienes
y servicios públicos puros no son los únicos que los mercados suministran
inadecuadamente. Existen mercados incompletos cuando los mercados privados no
procuran un bien o un servicio, aun cuando el costo de su suministro sea
inferior al que los consumidores están dispuestos a pagar, por lo que se
produce una falla de mercado. Se habla en este caso de la existencia de los mercados incompletos, ya que un mercado
completo aportaría todos los bienes y servicios cuyo coste de suministro fuera
inferior al precio que los individuos están dispuestos a pagar. Señala
Stiglitz: “Por ejemplo, algunos economistas creen que los mercados privados han
funcionado especialmente mal en la provisión de seguros y préstamos, lo que
justifica la intervención del Estado en estas áreas”.[25] Sectores como el mercado de
capital o el de los seguros suelen ser los ejemplos más utilizados en la
definición de este tipo de mercado incompleto.
Stiglitz
expresó claramente la imposibilidad de que existan mercados completos ya que no
pueden existir mercados que cubran todos los riesgos inherentes a los
intercambios presentes y futuros.[26]
3.1.4. Competencia imperfecta
La competencia imperfecta es
la situación de fallo de mercado en la que, a diferencia de la situación de competencia perfecta, un solo
agente o unos pocos de los que funcionan en el mercado manipulan la condición
del producto y pueden afectar directamente la determinación de los precios.
Son varias
las razones por las que la competencia puede ser imperfecta. Cuando los costes
medios de producción disminuyen a medida que una empresa produce más, las
grandes empresas tienen una ventaja competitiva frente a las pequeñas. Puede
haber incluso un monopolio natural,
situación en la que es más barato que una empresa produzca todo. Y cuando no hay
monopolio natural puede ser eficiente que sólo haya unas cuantas empresas (oligopolio).[27] Las empresas también pueden
adoptar conductas estratégicas para disuadir a la competencia, o, por ejemplo,
para expulsar a determinados competidores pueden bajar los precios de venta por
un período determinado para expulsar a otros del mercado, es decir, puede
establecer barreras de entrada para los potenciales competidores.[28]
Marcelo
Resico puntualiza las funciones de la competencia: 1) exige que los productos
ofrecidos se adapten de la mejor manera posible a las necesidades de la
demanda, 2) en aras de mejorar los precios, la competencia exige una permanente
búsqueda de reducción de los costos. 3) ayuda a que la distribución de los
ingresos que se opera en ella se realice en función de la productividad, 3)
genera incentivos para introducir innovaciones (productos y/o procesos nuevos),
4) promueve la flexibilidad de la economía, la rapidez con que los agentes
reaccionan ante los cambios del entorno económico.[29]
Si estas
funciones no se cumplen, nos encontramos ante una competencia imperfecta.
3.1.5. El desempleo y los
salarios de eficiencia
Tal vez el
síntoma más admitido de las fallas de mercado sea el elevado índice de
desempleo que ha afectado a las economías capitalistas en los últimos 200 años.
En torno a esto, Stiglitz ha investigado los llamados salarios de eficiencia, y ha colaborado en la creación de lo que se
conoce como el modelo Shapiro-Stiglitz, que explica la existencia del
desempleo. Carl Shapiro y Stiglitz, en 1984 declaran que el desempleo es
motivado por la estructura informativa
del empleo.[30] De este modo, a diferencia
de otras formas de capital, las personas pueden escoger su propio nivel de
esfuerzo, pero es costoso para las empresas determinar (saber, obtener
información sobre) cuánto esfuerzo están realizando sus trabajadores, así como
comprender otras variables en juego.
La
formulación de la teoría del salario de eficiencia que ha recibido más atención
a lo largo de los años se ha centrado en el tema de los incentivos. Muchas empresas afirman que pagar salarios más elevados
induce a los trabajadores a trabajar más efectivamente.
Se han
propuesto varias teorías acerca de por qué los empleadores pagan salarios de
eficiencia (salarios por encima de la tasa de mercado): 1) con el objeto de
evitar el shirking: según el modelo de Shapiro y Stiglitz,[31] si el empleador no observa
el esfuerzo de los trabajadores, pagar salarios de eficiencia puede incentivar
a los trabajadores a esforzarse. Los trabajadores pueden escoger entre
esforzarse o no (“shirk”: evadir). Si no se esfuerzan, hay una probabilidad de
ser sorprendidos y la sanción es el despido; 2) para minimizar la rotación de
trabajadores: al pagar salarios de eficiencia, el incentivo de los
asalariados para renunciar y buscar empleos en otra parte es minimizada. Esta
estrategia tiene sentido debido a que a menudo es costoso entrenar nuevos
trabajadores; 3) para evitar la selección adversa:[32] si el desempeño laboral
depende de la habilidad de los trabajadores y los trabajadores difieren uno de
otro en estos términos, las empresas con salarios más altos atraerán a
trabajadores más capaces. Un salario de eficiencia significaría, entonces, que
el empleador puede escoger entre distintos solicitantes para obtener el mejor
posible; 3) para estimular una moral alta,
en función de aumentar la productividad; 4) en los países en desarrollo, los
salarios de eficiencia pueden permitir a
los trabajadores alimentarse lo suficiente para evitar enfermedades y ser
capaces de trabajar más arduamente y con mayor productividad.
Pero el
salario de eficiencia comete un error: si todos los empleadores utilizan la
misma estrategia de aumentar los sueldos en función de la motivación de los trabajadores,
esto tendrá como consecuencia la disminución de la demanda sobre el mercado
laboral, porque el trabajo será más costoso y los empleadores tendrán menos que
contratar. Este desequilibrio del mercado laboral concluye en un desempleo en
masa.
3.1.6. Información imperfecta o asimétrica[33]
Los
orígenes de las asimetrías de la información son omnipresentes en la economía.
Es difícil imaginar cómo sería un mundo con información perfecta. Es un hecho que
las diferentes personas saben cosas distintas; este es un rasgo esencial de una
economía de mercado descentralizada.
En
cualquier interacción económica se puede identificar dos partes: el agente y el
principal. El principal contrata al agente para realizar un trabajo por cuenta
del principal. Para facilitar la tarea, el principal le delega una parte de su
autoridad de decisión al agente. Y aquí es cuando se van manifestando algunas
dificultades. Evidentemente en estos casos la información entre ambas partes es
asimétrica. En mercados con este tipo
de información en desnivel, los objetivos del principal y del agente entran en
algún grado de conflicto: lo que para unos es un coste, para otros es un
beneficio.[34]
Cabe
aclarar que, al interior de toda transacción, la información disponible sobre
las condiciones operativas no es la misma para todos los participantes. Es
habitual que los agentes que están en un lado del mercado tengan más o mejor
información que los que están en el otro lado. Este fenómeno de información asimétrica hace posible que
los participantes que poseen información privilegiada puedan distorsionar los
mensajes que transmiten a su contraparte, para conseguir rentas informativas a
expensas de reducir los beneficios de quienes se encuentran menos informados.
Teniendo
en cuenta que la información asimétrica no es similar a un coste de
transacción, sino que conlleva múltiples consecuencias, es menester transmitir
la información a través de acciones, lo cual puede ser clave para la resolución
de las imperfecciones. La necesidad de la acción se presenta como evidente en
la vida cotidiana, pero no en los sistemas económicos: “hay un conjunto de
acciones, bastante más amplio, que transmiten información y que van mucho más
allá de aquellos aspectos en los que se han centrado los modelos de selección
adversa tradicionales”.[35]
En este
sentido, las asimetrías de la información introducen comportamientos
oportunistas dirigidos por intereses particulares, por lo que un sector es
perjudicado, de modo tal que son desestimados los valores que representan un
intercambio exitoso en un mercado competitivo. Debemos destacar que la economía
de la información constituye una poderosa herramienta conceptual para entender
la naturaleza de los intercambios propios de diversos mercados (finanzas,
seguros, economía laboral, subastas, regulación de empresas, mercadeo,
actividades políticas, entre otros), permitiendo, al mismo tiempo, modelar las
interacciones que sostienen las partes contratantes.
Estudiar
las asimetrías de la información resulta conveniente para vislumbrar la
complejidad de las interacciones estratégicas entre agentes económicos que
poseen información privada y que, por tanto, pueden realizar acciones
inobservables o inverificables. Los riesgos de oportunismo precontractual y
postcontractual que pueden originarse en estas relaciones son denominados: a) selección adversa y b) riesgo moral, respectivamente.
3.1.6.a. Selección adversa
La
selección adversa aparece cuando una de las partes posee información oculta sobre
algo que afecta negativamente al beneficio de la otra parte y, por lo tanto,
sabe que el acuerdo será desventajoso para el grupo desinformado. En este
contexto, se ocultan las verdaderas posibilidades de riesgo durante el proceso
de negociación y en ese caso, los mercados funcionarán de manera ineficiente.
La selección adversa no permite que existan transacciones que podrían resultar
beneficiosas para ambas partes.[36]
Sin
embargo, la información privada puede en ocasiones tratar de descubrirse a
través de señales creíbles siempre que el transmisor obtenga con ello algún
beneficio y le resulte costoso emitir una señal falsa. El problema de la
selección adversa surge cuando una parte de la transacción posee información
relevante desconocida para la otra, de tal forma que la primera realiza el
proceso decisional y la transacción en superioridad de condiciones. El
resultado que se puede obtener de este tipo de situaciones es, por ejemplo, que
puedan ser ofrecidos productos de distinta calidad al mismo precio a causa de
que el comprador no cuenta con la información suficiente para discriminar entre
unos y otros.
En los
mercados se han desarrollado dos tipos de estrategias para minimizar la
posibilidad de que se presenten problemas de oportunismo precontractual, a
saber: la señalización y la criba o screening, que consisten en
soluciones parciales para evitar los problemas mencionados.
La señalización
se fundamenta en enviar una señal clara y creíble antes del contrato, con el objeto
de indicar características objetivas sobre las cuales se tiene una información
privada. Esto es, para mitigar el problema de la selección adversa el agente
“más capaz” puede influir en la creencia que el principal tiene sobre su
identidad, antes de que el principal le ofrezca el contrato, enviando una
señal. De este modo, en la señalización, el agente con mejores características
es el que intenta señalizar su situación. Pero no todas las señales son
efectivas; para que una lo sea, debe convencer al principal, y esta no puede
ser imitada por otros agentes. Existen, dependiendo del mercado, distintos
tipos de acciones que pueden ser usadas como señales.
La garantía puede servir como señal de
calidad del producto. El vendedor de un producto que posee alta calidad
procurará emplear la garantía como señal de su calidad; pero para ofrecer una
señal idónea y demostrativa, deberá implantarla correctamente. García Javaloyes
afirma:
El alcance de la garantía debe ser tal que el coste de esta (averías,
defectos de funcionamiento o incumplimiento de las expectativas) no quiera ser
asumido también por el fabricante de un producto de peor calidad. Una garantía
amplia de un producto de alta calidad supondría unos gastos de mantenimiento y
reparación bastante menores que cuando el producto es de mala calidad.[37]
Las
señales obligan a todos los emisores existentes a que revelen información
también, aunque vaya en contra de sus intereses. Cuando las empresas de
productos de alta calidad generan una señal por medio de una garantía, las
demás empresas se ven obligadas a emitir información a través de garantías de
menor calidad. No hacerlo daría lugar a una sola interpretación: el producto es
de baja calidad. En relación con la situación de cada mercado, el vendedor de
un producto de buena calidad debe ajustar la garantía de tal modo que logre un
equilibrio entre los beneficios y la adecuada señalización.
Otra de
las maneras de señalizar el producto es a través de la publicidad. Ella generará una mejor disposición ante el producto.
Los compradores estarán más dispuestos a creer que satisfará las expectativas y
se conforma, así, un círculo de beneficios -o no- de acuerdo con la calidad del
producto; en el caso de que este no cumpla con las expectativas, no volverán a
adquirirlo en el futuro y la empresa en cuestión no podrá volver a invertir en
publicidad.
La
adquisición de reputación y prestigio puede servir como señal
también.[38] Se hace hincapié en la
calidad: en el caso de la venta de productos, los vendedores tienen incentivos para
convencer a los consumidores de que la calidad es buena.
En los
problemas propios del mercado laboral, la selección adversa se intenta
solucionar a través de la educación como señal. A través del modelo de Spence
se accede a la propuesta del equilibrio separador que consigue dar información
relevante al principal para la toma de decisiones. Apunta Spence que para el
caso del mercado de trabajo, la educación
es una señalización fundamental ya que aumenta el capital humano y sirve
como señal potencial: “Tomando como punto de referencia la señalización de
mercado que acabamos de examinar, es normal que el lector se plantee la
pregunta relacionada con el efecto que se produce, al menos en el contexto de
los mercados de trabajo, cuando la señal [la educación] contribuye también y de
forma directa a la productividad de cada trabajador”.[39] La idea que subyace tras
esta señalización es que los empleados potenciales tienen atributos que el
empleador no puede observar, pero que se manifiestan e influyen en la productividad
del individuo y, por tanto, poseen un gran interés para el empleador. En este
contexto, cuando una empresa desea contratar trabajadores, intenta identificar
a los más productivos. Esta tarea es complicada porque desconoce a priori a qué tipo de trabajador está
entrevistando. En realidad, no podrá identificar hasta que no haya pasado un
período de tiempo trabajando. La educación es una poderosa señal, que deviene
más factible de transmitir para las personas de elevada productividad que para
las de baja productividad.
El screening
o criba o filtración a través de la selección es un proceso de ajuste
que busca mitigar también el problema de la selección adversa. La criba es una estrategia de preparación
mediante la cual, a través de ofertas alternativas se ofrece una serie de
opciones contractuales, entre las cuales se elegirá la que se crea más
conveniente, es decir, aquella que logre maximizar la utilidad esperada.
Joseph
Stiglitz junto con Michael Rothschild[40] mostraron que el principal
puede conseguir de forma indirecta información de los agentes; concretamente
expusieron que, en el screening, en
cuanto mecanismo de criba, es el principal el que toma la iniciativa para
resolver el problema ofreciendo contratos alternativos para que el agente se
autoclasifique. También el screening
está relacionado con la discriminación de precios de segundo grado ofreciendo
“paquetes” o “bloques” precio/calidad o precio/cantidad que induzcan a cada
tipo a consumir opciones diferentes. A modo ilustrativo consignamos un ejemplo
de García Javaloyes:
(…) Una compañía aérea conoce la distribución, o tiene una estimación
bastante precisa, de los compradores por tipos, por ejemplo, según la clase en
la que vuela, business o turista.
Pero no sabe cuál es el tipo de cada comprador en concreto. El vendedor
ofrecerá alternativas a los compradores y cada comprador escogerá la opción que
más le interese, pues existe arbitraje personal y no se puede obligar al
consumidor a que se decante por una opción en concreto. Por lo tanto buscará
maximizar sus beneficios diseñando ofertas alternativas de manera que los
compradores con demanda más baja tengan un excedente cero, mientras que los
consumidores de mayor demanda logren un excedente positivo, una renta
informacional.[41]
3.1.6.b. Riesgo moral
Así como
la selección adversa se relaciona con las asimetrías de información ex-ante, una vez iniciada la relación
entre las partes, la asimetría ex-post,
es decir, sobre las actuaciones futuras de una de las partes, posteriormente a un
acuerdo puede darse un procedimiento oportunista que se denomina riesgo moral o acción oculta. Este se presenta cuando, una vez formalizada la
relación, una parte intenta transmitir a la otra sólo aquella información que
influya positivamente en la probabilidad de que ocurra un acontecimiento que
favorezca sus intereses, a expensas de reducir los beneficios del otro. Por
este motivo, altera la capacidad de los mercados para asignar los recursos
eficientemente.
Una vez establecido
un contrato entre principal y agente, el primero no puede controlar las
acciones del segundo ni ciertos aspectos del entorno y, lo que es esencial, las
acciones del agente no se pueden especificar en los términos del contrato. De
este modo, la secuencia de las etapas del riesgo moral son las siguientes,
según lo informado por Arévalo y Ojeda:[42] 1. El principal diseña el
contrato; 2. El agente acepta o rechaza el contrato; 3. El agente ofrece
realizar un esfuerzo; su cumplimiento no es verificable por el principal; 4.
Intervienen condiciones aleatorias que tienen efectos sobre el resultado; 5.
Resultados y pagos.
Esto es,
el principal diseña el contrato, que sólo puede incluir variables verificables,
para que, en el caso de que sea violado, se pueda reclamar ante un tercero. De
este modo, el agente acepta o rechaza el contrato, por lo cual, si el agente
acepta, se compromete a hacer un esfuerzo, que el principal no puede verificar.
Luego se producen los resultados, en parte determinados en forma aleatoria, y
en parte gracias al esfuerzo del agente. El principal observa los resultados
pero no puede determinar el esfuerzo del agente. Por ejemplo, si el principal
no ofrece un salario fijo, el agente no pondría su mayor esfuerzo, más bien la
elección que maximiza sus beneficios sería realizar el menor esfuerzo posible.
La
dificultad del riesgo moral es presentarse como un conflicto de intereses entre
ambas partes: para el principal, el pago es un costo; para el agente, un
ingreso. Además, al principal le interesa que el agente haga un gran esfuerzo,
mientras que el agente procura minimizar su esfuerzo. A menos que el principal
logre diseñar un esquema de incentivos para generar el mayor esfuerzo del
agente, este siempre intentará esforzarse en menor medida.[43]
Para
corregir este fenómeno, puede recurrirse a diversas soluciones. Una de ellas
consistiría en incrementar los recursos dedicados al seguimiento, verificación
y control del desempeño de las partes en el desarrollo de las tareas
estipuladas en el contrato. La idea subyacente a esta técnica de inspección
directa es que se pueda preconcebir un posible comportamiento inadecuado y sea
evitado antes de hacerse efectivo por el bien de todos.[44]
A
continuación presentamos, a partir de la propuesta de Stiglitz y otros, algunos
criterios más amplios de solución de los problemas tratados.
4. Superación de las asimetrías de la información: la propuesta de Stiglitz
y algunas soluciones práctico-éticas
Las vías a
través de las cuales pueden tratarse las disfunciones de la información para su
superación son las que mencionaremos a continuación.
4.1. Incentivos para recabar y revelar la información: la educación
Por una
parte, pueden buscarse incentivos para
recabar y revelar la información, que surgen a través de la educación.
Stiglitz expone:
Mi breve análisis de la educación como sistema de clasificación sugería
el incentivo fundamental: los individuos más capacitados (los individuos de
menor riesgo, las empresas con mejores productos) recibirán un salario más
elevado (tendrán que pagar una prima menor, recibirán un precio mayor por sus
productos) si pueden probar que son más productivos (menos riesgo, mayor
calidad).[45]
La
educación, según Stiglitz, es un bien público puro.[46] Se dice, por ejemplo, que educar
a los ciudadanos genera importantes externalidades. Sin embargo, una sociedad
en la que todos puedan leer puede funcionar con mucha más armonía que una en la
que pocos sepan leer. Asimismo, es posible que la educación pública haya
desempeñado un importante papel en la integración de los hijos de inmigrantes.
La falta
de educación coincide en general con una variedad de problemas sociales y
conductas antisociales: “Las personas que crecen en una región y no reciben una
buena educación tienen una buena oportunidad para comportarse antisocialmente
con otro”.[47]
La
educación constituye un motivo de debate político e intelectual, ya que existen
diferencias de opinión acerca de la forma en que debe impartirse y financiarse
y sobre la posibilidad de que los sistemas vigentes generen o no demasiada
desigualdad. Hay disparidad de consideraciones respecto de los resultados del
proceso educativo. Según una teoría llamada del capital humano, la educación aumenta las cualificaciones de los
individuos y, por lo tanto, sus salarios. Ella aduce que la inversión en las
personas es semejante a la inversión en capital, por lo tanto es mayor en su
productividad.[48]
Otros,
dentro de la misma línea (Samuel Bowles y Herb Gintis), centran la atención en
el papel socializador de la
educación. Ella enseña a rendir en el lugar de trabajo, ya que enseña a
obedecer órdenes, a seguir instrucciones y a trabajar en equipo. Cuando esta
socialización tiene éxito, indica puntualidad
y fiabilidad, dos valores que
desarrollan cualificaciones sociales. Cuanto más tiempo van a instituciones
educativas, presentan una mayor capacidad para hacer frente a las demandas del
sistema escolar, con lo cual se enriquece la posibilidad de que estas personas
sean más valiosas en el mundo del trabajo y la interacción.[49]
Otra
teoría de la educación se denomina teoría de la selección, que requiere una identificación en las diferencias
cualitativas, lo cual va a permitir que el ajuste de las personas a los puestos
de trabajo sea más adecuado, aumentando la productividad total y rendimiento
social. Usategui explica:
El nivel de educación indica una serie de cualidades (por ejemplo,
inteligencia, disciplina y disposición al esfuerzo) que las empresas asocian
con una productividad alta. En este contexto la inversión en educación implica
un coste para la sociedad (la productividad no aumenta) que no existiría con
información simétrica, pero que permite aumentar la producción y el bienestar
social si hay un problema de selección adversa.[50]
La
participación del Estado en la educación es crucial, ya que uno de los fines
que subyacen a la provisión o financiamiento público de la educación es
fomentar la igualdad de oportunidades. Pero se sospecha que el sistema de
enseñanza pública en el presente no se aproxima al ideal. Quizá, entre otras
cosas, el tema fundamental al que se debe atender no solamente es a la
igualdad, sino a la equidad.
4.2. Transmitir la
información a través de acciones
Ciertamente
gran parte de la información que las empresas recogen acerca de sus empleados o
los bancos acerca de sus prestatarios, o las compañías de seguros acerca de sus
asegurados no proviene de exámenes, sino de inferencias basadas en su conducta.[51] Aunque esto es una obviedad
en la vida cotidiana, no lo era en anteriores modelos. Stiglitz ejemplifica:
Como ya he indicado, en los planteamientos iniciales de la selección
adversa en los mercados de seguros se había observado que, a medida que una
compañía de seguros incrementase sus primas, era posible que las personas con
una menor probabilidad de tener un accidente decidieran no asegurarse; el deseo
de suscribir un seguro a un precio concreto transmitía información a la
compañía de seguros. George Akerlof puso de manifiesto que este fenómeno es
mucho más general: por ejemplo, el deseo de un propietario respecto de vender
un coche usado transmitía información acerca de la calidad del coche.[52]
Esto es,
hay un conjunto de acciones, bastante más amplio,[53] que transmiten información
y que van mucho más allá de aquellos aspectos en los que se han centrado los
modelos de selección adversa tradicionales. Hay otras acciones que transmiten
información y que revelan visiblemente un comportamiento específico.
En este contexto, algunos individuos
quieren transmitir información, pero otros no quieren hacerlo, puesto que no es
favorable a su conveniencia. El hecho de que las acciones muestren algún tipo
de información conduce a las personas a modificar sus comportamientos, lo cual
influye en los mercados, pero más aún en el buen funcionamiento de la vida
social. Además, afecta al equilibrio, lo cual se aplica en muchos contextos;
incluso reducidas cantidades de imperfecciones en la información pueden cambiar
los resultados estándares respecto a la existencia y caracterización de dicho
equilibrio. Para ello, Stiglitz propone los siguientes medios para la
corrección de estas imperfecciones. Entre las acciones propuestas, se pueden
mencionar: la ya antedicha señalización (mediante
la garantía, publicidad, reputación y educación, entre otras señales), que
permite la separación y la clasificación.
Las señales son cosas que se hacen, son
visibles y que, en parte, han sido diseñadas para la comunicación. El problema
es que las señales no son elementos bastante accesibles en aquellos casos en
que las distintas partes tienen los mismos incentivos, es decir, cuando ambas
desean intercambiarse información precisa.[54]
Se debe
promover la señalización como un recurso ético-económico para permitir una más
acabada clasificación de acuerdo con
las señales enviadas y, al mismo tiempo, generar la separación, que se establece como un equilibrio separador de
acciones, con el objeto de identificar las señales que trasmiten información.
De este modo, toda incertidumbre entre las partes desaparece.
4.3. El decisivo papel del Estado en el desarrollo ético-económico y en la
superación de los fallos
En este
punto trataremos acerca de la importancia de la participación del Estado para dar
solución a los problemas suscitados en el mercado y su contexto, teniendo como
base las funciones pertinentes que puede llegar a aportar.
El Estado
es una sociedad política, independiente y organizada que posee la titularidad
soberana, abstracta y permanente del ejercicio del poder y cuyo fin consiste en
el cumplimiento y racionalización de la vida comunitaria, en función de lo cual
establece un orden jurídico coactivo. Tanto Stiglitz como Amartya Sen se
refieren a las maneras de enfocar el papel del Estado. Ambos pensadores de la
economía han considerado que es necesaria su intervención concreta sin entrar
en la noción de “paternalismo” y el economista y profesor estadounidense indica
modos de incidencia de la participación del Estado en la ayuda necesaria para
un crecimiento más integral.
Al Estado
le corresponde velar por que se cumpla una mejora en el bienestar de las
personas sin empeorar el de ninguna otra. Por lo cual se deben tener en cuenta
los costes de la información y costes de transacción. Para ello, se
requiere comprender cómo funciona la administración pública a fin de revelar
cuáles son las probabilidades de mejora con que el Estado puede remediar los
fallos del mercado y el desequilibrio.
Cuando los
mercados funcionan de manera eficiente, el único papel del Estado, además de
proporcionar el marco normativo e institucional para que se produzcan los
intercambios, es salvaguardar la propiedad privada y garantizar los
intercambios entre oferentes y demandantes. Esto, sin embargo, no ocurre en la
realidad, ya que se producen fallas en los mercados y en sus procesos. Aquí es
donde emerge la necesidad de una efectiva intervención del Estado.
En efecto,
las acciones de gobierno bien diseñadas pueden llegar a mejorar los estándares
de vida cuando existen imperfecciones en la información o competencia o
mercados imperfectos (problemas que están presentes en todas las economías,
pero especialmente en las en desarrollo), aunque debe saberse que no todos los
problemas de mercado exigen la acción de gobierno. Según Stiglitz, “para elevar
los estándares de vida, las acciones de gobierno deben satisfacer dos
criterios: deben enfrentar imperfecciones graves del mercado, y deben diseñarse
en una forma tan eficiente que sus beneficios sean mayores que sus costos”.[55]
Para poner
límites a los problemas actuales, se ha observado que no se puede sostener un
modelo tal como el de la eficiencia de Pareto, ya que éste no se manifiesta en
la realidad. Por eso Stiglitz aporta presupuestos de equilibrio con
expectativas racionales –o realistas- referentes a un capitalismo real, donde
se justifique una intervención estatal.[56] Con ello defiende la
necesidad de una economía más intervencionista que la de Samuelson, el fundador
del neokeinesianismo.[57]
Es
importante comprender que el pensamiento de Stiglitz se encuentra influido por
los postulados de Keynes, quien refutaba la teoría clásica de acuerdo con la
cual la economía se regulaba por sí sola y tendía naturalmente al pleno uso de
los factores productivos o medios de producción, incluyendo capital y trabajo.
Consideró además, que el equilibrio requerido por el libre mercado depende en
verdad de otros factores, por lo que la idea de Smith, Ricardo o Say sobre el
equilibrio de la oferta y la demanda quedaba reducida a casos especiales o
excepcionales.
No
solamente el equilibrio se presenta como lo más excepcional, sino que, según el
teorema de Greenwald-Stiglitz, se postula la existencia de los fallos del
mercado como la norma,
estableciendo que el gobierno
podría potencialmente casi siempre mejorar el reparto de los recursos del
mercado. Y el teorema de Sappington –Stiglitz establece que el gobierno ideal
podría actuar mejor al dirigir una empresa por sí mismo que a través de la
privatización.[58]
Stiglitz expresa en La economía del
sector público:
Las causas de los fallos del mercado analizadas hasta ahora impiden que
la economía sea suficiente si no interviene el Estado; es decir, la economía de
mercado, si se la deja sola, no es óptima en el sentido de Pareto. Pero incluso
aunque lo fuera, hay otros dos argumentos que justifican la intervención del
Estado. El primero es la distribución de la renta. El hecho de que la economía
sea eficiente en el sentido de Pareto no nos dice nada sobre la distribución de
la renta; los mercados competitivos pueden generar una distribución de la renta
muy desigual y dejar a algunas personas unos recursos insuficientes para vivir.
Una de las actividades más importantes del Estado es redistribuir la renta, y
éste es un propósito expreso de los distintos programas sociales de
transferencias.[59]
Asimismo,
otro argumento que menciona este economista en favor de la intervención del Estado
es que el individuo no tiene efectivamente un criterio fiable para juzgar sobre
su propio bienestar, ya que las personas pueden tomar decisiones “malas”, aun
cuando posean una información completa.[60] En referencia al papel del gobierno
en el desarrollo económico apunta Stiglitz seis funciones importantes del
Estado[61] para reducir los problemas
emergentes ya mencionados del nuevo paradigma económico, y que mencionamos a
continuación.
Por un
lado, el gobierno debe buscar promover la
educación, proveyendo educación universal, puesto que esta crea sociedades
más equitativas, facilitando la estabilidad política como precondición del
desarrollo exitoso a largo plazo. El economista pone por ejemplo la aplicación
de esta función en el Este Asiático, en la que a causa de la universalización
educativa se logró poner en práctica políticas igualitarias, que les
permitieron altos niveles de ahorros y su potenciación en la industrialización.
En Caída libre, Stiglitz expresa la
necesidad de la promoción de la
investigación, ya que, sin la ayuda del gobierno, habría poca investigación
básica, referida en gran medida a las enfermedades de los pobres. En la
economía innovadora del siglo XXI, el gobierno debe asumir un rol más amplio
para sufragar la investigación básica, sobre la cual se apoya todo el edificio,
a través de subvenciones y premios. De este modo, se incentiva una
investigación que responda a las necesidades nacionales.[62]
Se debe promover la tecnología para el fomento
de la ciencia: por ejemplo, destaca que el notable crecimiento del sector
agrícola se puede atribuir mayormente al apoyo a la investigación en tecnología
y a la difusión de los resultados.
Apoyar al sector financiero,
considerado como el “cerebro” de la economía, responsable de distribuir los
recursos escasos de capital en forma óptima. Se ocupa de recoger, procesar y
difundir la información, precisamente en las áreas en que las fallas del
mercado suelen ser más notorias. En el caso de los gobiernos del Este Asiático,
pudieron con esta acción, garantizar la seguridad y solidez de las
instituciones financieras y crear nuevas instituciones y mercados que llenan
los vacíos del sector privado.
También
debe el Estado invertir en la
infraestructura, es decir, las instituciones, las vías, los ferrocarriles,
los sistemas de comunicación. Indica Stiglitz: “Sólo hasta muy recientemente,
(…) hemos llegado a tomar plena conciencia de la importancia de esta
infraestructura institucional, la cual incluye los derechos de propiedad, las
leyes de contratos y de quiebras y las políticas para promover la competencia
donde ésta es viable y para regular los mercados donde no es viable.”[63] Los países con economías en
desarrollo y en transición enfrentan problemas especiales, puesto que carecen
de ciertos mercados, o los que existen pueden funcionar con menor eficacia y
los problemas de información son más graves que en los países industriales
debido a las rápidas transformaciones del entorno económico.[64] Las fallas en estos
mercados suelen ser más pronunciadas debido a la falta de una infraestructura
adecuada para enfrentarlos, por lo que la corrección dependerá de crear una
infraestructura institucional adecuada a sus circunstancias.
Otra
función importante es prevenir la
degradación ambiental, como premisa para corregir ciertos fallos de
mercado; esta idea sólo se ha empezado a considerar seriamente en los últimos
25 años. Expresa el economista: “Unas buenas políticas ambientales no deben
considerarse como lujos que van a ser disfrutados únicamente por quienes se
encuentran en buena situación. No debemos confundir los incrementos del PBI con
los incrementos de los estándares de vida, ni los incrementos del PBI medidos
en el presente con los incrementos de la riqueza a largo plazo”.[65]
Se cuenta
también la acción de crear y mantener la
red de seguridad social, incluidos los servicios de salud esenciales. La
calidad de vida, como se dijo, no depende solamente del PBI, sino que implica
este tipo de acciones para la mejora de las condiciones de vida. Este es un
valor básico que debe aportar el Estado no solamente para incrementar la
productividad de la fuerza de trabajo, o promover la estabilidad política, sino
específicamente para ir en camino hacia el bien
común.
Vladimir
Rodríguez Cairo propone también, además de la promoción de la innovación,
protección y seguridad social e investigación, otro punto fundamental: pleno empleo y una economía estable.
Hacer que el mercado funcione a partir de estos dos elementos es una
responsabilidad básica y ética del Estado, y las manifestaciones más obvias de
fallas de mercado son los episodios periódicos de desempleo y de
infrautilización de las capacidades, las recesiones y depresiones que han
caracterizado al capitalismo.[66]
5. Algunas implicancias éticas más generales del tema propuesto
De todo lo
dicho podemos comprender que siempre se encuentran entreverados los ámbitos de
lo económico y lo ético. Sin temor a equivocarnos podemos afirmar que todo lo
económico implica lo ético; ambas disciplinas son de índole práctica y no se puede eludir la permanente referencia al
bien humano en estas cuestiones. De modo que, aunque ya hemos aludido a
cuestiones concernientes a lo deseable para la vida humana, agregaremos algunas
mínimas consideraciones de tipo ético a tener en cuenta para el desempeño
correcto de los mercados. Somos conscientes de que para tratar un tema como
este se requeriría una investigación mucho más vasta. Sin embargo, el aporte de
algunos elementos puede ser de utilidad en cierta medida, y, quizá, como un
comienzo.
Si bien no puede
cuestionarse la validez matemática de los teoremas de Stiglitz[67]
–cuyas conclusiones han ocupado gran parte de este trabajo-, sus implicaciones
prácticas en economía política y su aplicación en políticas económicas reales han
estado sujetas a grandes debates y desacuerdos. Hemos dado lugar en esta
investigación mayormente a las consideraciones de este economista, pues es
quien ha comprendido y teorizado más ampliamente sobre el nuevo paradigma de la
ciencia económica. Hemos incluido también algunos aportes relacionados con
ciertos lineamientos práctico-éticos derivados del estudio de las soluciones
referentes a los errores mencionados. En este apartado presentaremos brevemente
algunas implicancias éticas más generales para el abordaje de esta
problemática.
5.1. Crítica de los instrumentos de medida estandarizados de economía
El PBI ha
sido usado frecuentemente como una medida del bienestar material de una
sociedad. Eso ha motivado la utilización de las cifras de crecimiento económico
del PBI como indicador de que las políticas económicas aplicadas son adecuadas.
Sin embargo, se ha desacreditado el uso de este indicador como sinónimo de
bienestar social. Desde Simon Kuznets, uno de los creadores de la contabilidad
estadounidense -quien relacionó el crecimiento económico con la distribución
del ingreso- se ha cuestionado el PBI. Por su parte, Stiglitz[68] y Sen se han enmarcado
entre aquellos economistas que critican la hegemonía del PBI entre los
indicadores económicos y explica que no mide adecuadamente los cambios que
afectan al bienestar ni permite comparar correctamente el bienestar de otros
países.
Determinadas
situaciones muestran que el PBI no refleja acertadamente el desarrollo de un país.
Entre otras cosas, no tiene en cuenta la autoproducción (o autoconsumo), es
decir, las riquezas producidas y consumidas en el propio interior de los
hogares, dado que no pasa por el mercado: por ejemplo, las verduras de nuestra
huerta o las actividades domésticas. No mide las externalidades positivas o
negativas que influyen en el valor económico, no tiene en cuenta la degradación
del medio ambiente ni la desaparición de los recursos naturales a la hora de
cuantificar el crecimiento económico.
Por todo lo dicho,
efectivamente, el PBI no es un indicador de calidad de vida, sino de ciertas
condiciones materiales, lo cual no especifica que cada persona tenga una buena
vida, dentro de lo que las condiciones económico-sociales puedan procurar. A
nivel ético esto direcciona el planteo hacia acciones prácticas con un soporte
moral importante. Esto es, se habla de la búsqueda de eficiencia en economía,
pero también de equidad, una virtud-valor imprescindible en las
decisiones socio-económicas. Por ello las vías de análisis para mejorar la
situación integral del hombre, deberá atenerse a otros elementos y procesos más
amplios que el de la perspectiva del análisis del PBI como factor central de
evaluación de vida de lo humano. Es necesario hoy atender a otros indicadores
de bien humano como el IDH, desarrollado por Amartya Sen en sus trabajos.[69]
5.2. La difícil relación entre equidad y
eficiencia: valoración de la postura
de Sen
En el
contexto de las problemáticas mencionadas, el concepto de eficiencia económica es
un tema central en la economía del bienestar y se refiere al mejor uso de los
recursos limitados de los agentes económicos, es decir que el sistema económico
es eficiente si no se desperdician recursos (producción) y se logra el máximo
bienestar de los individuos. Pero se vio más arriba que esta eficiencia en el
sentido de Pareto no es siempre posible. Y a ello se le agrega la dificultad de
que, para lograr eficiencia, muchas veces debe sacrificarse algo fundamental en
una sociedad: la equidad.
Al mismo tiempo,
para aumentar la equidad debe sacrificarse una cierta cantidad de eficiencia.
Surgen ineludibles preguntas: ¿a cuánta eficiencia tenemos que renunciar para
reducir la desigualdad? ¿Cuánto vale una unidad de eficiencia por una unidad de
equidad?
El concepto
de eficiencia es central para el análisis económico normativo por su utilidad
para valorar el funcionamiento de un mecanismo de asignación y porque es un
concepto que tiene un mismo significado en diferentes teorías sociales. En
términos generales, el Estado podría alcanzar cualquier punto de la frontera de
posibilidades de utilidad redistribuyendo la renta de manera adecuada y
retirándose después para permitir que los mercados actúen. Pero para ello, se
requiere una gran dosis de equidad.
Según el segundo
teorema fundamental de la economía del bienestar[70], se apunta a la confluencia entre
eficiencia y justicia distributiva (equidad), de tal manera que, si la sociedad
considera que la distribución actual de los recursos no es justa, no tiene que
actuar sobre los precios de mercado y reducir la eficiencia, sino simplemente
redistribuir los recursos de una manera justa. En los sistemas bienestaristas,
que confían en la eficiencia paretiana, estas soluciones han sido propuestas de
modo teórico, pero su aplicación práctica no ha proporcionado los resultados
esperados.
Es por
ello que Amartya Sen, aunque se encuentra en las antípodas de estos sistemas,
comparte con el welfarismo el
criterio de que es responsabilidad del Estado y de los gobiernos promover el bien general de la sociedad y que la
tarea de identificar las políticas para alcanzar este objetivo corresponde a
los economistas. En efecto, la intervención del Estado puede aumentar la
eficiencia de los mercados utilizando como instrumentos los impuestos,
subvenciones, transferencias, la legislación básica, la regulación y la
provisión de bienes y servicios públicos. Pero el bien que considera Sen implica una mayor profundidad, con fuertes
implicancias de tipo ético, y esto porque todo lo económico-social está ligado
siempre a la ética. Citamos un fragmento de Herrera Daza:
De esta manera, Sen también se opone a las perspectivas contractualistas
y libertarias, las cuales, rechazan la teoría normativa de las consideraciones
del bien social. (…) la vieja distinción entre justicia en el intercambio y justicia distributiva ha adquirido
relevancia en los últimos años (…) no es fácil el significado de los conceptos
de eficiencia y equidad.[71]
La
realidad es que este concepto más amplio, a saber, el de equidad distributiva ofrece una justificación de la intervención
del Estado en una economía de mercado, bien para coordinar, estimular y
facilitar la redistribución voluntaria, o bien para hacer efectivas las metas
colectivas de equidad a través de impuestos y gasto público (equidad vertical y
horizontal, equidad categórica o igualdad de oportunidades).[72]
Otra cuestión que se
debería estimar es que el concepto de eficiencia
que se ha manejado en este ámbito no conlleva necesariamente el de equidad.
La equidad, que es una virtud que pertenece a la justicia, es aquella que, como
habría definido Aristóteles es algo más que un concepto; se atiene a las
circunstancias particulares y capacidades de cada uno:
Por eso lo equitativo es justo y mejor que cierta clase de justicia, no
que la justicia absoluta, pero sí mejor que el error que surge de su carácter
absoluto. Y tal es la naturaleza de lo equitativo: una corrección de la ley en
la medida en que su universalidad la deja incompleta. Ésta es también la causa
de que no todo se regule por la ley, porque sobre algunas cosas es imposible
establecer una ley.[73]
Hay situaciones especiales
que no pueden ser reguladas estrictamente, sino que requieren un análisis del o
de los casos en su contexto específico y esto es lo equitativo, a lo cual se ha
referido ampliamente también Amartya Sen, quien ha revalorizado este concepto
clásico.
3. Consideraciones finales
En su vertiente
político-económica, el liberalismo se perfiló como una teoría del Estado mínimo,
que se caracterizó por el laissez faire.
Desde Adam Smith los economistas liberales han defendido el libre mercado como
sistema económico que respeta los derechos de iniciativa individual, con lo
cual pretendían alcanzar un mayor bienestar colectivo. Según los autores de
esta línea, toda intervención estatal en materia económica resulta a la larga
contraproducente. Pero, junto con autores como Sen y Stiglitz, ambos, Premio
Nobel de Economía, podemos afirmar que es necesario destacar el rol del Estado
en esta materia. Nos unimos a la consideración de L. Rodríguez Duplá:
…Debemos advertir que en la doble condición de garante de los derechos
individuales y rival del intervencionismo estatal radica una aporía que es
consustancial al liberalismo y que divide a los pensadores de esta orientación.
Nos referimos al hecho, tantas veces observado, de que el ejercicio de las
libertades individuales tiene como condición indispensable el disfrute de
ciertas prestaciones sociales como el acceso a la educación o a la atención
sanitaria, las cuales sólo pueden financiarse mediante sistemas fiscales, que
son ciertamente una forma de intervención estatal. Dicho brevemente, la
libertad y la igualdad se inhiben mutuamente.[74]
Existen
ciertos principios de transparencia que pueden ser establecidos por las
instituciones económicas nacionales e internacionales, así como en ámbitos
económicos más reducidos, que intentamos rescatar en este trabajo. Por su parte
Sen, un autor que ya hemos tratado con anterioridad, indica que, aunque la
literatura sobre ética en economía es abundante, sin embargo, no se ha evitado
el comportamiento egoísta en economía, ni se ha impedido el análisis
significativo de la incidencia de estos comportamientos del selfinterest que afectan
considerablemente las relaciones humanas. En efecto, la maximización del
interés propio no ha proporcionado una mejor aproximación al comportamiento
humano real, ni tampoco ha conducido necesariamente a condiciones económicas
óptimas.[75] Es importante recobrar para
la humanidad el terreno que le ha sido sustraído por las formulaciones
arbitrariamente estrechas de los requerimientos de una racionalidad
instrumental -utilitarista- maximizadora. Con ello, la dimensión humana ha sido
reducida notablemente.[76]
Por todo
lo expuesto, parece adecuado proponer un modelo alternativo que considere la
efectividad de mecanismos para eliminar o reducir las asimetrías de la
información, que incluya un significativo grado de compromiso, personal, social y nacional.
Lo que
queda claro es lo siguiente: dentro del nuevo paradigma hay partes que quieren
transmitir información, otros no quieren que se transmita, ya sea porque tal
información puede empeorar su imagen o bien porque la transmisión de la
información pueda influir negativamente en su capacidad de apropiación de
bienes y rentas. En cualquiera de estos dos casos, el hecho de que las acciones
transmitan información lleva a las personas a modificar su comportamiento, y cambia el modo en que funcionan los mercados.
Por esta razón las imperfecciones de la información tienen efectos tan grandes.
Una vez que se toma conciencia de que el obrar transmite información, es
necesario replantearse todo lo relacionado con la toma de decisiones, tanto
respecto de las empresas como de los hogares.
Por último, quisiéramos
hacer una breve referencia a la importancia de volver a las fuentes, en
particular a las fuentes clásicas de la antigüedad. Ya desde Aristóteles se nos
ha enseñado que la aspiración al bien
es constitutiva de la voluntad humana, la cual está dada al hombre por naturaleza. La humanidad,
evidentemente, está reclamando ciertos principios de justicia social, para el
logro de una cierta armonía política, social, y económica. Esta justicia social
es llamada tanto para los antiguos griegos como para un renovador de lo clásico
según las coordenadas actuales como Sen con el nombre de equidad, una virtud a la que nos hemos referido más arriba. En la
medida en que atendamos a ese llamado, aspirando a políticas económicas
equitativas, estaremos dando respuesta a estas inquietudes universales. Una de
las estrategias para revitalizar este enfoque deberá consistir efectivamente en
reconstruir el concepto de virtud, ya que nuestra búsqueda del bien nunca puede
ser estrictamente individual, pues se orienta siempre hacia un horizonte de
bienes definidos culturalmente. Alasdair McIntyre dirá con sabiduría al final
de su texto Tras la virtud: “Lo que importa ahora es la
construcción de formas locales de comunidad, dentro de las cuales la civilidad,
la vida moral y la vida intelectual puedan sostenerse a través de las nuevas
edades oscuras que caen ya sobre nosotros”.[77]
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La autora es Profesora, Licenciada y Doctora en
Filosofía por la Universidad Nacional de Cuyo, donde también se desempeña como
investigadora y docente. Es Secretaria de Redacción de Scripta Mediaevalia y
miembro del Comité Editorial de Themata. Su campo de investigación es la
filosofía medieval y la filosofía práctica. Posee diversas publicaciones en el
país y en el extranjero.
Recibido: 10 de
noviembre de 2019.
Aprobado para su publicación: 22 de
diciembre de 2019.
[1]) Joseph Stiglitz, “La información y el cambio en el paradigma de
la ciencia económica”, Revista asturiana de economía 25 (2002): 96.
[2]) Adam Smith plantea que la economía se caracteriza por hechos
constantes y uniformes que se repiten y constituyen leyes, generando por
primera vez una ciencia económica. Estima como elementos fundamentales de la
economía para el logro de la generación de riqueza el interés propio como motor
de la actividad, la competencia como impulsor de la eficiencia, la ley de la
oferta y la demanda como mecanismo regulador, y la ley del valor del trabajo
como fundamento de la acumulación económica.
[3]) Explica Adam Smith: “En la medida en que todo individuo procura
en lo posible invertir su capital en la actividad nacional y orientar esa
actividad para que su producción alcance el máximo valor, todo individuo
necesariamente trabaja para hacer que el ingreso anual de la sociedad sea el
máximo posible (…) y al orientar esa actividad de manera de producir un valor
máximo él busca sólo su propio beneficio, pero en este caso como en otros una
mano invisible lo conduce a promover un objetivo que no entraba en sus
propósitos.” (Adam Smith, La riqueza de
las naciones (New York: Shandon Press, 2016), 293).
[4]) Joseph Stiglitz, “La información y el cambio en el paradigma de
la ciencia económica”, 96.
[5]) Cfr. Gary Becker, The Economics of Discrimination (Chicago
& London: University of Chicago Press, 2010).
[6]) Cfr. Vladimir Rodríguez Cairo, “Fallas de mercado y regulación
económica: ¿La regulación ejercida por el gobierno permite lograr un mejor
funcionamiento de los mercados?”, Revista
de la Facultad de Ciencias Contables 21/39 (2013): 106.
[7]) Amartya Kumar Sen es un filósofo y economista bengalí, ganador
del Premio Nobel de Economía 1998. Sen estudió en Trinity College de Cambridge,
donde se licenció en 1956 y se doctoró en 1959. Fue profesor de economía en las
Universidades de Calcuta, Delhi, Oxford, London School of Economics y Harvard.
Entre 1997 y 2004 fue doctor del Trinity College de Cambridge. En enero de 2004
volvió a Harvard, donde imparte clases actualmente. Sen creó el enfoque de la
capacidad (Capability Approach), que
es un marco evaluativo y crítico sobre el bienestar y la libertad individuales.
Desde el concepto de capacidades, analizó problemas sociales que afectan al
bien humano, como la desigualdad, la pobreza, la calidad de vida, la ausencia
de desarrollo humano y la injusticia social; lo que permite realizar una nueva
mirada de estos problemas y evaluar los alcances y límites de una sociedad
verdaderamente libre. Cfr. Martín J. Urquijo Angarita, “La teoría de las
capacidades en Amartya Sen”, EDETANIA
46 (2014): 63-80.
[8]) Nos referimos a los indicadores propuestos anteriormente, y
enmarcados en el paradigma de los mercados de competencia perfecta, que no
tenían en vista las verdaderas dificultades para lograr el equilibrio en los
procesos económicos.
[9]) Estos estudios han sido conducidos en gran medida por Joseph
Stiglitz.
[10]) Andrés Hernández,
“Amartya Sen: Ética y Economía”, Cuadernos de Economía 29 (1998):
149.
[11]) Joseph Stiglitz, “La información y el cambio en el paradigma de
la ciencia económica”, 95.
[12]) Joseph Eugene Stiglitz (Gary, Indiana, 9 de febrero de 1943) es
un economista y profesor estadounidense. Ha recibido la Medalla John Bates
Clark (1979) y el Premio Nobel de Economía (2001). Fue conocido por su visión
crítica de la globalización y de algunas de las instituciones internacionales
de crédito como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. En 2000,
fundó la Iniciativa para el diálogo político, un centro de estudios de
desarrollo internacional con base en la Universidad de Columbia (EE. UU.) y
desde 2005 dirige el Instituto Brooks para la Pobreza Mundial de la Universidad
de Manchester. Considerado generalmente como un economista de la Nueva Economía
Keynesiana, Stiglitz fue durante el año 2008 el economista más citado en el
mundo. En el 2012, ingresó como académico correspondiente en la Real Academia
de Ciencias Económicas y Financieras de España.
[13]) Joseph Stiglitz, “La información y el cambio en el paradigma de
la ciencia económica”, 97-98.
[14]) La eficiencia de Pareto,
es un concepto de la economía que tiene aplicaciones en ingeniería y diferentes
ciencias sociales. El término recibe su nombre a partir del economista italiano
Vilfredo Pareto, quien utilizó este concepto en sus estudios sobre eficiencia
económica y distribución de la renta. Se entiende por esta noción, una
situación particular: dada una asignación
inicial de bienes entre un conjunto de individuos, un cambio hacia una nueva
asignación que al menos mejora la situación de un individuo sin hacer que
empeore la situación de los demás se denomina mejora de Pareto. Una
asignación se puede definir como “pareto-eficiente” o “pareto-óptima” cuando no
pueden lograrse nuevas mejoras de Pareto. Aunque esta parecía ser válida, se
presenta como una noción mínima de la eficiencia, pero no necesariamente da por
resultado una distribución socialmente deseable de los recursos. No se
pronuncia sobre la igualdad, o sobre el bienestar del conjunto de la sociedad.
Ver: Vilfredo Pareto, Cours d’ économie
politique professé à l’Université de Lausanne (Lausanne: Rouge éditeur,
1897).
[15]) Cfr. Joseph Stiglitz, La economía del sector
público, 3° ed. (Barcelona: Ediciones Barcelona,
2013).
[16]) Cfr. Francisco Mochón, Economía, teoría y
política, 2°ed. (Madrid: Ediciones McGraw Hill, 1990).
[17]) Cfr. Joseph Stiglitz,
Caída libre (México: Santillana. 2010), 46.
[18]) Cfr. Daniel Altman, “Q &
Answers with Joseph Stiglitz”, Economist's
View, Columbia University, 11 de octubre de 2016.
Recuperado de https://www8.gsb.columbia.edu/faculty/jstiglitz/sites/jstiglitz/files/Economist%27s%20View_%20Joseph%20Stiglitz%20Q%20%26%20A.pdf
[19]) Cfr. Greenwald, B. y Stiglitz, J.,
“Externalities in Economies with imperfect information and incomplete markets”,
The Quarterly Journal of Economics 101/2
(1986): 229.
[20]) Cfr. Vladimir Rodríguez Cairo, “Fallas de mercado y regulación
económica”, 104.
[21]) Free-rider es en la literatura económica la persona considerada como
parásito, que consume un bien público sin pagar por él; es decir, son aquellas
personas que reciben el beneficio de un bien pero sin pagarlo.
[22]) Cfr. Joseph
Stiglitz, La
economía del sector público, 95.
[23]) Un bien público puro es un bien en que los costes marginales de
suministrarlo a una persona más son estrictamente cero, y en el que es
imposible impedir que la gente reciba el bien. En el caso de la educación no se da específicamente este coste
marginal cero, pero mantiene las propiedades de no rivalidad y no posibilidad
de exclusión.
[24]) Cfr. Joseph
Stiglitz, La
economía del sector público, 450-462.
[25]) Joseph
Stiglitz, La economía del sector público, 96.
[26]) Cfr. Joseph Stiglitz,
“Perspectives on economic development”, Aea
Papers and Proceedings 79/2 (1989): 197-203.
[27]) Cfr. Joseph
Stiglitz, La
economía del sector público, 93.
[28]) Cfr. Álvaro J. Gómez Corcuera, Fallos de mercado y externalidades negativas: soluciones teóricas y su
implementación (Universidad de La Rioja: Publicaciones Unirioja, 2015), 12.
[29]) Cfr. Marcelo Resico,
Introducción a la Economía Social de
Mercado (Buenos Aires: Konrad Adenauer Stiftung, 2011), 60.
[30]) Cfr. Carl Shapiro y Joseph E.
Stiglitz, “Equilibrium Unemployment as
a Worker Discipline Device”, The American Economic Review, 74/3
(1984): 433.
[31]) Cfr. Ibid.
[32]) Esta noción se explica en el punto siguiente; alude a la
situación previa a la firma de un contrato, en la que alguna de las partes está
menos informada que la otra, por lo que no puede tener conocimiento de la
calidad de lo ofrecido por la otra parte, generándose una clara desventaja. En
este caso, el salario de eficiencia serviría para efectuar un contrato con
mayor conocimiento del trabajador por parte del contratante.
[33]) Se denomina “información asimétrica” en un sentido estricto
específicamente a lo consignado aquí; en un sentido amplio, como se ha
expresado en el punto 1.4, se entiende por este concepto todas las disfunciones
informacionales puestas de manifiesto por el paradigma de la información.
[34]) Cfr. Inés Macho-Stadler y David Pérez-Castrillo, Introducción a la Economía de la Información
(Barcelona: Ariel, 2005).
[35]) Joseph Stiglitz, “La información y el cambio en el paradigma de
la ciencia económica”, 116.
[36]) Cfr. Luis G. Gómez Jacinto, “Información Asimétrica: Selección
Adversa y Riesgo Moral”, Informe Financiero 170
(2008): 3.
[37]) Cfr. Hilario García Javaloyes, La selección adversa y los mecanismos para corregirla (Elche:
Universitas Miguel Hernández, 2016), 19-20.
[38]) Cfr. Hilario
García Javaloyes, La selección adversa y los mecanismos para corregirla, 22.
[39]) Michael Spence,
“La señalización y las estructura y normativa de los mercados”, Revista
Asturiana de Economía 25
(2002): 53.
[40]) Cfr. Michael Rothschild y Joseph
Stiglitz, “Equilibrium in Competitive Insurance Markets: An Essay on the
Economics of Imperfect Information”, The
Quarterly Journal of Economics 90/4 (1976): 629-649.
[41]) Hilario García Javaloyes, La selección adversa y los mecanismos
para corregirla, 17.
[42]) Cfr. Julián Arévalo B., J. y Jair Ojeda, “Riesgo moral y
contratos”, Revista de Economía
Institucional 6/10 (2004): 49.
[43]) Cfr. Julián Arévalo B., J. y Jair Ojeda, “Riesgo moral y
contratos”, 50.
[44]) Cfr. José María Usategui, “Información asimétrica y mecanismos
de mercado”, Ekonomiaz 45 (1999): 133
ss.
[45]) Joseph Stiglitz, “La información y el cambio en el paradigma de
la ciencia económica”, 113.
[46]) Cfr. Joseph Stiglitz, La
economía del sector público, 448-471.
[47]) Joseph Stiglitz, La
economía del sector público, 449-450.
[48]) Cfr Becker, G., Human Capital: A Theoretical and Empirical
Analysis with Special References to Education. 2° ed. (Nueva York: National
Bureau of Economic Research, Columbia University Press, 1975).
[49]) En el texto de Stiglitz La
economía del sector público, se explica que el economista Andrew Weiss
estudió detenidamente a los trabajadores poco cualificados de una fábrica, y
advirtió que el éxito a largo plazo no solamente depende de la cualificación
sino en gran medida de características sociales como la fiabilidad, bajo nivel
de ausentismo, y la puntualidad.
[50]) José María Usategui, “Información asimétrica y mecanismos de
mercado”, 128.
[51]) Dicho punto recae, como siempre, en la necesidad de volver al
conocimiento de los elementos que constituyen a la persona, su accionar en el
mundo, sus motivaciones, actitudes, capacidades y razones. No es posible hacer
una buena economía si no se conoce al agente, a la persona en su obrar en el
mundo.
[52]) Joseph Stiglitz, “La información y el cambio en el paradigma de
la ciencia económica”, 115.
[53])
George Stigler (1911-1991) fue un economista de la Universidad
de Chicago pionero de la “economía de la
información” y de la “economía de la
regulación”.
Asoció las variaciones de precios entre mercados a la existencia
de información
pertinente, señalando cómo los mercados que son poco
transparentes tienen su
consecuencia en altos precios y en grandes beneficios para los agentes
que
disponen de información. Pero, a pesar de vislumbrar estos
problemas, Stigler
consideraba que la información imperfecta era algo similar a un
coste de
transacción. Stiglitz considera que Stigler estaba equivocado,
ya que estas
dificultades constituyen mucho más que un mero coste de
transacción.
[54]) Michael Spence, “La señalización y las estructura y normativa de los
mercados”, 49-50.
[55]) Joseph Stiglitz, J., “El papel del gobierno en el desarrollo”, Cuadernos de Economía 30 (1999): 351.
[56]) Cfr. Peter Boettke, “Where did
economics go wrong? Modern economics as a flight from reality”, Critical Review 11/1 (1997): 11-64.
[57]) La escuela neokeynesiana o síntesis neoclásica fue una
denominación introducida por Paul
Samuelson (1915-2009) para referirse al
proyecto de integrar las visiones neoclásicas con la keynesiana. Fue uno de los
paradigmas más visibles de la economía en la segunda mitad del siglo XX, que
surgió de la síntesis entre las primeras ideas de John Mainard Keynes y las
neoclásicas. Se constituyó en el paradigma reinante hasta la década del ‘80.
[58]) Cfr. David E. Sappington and
Joseph Stiglitz, “Privatization, Information and Incentives”, Journal of Policy Analysis and Management 6/4
(1987): 567-579.
[59]) Joseph Stiglitz, La economía del sector público, 103.
[60]) Cfr. Ibid.
[61]) Las seis funciones del gobierno se ponen de relieve mayormente
en: Joseph Stiglitz, “El papel del gobierno en el desarrollo”, pero también
aparecen en otros textos de su autoría.
[62]) Cfr. Joseph Stiglitz,
Caída libre, 251.
[63]) Joseph Stiglitz, J., “El papel del gobierno en el desarrollo”,
353.
[64]) Ibid, 355.
[65]) Joseph Stiglitz, J., “El papel del gobierno en el desarrollo”,
354.
[66]) Vladimir Rodríguez Cairo, “Fallas de mercado y regulación
económica”, 110.
[67]) Estos teoremas matemáticos van cobrando vida a lo largo sus
trabajos, pero no nos hemos centrado en el desarrollo de los mismos; nos hemos
limitado a colocar las conclusiones obtenidas por este pensador a partir de
algunos de ellos, pues su análisis requeriría una investigación aparte, que no
es nuestro propósito aquí.
[68]) Cfr. Joseph Stiglitz, El
precio de la desigualdad (Buenos Aires: Taurus, 2012), 291, y Joseph
Stiglitz, “Más allá del PBI”, Project
Syndicate,
3 de diciembre de 2018. Consultado en:
https://www.project-syndicate.org/commentary/new-metrics-of-wellbeing-not-just-gdp-by-joseph-e-stiglitz-2018-12/spanish?barrier=accesspaylog
[69]) El tema de la crítica al PBI como criterio de medida de
bienestar es amplio, por lo cual realizamos una breve mención. En relación con
la propuesta de Sen se puede consultar: Amartya Sen, The Standard of Living (Cambridge University: Cambridge University
Press, 1987b), también lo expresa Jorge H. Bruzzone en
“Economía, desarrollo y Libertad. Amartya Sen y una
perspectiva ética de la economía”, en Ciencias
sociales: balance y perspectivas desde América Latina, Marcelo Casarin et.
al. (Córdoba: CEA, 2019), 83: “Frente al PBI per cápita, que es una medida de
la riqueza producida y disponible promediada por habitante, que solo se trata
de un promedio estadístico que no expresa, y muchas veces oculta las
desigualdades sociales, el IDH se propone como un indicador sintético de los
logros medios obtenidos en las dimensiones fundamentales del desarrollo humano
tales como calidad de vida, salud, educación.” Ver también: Gabriela Caram y
Guillermo Spiegel, “El progreso económico fundado en el desarrollo humano según
la perspectiva de Amartya Sen”, en Humanística,
Serie Cuadernos N°22, (Mendoza: Facultad de Ciencias Económicas (U.N.Cuyo),
2014), 1-28 y Raúl E. Molina Salazar y José M. J. Pascual García, “El Índice de
Desarrollo Humano como indicador social”, Nómadas
44/4 (2014): 1-17.
[70]) El segundo teorema
fundamental establece que podemos alcanzar cualquier óptimo de Pareto eligiendo
inicialmente la correcta distribución de recursos, es decir, modificando la
distribución inicial de los recursos mediante transferencias entre los
individuos, y dejando operar libremente al mercado.
[71]) Roberto Herrera Daza, “La eficiencia y la equidad en los
sectores público y privado: economía distributiva y justicia social”, Administración
y Desarrollo 42/58 (2013): 40.
[72]) Ibid., 44-45.
[73]) Aristóteles, Aristóteles, Ética
a Nicómaco (Madrid: Gredos, 2015), L.V, 1137b, 121.
[74]) Leonardo Rodríguez Duplá, Ética
(Madrid: BAC, 2011), 196.
[75]) Amartya Sen, A., On Ethics and Economics (Oxford: Basil Blackwell, 1987a): 11.
[76]) Amartya Sen, A., “Why health
equity?”, Health Economics 11 (2002):
51.
[77]) Alasdair Mc Intyre, Tras la virtud, (Barcelona:
Crítica, 2004), 343. Nacido en
Glasgow, Escocia, en 1929, es un filósofo principalmente conocido por sus
contribuciones a la filosofía moral y a la filosofía política, pero también por
sus obras sobre historia de la filosofía y teología. Es O'Brien Senior Research
Professor of Philosophy Emeritus en la Universidad de Notre Dame.