SUÁREZ Y LA PRIMERA CERTEZA DEL SENTIDO COMÚN
Suárez and the
First Certainty of the Common Sense
Fabrizio RENZI
Universidad Católica
San Pablo (Perú)
frenzi@ucsp.edu.pe
Palabras
clave: sentido común, ens, pluralidad.
Abstract: The first certainty of common sense
originally proves a multiplicity of things irreducible to each other. The unity
of the ens is not an original empirical datum, but a derived concept, precisely because it is common to many things.
From this point of view, it is necessary to distinguish between the Suarezian
philosophy and the Parmenidean philosophy. In particular, the way that the question concerning the dialectical
opposition between being and nothing is approached in the Metaphysical Disputations cannot be interpreted as the manifestation of a Parmenidean position. The starting point of the Suarezian reflection is
the plurality of the entities.
Keywords: common sense, ens,
plurality.
1. La pluralidad de los entes
Según la filosofía
del sentido común elaborada por Antonio Livi, la primera certeza o evidencia
absoluta del entendimiento humano es la percepción de la pluralidad de las
cosas existentes en el mundo.[1] Se trata de una certeza que
eventualmente se puede expresar con la fórmula lingüística res sunt,
fórmula ya usada por Étienne Gilson para indicar la verdad absolutamente
indudable que está en la base de todo el conocimiento humano. Livi afirma,
describiendo brevemente las razones por las que es legítimo usar la expresión
en cuestión:
No podemos
concebir una fórmula de la primera verdad que sea más simple y más
significativa: la propuesta por Gilson es de hecho una proposición en la que
solo hay un semantema, el verbo “ser”, tanto en función de sujeto de la misma
proposición (“res”, en plural, como un sustantivo equivalente a “entia”, es
decir, al participio presente del verbo “ser”), como en función de predicado
(“sunt”). Además, con esta fórmula, Gilson excluye que el conocimiento
ordinario y la propia filosofía comienzan con una improbable “intuición de ser”
(como querían Maritain y muchos otros tomistas del siglo XX), ya que el “ser en
sí mismo” no es una realidad física, sino una noción elaborada por la mente.[2]
La primera certeza
del sentido común (experiencia originaria) comprueba originariamente una
multiplicidad de cosas irreductibles entre sí. Si bien es cierto que la
experiencia originaria no manifiesta un mero agregado de cosas, también es
cierto que tal experiencia no puede ser resuelta en la intuición del ser (ens).
Es que, como dice el mismo Francisco Suárez, el ser no constituye una unidad
real o numérica, sino formal o fundamental.[3]
La unidad del ens no es un dato empírico originario, sino un concepto
derivado, precisamente porque es común a muchas cosas. El pensador de Granada
escribe:
Es preciso que
el concepto formal de ser tenga un objeto adecuado; mas éste no puede ser un
agregado de las diversas naturalezas de entes, según sus razones determinadas,
por más que sean simples; por consiguiente, es necesario que dicho concepto sea
uno en virtud de alguna conveniencia y semejanza de los seres entre sí. La
suficiente enumeración convierte la consecuencia en evidente, porque damos por
supuesto —lo cual es de por si harto claro— que el concepto objetivo no es uno
con unidad real, es decir, numérica o entitativa, ya que es patente que tal
concepto es común a muchas cosas.[4]
La negación de lo
que se manifiesta originariamente en la experiencia lleva a hipostasiar el
concepto de ser. Livi destaca que el ens no es una res, sino un ens
rationis cum fundamento in rebus. Dicho de otro modo, el ser es simplemente
la consideración unitaria de todas las cosas, y por eso, un concepto derivado
que el entendimiento obtiene a través de una mediación a partir de lo inmediato
de la experiencia.[5] Se trata de una tesis que
está perfectamente en línea con lo que sostiene Suárez, el cual destaca que el ens,
aunque signifique la pluralidad de las cosas, no lo hace inmediatamente,
sino precisamente mediante un concepto común a todas ellas.[6] Para el pensador de Granada,
“lo inmediato no es una Unidad omniabarcante, sino pluralidad y diferencias”.[7]
Quien hace preceder
lógicamente el concepto de ser a la percepción de la pluralidad de las cosas
existentes en el mundo no cumple —para decirlo con las palabras suaristas antes
citadas— una “suficiente enumeración”. Es el conocimiento del ens el que
presupone lógicamente el de las muchas cosas y no al revés. Al respecto, cabe
señalar que la conveniencia y semejanza de los entes entre sí de la que habla
Suárez implica la idea de que el concepto de ser no es «efecto de una
generalización hecha por la mente sobre cualquier contenido conceptual».[8] La tesis de que todos los entes reales pueden ser
concebidos bajo aquella razón de ser por la que convienen entre sí
requiere que ya sea sabido que dichos entes constituyen una pluralidad de cosas
realmente existentes, es decir, que res sunt. Como sostiene el principal
filósofo del sentido común, todo lo que no es la evidencia “hay cosas” es
posterior, o es parte de la elaboración intelectual de dicha evidencia primaria.[9] Naturalmente, se podría rebatir este argumento
diciendo lo siguiente: la primera certeza del sentido común se refiere
solamente a algunas criaturas, mientras que entre la pluralidad de las cosas
significada por el concepto suarista de ser se encuentran no sólo los entes
creados, sino también el Ente increado. Más exactamente, la expresión
gilsoniana res sunt indica “la existencia del mundo
material de nuestra experiencia empírica”,[10] mientras que la expresión “ser en cuanto tal” que
se encuentra en las Disputaciones metafísicas “incluye a Dios”.[11] Ahora bien, se puede responder a esta objeción
diciendo que la existencia de Dios representa el contenido más fundamental del
sentido común desde el punto de vista del orden axiológico, ya que solo
en dicho contenido todas las demás certezas de la experiencia originaria
encuentran su “significado unitario y conclusivo”.[12] Si bien es cierto que la existencia del mundo es
la primera evidencia desde el punto de vista genético, también es cierto
que la existencia de Dios es “la primera en la jerarquía de los valores”.[13] Livi sostiene: “La conveniencia de todas las
cosas en el ser y sus relaciones recíprocas no se pueden explicar permaneciendo
en el ámbito de las cosas, es decir, en la realidad intramundana: solo se
pueden explicar remontándose a una Causa trascendente, a una causa del orden de
las cosas y de su mismo ser”.[14] Según la filosofía del sentido común, las cosas del mundo son una verdad de
hecho indudable, pero al mismo tiempo serían absurdas, incomprensibles, si no
estuvieran vinculadas a Dios. En último análisis, los entes que encontramos en nuestra
experiencia empírica tienen sentido sólo en relación a una Causa
trascendente. Se trata de una posición esencialmente idéntica a la de Suárez.
El pensador de Granada sostiene:
Esta analogía del ente se funda y origina en absoluto en las cosas mismas, las
cuales tienen entre sí tal grado de subordinación, que, en cuanto entes, exigen
necesariamente el ser referidas a uno, no pudiendo, en consecuencia, aplicarse
el nombre de ente para significar en confuso aquello que posee el ser, sin que
consecuentemente tenga que significar muchas cosas en relación a una.[15]
Tanto un
filósofo del sentido común como un suarista conciben la distinción en la
identidad de la misma manera. Para ambos, la unidad analógica del ens,
es decir, la conveniencia o semejanza de las múltiples cosas en el ser,
se origina de la Unidad Suprema. Para los dos, sin la evidencia indudable de la
existencia de un Primer principio y Fin último, no sería posible aplicar
el nombre de ens para significar confusamente a todos los entes.
Podemos preguntarnos:
¿cómo es posible que la unidad formal o fundamental del concepto de ser refleje
la pluralidad real o numérica de las cosas? Dicho de otro modo: ¿cómo puede
surgir el concepto unitario de ens en cuanto ens desde lo que se
puede conocer a nivel del sentido común (o experiencia originaria)? El Doctor
Eximius escribe:
Si la distinción y conveniencia son de
diversos órdenes, no repugna que se funden en lo mismo, pues de esta manera la
una no implica la negación de la otra, más aún, en cierto modo la exige. Esto
es lo que pasa en el caso presente; la distinción es, efectivamente, real; en
cambio, la conveniencia es sólo según razón, y, por ello, no repugna que dos
cosas simples, que en la realidad son realmente diversas primariamente, posean
según la razón alguna unidad, fundada en la semejanza o conveniencia real que
tienen entre sí. En efecto, las cosas que en la realidad son distintas, pueden
ser semejantes en lo mismo en que se distinguen. Más aún: la semejanza postula
intrínsecamente distinción real con cierta unidad de razón, es decir, formal o
fundamental, pues una misma cosa propiamente no es semejante a sí misma.[16]
Suárez distingue
entre el orden de la realidad y el orden lógico. La tesis de que la semejanza
postula intrínsecamente distinción real con cierta unidad de razón revela que
hay una asimetría entre el entendimiento y la realidad. La distinción real
puede ser compatible con la unidad de razón. También es cierta la inversa. La
unidad real puede ser compatible con la distinción de razón.[17] En efecto, el entendimiento
puede prescindir una cosa de otra, como por ejemplo lo común del particular, no
en virtud de una distinción real, sino por causa de su confuso e imperfecto
modo de concebir.[18] En el caso presente, el
concepto común de ser se distingue de los entes particulares según la razón, no
realmente. El pensador de Granada, refiriéndose al entendimento escribe: “Al
considerar un objeto, no abarca cuanto hay en él tal como existe en la
realidad, sino sólo según cierta conveniencia o semejanza que guardan entre sí
muchas cosas y a las que bajo dicha razón reduce a la unidad nuestra
consideración”.[19] La asimetría entre el
entendimiento y la realidad es mutua, en cuanto muestra que la unidad de
razón surge de la distinción real, y la distinción de razón de la unidad real.
Se podría decir también que el ser, en su concepto lógico, no dice distinción
alguna (unidad conceptual), pero eso no quiere decir que la distinción de un
ente de otro (distinción real) provenga de un principio en realidad distinto
del mismo ser (distinción conceptual), porque “una cosa no puede estar
constituida intríneca y formalmente en la razón de ente real y actual por otra
cosa distinta de ella misma”[20] (unidad real). Como dice Suárez, la
distinción y la conveniencia pueden fundarse “en lo mismo”.
2. Suárez y la postura parmenídea
Uno de los filósofos
que consideran el ser como una cosa (res), desconociendo así la primera
evidencia del sentido común (res sunt) es Parménides.[21] Éste último, al identificar
el ens con el pensamiento, hipostasia el concepto de ser y, por
consiguente, niega lo que se manifiesta originariamente en la experiencia.
Ahora bien, la discrepancia entre la filosofía del sentido común y la filosofía
parmenídea es extremadamente relevante, visto que algunos estudiosos asocian a
Suárez con el pensador de Elea. Por ejemplo, Angelo Gnemmi destaca que la
reducción suarista de los principios de la metafísica al principio de no
contradicción (deductio ad impossibile) releva la “esencia normativa
parmenídea”.[22] De hecho, el ser
trascedental sería reducido por el pensador de Granada a la incontradictoriedad.[23] Digna de relieve también es la interpretación de
Pierre Aubenque. Este estudioso, aunque admita que Suárez reconoce una
conveniencia a posteriori entre los diferentes y heterogéneos entes,[24] escribe:
La teología
conserva su eminencia, mas ella pierde su prioridad epistemológica, su
aprioridad; estaríamos entonces tentados de decir que se recupera una
expresión, la de a priori, que, junto a la de “transcendental”, comienza
a aparecer en los textos de Suárez. El a priori ontológico suplanta a
partir de ahora la trascendencia óntica del primum de la metafísica
anterior. Si esta transformación ha podido producirse es porque el ser se ha
reducido a posibilidad, (definida esta por su pensabilidad). […] Suárez retoma
el sentido profundo de la tesis parmenídea de la identidad del ser y del
pensar.[25]
La tesis
interpretativa de que en Suárez la teología pierde su prioridad epistemológica
es contradicha por lo que sostiene el mismo pensador de Granada. Con referencia
a una oración aristotélica, está escrito en las Disputaciones metafísicas:
Aquella oración
condicional —Si no hubiese otra sustancia superior a las materiales, la
filosofía natural sería la primera y no sería necesaria ninguna otra ciencia—
es verdadera no porque la sustancia inmaterial sea el objeto adecuado de la
filosofía primera, sino porque, quitada esta sustancia, se arrebataría
juntamente el objeto adecuado y el propio de la filosofía primera, porque no
solo desaparecería la sustancia inmaterial, sino también todas las razones de
ente o de sustancia, comunes a las cosas materiales e inmateriales, y en esta
hipótesis, al no haber ningún ente inmaterial, tampoco habría ninguna razón de
ente que prescindiese de la materia según el ser y, por consiguiente, no habría
necesidad de ninguna ciencia distinta.[26]
Suárez es consciente
de la anterioridad o prioridad epistemológica de la teología. A la luz del
pasaje que acabo de citar, resulta problemático decir —como hace Costantino
Esposito— que en la metafísica suarista el estudio del divino está “incluido” y
“blindado” en el estudio del ens en cuanto ens.[27] Es cierto que en las Disputaciones
metafísicas está escrito que nuestra consideración de los entes
inmateriales solo es posible en el horizonte de los atributos trascendentales,
pero también es cierto que para Suárez es precisamente el conocimiento de los
atributos que se encuentran en los entes inmateriales lo que permite el
conocimiento metafísico de los predicados comunes a todos los entes.[28] Por otra parte, el Doctor
Eximius dice que, si no existiera ninguna sustancia inmaterial, el ens
podría abstraese de la materia solamente según la abstracción de la mente, no
según la realidad. El pensador de Granada destaca que, en este caso, la
filosofía primera no sería la metafísica, sino la física, porque solo esta
ultima trataría de lo que existe realmente.[29]
Por último, hay que destacar la función fundamental que cumple Dios en relación
a la cuestión suarista de si el concepto objetivo de ser, tal como existe en la
realidad misma, es algo realmente distinto y preciso de los inferiores en que
existe. Para Suárez, la imposibilidad de distinguir en Dios entre el concepto
de ser en cuanto tal y el concepto de tal ser constituye el criterio
para admitir dicha imposibilidad incluso en los demás entes.[30] En definitiva, en las Disputaciones
metafísicas Dios no es solo el primum óntico, sino también la clave
epistemológica para entender la vinculación ontológica entre las criaturas y el
concepto de ser en cuanto ser.
El hecho de que
Suárez no pueda considerarse un filósofo parmenídeo no significa que no haya
intentado resolver —al igual que la mayoría de los filósofos occidentales— el problema del ens uno
y múltiple planteado por el pensador de Elea. Desde este punto de vista,
particularmente relevantes son las palabras de Ismael Quiles, el cual dice:
El principio de
diferenciación de un ser respecto de otro realmente distinto, no ha de provenir
de una entidad realmente distinta del primer ser. […] En esta forma ha resuelto
Suárez, teniendo en cuenta a la vez los elementos a priori que describimos en
la esencia del ente y los elementos a posteriori que nos ofrece la experiencia,
el problema fundamental de la metafísica del ser uno y múltiple. El dilema planteado por Parménides de que entre el ser y no ser no
existe término medio ha sido propuesto por Suárez en un contacto más inmediato con la
realidad. El ser aparece por cierto como uno. El concepto de ser es real y
objetivo, y no puramente subjetivo, porque nosotros no lo inventamos, sino que
lo aprehendemos en la realidad misma de las cosas. Pero al concebirlo como uno
e igual en todos los seres, lo levantamos a un grado de abstracción que no
tiene en
la realidad […]. La realidad experimentalmente múltiple ha sido coordinada,
unificada de acuerdo con la semejanza real de los seres entre sí, merced al poder de
abstracción de la inteligencia.[31]
El respeto del
principio según el cual “no hay medio entre el ser y no-ser”, así como del
principio de no contradicción, no lleva al Doctor Eximius a negar la “realidad experimentalmente múltiple”, o sea el sentido común. Al respecto, hay que tener en cuenta que
para Suárez el entendimiento humano, gracias a su poder de abstracción y
precisión, tiene la capacidad de reducir todas las cosas a unidad. Se trata de
una unidad formal o fundamental que encuentra en la realidad su justificación y
que permite al mismo entendimiento expresar los muchos entes en cuanto
semejantes. Dicho de otro modo, la unidad del concepto objetivo de ens
no es otra cosa que la esencial semejanza entre todas las cosas.[32] A su vez, la semejanza o
conveniencia alcanzada a posteriori entre los múltiples entes permite respetar el principio de
la identidad del ser consigo mismo, es decir, la tesis de que “el principio de
diferenciación de un ser respecto de otro realmente distinto, no ha de provenir
de una entidad realmente distinta del primer ser”, y esto precisamente porque
—como hemos visto— «una misma cosa propiamente no es semejante a sí misma».[33] Quiles escribe:
Para Suárez el
principio de diferenciación y conveniencia no supone dos entidades distintas,
sino que puede fundarse en una misma entidad. A nuestra diversa manera de
concebir la misma cosa, como semejante o como desemejante, no corresponde
entidades realmente distintas; la misma entidad ofrece el fundamento a nuestras
doble concepción.[34]
Si dos o más
entidades son semejantes, no es necesario que en estas entidades se encuentren algo
por lo que conviene y algo por lo que difieren. No es necesario que en
la realidad se de una distinción entre el principio de conveniencia (o
semejanza) y el principio de diferenciación (o distinción), en cuanto el mismo ens
puede convenir y diferenciarse por la misma razón simplicísima. El punto es que
el principio de la identidad del ser consigo mismo elaborado por Suárez, por un
lado postula intrínsecamente la pluralidad y la diferenciación, y por otro
responde a la necesidad lógico-metafísica de sostener que “ser y no ser son
primariamente diversos y opuestos”.[35]
En efecto, si el ser tuviera que diferenciarse por algo realmente distinto de
él, y no por sí mismo, sería contradictorio, es decir, debería ser y no-ser a la vez.
Suárez, al igual que
Livi, destaca que Parménides considera erróneamente el ser común como una cosa
(res). El Doctor Eximius subraya que el pensador de Elea se
equivoca al reducir todas las cosas a unidad real o numérica, es decir,
al pretender que todas las cosas son una según la realidad, y eso
porque todas las cosas solo pueden ser una según la razón.
Obsérvese que, para Suárez, el error de Parménides no consiste en considerar el
ser como uno, sino en usar el término “uno” equívocamente. Explicando la razón
por la cual Aristóteles rechaza el razonamiento parmenídeo “todo lo que es fuera
del ser, es no ser; pero el no ser es nada. Luego, todo lo que es fuera del ser
es nada”,[36] el pensador de Granada dice:
Aristóteles no niega que el ente pueda ser
término medio de un silogismo, y que no es ésta la causa de rechazar el
razonamiento de Parménides, sino porque no sólo consideraba el ser como uno
propia y rigurosamente, siendo así que sólo es análogo, sino también porque
usaba equívocamente la palabra uno; en efecto, de acuerdo con esto, concluía de
las premisas arriba propuestas que lo que es, o sea el ser, es uno; por
consiguiente, cuanto es fuera del uno, es nada de suerte que reducía todas las
cosas a unidad, en lo que hay manifiesta equivocidad, porque él pretendía que
todas las cosas eran realmente uno; en cambio, el ser, si se toma precisiva y
como inmutablemente, no es uno de este modo, sino sólo con unidad de razón;
pero si se le toma distributivamente y por cada uno de los entes, en este
sentido cada ente es ciertamente uno, pero no son uno todos los entes.[37]
Suárez enfatiza que
Aristóteles no rechaza el razonamiento de Parménides porque éste último
considera el ens como el término medio de un silogismo. En efecto, para
hablar y argumentar sobre el ser, el entendimiento debe representarlo como si
fuera “una naturaleza o esencia que es”,[38] es decir, como una res. La unidad
es la condición necesaria para que el ser pueda emplearse en un razonamiento.
El punto es que el Doctor Eximius, aunque represente el ser como “una
cosa” en el discurso metafísico, no comete el error de hipostasiar el concepto
de ens. Su conciencia de que la conceptualización del ser como una res
ya es el fruto de la abstracción y precisión del entendimiento es justo lo que
lo pone en guardia del error de hipostasiar el ser.
3. La oposición dialéctica entre el ser y la nada
La manera en que se
aborda la cuestión concerniente a la oposición dialéctica entre el ser y la nada en las Disputaciones metafísicas podría ser
interpretada como otra manifestación de la postura parmenídea del pensador de
Granada. Desde este punto de vista, resulta determinante el concepto suarista
de algo. En efecto, el término aliquid
puede significar “lo que tiene alguna entidad”, oponiéndose así a la nada. En
este sentido, “algo” expresa la oposición contradictoria, negativa, al no-ser.
El problema es que “algo”, al ser idéntico a “lo que tiene alguna entidad”, no
se configura como una propiedad del ser (passio entis), sino como un
sinónimo del ser. El Doctor Eximius sostiene:
Se estima [...] que
hay una oposición contradictoria o privativa entre “algo” y “nada”. Ahora bien:
“nada” significa lo mismo que no-ente, o sea, lo que no posee entidad alguna.
Consiguientemente, “algo” es idéntico a lo que tiene alguna entidad o quididad.
Resulta, pues, evidente que, según esta significación, “algo” no es pasión,
sino sinónimo del ente. Por eso se juzga que atendiendo a la razón formal y al
concepto, decir de una cosa que es “algo” equivale a decir que es “ente”.[39]
Muchos estudiosos
critican duramente la perspectiva del pensador de Granada. Aubenque sostiene que
en Suárez la realitas se define meramente “por oposición a la nada (nihil), es decir, a lo impensable”, y no —como debería ser— “por referencia a la existencia que la actualiza”.[40] César Félix Sánchez Martínez, al referirse al concepto suarista de aliquid
como sinónimo de ens, habla despectivamente de “una esencia abstractizante pero real, un algo distinto a la nada, un non
nihil”.[41] Además, es significativa la exégesis de Víctor
Sanz. Este último estudioso, al interpretar el binomio algo-nada a la luz de la
tesis suarista de que el ser se distingue del no-ser por sí mismo (y no por
otra negación), está convencido de que en Suárez lo que se opone a la nada es “lo que, en su radicalidad, expresa el constitutivo último del ente”.[42] En otras palabras, para Sanz, la oposición
suarista entre el ens y el nihil negativum “aclara
definitivamente la primacía que Suárez concede a la etimología de aliquid
como sinónimo de ente”.[43] Ahora bien, creo oportuno evidenciar que, a pesar de la convergencia de
muchos estudios sobre este punto fundamental, no se puede sostener que el ser
del que habla el Doctor Eximius surja simplemente de la oposición contradictoria,
negativa, al no-ser. Fernández Burillo destaca:
¿Cómo capta el ens
la abstracción precisiva
suareziana? Por oposición a las
diferencias intrínsecas. Y las diferencias no son suprimidas, sino conservadas,
en estado de indistinción: « ... hoc autem modo concipiuntur entia hoc
formali conceptu entis; sumit enim mens illa omnia solum ut inter se similia in
ratione essendi, et ut sic format unam imaginem unica repraesentatione formali
repraesentantem id quod est, quae imago est ipse conceptus formalis; est ergo
ille conceptus simpliciter unus re et ratione formali, et secundum eam
praecisus ab his conceptibus qui distinctius repraesentant particularia entia
seu rationes eorum» (Disputationes Metaphysicae, II, sect. 1, n. 11). [...] En Suárez, la abstracción resulta ser una visión confusa,
inadecuada, propia de la imperfección del entendimiento humano, pero no propia
de las cosas; pues en ella se capta explícitamente sólo el lado de
conveniencia, quedando en la sombra las determinaciones propias.[44]
El concepto de ser
no surge —como sostiene Aubenque— “negativamente sobre el fondo de la nada”,[45] sino confusamente sobre el fondo de las
diferencias intrínsecas. El punto de arranque de la reflexión suarista es la
pluralidad de los entes. Como subraya Fernández Burillo, la distinción más
grande y radical que se encuentra en Suárez no es la que media entre el ser y
la nada, sino la que media entre Dios y las criaturas.[46] Para el pensador de Granada, es la pluralidad insuprimible
de los entes, no la oposición contradictoria entre ser y no-ser, la división
primaria, la distancia máxima, que capta el entendimiento humano. Se podría
rebatir este argumento diciendo que en las Disputaciones metafísicas
la división entre ser y no-ser precede la división entre Dios y las criaturas.[47] A esta objeción se puede responder diciendo que
el orden doctrinal y el método expositivo utilizado para construir dicha obra
no se refieren principalmente al orden de adquisición de nuestro conocimiento.
Por otra parte, esto explica tanto la razón por la cual el primer volumen
considera el concepto unitario de ens (siendo este concepto el que da
unidad sistemática a la metafísica entendida como disciplina) como la razón por
la cual el segundo volumen empieza por el análisis del Ente infinito (siendo
dicho ente anterior en las cosas mismas al ente finito). Por lo tanto, se puede
reconocer sin problema que, para el Doctor Eximius, res sunt es
la evidencia originaria que subyace a todas las demás divisiones. Obsérvese
además que la tesis suarista de que el ser se distingue del no-ser por sí mismo
(y no por otra negación) no es un argumento suficiente para sostener que en
Suárez la oposición contradictoria a la nada expresa el constitutivo último del
ente. Daniel Heider dice acertadamente:
La esencia real (essentia realis),
que al mismo tiempo constituye el objeto adecuado de la metafísica de Suárez,
no se explica simplemente como lo que está libre de la no contradicción lógica,
sino también como lo que es capaz de (tiene “aptitud” para) existencia real.
Una razón por la cual Suárez considera que la no repugnancia lógica es
insuficiente para explicar el término “esencia real” es que las llamadas
segundas intenciones (conceptos de segundo orden) no pueden, a pesar de su no
repugnancia lógica, tomarse como esencias reales.[48]
La
oposición contradictoria a la nada es, para decirlo con palabras de Livi, el
resultado lógico de “un juicio reflejo, elaborado sobre la base de «intenciones
segundas» filosóficas”.[49] Se trata de una elaboración
conceptual de segundo orden a través de la cual el sujeto cognoscente objetiva
sus propios contenidos de conciencia. El punto es que dicha elaboración, siendo
precisamente de segundo orden, no cumple ninguna función fundante. El objeto
adecuado de la metafísica de Suárez (esencia real) no se fundamenta en la mera
no-repugnancia lógica, sino en la pluralidad insuprimible de los entes,
es decir, en lo que se capta espontáneamente ya a nivel del sentido común.
El hecho de que el
concepto de ser surja confusamente sobre el fondo de las diferencias
intrínsecas manifiesta la uni-pluralidad del ser, la cual tiene como
contrapartida epistemológica la primera certeza del sentido común, la evidencia
originaria que, como subraya el filósofo de Prato en toda su producción
filosófica, constituye la base alética de toda forma de conocimiento. Un
partidario de la filosofía del sentido común escribe: “La trascendental
uni-pluralidad del ser sacada del vértice del proceso de resolución metafísica
encuentra su primum gnoseológico precisamente en esta unipluralidad
epistémica fundacional. La expresión explícita de esta unipluralidad se
encuentra en el primer juicio res sunt”.[50] La trascendental uni-pluralidad del ser no implica la violación del
principio de no contradicción. No es contradictorio sostener que el concepto de
“uno” y el concepto de “múltiple” tienen la misma extensión. Es que la
pluralidad (o multiplicidad) no determina el ser de por sí, sino tan
sólo el ser por relación a otra cosa. Dicho de otro modo, la pluralidad
no concierne al ser concebido en cuanto tal, sino tan sólo a los entes
singulares (o individuales) percibidos a nivel del sentido común. Naturalmente,
esto no impide que el concepto de aliquid (no tomado como “lo que tiene
alguna entidad”, sino como “aliud quid”, es decir, como “una cosa distinta”)
tenga un alcance explícita y formalmente trascendental, y determine el ser de
por sí. El punto es que dicho concepto no es un atributo del ser que se
distinga formalmente del concepto de uno. En efecto, para Suárez, las
propiedades (o atributos) del ens son sólo tres: uno, verdadero y bueno.
La tesis de que los predicados que se convierten con el ens son cinco
(se convierten con el ente no sólo uno, verdadero y bueno, sino también cosa y
algo), no conduce a sostener que son cinco las passiones entis. A
propósito del concepto de “algo” (aliquid), el pensador de Granada
sostiene:
El atributo “algo” o no se distingue de
“uno” o se encuentra incluido en él como consiguiente al mismo. Efectivamente,
se llama “uno” lo que es indiviso en sí y dividido de cualquier otro […]; por
tanto, en la noción de “uno” está incluida la negación que viene implicada en
el término algo, o que se reduce a ella; por eso, este atributo no
aumenta el número de las pasiones del ente, de manera que resulte necesario
establecer una investigación especial acerca del mismo; antes al contrario, una
vez explicada la noción de “uno” y, consiguientemente, la multitud —que se
opone a ella—, así como las de identidad y distinción, que de alguna manera se
fundan en la razón de “uno”, quedará explicado el predicado “algo”. Pues,
aunque sea posible establecer una distinción de razón entre la negación
implicada en el “algo” y la entrañada por el “uno”, ya que “uno” expresa
negación de multitud y “algo” sólo dice negación de identidad con otro […], sin
embargo, puesto que la segunda negación tiene su fundamento en la primera y no
suscita especiales dificultades para el tratamiento de la doctrina de estas
pasiones, no conviene distinguirlas.[51]
¿No es
contradictorio sostener que la pluralidad determina el ser solo por relación
a otra cosa, mientras que “algo” determina el ser de por sí? Es que
el concepto de aliquid entendido como una cosa distinta parece seguir implicando la pluralidad y una
relación al otro. ¿En qué sentido la multiplicidad percibida a nivel del
sentido común se distingue del “aliud
quid” concebido a nivel trascendental? Suárez escribe:
Puede objetarse que también la unidad, en
cuanto expresa separación con respecto a otro, implica una relación a otro. A
ello se responde, en primer lugar, que al concepto de unidad no pertenece una
negación tal que implique la existencia de otra cosa, de la cual se distinga,
sino únicamente la aptitud para distinguirse, como consecuencia de la unidad,
porque Dios sería uno aunque no hubiese nada de lo que se distinguiese.[52]
El ser considerado
en cuanto tal no es una cosa (res) que se distinga físicamente de
otra cosa, ni una pluralidad de cosas (res sunt), sino tan sólo un
concepto que indica la aptitud para distinguirse. Naturalmente, la tesis de que
al concepto de unidad no pertenece una negación tal que implique la existencia
de otra cosa no conlleva la tesis de que el concepto de ens no supone la
pluralidad de los entes singulares (o individuales) percibidos a nivel del
sentido común. Al respecto, obsérvese que el ser considerado en cuanto tal no
incluye sólo a Dios, sino también a la creatura,[53] la cual no existiría si no
hubiese nada de lo que se distinguiese. El “uno” como “lo que es indiviso en sí
y dividido de cualquier otro”, aunque no determine el ser por relación a
otra cosa, requiere que ya sea sabido que hay una pluralidad de cosas
realmente existentes. La tesis suarista de que el atributo “algo” o no se
distingue de “uno” o se encuentra incluido en él como consiguiente al mismo supone
la primera certeza del sentido común.
El hecho de que el
ser considerado en cuanto tal no sea una cosa (res) no impide que
el término “ser” sea sinónimo del término “cosa”. El punto es que res no
expande el ens desde el aspecto conceptual, tanto es así que “cosa” no
es estrictamente una propiedad trascendental del ser. Desde este punto de
vista, cabe señalar que el mismo Livi utiliza dichos términos como sinónimos.
El filósofo de Prato escribe: “Decir que «las cosas son» no requiere la
referencia mental a ningún conocimiento previo, tanto así que la versión latina
de esta expresión (“res sunt”) no se refiere a otro significado que no
sea el ser primario y universal (res = entia = ea quae sunt)”.[54] Algunos tomistas sostienen que “ser” y “cosa” no son perfectamente sinónimos, en cuanto —como dice el propio Tomás de Aquino—
“el «ser» se toma del acto de ser, y el nombre «cosa» expresa la quididad o
esencia del ser”.[55] En todo caso, como destaca Suárez, la distinción
que Tomás de Aquino establece puede ser entendida como una mera distinción
etimológica, o sea como una diferencia que no afecta al significado, sino a la
imposición del nombre.[56] El Doctor Eximius escribe:
Cosa y ente se
emplean comúnmente como sinónimos, y […] por eso ninguno de ellos es pasión del
otro. Así lo sugiere también el hecho de que nunca se prediquen uno del otro; y
si alguna vez los encontramos mutuamente predicados, estimamos que se ha
cometido una falacia o predicación idéntica. En cambio, los otros
trascendentales se predican del ente y se añaden a él como un adjetivo a un
sustantivo; así, se dice “ente uno”, “ente verdadero”, etc. Ahora bien: “ente”
y “cosa” son sustantivos, y no pueden unirse de esa manera, lo cual prueba que
uno no es atributo del otro.[57]
La tesis de que
“ser” es sinónimo de “cosa” se explica también subrayando que el término res
es absolutamente positivo, en el sentido de que es un nombre que se dice
afirmativa y absolutamente del ens.[58] El problema es que las passiones entis no
pueden añadir al ser nada positivo en absoluto, es decir, algo realmente
distinto de él. Las propiedades trascendentales pueden añadir al ser o una
negación o una relación de razón (que es algo positivo, pero no absolutamente),
en cuanto sólo la negación y la relación de razón añaden al sujeto algo
distinto sólo por la razón.[59] Por lo tanto, hay que admitir que el término
“cosa” no es una passio entis, sino un nombre perfectamente sinónimo de
ser. Se trata de una sinonimia que hay que reconocer no sólo a nivel explicita
y formalmente trascendental, sino también a nivel del sentido común. Al
respecto, cabe señalar que en las Disputaciones metafísicas está escrito
que res es un término absolutamente positivo según el “modo común humano de concebir”.[60] El punto es que decir eso significa admitir que
todo hombre concibe implícita y espontáneamente las cosas como entes,
dado que —como acabamos de ver— nada
positivo en absoluto puede añadirse al ser. En definitiva, el pensador de
Granada estaría dispuesto a admitir la tesis propia de la filosofía del sentido
común según la que res = entia = ea quae sunt.
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El autor es
Licenciado y Doctor en Filosofía por la Universidad de Siena. Ha sido
investigador de la Fondazione Centro Studi Campostrini de Verona y secretario
general de la International Science and Commonsense Association (ISCA).
Actualmente es docente a tiempo completo en la Universidad Católica San Pablo
de Arequipa. Es especialista en metafísica, filosofía de la religión y
gnoseología, ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas.
Recibido: 15 de febrero de 2020.
[1]) Cfr. Antonio
Livi, Filosofia del senso comune. Logica della scienza e della fede
(Roma: Casa Editrice Leonardo da Vinci, 2010), 104.
[2]) Antonio Livi,
“Non è l’intenzione ma il metodo a rendere sostenibile il realismo”, en Vero
e falso realismo. La tesi di Gilson a confronto con quelle di Husserl, Maritain
e Carnap, ed. Fabrizio Renzi (Roma: Casa Editrice Leonardo da Vinci, 2016),
21-22. Los pasajes de los volúmenes que no son publicados en español han sido
traducidos por mí.
[3]) Cfr.
Francisco Suárez, Disputaciones metafísicas, 2.2.14.
[4]) Ibid., II.2.8.
[5]) Cfr. Antonio
Livi, Metafisica e senso comune. Sullo statuto epistemologico della
filosofia prima (Roma: Casa Editrice Leonardo da Vinci, 2007), 159-160.
[6]) Cfr. Francisco
Suárez, Disputaciones metafísicas, II.2.24.
[7]) Santiago Fernández Burillo,
“Metafísica de la creación en Francisco Suárez”, Cuadernos
salmantinos de filosofía 25 (1998): 6.
[8]) Marco
Forlivesi, Ontologia impura. La natura della metafisica secondo Francisco
Suárez (http:// web.tiscali.it/ marcoforlivesi/ mf2004oi.pdf), 22.
[9]) Cfr. Livi, Filosofia del senso comune, 158.
[10]) Ibid.,107.
[11]) Suárez, Disputaciones metafísicas, I.1.27.
[12]) Antonio Livi, La ricerca della verità. Dal senso comune alla
dialettica (Roma: Casa Editrice Leonardo da Vinci, 2005), 227.
[13]) Ibid.
[14]) Livi, Filosofia del senso comune, 165.
[15]) Suárez, Disputaciones metafísicas, 28.3.22.
[16]) Ibid., II.3.16.
[17]) Por lo que se
refiere a la asimetría en cuestión, véase José Pereira, “Original
Features of Suárez’s Thought”, en A Companion to Francisco Suárez, eds. Victor Salas and
Robert Fasting (Leiden: Brill, 2015),
306.
[18]) Cfr. Suárez, Disputaciones metafísicas, II.2.16.
[19]) Ibid.
[20]) Ibid., XXXI.1.13.
[21]) Cfr. Livi, La ricerca della verità, 249.
[22]) Angelo Gnemmi, Il
fondamento metafisico. Analisi di struttura sulle “Disputationes metaphysicae”
di F. Suarez (Milano: Vita e Pensiero, 1969), 190.
[23]) Cfr. Ibid., 297 ss.
[24]) Cfr. Pierre Aubenque, “Suárez y el advenimiento del concepto de ente”, Anales del
Seminario de Metafísica 48 (2015): 16.
[25]) Ibid., 19.
[26]) Suárez, Disputaciones metafísicas, I.1.16.
[27]) Cfr.
Costantino Esposito, “Suárez, Kant y el problema de
la ontología moderna”, en El alcance del pensamiento de Francisco Suárez. Una mirada en el
cuarto centenario de su muerte, ed. Victor M.
Tirado San Juan (Madrid: Ediciones Universidad San Dámaso, 2019), 55.
[28]) Cfr. Suárez, Disputaciones metafísicas, I.3.10.
[29]) Cfr. Ibid., II.2.29-30.
[30]) Cfr. Ibid., II.3.10.
[31]) Ismael Quiles, Francisco Suárez, S.J. Su metafísica,
(Buenos Aires: Ediciones Depalma, 1989), 14-15.
[32]) Cfr. Suárez, Disputaciones metafísicas, II.2.14. Por
lo que se refiere a la esencial semejanza, veáse Juan Roig Gironella, “La
analogía del ser en Suárez”, Espíritu Cuadernos del Instituto Filosófico de
Balmesiana 36 (1987): 36.
[33]) Suárez, Disputaciones metafísicas, II.3.16. La
cursiva es mía.
[34]) Quiles, Francisco Suárez, 32-33.
[35]) Suárez, Disputaciones metafísicas, II. 2.14.
[36]) Ibid., II. 2.26.
[37]) Ibid., II.2.32.
[38]) Cfr. Joseph Owens, “The Accidental and Essential
Character of Being in the Doctrine of St. Thomas Aquinas”, en St. Thomas Aquinas on the
existence of God: Collected papers of Joseph Owens, ed. John R. Catan (Albany: State University of New York Press, 1980), 128.
[39]) Suárez, Disputaciones metafísicas, III.2.5.
[40]) Aubenque, Suárez y el
advenimiento del concepto de ente, 17.
[41]) Sánchez Martínez, César Félix, “La aventura barroca del ser: en
pos de las razones radicales de la metafísica de Francisco Suárez”, Letras-Lima
130 (2018): 32.
[42]) Víctor Sanz, “La reducción suareciana de los trascendentales”, Anuario
Filosófico 25 (1992): 411; cfr. Suárez, Disputaciones metafísicas,
IV.1.18.
[43]) Sanz, La reducción
suareciana de los trascendentales, 411.
[44]) Santiago Fernández Burillo, “Suárez y el ontologismo”, Cuadernos
salmantinos de filosofía 20 (1993): 221; cfr. también Suárez, Disputaciones
metafísicas, II.2.16.
[45]) Aubenque, Suárez y el advenimiento del concepto de ente, 16.
[46]) Cfr. Fernández Burillo, Metafísica de la creación en Francisco Suárez, 6.
[47]) Cfr. Suárez, Disputaciones metafísicas, IV.1.18 y XXVIII.1.3.
[48]) Daniel Heider, “The Nature of Suárez’s Metaphysics: Disputationes Metaphysicae and Their
Main Systematic Strains”, Studia Neoaristotelica 6 (2009): 105.
[49]) Livi, Filosofia del senso
comune, 158.
[50]) Francesco Arzillo, “Il giudizio: verità, logica, vita”, en Dialettica
positiva. Dal realismo del senso comune al realismo metafisico, ed.
Fabrizio Renzi (Roma: Casa Editrice Leonardo da Vinci, 2014), 127.
[51]) Suárez, Disputaciones metafísicas, III.2.6.
[52]) Ibid., III.2.8.
[53]) Cfr. Ibid., II.2.8.
[54]) Livi, Filosofia del senso
comune, 157-158. Por lo que se refiere a la sinonimia en cuestión, véase
también Fabrizio Renzi, Editor’s foreword, en Vero e falso realismo. La tesi di
Étienne Gilson a confronto con quelle della fenomenologia e dell’empirismo
logico, ed. Fabrizio Renzi (Roma: Casa Editrice Leonardo da Vinci, 2016), 13-14.
[55]) Tomás de
Aquino, De veritate,
q. 1, a. 1, c.; cfr. Tomas
Alvira - Luis Clavell - Tomás Melendo, Metafísica (Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra, 1989), p. 134.
[56]) Cfr. Suárez, Disputaciones metafísicas, III.2.10.
[57]) Suárez, Disputaciones metafísicas, III.2.4.
[58]) Cfr. Ibid., III.2.13.
[59]) Cfr. Ibid., III.1.11.
[60]) Ibid., III.2.13.