Kant, a teleological
aesthetics?
Leopoldo
TILLERÍA AQUEVEQUE
Instituto Nacional
de Capacitación Profesional (Chile)
leopoldo.tilleria@inacapmail.cl
Orcid: https://orcid.org/0000-0001-5630-7552
Palabras
clave: estética, finalidad, Kant, teleología.
Abstract: The possibility of understanding Kant’s aesthetics as a teleological
aesthetic is discussed. This conjecture supposes that both the experience of the
beautiful and the epistemic experience of the subject require a direction
“beyond” the mere field of sensible form or natural organisms. This
supersensible horizon tends to be protected precisely by the principle of
finality. Thus, the purpose of the third Critique seems to be to find that
transcendental structure that functions as a metaphysical and methodological
justification of teleology, which has virtually become the third branch of
philosophy.
Keywords: aesthetics, purpose, Kant, teleology.
1. Introducción[1]
Si hay un lugar
controversial en el dictum kantiano,
ese es precisamente el que se ocupa de la relación entre estética y teleología.
En efecto, el punto de encuentro o de desencuentro entre una Crítica de la
facultad de juzgar estética y otra de la facultad de juzgar teleológica, en el
marco de una obra tan “extraña” como la KU, ha dado pie a que la primera parte
del texto haya podido ser vista desde perspectivas bien distintas. Así, por
ejemplo, la recepción de Trottein, para quien en la Crítica de la facultad de
juzgar estética Kant habría sido jalonado, de una parte, por la posibilidad de
desarrollar, a partir de una noción más cabal de estética, una teoría de lo
bello, y de otra, por una preocupación centrada más bien en una metafísica del arte,[2] administrada por el tándem
teoría del genio/arte bello. Distinta es la crítica realizada por Deleuze. El
pensador francés verá justamente en la KU algo así como el núcleo de las
fuerzas trascendentales del pensar y del sentir. Para Deleuze, la KU representaría
una experiencia intensiva y afectiva, “una Formación trascendental, una Cultura
trascendental, una Génesis trascendental”[3].
A su vez, el también francés Alexis Philonenko verá reflejada en la
arquitectónica de la KU la presentación de un fenómeno (KrV) surgido de un
sistema racional (segunda parte de la KU), que consideramos bello (primera
parte de la KU) como seres razonables (KpV)[4].
De modo que las observaciones que podamos formular a las regiones de la
facultad de juzgar estética,[5] al principio de finalidad, a
la noción de sistemas bellos o, incluso, al mismo sentido teleológico del arte,
lo que hacen es interpelar al propio Kant, y de una manera sumamente actual,
acerca de la consistencia argumental de la Crítica de la facultad de juzgar
estética.
Philonenko tiene
razón cuando afirma que la KU se divide en dos momentos, uno reservado a la
estética y otro a la teleología, y que ambos corresponden a rangos de
investigación trascendental que, aunque se iluminan entre sí, son, sin embargo,
campos noemáticos distintos.[6] Nos enfrentamos, pues, en la
segunda parte de la KU a una teleología que solo en razón de su particular
naturaleza puede determinar el sentido conforme a fin de la estética kantiana.
Este sistema viene determinado por el binomio crítica/teleología, que el
filósofo prusiano utiliza para poner entre paréntesis las categorías objetivas
de principio y fin, y remplazarlas por la tensión entre las “conjeturas” y una
“Idea”.[7]
Lo que pretendo
sugerir es que la estética de Kant no puede renunciar a un fundamento
teleológico esencial, justamente porque la fisonomía teleológica de la segunda
parte de la KU contiene, de suyo, la noción de una naturaleza concatenada con
la idea de arte, cuestión que abordaré con un poco más de detalle en la última sección
del trabajo. El problema, entonces, podría resumirse en que Kant busca la
sistematicidad de su estética en términos teleológicos.[8]
2. Trascendentalidad
teleológica de la estética
Kant ha dicho en la
primera parte de la KrV, que por trascendental debe entenderse aquel modo a priori de conocer los objetos. A estas
alturas, este es un concepto límite tanto de la epistemología como de la
estética kantiana: en el campo de lo bello no hay conocimiento especulativo; en
el mundo de la conciencia estética no valen las leyes de la mecánica. El
filósofo se detiene justo en el umbral.[9]
Sin embargo, la fisura en la relación del sujeto sintiente con la naturaleza no
puede ser absoluta. El problema debe abordarse desde otra perspectiva. Si, por
un lado, las bases sentadas en la KrV y en la KpV establecieron a la postre
reinos distintos (el teórico y el práctico), pero al mismo tiempo administrados
apodícticamente por las leyes de nuestra razón, por otro, esta distribución de
esferas de la conciencia subjetiva no ha resultado en el estatus final que
hubiera esperado el filósofo de Königsberg.
Porque si el
proyecto crítico pretendía dar con principios trascendentales que fundamentasen
a priori las distintas orientaciones
de nuestro espíritu (como modo de unir hecho y valor en la autoconciencia y, de
paso, refutar científicamente las pretensiones de una metafísica discrecional),
su sentido lisa y llanamente fracasa. El rendimiento final de la KrV y de la
KpV, bajo esta especie de control trascendental del juicio determinante,[10] enfrenta a la conciencia
subjetiva a un espacio de incertidumbre para el cual el entendimiento no tiene
respuestas. Se trata del problema de la completa aleatoriedad de las leyes
empíricas, el cual, paradójicamente, consiste en la propia concatenación de las
unidades particulares que han sido dilucidadas “mecánicamente” por nuestras
facultades cognoscitivas.[11] Introduzcamos un primer
pasaje de la Crítica de la facultad de juzgar teleológica, que muestra este
movimiento del entendimiento:
Pero que cosas
de la naturaleza sirvan, unas para otras, como medios con vistas a fines, y que
su misma posibilidad sólo sea suficientemente comprensible a través de esta
especie de causalidad, [es algo] para lo cual no tenemos fundamento alguno en
la idea general de la naturaleza como conjunto de los objetos de los sentidos.[12]
No se nos da, pues,
a nuestra inteligencia la posibilidad de una compresión de la totalidad de la
acumulación de las leyes empíricas, de las cosas legalmente explicables. El
entendimiento se enfrenta, tout court,
a la incomprensibilidad de la naturaleza como un todo. ¿Puede pensarse en
alguna otra forma de hacer tambalear más certeramente el edificio
trascendental? Para Kant, el principio de orden de la naturaleza como sistema
no puede estar allá afuera, precisamente porque si lo estuviera requeriría, a
su vez, de un nuevo principio –más allá todavía- que lo sustentase. Las leyes
categoriales del entendimiento tienen su límite en el concepto empírico (esta
es una premisa resuelta del todo por la primera crítica), y no tienen ninguna
clase de imperio en una totalidad sistemática. Descartada la teología, el
recurso teleológico es la única maniobra que le queda a Kant para asegurar la
posibilidad trascendental de su programa. Pero, tampoco puede depositar en el
razonamiento teleológico garantías complementarias de la epistemología, pues el
sistema especulativo ha sido construido justamente en acuerdo con las
facultades subjetivas de la conciencia y no necesita, por sobre las leyes
generales, nuevos recursos cognoscitivos para explicar la causalidad de los
fenómenos.
¿Qué necesita Kant
entonces? Un principio de orden (diríamos, un mero montaje). Tal supuesto, por
lo dicho, no puede provenir de la propia estructura de la naturaleza, sino nada
más que de nuestra propia conciencia, al modo de un principio regulativo. Este
principio, como se sabe, es el de finalidad (Zweckmäßigkeit), el cual no significa, ni de cerca, una nueva
metafísica de la naturaleza, sino, por el contrario, una suerte de giro de la
propia estructura de la facultad de juzgar. Dicho recurso le permite a Kant
conectar el orden natural dado en la experiencia y las capacidades
cognoscitivas de nuestro entendimiento. Como lo expone Model en su observación
sobre el desempeño subjetivo de este principio:
Um die
Allgemeingültigkeit der Lust am schönen Gegenstand zu erklären, können wir von
der Frage, ob dieser zweckmäßigen Abgestimmtheit von schönem Gegenstand und
darüber lustempfindendem Betrachter eine Intention, ein Zweck zugrunde liegt,
absehen. Es genügt, die
Struktur der Zweckmäßigkeit und die subjektiven Bedingungen ihrer
Gemeingültigkeit zu analysieren.[13]
En cambio, a través
del desempeño objetivo del principio los juicios teleológicos conciben la
naturaleza como si fuera técnica, es decir, como si la naturaleza y sus
productos fueran conformes a un fin y conmensurables para nuestra propia
facultad de conocimiento.[14] Sin embargo, debe
distinguirse expresamente entre la finalidad material de la naturaleza y el
tipo de finalidad intelectual, que cabe encontrar, por ejemplo, en las figuras
geométricas y los números. En la finalidad material, y esto es esencial
respecto del concepto de fin natural, debemos pensar un fin especial fuera de
nosotros, porque se trata de una concordancia espontánea que no es producida
por el sujeto, sino “por la naturaleza misma”.[15]
No obstante, la
presentación teleológica requiere para resguardar su independencia de la
teología y su no injerencia teórica en la epistemología, por un lado, del
supuesto de la inevitabilidad de la razón teleológica como modo de
enjuiciamiento de la naturaleza, y, por otro, de la condición no explicativa de
sus juicios respecto de los objetos de la física. Se lee en la KU: “Basta con
que [en la física] haya objetos única y exclusivamente explicables según leyes naturales que no podamos pensar sino bajo
la idea de los fines como principio, y conocibles
meramente de este modo, con arreglo a su forma interna, y aún solo internamente
[conocibles]”.[16] La naturaleza, pues, queda
sujeta in toto al control
trascendental de nuestra subjetividad, sujeción proporcionada por el principio
de finalidad para nuestra facultad de juzgar, la que ahora se “convertirá” en
reflexionante dada la incompetencia del juicio determinante en materia de
legalidad empírica ascendente. El punto es, dice Kant:
(…) tener
preparado en el Juicio un principio trascendental de la finalidad de la
naturaleza para la finalidad de las formas de la naturaleza encontradas en la
experiencia: principio que, si bien no es suficiente para explicar la
posibilidad de tales formas, nos permite al menos aplicar a la naturaleza y su
legalidad un concepto tan particular como el de finalidad, si bien éste no
puede ser un concepto objetivo de la naturaleza, sino que es obtenido
simplemente de la relación subjetiva de ésta con una facultad del espíritu.[17]
Según este pasaje de
la Primera Introducción, nos
relacionamos subjetivamente con la naturaleza mediante el principio
trascendental de suponerla conforme a fin. Inopinadamente, será el problema del
encajamiento de este principio en la facultad de juzgar la cuestión primordial
de toda la KU, y no el asunto de lo estético (digamos, no prioritariamente).
Esta es, con Dickie, la manera adecuada de leer el sentido de la célebre carta
de Kant a Reinhold de fines de 1787, en la que el filósofo regiomontano asegura
haber descubierto el principio de la crítica del gusto y en la que anuncia,
además, las tres partes que ha logrado reconocer en la filosofía: la filosofía
teórica, la teleología y la filosofía práctica. De modo que la teleología
implicaría algo más que un recurso provisional o de índole accidental. Lo
teleológico supondrá en el programa kantiano la posibilidad de recuperar la
sistematicidad del giro trascendental y, de paso, incorporar la dirección estética
a la nueva forma reflexionante de la facultad de juzgar. Como acabo decir, es
la estructura de la trascendencia del juicio reflexionante la preocupación
metafísica cardinal del proyecto de la KU, y, solo por esto –como quien dice,
por añadidura-, se verán determinadas en el mismo sentido las condiciones de
posibilidad del juicio estético.
3. La teleología, ¿tercera rama de
la filosofía?
Persiste, sin
embargo, la pregunta sobre lo que se dirime en la KU. Siguiendo nuestra
conjetura, la tercera crítica puede verse como el lugar de la fundamentación
del juicio reflexionante, el que parece dar soporte a todo el aparato
teleológico de Kant. Esto se explicaría a partir el giro dado por el filósofo
entre 1787 y 1790 en torno al problema del gusto: desde el escepticismo
crítico-estético de la estética trascendental a la teoría del gusto como un
problema trascendental.
Daniel Dumouchel
expone con bastante claridad este rol secundario de la estética en la KU, el
que provendría de una revaluación tardía de la facultad de juzgar en Kant,
operación que, a su vez, habría venido a resolver la diferencia entre una
facultad de juzgar determinante y otra reflexionante. La crítica del gusto,
como propósito, se subsumiría entonces en un proyecto filosófico más vasto
todavía: el de una crítica de la facultad de juzgar en general:
La conséquence
immédiate de cette transformation, pour
l’esthétique, a été la soumission de la
«Critique du goût» à une perspectiva
téléologique générale dominée par la
nouvelle figure de la faculté de juger
réfléchissante, dont le jugement
esthétique n’était désormais que l’une
des spécifications réflexives.[18]
Esta subordinación
de los problemas estéticos a los del mundo teleológico equivale, pues, a la
“pesadez” de lo estético ya advertida por Derrida: “La violencia del encuadre
[de Kant] se multiplica. Primero encierra la teoría de la estética en una
teoría de lo bello, esta a su vez en una teoría del gusto y la teoría del gusto
en una teoría del juicio”.[19] De esta laya, el propósito
de la KU sería dar con esa estructura trascendental que funcione como
justificación metafísica y metodológica de la teleología, convertida
virtualmente en tercera rama de la filosofía. Y si esto es lo relevante,
siguiendo a Dickie, entonces la teleología debe ser la primera parte de la KU y
la estética, la segunda.[20] Enseguida veremos que no
solo hay razones generales (fundadas, por una parte, en el crecimiento del
apriorismo del conocimiento y, por otra, en el problema de la analogía del
arte), sino también específicas (o sea, conceptuales) que justifican esta
dirección.
Mas, ¿cómo es que
teleología y estética abordarían esta tarea de la facultad de juzgar en orden a
asegurar la sistematicidad de la naturaleza? ¿Cómo se logra la adecuación de la
naturaleza al propósito de nuestro entendimiento? En otras palabras: ¿cuál
sería el objeto de la finalidad en ambos juicios?
De acuerdo a la
doctrina kantiana de la tercera crítica, existen cuatro tipos de particulares
posibles en la naturaleza, que están llamados a ser objetos del juicio
reflexionante. Cada género de juicios (estéticos y teleológicos) se corresponde
con dos tipos de objetos particulares. Mientras que respecto del juicio
teleológico los objetos son: i) la naturaleza como un todo, y ii) sus productos
organizados; en el caso de los juicios estéticos sus objetos son: i) los
objetos particulares de la naturaleza o del arte, y ii) las formas múltiples de
la naturaleza o de leyes particulares empíricas. Pues bien, y como es sabido,
sobre este último tipo de particulares la tercera crítica no dice nada. Este
“silencio” de Kant parece revelar con cierta claridad la homogeneidad del
compromiso trascendental entre estética y epistemología. Sabemos que únicamente
podemos conocer objetos particulares. Esa unidad de ley está asegurada en la
KrV e indica los límites de la epistemología kantiana. Todo el aparato
cognoscitivo está fundado en la posibilidad de conocer fenómenos particulares.
De ahí que, identificadas y aseguradas las condiciones de este conocimiento
empírico (la función epistémica de la KrV), se pueda hablar de las condiciones
de toda experiencia posible. Sería, pues, un problema de réplica del método.
En el caso del
juicio reflexionante estético Kant ha decidido seguir el mismo camino: conocer
estéticamente solo particulares, es decir, objetos singulares de la naturaleza
y del arte. No vemos de qué otro modo pueda explicarse la decisión de excluir
en el juicio estético el segundo tipo de particulares apuntados, vale decir,
las formas múltiples de la naturaleza.
4. Teleología intencional
La teleología viene,
como tercera parte de la filosofía, a completar las condiciones “de la razón”
postuladas por la KrV y la KpV. Lo esencial en la crítica teleológica viene a
ser su condición de cierre epistemológico. Esta función epistémica supone la
identificación de una estructura trascendental que, situada dentro de la
conciencia subjetiva y no ya a partir del aparato lógico-teórico del juicio
determinante, permita verosímilmente entender la naturaleza como un todo
ordenado y sistemático, esto es, dotada de cierta organización explicativa.
Escribe Kant:
Pero como
también la intuición pertenece al conocimiento, y la facultad de una plena espontaneidad de la intuición
sería una facultad de conocimiento diferente de la sensibilidad y completamente
independiente de ella, por ende, un entendimiento en la acepción más general,
puede pensarse también un entendimiento intuitivo
(negativamente, o sea, simplemente como no discursivo), que no fuese de lo
universal a lo particular y, así, a lo singular (a través de conceptos), y para
el cual no se encuentre esa contingencia de la concordancia de la naturaleza
con el entendimiento en sus productos según leyes particulares, que le hace tan difícil al nuestro traer la
multiplicidad de aquéllos a la unidad del conocimiento.[21]
Es decir: es el
entendimiento intuitivo el que posibilitará la distinción de la organización
sistemática de la naturaleza a partir de la idea de finalidad. Este principio,
en suma, se puede ver (aunque solo hipotéticamente) como un incremento y una
ampliación del poder trascendental del juicio determinante. Es, entonces, este
nuevo diámetro metafísico de lo trascendental el que va a permitir al juicio
reflexionante la conexión a priori
con lo estético y el arte. La reflexión ocurre, por tanto, en una dirección
inversa al dominio determinante de la facultad de juzgar. Lo particular ahora
es lo dable, y para él se debe –en el diseño- encontrar lo genérico, lo
universal, el marco. Si el universal en el juicio teleológico es la visualización
por nuestra conciencia subjetiva de la sistematicidad orgánica que exhiben las
leyes empíricas en su concatenación natural, esto es, la comprensión de la
naturaleza con una finalidad objetiva, en el juicio estético ese universal es
meramente… un límite.
La teleología, como
quien dijera, nos da un universal conforme a fin. Por eso Marques (1998) puede
sostener que en el juicio teleológico efectivamente hay un resultado: “One may
say that this teleological reflection has a searched result, a concept or law
that is the concept of an objetive purpose”.[22]
Dicho concepto de finalidad objetiva se presenta en el § 66 de la KU: “(…) un producto organizado de la naturaleza es
aquél en que todo es fin, y, recíprocamente, también medio. Nada en él es
en balde, carente de fin, o imputable a un ciego mecanismo natural”.[23] El juicio reflexionante
moviliza nuestra mente a partir de una intuición particular para la búsqueda de
un universal a posteriori y así poder
configurar la subsunción. Esto mismo ocurre en lo estético y en lo teleológico,
pero es en esta última región donde el principio trascendental se expresa con
mayor claridad.
Tal como lo ve Lotfi: “The legitimate aim of
natural teleology is not to discern an intentionality or a supersensible will
in nature but to simply ascertain the natural ends of organisms-ends which may
or may not be intentionally caused by a will that we cannot perceive”.[24] De manera que lo trascendental en el
juicio reflexionante no viene a ser sino el avance de nuestra mente en la
búsqueda de aquella unidad a posteriori
que “asegure” la sistematicidad en la naturaleza. Dicha conexión entre el
principio a priori y la experiencia a posteriori es justamente una de las
particularidades del juicio estético, el que siendo sintético a priori solo puede sostenerse a posteriori tras la experiencia de lo
bello. Este desplazamiento de los límites de lo teórico para la comprensión
objetiva y subjetiva de la naturaleza conforme a fin, requerirá,
paradójicamente, de una ficción: la idea de que la naturaleza deba aparecer
como arte.
Hay otra observación
que no quisiera dejar de hacer, aunque en rigor escape a los objetivos de este
trabajo; por eso, solo la dejaré sentada y no emprenderé una discusión en esa
dirección. Me refiero a la cuestión de la función heurística de la teleología
en la tercera crítica. En efecto, a diferencia de otros tipos de teleologías,
como la aristotélica o, más recientemente, la de Cartwright,[25] la teleología de Kant es
una teleología intencional, donde no está involucrada la noción de reciprocidad.[26] Desde esta perspectiva, la
Crítica de la facultad de juzgar teleológica pareciera ser un puente definitivo
respecto de una posible filosofía kantiana de la historia.
5. La analogía del arte como ficción
Teleológicamente, no
se trata de cualquier modo de sistematicidad. Por medio del principio de
finalidad la naturaleza es concebida como arte, y es este giro, a la larga, el
que justifica trascendentalmente lo estético en el marco de la KU, o, lo que es
igual, permite comprender la transición de Kant desde la crítica formulada al
“destacado crítico Baumgarten” a la confirmación del fundamento a priori del gusto. Al comienzo de la
Crítica de la facultad de juzgar teleológica, se dice:
En efecto,
aducimos un fundamento teleológico cuando adjudicamos al concepto del objeto,
cual si él fuese hallable en la naturaleza (y no en nosotros), causalidad con
respecto a un objeto, o más bien nos representamos la posibilidad del objeto
por analogía con una causalidad semejante (tal como la que hallamos en nosotros),
en consecuencia de lo cual pensamos a la naturaleza como si fuera técnica en virtud de una facultad
propia; en cambio, si no le atribuyésemos una tal eficacia, tendría que
representarse su causalidad como un mecanismo ciego.[27]
Por supuesto,
aquella “facultad propia” es la facultad de juzgar reflexionante, y,
evidentemente, esa “tal eficacia” representa el acierto del intellectus archetypus. Así, el principio de reflexión de la facultad de juzgar
(aquel “fundamento teleológico”) pone en juego la idea de sistematicidad de
aquel todo natural, vale decir, la ficción de la naturaleza como el arte o la
técnica de una deidad suprasensible.[28]
Se trata, en definitiva, de que los productos de la naturaleza aparezcan ante
la facultad de juzgar como llenos de
arte. Sin embargo, no es que el arte sea algo así como una máxima que provenga
del aparato teleológico con dirección a lo estético. No, el arte tiene su
función en la propia Crítica de la facultad de juzgar estética. Así lo vemos en
la segunda parte de la KU: “Con derecho puede llamarse la belleza de la
naturaleza un análogo del arte, porque ella le es atribuida a los objetos sólo
en referencia a la reflexión sobre su intuición externa y, por tanto, únicamente con arreglo a la forma de la
superficie”.[29]
De este modo, la
arquitectónica de la tercera crítica puede reconocerse, en apariencia, como un
proyecto de reunión del mundo del arte con el de la naturaleza conforme a fin;
pero, en el fondo, representa el intento de justificación trascendental de
aquel mundo teleológico extra-epistemológico.[30]
Las dos críticas de la KU precisamente explican esto. La idea de finalidad no
es más que una ficción de nuestra conciencia, un principio puramente heurístico
que pone la analogía arte/naturaleza como el dispositivo cardinal de la KU. Es
a esta mutua y decisiva referencia de arte y naturaleza en la estética del
gusto a la que Marques (1998) denomina simetría problemática.[31] No obstante, como el mismo
autor lo subraya, es la propia ficción de la reflexión estética (el as if) la que resuelve este conflicto de
simetría, pues obliga a quien juzga a mantener aquella distancia ficticia sin
la cual es imposible concebir una belleza sin la otra. Si en la teleología
encontramos un sentido metafórico del arte, en la estética nos enfrentamos a su
sentido, por así decir, más propio y directo.[32]
En efecto, la
teleología presenta a una naturaleza como
si fuera arte, de un modo menos concerniente a nuestra individualidad. En
ella nos encontramos distanciados de la efectividad de la formación estética,
puesto que en el terreno teleológico lo primordial es la actividad
cognoscitiva, la búsqueda persistente de una finalidad natural. Por eso se lee
en la Primera Introducción: “Pero
difícilmente sería capaz de admiración nadie más que un filósofo trascendental,
y ni siquiera éste podría mencionar un caso determinado en el que esta
finalidad se mostrara en concreto,
sino que tendría que pensarla sólo en general”.[33]
“Sólo en general”.
De modo que el juicio teleológico, como quien dice, nos distancia de la
conciencia estética, no obstante, su concepción de la naturaleza como arte. Es
decir, en la teleología habría algo parecido a una generalidad artística. Pero
no se trata solo de una generalidad como totalidad, o, si se quiere, como
sistematicidad. Hay también en la teleología un lugar reservado a la
especulación técnico/epistémica. Subraya Martynova:
In terms
of the heuristic potential of the teleological power of judgment, Kant notes
that it could restrict the application potential of mechanical laws. I think
that it is vital to highlight another positive result. The teleological power
of judgment is the instrument for an organism’s identification. (…) It is a
normative point of view, which restricts the mechanical view and prevents the
mechanical explanation from being applied to all organisms.[34]
De manera que esa
complacencia arcaica de la que habla la KU, el eslabón objetivo que menciona
Cassirer, en suma, el placer de la finalidad, se expresa en la teleología como
una suerte de resguardo, al modo de una cierta vigilancia. Si Kant vacila y
establece un orden inverso de los resultados de la KU, lo que no hace por ello
es reducir su teleología a una estética de la sistematicidad natural, por mucho
que reconozca que “de seguro” placer y juicio teleológico estuvieron unidos “en
su momento”. El ámbito de la explicación y fundamentación del placer no puede
ser el juicio teleológico, sencillamente porque el universal de este juicio no
es la belleza, sino el concepto de fin natural. Empero, en el juicio estético dicho
universal no se logra; hay un completo fracaso en su afán de dar con el
universal para la intuición respectiva. Lo que le queda a Kant, entonces, es
dejar el “problema estético” en la esfera de la conciencia individual,
garantizándose con ello, de paso, la determinación teleológica de la KU.
De lo que se trata
ahora es de que la finalidad carezca de fin, de que lo bello artístico o lo
bello natural presente una estructura no del todo teleológica; pudiéramos
incluso decir, una teleología a medias. En tal sentido, el principio
trascendental estético mostrará una ruptura radical con la idea de causa final,
pero, paradójicamente, también la persistencia de una nueva finalidad, al
estilo de un horizonte suprasensible que nos habla, aunque sin concepto, de que
el objeto bello “propende” hacia un fin. Se trata del corte puro, de la
dislocación trascendental del télos.[35] La finalidad sin fin (Zweckmäßigkeit ohne Zweck) parece ser,
para decirlo con Derrida, la marca teleológica de la estética, el peso de la
teleología convertido en principio puro.
6. Conclusión
La conflictiva
“convivencia” entre la facultad de juzgar estética y la facultad de juzgar
teleológica, no solo parece ser indicio de una discutida arquitectónica de la
KU, debate que se extiende incluso hasta las mismas “barbas” de un viejo Kant
en la disyuntiva de presentar o no una posible cuarta crítica.[36] También, y esencialmente,
parece corresponder a los “asuntos internos” de la propia tercera crítica. Este
problema cardinal ha resultado ser el de la trascendentalidad de la facultad de
juzgar. Luego de la década “silenciosa”, y descartada la teología, la
teleología es el único recurso que le ha quedado a Kant para asegurar la
posibilidad de su sistema. Una teoría de lo bello o una filosofía del arte, fundadas
únicamente en una pura crítica del gusto, no habrían logrado concatenarse con
los resultados de su investigación trascendental. La estética filosófica de
Kant es en realidad una estética teleológica, puesto que tanto la experiencia
de lo bello como la experiencia epistémica del sujeto, requieren de una
dirección “más allá” del mero campo de la forma sensible o de los organismos
naturales. Este, como quien dice, horizonte suprasensible tiende a resguardarlo
precisamente el principio de finalidad. Dicho principio no puede provenir de la
estructura de la naturaleza, sino únicamente de nuestra propia conciencia. De
esta laya, el propósito de la KU sería dar con esa estructura trascendental que
funcione como justificación metafísica y metodológica de la teleología,
convertida virtualmente en tercera rama de la filosofía. Así, la teleología
vendría a completar las condiciones “de la razón” postuladas por la KrV y la
KpV. Lo que le queda a Kant, entonces, es dejar el “problema estético” en la
esfera de la conciencia individual, garantizándose así, de paso, la
determinación teleológica de la KU. Por sobre la dificultad “programática” de
ver enquistada la teleología en la estética de la KU, somos más bien testigos
del postulado de la inutilidad de comprender la tercera crítica como una obra
dual, dividida entre un polo estético y otro teleológico, polaridad que se
mantendría, como piensa Turró,[37] solo a nivel formal. A
decir verdad, asistimos a la fisonomía de un texto que contiene varios núcleos
organizados por la tematización del juicio reflexionante en su búsqueda del
tránsito entre el mundo de las formas bellas y el de las formas arquetípicas, y
cuyo denominador común, impensadamente, no es sino este “raro” principio de
finalidad.
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the Concept of the Organism, and the Context of Contemporary Biology”. Logical Analysis & History of Philosophy
/ Philosophiegeschichte und Logische Analyse vol. 14 (2011): 107-124.
Trottein, Serge. “Esthétique ou
philosophie de l’art?”, en Kants Ästhetik,
ed. Herman Parret (Berlin
& New York: Walter de Gruyter, 1998), 660-673.
Turró,
Salvio. Tránsito de la naturaleza a la
historia en la filosofía de Kant. Barcelona: Anthropos, 1996.
El autor es
Magíster y Doctor en Filosofía por la Universidad de Chile. Es académico e
investigador del Área Tecnologías de la Información y Ciberseguridad del
Instituto Profesional INACAP Chile (Instituto Nacional de Capacitación
Profesional) sede Temuco. Sus campos de investigación son la Filosofía de la
Tecnología y la Estética. Posee múltiples publicaciones en el país y en el
extranjero.
Recibido: 18 de abril de 2020.
[1]) Abreviaturas de las obras de Kant en el artículo: KU, Crítica de
la facultad de juzgar; KrV, Crítica de la razón pura; KpV, Crítica de la razón
práctica.
[2]) Serge Trottein, “Esthétique ou
philosophie de l’art?”, en Kants Ästhetik,
ed. Herman Parret (Berlin & New York: Walter de
Gruyter, 1998), 673.
[3]) Sergio Martínez, “Lecturas kantianas de Deleuze”, Alpha 45
(2017): 34.
[4]) Alexis Philonenko, “L’architectonique de la Critique de la
faculté de juger”, en Kants Ästhetik,
ed. Herman Parret (Berlin & New York: Walter de Gruyter, 1998), 52.
[5]) A fin de desambiguar el uso del término “juicio”, al que Kant
recurre frecuentemente en sus tres críticas, particularmente en la última,
consideraremos acá la aclaración que hace Pablo Oyarzún en las notas al
Prefacio de la Crítica de la facultad de
Juzgar, texto que también traduce. Dice ahí: “El término Beurteilung debe distinguirse de Urteil, «juicio», entendido éste como
producto de la facultad de juzgar. La Beurteilung
es el acto u operación que ésta realiza y cuyo resultado es el juicio, sea éste
meramente pensado o formulado en palabras. El término «enjuiciamiento» tiene en
castellano un uso mayormente negativo (de censura), pero hemos optado por él
más bien que por «acto de juzgar», que habría traído dificultades de lectura en
varios pasajes. A menudo, sin embargo, la diferencia entre Urteil y Beurteilung no
es demasiado gravitante”. Emmanuel Kant, Crítica
de la facultad de juzgar (Caracas: Monte Ávila, 1992), p. 109. De manera
que, en adelante, salvo que se especifique otra cosa, me referiré al “juicio”
siguiendo el sentido de la traducción de Oyarzún, mas no la traducción literal,
pues en ambos casos, en el del enjuiciamiento como acto de la facultad de
juzgar (Urteilskraft) y en el del
juicio como resultado de tal operación, ocuparé el mismo concepto: “juicio”.
[6]) Philonenko, “L’architectonique…”, 47.
[7]) Gérard Raulet, “La téléologie critique et ses paradigmes
scientifiques. Sur la méthode de l’Histoire selon Kant”, Con-Textos Kantianos 1 (2015): 44.
[8]) George Dickie, El siglo
del gusto. La odisea filosófica del gusto en el siglo XVIII (Madrid: A.
Machado, 2003), 178.
[9]) Ernst Cassirer describe así el itinerario pre-estético del filósofo:
“Por este camino llega Kant, pasando por la teoría puramente lógica de la
formación de los conceptos empíricos y por el problema de las condiciones que
la crítica del conocimiento plantea a la sistemática y a la clasificación de
las formas naturales, al dintel mismo de la estética crítica”. Kant. Vida y doctrina (México D.F.:
F.C.E., 1948), 356.
[10]) Rodolphe Gasché, The idea of the form. Rethinking Kant’s
aesthetics (Stanford: Stanford University Press,
2003).
[11]) Andrew Bowie reparará en el problema epistemológico que enfrentó
Kant, como la pregunta por el cómo sintetizar la multiplicidad potencialmente
infinita del mundo, es decir, el problema de la indemostrabilidad de la unidad
de la multiplicidad. Estética y
subjetividad. La filosofía alemana de Kant a Nietzsche y la teoría estética
actual (Madrid: Visor, 1999).
[12]) Kant, Crítica de la
facultad... 291 A 267. El número de paginación en A corresponde –siguiendo
la indicación de Oyarzún- a la primera edición alemana.
[13]) [Para explicar la validez general del placer en el objeto bello,
podemos ignorar la cuestión de si esta coordinación conforme a fin del objeto
bello y el observador que percibe el placer se basa en una intención, un fin.
Basta analizar la estructura de la finalidad y las condiciones subjetivas de su
validez general] Trad. propia. Anselm Model, “Der Geschmack als teleologisches
Urteil bei Kant”, en Kants Ästhetik,
ed. Herman Parret (Berlin & New York: Walter de Gruyter, 1998), 59.
[14]) María Constanza Terra, “El ‘mecanismo de la naturaleza’ en la
filosofía de I. Kant. Una clave para entender la inexplicabilidad mecánica de
los seres orgánicos”, Ideas y Valores
vol. LXVIII, 169 (2019): 215.
[15]) Eduardo Molina, “Natura
Materialiter Spectata. Naturaleza, finalidad y organismo en la Crítica de la facultad de juzgar de
Kant”, Revista de Filosofía vol. 65
(2009): 54.
[16]) Kant, Crítica de la
facultad…, 313 A 304.
[17]) Immanuel Kant, Primera
Introducción a la Crítica del juicio (Madrid: Visor, 1987), 61.
[18]) [La consecuencia inmediata de esta transformación, para la
estética, fue el sometimiento de la «Crítica del gusto» a una perspectiva
teleológica general dominada por la nueva figura de la facultad de juzgar
reflexionante, cuyo juicio estético será en adelante solo una de las
especificaciones reflexionantes] Trad. propia. Daniel Dumouchel, “Genèse de la Troisième Critique: le role de
l’esthétique dans l’achèvement du système critique”, en Kants Ästhetik, ed. Herman Parret (Berlin & New York: Walter de
Gruyter, 1998), 19. Continúa Dumouchel: “Ainsi, de 1787 à 1790, ces
transformations philosophiques essentielles ont eu pour effet de déplacer le
centre de gravité de la troisième Critique du goût vers le jugement
réfléchissant, dont le goût reste seulement un exemple, et, de l’aveu de Kant,
sa manifestation paradigmatique” [Así, de 1787 a 1790, estas transformaciones
filosóficas esenciales tuvieron el efecto de desplazar el centro de gravedad de
la tercera Crítica, del gusto hacia el juicio reflexivo, de donde el gusto
sigue siendo solo un ejemplo y, según Kant, su manifestación paradigmática],
“Genèse de la…”, 19. A esto nos hemos referido cuando afirmamos que el juicio
estético sería un tipo, el único, del teleológico, la especie por antonomasia.
[19]) Jacques Derrida, La verdad
en pintura (Buenos Aires: Paidós, 2001), 80-81.
[20]) Sostiene el filósofo estadounidense: “Sin embargo, es difícil de
ver qué quedaría de la teoría de Kant si de alguna manera se pudiese llevar a
cabo la sustracción de su teleología. Kant define la belleza en términos de
finalidad sin fin, y caracteriza a la facultad del gusto como las facultades
cognitivas fortalecidas y entretenidas por la concordancia final especial que
hay entre ellas y un cierto subconjunto de los objetos de la naturaleza. El
sustraer los elementos teleológicos de la teoría del gusto de Kant sería como
sacarle todos los hilos a un trozo de tela; no quedaría nada que mantuviese
unidos a los hilos deformados”. Dickie, El
siglo del gusto..., 228.
[21]) Kant, Crítica de la
facultad…, 335 A 347.
[22]) [Se puede decir que esta reflexión teleológica tiene un
resultado buscado, un concepto o ley que es el concepto de fin objetivo] Trad.
propia. António Marques, “Reflection and Fiction in Kant’s Aesthetics”, en Kants Ästhetik, ed. Herman Parret
(Berlin & New York: Walter de Gruyter, 1998), 220.
[23]) Kant, Crítica de la
facultad…, 307 A 292.
[24]) [El objetivo legítimo de la teleología natural no es discernir
una intencionalidad o una voluntad suprasensible en la naturaleza, sino
simplemente determinar los fines naturales de los organismos, fines que pueden
o no ser intencionalmente causados por una voluntad que no podemos percibir]
Trad. propia. Shidan Lotfi, “The ‘purposiveness’ of life: Kant’s critique of
natural teleology”, Monist vol. 93, 1
(2010): 126.
[25]) Nancy Cartwright, “Aristotelian
natures and the modern experimental method”, en Inference, explanation or other frustrations, ed. John Earman (Berkeley, CA and Oxford: University of California
Press, 1992).
[26]) Georg Toepfer, “Kant’s Teleology,
the Concept of the Organism, and the Context of Contemporary Biology”, Logical Analysis & History of Philosophy
/ Philosophiegeschichte und Logische Analyse vol. 14 (2011): 107-124.
[27]) Kant, Crítica de la
facultad…, 292 A 269.
[28]) Dickie, El siglo del gusto...,
181.
[29]) Kant, Crítica de la
facultad…, 306 A 290.
[30]) Como insiste Körner, la concepción teleológica kantiana no es en
absoluto constitutiva del mundo empírico (teórico), pues en su sentido
heurístico solo aspira a regular, fuera de la investigación científica, la
posibilidad de unificación en un solo sistema, de la naturaleza, la moral e
incluso la fe religiosa. Teleología no es, pues, hacer otra epistemología.
Stephan Körner, Kant (Madrid:
Alianza, 1987), 190. Desde luego, si no hay metafísica en lo teleológico, no
podría haber conflicto metafísico entre lo epistemológico y lo teleológico,
digamos, entre sus máximas.
[31]) Marques, “Reflection and Fiction…”, 226.
[32]) Es la tesis de Cassirer (1948), que ve en la idea de una técnica
de la naturaleza el eslabón objetivo para el paso a la estética. Este sentido
metafórico del arte en la teleología se evidenciaría, a su juicio, en que
aquella función ordenadora del arte no se revela de modo inmediato a nuestra
conciencia, por lo que tiene que ser conseguida (qua efectiva ordenación artística) por medio de un giro especial de
la crítica del conocimiento: la crítica de la facultad de juzgar.
[33]) Kant, Primera
Introducción…, 55.
[34]) [En términos del potencial heurístico del poder teleológico de
juicio, Kant señala que podría restringir el potencial de aplicación de las
leyes mecánicas. Pienso que es vital destacar otro resultado positivo. El poder
teleológico del juicio es el instrumento para la identificación de un
organismo. (…) Es un punto de vista normativo, que restringe la visión mecánica
e impide que la explicación mecánica se aplique a todos los organismos] Trad.
propia. Svetlana Martynova, “Kant’s Teleology and the Problems of Bioethics”, Con-Textos Kantianos 11 (2020): 42.
[35]) Derrida, La verdad…,
104.
[36]) Reinhard Brandt, “La cuarta crítica de Kant”, Azafea 8 (2006): 181-208.
[37]) Salvi Turró, Tránsito de
la naturaleza a la historia en la filosofía de Kant (Barcelona: Anthropos,
1996), 73.