La ignorancia de sí como
enfermedad del alma y la palabra especular del gnóstico como terapia en Evagrio
Póntico
Ignorance of self as a soul’s disease and the
gnostic’s specular word as therapy in Evagrius Ponticus
Universidad Nacional de Cuyo
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas (Argentina)
santiagohernanvazquez@gmail.com
Palabras clave: Evagrio Póntico,
ignorancia, palabra, gnóstico.
Abstract: Evagrius
Ponticus, following an ancient and late-ancient tradition of thought, confers
on the word a therapeutic power rooted in a profound conception of the disease
of the soul. The present work shows that in the Ponticus' work there is a recognition of the healing virtue
of the word and a consequent proposal for the therapeutic exercise of that
word. This proposal stems from a conception about self-ignorance as the disease
of the soul. That therapeutic exercise is embodied and specified in the figure
of the Gnostic. The Gnostic has traveled a spiritual itinerary at
the end of which he has obtained science. By virtue of this he can carry out
(in imitation of the divine physician) a medicinal ministry to sick souls and
variously afflicted by passions
Keywords: Evagrius
Ponticus, ignorance, word, gnostic.
1. Introducción
“El alma no reconoce su propia naturaleza. El
alma reconoce la naturaleza de su cuerpo, pero no reconoce su propia
naturaleza. Si, no obstante, conociera su propia naturaleza, entonces ya no
sería alma sino nous. Con todo, el
nous no deviene conciente de su propia naturaleza sino mediante el Lógos”.[1]
Este fragmento de una de
las cartas de Evagrio Póntico (que resume certeramente buena parte de la
concepción antropológica evagriana) nos permite una inicial evocación del drama
que, según Evagrio, padece el alma humana y su posible remedio. En efecto, en
su estado actual el alma se desconoce y es ésta su principal herida. Una herida
que solo el Lógos puede remediar.
Hecho este pequeño
preludio, vayamos al punto inaugural de la presente exposición en el que
procuraremos describir el problema investigado y consignar las razones sobre
las que se sostiene su elección, su importancia y su relevancia científica.
En aquella inicial
evocación está condensado el recorrido casi completo de nuestro trabajo. En él
hemos intentado adentrarnos en la obra de Evagrio Póntico, filósofo y monje
cristiano del siglo IV. Nacido en el año 345, durante toda su juventud y aún
durante los años previos al ingreso a la vida monástica recibe una amplia
formación filosófica y teológica, principalmente de manos de los Padres
Capadocios de quienes se hace fiel discípulo e incluso compañero en el combate
doctrinal frente al arrianismo. A instancias de Melania la anciana y después de
una serie de peripecias se retira al desierto a los 38 años. Allí vivirá como
monje eremita, desarrollando el grueso de su obra, durante 15 años hasta su
muerte, acontecida en el año 399.
La atención que ha
recibido su obra por parte de la comunidad científica internacional desde la
segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, ha sido creciente.[2] Prueba de ello son las abundantes traducciones
de sus obras que se vienen realizando en las últimas décadas (las últimas datan
del 2019) y los no menos cuantiosos estudios acerca de su pensamiento que han
constituido un insumo fundamental para nuestro trabajo. Dichos estudios junto a
una de las tantas sugerencias que dejó en nosotros la lectura de una obra, ya
clásica, del médico español Laín Entralgo, enmarcan inicialmente la relevancia
del tópico escogido para nuestro estudio. Nos referimos al libro “La curación
por la palabra en la Antigüedad Clásica”.[3] En efecto, cuando Laín Entralgo cierra esta
valiosa obra, señala breve pero significativamente que, después de Aristóteles,
el tema de la palabra y su virtud terapéutica, encuentra recién con el
cristianismo una nueva posibilidad de ser abordado y profundizado. Y menciona,
en este sentido, a Gregorio de Nisa, Basilio de Capadocia y Clemente de
Alejandría. Los dos primeros, hermanos entre sí, fueron maestros de Evagrio
Póntico. El tercero, uno de sus principales referentes doctrinales. El médico
español señala que esta nueva posibilidad que se abre con el cristianismo, es
solo incipiente en aquellos tres autores, y que tardará siglos en fructificar.
La obra del español, habiendo agotado su objeto propio de investigación, no se
explaya mucho más en esta dirección. Pero, como toda gran obra, deja abierto
así un enorme horizonte de indagación.
En este horizonte puede
ser inscripto el abordaje de la enfermedad y la terapéutica del alma que realizará,
en el siglo IV, el monje y filósofo Evagrio Póntico. Creemos –y es lo que
intentamos demostrar– que el juicio de Laín Entralgo respecto de la condición
incipiente que en aquellos primeros siglos cristianos habría tenido el estudio
del tópico, pierde validez al conocer la obra evagriana. De acuerdo con nuestra
hipótesis de trabajo, en efecto, el Póntico confiere a la palabra un singular
poder terapéutico que se enraíza en una profunda concepción de enfermedad del
alma. Intentamos demostrar a lo largo de nuestro trabajo que hay en Evagrio un
reconocimiento de la virtud curativa de la palabra y una consecuente propuesta
de ejercicio terapéutico de la misma, que emergen de una concepción acerca de
la ignorancia de sí como la enfermedad del alma.
El tópico escogido para
nuestro estudio se enmarca, y cobra aquí relevancia científica, en el concierto
de los estudios actuales acerca de nuestro autor. En efecto, las
investigaciones acerca de los aspectos más antropológicos –y, por así decir,
psicoespirituales del pensamiento de nuestro autor– se han ocupado ampliamente
de analizar la comprensión evagriana de los dinamismos pasionales y cognitivos
propios del alma enferma (expuestos con detalle y sutileza por el Póntico),
pero no se han ocupado todavía de dilucidar y profundizar la naturaleza más
honda de dicha enfermedad y de comprender, a la luz de ésta, su terapéutica.
Por cierto, autores como Julia Konstantinovsky o Luke Dysinger entre otros, de
la Universidades de Oxford y Loyola Marymount respectivamente, nos sugieren
direcciones de estudio en este sentido cuando señalan, por ejemplo, que la
teoría evagriana de la virtud y de la contemplación constituyen la base de una
terapia (en la que el gnóstico puede jugar un papel protagónico) para la
curación de la entera persona (espíritu, alma y cuerpo), pero primariamente del
nous que es el verdadero yo. Podemos
encontrar en estos estudios, en consecuencia, antecedentes de relevancia para
nuestro trabajo.
El hombre, en el
pensamiento de Evagrio Póntico, es un nous
encarnado y caído de la unidad con Dios. Dicha caída ha instaurado en el alma
(que es precisamente el nous
encarnado) un estado de enfermedad que se manifiesta multiformemente y que debe
ser revertido. En qué consiste ese estado de enfermedad, cuál es su origen,
cómo se desarrolla y manifiesta, de qué manera puede ser revertido y mediante
qué recursos, son, como se ve, temas fundamentales cuyo estudio puede
significar una contribución importante a la investigación en torno a este
pensador tardoantiguo.
De este modo nuestro
recorrido aquí lo que intentará es demostrar que en Evagrio hay un
reconocimiento de la virtud curativa de la palabra y una consecuente propuesta
de ejercicio terapéutico de la misma, que emergen de una profunda concepción
acerca de la enfermedad del alma. Ello lo haremos en dos grandes momentos que
estarán precedidos por algunas puntualizaciones metodológicas acerca de nuestro
trabajo. En el primero de estos momentos abordaremos el tópico de la enfermedad
del alma exponiendo parte del itinerario que hemos seguido para desentrañar
este complejo asunto, de acuerdo con nuestra interpretación del pensamiento
evagriano. En el segundo, abordaremos el asunto de la terapéutica por la
palabra demostrando de qué modo éste está presente en la obra evagriana y
porqué se trata de una propuesta que se enraíza en aquella concepción de
enfermedad. Los fundamentos teológicos, metafísicos, cosmológicos y
antropológicos, no podrán ser expuestos aquí en su totalidad. Nos limitaremos
en cambio a su explicitación cuando el desarrollo argumentativo lo requiera.
2. Metodología y límites del trabajo
Nuestro trabajo se
encuadra en el ámbito de la historia de la filosofía tardoantigua. Hemos
procurado, en línea con los intereses investigativos de la comunidad científica
que estudia esta época del pensamiento en general y la obra evagriana en
particular, profundizar desde un punto de vista filosófico, en las ideas
directrices de este autor de importancia para la historia del pensamiento, a
fin de aportar nuevos datos que puedan significar un aporte relevante y un
punto de partida para estudios posteriores. Nos hemos fundado, por cierto, en
el enfoque histórico-filosófico de los estudios clásicos y contemporáneos
acerca de Evagrio Póntico. Se inscriben aquí las contribuciones del decano de
los estudios evagrianos, Antoine Guillaumont, y las de su principal discípulo,
Paul Géhin. También debemos inscribir aquí a Gabriel Bunge, Augustine Casiday,
Robin Darling Young y otros.
De este modo la
metodología de nuestra investigación ha sido esencialmente hermenéutica ya que
hemos procurado entender a Evagrio desde Evagrio mismo. No obstante, no sólo
hemos realizado una lectura comprehensiva de sus obras, sino que también hemos
tenido en cuenta a los autores de los que se nutre y a los autores con quienes
dialoga.
3. La enfermedad del alma
Comencemos,
ahora sí, a recorrer nuestro itinerario comprensivo que comenzará por el tópico
de la enfermedad del alma. De acuerdo con la reconstrucción conceptual que aquí
hemos intentado, el desarrollo del tópico contemplará cuatro puntos. El
primero, referente a lo que podríamos llamar Antropología médica evagriana. El
segundo, partiendo de la posibilidad abierta por dicha antropología de aplicar
a la ignorancia el término enfermedad, intentará indagar acerca del objeto de
esa ignorancia. El tercero, se detendrá en la filautía en cuanto configuración
pasional resultante de esa ignorancia y factor causal de los logismoi. El cuarto, atenderá a la
realidad que designa el término logismoi.[4]
Nuestro autor nunca
realiza una definición técnica del término enfermedad (no/soj y a)sqe/neia son los términos griegos que usa
Evagrio para designar dicho estado). Lo que se halla en su obra es una idea en
acción acerca del mismo y una convicción de que dicho término y la
significación primaria que en su pensamiento tiene –estado parà phýsin– se aplican al alma en cuanto nous caído. En dicha idea parecen converger diversas influencias
(que van desde Platón hasta el pensamiento cristiano alejandrino pasando por la
medicina hipocrático-galénica y el estoicismo) que se sintetizan en una
original visión cristiana del tema.
El estado o condición parà phýsin del nous, del centro de la persona, es la ignorancia. Ésta es para
Evagrio la consecuencia inmediata de la caída original del estado de unidad con
Dios. Debemos recordar aquí que Dios, que en la cristiana concepción de Evagrio
es Uno y Trino, y es Uno y Único (monás
kaí henás), crea, fuera del tiempo y con la ciencia que tenía de ellos,
intelectos puros o logikoi, cuyo
único fin es conocerlo y mediante ese conocimiento participar de su ser,
existiendo en un estado de perfecta unidad con Él y entre ellos (la monás). Esta unidad –estado protológico
y escatológico de los seres racionales– es rota por lo que Evagrio llama el
“movimiento de la libertad”. Esta ruptura engendra de modo inmediato una
ignorancia que será inherente a la condición humana y que Evagrio no duda en
llamar enfermedad en un sentido que excede lo puramente metafórico.[5]
Estamos, en todo caso,
frente a lo que Héctor Padrón ha dado en llamar “Antropología Médica
Patrística”, es decir, frente a una concepción profundamente espiritual
(sustentada en una antropología y en una cosmología de raigambre origenista)
que, no obstante, no ignora ni desprecia el saber natural de la medicina
respecto de la salud y de la enfermedad sino que lo incorpora en una idea
presente en la atmósfera filosófica patrística. Esta idea –que en el
pensamiento evagriano recibe un singular y original tratamiento– es
precisamente la que encuentra en la ignorancia posterior a la caída la
consecuencia “patológica” inmediata de ésta, y el origen del desorden pasional
e incluso humoral en que se expresa el estado de enfermedad. No podemos
extendernos aquí, por ejemplo, en el uso evagriano, tributario de la medicina
hipocrático-galénica, de los términos krásis
y akrasía. Baste indicar que nuestro
autor incorpora toda la implicancia médica de estos conceptos a su antropología
y a su cosmología, llegando a afirmar, verbigracia, que los demonios y las pasiones
enfermas pueden producir una akrasía
en el cuerpo.[6]
La ignorancia constituye,
entonces, el estado parà phýsin
fundamental y causativo en cuanto “afección” del centro de la persona, en el
que se enraízan el resto de los desórdenes ampliamente tematizados por el
Póntico. Para demostrar esta condición causativa de la ignorancia, nos parece
necesario atender al concepto de filautía. Vemos que éste, en efecto, era
presentado en la obra evagriana como jugando un rol fundamental en la génesis
de toda la actividad cognitiva y pasional parà
phýsin. De este modo resulta necesario demostrar el nexo entre aquel estado
fundante de enfermedad del nous (la
ignorancia) y esta condición (filautía) que, en breves pero significativas
sentencias, es planteado por Evagrio como la madre, el origen, la fuente de las
pasiones contranatura y de los logismoi.
Pero antes de establecer
dicho nexo resulta menester demostrar cuál es el objeto de esta ignorancia. Las
sugerencias y las pistas que nos ofrece en este sentido la obra evagriana son
diversas, pero de compleja sistematización. En otros lugares ya citados nos
hemos ocupado de analizar diversos textos del Póntico referentes a la caída, a
las consecuencias inmediatas de ésta, a la enfermedad y al funcionamiento
anormal del alma, e intentamos encontrar coherencia entre todas las ideas que
aquí se expresaban.
De acuerdo con nuestra
interpretación del pensamiento evagriano, el nous al caer de aquella unidad, lo que perdió fue la sabiduría con
la que Dios lo creó a él mismo. En
aquel fundamental kephálaion en el
que Evagrio nos habla de la caída y de la ignorancia como consecuencia
inmediata, se nos indicaba que el nous
desvía su rostro de la unidad y, por el hecho de estar privado de esta unidad,
se engendra la ignorancia. Esta unidad es en Evagrio el objeto de un
conocimiento que el nous parece haber
perdido con su caída: se trata, en efecto, de la sabiduría con que Dios lo ha
creado y por la cual ha proyectado sobre él y sobre todas las creaturas
racionales un plan de unidad indivisa perpetua. Aquella sabiduría que el nous ignora al caer es la de la unidad.
“Conocimiento de la unidad”, en efecto, hace referencia al conocimiento del
fundamento del ser del nous, pues esa
unidad en cuanto estado protológico y escatológico de unión con Dios y los
demás seres se funda en la sabiduría creativa, en el plan original con que Dios
hizo al nous. El conocimiento de la
unidad es el conocimiento del designio creador sobre los seres racionales, es
el conocimiento del nous sobre sí
mismo y el designio divino sobre él de vivir unido a Dios saciado de la propia
insaciabilidad. Es ver en la mente el “lugar de Dios”, la propia luz
participada, dirá Evagrio en otro lugar.[7]
Por eso recuperar el
conocimiento de sí, que el nous se
conozca a sí mismo alcanzando la contemplación natural primera, es recuperar la
“salud de la unidad”, dirá en otro lugar nuestro autor. O, como señala
lacónicamente en otro lugar, “Cuando la naturaleza racional reciba la
contemplación de ella misma, entonces también la potencia del nous será
plenamente perfecta”, sana indica la otra versión siríaca.
Indica nuestro autor que
conocer los lógoi de las creaturas
racionales (tal la consumación plena de la contemplación natural) es ver la
unidad. En efecto, es contemplar la comunidad de naturalezas, de vocación, y
ver que esas naturalezas están hechas para estar unidas al Creador en un estado
de unidad indivisa. Es ver la unidad porque implica contemplar el fundamento,
el principio que preside sus existencias, Por eso caer de la unidad es caer en
la ignorancia del propio ser, que está hecho para esa unidad y cuyo ser está
fundado en esa unidad. De este modo se entiende que en su estado actual el nous no encuentre, como escribe Evagrio,
una respuesta clara a la pregunta acerca de su naturaleza.
Cuando cae, el nous comienza a ignorar, no lo que ya
naturalmente ignoraba –la infinita esencia de Dios respecto de la cual tuvo y
tendrá siempre una ignorancia infinita–, sino aquello de lo cual tenía
conocimiento y que lo situaba o lo introducía espontáneamente en ese estado
místico de ignorancia infinita. En aquella unidad, de la que él desvía el
rostro, era donde él podía reconocerse. Así, desviado de ella, se pierde a sí
mismo, pierde su rostro, decíamos,[8] invocando el significativo uso que hace nuestro
autor del término rostro en cuanto “lógos
del alma”. No es extraño que hacia el final de nuestro trabajo reaparezca esta
imagen del rostro como aquello que la palabra del gnóstico, vicaria de la del
Cristo médico y espejo limpio que brota del intelecto puro, restaura en el
alma.
Descubriendo esta
condición originaria del nous caído,
nos situamos frente a la condición de posibilidad de todas las perturbaciones
que puede sufrir el alma. El desafío siguiente es intentar establecer los nexos
causales pertinentes entre aquella ignorancia de sí y la multiforme
manifestación de la enfermedad que Evagrio abordará, con distintas
modulaciones, a lo largo de toda su obra. Las pasiones contranatura y los logismoi que juntos constituyen,
genéricamente, la actividad psíquica propia del alma enferma, encuentran en la
ignorancia de sí su causa primera. Para poder establecer aquellos nexos y
comprender en profundidad toda esta actividad psíquica, nuestra propuesta es
detener la mirada en el concepto de filautía. Evagrio y sus discípulos han
insistido que en este amor desordenado de sí se encuentra el origen de toda
actividad pasional y cognitiva parà
phýsin. La tarea es demostrar, entonces, cómo la ignorancia de sí genera
filautía y cómo la filautía da lugar a toda aquella actividad. Estableciendo
estos nexos podemos afrontar el estudio de los logismoi en cuanto pieza clave de la “psicología” evagriana.
El análisis de los textos
evagrianos nos revela a la filautía como un amor de sí parà phýsin en la medida en que es amor a un sí mismo identificado
erróneamente con el cuerpo. La ignorancia de sí aparece de este modo como la
condición de posibilidad. La filautía, en efecto, se revela como un amor que
nace de una concepción limitada de sí, concepción que es una especie de herida
que arrastra el nous encarnado. Esta
concepción es la que no reconoce la dimensión espiritual del propio ser,
reduciéndolo a la dimensión meramente material, corpórea.
La consideración
puramente material y carnal del propio ser nos aparece como el resultado de la
ignorancia de las realidades espirituales que la caída origina: apertura de los
ojos de la carne y clausura de los ojos del espíritu, decimos parafraseando una
idea de Orígenes claramente presente en Evagrio. Vemos que, en virtud de ello,
se empobrece la percepción de sí, la cual comienza a tener en el cuerpo su
objeto principal. Se produce así un exceso (pleonasmo/j) en la consideración,
en la atención y en el consecuente apego al cuerpo, que conduce a una
hipertrofia de la actividad pasional y una búsqueda parà phýsin de su satisfacción. Detrás de las pasiones vienen los logismoi que buscan, mediante artilugios
diversos, garantizar la satisfacción de esas pasiones.
Un significativo texto de
“Escolios al Eclesiastés”, nos prueba toda esta trama causal que nuestro
análisis teje, comenzando por la ignorancia y culminando en los logismoi. En dicho texto Evagrio nos
señala que el hombre no ha percibido, no ha observado, no ha sido conciente, no
ha escuchado, no ha comprendido (suni/hmi es el verbo usado por nuestro autor
que admite todas estas traducciones), que él ha sido tenido, ha nacido
(geno/menon, del verbo gi/gnomai), en honor, en dignidad (tim$=). Por esto, por
la ignorancia de su origen, se ha asemejado a las bestias y se ha hundido, cada
vez más, en la enfermedad pues, entregándose a los placeres, se ha ido privando
cada vez más de su facultad propia, la inteligencia. Pero se ha entregado a los
placeres porque, desconociéndose y mal conociéndose, se ha amado (filautía) de
modo erróneo.
Recogiendo lo dicho por
Bernard Forthomme, vemos que los logismoi
resultan en este esquema “parte de la estructura del psiquismo en la medida
en que éste es afectado por el alejamiento ontológico de la unidad”.[9] El alma, en efecto, ha caído de la unidad.
Como consecuencia de ello ha perdido la noción de sí. Consecuentemente ha
asumido una noción errónea que reduce su ser al cuerpo y así ha amado un sí
mismo que no es tal, buscando una satisfacción y felicidad que, por tanto, no
es la acorde a su naturaleza. Se trata de la satisfacción que demanda el cuerpo
y que configura una actividad pasional parà
phýsin que resulta, a su vez, la fuente de una serie de pensamientos que
buscan garantizar esa satisfacción y que Evagrio llama logismoi. De modo que estos logismoi
son, efectivamente, “parte de la estructura del psiquismo” en cuanto este
psiquismo es el nous que se ha
separado o alejado de la unidad.
Con el análisis de los logismoi asistimos acaso a la parte más
psicológica de la obra evagriana pues nuestro autor despliega, a la hora de
tratar el tópico, todo el conocimiento que –por su experiencia de monje y guía
espiritual– tiene de los artilugios, engaños e ilusiones que pueden proponer,
puertas adentro del alma, estos pensamientos malvados, y que toman la forma de
razonamientos falaces, imágenes sugerentes, sugestiones verbales, recuerdos
perturbadores. Que aquí nos encontremos con desarrollos de interés psicológico,
no implica que en esta concepción de los logismoi
no esté presente, complementando y completándola, la idea cristiana de los
demonios y la influencia que pueden tener sobre los hombres. Evagrio piensa, en
efecto, que los demonios pueden, mediante palabras, reforzar la lógica de un
pensamiento malvado o engendrar directamente uno, valiéndose de la disposición
pasional del alma.
En todos los casos los logismoi buscan profundizar la
enfermedad del alma, garantizando una satisfacción pasional que desorbite aún
más los movimientos parà phýsin del
alma, e intentando que ésta se identifique cada vez más con una imagen errónea
de sí. Vemos de este modo que los logismoi
buscan llegar al extremo de considerar al propio ser como absolutamente
independiente de Dios y, consecuentemente, como Dios mismo. Es decir, buscan
últimamente que el alma llegue a concebir una noción de sí específicamente
opuesta a aquella que el nous poseía
en el estado de unidad, consumando así una ignorancia suprema.
4. Terapéutica: la palabra del gnóstico y
su virtud curativa
Así
concebido el cuadro completo de la enfermedad del alma, la palabra va
apareciendo como un recurso terapéutico en cuanto ella es capaz de restituir al
yo su verdadero ser, cultivando de este modo un amor de sí acorde a la
naturaleza. Al iniciar nuestro estudio indicábamos, a modo de hipótesis, que
Evagrio confiere a la palabra un singular poder terapéutico que se enraíza en
una profunda concepción de enfermedad del alma. Habiendo despejado la
naturaleza y la multiforme manifestación y nexos causales de la enfermedad del
alma, podemos empezar a verificar que Evagrio propone la palabra como recurso
terapéutico en la medida que le reconoce a ésta una virtualidad especular cuya
actualización resulta el phármakon
propio de la enfermedad del alma. En efecto, si ésta es ignorancia de sí, la
palabra resulta un medio apropiado para superarla en la medida que ella es
capaz de devolver al alma una imagen de sí reconstruida y plena.
Tres puntos
consideraremos aquí a fin de presentar del modo más completo posible nuestro
derrotero argumentativo. En primer término, el contexto histórico-conceptual en
el que consideramos que debe entenderse la concepción evagriana de la palabra.[10] En segundo lugar, la ubicación de la acción
curativa de la palabra en el marco del itinerario con que Evagrio comprende el
camino cristiano.[11] Y, por el último, nos detendremos en la figura
del gnóstico como aquel que puede ejercer el ministerio curativo de la palabra
mediante la actualización de las potencias confutativa y especular de la misma.[12]
Abordar el tema de la
palabra como recurso curativo significa, en primer término, establecer el
contexto histórico-conceptual en el que debe entenderse el reconocimiento
evagriano de la capacidad curativa de la palabra. Es necesario esbozar aquí los
antecedentes históricos que, acerca del tópico de la palabra curativa, pueden
espigarse en la tradición clásica y cristiana de la que Evagrio es receptor
(deben tenerse en cuenta aquí a: Platón, Aristóteles, Plutarco, Clemente,
Orígenes, Atanasio, Basilio de Cesarea); y, además, ver cómo Evagrio, a la zaga
de aquella tradición pero incorporando elementos de su propia cosecha, inserta
la propuesta de la palabra dentro de su concepción del designio que, frente a
la enfermedad del alma, tiene la Providencia Divina. Enfatizamos aquí que, de
acuerdo con nuestra interpretación, el reconocimiento de la virtualidad
curativa de la palabra y la consiguiente asignación de un rol en el camino de
curación, se inscribe en el designio salvador de la Providencia que, por un
lado, ha dado el mundo material –y la palabra como síntesis de él– para que los
seres racionales, accediendo a la ciencia que está dentro de él, recuperen el
conocimiento cuya carencia los tiene enfermos, y, por otro, ha trazado con el
cristianismo un itinerario de retorno en el que la palabra despliega un rol
fundamental. Para Evagrio el cuerpo mismo es dado para recibir la palabra
sanante.
En efecto, los lógoi de las cosas son los phármaka que el Cristo, creador y
médico, ofrece a las almas ignorantes. Esos lógoi
para ser, efectivamente, phármaka,
deben encarnarse en palabras bellas que solo el gnóstico, en virtud de su
progreso espiritual y de la ciencia que le ha sido dada, puede proferir. Él,
por el conocimiento que ha sido digno de recibir, por las virtudes que ha
alcanzado y por toda la experiencia que ha capitalizado, puede devolver al alma
su verdadero ser mediante esas palabras bellas que expresan el designio divino
sobre todas las cosas y el modo en que éste se refiere a él.
Esta palabra que sostiene
el proceso de curación del alma estará operando durante todo el itinerario
hacia la salud, pero su acción fundamental se ejercerá en el marco de la
primera de aquellas tres etapas que conforman para Evagrio el camino cristiano.
Nos referimos a la practiké.
El perfeccionamiento
moral es un paso necesario en el camino evagriano, es la labor propia de la practiké, cumpliendo la cual se puede
acceder a la physiké. Pero dicho
perfeccionamiento va curando de la enfermedad, la ignorancia, en tanto se funda
en y apunta al conocimiento. Por ello nuestro autor indica la necesidad de entregarse
a la práctica con ciencia, pues de otra manera no es posible la cura. El
conocimiento no es posterior a la práctica sino que está como desposado con
ella en un círculo virtuoso perdurable.
La palabra es como el
punto de sutura. Ella a la vez que transmite un lógos, permite, por su virtualidad especular, la mezcla del alma
con las virtudes. Con lo cual ella puede liberar de la ignorancia, pues
transmite un lógos y, mediante éste,
comunica una virtud que hace posible, a su vez, la recepción de dicho lógos.
La palabra viene a ser
así, en el marco de la primera etapa, el punto de unión entre la contemplación
y el ejercicio ético y el combate psicoespiritual más propios de la practiké. Ella hace posible dicho
ejercicio mediante una contemplación inicial que empuja a transitar el camino
hacia la salud y mezcla incipientemente el alma con la virtud. Usando la
alegoría, tan cara a Evagrio, de la liberación del pueblo israelita, podemos
decir que para que el pueblo de Israel pudiera contemplar la posibilidad de la
liberación del yugo de Egipto (la liberación de las pasiones), fue necesaria la
palabra de Moisés, que sucede y replica la Palabra de la zarza. Ella habla de
la tierra prometida, de las delicias de la ciencia, recuerda la condición de
exilio y alienta a liberarse de la esclavitud para peregrinar hacia aquella
tierra “que mana leche y miel”, hacia la patria de la contemplación.
A su vez, el ejercicio
ético va permitiendo paulatinamente una recepción más plena de la palabra. Se
va estableciendo así un círculo virtuoso de causación recíproca entre la
práctica de la virtud y la contemplación que vehicula la palabra.
De este modo vemos que la
acción terapéutica de la palabra se ejerce a lo largo de todo el camino
espiritual, pero tiene su punto de partida y su acción más gravitante y
relevante en la primera etapa del itinerario evagriano. Y aquí se conjuga con
las prácticas ascéticas y con el cumplimiento de los mandamientos. Aquella
complementariedad perpetua entre praxis y teoría es el criterio que asumimos
para interpretar el rol terapéutico que tiene la palabra, por un lado, y el
cumplimiento de los mandamientos y prácticas ascéticas, por otro.
Ya establecido entonces
el contexto histórico-conceptual en el que consideramos que debe entenderse el
reconocimiento evagriano de la capacidad curativa de la palabra, como así
también el sentido fundamental que en el marco de dicho contexto tiene la
asignación de una función terapéutica a la palabra y cómo ésta se inscribe en
el itinerario de curación con el que Evagrio comprende la vida cristiana,
descendemos, finalmente, al plano más concreto de la actualización de la
potencialidad terapéutica de la palabra.
En efecto, la palabra a
la que Evagrio confiere –frente a la enfermedad propia del alma– un particular poder
terapéutico es, concretamente, la palabra del gnóstico. La concepción evagriana
del itinerario cristiano como profundización progresiva y cada vez más plena
del conocimiento, y en particular del conocimiento de sí, se hace presente aquí
y con ella podemos comprender el rol medicinal otorgado al gnóstico. Éste es
quien ha alcanzado un estado de virtud, un saber experiencial y un
autoconocimiento que lo ha hecho digno de recibir una ciencia que posee una
proyección terapéutica en cuanto contiene los lógoi de las creaturas racionales.
Estos elementos que solo
enunciamos aquí (las virtudes, el saber experiencial, el autoconocimiento)
conforman una especie de auténtico arsenal terapéutico con que cuenta el
gnóstico. Pero estos elementos (y muchos más detallados en el conjunto de la
obra evagriana) no son más que partes de un todo que es mucho más que la suma
de ellos pues se trata de un don. El don de la ciencia natural que le ha sido
dada y por la cual es capaz de contemplar los lógoi de las cosas.
Esta ciencia, dirá
Evagrio, se halla en Cristo quien, por lo mismo, recibe la denominación de
médico. Llegar a, o habitar en, el “Reino de Cristo”, como puede ser llamada la
contemplación natural, implica ser parte de las posesiones de ese Reino. Aquí
se hallan los lógoi que curan. Éstos
son esos phármaka y esas palabras
bellas (lógoi kaloí) cuyo dulzor
“cura encantando”[13], en significativa expresión evagriana. Y el
gnóstico es quien es capaz de descubrir esos phármaka y comunicarlos a los demás.
Vemos así que la palabra
del gnóstico resulta un puente entre el alma enferma de ignorancia y la palabra
sanadora del médico divino acerca de sí misma y de las cosas. El gnóstico es
quien es capaz de descubrir y proferir la palabra divina que nombra al alma y
en la cual ésta debe reconocerse para alcanzar la salud. Y este es el sentido
primario en que la función medicinal que el gnóstico puede ejercer con su
palabra se fundamenta en el ministerio médico que Cristo ejerce al crear las
cosas. Cristo crea para curar al alma, para que el alma descubra en las cosas
el amor de Dios por ella que resulta el fundamento de su propio ser. El
gnóstico que se ha hecho digno de descubrir esa belleza escondida de todas las
cosas y el modo en que ellas se refieren al alma, puede en virtud de ello
secundar la acción medicinal de Cristo llevando a las almas enfermas “de la
ignorancia a la ciencia”, como dice nuestro autor en “Kephalaia Gnostica”.
Con su palabra, con sus
intervenciones verbales, con sus sugerencias, con sus correcciones, con sus
recomendaciones, con sus conferencias, el ministerio terapéutico del gnóstico
no persigue sino la superación de aquella ignorancia que constituye la
enfermedad propia del alma.
Es en este marco general
que situamos las dos potencialidades terapéuticas concretas de la palabra que
Evagrio cree que el gnóstico puede actualizar y en las que nos detuvimos hacia
el final: la confutadora y la propiamente especular. Se trata de dos caminos
que puede tomar la palabra en la búsqueda de su finalidad curativa, pero de dos
caminos que en la práctica se cruzan entre sí.
El gnóstico, como hemos
visto, es capaz de actualizar estas virtudes porque conoce las almas, conoce
los secretos del combate espiritual, los engaños de los pensamientos, las
resistencias de la falsa concepción de sí que el alma ignorante se ha forjado.
De este modo descubre los razonamientos falsos y sofísticos con que las
pasiones se blindan y con que ese falso yo se defiende, y es capaz de oponerles
una palabra que los desarticule, los desenmascare, los refute.
Pero en el reconocimiento
de la virtud especular y en su actualización por parte del gnóstico se ve
finalmente, la coherencia y la trabazón conclusiva de la propuesta evagriana y
la demostración más cabal de nuestra hipótesis inicial. En efecto, el lógos que profiere el gnóstico es kalós en la medida en que es ésoptron: la palabra bella que él ofrece
a las almas enfermas y por la cual les brinda un auxilio terapéutico, es
aquella que es capaz de reflejar la imagen de Dios que está presente en ellas.
5. Consideraciones finales
En
la palabra que el gnóstico ofrece al alma enferma, ésta se ve a sí misma, pero
se ve bajo la óptica de la virtud posible: vislumbra su verdadero perfil en el
espejo limpio de la palabra del gnóstico. Esa palabra le devuelve una imagen
reconstruida de sí que el alma enferma reconoce como propia y, a la vez, como
posible. Aquella nueva kra=sij que procura la intervención del gnóstico y en la
que Evagrio visualiza la a)pa/qeia (la krásis
del alma con la virtud ) es posible –de modo incipiente y como puntapié para
alcanzar la salud– al alma enferma, porque la palabra del gnóstico otorga
representaciones de un yo transformado pero reconocible como propio. Decíamos
entonces que la palabra del gnóstico es espejo, más que de la virtud, del alma
en estado de virtud, es decir, del alma con el rostro restaurado.
La llamativa figura del
icono sin rostro que aparece en el capítulo 25 del tratado evagriano “Sobre los
pensamientos”, resulta una imagen elocuente de la ignorancia acerca de sí que
el nous caído padece. Examinando el
uso evagriano de la metáfora del espejo y analizando en qué sentido Evagrio
piensa la acción del gnóstico en relación con la de los ángeles,[14] vemos que la palabra del gnóstico restaura el
rostro de Cristo en las almas enfermas completando aquel icono incompleto, y lo
hace en la medida en que resulta un espejo limpio en el que se refleja el lógos del alma enferma. Cristo es, en
efecto, el modelo (prwto/tupoj) según el cual todo hombre ha sido creado:
descubriéndolo el alma se descubre a sí misma según el designio divino original
sobre ella. La palabra del gnóstico es así “espada [que] separa al alma del
vicio y al nous de la ignorancia, del
así llamado ‘hombre viejo corruptible’ (2Cor. 4, 16; Ef. 4,22); y engendra a Cristo
en el nuevo hombre, de acuerdo con la imagen del Creador”.[15] Por ello la obra evagriana dedicada al
gnóstico se cierra con una prescripción clara: tener la mirada fija en Cristo y
grabar y escribir su imagen en las almas enfermas.
Vemos entonces que Evagrio
Póntico reconoce en la palabra –particularmente en la palabra del gnóstico– una
capacidad terapéutica que debe actualizarse frente a la enfermedad que el nous arrastra una vez caído de la
unidad. Si dicha caída instaura en el nous
una oscuridad que le impide reconocerse a sí mismo, la palabra del
gnóstico, en cuanto partícipe del lógos
que se encuentra en Cristo, ofrece un espejo por el cual puede curarse al
reconocer en él, finalmente, la figura del mismo Cristo, el prwto/tupoj según
el cual todo hombre ha sido creado.
Bibliografía
Alby, Juan
Carlos. “La asthéneia en la
antropología cristiana primitiva.” Scripta Mediaevalia 4:1 (2011): 11-26.
Bunge, Gabriel.
“Notas.” En Praktikos oder der Mönch,
Evagrios Pontikos. Köln: Luthe-Verlag, 1989.
Dysinger,
Luke (2004). “Healing Judgment: ‘Medical Hermeneutics’ in the Writing of
Evagrius Ponticus.” En Il monachesimo tra eredità e aperture: atti
del simposio "Testi e temi nella tradizione del monachesimo
cristiano", editado por M. Bielawski y D. Hombergen, 75-104. Roma: Pontificio ateneo S. Anselmo, 2004.
Dysinger, Luke. “An Exegetical Way of
Seeing: Contemplation and Spiritual Guidance in Evagrius Ponticus.” Studia Patristica 57 (2013): 31-50.
Dysinger, Luke. “Exegesis and
Spiritual Guidance in Evagrius Ponticus.” Studia
Patristica 47 (2010): 209–22.
Dysinger, Luke. Psalmody and Prayer in the Writings of Evagrius Ponticus.
Oxford-New York: Oxford University Press, 2005.
Evagrio Póntico. A los monjes. En Obras espirituales. Introducción,
traducción y notas de José I. González Villanueva y Juan Pablo Rubio Sadia,
177-211. Madrid: Ciudad Nueva, 1995.
Evagrio Póntico.
Carta 55. En “St. Evagrius Ponticus
(345–399). Selected Letters”, Monastic Spirituality Self-Study (Website), ed. Luke
Dysinger. http://www.ldysinger.com/Evagrius/11_Letters/00a_start.htm (Consultado el 22-02-2021).
Evagrio Póntico.
Chapitres des disciples d’Évagre.
Introducción, traducción y notas de Paul Géhin, Sources Chrétiennes 514. Paris:
Cerf, 2007.
Evagrio Póntico.
Contro i pensieri malvagi. Antirrhetikos.
Introducción de Gabriel Bunge, traducción y notas de Valerio Lazzeri. Magnano:
Qiqajon, 2005.
Evagrio Póntico.
Escolios a los salmos. En “St.
Evagrius Ponticus (345–399). Selected Scholia on Psalms”, Monastic Spirituality Self-Study (Website), ed. Luke Dysinger. http://www.ldysinger.com/Evagrius/08_Psalms/00a_start.htm (Consultado el 22-02-2021).
Evagrio Póntico. Evagrius's Kephalaia Gnostica: A New Translation of the Unreformed Text
from the Syriac. Introducción, traducción y notas de Illaria Ramelli,
Writings from the Greco-Roman World. Atlanta: SBL Press, 2015.
Evagrio Póntico. Gli otto spiriti della malvagità. Introducción, traducción y notas de Francesca Moscatelli. Milano: San
Paolo, 2006.
Evagrio Póntico.
Le gnostique ou a calui qui est devenu
digne de la science. Introducción, traducción y notas de Antoine
Guillaumont y Claire Guillaumont, Sources Chrétiennes 356. Paris: Cerf,
1989/2008.
Evagrio Póntico.
Les six centuries des ‘Kephalaia
gnostica’ d’Évagre le Pontique. Traducción de Antoine Guillaumont,
Patrologia Orientalis T. XXVIII, fascicule 1, Paris: Brepols, 1985.
Evagrio Póntico.
Scholies à l'Ecclésiaste.
Introducción, traducción y notas de Paul Géhin, Sources Chrétiennes 397. Paris:
Cerf, 1993.
Evagrio Póntico.
Scholies aux Proverbes. Introducción,
traducción y notas de Paul Géhin, Sources Chrétiennes 340. Paris: Cerf, 1987.
Evagrio Póntico.
Skemmata. Introducción, traducción y
notas de William Harmless y And Raymond R. Fitzgerald. En
“The sapphire light of the mind: the Skemmata of Evagrius Ponticus.” Theological
Studies 62 (2001): 498-529.
Evagrio Póntico.
Sobre la Oración. En Obras espirituales. Introducción,
traducción y notas de José I. González Villanueva y Juan Pablo Rubio Sadia,
229-275. Madrid: Ciudad Nueva, 1995.
Evagrio Póntico.
Sur les pensées. Introducción,
traducción y notas de Paul Géhin, Claire Guillaumont y Antoine Guillaumont,
Sources Chrétiennes 438. Paris: Cerf, 1998.
Evagrio Póntico.
Traité Pratique ou le moine.
Introducción, traducción y notas de Antoine Guillaumont y Claire Guillaumont,
Sources Chrétiennes 171. Paris: Cerf, 1971.
Forthomme,
Bernard. De l’acédie monastique à l’anxio-depression. Histoire philosophique de
la transformation d’un vice en pathologie. París: Synthélabo, 2000.
Forthomme,
Bernard. L’expérience de la guérison.
Paris: Les Empêcheurs de penser en rond. 2002.
Géhin, Paul.
“Introduction.” En: Chapitres des
disciples d’Évagre, Evagrio Póntico. Ed. P. Géhin,
19-98. Paris: Cerf, 2007.
Géhin, Paul; Guillaumont, Claire y
Guillaumont, Antoine. “Introduction.”
En: Sur les pensées, eds. Géhin y Guillaumont, 9-136. Paris: Cerf, 1998.
Guillaumont, Antoine. Un philosophe
au désert. Évagre le Pontique. Paris: Vrin, 2009.
Kalvesmaki, Joel. Guide to
Evagrius Ponticus, 2021 edition. Washington, DC, 2021. http://evagriusponticus.net (Consultado el 25-06-2021).
Konstantinovsky, Julia “Evagrius
Ponticus on Being Good in God and Christ.” Studies
in Christian Ethics 26 (2013): 317–332.
Konstantinovsky, Julia. “Evagrius
Ponticus and Maximus the Confessor The building of the Self in Praxis and
Contemplation.” En Evagrius and His Legacy, eds. J. Kalvesmaki y R. D.
Young, 128-153. South Bend: University of Notre Dame Press, 2016.
Konstantinovsky, Julia. Evagrius Ponticus. The Making of a Gnostic.
Farnham: Ashgate, 2009.
Peretó Rivas,
Rubén. “Conocimiento e ignorancia en Evagrio Póntico.” Cauriensia IX (2014): 75-93.
Peretó Rivas,
Rubén. “Las mutaciones de la acedia. De la Patrística a la Edad Media.” Studium. Filosofía y Teología 27 (2011):
157-171.
Pesthy, Monika.
“Logismoí Origéniens – Logismoí Évagriens.” En: Origeniana Octava, eds. Lorenzo Perrone, P. Bernardino
y D. Marchini, 1017-1022. Leuven: Leuven University
Press / Peeters, 2003.
Tobon, Monica. Apatheia
in the Teachings of Evagrius Ponticus. Th. D. London: University College,
2010.
Tobon, Monica. “Evagrius as Writer:
The Example of Eulogios 2's Discussion of Xeniteia.” En Origeniana decima:
Origen as writer: papers of the 10th International Origen Congress, University
School of Philosophy and Education Ignatianum, eds. Kaczmarek, S., Dziadowiec, A. y Pietras, H.,
765-778. Leuven: Peeters, 2011.
Vazquez,
Santiago. “El Abba como Gnóstico en Evagrio Póntico: El rol
pedagógico-medicinal de su palabra y sus fuentes.” Studia Monastica 59/2 (2017): 251-268.
Vazquez,
Santiago. “El gnóstico y la capacidad confutatoria de la palabra como recurso
de la labor medicinal en Evagrio Póntico.”
Ágora. Papeles de Filosofía 39/2 (2020): 59-78.
Vazquez,
Santiago. “La enfermedad del alma en el filósofo tardoantiguo Evagrio Póntico:
entre ignorancia y filautía.” Anales del
seminario de historia de la filosofía, 35/2 (2018): 323-343.
Vazquez,
Santiago. “La noción de logismoí en Evagrio Póntico: el correlato
cognitivo de las pasiones enfermas.” ÉNDOXA: Series Filosóficas 43 (2019): 67-90.
Vazquez,
Santiago. “La palabra como medio por el cual el gnóstico ejerce una acción
medicinal en Evagrio Póntico.” Ideas y
Valores 70/176 (2021): 75-94.
Vazquez,
Santiago. “La palabra y su dimensión terapéutica frente a la enfermedad del
alma en Evagrio Póntico.” Rivista di
storia e letteratura religiosa LIII/1 (2017): 3-31.
Vazquez,
Santiago. “Terapéutica del alma en Evagrio Póntico: la acción curativa del
gnóstico a la luz de la intervención angélica.” Carthaginensia 35/68 (2019): 511-535.
El autor es
Licenciado y Profesor en Psicología por la Universidad Nacional de San Luis, y
Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Cuyo. Es profesor en la
Universidad de Mendoza, investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional de Cuyo y becario posdoctoral del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Su campo de investigación es
la Filosofía Tardoantigua y Medieval. Posee múltiples publicaciones en el país
y en el extranjero.
Recibido: 30 de julio
de 2020.
[1]) Evagrio Póntico, “The great
letter”, en Evagrius Ponticus, ed. A. Casiday (London and New York:
Routledge, 2006), 68.
[2]) Antoine Guillaumont, Un philosophe au désert. Évagre le Pontique(Paris:
Vrin,2009); Paul Géhin, “L’Ecclésiaste
à l’épreuve de l’allégorie dans
les scholies d’Évagre le Pontique”, En La
réception du livre de Qohélet (ier-xiiie s.), ed.Laurence Mellerin, (Paris:
Editions du Cerf, 2016), 133–148; Augustine Casiday, Reconstructing the
theology of Evagrius Ponticus: Beyond heresy (Cambridge University Press, Cambridge 2013); Julia
Konstantinovsky, Evagrius Ponticus. The
Making of a Gnostic (Farnham: Ashgate, 2009); “Evagrius Ponticus and Maximus the Confessor The building of the Self in
Praxis and Contemplation”, en Evagrius and His Legacy, eds. J.
Kalvesmaki y R. D. Young (South Bend: University of Notre Dame Press, 2016),
128-153; Luke Dysinger, “Exegesis and Spiritual Guidance in Evagrius Ponticus”,
Studia Patristica 47 (2010): 209–222;
“Evagrius Ponticus, Exegete of the Soul”, en Evagrius and His Legacy, Eds.
Joel Kalvesmaki and Robin Darling Young (South Bend: University of Notre Dame
Press, 2016), 73–95; Rubén Peretó Rivas, “Evagrius Ponticus' Kephalaia gnostica
two versions. New discussion on their authenticity”, Adamantius 24 (2019), 485-492; Christoph Joest,
“Die arithmetische
Feinstruktur im Traktat De oratione des Evagrios Pontikos”, Vigiliae
Christianae 72 (2018): 21–40; Monica Tobon, Apatheia and Anthropology in
Evagrius of Pontus: Restoring the Image of God (London: Routledge, 2020);
Inbar Graiver, “Possible Selves in Late Antiquity: Ideal Selfhood and Embodied
Selves in Evagrian Anthropology”, The Journal of Religion 98/1 (2018), 59-89.
[3]) Pedro Lain Entralgo, La
curación por la palabra en la Antigüedad Clásica (Barcelona: Anthropos,
2005).
[4]) Para un tratamiento detallado de estos temas remitimos a
nuestros artículos: “La enfermedad del alma en el filósofo tardoantiguo Evagrio
Póntico: entre ignorancia y filautía”, Anales del seminario de historia de la
filosofía, 35/2 (2018), 323-343; “La palabra y su dimensión terapéutica
frente a la enfermedad del alma en Evagrio Póntico”, Rivista di storia e letteratura religiosa LIII/1 (2017), 3-31; “El
Abba como Gnóstico en Evagrio Póntico: El rol pedagógico-medicinal de su
palabra y sus fuentes”, Studia Monastica,
59/2 (2017), 251-268; “La noción de logismoí en Evagrio Póntico: el
correlato cognitivo de las pasiones enfermas”, ÉNDOXA: Series Filosóficas,
43 (2019), 67-90.
[5]) A propósito, puede consultarse nuestro trabajo: “Algunas
precisiones sobre el concepto de monás en Evagrio Póntico y su
importancia en la comprensión de la enfermedad del alma”, Estudios Filosóficos 68/198 (2019), 343-361.
[6]) Sobre las fuentes médicas de la obra evagriana pueden verse
nuestros artículos: “La relación járis/phýsis en Evagrio Póntico a la luz de la
tradición clásica: un camino epistemológicamente válido para dilucidar las
proyecciones psicoterapéuticas de su obra”, Theologica
Xaveriana (En prensa); “The conception of soul disease in Evagrius
Ponticus. A new
synthesis and extension of the teleological model of explanation of
Hippocratic-Galenic medicine”, Vox Patrum
77 (2021), 247-278.
[7]) Evagrio Póntico, Skemmata, en William Harmless y Raymond
R. Fitzgerald, “The sapphire light of the mind: the Skemmata of Evagrius
Ponticus”, Theological Studies 62
(2001), 526.
[8]) Cfr. Vazquez, “La enfermedad del alma en el filósofo tardoantiguo”,
334.
[9]) Bernard Forthomme, De l’acédie monastique à l’anxio-depression.
Histoire philosophique de la transformation d’un vice en pathologie (París:
Synthélabo 2000), 500.
[10]) Ver Vazquez, “La palabra y su dimensión terapéutica”.
[11]) Ibid.
[12]) Cfr. Santiago Vazquez, “El gnóstico y la capacidad confutatoria
de la palabra como recurso de la labor medicinal en Evagrio Póntico”, Agora. Papeles de Filosofía 39/2
(2020), 59-78; “La palabra como medio por el cual el gnóstico ejerce una acción
medicinal en Evagrio Póntico”, Ideas y
Valores (En prensa).
[13]) Evagrio Póntico, Carta 57,
en Gabriel Bunge, Evagrios Pontikos.
Briefe aus der wüste (Beuron: Beuroner
Kunstverlag, 2013), 258
[14]) Ver: Santiago Vazquez, “Terapéutica del alma en Evagrio Póntico:
la acción curativa del gnóstico a la luz de la intervención angélica”, Carthaginensia 35/68 (2019), 511-535.
[15]) Evagrio Póntico, Escolios
a los Salmos 44, 4, en Luke Dysinger, “St. Evagrius Ponticus (345–399). The
genre of sentences”, Monastic
Spirituality Self-Study (Website), 1990: http://www.ldysinger.com/Evagrius/08_Psalms/00a_start.htm
(visitado el 21 de mayo de 2021).