Philosophia 81/2 I 2021 I pp. 101 a 134
CC BY-NC-SA 3.0 I ISSN
0328-9672 (impresa) I ISSN 2313-9528 (en línea) |
EL
USO FILOSÓFICO DEL LÓGOS PROTREPTIKÓS EN LOS ESCRITOS ÉTICOS DE
ARISTÓTELES
The
Philosophical use of the Lógos Protreptikós in the
Aristotle’s Ethical Writings
Claudia SEGGIARO
Universidad de Buenos Aires (Argentina)
claudiasegg@gmail.com
ORCID:
https://orcid.org/0000-0001-9772-3544
Palabras
clave: Protréptico,
Aristóteles, retórica, dialéctica.
Abstract: The
protreptic was a type of exhortative speech used in antiquity with different
purposes: to promote a philosophical ideology, to urge to act in a certain way,
to persuade about the importance of incorporating certain habits. For this
reason, it was implemented, in different areas, by various disciplines,
including philosophy. Although the catalogs of his work show that Aristotle only wrote a
protreptic, the analysis of his esoteric texts allows us to say that in his lessons he would have implemented resources
characteristic of this type of discourse. The aim of this paper is to examine
how Aristotle appropriates and uses the lógos protreptikós in his
philosophical activity
Keywords: protreptic, Aristotle, rhetoric, dialectics.
Tanto en su Protréptico como en
el resto de sus escritos éticos Aristóteles está interesado en indagar cuál es
el ideario de vida capaz de producir verdadera felicidad en los hombres. Con
esta finalidad, se inscribe dentro de una tradición que ha adoptado el discurso
protréptico como un modo de exhortar y persuadir a su auditorio a adoptar su
ideario filosófico. Si bien este tipo de discursos tenía ciertas
características particulares que lo definían como tal, Aristóteles lo utiliza,
adoptando ciertos recursos dialécticos y retóricos que solía emplear en sus
indagaciones filosóficas. En el presente trabajo nos interesa examinar la
particular manera en la que Aristóteles utiliza este tipo de discurso
exhortativo. Para ello, dividiremos el trabajo en dos partes: en la primera
haremos un análisis muy sucinto sobre el origen y la naturaleza del
protréptico; en la segunda, nos centraremos en la utilización aristotélica de
este tipo de discurso, especialmente en sus obras éticas, dentro de las cuales
se encuentra su Protréptico.[1]
1.
El protréptico en el siglo IV a. C.
El término “protreptikós” proviene del
verbo protrépo, compuesto de trépo- “girar” o “volverse hacia”-,
y significa “exhortar”. Como Consecuencia de esto, el adjetivo protreptikós puede traducirse por
“que exhorta a” y suele ir seguido de las preposiciones epí, eís,
prós. Según Van der Meeren,[2] de los primeros testimonios conservados se
infiere que este adjetivo era utilizado para referirse a determinado tipo de
argumentaciones y discursos deliberativos. Guerra[3] señala que el lógos protreptikós era una continuación
de los discursos exhortativos y moralizantes de las obras de Homero, Píndaro y,
especialmente, de los poetas gnómicos.[4] En las obras de estos poetas “aparece ya la
idea, fundamental en la Antigüedad, del valor psicológico del discurso y de la
importancia capital del dominio de la palabra”.[5] Retomando a Burgess, Guerra[6] caracteriza al lógos protreptikós de manera amplia como
“an union of philosophy and rhetoric”.[7]
Slings[8] relaciona el origen de este tipo de discurso
literario con los sofistas.[9] Este autor señala, que, si bien el
protréptico no existía entre los sofistas como un género estrictamente
establecido, ellos fueron sus precursores. Desde la perspectiva de este autor,
por medio de sus discursos, la intención de los sofistas era transmitir su
técnica. Para ello, se valían de este tipo de género que, por asociación, fue
llamado protréptico sofístico.[10]
Hawtrey[11] hace un análisis más restrictivo. Para este
autor, si bien el término protreptikós
antes de la aparición en el Eutidemo es encontrado en contextos médicos,
la intervención de Sócrates en la primera sección de este diálogo platónico es,
en rigor, el primer lógos protreptikós.[12] En una línea argumentativa similar, Van der
Meeren[13] remonta las primeras obras de este tipo a
los discípulos de Sócrates.[14] Para esta autora,[15] los lógoi protreptikoí escritos en ese período tenían una innegable
intensión pragmática, perceptible a través del uso, muy extendido en la
antigüedad, del modelo médico.[16] Por transposición de la medicina, se pensaba
que la filosofía “operaba” sobre el alma humana no solo curándola o calmándola
de sus afecciones sino también erradicando las opiniones falsas.[17]
Según Collins,[18] los discursos “protrépticos” eran
esencialmente “anuncios” agonísticos[19] que instaban a las personas a orientar sus
vidas hacia el cultivo de la virtud y de la sabiduría. El objetivo no era
ofrecer solo teorías e ideas, sino un verdadero “arte de vivir”, que permitiese
a los iniciados ser individuos virtuosos y felices. Si bien, al igual que
Sling, Collins ve en los sofistas del siglo V a. C. los precursores de este
género, sostiene que los que comenzaron una especie de “campaña literaria” para
la legitimación de sus disciplinas e instituciones fueron los intelectuales del
siglo siguiente.[20] Para ello, filósofos como Platón, Isócrates
y Aristóteles apelaron a dos criterios: 1) la utilidad de dedicarse a la
filosofía y 2) el valor intrínseco que esta supuestamente tenía.
En cuanto al
protréptico filosófico propiamente dicho, Jordan[21] sostiene que este tipo de discursos
constituían una colección de obras que o se llamaban a sí mismas protrépticas o
fueron una influencia para otros textos así calificados, pero no eran un género
literario en sentido estricto. El protréptico filosófico era uno entre los
múltiples tipos de discursos de esta naturaleza.[22]
De hecho, Jordan señala que “protreptikós”
no era originalmente un término técnico correspondiente al ámbito filosófico.
Desde su perspectiva,[23] cualquier significado
técnico se habría construido a partir de un uso más amplio. Por tal motivo, originariamente los
discursos protrépticos no tenían un objeto específico, esto es, filosófico,
sino que podían ser usados para persuadir a la audiencia a adoptar un estilo de
vida, determinadas concepciones, una profesión o una conducta sin importar su
naturaleza. Como consecuencia de esto, servía a un gran número de profesiones:
podía ser utilizado por un médico para convencer al paciente de seguir sus
consejos, por un estratega militar, para argumentar sobre la pertinencia de
ciertas estrategias o cuidados en las “artes” atléticas o militares, como
también por el retórico o el filósofo en defensa de sus respectivas
disciplinas.
En contra de esta tesis escéptica, Slings[24]
afirma que en el siglo IV a. C. el protréptico filosófico era un género
literario independiente.[25] Las pruebas que aduce para
sostener esto son las siguientes: 1) tres filósofos escribieron sus obras bajo
el título Protréptico; 2) obras como
el Eutidemo y el Clitofonte estaban asociados con protrépticos filosóficos, lo cual
no debió de haber sido un fenómeno aislado; 3) Demetrio
realizó una descripción de este tipo de discursos en el período señalado, lo
cual sería un indicio de que se trataría de una clase de discurso con cierto
peso propio. En esta línea interpretativa, Van der Meeren[26] subraya que el protréptico
filosófico era un género literario, cuya unidad respondía a criterios de forma
y contenido. En cuanto a la forma, nucleaba a un conjunto de discursos que
servían para persuadir a los oyentes a que se iniciaran en determinadas prácticas o cursos filosóficos. Para esta
autora, su uso estaba ligado a la concepción de la filosofía profesada en la
Antigüedad, según la cual esta era una forma de vida que debía ser acogida. En
cuanto al contenido, la unidad del género estaba relacionada con el hecho de
que dotaban a la filosofía de su objeto.
No obstante, en un
trabajo posterior, Exhortation à
la philosophie (2011),[27] Van der Meeren matiza esta
tesis. En esta instancia, tras advertir sobre los riesgos de hablar de “género
protréptico”, esta autora caracteriza a este tipo de escritos filosóficos como
una práctica fuertemente instaurada en la Antigüedad y sostiene que solo se
puede hablar de “género protréptico” por conveniencia del lenguaje y para
identificar un grupo de textos que tenían gran número de características
formales y argumentos parecidos. Entre estos textos, alude al Protréptico
de Aristóteles y el Hortensio de Cicerón.
Recuperando la tesis de Slings, Collins[28]
describe el protréptico filosófico como un género emergente en el siglo IV a.
C., que utilizaba una “retórica de conversión”, con el objeto de instar a los
jóvenes a adoptar un ideario filosófico específico y a un buen vivir. Para
Collins, los filósofos del siglo IV a. C. usaron el discurso protréptico para
comercializar prácticas filosóficas, definir y legitimar lo que califica, quizá
de manera un tanto anacrónica, como una nueva institución cultural: la escuela
de educación superior.
La mayor parte de la bibliografía consultada coincide en que
las obras denominadas protrépticas tenían un carácter pedagógico y
epistemológico.[29] Tenían un carácter
pedagógico porque, como bien dice Van der Meeren,[30]
eran un modelo de enseñanza filosófica. Un ejemplo de esto era el Eutidemo de, diálogo en el cual Patón
confrontaba dos modelos de enseñanza: el retórico basado en la erística (Eutidemo
277d-282e) y el filosófico (Eutidemo 288d- 290e) fundado en la
búsqueda dialógica de la verdad. Paralelamente, estos textos habrían tenido una
impronta epistemológica ya que eran la primera piedra de un edificio dogmático.
Un ejemplo relativamente claro de esto sería, para Van der Meeren,[31] el Protréptico de Aristóteles.
Según Slings,[32] en la Antigüedad existían dos tipos de
protrépticos filosóficos: aquellos que lo eran en un sentido estricto y
aquellos que lo eran en un sentido amplio. Estos últimos se caracterizaban por
ser discursos realizados por filósofos o inspirados en la filosofía, cuyo
objetivo era producir un cambio en la conducta a nivel general. Los primeros,
los protrépticos en sentido estricto, eran textos que instaban al estudio de la
filosofía. Si bien esta distinción se explicitaría en el período helenístico,
en el siglo IV a. C. ambos sentidos habrían estado presentes, aunque
yuxtapuestos. En ambos casos, su uso implicaba la implementación de ciertos
recursos discursivos que eran indistinguibles de los implementados por las
escuelas rivales de retórica.
Sobre la base del
examen efectuado hasta aquí, a modo de conclusión podemos decir que, pese a que
las advertencias de Van der Meere y de Jordan acerca de las problemáticas de
hablar de “género protréptico” son atendibles, el análisis de los textos mencionados
en este apartado son una evidencia de que el término protreptikós designaba
un conjunto de discursos de diferentes ámbitos que tenían características
comunes: 1) el uso de cierto léxico vinculado con la persuasión y promoción de
ciertas conductas o actitudes (Isócrates A Nicocles, Tucídides, Discurso
fúnebre de Pericles);[33] 2) la apelación a autorrealizarse (Isócrates
A Nicocles II; Platón, Clitofonte, Hipócrates, Ley, 4;
Preceptos 7-8; y 3) la utilización de algunas creencias fuertemente
instauradas, como, por ejemplo, las que vinculaban lo bueno con lo útil y fácil
y las que asocian el fin del hombre con la búsqueda de la felicidad (Isócrates A
Demónico I, 40-44, A Nicocles II, Platón Eutidemo 278e- 279b).
Estos ítems, que son
tópicos de la literatura protréptica, aparecen en los escritos éticos de
Aristóteles, dentro de los cuales podemos incluir al Protréptico. Esto
es una prueba de que Aristóteles, al igual que sus predecesores, utilizó este
tipo de discurso como un medio para convencer a los otros sobre la importancia
de adoptar su propio ideario filosófico.
Se debe tener en cuenta
que, cuando Aristóteles estaba desarrollando su pensamiento, coexistían varías
escuelas que se autodenominaban filosóficas, entre ellas la de Isócrates. Por
tal motivo, tanto en sus escritos exotéricos como en sus lecciones, se enfrentó
con dos objetivos:1) presentar su ideario filosófico y 2) demostrar que sólo
este ideario, identificado con el conocimiento de ciertos principios objetivos,
era un verdadero bien para el hombre. Simultáneamente debía probar que, además
de ser el único medio para alcanzar la felicidad, este ideario filosófico era
útil, ya que proporcionaba los criterios adecuados para actuar correctamente (Protréptico
frags. 46-51). El discurso protréptico le proporciona los recursos para lograr
esto último, razón por la cual, siguiendo a muchos pensadores de su tiempo, lo
adoptó para su propio quehacer filosófico.
Sobre la base de lo
hasta aquí dicho, el objetivo de la siguiente sesión es analizar cómo
Aristóteles se ha apropiado del λόγος προτρεπτικός
ya sea con la finalidad de exhortar a los hombres a seguir su ideario
filosófico o para impartir sus propias lecciones dirigidas a quienes ya eran
parte de su escuela.
2. El uso del género protréptico en Aristóteles: la relación
entre filosofía, retórica y dialéctica
Al leer los catálogos de las obras aristotélicas, podemos
encontrar que en su vasta producción literaria solo se registra un título que
habría correspondido al tipo de discurso descripto en el apartado anterior y
que lleva el nombre del género bajo el cual se escribió: el Protréptico.
Actualmente solo conservamos algunos fragmentos de este escrito, muchos de los
cuales son citados sin especificar de qué texto se trata o quién es su autor.[34] Tal es el caso de Jámblico
(Protréptico VI, VII, VIII), por cuyo medio, paradójicamente recuperamos
la mayor parte de los fragmentos que se compilan en la mayoría de las
ediciones.
Pese a esto, algunos estudiosos del Estagirita advierten sobre
el uso de algunos de los recursos de este “género” literario en otras obras del
corpus, sobre todo en los tratados
éticos calificados de “esotéricos”. Según Hutchinson y Johnson[35], en estos textos,
Aristóteles no solo desarrolla su concepción ética, sino que también motiva a
la audiencia a que lleve a cabo una investigación filosófica. Para lograr esto,
estos estudiosos consideran que Aristóteles se habría valido de su propia obra
de juventud, el Protréptico, como modelo. Por tal motivo, concluyen,
estos trabajos, especialmente la Ética Nicomáquea, deben ser
interpretados como una forma particular de discurso protréptico.[36]
Con anterioridad a la aparición del artículo de Hutchinson y
Johnson, Lefèbvre[37] sostuvo que en Ética Nicomáquea X Aristóteles realiza una defensa de las virtudes dianoéticas,
respecto de las críticas a su inutilidad. Lefèbvre equipara esta supuesta
defensa con el ejercicio realizado en el Protréptico.
Si bien este autor no sostiene que la Ética
Nicomáquea esté inspirada en el Protréptico,
advierte que, al escribirla, Aristóteles retoma ciertas estrategias propias del
género que le dio el nombre a esta última a obra. Como consecuencia, Lefèbvre
plantea la posibilidad de un segundo protréptico en el corpus
aristotélico que sería la Ética Nicomáquea.
Otro autor que relaciona la Ética
Nicomáquea con el Protréptico
es Destrée.[38] Destrée señala que, para
lograr persuadir a su auditorio sobre cuál es el ideario de vida que conduce a
la felicidad, Aristóteles no ofrece solo razonamientos lógicamente concluyentes
sino que se basa en la dóxa, esto es,
en lo que los hombres suelen creer. A diferencia de los autores comentados más
arriba -Hutchinson, Johnson y Lefèbvre-, para Destrée, Aristóteles no estaría
reproduciendo los recursos empleados en su Protréptico
sino imitando los diálogos platónicos. Desde la perspectiva de este autor,[39] como en un diálogo
socrático, Aristóteles estaba interesado en llevar a su auditorio a que formule
sus propias respuestas.
Teniendo en cuenta la caracterización realizada en el primer
apartado, creemos que, aunque los escritos esotéricos catalogados como éticos
no puedan ser considerados protrépticos en sentido estricto, pues no eran obras
pensadas para su divulgación y, por este motivo, con intenciones
propagandísticas, Aristóteles empleaba en ellos recursos propios de este
género, que habrían sido centrales en su labor pedagógica.[40]
En este sentido, son relevantes para comprender cómo Aristóteles se habría
valido de este tipo de género literario y lo habría adoptado, amalgamando
recursos retóricos y dialécticos.
Un texto que también puede ser clave para comprender el empleo
aristotélico del género protréptico es Retórica. En esta obra, en I 3, 1358b 8-10, Aristóteles argumenta que “lo propio
del género deliberativo (sumboulês) es la exhortación (protropé)
y la discusión (apotropé)”.[41]
Lo relevante a los fines
de nuestro trabajo es que en este pasaje Aristóteles establece que la
exhortación (protropé) es una especie del discurso deliberativo[42] que se encuentra, a su vez,
dentro del género retórico. El hecho de que en este escrito Aristóteles realice
esta vinculación es significativo, ya que, al hacer esto, relaciona
indirectamente al protréptico filosófico con la capacidad persuasiva de la
palabra y, por lo tanto, pone en evidencia la interconexión entre la función
comunicativa del lenguaje y la filosofía. Dado esto, da cuenta de la
articulación de recursos retóricos con fines filosóficos. No
obstante, en Retórica I 3, 1358b
22-23 Aristóteles avanza un paso más, al destacar que, “el que aconseja (protrépon)
recomienda lo que le parece mejor”.
Lo relevante de este último pasaje es que el que aconseja es
designado mediante el participio del verbo “protrépo”, esto es, mediante
una forma verbal perteneciente a la misma familia de palabras de protreptikós. El que delibera no es otro sino el agente de una exhortación y
puede desarrollar su actividad solo en relación con lo que considera lo mejor.
Tanto en el Protréptico como en los tratados éticos,
Aristóteles intenta persuadir a su auditorio sobre cierto ideario de vida, que
no solo se promueve como la causa de la felicidad individual, sino como un
verdadero bien para la pólis (Protréptico frags. 42-46, Ética
Nicomáquea I 2, 1094b5-10). Si bien en el pasaje citado de Retórica hay cierto matiz subjetivo que
Aristóteles no estaría dispuesto a aceptar,[43]
ya que, desde su perspectiva, su ideario de vida no solo es lo mejor para él,
sino lo mejor en sí mismo (Protréptico frags. 42-49), es relativamente
claro que utiliza ciertos recursos provenientes del género retórico para lograr
que su discurso sea persuasivo. El motivo por el cual
Aristóteles procede de este modo es mencionado explícitamente en Ética Nicomáquea.[44] Allí, al hacer referencia a sus propios
argumentos, señala:
Sin embargo, tales razonamientos parecen tener fuerza para
exhortar (protrépsasthai) y estimular (parormêsai) a los jóvenes
generosos, y para que los que son de carácter noble y aman verdaderamente la
verdad puedan ser poseídos por la virtud, pero, en cambio, son incapaces de
excitar al vulgo a las acciones buenas y nobles (X 9, 1179b 7-10).[45]
En este pasaje, Aristóteles sostiene que
los discursos filosóficos tienen el poder de exhortar y estimular a los jóvenes
respecto del mejor modo de vida. Si bien Aristóteles impone una restricción a
la capacidad persuasiva de los argumentos que viene desarrollando, pues solo
son efectivos en relación con ciertos tipos de individuos: los de carácter
noble y amantes de la verdad; la conjunción de los verbos “protrépsasthai”
y “parormêsai” vuelve evidente que no alcanza con inculcar cómo se debe
obrar. Es necesario que el que adopte este modo de actuar esté persuadido de
que esa es la mejor manera de proceder. Lo interesante de este pasaje es que
Aristóteles le otorga al discurso filosófico una función que, si tenemos en
cuenta lo dicho más arriba, parece vinculada con la retórica, esto es, con el
género deliberativo, dentro del cual se encuentra como un subgénero el discurso
exhortativo. Esto muestra que, pese a que Aristóteles no vincula explícitamente
retórica y filosofía, considera que el discurso filosófico, para ser efectivo,
debe valerse de recursos retóricos. El motivo por el cual se utiliza la palabra
como un instrumento de persuasión radica en que, desde su perspectiva, “si es vergonzoso
que uno mismo no pueda ayudarse con su propio cuerpo, sería absurdo el que no
lo fuera también en lo que se refiere a la palabra, ya que esta es más
específica del hombre que el uso del cuerpo”
(Retórica I 5, 1355a 38- 1355b 2).
Esta articulación entre
fines filosóficos con recursos retóricos implica la utilización de ciertos
procedimientos lógicos y la apelación a motivaciones psicológicas, con el
objetivo no solo de demostrar la consistencia del discurso y convencer al
interlocutor, sino también de interpelarlo. Es por esto por lo que en el frag.
32 del Protréptico Aristóteles afirma:
Ciertamente, que nos
resulta posible adquirir las ciencias sobre lo justo y lo conveniente, así como
las que versan sobre la naturaleza y el resto de la verdad, es fácil de
demostrar (epideîxai).[46]
La necesidad de utilizar recursos
lógicos aparece mediante el uso del verbo epideîxai.[47] A través de su uso, Aristóteles pone
en evidencia que no alcanza con que un discurso describa la filosofía como una
disciplina útil y fácil de ejercitar, sino que se debe probar que ambas cosas
son ciertas. Aquí el verbo epideîxai
parece tener una doble valencia: por un lado, sirve para indicar que es
necesario ofrecer argumentos lógicamente consistentes, pero, por otro, permite
señalar que dichos argumentos deben ser verosímiles. Según Narcy,[48] ambos rasgos no son
aspectos aislados del término, sino dos características vinculadas, ya que
emprender exitosamente una demostración es un signo de las destrezas del
expositor y, por ende, de su capacidad de persuadir. Exhortar y demostrar son,
en definitiva, la misma cosa. Demostrar un conjunto de premisas no solo es dar
evidencias sobre su verdad, sino hacerlas creíbles para que lo dicho sea
incorporado con convicción. Para lograr ambas cosas
Aristóteles apela a las creencias de los espectadores, razón por la cual en el
frag. 31 del Protréptico afirma:
Además, puesto que
todos preferimos cuanto es posible y provechoso (ophélma), hay que
mostrar (paradektéon) que tanto lo uno como lo otro corresponden al
filosofar, y que la dificultad de su adquisición es inferior a la magnitud de
su provecho: pues todos hacemos lo más fácil con mayor placer.
Aquí, Aristóteles no
solo hace hincapié en la necesidad de demostrar que es imperioso filosofar,
sino en el procedimiento que es preciso utilizar para llevar a cabo esta
acción: tomar como punto de partida los éndoxa, que los hombres estamos
inclinados a aceptar. En este caso, dicha creencia es que todos tenemos cierta
preferencia por las cosas que, además de ser fáciles de obtener, resultan
provechosas. Tomar como punto de partida esta creencia tiene dos objetivos
diferentes, ambos relacionados con los procedimientos dialécticos implementados
por Aristóteles en algunas de sus obras (Física I 2-6; Metafísica
I, IV; Sobre la filosofía frag. 9, 11-12, 17, 19a-c). El primero es el
uso de esas opiniones como esquemas conceptuales que permiten avanzar en la
indagación (Tópicos II, 101a25-35; Metafísica I 3,
983a39-983b6).[49] Este modus operandi supone que en el
orden del conocimiento y de la exposición se debe partir de aquello que es más
conocido para nosotros a aquello que es más conocido en sí (Tópicos VI
4, 141b 10-11, Física I 1, I 1, 184a 16- 22), pues las cosas que se
dicen del modo en el que no estamos habituados resultan extrañas y, por este
motivo, mucho más difíciles de conocer (Metafísica II 3, 994b 31.995a2).[50]
En Ética Nicomáquea X 1,
1172b 4-7, Aristóteles apela nuevamente a las opiniones preexistentes.[51] Allí sostiene:
Así pues, los verdaderos argumentos (aletheis tón lógon)
parecen ser de gran utilidad no sólo para el conocimiento, sino también para la
vida, porque estando en armonía con los hechos, son convincentes (pisteúontai),
y así exhortan (protrépontai) a los hombres inteligentes a vivir de
acuerdo con ellos.
En este pasaje Aristóteles realiza una exhortación a la
búsqueda de los argumentos verdaderos apelando al mismo éndoxon
utilizado en el fragmento 31 del Protréptico: la persecución de lo útil.
La idea que quiere transmitir es que este tipo de discursos es útil no solo
porque incrementa nuestro conocimiento, sino porque, al ser más persuasivo, es
una importante herramienta para exhortar a los hombres. Como consecuencia de
esto, no solo es bueno en sí mismo sino ventajoso (Protréptico frags.
42-43), sobre todo en el ámbito ético-político (Protréptico frags.
46-50).
Al identificar al discurso verdadero con lo útil y vincular
este último rasgo con la capacidad para persuadir (pisteúontai) y
exhortar (protrépontai), Aristóteles también retoma un conjunto de
creencias sostenidas por algunos de sus antecesores.[52]
Para Gorgias, por ejemplo, el “lógos es un poderoso soberano que con el
cuerpo más pequeño e imperceptible realiza las más divinas acciones: pues puede
calmar el temor, quitar la tristeza, producir alegría e intensificar la
compasión”[53] (Encomio a Helena frag.
8).[54] Con anterioridad al
desarrollo de esta tesis, Parménides habría realizado la vinculación entre
discurso, verdad y persuasión al referirse al lógos de la diosa sobre el
ser como el corazón imperturbable de la persuasiva verdad (aletheíes eupeithéos)
(DK B1). Al hacer esto, contrapone este tipo de lógos a la opinión de
los mortales que carece de persuasión verdadera (ouk pístis alethés)[55] Para Parménides, la vía de
investigación del ser es “la senda de la persuasión (peithoûs), pues
acompaña a la verdad” (DK B2). Esto implica que, tal como lo indica Cordero,[56] para que un discurso o un
conjunto de discursos sean persuasivos deben ser verdaderos (DK B8).[57]
Retomando estas sistematizaciones sobre la relación entre discurso
y verdad, Aristóteles no niega el valor persuasivo que la palabra tenía per
se. Lo que enfatiza es la utilidad del discurso verdadero. Al hacer esto,
retomando en cierto modo la tesis presentada por Platón en Fedro 260a
ss.,[58] reivindica el valor de la
función educativa del discurso filosófico, cuyo fin no es la palabra en sí
misma, sino el conocimiento de lo que verdaderamente es (Protréptico
frags. 47-49). De este modo, Aristóteles no solo intenta persuadir a su
auditorio a seguir sus enseñanzas y adoptar su ideario filosófico, sino que
indica que esto es beneficioso, porque le permite a quienes lo sigan lograr
exactamente lo mismo. Para esto, Aristóteles relaciona el término “lógoi”,
con los verbos “pisteúontai” y
“protrépontai” respectivamente.[59]
El segundo objetivo arriba señalado tiene que ver con la
refutación de las creencias contrarias. Como lo indica Van der Meeren,[60] una de las funciones
primarias del protréptico era provocar un compromiso en el espectador, mediante
un doble movimiento: la exhortación propiamente dicha y la refutación de las
tesis adversas. No solo se trataba de persuadir al auditorio sobre la verdad de
determinadas creencias, sino sobre la falsedad de las opiniones arraigadas en
ellos.
En los escritos éticos,
dentro de los cuales podemos incluir al Protréptico, Aristóteles además
de convencer a sus potenciales interlocutores sobre el valor de su ideario
filosófico, debía persuadirlos de la poca viabilidad de las propuestas de
quienes rivalizaban con el suyo. En este sentido, Aristóteles podría estar
adoptando este aspecto de la literatura protréptica en su proceder dialéctico
que consistía en demostrar las contradicciones inherentes en las opiniones de
alguno de sus interlocutores. Un ejemplo de este modo de proceder aparece en el
fragmento 53 del Protréptico:[61]
No
hay, pues que rehuir la filosofía, si la filosofía es en
verdad, según creemos, la adquisición y el uso de la
sabiduría (σοφίας) y la
sabiduría está entre los bienes más grandes
(τῶν μεγίστων
ἀγαθῶν). No debemos
navegar hasta las columnas de Hércules por afán de lucro
y arrostrar muchos
peligros y, en cambio, por la sabiduría
(φρόνησιν) no esforzarnos nada y andar
escatimando. Ciertamente, es propio de esclavo afanarse por vivir, pero
no por
vivir bien, y seguir las opiniones de la mayoría en lugar de
considerar que sea
la mayoría la que siga las nuestras, y lo es también ir
en busca de riquezas
sin cuidarse en lo más mínimo de cosas más
elevadas”. (trad. Vallejo Campo
levemente modificada)
En este fragmento del Protréptico Aristóteles identifica
el bien más elevado (la felicidad) con la búsqueda de la sabiduría. Para ello,
no hace una defensa directa focalizándose en su concepción de la sabiduría,
sino demostrando las contradicciones en las que incurren la mayoría de los
hombres, al rehuir de ella. Para emprender esta refutación Aristóteles
presupone las siguientes tesis:
1-
La felicidad se identifica con un bien que es
buscado por sí mismo. Dicho bien es causa necesaria y suficiente para alcanzar
un estado de plenitud (frag. 42).
2-
La adquisición de bienes materiales, de riqueza,
de poder y de placeres corporales son un medio para otra cosa, pero no una meta
en sí misma. Necesitamos de algunos de ellos para vivir bien, pero su mera
adquisición no genera la felicidad (frag. 42).
3-
Solo el conocimiento de los primeros principios-
la sabiduría- (frags. 42-43), es buscado por sí mismo (frag. 43), razón por la
cual es la verdadera causa de la felicidad.
Sobre la base de estas tesis, Aristóteles supone el siguiente
razonamiento:
Si los hombres persiguen la felicidad como su fin último, deben
esforzarse por obtener el bien más elevado (la sabiduría) y no riquezas y
lujos;
Los hombres suelen correr grandes riesgos por estas últimas
cosas (riquezas y lujos) y no por aquello que es un bien en sí mismo (la
sabiduría);
por ende, los hombres no persiguen la auténtica felicidad como
su fin último.
Aristóteles parte de un éndoxon que cualquiera admitiría
como verdadero: todos los hombres buscan la felicidad como el bien más elevado
(Ética Nicomáquea I 4, 1095a14-20). Sobre la base de esta creencia,
intenta demostrar que aquellos que son capaces de arriesgarse por obtener
riquezas y no lo hacen por la sabiduría se contradicen a sí mismos; pues,
sostienen que la felicidad es su fin último, pero no realizan nada para
alcanzarlo. Para Aristóteles, no se puede correr todo tipo de riesgos solo por
bienes aparentes, como la riqueza y lujos, y sostener paralelamente que se hace
en pos de la felicidad, pues esto equivale a confundir meros medios con fines.
Quien hace esto, no está ocupándose de sí mismo ni de vivir verdaderamente
bien.
En Ética Nicomáquea I 5, Aristóteles procede del mismo
modo. Allí no discute qué género de vida provee de felicidad a los hombres,
sino que se ocupa de refutar las creencias existentes al respecto, aquellas,
que, pese a tener una alta aceptación, no son desde su perspectiva, verdaderas.
En Ética Nicomáquea I 5, 1095b22-, por ejemplo, al referirse a la tesis
que identifica la felicidad con la obtención de honores, supone el siguiente
razonamiento:
La felicidad radica en la obtención de un bien propio y difícil
de arrebatar;
la obtención de honores depende de quienes los conceden, razón
por la cual no es un bien propio y es fácil de perder;
Por ende, la felicidad no puede radicar en la obtención de
honores
En este mismo capítulo critica las opiniones de quienes
identifican la felicidad con la adquisición de los placeres.[62] Sin embargo, en este caso,
al considerar que los defensores de esta creencia son vulgos, que eligen tener
una vida de bestias, no se ocupa de refutarla.
Al proceder de este modo, Aristóteles no solo muestra las
problemáticas inherentes a las opiniones examinadas, sino las inconsistencias
respecto del modo de vivir de quienes la sostienen como verdaderas. En este
sentido, mediante su exhortación no pretende simplemente persuadir a sus
interlocutores acerca de la verdad de sus propias concepciones, sino también
obligarlos a realizar un ejercicio de autoexamen. Citando a Hadot,[63] podemos afirmar que: “para
poder vivir de modo filosófico, es necesario ejercer una acción sobre uno mismo
y sobre los demás, y el discurso filosófico, si en verdad es la expresión de
una opción existencial, es, en esta perspectiva, un medio indispensable. Por
último, el discurso filosófico es una de las formas mismas de la práctica del
modo de vida filosófico en forma de diálogo con el otro y consigo mismo”.
En este contexto, la utilización del género protréptico tiene
la función de hacer posible que los hombres conozcan lo que es bueno en sí
mismo, partiendo del análisis de las creencias de lo que es bueno para la
mayoría. Como consecuencia de esto, pese a que Aristóteles solo ha escrito un lógos
protréptikós, se puede decir que ha adoptado en sus lecciones recursos
provenientes de este género literario, amalgamándolοs con el uso del procedimiento dialéctico,
que se puede observar en muchos de sus escritos.
3. Conclusiones
En el presente trabajo hemos intentado mostrar cómo en sus
tratados éticos, dentro de los cuales podemos incluir al Protréptico,
Aristóteles se vale de ciertos recursos provenientes del género exhortativo.
Para esto, hemos dividimos nuestra exposición en dos partes. En la primera,
analizamos de manera esquemática la naturaleza de los discursos protrépticos.
Allí señalamos que el protréptico era un tipo de discurso exhortativo mediante
el cual se instaba a un auditorio a adquirir un determinado tipo de conducta,
llevar a cabo alguna acción, aceptar la verdad de un conjunto de premisas o
perseguir determinadas metas. Por tal motivo, era utilizado en diversos ámbitos
y por diferentes disciplinas: la medicina, la sofística, contextos bélicos o
militares, la música, etc.
En cuanto al protréptico filosófico, establecimos que se
trataba de un tipo de discurso a través del cual se persuadía a un conjunto de hombres
a perseguir un ideario de vida o adherir a una corriente filosófica
determinada. Dado esto, se podría distinguir ciertos discursos que eran
protrépticos en sentido amplio y otros que lo eran en sentido estricto. Estos
últimos, por lo general, eran textos propagandísticos que promovían la
asistencia a determinadas escuelas filosóficas. Para ello, argumentamos, se
valían de un conjunto de estrategias argumentativas que eran similares a las
utilizadas por los retóricos.
En esta misma línea argumentativa, en la segunda parte de
nuestro trabajo, establecimos que, para Aristóteles, la exhortación era un
subgénero del género deliberativo (Retórica
I 3, 1358b 8-10). Al señalar esto, el Estagirita no solo vincula al discurso
protréptico con la retórica, sino que además establece que su fin es aconsejar
y mostrar lo que parece lo mejor (Retórica
1358b 22-23).
En relación con esto, establecimos que en el Protréptico y sus escritos esotéricos,
especialmente los éticos, Aristóteles pretende disuadir a su audiencia en
relación con aquello que es crucial para su propia existencia: su felicidad. Si
bien Aristóteles reconoce que todos los hombres buscan la felicidad y tienden a
hacer aquello que es útil, también sostiene que no hay un acuerdo sobre qué
cosas proveen la felicidad y cuál es el criterio adecuado para establecer
grados de utilidad. En este sentido, si bien nadie debe ser persuadido a buscar
su felicidad, Aristóteles cree necesario hacer una exhortación sobre cuáles son
los medios para obtenerla, ya que depende de la decisión de cada uno tender en
una dirección más que en otra en la búsqueda de este fin. En función de esto,
Aristóteles adopta el discurso protréptico, utilizando en esta implementación
los procedimientos retóricos y dialécticos, de los cuales usualmente se vale en
sus disertaciones filosóficas. De este modo, se inserta en una tradición que se
vale de recursos retóricos con fines filosóficos, poniendo al descubierto la
importancia que la palabra tiene para persuadir y exhortar.
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La autora es
Licenciada y Doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires. Es
Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET), docente de Historia de la filosofía antigua de la Facultad
de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires) y de Introducción al
pensamiento científico (Ciclo Básico Común-Universidad de Buenos Aires). Autora
de artículos en revistas especializadas en filosofía griega clásica, en su
mayoría sobre distintos aspectos de la filosofía aristotélica.
Recibido: 21 de abril de 2021.
[1])
Para la enumeración de los fragmentos del Protréptico seguiremos la
edición de Düring (Ingemar Düring: Aristotle’s
Protrepticus. An Attempt at Reconstruction (Goteborg: Acta Universitatis Gothoburgensis,
1961)). En los casos, en los que nos apartemos de esta edición se aclarará
entre paréntesis.
[2])
Sophie Van der Meeren, “Le protreptique en philosophie:
essai de définition d'un genre”, Revue des Études Grecques 115 (2002):
595.
[3]) Anthony
J. Guerra, Romans and the Apologetic Tradition. The
Purpose, Genre and Audience of Paul´s Letter (New York: Cambridge
University Press, 1995), 5.
[4]) Véase Edward A. Lippman, “The Sources and
Development of the Ethical View of Music in Ancient Greece” The Musical
Quarterly 49 (1963): 203.
[5])
Pierre Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?, trad. cast. de Eliane Cazenave Tapie Isoard (México: Fondo de Cultura
Económica, 1998), 31. Para un análisis de la función persuasiva del discurso
poético, véase Martin
Forciniti-Pilar Spangenberg, “La emergencia de una proto-retórica en la
tradición poética”, en La palabra y la Ciudad. Retórica y política en la
Grecia Antigua, ed. Gabriel. Livov-Pilar Spangenberg (Buenos Aires: La Bestia Equilátera,
2012), 43-59.
[6]) Guerra, Romans
and the Apologetic Tradition, 5
[7]) Véase también Dirk M.
Schenkeveld, “Philosophical Prose”, in Handbook of Classical Rhetoric in the
Hellenistic Period 330 b. C -a. D. 400”, ed. Stanley E. Porter, (Boston, Brill, 2001), 205.
[8]) S. R. Slings, “Introduction”, in Plato,
Clitophon (Cambridge: Cambridge University Press, 1999), 64-66.
[9])
Esta tesis es sostenida también por José Molina Ayala, “Estudio preliminar”, en
Jámblico, Exhortación a la filosofía (México, Universidad Nacional de
México, 2020), XXV.
[10])
En las antípodas de esta postura se encuentra Michelini (“Socrates Plays the Buffoon: Cautionary Protreptic in Euthydemus”,
The American Journal of Philology 121, 4 (2000): 510). Retomando a Gaiser, este autor sostiene que los discursos
moralizantes fueron compuestos por figuras como Pródico e Hipias, siguiendo la
tradición impulsada por poetas, como, por ejemplo, Hesíodo. Dado esto, para
este autor, no parece probable que los discursos protrépticos, utilizados por
los escritores del siglo IV a. C., deriven de los sofistas, cuyo principal
objetivo estaba relacionado con la demostración de sus habilidades. Según este
autor, la fuente para este tipo de discurso debe buscarse en los trabajos de
los socráticos que proponían un cambio de vida. Aunque la autoría de este texto
sea problemática, Michelini sostiene que una de las obras enteramente
protréptica de este período que se conserva de manera íntegra es el Alcibíades.
[11]) R. S. W. Hawtrey, Commentary on Plato’s
Euthydemus (Philadelphia: American Philosophical Society, 1981), 55. Molina Ayala, (“Estudio preliminar”, XXVI), en cambio, encuentra
los primeros vínculos entre discursos protrépticos y filosofía en otros
autores. Según este estudioso, mientras que Antístenes fue el primero en unir
la forma de discurso exhortativo con los contenidos filosóficos,
Aristipo, “fue el que escribió el primer tratado intitulado Protréptico”
(Molina Ayala, Ibid., XXVI).
[12])
Michelini (“Socrates Plays the Buffoon”, 510) destaca el status excepcional
del Eutidemo, en virtud de que en él Platón emplea explícitamente la
terminología del género protréptico y se centra en las cuestiones de la
exhortación filosófica y la conversión.
Creemos que la problemática asociada a su
procedencia es la causante de que este autor no califique del mismo modo al
Clitofonte, texto en el cual también se usa el mismo tipo de lenguaje con
idéntico fin: realizar una exhortación a la filosofía y a la virtud. Para este autor, (“Socrates Plays
the Buffoon”, 511), “whether the dialogue Clitophon is by Plato or not,
it affords a valuable proof that protreptic was associated with Socratic
technique”.
[13]) Van der Meeren, Exhortation à la philosophie,
XIV.
14) Según Jenofonte, Sócrates
“fue el mejor para exhortar a los hombres a la virtud, pero que no fue capaz de
llevarlos hasta ella” (Recuerdos de
Sócrates I.4.1). El hecho de que Jenofonte se refiera a las enseñanzas de
Sócrates valiéndose de verbos, como, protrépsasthai y términos asociados
a la persuasión (I.2.10-11), es una muestra de que, pese a que el filósofo no
ha escrito nada, su praxis era vista por algunos de sus contemporáneos como una
práctica protréptica.
Entre los socráticos, un ejemplo de
articulación entre motivos filosóficos y uso de recursos retóricos puede ser
encontrado en Antístenes. Su Protréptico habría sido, según Carlos
Megino Rodríguez “Introducción”, en Aristóteles, Protréptico. Introducción, traducción y notas (Madrid:
Abada, 2006), 7, uno de los antecedentes de la obra
homónima de Aristóteles.
[15])
Sophíe Van der Meeren, “L’influence du protreptique à la philosophie sur la Consolatio de
Boèce: réexamen de la question. Revue d ’études augustiniennes
etpatristiques 57 (2011): 297- 298.
[16])
Werner Jaeger, Paideia.
Los ideales de la cultura griega, trad. cast. de Joaquín
Xirau- Wencesilao Roces (México: Fondo de Cultura Económica, (1993) [1933]),793 nota
23, sostiene que Sobre la medicina antigua, Sobre la enfermedad, Sobre
la naturaleza humana y Sobre la dieta eran textos literarios
dirigidos a la enseñanza del público no especializado y a la propaganda de la
medicina como profesión. Para Jaeger, Paideia, 794, “la
actuación de los médicos como oradores sofistas ambulantes representaba un
intento de realzar la importancia pública de esta profesión”. Adriaan Rademaker, “Educating the Public,
Defending the Art: Language use and medical education, in Hippocrates The
Art”, in Hippocrates and Medical Education, ed. Manfred
Horstmanshoff (Boston: Brill, 2010), 101-116,
caracteriza a Sobre la medicina como un discurso epidíctico en defensa
de la técnica contra sus detractores. Su redacción se fundamenta en el hecho de
que, para su autor, el lenguaje es el medio de educación por excelencia. Según
Rademaker, el autor de los textos demuestra tener conocimiento del debate
“sofístico” sobre la naturaleza y el uso correcto y eficaz del lenguaje de
finales del siglo V a. C. Véase también, Joel E.
Mann “Introducción”, in Hippocrates, On the Art of Medicine.
(Boston: Brill, 2012),8-ss.) y Van
der Meeren, Exhortation à la philosophie, 297.
[17]) Constantin, Ionuț Mihai, “Competing Arts: Medicine and Philosophy in Aristotle's Protrepticus”,
Hermeneia 17 (2016): 87, señala que en el siglo IV a. C, filósofos,
médicos y profesores de otras disciplinas participaban en una intensa
competencia por los estudiantes. Para promover sus lecciones estos escribían y
pronunciaban discursos protrépticos. Según este autor (Mihai, “Competing Arts”,
89) se esperaba que el médico describiera las condiciones para una vida sana y
feliz y prescribieran un régimen o una dieta a seguir por sus seguidores. Sin
embargo, esto en algún punto se solapaba con la función del filósofo. Por tal
motivo, añade Mihai (Ibid., 89), se generó una competencia entre los dos grupos
por la autoridad moral e intelectual. De hecho, según este autor, (Ibid., 87)
el Protréptico de Aristóteles fue escrito no solo para confrontar a
Isócrates, sino también en contra de cierta literatura médica antigua. Para
Mihai, en su obra exhortativa, Aristóteles presentó un agón entre
filosofía y medicina, cuyo objetivo era establecer la preeminencia cognitiva e
intelectual de la primera sobre la segunda. Mihai (“Protreptic and Medicine in
Plato’s Early Dialogues” Hermeneia 26 (2021): 14-26) sostiene que esta
misma tensión entre medicina y filosofía aparece en Platón, sobre todo en los
diálogos de juventud. Véase
Hipócrates, Sobre la medicina antigua, 20 1-17.
[18]) James Henderson Collins, Exhortations
to Philosophy: The Protreptics of Plato, Isocrates, and Aristotle (Oxford: Oxford University Press, 2015), 2.
[19]) George A. Kennedy, “The Genres of
Rhetoric”, in Handbook of Classical Rhetoric in the Hellenistic Period 330
b. C -a. D. 400, ed. S. E. Porter (Boston: Brill 2001), 47,
sostiene que el protreptikós era una exhortación a la filosofía o a la
vida moral. A. J. Guerra, Romans and the Apologetic Tradition, 5, lo
califica como un género de discurso público, esto es, un tipo de conferencias
enunciadas por filósofos y otros profesores en pos de sus escuelas.
[20]) Véase Van der Meeren, Exhortation à la
philosophie, XIV.
[21]) M. D. Jordan, “Ancient Philosophic Protreptic
and the Problem of Persuasive Genres Rhetorica”, A Journal of the History of
Rhetoric 4 (1986): 333.
[22]) Abraham J. Malherbe, Moral exhortation. A Greco-Roman Sourcebook
(Philadelphia: The Westminster Press, 1986), 122, subraya que durante el siglo
IV a. C. el género protréptico fue usado por los oradores en la arena política
y en los tribunales de justicia. En ese mismo siglo, destaca este autor,
Aristóteles escribió el Protréptico
como una exhortación a la filosofía. En esta línea argumentativa, Brad McAdon,
“Reconsidering the Intention or Purpose of Aristotle’s Rhetoric”, Rhetoric
Review 23 (2004): 219, afirma que el discurso protréptico era un género
popular que exhortaba a los lectores a la acción política, ética o filosófica.
Para este autor, el protréptico tenía como objeto exhortar a los hombres a
seguir un determinado tipo de discurso y realizar determinadas acciones que se
consideraban justas, nobles y de utilidad. Para McAdon, un ejemplo de este tipo
de textos es la obra de Isócrates A Nicocles
y el Protréptico de Aristóteles.
[23]) Jordan, “Ancient Philosophic Protreptic and
the Problem of Persuasive Genres Rhetorical”, 333.
[24]) S. R. Slings, “Introduction”, 67, n. 117.
[25])
Schenkeveld, “Philosophical
Prose”, 204, sostiene que el protréptico filosófico
es uno de los pocos géneros literarios reconocidos como tales por los filósofos
antiguos, como Posidonio y Filón de Larisa.
[26])
Van der Meeren, “Le
protreptique en philosophie…”, 593.
[27]) Véase también Van der Meeren, “L’influence du protreptique à la philosophie …”, 294.
[28])
Collins, Exhortations to Philosophy, 1.
[29])
J. D. Bogataj, “Parenetična retorika v govorih In Matthaeum Janeza
Krizostoma: diatriba, lalija, protreptic”, Primerjalna književnost 42.3
(2019): 173, compara al género protréptico con la diatribé.
En ambos casos, destaca, se trataba de géneros retóricos, utilizados para
impartir un aprendizaje moral, una amonestación o dar aliento, con el fin de
generar una firme decisión de cambiar el modo de vida. El discurso protréptico
tenía también sus raíces en el discurso de los filósofos, que intentaban
ganarse una audiencia para sí mismos y por sus opiniones. Como género
literario, para Bogataj, el protréptico, era una exhortación que contenía
demostraciones, tanto positivas como negativas, con el fin de incentivar a la
audiencia a adoptarlos. Según Bogataj estos discursos rara vez eran obras
independientes, sino que estaban subordinados a textos más sistemáticos. Esta
es una de las razones que explica por qué se los ha menospreciado.
[30]) Van der Meeren, Exhortation à la
philosophie, XVIII- XIX.
[31]) Van der Meeren, Exhortation à la
philosophie, XVIII- XIX.
[32])
Slings, “Introduction”, 60.
[33])
Para un análisis del carácter protréptico de los discursos de Tucídides, véase Juan Carlos Iglesias Zoid, El legado de Tucídides en la
cultura occidental: discursos e historia (Coimbra: Centro de Estudos
Clássicos e Humanísticos da Universidade de Coimbra, 2011): 65-ss.
[34])
Hasta la aparición de las obras de Von Jacob Bernays -Die dialoge des
Aristoteles im ihrem Verhältnis zu seinen übrigen Werken (Berlin: Hertz,
1863)- y Ingram Bywater - “On a lost
dialogue of Aristotle”, Journal of Philology 2 (1869): 55-69- del Protréptico
solo sabíamos que era un título de un escrito perdido que aparecía en los
catálogos del corpus aristotélico. Al comenzar a “detectar” citas de esta
obra en textos de otros pensadores, estos autores impusieron su análisis. El
primer intento de reconstrucción de la obra fue el de Ingemar Düring: Aristotle’s Protrepticus.
An Attempt at Reconstruction. Pese a ello, la edición canónica de la
obra, aquella que suelen seguir la mayoría de las traducciones es la William David Ross: Aristotelis Dialogorum Fragmenta
(Oxford: Clarendon Press, 1964). En 2017, D. S. Hutchinson y Monte Ransome
Johnson, (Aristotle Protrepticus. Exhortation to Philosophy. Citations, fragments, paraphrases,
andother evidence, http://www.protrepticus.info/protr2017x20.pdf.) han realizado
un nuevo intento de reconstrucción del texto, incorporando pasajes no
contemplados por Düring.
[35]) D. S. Hutchinson y Monte Ransome Johnson,
“Protreptic Aspects of Aristotle’s Nicomachean Ethics”, in The Cambridge
Companion to Aristotle’s Nicomachean Ethics, ed. Ronald
Polansky (New York: Cambridge University Press, 2014), 383.
[36])
Según Molina Ayala, “Estudio preliminar”, LXXXIII, “aunque la labor exhortativa había
sido cuidadosa por parte de Platón en algunos diálogos, de manera patente en el
Eutidemo, fue propiamente Aristóteles quien, con su propio Protréptico,
había iniciado una tradición, continuada por la escuela peripatética, donde
la exhortación forma parte esencial de la actividad filosófica”.
[37])
David Lefèbvre, “Comment défendre les vertus de la
pensée?”, en La vérité pratique: Aristote, Étique à Nicomaque, livre VI,
ed. Jean-Yves
Chateau (Paris:
Vrin, 1997), 171.
[38])
Pierre Destrée, “Comment démontrer le propre de l’homme? Pour une lecture
‘dialectique’ de EN, I,
[39]) Destrée, “Comment démontrer le propre de
l’homme?”, 59.
[40])
Podrían ser considerados protrépticos en sentido amplio. Véase primera parte.
[41])
Para la traducción de la Retórica de Aristóteles seguimos a Racionero (Aristóteles, Retórica. Introducción,
traducción y notas de
Quintín Racionero (Madrid: Gredos, 1994)).
[42])
Para David C. Mirhady “A Note on Aristotle Rhetoric 1.3 1358b5-6”, Philosophy and Rhetoric
28 (1995): 5, el rol de la epídeixis
en la retórica, más específicamente hablando, en el pasaje que aquí nos ocupa,
es problemático, ya que el pasaje que inmediatamente le precede es cuestionado
como espurio.
[43])
Aristóteles no señala que el que aconseja dice lo que es mejor, sino lo que
considera mejor, de ahí el matiz aparentemente subjetivo.
[44])
En Retórica I 5, 1355a, 24-29,
Aristóteles afirma: “En lo que toca a alguna gente, ni aun si dispusiéramos de
la ciencia más exacta, resultaría fácil, argumentando solo con ella, lograr
persuadirlos, pues el discurso científico es propio de la docencia, lo que es
imposible en nuestro caso, y más bien, se necesita que las pruebas por
persuasión y los razonamientos se compongan por medio de nociones comunes, como
señalamos ya en los Tópicos
apropósito de la controversia ante el pueblo”.
[45])
Para la traducción de la Ética Nicomáquea seguimos a Pallí Bonet (Aristóteles, Ética Nicomáquea - Ética Eudemia.
Introducción, traducción y notas de Julio Pallí Bonet (Madrid: Gredos, 1988)).
[46])
Para la traducción del Protréptico seguimos a Vallejo Campos
(Aristóteles, Fragmentos. Introducción, traducción y notas de Álvaro
Vallejo Campos (Madrid: Gredos, 2005)), aunque hemos
consultado también las traducciones de Berti (Aristoteles, Protreptico. Introduzione,
traduzione e commento di Enrico Berti, (Milano: UTET,
2008)) y Zanatta (Aristotele, I Dialoghi. Introduzione, traduzione e
commento di Marcello Zanatta (Milano: BUR, 2008))
[47])
Barbara Cassin, El efecto sofístico. trad. cast.
de Horacio Pons (Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica, 2008), 108, indica
que la epídeixis para Aristóteles es “el arte de ‘mostrar’, poner
‘delante’ (epí), en presencia de un público, el arte de hacer
ver o exhibir algo”. Según Monique Canto, Intrigue philosophique:
essai sur l’ Euthydème de Platón (París: Les Belles Lettres, 1987), 115-116,
la epídeixis era un tipo de demostración o exhibición que
representaba los medios por los que los sofistas solían exponer sus
pretensiones de poseer tal o cual conocimiento. El objetivo de esta práctica
era ejercer un encantamiento sobre la audiencia, que, con posterioridad a la
exposición podían realizar sus preguntas.
[49])
Para esta cuestión véase Graciela Chichi, “Opinión mayoritaria ‘éndoxon’
y verdad en el diálogo aristotélico”, Revista de Filosofía y Teoría Política
31-32 (1997): 64-75; Fabian Mié, “Fenómenos y creencias en
Aristóteles. Una interpretación sobre el rol metodológico de los éndoxa en la ciencia natural”, LOGOS. Anales del Seminario de Metafísica
46 (2013): 211-234; Luis Vega
Reñón,
“Aristotle’s Endoxa and Plausible Argumentation”, Argumentation 12 (1998): 95–113.
[50])
Cabe destacar que el lógos protreptikós se caracterizaba por presentar
una estructura argumentativa simple y accesible. Véase Pierre Alexandre Morneau
Caron, Les protreptiques comme exercices spirituels (Québe: Faculte de
Philosophie Université Laval, 2010), 32. Según
este autor, a través de este tipo de discurso se buscaba persuadir a un grupo
no especializado a que se ocupe de la filosofía, razón por la cual debía
valerse de argumentos que fuesen fácilmente comprensibles para la audiencia.
Utilizar en sus lecciones recursos asociados a este tipo de discurso le permite
a Aristóteles implementar sus principios epistemológicos en el orden de su
exposición, ya sea para exhortar a los hombres a seguir su ideario filosófico
como también para iniciarlos en él.
[51])
En esta misma obra, si bien Aristóteles desestima que la obtención de placeres
sea la causa de la felicidad, sostendrá que ser feliz produce placer, razón por
la cual, si bien la felicidad no se identifica con esto último lo implica. Para
poder desarrollar esta tesis, acude a lo que los hombres suelen creer en
relación con los placeres (Ética Nicomáquea I 9, 1099a7-ss.). En este
caso, usa esas creencias como esquemas mentales que le permite hacer
inteligible su propia postura.
[52])
Se debe tener en cuenta que la Ética Nicomáquea compila las lecciones
que Aristóteles impartía en el Liceo. En este caso, sus destinatarios ya
estaban iniciados en la filosofía, razón por la cual tenían cierto conocimiento
de las tesis de los predecesores del Estagirita. Dado esto, el tipo de opiniones
a las que Aristóteles podía recurrir para persuadirlos podían ser mucho más
sofisticadas que las empleadas en el Protréptico, que era un escrito
exhortativo propagandístico, dirigido a un público no especializado. Esto no
quita el hecho de que el modus operandi implementado en ambos textos sea
el mismo.
[53])
Seguimos la
siguiente traducción: Gorgias, Encomio a Helena. Introducción,
traducción y notas de Micaela María Bonacossa, María Nidia Casís, Ivana Selene
Chialva, María Luz Omar, (Santa Fe: Ediciones UNL, 2013).
[54]) Véase Cassin, El efecto sofístico; Alexander
Mourelatos, The Route of Parmenides (Las
Vegas: Parmenides Publishing, 2010). Mourelatos, The
Route of Parmenides, 157, señala que “the crucial function of lógos in argument – whether in a court to flaw or in disinterested friendly
debate -is not to represent reality and not to establish or defend truth, but
simply to bring about a change of opinion”.
[55]) “Parménides disuelve la distinción entre
verdad y falsedad en el ámbito del lógos, tal como lo había hecho ya en
el caso del pensamiento en B 3 y en B 8 34-36. En caso de falsedad, ya no
estaremos frente a un auténtico lógos sino a palabras engañosamente
ordenadas” (Gabriel Livov- Pilar Spangenberg,
“Palabra, persuasión y poder en Parménides”, en La palabra y la Ciudad.
Retórica y política en la Grecia Antigua, ed. Gabriel Livov, y Pilar
Spangenberg (Buenos Aires: La Bestia Equilátera, 2012), 145).
[56])
Néstor Cordero, “Parménides y la concepción ante-predicativa de la verdad”, Rev.
Archai 30 (2020): 52.
[57])
Quien, retomando la postura de Parménides, lleva al extremo la relación entre lógos y verdad es Antístenes. Tal como lo señala Cordero (“Parménides y
la concepción ante-predicativa de la verdad”, 6), al decir que “el lógos muestra aquello que era o es [una cosa]” (D.L. 6.3), Antístenes
sostiene que, el lógos solo
puede ser verdadero. “En el silogismo de Antístenes, el ‘algo’ (ti) que
dice quien habla, podría ser un ente, como pístis o hodós en Parménides,
y ello lo llevaría a ser considerado ‘verdadero’ en la conclusión. No olvidemos
que el silogismo concierne al lógos, y no a sus partes: ‘Todo lógos dice la verdad […] Luego, quien dice lo que es, dice la verdad’”
(Cordero, “Parménides y la concepción ante-predicativa de la verdad”, 7).
[58])
En Fedro 260d5-10 Platón pone en boca de la retórica las siguientes
palabras: “yo no obligo a nadie a aprender a hablar ignorando la verdad, sino
que mi consejo, si tiene algún peso, es que adquiera ese conocimiento antes de
usarme. Así esto es lo importante que digo: que sin mí quien conozca la verdad
de las cosas no logrará llegar a persuadir con arte” (Platón, Fedro. Introducción, traducción y notas de Santa Cruz M. I.- Crespo, M. I. (Buenos Aires: Losada, 2007)). Con esto Platón no solo indica la necesidad de que el discurso
sea verosímil para ser persuasivo, sino también la importancia del conocimiento
de la verdad. Desde la perspectiva platónica, “el auténtico arte del hablar no
se alcanza sin la verdad” (Fedro 260e6). Véase Luz Gloria Cardenas y
Luis Alberto Fallas, En diálogo con los griegos. Introducción a la filosofía
antigua (Bogotá: San Pablo, 2003), 142-143.
No obstante, en República III, 389,
Platón reivindica el uso de ciertas mentiras con fines educativos a los efectos
de persuadir a los hombres. “Se trata de aprovechar el efecto persuasivo de
esas narraciones falsas que son los mitos y ponerlas al servicio de una
educación que tiene como objetivo principal la formación del carácter moral de
los futuros guardianes: su verdad, si es que podemos llamarla así, es el efecto
moral y político que pueden causar cuando están bien concebidos desde un punto
de vista educativo” (Álvaro Vallejo Campos, A donde nos lleve el logos. Para
leer la República de Platón (Trotta, Madrid: 2018), 69).
[59]) En la misma
línea, en Ética Nicomáquea X 9, 1179b 7-10, Aristóteles sostendrá que los discursos
filosóficos tienen el poder de “persuadir” y “exhortar” a los jóvenes en la
dirección de lo que es noble o bueno. La conjunción de los verbos persuadir y
exhortar vuelve a ser notoria.
[60])
Van der Meeren, “Le protreptique en philosophie…”, 600. Allí, Van der Meeren da a entender que todo discurso protréptico, sea o
no filosófico, solía poseer estas dos partes: una refutativa y otra
exhortativa. Para esta autora, tras ocuparse de refutar las hipótesis adversas,
se comenzaba la parte positiva, que consistía en el elogio a determinadas
práctica y en la demostración de su utilidad. Esta estructura de dos pasos era
una constante del género. Según Van der Meeren (“Le
protreptique en philosophie…”, 600), está presente en
los fragmentos del Protrépticos de Aristóteles, en el Hortensio
de Cicerón, en las obras exhortativas de Séneca, en el lógos protreptikós de Jámblico, pero
también en los protrépticos de Clemente de Alejandría y Galeno.
[61])
Según Bernays, Die dialoge des Aristoteles,116-122, el Protréptico
fue un diálogo compuesto por discursos contradictorios. Esta misma línea de
lectura es sostenida por D. S. Hutchinson y Monte
Ransome Johnson,
“Protreptic and Apotreptic: Aristotle’s Dialogue Protrepticus” In When
Wisdom Calls Philosophical Protreptic in Antiquity, ed. Alieva, A. Kotzé et Sophie Van
der Meeren (Turnhout: Brepols, 2018), 127). Para
estos autores (Hutchinson and Johnson, “Protreptic and Apotreptic:
Aristotle’s Dialogue Protrepticus”, 129), el Protréptico
habría consistido en una amalgama de discursos apotrépticos y discursos
protrépticos: los argumentos apotrépticos
hipotéticamente formulados eran refutados, mostrando sus contradicciones
internas. Un ejemplo claro de esto, desde la óptica de estos autores, es la
serie de fragmentos 2 (Ross), donde Aristóteles enfrenta la tesis de quienes
sostienen que no se debe filosofar. El mecanismo refutatorio consiste en
demostrar que cualquiera que sostiene que no se debe filosofar solo puede
llegar a esta conclusión valiéndose de la filosofía. Dado esto, el que sostiene
esta tesis termina por demostrar la necesidad de la tesis contraria: es
necesario filosofar (Hutchinson – Johnson, “Protreptic and Apotreptic:
Aristotle’s Dialogue Protrepticus”, 129).
[62])
En este mismo capítulo (Ética Nicomáquea I 5) Aristóteles propone la
vida contemplativa como candidata a la vida feliz; sin embargo, en este caso,
expresamente elige postergar su tratamiento. Si tomamos como punto de partida
el hecho de que en este capítulo el interés del Estagirita es erradicar falsas
creencias, esto tiene sentido, ya que este es el género de vida identificado
finalmente con la felicidad.
[63])
Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?,
193.