Proyección: estudios geográficos y de ordenamiento territorial / ISSN 1852 -0006
Vol. XVI, (32) / Sección Dossier / pp. 84-112 /
Instituto de Cartografía, Investigación y Formación para el Ordenamiento Territorial,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistaproyeccion@ffyl.uncu.edu.ar https://doi.org/10.48162/rev.55.030
Enviado 25/01/2022–Aceptado 9/06/2022
Land-title regulatory policies: state
intervention, representations and tenure recognition. The case of La Matera, Quilmes town
Javier Nuñez
javiern1991@gmail.com
UBA/IIGG-CONICET
Resumen:
Las políticas de regularización dominial se
han extendido en Argentina desde los años 90’, siendo por lo general
contrapuestas a las políticas de regulación integrales. A pesar de sus
dificultades de implementación, la emisión de certificados de dominio, aún no
equivalentes a las escrituras, genera apropiaciones que exceden los objetivos
iniciales de estas políticas. La representación social de estos programas
resulta central para comprender la complejidad de la presencia estatal en el
territorio, las transformaciones de la espacialidad y los modos de
reconocimiento de la tenencia. El artículo aborda estas construcciones de
sentido en un caso que puede ser considerado de regularización mixta. Se
describe ese proceso junto con el modo en que habitantes de un barrio del
Municipio de Quilmes tematizan las diversas formas de reconocimiento estatal
presentes en estas políticas, el modo en que ellas recrean la informalidad de
la tenencia y cómo las representaciones sociales reconstruyen la capacidad
estatal de regularizar la posesión, incluso en mayor medida que las políticas
públicas. La investigación siguió un diseño de tipo cualitativo, llevándose a
cabo entrevistas semi-estructuradas y abordando diferentes perfiles de
trayectoria habitacional, en vistas a su afinidad con diferentes sentidos de la
escrituración.
Palabras clave: Regularización dominial
– Capacidades estatales - Tenencia
informal – Representaciones sociales.
Abstract:
Land-title
regularization policies have been increasingly implemented in Argentina since
1990, being usually differentiated from integral regulatory policies. They tend
to have a partial implementation, frequently leaving the land-title regularization
incomplete. Nevertheless, the emission of certificates of domain, although not
equivalent to titles, generate appropriations that exceed the initial policy
goals. The social representation of these programs is central to understand the
complexity of the state's presence in the territory, the transformations of
space and the tenure’s acknowledgment modalities. The article studies the
social representation of these policies from inhabitants of a neighborhood in
the Quilmes Municipality, a regularization case that may be considered mixed.
So it has focused on the meaning that people had given to the different state
policies, the recreation of the tenure’s informality and how social
representations reconstruct the state’s capacity of tenure regularization, even
beyond the extent of public policies. The research followed a qualitative
approach, recurring to semi-structured interviews and considering different
profiles of household trajectory, which tend to have affinities with diverse
modalities of representing the regulatory process.
Keywords:
Land-title regulatory policies – State capacities- Informal tenure – Social
representations.
Las políticas de regularización dominial
buscan titularizar la tenencia informal, que en barrios populares suele ser
consecuencia de acciones directas –como las ocupaciones de tierra- o procesos
posteriores como compras irregulares. Estos programas[1] se han implementado con particular énfasis a partir de los años 90’ y
suelen ser distinguidos de las políticas de regularización integral, menos
frecuentes y que reunirían otras dimensiones como la solidez de la vivienda y
las condiciones ambientales (Relli Ugartamendia, 2011). Su
implementación suele involucrar múltiples dificultades, que destacan el disímil
grado de desarrollo de las capacidades estatales. La considerable extensión en
el tiempo favorece que cambios en la posesión del terreno ocurran durante la
tramitación (Di
Virgilio, Guevara, & Arqueros, 2010). Además, han
tendido a ser implementadas de modo reactivo, como reacción a conflictos –usualmente
ocupaciones de tierra de alta visibilidad- dejando como resultado un panorama un tanto
inconexo en su aplicación (Relli Ugartamendia, 2011). Empero, su
falta de finalización no carece del todo de resultados: la titulación produce diversas
certificaciones de dominio que, sin asimilar a la escritura, incluyen
modalidades de reconocimiento estatal de la tenencia que recrean la
informalidad de su situación, aún si desplazan su frontera con lo formal (Roy, 2005).
Si bien existe una considerable literatura
acerca de los límites de la regularización dominial –en su diseño y en su
implementación- rara vez se han abordado casos en que dicha regularización se
enmarque en otros programas, aún si ellos no llegan a constituir una
regularización integral. Este trabajo se concentra en un caso que puede ser
considerado “mixto” -el barrio La Matera,
ubicado en el Municipio de Quilmes- en el cual el desarrollo de la titulación
se ha producido de la mano de una serie de políticas conexas (Plan Federal de
Viviendas, PROMEBA e incluso políticas asistenciales), que también generan
información oficial acerca de la tenencia informal y avanzan en la formalización
del lugar, generando fuertes transformaciones en el territorio. Como en otros
casos, la implementación de estos programas en La Matera ha sido incompleta. Empero, la presencia de múltiples iniciativas
estatales exhibe una mayor complejidad, que llama la atención acerca de las
ambigüedades de las capacidades del Estado, de sus programas, así como los
efectos de las políticas públicas.
El enfoque que aquí se propone se interroga
no tanto por cómo se ha producido esta regularización sino acerca de la
representación que recibe de parte de sus beneficiarios. La modalidad de
intervención estatal presente es parcial pero diversificada, dando lugar a
resultados bastardos, es decir, con efectos y modos de apropiación social que
se distancian de lo previsto en los diseños de políticas públicas, pero
remitiendo, aun así, a diversas formas de reconocimiento estatal de la
tenencia. Varias investigaciones han profundizado en la relación entre el
sentido de la regularización dominial y la legitimidad de la tenencia elaborada
por los destinatarios de los programas (Ostuni & Van Gelder, 2019).
Aquí, se profundizará en cómo tematizan el rol de la legalidad, resolviendo en
un plano simbólico lo que a nivel institucional se presenta como inestable y
parcial, reconduciendo la continuidad estatalmente mediada de la tenencia
informal en representaciones sociales que remiten a la regularización del
espacio barrial. En efecto, la escrituración no puede ser escindida de la
construcción estatal de territorialidad y del modo en que, al nominar ciertos
espacios, la fuerza simbólica –de consagración- del Estado se intersecta con
las significaciones que le dan sentido a una experiencia específica de las
políticas públicas y de su espacialidad.
Así, como objetivo general se propone
describir las representaciones sociales de los habitantes del barrio La Matera acerca de las políticas de
regularización dominial.
Para arribar a dicho objetivos, se proponen
cuatro de rango específico. Primero, caracterizar el proceso de regularización
desarrollado en La Matera. Segundo,
conocer las representaciones de los habitantes de La Matera acerca la implementación de la regularización dominial en
el barrio. Tercero, dar cuenta de las representaciones referidas a los
certificados de dominio informales. Cuarto, indagar el modo en que dichas
representaciones se encuentran segmentadas según las trayectorias
habitacionales y la participación en políticas de vivienda de los
entrevistados.
La hipótesis que ordenará el análisis postula
que dichas representaciones tramitan simbólicamente la distancia entre el
carácter parcial de la regularización y la legalidad plena, enfatizando la
capacidad estatal de reconocimiento de la tenencia. Esta operación es
segmentada por la trayectoria habitacional de los vecinos, así como por su
participación en políticas habitacionales, presentándose diferentes modalidades
de resolución simbólica de esa tensión entre políticas públicas y normativa
jurídica.
El trabajo de campo que permitió la
construcción de datos está compuesto por una serie de entrevistas a habitantes
del barrio realizadas en los años 2018 y 2019.
El artículo prosigue con una serie de
aclaraciones referidas a estas políticas públicas, así como a las herramientas
conceptuales empleadas para comprender su representación. Luego de especificar
las dimensiones construidas y la metodología empleada, el análisis avanza
primero en el sentido dado a la implementación de la titulación en el barrio y,
luego, en cómo se tematizan los certificados de dominio generados durante estas
políticas.
Las políticas de regularización dominial
fueron implementadas crecientemente en América Latina a partir de los años 90’.
Su fomento suele ser asociado al impulso de organismos multilaterales de
crédito, que retomaron una agenda neoliberal que entendía a la escrituración
como un mecanismo de alivio de la pobreza (Clichevsky, 2000). Esta concepción impregnó buena parte de los diseños sugeridos por
agencias internacionales y dichos organismos (Fernandes, 2008), favoreciendo cambios en la política habitacional de los Estados
latinoamericanos que acentuaron su rol subsidiario en materia de vivienda. Sin
embargo, en Argentina, la titulación de asentamientos también fue el resultado
de las demandas de sus habitantes, que lograron desde los años 80’ la sanción
de leyes de expropiación (Cravino & Vommaro, 2018) incluso en barrios próximos al caso estudiado.
Los programas de regularización en su
conjunto conforman formas de intervención estatal expost (Relli Ugartamendia, 2011), actuando sobre
situaciones no previstas, apartadas de la norma como un acceso informal a la
tenencia o condiciones ambientales irregulares. Han tendido a predominar sobre
otras políticas habitacionales por razones, antes que nada, fiscales (Relli Ugartamendia,
2011). Como se mencionó, dentro de este conjunto de
programas, la literatura académica suele diferenciar entre regularizaciones
dominiales e integrales (Clichevsky, 2000). Esta distinción
actúa también como lente analítico desde el que se ha abordado su
investigación, focalizando la mirada sobre la escrituración por sobre sus
vinculaciones con políticas públicas conexas.
Las dificultades de la titulación suelen ser
múltiples (Mosse,
2019) y rara vez logran culminar su tramitación (Guevara, 2016). Frente a la extensión en el tiempo –nunca inferior a los 10 años-,
bien pueden ocurrir cambios en la tenencia del lote. La existencia de mercados
inmobiliarios informales (Cravino, 2009) o la densificación
gradual de los asentamientos, generada por el devenir generacional (Di Virgilio, Guevara,
& Arqueros, 2010) alteran la posesión de los lotes.
Este carácter incompleto no carece de
resultados. La regulación del carácter excepcional de la tenencia irregular
puede ser estatalmente procesada vía la entrega de certificaciones provisorias.
Estas desplazan el límite entre lo formal y lo informal –recreándolo, pero
mediado por estas políticas públicas (Roy, 2005). La prolongación del proceso
de titulación tiende a eternizar los comprobantes de dominio, favoreciendo una
apropiación por parte de los destinatarios con usos y sentidos apartados del
diseño institucional original. Desde luego, estos empleos resultan de interés
al momento de estudiar las representaciones acerca de estos programas. Los
comprobantes pueden ser emitidos por diferentes instituciones del Estado –desde
el provincial hasta el reciente Certificado de Vivienda Familiar (CVF)
entregado por la ANSES- y se emparentan con otras formas de certificar el
dominio, aun cuando no son estrictamente parte de la tramitación de la
titulación. Así, desde certificados de censos y relevamientos hasta distintos documentos
surgidos de compras informales pueden ser investidos como prueba el dominio
desde la perspectiva de sus poseedores.
El caso estudiado no se aparta de otros
ejemplos en cuanto al grado de terminación del proceso de escrituración. Por el
contrario, sus habitantes no cuentan con la titulación finalizada, aunque sí
con diferentes certificados de dominio. Ahora bien, sin haber atravesado un proceso
de regularización integral, la escrituración se desarrolló en paralelo –y
articulada- con otras políticas públicas.
La
Matera se ubica en la zona de San Francisco Solano, en
el oeste del Municipio de Quilmes. En el área se han producido ocupaciones
desde los tempranos años 80’, incluyendo algunas de las denominadas “clásicas” (Cravino & Vommaro,
2018), como el barrio El
Tala, lindante a La Matera:
Fig. N° 1: Ubicación de La Matera en
relación al sur del Gran Buenos Aires y otras ocupaciones lindantes
Fuente: elaboración propia
La toma de La Matera se produjo tras un plan habitacional trunco (Nardin, 2019), emplazado en un área inundable entre dos arroyos. Si bien el proceso
fue masivo y replicó las características de este formato de acción colectiva
–ocupación organizada, reparto de lotes, elección de delegados (Cravino & Vommaro,
2018)-, el Estado tuvo un rol central temprano, llevando a
cabo la disposición territorial del lugar. La acción de agrimensores en el
trazado original constituyó cierta novedad en relación a otras ocupaciones
anteriores (Maneiro,
2020). Al mismo tiempo, se reservó una franja central –nominada
como “área verde”- para emplazar instituciones públicas (escuela, centro
sanitario) y para usos recreativos. Este espacio fue, luego, parcialmente
ocupado o permaneció en condiciones degradadas.
La reserva de la franja forzó al desplazamiento
de parte de los vecinos en los primeros meses. Los relatos de los entrevistados
permiten reconstruir ciertas situaciones de disputa en torno a lugar de
traspaso (Maneiro,
2020). En paralelo, durante esos primeros meses, fue
adquiriendo peso un mediador territorial particular. De intensos vínculos con
el oficialismo de turno quilmeño, logró que La
Matera fuera receptora de diferentes programas y, por lo menos para algunos
vecinos, fue decisivo en la construcción de algunas de las instituciones locales,
como una escuela y un CIC. En el mapa siguiente puede notarse la franja reservada,
así como la ubicación del barrio entre dos arroyos.
Fig. N° 2: Barrio La Matera:
Disposición territorial y principales instituciones
Fuente: elaboración propia
En el período 2003-2015, distintas políticas
públicas confluyeron en el multidimensional proceso de regularización del
barrio. El nivel ambiental fue prolongado, años después de la disposición
territorial, por intervenciones del programa PROMEBA –del que localmente
participaban otros entramados organizativos. En este marco se desarrollaron
obras de conexión de agua potable, de asfaltado de las calles principales del
barrio y conexiones viales. Se proyectaron varios puentes sobre los arroyos
que, hasta el presente, no han podido ser terminados. El acceso al transporte
público sigue siendo dificultoso para los habitantes, sin que haya líneas de
colectivos que atraviesen al barrio.
En términos de las condiciones de las
viviendas, se emprendieron varios tramos del Plan Federal de viviendas entre
los años 2009 y 2015, que planificó la construcción o terminación de unas 500
casas y contenía -antes de ser interrumpido por el cambio de gobierno- ciertas
pretensiones de universalidad. La finalización de las obras de los vecinos beneficiarios
fue dispar, generando un paisaje urbano en el que se intercalan viviendas
autoconstruidas, de variado grado de solidez, con las del Plan Federal[2]. Nuevamente, la importancia del principal mediador del barrio en estos
programas –en especial en la definición de los beneficiarios- da cuenta de la
compleja imbricación entre actores nacionales y localmente anclados y con lo
que parece ser un rol crucial de las arenas políticas municipales y sus
articulaciones con la política de mayor escala.
Si bien el desarrollo de la escrituración
corresponde a las jurisdicciones provinciales a través de la Escribanía general
de gobierno y la Dirección de tierras (Ley Nac. 24.374 y decreto provincial
2815/96), su implementación en La Matera
contó con la participación de grupos locales –organizaciones, mediadores- al
tiempo que acompañó al desarrollo del Plan Federal de viviendas. En el 2016, el
barrio fue relevado por el RENABAP y, hacia el 2017, el Estado nacional entregó
CVFs a parte de sus habitantes. Los entrevistados mencionan el pago de
servicios de agua o de telefonía celular. Sin embargo, el correo no entrega
regularmente boletas de pago y tampoco de cobro de impuestos. Programas de
asistencia –bajo articulación de los Estados nacional y provincial- también
suelen registrar periódicamente las condiciones de los habitantes, incluyendo
la tenencia del suelo en el que habitan. Si bien los vecinos mencionan
reiteradamente este tipo de censos, no parecen haber tenido mayores
vinculaciones con las políticas habitacionales desde la perspectiva estatal.
La consolidación territorial de La Matera exhibe, así, un mayor grado
que otros asentamientos de la zona. No obstante, persisten fuertes
vulnerabilidades socio-económicas y urbanas. Los datos censales recabados por
el Municipio ubican al barrio entre aquellos con situaciones laborales y de
vivienda más acuciantes[3]. En
un contexto en que, mediadas por una diversidad de intervenciones públicas,
subsisten distintas vulnerabilidades, la regularización de La Matera destaca por sus distancias con las conceptualizaciones
teóricas como con los objetivos y diseños de las políticas públicas.
Al mismo tiempo, esas políticas se emparentan
con la escrituración en cuanto generación de conocimiento oficial acerca de la
tenencia del barrio –y, por lo menos en las representaciones que se describirán
tienden a recibir un sentido conjunto- así como han sido aplicadas de manera
conjunta con la regularización dominial, a partir de los mismos agentes
(formales e informales) o dentro de un mismo programa (como algunos planes
habitacionales).
En cuanto productor de categorizaciones
sociales (Bourdieu, 2014), el Estado presume una continuidad de lo legal en lo legítimo que
debería plasmarse en aquello que resulta socialmente aceptable así como en la
implementación de políticas públicas, formalmente encargadas de asegurar el
disfrute de derechos consagradas –como el de vivienda.
Ciertamente, la concreción infraestructural (Mann, 1997) de estas disposiciones estatales suele estar
marcada por múltiples distancias, diferenciadas según cada espacio social. En
el caso de barrios urbanos periféricos habitados por sectores populares, los
contrastes entre derechos consagrados normativamente y su cumplimiento, la
implementación de políticas focalizadas o la coexistencia de actores formales e
informales para aplicar esas políticas constituyen ejemplos de cómo las
prácticas de las que participa el Estado pueden alejarse del contenido de sus
categorizaciones.
Ahora bien, el Estado no se encuentra al
margen, ajeno a esas zonas: por el contrario, su presencia está marcada por una
modalidad de intervención específica, caracterizada por intervenciones
territorializadas, en las que se difuminan los umbrales de lo oficial y en las
que subsisten situaciones de vulnerabilidad social no ajenas a estas políticas.
Así, el Estado en el Conurbano ha sido denominado como un “Estado-Golem”, una construcción incontrolable que, a partir
de su presencia incompleta en muchos ámbitos de la vida de sus habitantes,
coexiste con recreaciones de lo informal o lo ilegal, así como con modalidades
arbitrarias de definición de beneficiarios y de distribución de recursos (Zarazaga, 2017). En tanto, el espacio social en el que la presencia de mediadores
territoriales y agentes estatales complejizan el contraste entre lo legal y lo
que no lo es ha sido pensado en términos de una “zona gris” (Auyero, 2007).
Estas tensiones inciden, desde ya, sobre el
modo en que lo estatal construye territorialidad, imprimiendo una
representación del espacio (Lefebvre, 2013) que define sus
características formales, alterando los rasgos de barrios y viviendas, al
tiempo que el mismo Estado cumple un rol en la actualización de condiciones
dominiales y urbanas apartadas de lo normado.
En términos habitacionales, esta específica
presencia estatal da cuenta del papel del Estado en la recreación de las fronteras
entre lo formal y lo informal (Castells & Portes, 1989). Las
políticas de regularización –más próximas a lo dominial o a lo integral- suelen
recrear estos modos de intervención al tiempo que se proponen suturar la brecha
entre una situación de hecho –por caso, la tenencia informal- y lo
jurídicamente normado (la escritura). Empero, sus resultados suelen apartarse del diseño original,
recreando la situación excepcional en la que son abordadas por la normativa y
prolongándola en el tiempo, en un nuevo estatuto de informalidad (Roy, 2005). Por caso, la entrega de diversos comprobantes de dominio ejemplifica
esta realización bastarda de los programas de titulación, al generar
documentaciones que pueden ser empleadas por los habitantes –por ejemplo en
compras informales-, que además reconstruyen formas de reconocimiento de la
tenencia pero la mantienen en un plano jurídico escindido de la escritura.
La regularización implica, entonces, cierta
pretensión de reordenar lo socialmente aceptable en la normativa, aún si, en su
realización concreta, la legalidad posee variadas formas y facetas, ambiguas y
contrapuestas entre sí.
Más allá de las características específicas
de este proceso, el sentido elaborado por sus destinatarios tramita su
complejidad, reuniendo significaciones referidas a diferentes programas y a la
memoria de su aplicación en el lugar.
Las representaciones sociales suponen saberes
prácticos elaborados socialmente (Jodelet, 1984). Su elaboración conforma
núcleos figurativos –objetivación- articulados, a su vez, con otras
construcciones de sentido –anclaje. La tematización de la regularización
dominial no se presenta al margen del sentido dado a otras políticas públicas
específicas o al rol del Estado en general. Al mismo tiempo, estas
representaciones resuelven la complejidad de esta modalidad de intervención
estatal en el plano simbólico, resaltando ciertos rasgos que permiten su
objetivación.
Algunos antecedentes de investigación ya han
estudiado estas representaciones, prestando atención al modo en que elaboran la
seguridad de la tenencia (De Soto, Ghersi, & Ghibellini, 1987), han reconocido otros criterios empleados al modo de representarla (Ostuni & Van Gelder,
2019) o definiciones de su legitimidad tensadas con el
derecho de propiedad (Bachiller, 2018). Empero, no se ha
colocado en el centro del análisis el modo en que se representa la
participación estatal en la recreación de la tenencia informal.
Como se mencionó, La Matera constituye un caso mixto de regularización –ni plenamente
dominial ni integral- y que, además, ha tenido una concreción parcial.
Ateniendo a las particularidades del caso, aquí cabe operacionalizar su
representación en términos de dos dimensiones. Por un lado, la implementación
de la titulación en el territorio; por el otro, los certificados de dominio
poseídos por los entrevistados.
La primera dimensión reúne políticas públicas
conexas a la escrituración a través de dos características. Por un lado,
comparten con la escrituración la construcción de conocimiento oficial acerca
de la tenencia informal, alumbrando los distintos modos estatales de
reconocimiento de la posesión, agrupados en el plano simbólico, aunque no
necesariamente en el institucional. Por el otro, algunos programas –como los
planes habitacionales- fueron aplicados conjuntamente con la escrituración,
dando cuenta de un caso de regularización mixto, apartado de la distinción
simple entre lo dominial y lo integral.
La segunda dimensión, en cambio, apunta a los
resultados que ha tenido la regularización dominial en el territorio. Los
comprobantes son vinculados a la titulación plena, exhibiendo el modo en que se
representa el carácter no uniforme de lo legal dado por estos estatutos de
dominio que combinan reconocimiento estatal y continuidad de la tenencia
informal.
Ahora bien, en ambas dimensiones se presenta
un carácter no unívoco de la legalidad y de las distintas formas de
reconocimiento estatal. Sin embargo, las representaciones sociales pueden
resolver simbólicamente esta falta de consistencia de las políticas públicas.
El supuesto con el que se analizarán estas construcciones de sentido indica que
ellas resolverán estos diferentes grados de regularización de la tenencia,
enfatizando la capacidad estatal de reconocimiento de la posesión.
Dicha operación, empero, no se presenta
indiferenciada entre los vecinos de La
Matera: se encuentra segmentada según diferentes variables, resaltando la
trayectoria habitacional y la participación en políticas habitacionales. Se
espera que aquellos que participaron de la ocupación original del barrio
(“fundadores”) o fueron beneficiados por los planes habitacionales tiendan a
resaltar el rol del Estado en términos del reconocimiento legal de su tenencia,
enfatizando rasgos que dan cuenta del avance de la regularización. En cambio,
quienes accedieron vía una compra informal (“compradores”) o no fueron
adjudicatarios de esas políticas tenderán a distanciar la situación actual de
la tenencia de lo plenamente legal, destacando el carácter incompleto de los
programas estatales.
La investigación siguió un diseño de tipo
cualitativo, adecuado a un objeto formado por un conjunto de construcciones de
sentido. El análisis se apoyó en una serie de entrevistas desarrolladas en los
años 2018 y 2019, como parte de un seminario de la Carrera de Sociología (UBA)[4]. Las
entrevistas llevadas a cabo fueron de tipo semi-estructurado. La muestra siguió
cuotas de edad y género. Luego, en una etapa posterior de la investigación, se
ubicó a los entrevistados en términos de su trayectoria habitacional. En
términos polares, dichas trayectorias pueden ser pensadas en términos de las
categorías de “fundador” –de haber llegado a su lote vía un proceso de toma- o
de comprador, si el acceso se produjo en el mercado inmobiliario informal.
Además, se los segmentó según la participación en políticas públicas,
reconociendo a aquellos beneficiados por planes habitacionales.
Si bien los programas de regularización
dominial contienen la pretensión de formalizar únicamente la tenencia de la
vivienda en barrios informales, su implementación en La Matera no se dio al margen de diversas políticas públicas y de
la complejidad en que se plasma la presencia estatal en estos territorios. Así,
el modo en que se concretó la titulación puede ser pensado en relación a dos
elementos conexos (la generación de conocimiento oficial acerca de la tenencia
y su aplicación en el territorio) presentes en otros programas habitacionales
que exceden a la escrituración o, incluso, característicos de modalidades más
amplias de intervención territorializada y focalizada del Estado
Para dar cuenta de la representación de este
proceso, se describirá a los entrevistados prestando atención a cómo se ubican
en términos de las dos variables de corte mencionadas: la trayectoria
habitacional –“fundadores” o “compradores”- y la participación (o no) en
políticas de vivienda.
Al momento de su entrevista (2018), Delia[5] era
trabajadora en el centro sanitario ubicado en el barrio. Formó parte de la
ocupación original del 2000 y luego delegada de su manzana. Fue adjudicataria
de distintos planes habitacionales, incluyendo uno que debía construirse en el
propio predio de La Matera (y cuya
falta de avance derivó en la toma). Sin embargo, su vivienda nunca fue
construida, a diferencia de las que rodean su lote. Desde esta imbricación
específica entre trayectorias, relata cómo, en el marco de esos planes
habitacionales, se generaba información acerca de su tenencia:
“R: ¿Un plan de vivienda? No (…) o, usted sabe que no, nunca, nunca, yo me
había anotado para que me hagan la vivienda, pero vinieron a censarme y se ve
que no salí, en la lista (…) Cuando me voy a municipio, me fui a preguntar para
que me hagan la casa, me dice que no estaba anotada, y le digo: ¡Pero si yo me
censé!”. Encima le llevé el papel en qué tiempo, me dice: “No, no te hicieron,
no saliste". Hicieron al lado, al lado y a mí, yo me quedé en el medio y
que no me hicieron. Digamos a esas chicas tampoco le terminaron, pero le vinieron
y le hicieron, le pusieron. ¿Vió que ahora está con telgopor? Bueno, le
hicieron la vivienda con telgopor, pero no le terminaron tampoco.” (Delia, 52
años)
El Estado empleó diversos mecanismos para
definir beneficiarios, al tiempo que elaboró conocimiento respecto al
territorio: en efecto, Delia menciona anotarse en el plan –quizá a través de
algún mediador informal o de otro tipo de agentes estatales- y, después, haber
sido censada: incluso reclama el haberlo sido. En cambio, la segunda parte profundiza
en el carácter trunco de la información estatal: además de no figurar en el
listado, su casa quedó rodeada de otras viviendas construidas por el plan de
viviendas, también sin terminar.
Empero, el fragmento no resulta interesante
sólo en términos de esas dificultades. La
entrevistada introduce distintas formas de construcción oficial de información
–por lo menos para la ejecución del plan. Los censos constituyen una modalidad
regular que recibe una representación por parte de los habitantes en la clave
de un reconocimiento estatal empleable para distintos fines. De ahí que,
mientras remarca numerosos problemas en la implementación de la regularización
del barrio, la cita actualiza al Estado –en este caso el municipio- como resolución
de problemas, con presencia, si bien particular, en el espacio local. A pesar
de que estos relevamientos resaltan en las referencias de los entrevistados,
las investigaciones acerca de la regularización rara vez los han abordado en
conexión con la escrituración, conservando la escisión –también institucional
(en las políticas públicas)- que aplica formalmente el Estado:
“R: Me avisó una amiga, no una amiga, una
conocida y me dice: "Mirá Mercedes están dando el papel de Anses por el
terreno, sale a tu nombre, como es la parcela, si tiene número, si no tiene
número, en qué calle está, todo, todo te sale", me dice y bueno (…), de
ahí me fui y pedí. Y me dice "usted no está anotada" me fui a pedir,
le digo "¡¿Cómo que no estoy anotada?!". "No, no salió en el
censo" y ahí me anotó el chico, me dice "deme el documento de las
tres personas que están con usted y ahí va a salir el recibo” (…) Yo le dije
que vivía acá en La Matera (…) En la
calle tanto; en la manzana tanto, tan, bueno, y al poco tiempo me dice el
muchacho, bueno al poco tiempo (…) me vine acá y me dio el muchacho el papel
de, de ANSES y ahí salí, me puse re contenta y de ahí después fui a ANSES de
vuelta; volví a pedir y me dieron de vuelta, y sí ya estoy anotada, ahora sí ya
estoy anotada, legalmente” (Delia, 52 años)
Nuevamente, destacan las aporías de los
relevamientos estatal. El relato de Delia asemeja al primero en términos de la
incompatibilidad entre los registros oficiales –por lo menos para cierta
dependencia estatal en particular, en este caso la ANSES- y su propia memoria,
que brinda sentido a una serie de relevamientos periódicos. Como ocurría con el
plan de vivienda, la entrevistada reclama recibir un CVF en base a haber sido
censada. Sin embargo, en contraste con la primera cita, ahora su pedido tiene
una resolución rápida: tras la solicitud de un documento y de la ubicación del
lote, recibe lo que pareciera ser un CVF (o por lo menos un comprobante del
RENABAP, a partir del cual podría llegar a tramitarse ese certificado).
Así, la significación de la entrevistada
destaca rasgos opuestos a la precaridad de los programas públicos: en el
relato, el Estado es capaz de brindar un poderoso reconocimiento de la posesión
del lote, que regulariza por completo su situación (ahora si ya estoy anotada, legalmente). En esta representación, el
Estado aparece como un horizonte al que se apela al tiempo que manifiesta una
capacidad de brindar una consagración legal a la posesión de una forma, si se
quiere, homogénea, unívoca: el relevamiento en un censo o la entrega de un
comprobante encarnan la construcción simbólica de esa sutura entre la posesión
y el dominio legal. La tematización de la escrituración goza de escasa
autonomía relativa: se encuentra incrustado en otros programas conexos,
significando al rol del Estado y de lo legal al tiempo que se significa la
superación de la tenencia informal.
En consecuencia, el sentido de la
escrituración implementada es anclado en otras significaciones que remiten, por
ejemplo, a planes de vivienda, censos periódicos y, a la vez, al carácter
incompleto de sus intervenciones. Si bien Delia tiende a enfatizar cómo debería
suturarse la tensión entre lo legal y la tenencia, otros entrevistados recurren
a elementos divergentes. Lucas representa un perfil relativamente opuesto: de
29 años en el 2019, su llegada al barrio se produjo vía una compra informal
hace solo 10 años, en un momento en que la consolidación del asentamiento se
encontraba avanzada. Nunca fue beneficiado por un plan habitacional y la
memoria que elabora de la historia de intervenciones estatales en el barrio es
distinta.
La siguientes dos citas de Lucas refieren a
la realización de planes de vivienda y de censos en La Matera:
“E2: ¿Y cómo lo hicieron? ¿Cómo accedieron a
eso?
R: Se anotaron. El día que vino acá una
empresa (…) Vino y anotó a la gente. Y acá se supone que acá se hacía por
sectores. Acá vivía el sector A, B, C y D. Se dividió con cuatro sectores el
barrio. Y se empezó primero con el sector A, se le hizo todas las casas a la
gente de ahí. Ponele, ¿ves? Yo estoy en el sector...creo que este es el B (…)
Cuando yo me mudé acá, ellos habían terminado el cuadrante B (…) Yo ya no me
pude hacer la casa.” (Lucas, 29 años)
“R: Me habrán venido a hacer 3 censos y nunca
más vino nadie a pedirme ese papel. O a hacer un trámite y si me sirve para
algo, ¿me explico? (…) No sé para qué hacen censos (…) Acá en el barrio es como
ahora ustedes. ¿Ves? Ustedes vienen, hacen las preguntas... o sea, vos me
explicaste para qué. Acá viene alguien: "Che, mirá, te tengo que hacer un
censo" (pausa) Y vos te enteras cuando están en la puerta de tu casa.
E: ¿Y en ese censo qué figura? Donde vivís y
el...
R: Cuántas personas viven en mi casa eh...
nada, bueno, prácticamente lo mismo. Si trabajamos, no trabajamos, si estamos
en algún plan (inspira profundamente) y esas cosas” (Lucas, 29 años)
Los fragmentos dan cuenta de dos modalidades disímiles
bajo las que se elabora un conocimiento de la tenencia. En el primer caso, el
espacio fue segmentado por una empresa encargada de urbanizarlo siguiendo un
criterio aparentemente impersonal que debería brindar soluciones habitacionales
al conjunto del barrio. Como el entrevistado se mudó luego de que su cuadrante
se completará, no resultó beneficiado. En cambio, los censos –que, también
tendrían como destinatarios a la totalidad de los vecinos- son tematizados como
regulares tanto como extracotidianos, personificados en ciertos censistas que
llegan, realizan algunas preguntas y se retiran. El relevamiento es considerado
como dudosamente útil.
En los dos casos, cierta instancia oficial
elabora conocimiento sobre el lugar, lo denomina –sea en cuadrantes o en un
registro- pero su representación por el entrevistado tiende a resaltar su
carácter incompleto: ni el censo resulta de valor, ni el plan de viviendas
cubrió a todo el territorio. Mientras que Delia resolvía estas dificultades
magnificando la capacidad estatal por formalizar una tenencia, en el caso de
Lucas no se presenta instancia ulterior. La tematización de la legalidad como
resolución de circunstancias no ajustadas al derecho –la falta de vivienda, la
no posesión de títulos- se focaliza sobre la escasa efectividad para formalizar
esa situación.
Al referirse directamente a los programas de
escrituración, este modo de representar su implementación se anuda al sentido
dado al barrio –y sus habitantes- en general:
“E: de tener la escritura, ¿qué te parece que
debería hacer el Estado?
R: (Silencio) Y ahí no sé. Mi... y acá sí,
¿sabes lo que pasa? Que acá vos decile a una persona, ponele a mi suegro,
que... al tener esa escritura él tiene que estar pagando impuestos. Porque yo
estoy seguro de que uno paga impuestos por la casa. Digamos, ya la gente no va
a querer eso. Vos venís y le decís a cualquiera acá que le vas a conectar la
luz y el gas... y tienen que pagarlo, estoy seguro que te van a decir, la mitad
te van a decir que no. El gobierno tendría que hacerlo, porque es lo lógico”
(Lucas, 29 años)
En la cita –de tono eminentemente polémico,
incluso acusatorio- el entrevistado se concentra en las tensiones entre las
prescripciones de la legalidad y su efectiva concreción. El barrio deviene un
espacio plagado de informalidades conexas: la posesión no escriturada del
terreno se liga a la falta de pago de los servicios y de impuestos, sustentadas
y apoyadas por los propios vecinos, posicionados en la lejanía respecto a un
enunciador que coloca en un saber acerca del deber ser de la ley (yo estoy seguro de que uno paga impuestos)
la garantía de sus palabras. Al final, gobierno y vecinos se alinean, recreando
en el tiempo la falta de escrituras.
Este sentido de la regularización supone similitudes
y distancias respecto al elaborado por la primera entrevistada. Se tematizan,
juntas, políticas públicas diferentes, relacionadas a partir de una común capacidad
del Estado de formalizar la tenencia, ubicando al propietario del lote: censos,
planes de vivienda. Asimismo, se resalta el carácter incompleto de dichas
políticas, su falta de concordancia entre lo que se proponen y sus resultados.
Empero, mientras que Delia tendía a remarcar a la legalidad como capacidad de
resolver su falta de ajuste respecto a la tenencia actual –en última instancia,
regularizándola-, en la significación del último entrevistado, semejante
concreción no tiene lugar en el presente: todas las intervenciones estatales
acaban siendo fallidas.
Los primeros dos entrevistados representan
perfiles distintos –una “fundadora” participe como delegada de la ocupación
original contra un comprador relativamente tardío-, pero ninguno de los dos fue
beneficiado por planes de vivienda (aunque Delia sí tuvo una participación,
nunca concretada, en varios de ellos). El contraste se reduce cuando se
comparan trayectorias habitacionales semejantes, pero entre adjudicatarios de
planes habitacionales.
Roberto formó parte de la toma original de La Matera, aunque –a diferencia de Delia-
tuvo una participación un tanto menor, no siendo delegado. Trabajo durante
muchos años como técnico dental. Unos años antes de la entrevista, pasó a ser
sereno en un predio perteneciente a una empresa encargada de los planes de
vivienda (detenidos a fines del 2015). Su vivienda fue construida bajo esa
modalidad y las obras se culminaron. Cuando se le preguntó acerca del
desarrollo de los censos, preguntó lo siguiente:
“E: ¿Alguna vez participó en un censo del
barrio?
“R: Sí, venían de La Plata. Por eso es que a
mí me entregaron esa documentación porque en cada censo figuraba la misma
persona. Vinieron creo que 5 veces y tomaban. "A ver, bueno, ¿quién vive
en esta casa?". Ponele mi nombre. Venían a los 2 años, "¿Quién vive?".
Y así consecutivamente. Esos eran los censos que hacían para ver si te daban la
posesión o no te daban la posesión” (Roberto, 50 años)
“E: ¿Lo ayuda alguien a solicitar esa
escritura?
R: Eh, la misma persona que vino, que se llama
Rafael, que es del municipio, que vino me dijo "sí, te hacemos la
vivienda", es el mismo que me vino a traer este papel. O sea que supongo
que ellos manejan el tema de la escritura.
E: ¿Hubo reuniones en el barrio para gestionar
los títulos de la vivienda?
R: Sí, sí, sí (…) Como yo estoy en la empresa
[del plan de viviendas]. Él iba a la empresa a controlar y, aparte, soy vecino,
me decía "[Roberto], vamos a pasar la voz de que tal día nos vamos a
juntar para charlar sobre tal cosa". O sea, se pasaba de vecino en vecino.
Acá, ponele, yo tengo tarjeta de crédito, tengo cosas que pagar, jamás te llega
un impuesto. Siempre te dicen "no encontramos el domicilio". Lo
tienen como zona roja. O sea que, si ellos mandan un telegrama o eso, no llega,
así que es boca a boca nada más” (Roberto, 50 años)
En las dos citas, la implementación de la
titulación –tanto en términos de ubicación del lote ocupado y del posterior
proceso de entrega de certificaciones de dominio- se liga a otros programas. El
primer fragmento reúne cierto programa de escrituración (venían de La Plata) con censos periódicamente realizados. La
comprobación de una permanencia continúa en el lugar es representada como el requisito
para formalizar la tenencia: la documentación fue entregada –dice Roberto- ya
que los censos mostraban la continuidad en el lote. El éxito de trámite hilvana
su trayectoria habitacional con una de las condiciones –desde el diseño de la
política- que lo facilitan: la posesión permanente por la misma persona.
La segunda cita, en cambio, reúne diversas
modalidades estatales de denominar el espacio de La Matera, así como imbrica la tenencia del lote a la construcción
de la vivienda en vez del lote. En el relato de Roberto, cierto agente estatal
–aparentemente formal o por lo menos dependiente del municipio- se encarga de
implementar el plan habitacional así como de la entrega de ciertas
acreditaciones de dominio. La relación entre ambas políticas de regularización
no está del todo clara, pero en su representación remiten a un mismo proceso (supongo que ellos manejan el tema de la
escritura). Sin embargo, dicha intervención no deja de tener sus
particularidades. El entrevistado adquiere un rol en vista a ciertos encuentros
informativos que hacía la empresa encargada del plan de viviendas. Roberto es su
empleado, pero no trabaja en el sector público. No obstante, al momento de
contactar a los vecinos, la personificación anterior ligada al municipio le
solicita que se encargue. Ahora bien, la razón de este tipo de comunicación
–siempre en la representación social- remite a la compleja situación dominial
de los lotes, que no es ajena a modos –significados como oficiales- de
denominar al barrio: como la posesión es informal, los recibos de servicios e
impuestos no llegan, lo que derivaría de una categorización del territorio como
“zona roja”.
Se producen, entonces, una serie de
desplazamientos entre formas de reconocimiento estatal: de cada lote –censos-,
de las viviendas y finalmente del barrio entero. En cada instancia, la
implementación de la regularización contiene cierta mixtura entre modos
formales e informales: agentes que dependen de empresas y del municipio,
vecinos que se encargan de transmitir comunicaciones oficiales, demarcaciones
del barrio como peligrosas. Sin embargo, el proceso de regularización es
representado –en los dos fragmentos- como relativamente exitoso: Roberto dice
haber legalizado su tenencia y, además, logró completar su vivienda.
Desde ya, sus representaciones no pueden ser
escindidas de su participación en programas habitacionales, en su caso
completados. En cambio, Luis, beneficiario de los planes de vivienda, no integró
la toma original: arribó a La Matera
vía una compra informal, si bien temprana, en los primeros meses del
asentamiento. Cuando describe esas políticas públicas, indica lo siguiente:
“E:
¿Participaron de algún plan de vivienda para la construcción?
R: Tiraron un plan de vivienda el municipio, y
bueno, la gente se empezó a anotar y bueno, los que tenían los terrenos más o
menos libres, para que puedan entrar las máquinas, se anotaban y bueno,
entraban (…) Pasaban a censar, chicas y chicos así que censaban y preguntaban
si querían vivienda (…)
E: ¿Tienen el título, o algún papel a su
nombre?
R: El título las casas de acá todavía no
tienen. Tienen todos los papeles del censo nomás.” (Luís, 37 años)
“E: ¿Y en algún momento gestionaron o están
gestionando el título?
R: Sí, sí, sí, se está haciendo (…) Sí, eso se
hace en la municipalidad. Ellos lo hacen, ellos te entregan el título.
E: ¿Hace mucho que están?
R: Sí, hace muchos años que están, y no avanza
nada todavía porque todavía no hay ninguna novedad. Ellos tienen que terminar
de hacer el título de cada lote, y bueno, ahí ellos te lo mandan y ahí vos lo
tenés que ir a retirar” (Luis, 37 años)
El entrevistado acentúa las modalidades de
generación de información oficial a través de dos maneras disímiles. Por un
lado, los vecinos debían anotarse, aunque habrían existido ciertos criterios en
relación al grado de construcción de la vivienda previa. Por otro lado, se
mencionan censos para definir quiénes serían adjudicatarios de las casas.
Cuando se le pregunta acerca de las escrituras, Luís dice que no las poseen,
pero coloca a comprobantes censales en un plano homólogo.
El segundo fragmento remarca la temporalidad
extensa de la escrituración. El entrevistado la explica mencionando una
supuesta exigencia de entregar todos los títulos del barrio, lo que recuerda a
las entregas colectivas llevadas a cabo por funcionarios de alta jerarquía, que
suelen tener cierta cobertura en los medios. Al mismo tiempo, la referencia al
conjunto del barrio elabora un plano de la regularización del territorio. Así,
si el primer fragmento tendía a homogeneizar diferentes formas de reconocimiento
legal de una tenencia, el segundo construye la expectativa de una formalización
más amplia, estableciendo una razón para la tardanza en la entrega de las
titulaciones.
En el conjunto de los entrevistados, la
representación de la escrituración se encuentra incrustada entre otros
programas lindantes. Lo que desde la perspectiva estatal resulta puntualizado
–en lo dominial- al tiempo que apartado del estatuto legal pleno, en el plano
simbólico es resaltado como una encarnación del reconocimiento estatal. Desde
este sentido, la superación del carácter informal de la tenencia tiende a
situarse a partir del momento en que el Estado elaboró información acerca de
ella. La operación vía la cual se destaca el rol del Estado actualiza, además,
una referencia de él elaborada a partir de la modalidad específica de
intervención presente en La Matera
–focalizada y usualmente de concreción parcial.
Entre la titulación plena y la tenencia
informal que carece de toda documentación existen una multitud de
certificaciones empleables para justificar el dominio sobre el lote. Estos
comprobantes tienen distintos orígenes, incluso no estatales: desde el mercado
informal hasta las propias políticas de escrituración, pasando por censos y
diferentes tipos de relevamientos, se genera documentación relativa a la
tenencia
Como resultado, las políticas públicas
participan de la elaboración de tenencias irregulares, ajustadas parcialmente
al resto del andamiaje jurídico. Cabe preguntarse por cómo las representaciones
sociales significan a esta situación particular de la tenencia, así como qué
significación dan a las certificaciones que poseen.
Al igual que en la sección anterior, se
contrastará primero a los entrevistados –“fundadora” y “comprador”- que no
fueron beneficiados por los planes de vivienda.
El siguiente fragmento pertenece a Delia
–quien participó de la toma y luego fue delegada. Ella menciona la posesión de
dos acreditaciones distintas:
“E2: ¿Y...tiene algún papel a su nombre la
casa?
R: Sí, que nos vino de La Plata (…) Digamos
que sí, no es una escritura; pero sí es un comprobante y ahora salimos en ANSES
que nos dieron otro comprobante que dice que con eso ya podés sacar un
préstamo, podés sacar; pedir la luz, pedir el gas, pedir el teléfono, pedir
hacer otro préstamo, no sé, un montón de cosas con ese papel que te viene de
ANSES” (Delia, 52 años)
El documento proveniente de La Plata
posiblemente sea parte del trámite de escrituración, quizá dé cuenta de la
“consolidación”[6] del
dominio: define un poseedor aunque no es idéntica a una escritura. Luego, la
entrevistada refiere a lo que podría ser un CVF o –por la anécdota citada en la
sección anterior- un comprobante del RENABAP, un censo de barrios populares
realizado por la ANSES y distintas organizaciones en el 2016 y 2017. ¿Cómo se
relacionan esas documentaciones con la titulación plena? Delia menciona su
distancia. Sin embargo, esa referencia se inscribe –en el fragmento- dentro de
una operación más amplia, en la cual el espacio que las separa deviene
reducido: se aproxima cuando se lo denomina un comprobante (no es una escritura; pero sí es un
comprobante) y aún más con los diferentes usos que permite el certificado
de ANSES, desde solicitar servicios hasta obtener préstamos.
Esta asimilación de los estatutos –todavía-
informales de dominio a la escritura no es ajena a la tematización de las
modalidades bajo las que se implementan los programas de regularización, ni a
la significación del rol de la legalidad en general. En efecto, la concatenación
de certificaciones aplana su diferencia, convirtiéndolos en expresiones de la
capacidad estatal por validar la tenencia del lote. La representación de la
entrevistada aparece como más formalista que las propias intervenciones
estatales, marcadas por una extensa escala de documentaciones.
Sin embargo, las construcciones de sentido
también pueden profundizar los contrastes entre la certificación poseída y la
titulación, como exhibe el siguiente fragmento perteneciente a Lucas, un
“comprador” relativamente reciente:
“E2: Y este... sobre tu casa, ¿tenés algún
papel a tu nombre?
R: Papel de compra y venta (…) Es un papel que
vos lo compras en cualquier eh... papelera. Papel de compra y venta. Con eso
vos hasta podes, no sé: “Ese es tu auto, bueno, véndemelo. Te doy la plata.
Este, es un comprobante”. Nada más (…) O sea, a mí el día de mañana viene
alguien con un papel diciendo que esa casa es de él y yo no puedo hacer nada”
(Lucas, 29 años)
Lucas no posee una documentación generada por
alguna instancia estatal: su “papel de compra y venta” es un medio empleado en
el mercado inmobiliario informal, que sólo cumple la función –como resalta el
entrevistado- de identificar aquello que se intercambia. Lucas lo aparta de la
plena escrituración: su certificación no podría impedir, llegado el caso, una
usurpación. La protección contra una eventual ocupación aparece como el
horizonte inalcanzable por el “papel de compra y venta” y, por la negativa,
como aquello que lo diferencia de la titulación.
En este sentido, su representación puede ser
vista como una continuación y una ruptura respecto a la entrevistada anterior.
En contraposición a Delia, el certificado de dominio que menciona Lucas es
definido como lo opuesto a las escrituras; como aquello que no permite asegurar
la posesión -aunque sí puede ser empleado para acceder al lote, como hizo el
propio entrevistado. Así, un mismo término (comprobante)
lleva a conclusiones opuestas en relación a las características de la
titulación plena, finalizada. No obstante, se encuentra implícita cierta
significación de la legalidad –encarnada, en este caso, en la escritura- como
aquella que reconoce una situación y, además de formalizarla, brinda ciertos
derechos (por ejemplo, no perder el terreno).
Una vez más, los entrevistados de
trayectorias habitacionales opuestas elaboran representaciones diferenciadas:
sus experiencias, sociabilidades y memorias respecto a los programas estatales
implementados en La Matera son
distintas. Delia atravesó una multitud de censos y relevamientos –eficaces o
no- hasta el presente. En cambio, que Lucas mencione el “papel de compra y
venta” se explica por un acceso al lote vía el mercado inmobiliario informal
que es, además, reciente. El tiempo de permanencia en el barrio no es ajeno,
entonces, a la pluralidad de comprobantes de dominio poseídos.
Cuando ese contraste en términos de
trayectoria habitacional se aplica entre entrevistados que sí participaron de
programas habitacionales, las diferencias nuevamente se aminoran. Los
siguientes fragmentos pertenecen a Roberto –un “fundador”- y a Luis –comprador,
pero temprano:
“E: Me
dijiste que tenían el título de propiedad…
R: Sí, fue entregado. No es que es un título,
es una.... Te hacen firmar (…) De catastro creo que es, de La Plata. Es un papel
que en principio dice que vos estás hace tantos años y que a la actualidad
seguís viviendo ahí; que se te hizo una vivienda y que estás conforme con la
vivienda (…) Pero la posesión de la vivienda, yo tengo las actas de que es de
catastro, de la tierra (…)
E: ¿Sirve para algo ese certificado que te
dieron?
R: Sí, sí, yo cuando tengo que hacer un
trámite, justificar un domicilio, algo; es ese papel.
E: La escritura me dijo que no.
R: Todavía no está entregada (…) La están
gestionando. Osea, ya figura, pero no hacen una escritura. Van a hacer de todo
el barrio” (Roberto, 50 años)
“R: El título las casas de acá todavía no
tienen [por sus padres]. Tienen todos los papeles del censo nomás.
E: ¿Sirve el papel de la constancia del censo?
R: Sirve, porque eso es como un título de la
casa, certifica que la gente vive acá y que la casa está en nombre de esa
persona. (…)
E: ¿Sabés si el estado hizo algo en particular
para que lleguen las escrituras?
R: No, no, sinceramente no hizo nada porque
sino ya algunas casas tendrían el título, no?
E: ¿Qué crees que debería hacer el estado?
R: Y tendría que tramitar eso lo más antes
posible para que la gente ya esté tranquila con su casa.” (Luís, 37 años)
Roberto posee una documentación recibida a
partir de uno de los planes de vivienda.
Además de su origen, el fragmento resulta interesante por cómo describe la
elaboración del certificado: éste aseguraría una trayectoria habitacional
relativamente constante (hace tantos años)
pero, a su vez, estaría ligado a la entrega de una casa y a la conformidad de
quien la habita. Aún si no se trata de una escritura, resulta llamativa la
definición de la posesión tanto a través del terreno como de la solidez de la
vivienda situada en él –una faceta ya explorada por la bibliografía (Ostuni & Van Gelder,
2019). Por otro lado, Luís menciona una constancia de
censo, aunque no resulta posible precisar en el marco de qué política le fue
entregada.
Los dos entrevistados tematizan de un modo
similar al espacio entre la certificación poseída y la plena escrituración, a
través de dos grandes núcleos de sentido. Por un lado, en relación a los usos,
las certificaciones asimilan a las escrituras (eso es como un título): atan al propietario al terreno doblemente;
dan cuenta del domicilio en que se habita –como señala Roberto- y aseguran la
posesión del lote –como indica Luís. Empero, este último entrevistado menciona
cierta incertidumbre en relación a la falta de titulación. Por otro lado,
establecen una diferencia con las escrituras en clave temporal: la plena
titulación todavía está por producirse y el enunciador se coloca en cierta
situación de espera, típica de la prolongada tramitación de estas políticas.
Así, la certificación del presente no equivale a las escrituras, aunque sí lo
harán en un futuro.
En conjunto, la significación de la
diferencia entre las certificaciones que marcan la actual tenencia y la plena
escrituración no resulta demasiado apartada de la primera entrevistada. Como
ella, Roberto y Luís tematizan a la legalidad en la clave de una formalización
del dominio. En este rol, la constitución de instancias informales resulta, una
vez más, aplanada: el terreno reconocido –y, por ende, legítimo, considerado
válido por cierta instancia estatal- se presenta en la documentación más
endeble (como un comprobante de un censo) o en las escrituras, sólo que éstas,
llegado el caso, podrían llegar a brindar una mayor seguridad.
Aún con sus limitaciones y modalidades
parciales de concreción, los programas de titulación han predominado en el
ámbito de la política habitacional argentina. Su desarrollo no ha sido ajeno ni
a las particularidades de la capacidad de intervención estatal ni al modo en
que ha sido concebido el rol del Estado en materia de políticas urbanas.
Si bien tienden a conservar la distancia
entre la posesión informal y la plena escrituración, los resultados de estos
programas exceden el grado de avance de la titulación: implican complejos
procesos de apropiación simbólica, en los que el reconocimiento estatal de la
tenencia se vincula a la diversidad de trayectorias habitacionales y otros
programas presentes en los territorios.
En este artículo, se describieron
conjuntamente las representaciones sociales de los habitantes del barrio La Matera y las especificidades del
proceso de regularización desarrollado en el lugar.
La representación del carácter ambiguo y
complejo de las políticas públicas resuelve sus aporías en el plano simbólico.
Aquello que desde las políticas públicas aparece como diverso e incompleto es
tematizado reforzando el rol esperado del Estado como aquel que debe reconocer
las tenencias informales, tramitando sus distancias con lo plenamente legal (la
escritura). Esta operación no se presenta homogénea: los beneficiarios de estos
programas se encuentran segmentados por múltiples variables, entre las que
–para la temática de este trabajo- resaltan las trayectorias habitacionales así
como la participación previa en políticas de vivienda.
Al mismo tiempo, el estudio de estas
construcciones de sentido llama la atención acerca de facetas poco
desarrolladas por la bibliografía. La presencia estatal en la disposición
territorial de los asentamientos exhibe transformaciones en el formato de
ocupación de tierras y en la espacialidad resultante. La pluralidad de modos
estatales de conocimiento de la tenencia –desde censos y relevamientos hasta
programas de escrituración- da cuenta de una modalidad de legitimar la posesión
frente al Estado y que, finalmente, no es ajena a la exigencia de proveer
documentación que pruebe esa tenencia. Los múltiples usos de las
certificaciones de dominio han sido reconocidos, aunque la representación de
los entrevistados alumbra relaciones complejas con la escrituración plena. En
paralelo, esta diversidad de certificaciones incide sobre el modo en que se
desarrollan las políticas públicas, sus tensiones con distintos planos de los
marcos normativos, así como sus relaciones con los destinatarios de los
programas.
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Figuras 3, 4 y 5: Viviendas
autoconstruidas, edificadas por el Plan Federal de viviendas y escuela, barrio La
Matera.
Fuente: Proyecto PICT: Entre la
formalidad y la informalidad: trayectorias y representaciones sobre el trabajo.
El hábitat y la politicidad popular en los barrios periféricos del conurbano
bonaerense. Código: 20020170200321BA. Directora: María Maneiro
[1] En la Provincia
de Buenos Aires, el desarrollo de la escrituración corresponde a la Escribanía
general de gobierno y a la Dirección de Tierras, que constituyen autoridad de
aplicación de la Ley nacional 24.374 y su implementación provincial. En tanto,
aspectos integrales –o por lo menos habitacionales y ambientales- de la
regularización suelen ser desarrollado en el marco del programa PROMEBA, en
algunos pocos casos –como el de estudio- por Planes federales de vivienda y, en
los últimos años, en articulación con políticas nacionales como el RENABAP o la
aplicación de la Ley 27453 de Integración socio-urbana. En la práctica, empero,
se constata un solapamiento entre agentes formales e informales, que desdibujan
las fronteras entre programas estatales y entre sus jurisdicciones. En la
tercera sección se profundiza en cómo se desarrolló este proceso en el caso de
estudio.
[2] En el anexo pueden
encontrarse imágenes ilustrativas.
[3] El censo social puede encontrarse en la página: http://quilmessocial.org/ftp/pdf/censosocial/censosocial.pdf
[4] El trabajo de campo del año 2018 fue realizado en el marco
del Seminario de la carrera de Sociología UBA “Explorando la periferia.
Sociabilidades y representaciones en barrios segregados del Gran Buenos Aires”.
Equipo de Trabajo: María Maneiro; María Carla Bertotti; Santiago Nardin; Javier
Nuñez. Estudiantes: Bettina Cotta; Josefina Larrea; Julieta Calarco; Lautaro
Mateu; Lucila Amari; Maite Sánchez Goitía; Manuela Díaz; Mirel Mercuri; Pilar
Pittaro; Rodrigo Carballo
El trabajo de campo del 2019 supuso una continuación del mismo
seminario. Equipo de Trabajo: María Maneiro; María Carla Bertotti; Santiago
Nardin; Javier Nuñez; Diego Pacheco. Estudiantes: Estevez Emilce ; Hoffman
Matías ; Medruin Maribel: Redin Amanda: Rubin Juan: Sorrentino Lucía: Villar Florencia:
Molina Joaquín: Bolaunzarn Jorge: Ceballos Maria Clara; Carini Forciniti Melani.
[5] Para conservar el anonimato, todos los nombres han sido
alterados.
[6] La consolidación supone una instancia del trámite en el que
la posesión se encuentra inscripta por la Escribanía general de la Provincia de
Buenos Aires. Certifica el dominio pero de modo “imperfecto”, en tanto no
permite la venta o cesión del lote.