Proyección: estudios geográficos y de ordenamiento territorial / ISSN 1852 -0006
Vol. XVI, (32) / Sección Dossier / pp. 5-38 /
Instituto de Cartografía, Investigación y Formación para el Ordenamiento Territorial,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistaproyeccion@ffyl.uncu.edu.ar https://doi.org/10.48162/rev.55.027
Enviado 23/03/2022 – Aceptado 15/07/2022
Considerations for the analysis of
peripheral urbanization in Mexican cities
Agustín Méndez Pérez
Universidad Autónoma Metropolitana
Azcapotzalco, México.
al2201800573@azc.uam.mx
María González Villanueva
Universidad de Guanajuato, México.
maria.gv989@gmail.com
Francisco Javier de la Torre Galindo
Universidad Autónoma Metropolitana
Azcapotzalco, México.
fjdtg@azc.uam.mx
Resumen:
En este trabajo se presentan los resultados
parciales de dos investigaciones sobre el crecimiento urbano metropolitano en
dos ciudades mexicanas: Aguascalientes y Ciudad de México. Tiene como objetivo
demostrar la relevancia del aprendizaje basado en la experiencia desde la
aproximación analítica al proceso de urbanización periférica. Se aborda a
partir de dos categorías analíticas, la confusión territorial y la configuración
asimétrica del territorio, las cuales se proponen como herramientas
teórico-metodológicas que tratan de comprender la complejidad del fenómeno
urbano periférico, destacando la importancia de problemáticas como la
apropiación capitalista, irregularidad, especulación inmobiliaria y la
expansión urbana desigual promovida por distintos agentes sociales impulsados
por el Estado en detrimento de sus habitantes. Al final, y con base en estas
dos categorías, se exponen algunas consideraciones para el análisis de la
urbanización periférica en las ciudades mexicanas.
Palabras
clave: periurbanización, asentamientos irregulares, capitalismo,
especulación.
Abstract:
This
paper shows the partial results of two studies about metropolitan urban growth
in two Mexican cities: Aguascalientes and Mexico City. Its aim is to
demonstrate the relevance of experience-based learning through an analytical
approach of the peripheral urbanization process. The theoretical-methodology is
based on two analytical categories, territorial confusion, and asymmetric
territorial configuration. These are proposed to understand peripheral urban
phenomenon, highlighting the importance of problems such as capitalist
appropriation, irregularity, and unequal urban expansion, and real estate
speculation. Different kinds of people are part of this process improved by the
government, making this kind of problem. The two categories proposed allow us
to identify some considerations for analyzing peripheral urbanization in
Mexican cities.
Keywords: periurbanization, irregular settlements, capitalism,
speculation.
En un ejercicio cartográfico sobre el proceso
de crecimiento urbano de la Ciudad de México, (Flores A. , 2020) propone una lectura histórica de corta y larga
duración para intentar comprender la multiplicidad de problemáticas que las
comunidades urbanas enfrentan en estas primeras dos décadas del siglo XXI.
Identifica un fenómeno de urbanización que se ha desarrollado desde finales del
siglo XIX, a partir de la expansión del mercado inmobiliario y de
infraestructuras, y que reconoce como el megaproyecto de la megalópolis, es
decir, la estrategia de apropiación capitalista de la ciudad. De esa
aproximación se pueden destacar dos asuntos: el primero es el recordatorio de
que la ciudad de hoy es el capítulo más reciente de una historia larga y
compleja; el segundo es que esa historia ha sido conducida por un vaivén de la
acción pública y un sostenimiento (con momentos de alza como el actual) de la
presencia del capital privado en la producción física y simbólica del espacio
urbano.
Queda claro que en la historia nacional la
escala también importa. En el país, la explotación minera sobrepasa el 11% del
territorio nacional con un dominio de empresas canadienses, pero un impacto
ambiental y social de grandes proporciones y un aporte menor al 1% del PIB
nacional (Llano,
2017). A esto se deben sumar las concesiones y los
megaproyectos de explotación y extracción de agua, petróleo, gas y recursos
forestales, así como la producción de energía. Por otro lado, la reproducción
de capitales por medio del aprovechamiento de las rentas del suelo urbano no
solamente sostiene la expansión de los asentamientos humanos, sino que acelera
la transformación física y social de las zonas consolidadas en su interior. El
resultado es la multiplicación de desarrollos inmobiliarios de mayores
dimensiones físicas y económicas a las que caracteriza el entorno en donde son
implantados.
Fig. N° 1: Mapa de ubicación de las
dos ciudades de estudio
Fuente: Elaboración propia con
información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2020)
La Ciudad de México es un claro ejemplo de
este fenómeno de transformación que se radicaliza en el siglo XXI. La
reproducción exponencial de intervenciones urbanas y megaproyectos
inmobiliarios representa la impronta de la ideología neoliberal que se impone y
se reproduce, pero que, paradójicamente, también propicia la reproducción o
generación de movimientos opositores y de resistencia con base en la
apropiación cultural del territorio.
Pero la capital del país no es un caso único,
esta transformación se ha multiplicado en todo el territorio nacional y la
ciudad de Aguascalientes es un ejemplo que permite reconocer otras dinámicas del
mismo fenómeno ya que en los últimos cuarenta años el crecimiento de esta
ciudad media ha estado condicionado y determinado por la instalación de
diversas industrias transnacionales automotrices así como grandes parques
industriales que se derivan de estas actividades económicas.
Desde los primeros días del 2020, una
complejidad de escala mundial se ha sumado a la trama de apropiación del
territorio: la pandemia por Covid-19. La crisis sanitaria ha evidenciado y
acentuado los problemas preexistentes en los centros urbanos como el
hacinamiento, los procesos de segregación y fragmentación, la insostenibilidad
ambiental, así como el aumento de la informalidad laboral por la pérdida de
empleos. Los núcleos y redes más cercanos son los más vulnerables ante la rápida
propagación del virus. Así, y a dos años de su inicio, la pandemia ha
demostrado tener un impacto importante en las condiciones deficitarias y
desiguales que vienen de décadas atrás, por lo que también se ha convertido en
un llamado de urgencia para repensar las formas en que se ocupa, aprovecha,
utiliza y conserva el territorio.[1]
Distintas alternativas aparecen, entre ellas:
reducir significativamente la entrega del territorio a capitales financieros
especulativos; modificar la dirección de las reformas al marco normativo y los
instrumentos urbanos, hacia el enfoque de derechos humanos y del bien común;
instalar y potenciar la redistribución de la riqueza y las oportunidades para
detener y revertir la desigualdad; mejorar la recuperación de impuestos en los
municipios. Otros puntos se podrían sumar a esta lista, pero todas reconocen
necesidades históricas (De la Torre, 2020).
El actual gobierno federal (2018-2024) se ha
propuesto dar un paso en esta dirección. Aunque sustentado en la Ley General de
Asentamientos Humanos, Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano (LGAHOTDU) fue
aprobada en 2016 por el gobierno anterior y reformada en 2021 por el actual[2], ha
lanzado tres instrumentos que pretenden reconducir la manera en que se
aprovecha el territorio nacional: en 2020 la Política Nacional de Suelo (PNS), y
en 2021 la Estrategia Nacional de Ordenamiento Territorial (ENOT) y el Programa
Nacional de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano (PNOTDU).
La PNS 2020 se propone como un instrumento
para recuperar la función socio-ambiental del suelo y fortalecer la rectoría del
Estado en el desarrollo territorial. Reconoce tres problemas en el modelo
crecimiento urbano: irregularidad (tanto jurídica como urbana), especulación y
expansión urbana desigual, y sus costos en transporte, riesgo, medio ambiente,
inseguridad, salud. Para abordar estos problemas y sus costos, se centra en la
coordinación institucional para la gestión del suelo por medio de principios y
retos en los que destaca una tensión entre un nuevo enfoque que reconoce la
deuda histórica del Estado y el sostenimiento de categorías globales como
resiliencia, gobernanza y sostenibilidad.[3]
Por su lado, la ENOT, con su horizonte de
largo plazo 2020-2040, se propone como el mecanismo que articula la acción
sectorial del Estado en el territorio[4]
con el fin de reducir desigualdades y generar asentamientos sostenibles,
seguros e incluyentes. Como la PNS, la Estrategia reconoce la deuda con grupos
históricamente desfavorecidos y propone su atención por medio de principios
como el enfoque de derechos y el de justicia socioespacial, a los que suma
otros como los derechos individuales y colectivos; derechos de los propietarios
y núcleos agrarios; acceso libre y seguro al espacio público; derecho al medio
ambiente sano; derechos colectivos de pueblos y comunidades indígenas y
afromexicanos.
Por medio de sus tres ejes: estructuración
(usos del suelo), desarrollo (mejoramiento del bienestar) y gobernanza
territorial (coordinación y concertación), la ENOT propone una visión que
aspira a la recuperación de la rectoría del Estado por medio de la articulación
de instrumentos de los tres órdenes de gobierno, para reducir la desigualdad
social, propiciar ciudades y territorios justos, equitativos y sostenibles.
Nuevamente aparece la tensión entre el enfoque y categorías globales que se
materializa en las metas como la número 16 sobre ciudades compactas que supone
la recuperación de la función social del suelo, pero a través del
aprovechamiento del suelo intraurbano o la idea de la ciudad compacta y densa
que los capitales inmobiliarios han implementado en todo lo que va del siglo
XXI.
“Hacia un territorio justo y sostenible para
todos” es la premisa del PNOTDU el cual necesariamente reproduce tensión, es
decir que apuesta a la institucionalización de la planeación (fortalecimiento
de la planificación territorial por medio de adecuaciones normativas y la
promoción de la gobernanza (colaboración, coordinación, ajuste de enfoques))
para generar un modelo de ordenamiento y desarrollo territorial sostenible. La
respuesta es que la recuperación de la rectoría del Estado en el territorio
ante la desigualdad territorial es el resultado de la concentración del
desarrollo durante la fase del milagro mexicano 1940-1970 y de la fase de
crisis a partir de los ochenta (desarrollo industrial, expansión horizontal y
desordenada).
Las preguntas que emergen: ¿la realidad
urbana y territorial puede ser atendida desde esta tensión?, ¿la tensión
afronta la desigualdad estructurante del territorio?, ¿confronta las dinámicas
y fuerzas dominantes? La respuesta es: no. Entonces, se vuelve imperativo construir
otro enfoque que permita reconstruir la respuesta a estas interrogantes.
En este artículo se sostiene que ese
planteamiento de tensión tiene un vacío importante: el aprendizaje de la
historia propia, tanto en la escala local como en la regional. Por lo tanto,
ese aprendizaje se convierte en el punto de partida del cual deben emerger las
categorías necesarias para comprender y proyectar cualquier tipo de acción que
primero cuestione las ideas de “función social del suelo” y “rectoría del
Estado”, para enseguida configurar las alternativas. Con base en esta postura,
el objetivo de este texto es demostrar la relevancia del aprendizaje basado en
la experiencia desde la aproximación analítica al proceso de urbanización
periférica en dos ciudades mexicanas: Ciudad de México y Aguascalientes.
El texto se estructura en tres apartados. Los
primeros dos (territorio como fuerza sociohistórica y territorio como fuerza
político-económica) exponen los procesos analíticos con los que se aborda la
expansión urbana en dos casos (Zona Metropolitana del Valle de México y Zona
Metropolitana de Aguascalientes) para determinar dos categorías analíticas que permiten
comprender y redirigir las intervenciones: la confusión territorial (Méndez, s.f.) y la configuración asimétrica del territorio (González, s.f.).[5] El
apartado de cierre articula las dos categorías para aproximarse a la definición
de algunos principios o consideraciones para el análisis de la urbanización
periférica en las ciudades mexicanas. (Flores A. , 2020)
Este apartado propone abonar a la
conceptualización de la categoría de confusión
territorial como herramienta teórico-metodológica que permite identificar
dinámicas, actores y posturas en los procesos de territorialización periférica.
Para lograrlo, se exponen algunos resultados del análisis al caso de la
periferia oriente de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM). El
apartado se estructura en tres partes: inicia con el marco
teórico-metodológico, donde se exponen las principales teorías que sustentan la
categoría de confusión territorial; en la segunda se analiza el reparto
agrario como momento histórico que transformó los límites territoriales de los
pueblos tradicionales de la cuenca de México y construyó una base territorial
fragmentada que trascendió hasta nuestros días; la última parte está dedicada
al proceso de metropolización en la periferia oriente de la ZMVM,
específicamente en la subcuenca de Chalco, que identifica tres procesos
predominantes: la informalidad masiva del valle de Chalco a cargo de los fraccionadores y su aparato político;
los barrios altos promovidos por las familias originarias de los pueblos,
irregulares hasta la actualidad; y los asentamientos promovidos y controlados
por Antorcha Campesina en las zonas montañosas, organización política afiliada
al Partido Revolucionario Institucional (PRI).
El
crecimiento urbano es un proceso que refiere al incremento natural de la
población en los centros urbanos, sin embargo, los desequilibrios regionales
como la concentración de actividades económicas, la demanda de mano de obra, la
desintegración de los esquemas agrícolas y el escaso apoyo al campo derivan en
una intensa migración en busca de empleo y mejores oportunidades (Solà-Morales, 1997), esto ocasiona la expansión
fuera del límite de la ciudad central y constituye un mosaico de carácter
metropolitano que trasciende sus límites administrativos y absorbe comunidades
históricamente alejadas de la urbe.
En
este sentido, el mosaico metropolitano se conforma por distintos fragmentos
urbanos distribuidos de manera dispersa en el territorio, con procesos de
constitución y limites administrativos propios, pero integrados entre sí
funcionalmente donde “las relaciones jerárquicas de éstos con la ciudad central
se han relajado (Boeri et al., 1993; Hall, 1997; Indovina, 2007 en (Montejano, 2013, pág. 38) en su
conjunto conforman el límite general, el área metropolitana.
Así,
la periferia, en términos geográficos y administrativos, se ubica entre el
límite de la ciudad central y el área metropolitana, es decir que “la
urbanización periférica no es más que aquélla que resulta de la intensa
migración de población de origen rural hacia las afueras de la ciudad: la
sobrepoblación del centro de la ciudad crea (…) la periferia” (Hiernaux & Lindón, La periferia: Voz y sentido en los
estudios urbanos, 2004, págs. 111-112), que a su vez
construye “(…) líneas divisorias de dos espacios que pertenecen a dos mundos
sociales” (Hiernaux & Lindón, La
periferia: Voz y sentido en los estudios urbanos, 2004, pág. 111), quiere decir que no solo tienen características físicas, sino que
también refiere a límites de “(…) pertenencia, márgenes en los que erigimos
contornos simbólicos y desplegamos imaginarios de la identidad y estereotipos
de la diferencia” (Portal & Zirión ,
2019, págs. 11-12). En el contexto latinoamericano, este
es el escenario donde surgieron y se desarrollaron nuevas modalidades de
urbanización en donde “las viejas concepciones sobre su “espontaneidad” y
“marginalidad” [fueron] rebasadas por nuevos fenómenos urbanos, principalmente
vinculados al sector inmobiliario que opera en esos asentamientos populares de
carácter ilegal” (Legorreta, 1991, pág. 45).
De
esta manera, partimos por definir la informalidad urbana que de acuerdo con
Abramo (2011) es un conjunto de irregularidades (territoriales y jurídicas) que
se mezclan para comercializar y producir un bien fuera de los marcos jurídicos
reguladores (normas, leyes y reglamentos), que opera por medio de su propio mecanismo
basado en las relaciones de confianza y lealtad entre compradores y vendedores,
lo que para el autor “significa que no cualquier conflicto puede ser resuelto
por los instrumentos de mediación y ejecución legal” (Abramo, 2009, pág. 345). Este proceso
se transforma en incertidumbre y tensión social dado que no siempre se respetan
los acuerdos establecidos y son susceptibles a cambios inesperados. Asimismo,
clasifica el mercado urbano informal en dos submercados inmobiliarios: 1)
lotificación[6]: principal causante de la
expansión urbana por el fraccionamiento de grandes tierras periurbanas que
produce una “forma difusa de territorio informal” (Abramo, 2009, pág. 355); 2)
consolidado: en estos asentamientos se busca un uso más intenso del suelo por
medio de la compra-venta de lotes vacíos y el alquiler, sus principales
atracciones son la “libertad urbanística y constructiva” que refiere a la nula
intervención del Estado en la regulación constructiva, otra es la “externalidad
comunitaria[7]” que permite establecer
relaciones de reciprocidad en redes dentro del barrio (Abramo, 2009).
Cada uno de los dos procesos tienen distinto
impacto en el territorio. Por un lado, los asentamientos consolidados buscan
intensificar la aglomeración en su interior, contrario a la lotificación que
busca extender los asentamientos hacia su periferia de manera difusa. En
conjunto, las dos modalidades del mercado informal, de acuerdo con Abramo (2011),
producen una estructura urbana confusa, compacta y difusa simultáneamente. Sin
embargo, es un fenómeno “que se repite y se multiplica de manera aislada pero
masivamente en todas nuestras ciudades” (Bazant, 1999, pág. 2) y es producto de múltiples territorialidades que concurren y se
sobreponen mediante “intereses distintos, con percepciones, valoraciones y
actitudes territoriales diferentes, que generan relaciones de complementación,
de cooperación y de conflicto” (Montañez & Delgado, 1998,
pág. 123), donde no solo se mezclan
las maneras en las que se desarrollan, sino que
“Se combinan a lo largo del
tiempo las distintas operaciones sobre el suelo y la edificación, y la
complejidad de su resultado no es sólo repetición de tipos o yuxtaposición de
tejidos, sino que expresa el proceso encadenado en que las formas y los
momentos constructivos se suceden con ritmos propios. Distancias o
continuidades, alineaciones y vacíos, perfiles y encuentros, solares y
monumentos describen así la secuencia de un proceso temporal materializado en
formas estáticas” (Solà-Morales, 1997, pág. 19).
En conjunto, se desarrolla una
confusión más compleja, es decir que las maneras de operación construyen formas
urbanas diversas que se distribuyen en distintas escalas y regiones
topográficas con diferentes impactos sociales y territoriales. Tal es el caso
del crecimiento urbano informal de la Zona Metropolitana del Valle de México
(ZMVM)[8], el cual se desarrolla en distintas
direcciones, sin embargo, la periferia oriente es una de las “más importante[s]
por su magnitud, hacia los municipios de Chalco y Amecameca, que comprende casi
la totalidad del área municipal de [Nezahualcóyotl], Chimalhuacán, [La Paz],
Ixtapaluca [y] Chicoloapan (…)” (Legorreta J. , 1992, pág. 205).
La ZMVM está emplazada en la cuenca de
México, un sistema hidrográfico cerrado compuesto por cinco subcuencas que se
caracterizaban por tener
“espejos
de agua someros y fondos relativamente planos, con secciones pantanosas y
lagunetas, (…) en el sur se encontraban los dos lagos de agua dulce más
importantes (Chalco, a oriente y Xochimilco, a occidente)” (Rojas, 2004:23 en (Tirado, 2007, pág. 162).
Fig.
N° 2: Zona Metropolitana del Valle
de México y su periferia oriente
Fuente:
Elaboración propia con información del Instituto Nacional de Estadística y
Geografía (INEGI, 2020) y el Registro Agrario Nacional (RAN, 2019).
En
la subcuenca de Chalco, como en toda la cuenca, ya existían pueblos antes de la
llegada de los españoles, otros fueron fundados o refundados durante el
virreinato (Portal M. , 2019) y un registro cartográfico es el plano de Alzate (1767) donde
“aparecen los pueblos circundantes al lago de Chalco que son Santa Catarina,
Venta Nueva, Tlapizagua, Ayotla, Tlapacoya, Chalco, Santiago, Ayozingo,
Mesquique, Cuitlatetelco, Tuliagualco[9]” (Tortolero, 2015, pág. 83). Cada pueblo
sufrió transformaciones con el paso del tiempo, “algunos desaparecieron, otros
permanecieron y otros se reconfiguraron” (Portal
M. , 2019, pág. 136) con procesos históricos posteriores,
uno de los más importantes fue el reparto agrario como resultado de la
revolución mexicana a principios del siglo XX y con impacto hasta nuestros
días.
Después del movimiento revolucionario en
México, inició una de las transformaciones territoriales más importantes que
consistió en el reparto masivo de tierras suficientes para trabajarse y
disfrutarse de manera colectiva por la población solicitante y para llevarlo a
cabo fue necesaria la elaboración normativa en materia agraria. El reparto de
tierras se llevó a cabo, principalmente[10],
a partir de tres acciones: restitución, dotación y ampliación. La primera
dirigida a las comunidades indígenas despojadas de sus tierras con documentos
que lo comprobaban; la segunda vía, dirigida a los pueblos carentes de tierras,
o que “no pudieren lograr su restitución por falta de títulos, por
imposibilidad de identificarlos o porque legalmente hubieren sido enajenados” (Ley Agraria 1915,
Art. 3, 2022); la tercera, posterior a la dotación, dirigida
a los poblados con mayor número de habitantes y tierras insuficientes para
cubrir sus necesidades, acción que se podía repetir hasta agotarse las tierras
afectables con posibilidad de ubicarse fuera del centro de población.
De esta manera se distribuyen los Núcleos
Agrarios, los cuales pueden estar constituidos por uno o más polígonos con
ubicaciones que trascienden los límites de los pueblos, incluso municipales y
entidades federativas, además de tener distintos usos de la tierra: Tierras de
Uso Común como sustento económico colectivo; Tierras de Asentamiento Humano,
ubicadas en zonas urbanizables y destinadas al desarrollo de la vida del núcleo
agrario; Tierra Parcelada, terrenos fraccionados y repartidos a sus miembros
para explotarse de manera individual. No obstante, el Núcleo Agrario recibía de
manera global la dotación de tierras para constituir una propiedad colectiva
inalienable, aunque en algunos
casos “los campesinos no recibían sus títulos parcelarios y el ejido se
fraccionaba de ‘manera económica’; es decir, por acuerdo de los miembros, pero
sin amparo legal” (Fabila, 1959, en Aguado, 1998, pág. 46), esto generó
confusión e incertidumbre en la posesión del suelo.
En conjunto se construye una estructura
agraria con límites difusos tanto territoriales como jurídicos, esto genera
“distintas calidades agrarias”, de las cuales Robles (2020) identifica:
i) ejidatarios con todos los derechos a
superficie parcelada, tierras de uso común y solares, ii) ejidatarios sólo con
derechos a tierras de uso común, iii) ejidatarios con derechos sólo a tierras
parceladas, iv) ejidatarios con más superficie que otros, v) posesionarios con
certificados parcelarios, vi) posesionarios sin documentos o con documentos
comprados que se consideran propietarios privados, vii) avecindados con títulos
expedidos por el ran, viii) personas sin documentos que viven en la zona urbana
titulada y desincorporada en el ejido.” (Robles, 2020, pág. 15).
Sin embargo, el ejido solo reconoce como
miembros a los que tienen título parcelario, documento que les permite emitir
su opinión en las asambleas y formar parte del reparto de tierras.
En cuanto a la escala Estatal, la
manifestación del reparto agrario en el Estado de México comenzó con la
distribución masiva durante el mandato de Abundio Gómez (1921-1925) que
benefició las regiones de Zumpango y Texcoco, es decir, en la periferia norte y
oriente de la Ciudad de México; las acciones agrarias en el Estado de México
continuaron con la misma intensidad hasta 1940, en ese año “se habían repartido
750 mil hectáreas, mientras que en los restantes 45 años (…) se repartieron
menos de 100 mil” (Aguado, 1998, pág. 92), de tal manera que, de acuerdo con el
VIII Censo Ejidal en 2001, dicha Entidad Federativa queda en lugar 11 con 1,220
Núcleos Agrarios[11].
Así se construye la base territorial periférica fragmentada, sin contemplar
suelo para la industria, ni prever suelo para el posterior proceso de
metropolización de la Ciudad de México.
Con la temprana llegada de la fábrica de yeso
“El Tigre” al pueblo de Tlalpizahuac desde los años treinta, comienza la
transformación del campesino a obrero que se intensificó con el modelo de
desarrollo económico de sustitución de importaciones implementado a nivel
nacional a partir de 1940, momento en el que el capitalismo destruyó las formas
agrarias y expulsó al campesinado hacia las ciudades (Pradilla, 1981 en (Pradilla, 2014). Durante esa época los ejidatarios comenzaron a lotificar las primeras
colonias ejidales del valle[12] a
las afueras del pueblo; una vez fraccionado, los lotes se repartieron entre los
ejidatarios y se destinaron para uso urbano. Sin embargo, con la llegada de las
fábricas Ayotla Textil en los cincuenta, Celulosa El Pilar en Ayotla y Seagrams
México en Tlapacoya en los sesenta, la zona atrajo las primeras corrientes
migratorias que se incorporaron a la industria, principalmente en la
Ayotla Textil, en conjunto con los hijos de ejidatarios y originarios de los
pueblos.
El aumento de la demanda de suelo barato y
las expropiaciones ejidales para uso industrial motivaron a los ejidatarios a
realizar la misma operación de lotificación, ahora en las afueras del ejido y
cerca de las fábricas, fraccionadas y repartidas para los hijos de los
ejidatarios con perspectiva de venta al personal obrero. Dicho proceso se
interrumpió a finales de los setenta por el conflicto entre el Sindicato de
Trabajadores de la Industria Textil y Similares de la República Mexicana
(STITSRM) y la Confederación de Trabajadores de México (CTM) que dejó sin
trabajo a una parte de la población local (Tapia & Vargas, 2014). Sin embargo, la constante migración y la consolidación de municipios
aledaños como Iztapalapa, Nezahualcóyotl y Chimalhuacán (Matías, 2012) aumentaron la demanda de suelo y motivaron a “los nuevos ejidatarios”
así como a los llamados “comuneros” a lotificar los barrios altos, zona a pie
de cerro con topografía accidentada dentro de los límites de la propiedad
incierta del pueblo. Estos barrios se producen de manera autogestiva y lenta
debido al territorio montañoso, la escasa intervención del Estado y de las
familias lotificadoras, de tal manera que es la zona con mayor concentración de
Asentamientos Humanos Irregulares (PDUMI 2019-2021, 2022).
Durante la misma década se termina de desecar
el lago de Chalco (Hiernaux y Lindón, 1997) y la mayor atención se centra en el
proceso de metropolización del valle[13]
promovido por “los fraccionadores” a través de la compra de tierras ejidales y
la venta masiva de lotes. Para ello, construyeron un aparato político que les
permitió mantener el control del territorio; Legorreta (1992) identifica
agentes distribuidos en el sector gubernamental, sobre todo las oficinas de
Desarrollo Urbano, presidencia municipal y su cabildo, síndico y regidores,
diputados federales y locales, así como autoridades auxiliares como delegados,
agrupaciones priístas y de oposición, y autoridades agrarias. Como complemento,
el Estado mantiene una postura de “dejar hacer”, como un “sistema de control de
los grupos urbanos de escasos recursos para la obtención máxima de ganancias
políticas y económicas con la menor inversión” (Aldrete-Hass, 1991, pág. 20).
Su poder comienza a disminuir en los ochenta
debido a la aprobación de sanciones con cárcel en los códigos civiles de la
Ciudad y el Estado de México para fraccionadores de tierras ejidales (Legorreta, 1991), esto derivó en disputas y destituciones por los cargos del
Comisariado Ejidal, casos que marcaron lo que Hiernaux y Lindón (1997)
denominan la ejidatarización de la
urbanización, es decir que los ejidatarios se encargaron de consolidar de
manera directa el crecimiento urbano informal del valle y de administrar los
recursos económicos derivados de las compensaciones recibidas por el cambio de
uso de la tierra, en algunos casos promovida por el mismo ejido y pagada por el
colono, expropiada e indemnizada por el Estado, una doble ganancia sujeta a
reparto entre sus miembros. Este proceso se regulariza de manera parcial 1994 y
queda bajo la administración del municipio 122 del Estado de México: Valle de
Chalco Solidaridad.
De esta manera, mientras los barrios altos se
autoproducen, con la atención centrada en el proceso de crecimiento urbano
informal del valle y las colonias ejidales, tanto de los ejidatarios como del
Estado, a mediados de los ochenta el crecimiento urbano se extendió a la sierra
del Pino, al norte de la subcuenca de Chalco, con dos asentamientos fundados
por Antorcha Campesina[14]:
Citlalmina, en propiedad del Estado a las afueras del pueblo de Tlalpizahuac; y
El Tejolote, sobre un fragmento ejidal de uso común ubicado al oriente de
Ayotla, dentro del municipio de Ixtapaluca en posesión del ejido de Chalco. Su
llegada está caracterizada por enfrentamientos y conflictos sociales, su modo
de apropiación territorial se basa en el paracaidismo[15],
la negociación forzada y presión política a través de manifestaciones y cierres
viales, las cuales definen el precio de la tierra y las formas de pago, siempre
a favor y en beneficio del movimiento antorchista.
Posteriormente se lotifica y se pone a la
venta de sus agremiados a “precios accesibles” dentro del mercado del suelo
urbano, además de ejercer presión a las instancias gubernamentales para el
suministro de infraestructura y equipamiento a través de las “gestiones antorchistas”,
así se aseguran amplias ganancias económicas y políticas con la menor
inversión. Este modo de operación se reproduce y se distribuye por medio de
células en pueblos y colonias con mayor rezago urbano, las cuales destruyen la
organización social para imponer “la cultura antorchista”, y así administrar de
manera indirecta la infraestructura existente y los recursos naturales
autónomos, principalmente el agua, bajo el lema “organizarse no es un delito”,
y así brindar, y condicionar, el servicio a sus colonias.
Un ejemplo de este proceso se desarrolla en
el Pueblo de Ayotla, lugar donde se disputa la administración de los pozos
autónomos entre dos comités, esto ha derivado en enfrentamientos violentos y el
corte del suministro que obliga a los habitantes a pagar por el servicio de
pipas ofrecido por el Organismo Descentralizado de Agua Potable, Alcantarillado
y Saneamiento o particulares. Entre estudios técnicos y rehabilitaciones, robos
de la bomba y accesorios clave, manifestaciones y “toma de los pozos” con
ausencia de la fuerza pública y presencia de grupos de choque, ambos realizan
campañas de cobro y ninguno se hace responsable por los pagos al otro comité,
esto genera incertidumbre y tensión social.
De acuerdo con lo anterior, la confusión territorial es la construcción
y superposición de procesos históricos, políticos y sociales que se
materializan sobre una región topográfica específica donde interviene la
propiedad del suelo, las formas edificadas y sus actores sociales, con procesos
de constitución y conflictos propios. Asimismo, las diversas formas urbanas
construidas sobre dicha base territorial muestran ritmos de crecimiento que
dependen del poder y la influencia política y económica de los agentes
promotores; su encuentro genera un choque de fuerzas que se mezclan y producen
una serie de irregularidades territoriales, jurídicas y sociales, las cuales
promueven incertidumbre, tensión y confusión en la población que los habita; es
decir que su mayor impacto social se encuentra en su escala local.
Este apartado pretende abonar a la
conceptualización de la categoría de configuración
asimétrica del territorio como herramienta teórico-metodológica que permite
analizar el proceso de reconfiguración territorial del periurbano en la
búsqueda de la reproducción del capital. De tal manera que se expone el proceso
de reconfiguración territorial del periurbano de la Zona Conurbada de
Aguascalientes (ZCA) comprendida por los municipios de Aguascalientes, Jesús
María y San Francisco de los Romo[16].
Este apartado se estructura en tres partes,
la primera conceptualiza la categoría de la configuración asimétrica del
territorio como herramienta teórico-metodológica; en la segunda se realiza
un recuento sobre la relación entre el modelo capitalista y el proceso de urbanización
periférica (o periurbanización) de Aguascalientes, desde la llegada de la
industria automotriz en los años ochenta y por último en la tercera se muestra
la consecuente reconfiguración asimétrica territorial que se detonó con su
llegada, así como las relaciones de poder inscritas en este proceso.
El territorio es
un concepto que acentúa las relaciones de poder en el espacio, es decir, el
espacio que es dominado por una estructura de poder ya sea el Estado, un grupo
social, un individuo, organización, empresa, etc. (Capel, 2016). De acuerdo a Raffestin (2011) las relaciones de
poder pueden ser simétricas o asimétricas, por lo que “la asimetría, por
equivalencia forzada, favorece el crecimiento de una estructura en detrimento
de otra y, en todo caso, la destrucción de una estructura por parte de otra.” (Raffestin, 2011, pág. 30)
El hablar de una configuración territorial
asimétrica se refiere básicamente a una acumulación por desposesión (Harvey, 2021), es
decir, la producción de un excedente a detrimento de otro. Los recursos
naturales proveen la posibilidad de una rápida producción de este excedente por
lo que el acceso y el control a los recursos se convierte en la parte clave de
la acumulación por desposesión.
Se
propone una lectura del territorio partiendo del concepto de la configuración
territorial asimétrica, es decir la manera en que se han gestionado y
controlado los recursos de la tierra y el agua en el territorio periférico de
la ciudad. Para lograr este cometido, se analizan algunos de los Grandes Proyectos Urbanos (GPU) de una ciudad media mexicana con el fin
de identificar la configuración territorial asimétrica que se deriva de la
instalación de estos proyectos.
Los GPU, como su nombre lo indica, son
proyectos de gran magnitud que se realizan por medio de una cooperación
público-privada y que forman parte de la planificación territorial funcionalista.
Tienen como fin el servir de catalizador para el desarrollo urbano, el
posicionamiento estratégico de la ciudad en un escenario global y proporcionar
a las empresas transnacionales la infraestructura, el equipamiento y los
servicios necesarios para funcionar a escala internacional (Cuenya, 2009).
Por lo tanto, es por medio del impacto de los
GPU en la tenencia de la tierra ejidal y la gestión del agua que se analiza la
configuración territorial asimétrica de la ZCA de Aguascalientes.
Aguascalientes es
una ciudad/estado que se ha caracterizado por ser pionera en programas y
proyectos nacionales debido a su geolocalización, a sus dimensiones y a su
población relativamente homogénea. Estas características
han convertido al estado, pero sobre todo a la ciudad en un centro estratégico
internacional para muchos proyectos y modelos industriales desde finales del
siglo XIX. Ejemplos de esto han sido los talleres de ferrocarril durante el
Porfiriato, la inversión de los Guggenheim para la creación de la Gran Fundición
Central Mexicana, la instalación de industrias transnacionales como Nissan, así
como el lugar de origen de algunas agroindustrias con presencia mundial como la
Huerta y Valle Redondo.
El crecimiento de la ciudad de Aguascalientes
en los últimos cuarenta años ha estado estrechamente ligado al desarrollo de la
industria manufacturera, de tal manera que durante este periodo el estado ha
presentado la tasa de crecimiento económica anual más elevada de toda la
República Mexicana, al mismo tiempo que se ha duplicado su superficie urbana y
ello ha traído consigo un desarrollo socio-espacial y económico diferenciado
que se manifiesta en problemáticas territoriales complejas y contradictorias, tales
como la expulsión y el desarraigo de trabajadores agrícolas, la segregación
socio-económica de los campesinos rurales y periurbanos (Padilla, Castillo, &
Gutiérrez, 2018), el aumento de los rezagos en la
infraestructura y los servicios, la contaminación del Río San Pedro por aguas
residuales provenientes de las viviendas y la industria (Guzmán, y otros, 2011), la competencia por los recursos naturales en especial el agua (Sosa, 1997), el abandono o la apropiación de espacios con significado cultural
rural como la hacienda de San Ignacio (Acosta, 2011), entre otros.
Estos impactos diferenciados han girado en
torno a la valorización del espacio como producto del (y para el) desarrollo
del capital por lo que la periurbanización de esta ciudad media mexicana ofrece
un pertinente escenario para analizar las transformaciones territoriales que
han acompañado al sistema capitalista.
A partir de las décadas de los setentas y
ochentas, el desarrollo industrial en Aguascalientes inició una etapa de
crecimiento económico del sector agropecuario, la transformación de los
productos agrícolas en las industrias locales de alimentos y bebidas, los
textiles y la industria metal-mecánica. Tan solo en el periodo de 1970 a 1998
el número de empresas privadas dedicadas a la actividad agroindustrial se
triplicó al pasar de 511 en 1970 a 1648 en 1998 (Valdivia & Carranza, 2004), con dos casos destacados: la Huerta (1975) y Valle Redondo (1964),
mientras que los pequeños agricultores o ejidatarios se vieron empobrecidos,
contando con pocos o nulos apoyos federales y estatales. Asimismo, es en este
periodo se instalan en Aguascalientes muchas de las corporaciones
transnacionales que existen actualmente como Nissan (1981-83), Texas
Instruments (1979) y Xerox (1983).
Este desarrollo y reestructuración industrial
ocasionó un aumento en los empleos y por lo tanto el crecimiento demográfico
del estado, tan solo entre las décadas de 1970 a 1990, la población urbana pasó
de 215,144 en 1970 a 550,697 en 1990 lo que se vio reflejado en la expansión de
la ciudad y en la necesidad de mayores recursos (tierra y agua) lo que destapó
una fuerte competencia entre los usos de suelo urbano, agrícola e industrial.
Aguascalientes ha sido una ciudad que desafió
la crisis económica mexicana[17] de
los años ochenta al presentar un crecimiento económico aparentemente exitoso.
Dentro de la reorganización económica mundial, o la Nueva División
Internacional del Trabajo, se movilizó un mercado mundial, transnacional, en
busca de una mayor fuerza de trabajo (un “ejército” de trabajadores) y de espacios
rentables para la producción. De acuerdo a esta nueva división del trabajo, los
países del Tercer Mundo se industrializaron para producir bienes manufacturados
baratos con el objeto de exportarlos a los países capitalistas. Tal fue el caso
de México que adoptó políticas para la reconversión industrial y menores
restricciones para la inversión extranjera y a los capitales privados.
Como parte de esta reconversión,
Aguascalientes y su industria se orientaron hacia un mercado internacional, por
medio de la apertura de varios parques industriales -en su mayoría dedicados a
la industria metal mecánica-, los cuáles se asentaron cómodamente en el
territorio gracias a las políticas federales de descentralización económica,
las políticas de sustitución de importaciones y los programas de desarrollo
regionales y locales. Así, el Estado ha sido subsidiario del capital privado al
proporcionar el terreno y los recursos para el funcionamiento de las empresas
transnacionales sin importar el costo social o ambiental.
Se puede afirmar que la instalación del
modelo capitalista como elemento rector del crecimiento de la ciudad de
Aguascalientes se consolidó por las fuerzas globales, así como por el impulso
dado desde lo nacional y local por medio de programas de ordenamiento y
planificación territorial federales, estatales y municipales. Con estos
instrumentos, unos cuantos expertos, empresarios, instituciones y actores
políticos deciden la configuración presente y futura del territorio urbano, con
el propósito de ordenar las funciones urbanas para conseguir una mayor
rentabilidad económica.
Se tiene pues que en Aguascalientes, la
ciudad neoliberal de los últimos cuarenta años se manifiesta mediante la
estructura de una ciudad difusa, coordinada por el capital inmobiliario, quienes
“ordenan y moderan tanto la vida social como los elementos ambientales
presentes en los territorios” (Ruiz, 2015, pág. 12), promoviendo la
extensión física de la ciudad y la distribución desigual de la renta; y (4) la
estructura de la ciudad difusa se vincula directamente al proceso de
periurbanización y la reconfiguración territorial asimétrica de la periferia
urbana.
A finales del siglo XX, como parte de las
políticas mexicanas para la reconversión industrial y la apertura a la
inversión extranjera y a los capitales privados, en 1992 se reformó el artículo
27 de la Constitución donde se establecen las bases legales y administrativas
para la existencia de una economía mixta en México, es decir, la combinación
del capital socio-gubernamental y el capital privado. Es a partir de esta
reforma que se liberan los recursos del agua y el suelo a la inversión privada
a través de la transferencia de competencias y atribuciones del Estado.
Estos cambios han incentivado y permitido que
el gobierno local y las políticas públicas funcionen desde una lógica privada
modificando los modelos de gestión y acceso a los recursos que, ahora, recaen
en el sector privado. La figura que aparece es la cooperación pública-privada
que, de acuerdo con (Carrión, 2021), se expresa mediante la
planificación estratégica urbana con origen en los ámbitos empresariales
privados y los llamados Grandes Proyectos Urbanos (GPU).
Ejemplos de estos GPU son los centros
financieros (como el World Financial Center), los grandes proyectos
inmobiliarios en el periurbano (condominios cerrados) y la creación de parques
industriales. De tal manera que la planificación urbana se dirige principalmente
a estimular la inversión privada y elevar la rentabilidad del suelo.
En Aguascalientes la cooperación
público-privado, los GPU, se ha generado por la presencia de empresas
transnacionales y el desarrollo de parques industriales dotados de infraestructura
y servicios públicos con el propósito de mejorar la productividad de las
empresas. Durante la década de los ochenta, aproximadamente 17 plantas grandes
se asentaron en Aguascalientes, más de la mitad de ellas de capital extranjero,
con una inversión de más de 2,000 millones de dólares; se ubicaron de la
siguiente manera: dentro del parque industrial de San Francisco de los Romo:
(1) Yorozu mexicana, K&S Mexicana, Sans S Mexicana y Unipress mexicana; (2)
dentro del Parque Industrial del Valle de Aguascalientes en SFR se localizan
las plantas de Nicometal mexicana, Nabco y Sanoh; (3) dentro de la ciudad de
Aguascalientes se encuentra A.T.C. Mexicana; y (4) en la ciudad de Jesús María
la planta de Kantus.
Fig. N° 3: Ubicación de las plantas manufactureras para la industria automotriz en el periodo de 1980-2000
Fuente: elaboración propia con
información de Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE), Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2020).
El proceso del asentamiento y localización de
los parques industriales ha sido de corte especulativo y propiciado por las
propias empresas extranjeras, pero también por los gobiernos estatales y
municipales los cuales han sido responsables de comprar la tierra a los
ejidatarios y preparar al territorio con todas las instalaciones para
posteriormente donar y regalar la tierra a las empresas privadas
transnacionales. Este proceso ha requerido cambios en la legislación, tal es el
caso del ejido Peñuelas, Cotrina y Montoro al sur de la ciudad para el
asentamiento de Nissan.[18]
De estos GPU se han desprendido otros
proyectos localizados en la periferia de la ciudad que se han destinado al
sector inmobiliario para proveer de vivienda a los trabajadores de las grandes
empresas transnacionales. La construcción de estas viviendas presenta un
proceso subsidiario por parte del Estado el cual es responsable de proporcionar
el terreno y los recursos esenciales para la construcción de viviendas mientras
que el inversionista privado asume el costo de la urbanización y edificación de
la vivienda. De esta manera, el inversor recupera “su inversión al momento de
asignar la vivienda, por estar asegurado el crédito gubernamental para el
adquirente” (López,
2013, pág. 234).
El papel estatal y de las políticas públicas
ha sido un subsidio directo y facilitador de recursos al capital inmobiliario
por medio de cambios en la tenencia de la tierra y el uso del suelo, la privatización
ejidal por medio de la expropiación y la transmisión de la gestión del agua a
la empresa privada.
Estos GPU inmobiliarios a su vez han
ocasionan una fuerte urbanización de recursos naturales rurales y periurbanos;
tan solo en el periodo de 1980-2020 la ciudad de Aguascalientes creció más de
8000 hectáreas y la Zona Conurbana de Aguascalientes[19]
casi 15,000 hectáreas (INEGI, 2020), en detrimento de la
vegetación natural y la agricultura periurbana, al menos en los ejidos (núcleos
agrarios) que se encuentran aledaños a la ciudad.
La privatización de la tierra ejidal en
Aguascalientes se divide en dos grandes etapas. La primera de ellas en el
periodo de 1980-2000 se dio a través de la regularización de la tierra por
medio de Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra (CORETT)
para posteriormente ser expropiada por el Estado para la expansión de la ciudad
por medio de los programas de desarrollo urbano. Una vez que la tierra es
expropiada, es manejada por el capital inmobiliario que obtiene un plusvalor de
más del 800%[20], es
decir, la renta diferencial entre lo que se le da de indemnización a los
ejidatarios por parte del Gobierno del Estado o la Secretaría de Desarrollo
Urbano, y el monto en lo que las inmobiliarias venden.
Tabla N° 1: Renta diferencial de las tierras ejidales de Ojocaliente y Salto de Ojocaliente
Ejido |
Hectáreas expropiadas |
Indemnización |
Indemnización por m2 |
Valor catastral por m2* |
Valor real catastral por m2* |
Renta diferencial (utilizando el valor más
bajo de $1,100) % |
Ojocaliente |
187.80 |
$108,134,633 |
$57.60 |
$1,500 |
$311.7 |
541.14% |
Salto de
Ojocaliente |
417.66 |
$162,788,547 |
$38.98 |
799.64% |
*El costo se obtuvo de acuerdo a su valor
catastral del año 2014
*El valor real se refiere se obtiene descontando
el efecto de la inflación.
De acuerdo a la calculadora de inflación
del (INEGI,
2019), el INPC = -79.22% de enero 1980 a enero 2014
Fuente: elaboración propia con
información del INEGI y el Registro Agrario Nacional.
Esta transacción se ve facilitada por varios
agentes, primero el Estado que compra la tierra a los ejidatarios a un costo
muy bajo, con un valor de tierra agrícola, y posteriormente se les facilitan
estas tierras a los agentes inmobiliarios los cuáles las venden con un valor
urbano, siendo éstos los más beneficiados por este proceso debido a la renta
diferencial.
La segunda etapa de privatización del suelo,
una vez reformado en 1992 el artículo 27 de la Constitución, se ha
caracterizado por la adquisición del dominio pleno de todos los ejidos de la
ZMA, es decir que estos pasan a ser propiedad privada de los ejidatarios por lo
que estos se transforman en especuladores de su propia tierra, sobre todo
aquellos que se encuentran más cercanos a la ciudad o a los parques
industriales ya que les es más rentable el vender sus tierras que el producir
en ellas.
Por lo tanto, la privatización ejidal ha sido
parte central en la reconfiguración territorial, en donde los beneficiarios
principales han sido los más grandes agentes inmobiliarios junto con la élite
gubernamental los cuáles, por medio de los programas de políticas públicas y
los programas de desarrollo urbano, prevén y gestionan el futuro crecimiento de
la ciudad hacia los territorios que les pertenecen, asegurándose de maximizar
su rentabilidad y obtener un plusvalor por encima de la búsqueda de equidad y
bienestar de la población urbana.
Ahora, esta asimetría en la reconfiguración
territorial se puede también observar desde la gestión, acceso y control del
recurso del agua. La reforma al artículo 27 en 1992 también marca un antes y un
después en la gestión de este recurso porque se abre al mercado lo concerniente
a su gestión y acceso, lo que a su vez permite la posibilidad de abrir las
puertas al capital privado por medio de la Promoción Nacional de Aguas (Terregrosa, Saavedra,
& Kloster, 2005).
Tras esta reforma, a pesar de que el agua es
un recurso de la nación, ésta se compra y se explota como si fuera un recurso
privado por medio de concesiones que se otorgan a diversas empresas,
industrias, personas físicas o morales[21].
Para que se lleve a cabo esta concesión se necesita de dos instrumentos
principales, La Ley Federal de Aguas Nacionales y la Comisión Nacional del Agua
(CONAGUA) como la autoridad responsable de la administración del recurso.
Aguascalientes, además de ser pionera en
estos grandes proyectos urbanos -como lo son los parques industriales-, también
fue el primer caso en México en donde la concesión del agua urbana, es decir,
aquella que se distribuye y se utiliza en la ciudad, pasó a ser responsabilidad
de una empresa privada que actualmente se llama Veolia, una empresa francesa.
Esto evidencia la prioridad que se ha tenido en la ciudad por abrirse al mercado
extranjero, permitiendo que uno de los recursos más escasos de la zona, el
agua, sea totalmente manejado por una empresa ajena al territorio, su cultura,
su historia, en consecuencia, la empresa no llega a involucrarse en las
problemáticas que se derivan de la sobreexplotación de este recurso como la
falta de agua en las colonias localizadas en el periurbano y la sequía en las
zonas agrícolas.
Además de esta concesión, las más grandes
concesiones de la ZCA se localizan de la siguiente manera:
Tabla N° 2: Principales concesionarios de aguas subterráneas en la ZCA, 1992-2020
No. |
Municipio |
Uso |
Nombre del concesionado |
volumen extraído (m3/año) |
1 |
AGS |
Agrícola |
María de Lourdes Quezada |
3,888,800 |
2 |
AGS |
Agrícola |
José Rafael Sánchez Lorenzo |
6,340,00 |
3 |
AGS |
Pecuario |
Ana Laura Guerrero Pérez |
72,000 |
4 |
AGS |
Industrial |
Nissan Mexicana S.A. de C.V. |
620,000 |
5 |
AGS |
Público Urbano |
Comisión Ciudadana de Agua Potable y
Alcantarillado del Municipio de Aguascalientes (CCAPAMA) |
88,202,585 |
6 |
AGS |
Doméstico |
Granjas Agropecuarias Garabato |
180,000 |
7 |
AGS |
Servicios |
Carlos José Salas Lujan |
446,760 |
8 |
AGS |
Diferentes usos |
Unión de usuarios de los pozos de ex viñedos
Aguascalientes |
700,000 |
9 |
JM |
Agrícola |
Inmobiliaria del Río Pirules S.A. de C.V. |
794,880 |
10 |
JM |
Agroindustrial |
Conservas de la casa, S.A. de C.V. |
36,000 |
11 |
JM |
Pecuario |
Interpec San Marcos S.A. |
12,000 |
12 |
JM |
Industrial |
Desarrollos Industriales de Aguascalientes |
496,800 |
13 |
JM |
Público Urbano |
H. Ayuntamiento del municipio de Jesús María |
1,183,147.5 |
14 |
JM |
Doméstico |
Infraestructuras y Fraccionamientos del Centro,
S.A. de C.V. |
153,216 |
15 |
JM |
Servicios |
Publirelaciones 3e, S.A. de C.V. |
240,000 |
16 |
JM |
Diferentes usos |
Universidad Autónoma de Aguascalientes |
572,000 |
17 |
SFR |
Agrícola |
Carlos Arteaga Niepmann, Luis Arteaga Niepmann y
Felipe Arteaga Niepmann |
800,000 |
18 |
SFR |
Pecuario |
José de Jesús Gutiérrez Padilla |
48,000 |
19 |
SFR |
Industrial |
Desarrollos Industriales de Aguascalientes |
528,596 |
20 |
SFR |
Público Urbano |
Organismo operador de agua del municipio de San
Francisco de los Romo |
495,000 |
21 |
SFR |
Doméstico |
Abel Maldonado Urrutia |
2,000 |
22 |
SFR |
Servicios |
Francisco José Aceves Fernández |
270,000 |
23 |
SFR |
Diferentes usos |
Humberto Gutiérrez Montañez |
464,000 |
|
Total |
100,839,785 |
Fuente: elaboración propia con
información del Registro Público de Derechos de Agua (REPDA, 2020).
Fig. N° 4: Localización de las mayores concesiones de agua en la ZMA
Fuente: elaboración propia con
información del Registro Público de Derechos de Agua (REPDA, 2020).
La información anterior revela que las
principales concesionarias de títulos en la ZMA son grandes compañías
constructoras e inmobiliarias de la región, así como las industrias
transnacionales.
Partiendo de lo que se vio en los dos
apartados anteriores, el momento clave para la privatización de los recursos
agua y suelo es la reforma al artículo 27 constitucional en 1992. Desde
entonces, se observa un proceso de reconfiguración
asimétrica del territorio que se ha caracterizado por la privatización de
recursos escasos, como la tierra cultivable de riego fundamentalmente ejidal y
el agua en una de las regiones con mayor escasez, bajo el control de grandes
capitales y compañías especialmente transnacionales; los agentes políticos han
actuado como intermediarios para su beneficio y el de los capitales financieros
y especulativos. El supuesto de la entrada de la tierra y el agua al mercado es
su mayor eficiencia (de acuerdo a la vieja teoría de que los mercados se autorregulan).
Sin embargo, los mercados no se autorregulan por sí solos, dado que no existe
competencia perfecta, sino que tienden a la concentración dada la falta de
medidas regulatorias por parte del Estado. Así, un recurso como el agua ha
terminado por concentrarse en grandes capitales, desde empresas transnacionales
como Nissan hasta empresarios inmobiliarios pasando por grandes productores
agropecuarios. Esto ha acentuado las asimetrías en la distribución del recurso
y comprometido su abasto para las siguientes generaciones. Por lo tanto, el uso
de los recursos naturales está marcado por las negociaciones políticas y los
intereses de la élite, transformando una problemática aparentemente ambiental a
una relacionada con el ejercicio y las luchas de poder.
Este artículo partió de una postura crítica a
los más recientes instrumentos territoriales en México por sostener una tensión
entre planteamientos sustentados en derechos y prácticas reivindicativas (como
“función social del suelo” y “rectoría del Estado”), pero estructurada por
categorías globalizantes y sin vínculo con la realidad nacional -mucho menos
local-, por lo que se anulan aquellos planteamientos y se estimula el
sostenimiento del statu quo. Así, se defiende que uno de los vacíos más
relevantes en estas políticas territoriales es la ausencia del aprendizaje de
la historia propia, tanto en la escala local como en la regional.
El artículo muestra que de este aprendizaje
-el análisis de la realidad- emergen los insumos para conceptualizar las
categorías necesarias para comprender y proyectar cualquier tipo de acción
sobre el territorio que pretenda transformar. Las aproximaciones analíticas a
los procesos de urbanización periférica en dos ciudades mexicanas: Ciudad de
México y Aguascalientes, confirman este supuesto que se expresa de la siguiente
manera:
En las periferias urbanas se sobreponen
distintas tensiones que desestabilizan el entorno social y territorial, generan
incertidumbre y confusión social que se distribuye según el poder del aparato
político empleado y las ganancias económicas que representa en las escalas
global, regional y local. En este sentido, para abordar el fenómeno urbano
periférico, es necesario replantear las categorías de análisis que reconozcan
una realidad más compleja, construida y sobrepuesta a través de diferentes
momentos históricos. La confusión territorial y la configuración asimétrica del
territorio se proponen como categorías que tratan de comprender la complejidad
del fenómeno urbano periférico, destacando la importancia de problemáticas como
la irregularidad, la especulación inmobiliaria y la expansión urbana desigual
promovida por distintos agentes sociales impulsados por el Estado en detrimento
de sus habitantes y del medio ambiente, deuda histórica que se encuentra en
fase de consolidación y crisis.
Por un lado, la confusión territorial engloba la sucesión de procesos históricos,
políticos y sociales en regiones geográficas y topográficas específicas,
tomando en cuenta la incierta y fragmentada propiedad del suelo desde su
constitución y sus conflictos sociales. A lo anterior, se sobrepone la
diversidad de formas urbanas construidas en diferentes momentos históricos, con
ritmos de crecimiento que dependen del agente social y sus relaciones
políticas, es decir que su impacto está determinado por la distribución de
agentes en cargos públicos y las ganancias económicas que les permite financiar
sus proyectos personales a través del servicio público; esto se desarrolla de
manera dispersa por distintos aparatos políticos, con la misma intención de
apropiarse del territorio. En conjunto, se genera un choque de fuerzas que se
manifiesta en una multiplicidad de irregularidades territoriales, jurídicas y
sociales, las cuales promueven incertidumbre, tensión y confusión social en la
población que los habita. A través de dicha categoría analítica, se puede
abordar el fenómeno periférico desde su escala local.
Por el otro, la configuración asimétrica del territorio parte de la premisa de que
el territorio es un concepto que acentúa las relaciones de poder en el espacio,
es decir, el espacio que es dominado por una estructura de poder. Así que
cuando se habla de una configuración asimétrica del territorio, como se pudo
ver en el caso de Aguascalientes, se hace referencia a un proceso de
periurbanización y usufructo de recursos naturales, específicamente el agua y
el suelo, gestionado y controlado por el mercado tanto local como
transnacional, obedeciendo a una lógica de acumulación del capital,
destacándose el papel estatal como facilitador. Se trata, pues, de una
asimetría territorial generada a partir de procesos legales e institucionales
(como los programas de desarrollo urbano y las concesiones del agua).
Estas dos categorías analíticas permiten
identificar las transformaciones históricas como ejes estructurantes. De los
dos casos presentados se pueden extraer cinco consideraciones para el análisis
de la urbanización periférica en las ciudades mexicanas:
a) Considerar el papel del Reparto Agrario como base territorial para el
posterior proceso de metropolización periférica; el Reparto Agrario permite
identificar la base territorial para comprender la expansión urbana periférica,
la complejidad de la propiedad colectiva, su fragmentación e incertidumbre
jurídica, su privatización y especulación, son elementos clave para comprender
la apropiación ilegítima de los grupos hegemónicos;
b) No perder de vista el proceso de industrialización que se llevó a cabo
en dos momentos distintos: a partir del modelo de sustitución de importaciones,
fase denominada como el milagro mexicano (1940-1970); y a partir de la
instalación del modelo capitalista como política orientada al mercado
internacional en beneficio del capital y la pérdida de rectoría del Estado que
tiene un momento clave de inicio en la reforma al artículo 27 constitucional en
el año de 1992;
c) Reconocer la relevancia de la articulación entre las políticas públicas
implementadas por el Estado, el uso de los instrumentos de planeación, y los
agentes públicos, sociales y privados que las promueven;
d) Rastrear las acciones que se llevan a cabo previo a la implementación de
los programas, esto debido a que en algunos casos se construyen escenarios
direccionados que benefician a empresas transnacionales y grandes inmobiliarias
que privilegian las ganancias económicas encima del resto de la población;
e) Analizar el papel del servicio público municipal que llega a quedar al
mando de los líderes políticos, encargados de modificar la división política y
territorial para suministrar servicios, infraestructura y equipamiento de
manera direccionada, difuminando los límites entre la administración pública y
la función social de los programas de desarrollo urbano.
Ante ello, para poder comprender la ciudad de
hoy y su fase de crisis, es necesario identificar la sucesión de procesos
históricos, económicos, políticos y sociales, que se manifiestan y convergen en
el territorio, con límites difusos y en constante transformación. Así como
cuestionar los límites del servicio público que promueve políticas y programas
urbanos direccionados, con la intención de aumentar el plusvalor de zonas donde
los dueños son los mismos servidores públicos, líderes políticos, grandes
inmobiliarias o transnacionales. Esto representa la privatización de ganancias
económicas y políticas que aseguran su máxima rentabilidad con la menor
inversión, sin embargo, generan conflictos sociales, tanto de resistencia como
de apropiación, por el control del territorio y sus recursos naturales, que
segregan y promueven la fragmentación social y territorial que afecta el
bienestar sociocultural de sus habitantes.
Finalmente, se sostiene la necesidad de
articular el estudio crítico de los procesos locales y regionales con la
conceptualización de las categorías analíticas y propositivas que permitan
ganar coherencia en el diseño de los instrumentos territoriales. La confusión
territorial y la configuración asimétrica del territorio son categorías que se
deben seguir trabajando con el análisis de otros procesos de urbanización en
ciudades mexicanas con el supuesto de fortalecerlas, identificar sus traslapes
y adicionar otras categorías para comprender la heterogeneidad, pero también
los patrones, de la transformación del territorio en México.
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[1] “Sin embargo, no se puede perder de vista que no es la primera vez que
aparece esta oportunidad. Además de la pandemia del H1N1 de 2009, las ciudades
han sido impactadas por sismos (por ejemplo, los de 1985 y 2017), tormentas y
huracanes (entre otros: Gilberto en 1988, Paulina en 1997, Wilma en 2005,
Ingrid y Manuel en 2013), explosiones (Guadalajara en 1992); y a escala
regional habría que sumar los constantes impactos de la minería y megaproyectos
energéticos y agropecuarios que tienen décadas impactando de manera importante
al medio ambiente y las comunidades rurales.” (De la Torre, 2020)
[2] El gobierno actual de México (2018-2024) ha hecho parte de su agenda
político-discursiva el distanciarse de los gobiernos anteriores, señalando que
el período neoliberal en el país fue desarrollado por sexenios priistas y
panistas de 1988 a 2018.
[3] Los principios son: papel del Estado; participación, coordinación y
concertación; derecho a la ciudad; interés público y social sobre el privado;
deuda histórica con población más desfavorecida; equilibrio ecológico y
protección al ambiente; equilibrio en cargas y beneficios del desarrollo
urbano; prevenir ocupación irregular del suelo al ofrecer seguridad en la
tenencia de la tierra; evitar especulación del suelo; diferentes regímenes de
propiedad, derechos de la propiedad social. Los retos estratégicos: función
social del suelo; ciudades resilientes y sostenibles; regularización de la
tenencia del suelo; suelo apto y bien localizado con sentido social;
información territorial; gobernanza territorial; regulación y financiamiento.
[4] Entre sus propósitos están la transversalidad, sostenibilidad,
equidad, estructuración territorial, rectoría del Estado, gobernanza.
[5] Las categorías de “confusión territorial” y “configuración asimétrica
del territorio” forman parte de los resultados parciales de las investigaciones
vigentes de Méndez y González. El primero en el marco de la Maestría en Diseño
y Estudios Urbanos (UAM-A), la segunda del Programa Interinstitucional de
Doctorado en Arquitectura (UA, UG, UC, UMSN).
[6]Aunque en su planteamiento utiliza el término “lotización”, menciona
que ambos se utilizan de manera indistinta en el contexto latinoamericano, para
este caso se utilizará “lotificación” por estar más relacionado con el contexto
mexicano.
[7]Abramo (2011) la presenta como una externalidad endógena positiva, sin
embargo, el trabajo de campo (Méndez, s.f.) en la zona de estudio nos ha
permitido reconocer que la reciprocidad es efímera y se debilita con el paso
del tiempo. Esto genera una externalidad comunitaria más compacta y aislada.
[8] La Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) es un de las más
pobladas de México y América Latina, y está conformada administrativamente por
la Ciudad de México y sus 16 Alcaldías, así como 59 municipios del Estado de
México y un municipio del Estado de Hidalgo (Padilla S. , 2016).
[9] Plano consultado en: https://doi.org/10.15648/hc.26.2015.4
[10] Se mencionan las más representativas en la zona de estudio, sin
embargo, Aguado (1998) identifica 17 acciones agrarias
[11] Cabe mencionar que el Distrito Federal, ahora Ciudad de México, queda
en último lugar a nivel nacional con 89 Núcleos Agrarios (Flores C. , 2008)
[12]Es importante aclarar que el valle se repartió entre los pueblos de la
subcuenca de Chalco, la mayoría previamente asentados a pie de cerro. Por lo
tanto, cada fragmento tiene significados distintos, por ejemplo: valle de
Ayotla y valle de Tlalpizahuac, también valle de Chalco y valle de Santa
Catarina, etcétera.
[13]Dicho valle fue lotificado de manera conjunta, en mayor medida
coordinado por los fraccionadores y su aparato político, tal es “el caso de
Gilberto González Garrido. Uno de los principales fraccionadores de los ejidos
de Ayotla y Santa Catarina” (La Jornada, 1998, citado en (Lina & Rodríguez,
2003).
[14]Antorcha Revolucionaria, mejor conocida como Antorcha Campesina, llegó
a Ixtapaluca en 1986 proveniente de Puebla, afiliada como organización agraria
al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 1988 (Matías, 2012).
[15]Aldrete-Hass (1991) define el paracaidismo como una práctica de
intercambio, donde el Estado concede la legalización de la tierra a cambio de
“lealtad, disciplina y votos, cuando fueran requeridos” (Aldrete Hass, 1991:63).
[16] Todos estos municipios ubicados en dentro del estado mexicano de
Aguascalientes.
[17] La crisis de aquella década en México tiene como marco general dos
grandes procesos, la reorganización de la economía mundial, tras las crisis de
la deuda externa latinoamericana y las crisis económicas asiáticas, así como
las medidas políticas y económicas adoptadas por el gobierno nacional
orientadas a la exportación para de esta manera lograr un ajuste económico con
el Fondo Monetario Internacional (FMI).
[18] Desde un inicio Nissan definió el territorio que quería para
establecer la planta automotriz y las condiciones para que esto sucediera. Para
poder realizar la donación de estas tierras, el gobierno estatal lanzó en el
año 2012 una propuesta para modificar el Artículo 14 de la Ley Patrimonial del
Estado de Aguascalientes con el objetivo de poder realizar donaciones sin
contar con la aprobación del Poder Legislativo y sin detallar las condiciones
de la donación tal como la ley lo requería. Anterior a esta reforma, de manera
general, cuando el estado dona un inmueble a un particular se debía de
establecer el fin específico para esta donación con un fin de interés social,
objetivo que no se cumplió con Nissan.
[19] Como se mencionó anteriormente, la Zona Conurbada de Aguascalientes se
compone de los municipios de Jesús María, Aguascalientes y San Francisco de los
Romo.
[20] Este cálculo es tan solo un aproximado ya que los valores catastrales
varían y generalmente se encuentran en un menor rango que los valores reales.
Por ejemplo, se tiene el caso de los ejidos de Ojocaliente y Salto de
Ojocaliente, ubicados en el oriente de la ciudad, los cuales fueron los más
afectados por la expropiación en el periodo de 1980-2000, reduciéndose hasta en
más de un 40%.
[21] Refiriéndose a sujetos jurídicos o sujeto de derecho