Proyección: estudios geográficos y de ordenamiento territorial / ISSN 1852 -0006
Vol. XVI, (32) / Sección Dossier / pp. 113-139 /
Instituto de Cartografía, Investigación y Formación para el Ordenamiento Territorial,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistaproyeccion@ffyl.uncu.edu.ar https://doi.org/10.48162/rev.55.031
Enviado 14/07/2022 –Aceptado 14/12/2022
La
Plata city under water. Neighborhood
assemblies as spaces of resistance after the flood of 2013
Santiago Báez
Centro de Investigaciones Geográficas,
Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales,
Universidad
Nacional de La Plata.
baez.santi93@gmail.com
Ludmila Cortizas
Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET);
Centro de Investigaciones Geográficas,
Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales,
Universidad
Nacional de La Plata.
ludmi.cortizas@gmail.com
Resumen
El crecimiento urbano de La Plata, dominado
por procesos especulativos en las últimas décadas, dio lugar a la densificación
del casco urbano, a la expulsión de sectores vulnerables hacia áreas marginales
y ambientalmente frágiles, y a la urbanización de espacios verdes y márgenes de
arroyos. La inundación de abril del 2013 significó el fallecimiento de
numerosas personas, miles de damnificados y pérdidas millonarias, y el
surgimiento de movilizaciones sociales que reclaman por justicia.
El objetivo de este trabajo es realizar una
aproximación al conflicto ambiental producido por la inundación del 2 y 3 de
abril de 2013 en la ciudad de La Plata, Argentina, para identificar aquellas
demandas y estrategias desplegadas producto de la lucha de los espacios
asamblearios en un contexto de expansión del proceso de extractivismo urbano.
La metodología utilizada consistió en el análisis de bibliografía específica y de normativa sobre ordenamiento territorial del partido. También se recopilaron artículos periodísticos, se realizó observación participante en la marcha por el aniversario a nueve años de la inundación, y entrevistas semi-estructuradas a informantes clave.
Palabras clave: inundación, La Plata, conflicto ambiental, extractivismo urbano,
asambleas.
Abstract
La
Plata’s urban growth in the last couple of decades has been dominated by
speculation processes which gave place to the densification of the central area
of the city, the urbanization of green spaces and riverside banks, and the
expulsion of vulnerable people towards marginal and environmentally fragile
areas. As a result of the flood of 2013, numerous people died, and thousand
others were affected with millionaire losses. This event led to the creation of
several social movements claiming for justice.
The aim
of this paper is to present the environmental conflict that started with the
April’s 2013 flood in La Plata, Argentina, in order to identify the demands and
strategies deployed by the people affected by the flood within a context of
expanding urban extractivism.
In terms
of methodology, the research consisted on the analysis of specific
bibliography, digital news and territorial planning regulations. Moreover,
semi-structurated interviews were made to key informants and participatory
observation took place in the mobilization made due to the ninth anniversary of
the event
Keywords:
flood, La Plata, environmental conflict, urban extractivism, assemblies.
La acelerada
expansión urbana de las ciudades, manifestada entre otras variables por las
configuraciones conflictivas de usos del suelo heterogéneos, no ha sido
acompañada con un ordenamiento territorial ambiental que procure orientar las
disputas constitutivas del espacio para lograr tendencias de urbanización
acorde a criterios de planificación, uso racional de los recursos, minimización
de riesgos ambientales y acceso justo al hábitat. Este proceso es movilizado
por actores que se encuentran sumidos en un complejo entramado de relaciones
sociales y de poder, que se orientan de acuerdo a distintas escalas y lógicas
de reproducción (Pírez, 1995). En este
sentido, los escenarios de desastres que difícilmente pueden ser caracterizados
como “naturales” se han visto potenciados por la predominancia de la lógica
mercantil como ordenadora del territorio en connivencia con la lógica política,
en tanto que la dinámica natural no es contemplada en los procesos de
producción de suelo urbano. Es así como en numerosas ciudades escasean espacios
verdes y distintos cursos de agua son “absorbidos” por tejidos urbanos cada vez
más densos, sin medir las consecuencias de acciones predominantemente guiadas
por intereses especulativos.
En la ciudad de La Plata por caso, las
inundaciones no son un fenómeno actual únicamente sino que se han producido con
periodicidad desde la fundación de la urbe, siendo cada vez más importantes en
la medida en que los arroyos fueron intervenidos por procesos de ocupación
correspondientes al crecimiento urbano. En abril del año 2013 se produjo una
gran inundación que quedó en el imaginario platense como la mayor tragedia de
la ciudad ya que la inundación producida significó el fallecimiento de decenas
de personas, además de miles de damnificados y pérdidas millonarias.
Cuestionamientos, denuncias cruzadas, asignación de responsabilidades e incertidumbre
fueron los grandes ejes de debate en torno a esta catástrofe. La
particularidad, es que a casi 10 años de dicho evento, se han visto potenciados distintos
procesos especulativos que dieron lugar a la urbanización de espacios verdes, a
la densificación del casco y a la expulsión de sectores vulnerables hacia áreas
marginales y ambientalmente frágiles, complejizando el contexto urbano
platense y promoviendo un escenario de gran riesgo de repitencia del
evento.
Por esto, resulta interesante recuperar las
estrategias de distintas asambleas barriales, quienes año a año denuncian la
impunidad de los responsables de aquel evento, y han sabido dejar en evidencia
la acción/inacción de la gestión pública en materia de obras y de prevención, y
el beneficio del que gozan actores especulativos, especialmente desde el año
2010 referido al ordenamiento territorial de la ciudad. A ello se suman problemas de planificación
históricos que acarrea la ciudad, los cuales, lejos de ser atendidos, terminan
siendo profundizados por el avance de expresiones del proceso de extractivismo
urbano. De allí se desprende que el presente trabajo pretende realizar
una aproximación al conflicto ambiental producido por la inundación del 2 y 3
de abril de 2013 en la ciudad de La Plata, Argentina, para identificar aquellas
demandas y estrategias desplegadas producto de la lucha de los espacios
asamblearios en un contexto de expansión del proceso de extractivismo urbano.
Desde el punto de vista metodológico, para el
abordaje de este trabajo se toman como ejes de análisis los reclamos de los
asambleístas, su vinculación con la acción/inacción de la gestión pública, y el
rol preponderante que ha tenido la normativa que guía el ordenamiento
territorial en la última década, en un contexto de avance del proceso de extractivismo
urbano. Para la realización de este trabajo se recurrió a la búsqueda y lectura
de bibliografía específica sobre la temática y al análisis de normativa sobre
ordenamiento territorial, lo cual fue complementado con el análisis de noticias
publicadas por distintos medios de comunicación referidos al evento en
cuestión. Como complemento, se realizaron entrevistas a informantes clave como
asambleístas y profesionales del Estado.
El trabajo se estructura en tres apartados.
En primer lugar, se recuperan algunas nociones teóricas vinculadas al proceso
de extractivismo urbano, los conflictos ambientales y la resistencia entendida
como movimiento socioterritorial. El segundo apartado se destina a abordar la
problemática central y se lo divide en cuatro sub-apartados en los cuales se
presenta la problemática de las inundaciones en el territorio platense con
énfasis en la de abril de 2013, para luego indagar el cuestionamiento a la
normativa de ordenamiento territorial vigente, recuperar algunos aspectos
referidos a las obras hidráulicas y a la prevención de inundaciones, y cerrar
el apartado con la situación actual en materia de acción/inacción del Estado
con respecto a los reclamos sociales. Por último, se plantean las reflexiones
finales y algunas líneas de profundización para futuras investigaciones.
En las últimas décadas, América Latina ha
visto crecer los conflictos ambientales en torno a la explotación y extracción
desmedida de los recursos naturales en el contexto de un avance depredador del
capitalismo central sobre las periferias mundiales. Este proceso, conocido
como extractivismo, se caracteriza por la extracción de minerales, cultivos,
hidrocarburos, etc., por parte de grandes empresas y en volúmenes elevados
destinados esencialmente a la exportación en calidad de materia prima o con un
procesamiento mínimo para abastecer procesos industriales (Gudynas, 2014). A partir de este proceso, grandes
empresas de apropian de enormes ganancias, favorecidas por los precios del
mercado mundial de commodities, y
externalizan los impactos ambientales, en muchos casos dañando severamente (o
destruyendo) múltiples ecosistemas y afectando a la vida de poblaciones
locales. Los excedentes generados son apropiados y reinvertidos en otros
sectores tales como el inmobiliario o de la construcción en las grandes
ciudades, con el objetivo de continuar reproduciendo las ganancias (manteniendo
la idea de diversificar inversiones para protegerse de los vaivenes del
mercado) favoreciendo a la especulación rentista que allí se produce.
Algunos autores (Svampa & Viale, 2014; Viale, 2017) reconocen manifestaciones
de este fenómeno en las grandes ciudades y han acuñado el concepto de
extractivismo urbano para hacer referencia al predominio de la especulación inmobiliaria
como proceso que expulsa población, concentra riqueza, se apropia de lo público,
produce daños ambientales, en el marco de una urbanización neoliberal en la que
los grandes capitales configuran la ciudad con el acompañamiento del Estado. El
trabajo realizado por García Jerez aporta también al entendimiento de este
nuevo concepto, al realizar un abordaje de las conexiones existentes entre el
extractivismo tradicional de materias primas y los procesos de financiarización
llevados adelante por capitales privados en las grandes ciudades
latinoamericanas (García Jerez, 2019).
Esto condice con los dichos de Harvey, quien plantea que existe una conexión
íntima entre el desarrollo del capitalismo y el proceso de urbanización, en
tanto que el excedente continuamente producido por el primero es absorbido por
el segundo (Harvey, 2013). De esta forma,
y trazando un paralelismo con el extractivismo tradicional, el sistema
capitalista convierte a los inmuebles en verdaderos commodities (Viale, 2017)
cuya mercantilización hace predominar su valor de cambio por sobre su valor de
uso, materializando la acumulación de capital y conformándose como reservas de
valor.
Este
proceso tiene distintas expresiones vinculadas al mercado inmobiliario, y las
problemáticas urbanísticas (Gutiérrez Ríos,
2015). La irrupción de megaproyectos que implican
inversiones de alto impacto territorial como la proliferación de urbanizaciones
cerradas o la construcción de torres de oficinas y viviendas multifamiliares,
entre otros, son algunos ejemplos (Pintos &
Narodowski, 2012). En general, se trata de un mercado de suelo orientado
a sectores de alta renta que tiende a expandirse hacia áreas periféricas, o a
concentrarse en áreas centrales donde cada vez es más frecuente asistir a una
densificación y verticalización urbana legitimada por modificaciones en
normativas de usos del suelo de las ciudades (Reese,
2017). De esta forma, el crecimiento de las ciudades, además de ser cada
vez más excluyente, también naturaliza el avance de la privatización de los
espacios públicos verdes en tanto que, en este contexto, las plazas, los
parques y distintas superficies verdes o vacantes en áreas urbanas y
periurbanas terminan considerándose espacios no rentables que pasan a ser
convertidos por la especulación inmobiliaria.
Y a su vez, esta creciente expansión
capitalista profundiza la configuración de una urbanización cada vez más
polarizada, que se manifiesta en la competencia por el acceso al suelo urbano
por parte de distintos sectores sociales. Pintos y Narodowski reconocen que en
muchos casos, los precios en los loteos formales alcanzan valores muy elevados,
lo cual da como resultado que, por un lado, algunos remanentes de suelo sean
objeto de ocupaciones y tomas, configurando formas de acceso al suelo de
aquellos sectores sociales que no cuentan con posibilidades por la vía formal (Pintos & Narodowski, 2012). Así, diversos
actores no encuentran otra opción más que vivir en barrios informales, villas y
asentamientos donde permanecen amenazados por la posibilidad del desalojo y
otras situaciones, fenómeno que se conecta visiblemente con el resto del
extractivismo (Viale, 2017).
En este contexto, y desde dicha lógica, se
termina construyendo de modo irracional y avanzando sobre superficies
absorbentes en áreas urbanas y periurbanas impermeabilizando suelos (Svampa & Viale, 2014; Viale, 2017), lo que
favorece entre otras cuestiones, a la ocurrencia de inundaciones periódicas
como ocurre en el área de estudio del presente trabajo. Después de todo,
pareciera ser que la medición del éxito de una ciudad se calcula a partir de
cuántos metros cuadrados se construyen anualmente, siendo la construcción el
motor del supuesto desarrollo que se persigue en el cual la valorización del suelo
es sinónimo de progreso (Viale, 2017; Losano,
2017).
Este proceso da lugar a problemáticas
ambientales tales como las inundaciones provocadas por precipitaciones intensas
en cortos períodos de tiempo, especialmente en ciudades cuyo sistema de drenaje
alcanza su punto de saturación de manera rápida, debido en parte a: la
proximidad de las napas freáticas a la superficie, la existencia de obras
inadecuadas o por falta de actualización de estos sistemas, en paralelo al
crecimiento urbano. La situación se complejiza más cuando ocurre en una ciudad
que incorporó de manera inadecuada cursos de agua preexistentes -los cuales
constituyen las redes de drenaje naturales de la superficie terrestre-,
alterando su dinámica natural a través de la ocupación de márgenes y planicies
de inundación, canalizaciones, entubamientos, etc. Más aún, en lo que atañe a
este trabajo, queda en evidencia cómo se desatendieron los numerosos
pronósticos realizados por científicos y especialistas, y vecinos,
organizaciones sociales y asambleas barriales, y reinó un desinterés por llevar
adelante un ordenamiento y diseño territorial acorde con las leyes de la
naturaleza. Entonces, “como afirmó Mike Davis, esta es la menos natural de las
catástrofes” (Svampa & Viale, 2014, pág.
264).
Este
problema se volvió un conflicto ambiental.
En
lo investigado en este trabajo, fueron surgiendo distintas
manifestaciones por parte de aquellos perjudicados que lograron un cierto nivel
de organización en contra de quienes son considerados como los responsables de
ese suceso, alegando falta de respuestas y obras, permisividad en el
ordenamiento territorial, daños ambientales, etc. El Estado adquirió una doble responsabilidad, facilitó la
expansión del proceso extractivo en la ciudad, mientras que tuvo que atender a
las demandas de prevención y manejo de la emergencia.
El origen del conflicto, entonces, se remonta
a diferentes valoraciones, percepciones o significados sobre acciones
vinculadas con la sociedad y el ambiente (Gudynas,
2014). Los actores partícipes conforman colectivos que pueden tener
distintos grados de organización como, por ejemplo, asambleas vecinales en este
caso, y a partir de ello es que intervienen en la producción del espacio
urbano, pero de una manera diferente y desde una valorización simbólica; son
quienes despliegan estrategias en defensa de distintas áreas de la ciudad,
considerándola un derecho y un lugar de habitar.
En esta línea, se plantea que los reclamos
impulsados por estas asambleas vecinales representan luchas por la ciudad
articuladas por movimientos socioterritoriales, entendidos como movimientos
sociales que transforman el espacio en territorio a través de su oposición con
otras fuerzas políticas que intentan crear, conquistar y controlar otros
territorios en ese mismo espacio (Torres, 2020).
En su dinámica, estos movilizan a miembros de la comunidad que ven afectado o
perjudicado su entorno próximo (Mançano
Fernandes, 2006). La acción colectiva de los participantes de estos
movimientos desafía las estructuras de dominación y/o sujeción (Oslender, 2002) a partir de la atención al
lenguaje y sus voces, sus demandas en defensa del territorio que habitan, o
porque entienden que la resistencia de ese territorio producirá un bien
colectivo. A decir de Mançano Fernandes “los movimientos socioterritoriales
para alcanzar sus objetivos construyen espacios políticos, se espacializan y
promueven otro tipo de territorio” (Mançano
Fernandes, 2006, pág. s/n). Estos adoptan estrategias y conforman una
identidad colectiva (Torres, 2020),
arraigada al territorio construido, y es por ello que se agrupan y movilizan
frente a amenazas físicas como obras, programas y equipamientos, o medidas
impuestas desde afuera.
Estos movimientos pueden ser también
caracterizados como esporádicos, producto de la resistencia frente a un
proyecto concreto. En el espacio urbano, estos actores de la resistencia
recuperan la calle como lugar de encuentro y lucha, y así desatan un movimiento
redefiniendo el espacio público urbano como “ámbito natural” de los procesos de
socialización, de construcción de alteridad y de formación de identidad de los
ciudadanos, otorgándole sentido. A
partir de su accionar se pueden identificar los momentos que hacen al conflicto
en cuestión: su inicio, su desarrollo y su finalización (Santandreu & Gudynas, 1998; Gudynas, 2014).
En la ciudad de La Plata (al igual que en
Berisso y Ensenada, juntos conforman el Gran La Plata), provincia de Buenos
Aires, las inundaciones han significado una problemática ambiental recurrente
no sólo por el cambio en las condiciones climatológicas a nivel global (que
indudablemente tiene su efecto a escala local), sino también por los problemas
que significó el crecimiento urbano experimentado en las últimas décadas. Ya
desde su fundación, como bien muestran Morosi y Romanazzi, la ciudad de La
Plata creció ignorando los arroyos (Morosi &
Romanazzi, 2018), cuestión que derivó en la canalización y entubamiento
de estos (Fig. Nº1). En la cuenca del Arroyo del Gato (donde tuvo mayor impacto
la inundación del 2013), el arroyo homónimo es el único que todavía se
encuentra al aire libre, mientras que el Pérez y el Regimiento (afluentes)
discurren entubados por debajo del casco urbano. Asimismo, esta situación fue
acompañada por la ocupación de zonas de ribera y planicies de inundación
¿desconociendo? su importante rol en la regulación hídrica del medio.
Fig. N°1: Cuencas hidrográficas de la microrregión del Gran La Plata, y cursos de agua
intervenidos.
Fuente: elaboración propia. Mapa base:
Google Satélite. Capa de hidrografía y capa de cuencas hidrográficas de
IGS-CISAUA, obtenido del Observatorio Medioambiental La Plata.
El 2 y 3 de abril del año 2013 se produjo una
inundación que marcó un antes y un después en la historia de la ciudad, en el
imaginario social y en el devenir político. El 2 de abril alrededor de las
16:30 la ciudad de La Plata y varias zonas de Berisso y Ensenada recibieron las
primeras precipitaciones, dándose los máximos de intensidad de precipitación
entre las 18:00 y 18:30, según indicaban los registros de la Estación
Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional de La Plata. Entre las
22:00 y las 22:30 ocurrió un segundo pico de intensidad, pero en esa
oportunidad, las máximas precipitaciones se dieron en el sector sur-sureste de
la región (Facultad de Ingeniería, 2013).
Se trató de un fenómeno meteorológico extremo
en el cual precipitaron casi 400 milímetros de agua en pocas horas, lo que dejó
como resultado numerosas muertes, la enorme cantidad de damnificados y los
cuantiosos daños materiales. La cantidad de agua precipitada colapsó
rápidamente el sistema de desagüe pluvial de la ciudad (obsoleto, como se
menciona más adelante) y en muchas zonas, el agua directamente no escurría
(Fig. N°2), por lo que las alturas alcanzadas por esta fueron incrementándose
paulatinamente.
Fig. N°2: Zonas anegadas y marcas en las
viviendas que muestran hasta dónde llegó el agua.
Fuente: Portal Aguas Turbias – Ruth
Fernández Cobo.
Esta situación fue de las más problemáticas,
dado que el nivel de agua comenzó a descender recién varias horas después. Como
relatan Morosi y Romanazzi “las aguas cubrieron la ciudad durante quince horas.
En ese largo y tortuoso trance (…) se produjo la mayor parte de los
fallecimientos de personas ahogadas dentro de sus propias viviendas o
arrastradas por la corriente en las calles”
(Morosi & Romanazzi, 2018, pág. 141). En la figura N°3 se observan
los resultados de un estudio realizado por la Universidad Nacional de La Plata
post evento, donde se mapearon las áreas anegadas, alcanzando el agua en
algunos casos los dos metros de altura.
Fig. N°3: Superficies inundadas en base a
puntos relevados en las cuencas del Arroyo del Gato (izquierda) y Arroyo
Maldonado (derecha)
Fuente: Facultad de Ingeniería (2013).
Esta situación significó un detonante tanto
social como académico y mediático en relación a cómo se aborda esta
problemática. Diversos medios de comunicación locales y de alcance nacional se
hicieron eco del evento. Rápidamente los canales televisivos comenzaron a
mostrar imágenes de la tragedia, y al día siguiente, periódicos locales, de
alcance regional y nacional, con diversos titulares e información, cubrieron el
hecho.
Sin embargo, quienes realmente comenzaron a
dar forma al conflicto ambiental fue la sociedad movilizada frente a la
inundación en forma de asambleas vecinales, tales como la Asamblea Inundados de
Tolosa, Asamblea Vecinal Barrio Norte, Asamblea Vecinal Villa Elvira, Asamblea
Parque Castelli, Sobrevivientes de la Inundación, y Asamblea Parque Recreativo
Los Hornos. Se constituyeron como colectivos organizados bajo demandas que
rápidamente se espacializaron a través de distintas estrategias. Éstos fueron
acompañados por vecinos autoconvocados, organizaciones políticas y sociales,
ONGs y también investigadores y técnicos del ámbito académico.
En este sentido, algunas noticias dieron
cuenta de la creación de un nuevo actor político (en referencia a las asambleas
de inundados), un nuevo movimiento socioterritorial que adoptó como estrategia
de visibilización de sus reclamos actos conmemorativos, marchas por las calles
de la ciudad, reuniones periódicas y divulgación de comunicados, testimonios y
contenido gráfico a través de medios de comunicación y redes sociales[1]. En
los primeros años, por caso, las movilizaciones en las calles de la ciudad
fueron masivas, acompañadas por distintos sectores políticos y académicos. Fue
tal la magnitud del desastre que el tema no tardó en ocupar un lugar en la
agenda política del gobierno, el principal apuntado por la sociedad en general
y estas asambleas en particular, como responsable de la peor tragedia de la
historia de la ciudad, tal como se expresa en un comunicado compartido durante
la última marcha realizada en conmemoración de la tragedia (Fig. Nº 4):
A pesar de los importantes estudios realizados
por especialistas pertenecientes a la UNLP que alertaban del peligro y de la
inundación de enero de 2002 o la ocurrida en febrero de 2008, que preanunciaban
el trágico desenlace, la desidia, la inoperancia y la corrupción de los
sucesivos gobiernos nacionales provinciales y municipales terminó causando la
más terrible catástrofe en nuestra ciudad. (...) Lo que pudimos observar al
atravesar esa nefasta noche y los días posteriores fue cómo el Estado estuvo
ausente, mientras que fuimos los vecinos quienes nos ayudamos entre nosotros y
acompañamos como en tantas otras tragedias que nos tocó vivir (Fragmento del
comunicado de las Asambleas, 2 de abril de 2022).
Fig. N°4: Marcha conmemorando el noveno aniversario de la inundación de
abril de 2013
Fuente: archivo de los autores (2022).
Las denuncias judiciales realizadas con
posterioridad a la tragedia fueron en su mayoría archivadas, quedando todos los
responsables en condición de libertad. Aún hoy, no se han reconocido todas las
muertes que se produjeron en el evento, manteniéndose el número oficial en 89
víctimas fatales, aunque las asambleas marcan que fueron más:
Se sabía que había muchos muertos. Se dio a
conocer una lista de 51 víctimas, pero muy rápido quedó clara la farsa. Una
movilización rompió con la puesta en escena y esa lista comenzó a aumentar. El
poder judicial comprobó 89 muertes, pero estamos seguros de que fueron
muchísimas más (Fragmento del comunicado de las Asambleas, 2 de abril de 2022).
La situación desencadenada por la inundación
dejó en evidencia las consecuencias de las expresiones de la lógica extractiva
en la ciudad, tales como el deterioro ambiental de los arroyos platenses,
muchos entubados o canalizados, casi todos contaminados, y gran parte de sus
zonas ribereñas, urbanizadas. Por otra parte, el enorme crecimiento de la
mancha urbana ha significado el retroceso de actividades productivas
desarrolladas en el cordón flori-frutihortícola, y al mismo tiempo el avance
sobre espacios verdes localizados en las periferias de la ciudad. Este avance,
muchas veces discontinuo dejando tierras sin ocupar entremedio[2], es
posibilitado por modificaciones en la normativa de ordenamiento territorial, a
través de rezonificaciones aprobadas por ordenanza municipal (pero sin
convalidar por el Estado Provincial). De esta forma, numerosos emprendimientos
privados avanzaron sobre espacios verdes, rellenando terrenos, alterando el
normal escurrimiento e infiltración de los suelos y rectificando cursos de
agua. La sanción de normativas flexibles y permisivas como es el caso del
Código de Ordenamiento Urbano (COU) vigente en el Partido de La Plata desde el
2010 es un elemento clave para la continuidad de este proceso.
Por cuestiones como esta, la gestión urbana
municipal estuvo en el centro de la escena con posterioridad a la inundación
(aunque el gobierno provincial también fue ampliamente cuestionado). Uno de los
reclamos con más peso refiere a la cuestión de la normativa urbana, en tanto
que las distintas asambleas de vecinos, nucleadas en la Unión de Asambleas
Barriales de La Plata, y los referentes de la mayoría de las fuerzas políticas
de la región reclamaron la derogación o importantes modificaciones a la misma,
haciendo referencia específicamente al COU. Como bien plantean Vértiz y Del
Río, la tragedia de la inundación llevó a múltiples actores políticos y
sociales a interpelar al COU y, a través del mismo, los arreglos
público-privados subyacentes (Vértiz & Del
Río, Poder y regulación urbana: el retroceso en la normativa de usos del suelo
en la ciudad de La Plata (1995-2015), 2020). Si bien el COU tenía menos
de tres años de vigencia desde su sanción y, por ende, su rol en la
impermeabilización del suelo hasta ese entonces podría considerarse como
despreciable por una cuestión de tiempos, se convirtió en eje de disputa,
principalmente porque es visto como la continuidad y profundización de un
proceso que se originó con el COU sancionado en el año 2000.
La política de ordenamiento territorial del
partido es quizás uno de los ejes más importantes que dan razón de ser al
conflicto ambiental analizado. Es aquí donde manifiestan claramente los
intereses contrapuestos de distintos actores sociales en torno a cómo y a medida
de quién se produce la ciudad: por un lado, sectores vinculados a la
construcción, favorecidos por las modificaciones introducidas en el año 2010, y
por otro, las asambleas, reclamando por nuevas modificaciones en la normativa
que limiten el accionar de los primeros. En el medio, el Estado como actor que
hace las veces de péndulo, en ocasiones favoreciendo el accionar de sectores
especulativos, y en otras atendiendo parcialmente algunos reclamos
asamblearios.
Lo anteriormente mencionado tiene su génesis
parcialmente en la reforma del COU[3] del
2010 y luego con la inundación del año 2013. La reforma del 2010 fue
fuertemente cuestionada no sólo por el contenido de dicha reforma sino por el
trasfondo del proceso a través del cual se aprobó. El trabajo de Vértiz y Del
Río muestra cómo este proceso estuvo marcado por el accionar del lobby
empresarial manifestado en la incorporación de empresarios y miembros de
Colegios Profesionales a ciertos puestos claves de la gestión municipal, lo que
significó un fuerte e inmediato apoyo de los empresarios de la construcción (Vértiz & Del Río, Poder y regulación urbana: el
retroceso en la normativa de usos del suelo en la ciudad de La Plata
(1995-2015), 2020). A decir de Vértiz, fue a través de la agenda
mediática que:
los representantes de los colegios
profesionales y de las cámaras empresarias manifestaron públicamente la
necesidad de aumentar los índices constructivos, argumentando que el
crecimiento de la construcción iba a incidir positivamente sobre la economía
local a través del apalancamiento de la producción y del empleo (Vértiz,
Actores, ámbitos y estrategias detrás de la regulación urbana en La Plata
(Argentina), 2019, pág. 2475)
Así, los intereses particulares de
empresarios fueron impuestos ante las autoridades públicas y favorecidos por el
accionar de éstas, dando lugar también a la captura de la decisión estatal,
entendida como la pérdida de autonomía del Estado a la hora de formular e
implementar políticas públicas -como por ejemplo, aquellas vinculadas al
ordenamiento territorial- (Castellani, 2018).
Se consolidó la presencia de un Estado que dio legitimidad de regulador a
actores no estatales, promoviendo la inyección de capitales de la construcción
a través de la generación de un marco legal permisivo (Losano, 2017; Viale, 2017), y generando las bases para que el
proceso de especulación inmobiliaria se expanda, bajo el discurso del
desarrollo urbano.
Luego de la inundación del 2013, distintas
asambleas de vecinos y referentes de la mayoría de las fuerzas políticas de la
región reclamaron la derogación o importantes modificaciones al COU, siendo incluso
reconocido por un funcionario de la Municipalidad de La Plata que la normativa
debía ser modificada “porque no preveía el impacto hidráulico de las
construcciones ni el escurrimiento del suelo” (Vértiz,
Actores, ámbitos y estrategias detrás de la regulación urbana en La Plata
(Argentina), 2019, pág. 2479).
La cuestionada normativa promueve la
densificación del casco urbano al mismo tiempo que permite la expansión urbana
sobre áreas rurales, dando como resultado un centro
con servicios e infraestructura (incluida la hidráulica) obsoleta,
inadecuada, saturada y una periferia cada vez más extensa, con escasos
servicios e infraestructura. En lo que refiere exclusivamente a cuestiones
vinculadas a factores que favorecen la ocurrencia de inundaciones, la normativa
plantea un incremento sensible de la densidad de lo construido tanto en alturas
como en espacios verdes y el relleno de áreas inundables para elevar cotas, lo
que reduce la superficie de suelos absorbentes, modifica sustancialmente el
escurrimiento superficial del agua y da lugar a procesos de cementación del
suelo disminuyendo su capacidad de infiltración (Losano,
2017; Morosi & Romanazzi, 2018).
Del análisis de la
normativa en cuestión surge que se contemplen áreas pasibles de ser anegadas
las cuales deben cumplir con ciertos criterios urbanísticos (apartado de
Arroyos y Bañados, artículos 161 y 162). Para todas ellas, se establecen
limitaciones especiales a los usos del suelo, al parcelamiento y al volumen
edilicio (indicadores de FOS y FOT)[4].
Se permite el relleno de terreno, la impermeabilización de una parte de la
parcela y se prohíbe la construcción de cualquier elemento que pudiera impedir
el libre escurrimiento del agua (salvo excepciones previo estudio técnico y
aprobación de la Autoridad del Agua de la provincia).
Teniendo en cuenta el
COU del año 2000 (Ord. 9231), Losano plantea que hubo un aumento importante en
el valor máximo del FOT/FOS en áreas anegables: era de 0.2 y 0.4 y pasó a ser
de 0.3 y 0.5 respectivamente (Losano, 2017).
Esta cuestión, entre otras, explica entonces el reclamo por parte de las
asambleas vecinales organizadas post inundación 2013, secundado por distintos
sectores académicos que cuestionaron las modificaciones en la normativa, el
favorecimiento al sector inmobiliario y de la construcción, y el consecuente
deterioro de las condiciones ambientales de la ciudad.
Las asambleas entienden que las
modificaciones introducidas en la reforma del año 2010 no hacen más que
profundizar problemas históricos de la ciudad, favoreciendo a los sectores
inmobiliarios y polarizando cada vez más a la sociedad:
La ciudad y su periferia crecieron
exponencialmente sin el mínimo criterio de planificación (…) aún sigue vigente
el maldito COU que debería llamarse de “desordenamiento urbano”, fuente de
negocios inmobiliarios de los más poderosos, pero no herramienta de crecimiento
urbano sustentable e inclusivo. 150 asentamientos precarios es el resultado en
más de 10 años de vigencia (Fragmento del comunicado de las Asambleas, 2 de abril
de 2022).
A pesar de los continuados reclamos en la
materia, en una reciente marcha, una referente de las Asambleas mostró su
descontento y parcial resignación, afirmando que desde la Municipalidad se han
mostrado reacios a introducir las modificaciones reclamadas en la normativa.
“Las respuestas de los ediles fue negativa,
ese Código no se va a modificar y no es que nosotros lo tomamos de punto al
intendente actual, sabemos que si es otra persona tampoco se va a realizar (…)
hay intereses inmobiliarios que no van a cambiar” (Di Carlo, 2022).
Queda así expresado cómo el negocio de la
especulación inmobiliaria coopta la normativa de ordenamiento territorial de la
ciudad para su propio beneficio, en desmedro de la naturaleza y de la calidad
de vida de la población (Svampa & Viale,
2014).
A lo anteriormente señalado, se sumó otro eje
que recibió grandes críticas por parte de las asambleas a la gestión del por
entonces intendente Pablo Bruera y también al ex gobernador de la Provincia de
Buenos Aires Daniel Scioli, fue la deuda que presenta la región en términos de
obras hidráulicas que se prometieron en numerosas ocasiones a lo largo de la
historia de la ciudad (Morosi & Romanazzi,
2018).
Un informe realizado por la Facultad de
Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata inmediatamente posterior al
evento reflejó que la ciudad ya presentaba antecedentes que debían servir de
advertencia por posibles inundaciones de magnitud. También remarcaba la obsolescencia de la
infraestructura hidráulica de la ciudad, pensada para cierto tipo de evento
meteorológico y para una determinada densidad demográfica. A ello se suma la
falta de previsión y las falencias en los sistemas de comunicación a la
población, como así también en los sistemas de alerta temprana, y
fundamentalmente, la acción inmediata post inundación, con los mecanismos de
rescate y asistencia (Facultad de Ingeniería,
2013). En este sentido, las causas y consecuencias de la inundación
responderían a una sumatoria de factores, ya que a la especulación inmobiliaria
profundizada con el COU 2010, se pueden sumar los mencionados por el informe en
cuestión: fenómeno meteorológico extraordinario, la ocupación de las zonas de
ribera y planicies de inundación de los arroyos y la inexistencia de una
gestión integral del riesgo de inundaciones (Facultad
de Ingeniería, 2013).
En una entrevista Pablo Romanazzi (Ingeniero
Hidráulico y Civil de la UNLP) expresó: “No teníamos cómo saber que iban a
llover 400 mm, nunca lo hubiera imaginado que podía suceder en la cantidad de
horas que sucedió pero que la ciudad era vulnerable, eso sí lo sabíamos y que
no se hizo nada con respecto a eso” (Romanazzi,
2014). Este último punto merece especial atención, dado que según narran
Morosi y Romanazzi, la lentitud en la respuesta y la descoordinación fueron dos
factores clave al momento de asignar responsabilidades en la tragedia (Morosi & Romanazzi, 2018), punto también
fuertemente criticado y denunciado por las asambleas de vecinos.
Ante esa situación, se puso en marcha un plan
de obras de importante magnitud que tardó varios años en concluirse, de hecho,
se alega que todavía sigue inconclusa. Al respecto, las asambleas plantean lo
siguiente:
Luego del 2 de abril, los gobiernos de Scioli
y Bruera salieron torpemente, desordenadamente y cínicamente a mostrar que
harían las obras necesarias. Se fue avanzando en su ejecución a los tumbos.
Luego recibieron estas obras como herencia los gobiernos de Vidal y Garro,
quienes siguieron trabajando con el mismo desorden que sus antecesores hasta
que en febrero de 2019 dieron por terminada la etapa I, aunque hay obras que
siguen faltando. Aún la provincia no realizó los puentes de 520 y 18 y de ruta
15 en Punta Lara, restringiendo así el desagüe al río del canal del Arroyo del
Gato (...) La etapa II, fundamental para derivar el agua del casco urbano,
todavía sigue sin ejecutarse. El derivador de calle 32 sería una de las
soluciones más importantes para que no colapse el Arroyo del Gato (Fragmento
del comunicado de las Asambleas, 2 de abril de 2022).
En palabras de un funcionario público del
Ministerio de Infraestructura de Buenos Aires, “en 2015 se establecieron
estudios para completar y garantizar un nivel de protección para una
recurrencia de 25 años y para eso se necesitan obras complementarias como
nuevas obras de conducción, aliviadores y retención. Y lo que continúan
pidiendo [las asambleas] es que se hagan” (Fragmento de entrevista, 8 de junio
de 2022).
Quizás la más significativa de estas obras es
la desarrollada en la cuenca del Arroyo del Gato, la cual significó el
ensanchamiento, canalización y cementación de distintos tramos del curso de
agua principal (Fig. Nº 5), como así también la construcción de múltiples
derivadores y aliviadores por debajo de distintas avenidas de la ciudad. Esta
intervención se realizó con el objetivo de que este curso fuera capaz de
recibir, encauzar y desagotar más cantidad de agua precipitada y con una mayor
velocidad de escurrimiento. A su vez, la obra significó la relocalización de
familias asentadas en las márgenes del arroyo, como así también la destrucción
de los ecosistemas existentes.
Fig. N°5: Comparación del tramo de 12 y
514 del Arroyo del Gato antes y después de la obra
Fuente: Fotografía izquierda, gentileza
de D. Rotger (2014); fotografía derecha, archivo de los autores (2022).
En materia de prevención, las asambleas hacen
eco de los numerosos estudios que ya existían sobre los problemas que venía
acumulando la ciudad en materia hidráulica, como se mencionó más arriba, además
de los nuevos que se dieron posteriormente a la inundación. Estos últimos
surgieron como resultado de la firma de convenios entre el Estado y UNLP,
denominados Proyectos de Investigación Orientada (PIO), a través de los cuales
distintas unidades académicas profundizaron diversas aristas de investigación
en torno a la inundación, con el objetivo de poder realizar un aporte desde el
punto de vista interdisciplinario que luego sirviera para la gestión. Los
resultados se tradujeron en informes, material de difusión al público en
general, presentaciones en congresos y jornadas, y entrevistas en medios de
comunicación. Una de las principales propuestas derivadas de estos estudios fue
llevar adelante la construcción de cinco Áreas de Retención Temporaria de
Excesos Hídricos (ARTEH), pensados como espacios verdes que funcionan como
reservorios de agua y también como espacios de recreación en las cuencas altas
de los arroyos del Gato, Pérez y Regimiento.
Las asambleas tomaron esto como bandera de
lucha y comenzaron a reclamar por la creación de uno de ellos en particular,
ubicado en la localidad de Los Hornos, por donde circula el arroyo Regimiento,
afluente del Gato. En torno a ello se conformó la Asamblea Parque Recreativo
Los Hornos, desde la cual se reclama por el cumplimiento de una obra anunciada
en el año 2019 para crear un espacio verde que funcione como parque recreativo
y como reservorio de agua ante precipitaciones intensas (Fig. Nº 6). El
proyecto, impulsado desde este espacio, continúa paralizado aún luego de
diversas estrategias de visibilización, como bien narran miembros de la
asamblea:
A partir de nuestros reclamos, conseguimos la
cesión de tierras al municipio, la inclusión de nuestro reservorio en el plan
de obras para mitigar inundaciones y el anuncio de la realización del parque
recreativo por parte de la municipalidad, que fue anunciado con bombos y
platillos en plena campaña electoral de 2019 por el intendente Julio Garro.
Pero desde entonces, lamentablemente sólo hemos visto la colocación del cartel
inaugural anunciando la obra y luego tareas de movimiento y extracción de
tierras de forma discontinua (...) La única respuesta recibida de los
funcionarios del área de hidráulica ante nuestros reclamos por la paralización
de la obra es que no hay recursos y que falta decisión política (Testimonio de
Asamblea Parque Recreativo Los Hornos, 2 de abril de 2022).
Fig. N°6: Campaña de difusión de la
Asamblea Los Hornos
Fuente: Asamblea Parque Recreativo Los
Hornos (2022)
Otro de los pedidos realizados en materia de
prevención de inundaciones gira en torno a la implementación del Plan de
Reducción de Riesgo de Inundación (PRRI), desarrollado en el año 2019 por
convenio entre la Municipalidad y la UNLP. Según se plantea, su elaboración
correspondió más a un interés electoralista por parte del gobierno municipal
que a un interés por brindar soluciones y por ende, su implementación quedó
trunca:
Este plan fue financiado por la gestión del
intendente Garro en un año electoral y, concluido en ese período, ya con el
proceso electoral finalizado, fue abandonado por sus patrocinadores. En el 2021
por pedido de las Asambleas, fuimos recibidos por el titular de Defensa Civil
(...) [quien] nos comunicó que se avanzaría con la implementación en los
barrios y se comprometió a gestionar reuniones con los delegados y demás
autoridades para avanzar. Sin embargo, el funcionario fue reemplazado y no se
registró ningún avance (Fragmento del comunicado de las Asambleas, 2 de abril
de 2022).
Esta situación también fue expuesta por un
funcionario provincial cuando dijo lo siguiente:
Las asambleas reclaman al municipio la
invisibilidad en que quedó el trabajo (...) no se ha hecho nada en torno a eso
y pasan cosas insólitas como que ahora [el municipio] declaró la emergencia
climática y [la necesidad de fortalecer] la resiliencia, para lo que hay que
tomar medidas. En el PRRI había un montón de cosas que tienen que ver con eso y
no ha pasado nada, (...) [por ejemplo, una] estrategia de capacitación a
actores sociales, todo un trabajo barrio por barrio para identificar
vulnerabilidades, con instrumentos, manuales, más toda una modelación muy
finita para determinar el riesgo hídrico. (...) Cada vez que cambia una
normativa, y ordenanza, habilitando suelo, lo que menos se hace es contrastarla
con esos estudios (Fragmento de entrevista a funcionario provincial, 8 de junio
de 2022).
En materia de prevención también se destaca
la creación de un Sistema de Monitoreo y Vigilancia Hidrometeorológico,
constituido por seis centrales meteorológicas y diez estaciones hidrométricas,
junto con una aplicación para el celular con alertas por eventos meteorológicos
con el objetivo de poder llegar a la población. Sin embargo, dicho sistema no es
suficiente, dado que no puede predecir el comportamiento de las aguas una vez
precipitadas. De acuerdo con el testimonio de un funcionario provincial
entrevistado, “... eso se modela también. Un buen sistema de alerta es capaz de
decir si en tal zona está lloviendo con tal intensidad, sumado a los vientos,
en 40 minutos todo indica que esa zona se va a inundar” (Fragmento de
entrevista, 8 de junio de 2022). Ante esto, el funcionario mencionó que a nivel
provincial se está armando un Sistema Inteligente de Monitoreo, Prevención y
Análisis de Riesgos Hidrometeorológicos (SIMPARH), pensado justamente para
colaborar en la predicción de inundaciones. Este sistema, que complementa las
estaciones meteorológicas con equipamiento específico, “ya se está haciendo en el
Salado, en el Reconquista y la aspiración sería poder hacerlo en La Plata
también” (Fragmento de entrevista, 8 de junio de 2022). Esto último vendría a
ser un insumo clave en la prevención de futuras inundaciones, siempre y cuando
la información sea correctamente comunicada a la población en general para que,
como bien marcan las asambleas, de repetirse otro evento como el ocurrido, la
gente sepa qué hacer, cómo actuar y dónde refugiarse.
Cabe destacar también que en los últimos
años, las asambleas comenzaron a participar en las luchas por la preservación
de espacios verdes en la ciudad, entendiendo que hacen al paisaje tradicional,
forman parte de una planificación fundacional y que son terrenos de absorción
de los excesos de agua de lluvia, cuestión central para pensar la prevención de
inundaciones. En este sentido, destacan la lucha ganada contra una de las
grandes inmobiliarias de la ciudad, la cual pretendía utilizar dos espacios
verdes para construir complejos habitacionales y comerciales en Tolosa, una de
las localidades más afectadas por la inundación de 2013. El resultado es que
esos predios ahora son plazas públicas, y como espacios verdes, continuarán
siendo áreas de absorción de excedentes hídricos en la zona cada vez que
llueva.
En el ámbito municipal, tuvimos reuniones con
las autoridades correspondientes para realizar nuestro reclamo y lograr el
objetivo de que los terrenos vuelvan a ser utilizados para el esparcimiento de
todos los platenses y a su vez, no sean cementados, y funcionen como superficie
de absorción frente a próximas lluvias (Testimonio Asamblea Inundados de
Tolosa, 2 de abril de 2022).
De esta forma, es interesante observar cómo a
partir del trágico evento de 2013, con los años, las estrategias de estos
actores se vieron fortalecidas, derivando en acciones que impulsaron la
prevención contra las inundaciones. Los movimientos asamblearios han tomado
distintas banderas de lucha (la creación de los parques recreativos, la
preservación de espacios verdes, la divulgación del PRRI) con el objetivo de
visibilizar la importancia de ciertas cuestiones que, a casi diez años del
evento hídrico, aún parecen no resolverse. A su vez, en torno al rol del
Estado, con los años y con diferentes gestiones, las acciones llevadas a cabo
aún son deficientes, dejando a la vista que en la práctica, el “desarrollo” de
la ciudad se continúa midiendo en términos de metros cuadrados construidos, es
decir, urbanizando de modo irracional, avanzando sobre superficies absorbentes
de los excesos hídricos, y poniendo por encima el beneficio de ciertos actores
en detrimento del derecho a la ciudad de otros. Esto permite ver que el
accionar “selectivo” del Estado municipal, entra en tensión con los reclamos
aún vigentes de las asambleas, mientras el capital privado sigue comandando el
ordenamiento territorial de la ciudad, dándole continuidad a un conflicto
ambiental todavía vigente.
Lo hasta aquí abordado permite esbozar
algunas reflexiones finales en torno al conflicto ambiental por la inundación
de abril de 2013 en la ciudad de La Plata. Primero, puede decirse que se trata
de un conflicto todavía irresuelto, de carácter intermitente (Santandreu & Gudynas, 1998) en tanto que,
si bien todavía permanecen sin ser atendidos algunos reclamos de las asambleas
barriales, las manifestaciones de éstas se continúan realizando, en ocasiones
con más intensidad que en otras.
Es importante, por ello, resaltar como
producto de la inundación, la conformación de un movimiento socioterritorial
que pone en discusión una forma de construir ciudad. Identificados como
habitantes de la ciudad, como víctimas directas o como familiares o allegados
de víctimas de la inundación, los asambleístas construyeron una identidad común
y colectiva en base a una serie de reclamos por encontrar respuestas y
soluciones a cuestiones tales como: quién, cómo y para quién se construye la
ciudad; cómo poder prevenir tragedias como la ocurrida; y cómo se atiende un
problema histórico de la ciudad como son las inundaciones, pero que se entiende
son cada vez más frecuentes no sólo por dinámicas naturales sino también por
negligencias políticas y por priorizar intereses económicos por sobre los
ambientales.
Más allá de las obras que todavía se reclaman
(aun reconociendo la finalización de otras) y la definitiva implementación de
medidas de prevención, el eje más fuerte de disputa es quizá el que gira en
torno al modelo de desarrollo imperante en la ciudad. El reclamo puntual en
contra del COU vigente es una muestra fehaciente de ello. A los problemas de
planificación históricos se suma actualmente un modelo de producción de ciudad
que favorece a unos pocos en desmedro de la sociedad en general, que extrae
suelo urbano para acumular ganancias en pos de la especulación inmobiliaria, y
no el bien común.
Es a través de la "permisividad"
normativa que la ciudad continúa creciendo de manera exponencial con la
densificación de la zona céntrica y expansión de las periferias. Esto se
traduce en una saturación de la infraestructura existente (de servicios públicos,
viales, hidráulica) y en la necesidad de hacer erogaciones importantes por
parte del gobierno para abastecer nuevas áreas con servicios públicos. En el
medio, el suelo que queda sin urbanizar comienza a valorizarse por justamente
estar próximo a la provisión de servicios públicos que antes no existían. Todo
esto se origina porque desde el Estado se habilitan nuevas áreas urbanas, se
favorece la creación de barrios en las zonas periféricas a través de exenciones
impositivas, cambios en las zonificaciones y en los indicadores, y/o el
otorgamiento de créditos para la construcción, cuestión que se profundiza en la
reforma del año 2010 como bien reconocen distintos trabajos (Del Río, Langard, & Relli, 2014; Losano, 2017;
Vértiz & Del Río, Poder y regulación urbana: el retroceso en la normativa
de usos del suelo en la ciudad de La Plata (1995-2015), 2020).
En este sentido, tanto desde las asambleas
como de sectores académicos, se pone en tela de juicio actualmente la
influencia que se le da a los actores de la construcción e inmobiliarios en la
producción de la ciudad, posibilitando la densificación de zonas que fueron
gravemente afectadas por la inundación del 2013, ocupando nuevos terrenos con
importancia ambiental (como ocurre en la cuenca del Arroyo El Pescado o las
cuencas de la zona norte) impermeabilizando cada vez más el suelo, en lo que
claramente constituye una avanzada del extractivismo urbano en la región.
A este proceso se le suma la creación y
consolidación de numerosos barrios populares, que año a año aumentan en
cantidad y superficie debido a que cada vez más personas se ven imposibilitadas
de acceder a una vivienda digna. Todo ello en el marco de una ciudad polarizada
que registra inversiones puntuales por parte del Estado y de privados en zonas
estratégicas, a través de las cuales se obtienen rentas extraordinarias con
procesos de renovación urbana, mientras que otros sectores son desplazados y
forzados a asentarse en los intersticios urbanos y zonas ambientalmente
frágiles como son las riberas de los arroyos. Es por ello que el extractivismo
urbano viene a conceptualizar un proceso que tiene ganadores y sectores
desposeídos, pero que se ha profundizado indudablemente en las últimas décadas
producto de todas estas cuestiones mencionadas en las líneas precedentes.
Para finalizar, hay quienes consideran que la
resistencia para con el extractivismo urbano todavía no ha logrado instaurar en
la arena de lo político el debate en torno a los problemas sociales y
ambientales de las ciudades latinoamericanas con un sujeto político fuerte
capaz de reclamar su derecho a la ciudad. A criterio de quienes escriben la
presente investigación, se desconocen muchas veces las luchas que distintos
actores sociales de las ciudades entablan de forma diaria, en contra de la
especulación inmobiliaria, la privatización de espacios verdes, o reclamando
por el derecho de acceso a una vivienda digna y el derecho a la ciudad. Si
todavía no se ha constituido un sujeto político “poderoso” para colocar en la
agenda política estas cuestiones, es porque no se les ha dado la importancia
política y mediática que ameritan estas luchas. Lo que es innegable es que día
a día las voces en contra del modelo de desarrollo que construye ciudades polarizadas,
excluyentes, ambientalmente insostenibles, aumentan. Y un ejemplo de ello es lo
abordado en este trabajo. Es responsabilidad del Estado intervenir para
revertir las consecuencias, en lugar de seguir facilitando las demandas del
capital para su reproducción.
La trágica inundación se constituyó en un
hito para repensar la construcción de la ciudad, como bien dijo un vecino
durante la marcha de este año:
Acá estamos los vecinos para que esta
situación nos de fuerza para seguir reclamando para que de una vez por todas se
cambie de política; que no estén por delante los negocios, el cortoplacismo y
la conveniencia al decidir qué hacer con el territorio (Fragmento del
testimonio de un vecino, marcha del 2 de abril de 2022).
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Info Blanco sobre Negro (2018, 2 de abril) El
“Espacio Asambleas Inundados de La Plata” difundió documento que reparte
críticas a todos. Info Blanco sobre Negro.
https://www.infoblancosobrenegro.com/el-espacio-asambleas-de-inundados-de-la-plata-difundio-un-documento-que-reparte-criticas-a-todos/
[2] Algunos autores las conceptualizan como tierra vacante o tierra de
“engorde”, las cuales se encuentran en manos privadas y se mantienen sin
ocupación con el objetivo de lograr su valorización a medida que la ciudad se
expande y se le proveen servicios públicos (Frediani,
2010; Cortizo, 2018).
[3] Código de Ordenamiento Urbano, Partido de La Plata. Ordenanza 10703/10.
Disponible en: https://www.concejodeliberante.laplata.gob.ar/digesto/Cou/or10703_parte1.html
[4] Factor de Ocupación del Suelo (FOS): relación entre la superficie
máxima del suelo ocupada por el edificio y la superficie de la parcela (Art.
57). Factor de Ocupación Total (FOT): relación entre la superficie cubierta
máxima edificada y la superficie de la parcela. Se considera superficie
cubierta edificada en una parcela a la suma de todas las áreas cubiertas en
cada planta ubicados por sobre el nivel de la cota de parcela (Art. 59).