Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación, ISSN 2525-2089

El ritornelo cósmico y el efecto sirena del matriarcado vocal. Un entrecruzamiento melódico entre Gilles Deleuze y Peter Sloterdijk

The cosmic Ritornelo and the Matriarchy vocal siren efect. A melodic crossover between Giles Deleuze and Peter Sloterdijk


Ricardo Pablo Pobierzym

Universidad de Buenos Aires,

Instituto Nacional de Investigaciones de Teatro,

Ministerio de Cultura de la Nación. Argentina.

ricardo.pobierzym@gmail.com

Recibido: 06/04/2020

Aceptado: 04/08/2020

 

Resumen. El escrito aquí comentado indaga en la noción del Ritornelo tal como es presentada por Gilles Deleuze y Félix Guatarri en su libro Mil mesetas. A su vez, dicho concepto lo relacionamos con la temática de la sonosfera o primer espacio de intimidad que explaya el pensador alemán Peter Sloterdijk en su texto Esferas I. Nuestro propósito no solamente consiste en realizar un entrecruzamiento intelectual entre ambos autores, sino también señalar la importancia práctica de la voz sonora de la madre en las etapas de gestación del embrión que alberga en su seno. En este sentido, mostrando la originalidad de ambos planteos consideramos que tanto Deleuze como Sloterdijk señalan la importancia de la expansión de la música tanto en el nivel cósmico como en el plano humano.

Palabras clave. Ritornelo, Esferas, Sonosfera, Matriarcado, Intimidad.

 

Abstract. The writing comented here enquires into the notion from the Ritornelo just as it is presented by Gilles Deleuze and Félix Guatarri in their book “Mil Mesetas”. At the same time, we relate that concept with sonosphera’s theme or the first intimity space explained by the german thinker, Peter Sloterdijk, in his text Spheres I. Our porpuse isn’t just about making an intelectual crossover between both authors, but also about pointing out the practical importance of the mothers’s sonorous voice in the embryo gestation’s period that is carried inside. In this way, showing the originality of both formulations, we consider that both Deleuze and Sloterdijk highlight the music expansion’s importance in both cosmic level and human side.

Keywords. Ritornelo, Espheres, Sonosphere, Matriarchy, Intimacy.  

 

Introducción general


En ¿Qué es la filosofía?, Deleuze y Guattari sostienen que “la filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos” (Deleuze, G. y Guattari, F., 2002, p. 8.). Se trata de plantear esta cuestión “entre amigos” como una confidencia o bien un acto de confianza. Pero también el pensar filosófico puede plantearse frente al enemigo “como un desafío, y al mismo tiempo llegar a ese momento, cuando todos los gatos son pardos, en el que se desconfía hasta del amigo…” (Deleuze, G. y Guattari, F., 2002, p. 8.) Siendo el filósofo el amigo por excelencia del concepto[1], su mayor reto consiste no solamente en recrear los conceptos heredados sino también en ser capaz de inventar conceptos propios. Por ello mismo, frente a los conceptos adquiridos, Nietzsche advertía que: “Los filósofos ya no deben darse por satisfechos con aceptar los conceptos que se les dan para limitarse a limpiarlos y darles lustre, sino que tienen que empezar por fabricarlos, crearlos, plantearlos y convencer a los hombres de que recurran a ellos. Hasta ahora, en resumidas cuentas, cada cual confiaba en sus conceptos como en una dote milagrosa procedente de algún mundo igual de milagroso.” (Deleuze, G y Guattari, F. 2002, p. 11) Es en este sentido, afirman Deleuze y Guattari, que todo filósofo debe desconfiar de los conceptos “mientras no los haya creado él mismo”.

En este escrito trataremos de atenernos a este reto esgrimido por los mencionados autores franceses. Para ello, intentaremos tomar algunas ideas o conceptos fundamentales de dos de los mayores exponentes filosóficos de nuestro tiempo deseando vincular un entrecruzamiento entre la potente noción del ritornelo tal como esta es desplegada por Gilles Deleuze y Félix Guattari en su fundamental obra Mil mesetas, Capitalismo y esquizofrenia y la concepción de la vida intrauterina , específicamente la relación del posible y futuro bebé con su madre, tal como es desarrollada en el capítulo denominado El estadio-sirenas, De la primera alianza sonosférica que se encuentra en el texto Esferas I, Burbujas, Microesferología y se inscribe dentro del ambicioso proyecto de la trilogía de las Esferas de Peter Sloterdijk.

La elección de estos autores para nuestro tema propuesto no resulta arbitraria ya que tanto Deleuze y Guattari como Sloterdijk bosquejan una concepción musical en el sentido amplio que deviene de un plano cósmico, atraviesa los diversos ámbitos de las dimensiones terrestres, para sumergirse en las enigmáticas profundidades de la vida intrauterina. Consideramos que en los mencionados temas elaborados por estos pensadores las concepciones allí tratadas aluden de un modo rigurosamente profuso a la noción de la música en un sentido vasto, “trascendental”, a la alusión de la melodía que afecta a todo lo vivo y, en nuestro caso, específicamente a lo humano y a lo humano en estado de gestación.

En un sentido amplio puede sostenerse que el pensamiento de Deleuze, Guattari y Sloterdijk ya se ha despegado de la filosofía moderna y que, desde una perspectiva deconstructiva y post-metafísica, interpretan la realidad a partir de los desafíos epistemológicos y existenciales que ofrecen nuestros tiempos. Y es precisamente a partir de este estilo meditativo, de esta nueva potencia del pensar, que nos proponemos a indagar en una reflexión que versa sobre la relevante temática que concierne a ciertas etapas de la vida del embrión, su desarrollo y su comunicación, a través de la relación sonora (musical) con su madre. Intentaremos señalar que a través de estos mensajes también se juega, de acuerdo a Sloterdijk, el futuro del posible naciente.

Consideramos que en nuestro medio este tipo de investigaciones no han sido aún, ni antropológica ni filosóficamente, lo suficientemente exploradas siendo no obstante la materia de un interés ético que excede, aunque la incorpora, la disciplina ginecológica. Tal vez por ello tomamos a este breve ensayo en el sentido deleuziano de “invención”, digno de un asunto estrictamente pensante porque precisamente se trata de un entrecruzamiento basado en un planteo o concepto que “no viene dado, es creado, hay que crearlo, no está formado, se plantea s sí mismo, en sí mismo, autoposición” (Deleuze, G. y Guattari, F. 2002, p. 11.).


Breve referencia


Comentaba Ludwig Wittgenstein[2] que un genuino escrito filosófico siempre ha de incluir una confesión de la existencia personal del autor. De eso se trata en este escrito de interponer dos breves introducciones personales escritas a modo biográfico, casi confidencial. Por ahí, comenzamos.


Primera introducción melódica


Después de pasearlos, en los días generalmente soleados, suelo llevar a mis perros al patio. Acompaño esa “marcha” con el ritmo de una canción, mezcla de un dialecto (o quizá debería decir más rigurosamente de un “lenguaje”) entre el alemán, el castellano y el polaco. Mis “animales edípicos” ya reconocen el tono de la melodía y obedecen prosiguiendo el consabido ritual. Puedo afirmar, sin ninguna duda, que el ritornelo está presente.

Mi canción también pone orden a cierto desorden, trata de evitar cierto caos que podría generarse si los perros quedasen sueltos y deambulasen por el resto de los ambientes de la casa. Por las tardes, de modo inverso, este ritual suele repetirse y los animales comparten nuestros lugares de cobijo. La casa, los perros, los hábitos. La melodía y esa canción que moviliza las fuerzas anticaos…


El ritornelo: ritmo y melodía territorializados


La palabra ritornelo podemos definirla de dos maneras. En el primer caso la comprendemos desde el punto de vista de su consideración musical. En el lenguaje musical el ritornelo se constituye como parte de la música instrumental que se escribe en una pieza vocal antes que la voz comience el canto. A su vez, también se suele colocar al ritornelo en medio de las piezas musicales, pero después de haber completado la idea o el motivo principal de la composición. Esto último tiene como finalidad “que la voz del intérprete pueda cobrar aliento antes de la repetición y pueda replantear su desempeño y reacomodar su canto en una nueva traza expresiva”.[3] En el segundo caso, en la segunda definición, se parte del lenguaje filosófico en el que la figura del ritornelo, sin perder su consideración musical, incorpora “sentidos de repeticiones y renovaciones”. En este sentido, en Mil mesetas, Capitalismo y esquizofrenia, los autores denominan ritornelo “a todo conjunto de materia de expresión que traza territorio y que se desarrolla en motivos territoriales, en paisajes territoriales” (Deleuze, G y Guattari, F, 2000, 328.).De este modo el ritornelo pasa a ser considerado como la creación artística de un espacio habitable. Una creación “que permite un dinamismo espacio-temporal, un espacio para que pasen cosas[4].

Deleuze menciona al caos. Dicho término aparece varias veces en su obra. “El arte y la filosofía seleccionan el caos y se enfrentan a él.” (Deleuze, G y Guattari, F. 2002, p. 74.). Se trata, obviamente, de diversos modos de poblarlo y de trazar distintos planos de selección[5]. Esto mismo acontece con el ritornelo.

Un niño se ha perdido y canta, improvisa una canción, una “cancioncilla” que intenta tranquilizarlo, hallar la salida, el sitio apropiado en un bosque existencial que lo aterra. La canción se esboza en medio del caos, de la incertidumbre. No obstante, “esta cancioncilla es como el esbozo de un centro estable y tranquilo, estabilizante y tranquilizante, en el seno del caos.” El niño que canta puede acelerar o tornar más lento su paso pero, de todos modos, dice Deleuze que esta canción “ya es en sí misma un salto: salta del caos a un principio de orden en el caos”. Aun a riesgo de “desintegrarse” o, por el contrario, de encontrar un orden a través del anhelado encuentro o una salida, “siempre hay sonoridad en el hilo de Ariadna” (Deleuze, G. y Guattari, F. 2000, p. 318.). El texto parece aludir a cierta noción de fragilidad que el canto, el ritornelo, viene a subsanar: la cancioncilla es “un centro estable y tranquilo”. La cancioncilla ya implica un “salto”, una estabilidad en medio de un contexto inestable, una apuesta por salir fuera del caos. (…)

Uno, alguien cualquiera, está en su casa. Pero la casa no preexiste, se ha debido trazar previamente “un círculo alrededor del centro frágil e incierto, organizar un espacio limitado”. Aquí también las fuerzas del caos amenazan y tratan de ser “mantenidas en el exterior en la medida de lo posible” (Deleuze, G. y Guattari, F. 2000, p. 318.). El ámbito o espacio interior es el que “protege las fuerzas germinativas de una tarea a cumplir, de una obra a realizar”. En esta actividad de selección, de discriminación y de extracción, se intenta que estas fuerzas íntimas terrestres, fuerzas internas de la tierra, no sean devoradas, que puedan resistir e, incluso, “extraer algo del caos a través del filtro o la criba (selección) del espacio trazado”. En este caso, también, las componentes vocales y sonoras devienen en una barrera de sonido tornando, incluso, a que algunas paredes o ladrillos se vuelvan sonoras.

“Un niño canturrea para acumular dentro de sí las fuerzas del trabajo escolar que debe presentar. Un ama de casa canturrea, o pone la radio, al mismo tiempo que moviliza las fuerzas anticaos de su tarea. Los aparatos de radio y de televisión son como una pared sonora para cada hogar y marcan territorios (el vecino protesta cuando se pone muy alto).” (Deleuze, G. y Guattari, F. 2000, 318.). El citado canto de la ama de casa o del niño, el sonido (ciertas veces algo estruendoso) de los artefactos tecnológicos intentan poner un orden, una inmunidad contra lo impredecible. El ritornelo protege un contexto, diseña un ambiente, inaugura un círculo o territorio.

Cometeríamos una gran equivocación si supusiéramos que el ritornelo se reduce a una cuestión meramente “antropomórfica”, como si la persona “cantara” (el sujeto) y tratase de controlar una determinada situación “objetiva”. Lejos, muy alejados, están ambos autores del paradigma moderno, de la ya caduca y cartesiana relación de sujeto (humano) y objeto (naturaleza) Todo lo contrario, al ritornelo hay que situarlo en un plano cósmico Es necesario pensar al universo, al cosmos “como un inmenso ritornelo desterritorializado” (Deleuze G y Guattari F, 2000, 332.).

Deleuze y Guattari clasifican los ritornelos a partir de cuatro presentaciones: 1. Los ritornelos territoriales, que buscan, marcan, agencian un territorio. 2. Los ritornelos de funciones territorializados, que adquieren una función especial en el agenciamiento (la Nana[6] que territorializa el sueño y el niño, la enamorada que territorializa la sexualidad y el amado, la profesional que territorializa el oficio y los trabajos, la mercantil que territorializa la distribución y los productos…). 3. Los mismos en la medida en que ahora señalan nuevos agenciamientos, pasan a nuevos agenciamientos, por desterritorialización – reterritorialización. (…). 4. Los ritornelos que agrupan o reúnen las fuerzas, bien en el seno, bien para ir al exterior (los autores los denominan como “ritornelos de enfrentamiento o de partida) que a veces inician un movimiento de desterritorialización absoluta: “Adiós, me voy sin mirar atrás” (Deleuze, G y Guattari, F. 2000, p. 332). Dada esta clasificación los autores acentúan el elemento cósmico del ritornelo:

En el infinito estos ritornelos deben encontrar canciones de moléculas, los vagidos de los recién nacidos de los Elementos fundamentales, como dice Millikan. Dejan de ser terrestres para devenir cósmicos; cuando el Nono religioso se expande y disuelve en un cosmos panteísta molecular; cuando el canto de los pájaros es sustituido por las combinaciones del agua, del viento, de las nubes y de las nieblas. (Deleuze, G. y Guattari, F., 2000, p.332)

El papel del ritornelo es territorial, consiste en un agenciamiento territorial[7]. Por ejemplo, “el canto de los pájaros” marca siempre un determinado territorio. También los modos griegos o los ritmos hindúes son territoriales. Sin embargo, el ritornelo posee, a su vez, otras funciones; como la función amorosa, social, litúrgica o cósmica. Todas estas funciones poseen como concomitante una tierra y mantienen relación con lo Natal, lo Originario. Como hemos mencionado, siempre se pasa de un agenciamiento territorial hacia otros agenciamientos o interagenciamientos que se definen como componentes de paso o incluso de fuga.

Las fuerzas del caos, las fuerzas terrestres, las fuerzas cósmicas se enfrentan y coinciden con el ritornelo. Lo viviente pasa de un medio a otro. El medio pasa el uno al otro. Los medios son esencialmente comunicantes y están siempre abiertos al caos que los amenaza de agotamiento y de intrusión. La respuesta del medio al caos es el ritmo. Siguiendo al prestigioso biólogo de principios del siglo XX Jacob von Uexküll, Deleuze también comprende a los seres vivos a partir de sus diversas transposiciones de los distintos e irremplazables “mundos circundantes” (Umwelten) (Von Uexküll, J, 2016.). La interacción entre dichos mundos es melódica. La naturaleza misma es concebida como música. El ritornelo es un canto, “plano o ritmo melódico”, canto cósmico de un cosmos desterritorializado que, no obstante, siempre litigia con la desmesura del caos.


Segunda introducción melódica


Noticia de embarazo, noticia anhelada que nos ha generado una expectativa única. La novedad de un nuevo ser nos impacta. Pasan los meses, el cuerpo de “Ella” va cambiando. El embrión se gesta al ritmo esperado: se desarrolla al compás de la expectativa de sus padres. A medida que crece, a nuestro futuro bebé le vamos hablando, cantando. Pongo música de Mozart, preferentemente conciertos para violín y piano. Las melodías, los cantos y las improvisaciones musicales son nuestro modo de bienvenida. Bienvenida a la vida y la promesa de un nacimiento.


Peter Sloterdijk, Esferas de intimidad: La bienvenida al mundo en el canto sirénico maternal.


¡Oh amigos! No conviene que sea uno solamente, ni siquiera sólo dos, los que sepan lo que me ha anunciado la noble Diosa Circe, sino que es preciso que lo sepamos todos, y yo os lo diré. Quizá muramos, o esquivando el peligro escapemos a la muerte y a la Ker. Ante todo, nos ordena huir del canto y la pradera de las divinas sirenas, y sólo a mí me concede que las oiga; más habéis de atarme fuertemente con cuerdas, en pie y a lo largo del mástil a fin de que permanezca inmóvil, y si os suplicara y os mandara que me desataseis, entonces, por el contrario, habréis de redoblar las ligaduras. (Homero, 2000, p. 156)

Lo antedicho por Ulíses en la Odisea puede ser interpretado como un preámbulo o una protoescena de un antiguo y arcaico sometimiento musical pero, al mismo tiempo, como una novedosa e inaudita resistencia contra este mismo. Así lo sugiere el pensador alemán Peter Sloterdijk el cual en el capítulo El estadio-sirenas, De la primera alianza sonosférica de su texto Esferas I. En dicho escrito, Sloterdijk parte de la premisa de que los seres humanos “tanto en sus formaciones de hordas como en tiempos clásicos imperiales y en culturas proyectivas modernas, son seres esféricos que sólo en el juego común de los complementarios acompañantes y acosadores son capaces de dominar los riesgos vitales en la amplitud del mundo” (Sloterdijk, P, 2009, p.432). En el texto se hace referencia acerca de las diversas leyendas acerca de las sirenas y las “voces de sirenas”. Sirenas que poseen un canto necrológico ya que atraen a los marineros hacia el abismo de las aguas del mar porque seducen con sus cantos a los hombres en sus barcas y los conducen hacia una inexorable muerte.

La alusión al canto de las mencionadas Sirenas señala que en el temprano mundo patriarcal griego y homérico los hombres, los navegantes que circundaban las extensas aguas de los mares, mantuvieron experiencias sonoras a partir de las cuales, luego de cruentas muertes debido al hechizo musical de las mismas, tuvieron que aprender a eludir su seductor sonido auditivo.

Si las sirenas encontraron víctimas entusiasmadas en todos los oyentes hasta Ulíses –y especialmente en éste- fue porque cantan desde el lugar del oyente. Su secreto es que interpretan exactamente las canciones en las que anhela precipitarse el oído del pasante. Escuchar a las sirenas significa, en consecuencia: introducirse en el espacio nuclear de una tonalidad íntimamente alusiva y querer permanecer desde entonces en la fuente de arrebato de ese sonido ya imprescindible. (Sloterdijk, P, 2009, p. 439)

De lo antedicho por la lectura de este autor nuevamente debemos insistir que en esta clase de acontecimiento no se trata meramente de vislumbrar a las implacables Sirenas en la exaltación de sus voces como entes o seres objetivos que intentan mortíferamente atraer a los encantados sujetos viriles-humanos que son los navegantes. En todo caso, desde un punto estrictamente gnoseológico, la relación Sirena-navegante es posterior, se da a posteriori. Lo que prevalece, en cambio, es “aquello que resulta irresistiblemente dulce para cada uno de los oyentes cantados-cantantes” (Sloterdijk, P, 2009, p. 443), es esa estructura musical misma que atraviesa y se propaga a través de la naturaleza, los hombres y los Dioses. Y dicha melodía, dicho hipnótico cántico se arraiga en el propio deseo en tanto define y excede a lo humano.

“La canción sirénica como tal es el medio en el que se conforma originariamente el deseo. La canción, el deseo y el sujeto pertenecen siempre uno a otro” (Sloterdijk, P, 2009, 443.).

Partimos entonces de una estructura musical que resulta consustancial al devenir mismo de todo individuo. Y cuando nos referimos al ser humano individual este mismo ha de ser pensado en tanto un ser vivo siempre vinculado a un par que acontece en el interior de un espacio-dual. Dicho de otro modo y por la definición negativa: no existe propiamente hablando el individuo, vieja abstracción de una filosofía ya caduca y ontológicamente anquilosada. Por ello, y en rigor, según Sloterdijk, preguntar filosóficamente por el ser humano implica estrictamente incitar a la investigación de ordenaciones-pares: “existir es estar –suspenso en pareja, con un segundo, por cuya proximidad mantiene su tensión la microesfera. A mi existencia pertenece que se cierna sobre mí un algo preobjetivo, cuya misión es dejarme ser y promocionarme.” (Sloterdijk, P, 2009, p. 432)

Precisamente a partir dejarme ser y promocionarme, Sloterdijk retoma la temática del hechizo musical de las Sirenas para comenzar a hacer referencia a una sonosfera en la cual resulta posible la propagación de un sonido más alegre. Para ello, el pensador alemán, menciona la “investigación psicoacústica reciente” muy especialmente a la estudiada por el otorrino-laringólogo y psicoligüista francés Alfred Tomatis[8]. Este autor y su respectiva escuela han elaborado “una propuesta explicativa y sugerente para la selectividad inusual del oído humano que se manifiesta (en el denominado) efectos sirenas” (Sloterdijk, P, 2009, p.452).

En el embrión humano, el oído parece desarrollarse tempranamente y es por ello que “los niños ya oyen extraordinariamente en el seno materno: posiblemente desde el estado embrionario y, con seguridad desde la segunda mitad del embarazo” (Sloterdijk, P, 2009, p. 452). Las observaciones dan cuenta que esta temprana capacidad auditiva “no remite a una pasiva exposición del feto a la vida de ruidos internos de la madre y a las fuentes de estruendo y voces, como filtradas por agua, del mundo exterior; más bien, el oído fetal desarrolla la capacidad de orientarse activamente en su entorno de ruidos constante y efectivamente invasivo, por medio de una arbitraria y vivaz escucha, atenta unas veces y desatenta otras” (Sloterdijk, P, 2009, p. 452). Como señala el autor, ya en su seno materno el embrión posee una capacidad discriminativa que desatiende y filtra una fuerte conexión de ruidos que provienen del interior de la madre que son significativos sonidos del corazón y también los correspondientes ruidos de la digestión.

Escuchados en su proximidad, para el proyecto de bebé, estos estruendosos ruidos resultan equiparables tanto a un lugar repleto de gente como a una obra en construcción que no para de trabajar ni de día ni de noche. Es por ello que si el oído del futuro lactante no aprendiera de modo temprano a no prestar atención a los mencionados sonidos, “la vida incipiente sería arrasada por un permanente suplicio humano”. Por ello, con la esencial ayuda de esta competencia sensible tan temprana “se introduce en la noche intrauterina una diferenciación de primer rango: dicha discriminación realizada tempranamente por el embrión distingue entre aquellos sonidos que resultan significativos al oyente y ante los cuales manifiesta su complacencia y aquellos otros que le resultan indiferentes o molestos y, por ende, los difumina. Expresado esto mismo en otros términos: resulta finalmente que es el oído del embrión el que decide, en el contexto de sus limitaciones, “la oportunidad e inoportunidad de los sonidos acústicos”. En esta esencial diferenciación es donde el embrión procede a discriminar entre aquello que le parece o no significativo.

El embrión en devenir escucha la voz y los sonidos que provienen de su madre. A su vez, esta escucha puede ser o no de bienvenida… La voz materna adquiere los rasgos de una esencial entonación o canción ontológica, del canto de una sirena:

Si la noticia del embarazo en una mujer tiene tonalidades positivas, se desarrolla en su conducta, un tejido de suaves anticipaciones de la convivencia con la nueva vida, y las madres comienzan a comportarse como si estuvieran desde entonces bajo una estricta vigilancia” (Sloterdijk, P, 2009, p. 454). Según Sloterdijk, la aceptación y el deseo de la mujer embarazada la embarca en un nuevo proyecto existencial que comienza a modificar su circunstancia y su “ser-en-el-mundo”. Dicha situación se va plasmando tanto en su cuerpo como en la comunicación sonora-auditiva con su hijo/a. Es entonces, remarca el autor, que la madre “se concentra más de lo normal en el testigo, dentro de ellas se escuchan a sí mismas a hablar con mayor claridad, sienten que se han hecho responsables de sus estados de ánimo y de sus éxitos vitales, y saben que ellas mismas no son una condición marginal indiferente para el buen resultado de la vida venidera. Sienten especialmente, aunque sea de manera explícita y discreta, la obligación de ser felices por amor a su hijo. (Sloterdijk, P, 2009, p. 454)

Sloterdijk parece tajante al respecto: el comportamiento de la madre adquiere los rasgos de un imperativo categórico[9], y es justo decir que la obligación de ser feliz, por parte de la madre, es mucho más ético que cualquier precepto formal o material puesto que en la futura madre “se expresa la ética misma de la creación”.

Ahora bien, la expectativa de la madre hacia el embrión en gestación se plasma por caminos audiovocales que repercuten esencialmente en el oído fetal y por ello “el oído feliz activo” del embrión[10] se entrega a la escucha de la voz materna: “Las buenas voces maternales transmiten al testigo dentro de su cuerpo la invitación a comenzar vivazmente una existencia propia. La singularidad del efecto sirenas consiste, pues, en que produce una especie de intimidad evangélica: genera una buena nueva que, por la naturaleza del asunto, solo puede ser percibida por uno o por dos” (Tomatis, A, 1994, p. 179). Y es en este sentido que se arriba a dos conclusiones fundamentales:

En primer término, la decisión de la madre con respecto a la futura y posible venida de su hijo anticipa, en su voz sirénica y maternal, y presagia al niño un fatum sonoro. En una neta vinculación con los textos homéricos y lo expresado en los mismos respecto a las sirenas, Sloterdijk afirma que “el héroe fetal inicia su propia odisea: la voz irremplazable expresa una profecía que se cumple inmediatamente en sí misma: eres bienvenido, no eres bienvenido. Así, la frecuencia de la voz de las madres se convierte en un Juicio final trasladado al comienzo de la vida. De hecho, las madres saludan cuando quieren, y su voluntad de saludar no es segura bajo cualquier circunstancia, aunque pocas veces, sin embargo, rehúsan completamente la salutación de bienvenida” (Sloterdijk, P, 2009, p. 458.). En lo antedicho puede sostenerse que esta decisión esencial y netamente materna adquiere rasgos ontológico-religiosos que se manifiestan, fenomenalizan en un sí o un no en el que se juega el porvenir del posible naciente.

En segundo término, el brillo, la luminosidad de la voz de la madre va preparando al niño para su arribo al mundo. Dicha voz, lejos de reducirse a un mero sonido, deviene en genuina música a partir de la cual el embrión recibe en el seno materno un bautismo acústico fatal. En efecto, la sonoridad de la voz materna nos indica que los seres humanos provenimos de un matriarcado vocal, matriarcado cuya resonancia en la íntima esfera pre-natal va preparando la configuración del humano como habitante de esferas.


La canción del cosmos: su resonancia sobre el canto de las madres y la gestación humana.


“Llevamos con nosotros toda la música: yace en los más hondos estratos del recuerdo. Todo lo musical pertenece a la reminiscencia. En el tiempo en el que no poseíamos nombre alguno, ya lo debíamos haber oído todo.” (Cioran, E. 1988, 23,) ¿Dónde estamos cuando escuchamos música? Obviamente estamos y no estamos en el mundo. La escucha musical nos remite tanto al orden cósmico como al recuerdo que nos vuelve a situar en nuestro pre-yo más arcaico.

Las fuerzas del caos, las fuerzas cósmicas se enfrentan y coinciden con el ritornelo. Pero el ritornelo puede ser también una canción de cuna, el cántico de una ya aceptada bienvenida. Posiblemente Deleuze y Guattari estarían de acuerdo con nuestro planteo en que el ritornelo cósmico también se territorializa en el canto de las madres. Canto de madre, voz sirénica cuya melodía repercute en el atento y expectante oído del embrión. Responsabilidad y privilegio de las madres de cuya voz y postura corporal y minimalista suele darse el anuncio para la futura llegada, o no, de su hijo. Se trata de aprender a cantar o disminuir la voz de bienvenida hacia el posible naciente. Se trata de aprender a darse cuenta, como sostenía Nietzsche, si estamos o no “preparados para tener un hijo” (Nietzsche, F. 1972, pp. 111-113). Es cierto, como hemos visto, que Sloterdijk advierte que las madres poseen ese don, ese privilegio de darle la bienvenida o anticiparle el Juicio final a su hijo. La decisión de cada mujer siempre está abierta y siempre el canto modula en concordancia a la misma. El ritornelo, la cancioncilla, esa melodía ontológica está en estos casos presente.

       “Entre música de cámara vienen los humanos al mundo; en ella aprenden que la escucha de la otra voz es el presupuesto para tener uno mismo algo que interpretar.” (Sloterdijk, P, 2009,)

Aquí también se puede atestiguar cierta territoriedad del ritornelo. Aquí también consideramos que puede pensarse la relación entre Deleuze / Guattari y Sloterdijk con la noción de agenciamiento. Si este mismo se define en tanto una actividad de co-funcionamiento entre entes o elementos heterogéneos siempre sujetos a un devenir, bien podría pensarse la relación entre la futura madre y su posible hijo naciente. El agenciamiento también conecta el sentido del vínculo. En este caso del vínculo entre dos seres unidos pero también en cierto modo, autónomos y heterogéneos: el embrión en gestación y la madre. El oído atento del posible naciente y la canción del bautismo de su progenitora.

Si en el caso del canto humano, las componentes vocales y sonoras implican una barrera de sonido que protege o inmuniza de cierta forma al niño que canta para retomar fuerzas para emprender su tarea escolar o a la ama de casa para seguir con su rutina doméstica, el embrión en gestación se desarrolla “en un continuum psicoacústico, o más en general, semiosférico” (Sloterdijk, P. 2009, p.459). Vislumbramos a partir de estos sencillos ejemplos cómo Sloterdijk confirma, prosigue y recrea la noción del ritornelo en Deleuze. Después de todo, el filósofo es siempre el amigo del concepto. La compleja creación conceptual del ritornelo es proseguida por el pensador alemán. El ritornelo en tanto fuerza cósmica que extralimita a los hombres, pero también como cancioncilla tarareada que de alguna manera define a lo humano, se refina aún más en la irremplazable y sonora voz de la madre. Voz que define y que se rememorará siempre…


Conclusión


En este escrito hemos mencionado la importancia filosófica de la creación de los conceptos. Siguiendo la Introducción, (Así pues la pregunta), del texto Introducción a la filosofía de Gilles Deleuze y Félix Guattari hemos remarcado como la filosofía remarca la necesidad de inventar, formar, crear e incluso fabricar conceptos. También hemos señalado como el mayor reto para el pensador consiste no solamente en recrear los conceptos heredados sino también en saber inventar los conceptos propios. Siguiendo esta línea interpretativa nos animamos a decir que el desafío de un escritor que se sumerge en mundo filo-sófico consiste precisamente, en saber, en reinventar hermenéuticamente las lecturas conceptuales con las cuales él comulga. Parafraseando a Deleuze y a Guattari consideramos que el bautismo de un concepto reclama el gusto y la estrategia para desarrollarlo, implica el arte de una seducción que se dirige a los amigos. Toda filosofía nace, crece y se disputa en una comunidad en la que confluyen amigos y enemigos.

Nos hemos detenido en una de las mesetas de las Mil Mesetas, Capitalismo y esquizofrenia, de este potente libro hemos intentado esbozar la noción del ritornelo específicamente en relación con su ritmo y melodía territorializados. Observamos que el ritornelo cumple, a su vez, varias funciones. Una de las mismas consiste en su papel territorial, en su agenciamiento territorial. Un ejemplo sencillo del mismo es el canto de un pájaro. Mediante su sonido el ave marca, señala e indica su territorio. Pero el ritornelo puede también desempeñar otras funciones: “amorosa, profesional o social, litúrgica o cósmica: siempre conlleva, tiene como concomitante una tierra, incluso espiritual, mantiene relación esencial con lo Natal, lo Originario” (Deleuze, G y Guattari, F. 2000, 319).

A su vez las fuerzas del caos, terrestres y cósmicas se enfrentan y coinciden con el ritornelo. La temática del caos es compleja en Deleuze y su desarrollo merecería indudablemente otro escrito. Del caos proceden los Medios y los Ritmos. Los autores afirman que de ello tratan las más antiguas cosmogonías ya que el caos precede a los mencionados Medios y Ritmos. Nosotros hemos tomado ejemplos de cancioncillas. De ejemplos cotidianos, concretos que suelen pasar mayormente inadvertidos. Así, una mujer canturrea, un hombre cualquier pasa silbando y un niño juega o emprende su tarea tarareando una canción que escuchó en algún lado. La música acompaña, protege, en cierto modo asegura la existencia marcando territorios. Lo hemos dicho: el ritornelo protege un contexto, diseña un ambiente e inaugura un círculo o territorio.

De Peter Sloterdijk, por su parte, hemos tomado el concepto que versa sobre la primera alianza sonosférica. En este capítulo de su extenso libro Esferas I[11], el filósofo se centra en los aportes brindados por el otorrinolarigólogo y psicolingüista francés Alfred Tomatis el cual, entre otras cuestiones, se dedicó a la investigación psicoacústica. Tomando estas contribuciones, Sloterdijk desarrolla el “efecto sirenas” cuyo sonido se propaga en una sonosfera e impacta sobre el oído del embrión en gestación. La activa y temprana capacidad auditiva del oído fetal discrimina aquellos sonidos que surgen en el seno materno. El embrión en gestación, deviene escuchando los sonidos, la música que proviene de la voz materna. También aquí el sonido musical está presente y repercute inmunológicamente sobre el futuro naciente.

   Las buenas voces maternales transmiten al testigo dentro de su cuerpo la invitación a comenzar vivazmente una existencia propia. La singularidad del efecto-sirenas consiste, pues, en que produce una especie de intimidad evangélica: genera una buena nueva que, por naturaleza del asunto, sólo puede ser percibida por uno o dos. (Sloterdijk, P, 2009, p. 456)

La buena nueva que proviene de la madre destina en cierto modo el por-venir del posible próximo lactante. Su melodía determina en gran medida no solamente su nacimiento sino que marcará los inconscientes ritmos que destellarán en el desarrollo de su cuerpo. La madre expande sonidos que a su vez provienen de arcaicas resonancias. Nuevamente la melodía, la canción y la música fenomenalizan su esencialidad.

Deleuze, Guattari y Sloterdijk nos han mostrado ciertos indicios. Inventando conceptos y entrecruzamientos podemos dar cuenta de que el mundo consiste en un sistema polifónico de sonidos. En él nos movemos y por él somos atravesados.

Transcurrir del tiempo, el niño juega, el niño ha crecido. En los confines de su memoria están sumergidas las melodías de su madre que perdurarán por siempre.

Escenas de infancia, juegos de infancia: se parte de un ritornelo infantil, pero el niño ya tiene alas, deviene celeste. El devenir-niño del músico va acompañado del devenir aéreo del niño, en un bloque indescomponible. Memoria de un ángel que es más bien devenir para el cosmos. (Deleuze, G. y Guattari, F. 2000, p. 353)


Referencias


Carmona, C. (2015) Wittgenstein, La conciencia del límite. EMSE.

Da Costa Pereyra, N. (2004) Giles Deleuze y la ciencia. Modulaciones epistemológicas. Editorial Biblos Filosofía, UNLA.

Cioran, E. (1988) Von Tränen und vom Helligen, Bibliothek Suhrkamp.

Deleuze, G. y Guattari, F. (2002) ¿Qué es la filosofía? Editorial Nacional Madrid.

Deleuze, G. y Guattari, F. (2000) Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Editorial Pre-textos.

Deleuze, G. (1986) Nietzsche y la filosofía. Anagrama, Colección Argumentos.

Homero. (2000) Odisea. Edimat Libros S.A.

Nietzsche, F. (1972). “Sobre el hijo y el matrimonio”, en: Así hablaba Zaratustra. Editorial Alianza.

Reberendo, F. (2008) Deleuze ¿Qué es un agenciamiento? http://deleuzefilosofia.blogspot.com/2008/10/qu-es-un-agenciamiento.html

Sloterdijk, P. (2009) Esferas I, Burbujas, Microsesferología. Editorial Siruela.

Sloterdijk, P. (2002) El extrañamiento del mundo. Biblioteca de Filosofía, Editorial Nacional.

Sloterdijk, P. (2012) Has de cambiar tu vida. Editorial Pre-textos.

Tomatis, A. (1994) Klangwelt, Mutterleib. Die Anfänge der Kommunikation zwischen Mutter und Kind. Kösel.

Von Uexküll, J. (2016) Andanzas por los mundos circundantes de animales y hombres. Editorial Cactus.



[1] “A decir verdad, las ciencias, las artes y las filosofías son igualmente creadoras, aunque corresponde únicamente a la filosofía la creación de conceptos en sentido estricto.”, (Deleuze, G y Guatarri, F. 2002, p.11).

[2] (Wittgenstein) “Tenía la convicción de que toda filosofía decente debía comenzar con un confesión, sí, con un auténtico ejercicio de introspección y su posterior exteriorización,” (Carmona, C, 2015, p. 83.)

[3] Tomamos en gran parte estas definiciones sobre el ritornelo de Nélida da Costa Pereira y su artículo Letra y música de territorios vividos, Resonancias espaciales, silencios cotidianos y ritornelos de pleno-canto publicado en Gilles Deleuze y la ciencia, Modulaciones epistemológicas, 2004, 241-254.

[4] Da Costa Pereira, N, 2009. 253. El subrayado nos pertenece.

[5] Así, por ejemplo, en la Conclusión de ¿Qué es la filosofía?, los autores acentúan la interrelación del caos con las más dignas disciplinas humanas: “De todo se componen nuestras opiniones. Pero el arte, la ciencia, la filosofía exigen algo más: trazan planos en el caos. Estas tres disciplinas no son como las religiones que invocan dinastías de dioses, o la epifanía de un único dios para pintar sobre el paraguas un firmamento, como las figuras de la Urdoxa, de la que derivarían nuestras opiniones. La filosofía, la ciencia y el arte quieren que desgarremos el firmamento y que nos sumerjamos en el caos. Sólo a este precio le venceremos.” (Deleuze, G y Guattari, F, 2002, p. 220).

[6] Puede ser descrita como una canción melodiosa y suave que se canta a los niños pequeños para arrullarlos o para que se duerman, o como una palabra o un término que se dirige a una abuela u otra persona que cuida a los niños.

[7] Con respecto al término agenciamiento “se trata de un concepto creado a partir de una palabra que logra su mayor significación en francés y no en una traducción literal al castellano. Más que entes en agenciamiento, Deleuze hablará de agentes. Puede definirse como relación de co-funcionamiento entre elementos heterogéneos que comparten un territorio (“todo agenciamiento es en primer lugar territorial”) y tiene un devenir. El devenir no es paralelo ni signado por la identificación. Estos elementos que comparten una territorialidad inicial, dado el devenir, procedieron por desterritorialización hacia otros agenciamientos o estratos. Los elementos tienen relaciones entre sí, según líneas de encuentro de cada ente. Estas líneas de encuentro pueden verse como relaciones sociales. Es decir, un modo de pensar el agenciamiento es desde las relaciones sociales de los elementos (por personas en un grupo o una pareja) que se encuentren. En algún sentido se conecta con el sentido del vínculo”, Info dada por Internet: http://deleuzefilosofia.blogspot.com/2008/10/qu-es-un-agenciamiento.html

[8] Al respecto de este autor puede consultarse la página Web: https://www.tomatis.com/es/alfred-tomatis

[9] “Compórtate de tal modo que tu propio estado de ánimo pueda resultar siempre un modelo imprescindible para una vida compartida: éste es, maternalmente, el imperativo categórico.”, Sloterdijk, P, 2009, 454.

[10] Sloterdijk comenta que dicha audición por parte del futuro bebé hacia la voz y el canto de la madre se desarrolla a partir de un determinado período de embarazo: “Como es sabido, la investigación psicoacústica proporciona nueva actualidad, también, a las tradiciones populares sobre la impronta efectiva de las vivencias de las embarazadas con el nonato, y las concreta fisiológicamente al señalar su específico canal de transmisión, a saber, el contacto auditivo. Ciertamente, sólo puede llegarse a improntas permanentes a través del oído si ya en la fase fetal cuenta el niño con un aparato neurológico que le permitan registrar y conservar engramas acústicos” (Sloterdijk, P, 2009, p. 457).

[11] Esferas I pertenece a la trilogía de las Esferas (I, II y III) de este prestigioso filósofo alemán. Muchos escritores (como por ejemplo, Rüdiger Safranski) consideran a Sloterdijk como al filósofo más importante de nuestro tiempo y su mencionada trilogía como su obra magna.