Westworld:
¿Humanización de las máquinas o mecanización de los humanos?
Westworld:
Humanization of Machines or Mechanization of Humans?
Ana Laura Hidalgo
Consejo nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
Universidad Nacional de San Luis, Argentina.
hidalgo.analaura@gmail.com
Recibido: 03/09/2020
Aceptado: 12/11/2020
Resumen. El presente artículo aborda un análisis fílmico
en diálogo con los alcances que presuponen la relación entre tecnologías,
cultura y sociedad. En este sentido, nos proponemos desarrollar un análisis
orientado a reconocer las tensiones en las prácticas sociales en torno a lo
tecnológico. Estas reflexiones se desprenden de la serie Westworld, de HBO. El trabajo se detendrá en una serie de
interrogantes que nos permite pensar la cotidianeidad que desarrollamos en
relación con las tecnologías; ¿cómo actuaríamos con los otros (máquinas/robots)
si considerásemos que esas acciones no tienen consecuencias en lo real? La
serie nos invita a cuestionar una dimensión “neutra” de la técnica.
Palabras clave. Sujetos, maquinas, robots, tecnologías,
neutralidad de la técnica.
Abstract. This article deals with a film analysis in dialogue with the scope that
presupposes the relationship between technologies, culture and society. In this
sense, we propose to develop an analysis aimed at recognizing the tensions in
social practices around technology. These reflections emerge from the HBO
series Westworld. The work will stop at a series of questions that allow us to
think about the daily life that we develop in relation to technologies; How
would we act with others (machines / robots) if we consider that those actions
have no consequences in reality? The series invites us to question a
"neutral" dimension of the technique.
Keywords. Subjects, machines, robots, technologies,
neutrality of technique.
"Nosotros,
los humanos, estamos sólo en este mundo por una razón... Asesinamos cualquier
cosa que desafía nuestra primacía"
Robert Ford,
co-creador del parque temático Westworld
Este ensayo tiene
por objeto reflexionar sobre la relación entre los sujetos y las tecnologías a
partir de algunos de los disparadores que nos plantea la serie "Westworld".
Westworld es una serie estadounidense; de ciencia
ficción, suspenso y western; creada por Jonathan Nolan y Lisa
Joy para la cadena HBO. Se basa en la película homónima de 1973, que
fue escrita y dirigida por el novelista estadounidense Michael Crichton, y en
su secuela Futureworld (1976). La primera temporada se estrenó
en 2016; la segunda, en 2018; y la tercera, en mayo de 2020.
La trama de la
serie se desarrolla en un parque temático futurista del oeste, diseñado por el
doctor Robert Ford, destinado a turistas ricos. En este espacio, los visitantes
exponen sus deseos más oscuros y se aprovechan de la apariencia humana de los
sofisticados androides para experimentar todo tipo de fantasías, sin responder
por sus actos ni tener consecuencias directas en "el mundo real".
Pronto, debido al desarrollo de capacidades cognitivas y sensoriales similares
a las humanas, estas inteligencias artificiales se convertirán en una posible
amenaza para el propio sistema instituido.
Si bien la
temática de la serie no recupera la argumentación lineal de la película de
1973, la trama recrea algunos aspectos potenciando la relación que se establece
entre los sujetos y las tecnologías. Incluso podríamos pensar que esto
trasciende la pantalla chica, ya que antes de su lanzamiento se realizaron
exhibiciones de realidad virtual en eventos desarrollados en San Diego de Comic-Con y Techcrunch Disrupt.
La idea de la propuesta fue generar una experiencia a los asistentes como si
estuvieran en el parque Westworld.
Westworld nos permite pensar en algunas
controversias. Por un lado, la problemática en relación a la posibilidad
del reconocimiento de una conciencia por parte de las máquinas/robots que son
objeto de las más cruentas manifestaciones humanas; y por otro, el despliegue
de la crueldad de los sujetos en esos "escenarios irreales" en el
juego de que "no conllevarían consecuencias" en la "vida
real". En estos supuestos subyace una idea de neutralidad en el
mundo Westworld que pronto es desvanecido.
Este segundo
aspecto se encuentra, por un lado, tensionado por posibles consecuencias en
base al primer postulado. Y esto nos permite reconocer un segundo rasgo, que
las prácticas en/con máquinas/robots no son neutras, sino que comienza a
manifestarse una especie de conciencia colectiva en torno a la manipulación
humana que revela una instrumentalidad que no es tal.
Por tanto, Westworld nos
plantea dos grandes metáforas como posibles interrogantes: "la
humanización de las máquinas" y "la mecanización de lo humano";
la manifestación de una posición crítica de la instrumentalidad asociada a un
imaginario de inteligencia artificial que tensiona las narraciones de las vidas
humanas, las cuales proyectan una expectativa de mecanización vinculada a la
posibilidad de la eternidad.
Dichas tensiones
que arman la trama de la serie, si bien muestran un escenario distópico, no son
lejanas a la vida en la que estamos insertos. Un mundo construido por humanos,
en el cual las máquinas trabajan al servicio de ellos sin importar las
consecuencias que esto implique, o las transformaciones que las mismas
tecnologías puedan generar, tanto en su entorno como en las redes de
sociabilidad del hombre.
Sobre estos temas,
y enfocándonos en la primera temporada de Westworld,
desarrollaremos nuestros argumentos.
Este ensayo se
propone desarrollar un análisis orientado a reconocer las tensiones en las
prácticas sociales en torno a lo tecnológico.
El análisis se
ordena en tres grandes momentos. En primer lugar, se ofrece una reflexión en
relación a lo tecnológico en la serie Westworld, posteriormente se
hará un análisis sobre los usos de las tecnologías y la importancia de los
mismos en su creación y recreación constante. Por último, nos detendremos sobre
la relevancia de las pujas de poder en torno a las tecnologías.
Estos hitos por
los cuales nos detendremos en este trabajo, tienen por objeto nutrir nuestro interrogante
central; ¿son las máquinas humanizadas o, en cambio, se reconocen
instancias de mecanización de los humanos? ¿Son estos procesos excluyentes?
¿Qué nociones de sujetos y tecnologías se reconocen en estos supuestos?
A lo largo de los
diez capítulos de la primera temporada de la serie, podemos apreciar un futuro
no tan lejano en el que las tecnologías son parte constitutiva de la vida en
sociedad. Tal es así que hay personas que deciden pasar su tiempo en un “mundo
paralelo” durante horas, días y -quizás- años. En principio las tecnologías son
presentadas desde una mirada instrumental, como aparatos, “herramientas que están listas para servir a
los propósitos de los usuarios” (Feenberg, 1991: 3), para
satisfacer deseos y fantasías internas de los huéspedes que visitan el parque.
Esta misma visión, es recreada por los “anfitriones” quienes, por medio de
respuestas automatizadas, reinciden y repiten sus programaciones
comportamentales una y otra vez (con aparente infinitud). Por tanto, en el
proceso social establecido entre “huéspedes” y “anfitriones”
[…] es necesario,
por consiguiente, pensar, tanto en términos generales como de forma precisa, en
las verdaderas relaciones entre las tecnologías de la comunicación y las instituciones
sociales. Considérese, en primer lugar, una forma común e influyente de pensar,
al menos en apariencia, en estas relaciones (Williams. 1992, p. 183)
Como género de
ciencia ficción, Westworld, es una mezcla de hechos científicos con visiones
proféticas del futuro que oscilan entre un optimismo utópico hasta cierto
pesimismo distópico, dependiendo de los distintos planteos temáticos que
postula la serie en torno al desarrollo de las tecnologías y de la propia
naturaleza hostil de la especie humana. En parte, hay una versión perturbadora
del futuro en torno a la conducta humana, más allá de los avances biológicos
que pueda aportar el desarrollo técnico (por ejemplo, la posibilidad de cierta
inmortalidad).
Esta mirada puede
ser expresión de la crisis que se genera en el siglo XX respecto al optimismo
utópico y su idea de progreso, al postular al desarrollo técnico como una
posibilidad de cierta “evolución” tecnológica que permita superar ciertas
limitaciones humanas, pero reconociendo los peligros que ese avance técnico
puede implicar para la propia raza humana. Por tanto, aunque existe una mirada
más compleja que no puede reducirse a una sola posición respecto de ideas
netamente contradictorias (distópicas/utópicas), surge esta visión instrumental
que desconoce las luchas de los sujetos inmersos en esos procesos, el contexto,
las relaciones y transformaciones que se generan entre actores, tecnologías y
usos. En relación a este análisis, Cabrera realiza el siguiente señalamiento:
La técnica volvió a convertirse en un instrumento neutro que,
dependiendo de su buena o mala utilización, conduce o no por el “buen camino”
hacia el destino marcado de antemano. El optimismo de la ética del uso correcto
será, desde ese momento (posterior a la Segunda Guerra Mundial), el espacio
privilegiado de los tecnócratas y tecnólogos. La postura contraria interpretará
a la técnica en sí misma, en un sentido anterior e independiente de su uso,
haciendo del pesimismo un diagnóstico realista. La técnica fue vista, entonces,
como destino –trágico– del avance de la razón humana (Cabrera, 2004, p. 16)
Frente a esta idea
ambivalente, en la cual el progreso técnico parece indefectiblemente traer
consecuencias negativas como el declive de la humanidad, resulta interesante
reflexionar acerca de la necesidad de correrse de posiciones cerradas y
dominantes acerca de las tecnologías. Como propone Feenberg a través de su
teoría crítica de la tecnología, “debe
explicarse cómo se debe redisenar la tecnología moderna para adaptarla a las
necesidades de una sociedad más libre” (Feenberg, 1991, p. 7). Con
esto, propone reconstruir las bases tecnológicas de las sociedades modernas,
proyectar una nueva política de la tecnología de base más democrática que
“supere la relación destructiva del industrialismo moderno con la naturaleza,
tanto en los derechos humanos como en el medio ambiente”, y pueda ser la
tecnología un recurso más allá de lo “instrumental” o “sustantivo”, tal como lo
concibe Feenberg.
Como se analizó en
otros trabajos (Hidalgo, 2016; 2019) podemos observar como ambas miradas sobre
las tecnologías, la tecnofóbica (distópica)
y tecnofílica (utópica), se hacen presentes en la serie analizada,
generando siempre una tensión entre la diversidad de ideas y
conceptualizaciones que subyacen en la serie. Por un lado, se evidencia una
mirada tecnofóbica vinculada a la posibilidad de que los anfitriones resulten
una amenaza para la humanidad si obtuvieran conciencia plena y la capacidad de
actuar desde el libre albedrío, por fuera de su programación; desde ese marco,
los robots son sometidos por los humanos continuamente. Son creados con un
propósito que luego se vuelve en contra del mismo, contrarrestando esa aparente
neutralidad que se plantea al inicio.
Por otro lado, se
presenta una idea en torno a la tecnofilia: la presunción de Ford y Arnold (los
creadores de las inteligencias artificiales) acerca de que las máquinas/robots
brindarían un nuevo estadío de evolución a la especie humana en una supuesta
“inmortalidad” (hacia esto se desarrolla luego la serie, en su segunda
temporada). Lo importante aquí es que su “diseño y estructura no son un
problema en un debate político, sólo el alcance de eficacia de su aplicación”
(Feenberg, 1991, p. 5).
Ambas miradas
ubican a las tecnologías desde la instrumentalidad: al servicio de los
intereses y necesidad humanos, como instrumentos para servir a sus fines (ya
sea el placer/entretenimiento o algún grado de inmortalidad, como instrumento
de liberación de la inevitable muerte). Esta posición instrumental, según la exposición
de Feenberg, se convierte en reduccionista y le otorga a las tecnologías
cierta “neutralidad”, ya que como instrumento puro ess aparentemente,
indiferente a la variedad de fines en los que se puede usar. “Entonces, la
neutralidad de la tecnología es meramente un caso especial de los medios
instrumentales, los que están relacionados en forma contingente con los valores
sustantivos a los que sirven” (Feenberg, 1991, p. 3).
Asimismo, en la
serie subyace la neutralidad sociopolítica de la tecnología por su carácter
racional, universal y sus postulados causales verificables.
En la medida en
que tales proposiciones son verdaderas, no están relacionadas ni política ni
socialmente, pero, como las ideas científicas, mantienen su estatus cognitivo
en todos los contextos sociales imaginables. Entonces, lo que funciona en una
sociedad, es esperable que funcione también en otra (Feenberg, 1991, p. 3).
Esta noción
de universalidad, permite en la serie que los mismos niveles de medición
pueden aplicarse en diferentes escenarios. En este marco, las tecnologías se
muestran como neutrales “porque se basan esencialmente en la misma norma de
eficiencia en uno y en cada contexto. Dada ésta interpretación de la
tecnología, la única postura racional es el compromiso sin reservas para su
utilización” (Feenberg, 1991, p. 3). Esto se refleja en el uso sistemático de
los androides y su sistema tecnológico durante más de treinta años,
independientemente de los cambios y transformaciones de la sociedad; incluso,
muy poco se conoce del mundo exterior a Westworld,
no hay relación con el contexto social de esas épocas determinadas. Y las
acciones transcurridas en el parque temático, esconden sus alcances éticos en
la vida cotidiana de sus usuarios.
Como contrapartida
de la teoría instrumentalista descripta, existe también cierta
mirada sustantiva de la tecnología; esto involucra pensar que el hacer
humano y su propia naturaleza, puedan ser recreados y reemplazados por las
máquinas.
Heidegger está de
acuerdo en que la tecnología está inexorablemente apoderándose de nosotros.
Estamos enlazados, sostiene, en la trasformación del mundo entero, nosotros
incluidos, en reservas duraderas, materiales crudos que serán movilizados en
procesos técnicos. Heidegger afirma que la reestructuración técnica de las
nuevas sociedades está arraigada en un deseo nihilista de poder, una
degradación del hombre y el Ser en el nivel de meros objetos (Feenberg, 1991,
p. 4).
Resulta
interesante destacar que en ese mundo futurista, tecnológico, moderno y lúdico
de Westworld, se propone como una
dimensión paralela; se presenta como otra posibilidad de vida simultánea,
que recrea otro mundo posible, en el que terminan conviviendo prácticas y
comportamientos de épocas diferentes y, en un punto, antagónicas. Pero
esto correlaciona a ambos escenarios de modo complejo, porque en un punto
las tecnologías parecen diluir el límite entre lo real y lo imaginario, ya que
como dice Raymond Williams:
[...] los términos
y las presunciones por lo general nos impiden ver es que los inventos técnicos
se dan siempre dentro de las sociedades, y que las sociedades son siempre algo
más que la suma de relaciones e instituciones de las cuales los inventos
técnicos han sido excluidos mediante una definición falsamente especializada. Estos
hechos bastante obvios son oscurecidos aún, nuestras sociedades son
tecnológicas y nuestras tecnologías, son sociales; ambas son dependientes y se
modifican entre sí. (Williams. 1992, p. 183)
Por tanto, resulta
necesario señalar que en el hacer de los “anfitriones-robots” interpelan
directamente las instancias de sociabilidad de los “huéspedes” en ese marco;
sobre esto nos detendremos posteriormente en este mismo trabajo.
A esto se refiere
el personaje central de la serie (protagonizado por Anthony Hopkins), Robert
Ford cuando dice: "creamos la solución al caos". Se puede
suponer que la tecnología (en este caso utilizada para crear el parque) viene a
resolver lo que necesitamos en nuestras vidas, por lo que las modifican y a su
vez deben ser modificadas para que el fin siempre se cumpla. El parque parece
ser creado con un fin recreativo, en el que los participantes puedan concretar
experiencias vinculadas a sus deseos y emociones más primarias, sin
condicionamientos externos ni la represión conductual que impone la “vida real”
a través de las normas sociales, legales y éticas establecidas; en cambio, se
propone una nueva sociabilidad ficcional. La tecnología, en este sentido,
genera una ruptura frente al mundo socialmente instituido y recrea aquello que
siempre le fue propio a la naturaleza, como elementos bióticos y abióticos.
Sobre este aspecto, hemos profundizado en otros escritos sobre algunas de las
promesas de la modernidad y su proyecto de desarrollo en torno a nodos
específicos de discusión. La carne de las máquinas, los cuerpos a motor, la
naturaleza como mercancía y la desterritorialización/ruptura del tiempo
interpelan como metáforas al sujeto/cuerpo que fuera instituido por el proyecto
ilustrado, incluso hoy visibles en los escenarios de participación que las
políticas públicas inauguran (Hidalgo, 2016).
Al mismo tiempo,
en el primer capítulo, uno de los personajes cuestiona: “- ¿Eres real?”.
Y otro responde: “-Eso no importa si no puedes identificarlo”.
Este diálogo nos
permite ver que este intercambio y retroalimentación termina siendo tan intenso
y cotidiano que las tecnologías se vuelven parte natural de nuestra vida
diaria; no tenemos en claro ni siquiera si estamos viviendo un mundo real o
creado. Porque las tecnologías pueden manejarnos como seres sociales, definir
cuándo estamos tristes, enojados, felices; qué recuerdos tenemos y cuáles no,
qué nos gusta, qué necesidades tenemos y qué debemos comprar para estar y ser
mejores. Algo a lo que refería Baricco en su libro The Game, acerca de las Apps como herramientas ligeras que
superaron a la web en torno a la facilidad e inmediatez en el acceso, generando
una línea cada vez menos distinguible entre el mundo “real” y lo que subyace en
el interior de esos desarrollos tecnológicos:
el tráfico con el
ultramundo, de entrada y salida, se ha hecho inmenso y rapidísimo, tan inmenso
y tan rápido que a menudo conservar una línea de demarcación verdadera entre el
mundo y el ultramundo se ha convertido en algo imposible, y casi siempre inútil
[…] Cuando uno ya no es capaz de distinguir esa línea es que está en el Game
(Baricco, 2019, p. 197)
Algo similar
ocurre en la serie; el desarrollo de esta tecnología, los androides y todo el
sistema tecnológico que lo sostiene, se va complejizando hasta el punto que ya
es difícil separar y/o distinguir lo real de lo ficcional. Y ambos van
construyendo una única trama donde interactúa constantemente el “mundo” con el
“submundo”, a través de la lógica del Game;
se ponen en juego ciertas sensaciones físicas, una idea de velocidad, una
importancia del puntaje o la noción de triunfo o victoria en relación a la
propia trama que los huéspedes van generando con sus acciones. Donde no existen
mediaciones, “mediadores”, para desarrollar dichas intervenciones directas
dentro del parque, donde lo humano y lo virtual termina mezclándose y rompiendo
las barreras de lo meramente virtual.
En ese sentido,
desde los conceptos de Baricco puede relacionarse éste análisis desde la
revolución tecnológica, los desarrollos, usos y posibilidades que habilita este
invento técnico pero no como inventos creados desde los márgenes del sistema;
incluso esta tecnología no viene a romper con los privilegios de una casta sino
a reforzar la idea de un acceso limitado a una élite que detentan el poder
económico. Como dijimos anteriormente, el acceso al parque es una atracción
exclusiva. Al mismo tiempo, esta tecnología al igual que las Apps que define
Baricco, “son propiedad de alguien, y no son un espacio abierto, sino hangares,
a lo mejor inmensos, pero cerrados, en los que uno entra para obtener
determinado servicio y luego se vuelve a su madriguera” (Baricco, 2019, p.
208). A ello le debemos sumar el contexto de desarrollo de las tecnologías de Westworld y la de sus creadores, como
Ford y Arnold, cuestiones que Baricco dejaría afuera de su análisis desde el
punto de vista de su historización.
Para cerrar este
primer apartado, cabe destacar una sentencia de la serie: “Tú y todos
los que conoces fueron creados para satisfacer a los que te visitan”. Esta
frase nos introduce en el siguiente momento de análisis, donde se pondrá en
relieve el desarrollo y usos de esas tecnologías, siempre vinculados a
determinados contextos socio-políticos, económicos y culturales, y a
determinadas condiciones de producción. Y las tensiones que se generan entre
los diversos grupos sociales frente al “invento técnico” o el uso de esos
“artefactos”.
Como se ha expresado anteriormente, en principio las tecnologías son
presentadas desde una mirada instrumental, como aparatos, meros instrumentos al
servicio de los humanos, para satisfacer deseos y fantasías internas de los
huéspedes que visitan el parque, sin sufrir consecuencias directas o punitivas
sobre sus actos. En ese mundo ficcional paralelo, no existen reglas legales ni
condicionamientos morales; por el contrario, los visitantes poseen la libertad
de ejecutar acciones que en la sociedad tendrían una condena penal y/o social
sin restricciones: violaciones, asesinatos, robos, maltratos, etc. Es más, los
humanos están protegidos por un código informático que neutraliza cualquier
intento de los androides de poder herirlos.
En la trama, se
visualizarán diversos actores y/o grupos sociales, que utilizarán esta
tecnología con diversos intereses y/o fines. Durante el desarrollo de la serie
se visibilizan claramente al menos tres grupos distintos: los usuarios, como
“consumidores” de esa tecnología (personas provenientes de una clase social
alta con suficiente capital social, cultural y económico para poder acceder a
dicha tecnología), la administración, como los científicos creadores del
invento técnico y del sistema tecnológico que lo hace posible, y los
accionistas, la corporación “Delto”, que financia el proyecto.
Dentro del primer
grupo, se puede identificar al “hombre de negro” (interpretado por Ed Harris);
un personaje oscuro, de los más antiguos visitantes, que comete todo tipo de
actos violentos con el propósito de cumplir con un objetivo personal, reconocer
sus impulsos más primarios y satisfacerlos. Por otro lado, con el ingreso al
parque de William, un empresario genéticamente humano, de carácter sensible y
empático, se visibiliza claramente un uso muy diferente dentro de los mismos
grupos sociales, ya que éste utiliza a la tecnología y este mundo paralelo para
realizar una mirada introspectiva y “liberarse” de estructuras internas. Para
este personaje, lo ficcional sucede en el mundo real del que proviene, donde la
trama de su vida responde más a mandatos sociales o estructuras internas que a
sus propios deseos; mientras, en el parque su verdadero “yo” aflora y el uso de
esa tecnología (su relación con la androide Dolores y otros personajes) le
permite reconocerse a sí mismo, transformar sus hábitos y/o conductas, y
liberarse de sus propias ataduras.
Con el avance de
la trama, la cual se desarrolla en diversos tiempos y espacios de modo
simultáneo, reconocemos que el “hombre de negro” y “William” son la misma
persona en distintos momentos de su vida; ambos con claras posiciones y motivaciones
diversas en el parque de Westworld. En los haceres simbólicos
y materiales (Hidalgo, 2017) de ambos momentos de la vida de la misma persona,
existe una correlación en la creación y recreación de las instancias de
sociabilidad que va estableciendo con los otros personajes.
Dentro del segundo
grupo, representado por los administradores de esa tecnología y ese sistema
tecnológico, se pueden citar los creadores, como Ford y Arnold, quienes también
le otorgarán sentidos y usos distintos a sus creaciones. Entre
ellos, existe una clara tensión, una “flexibilidad interpretativa” a la
que referían Pinch y Bijker (2008), al reflexionar sobre las tensiones que se
producen en torno a las interpretaciones que los distintos actores
(científicos) le otorgan al artefacto tecnológico. Por un lado, Arnold
procuraba encontrar la forma científica de que los androides alcanzaran una
plena conciencia de características humanas; mientras a Ford le interesa
limitar esas facultades y usará a las inteligencias artificiales para
instrumentar sus objetivos personales. Esto desatará una fuerte estrategia
conspirativa por parte de Ford.
Ford persigue el
interés por la ciencia, en lograr mayor conocimiento acerca de las emociones,
crear arte (como define a la construcción de los androides desde un sentido
estético), en torno a la confección de inteligencias artificiales semejantes en
apariencia a las humanas. En esta mirada, desarrollada por la cultura occidental,
puede observarse una concepción técnica-instrumental sobre la tecnología, sin
concebir lo político y social como parte de ese hacer, alejada de la concepción
aristotélica del término griego Techné;
la cual “Designaba una pericia o habilidad empírica, tanto mental como manual,
y abarcaba actividades tan diversas como la artesanía, la medicina, la
navegación, la pesca o la estrategia militar. Quien desempeñaba tales
actividades poseía, pensaban los griegos, una techné específica” (Jimenez,
2002, p. 54). Esto refuerza la idea de que las tecnologías no son meros
aparatos o instrumentos, sino que están atravesadas y/o determinadas por
factores culturales, económicos, políticos, sociales, etc. Existe una relación
intrínsecamente dialéctica entre técnica y tecnología, y entre estas y la
tensión de saber/poder.
Por otra parte,
dentro del tercer grupo, el de los accionistas de la corporación “Delto” que
sustentan económicamente el proyecto. Por parte de ellos, existe el interés de
mantener a los anfitriones en un estado de neutralidad, sin capacidad de
conciencia propia. Conservar la propiedad intelectual de la investigación y los
datos que permitan el desarrollo de esta tecnología, es el principal interés de
la corporación. Esta posición está en clara rivalidad con Ford respecto a éste
punto, ya que este se auto-proclama como el creador de esa tecnología y es el
único que posee la base de datos de la investigación y de todo el proyecto, ya
que Arnold murió.
Al mismo tiempo, a
medida que estas tecnologías están a disposición y son utilizadas por los
diversos actores que integran la trama, habilitan transformaciones en las
relaciones que se establecen, en los hábitos de los huéspedes, en la
posibilidad de ejecutar acciones y conductas que en la vida real serían imposibles
sin recibir duras consecuencias. A decir de María Cristina Mata en relación a
las culturas mediáticas, son aquellas en las que se da “un nuevo modo en el diseño de las
interacciones, una nueva forma de estructuración de las prácticas sociales,
marcada por la existencia de los medios” (Mata. 1999.
84), refiriendo a esas transformaciones que los medios realizaron en la
cotidianidad de los usuarios, al igual que los creadores y consumidores de la
tecnología disponible en Westworld.
Como lo conciben Pinch
y Bijker (2008) en su artículo “La construcción social de hechos y artefactos:
o acerca de cómo la sociología de la ciencia y la sociología de la tecnología
pueden beneficiarse mutuamente”, quienes suponen las tecnologías como una
construcción social, y por tanto, existen diversas instituciones que le otorgan
sentido al invento técnico y entran en tensión por la disputa de poder sobre
posibles desarrollos y usos de la misma, aflorando diversos conflictos de
intereses que pueden ser de carácter técnico, económico, social, legal, etc.,
como en este caso. Esto parece explicitarse en la serie, respecto de los
objetivos, muchas veces personales, de los distintos grupos, como indicamos
precedentemente.
En la línea de
estos mismos autores, esta forma de describir el proceso de desarrollo del
“artefacto” muestra con claridad toda clase de conflictos: la conflictividad de
los requerimientos técnicos de cada grupo social (por ejemplo, la similitud de
los androides con la apariencia y capacidades humanas para que sea más realista
el juego); los conflictos entre las distintas soluciones al mismo problema (por
ejemplo, el desarrollo de una conciencia de las inteligencias artificiales o
limitarla); los conflictos legales (por ejemplo, la lucha por la apropiación de
los datos o el programa) o conflictos sociales (la posibilidad de que los
androides pongan en riesgo el mundo Westworld
y al propio sistema tecnológico).
Los diversos usos
de las tecnologías, vinculados a sus condiciones de producción, habilitan
desarrollar en el siguiente punto las tensiones y pujas de poder entre las
diversas instituciones sociales vinculadas a esta tecnología.
En La comunicación mundo (1996), Mattelard
coloca a las tecnologías como el telégrafo, el teléfono y el espectro
radioeléctrico, en un escenario de luchas por el control de sus usos. Y ese
control está supeditado a determinados intereses de los grupos sociales, en los
cuales las tecnologías se convierten en medios, vías para ejercer el poder y
alcanzar el control.
El desarrollo de
la tecnología en el mundo Westworld
habilita, desde la mirada de Thompson (1998), nuevas relaciones de poder,
nuevas luchas por el espacio de la red, nuevos monopolios. Lo dominante se
presenta como lo instituido por la élite que controla el parque y todo el
sistema tecnológico que lo sostiene, ocupando los lugares de poder, ejerciendo
el control sobre ese mundo “virtual” y centralizando el uso de la
tecnología. Por su parte, lo emergente, está dado por las tensiones que se
dan en el desarrollo de la serie a través de la toma de conciencia de los
androides y sus prácticas en relación a esa situación, poniendo en crisis el
orden dominante y modificando en cierta forma el uso de esas tecnologías y las
relaciones de poder. Este espacio, el parque y toda su estructura, se convierte
en un espacio de disputa por los diversos actores que intervienen.
Siguiendo la
lógica de De Ugarte, en este parque y este proyecto tecnológico, no todos
pueden participar en igualdad de condiciones; las redes no son distribuidas. En
este proyecto, se reproducen las lógicas y relaciones de poder del mundo de lo off line. Este parque temático y el
juego “virtual” de entretenimiento que ofrece, posee en principio un prediseño,
una lógica que puede transformarse en cierta medida, pero que establece unos
nodos de hacer y decir. “Bajo toda arquitectura informacional se esconde una
estructura de poder” (De Ugarte, 2012: 109).
En este marco, ¿se
puede pensar entonces en ese juego como un espacio de libertad real por parte
de los usuarios? Como hemos expresado durante todo el ensayo, no existen
expresiones reduccionistas y lineales: puede existir una aparente libertad en
los usos indiscriminados de esos usuarios, pero siempre condicionados por los
nodos de poder que se establecen entorno al desarrollo y control de esa
tecnología.
En toda estructura
descentralizada aparece necesariamente la jerarquía. Cuanto más arriba estemos
en la pirámide informacional, menos dependeremos de otros para recibir la
información y más posibilidades de transmitirla tendremos...". La
capacidad para transmitir es la capacidad para unir voluntades, para convocar,
para actuar. La capacidad para transmitir es una condición previa a la acción
política. Y en toda estructura descentralizada, dicha capacidad se concentra,
en realidad, en unos pocos (De Ugarte, 2012, p. 41)
Es así que, como
se analizó anteriormente, el mundo real y el ficcional de Westworld se
entrecruza todo el tiempo en medio de las tensiones y disputas de los diversos
grupos sociales. El poder de instituir un “nuevo mundo” con sus propias reglas
y estructuras donde lo humano se impone desde una actitud narcisista como algo
superior, con plena libertad para ejercer el control sobre los cuerpos físicos
de los androides; libertad que más tarde será en cierta forma limitada.
De este modo,
subrayamos la necesidad de -como establece Williams- relacionar siempre los
inventos técnicos a su tecnología y no considerarlo como un desarrollo
autónomo; es ahí donde se reconocen estas disputas de poder, ya que se
establecen relaciones de saber/poder. La trama de la serie va más allá, cuando
se revela que en verdad el dispositivo de entretenimiento del parque no es
meramente eso, sino que supone un robo de las identidades humanas (esto sobre
todo, es desarrollado en la temporada 2, pero tenemos indicios de ello en la
primera). Esas relaciones de poder están dadas por la apropiación de los
recursos, la técnica y los conocimientos teóricos disponibles para el uso y/o
control de esa tecnología; en este caso, ejercido, en parte y en principio, por
los usuarios que utilizan el servicio de entretenimiento, los creadores del
invento y la corporación que financia y sustenta el proyecto.
Así, siguiendo a
Williams,
[…] una técnica es
una habilidad particular, o la aplicación de una habilidad. Un invento técnico
es, en primer lugar, el marco de conocimientos necesarios para el desarrollo de
dichas habilidades y aplicaciones y, en segundo lugar, un marco de
conocimientos y condiciones para la utilización y aplicación prácticas de una
serie de ingenios (Williams, 1992, p. 184)
Por tanto, el
poder lo ejerce también aquel que posee ese marco de conocimientos que permiten
tanto desarrollar como usar/aplicar dicha tecnología. En este caso, esto se
evidencia en el Dr. Ford, quien posee todos los datos de la investigación y el
proyecto. Si bien la corporación es dueña de las acciones y quien financia el
programa, Ford ha mantenido la investigación y sus detalles en secreto; de este
modo, el acceso a los datos (saber) es poder.
Por un lado, como
recién mencionamos, la importancia de poder jugar con la “vida” del otro sin
que pueda estar en cuestión la propia; el campo de acción y la posibilidad
de actuar libremente sin pensar, puede llegar a ser uno de los poderes más grandes
e imponentes.
Por otro lado, en
el mundo real, en aquel que crea y recrea a Westworld, también se
pueden observar los diferentes roles y relevancias que tienen los personajes
que trabajan sobre ese mundo irreal. Tal es así que podemos ver a Robert Ford
(representado por Anthony Hopkins), no sólo como el director del parque, sino
también como un “semi Dios”: maneja un mundo virtual y una empresa, toma
decisiones sobre la vida de los demás, decide qué siente cada uno, maneja la
historia, la vida y la identidad de las “personas”. Pero además, las relaciones
laborales; finalizando la temporada, vemos que su mano derecha no es real.
Bernard Lowe fue creado para ser el líder de la “división de programación
informática” de Westworld ya que, según dice, “ningún humano
tenía la capacidad necesaria para programar las emociones”.
En relación al rol
del personaje Bernard Lowe, la narración lo presenta de diversos modos en
tensión con los juegos de poder. Se trata de un androide creado a imagen y
semejanza de Arnold, cofundador de la idea del parque junto con Ford. La muerte
de Arnold es trabajada a lo largo de toda la temporada 1 y 2, involucrando a
diversos personajes. Lo interesante de señalar al respecto, es que la
tecnología se muestra como posibilitadora de un cuestionamiento a la propia
finitud humana, toda vez que Bernard es diseñado sobre la base de un sujeto
real.
Cada personaje en
la historia participa del juego de tensiones que transcienden en el universo
ficcional de Westworld. Este apartado de las relaciones de poder y las
pujas que se dan en torno a los sujetos/maquinas, es uno de los aspectos
centrales a la hora de analizar la relación de los anfitriones (robots)
“humanizados” y los humanos quienes adquieren condiciones mecanizadas.
El interrogante
inicial no encuentra en este recorrido un alcance resolutivo en las tensiones
planteadas por la primera temporada de Westworld. Por el
contrario, el objeto de este escrito conlleva la posibilidad de repensar estas
complejas tramas.
Reconocemos en
esto tensiones inherentes entonces al orden de la conflictividad que supone el
reconocimiento de “lo tecnológico” en el proceso social con los sujetos; pero
por otro lado, la posibilidad de reconocer que subyacen en estos procesos
diversas tensiones vinculadas a sus desarrollos, su utilización y las
relaciones de control y poder que se establecen.
Existe una
referencia a cierta autonomía de las tecnologías que resignifican las
concepciones entorno a la misma. Se reconoce un desplazamiento desde una noción
de instrumentalidad hacia otra, en las cuales son dimensionadas como actores
pertenecientes a una institucionalidad diferente que los cuestiona. Y
asociado a esto, la posibilidad de dimensionar nuevos riesgos asociados a los
usos y prácticas sociales respecto de las mismas.
El recorrido
presentado nos invita a pensar en las nuevas configuraciones sociales que el
escenario distópico de Westworld proyecta hacia nuestro
presente: ¿Qué usos alternos se configuran? ¿Qué nociones de colectivos se
recrean en las prácticas sociales en relación a las nuevas institucionalidades
que adquieren?
Estos tres caminos
que conformaron el cuerpo de nuestro análisis, exponen desde diversos puntos la
relación del humano con la tecnología. Esta dualidad es presentada desde varios
ángulos; proponemos pensarlo como un fenómeno complejo en el que intervienen no
sólo actores y grupos sociales como los personajes, sino que existe un entorno
social, político y cultural que participa de dicha narrativa y configura
determinados usos y relaciones de poder. Consideramos que no se pueden perder
de vista las batallas que se libran en torno a lo tecnológico, como un campo en
disputa que incluye otros factores determinantes por fuera de lo netamente
técnico-instrumental.
Los conflictos que
se dan dentro del mundo Westworld,
son el producto de tensiones entre la existencia de sujetos y máquinas, que
luchan por la primacía, independientemente de las luchas que se dan entre los
propios sujetos, como subgrupos con determinados intereses personales. Es
un juego de tensiones, que bajo la mirada de este análisis, nos lleva a pensar
situaciones a las que hay que exponer desde un juicio crítico por fuera de
interpretaciones reduccionistas y lineales. La complejidad de la trama y las
diversas temáticas que la componen guarda relación con la mirada compleja con
la que se debe abordar cualquier análisis que pretenda ser un aporte
comunicacional en relación a las tecnologías, sus desarrollos y usos, las
relaciones que se establecen en torno a ellas, como las transformaciones que
provocan.
Lejos del futuro
está Westworld, si pensamos nuestro
mundo como un escenario construido en función de las máquinas que conviven con
nosotros, incluso desde una mirada instrumental, al servicio de las necesidades
humanas. Por ello lo que queremos plasmar con nuestro análisis, es una mirada
de la problemática sujetos-tecnologías, a partir de la experiencia de un mundo
paralelo/virtual en una ficción. A su vez, como analizamos, podemos divisar la
importancia de los usos de las tecnologías y su influencia en su creación y
re-creación; así como también las pujas de poder que subyacen de los diferentes
usos, creaciones y manipulaciones. Todo esto, va reconfigurando el escenario
mismo de Westworld, modificando las
propias narrativas.
Es Westworld una serie de ficción que
refleja determinadas estructuras de poder y disputas en torno a lo tecnológico,
y en la cual los artefactos en relación a los usos de los usuarios, terminan
resignificándose.
Este análisis
intenta echar luz sobre ciertos interrogantes que planteamos, sobre “la
mecanización de lo humano - humanización de lo mecánico”; posibilidades
habilitadas por los desarrollos técnico-científicos. Es una narrativa compleja
la que se observa en la serie y lo que al menos pretende expresar, no es una
realidad ajena a la nuestra. Da muestra de la tecnología como una herramienta
funcional a las necesidades biológicas, psicológicas y espirituales de los
humanos, no sin reflejar cierto temor frente a la humanización de las máquinas
y la posibilidad de una rebelión contra la especie humana que les permita
instituir un nuevo orden en el mundo y ejercer el control social.
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