¿Una gramática de lo
corporal?
Lo visible, lo invisible y lo no-visible en el
fundamento de las imágenes y cuerpos en movimiento
A bodily grammar?
The visible, the invisible and the non-visible in
the fundaments of moving images and bodies
Eduardo Galak
Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET),
Universidad Nacional de La Plata, Argentina.
Recibido: 16/09/2020
Aceptado: 11/11/2020
Resumen. El nacimiento de la cinematografía como dispositivo sobre los cuerpos
permite pensar al cine informativo documental como un recurso para comprender
qué es lo que vale la pena ser mostrado y para interpretar los sentidos de
realidad que se pretenden proyectar con esa mostración. Con la masificación de
realizaciones en celuloide en las décadas de 1920 y 1930, las imágenes en
movimiento resignificaron qué es un movimiento correcto, y con ello establecieron una gramática de lo corporal. Ella implica métodos, secuencias,
distancias y armonías distintivas: es decir, el montaje fílmico produjo
particulares modos de registrar y proyectar cuerpos en movimiento, que se
articularon con la construcción de una narrativa
correcta, estableciendo técnicas.
Para
ello se propone analizar imágenes filmadas antiguas sobre prácticas corporales
con objetivos didácticos, en lo que representa una sucesión de fotogramas
documentales de personas haciendo actividades físicas para la cámara con intenciones de transmitir un mensaje para que
sea reproducido. Con ello es posible observar, primero, una clara distancia con
los registros actuales y, segundo, una homogeneización, sucesión y
simultaneidad de técnicas (corporales y cinematográficas), produciendo como
efecto la configuración de qué es lo visible, lo invisible y lo no-visible de
las imágenes y cuerpos en movimiento.
Palabras clave. Cuerpo, Movimiento, Técnicas, Cinematografía,
Imagen.
Abstract. The birth of cinematography as a device on
bodies allows us to think informative documentary cinema as a resource to
understand what is worth to show and to interpret the senses of reality that
are intended to be projected with that showing. With the mass production of
celluloid productions in the 1920s and 1930s, moving images gave a new meaning
to what a correct movement is, and thus established a bodily grammar. This
implies methods, sequences, distances and distinctive harmonies: that is, the film
montage produced particular ways of registering and projecting bodies in
motion, which were articulated with the construction of a correct narrative,
establishing techniques.
To do this, the aim is to analyze the oldest filmed images of body
practices with didactic objectives, in what represents a succession of
documentary frames of people doing physical activities for the camera with the
intention of transmitting a message to be reproduced. With this, it is possible
to observe, first, a clear distance with the current registers and, second, a
homogenization, succession and simultaneity of techniques (corporal and
cinematographic), producing as an effect the configuration of what is visible,
invisible and not- visible from moving images and bodies.
Keywords. Body, Movement, Techniques, Cinematography,
Image.
Partiendo de concebir
que lo que se entiende por cuerpo está signado por los usos (teóricos o
prácticos) que se le otorgan, la pretensión de este escrito es interpelar las
formas en que históricamente se fueron conformando modos de narrar lo corporal.
En otras palabras, se parte de afirmar que si los cuerpos son perfomativamente
en las prácticas (Galak, 2019), y entonces la intención es interpretar los
modos históricos acerca de cómo se narran esas prácticas cuyo objeto son
cuerpos. Así como es posible identificar modos modernos que disponen
legitimidades y des-legitimidades sobre los cuerpos, que implica por ejemplo la
concepción dominante de que el espíritu, la mente o el alma están por sobre la
carne, que se piense que la materialidad física es la representación del
cuerpo, que se conciba que la anatomía es el principal condicionante de la
sexualidad o que se acepte que existan prácticas según el género, la edad o la
clase social, ¿es posible identificar la existencia de un modo de narrar las prácticas de los cuerpos? ¿Existe una lógica particular en las formas de
exponer los cuerpos? Inclusive, si se parte de reconocer que culturalmente
existen cuerpos correctos, ¿existen
modos correctos de mostrar cuerpos en movimiento? ¿Y por ende modos
no-correctos?
Una primera afirmación
rápida diría que sí: existen modos correctos de mostrar cuerpos correctos
ejecutando movimientos correctos. Podría comenzar por señalarse como ejemplo
que en toda transmisión de mega-eventos deportivos se despliega un protocolo de
qué mostrar primero, qué mostrar después, cuándo pasar las repeticiones, los
ángulos de filmación, la duración de cada juego de cámaras, etcétera. Todo lo
que se ve en pantalla en las transmisiones internacionales deportivas está
protocolizado: está protocolizado mostrar el público, pero no toda imagen del
público es mostrada, ni en cualquier momento. Por caso, a diferencia de unos
años atrás donde la transmisión de un evento deportivo podía significar que
alguien se hiciese famoso o famosa, ya desde la Copa Mundial de 2018, la Fédération
Internationale de Football Association (FIFA) estableció por normativa que no se expongan primeros planos de
mujeres, especialmente aquellas consideradas bellas, por las críticas recibidas
a los mensajes sexistas que transmitían. Pero también hay imágenes que
explícitamente se eligen no exhibir del público: si alguien irrumpe dentro del
terreno de juego, las cámaras enfocan otra cosa, como ocurrió en la final de la
Champions League 2018-2019 disputada en Madrid, cuando Kinsey Wolanski saltó a
la cancha para saltar a la fama, mientras la transmisión oficial rápidamente
cambió de cámaras para priorizar la toma de un ofuscado Jürgen Klopp.
Está protocolizado
hasta el más mínimo detalle de las rutinas del evento deportivo. Siguiendo con
el ejemplo del fútbol, la FIFA reglamentó que se debe salir al campo de juego
seis minutos antes del inicio de los partidos y cuatro minutos antes del pitido
inicial hay que formar una fila para que suenen los himnos nacionales.[1] Esto hace, por ejemplo, que la selección de
futbol de Nueva Zelanda no pueda hacer el tradicional “haka” que hacen en el
rugby o que, como los himnos no deben superar los 90 segundos y el himno
argentino demora 3 minutos 40 segundos, se haya encontrado como solución un
recorte que la hinchada adoptó más como un coro que como una canción patria.
Ahora bien, interesa
comprender cómo se fueron conformando modos legitimados de narrar prácticas
corporales, porque en esa narración se configuran modos explícitos, modos
implícitos e inclusive modos nulos de cómo concebir los cuerpos, que, a los
fines de este escrito se trabajan como lo visible, lo no-visible y lo invisible
en el fundamento de la imagen en movimiento. Para ello se presentan una serie
de registros documentales fílmicos históricos sobre prácticas corporales,
procurando observar cómo el proceso que llevó a la cinematografía a conformarse
como parte de la industria cultural, especialmente desde las décadas de 1920 y
1930, también conllevó las primeras configuraciones de cómo proyectar modos
correctos de moverse en forma de ejercitaciones físicas, no sólo en términos de
filmación –es decir, de qué vale la pena ser filmado y qué no–, sino de los
tres componentes clásicos de la teoría cinematográfica: del plano, del encuadre
y del montaje. Del plano, porque no es lo mismo ver la misma secuencia de
imágenes desde abajo, desde arriba, desde la perspectiva frontal. La
experiencia estética de las imágenes iniciales de “Garrincha, alegria do Povo”
de Joaquim Pedro de Andrade, filmada en 1962, mostrando un partido desde la
perspectiva del torcedor en un
Maracaná que todavía tenía una tribuna popular enterrada, es muy diferente a
los planos en picado, desde arriba para ver abajo, mostrando ya no el detalle
de las piernas que corren, sino la masividad de ese povo, de ese pueblo espectador. Del encuadre, porque claramente la
definición de lo que queda dentro o fuera del lente de la cámara es un aspecto
crucial del registro fílmico. Si como diría Rancière (2013) la cámara es el
umbral de lo visible, puede pensarse que la cámara funciona también como el
umbral de lo sensible, como la delimitación entre lo visible, lo no-visible y
lo invisible. Y, por último, del montaje, porque en definitiva el ordenamiento
de las imágenes, eso que Gilles Deleuze (2009) llamó la “Idea” fílmica,
organiza el registro sensible. La sedimentación de un modo de narrar las
prácticas corporales, de tipos de plano, encuadre y montaje correctos, es lo que constituye la
configuración de la gramática de lo corporal.
Pensar el orden de las
cosas tienta a revisar sus orígenes, las formas en que esas cosas se
organizaron desde su génesis. La hipótesis que se sigue es que la reflexión
acerca del fundamento de la imagen-movimiento permite comprender los modos en
que se estructuró visualmente la gramática de esas cosas, en este caso de lo
corporal. En otras palabras, la manera en la que se construye una imagen en
movimiento de los cuerpos correcta se
condice con la proyección de imágenes de cuerpos en movimientos correctos.
Ahora bien, localizar
con certeza cuales son las primeras imágenes cinematográficas que registran
prácticas corporales es inasequible, no sólo porque es un objeto epistémico
difuso, sino porque metodológicamente es en extremo espinoso desandar ese
camino, desde los obstáculos que presenta el trabajo de recuperación de los
primeros fotogramas fílmicos hasta su mala documentación y su compleja
conservación. Apenas como un ejemplo, se calcula que solo queda una décima
parte del cine silente producido antes de la década de 1930. Entonces, resulta
teóricamente impracticable señalar con exactitud cuáles son las primeras
imágenes cinematográficas sobre actividades físicas, que siguiendo la historia
de la cinematografía debieran datar de finales del siglo XIX o primeros años
del XX.
Si bien esta dificultad
historiográfica de las fuentes, sí es posible reconstruir la historia a partir
de su significatividad: el trasfondo visual de este análisis está compuesto por
un conjunto de filmes históricos que fueron realizados en el mismo lugar donde
se registraron las primeras imágenes en movimiento. Para comprender ello en
principio cabe señalar que la base científica del cine y de la cultura física
moderna tienen una matriz común desde que dos de los padres de la Educación Física
en Francia, los fisiólogos Étienne Jules Marey y Georges Demeny,[2] son los mismos que, en su afán de medir,
cronometrar y controlar los cuerpos mediante aparatología cientificista,
crearon el appareil de chronophotographie,
el artefacto mecánico que poco tiempo después funcionará como base para la
invención del cinematógrafo. El cronofotógrafo desarrollado por Marey y
secundado por Demeny consistía en un instrumento compuesto por una cámara
montada en un fúsil que dispara fotos
a intervalos de tiempo regulares.[3] Entonces, las imágenes sacadas a lapsos
constantes, al ser posteriormente exhibidas de manera equidistante, dieron
nacimiento a la cinematografía: el pasar las imágenes uniformemente a igual
distancia imagina el efecto de imagen-movimiento.[4]
Es decir, el cine nació
a partir de un invento fisiológico para medir los cuerpos gracias a dos
científicos que además están considerados como precursores de la Educación
Física francesa: por caso, Étienne Jules Marey presidió en 1888 la Ligue Nationale de l'Éducation Physique creada ese mismo año, en
tanto que Georges Demeny es
considerado como el padre de la Éducation
Physique Scientifique, la Educación Física científica, con una vasta
producción de más de dos décadas y un rol fundamental en la profesionalización
disciplinar. Además, ambos trabajaron en conjunto en la creación de la Station
Physiologique de Paris desde 1882 en el Bois
de Boloigne, una institución subvencionada por el Estado
nacional de Francia con el propósito de estudiar los movimientos de la máquina
humana y animal. A su vez, un conjunto importante de las primeras imágenes del
cronofotógrafo fueron registradas en la École
Normale Militaire de
Gymnastique de
Joinville-le-Pont, una escuela militar de gimnasia creada en 1852, cuna
de los primeros profesionales franceses en cultura física e institución que
influyó también en otras latitudes como Argentina (Scharagrodsky y Gleyse, 2013),
y que fue un lugar donde trabajaron Marey y Demeny (Andrieu, 2003; Simonet y
Veray, 2003). En síntesis, es posible observar que hay en el nacimiento del
cine documental y de la Educación Física una raíz común de racionalidad
científica sobre los movimientos.[5]
Las imágenes que
sustentan este análisis no están datadas con precisión, pero puede suponerse
que se trata de un registro fílmico realizado en el período de entreguerras,
muy posiblemente de mediados de la década de 1920. Esta hipótesis se basa
principalmente en la calidad de su imagen y en que, según su intertítulo
inicial, fueron producidas por “La cinémathèque Robert Lynen de la Ville de París”,
una empresa dedicada al cine educativo creada en 1925. Tras el lema Faire du cinema un support pédagogique, un
spectacle récréatif et un object de culture (“hacer del cine un soporte
pedagógico, un espectáculo recreativo y un objeto cultural”), esta empresa se
propuso concebir la cinematografía como “médium sensible aplicado a la
enseñanza”. Según los registros de la cinemateca Lynen se trata de tres films
dedicados a los lanzamientos, los saltos y las marchas, siendo los dos primeros
de 1924 y el último de 1926, todos ellos realizados por Emile Labrély, un
experimentado realizador de material científico-pedagógico (Cépède, 2018) y
siendo realizados por la importante productora Pathé.
Se reconoce que estas imágenes fueron realizadas en el lugar donde hasta la Segunda Guerra Mundial
funcionaba la École de Joinville Le Pont,
que en la actualidad está el INSEP, el Institut
National du Sport de l'Expertise et de la Performance, que pertenece al
Comité Olímpico francés.[6] Además de identificarse el sitio donde fueron
registradas por las edificaciones que aparecen de fondo, es posible ver que
transmite discursos bélicos, especialmente ligados al lanzamiento de granadas y
al entrenamiento de la fuerza y la resistencia como mecanismos para poder
soportar el peso del equipamiento, lo cual permite consolidar la hipótesis que
se hicieron en una institución militar como la École de Joinville.
Puede suponerse
entonces que las imágenes analizadas cobran significatividad histórica por ser
las imágenes más antiguas filmadas en el lugar donde nació la Educación Física
y el cine, que además son fotogramas que tenían claramente un sentido
pedagógico. Es decir, son imágenes que se proponían como potenciales
dispositivos didácticos para ser proyectados, reproducidos como modos correctos. Esta utilización de recursos
visuales como soportes educativos se desarrolla en un contexto como el del
segundo cuarto del siglo XX, en el cual se produce una exponencial masificación
del cine informativo documental como el primer medio de comunicación que puso
al movimiento como su eje (Serra, 2011; AUTOR, 2020), permitiendo la
configuración y reproducción de un modo correcto
de narrar prácticas corporales.
Dicho de un modo más
directo: la protocolización de los modos de narrar un evento de prácticas
corporales tiene como antecedentes directos lo que se conoce como cine
informativo documental, que es la filmación de eventos culturales y su
proyección masiva en salas de cine. La cinematografía documental informativa
consistió en una tecnología que en el pasado tenía una importancia
significativa, y se trataba de un formato de filmación, generalmente de
noticias semanales, como registro de lo que acontece con el objeto de
transmitir un mensaje, de informar, pero al mismo tiempo de formar una visión
de la realidad. Una educación con la mirada, pero también una formación de la
mirada, de aquello que vale la pena ser visto y de aquello correcto para ver (Dussel
y Gutiérrez, 2009; Cuarterolo, 2015; Galak, 2017).
Fotograma de “Le course”,
La cinémathèque Robert Lynen de la Ville de París, circa 1924.
Se sostiene como tesis
que lo que hizo la cinematografía documental informativa fue configurar perfomativamente la realidad a partir de proyectar una realidad en particular,
valiéndose para ello de la institucionalización de dos de los principales
fundamentos del registro fílmico: la homogeneidad y la simultaneidad como
técnicas específicas para narrar lo corporal.[7] Una homogeneidad que se apoya en una universalización
de las significaciones éticas, estéticas y políticas de lo corporal, en donde
la uniformidad es una palabra clave para pensar la educación de los cuerpos,
especialmente en términos morales como método para la formación de las
sensibilidades: ser homogéneo, ser normal, es claramente en la primera mitad
del siglo XX un valor. Esta homogeneidad no es una homogeneidad estática, sino
más bien dinámica: se ajusta a los devenires de los discursos políticos,
estéticos y éticos dominantes. En sentido cinematográfico, podría decir que es
una homogeneidad que arraiga su potencialidad en lo sucesivo: porque para que
el cine se constituya como tal, no sólo es necesario imágenes iguales y
homogéneas, sino también su movimiento, su proyección a intervalos regulares.
Como sostiene Dziga Vértov (1974) en su “teoría de los intervalos”, el cine no
es tanto las imágenes, sino más bien la distancia entre esas imágenes, o cómo
podría plantearse a partir de Walter Benjamin (2012), la sucesión de imágenes
hace que el cine descanse la imaginación de quien observa en la fascinación de
la imagen.
En tanto el segundo
fundamento, la simultaneidad, resignifica en parte el sentido de Comenius de
hacer todos, lo mismo, al mismo tiempo. No por acaso las imágenes más
recurrentes de cuerpos en movimiento que se encuentran en el cine documental
informativo del segundo cuarto del siglo XX sean las típicas manifestaciones
gimnásticas masivas, con decenas de cuerpos jóvenes en un estadio haciendo lo
mismo, al mismo tiempo. Sin embargo, las típicas imágenes de cientos de
personas haciendo lo mismo al mismo tiempo no se corresponden con los
fotogramas analizados de la cinematografía educativa de Robert Lynen. Estas
imágenes, que pueden ser vistas como una suerte de versión primigenia del uso
de la cinematografía para estudiar los cuerpos y los movimientos, muestran antes que la generalidad, la
importancia de la especificidad. Exhiben la importancia de aprender la técnica correcta. Repetida en
diferentes contextos, por diferentes personas, para diferentes usos. Repetida
en velocidad normal o mediante la técnica cinematográfica del slowmotion, el ralenti, la cámara lenta. Repetida hasta el cansancio, pero siempre
la misma. Y nuevamente aparece lo sucesivo: el paso a paso, la gradualidad: el ejemplo.
Fotograma de “Sauts en
hauteur”, La cinémathèque Robert Lynen de la Ville de París, circa 1924.
Porque precisamente las
imágenes exhiben cuerpos y movimientos homogéneos, simultáneos, sucesivos,
haciendo lo mismo, vistiéndose de manera idéntica, procurando ser iguales.
Entonces, la tesis que se sostiene es que el modo de filmación, edición y
proyección de las imágenes allí seleccionadas configuraron una gramática de lo
corporal sobre el movimiento de los cuerpos y de las imágenes: la conjunción de
la captura de imágenes como modo de registrar la realidad y la educación del
cuerpo como recurso político hicieron de la cinematografía documental un
dispositivo de reproducción de una racionalidad científica de los movimientos,
racionalidad que permite desplegar una simultaneidad y una homogeneidad correctas que forja una gramática de lo
corporal.
La gramática, entendida como el arte de hablar y escribir correctamente
en una lengua determinada, es el origen del modo en el cual se ordena, para
nosotros como para los otros, el mundo. Como es sabido, el lenguaje tiene como
característica nombrar las cosas a condición de abstraerlas, quitarles toda
propiedad propia. Sin confundir al lenguaje como aquella fijación que dicta el
diccionario, el lenguaje es claramente univesalizador cuando sujeta la palabra
a la cosa.[8] Sin
embargo, no es sobre las palabras y las cosas sobre lo que se pretende
tematizar, ni sobre el lenguaje en sí mismo, sino más bien sobre la gramática
en un sentido figurado, como aquel conjunto de normas que prescribe los
correctos usos, pero sobre todo el correcto orden de esos usos.[9] Se parte
de reconocer que la gramática prescribe sus límites, determina órdenes que no
pueden ser subvertidos. Bajo este sentido figurado de la gramática en los
últimos tiempos se vienen desarrollando diversos usos conceptuales: diferentes
autores refieren a la gramática de cada idioma, a la gramática del pensamiento,
la gramática sentimental, etc.
Fotograma de “Sauts en
hauteur”, La cinémathèque Robert Lynen de la Ville de París, circa 1924.
Antes de avanzar sobre esta gramática de lo
corporal cabe hacer una mención breve acerca de la gramática visual. La
gramática visual puede ser interpretada como el efecto de un orden percibido
como preestablecido de las imágenes. Esto es lo que para el caso del cine
resulta del montaje, aquello que Gilles Deleuze denomina como la idea
cinematográfica (2009). Esa gramática visual ordena las imágenes de un modo
particular, siguiendo una narrativa sin la cual el mensaje a transmitir no se
entendería. Vale una ejemplificación simple: sin los carteles de “6 años
después” o “3 meses antes” que aparecen en los films no se entendería muchas
veces la narrativa fílmica. Y ello es el efecto de que la lógica de la
gramática visual cinematográfica, como en casi todas las narrativas, es
cronológica. Sin que nadie explique nada de antemano, cuando se observa una
secuencia que le sigue a otra y se interpreta automáticamente que la segunda es
antecedida por la primera. Sin eso, no se entendería la trama. En definitiva,
la gramática visual norma las imágenes ordenándolas de una manera que sean
comprensibles, adecuándolas a las reglas incorporadas.
La segunda gramática
que cabe retomar es la denominada gramática escolar. El nacimiento de los
Sistemas Educativos modernos, como brazo fundamental de la institucionalización
de la educación para la reproducción de la política surgió en todos los
Estados-Nación bajo tres signos: una gradualidad, una homogeneidad y una
simultaneidad en la enseñanza. Esto es en parte lo que Larry Cuban y David
Tyack denominaron como una gramática escolar o gramática de la escolaridad: “La
manera en que las escuelas dividen el tiempo y el espacio, califican los
estudiantes y lo asignan a diversas aulas, dividen el conocimiento por materias
dan calificaciones y ‘créditos’ como prueba de que aprendieron” (Tyack y Cuban,
2001, p. 167). Manera que es relativamente universal, o por lo menos percibida
como tal, que organiza toda la grilla curricular y el trabajo educativo que se
desarrolla en las escuelas, estructurando no sólo de un modo particular las
condiciones materiales asociadas al quehacer escolar, sino también las
condiciones simbólicas: estableciendo primero qué conocimientos son legítimos y
cuales ilegítimos, constituyendo con eso el plan de estudios y lo que Elliot
Eisner (1985) consagró como el curriculum explícito, implícito y nulo, para
luego ordenarlos en una prelación, ubicando por caso las matemáticas por sobre
la plástica, la lecto-escritura por sobre el canto, la educación cívica por
sobre la Educación Física. Asociado a ello se estructuran también las formas
válidas de enseñanza, relativamente universales, aunque con particularidades
según el contenido. Si bien esta gramática escolar se caracteriza por la alta
estabilidad en el tiempo y en el espacio, definiendo qué se entiende por
escuela, por escolar, por (buen) estudiante o (buen) docente, Inés Dussel
(2003) señala que no debiera caerse en una noción de gramática escolar como
universal y ahistórica, sino efecto de las contingencias prácticas
tradicionales.[10]
En ese registro se
identifica una gramática de lo corporal cuando se observa la presencia de normas tácticamente aceptadas
como relativamente universales que establecen los usos “correctos” de los
cuerpos. Esto es, el conjunto de prescripciones y leyes que rigen la creación
de las estructuras que significan los cuerpos y que los conducen a adecuaciones
legitimadas atinentes a la configuración de lo corporal. Esta gramática de lo
corporal opera mediante la conjunción de sentidos éticos, estéticos y políticos
que ordenan –con todo el doble peso del término– los tiempos y los espacios,
otorgándole las propiedades dominantes habilitantes para tornar esos tiempos y
espacios como apropiados o, por el contrario, para sancionarlos como
inapropiados. Esta gramática de lo corporal ejerce su poder, a su vez, a través
de acreditar o desacreditar los saberes, prácticas y discursos que le
corresponden a los usos legitimados: por caso, configuran lo corporal correcto
por cuestiones anatómicas–como
puede ser la genitalidad que determina desde colores hasta deportes según si se
tiene pene o vagina–,
por criterios evolutivos –como puede ser el ordenamiento de rutinas para bebés,
niños y niñas, adolescentes, adultos o viejos– o simplemente por hábitos
culturales –como los usos de vestimentas diferentes según el tipo de reunión
social o el uso de baños para hombres y para mujeres y no dividiendo para
gordos y flacos, o separar baños para blancos o negros, como fue hace apenas 50
años en el país más civilizado del mundo–.
Todo ello es el efecto de una gramática de lo corporal.
Ahora
bien, esta gramática de lo corporal es el producto de lo que Pierre Bourdieu
(2014) denomina como la “retórica de lo oficial”: esa acción de los Estados a
través de sus diversos estamentos
que despliega una (con)fusión de lo estrictamente oficial-estatal con sentidos
que resultan performativamente oficializados por la legitimación de su
mandato y por la efectividad de su operación. Como parte de ese mismo
dispositivo se constituye un entramado que hace de lo oficial un sinónimo
de lo legítimo y lo universal. Dicho de otra manera: es la producción de sentidos
dominantes interpretados como legítimos, la conversión de eso legítimo en
verdadero y de lo verdadero en universal. Ese pasaje de lo dominante a lo universal
configura una (di)visión de lo social legitimada: supone la conformación de una
manera de ver el mundo, pero es una manera de ver el mundo dual, que implica
previamente haber aceptado, de modo tácito, también su contrario: es el efecto
de definir las cosas por su identificación, pero también por su oposición. La fijación de las palabras en las cosas se
produce entonces simultáneamente por una identidad de la cosa, aunque es siempre delimitada por una suerte de “exterior
constitutivo”: su opuesto. No es casual que Bourdieu (2000) defina esta
(di)visión de lo social, en “La dominación masculina”, a partir de la
inscripción de las condiciones culturales cotidianas percibidas como naturales,
vueltas cuerpo, encarnadas, incorporadas. Frente a esta (di)visión de lo social la gramática de lo corporal se
cierra en un orden de prelación de sus componentes. Por ejemplo, en la
consabida ponderación de la mente por sobre la fuerza, o dependiendo el caso,
del corazón por encima de la razón. O en la valoración distintiva de la
temperatura corporal según la práctica: la templanza como moderación virtuosa
de los placeres y pasiones carnales es un mérito en algunas situaciones (algo
así como “el que se enoja pierde”), pero en otras, como en el sexo, se aprecia
la calentura –siempre moderada, nunca en exceso–.
Fotograma de “Les
lancements”, La cinémathèque Robert Lynen de la Ville de París, circa 1924.
Pero
entonces, ¿cómo se produce esa prelación de los componentes de la gramática de
lo corporal? La tesis que se sigue
es que se aprende la ponderación universal
de las cosas como el efecto de la inscripción de imágenes en movimiento: la misma, para todos y al mismo tiempo.
Simultánea, sucesiva y homogéneamente. Es la fascinante consecuencia de haber
solapado nuestra imaginación a las imágenes en movimiento, y con ello haber
adoptado una homogeneización de la percepción de los cuerpos que produce una universalización
estética (Galak, 2019).
La gramática de lo
corporal reproduce, como toda gramática, un sentido cronológico de sus
componentes. Pero, además, replica de la gramática de lo escolar los
fundamentos de gradualidad, sucesión, homogeneidad y simultaneidad, todos ellos
percibidos como relativamente universales. Antes de aprender un movimiento, lo
vemos. No por acaso la mostración de un ejercicio es el principal recurso del
que históricamente ha hecho uso la cultura física. Lo que se sostiene es que la
configuración de esa gramática de lo corporal debe en gran parte su
efectividad, su relevancia e inclusive su pretensión de universalidad a la
configuración de imágenes correctas,
de movimientos correctos, sobre
cuerpos correctos. Debe su
significatividad a que el registro documental de la realidad, fruto de su
exhibición masiva, simultánea, homogénea e inclusive podría decir
sistemáticamente científica, se transforme performativamente en la realidad
misma.
Se esbozan como cierre
algunas reflexiones acerca de lo visible, lo invisible y lo no-visible de las imágenes en
movimiento de cuerpos en movimiento, tres categorías centrales para pensar la
gramática de lo corporal. Primero, repensar lo visible, lo que entra en el encuadre, aquello que la imagen
muestra, de manera articulada con el plano
que permite generar una percepción, o como se dice coloquialmente: un punto de
vista. Lo visible exhibe lo homogéneo, lo simultaneo, lo sucesivo: de la
imagen, del encadenamiento de imágenes.
Segundo,
se entiende lo invisible como aquello que queda fuera del umbral de lo visible,
que es quedar fuera del umbral de lo sensible. Que no significa ver los restos del mundo, lo que queda fuera
del marco, sino la posibilidad de observar el marco mismo: la demostración del
cerramiento de lo que cada imagen exhibe, puede exhibir y deja de exhibir. Y
entonces, los cuerpos discapacitados, el torso desnudo de las mujeres, un gesto
técnico mal realizado, la flacidez o la obesidad, las estrías, un pedo, un
sorete o la menstruación quedan por fuera del marco de la cámara de lo que el
cuerpo correcto “es”. Inclusive,
puede señalarse que lo que queda fuera es la heterogeneidad, que es solapada
por una masividad que universaliza lo que es normal, como lo exhiben las
imágenes de gimnasia masiva, o por una particularidad que enseña por dónde la
normalidad debe transitar, como lo proyecta la individualización en las
imágenes que toman una persona y muestran el gesto técnico correcto, como en
las imágenes analizadas.
En tanto que, tercero,
se postula que lo no-visible de la imagen en movimiento constituye el
territorio de lo estético, forma la imagen que configura el espectador, su
percepción. La
famosa cuarta pared que tiene toda
performance, que en este caso es la interpretación del espectador, es el efecto
de la distribución relativamente sistemática que resulta del plano, del
encuadre y del montaje. Así como en esa cuarta
pared del espectador que organiza lo visible, lo invisible y lo no-visible
con la apreciación de su mirada, este texto se cierra con el análisis de su
potencial lector, condicionado, siempre, por la disposición de una gramática
incorporada.
Andrieu, G. (2003). “L'École de Joinville contrainte au changement
(1872-1914)”, Cahiers de l'INSEP,
número especial, pp. 31-45.
Benítez Iglesias, A. J. (2005). “Espectáculo futbolístico y
comunicación televisiva”, Tesis de Doctorado Facultad de Ciencias de la
Información, Universidad Complutense de Madrid.
Benítez Iglesias, A. J. (2013). Realización de deportes en televisión, Instituto Oficial de
Radio y Televisión.
Benjamin, W. (2012). La obra
de arte en la era de su reproductibilidad técnica y otros textos. Godot.
Bourdieu, P. (2000). La
dominación masculina. Anagrama.
Bourdieu, P. (2014). Sobre el
Estado. Anagrama.
Cépède, F. (2018). “Cinéma, mesure des émotions et diffusion: le
docteur Toulouse, le biologiste Cépède et le service scientifique des
établissements Pathé frères (1918-1919)”.
1895 2 (85), 32-51.
Cuarterolo, A. (2015). “El cine
científico en la Argentina de principios del siglo 20: entre la educación y el
espectáculo”, História da Educação,
19 (47), 51-73.
Deleuze, G. (2009). Cine I: Bergson y las imágenes. Cactus.
Dussel, I. (2003). “La gramática escolar de la escuela argentina: un
análisis desde la historia de los guardapolvos”, Anuario. Historia de la Educación, 4, 11-36.
Dussel, I. y Gutiérrez, D. (2006). Educar la mirada. Políticas y pedagogías de la imagen. OSDE.
Eisner, E. (1985). “Los tres currículos que enseñan todas las
escuelas. El currículum nulo”, The
educational imagination: on the design and evaluation of School programs.
Mac Millan.
Foucault, M. (1978). Las
palabras y las cosas. Siglo XXI.
Galak, E. (2017). “Educar (con) la mirada. Discursos políticos y
sentidos estéticos sobre la cultura física en noticieros cinematográficos”, en
Ossenbach Sauter, G.: Gregorio Weinberg:
escritos en su honor. CLACSO, pp. 55-74.
Galak, E. (2019). “Por una epistemología de la imagen-movimiento
del cuerpo. Homogeneización, universalización, estética y política de lo
corporal”. Revista Tempos e Espaços em
Educação, 12 (28), 33-48.
Galak, E. y Orbuch, I. (2020). Políticas de la imagen y de la imaginación en el peronismo. La
radioenseñanza y la cinematografía escolar como dispositivos pedagógicos para
una Nueva Argentina. Biblos.
Gleyse, J. y Bui-Xuân, G. (2002). L'émergence de l'éducation
physique. Georges Demenij (1850-1917)
et Georges Hébert (1875-1957). Hatier.
Pociello, C. (1999). La
Science en mouvements: Etienne Marey et Georges Demenÿ (1870-1920). PUF:
Paris.
Rancière, J. (2013). Figuras
de la historia. Eterna Cadencia Editor.
Scharagrodsky, P. y Gleyse, J. (2013). “El Dr. Enrique Romero
Brest, las visitas a instituciones europeas de formación y el Congreso de
Educación Física realizado en 1913 como indicadores de la globalización y la
nacionalización de la «cultura física»”, Staps,
n° 100, pp. 89-107.
Serra, M. S. (2011). Cine,
escuela y discurso pedagógico: articulaciones, inclusiones y objeciones en el
siglo XX en Argentina, Teseo.
Simonet, P. y Veray, L. (2003). “L'empreinte de Joinville: 150
ans de sport”, Les cahiers de l'INSEP,
INSEP.
Tyack, D. y Cuban, L. (2001). En
busca de la utopía. Un siglo de reformas de las escuelas públicas.
Fondo de Cultura Económica.
Vértov, D. (1974). El cine ojo.
Fundamentos.
[1]
Para mayor desarrollo sobre un análisis de la
televisación
deportiva, véase “Espectáculo futbolístico y
comunicación televisiva” (2005) y
“Realización
de deportes en televisión” de Antonio Jesús
Benítez Iglesias (2013).
[2] Algunas fuentes refieren a “Demenÿ” o “Demenji” (Gleyse y
Bui-Xuân, 2002).
[3] Cabe aquí señalar que la expresión popular “gatillar” cuando se
saca una foto proviene de la mecánica de estos inventos.
[4] Para Gilles Deleuze la revolución técnica y filosófica que supuso
el cine fue haber fundido a la imagen y al movimiento en una sola cosa:
“imagen-movimiento”. En efecto, el cine no es la sucesión de imágenes ni la
estricta reproductibilidad mecánica del celuloide, sino que es un entramado que
borra las fronteras entre los fotogramas, fundiéndolo todo en un todo, en lo
que para Deleuze es la idea, que no puede diluirse en la unión entre imagen y
movimiento (2009).
[5] Para profundizar al respecto puede verse La Science en mouvements: Etienne Marey et Georges
Demenÿ (1870-1920) (Pociello, 1999).
[6] Esta investigación es fruto de una instancia académica desarrollada
en Francia en 2018, específicamente en el Centre d'Études, de Documentation et
de Recherches en Histoire de l'Éducation (CEDRHE) de la Université de
Montpellier, y que permitió documentar el material fílmico de la Iconothèque
del INSEP, acervo ubicado en Vincennes, en las afueras de París. El autor
agradece expresamente a Jacques Gleyse por promover esta estadía académica y a
la Universidad Nacional de La Plata por financiarla.
[7] Para ampliar sobre este punto puede verse (Galak, 2019).
[8] Tesis que se sostiene en la clásica lectura de Michel Foucault
acerca de Las palabras y las cosas
(1978).
[9] Esto es, sobre el uso correcto,
porque la gramática es elástica con sus usos, tal como la poesía lo sabe
históricamente y las nuevas generaciones lo ejecutan en sus usos cotidianos.
[10] Asociado a esta “gramática escolar” es posible identificar un
“lenguaje escolar”, que va desde levantar la mano para poder hablar, previa
autorización de la autoridad, hasta pedir permiso para ir al baño, pasando por
las vestimentas y las “blancas palomitas”, y llegando a los protocolos de
salutaciones en todo acto escolar. Todo ello constituye un “lenguaje escolar”.