Bosquejos (docu)ficcionales del cuerpo racializado[1]
(Docu)Fictional
sketches of the racialized body
Carlos Aguirre Aguirre
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET)
Instituto de Filosofía, Universidad Nacional de San Juan (IDEF-UNSJ),
Argentina.
aguirreaguirrecarlos@gmail.com
Recibido: 28/11/2020
Aceptado:
27/12/2020
Resumen.
El ensayo se concentra brevemente en los diversos pliegues
estético-políticos y culturales del “Sankofa Film and Video Collective” y el
trabajo del cineasta y artista Isaac Julien. Para ello, en un primer apartado
nos detenemos en los análisis teóricos sobre la Identidad y las culturas negras
realizados por el “Sankofa Film and Video Collective” desde los trabajos de
Stuart Hall. En un segundo momento, nos concentramos en la docuficción Frantz Fanon: Black Skins, White Mask (1996)
de Julien y su vínculo con la problematización del cuerpo negro. Finalmente
hacemos un balance abierto sobre los aportes de la obra de Julien dentro del
espacio de lo sensible y las estéticas de la diáspora negra a partir de su
“docu-ficcionamiento” de la obra de Frantz Fanon.
Palabras
clave. Sankofa Film and Video Collective, Isaac Julien, Frantz Fanon,
Identidad, Cuerpo.
Abstract. The essay briefly focuses on the
various aesthetic, political and cultural folds of the “Sankofa Film and Video
Collective” and the work of the filmmaker and artist Isaac Julien. To do this,
in the first section we stop at the theoretical analyzes on Identity and black
cultures carried out by the “Sankofa Film and Video Collective” from the works
of Stuart Hall. In a second moment, we focus on Julien's documentary Frantz Fanon: Black Skins, White Mask
(1996) and its link with the problematization of the black body. Finally, we
make an open balance on the contributions of Julien's work within the space of
the sensible and the aesthetics of the black diaspora based on his “docu-fiction”
of the work of Frantz Fanon.
Keywords. Sankofa Film and Video Collective,
Isaac Julien, Frantz Fanon, Identity, Body.
Parte sustanciosa del trabajo de cineasta inglés Isaac Julien
es un intento de explorar las dimensiones subjetivas, afectivas y estéticas del
cuerpo negro racializado. Se trata de una obra extensa en la cual no tienen un
lugar marginal ficciones, documentales y docuficciones acerca de la vida y el
trabajo de diversos escritores, artistas y pensadores afrodescendientes,
antirracistas y gays[2]. Haciendo
un quizá pretencioso contrapunto con el trabajo de cineastas Med Hondo o
Glauber Rocha, Julien no erige un cine anticolonial y antirracista como el de
las décadas de los 60 y 70 que tenía como horizonte revelar, exhibir y
problematizar las condiciones extremas de subordinación histórico racial de las
comunidades negras en el marco del capitalismo colonial, sino, por el
contrario, ofrece una exploración de la subjetividad del cuerpo negro o/y gay
combustionada por una interseccionalidad entre la dimensión de la sexualidad,
las figuraciones del significante “negro” y una crítica a los discursos
culturales racistas del mundo
contemporáneo.
El papel de Julien en el “Sankofa Film and Video Collective”[3] de fines
de los 80 y principios de los 90, el cual tuvo como antecedente el “Black Audio
Film Collective” integrado por cineastas y artistas visuales como John Akomfrah,
Lina Gopaul, Avril Johnson and Reece Auguiste, es relevante para entender la
concordancia de las premisas ya mencionadas de su trabajo con sus propias
conjeturas sobre la relación de diáspora negra con la tecnologías visuales.
Dice Julien acerca del “Sankofa Film and Video Collective”: “Lo que se
preguntaba en ese momento, y lo que se sigue preguntando, es si Third Cinema
puede ser producido por cineastas blancos. El tipo de preguntas que intentamos
proponer tenía que ver con el poder, es decir, la relación de la gente negra
con la tecnología de los medios y dónde se ubicaron en ellos” (Fusco, 1988, p.
23). Dicha declaración da cuenta de dos inquietudes de Julien: primera, la del
problema del lugar de enunciación de la diáspora negra y, en concordancia, la
posible transmutación del significante “negro” en el marco de un ejercicio
fílmico pedagógico; y, segundo, la del asunto de la Identidad negra no
solamente vinculada con el problema del cuerpo racializado, sino también, con
las configuraciones semióticas que posibilita el medio cinematográfico.
Sobre la primera inquietud, es necesario afirmar que el “Sankofa
Film and Video Collective” colaboró en conjunto con intelectuales poscoloniales
como Stuart Hall y Homi Bhabha. Es Hall (2010) el que en su momento entiende la
variopinta posicionalidad del significante “negro” en la cultura contemporánea,
o la manera de un centralizador de las experiencias, las historias y los
cuerpos de sujetos “de color” que han sido violentamente distinguidos y
ordenados en relación a un “significante” opuesto: el “blanco”. El asunto sobre
el lugar de enunciación fílmico que murmura en la declaración de Julien tiene
que ver con esto último, pues el significante “negro”, al aparecer en el centro
de escena, no solamente es algo que sobrevuela en el campo de la diégesis
fílmica —las representaciones, por ejemplo, del negro realizadas Rocha en Barravento (1961), por ejemplo—, sino
también que se vincula con la pregunta por el cuerpo de quién construye la
diégesis. De ahí que “Negro”, dice Hall, cristaliza una lucha por el
significado: de “negro = despreciado” a “negro = bello” hay una disputa por el
“significante”, como ideológicamente “negro” también ha servido para designar
una suerte de Identidad generada alrededor del término. El mismo Hall
dice:
a lo largo de mis treinta años en Inglaterra, he sido
´llamado´ o interpelado como ´de color´, ´afroantillano´, ´negro´ [´Negro´], ´negro´ [´black´], ´inmigrante´. A veces en la calle, a veces en las
esquinas, a veces abusivamente, a veces de manera amigable, a veces
ambiguamente. Todos ellos me inscriben ´en mi lugar´ en una cadena significante
que construye la identidad a través de categorías de color, etnia, raza. (Hall,
2010, p. 212)
Dicho así, la Identidad negra de la diáspora no solamente es
multiposicional. También, en la clave de cómo es pensada por Hall y Julien, es
ambivalente y siempre enunciada por un otro “blanco” para afirmar cierta
jerarquía autoasignada en el orden de un mundo racialmente administrado. El
cuestionamiento de “Sankofa Film and Video Collective”, y en específico de
Julien, sobre las representaciones blancas de los negros si bien dirige sus
dardos hacia la necesidad cultural de un cine hecho por la diáspora negra es,
más que nada, un cuestionamiento a cómo se trama la cuestión de la Identidad y
sus ambivalencias, las cuales, en muchas ocasiones, resultan soterradas por los
cineastas blancos.
Así, podemos decir que el filme Territories (1985) del “Sankofa Film and Video Collective” consigue
en muchos de sus núcleos estético políticos develar que significa la negritud
para la cultura negra, como también que es ser
negro en el marco de los agresivos o modernos repartos dicotómicos de
Identidad. La negritud de Aimé Césaire, poeta y político martiniqués, es,
atreviéndonos a realizar un ejercicio exegético crítico, relevada en Territories en otro espacio —no
caribeño, sino europeo—, dando cuenta de cómo el espacio negro es cosmopolita y
también tiene la lavadura de cierta particularidad en la ex metrópolis. En la segunda parte de la película, dice
Julien, “hay montajes de los dos negros bailando entre ellos, lo que se ve
mucho en el carnaval, pero no necesariamente lo interpretaría como algo que se
llamaría una relación homosexual (…). Vi Territories
como un ensayo cinematográfico sobre el desorden civil y las cuestiones
semiológicas para los negros” (Fusco, 1988, p. 25). Algo similar ocurre en el
filme autónomo de Julien Looking for Langston
(1989) acerca de la obra del escritor afroamericano Langston Hughes: un ensayo
experimental donde figuras como James Baldwin o el mismo Hughes son solamente
“imágenes” -cuadros- sostenidos por sujetos negros, como si fuera un intento de
sobreexponer y explicar cómo la dimensión espacial del cuerpo es necesaria para
labrar una crítica al racismo cultural que ha operado como morada de los
prejuicios raciales y sexuales de los repartos dicotómicos de Identidad.
Volviendo a Hall, desde sus
análisis es posible hacer un fecundo contrapunto con el carácter pedagógico del
trabajo de Julien. Vale decir, si la Identidad, dice Hall, no señala un núcleo
estable del Yo que se desenvuelve sin cambios a través de todas las vicisitudes
de la historia (2011, p. 17), la homogeneidad interna del concepto mismo de
“identidad” es desmenuzada por Julien al mostrar no solo como la identidad del
blanco se (auto)construye como cierre, repudio o clausura la identidad negra
-posiblemente desde ahí se desprende el talante antirracista de su obra-, sino,
asimismo, de qué manera la Identidad es siempre una zona inestable, pues la
parte oprimida de la polaridad tiene que si o si ser presencia —no alteridad absoluta—
cuando la parte dominante necesita autonombrarse. En tal sentido, la dimensión
subjetiva del cuerpo negro juega un papel crucial ya que en Julien encadena la
sexualidad, la raza y la cultura en tanto nucleos indisociables que lo invisten
con salto y sobresaltos, mutaciones y transmutaciones, que nos habla de una
imposible clausura homogénea y de una ambivalencia no articulable
unilateralmente.
Muy similar a Looking
for Langston (1989), Julien en Frantz
Fanon: Black Skins, White Mask (1996)
explora a uno de los autores martiniqueses más relevantes de la crítica
anticolonial caribeña del siglo XX y que en la actualidad tiene un lugar
distinguido dentro de las genealogías de lo que se conoce como la crítica
poscolonial y el giro decolonial latinoamericano: Frantz Fanon. Julien, en la
misma sintonía que Marlon Riggs, ahí explora constantemente la dimensión
subjetiva del cuerpo racializado, sus afectos y efectos estético culturales, dentro de una propuesta
que emplea los recursos propios de la ficción documental: entrevistas que se
complementan con voces en off, dramatizaciones
de pasajes de los escritos de los autores que explora, uso constante de
material de archivo y un contrapunto sugestivo entre las declaraciones de los
entrevistados y la escritura recorrida. Como su título lo advierte, este filme,
asimismo, intenta indagar en una de sus obras más conocidas de Fanon: Piel negra, máscaras blancas de 1952.
Para entender la relevancia y los elementos discutibles de este acercamiento
que hace Julien a la vida y al trabajo de Fanon, es necesario primero advertir
dos cuestiones.
Primero, la imaginería escópica trazada por Julien. “En
cierto modo, una de las cosas que es muy interesante en términos de hacer
imaginería, o de estar interesado en la idea de visualizar la teoría, en mi
caso la teoría en torno al tema negro, es la forma en que se vuelve al cuerpo”,
dice Julien en un diálogo con Mark Nash, Martina Attille, Raoul Peck y Bhabha
(1996, p. 169). Una teoría volcada hacia una pedagogía fílmica del cuerpo
racializado. No deja de ser interesante,
entonces, ver que para llegar a la conclusión de que el cuerpo del negro se
encuentra cultural e históricamente alienado solo cuando está frente a la
presencia de un otro blanco, Julien
recurra a Piel negra, máscaras blancas.
Los imperativos escópicos, la experiencia
existencial, los esquemas y diagramas epidérmicos tematizados por Fanon y que
se podan en la piel del cuerpo negro, permiten una tematización particular del
régimen racista del cual es casi imposible escapar. La mirada fílmica es la
que, en palabras de Julien, habilita un espacio de terceridad -un entre-lugar al decir de Bhabha (2002)
que habilitan una vuelta al cuerpo no libre de los artificios de Identidad,
pero si desde un lugar que problematiza sus intercambios, hibridaciones y
cierres en el cuerpo racializado. Julien, asimismo, cita el ensayo de Bhabha La otra pregunta, donde el autor indio
parte de la premisa de que los estereotipos del discurso racial y colonial no
necesariamente se dan en torno a una dialéctica asuntiva, sino en el marco de
un proceso donde las identidades se intercambian y travisten en las lógicas de
un saber/poder etnocéntrico. La identificación del cuerpo con el otro, argumenta Bhabha, se da de manera
ejemplar y crítica en los análisis de Fanon relacionados con la alienación del
negro antillano, mientras que para Julien un caso ejemplar de ese tercer mirado
es la obra del cineasta Steve McQueen, en la cual el cuerpo masculino negro se
desarrolla de “una manera fanoniana, en el sentido de que es perturbado,
desnormativo” (Ibid.). Bhabha dice sobre Fanon en el ensayo nombrado por
Julien:
La visibilidad del Otro racial/colonial es a la vez un punto
de identidad (“Mira, un negro”) y al mismo tiempo un problema para la
pretendida clausura dentro del discurso. Pues el reconocimiento de la
diferencia como puntos “imaginarios” de identidad y origen (tales como blanco y
negro) queda perturbada por la escisión y representación del discurso. (Bhabha,
2002, p. 106)
Por otro lado, y segundo, que Fanon es un pensador cuya
inquietud principal en Piel negra,
máscaras blancas es el problema del cuerpo del negro colonizado de las
Antillas. Realizado como un intento de su tesis de grado en psiquiatría -que
posteriormente fue reemplazado por un trabajo más convencional de investigación
neurológica-, Piel negra, máscaras
blancas es un ensayo donde Fanon intenta desmenuzar críticamente la
relación maniquea y jerárquica entre el blanco y el negro. Que el universo
discursivo de este libro esté habitado por la fenomenología existencial de
Sartre, el psicoanálisis, la dialéctica de Hegel, la poesía de la negritud y la
crítica anticolonial de Césaire, habla de las inquietudes intelectuales que
cruzaron la vida de Fanon y del carácter heteróclito de su propia escritura.
No deja de ser interesante, entonces, ver que para llegar a
la conclusión de que el cuerpo del negro se encuentra cultural e históricamente
alienado sólo cuando está frente a la presencia de un otro blanco, Fanon recorre un camino teórico y epistemológico
particular, donde las lealtades disciplinarias son algo escaso y en el cual la
experiencia personal, subjetiva y existencial de su propio cuerpo racializado
ocupa un terreno importante. Para conseguir eso, Piel negra, máscaras blancas parte de una premisa que resulta
reveladora hasta el día de hoy: el cuerpo del negro en el marco del
colonialismo interioriza una inferioridad racial e histórica por medio de un
proceso llamado “epidermización”. Fanon muestra el carácter mortífero y racista
de este fenómeno, cuya característica principal es la de convertir a la piel en
el núcleo central de la organización del mundo colonial. Frantz Fanon: Black Skins, White Mask se establece como un
recorrido pedagógico por el itinerario biográfico de Fanon que camina de la
mano de una afanosa indagación sobre distintos momentos de este libro.
No es incongruente decir, entonces, que Julien elige Piel negra, máscaras blancas porque sabe
que ahí se desprende una autobiografía donde los diversos momentos de eso que
Sartre llamaba situaciones hablan de
la experiencia de un cuerpo racializado en un mundo que se le revela sumamente
hostil. Dicha experiencia es la del mismo Fanon y por eso cruzar algunos
pasajes del libro con diversas dramatizaciones de su vida se convierte en un
recurso narrativo frecuente de la exploración que propone Julien.
Para un lector de Fanon este recurso resulta sumamente
sugerente debido a que son casi inexistentes los registros audiovisuales en los
que él aparece. La dramatización pedagógica de la célebre escena del capítulo La experiencia vivida del negro de Piel Piel negra, máscaras blancas donde una
niña que mira a Fanon le dice asustada a su madre “mamá, mira ese negro, ¡tengo
miedo!” cala en el decurso narrativo de esta docuficción para darle solidez a
las diversas entrevistas de quienes se han dedicado a abordar y problematizar
el trabajo del autor: Stuart Hall destaca las zonas más fecundas de Piel
negra…, entre ellas la lectura crítica de la dialéctica hegeliana del amo y el
esclavo, y el problema de no reconocimiento del negro; Homi Bhabha rescata a
Fanon como un autor que piensa críticamente las ambivalencias de identidad,
dando cuenta de cómo Piel negra… tiene un lugar destacado dentro de la crítica
cultural y la teoría poscolonial. Tiene también sentido cuando se ficciona a
Fanon de niño leyendo el libro Je suis Martiniquaise
(1948) de Mayotte Capécia ya que deja entrever un contrapunto interesante con
las declaraciones de una escritora feminista como Maryse Condé.
En cierto punto, la opresión de la mirada blanca descrita en
un primer momento por Fanon en el capítulo ficcionado por Julien es impresa de
manera similar a cómo Sartre entiende el papel normalizador del Otro en la obra
de Jean Genet. “[E]l Otro absoluto e infinito que legitima la tradición, las
costumbres y la ley, es el fundamento y la garantía del orden y de los
imperativos sociales, completa la integración del individuo con la comunidad,
actúa como un factor de normalización (Sartre,
2005, p. 183). No es Foucault, sino Sartre el que habla acá una normalización desprendida de un orden en
la que el otro no solo distribuye,
también integra; prácticas que son las mismas que prosperan en la mirada
descrita por Fanon. En esto, no deja de ser importante recordar que para llegar
a la conclusión de que el cuerpo del colonizado negro se encuentra cultural e
históricamente alienado solo cuando está frente a la presencia de un otro blanco, Fanon recorre un camino
teórico y epistemológico en el cual la experiencia
personal, subjetiva y existencial de su propio cuerpo racializado ocupa un
terreno importante.
En efecto, el cuerpo se muestra, al estilo sartreano, como
una conciencia de ser visto por otro,
pero no solo deviene esto, ya que, si
bien hay un antagonismo compartido entre Fanon y Sartre, esto no implica
necesariamente entender el drama racial de los cuerpos exclusivamente como una
lucha entre conciencias; es decir, como una pugna entre libertades inherentes.
Si acordamos con Peter Hudis cuando dice que el camino de Fanon es “historizar
lo que Sartre presenta como la condición humana” (2015, p. 32), lo que se perfila
es una irresolubilidad tramada por una montura histórica que vuelve a la
comunidad, al presente, al mundo, un sendero en el que el cuerpo mirado es
obligado a reconocer la mirada de un otro
que no le reconoce su humanidad. Fanon dice al principio de Piel negra, mascaras blancas que “[a]unque me exponga al
resentimiento de mis hermanos de color, diré que el negro no es un hombre.”
(2015, p. 42). La dialéctica asuntiva, dicho en otras palabras, es imposible en
Fanon no por un vínculo “ser a ser” horadado por los impases de libertades
imposibles de consumarse del todo entre sí, sino por una jerarquía histórico
racial en la que un cuerpo —el del otro
que mira— tiene el estatuto de hombre y el otro —el del mirado— no. La mirada
de este último puede solamente dirigirse hacia un punto incierto y jamás a otro
cuerpo. Es esto lo que en parte testifica un vacío existencial metamorfoseado
por la experiencia misma en un vacío
histórico. ¿Qué queda entonces? Un anquilosamiento y una petrificación que ya
no son las sufridas por los esclavos negros que espectralmente merodean en ese
pasado que insiste en posarse y determinar al cuerpo, sino el de un mundo
arrollado por la perpetua exigencia de una explicación, de una justificación,
de un porqué de su apariencia.
Así, se puede decir que es correcto el breve regaño de Fanon
a Reflexiones de la cuestión judía de
Sartre, el cual no es una distancia, sino una ampliación del problema advertido
por el filósofo francés en dicho trabajo. Resulta acertado cuando Leonardo Eiff
señala que Fanon emplea ahí “el ´retrato del antisemita´ para reflexionar la
cuestión negra, es decir, replica y amplifica la conocida afirmación sartreana:
el judío-negro como invento del
antisemita-blanco” (2020, p. 74). En
consecuencia, si la temporalidad presente de una mirada coagulada en las
representaciones racistas del binarismo cromático es una operación compleja,
ésta se debe considerar como un fenómeno no solo en relación a la Historia y
sus mecanismos de sujeción de la conciencia, sino a la par imbricada en una
lógica donde las identidades giran alrededor de esencialismos construidos desde
el cierre epistémico de su “faltas” necesarias. Y es en este último punto que
Fanon acuerda con Reflexiones de
Sartre. “Como Jean-Paul Sartre ha estudiado magistralmente el problema del
antisemitismo, nosotros vamos a intentar ver cuál es el de la negrofobia”, se
lee en Piel negra, máscaras blancas (Fanon, 2015, p. 144).
Volviendo al ejercicio de Julien, cabe destacar que la
intercalación de entrevistas y la docuficción es un recurso que le sirvió en
trabajos previos. En el ya mencionado Looking
for a Langston (1989) entrecruza dramatizaciones en blanco y negro –donde
el cuerpo ocupa un lugar centra– con pasajes de las escrituras de autores y
activistas como James Baldwin y Essex Hemphill, entre otros. Tanto en Looking for a Langston como en Frantz Fanon: Black Skins, White Mask, el cuerpo racializado y su cuidada
representación opera a la manera de un elemento que logra unir partes,
declaraciones, montajes, archivos y relatos ficcionados que asumen entre sí una
coherencia argumental y por momentos pedagógica que resulta relevante para
quienes desconocen la obra de los autores retratados.
De manera particular, en Frantz
Fanon: Black Skins, White Mask las apariciones de uno de los hijos de
Fanon, Oliver, y de uno de sus hermanos, Joby Fanon, no pierden peso al lado de
las entrevistas de intelectuales como
Hall o Bhabha, ya que trazan una revisión profunda e íntima de la vida
del autor de Piel negra, mascaras blancas:
sus estudios en Lyon, sus cercanías con Sartre y Simone de Beauvoir, su trabajo
en el Hospital Psiquiátrico de Blida-Joinville en Argelia y su relación con el
Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLN) dan cuenta no sólo de una vida
conmovida por las urgencias políticas de su tiempo y por intentar transformar
un mundo que para el cuerpo del negro y para el colonizado –el damné– se le aparece como inhumano, sino
también de aquello que el escritor martiniqués Édouard Glissant señala acerca
de que Fanon es el único de los intelectuales antillanos en haber pasado a la
acción a través de su adhesión a la causa argelina.
Las apariciones de Alice Cherki, psicoanalista que trabajó
con Fanon y autora de una de las biografías más completas sobre él, y de Raphaël
Confiant, escritor martiniqués y uno de los autores del famoso Elogio a la Creolidad, dan paso a un
segundo momento de Frantz Fanon: Black
Skins, White Mask donde el eje gira sobre el trabajo póstumo y más conocido
del autor: Los condenados de la tierra
de 1961. De ahí se desglosan las lecturas de Fanon sobre el proceso de la
guerra de Liberación de Argelia, la violencia del colonizado y el papel de la
mujer argelina en la guerra colonial, a las que se les suman escenas de la
película La batalla de Argelia (1966)
de Guillo Potecorvo junto con la representación de un Fanon que aparece alzando
una bandera argelina. El énfasis que se le da a su encuentro con Sartre y
Simone de Beauvoir en Roma antes de que muriera abre un instante de su
biografía que es posiblemente uno de los más oscurecidos, pero también uno de
los más conmovedores ya que habla de intereses y entusiasmos comunes entre
autores geoculturalmente distantes, aunque filosóficamente cercanos.
No obstante, es necesario señalar que Julien, si bien toma en
un primer momento el riesgo de trazar una lectura introspectiva sobre el
talante subversivo del análisis cultural e histórico de Fanon sobre las
identidades binarias producidas por el racismo moderno, finalmente cede ante la
necesidad de mostrarlo como un pensador ligado estrictamente a un determinado
periodo histórico. Esta elección, sin embargo, no opaca el valor de Frantz Fanon: Black Skins, White Mask como
una película que nos permite ingresar a una obra que desafía, hasta el día de
hoy, las representaciones raciales, la estabilidad de las identidades
poscoloniales y el carácter universalista y etnocéntrico del pensamiento
moderno.
A pesar de que hace unos años se estrenó el documental Concerning Violence (2014) del
realizador sueco Göran Olson, donde se conjugan distintas imágenes de archivo
sobre los procesos de liberación nacional africanos con pasajes de Los condenados de la tierra, la
docuficción de Julien consigue ser un acercamiento honesto y atento a la vida,
la producción intelectual, el trabajo clínico y político de Fanon que, si bien
no se inclina hacia una propuesta experimental y ensayística como la de Olson,
sobresale por incorporar un arco variopinto de géneros que conviven con
entrevistas capaces de surtir un panorama más que fecundo sobre uno de los
autores caribeños anticoloniales más importantes del siglo XX.
Empero, Julien, de alguna manera, muestra y problematiza cómo
el cuerpo es flagelado, destruido y enviscado por la mirada de un otro. Por
ello que, hasta cierto punto, resulta acertado cuando Bhabha dice que en la
relación colonial mostrada por Fanon, y de la cual se inspira Julien en su
docuficción, sus “representaciones escindidas ponen en escena la división del
cuerpo y el alma que realiza el artificio de la identidad, una división que
corta al través la piel frágil (negra y blanca) de la autoridad individual y
social.” (2002, p. 65). Así, el trabajo de Julien, también permiten un viaje al
meollo de la llaga existencial que el otro abre en el cuerpo mirado: la
vergüenza. Y nuevamente acá nos encontramos con la importancia que Julien le da
a los problemas de la apariencia, la diáspora y la Identidad; al problema de la
apariencia.
Como bien ha argumentado Julien, el cine de la diáspora
consiste en un ejercicio académico pedagógico donde se explora la crisis de
cada uno de los ámbitos, ya sea de raza, clase o sexualidad. Sobre el “Sankofa
Film and Video Collective” dice que “[l]a experiencia que uno tiene de estos
estados es más relacional, cambia en relación con quién está hablando, dónde se
encuentra, en qué país se encuentra. La frustración que siento con la forma en
que nuestro trabajo se clasifica en categorías establecidas es que aunque
fuimos educados con esas teorías, también las resistimos (Fusco, 1984, p. 32).
En consecuencia, la obra de Julien, como la del conjunto del “Sankofa Film
Video Collective”, se sostiene en un estudio de las tradiciones eurocéntricas y
de sus propias ausencias en las comunidades negras. “Una de las razones por las
que se formó Sankofa fue explorar los vacíos en la teoría y también los vacíos
en la representación visual” (Fusco, 1984, p. 32). De ahí, el talante híbrido
del cine y las instalaciones de Julien, no solo en relación al problema de la
Identidad –como una tematización sobre el cuerpo–, sino también en su forma; en
la composición de la imagen en tanto dispositivo estético antirracista.
Buscando transformar los medios visuales establecidos, el
intentó hacer de la imagen un espacio intersticial, aquello que el mismo Bhabha
en analizando la obra de Emily Jacir Ramallah/New
York, habla de una “doble hospitalidad” de los cuerpo subalternos (2014). Frantz Fanon: Black Skins, White Mask,
por consiguiente, nos habla de una interrupción de los moldes identitarios de
los cuerpos dentro del cine. Y en esto hay que ser precisos: aquello no se
logra por el simple hecho de que Julien tome una obra de Fanon, sino también
porque dicha interrupción ocurre también cuando la diferencia cultural y
colonial del cuerpo no es situada en la idea de una Identidad unívoca. El
maniqueísmo racial desmenuzado por un autor como Fanon es potenciado por
Julien, quizá con altos y bajos, pero con la seguridad de que el lugar desde el
que se redistribuye el espacio de los sensible por medio de la práctica fílmica
es también una interrupción del dictum
temporal que demanda que el cuerpo racializado por un otro no sea más que
negro. El desempeño estético, en consecuencia, es también político y
antirracista, consiguiendo determinar así que la agencia del cuerpo puede ser
representada desde una multiposicionalidad que intranquiliza los repartos
binarios de la modernidad. Aquel lugar intersticial, a su vez, no es un espacio
libre de asperezas, sino de conflictividad, donde lo que se dirime es una nueva
ética entre los cuerpos en lo que concierne a una subversión de los sentidos
usuales de la representación cinematográfica.
Es en esto último donde se dirime, posiblemente, el carácter
pedagógico de una docu-ficción como Frantz
Fanon: Black Skins, White Mask: más que una mistificación de la figura de
Fanon es una articulación variopinta y heterogénea que en el orden de la
estética política propone a la disyuntiva y la ambivalencia psicoanalítica como
sentidos de estar y devenir del cuerpo racializado. Dice Julien que “cuando
hablamos de lo visual debemos abordar lo psicoanalítico, que también tiene sus
limitaciones. Hace muy poco tiempo que se ha iniciado [un] trabajo que intente
mirar los escritos de Franz Fanon y derivar una teoría de la representación
negra, y que confronte el placer de lo visual”. De lo que se trataba para el ya
disuelto “Sankofa Film and Video Collective” era, entonces, desarrollar
“discurso sobre el sujeto negro y el plano visual” (Fusco, 1984, p. 33). La continuidad de esto en el trabajo de Julien
es considerable, fundamentalmente en su trabajo sobre Fanon. Con todo, una película que se detiene en una
escritura que intentó subvertir ese racismo que tiñe aún nuestro presente de
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[1] Este ensayo
es una ampliación de la columna publicada el 05 de junio del 2020 en el sitio
web “El Agente. Crítica de cine” (elagentecine.cl) titulada “Frantz Fanon: Black Skins, White Mask de Issac Julien:
abismos ficcionales de la experiencia vivida”:
http://elagentecine.cl/columnas/cine-en-cuarentena-16-frantz-fanon-black-skin-white-mask-abismos-ficcionales-de-la-experiencia-vivida/
[2] Entre sus
principales obras fílmicas podemos anotar Looking for Langston (1989), Frantz
Fanon: Black Skin, White Mask (1996), Young Soul Rebels (1991), BaadAsssss
Cinema (2002) y Derek (2008).
[3] El “Sankofa
Film and Video Collective” estuvo compuesto también por los realizadores y
artistas mediales Martina Attille, Maureen Blackwood, Nadine Marsh-Edwards y
Robert Crusz.