Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 7 N° 2 (2022) / Sección Artículos / pp. 1-14 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 30/06/2022 Aceptado: 30/09/2022
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.062
Discomfort
in Academic Writing: Notes about the Uncomfortable Tension between Mother
Tongues, Disciplinary and Academic Languages at FCE-UNCUYO
Instituto de Ciencias Humanas,
Sociales y Ambientales (INCIHUSA), Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina. ale.celisotana@gmail.com Universidad Nacional de Cuyo,
Argentina. alejandra.gabriele@fce.uncu.edu.ar Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET), Universidad de Buenos Aires, Argentina. emilianojacky@gmail.com |
Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. fmachin.32@gmail.com Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. lean.velasco@yahoo.com Instituto de Ciencias Humanas,
Sociales y Ambientales (INCIHUSA), Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina. ljvisaguirre@gmail.com |
Resumen.
El trabajo que aquí
compartimos surge de nuestras prácticas de enseñanza-aprendizaje de metodología
de la investigación
[1]
. En donde nos preguntamos cómo se produce
conocimiento en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional
de Cuyo (FCE-UNCUYO), qué saberes aparecen en aquellas investigaciones, qué
supuestos epistemológicos amparan los conocimientos producidos y cuáles
silencian los saberes y las experiencias que se cuelan en los textos. Partimos
de una sospecha: detrás de una aparente confusión entre producción de
conocimientos e investigaciones para la intervención, se encuentra la
producción de saberes específicos del campo de las ciencias económicas, con
frecuencia no reconocidos en instancias académicas por su escasa
sistematización. Nuestra búsqueda intenta dilucidar, a partir de una
epistemología crítica, los supuestos epistemológicos de las investigaciones de
grado realizadas en la FCE-UNCUYO para dar cuenta de las experiencias que
subyacen a los saberes. El proceder metodológico buscó mirar entre, sin aislar nuestro objeto de su
contexto de producción, ensayando un mirar háptico
para leer el saber. En este trayecto identificamos tres lenguas que nos
permiten acceder a diferentes experiencias en la producción de saberes y
conocimiento: la lengua materna, la disciplinar y la extranjera.
Palabras clave. experiencia, saberes, conocimiento científico, lengua materna, lengua
extranjera.
Abstract. The initial concerns of this research arose from our own
experiences in the teaching-learning practices at the university chair of
Research Methodology: we wondered how knowledge is produced in the Facultad de
Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Cuyo (FCE-UNCUYO), what type of
wisdom come out in those investigations, what epistemological assumptions are
the ones that support the type of knowledge produced, and which ones are
responsible for silencing the experience that seep in the texts. We start from
a suspicion: behind an apparent confusion between the production of knowledge
and the research for intervention, there is the production of specific wisdom
in the field of Economic Sciences, often unrecognized in some academic
instances due to its scarce systematization. Our research attempts to
elucidate, from a critical epistemology, the epistemological assumptions of
undergraduate research conducted at the FCE-UNCUYO to account for the
experiences that underlie the wisdom produced. The methodological procedure
sought to look in between, without
isolating our object from its context of production, rehearsing a haptic look
to read wisdom in texts. In this journey, we identified three types of
languages that allow us to access different experiences in the production of
knowledge: the mother tongue, the disciplinary language and the foreign
language.
Keywords. experience, wisdom, scientific knowledge,
mother tongue, foreign language
El
trabajo que aquí compartimos constituye una de las tramas de una investigación
financiada por la Secretaría de Investigación Internacionales y Posgrado (SIIP)
de la UNCUYO1 que llevamos adelante un equipo interdisciplinario de
investigadores/as. Las inquietudes iniciales de esta investigación surgieron de
nuestras experiencias en las prácticas de enseñanza-aprendizaje de metodología
de la investigación. Nos preguntamos cómo se produce conocimiento en la
Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Cuyo (FCE-UNCUYO),
qué saberes aparecen en aquellas investigaciones, qué supuestos epistemológicos
amparan los conocimientos producidos y cuáles silencian los saberes y las
experiencias que se cuela en los textos. Partimos de una sospecha: detrás de
una aparente confusión entre producción de conocimientos e investigaciones para
la intervención, se encuentra la producción de saberes específicos del campo de
las ciencias económicas, con frecuencia no reconocidos en algunas instancias
académicas por su escasa sistematización. Nuestra búsqueda intenta dilucidar, a
partir de una epistemología crítica, los supuestos epistemológicos de las
investigaciones de grado realizadas en la FCE-UNCUYO para dar cuenta de las
experiencias que subyacen a los saberes.
En este
trayecto nos encontramos con una capa de ese suelo epistemológico aún más
profunda (o anterior en tanto condición de posibilidad) a aquella que concentra
los supuestos epistemológicos que buscábamos. Esta dimensión más profunda
permitió, mediante la analogía de las lenguas maternas y extranjeras, dar
cuenta de la incomodidad plasmada en el uso de un lenguaje académico y de una
lógica escritural que se percibe con cierta extrañeza.
Abordamos
estas dimensiones en los siguientes apartados: en primera instancia,
describimos los saberes disciplinares específicos que se advierten en los
trabajos de grado de FCE-UNCUYO, así como aquellos que escapan al escrutinio
académico y se cuelan en la escritura. A su vez, modulamos una suerte de mapa
sobre la noción de experiencia y algunas formas de pensar esta dimensión dentro
de la producción de conocimientos en el contexto académico. Nos preguntamos
cómo captar la experiencia sin destruirla. Luego, en el segundo apartado
proponemos un proceder metodológico que nos permita mirar entre: ¿cómo mirar sin aislar nuestro objeto de su contexto de
producción? ¿cómo observar sin analizar? Aquí, hacemos un ejercicio de
vigilancia epistemológica: ensayamos un mirar háptico para leer el saber. En
tercer lugar, nos acercamos a la analogía de la lengua materna, lengua
disciplinar y lengua extranjera, y sus posibilidades de producción de
conocimiento. ¿Con qué lenguas, en qué idiomas perciben el mundo aquellos/as
productores/as de conocimiento de la FCE-UNCUYO? ¿Cómo se cuelan los paradigmas
ontológicos en la lengua disciplinar? ¿Cómo impactan en la lengua académica? La
visión de mundo de la economía, de la contabilidad y de la administración, y
cada una de estas disciplinas se presentan en tensión con una lengua académica.
¿Cómo se sortea esa tensión en los escritos académicos? ¿Qué saberes se cuelan
en una escritura extraña y qué supuestos prevalecen? Finalmente, se presentan
algunas conclusiones y se advierten nuevas tramas.
Cuando
hablamos de experiencia nos referimos
a la experiencia epistemológica, esto supone tanto la dimensión sensible
del fenómeno de producción de conocimientos científicos como el momento en que
se muestran ciertas regularidades y encadenamientos lógicos del discurso, dando
cuenta también de lo subjetivo de la experiencia (Bachelard, 1999). En el
ámbito del discurso científico, la experiencia suele aparecer como caso o
experimento dependiendo de la espontaneidad o manipulación de la misma. Pero en
ambas alternativas se trata de algo que deliberadamente se escapa entre el
orden metódico y las premisas analíticas del conocimiento científico: “la
ciencia moderna nace de una desconfianza sin precedentes en relación a la
experiencia tal como era tradicionalmente entendida” (Agamben, 2004, p.14),
como algo carente de todo orden o al menos del orden racional que la ciencia
pretende imprimir en los fenómenos de la naturaleza. A partir de esta
concepción y esta desconfianza respecto de la experiencia surge la duda
cartesiana. Entonces la experiencia aparece como aquello que hay que ordenar,
sistematizar, comprobar y cuantificar para así subsumirla a la racionalidad
legalista de la ciencia: “referir conocimiento y experiencia a un sujeto único,
que sólo es la coincidencia de ambos órdenes en un punto arquimédico abstracto:
el ego cogito cartesiano, la conciencia.” (Agamben, 2004, p.18). De esta
manera, aquella experiencia en sentido tradicional es lo que se escapa, es
excluida de las diferentes instancias de producción del conocimiento
científico.
También
en el campo historiográfico encontramos una sistematización sobre la noción de
experiencia que nos permiten afianzar esta dimensión de la producción de
conocimientos de manera tal que resulte visible. Damián Lopez, particularmente,
indaga sobre los alcances de este concepto durante el último cuarto del siglo
XX, y retoma las discusiones de varios autores sobre el tema desde el punto de
vista historiográfico. En esta línea, la experiencia puede ser comprendida, por
un lado, como aquello que resalta su existencia en el momento presente, es decir
en el momento que sucede, y donde adquiere un carácter de inmediatez. Por otro lado, aparece como producto
de condiciones sociales, sistemas de creencia o sistemas fundamentales de
percepción (Williams, en López, 2012). El concepto de experiencia también se
propone como mediación entre la estructura (ser social) y la consciencia
individual (Thompson, en López, 2012) que corresponden, respectivamente, a la
experiencia vivida y a la experiencia percibida.
El
interés del trabajo historiográfico de Thompson reside precisamente en su
presentación de los acontecimientos a través del punto de vista de los sujetos
que los vivencian. Su intención es mostrar cómo las estructuras objetivas toman
cuerpo en una determinada respuesta subjetiva que contiene tanto elementos
cognitivos como valorativos y emocionales. En este sentido, sostiene que la “experiencia [...] es indispensable para
el historiador, ya que incluye la respuesta mental y emocional, ya sea de un
individuo o de un grupo social, a una pluralidad de acontecimientos
relacionados entre sí o a muchas repeticiones del mismo tipo de acontecimiento”
(López, 2012, p. 40).
López
presenta una discusión que nos permite continuar reflexionando sobre cómo ha
sido tratada la experiencia en el campo académico, dando cuenta de la vigencia
de estas tensiones epistemológicas:
Para Althusser la experiencia inmediata es el
universo del engaño, la vaga experientia de
Spinoza, que sólo puede conducir al error. Únicamente la ciencia, basada en un
trabajo de transformación conceptual, proporciona conocimiento. […] Por el
contrario, para Thompson la experiencia es el medio privilegiado en el que se
despierta la conciencia de la realidad y en el que se mueve la respuesta
creadora a ésta. Une ser y pensamiento, como exponente que es de la
autenticidad y de la espontaneidad, y reprime los vuelos de la teoría hacia la
artificialidad y la sinrazón. (López, 2012, p.41)
Aquí nos
preocupa captar aquello del orden de la vivencia en el marco de la producción y
circulación de conocimientos en una comunidad académica específica. Pero nos
encontramos con un nudo epistemológico y metodológico: procurar conocer la vida
o acceder a una vivencia mediante el conocimiento estandarizado y formal, es
destruir la experiencia de la vida, dado que la naturaleza del conocimiento,
por un lado, es analítica y como tal, provoca el vacío y, por otro lado, es
histórica, como señala Canguilhem (1976).
Realizar
una experiencia epistemológica supone aproximarnos a ese instante en el que,
algo del orden de la tensión y de lo que deviene, acontece. No se busca
“demostrar” sino producir las condiciones para advertir la singularidad de
ciertos saberes que se producen y circulan en los espacios de la FCE-UNCUYO, y
que dan cuenta de la conexión productiva entre diferentes lógicas y prácticas
profesionales-culturales. Para generar tales condiciones acudimos a nociones
que procuren interrumpir las inercias epistemológicas de la demostración, para
dar lugar a la experiencia que sólo nos permita una visión en un instante que
se disolverá a continuación, garantizando una apertura de posibilidades entre
lo subjetivo y lo objetivo.
En El Uso de los placeres “experiencia”
remite a “la correlación, dentro de una cultura, entre campos de saber, tipos
de normatividad y formas de subjetividad” (Foucault, 2011, 10). Algo similar
hallamos en la expresión “focos de experiencia”, definida como una articulación
de formas de saber, matrices normativas de comportamiento y modos de existencia
virtuales para sujetos posibles (Foucault, 2009, p.19). Desde esta perspectiva el
concepto de experiencia
tiende a coincidir con el de saber.
En este
sentido, preferimos hablar de saberes cuando nos referimos a la producción de
conocimientos más cercana a la dimensión de la experiencia que tiene lugar en
el proceso de investigación, que a la sistematización metódica del mismo. Saber
es un término más amplio que conocimiento. Cuando hablamos de saberes
científicos o académicos nos referimos a una serie de enunciados que surgen y
obtienen legitimidad en una comunidad sin requerir pruebas acerca de lo que
dicen. Los saberes suponen una serie de criterios de belleza, de eficiencia, de
justicia, entre tantos otros, fuertemente vinculados y validados por las
prácticas (conocer, valorar, decidir, transformar) al interior de la comunidad
que los ha producido. No requieren de procedimientos que establezcan la verdad
o falsedad de las proposiciones, como sí lo requiere el conocimiento científico
(Laso, 1996).
En palabras de Jean Luc-Nancy,
Saber -sapere-
es, en primer lugar, tener el gusto, en los dos sentidos de la expresión: descubrir un sabor o ser
también capaz de apreciarlo. Homo sapiens
es el animal dotado de gusto por el sabor propio de las cosas, por el sabor del
mundo en tanto que mundo, es decir en tanto que aparecer, aparición y
comparecencia de todas las cosas en su conjunto y en su multiplicidad
indefinida. (Nancy, 2009, p.
85)
Existe, entonces, una dimensión
semántica del saber que remite a sensaciones, intereses, valoraciones, deseos,
apetencias, dimensiones que son incluídas como determinaciones de una
definición tradicional de ser humano: homo
sapiens, lo que nos permite continuar en una clave de apertura de sentidos
epistemológicos, no ya desde reducciones cognoscitivas que constriñen la
producción de conocimiento sólo a los aspectos formales del mismo.
Una de
las principales diferencias entre conocimiento científico y otros saberes
radica en que el conocimiento científico se refiere a objetos accesibles de
modo recurrente en condiciones de observación explícitas. Sin embargo, podemos
observar en las instituciones académicas que entre los modos de investigación
que siguen las metodologías de producción de conocimiento científico, existen
al mismo tiempo una serie de conocimientos surgidos a partir de saberes y experiencias
singulares a las que no es posible acceder de modo recurrente y en condiciones
de observación explícitas. A estos conocimientos íntimamente vinculados a las
experiencias de investigación que no aparecen claramente explicitados en los
informes finales o las publicaciones científicas, pero que sin embargo suponen
una serie de criterios y prácticas producidos y compartidos por la comunidad en
la que se inscriben, los denominamos saberes.
Acentuamos
el sentido del conocimiento científico académico como aquel producto de
la ciencia que funciona como
aparato verificador de los discursos (Preciado, 2008). Machin (2021) aborda en
su trabajo formas concretas de verificación del conocimiento científico en el
campo de las ciencias sociales: en la historia de las ciencias y las
metodologías de la investigación, a mediados del siglo XX durante las décadas
del 40 y 50 en el norte global y particularmente en EEUU, puede observarse cómo
se produce la emergencia de un tipo de discurso sobre la reproducción social.
Este discurso se desarrolla de la mano de prácticas discursivas de actores
tales como instituciones privadas y públicas, estadounidenses e
internacionales, apoyadas en distintos “avances” científicos en las áreas
demográficas, económicas y familiares que sostuvieron y marcaron la emergencia
del discurso de la planificación familiar para el desarrollo económico en
Latinoamérica (Machin, 2021). La teoría de la inversión transición demográfica
en los años 40, junto a una noción de desarrollo económico -entendido como el
aumento del producto bruto per cápita (indicador construido pocos años antes)-,
señalaron que el descenso de la fecundidad era una condición necesaria
para el desarrollo ya que el rápido crecimiento poblacional impedía la
acumulación de capital imprescindible para el despegue industrial. Estos
“avances” científicos, estuvieron acompañados por distintos desarrollos en las
técnicas estadísticas, la gran producción de datos sobre las poblaciones a
escala global, y sumado al creciente interés sobre las “familias”, que se
posicionan como objeto de estudio en auge en estas ramas de las ciencias
(Machín, 2021).
Como bien ejemplifica el caso
anterior, la ciencia como aparato de verificación muestra su capacidad de
establecer cuáles discursos tienen carácter de verdad y cuáles no. Sin embargo,
no solo la verdad es lo que está en juego, sino también la eficacia de esos
discursos para controlar la vida. En ese sentido, ya vemos la crítica
frankfurtiana a la racionalidad científica occidental sobre la concepción de
naturaleza presente en la ciencia y la ilustración como una fuerza desbocada y
peligrosa: el objetivo no es solo que aquello que se dice sobre la naturaleza
sea verdadero, sino que eso que se dice permita controlarla y someterla.
En este sentido, la ciencia
produce un tipo de discurso que no solo verifica la veracidad sino que
específicamente controla, disciplina y somete la experiencia para que funcione
en pos de esa verdad. Aquí buscamos acceder a la dimensión de experiencias y
saberes que, por no explicitados, no han sido vistos y sometidos a la
disciplina del conocimiento científico.
Nuestro
modo de proceder metodológico implicó un doble movimiento presente en todo el
proceso de investigación: la delimitación tanto del objeto de estudio así como
de los procedimientos para abordarlo exigió la revisión de nuestras propias
condiciones como investigadores poniendo en cuestión nuestros supuestos y
sesgos al leer los diferentes aspectos que emergieron de los trabajos finales de
grado.
En el
proceso de recolección y análisis de información, surgieron inquietudes de
orden epistemológico que condujeron a someter a crítica nuestra mirada, al
tiempo que se constituía un modo de acceso a las dimensiones de experiencias y
saberes en los trabajos finales de grado observados, que se caracteriza por ser
háptico. Háptico es un modo de mirar que es táctil y que desenfoca la mirada de
manera que permite percibir, no las faltas o aparentes carencias de experticia
científica, sino la presencia e insistencia de un sentido común y una lengua materna (ver apartado siguiente)
que da cuenta de otra lógica, diferente a la lógica científico-académica. Desde
la analogía con la lengua materna, se han reconocido las lenguas maternas de la
comunidad académica de FCE y aquello que en los trabajos finales de grado
expresa ese sentido común. Esos saberes que se gestan en las micro prácticas de
la vida universitaria y en la transmisión de cierto saber profesional son
percibidos en la incomodidad frente a la exigencia del uso de otra lengua, a la
que se aspira pero que no llega a in-corporarse.
Nos proponemos mirar entre:
no
persistir en el obstáculo epistemológico pedagógico de observar los errores
metodológicos-estéticos-escriturales-académicos de las producciones de grado de
la FCE, sus ausencias y supuestos, sino acceder a aquello que no resulta
“natural” en el decir y el hacer, que resulta extraño o extranjero, y que
interrumpe el fluir creativo de quien escribe y produce. Nos inquieta advertir
que una de las posibles interrupciones de la producción de conocimientos y
saberes se encuentra entre las dimensiones de las diferentes lenguas que
constituyen la formación académica y profesional.
Esta
instancia de la investigación se desarrolla
entre la dimensión subjetiva de la experiencia y la construcción objetiva
del conocimiento, entre las
dimensiones de la lengua materna y la sistematicidad y normatividad de la
lengua académico-científica. Subrayamos el entre
como un gesto que busca encontrar aquellos fenómenos que, en la trama
discursiva disciplinar, escapan a la producción de conocimientos objetivos,
pero sin perder de vista dicha producción. Dicho de otra manera, buscamos una
apertura entre la experiencia subjetiva que es del orden de las percepciones
que parecen escapar a sistematizaciones estandarizadas (aquello que hemos
llamado lengua materna), y una exposición objetiva de la constitución de esos
cuerpos de conocimientos.
Siguiendo
a Esther Díaz, aquí se trata “de expandir (en lugar de reducir), de modular (en
vez de moldear)” (Díaz, 2012, p. 317). Moldear pertenece a los ámbitos de las
continuidades, a la lógica de lo mismo, en cambio modular supone una lógica
discontinua, una lógica que da cuenta de las tensiones, y el entre supone una tensión. No se trata ya
de moldear algo dado sino de atender a su devenir, percibir sus ritmos, sus
velocidades. Pensar los procedimientos metodológicos como modulaciones implica
un cambio en el modo de definir o de acotar el objeto de estudio que supone un
descentramiento de los supuestos ontológicos tradicionales. No se trata de
aislar al objeto de estudio de la realidad, ni tampoco circunscribir un espacio
para investigarlo sin aislarlo de su entorno. Se trata de modular la mirada
para poder observar ese micro entramado en el que se cruzan prácticas
disciplinares, saberes profesionales, intuiciones de oficio e imaginarios
acerca de lo que se supone que es el conocimiento científico académico.
Una
metodología del entre no busca demostrar, sino producir las condiciones para
advertir algunas de las singulares tensiones que acontecen en esa realidad
construída y delimitada que denominamos nuestro objeto de estudio. Indagamos
sobre singularidades que dan cuenta de la conexión productiva entre diferentes
lógicas, diferentes prácticas profesionales y académicas, diferentes discursos.
Para generar tales condiciones, acudimos a nociones que procuren interrumpir
las inercias epistemológicas de la demostración: dando lugar a la experiencia,
garantizando una apertura de posibilidades entre lo subjetivo y lo objetivo que
no desintegre el complejo de fuerzas que allí se encuentra, permitiendo
observar las singularidades en la construcción de saberes y conocimientos de
una determinada comunidad académica.
Adoptamos
un modo epistemológico que hemos denominado visión
epistemológica (Gabriele, 2021) que consiste en estrategias que buscan
captar una experiencia del entre,
procurando no destruir dicha experiencia, no inmovilizar lo observado, resistiendo
la inercia constante por producir generalidades y continuidades.
Un modo
de mirar háptico propone una apertura
para acceder al instante y a las tensiones que lo suponen y que lo abren
(Gabriele, 2021). Aptô es un verbo
que en griego significa tocar, y cuando nos referimos a un abordaje
metodológico háptico estamos hablando
de otra posibilidad de mirada, de un tipo de visión distinta de la óptica, un
tipo de visión ampliada que llegue a percibir también de modo táctil.
Merleau-Ponty considera que la percepción a través del ojo es una variante de
la palpación táctil, es decir que “la mirada […] envuelve, palpa, abraza las
cosas visibles” (Merleau-Ponty, 2010, p. 121). Se trata de una ampliación de la
percepción epistemológica, como sostiene el fenomenólogo francés, “puesto que
el mismo cuerpo ve y toca, visible y tangible pertenecen al mismo mundo.”
(Merleau-Ponty, 2010, p. 122). Al mismo tiempo que se construye el conocimiento
objetivo se amplía la percepción, accediendo a la tensión en tanto apertura de
posibilidades, entre lo subjetivo y lo objetivo, entre la experiencia y el
conocimiento, entre la sensación y la categoría.
La
ampliación de la mirada se especifica epistemológicamente a través de la visión, categoría tomada de las
reflexiones epistemológicas de Canguilhem en El conocimiento de
la vida (1976). Allí sostiene que el conocimiento, al buscar
resolver la tensión y distancia entre el hombre y el mundo, subsume el
conflicto a un equilibrio regulador, instalando una nueva forma y una nueva
organización de la vida: el conocimiento científico. En el esfuerzo por
abstraer de la vida aquello que permita dar cuenta de regularidades, construir
generalidades y contribuir al imaginario humano de una vida sin conflictos, el
conocimiento deshace la experiencia de la vida. La inquietud, entonces, es cómo
captar la experiencia de la vida, y aquí es donde aparece la noción de visión en contraposición a la división.
La visión es un tipo de mirada
epistemológica que busca captar las formas vitales implicadas en las tensiones
que funcionan como condición de posibilidad del conocimiento científico. En
cambio, la división es una estrategia cognoscitiva que consiste en descomponer
analíticamente en partes la organicidad de un fenómeno.
La
acción gnoseológica de la división parte del supuesto ontológico de que la
realidad es un conjunto de partes que pueden ser individualizadas sin alterar
la totalidad. Por el contrario, aquí partimos del supuesto de que la realidad
es un complejo dinámico, en el que los entes se realizan como tales en el curso
de la confrontación y relaciones múltiples y contingentes con otros entes.
Suponer esta complejidad implica también la imposibilidad de conocer, en tanto
analizar, dividir, descomponer este complejo. La forma de abordarlo será desde
una construcción epistemológica que permita asistir a una de las dimensiones
tensionales de esa trama ontológica.
Si la lengua que hablamos influye en la
manera en la que pensamos, entonces el científico no es testigo objetivo de lo
que observa, sino experimentante de los efectos de la lengua (Pavlenko, 2016)
ya que se encuentra “constreñido a ciertos modos de interpretación mientras se
piensa a sí mismo como un ser libre”. (Whorf, 2012, p. 274)
En esta
tarea de exploración teórica que hemos comenzado, interpelados/as por los
trabajos finales de grado de la FCE-UNCUYO, hemos encontrado una analogía en el
campo de los estudios lingüísticos sobre la adquisición de la lengua materna y
el aprendizaje de lenguas extranjeras. Esto nos permite identificar aspectos
vinculados a experiencias y saberes en la producción de conocimientos a través
de la identificación de tres niveles de lenguas que operan en las
investigaciones realizadas por los/as estudiantes: la lengua materna, la lengua
disciplinar, y la lengua extranjera.
El
primer nivel, el de las lenguas maternas, operan a modo de matriz cognoscitiva
dentro de cada área de experticia. Se trata del sustrato de conocimientos que
sostienen discursos y prácticas disciplinares, operando como una especie de
sentido común que configura ciertas particularidades de la disciplina. Esta
característica de sustrato y sentido común genera la percepción de que se trata
de la lengua natural de la disciplina
y, en tal sentido, aparece como naturalizada e indiscutible.
Cuando
hablamos de lengua disciplinar propiamente dicha, nos referimos a un cuerpo de
códigos y procedimientos lógicos precisos, sistemáticos, claramente definidos,
establecidos y explicitados en la historia institucional de cada disciplina. En
el campo de la lengua disciplinar también advertimos una lengua profesional
sustentada y construida a partir del sentido común de la lengua materna,
simultáneamente mediada por la comunicación del trabajo profesional entre
pares. Refiere a la jerga, la terminología específica, la forma en la que ese
conocimiento disciplinar es atravesado por los sustratos maternos.
El nivel
de la lengua extranjera, en cambio, es propio de un campo que trasciende los
ámbitos disciplinares a través de exigencias de validación indispensables para
formar parte de la comunidad científico-académica en general. Aquí se trata de
la lengua académica científica, aquel imperativo de comunicación de
conocimiento dentro de los circuitos académicos. Con frecuencia, este
imperativo de la lengua académico científica toma la forma de un academicismo,
producto de la urgencia por entrar en los cánones exigidos por los organismos
de evaluación y control universitarios. En él, el conocimiento se presenta
desligado de su contexto específico de producción y circulación. El academicismo
adolece un pragmatismo metodológico, compuesto de una obediencia mecánica a la
metodología y a la teoría para producir conocimientos y de una carencia de
crítica y explicitación de los supuestos teóricos que subyacen a su práctica.
En los
trabajos finales observados, aparece con frecuencia una suerte de imitación de ciertos giros academicistas en la escritura de los textos que
conllevan a inconsistencias metodológicas al adoptar una forma de producción y
de escritura que es ajena a la lengua disciplinar de cada escrito. Se escribe
extraño, con gestos imitativos de una jerga académica nunca antes ensayada, y
se escribe en solitario con el individuo como centro y eje de la labor de
investigación, desestimando las implicancias sociales y colectivas de cualquier
plan de negocios, estudio econométrico o marco jurídico-contable.
Pero
esta distinción entre los niveles de las lenguas materna, disciplinar y
extranjera no es una clasificación atomizada sino que supone una dinámica
tensional, al menos en la dimensión de la lengua disciplinar. Es decir, la
lengua disciplinar es producto de una tensión de fuerzas entre la
naturalización de la lengua materna y el imperativo de una lengua que por
momentos aparece como extranjera, a través de la exigencia de códigos de
sistematización y validación académico-científico. Estos códigos con frecuencia
son percibidos como ajenos a las prácticas que se consideran propias y
“naturales” de una disciplina como la economía, la contabilidad, o la
administración (como lo ejemplifican los casos estudiados pero que podríamos
observar en otras disciplinas).
En el
ámbito de la FCE de la UNCUYO, podemos reconocer que la lengua materna que
subyace a la economía es la matemática; la que subyace a la contabilidad es la
lengua propia del sistema legal-normativo-contable; y la que subyace a la
administración es la lengua de la gestión de organizaciones y la organización
del trabajo. Estas lenguas conviven en las tres carreras de la mano de otras
lenguas que podrían estar circulando, entramadas en el complejo de signos y
sentidos que constituyen los supuestos de una carrera o disciplina.
Las
lenguas maternas, en tanto sentido común de cada disciplina, son constitutivas
también de las dimensiones retóricas del currículum
[2]
en el sentido
que lo señala Sandra Del Vecchio en la entrevista realizada por Leandro Velasco
en 2016:
Las comunidades académicas y científicas
tienen esa mirada que no está escrita en ningún lado, esa especie de episteme,
de idea sobre cómo producir ciencia, un conjunto de creencias no del todo
explicitadas, que circula en la comunidad científica. Hay un lenguaje y un
metalenguaje, hay toda una forma para escribir, o sea si escribo en primera
persona, singular o plural, o esta cuestión impersonal que es de manual
"para mostrar cierta objetividad". Samaja habla de una validación
conceptual, una validación empírica y también de una validación retórica que
tiene que ver con las elecciones que hace el investigador para comunicar los
resultados de la investigación (Cfr. Velasco, 2016, p. 64).
El
primer acercamiento a la escritura científico-académica dentro de estas
carreras ocurre en momentos de escritura de la planificación de la
investigación para el trabajo final en el último tramo del cursado de la
carrera de grado. Es decir, el primer acercamiento a un lenguaje extraño ocurre cuando la lengua materna
se está consolidando como la lengua hegemónica de significación y codificación
de eventos en el mundo disciplinar. Las lenguas matemática, normativa o de
organización del trabajo funcionan, de este modo, como las lenguas de
interpretabilidad del mundo y de la experiencia, desde supuestos que ya han
sido in-corporados de tal manera que
no necesitan someterse al ejercicio crítico propio del conocimiento académico.
La
lengua académica científica, como imperativo de comunicación de conocimiento
dentro del ámbito académico, exige una sistematización, precisión metodológica
y explicitación de los supuestos de la lengua disciplinar para garantizar un
cierto grado de objetividad dentro de la comunidad académica. En las
producciones de las tesis de grado de FCE-UNCUYO pareciera que esta lengua es
algo nuevo, no del todo adquirido, que obtura el desarrollo fluido y cómodo de
un texto resultante de una investigación (como lo vemos en la presentación de
categorías formuladas como opiniones en lugar de conceptos analíticos
propiamente definidos). La lengua académico científica exige la explicitación
de conceptos a la vez que esconde el deseo y la motivación sobre un tema,
limpia el texto de las experiencias que lo atraviesan (o por lo menos, eso
pretende). Sin embargo persisten los giros propios de ese sentido común que
denominamos aquí lengua materna que, dando cuenta de esa incomodidad, indican
que cuando no hay elementos del lenguaje para hablar de otro modo, las
posibilidades materiales y simbólicas de construir y comunicar conocimiento se
ven interrumpidas.
El
desfase entre el decir y el construir conocimiento es evidente en estas
producciones. Construir conocimiento mediante la reflexión crítica (Bereiter y
Scardamalia, 1987) es un horizonte lejano para quienes recién están aprendiendo
a decir de otro modo. El proceso de aprendizaje de la lengua académica
funciona, entonces, como un continuum
mediado por la experticia en la lengua extranjera y la motivación subjetiva en
la consolidación de las posibilidades de construcción (y expresión) de
conocimiento. El continuum abarcaría,
consecuentemente, un movimiento desde la lengua materna de la opinión y el
reforzamiento de supuestos disciplinares, a la lengua extranjera académica que
supone la reflexión crítica y la expresión, organización y divulgación del
conocimiento científico, con todas las limitaciones de expresión que una lengua
extranjera significa.
Tras no poco esfuerzo, y pese a tantos años
de escolarización y domesticaciones corporativas (matemático, filósofo,
sociólogo), parece que voy consiguiendo hablar un lenguaje corriente y
moliente. Eso, que para algunos —cada vez menos— es tan natural, para mí sigue
siendo un inmenso empeño, aunque también una fuente de los más deliciosos
descubrimientos: la lengua materna, ésa que aún bulle y balbucea en cada uno,
tras las corazas incorporadas de tanta jerga muerta —y mortífera— que nadie
aprendió de madre alguna sino de los más variados padres que nos han ido
disciplinando: jergas de profesores, de expertos, de militantes, de periodistas
y políticos... Por fortuna, el lenguaje común es de lo poco que aún
compartimos, al menos mientras siga resistiendo a las progresivas —y
progresistas— privatizaciones de cada uno de esos grupos privados, al menos
mientras aún alborote bajo tanto lenguaje de madera como se nos impone
—gratuita y obligatoriamente— a modo de único lenguaje de la verdad (Lizcano,
2009, p. 18).
En una
primera aproximación a la lectura de los trabajos finales de grado observados
para esta investigación, aparecen supuestos frecuentes en el ámbito de la FCE
tales como opiniones sobre las categorías de factor humano, persona, desarrollo,
éxito, motivación, deber empresarial, cultura e identidad, por nombrar algunas.
Muchas de ellas se utilizan para la corrección de errores en una empresa, la
exaltación de fortalezas, y el aumento de la motivación mediante sistemas de
incentivos, entre otras estrategias. Por ejemplo, cuando el autor de una de los
trabajos finales estudiados enuncia que “el
factor humano es el motor de toda organización, y se ha comprendido el
papel relevante que tienen las personas en el desarrollo y éxito de la misma” o
que “al ser éste un sector financiero, donde las variables que lo afectan son
múltiples y variadas, las relaciones
entre ellas son infinitas, lo cual amplifica cada cambio, y le da mayor poder a
la magnitud que éste afecte a la compañía”, podemos acceder a la presencia
de enunciados de sentido común no sólo del investigador, sino de la comunidad
académica en la que se inserta la carrera, que opera como pilar del trabajo de
investigación sin explicitar las líneas y supuestos teóricos que lo sustentan.
Otras
instancias de opinión sostienen que
Las empresas cuentan con nuevos competidores
todos los días, la globalización ha llevado a que se pierdan las barreras
espaciales y temporales de competición. Actualmente, las personas son la
ventaja competitiva más fuerte de las organizaciones, por lo que se las debe cuidar e incentivar a que
deseen seguir en la compañía todos los días. (Zabala, 2018, p. 49)
O
expresiones como “el paso del tiempo ha ayudado a que las necesidades humanas
se perfeccionen, y que cada vez sean más sofisticadas las formas que buscan las
personas para satisfacerlas”. Cada una de estas expresiones, como tantas otras
que pueblan los trabajos académicos, suponen enunciados naturalizados a través
de una circulación acrítica que va configurando lo que se dice cotidianamente
en las clases, en los pasillos universitarios, en los diferentes espacios en
los que se desenvuelve la práctica profesional. Se trata de un sentido común
que en tanto tal, no parece necesitar explicitación teórica. Sin embargo,
operan en las investigaciones como marcos categoriales para la producción y
análisis de datos, sin haber realizado definiciones conceptuales pertinentes
para hacer de estas nociones comunes, categorías de análisis científico
académico. La presencia de opiniones sobre el tema de investigación deja ver el
proceso investigativo como una operación de fortalecimiento (a fuerza de
repetición) de ciertas concepciones acerca de los fenómenos económicos dadas a
priori, y como tales, indiscutibles.
Otros
supuestos también pueden ser identificables por ausencia: ausencia de pregunta
de investigación y de apartado metodológico, imprecisión de recorte temporal y
espacial como dimensiones clave de la unidad de análisis a estudiar, sólo por
nombrar algunas de las ausencias evidentes para la mirada preocupada por los
aspectos metodológicos de las investigaciones. Podríamos aventurar,
especulativamente, que, por ejemplo, la carencia de una pregunta de
investigación propone una ausencia de reconocimiento del trabajo que se está
llevando a cabo. A su vez, la escasa presencia de objetivos específicos deja
ver la falta de profundidad de los objetivos generales.
Esta
recurrencia de lo que percibimos como ausencias, nos lleva a preguntarnos ¿qué
nos dice o qué indica la ausencia? Byung-Chul Han dice en su libro Ausencia.
Acerca de la cultura y la filosofía del Lejano Oriente, que “la no esencia, la
ausencia se sustrae a toda fijación sustancial” (Han, 2019, p. 17), como el
sabio en el pensamiento taoísta, que evade las fijaciones y opta por el
caminar, no habitar. La ausencia entonces, supone no esencia, fijada
sustancialmente. Acudimos a la etimología de ausencia para clarificar este
sentido: ausencia, del latín absentia, del verbo abesse compuesto de la
siguiente manera: la partícula ab indica separación o alejamiento, y esse es el
infinitivo del verbo ser o estar, por lo tanto abesse puede traducirse por
estar lejos, refiere al que está fuera de lugar respecto de algún modo de
existencia. En este sentido, hay supuestos que podemos inferir por huellas o
indicios que refieren a ausencias (de preguntas y objetivos de investigación,
de un marco teórico o de la presencia de un diseño metodológico precario), que
nos conducen a una lejanía, a estar fuera de ciertos tópicos, ser, sapere, en
otros lugares, otros lenguajes, otros modos de subjetivar en el devenir
profesional y/o cotidiano. Ausencia no como un no-estar, sino un estar en otro
lado.
Cuando
nos preguntamos cómo captar la experiencia sin destruirla trabajamos diversas
nociones de experiencia tratando de responder qué entendemos por tal.
Visibilizamos cómo los saberes producidos en la FCE se nutren de ciertas
experiencias no sistematizadas ni formalizadas. En este sentido, exploramos
distintas formas de entender la experiencia: la experiencia como despertar de
la conciencia en Thompson, la experiencia inmediata en Althusser, y la
experiencia de Foucault como la correlación de fuerzas entre cultura,
normatividad y subjetividad. La noción foucaulteana de experiencia nos permite
pensar una experiencia epistemológica,
ampliada con la relación que propone Jean Luc-Nancy en torno al saber/sabor
presente en sapere. Esta lectura epistemológica ampliada permite centrar
el foco en la tensión que existe entre el conocimiento científico como único
aparato verificador del conocimiento y la legitimidad de los saberes que
circulan y se producen en la FCE-UNCUYO.
En un
segundo momento, advertimos un obstáculo epistemológico en nuestro propio hacer
como investigadores/as que no nos permite ingresar a la experiencia de
producción y validación de saberes. La intención es encontrar los saberes de
las tesis de FCE-UNCUYO, no corregirlas, sino modular y advertir sus
singularidades de producción y validación. Para dar cuenta de las experiencias
del entre en la producción de saberes de la FCE, desenfocamos la mirada. Esto
nos muestra los indicios en los textos, sin moldearlos, sino modulándolos como
saberes.
Por último,
mirar entre hace asequible la
analogía del lenguaje: las formas de saber de la economía, la contabilidad y la
administración, sustentadas en sus respectivas formas de decir el mundo (la
lengua matemática, la lengua legal-normativa, y la lengua de la gestión) se
encuentran en tensión con una escritura académica que resulta extraña e
incómoda. La lengua de cada disciplina, apoyada en una validación retórica de
los saberes propios, se muestra como un sentido común aprendido en la formación
de grado. La lengua académica extranjera se ejerce como una imitación, como una
demanda de las formas estandarizadas de producción de conocimientos científicos
en la investigación.
El campo
disciplinar de cada carrera de la FCE, UNCUYO, es el terreno en el que se
libran las tensiones entre las lógicas-lenguas maternas y extranjeras. Tanto la
Economía, la Administración como la Contabilidad están inscriptas en el campo
académico y como tales están exigidas a producir de acuerdo con los criterios
de validación de la comunidad científico-académica. Al mismo tiempo, la
historia de cada una de estas disciplinas da cuenta de una serie de saberes y
prácticas que circulan y se transmiten en una multiplicidad de espacios de
convivencia cotidiana: en las opiniones expresadas por los/as docentes en sus
clases entre contenidos y contenidos, en las charlas de
pasillo/buffet/patio/baños, en lo que se dice en los lugares de ejercicio
profesional, o lo que se dice sobre los lugares y las prácticas profesionales.
Esta tensión entre lógicas-lenguas que se da en el campo de cada disciplina no
es estable, sino que por momentos una de estas lógicas tiene mayor presencia o
emerge con mayor fuerza visible que la otra y, por momentos, la tensión es tal
que no resulta sencillo percibirlas con claridad.
De esta
manera, las categorías que convocaron este trabajo: experiencias, saberes y
conocimientos, pueden ser reconocidas, caracterizadas y dilucidadas en el
complejo de tensiones que acontecen en cada carrera al momento de realizar la
investigación que culmina en el trabajo final de grado. Este es el producto de
la puja entre el sentido común propio de la lengua materna y la exigencia de la
lógica propia de la lengua científico-académica, vivida frecuentemente con la
incomodidad que supone una lengua extranjera.
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[1]
Este trabajo constituye una de las tramas de una investigación
interdisciplinaria financiada por la Secretaría de Investigación
Internacionales y Posgrado (SIIP) de la Universidad Nacional de Cuyo. Datos completos
del Proyecto Tipo 1: Experiencias y
saberes en las investigaciones de la Facultad de Ciencias Económicas de la
UNCuyo. Inquietudes y supuestos epistemológicos y metodológicos, dirigido
por Alicia Alejandra Gabriele y codirigido por María del Pilar Rodríguez.
Código SIIP: 06/D219
[2]
(…) “el curriculum es la síntesis de
elementos culturales, conocimientos, valores, costumbres, creencias, que
conforman una propuesta político- educativa, pensada e impulsada por diversos
grupos y sectores sociales. Cuyos intereses son diversos y contradictorios,
aunque algunos tienden a ser dominantes o hegemónicos, y otros tienden a
oponerse y resistirse a tal dominación o hegemonía. Síntesis a la cual se
arriba desde distintos mecanismos de negociación y de imposición social.
Propuesta conformada por aspectos estructurales formales (que todos conocemos
del curriculum) pero también procesales prácticos. Así como por dimensiones
generales (social, política, económica) y también particulares.” (Del Vecchio,
2016, p. 4).