Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 7 N° 2 (2022) / Sección Dossier / pp. 1-14 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 16/12/2022 Aceptado: 30/12/2022
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.068
Tolerância aos muxes de Juchitán
Tolerance to the muxes of Juchitán
José Antonio Serrano
Castañeda
Universidad
Pedagógica Nacional, México
jserrano@g.upn.mx
Universidad
Pedagógica Nacional, México
juanmarioramos@gmail.com
Resumen.
Mostramos
el valor de los estudios biográficos para comprender los modos
de ser sujetos
en comunidades de diversa tolerancia hacia las prácticas
homoeróticas. El texto
reflexiona sobre la constitución de comunidades imaginarias a
partir de
trabajos etnográficos en comunidades indígenas; la
participación de medios de
comunicación; las injerencias de ONG sobre la comunidad
zapoteca, en especial
en Juchitán, tierra de tolerancias sexual hacia los muxes.
Los muxes cumplen diversas tares sociales y
culturales, son hombres con prácticas homoeróticas con
otros hombres que ni
ellos ni el grupo social considera homosexuales. Los zapotecas forman
parte de
los grupos originarios del sur de México, tienen fuerte
presencia en el país en
su conjunto, desarrollan prácticas de amplia
participación de la mujer, tanto
así que algunos científicos sociales la han denominado
cultura matriarcal. En
el presente documento se discuten seis asuntos sobre la región a
partir de
argumentos generados por un miembro de amplio reconocimiento en la
región de
Juchitán: 1) la valoración del rol de la mujer al
considerar que es un grupo
con prácticas matriarcales; 2) el mito del paraíso de la
izquierda; 3) el mito
del paraíso gay; 4) la idea de un tercer sexo; 5) la idea de
aceptación
generalizada de los muxes; 6) la generalización del
travestismo.
Finalmente, se plantean algunos efectos de la intervención de
los científicos
sociales, de los medios de difusión masiva y de las ONG sobre la
profesionalización del pueblo para dar respuesta a la diversidad
de intereses
de los externos a la comunidad.
Palabras
clave. Muxes,
Juchitán, cultura zapoteca, Elí Valentín Bartolo
Marcial,
Resumo. Mostramos
o valor dos estudos biográficos para
compreender os modos de ser sujeitos em comunidades de tolerância
diversa às
práticas homoeróticas. O texto trata da
constituição de comunidades imaginárias
a partir da intervenção resultante de: trabalhos
etnográficos em comunidades
indígenas; participação na mídia; a
interferência de ONGs na comunidade zapoteca,
especialmente em Juchitán, terra de
tolerância sexual com
as muxes. Os muxes cumprem diversas
tarefas sociais e culturais, são homens que
têm práticas homoeróticas com outros homens que nem
eles nem o grupo social
consideram homossexuais. Os zapotecas
fazem parte dos grupos originários do sul do México,
têm forte presença no país
como um todo, desenvolvem práticas de ampla
participação das mulheres, tanto
que alguns cientistas sociais a denominaram de cultura matriarcal.
Neste
documento, seis questões sobre a região são
discutidas a partir de argumentos
gerados por um membro de grande reconhecimento na região de Juchitán: 1) a
avaliação do papel da
mulher ao considerar que se trata de um grupo com práticas
matriarcais; 2) o
mito do paraíso dos governos de esquerda; 3) o mito do
paraíso gay; 4) a ideia
de um terceiro sexo; 5) a ideia de aceitação geral dos muxes; 6) a
generalização do
cross-dressing. Finalmente, são
levantados alguns efeitos da intervenção dos cientistas
sociais, dos meios de
comunicação e das ONGs na
profissionalização das pessoas para responder à
diversidade de interesses daqueles que estão fora da comunidade.
Palavras-chave. Muxes,
Juchitán, Cultura Zapoteca, Elí Valentín Bartolo
Marcial.
Abstract.
We show the value of
biographical studies to understand the ways of being subjects in
communities of
diverse tolerance towards homoerotic practices. The text deals with the
constitution of imaginary communities from the intervention resulting
from:
ethnographic work in indigenous communities; media participation; the
interference of NGOs on the Zapotec
community, especially in Juchitán, a
land of sexual tolerance towards the muxes.
The muxes fulfill various social and
cultural tasks, they are men who have homoerotic practices with other
men that
neither they nor the social group considers homosexual. The Zapotecs
are part of the original groups
of southern Mexico, have a strong presence in the country as a whole,
develop
practices of broad participation of women, so that some social
scientists have
called it a matriarchal culture. In this document, six issues about the
region
are addressed, based on arguments generated by a member of wide
recognition in
the Juchitán region: 1) the assessment of the role of women when
considering
that it is a group with matriarchal practices; 2) the myth of the
paradise of
left wing governments; 3) the myth of the gay paradise; 4) the idea of
a
third sex; 5) the idea of general acceptance of the muxes;
6) the generalization of cross-dressing. Finally, some
effects of the intervention of social scientists, the mass media and
NGOs on
the professionalization of the people raised to respond to the
diversity of interests
of those outside the community.
Keywords. Muxes,
Juchitán, Zapotec culture, Elí Valentín
Bartolo Marcial.
Dedicado a
Elí Valentín Bartolo Marcial
Las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro (15 de septiembre de 2015)
Fuente: Facebook
Los estudios producidos sobre la
construcción social de la sexualidad en el conjunto de las
ciencias sociales
han redefinido el concepto de humanidad (Mérida, 2002). Desde el
psicoanálisis
hasta la antropología, pasando por la educación, la
redefinición de la
sexualidad ―aún con el punto de vista biologicista— han
dado a la luz nuevos
descubrimientos del vigor de la cultura local para dar sentido al
erotismo y a
la asunción de la identidad sexual y la pujanza de la historia
para su
redefinición. Así, el principio de comprensión de
lo local se arrodilla ante
las pretensiones de universalidad que históricamente se
ahíncan los trabajos
cualitativos desarrollado sobre el tema.
A continuación
presentamos, por un lado,
cómo ―en ocasiones— las categorías sociales dan
cuenta de las prácticas
eróticas construyen comunidades imaginarias, al coquetear con la
descripción
generalizada de un pueblo; el modo de ser de una comunidad. Por otro
lado, el
valor de la asunción del punto de vista biográfico para
captar la particularidad
de un modo de ser de los sujetos en la cultura en cuestión. Lo
que presentamos
a continuación es una muestra de cómo las
categorías construidas por las
ciencias sociales llegan a ser insuficientes para describir las
prácticas de
asunción del erotismo y de posiciones sexuales propias en los
grupos sociales y
en las culturas originarias, zapotecas, en México.
Para el caso retomamos algunas
de las ideas
de un luchador social, Eli Valentín Bartolo Marcial (1956-2014)
y sus
posiciones respecto a la imagen que los locales dan a los
foráneos para “saciar
más las fantasías externas”, las de los
investigadores, reporteros, cronistas
que han llegado al pueblo de Juchitán para “conocer de
cerca” lo que es ser muxe.
El primer efecto que han creado los científicos sociales es la profesionalización
del pueblo de Juchitán para ser entrevistado. Como una especie
de “hazme la
pregunta que ya sé lo que quieres oír”. La
intervención de los medios de
comunicación, la difusión de trabajos de
investigación social sobre los muxes,
la acción de las ONG, han modificado sustantivamente el panorama
de tolerancia
del grupo original en relación al modo de ser muxe en
tan solo algunos
años.
En el mundo occidental —y
en algunos de los
países que se incluyen en esta denominación
geopolítica— vivimos una época
creciente de institucionalización de la tolerancia a la
diversidad que se
inauguró, por poner una fecha, con la declaración de los
derechos del hombre
(Hunt, 2009). Diversos procesos socioculturales acompañaron,
dieron cause, a su
aparición en Europa y a su propagación hacia diversas
latitudes con
consecuencias políticas, religiosas, sociales, culturales, e
incluso
económicas.
En la actualidad por diversos
medios se
conmina al ciudadano a la tolerancia, al respeto a la diversidad de
aprendizaje, género y cultural. Se llama al reconocimiento del
punto de vista
del otro, pero en la invocación, por efecto de su insistencia en
nuestra
cultura, olvida el trasfondo del colonialismo que intentó, a
partir del
reconocimiento de la vida sexual en dos géneros, anular las
diferencias
encontradas en las nuevas zonas conquistadas.
Por variadas vías se ha
dado el
reconocimiento de lo diverso. El comercio entre los pueblos y las
narraciones
que los mercaderes producían del encuentro entre culturas
hacían evidente las
diferencias. El descubrimiento de América, el choque con el otro
fue el
encuentro con variadas formas comercio, de patrones culturales, de ser
individuo, de hacer la guerra, de hacer el amor, de devenir ser
sexuado, que
chocaba con la oposición biológica hombre-mujer.
Encuentro que tuvo la
intención de eliminar las prácticas que los
conquistadores consideraban
moralmente impropias, contra natura. Sobre la sexualidad, el periodo
colonial
implicó la anulación de la diversidad bajo la
primacía de la distinción
biológica hombre-mujer.
Los españoles no tardaron
mucho en
reconocer, junto con la diversidad cultural, las variaciones sobre las
prácticas sexuales establecidas en las nuevas poblaciones. Antes
de la llegada
a México-Tenochtitlán las tropas españolas
arribaron a una de las más grandes
ciudades de la costa del Golfo el 15 de julio de 1519: Cempoala o
Zempoala.
Ciudad rica que tenía uno de los más grandes mercados del
nuevo mundo
(rivalizaba con el de Tlatelolco en el valle del Anáhuac),
estaba gobernada por
el Cacique Gordo (Xicomecóatl) que
practicaba la sodomía, pecado nefando: tenía a su
disposición una corte de
efebos totonacos. Los conquistadores no poseían palabras para
describir objetos
y prácticas de lo nuevo que en su paso se encontraban, pero
sí utilizaban
aquellos significantes que, desde su marco cultural, se
permitían para reprobar
determinadas acciones vistas como comunes en los pobladores locales.
Con el fin justificar la
conversión de las
nuevas poblaciones hacia el catolicismo y con ello modificar las
prácticas
culturales, desde el siglo XVI han surgido diversas deliberaciones
sobre la
naturaleza de las nuevas poblaciones ¿qué humanidad es la
que los indios
tienen? Una de las consecuencias es la distinción entre
naturaleza y barbarie
que dejó un hilo para pensar sobre la bondad de los naturales y
que Rousseau
explotaría más tarde con su idea del “buen
salvaje”. Otras argumentaciones
hacían descender a los nativos de un grupo de los hijos de
Adán. Pasaron muchos
años para que los conquistadores reconocieran la humanidad de
los hombres
locales. El derecho al alma de los indígenas fue un largo
proceso que tendía a
la justificación de la conversión y con ello a la
anulación de las prácticas que
se consideraban ajenas a los cristianos como la adoración de los
ídolos y la
modificación de prácticas sexuales que las diversas
congregaciones religiosas
encontraron en el recién territorio de la Nueva España.
La descripción de las
cosas del nuevo mundo no solo se refería al inventario de lo
existente como
nuevo, sino a lo nuevo que debería ser depurado para ser
incorporadas al reino
de Dios.
Desde sus inicios el
cristianismo se
preocupó por el control de las prácticas sexuales de sus
adeptos. Lo mismo
aconteció con los recién colonizados. El sistema
religioso local impresionó
ampliamente a los colonizadores. Los habitantes de Mesoamérica
compartían un
sistema común de dioses herencia de la cultura tolteca y
teotihuacana que
hacían tanto referencia a elementos etéreos como a
particularidades humanas. Se
veneraban a partir de la idiosincrasia de cada uno de sus grupos
étnicos, de
cada pueblo o barrio de las ciudades, de cada oficio, de la clase
social, de
ciclos de vida (infancia adolescencia y madurez, solteros o casados) o
para dar
cauce al placer sexual, regularmente asociado a los ciclos
reproductivos de la
tierra. “A menudo se combinan las distintas maneras en que existe
esta división
divina del trabajo” (Carrasco, en Florescano, 1997, p. 48). Se
añade a este
complejo la representación de cada divinidad en su fase
masculina y femenina.
El sistema religioso difícilmente establecía
relación de parentesco entre los
dioses. Pero lo común es la representación humana que, se
ligaba a rasgos
zoomórficos o vegetales propios de las actividades humanas.
Un sistema tan complejo apenas
fue más o
menos comprendido en el siglo pasado (Florescano, 1997). Pero en mucho,
explicado bajo los cánones del mundo occidental y con la moral
judeocristiana.
Tal es la forma de explicar a la deidad a la que se le rendía
especial culto a
la sexualidad (Cabada, 1992).
La Nueva España se
erigió en un territorio
con multitud de lenguas, grupos étnicos, sistemas religiosos
(con múltiples
equivalencias entre los grupos indígenas) y variadas formas de
reconocimiento
de la sexualidad entre ellos. Antes de la conquista algunas culturas
tenían
algún tipo de tolerancia hacia las relaciones homosexuales, la
zapoteca parece
que nunca la perdió y en especial en Juchitán —en
náhuatl ciudad de las flores―
y sus alrededores. Los vocablos a través del tiempo cambiaron se
tiene noticia
de los “Berdaches y sométicos que tendrían siglos
después a sus tataranietas,
las muxes contemporáneas” (Bartolo, 2015a, p. 19).
Hay acuerdo en señalar
que la palabra zapoteca
muxe deriva de muger que en castellano antiguo, hasta antes del
siglo
XIX era la forma de escribir mujer. Es un vocablo construido para
denominar dos
aspectos unidos: a los hombres del grupo indígena que en
posición de mujer
tienen relaciones con otros hombres —adoptan el rol de agente
pasivo en la
relación sexual― y realizan, de cara a la sociedad labores
propias de la mujer
así consideradas por los zapotecas y, por lo tanto, con
actitudes femeninas.
Las primeras descripciones antropológicas o históricas
sobre los muxes
refieren a un hombre que actuaba femeninamente, realizaba tareas
propias de
mujeres; no faltaba alguno que se colocara ropa de mujer, lo que no era
generalizado. En su origen, la palabra muxe no era ofensiva. En
México,
existen diferentes palabras para ofender: joto, pasivo, maricón.
En el país,
Juchitán se localiza en la
cultura zapoteca, en su lengua didxazá —didxa-palabra;
zaa-nube―;
ellos se denominan binnizá, —gente de las nubes―.
Juchitán es Xabizende —xa, lugar,
y Bizende,
San Vicente— como parte de la referencia hacia San Vicente
Ferrer, patrón
del pueblo. Juchitán está asentada en una región
que fue paso comercial entre
Mesoamérica y Centroamérica y de intercambio
interétnico. Desde hace décadas
cuenta con gran impulso económico. A diferencia de los
demás pueblos
originarios del país, se le cataloga como pueblo próspero
que no conocía los
índices de pobreza. Miano relata la autopercepción de los
juchitecos.
La percepción que los
juchitecos tienen de sí
mismos, coincide con la observación externa: una
población hospitalaria,
pachanguera, alegre, artísticamente elevada, creativa, bebedora,
generosa,
igualitaria, sensual, iconoclastas, espiritual, cariñosa, fiel a
la
"costumbre" y muy trabajadora. (Miano, 2006, p. 2)
Una característica
más de los zapotecas es
su afán festivo que tiene una denominación especial, Vela.
En Bartolo
encontramos que uno de los locales dice que viene de velada de
desvelarse
(Bartolo, 2010, p. 21). Son festividades —principalmente en mayo―
asociadas a
la producción agrícola, vinculada con santos o con
productos agrícolas o con
oficios o lugares o filiación y linaje, que permite un sistema
especial de
intercambio entre los grupos sociales. En su organización, se
crean lazos de
solidaridad (“guendalisaa, ayuda
mutua entre personas; bichi,
hermandad”, Miamo, 2002, p.60) y de reconocimiento que dan paso a
la
visibilidad pública; en parte sistema de apoyo, en parte para el
sostenimiento
de lazos sociales y también para divertirse. Es riguroso el
ingreso a cualquier
vela una caja de cervezas al hombro y el ofrecimiento de un donativo al
que
denominan limosna. Es común que se encuentren expendios de
cerveza afuera de
cada vela. Al entrar a la vela, a un extranjero le
extrañará ver que las
mujeres son el centro de la fiesta. Se instala un gran cobertizo y las
mujeres
son las que bailan entre ellas; los hombres permanecen sentados. Los muxes
tienen
sus velas. Inicia con una misa, la iglesia con muxes vestidos
de mujer.
La de las intrépidas se realiza en concordancia con un
día nacional, 20 de
noviembre. Asisten las figuras públicas de Juchitán como
respaldo. Otras se
organizan en diversos meses del año.
La zona del istmo es ampliamente
conocida,
en general, por su aceptación o tolerancia, hacia otros grupos
étnicos, extranjeros
y hacia las relaciones homosexuales. Caracterizada en la literatura
histórica
como práctica proveniente de las culturas originarias y que ha
movilizado,
desde principios del siglo pasado, a numerosos estudios y la
construcción de
mitos. La comunidad muxe del istmo también tiene el
propio.
Mis tíos
cheguigueños al ver a algún muxe'
afirmaban que era una persona no
caída del cielo, sino salida del saco de san Vicente.
Según cuenta la historia
oral, San Vicente, en su recorrido evangelizador por tierras colombinas
tenía
la misión de “repartir” a los homosexuales a lo
largo de todo el territorio
nacional y centroamericano, pero cuando pasó por
Juchitán, el saco donde los
llevaba se rompió y los muxe´s se regaron. Por eso es que
hay muchos muxe´s u homosexuales
en Juchitán. (Bartolo, 2015a, p.36)
Los pueblos originarios han sido
ampliamente
estudiados, los zapotecos no son la excepción. La
implosión de científicos
sociales, grupos religiosos, cineastas (europeos, americanos,
asiáticos), ONG
han encontrado en Juchitán nichos de oportunidad para satisfacer
su pulsión
epistemofílica y, sin intención, han mudado las
relaciones internas y la forma
de asumir el ser muxe en una sociedad indígena. Es
común reconocer con
puntos de vista críticos a autores de la comunidad.
Bartolo siempre fue
irónico-crítico sobre su
persona, su cultura y sobre lo que se escribía de los muxes. Gómez advierte que en
su primer encuentro
con Bartolo le
“hizo una observación muy atinada. Me comentó que
había mitos sobre Juchitán:
el mito del paraíso igualitario; el mito del paraíso de
la izquierda; el mito
del paraíso de las mujeres;… el mito del paraíso
gay… [y el mito de] la
pachanga total” (2015, p.210-211). Para Bartolo, “En el
decenio de 1980, el
SIDA entra y se instala en nuestras vidas y en nuestras camas. Para el
decenio
de 1990, ca muxe' istmeños se vuelven objeto de estudio, para
deleite foráneo y
antropológico” (Bartolo, 2014, p.26).
Uniremos estas dos acepciones
que se
encuentran en el discurso de algunos viajeros, etnógrafos,
turistas,
intelectuales que han pisado tierras juchitecas. Hay dentro de la
sociedad
juchiteca quien afirma este mito (Gómez y Miano, 2006).
La imagen de la mujer zapoteca
ha estado en
el imaginario de los mexicanos de diversas maneras: en un billete
había una
imagen de tehuana con traje de gala; Frida Kahlo se vestía
cotidianamente con
ropa del itsmo; Elena Poniatowska recibió su premio en
España vestida de
zapoteca; Natalia Lafourcade hace presentaciones en televisión
con blusa
itsmeña. La vestimenta de la mujer zapoteca también
depende del nivel
socioeconómico, la de fiesta tiende a ser muy cara por el tipo
de bordado que
incluye y las telas son un enjambre de hilos de diversas culturas
occidentales
y uso de técnicas en su confección.
El uso del vestido en las
mujeres zapotecas
refuerza el orgullo de su grupo cultural y el lugar de la mujer. El
vestido
incluye, en su versión de traje de gala, el resplandor —bida-niró—
o se
adorna el cabello con moños o flores, para el día a
día, se recoge con un
trenzado dispuesto de variadas hechuras. No falta la abundancia del
brillo de
oro, señal de estatus. En la vida cotidiana es bisutería
y que en días de
fiesta es la muestra aretes o arracadas, de figuras religiosas y
monedas de oro
de diversos tamaños; herencia de las mujeres antecesoras
—el oro se hereda
entre las mujeres—.
Este tipo de imaginario
reconstruye el mito
del paraíso indígena de la sensualidad, (con el uso de
una indumentaria que
sólo deja los brazos visibles); presenta a la mujer como libre
de ejercer su
sexualidad ante los otros. Se narra a la mujer como el centro de la
atención,
tradicionalmente ligada al sostén de la casa y el eje de los
asuntos
comerciales de fuerte arraigo en el grupo zapoteca. Bajo esta
perspectiva, con
fuertes dosis de realidad, la mujer es el centro de las relaciones
comerciales
de los productos familiares o de los que son susceptibles de favorecer
la red
de intercambios a modo de trueque. Además, posee un papel
protagónico en las
festividades religiosas, actividad central en las velas. No se puede
pasar por
alto que la mujer es la que ejerce, principalmente, la crianza.
En este imaginario, el rol
recíproco sería
el del hombre, paciente de cumplir el rol secundario, en su hamaca a la
espera,
sentado en casa, en alguna cantina: generalmente ligado a la bebida, al
alcoholismo. Este tipo de argumentos construyen la imagen de una
amazona en
regiones americanas, y se desliza la idea de la existencia de una
sociedad
matriarcal (Bennholdt-Thomsen, 1997).
Bajo la idea de paraíso
igualitario, se ha
planteado que los muxes son el tercer género
que estaría
complementando en sus actividades a los otros dos. Además,
cumpliría el rol de
educador sexual, como una medida de profilaxis y sostén de la
virginidad de las
mujeres. En la familia, sería el encargado del cuidado y la
vigilancia del
padre y la madre en su vejez y el apoyo de toda la familia en caso de
ser
necesario. En su hacer, sería el agente creativo por excelencia,
que cumple
toda labor manual, que hace reír, es alegre, elegante y
luchadora.
Gómez y Miamo (2006) han
señalado varios
aspectos que contradicen esta afirmación. No se discute la
evidencia de la gran
participación de la mujer en la vida comunitaria y familiar,
pero hay múltiples
matices que hacer. En primer lugar, hay subordinación del cuerpo
de la mujer al
hombre y el ejemplo ―cada vez en menor grado― es el rito de la
virginidad,
implica que el hombre muestre la sangre de la ruptura del himen. En
segundo, el
uso de la violencia intradoméstica y la aceptación de
otros tipos de relaciones
simultáneas. En donde los muxes pueden tener algo que
ver. En tercero,
el control férreo de las niñas sobre los niños,
dónde los niños suelen
participar en el control de lo que es hacer cosas de niñas y las
niñas no tener
grados altos de escolarización. En cuarto, las mujeres no han
tenido presencia
política a lo largo de la vida juchiteca, es un espacio
reservado para los
hombres. En quinto, a pesar de autodefinirse como un pueblo
artístico, las
mujeres han sido relegadas de la alta cultura, espacio privilegiado
hasta ahora
a los hombres. Finalmente, si este mito resalta el papel central de la
mujer,
es cierto que la cultura zapoteca es sexista pues abiertamente no
tolera las
relaciones homoeróticas y sexuales entre las mujeres a las que
denomina nguiu, un término peyorativo sin el
alcance institucional de la palabra muxe.
En México, el Partido
Revolucionario
Institucional gobernó de manera homogénea en
México desde 1929 hasta que en
1989 pierde la primera gubernatura. Pero fue en 1981 cuando la
Coalición
Obrera, Campesina, Estudiantil del Itsmo (COCEI) ganó las
elecciones, se
considera el primer municipio gobernado por grupos de ideología
socialista. El
movimiento pasó por diversas tribulaciones hasta que se vinculan
al Partido de
la Revolución Democrática y de ahí a la fecha solo
dos veces no han sido
gobernados por partidos de izquierda.
Juchitán no dejó
de estar asediada y se
generaron diversos programas. Los periódicos de izquierda
difundían las
tribulaciones del pueblo juchiteco, las organizaciones de apoyo y el
trabajo de
diversos artistas y escritores. Los simpatizantes de izquierda
consideraban el
ámbito como territorio libre y se percibían grandes
cambios políticos y de
solución de problemas para campesinos y obreros. Así como
la recuperación de
las tradiciones de la zona. Si bien pueden considerarse cambios
políticos, y
recuperación de tradiciones no llevó a cambios culturales
considerables en
relación con la cuestión muxe. El único
regidor fue Bartolo, en un
entorno donde su propuesta consideró comentarios
homófobos como los que
recuerda Coronado, solo un componente de la fórmula para
gobernar en el bienio
1994-96 la apoyó “el resto desechó la propuesta
debido a su homosexualidad «va
a hacer puterías», dijo alguno, «pero es
puto», dijo otro” (Coronado, 2015,
p.177). La izquierda local no promovió una visión
diferente de la tolerancia
hacia los muxes. Por lo que el mito de paraíso de
izquierda no parece
ser incorporado a los muxes.
Contrario a lo esperado, los muxes
que organizan la vela, autodenominadas Las auténticas
intrépidas buscadoras
del peligro (Bartolo, 2010; Bartolo, 2014; Santamaria y Tello,
2015), se
sienten más apoyadas en sus proyectos por el PRI ―partido con
orientación más
hacia centro derecha—. Con el fin de asegurarse el voto de los muxes,
subsidian “las orquestas, las bebidas; algún candidato o
servidor público
agraciado por el sistema corona a su reina” (Bartolo, 2014,
p.36).
En occidente se ha dado en
plantear a la
homosexualidad bajo consideraciones aparentemente claras. Según
la RAE es la
inclinación “sexual hacia individuos de su mismo
sexo” o “la relación erótica
que se produce entre individuos del mismo sexo”. La clave para
comprender es la
idea “mismo sexo”.
El término homosexual es
claro ante la
dicotomía hombre y mujer —desde el punto de vista
general—. A lo más, nuestra
cultura llega a aceptar el término bisexualidad como una tercera
forma de
erotismo. De entrada, nos parece común su utilización y
con ella vamos por el
mundo haciendo clasificaciones, pero cuando los antropólogos se
enfrentan con
sociedades que tienen diferente tolerancia hacia otro tipo de
prácticas
sexuales los análisis desconciertan. Para ello, los
antropólogos dedicados al
estudio del género han planteado dicotomías
genéricas para dar cuenta de la
construcción social del erotismo y sus consecuencias subjetivas
en las
sociedades, principalmente en las indígenas u originarias. Estos
científicos
sociales han pasado de la idea de tercer género a la de terceros
géneros.
Aunque en algunos casos se percibe que la descripción es
más de bien valoración
de las prácticas eróticas (Flores, 2010). En un texto se
nota el “desconcierto”
de los antropólogos: “Siempre sólo una parte de la
pareja es muxe y para acabar de desconcertarme,
también hay muxes que viven en relación estable
con una mujer, que están
casados y tienen hijos” (Müller, 1997, p. 284 citado en
Flores, 2010, p. 14,
subrayado nuestro). Se observa gran sentido de honestidad al intentar
dar
cuenta de la situación de los muxes: desconcierto.
Veamos los
cambios de las etnografías sobre los muxes en tan solo
un lapso de
tiempo de 10 años.
Los textos producidos en la
década de los
ochenta dan cuenta de la situación de los muxes distinta
a la de años
posteriores. No se utiliza la idea de «tercer sexo»
(Bennholdt-Thomsen, 1997)
solo se describen las prácticas de sujetos en la asunción
de posiciones
eróticas y sexuales toleradas en el grupo zapoteca.
Bartolo señala que hay
otros elementos que
están en juego (2015a): {1) la idea de un tercer rol
complementario; 2) la idea
de aceptación generalizada; 3) la generalización del
travestismo.
En la década de los
años ochenta del siglo
pasado era raro encontrar a muxes vestidos. Guerrero
—hacía 1989― escribe
“El homosexual típico, llamado mushé o
mampo, se muestra afeminado,
viste prendas de mujer, en casos aislados practica el transvestismo con
ropa
regional” (Guerrero en Flores, 2010, p. 4). En la
descripción no se indica que
socialmente los muxes estén considerados como el
«tercer sexo»; lo que
se resalta en la narración es la posición afeminada. Pero
otras descripciones
complican la caracterización de ser muxe. Veamos una
descripción más
fina, realizada cerca de diez años después:
sólo uno de la pareja es
considerado como
muxe, el otro es lisa y llanamente un hombre. El hombre que vive con
una mujer
y al mismo tiempo tiene relaciones amorosas con un muxe es un hombre.
Pero
también hay hombres que nunca tienen relaciones con una mujer,
sino que
frecuentemente viven en relación de pareja con compañeros
cambiantes, y sin
embargo son considerados como hombres y no como muxes. Siempre
sólo una parte
de la pareja es muxe y para acabar de desconcertarme,
también hay muxes
que viven en relación estable con una mujer, que están
casados y tienen hijos.
(Muller, 1997, p.284 en Flores, 2010, p.14, el destacado es nuestro)
Las descripciones plantean el
orgullo del
grupo por su cultura zapoteca y, en especial por su vestimenta. La
tolerancia
es hacia unos rasgos particulares, la posición femenina en la
práctica de la
vida cotidiana y en la sexual. Por un lado, los antropólogos
elaboran
categorías ―como la del tercer sexo— que no son asimiladas
en las descripciones
de los propios indígenas. Para ellos el ser muxe tiene
que ver con
sentirse mujer. La palabra homosexual es de reciente acuño para
ellos y
adquiere un lado de la caracterización: hacer de rol pasivo, con
actitud
femenina.
Aquí podría entrar
la autopercepción que
tienen los muxes de sí mismos, que parece asumir la
planteada por el
grupo social. “El trabajo de un maestro muxe es
más ameno, le busca más…
Los muxes son mejores que las maestras” (Bartolo, 2015a,
p. 53). En otra
parte del texto asevera “Nos distingue a los maestros muxe,
el ser
creativos y sensibles. Ser maestro muxe nos distingue mucho de
una
maestra porque siento que tenemos más sensibilidad”
(Bartolo, 2015a, p. 73).
La
tolerancia hacia los muxes se ha ganado y depende del contexto
histórico
concreto. Los muxes tienen un rol social que cumplir y, por
esta época,
son apreciadas las labores que tienen que ver con la
conservación de las
costumbres y el comercio. Pero la idea de tolerancia en Juchitán
sobre los muxes,
no siempre es recordada así. De las entrevistas que Bartolo
efectúa resalta una
que rememora los tiempos previos a una tolerancia más abierta.
El contexto es
el año 1979: “Es una etapa que vivimos en Comitancillo,
porque acá en Juchitán
no podíamos reunirnos todas las locas, porque nos
perseguía la policía”
(Bartolo, 2010, p.11). Recuerda otro hecho “una vez a mí
la policía me
persiguió por la ciudad, hasta que me trepé en una casa
vieja que ahora es un
bar, ahí me quedé, hasta que se fue el policía me
bajé” (Bartolo, 2010, p.11).
Si bien es cierto que las
etnografías
(Miamo, 2002; Gómez, 2015a) muestran que la aceptación
como muxe se da en capas
más bajas del estrato social, también dentro de ellas no
se da en automático.
Bartolo (2015) dejó el proyecto inconcluso, el estudio de
maestros muxes,
muestra cuando chicos no lo tenían fácil para hacer
pública su posición
femenina. Bartolo nos deja un legado sobre el valor de los textos
biográficos
para comprender la asunción del género. Por momentos una
relación de
tolerancia, por momentos hay homofobia; en algunos atavíos de
mujer, en otros
no.
Primera historia, vivir en zona
popular. El
contexto de la siguiente narración es de un muxe que
proviene de una
familia dedicada a hacer huaraches (zapatos de piel), de extracto
social bajo.
En la primaria “ya sentía la inclinación” le
gustaba colocarse la ropa de su
madre. Y en ocasiones ella le ponía a realizar tareas de casa,
reservadas a las
mujeres; pero el padre se molestaba. Su padre amonestaba “o
estudias o
trabajas” y no lo dejaba salir con los niños del barrio
para jugar, como hacía
la mayor parte de los niños de su edad. “traté de
ocultar mucho mi
homosexualidad ante los ojos de mis compañeros y también
de mi familia porque
mi papá era muy estricto, muy regañón, no iba a
permitir eso en la casa”
(Bartolo, 2015, p.23). En la secundaria la tensión con el padre
aumentó “creía
que mi papá no me quería por mi situación porque
se me notaba lo afeminado.
Sentía que no tenía el apoyo de mi papá, que me
rechazaba por ser homosexual”
(Bartolo, 2015, p.24).
El miedo se extiende tanto a sus
compañeros
de escuela, como a sus docentes, por ejemplo, se negaba a hacer los
ejercicios
que el maestro de educación física le demandaba. Dice:
“yo me sentía muy
afeminado y no los hacía”. En la adolescencia la
tensión con el padre crece,
huye de su casa y la tensión familiar en aumento hasta que logra
ingresar a la
Normal Bilingüe intercultural para estudiar como maestro de
educación básica.
Segunda historia, ser hijo de
familia
comerciante. La madre, comerciante, llevaba las riendas
económicas de la
familia, de un talante más afable. La posición holgada de
la familia permitió
—y con el pensamiento liberal de sus padres― que todos los hijos
estudiaran en
la UNAM, Ciudad de México. Las dos hermanas viven actualmente en
el extranjero:
una en Europa y otra en Australia. El hermano estudió medicina
—vive en
Juchitán― y él pedagogía. Para la época,
una familia istmeña poco típica que
dejaba cultivar profesionalmente a las hijas.
Estudió primaria y
secundaria en su pueblo
—aunque demográfica, política, económica y
culturalmente está catalogada como
ciudad, la población se refiere cariñosamente a
Juchitán como pueblo―. En su
infancia se consideraba alejado de vínculos de violencia,
tímido y de difícil
ligadura con grupos de pares, en parte debido a la dislexia que
padecía, lo que
fortaleció la relación con su hermano, quién
siempre lo protegió.
Reconoce los inicios de su
homosexualidad a
la edad de ocho años lo que le generaba sentimientos de culpa.
Se sobrecogía al
pensar que su padre se enterara de sus gustos eróticos. Se
sentía vigilado por
el padre y cuando lo regañaba utilizaba la palabra pendejo
como
sustitución de puto. Con su madre fue distinto “de
hecho no tuvimos que
hablarlo: lo sabía” (Hernández, Kooten, Leyva,
2015, p. 156).
Tercera historia. Anilú
recuerda su infancia
con gran intolerancia de su padre.
Desde chamaco, desde niño,
ya me sentía
homosexual, pero mi padre siempre me golpeaba, me pegaba mucho, yo
sufrí mucha
violencia en mi casa porque mi padre no me aceptaba tal cual era. Como
era su
único hijo, no tengo hermanos, por eso me pegaba mucho y esa fue
la forma en
que viví. Yo sufrí mucho, aunque mi mamá me
defendía… Una vez me iba a colgar
de la plancha, de la plancha de la casa me metió una soga en el
cuello, me iba
a matar, porque decía que prefería verme muerto, que
verme como homosexual. En
eso llegó mi abuelito y le dijo “Rey, ¿qué
haces?, déjalo en paz, hijo de tu
tal por cual”, y le llamó la atención, lo
regañó muy feo. “Laanu´ familiaca
laanu´, rabi bixhosebiida laabe”, le dijo mi abuelito a
él: “nos viene de
familia, porque tenemos tíos, primos, hermanos
así…” (Bartolo, 2010, p.53)
En los escritos que van de la
década de los
años setenta a los noventa, como más arriba está
indicado, el vestirse se
realiza en escenarios cerrados y privados, ocasionalmente se narran
vestimentas
en trajes típicos. Uno de los muxes originarios del
grupo de las
“Intrépidas”: “Nos juntábamos y
cerrábamos la cantina de Mora allá en
Comitancillo… cerrábamos el negocio y nos metíamos
con los muchachos a bailar,
a hacer nuestras cosas” (Bartolo, 2010, p. 11). El hecho de
vestirse de mujer
no era público, era ocasional, se hacía con materiales
diversos y, para parecer
mujer se buscaban materiales para rellenar huecos (para lograr la
apariencia de
tener pecho y ampliar las caderas).
En el texto de “Las otras
hijas de San
Vicente” el conjunto de relatos subrayan dos aspectos que hacen
que los muxes
se visibilicen en la comunidad y logren una presencia social más
activa. Por un
lado, la institucionalización a través de la Vela de Las
intrépidas y, por
otro, la participación de los muxes en equipos de
basquetbol del Itsmo.
La instauración de la
Vela inició con bailes
en enramadas y después en salones de baile. Uno de los primeros
organizadores,
Cazorla, relata que su estrategia fue invitar a todo el público,
especialmente
a señoras, a mujeres. En las reuniones ―ocasionalmente— se
vestían de mujer y
era el único lugar donde regularmente lo hacían. Por el
momento, si lo hacían,
no tenían como selección el vestido típico de la
región, utilizaban como
referencia el modelo de vestimenta imperante en los medios de
comunicación.
Principalmente se perfilaban por ser los dobles de grandes artistas
femeninas
nacionales o internacionales. La vela se convirtió en un
símbolo de reconocimiento
importante a nivel local. En este jugaron un papel crucial las grandes
cerveceras de la región que tendían a apoyar para el gran
consumo de cerveza
que en esos festejos se hacen, hasta la fecha. “Las
intrépidas auténticas como
todavía vivimos, tenemos el nombre, el respeto, no le vamos a
defraudar en las
fiestas que hemos hecho, se ha cuidado muy bien en este aspecto”
(Bartolo,
2010, p.13). Se subraya el poder simbólico que ha creado para la
comunidad muxe
la organización de la vela.
En su conjunto, los muxes de
Juchitán, aseveran que les dio presencia social el hecho de
participar por
algún tiempo en equipos de basquetbol, como muxes lograron ganar
un campeonato
regional. Buena parte de los que jugaban recuerdan esos momentos y
relatan el
contexto:
Es la cultura de acá, de
las intrépidas.
Cuando estás jugando con los hombres pues vas a jugar rudo, vas
a competir… En
cambio cuando ven a la jota, va a jugar el puto y si le ganas al hombre
la
gente te aplaude, risa vaya; y si le ganas al equipo contrario
también mucho
feliz. La gente al ir a ver a las intrépidas aunque perdieran,
pues allí
estaban aplaudiendo a las intrépidas con tal de que los hicieran
reír.
(Bartolo, 2010, p.38)
La Transmisión por
televisión, la cobertura
periodística, la asistencia de medios internacionales, la
aparición del VIH y
la inclusión de ONG ha cambiado el escenario muxe. Las
velas de muxes
iniciaron para que ellos “se presentaran tal como salían
las artistas en
televisión” (Bartolo, 2010, p. 13).
El tema amerita mayor
tratamiento; empero,
hemos deslizado algunos elementos que nos permiten reflexionar sobre
varios
asuntos de las intervenciones ―de los científicos sociales, la
cultura nacional
mexicana, los cambios en los patrones sociales, el asistencialismo de
las ONG—.
En primer lugar se encuentran las categorías elaboradas por los
científicos
sociales como la idea de sociedad matriarcal, matrifocalidad o el
tercer sexo.
En su conjunto, elaboradas para el medio académico, pero con
repercusiones para
el grupo zapoteca en su conjunto que dejan el papel del hombre en
segundo lugar
mandados por mujeres. A pesar de que la dinámica
económica sea de amplio
reconocimiento del lugar de la mujer, el hombre también coloca
su grano de
arena para el sostenimiento de la sociedad zapoteca (Miano, 2002).
Por su parte, la idea de tercer
sexo implica
la institucionalidad de la homosexualidad en términos de
relaciones reconocidas
entre hombres, lo que internamente no se acepta por los agentes
internos. El muxe
se considera mujer; el mayate, chichifo, machín que tiene
relaciones sexuales
con los muxes ni él ni la sociedad lo reconoce como
homosexual: para la
sociedad zapoteca realiza sus tareas de hombre con alguien que se
reconoce como
“mujer”. Es por eso que los mismos muxes perciben
que lo que a nivel
nacional es un logro ―El matrimonio homosexual― ellos advierten que eso
sería
muy difícil en la región, no se imaginan teniendo
relación estable entre dos muxes.
Le preguntan a una luchadora por los derechos y la visibilidad muxe:
“¿tú crees que la ley de convivencia y el
matrimonio homosexual funcionen en
Juchitán? Yo creo que es difícil” (Bartolo, 2010,
p.33). La práctica
homoerótica no está correlacionada con la identidad
sexual (Gómez, 2015a.).
Ante estos hechos, sin comprender la subjetividad implicada afirma que
las
prácticas sexuales son bisexuales (Flores, 2010).
Los muxes en la
región han creado su
propia cultura y sus códigos lingüísticos para
organizar sus prácticas, han
sido agentes proactivos para reivindicar su lugar como muxes en
la
región del itsmo. Con la participación en tareas de la
sociedad, en tareas
deportivas y sobre todo con el beneficio que han tenido las velas de
“Las
auténticas intrépidas buscadoras de peligro”. Es la
fiesta regional que deja
toda la ciudad sin un hotel, una gran derrama económica y
grandes ganancias
para las cerveceras patrocinadoras. Asisten figuras sociales,
culturales y
políticas de la región o fuera de ella. La vela ha
proyectado a Juchitán en el
plano internacional de una manera espectacular.
De la difusión de las
velas muxes por
medio de la televisión o de las notas periodísticas se
han suscitado dos
fenómenos que no encontrábamos hace veinte años.
Por un lado, el muxe se
autodefinía como mujer a pesar de estar casados y tener hijos
—que conocen su
situación de muxe― y ocasionalmente, por fiestas, se
travestían en mujeres.
Ahora la situación ha cambiado mucho. De como mujer a ser
mujer.
En palabras de un muxe “tenemos más ventajas que
ellas. Nos vestimos
como queremos… Tenemos libertad. No tenemos que lavar platos,
hacer la comida,
cuidar a los hijos” (Flores, 2010, p.17). Con lo que el ocasional
travestismo
está dando paso a transexualismo. Si antes asistían a la
tienda más cercana a
comprar algún tipo de plástico para ayudar a moldear la
figura; ahora está el
deseo de operarse para que los hombres sientan que es mujer
(Miano,
Bartolo, 2010, p.86).
La presencia de la figura de los
muxe se
daba sin la temprana visibilidad de vestirse como mujer, una de las
ventajas
políticas que construyeron fue el aceptar vestirse como sus
madres y abuelas,
con el traje típico. Esto proporciona visibilidad, se
incorporaba a las
políticas de asumir las tradiciones locales. El empoderamiento
ganado ha
llevado a que sea más temprana la aparición de muxes
preadolescentes
acompañado de una creciente homofobía en el
establecimiento escolar y en las
velas —organización social importante de estatus social―.
A la vez que las
velas se han multiplicado en las poblaciones cercanas, ha crecido la
homofobia
y crímenes de odio contra la población muxe.
Ahora los muxes ya
no están en esa zona intermedia, parecen transitar a la
consolidación de dos
sexos.
La visibilidad permitió
que diversos medios
regionales se preocuparan por hablar de los muxes, pero a la
vez se han
difundido noticias amarillistas sobre el tema, con claras consecuencias
negativas para la comunidad. Decía Bartolo “la modernidad
nos alcanzó” con sus
secuelas de discriminación, inician en 2009 crímenes
brutales contra muxes
de la zona. Bartolo plantea con lucidez el significado de un crimen a
los muxes:
Este asesinato se convierte en un
atentado al
patrimonio cultural, ya que en nuestra sociedad [zapoteca] existe
tradicionalmente
tolerancia en relación con la diversidad sexual y en especial a
los muxes, por
lo tanto este crimen se convierte en un atentado a un patrimonio
cultural
intangible (Munio, Bartolo, 2010, p.89)
Como a nivel internacional, el
VIH, aparece
en la escena oaxaqueña. En su talante de proactividad los muxes
se
organizaron y desarrollaron proyectos de atención muy
diversificados que
alcanzaron reconocimientos nacionales e internacionales: ejercen
ciudadanía
para informar a todos los sectores sobre el tema. En la zona se han
instaurado
diversas ONG y campañas de apoyo con panfletos informativos,
charlas,
conferencias, talleres, también con obras de teatro.
Además de los medios
masivos, como la televisión, estas acciones permitieron la
conexión con organismos
internacionales de diversa envergadura que se objetivó
en… dinero y en la
generación de líderes comunitarios. En una zona pobre el
dinero llama y en una
zona de gran tradición comunitaria, la formación de
líderes (con dinero) tiende
a la generación de divisiones internas y a la creación de
una imagen: el muxe
se deja de lado para pasar a la difusión de la imagen de trabajo
de
asociaciones con indígenas travestis o transgénero
(Miano, Bartolo, 2010).
Como señalaba, los medios
crearon una nueva imagen
del muxe y de su fiesta. De una fiesta para mostrarse como muxe
con gran sentido étnico a una imagen de la fiesta gay con
énfasis en lo drag
queen. La vela muxe se proyecta por primera vez en cadena
nacional
en el 2000.
De ahí en adelante,
ningún año ha faltado la
presencia de televisiones nacionales y reporteros, fotógrafos y
documentalistas
extranjeros. Ya pasaron medios canadienses, japoneses y griegos…
Ante este
fenómeno de difusión masiva, la oleada de visitantes
foráneos no se deja
esperar y año tras año Juchitán es invadido por
japoneses, norteamericanos,
europeos, por supuesto que gallegos, catalanes y madrileños,
periodistas,
reporteros e investigadores. La vela de las intrépidas…
se convierte en party
gay… el discurso de la reina es en castellano y no en
zapoteco y la reina
debe utilizar y manejar categorías como aceptación,
tolerancia,
concientización, empoderamiento, perspectiva de género,
es decir, un discurso
para el extranjero, sin olvidar un eslogan reivindicador de la
identidad muxe.
(Miano, Bartolo, 2010, p.101).
La visibilidad lograda, la
distribución
inequitativa de los recursos llegados del exterior, han creado a profesionales
de las entrevistas para todo público.
Cuando me han entrevistado,
principalmente
reporteras europeas, me preguntan quiénes son los muxes, les
respondo, los
muxes son muxes y con mucho sarcasmo les digo, quieres que utilice los
giros
lingüísticos de tu lengua para complacer a tu
público pues entonces escribe que
son vestidas, otras transgéneros, y con unas ganas enormes de
ser transexual y
que ya es un invento de occidente para folclorizar una forma de
relación
genérica que más que para explicar un fenómeno
social satisface una fantasía
exótica de las y los fuereños, por ejemplo, revise los
estereotipos que ponen,
jamás aparecerá un muxe con cuerpo de campesino o
pescador o albañil masculino
o jóvenes anoréxicas vestidas a la moda que dictan las
estrellas televisivas y
que tampoco es la moda de punta que los jóvenes de su mundo
portan o travestis
otoñales gordas envueltas en huipiles y trajes istmeños.
Volviendo a crear dos
imaginarios, el cuerpo joven delgado occidental o el cuerpo
otoñal robusto
indígena, no hay espacio para otras corporalidades, darketos,
queer o
simplemente gente común como la mayoría. (Bartolo, 2011,
s/p)
En una visita reciente a la
página del
Facebook encontramos el comentario de un muxe sobre el tema de los
extranjeros
que entrevistan. Lo transcribimos tal y cual está.
25 de Mayo de 2016
Que tal mis
intrépidas !
el día de hoy me
llegó un reclamo de
una televisora internacional, quejándose de que por qué
cobramos tan caro por
una entrevista , que en lugar de que se haga con profesionalismo y para
dar a
conocer nuestras costumbres al mundo como ya lo hemos hecho con otros
medios,
seguimos cobrando cada vez mas caro y que peor aún, que algunas
quieren siempre
ser protagonistas o manejar a otras compañeras y cobrar por
ellas.[2]
La conversación sigue, un
usuario le señala
que si siguen cobrando, las dejarán en el olvido y el mismo muxe
da la
siguiente respuesta, apelando a su comprensión.
Querido XX, nosotras
nunca hemos rogado para una entrevista, y vivimos de nuestro trabajo. y
si
llega una televisora que quiera una entrevista o reportaje de 5 horas
de
trabajo bajo el sol, y de más voy a cerrar mi negocio para
atenderlos, vestirme como
quieren, justo cobrarles por mis servicios? o lo tengo que hacer de
gratis. o
ellos a caso bienen a trabajar de gratis? Claro que no ellos ganan en
dólares
amigo. y nadie les obliga a pagar a personas si no les.convien
Miamo y Bartolo (2010) se
plantean la
pregunta relativa a lo que vendrá. Estaremos alerta a ello.
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