Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 8 N° 1 (2023) / Sección Dossier / pp. 1-11 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 23/04/2023 Aceptado: 10/07/2023
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.097
Figures of disfigurement: The little hunchback and his family circle
Universidad de Innsbruck, Austria
stephanie.graf@uibk.ac.at
Resumen. "La desfiguración es la forma
que adoptan las cosas en el olvido", dice Walter Benjamin en su famoso
ensayo sobre Franz Kafka. El mundo de la desfiguración alberga todo aquello
que, excluido del orden social y lingüístico y olvidado por nosotros, ha sido desechado
como inútil, sobrante, inclasificable y que, sin embargo, sobrevive al orden
intencionado y orientado a objetivos. Este residuo, precisamente porque no se
puede conceptualizar, siempre ha producido su propio mundo de imágenes en la
literatura, la música, en definitiva, en la imaginación humana. En este
artículo, rescato la idea de la desfiguración de Walter Benjamin como clave de
interpretación de este círculo de figura. Los habitantes de este mundo de la
desfiguración, traviesamente se esconden en los rincones ocultos de nuestro
orden doméstico. Son extraños y ajenos, inquietantes como algo que una vez fue
nuestro y ahora está excluido. Lo que tienen en común es que se niegan a
hablar, que se sustraen al agarre del concepto, que no se les puede inmovilizar,
que despiertan culpa y vergüenza y que -quizá porque no viven, sino que a lo
sumo sobreviven- no pueden morir. Como revoltosos y fantasmales cambia-formas, no nos dan tregua, exigen
atención y desafían nuestro pensamiento, y sugieren que sin ellos no será
posible una vida reconciliada.
Palabras clave. Desfiguración,
Walter Benjamin, Franz Kafka, mesianismo, reconciliación.
Abstract.
"Disfigurement is the form that things take in oblivion," Walter
Benjamin states in his famous essay on Franz Kafka. The world of disfigurement
harbors all that, excluded from the social and linguistic order and forgotten
by us, has been discarded as useless, leftover, unclassifiable. Yet, this rest
survives the purposeful, goal-oriented order. This residue, precisely because
it cannot be conceptualized, has always produced its own world of images in
literature, music, in short, in human imagination. In this article, I rescue
Walter Benjamin's idea of disfigurement as an interpretative key to this circle
of figures. The inhabitants of this world of disfigurement mischievously hide
in the corners of our domestic order. They are strange and alien, unsettling as
something that was once ours and is now excluded. What they have in common is
that they refuse to speak, that they escape the grasp of the concept, that they
cannot be immobilized, that they provoce guilt and shame, and that - perhaps
because they do not live but at most survive - they cannot die. As unruly,
ghostly shape-shifters, they give us no respite, demand our attention and
challenge our thinking, and suggest that without them a reconciled life will
not be possible.
Keywords.
Disfigurement, Walter Benjamin,
Franz Kafka, messianism, reconciliation.
“Odradek es la forma adoptada por las cosas en el
olvido”, describe Walter Benjamin al “bastardo más singular” del mundo, evocado
por Franz Kafka. Es en su ensayo sobre aquél que Benjamin traza los contornos
de este mundo como un mundo de la desfiguración. “[L]as cosas en el olvido
-traduce Roberto Blatt este párrafo sobre Odradek- “están deformadas” (Sie
sind entstellt), versa el
pasaje en alemán, están desfiguradas – eso sería la traducción exacta y más
apropiada que quisiera proponer y, de esta manera, introducir una categoría que
sirve para caracterizar todo un círculo de figuras literarias, y, como veremos
a lo largo de este artículo, no literarias. La desfiguración se revelará como
clave interpretativa que abre una perspectiva sin precedentes a las heridas
causadas por la modernidad capitalista, pero también al potencial utópico que
estas heridas contienen dentro de sí. El mundo de la desfiguración alberga todo
aquello que, excluido del orden social y lingüístico y olvidado por nosotros,
ha sido desechado como inútil, sobrante, inclasificable. Sin embargo, las
criaturas quienes lo pueblan sobreviven al orden predominante, a este orden
orientado a fines y objetivos tal como Odradek, protagonista del cuento
kafkiano Las preocupaciones de un padre de familia,
sobrevivirá a eso, al menos apunta todo, aun a la muerte del padre. Es un resto
que, hasta el día de hoy, todo orden civilizatorio ha producido. Provoca culpa
y –precisamente porque elude a la conceptualización– produce un mundo
imaginario en literatura, música, y la tradición oral de cuentos y leyendas. En
él retozan figuras que a veces se componen, como Odradek, de cosas, a veces son
más reconociblemente humanas: lo que tienen en común es que estorban y
perturban al ordenado mundo doméstico. A la familia de Odradek pertenecen Hemlin,
de Ilse Aichinger, y el jorobadito de la canción infantil: Ellos son figuras
que hacen travesuras en los rincones ocultos de nuestro orden doméstico,
perturban nuestro ajetreo, nos hacen dudar y tropezar. Son extraños,
extranjeros o, en terminología freudiana, unheimlich, extraños al hogar.
La categoría freudiana de lo siniestro, de hecho, no les queda tan mal, como
algo anteriormente propio que ahora se excluye. Lo que tienen en común es que
se niegan a hablar, se apartan del agarre y se sustraen a ser capturadas por el
concepto, no se dejan inmovilizar, despiertan culpa y vergüenza y que -quizá
porque no viven, sino que a lo sumo sobreviven- no pueden morir. Como
cambia-formas revoltosos y fantasmagóricos, no nos dan tregua, exigen atención
y desafían nuestro pensamiento, sugiriendo que sin ellos no será posible una
vida reconciliada.
En las siguientes páginas, exploraré la categoría
de la desfiguración y el desfiguramiento –die Entstellung– en los
escritos de Walter Benjamin. Preliminarmente, aclararé el significado del
prefijo Ent- (des-) en el idioma alemán, para después ubicar el lugar que ocupa
en la topografía benjaminiana como un lugar un poquito des-fasado en
comparación con el uso habitual de la lengua (I). Este lugar específico se
perfila de manera más clara poniéndolo en perspectiva desde categorías
familiares, por ejemplo, la categoría de la Ent-staltung
(de-formación/de-construcción). A continuación, introduciré algunas figuras
ficcionales de la desfiguración (II): Odradek de Kafka, Hemlin,
de Ilse Aichinger, y el jorobadito como aparece en Walter Benjamin. Hemlin,
una figura femenina y, como se ha propuesto, quizás una “hermana” de Odradek,
nos llevará a un círculo de figuras de la desfiguración fuera del mundo
ficticio (III): al mundo femenino como desfigurado. Como veremos en este
apartado, las mujeres aparecen como ent-stellt, des-figuradas, en el
mundo moderno. Sin embargo, esto no sólo tiene como consecuencia su condición
de víctimas, sino también contiene un potencial liberador: conviene decir esto
para poder pasar al tema del componente mesiánico de la desfiguración. Como ya
se ha dicho al principio, las figuras desfiguradas siempre nos recuerdan que
algo falta en nuestro mundo y que aún necesita ser sanado; de ahí la petición
del jorobado al niño que lo incluya en la oración. Como la categoría de la
desfiguración no solamente tiene su función en el universo del pensamiento
benjaminiano, sino que ha tenido una vida posterior en otros pensadores como
Theodor W. Adorno, la desfiguración como clave interpretativa puede iluminarse
desde la perspectiva de este pensador.
Para captar la terminología benjaminiana con sus
grupos semánticos específicos, la gramática no se puede dejar de lado. Hay una
serie de términos que mejor que conceptos podemos entender como constelaciones
-en el sentido que agrupan varios conceptos en una especie de mapa que podemos
entender como idea[1]-. Así, las categorías Entscheidung
(decisión) y Entsetzen (terror) tal como la Entstellung
(desfiguración) que nos preocupa aquí, y Entstaltung (que como
neologismo aún no tiene traducción) son términos recurrentes en el pensamiento
de Walter Benjamin. Cada una de ellas constituye el centro focal de un campo
semántico. Sobra indicar que todos comparten el prefijo ent- que
comúnmente se traduce como de- y normalmente expresan, según el léxico,
un distanciamiento, una confrontación, o “la oposición anuladora de una acción”
(DWDS 2023). Esto último, tal vez lo más significante para entender la
semántica especifica de las palabras que comienzan con ent- tiene que ver con
la familiaridad de -ent -estamos hablando de un parentesco lejano que
viene del siglo VIII– con la palabra Ende, final. Ese parentesco ilustra
muy bien cómo la mayoría de las formaciones de verbos con este prefijo
denominan una acción “que reversa lo afirmado
por el verbo simple” (DWDS 2023): un
ejemplo muy fácil sería el verbo entwaffnen: desarmar. Hay otras
composiciones que se adhieren a un adjetivo o directamente a un sustantivo,
pero funcionan de manera parecida. Las
otras connotaciones tienen que ver con los prefijos, también del alto alemán
antiguo, *and(a)- que originalmente
significaba “contra”, “en contra de”[2] (DWDS 2023). En
ese sentido, puede indicar una acción referida a una contraparte, o, también, a
una separación, a un proceso que se distancia del punto de partida. Es
interesante tener todas esas posibles connotaciones en mente considerando el
hecho que en ninguna de las configuraciones benjaminianas bajo nombres con el
prefijo Ent- es claro cuál de los significados es el predominante.
Quisiera comenzar las reflexiones acerca del
neologismo benjaminiano que, por lo tanto, no tiene traducción. La palabra Entstaltung
aparece en un fragmento corto dentro de los escritos estéticos de Benjamin, un
fragmento titulado Fantasía. Benjamin afirma ahí, en contra de una
opinión común, que la fantasía no tiene que ver con Gestalten (formas) y
no forma, de tal manera que „hasta se puede llamar a los fenómenos de la
fantasía como Entstaltung (de-formación o de-construcción) de lo formado
(des Gestalteten)” (GS VI, 114). La fantasía, sigue, opera como un juego
disolvente “alrededor de las formas”, creando un mundo con leyes propias, pero
no es ella misma la que disuelve a las formas, ella no es el sujeto de la
acción de disolver, sino son las formas las que se disuelven a sí mismas. Donde
la fantasía misma intenta disolver a las formas, se vuelve fantástica, dice
Benjamin para comprobar estas observaciones, entendiendo lo fantástico como
teniendo una dimensión constructiva o de espontaneidad. Lo dice con un tono
poco aprobatorio, y como si fuera para suavizar este tono, da el ejemplo de la
única forma fantástica que considera como legítima: la grotesca (GS VI, p.
115). Ahí, la fantasía no de-forma (entstaltet) sino sobre-forma (überstaltet)
de manera destructiva, constituyéndose, así, como una forma límite dentro del
ámbito de la fantasía.
La fantasía, donde no es fantástica, por el contrario,
nunca destruye. No es constructiva, sino, justamente entstaltend
(de-formativa), o, visto desde el lado del sujeto, “puramente negativa” (GS VI,
p. 115). Lo distingue la ausencia de toda fuerza, que viene desde el interior
de las formas, “es libre y, por eso, sin dolor” (GS VI, p. 115): explica que
esto significa que, desde el lado subjetivo, la fantasía significa recepción
pura. A este lado subjetivo le corresponde un lado objetivo, su Entstaltung
(de-formación) “como mundo de nacimiento sin dolor” (GS VI, p. 115). Tampoco
lleva a la muerte, sino “eterniza la caída que provoca en una serie infinita de
transformaciones” (GS VI, p. 115). Así, la Entstaltung muestra el mundo
en “infinita disolución”, comparable con el „resplandor vespertino sobre la
escena desierta del mundo con sus ruinas descifradas” (GS VI, p. 115). Entstaltung
es la disolución de la apariencia, su purificación de toda tentación. Una
apariencia pura existe, dice Benjamin, para quedarse con la metáfora del
resplandor del sol, también en el amanecer, en el devenir del mundo. Y,
cambiando registros desde lo estético hacia lo teológico: “Es el resplandor que
está sobre las cosas del paraíso” (GS VI, p. 115).
En la obra del arte reaparece la Entstaltung
de manera problemática, porque son fuerzas subjetivas que ingresan en la
formación de la obra. Hay que buscar la Entstaltung en el lado de la
obra que se sustrae a la intención subjetiva, es decir, en el lado de la
expresión. En ella, es el lenguaje, afirma Benjamin, que es capaz de adoptar a
la fantasía; solo el lenguaje tiene suficiente poder sobre la fantasía como
para domesticar sus fuerzas. Queda por explorar, dice Benjamin, por qué el
lenguaje tiene este poder –vamos a quedarnos con esta pregunta en mente en las
siguientes consideraciones-. Sami Khatib ha observado que la figura de la
de-formación se puede comprender como un modelo estético de “los movimientos
mesiánicos de disolución corporal y transitoriedad eterna” (2013, p. 256) tal
como aparecen en el Fragmento teológico-político. El movimiento de la Entstaltung
no conoce, igual que el movimiento mesiánico, un telos, un objetivo o un
cierre, sino solamente direcciones (Khatib 2013, p. 256). El método nihilista,
que propaga Benjamin en el Fragmento, se podría llamar bien, a los ojos de Khatib,
política de la Entstaltung: “No lleva a la destrucción, sino a la
de-construcción de lo constructivo.” (Khatib 2013, p. 257). La Entstaltung,
entonces, promueve una especie de nihilismo de todos los destinos finales:
abre, en las palabras de Sami Khatib, “un tercer camino, más allá de la
destrucción activa respectivamente la devaluación moral de todo lo existente y
de la percepción pasiva-contemplativa de un proceso cuasi automático de
decaimiento de todo lo orgánico” (2013, p. 258). Regresando al motivo de la
apariencia –del Schein– se puede constatar que en la disolución
constatada más arriba se puede ver un modelo de este tercer camino: la
apariencia purificada, como brillo, “no genera, significa, o devela nada”
(2013, p. 258). “Está en disolución o transformación sin fin, sin que 'se
congele' a una apariencia cósica, formativa” (2013, p. 258). Este tercer camino
no debe su existencia a una especie de sujeto creador ni pertenece a una
estética de los sentidos, sino, más bien, a una cierta medialidad: en ella, algo no-sensual se comunica, sin forma y
mediación. El mundo visto desde esta tercera perspectiva, la de su Entstaltung
sin fin, está iluminado por este brillo que apunta a su “fin mesiánico como
restitución de algo que no tiene precedentes (eines nie Dagewesenen)”
(2013, p. 266). Queda por investigar, y lo vamos a tener en mente para las
siguientes consideraciones, si esta dimensión mesiánica de la Entstaltung
(de-formación), el vínculo que mantiene con la naturaleza mesiánica como
transitoriedad sin fin este eje que entreteja la naturaleza a-histórica con la
histórica, la historia natural con la historia humana, puede iluminar también
la idea de la Entstellung (des-figuración). Podemos anticipar que ambas
ideas están remitidas a la redención, aunque de manera distinta: mientras la Entstaltung
es una categoría estética que contrarresta la subjetividad soberana y
constructiva a través de una disolución
inmanente de las formas, las figuras desfiguradas, aunque atrapadas en la
desfiguración, no se dejan fijar en una sola forma o un solo lugar. Al metamorfearse constantemente, expresan
el movimiento entstaltend, deformativo, y desde estas formas
desfiguradas nos interpelan mesiánicamente: expresan la demanda
de ser redimidos, liberados de la desfiguración. Se conjugará esa idea en el
siguiente apartado, viendo los ejemplos de figuras desfiguradas.
Después de habernos acercado a algunas dimensiones
semánticas del prefijo Ent-, y, con esto, la idea de Ent-Stellung
en el apartado anterior, examinaré ahora algunos de los lugares en los escritos
benjaminianos en los que usa este verbo o su sustantivación y las figuras que
aparecen en la literatura y en la cultura popular que Benjamin sitúa en el
mundo de la des-figuración. Estas figuras las voy a leer paralelamente en
dirección a sus similitudes, para llegar de esta manera a una determinación más
exacta de este mundo: la idea de la desfiguración será descubierta de esta
manera, como veremos dentro de poco, como la idea que organiza estas figuras
como configuraciones del olvido (Vergessenheit). Siguiendo una
sugerencia de Vivian Liska, quien, en un ensayo titulado “Las hermanas de
Odradek” (Odradeks Schwestern, 2002) compara una figura del universo
literario de Ilse Aichinger con Odradek de Kafka, admitiré otra figura
literaria en el círculo de las figuras desfiguradas: Hemlin, del tomo Palabras
malas (Schlechte Wörter) publicado originalmente en 1976, también
será la figura más joven dentro de este círculo.
El cuento corto Preocupaciones de un padre de
familia, de Franz Kafka, introduce un ser llamado Odradek. El texto
comienza, curiosamente, con especulaciones etimológicas, con la pregunta si el
nombre Odradek es de origen esloveno o alemán, y la incertidumbre sobre este
mismo, que se cierran constatando que estas consideraciones “no ayudan a
determinar el sentido de esa palabra” (Kafka 2003, p. 459). Y pasa a la
descripción, por así decirlo, fenomenológica, porque “[c]omo es lógico, nadie
se preocuparía por semejante investigación si no fuera porque existe realmente
un ser llamado Odradek” (Kafka 2003, p. 459 A primera vista, aparenta como una
bobina de hilo en forma de estrella, está cubierto de retazos de hilo, enmarañados, de los más diversos colores y materiales.
Después el lector se da cuenta que la bobina es más que una bobina y que, a
través de unos palitos, puede estar parado como si fuera en dos piernas:
Uno siente la
tentación de creer que esta criatura tuvo, tiempo atrás, una figura más
razonable y que ahora está rota. Pero éste no parece ser el caso; al menos, no
encuentro ningún indicio de ello; en ninguna parte se ven huellas de añadidos o
de puntas de rotura que pudieran darnos una pista en ese sentido; aunque el
conjunto es absurdo, parece completo en sí. Y no es posible dar más detalles,
porque Odradek es muy movedizo y no se deja atrapar. (Kafka 2003, p. 459)
Esta criatura, entonces, es descrita como teniendo
una figura no-razonable, que tiene su paradero en los áticos, en los pasillos,
en la escalera, en aquellos lugares pues cuya función es difícil de determinar
y que, de alguna manera, se caracterizan por constituir una especie de espacio
umbral. Odradek lleva una vida nomádica, pero infaliblemente regresa
periódicamente a la casa. Es muy pequeño y esto lo lleva a ser tratado como
niño. “Domicilio indeterminado”, responde a la pregunta en donde vive, riéndose
sin pulmones; otras veces no contesta sino se queda “callado como la madera de
la que parece hecho” (Kafka 2003, p. 459). Parece sustraerse de cada intento de
dejarse categorizar.
Las preocupaciones del padre de familia, quien al
final del cuento es revelado como el narrador, consisten en la duda sobre el
destino ulterior de esta criatura. A los ojos del narrador parece improbable
que pueda morir, ya que todo lo que muere, “debe haber tenido alguna razón de
ser, alguna clase de actividad que lo ha desgastado” (Kafka 2003, p. 459). Aquí
aparece una familiaridad con la idea de Entstaltung, y es justamente la
clave por la cual podemos captar la dimensión mesiánica de Odradek: ilustra, a
manera no-sensual, el nihilismo de los destinos finales y de las identidades
fijas. La apariencia siempre cambiante se lleva a cabo mediante la disolución
permanente de las apariencias fijas, dejando este como brillo que, en palabras
de Khatib “no genera, significa, o devela nada” (Khatib 2013, p. 258). La
charla con Odradek, entonces, evoca también un mundo mesiánico, redimido, “como
restitución de algo que no tiene precedentes (eines nie Dagewesenen).”
(Khatib 2013, p. 258) Es por esto, tal vez, que el cuento termina en los
sentimientos encontrados del narrador: “No parece que haga mal a nadie; pero
casi me resulta dolorosa la idea de que me pueda sobrevivir” (Kafka 2003, p.
460). Mientras Odradek sobreviva, así se podría leer esta frase, el mundo no
está redimido: sigue siendo un mundo que fija identidades, valora la
instrumentalidad y desecha todo aquel cuyo papel no se deja fijar en una
función productiva medible. Solo no sabemos si el padre de familia también sabe
esto.
Pero hay que regresar a la interpretación de
Odradek por parte de Walter Benjamin, interpretación con la que iniciaron estas
reflexiones. Las cosas, en el olvido, toman la forma de Odradek, una forma
desfigurada. Son estas cosas de las que nadie sabe qué son. En términos
psicoanalíticos, el olvido no es casual, sino que tiene que ver con la
represión. Freud ha propuesto que lo reprimido no se queda en el olvido, sino
que vuelve, en otra forma, en otro lugar. Las figuras desfiguradas se pueden
ver como elaboraciones literarias de esto. Todo un círculo de figuras en el
universo de Kafka pertenece a este mundo de la desfiguración, tal vez la más
prominente entre ellos es el bicho monstruoso de La Metamorfosis “de
quien sabemos demasiado bien que representa a Gregor Samsa”. Cambiar de forma,
o formas inciertas son indicios de una vida desfigurada. Desfigurada está,
según Benjamin, también la criatura que es medio gato medio cordero, pertenece
a este mundo (Benjamin 1989, p. 155). Hermafroditas, criaturas umbrales, entre
el mundo animal y el mundo humano, los que no están ni de un lado de la
frontera, ni del otro. Mediante una larga cadena de figuras literarias estas
están “conectadas con el arquetipo de la desfiguración: el jorobado”. Benjamin
destaca que, más allá que las figuras que podemos situar en el ámbito de la
desfiguración, hay una serie de gestos en Kafka que le pertenecen: los
burócratas tienden a agacharse en los espacios de techos bajos, sus cabezas,
vencidas por la fatiga, se hunden en el pecho. En la Colonia Penal los
castigos se tatúan en las espaldas de los culpables, de tal manera que la
espalda tendrá que descifrar la culpa enigmática por la cual están ahí. Todos
esas figuras y gestos entonces, descienden del jorobado; Benjamin recurre a la
canción infantil del jorobadito para resaltar sus características (Benjamin
1989, p. 156). Apareció en la primera mitad del siglo XIX en la colección de
textos de canciones populares "Des Knaben Wunderhorn": una
figura jorobada, empeñada en travesuras, aparece siempre cuando hay que hacer
el trabajo "habitual" del día - y lo hecha a perder. Donde el orden
habitual se reproduce, se cobra descaradamente su peaje. Lo cobra porque ha
sido víctima, podemos suponer, no solo del olvido sino también de una violencia
que lo ha excluido. Un verso dice: "Si quiero ir a mi cuartito, / si
quiero comer mi muesli: / un hombrecillo jorobado está ahí, / ya se ha comido
la mitad". Probablemente existía en el inconsciente colectivo mucho antes
de la canción como figura responsable de la propia torpeza: si te mira, se te
cae algo de la mano, se rompe algo, etc. Cuando te mira, "[te]
encuentra[s] sobresaltado ante un montón de pedazos" (Benjamin 1982, p.
137), como escribe Walter Benjamin en su breve ensayo El hombrecillo
jorobado, una de las miniaturas de la Infancia en Berlín. La
desfiguración –die Entstellung– tiene entonces, a diferencia con la
de-construcción, un carácter destructivo. Sus figuras se han desfigurado, y
ahora demandan justicia y esperan la redención. En el ensayo sobre Kafka,
Benjamin describe al jorobadito de la siguiente manera: “Este hombrecillo es el
recluso de la vida deforme. Desaparecerá cuando venga el Mesías, de quien un
gran rabino dijo que no cambiará el mundo por la fuerza, sino que sólo lo
enderezará un poco” (Benjamin 1989, p. 156, traducción modificada). Benjamin
continúa relatando el lugar que el hombrecillo jorobado había ocupado en su
propia existencia:
Llevaba las de
perder, donde aparecía. Las cosas se sustraían, hasta que, a lo largo del año,
el jardín se había convertido en un pequeño jardín, mi cámara se había
convertido en una pequeña cámara, y el banco en un banquito. Se encogieron, y
fue como si les creciera una joroba, que ahora las incorporaba por largo tiempo
al mundo del hombrecillo. (...) Por lo demás no me hizo nada (...) sino
recaudar de cada cosa que tocaba el tributo [den Halb-Part] del olvido.
(Benjamin 1982, p. 138, traducción modificada)
Queda por determinar si el jorobadito causa el
fracaso, o solamente lo acompaña. Probablemente, más que el culpable, es el
testigo de la desgracia.
Antes de pasar al último lugar en el que Benjamin
presenta la idea de la desfiguración, quisiera introducir otra figura literaria
para ver las similitudes con los que presentamos hasta aquí y también para ver
qué puede contribuir a una determinación más exacta del lugar de la
desfiguración. La pieza de prosa Hemlin, escrita por la escritora
austriaca Ilse Aichinger y publicada en el tomo Palabras Malas [Schlechte Wörter 1976], se ha visto en este contexto: Vivian
Liska ha descrito a Hemlin, como una “hermana” de Odradek (Liska 2002). Hemlin
es, al inicio del texto, alguien; alguien quien recibe las órdenes
"baja", "no te escondas", alguien quien se esconde tras su
"modesta figura", "refunfuñando contra el sol", arrastrando
siempre uno de sus pies tras de sí: "no arrastres". Alguien quien se
ha endurecido en algo, terco, gruñón, hasta cambia de especie, de género,
porque de repente Hemlin es un lugar, “Hemlin en el estado de Jackson”, con una
población pelirroja, un lugar en el que nunca nieva, que económicamente está
especializado en la actividad de pesca (Aichinger 2021, p. 81). Si
interpretamos la pesca como intento de captar lo escurridizo, lo intangible, lo
iridiscente -lo que se escapa de las manos- Hemlin es así, de repente, su
opuesto, un lugar de claridad donde todo yace abierto... y no bajo la nieve,
por ejemplo.
En otro
momento Hemlin es la figura de una mujer, pero solamente como esbozo: el
artista nunca pudo realizar el encargo: es el esbozo de una mujer, a punto de
irse, nuevamente imposible de captar. Las formas de Hemlin cambian cada vez con
mayor rapidez. Hemlin es a veces un membrete, una buena dirección, algo claro y
fiable, pero al momento siguiente una "especie de alegría irrazonable de
ocasiones que son razonables en sí mismas" (Aichinger 2021, p. 82). Un
excedente por encima del ordenado mundo racional. Y como en el caso de Odradek,
cuya risa susurrante, parecida a la de una cosa, hay que recordar. En el caso
de Hemlin son "risas de pájaro, saltos mortales, la alegría de hablar
entre dientes, etc." (p. 82). Imprevisible, sobrepasando los pronósticos,
pero también infantil: eso es lo que describe Hemlin. Hemlin tiene su
"origen en la tendencia humana a infravalorar las ocasiones" (p. 82).
Lo contingente parece desempeñar aquí un papel: "Estas ocasiones
infravaloradas crecen en secreto y luego estallan". (p. 82) Al final del
texto, nuevamente una voz en imperativo, que pregunta: “Hemlin, Hemlin, wo
bist du?” - ¿dónde estás?” Parece preocupada esta vez, “pero ven, Hemlin,
¡te ahogan!” Todas las especulaciones sobre qué debería ser Hemlin llevan a
callejones de sentido único. “Definiendo, se lleva al absurdo la definición, se
separa definiendo, hasta que no quede nada de Hemlin: la palabra del título
forma, solo y descolgado, al mismo tiempo la palabra final del texto.”
(Schafroth 1981, p. 145)
Al
final, sólo queda la palabra, Hemlin. Como Odradek, una palabra cuyo
significado se nos ha perdido. Pero ¡hay!, difícil de pasar por alto. Con un
pequeño giro, la palabra "Heim (hogar)" contenida en ella. O
Heimlich. Y como ya era previsible por la secuencia intermitente de Hemlin como
el deslizamiento y lo que capta, este Heimlich contiene al mismo tiempo
su contrario, lo Unheimlich, insuficientemente traducido como lo
"siniestro". Bajo este trasfondo, lo anteriormente dicho se muestra
en una luz nueva, ya que Freud buscaba la fuente de lo siniestro en lo
reprimido. Conviene recordar aquí que, según Freud, la excitación afectiva de
lo siniestro, que Freud asignó al ámbito estético, evoca terror, no porque sea
simplemente desconocida, sino porque se remonta a "lo viejo familiar, lo
que durante mucho tiempo fue familiar" (Freud 1989 [1919]: p. 244). Luego,
concretamente: cuando se trata de cosas reprimidas socialmente, habla de lo
superado –Freud se refiere a supersticiones que han sido superadas por la
razón, pero cuyos restos uno encuentra de vez en cuando en situaciones que
desencadenan el sentimiento de lo extraño-. Cuando se trata de psicología
individual, la palabra represión está en el lugar adecuado. Experimentalmente,
vamos a leer represión y superación juntos, e intentar, de manera provisoria,
acercarnos a una determinación de estos olvidos en los que las figuras
desfiguradas cobran su forma curiosa –o, quizás mejor, su no-forma-.
El olvido como segregación: lo que se olvida es lo
que se segrega del orden intencional: diferentes niveles de segregación qué- en
el nivel del proceso de civilización - orden nacional-estatal-capitalista, que
siempre conlleva urbanización y sedentarización. El judío, el gitano, el nómada
-ya se ha señalado varias veces el parecido del jorobado con Asuero-, todas
estas reliquias de formas sociales pasadas habrían preferido ser segregadas por
la ideología dominante. A nivel individual-psicológico-biográfico, el olvido
pertenece probablemente a la edad de la infancia -se ha olvidado el enfoque
infantil del hogar y de las cosas, lúdico y no subordinado a la ley del
trabajo-. Ahora desencadena malestar allí donde regresa involuntariamente. El
nivel más difícil de comprender es el lingüístico-metafísico. Si partimos de
una analogía estructural entre las estructuras lingüísticas y las metafísicas,
es decir, las estructuras del pensamiento, la tendencia a la segregación es
hacer disponible lo indisponible. El intento de hacer que el ser y el
pensamiento sean completamente congruentes debe fracasar: siempre queda un resto,
y este resto está desfigurado. Esto también significa que ya no es reconocible
su procedencia. Está, por así decirlo, codificado, y si queremos cumplir su
misión, tenemos que descodificarlo, poniendo atención a las cicatrices que
estas criaturas que sobrevivieron a la segregación conservan.
Walter Benjamin ha sido un observador atento de
las transformaciones culturales que acompañaron el auge del capitalismo. La
urbanización, la sociedad de masas, y los cambios a los que estaban sujetos los
individuos dentro de esto fueron temas que reaparecieron en muchos lugares de
sus escritos; aparecen elaborados frecuentemente a partir de un centro que
estructura muchos de los cambios elaborados: la mirada. No es de extrañar,
dentro de esto, que Benjamin se preguntara por las transformaciones que sufrían
las relaciones de género. Le interesaban desde su habilitación (fracasada)
sobre el Origen del Trauerspiel Alemán, donde observaba que la mirada
melancólica del alegorista devaluaba y revaluaba las cosas. Paradigmático para
estas cosas alegorizadas era el cuerpo femenino. Pero el cuerpo femenino,
aparte de des-idealizado, muerto, ya que lo vivo tiene significado propio y no
puede ser portador de aquel significado que el alegorista deposita en él.[3] Hay otro
alegorista, ya eminentemente moderno, que provee a Benjamin con un diagnóstico
acertado pero preocupante de la sociedad urbana capitalista. Charles
Baudelaire, poeta de la ciudad y observador de los fenómenos de masa. Una de
sus obsesiones es el desplazamiento de los límites entre hombre y mujer, la
otra es la prostitución, y otra, su propia impotencia.
En Walter Benjamin y la utopía de lo femenino,
Christine Buci-Glucksmann hizo un minucioso análisis del lugar de estos motivos
en el pensamiento de Benjamin: Desde el Trauerspiel a los poemas de
Baudelaire, Benjamin ha observado la transformación de la mujer en una
mercancía de masas. Esto trae consigo la pérdida de sus cualidades “naturales”,
entre comillas naturales porque el imaginario de lo femenino se ha nutrido de
la fijación social a su rol reproductivo. Pero también pierde el “aura poética:
la belleza como idealización sublimada como la rodea Beatrice de Dante”
(Buci-Glucksmann 1984, p. 17). Y claro, la Divina Comedia de Dante
Alighieri fue escrita antes de la pérdida de la trascendencia, de la relación
de lo terrenal con el garante de sentido divino; y así, el amor terrenal se
concebía bajo el auspicio divino. La integración de la mujer en el mercado
laboral tiene, como otra cara de la moneda, la devaluación de su papel
reproductivo y la transformación de la prostitución en fenómeno de masas.
Necesariamente, una nueva definición de lo femenino y lo masculino acompañan
esas transformaciones, registrados por Baudelaire, quien “captado en todas las
ambivalencias analizadas por Benjamin (históricas, psíquicas, como poeta), en
consciencia del propio androginismo, en su rabia destructiva y en su impotencia
– el camino de sufrimiento de su soledad –se identifica tanto con la prostituta
-la imagen de la modernidad- como con la lesbiana, la protesta heroica de la
modernidad” (Buci-Glucksmann 1984, p. 18). En todo esto está el diagnóstico de
que entre el trabajo asalariado del capitalismo, el tiempo de trabajo enajenado
y “prostituido”, ya que esté vaciado o enajenado de sus cualidades concretas, y
el amor valorizado que la prostituta se deja pagar, medido en tiempo también,
hay “más que una analogía superficial”:
Así como el trabajo
asalariado, generalización de la mercancía, marca el 'declive' de lo
cualitativo, del valor de uso y de las diferencias en favor de una sumisión a
la universalidad del intercambio y a la abstracción de esta universalidad, la
prostitución expresa el fin del aura y el 'declive' del amor. (Buci-Glucksmann
1984, p. 20)
Buci-Glucksmann recopila una serie de citas de la Obra
de los Pasajes para reconstruir la perspectiva de Benjamin. Entre ellas hay
una que expresa el deseo masculino de llevar al cuerpo femenino a la
inmovilidad, de matarlo: “En el cuerpo sin vida, que sin embargo se ofrece al
placer, la alegoría se conecta con la mercancia” (p. 20). Buci-Glucksmann, por
lo tanto, puede concebir el cuerpo femenino como lugar en el que también un Trauerspiel
se estaba poniendo en escena. El despedazamiento – simbólico y real – del
cuerpo femenino es parte de esto. Típico de toda violencia alegórica, se está
realizando un movimiento doble: “la desfiguración y devaluación del todo
real, después su humanización fantasmagórica” (p. 21). La desfiguración
aquí está conectada con la pérdida del aura: la feminidad desfigurada ha
perdido su aura, que aún en la Divina Comedia estaba palpable. Era un
aura de belleza divina, “su particularidad absoluta” conectada a un cuerpo
completo, y una posición mediadora entre el amor divino y el amor humano,
finito. Ahora, es posible la separación radical del erotismo y el amor, y la
prostituta lo incorpora paradigmáticamente. Regresando a Baudelaire: El cuerpo
femenino, ahora lejos de representar amor inmortal, ahora confronta al poeta
con su propia mortalidad (p. 22). El cuerpo femenino sin vida expresa también
una transformación del deseo:
En la experiencia
lirica se inscribe el deseo por la muerte del deseo. Una paralización perversa,
cuya cumbre finalmente son el amor de la prostituta y la impotencia del hombre.
Esto lleva a la nueva polaridad del deseo típico para Baudelaire: o placer
perverso o místico. (p. 22)
Es decir, la mujer o se representa como bestia o
como ángel. De esto, una se tiene que disfrazar –el cuerpo femenino al que se
ha quitado tanto su maternidad como su apariencia sublime se puede desear solo
como “muerto, despedazado y petrificado” (p. 23).
Un paisaje desolador es lo que deja el impulso
destructivo de la alegoría. Sin embargo, Buci-Glucksmann deja claro que este
impulso, al mismo tiempo, contiene una dimensión crítica. Esa dimensión tiene
que ver con la des-mistificación “de la totalidad real” “del orden dado”
(Benjamin [Obra de los Pasajes] por Buci-Glucksmann 1984, p. 23). Vale
la pena echar un vistazo a cómo Theodor W. Adorno sigue pensando en la idea de
la desfiguración para perfilar de manera más clara en qué consiste su carácter
crítico y, por tanto, su potencial utópico. Un aforismo en Minima Moralia
habla del carácter femenino como producto de la sociedad masculina. El ideal de
la feminidad que sirve como modelo para el carácter femenino, está hecho como
correctivo de aquella, argumenta Adorno, pero la limitación de este carácter
muestra que el patriarcado no renuncia a la soberanía. A continuación, y un de
manera sorprendente lleva esta observación a una afirmación acerca de la
naturaleza deformada, y no solamente de la mujer, sino la naturaleza en
general. "La imagen de la naturaleza no deformada sólo surge en la
desfiguración como su opuesto" (Adorno 1964, 120). En las líneas
siguientes se aclara más el sentido de estas palabras. Lo que la sociedad llama
“naturaleza”, dice Adorno, es solamente el producto de la mutilación social, su
herida, por así decirlo. La feminidad como la sociedad masculina la ha
producido solamente es natural en el sentido que se ha censurado su reflexión:
“Su integridad y pureza son precisamente el logro del ego, de la censura, del
intelecto, y precisamente por eso se lanza tan libre de conflictos al principio
de realidad del orden racional.” (Adorno 1964, 120) Glorificar a un “carácter
femenino” supuestamente natural, por lo tanto, va de la mano con la humillación
de las mujeres. Eso significa que el remedio de la herida no puede ser un
regreso a una supuesta naturaleza del carácter femenino. La utopía de lo
femenino surge, como “la imagen de la naturaleza no deformada” solo como el
negativo de esta desfiguración. Aquí está la dimensión mesiánica de la
desfiguración, su demanda de curar la herida y de corregir lo deforme. No
tenemos, aun, una imagen positiva de la utopía femenina, más allá de las
figuras de protesta como la lesbiana y la andrógina de Baudelaire. Sin embargo,
reconociendo la desfiguración que hiere tanto a las mujeres como a los hombres,
implica una demanda de redención.
Redimir la feminidad desfigurada, por lo dicho, no
significa devolver a la mujer su estatus idealizado conectado con su rol
reproductivo. Más bien, consistiría en curar aquellas heridas que la mujer
sufre por el consumo masificado de sus cuerpos. Como se vería esto en términos
de la relación entre los géneros, no se puede pronosticar – pero la necesidad
de este ajuste queda incluida en cualquier pensamiento utópico. Y así llegamos
nuevamente al componente mesiánico de la desfiguración. Walter Benjamin
reconoció en el jorobadito un familiar del Chiffonier, del trapero
parisino de los Paradis artificiels de Baudelaire. Convierte a la basura
en portadores de la esperanza. Éste, por otro lado, es un familiar del ángel, y
todos tienen algo en la espalda: El trapero la cesta del pasto, el ángel la
pareja de alas, y el hombrecillo la joroba. En la espalda, entonces, ahí donde
no pueden mirarlo, está situado este "contenedor de gestos perdidos".
Esa localización es ambigua y, para Benjamin, "representa para cada una de
estas tres figuras tanto la carga opresiva del destino como el elemento
redentor de la salvación" (Perrier 2009, p. VII).
En este artículo he presentado algunas figuras que
se pueden descifrar bajo la clave interpretativa de la idea de la
des-figuración. Son figuras que tienen algo destructivo que resulta de una
herida, recuerdan, como Chiffre, una culpa enigmática. Esta es la razón
por la cual estas figuras de la desfiguración provocan un malestar. ¿Por qué es
doloroso para el padre de la casa imaginar que Odradek le sobrevivirá y seguirá
revolcándose aún bajo las escaleras y en los rincones de la casa de sus hijos y
los hijos de sus hijos? ¿por qué la voz arenga a Hemlin, le amenaza, y por qué
el hombrecillo jorobado provoca desventuras?
La respuesta está en que alguna vez se ejerció violencia sobre estas
criaturas, la culpa es la culpa del olvido, o peor aún, de la negación de esta
violencia, la normalización del orden del que emanó esta violencia. Estas
criaturas causarán miedo y malestar mientras no se conozca y acepte lo que ha
ocurrido, estas criaturas demandan algo de nosotros. Las criaturas reclaman
atención, una revuelta contra la vida dominada: el jorobado representa la servidumbre,
y si el jorobadito en la última estrofa de la canción demanda que recen por él,
es la demanda de que la negligencia y la despreocupación terminen. Si se presta
a estas criaturas la atención que exigen, se pueden leer en ellas algunas
cosas: se puede leer la posibilidad de la protesta, de la revuelta; y también,
como su opuesto, la imagen de la vida no distorsionada.
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(último
acceso 20 de abril 2023)
[1] Acerca
de la relación entre concepto e idea, véase el famoso prólogo epistemocrítico
del Origen del drama barroco alemán.
[2] Esta
raíz se conserva también y aún más reconocible en palabras que inician con el
prefijo ant-, por ejemplo, antworten (responder).
[3]He elaborado esta compleja dialéctica entre devaluación y revaluación en la alegoría barroca en otro lugar. Véase Graf
2022, 84-102.