Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 10 N° 1 (2025) / Sección Artículos / pp. 1-30 / 
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 07/09/2023 Aceptado: 7/06/2025
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.144
Citizenship
in Secondary School Textbooks. Review of Four Argentinean Cases
Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET),
Centro de Estudios
filosóficos, históricos y antropológicos en Educación (CEFHAE),
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
shapiro.carmina@outlook.com
Resumen.
El presente análisis se ubica
en continuidad con trabajos realizados anteriormente (Shapiro, 2020, 2023), en
los que revisamos y analizamos algunos diseños curriculares de la historia
educativa argentina para las materias correspondientes a formación
ética/educación cívica. Aquí nos interesa revisar cómo se construye la idea de
ciudadanía en cuatro materiales específicos de formación ética y ciudadana
(manuales escolares), en el pasado reciente (1994-2016), si guarda relación o
no con los supuestos de pluralismo originados por el liberalismo político post
Consenso de Washington, y si podemos afirmar que exista un cuerpo canonizado de
saberes que hacen a la formación ciudadana en dicho período, en el sentido de
ser saberes aceptados y legitimados por los saberes académicos. Con esto,
pretendemos contribuir a pensar las características que asumen las prácticas
ciudadanas y los discursos sobre esas prácticas en la actualidad, echando luz
sobre fenómenos como la despolitización o el aparentemente creciente desinterés
de las poblaciones por participar en la vida política institucional de
Argentina. En las conclusiones, presentaremos algunos gestos que conviene
evitar en la educación ética y ciudadana, y otros que conviene incentivar desde
la perspectiva de una educación filosófica.
Palabras
clave. formación ética y
ciudadana; manuales escolares; pluralismo; enseñanza; educación filosófica.
Abstract. The present analysis is in continuity with previous works (Shapiro,
2020, 2023), in which we reviewed and analyzed some curricular designs of
Argentine educational history for the subjects corresponding to ethics/civic
education. Here we are interested in reviewing how the idea of citizenship is
constructed in four specific materials on ethics and citizenship education
(school textbooks), in the recent past (1994-2016), whether or not it is
related to the assumptions of pluralism originated by the post-Washington
Consensus political liberalism, and whether we can affirm that there is a
canonized body of knowledge that shapes citizenship education in the mentioned
period, in the sense of being a body of knowledge accepted and legitimized by
academic studies. With this, we intend to contribute to thinking about the
characteristics assumed by citizenship practices and the discourses on these
practices at present, shedding light on phenomena such as depoliticization or
the apparently growing disinterest of the populations to participate in the
institutional political life of Argentina. In the conclusions, we will present
some gestures that should be avoided in ethical and citizenship education, and
others that should be encouraged from the perspective of a philosophical
education.
Keywords. ethics and citizenship education; school textbooks; pluralism;
teaching; philosophy education.
Habitamos
un tiempo en el que el pluralismo es concebido como un dato. Esto es, la
diversidad de maneras de vivir y la variedad de concepciones de bien se asumen
como puntos de partida tanto para reflexiones teóricas como para decisiones
políticas y sociales.
Post
Consenso de Washington, post Guerra Fría, post quiebre del mundo bipolar se
cristalizó una separación entre los valores sostenidos en la esfera de la vida
privada y los valores sostenidos en la esfera de la vida pública, como lo
muestran las discusiones en torno al liberalismo político y debates afines,
llevados adelante por Rorty, Habermas y Rawls como figuras de las más
emblemáticas. En general aceptamos que a los Estados, lo mismo que cualquier
otra institución de la esfera pública, no les corresponde decirnos o
prescribirnos a las ciudadanas[1] cómo
debemos vivir, bajo qué valores, religión o reglas morales. La ley y las
instituciones en general aparecen en este esquema como lugares intermedios y
neutrales, que regularían y posibilitarían la convivencia de distintas maneras
de vivir, antes que defender alguna en particular. La cualidad de ser
ciudadanas parece ubicarse del lado público de esta tensión, es decir, del lado
de los valores públicos, con la consecuencia de que se vuelve imperante
preguntarse qué relación cada persona está dispuesta a entablar entre sus
creencias y convicciones personales y aquellas preferibles o más convenientes
para la vida en común. Esta es la perspectiva que ha construido el liberalismo
sobre la sociedad (Habermas y Rawls, 1998; Rawls, 1971; Rorty, 1992; Vallespín,
1998), y que nosotros queremos problematizar y revisar críticamente aquí, desde
una perspectiva que piensa la vida política desde los procesos sociales
populares.
En
nuestros tiempos, la escuela se volvió un órgano fundamental en la transmisión
y construcción de algunos acuerdos básicos sobre qué constituye la educación ciudadana
o la educación cívica. Dicho en otras palabras, la escuela cumple un papel
fundamental en la creación de la imagen socializada de la ciudadanía. No
obstante, sabemos que el pasaje de las discusiones académicas y disciplinares
hacia el interior de la escolaridad no siempre se produce en buenos términos ni
conservando las complejidades propias del campo. Este pasaje trunco hace de los
manuales escolares un tipo de literatura con características propias, cuyo
ámbito de circulación es propiamente la escolaridad, con efectos pedagógicos
específicos, como ser la formación y transmisión de imaginarios sociales,
valores y lecturas de la realidad. Además, no hay que perder de vista que los
manuales escolares juegan un papel como parte del marco teórico del profesorado,
principalmente cuando no se cuenta con formación especializada en el campo.
En el
presente análisis nos interesa revisar cómo se construye la idea de ciudadanía
en los manuales escolares específicos de formación ética y ciudadana, en el
pasado reciente, si guarda relación o no con los supuestos mencionados más
arriba, y si aquellas reflexiones de la filosofía política y las ciencias
políticas podrían haberse constituido como un canon al respecto, en el sentido
de ser saberes aceptados y legitimados por los saberes académicos.
Algunos
materiales de referencia para la elaboración de estas reflexiones han sido los
siguientes. El trabajo de Luis Alberto Romero y equipo (2004) explora la
concepción de nación presente en textos escolares de Historia, Geografía y
Civismo, reconociendo tradiciones teóricas e ideológicas que han marcado hitos
en la construcción de la imagen de Argentina y de los argentinos, como la
liberal o la tomista. En su proyecto de investigación, la selección de los
manuales escolares que analizan varía según la disciplina, aunque en general,
podemos decir que en su recorrido toman unos cuantos manuales escolares del
período 1936-1977 y que el análisis se concentra con mayor incidencia en
manuales escolares de las décadas de 1980 y 1990, pero sin llegar a tematizar
la reforma de la Ley Federal de Educación.
El
análisis realizado por Mónica Ippolito e Isabel Porro (2003), si bien es un
recorrido bastante sintético, resulta valioso en su capacidad de brindar una
perspectiva histórica de amplio espectro para observar contrastes y tendencias
generales. Las autoras ubican seis períodos, desde 1952 hasta 2003, en los que
la materia sobre civismo fue cambiando de nombre y orientación, y los analizan
bajo la hipótesis de que la educación cívica no tuvo siempre la misma impronta
ni el mismo espíritu en su enseñanza, puesto que las reformas en los recortes
curriculares guardaron relación con el contexto socio-político de cada período.
En una
clave analítica similar, considerando la relación entre política y educación,
los trabajos de Roberto Bottarini (2002, 2013) exploran las influencias
históricas, geográficas, políticas y filosóficas que confluyeron en la
formación del programa inicial para educación cívica (1863-1953), deteniéndose
en los hitos que marcaron perspectivas diferentes entre 1953 y 1976. La tensión
principal que el autor señala se establece entre unos valores liberales
clásicos y unos valores nacionalistas y populares emergidos en el marco del
peronismo. También sobre el período fundacional de la educación formal en
Argentina (1875-1916), los trabajos de Marcela Dubini (2015) y Virginia
Ginocchio (2006) permiten pensar los fundamentos ético-filosóficos
(positivistas en este caso) de la educación moral y corporal-conductual en la
escuela primaria.
Los
trabajos de Carolina Kaufmann y Delfina Doval (Kaufmann y Doval, 2006) exploran
cómo en la última dictadura cívico-militar se generaron materiales para civismo
“con el único objetivo de difundir el ideario político-pedagógico de aquellos años”
(p. 164), diferenciándolos de otros materiales que continuaban circulando en
las escuelas, que mantenían “el ethos cívico de etapas políticas democráticas
anteriores.” (p. 165).
Como se
puede observar a partir de este pequeño muestreo, los estudios sobre civismo y
formación ética y ciudadana en educación secundaria no abundan, y menos para el
período que abordaremos aquí (1994-2016). Los trabajos mencionados no serán
necesariamente citados o referenciados en el presente escrito, porque no
siempre tienen una afinidad directa con el recorte de estudio aquí propuesto,
pero sí constituyen un marco de discusión valiosísimo y han sido un aporte
fundamental para elaborar nuestra perspectiva problematizadora.
El
presente análisis se ubica en continuidad con trabajos realizados anteriormente
(Shapiro, 2020, 2023), en los que revisamos y analizamos algunos diseños
curriculares de la historia educativa argentina para las materias
correspondientes a formación ética/educación cívica. Buscábamos allí las
concepciones de ciudadanía dominantes y las nociones subyacentes a ellas, para
reflexionar acerca de las maneras en que esas concepciones se articulan en los
diseños normativos programados. En el caso del presente escrito, ofrecemos un
análisis de materiales didácticos específicos, particularmente cuatro manuales
escolares editados por casas editoriales privadas (es decir, no estatales)
correspondientes al período comprendido entre 1999 y 2016. Seguiremos un
enfoque interpretativo, considerando las relaciones entre los contenidos
expuestos para enseñar ciudadanía, los elementos paratextuales y las
actividades presentadas. El interés estará puesto en analizar la coherencia
entre contenidos y actividades (Camilloni, 1998), las perspectivas
filosófico-políticas de base que se coligen de los recortes conceptuales
propuestos, y fundamentalmente en intentar establecer si podemos afirmar que
exista un cuerpo canonizado de saberes que hacen a la formación ciudadana en el
pasado reciente (1994-2016). Esto es, examinaremos si es posible encontrar
rasgos comunes en la composición de la idea de ciudadanía, a pesar de las
diferencias de enfoques que podamos hallar. El reconocimiento de estas líneas
comunes pretende contribuir a pensar las características que asumen las
prácticas ciudadanas y los discursos sobre esas prácticas en la actualidad,
echando luz sobre fenómenos como la despolitización o el aparentemente
creciente desinterés de las poblaciones por participar en la vida política
institucional de Argentina.
La
selección de los cuatro manuales escolares objeto de estudio responde a un
criterio de actualidad, es decir, la realizamos valorando el hecho de que son
materiales elaborados en un pasado reciente y todavía circulan como materiales
de consulta docente, a pesar de corresponder a leyes educativas y marcos
normativos relativamente diferentes -Ley Federal de Educación, por un lado,
vigente entre 1994 y 2006, y Ley de Educación 26.206, por el otro, vigente
desde 2006-. De modo que estos manuales escolares expresan, como veremos, criterios
que no han caducado en la actualidad, o por lo menos conservan su influencia.
Los manuales escolares son:
●
“Educación Cívica
II. Poder y participación” para 2º año de la educación secundaria, de Editorial
Maipue. Escrito por Teresa Eggers Brass y Natalia Lardiés. 2007. En su tapa
informa: “Programa actualizado para Nivel Medio, Ciudad Autónoma de Buenos
Aires”. Esta casa editorial se hizo más conocida entre docentes de nivel
secundario desde 2015 a la fecha, a pesar de que la editorial está en funcionamiento
desde muchos años antes.
●
“Filosofía y
Formación Ética y Ciudadana I. Polimodal.” de Editorial A-Z. Escrito por
Ricardo Tauber, Mariana Brain y Ricardo Etchegaray. Buenos Aires, Argentina.
2000. Esta no es de las editoriales más posicionadas en el mercado, pero contó
con apreciación entre profesores de filosofía durante la Ley Federal.
●
“Filosofía y
Formación Ética y Ciudadana II.” de Editorial Aique. Escrito por Gustavo
Schujman y Érica Herszkowich. Buenos Aires, Argentina. 1999. AIQUE es una de las
editoriales con más años en el mercado y suele gozar de buena reputación entre
docentes y comunidad educativa en general.
“Formación
Ética y Ciudadana. Cuestiones de filosofía. Las decisiones morales, la sociedad
justa y la participación ciudadana” para 3º año de Polimodal (5º año de
secundaria), de Editorial Estrada. Escrito por Sandra Elena, Miguel De Luca,
Mariano Garreta Leclercq, Claudio Lutzky y Sergio Tríppano; coordinación de
María Catalina Nosiglia. 1999. Estrada, como A-Z, no es de las editoras más
populares, habiéndose volcado a los textos escolares en 1998, pero goza de un
cierto reconocimiento.
Permítasenos
hacer una salvedad metodológica antes de seguir. En su análisis de reglamentos
escolares post-crisis de 2001, Inés Dussel (2005) plantea unas transformaciones
en la perspectiva que se adopta en la disciplina escolar. Principalmente,
destaca que los reglamentos de conducta parecen más centrados en la
auto-regulación individual, como “auto-diseño de sí mismo” (p. 1116), lo que
hace que el lenguaje de “expertos” psicopedagógicos ganen peso en la
discursividad y en los enfoques que circulan en las escuelas (p. 1111). Esto
implica un cambio en las estrategias pedagógicas desarrolladas en las aulas
(Manzur y Austerlitz, 2002; Morales y Bedetti, 2022; Paz de Vargiu, 2008) que
debiera afectar a la selección de recursos áulicos, entre ellos los manuales
escolares. En este sentido, el señalamiento de la autora nos plantea la
posibilidad de realizar una selección y examen de los manuales escolares
también con este criterio temporal. Sin embargo, será una variable a tener en
cuenta en futuros análisis, puesto que en los manuales escolares aquí revisados
no se percibe necesariamente este cambio de enfoque entre períodos. Hacer un
trabajo sólido al respecto requeriría ampliar los materiales analizados y
modificar parcialmente los criterios de análisis, por lo que permanecerá como
tarea pendiente para el futuro.
1. “Educación Cívica II. Poder y participación”. Editorial Maipue. Por Teresa Eggers Brass y Natalia Lardiés. 2007.
2º año de la secundaria. En su tapa informa: “Programa actualizado para Nivel
Medio, Ciudad Autónoma de Buenos Aires”.
Este
manual se organiza en tres bloques. El primero atiende a la pregunta “¿Qué es
el poder?”; el segundo, “¿Cómo participamos de la política?”; y el tercero,
“¿Qué desafíos enfrenta la política argentina actual?”. En el capítulo VI,
perteneciente al segundo bloque, encontramos tratado el tema de la ciudadanía,
bajo el título “El proceso de constitución de la ciudadanía”.
A lo
largo del capítulo nos encontramos con algunos recuadros
laterales que ofrecen
definiciones de algunos términos. Si bien esto pretende
colaborar en la
comprensión del vocabulario desplegado, se incluyen ahí
algunos conceptos que
pueden resultar superfluos, como ‘feudal’ (tema que se
aborda en varias
materias) o ‘huelga’, mientras que varios otros conceptos,
más específicos y
técnicos, son expuestos como sobreentendidos y pasados por alto,
como es el
caso de ‘fueros’, ‘oligarquía’ y
‘censitario’. Además, al utilizar el término
‘imprescriptible’ para hablar de derechos considerados
naturales por la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789,
la definición
que se ofrece es imprecisa y técnicamente incorrecta[2].
Luego de
una breve introducción sobre el concepto de ciudadanía, el capítulo prosigue
con una serie de subtítulos que buscan historizarlo. Comienza por la Antigua
Grecia, sin ubicarla en el tiempo ni en el espacio. Explica insuficientemente
la organización social griega, haciendo una presentación un poco desordenada y
que cae en lugares comunes. Esto tiene una consecuencia subrepticia: se pasa un
juicio de valor sobre la Antigua Grecia, reproduciendo aquella metáfora
ilustrada, teleológica, progresista y conquistadora que ve en las sociedades
del pasado protoformas modernas, atavismos o torpezas ‘primitivas’,
supuestamente superadas por nuestros contemporáneos racionales, ilustrados y
cientificistas (Boivin, Rosato y Arribas, 1989; Grüner, 2010; Shapiro, 2022).
La reducida extensión del texto, junto con el estilo de enunciación típico de
los manuales escolares que veremos en el apartado tres, presenta este corolario
al lector sin que se perciba patentemente que lo está haciendo, condenando
algunas prácticas sin mucha reflexión y declarando la superioridad moral de
nuestra época, con la consecuencia de que no se habilita la posibilidad de
tomar elementos particulares de aquella época para pensar hoy en otras
alternativas.
Luego
hace una breve mención del proceso republicano romano que dio lugar a los
tribunos de la plebe, brindando una escuetísima referencia temporal en el año
450 a.C., aunque nuevamente sin ubicar en espacio y sin profundizar en ninguna
de las características que se presentan. Un ejemplo de esto es la frase que
cierra la sección, la cual afirma “[...] y finalmente lograron la igualdad
jurídica.” (112) sin ofrecer ni una sola reflexión acerca de lo que eso
significa o las consecuencias reales que tuvo.
El
subtítulo siguiente pretende hablar de “Feudalismo y Ciudadanía”, sin embargo,
comienza refiriendo a Maquiavelo, que antes que un ‘representante’ del
feudalismo como cosa uniforme y siempre igual a sí misma debería ser
considerado ‘representante’ (si cabe) del feudalismo tardío y el Renacimiento.
Además, no se plantea ninguna conexión con lo afirmado en el subtítulo
anterior, de manera que unos 1300 años de historia son ignorados completamente,
como si ese período no contuviera nada interesante para pensar y para pensarnos
como ciudadanos y sujetos de derechos hoy. Por su parte, el subtítulo sí logra,
a pesar de su brevísima extensión, poner atención al proceso de fortalecimiento
de las burguesías urbanas que posteriormente van a ser uno de los actores clave
para entender los procesos revolucionarios.
El
último subtítulo que cierra el repaso histórico se intitula “Ciudadanía civil”.
En primer lugar, hay que señalar que en ningún momento se explicita qué es lo
que se nombra con ese nombre. Aunque se hable de un período en el cual se
conquistaron derechos civiles, como el derecho a proponer leyes -que es lo
único que se menciona-, queda sin definirse qué comprende la ciudadanía civil.
Pero además, es llamativo que se omita cualquier mención de la Edad Media
siendo que el término ‘civil’ deriva del latino ‘civitas’ y es ubicado por
muchos investigadores e investigadoras medievalistas como unidad
simbólico-conceptual, equiparable a la idea de polis griega, para entender y
describir la organización social, política y económica de la Edad Media.
En este
subtítulo es que aparecen los procesos revolucionarios como claros antecedentes
a nuestras ideas actuales sobre la ciudadanía. Se referencian la Revolución
Gloriosa de 1688 en Inglaterra (primera ubicación espacial concreta), la Revolución
Francesa de 1789 y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
también de 1789. Esta última es señalada como la fundadora del concepto de
‘ciudadanía universal’, de cuño liberal y sin reivindicaciones democráticas
hasta el momento. En este punto aparece la primera actividad que propone el
manual. Reproduce la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en
su totalidad y da algunas preguntas para analizar el texto. Son seis preguntas
de las cuales cinco son de carácter exegético, con intenciones de realizar una
constatación del contenido de la Declaración antes que realizar una lectura
crítica. La sexta pregunta es la que atina a realizar una pequeña reflexión
crítica al tender un puente entre el documento y el contexto del mismo,
solicitando “Analizá detenidamente los derechos otorgados por esta Declaración,
¿a qué sectores beneficia? Justificá tu respuesta” (p. 114), aunque
probablemente los elementos ofrecidos por el recorrido realizado sean
insuficientes para hacerlo.
En el
subtítulo que le sigue, “La ciudadanía política”, se completa, de alguna
manera, el repaso por procesos revolucionarios. Se agrega alguna información
sobre la Revolución Francesa y se menciona que la “Revolución de la
Independencia Norteamericana no modificó el orden social ni económico” (p.
116), puesto que excluía a los negros y perpetuaba la esclavitud. La mención es
interesante pero no se profundiza en la perspectiva de análisis. Con todo,
podría ser un elemento valioso para que investiguen los estudiantes como
actividad extra. Una vez más se da por sobreentendida la diferencia entre
‘ciudadanía civil’ y ‘ciudadanía política’, por lo que el sentido de las
afirmaciones al respecto queda un poco difuso, por ejemplo al decir “Durante el
siglo XIX, y en muchos países durante parte del siglo XX se dio la lucha por la
conquista de la ciudadanía política «universal».” (p. 116) sin especificar a
qué se refiere.
Las
partes siguientes abordan algunas tensiones que la actualidad[3] nos
presenta en relación a la práctica de la ciudadanía. Entre ellas podemos
destacar el interés puesto en analizar las influencias del mercado, de los
medios masivos de comunicación, de lobbies
(este es el único manual de los analizados que incorpora explícitamente el
término de “lobbies”) y grupos de
interés en las prácticas sociales y en las prácticas de gobierno:
Existen, además, otros medios de control más
informales, los que se efectúan por los diversos grupos y factores de poder y
de presión, por ejemplo las instituciones intermedias, los grupos de interés
público, la opinión pública, los medios de comunicación social, etc. A través
de su actuación podemos analizar la dinámica de una sociedad pluralista, en la que el poder político
está acotado por distintos sectores de la comunidad. (p. 122)
Sin embargo, cabe resaltar un problema desde
el punto de vista filosófico-político, puesto que a pesar de que se señala la
fuerza de esas influencias y su capacidad de “acotar” el poder político, el
discurso enfatiza una y otra vez la necesidad de controlar las acciones del
Estado y de “los políticos”, sea por parte de los ciudadanos, sea por parte de
otros “factores de poder”. Nombrar este fenómeno como una cuestión de
“acotamiento” nos hace perder de vista que implica un ejercicio de poder por parte
de esos sectores influyentes. Se colige que sería “más democrático” un gobierno
en el que el poder político esté controlado o acotado, pero no se problematiza
el hecho de que aquellos sectores −mercado, medios masivos de comunicación, lobbies,
grupos y factores de poder y de presión− son sectores o grupos privados cuyas
autoridades no son elegidas mediante procesos democráticos y no representan los
intereses de ninguna mayoría. De modo que sujetos particulares con intereses
particulares acaban teniendo un significativo poder político para decidir el
futuro de los países. ¿Cabe valorar ese estado de cosas como intrínsecamente
“más democrático”?
Estas maneras de plantear las cosas
configuran una idea de Estado como enemigo de los individuos y del principio de
la libre empresa, idea un poco vetusta que recuerda al fantasma rojo del
totalitarismo comunista durante el macartismo y la Guerra Fría. Es cierto que
la división republicana de los poderes del Estado fue la alternativa que
emergió después del Renacimiento y se consolidó para oponerse a la
arbitrariedad de las monarquías absolutas, pero el estado de situación ha
cambiado mucho desde el siglo XVII hasta el hoy siglo XXI. La identificación
del Estado como único poder capaz de potencialmente avasallar los derechos de
las personas peca de un sesgo ideológico que lo equipara con el poder de las
monarquías absolutas. La realidad es que se hace necesario incluir en la
ecuación política y ciudadana el alcance y la capacidad de influencia que han
logrado los poderes económicos. Hoy en día, la práctica plena de la ciudadanía
se ve bastante más amenazada por los intereses de las grandes corporaciones,
tras una progresiva concentración de los mercados en pocas manos con mucho
poder, que por las intervenciones del Estado. Hoy en día, insistir con que el
Estado debe ser mínimo y con que es el único poder que debería estar sujeto a
controles (como propone la doctrina del laissez faire) es jugar a favor de la
hiper-concentración del ya concentrado mercado, que representa un problema
todavía mayor en América Latina. Si el pluralismo es entendido como un mero
‘dejar hacer’ a cada uno lo que quiera, reduciendo las intervenciones que
buscan generar mejores condiciones de vida para todas las personas, entonces es
claramente una posición conservadora en tanto favorece que las cosas sigan como
están, como vienen siendo. Más interesante y valioso sería preguntarnos cuándo,
dónde y por qué vale la pena la intervención estatal, puesto que ante la
reducción del alcance del Estado (la acotación del poder político y los
supuestos controles informales que menciona la cita), los poderes económicos,
aquellos que se suponían benévolos, crecen sin obstáculos, persiguiendo no
otros que sus puros intereses particulares.
Además, queremos detenernos en otra
cuestión. Hablando de “Nuevas ciudadanías” (p. 115-116), las autoras afirman
que a pesar de haberse logrado avances formales en relación con la
consolidación de las instituciones democráticas, “los estados modernos siguen
mostrando profundas desigualdades” (p. 116). Permítasenos una cita algo extensa
para continuar el análisis:
[...] a pesar de la igualdad formal de
derechos establecidos en la Constitución, la ciudadanía se encuentra muy
deteriorada. Su despolitización, producto de años de dictadura y de políticas
neoliberales que no tienen en cuenta los intereses de las mayorías, convierte a
la población en general en ciudadanos delegativos. La delegación de poder en
los representantes es correcta, pero no lo es la delegación del control que los
ciudadanos deben ejercer sobre los funcionarios. Algunos teóricos sostienen
que, para rescatar la noción de ciudadanía de la fragmentación social en la que
se encuentra, se debe participar plenamente como ciudadanos dentro de la
sociedad civil. (p. 116)
En primer lugar, queremos llamar la atención
a la idea de “delegación del control”. Afirmar esto como un problema supone el
diagnóstico de que el mismo surge por una falta de involucramiento de parte de
los y las ciudadanas, como si la despolitización fuera la causa del fenómeno en
lugar de ser la consecuencia. La despolitización nacida del terrorismo de
Estado ejercido por la última dictadura cívico-militar en Argentina −coordinada
con otras tantas dictaduras en Latinoamérica− no es una consecuencia cualquiera;
es un efecto premeditado. Además, la creciente tecnificación de los gobiernos
que se ha ido gestando como parte del neoliberalismo también genera un
alejamiento de la vida política para las personas comunes. Se alega que la
complejidad de los problemas contemporáneos requieren conocimientos técnicos
específicos y se distancia a la población general de la reflexión sobre esos
asuntos. Por lo tanto, afirmar que es una responsabilidad de los ciudadanos
dedicarse al control cuando no cuentan con muchas más herramientas que la
movilización social
Como elementos reflexivamente valiosos
podemos destacar que las autoras del manual hacen un esfuerzo por establecer
una clasificación para las diferentes situaciones en que podría estar una
persona. Son interesantes los conceptos de “ciudadanía parcial” (p. 118),
“ciudadanías delegativas” (p. 118), y “súbditos” como aquellos habitantes que
no tienen acceso al proceso de elaboración o discusión de las leyes por lo que
no pueden hacer más que acatarlas (p. 118). También introducen la idea de
“ciudadanías supranacionales”, como la que se generaría en el marco de la Unión
Europea, pero no profundizan en lo que ellas podrían significar o implicar (p.
118). Con todo, nuevamente estas cuestiones son presentadas muy
esquemáticamente y de manera lineal, lo que no favorece la apertura y
profundización críticas de las mismas.
Es posible que se haya percibido una
ausencia significativa en lo narrado hasta aquí, puesto que la lucha de las
mujeres por el justo reconocimiento de sus derechos no es mencionada ni
siquiera una vez en esta historización de la constitución de la ciudadanía.
Cabe señalar, aunque tal vez no sea un aspecto central de la exposición, que abundan
expresiones como “los hombres” y “el ciudadano” para hacer referencia al
conjunto de la población. Esto, junto con la omisión de cualquier referencia a
las luchas de las mujeres por la igualdad de derechos y capacidades políticas,
genera un efecto de ocultamiento que hace incluso pasar desapercibida la falta
de referencias a las luchas de las mujeres. Ésta -y ni hablar de la lucha de
otros colectivos menos numerosos, que se constituyen como minorías, como etnias
indígenas, comunidad LGTBQ+, grupos racializados- no está problematizada de
ninguna manera, como si los problemas en relación al ejercicio ciudadano fueran
los mismos para todos los sectores de la población.
En suma, el texto de este manual resulta
extremadamente expositivo. En ninguna de las situaciones analizadas se brinda
información suficiente como para que el estudiantado pueda hacer una lectura
propia del significado de la ciudadanía. Muchos conceptos están expuestos de
manera unidimensional y poco desarrollada, de modo que se dificulta muchísimo
la problematización de los procesos o de las definiciones. Las ideas son
presentadas como bloques resueltos, en los que no es fácil encontrar los
intersticios donde se puedan hacer preguntas propias, potentes y movilizadoras.
En conjunto, la descripción que se presenta de la constitución de la ciudadanía
resulta lineal y tan esquemática que pareciera que no hay mucho más que decir.
En consecuencia, los supuestos sobre los que se asientan las definiciones pasan
completamente desapercibidos, como constataciones tan ‘naturales’ como decir
que un objeto arrojado hacia arriba tiene que caer. El problema con esto,
permítasenos insistir, es que dificulta mucho la posibilidad de pensar
alternativas, otros caminos de acción posibles, otras maneras de hacer las cosas,
otras maneras de resolver problemas, otra realidad posible.
2. “Filosofía y Formación Ética y Ciudadana I.
Polimodal.” EDITORIAL
A-Z. Por Ricardo Tauber, Mariana Brain y Ricardo Etchegaray. Buenos Aires, Argentina. 2000.
El
manual se organiza en nueve capítulos que van pasando por temas de filosofía y
de formación ética, sin divisiones que establezcan jerarquías de contenido,
como bloques o secciones. En el capítulo 7, titulado “La cuestión de la
democracia”, encontramos un subtítulo que menciona la cuestión de la
ciudadanía, bajo el rótulo “Las tres dimensiones de la ciudadanía” (p.
168-169).
En este
manual el desarrollo dedicado específicamente a la ciudadanía es breve,
constando solamente de dos páginas. Sin embargo, es uno de los manuales escolares
que más prolijamente presenta las fuentes filosóficas del pensamiento político
actual. Por eso, es de estimarse que el recorrido por las secciones anteriores
habrá provisto al estudiantado de herramientas conceptuales valiosas para
reflexionar críticamente sobre lo presentado aquí en relación a la ciudadanía.
La
ciudadanía es planteada aquí como la forma de relación política que caracteriza
al Estado moderno, principalmente opuesta a la relación de vasallazgo medieval.
Una brevísima definición del término se ofrece en un recuadro en un rincón de
la página, definiendo al ciudadano como “sujeto de derechos políticos (como el
derecho a elegir y ser elegido) y obligaciones (como pagar impuestos).” (p.
168).
Los autores
retoman aquí los planteos del inglés T. H. Marshall, según quien las luchas por
mayores derechos en las sociedades occidentales avanzan el estado de cosas
hacia una mayor igualdad, que él supone contrarrestaría las diferenciaciones
generadas por las divisiones de clases. Así distingue tres grandes etapas en el
desarrollo de esta ciudadanía, desde su punto de vista, cada vez más
igualitaria: la lucha por la ciudadanía civil, en el período del siglo XVIII,
en busca de libertades individuales; la lucha por la ciudadanía política,
durante el siglo XIX, centrada fundamentalmente en la consecución del sufragio
universal; y la lucha por la ciudadanía social, durante el siglo XX, por el
derecho a un bienestar mínimo. Esta misma clasificación es la que encontramos
en otros manuales escolares, sólo que en ellos aparece sin ninguna referencia
al origen de la misma. Es muy posible que se esté pensando en esta
clasificación/historización cuando se da por sentado que todos entendemos la
diferencia entre ciudadanía política, civil y social. Si se la toma como
referencia implícita e ineludible, casi obvia, se explicaría por qué no se
profundiza en los conceptos –se da por supuesto que todos conocemos la fuente.
Si bien aquí la presentación es escueta, contar con la autoría permite
establecer diálogos con el autor y sus ideas, para profundizarlas, criticarlas
o refutarlas. Incluso aunque sólo se lean las ideas y no se haga nada más con
ellas, el manual reconoce que toda enunciación ha sido hecha por alguien en un
momento y en un lugar, evitando el ya mencionado defecto de crear una supuesta
neutralidad y universalidad de lo afirmado mediante el borramiento de las
marcas de enunciación (Shapiro, 2019, 2023).
Por otra
parte, cabe destacar que la narrativa se presenta como un proceso de lucha por
los derechos y no como un proceso con-natural al ser humano:
También es necesario considerar que los
derechos de ciudadanía no son un producto de un proceso natural evolutivo, sino
de un proceso de lucha. El derecho al sufragio universal, por ejemplo, fue
alcanzado después de muchos choques políticos. A la vez, la extensión de la
ciudadanía civil (más específicamente, el Estado de Bienestar) fue el resultado
de conflictos en los que las clases populares reivindicaban derechos sociales.
(p. 169)
En este
proceso de lucha también se menciona el esfuerzo de las mujeres por lograr la
plena ciudadanía política, aunque no se profundiza
mayormente en ello. Y, aunque no se cuestiona filosóficamente el supuesto
teleológico de la postura de Marshall, sí se presenta una crítica importante al
planteo del autor, que es que el avance en derechos sociales no logra anular
las desigualdades sociales, siendo que, cuando se desmantelan las políticas de
bienestar social, los sectores más desprotegidos de la sociedad caen en peores
condiciones aún.
También
nos parece interesante resaltar el pie de foto de una ilustración que se
ofrece, la cual es una foto que muestra una larga fila
de varones esperando por lo que pareciera ser una entrevista de trabajo o algo semejante.
El pie de foto reza:
En la competencia del mercado, hay ganadores
y perdedores. El éxito y el fracaso no tienen necesariamente que ver con las
capacidades de cada persona, sino con las circunstancias propias de la
economía. En todo caso, la construcción de una sociedad justa requiere de
políticas activas a favor de los más desprotegidos. (p. 168)
La
reflexión que allí se presenta es sencilla pero valiosa en una época de
creciente individualismo, exitismo y meritocracia. Sólo resta señalar que el
capítulo cierra, unas páginas más adelante, con una serie de actividades. Esas
actividades son generales para todo el capítulo y expresan un tono reflexivo
abierto para invitar al estudiantado a pensar. La objeción más grande que se
nos presenta es la falta de actividades un poco más específicas que discutan
los contenidos desarrollados y conecten las diversas “fichas” (nos referimos a
los diversos y numerosos subtítulos del capítulo 6) entre sí.
3. “Filosofía y Formación Ética y Ciudadana II.” Editorial Aique. Por Gustavo Schujman y Érica Herszkowich. Buenos
Aires, Argentina. 1999.
Como en
el caso anterior, este manual sigue los lineamientos indicados por la Ley
Federal de Educación, según los cuales la materia Filosofía no era obligatoria
para todas las orientaciones de la educación polimodal. Por eso, algunos
contenidos de filosofía se encuentran imbricados con los contenidos para
Formación Ética y Ciudadana, que sí era obligatoria para todas las
orientaciones. El manual se divide en tres secciones: 1) la lógica y el
conocimiento; 2) la reflexión filosófica; y 3) la vida en democracia. El tema
de la ciudadanía está tratado en el capítulo 6 “Derechos y garantías
constitucionales”, perteneciente al último bloque. Se puede colegir a simple
vista el enfoque general que se va a adoptar en el asunto, pues el título del
capítulo nos da claros signos de su posicionamiento en el formalismo jurídico
(Cullen, 2013). Pero, además, dan cuenta de esto las meticulosas referencias a
artículos de la Constitución Nacional de la República Argentina a lo largo de
todo el capítulo.
En
términos generales, lo primero que llama la atención de este manual es la falta
de referencias teóricas geopolíticamente más cercanas a los procesos
históricos, políticos y sociales de América Latina. Un claro ejemplo de esto es
la presentación que se hace de la idea de estado democrático. El investigador
que se toma de referencia es Robert Dahl, que nos es presentado como un
especialista estadounidense en ciencias políticas y luego se nos exponen sus
criterios mínimos para determinar si un país puede ser considerado democrático,
casi como una lista de comprobación formada por seis ítems brevísimamente
explicados.
Una
propuesta de actividad al terminar la exposición de los criterios sugiere:
Reunidos en pequeños grupos, intercambien
opiniones sobre la siguiente cuestión: ¿La democracia en la Argentina cuenta
con las seis características propuestas por Robert Dahl? ¿Por qué? Esgriman
argumentos y ejemplos que apoyen sus opiniones. (p. 163)
Analicemos
esta consigna como herramienta pedagógica. En un primer acercamiento a la
pregunta propuesta, podríamos pensar que se trata de una buena actividad
reflexiva porque invita al estudiantado a comparar la realidad en la que viven
con la teoría que está estudiando. Sin embargo, la pregunta resulta demasiado cerrada para abrir una discusión o una reflexión profunda sobre el tema.
Seguramente los criterios que como investigador propone Robert Dahl no estén
exentos de problemas y seguramente el propio autor los reconoce. Damos por
sentado que el hecho de que haya elegido estos criterios como los mínimos es el
fruto de un largo proceso reflexivo lleno de discusiones con pares
investigadores anteriores y coetáneos. Sin embargo, la presentación que hace el
manual borra todo indicio de problematicidad, planteándolo prácticamente como
un tema resuelto. Y si, tras “intercambiar”, el estudiantado llegara a la
conclusión de que Argentina no cumpliese con esos criterios y no pudiese
entonces ser considerado un país democrático, no contaría (el estudiantado) con
los conceptos y herramientas argumentativas suficientes para poder analizar,
explicar y sostener esa conclusión –tan sólo podría afirmar “porque no cumple
con los criterios de Dahl”.
Imaginemos un
caso hipotético extremo. Supongamos que los estudiantes llegaron efectivamente
a la conclusión de que la Argentina no puede ser considerada un país
democrático. Supongamos que algún acontecimiento social, político y/o económico
motivara una profunda incomodidad, insatisfacción o sentimiento de injusticia
en las y los estudiantes, los que podrían ser motivo suficiente para
movilizarse y manifestar su inconformidad. De acuerdo con lo que enseña/muestra
esta lista de criterios, ¿qué cosas justificarían la movilización social? ¿Por qué
cosas estaría justificado el estudiantado a manifestarse y reclamar
políticamente? Tal como está presentado el tema en este material de estudio,
solamente podrían reclamar por aquello que en la realidad política no se
“ajusta” al ideal político, es decir, a estos seis criterios mínimos, porque
eso se enseña como lo central, esencial, imprescindible para la democracia. Sin
un abordaje que cuestione lo que afirma el manual, queda implícitamente
planteado que los problemas relacionados con esos seis tópicos son los
“democráticamente relevantes”, los “democráticamente legítimos”. Si la realidad
fuera a plantear otro tipo de problemas en relación a la democracia, quedarían
relegados a un segundo orden de importancia, como problemas menores. Como se
puede notar, tras una aparentemente inocente exposición, se está enseñando que
otros reclamos en nombre de la democracia tendrían correlativamente una menor
legitimidad o acaso ninguna.
Lo que sucede es que no se brinda ningún
argumento para afirmar lo que se presenta de manera afirmativa: ¿por qué la
lista de criterios es “mínima”?, ¿qué significa que sea mínima?, ¿quiere decir
que hay criterios de máxima?, ¿cómo se llegó a esta selección de criterios?,
¿por qué son estos los que funcionan y no otros?, ¿por qué ellos garantizan la
‘democraticidad’? y ¿cómo lo hacen? Ninguna de estas cuestiones −y sólo
mencionamos algunas− es incluida en el material que se ofrece para pensar, en
un gesto de casi subestimación de los y las jóvenes. Ni siquiera se les invita
a pensar si ellos y ellas pondrían otros criterios y/o sacarían alguno, o
incluso si propondrían otra/s manera/s de saber si una sociedad es o no
democrática, por lo que la única actitud epistemológica habilitada a priori por
el manual −tanto para estudiantes como para docentes− es la de aceptar lo que
dice el manual como cierto, negándose su capacidad intelectual de creación y
autoría, y con ello la igualdad de sus inteligencias (Rancière, 2003; Kohan,
2007; Pérez Burgos y Suárez Vaca, 2023). El tono enunciativo que utilizan los
manuales escolares difiere notablemente del tono enunciativo al que se recurre
en los artículos y ensayos de especialistas, en los que con frecuencia hay
muchas más preguntas y aristas abiertas. Tampoco es como el tono enunciativo
que encontramos en los artículos periodísticos, que, si bien pueden oficiar de
divulgadores del conocimiento especializado, incluso aunque contengan un sesgo
patente, son más fácilmente refutables en tanto se sabe quién los escribió y en
qué momento[5].
Enseñar o trabajar con conceptos relacionados
a la ciudadanía trae aparejado el enseñar al mismo tiempo ciertos sentimientos
de insatisfacción, de aceptación, de esperanza o confianza en cambios posibles
o de ofuscado desinterés en intervenir. Es por esto que consideramos tan
importante exponer los problemas en su complejidad (en lugar de ocultarlos o
simplificarlos excesivamente), invitar a pensarlos de manera abierta e
idealmente abrir la posibilidad de que las y los estudiantes puedan formular,
expresar, pensar y discutir sus propias preguntas en el aula sobre los temas
tratados −en lugar de siempre tener que pensar las preguntas de otros, sea
manual, sea docente.
En este
sentido, también sería interesante incluir investigadoras e investigadores e
investigaciones locales para contribuir a pensar la realidad cercana y lo que
sucede en nuestras regiones desde nuestras
propias regiones (Zattara, 2018; Gerbaudo, 2011), desde adentro y no desde la
exterioridad que nos representan los centros globales del poder.
Por otra
parte, la presentación que se hace de la democracia en este manual está muy
enfocada en señalar que lo democrático pasa por controlar el campo de acción
del Estado −similar a lo que veíamos en el caso del manual de Maipue−. Por
ejemplo, formulando oraciones como esta: “[...] la necesidad imprescindible de
limitar los abusos de poder por parte de los gobernantes, garantizando, de ese
modo, los derechos de los gobernados” (p. 164, el subrayado es nuestro). La
insistencia en que garantizar los derechos de los gobernados depende
“imprescindiblemente” de limitar los abusos de poder de los gobernantes, como
señalábamos antes, obscurece el ejercicio de poder que hacen otras partes de la
sociedad como son los grandes poderes económicos y las grandes corporaciones internacionales.
Aparentemente, esas “buenas almas” del sector privado no podrían nunca abusar del
poder que manejan y las desigualdades sociales se deben al corrompido carácter
de las “malas personas” del Estado (nótese la ironía intencional). Posiciones como
esta refuerzan la ideología neoliberal experimentada en el cotidiano de
nuestros países latinoamericanos y, enunciadas en la voz autorizada de la
escuela, legitiman el accionar de los grupos de poder. Así, el locus de
enunciación y el lector imaginado que se configuran no son de ningún modo la
persona en situación de desigualdad ni la sociedad “subdesarrollada”, porque se
nos habla de la desigualdad social como si no tuviera nada que ver con nosotras
(personas) lectoras, como si ninguna de nosotras la experimentara en carne
propia.
Permítasenos
atender a una posible objeción antes de seguir. En un país como Argentina, que
ha tenido reconocimiento internacional por la integridad y seriedad con que ha
desarrollado la lucha por la memoria, la verdad y la justicia contra los
crímenes de lesa humanidad cometidos en el marco del terrorismo de Estado bajo
el mando de la última dictadura cívico-militar, resulta central atender a la
defensa de la democracia y a las garantías constitucionales que tiene la
población para protegerse contra los posibles usos abusivos del poder y
herramientas del Estado para perseguir, censurar, asesinar, torturar, reprimir
y desaparecer. No es esta convicción la que estamos tratando de poner en jaque,
y si se lee con cuidado, -esperamos- podrá notarse. En el contexto actual, en
el que la defensa de la democracia es un ejercicio activo -al menos en tanto se
sostiene la institucionalidad de elecciones transparentes, regulares, libres,
universales, gratuitas, no cualificadas y obligatorias-, lo que nos toca cuidar
colectivamente es que los mecanismos institucionales y democráticos permanezcan
abiertos a la variedad de voces sociales y cuidar colectivamente la posibilidad
de intervenir al interior de los mismos. En términos de lo que plantea Jacques
Rancière (2003), podemos decir que se trata de interrogar el reparto
establecido del tiempo disponible para pensar lo común, para dedicar al ocio y
a la creatividad, para imaginar mundos posibles (Pérez Burgos y Suárez Vaca,
2023). Cuidar el espacio común para que permanezca siendo común. Y para poder
hacerlo, necesitamos trabajar en reconocer cuáles son hoy las fuerzas que
obstaculizan o traban que el reparto se haga en los términos de la igualdad que
nos suponemos. Es en este sentido que creemos tan importante tomar con
precaución las afirmaciones rotundas que alientan a reducir la capacidad de
intervención del Estado sin elaborar sobre la perspectiva a partir de la cual
se lo sostiene ni sobre cuáles se consideran que son las intervenciones a evitar.
Sin la explicitación de estos puntos, se deja abierto un espacio para
sobreentendidos que muy posiblemente sea ocupado por los sentidos implícitos en
las posiciones neoliberales dominantes.
Volviendo
al análisis del manual, allí se reconocen como origen de la ciudadanía la
Revolución Francesa y la Declaración de la Independencia de Estados Unidos; y
semejante a lo que ocurría en el manual de Maipue, la Revolución de Mayo brilla
por su ausencia. No sería justo achacar esta omisión solamente al abordaje escolarizado
que se hace en los manuales de estudio; en general, la tradición de la
filosofía política tiende a excluir los procesos latinoamericanos como parte de
los procesos que configuran el mundo contemporáneo, como si América Latina
fuera siempre subsidiaria y no hacedora. El efecto de no contar a la Revolución
de Mayo como parte del proceso de constitución de la ciudadanía moderna es que
se corre del panorama la centralidad del mercantilismo colonial en la
configuración del mundo actual, tanto política como económicamente. Además, en
otro sentido, no nos permite pensar los procesos constituyentes
independentistas de América del Sur, México y América Central como otro tipo de
herramienta política y estatal diferenciada del sentido parlamentarista que adoptó
en la tradición anglosajona. Y, por último, no permite problematizar el modelo
hegemónico de ciudadanía que nos llega desde Occidente-Europa (Walsh, 2009;
Habib Gómez, 2021) e “inventar” otros (Kohan, 2013; Durán & Ribeiro
Martins, 2019).
En lo
que respecta a los elementos visuales o bibliográfico-testimoniales que
componen el capítulo, llama la atención que nuevamente la selección tiene un
sesgo “centrófilo”, es decir, un cierto favoritismo hacia las posturas de los
centros de poder. Mientras los textos desarrollan las cuestiones que ya
repasamos, nos llama la atención encontrar en dos lugares diferentes una foto
ornamentada de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789
con un pequeño extracto como pie de foto; en otro lugar, una referencia y cita
a Thomas Jefferson con una propuesta de actividad, y en total una flagrante
ausencia de referentes revolucionarios locales. Más adelante damos con una foto
que muestra un transatlántico anclado en un muelle con mucha gente alrededor y un
pie de foto que recupera un extracto del Preámbulo de la Constitución Nacional
Argentina, en un claro gesto que refuerza el imaginario de la inmigración
europea como componente poblacional y cultural central en el país. Recién al
final del capítulo -en hojas de otro color, lo que nos indica que lo que se
presenta allí es diferente de lo anterior y suele ser considerado por los
docentes como accesorio para el desarrollo de las clases- encontramos una
referencia explícita a un pensador nacional de la gesta constituyente, Juan
Bautista Alberdi. Sólo se presenta un fragmento brevísimo del pensador sin
ninguna actividad que acompañe (la sección propone como título “Fragmentos para
leer y pensar”, p. 192).
Por otra
parte, recién bien entrados en el capítulo se nos presenta la primera y única
referencia a la participación de las mujeres en la vida política. Lo que
tenemos ante nosotros es una foto de mujeres marchando en línea en la calle,
con un pie de foto que dice: “La participación de las mujeres en la actividad
política fue aumentando en los últimos años, haciendo oír sus voces en el
Congreso, en los medios, en la calle.” (p. 177). Llama la atención que no son
‘simplemente mujeres’, sino que son docentes. Se sabe porque se llega a leer
que llevan colgados en el cuello carteles con la consigna “DOCENTE ARGENTINO
EX-AYUNANTE” (sic). Esto remite a una lucha gremial docente muy importante de
la década de los ‘90s, la llamada Carpa Blanca, que no fue una lucha per se de mujeres porque no reivindicaba
reclamos ‘de mujeres’, sino de docentes. Confundir esto, omitiendo a la vez
otros roles ocupados por mujeres en la vida pública, habla de la poca
comprensión del proceso de los feminismos. La lucha que se fotografía era un
reclamo educativo, que tampoco está desarrollado, ni siquiera mencionado, en el
manual.
A pesar
de que se mencionan muchos artículos, leyes y tratados de la Constitución
Nacional, no se lo hace de una manera que permita ir más allá de la letra
escrita. Posiblemente la intención fuera presentar los elementos de manera
“imparcial” para que el estudiantado pueda analizar con
ellos su realidad, pero la falta de trama y sentido histórico de los procesos
sólo contribuye a sostener posturas tibiamente críticas. En este sentido, y
reforzando el efecto enunciativo que describíamos más arriba, caben destacar
las lábiles referencias que se hacen al terrorismo de Estado impartido por la
última dictadura cívico-militar de 1976 y las subsiguientes luchas por juicio y
castigo de los genocidas. La primera referencia es a la organización Abuelas de
Plaza de Mayo como pie de foto de una imagen que muestra algunos retratos de
niños en blanco y negro con un cuadrado que dice “500 CHICOS”, sin más
explicaciones. Esto aparece bajo un apartado que desarrolla “El derecho a contar
con un nombre y a la propia identidad”, pero no se habla de desaparecidos, no
se habla de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, no se habla de niños
nacidos en cautiverio y clandestinidad, no se habla de expropiación de menores,
no se habla de la tortura que sufrieron las madres, no se habla del
reconocimiento internacional que tienen la Abuelas por el método desarrollado
para identificar a los nietos… En fin, que el “derecho a contar con un nombre y
a la propia identidad” está presentado con una perspectiva exterior a la propia
del país y la región.
En otra
parte del capítulo, cuando se están desarrollando las garantías
constitucionales y toca el turno del hábeas
corpus, se presenta otra foto, esta vez de mujeres con pañuelos blancos en
las cabezas como solían hacer Madres y Abuelas (no se aclara quiénes son, sólo
se dice que son “militantes de derechos humanos”), con un pie de foto que
menciona algunas características más de la dictadura. Esta vez sí se menciona
el terrorismo de Estado, el plan sistemático de represión, el secuestro,
tortura y asesinato de los opositores, los desaparecidos y la inclusión de la
desaparición forzada de personas como delito de lesa humanidad en la reforma
constitucional de 1994, pero todo esto comprimido en cinco líneas. Esa es la
jerarquía que se le otorga a esta parte importantísima de la historia
argentina, dos pie de fotos laterales y secundarios en una actitud realmente
negligente. Como decíamos, que se presente mucha información sobre las leyes y
la Constitución y los tratados internacionales sin trama y sentido histórico de
los procesos, no da realmente herramientas para elaborar lecturas críticas de
la realidad, lo cual tampoco permite pensar en otras formas de participar o
involucrarse con la vida pública que no sean desde esa exterioridad desde la
cual se explaya todo el capítulo.
En
total, los procesos de conformación de las leyes y constituciones son
presentados como puramente institucionales, neutros y sin matices ni aristas
problemáticas o conflictivas. Esto es efecto de una falta de referencia a
movimientos sociales, reclamos, disputas, negociaciones, pero también es efecto
de la falta de explicaciones en relación a las consecuencias de las decisiones
que se toman institucionalmente hablando y los efectos de las políticas
adoptadas.
4.
“Formación Ética y Ciudadana. Cuestiones de filosofía. Las decisiones morales,
la sociedad justa y la participación ciudadana”.
Editorial Estrada. Por Sandra Elena, Miguel De Luca, Mariano Garreta Leclercq,
Claudio Lutzky y Sergio Tríppano; coordinación de María Catalina Nosiglia.
1999. 3º año de Polimodal (5º año de secundaria).
Por empezar, cabe destacar que de los cuatro
seleccionados, éste es el único manual que presenta de manera clara y muy
accesible −en la carátula de la segunda hoja− la información de quiénes son sus
autores y autoras y qué formación tienen. Esto nos muestra que cuenta con una
perspectiva interdisciplinaria en tanto el recorrido de autores y autoras
incluye ciencias de la educación, ciencias políticas, filosofía y derecho.
Destaca, además, que todos son docentes universitarios de la Universidad
Nacional de Buenos Aires. Vale resaltar esto porque la estructura general se
percibe orientada a abrir discusiones o plantear debates en clase, antes que a
presentar la información como producto ya elaborado, masticado y resuelto.
Es un
manual dividido en cinco bloques temáticos que abarcan: “1. Ética filosófica”,
“2. La sociedad justa”, “3. El Estado y la Democracia”, “4. Los Derechos
Humanos” y “5. La organización constitucional argentina”. El planteo de la
cuestión ciudadana se encuentra en el capítulo 8, “La democracia y la
ciudadanía”, perteneciente al bloque 3 que es el más largo de los bloques.
Igual que como sucedía en otros manuales
escolares, la exposición del tema comienza con una historización de la idea de
ciudadanía. El desarrollo se concentra en una sola sección que apenas ocupa una
página, repasando muy brevemente las condiciones de ciudadanía consideradas más
relevantes, comenzando en la Grecia clásica y en la Roma antigua para pasar sin
escalas al siglo XVIII y subsiguientes. Este manual, al igual que el de Maipue,
incorpora referencias al proceso revolucionario inglés, aunque no profundiza.
Cabe mencionar que este desarrollo puntualiza en “grupos sociales
tradicionalmente sin poder −primero la burguesía y luego los trabajadores y las
mujeres−” (p. 127), y va acompañado de tres imágenes: la fotografía de un friso
de la Grecia antigua; una pintura −El hombre de París de Luis Boilly− evocadora
de “los grupos más decididos en los años de la Revolución francesa” (p. 127); y
una fotografía de mujeres sosteniendo un cartel en movilización, que es
referenciada como “Mujeres sufragistas. En Inglaterra, a principios de este
siglo, muchas mujeres fueron perseguidas y encarceladas por reclamar su derecho
a votar.” (p. 127). Esta es una de las pocas referencias explícitas y claras a
las luchas feministas en estos manuales escolares, en relación a la ciudadanía
y el ejercicio de los derechos. Y además es una fotografía agradable la
escogida, que no busca crear el retrato de actitudes violentas o desaforadas:
las mujeres se ven con un brazo en alto, tranquilas y sonriendo con las bocas
abiertas en cántico o proclama. Ponemos la atención en esto porque nos parece
valioso que se ofrezca una imagen de lucha y protesta que no pone el foco en
las violencias que muchas veces se activan para detener las protestas sociales,
no criminaliza a los sujetos del reclamo ni genera alarma en quien la
contempla.
A continuación, el capítulo desarrolla la
idea de ciudadanía en relación a los regímenes democráticos. Allí distingue una
concepción formal de la democracia, relacionada a las reglas y procedimientos
de elección política de representantes y construcción de leyes, y una
concepción sustancial, relacionada al ejercicio real de la ciudadanía. Los
autores sostienen que “la democracia no sólo debería asegurar la ciudadanía
política [concepción formal], sino que debería garantizar la libertad y la
igualdad entre las personas. Para ello es necesario instrumentar medidas que
corrijan las desigualdades tanto en el plano social como en el económico [concepción
sustancial].” (p. 128). Y dicho esto pasan a exponer una serie de “dilemas
actuales de la democracia”, características que hacen a la vida democrática,
planteando los problemas que se presentan a cada uno de ellos en relación a una
realización plena de la ciudadanía. Esos dilemas son: la desigualdad social,
los grupos de interés, la participación del ciudadano, las élites políticas, la
imprevisibilidad de la política, la opinión pública y la crisis de
representación. Es interesante que ninguno de estos puntos son presentados de
manera lineal ni uniforme; antes bien se presentan problematizados −de ahí,
lógicamente, el nombre asignado de ‘dilemas’−, incluyendo una variedad de
actores sociales, políticos y económicos en los análisis, que si bien son
breves, son suficientes para abordar los conflictos centrales.
La
última sección de contenidos de este capítulo lleva el título de “La democracia
a pequeña escala”. Allí se manifiesta la intención de hablar de algunos cambios
relativamente recientes en la manera en que se desarrolla la vida política en
las sociedades latinoamericanas. Es interesante que el planteo se hace en clave
de un proceso histórico y problemático, y no en clave puramente descriptiva y
formal o ‘como si fuera así desde siempre’. A pesar de esto, es llamativo que
evitan hacer siquiera una mención a la última dictadura cívico-militar de
1976-1983; apenas se la invoca como “un gobierno autoritario”. Los mismos
términos son utilizados para hacer referencia a la serie de dictaduras que se
desarrollaron en toda América Latina bajo el Plan Cóndor, nombrándose como
“surgimiento de regímenes autoritarios” (p. 132). Omisiones mediante, logran de
alguna manera posicionar el punto de vista discursivo en un sentido crítico, ya
que la manera de describir la transformación, en nuestra lectura argentina, lo
posiciona en una perspectiva progresista:
En las sociedades latinoamericanas se ha
producido, a partir de la década del 70, una modificación de los mecanismos
tradicionales de participación política, que se vio limitada por un conjunto de
factores: las condiciones estructurales de la política económica mundial que
pusieron en crisis el Estado de bienestar, la agudización de los
enfrentamientos ideológicos, el surgimiento de regímenes autoritarios. (p 132)
En la
tradición política argentina, no son todos los partidos políticos ni todas las
posiciones políticas las que dan la discusión en torno de “el Estado de
bienestar”. Esto junto con las actividades propuestas al final del capítulo,
que invitan a analizar fragmentos de las plataformas electorales del Partido de
la Unión Cívica Radical y del Partido Justicialista, muestran a las claras la
intención de abrir debate en clase y buscar que los y las estudiantes elaboren
una posición al respecto. Ciertamente también sería interesante analizar las
plataformas de otros partidos tradicionales o más recientes, pero nada se lo
impediría al docente que quisiera hacerlo.
La
penúltima sección, entonces, presenta una perspectiva política que tuvo su auge
en la década de los 90 y que ahora ha encontrado más críticas. Se señala que
una de las modificaciones que ocurrieron es que los reclamos sociales ya no se
dirigirían tanto al nivel nacional, sino que tenderían a plantearse en niveles
más próximos a los ciudadanos, o sea, en nivel municipal y/o barrial/vecinal.
Complementariamente, se señala que nuevos organismos y organizaciones no
estatales y más pequeños contribuyen a la canalización de las necesidades y
reclamos. A nuestro parecer se valora con demasiada positividad la presencia de
ONGs en la vida política pública, acaso con un poco de ingenuidad en tanto
muchas veces son organizaciones subsidiarias de entramados de poder y dinero
más complejos. Y además, este punto, el que supuestamente más habla de la actualidad,
no es presentado con el enfoque dilemático que se ofrecía antes, de modo que no
alcanza a ser problematizado a pesar de ser la sección que más palabras ocupa.
|
Manual escolar Ejes de análisis |
Educación Cívica II. Poder y participación. Editorial Maipue. |
Filosofía y Formación Ética y Ciudadana I.
Polimodal. Editorial A-Z. |
Filosofía y Formación Ética y Ciudadana
II. Editorial Aique. |
Formación Ética y Ciudadana. Cuestiones de
filosofía. Las decisiones morales, la sociedad justa y la participación
ciudadana. Editorial Estrada. |
|
Marco legal |
Ley de Educación 26.206 |
Ley Federal de Educación 24.195 |
Ley Federal de Educación 24.195 |
Ley Federal de Educación 24.195 |
|
Título y contexto del apartado analizado |
Bloque 2: ¿Cómo participamos de la
política? Capítulo VI, “El proceso de constitución
de la ciudadanía”. |
Capítulo 7, “La cuestión de la
democracia”. Subtítulo “Las tres dimensiones de la ciudadanía”. |
Sección 3; la vida en democracia. Capítulo 6 “Derechos y garantías
constitucionales”. |
Bloque 3. El Estado y la Democracia.
Capítulo 8, “La democracia y la ciudadanía”. |
|
Coherencia entre contenido y actividades |
Pocas actividades de carácter exegético y
de comprensión lectora a lo largo del capítulo, no se propone lectura crítica
ni reflexiones que permitan vincular los conceptos del manual con la
actualidad del estudiantado. |
Actividades planteadas para el capítulo
completo, con tono reflexivo abierto para invitar al estudiantado a pensar.
No se proponen reflexiones específicas para cada subtítulo. |
Actividades que proponen una reflexión,
pero no desde una posición investigativa sino de aplicar lo expuesto por el
manual. Resultan actividades sueltas, atomizadas al tema que trata cada
sección. |
Las actividades propuestas están situadas
en la realidad política del país y complementan el desarrollo conceptual,
permitiendo un paso más en la elaboración de posicionamientos propios en el
estudiantado. |
|
Rol esperado del estudiantado |
Pasivo / Receptores de información. |
Semi activo, busca la problematización
pero no abunda en herramientas conceptuales, ni pide buscarlas. |
Pasivo / Receptores de información. |
Activo en relación a elaborar reflexiones
propias. |
|
Paratextos (recuadros, citas o fragmentos,
etc.) |
Recuadros con definiciones inadecuadas. |
Fotografías y pies de fotos que continúan
la reflexión teórica. Recuadros con definiciones demasiado
breves. |
Selección coherente con el enfoque
liberal-“centrófilo” que presenta. Fotografías mal contextualizadas. |
Fotografías y pies de foto coherentes con
los enfoques presentados. |
|
Estilo de enunciación |
Expositivo. Borra marcas de la enunciación
que permiten ubicar el contexto de escritura, autor/es o posicionamientos.
Quiere dar cuenta de una objetividad. Descripción lineal y esquemática de la
constitución de la ciudadanía, apareciendo como “natural”, unívoca. |
Se presenta una perspectiva de proceso
para explicar situaciones. La narrativa se presenta como un proceso
de lucha por los derechos, incluyendo la lucha de las mujeres. |
Expositivo. Borra marcas de la enunciación
que permiten ubicar el contexto de autores, leyes, tratados y artículos de la
Constitución Nacional Argentina. Intención de “imparcialidad”, al presentar
los procesos de conformación de las leyes y constituciones como puramente
institucionales, neutros y sin matices ni aristas problemáticas o
conflictivas. |
Orientado a abrir discusiones o plantear
debates en clase. Explicita la autoría, que permite
reconocer interdisciplinariedad en la escritura del manual. Escritura problematizadora y en clave
histórica. |
|
Perspectivas filosófico-políticas de base
sobre la ciudadanía |
Historiza, pero cae en una perspectiva
teleológica, ilustrada, progresista y conquistadora. Deja baches temporales.
No brinda suficiente información de contexto (tiempo o espacio). Encubre una defensa de la reducción del
Estado y de defensa del laissez faire
del liberalismo político-económico. Concepción individualista y voluntarista
del cambio social. |
Presenta las fuentes filosóficas del
pensamiento político actual (no historiza). Se explicita que siguen la
postura de T. H. Marshall y le plantean críticas a su postura. Ciudadanía como relación política que
caracteriza al Estado moderno. |
Posicionamiento en el formalismo jurídico,
utilizando citas y referencias a los artículos de la Constitución Argentina. Retoman a Robert Dahl, politólogo
estadounidense, para analizar la actualidad, sin justificar ni explicar tal
elección. El Estado aparece como equivalente de los
gobernantes. Concepción individualista y voluntarista
del cambio social. |
Historiza de manera sintética. Distingue una concepción formal y una
sustancial de la democracia. Trabaja a partir de la noción de dilemas
de la democracia. Toma en cuenta particularidades de nuestra
región, Latinoamérica. |
|
Manejo teórico de conceptos |
Definiciones laterales pobres y sin
especificidad desde la filosofía. Se presentan concepciones interesantes,
pero no se problematizan ni profundizan. |
Se presenta una reflexión desde la
filosofía política contemporánea. El subtítulo es breve y utiliza términos y
conceptos que dan cuenta de un posicionamiento acorde al análisis de la
ciudadanía moderna. |
No se brinda ningún argumento para
sostener los criterios de democracia que se presentan de manera afirmativa y
sintética. Foco casi exclusivo en los procesos
formales y legislativos. |
El
enfoque es problematizador. Presenta la democracia como construcción no
exenta de dificultades y contradicciones. Las
definiciones son suficientes para dejar preguntas e inquietudes abiertas para
seguir pensando la actualidad. |
|
Omisiones |
No se habla de la movilización social como
estrategia legítima y democrática de participación. No se llega a las preguntas de fondo para
discutir algunos temas. No se refieren procesos políticos locales,
históricos o más contemporáneos. No se habla de la lucha de las mujeres por
la igualdad y participación política. Tampoco de las luchas de otras
minorías. No se trabajan los derechos humanos en el
marco de la historia Argentina (no al menos en esta sección). |
Se presenta una definición de ciudadanía
como universal, sin explicitar que se lo está haciendo ni ponerla en tensión
con las cuestiones locales o regionales. |
Falta de referencias teóricas
geopolíticamente más cercanas a los procesos históricos, políticos y sociales
de América Latina y Argentina en particular. Se menciona la lucha de las mujeres, pero
confundiendo roles, reclamos y luchas de otros sectores. Falta de contexto y profundización en
relación a los procesos de memoria, verdad y justicia de Argentina. |
Apenas se menciona la última dictadura
cívico-militar argentina. |
|
¿Problematiza la ciudadanía? ¿Cómo? |
Problematiza algunos aspectos actuales:
influencias del mercado, de los medios masivos de comunicación, lobbies, grupos de interés. |
Problematiza la ciudadanía como un proceso
de lucha histórico. |
Problematiza poco. Parece constatar
características antes que interrogar o pensar |
Problematiza desde los “dilemas de la
democracia”. |
|
¿Tiende puentes con otros temas del mismo
espacio curricular o de otros espacios curriculares? |
No explícitamente. Cabría la posibilidad
de dialogar con los contenidos de historia pero quedaría a cargo de cada
docente. |
No explícitamente. Al complejizar e
historizar los temas podrían pensarse vínculos con economía, sociología o
historia, pero quedaría a cargo de cada docente. |
Presenta relaciones entre filosofía y
Formación Ética y Ciudadana. No hay una propuesta explícita de relación
entre espacios curriculares. |
No explícitamente pero abre la posibilidad
de conectar reflexiones con otros espacios curriculares, como derecho, historia
o economía. |
En esta
sección quisiéramos ofrecer algunas ideas para pensar el lugar de la filosofía
en la formación ciudadana y los aportes que puede realizar. Para ello, vamos a
considerar dos cuestiones. Por un lado, queremos llevar la atención a la manera
de enunciar que caracteriza a los manuales escolares, en especial porque tiende a
obstaculizar el desarrollo de posiciones críticas y de “sospecha” (Kohan y
Cerletti, 1996; Cullen, 2016) que permiten vislumbrar y considerar las caras y
contracaras de los temas planteados. Y por otro, presentaremos nuestra
perspectiva sobre lo que habilita la incorporación de un enfoque filosófico a
la educación cívica, en relación a la posible canonización de los saberes de
“las cívicas”, con la idea de una educación filosófica.
Para
comenzar a pensar acerca del tipo de régimen enunciativo que construyen los
manuales escolares en general, seguiremos algunos planteos de Frédéric Cossutta
(1994) en su libro Elementos para a
leitura dos textos filosóficos (utilizamos la traducción al portugués
porque por el momento no tiene traducción al castellano). Allí Cossutta analiza
cómo ciertos recursos lingüísticos se componen para configurar las
particularidades de los textos filosóficos en toda su diversidad.
Nuestro objeto aquí no son los textos de filosofía per se, sino los manuales escolares, pero algunas de las
consideraciones del autor nos servirán de igual manera para pensar algunas
implicancias de optar por manuales escolares como voz enunciadora de los
saberes.
Una de
las características de los textos filosóficos, de acuerdo con el autor, es su
intención de generalizar el propio punto de vista sobre una cuestión, es decir,
operar un pasaje desde una apreciación en principio singular hacia una
afirmación de mucho mayor grado de generalidad. Por supuesto, esto no quiere
decir que se lo haga de manera ingenua o bajo una pura arbitrariedad
que permita afirmar cualquier cosa; por el contrario, los textos filosóficos articulan
este pasaje de una manera razonada y argumentada. Pero no existe una fórmula
secreta, certera, mágica para esto. Cossutta va a sostener que el autor de cada
texto crea una estrategia discursiva (p. 149) que justifica y fundamenta ese
cambio de nivel de generalidad y validez. Esa estrategia discursiva no es
uniforme ni homogénea entre diferentes escritos, lo cual agrega una dificultad
a la cuestión: cada corriente de pensamiento, cada texto, cada autor genera sus
propias estrategias expositivas y con ellas las condiciones para su propia
validación.
Para que
el movimiento desde la particularidad del autor a la generalidad de la
enunciación pueda realizarse resulta necesario “apagar” las marcas de sus particularidades. Ponemos el término “apagar” entre comillas
porque
los textos que ponen en escena al sujeto
enunciador en primera persona son bastante numerosos [… pero] si esa función
parece frecuentemente ausente, múltiples rastros de las operaciones
enunciativas permanecen y desempeñan un papel importante en la estructuración
de las argumentaciones, análisis conceptuales y modos de exposición.[6] (Cossutta,
1994, p. 14)
Esto es,
las marcas subsisten en el texto y perduran en dar testimonio de la presencia
del locutor. Cossutta señala la existencia de “cláusulas de destaque” como un
ejemplo de esto (1994, p. 15). Ellas pueden ser separadas del cuerpo de
enunciados, descontextualizadas y utilizadas para explicar una teoría al ser
portadoras de tesis fundamentales, y en esa misma función textual-explicativa
dan cuenta de la existencia (oblicua) de un locutor detrás de ese enunciador
universal.
En
muchos textos filosóficos lo que se hace presente es la tangible ausencia de
marcas subjetivas de enunciación, pero no hay que perder de vista que esto es
un artificio que no sólo responde a estrategias discursivas sino también -nos
atreveríamos a decir- a posicionamientos epistemológicos. Cossutta sostiene que
en esta elección
es la tentativa de abolir la propia noción de
punto de vista que se traduce en un dispositivo gracias al cual el filósofo se
anula como para dejar que la verdad hable por sí; él no habla en nombre de
ella, no la busca, él es el punto de pura transparencia en el que la verdad se
manifiesta.[7] (p. 15)
Incluso
cuando se hace notoria la primera persona singular en un texto filosófico, en
el dispositivo de enunciación sigue operando el mencionado pasaje de
singularidad a generalidad. Un ejemplo claro de este “sujeto de identificación
participante”, como lo denomina Cossutta (p. 19), es la primera persona a la
que apela Descartes para sus Meditaciones
Metafísicas. El “yo” que da ligazón a todo el proceso reflexivo traza una
ficción de verosimilitud que permite a cada lector reapropiarse del recorrido
de las Meditaciones y revivirlo en su interior como si le fuera propio. La
particularidad de esta función enunciadora es que, aunque parece universal en
su alcance, no llega a ser un enunciador universal porque apela a elementos que
pertenecen al dominio referencial de la primera persona. El lector asocia la
lectura a su propia vida, volviéndose al mismo tiempo actor y contenido del
texto, de modo que el yo (filosófico) se universaliza desde la particularidad.
Es decir, el “yo” pasa de señalar al autor, articulador del texto y su sentido,
a dar una dimensión ontológica a lo que se enuncia, abriendo “un universo de
referencia interior y universal”[8] (p. 20).
En los
manuales escolares no encontramos tal cual este tipo de enunciaciones; como
vimos en nuestro análisis, las marcas de autoría están fuertemente aplacadas y
debilitadas. Las ideas tienden a ser expuestas como informaciones
universales y neutrales, e incluso se ocultan u omiten las circunstancias del
contexto específico de escritura. De hecho, con frecuencia los manuales
escolares son conocidos por pertenecer a una casa editorial y no por haber sido
escritos por tal o cual investigadora o equipo de investigación. Sin embargo,
sí aparecen a veces los enunciadores en primera persona del plural, lo cual no
quita que el efecto producido sea similar al que ocurre con la primera persona
singular:
la explicitación de la responsabilidad
enunciativa se vuelve opcional cuando se considera que la validez de la
proposición tiene una influencia tal que debe imponerse a todo sujeto humano.
El borrado de las marcas no significa la ausencia de investidura por parte de
un sujeto, ni que no exista un procedimiento destinado a transformar la
convicción de un interlocutor, o a excluir las posiciones contrarias, sino que
presenta estas operaciones como realizadas; es el hecho mismo de presentarlas
así lo que tiende a transformar el campo mediante un acto mimético y
anticipatorio.[9] (Cossutta,
1996, p. 16)
Estas
decisiones de presentar las operaciones como realizadas, como resultados ya
digeridos y procesados, de borrar las marcas de contexto y de subjetividad, de
disimular las intenciones de transformar la convicción de quien lee excluyendo
controversias y posiciones contrarias, generan lo que podemos llamar un efecto
de veri-dicción. Parafraseando a Sabao Domínguez (2015), podemos decir que
aunque los manuales escolares se nos aparezcan como compactos, coherentes y
sistemáticos, poniendo en acto efectos de neutralización y universalización, el
análisis de las estrategias enunciativas y los recursos lingüísticos y
paratextuales utilizados con frecuencia en los manuales escolares hace emerger
contradicciones y ambivalencias y permite identificar el campo de la
manualística como un espacio de tensiones.
Detengámonos
ahora a considerar cómo se supone que deben leerse los manuales escolares.
Generalmente son materiales que se consultan una sola vez para responder a las
preguntas que plantea el docente, y acaso se recurra a ellos una segunda vez
para rendir los exámenes correspondientes. Pero no suelen constituir un
material de estudio profundo, que se analice con cuidado y al que se puede
volver una y otra vez (porque su capacidad heurística es acotada), ese tipo de
lectura que atrapa al lector y lo transforma. El estilo que más abunda entre
los manuales escolares suele plantearle a las lectoras que se relacionen
exteriormente con aquello que leen, sin comprometer demasiado sus experiencias
de vida con lo expuesto. La relación es fuertemente utilitarista y, tal vez con
más frecuencia de lo que quisiéramos admitir, es fácilmente olvidable lo que
allí se lee. Esto tiene que ver con la corta extensión de algunos desarrollos
y, por supuesto, también con el tipo de consignas que se utilicen para
reproducir o problematizar la información. En este punto queremos hacer un
llamamiento especial en relación a cómo nos relacionamos con lo que es
propuesto como material de lectura en la escolaridad.
Los
manuales escolares tienden a homogeneizar los temas que tratan en un estilo
escueto y fáctico, en el sentido de que suelen presentar al estudiantado -y también
al profesorado, especialmente cuando no cuentan con formación especializada en
el campo- las fuentes primarias muy digeridas y procesadas para que las
afirmaciones se ajusten entre sí de manera ordenada y sistemática, excluyendo
aspectos problemáticos y excluyendo matices. Por eso, entrar en contacto con
diferentes tipos de voces y discursividades, leer y releer diferentes tipos de registros en una asignatura, implica
para los sujetos abrir una puerta para releer también la propia realidad.
Pensemos
esto para el caso de formación ética y ciudadana. Como vimos, es frecuente
encontrar definiciones de ciudadanía en relación a la adquisición plena y el
ejercicio pleno de derechos y obligaciones, cosa que sólo se puede realizar en
nuestras sociedades latinoamericanas y occidentales al alcanzar la mayoría de
edad. Los estudiantes de secundaria, por ser menores de edad, se enfrentan a
una fuerte paradoja cuando la única definición que se brinda de ciudadanía es
la normativista (Cullen, 2013). Ante la pregunta de si se consideran a sí
mismos ciudadanos, un sentido de pertenencia les impulsa a querer responder
afirmativamente, que sí son ciudadanos. Sin embargo, las definiciones que
sostienen cosas como que “ciudadanos son los miembros con derechos plenos de una
sociedad”, ampliamente difundidas, excluyen a estas jóvenes estudiantes del
conjunto. Y más especialmente se acentúa esta paradoja con los estudiantes de
primero y segundo año de secundaria, quienes apenas están empezando a ser
vistos como posibles adultos. ¿Son o no son ciudadanos? ¿Qué convierte a una
persona en ciudadana? ¿Qué les “falta” y qué les “sobra”? Por mucho que los
discursos pedagógicos incentiven el desarrollo de la autonomía y la capacidad
de pensar, analizar y decidir por sí mismos, los supuestos sobre ciudadanía
siguen considerando que, en última instancia, los padres “son moralmente
responsables por la conducta de sus hijos, reinstituyendo la noción de los
adolescentes como menores incapaces de autorregulación y autonomía” (Dussel,
2005, p. 1117).
La
acción de leer y releer la historia y los documentos históricos con estos
interrogantes y paradojas a cuestas, releyendo desde el lugar de quien no está
incluido en el sujeto enunciador de los documentos y además sabe que no está
incluido, se convierte en una acción de pregunta más amplia y más potente. Un
aporte que la filosofía puede hacer para Formación Ética y Ciudadana, “nos
invita a reconocernos no tanto en un saber que ya se tiene como en un aprender
que no termina, no tanto en la seguridad de las respuestas como la inquietud de
las preguntas” (Larrosa, 2000: 102). En este sentido, no abandonar los textos
tras una primera lectura para resolver las consignas de comprensión lectora, y
releerlos, inaugura la posibilidad de una mirada que vea más allá de lo
explícito, más allá del recorte visible, que pueda atisbar los oscuros que
constituyen los claros.
Esta
actitud de releer desde un “no saber leer” (Larrosa, 2000) que pregunta por
todo y que insiste en que el sentido de lo escrito no es obvio ni está dado de
antemano y puede, por tanto, ser recreado e inventado cuantas veces sea
necesario, hace posible pensar la relación entre textualidad y experiencia de
una manera menos abstracta. Por un lado, hace posible pensar el modo en que las
experiencias históricas que tuvieron algunos hombres[10]
reales, los llevaron a escribir lo que escribieron, impregnando a esos
garabatos en el papel de pulso y vitalidad. Si, como lo pone Larrosa (2000),
“en la escritura se juega parte del sentido de lo que somos y de lo que nos
pasa” (102), entonces los y las estudiantes pueden indagar los documentos desde
la pregunta de qué parte de sí mismos y qué parte de lo que les pasaba ponían
en juego esas hombres y mujeres que declaraban. Y por otro lado, hace posible
pensar la lectura como diálogo de experiencias, porque ya no se leen allí
solamente garabatos, sino palabras teñidas de experiencia real, que pueden
invitar eventualmente al lector a buscar palabras propias para nombrar su
propia experiencia y actuar (políticamente, en el sentido que Cullen
(2016) le da al término).
Entonces,
¿qué puede hacer la incorporación de un enfoque filosófico a la educación
cívica? Lo primero que cabe decir es que la filosofía puede contribuir para
construir lecturas propias, sentidos propios a partir de todos estos conceptos
más generales y abstractos. En una definición bastante sencilla y por eso
bastante efectiva, Guillermo Obiols (1997) sostiene que “por educación ética
entenderíamos una acción tendiente a que el educando adquiera ciertas
capacidades para pensar o reflexionar sobre la moralidad.” (p. 14). La
filosofía permite tomar distancia respecto de los fenómenos ético-políticos y
generar interrogantes (todos los que se quieran) y reflexiones (todas los que
se quieran) respecto de los mismos. Lo que queremos plantear es que es posible
extender esta misma distinción al campo de lo político-civil, de manera que el
enfoque filosófico permita generar interrogantes filosóficos a la vida
institucional y política de cada lugar.
la educación ética y cívica no puede
consistir en adoctrinar moralmente, sino que más bien se trata de realizar un
enfoque crítico-ético en la línea de contribuir a la autonomía moral, mediante
el desarrollo del juicio crítico sobre la realidad social y política.
Tal educación debería permitir
desarrollar en el alumno una conciencia crítica [...] Esta ética abierta se
proyecta en la comprensión crítica del
orden jurídico vigente. (Obiols, 1997, p. 19-20, las cursivas son del
original)
4. Comentarios para cerrar y abrir
No
queremos establecer unas conclusiones cerradas a este trabajo de análisis, en
parte porque representa una primera mirada sobre el tema, y en
parte porque sabemos que lo aquí tratado no es de ninguna manera
universalizable, en el sentido de que deberíamos analizar más manuales
escolares para tener una muestra más abarcativa. Queremos, en cambio, ofrecer
sendas abierta que permitan a todas las personas que se acerquen a este
trabajo, sean investigadoras y docentes o inclusive estudiantes, encontrar líneas
de análisis, perspectivas problematizadoras, conexiones semánticas propias, tal
vez nuevas, que les permitan luego volver a los materiales didácticos que
utilizan usualmente en sus actividades docentes para repensar los enfoques que
allí subyacen y sopesar si están contribuyendo a pensar lo que queremos que sea
pensado en los espacios de formación ética y ciudadana. Somos conscientes de
que la selección de manuales escolares que hicimos es en alguna medida
arbitraria y que muchísimos han quedado afuera. En ese sentido, está claro que
este análisis no agota el campo disciplinar. Sin embargo, es suficiente para
empezar a pensar en cómo construimos los materiales áulicos de apoyo.
Como
problemas generales, pudimos reconocer la falta de referencias espacio-temporales
suficientes como para tomar una perspectiva de proceso sobre los temas
trabajados. Además, con más incidencia de la que hubiéramos querido encontrar,
las presentaciones caen en lugares comunes, haciendo planteos de poca
reflexividad, y en ocasiones pasando juicios de valor a los y las lectoras sin
que se perciba patentemente que se lo está haciendo. En este sentido, las
pobres definiciones de términos relevantes, sea porque son términos técnicos
específicos o porque son conceptos extensamente teorizados, no contribuyen a
generar un ambiente de reflexión crítica y limitan sus posibilidades.
En
general, el uso de expresiones como “los hombres” y “el ciudadano” para hacer
referencia al conjunto de la población, a la par de una general omisión de referencias
a las luchas de las mujeres por la igualdad de derechos y capacidades
políticas, genera un efecto de ocultamiento que incluso hace pasar
desapercibida la falta de referencias a las luchas de las mujeres. En
consecuencia, las luchas por reconocimiento de otras poblaciones, como minorías
y disidencias sexo-genéricas, étnicas o racializadas, se nos presentan como un
silencio a problematizar.
En
relación a la genealogía civil que se suele proponer, construyendo una suerte
de enfoque “tradicional” dentro de la materia, como lo mostró nuestro
recorrido, se referencian con mayor frecuencia la Revolución Francesa de 1789 y
la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano también de 1789, la
Declaración de la Independencia de Estados Unidos de 1776 y contadas veces la
Gloriosa Revolución de 1688 en Inglaterra. En particular, la Declaración de
1879 es señalada como la fundadora del concepto de ‘ciudadanía universal’ y
otros procesos revolucionarios brillan por su ausencia en estos análisis. No
quita que puedan ser tomados en relación a otros tópicos, pero se los excluye
de aquello que es reconocido como fuente-origen de lo que debería ser pensado
como concepción universal de ciudadanía.
En
relación al interrogante que nos planteábamos más arriba, de si existe o no un
cuerpo canonizado de saberes que hacen a la formación ciudadana en el pasado
reciente (1994-2016), creemos que lo analizado aquí avala la afirmación de que
hay unas directrices troncales que organizan predominantemente los enfoque con
los que se tratan los temas de formación ética y ciudadana. Fundamentalmente,
caracterizadas por una fuerte marca del liberalismo político post caída del
muro de Berlín y post Consenso de Washington.
Todo
parece indicar que las posiciones del liberalismo político, en especial el
supuesto del pluralismo, han tomado un lugar central en la formación cívica,
constituyendo un cuerpo de saberes no suficientemente problematizado. El
concepto de pluralismo, a veces más explicitado y a veces menos, toma un lugar
central, funcionando como idea configuradora de argumentos y perspectivas.
Uno de
los problemas que se presenta es que una apelación demasiado superficial al
pluralismo o a las diferencias que nos constituyen como humanidad, pueden
conducir al escepticismo y a un relativismo moral de “todo vale”, sin alguna
orientación acerca de la vida que queremos vivir o lo que puede hacer al bien
común. Obiols (1997) plantea algunas estrategias como posibles antídotos que
nos interesan destacar:
sin el planteo en serio de un problema
general, desconociendo su desarrollo histórico, sin la necesaria aclaración
conceptual o terminológica y desconociendo la existencia de diferentes teorías
sobre las cuestiones planteadas, entonces, todo quedará en el terreno de las opiniones y de desembocará
inevitablemente en el relativismo y el escepticismo. (p. 17-18)
Y otra
problemática que se nos presenta es que, como sostiene Darren Chetty (2018),
hablar de pluralismo y multiculturalismo, nos hace pensar en la variedad
cultural humana como una novedad, pero ¿cuándo -y quiénes- nos convencieron de
que la nuestra era una sociedad “monocultural”? (p. 4).
Considerando
las maneras de leer que se proponen en la mayoría de los manuales escolares,
cabe destacar el efecto de veri-dicción que se genera, como analizábamos antes.
La relación con la lectura aparece signada por la idea de realizar una
constatación del contenido del manual antes que la de realizar una lectura
crítica. Esto, junto con el borramiento de las marcas que permiten construir
una idea de tiempo y espacio y de procesos que se relacionan, yuxtapuesto a su
vez con la autoridad que envuelve a la escuela como institución social, surte
el efecto de que se piense que el conocimiento es así, en lugar de pensar que está
así como se presenta en los materiales. Es decir, la fuerza del contexto
escolar le da legitimidad a lo presentado en los manuales escolares, agenciando
un olvido de las condiciones materiales de las enunciaciones, lo cual no
debería ser desestimado si es nuestra intención formar críticamente.
A modo
de resumen podemos mencionar los siguientes como gestos a preferentemente
evitar:
- las
presentaciones demasiado escuetas y esquemáticas que no brindan ningún tipo de
elemento crítico, con las que el estudiantado no puede hacer nada más que
memorizarlas y repetirlas;
-
exposiciones de carácter crítico pero con actividades directivas o conducentes
que no permiten explorar todas las posiciones sobre un tema, incluso las no
preferidas por la o el docente, las no deseadas o las tabú, y por lo tanto no
permiten comprender las relaciones semánticas, éticas, históricas y políticas
que nos hacen asignar valoraciones positivas o negativas a las diferentes
cuestiones;
-
(evitar) las definiciones simplistas de los conceptos centrales, como democracia,
justicia, derechos, etc., que sólo habilitan actitudes epistemológicas pasivas
y subestiman la inteligencia del estudiantado;
-
ofrecer sola y exclusivamente textos elaborados para la escolaridad,
didactizados y preparados para llegar a ciertas conclusiones.
En
contraposición, los que listamos a continuación pueden ser gestos valiosos para
tratar el tema de la ciudadanía desde una perspectiva filosófica:
- ubicar
los temas geopolíticamente, en tiempo y espacio, de manera que puedan ser
considerados como procesos con trama y sentido y no como acontecimientos
aislados o secuencias lineales teleológicas;
-
proponer actividades que permitan al estudiantado una cercanía personal con las
ideas abordadas, elaborar posturas propias, pensar alternativas siempre que se
pueda y fundamentarlas;
- hacer
lugar a las preguntas del estudiantado, escucharlas siempre, tomarlas en serio
y atenderlas con atención, no para ofrecer respuestas sino para habitarlas y
hacer con ellas la reflexión;
- no
ocultar, eludir o minimizar los conflictos o núcleos problemáticos, porque los
y las estudiantes son perfectamente conscientes de que la realidad a su
alrededor no es lineal;
-
incluir procesos políticos del mundo “no-central”, así como variedad de actores
sociales en los análisis para que el punto de vista enunciativo no sea único ni
ubicado en la posición de privilegio (como vimos en algunos manuales escolares)
y de este modo contribuir a la problematización de aquello que se presenta;
-
incluir el trabajo de investigadores e investigaciones locales (esto es,
latinoamericanos) cuyos puntos de vista son culturalmente más próximos al
estudiantado;
-
enfrentar al estudiantado con diferentes tipos de textualidades, no
intervenidas para “adaptarlas” a la escolaridad, que ofrezcan obstáculos
cognitivos interesantes y estimulantes para pensar y estudiar.
En suma,
nos gustaría que este trabajo sea también un incentivo y una invitación a
producir: producir lecturas propias para las propias clases, pero también
producir escritos que reflexionen sobre las maneras y estrategias a las que
apelamos en este campo de la enseñanza. Es tal vez con demasiada frecuencia que
las decisiones pedagógicas de los y las docentes encuentran reposo en manuales
escolares para este tipo de asignaturas. Como pudimos ver, los manuales
escolares traen siempre consigo un punto de vista que no es de ninguna manera
neutral. Creemos que es necesario para la docencia en general contar con
análisis como el que aquí realizamos para conocer a fondo el material que
tenemos a mano y estar en mejores condiciones pedagógicas para plantear las
discusiones que vale la pena plantear. ¿No podríamos acaso ser nosotros mismos
quienes escribamos los manuales escolares o textos a utilizar? ¿Por qué
habríamos de dejar que la decisión de qué se recorta y qué se pone a la vista
en las discusiones y programas sobre ética y ciudadanía descanse en otros, e
incluso a veces solamente en las manos de casas editoriales? ¿Es así como
queremos sensibilizar a quienes estudian en la educación obligatoria? ¿A quién
le reconocemos la potestad de decir, pronunciar, definir y establecer la
ciudadanía?
El
recorrido que hicimos nos mostró abordajes insuficientes para realizar una
enseñanza crítica de la ética y la ciudadanía. En algunos casos la insuficiencia
pasaba por no ofrecer una cantidad de material teórico que permitiera
problematizar o al menos evitar definiciones memorísticas. En otros casos la
insuficiencia pasaba por una subestimación de la capacidad crítica y reflexiva
de los estudiantes. Y en otros casos, pasaba por el enfoque elegido para
presentar los tópicos, abundando en formalismos que a final de cuentas sirven
para ocultar otras discusiones valiosas, antes que para educar políticamente.
Pero el recorrido también nos mostró estrategias interesantes para replicar y
nos permitió identificar prácticas que preferiríamos evitar. En fin, esperamos
que la lectura de estas páginas haya sido de provecho y haya contribuido a
abrir profusas preguntas y caminos de investigación.
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[1] Utilizaremos indistintamente el plural genérico masculino y el
plural genérico femenino como elipsis de la palabra ‘personas’. O sea, en lugar
de decir ‘las personas ciudadanas’, diremos directamente ‘las ciudadanas’.
[2] La definición ofrecida reza: “Imprescriptible:
perdurable, duradero.” (114), lo cual es totalmente insuficiente para dar
cuenta de lo que significa la imprescriptibilidad de los derechos.
[3] El manual es del año 2007 y continúa en venta en el sitio web de la
editorial, presumiblemente con algunas modificaciones puesto que ahora cuenta
con una tercera autora, Ana María Zajac. A pesar de ello, estimamos que si las
hay, no son muy significativas porque el índice se mantiene exactamente igual,
sin referencias visibles a nada posterior a 2006.
[4] Pensamos en los formatos de “piquete” y acampe que se han instalado
en Argentina como modalidades de protesta y reclamo. En general resultan
molestos porque interrumpen de manera intensa el fluir de la dinámica urbana
cotidiana. La opinión pública suele centrarse más en lo “incivilizado” de la
interrupción que en los motivos de las protestas.
[5] Sobre la problematicidad implicada en los intentos Bruno Latour,
[6] Original: “os textos que colocam em
cena o sujeito enunciador em primeira pessoa são bastante numerosos [...] se
essa função parece freqüentemente ausente, múltiplos rastros das operações
enunciativas permanecem e desempenham um papel importante na estruturação das
argumentações, análises conceituais e modos de exposição” (Cossutta, 1994, p.
14).
[7] Original: “Portanto, é a tentativa
de abolir a própria noção de ponto de vista que se traduz por um dispositivo
graças ao qual o filósofo se anula como que para deixar que a verdade fale por
si; ele não fala em nome dela, não a busca, ele é o ponto de pura transparência
em que a verdade se manifesta.” (Cossutta, 1994, p. 15).
[8] Original: “um universo de
referência interior e universal” (Cossutta, 1994, p. 20).
[9] Original: “a explicitação da
incumbência enunciativa se torna facultativa quando se considera a validade da
proposição como tendo uma evidência tal que deveria se impor a todo sujeito
humano. O apagamento das marcas não significa a ausência de investimento por
parte de um sujeito, nem que não haja um procedimento visando transformar a
convicção de um interlocutor, ou excluir posições contrárias, mas apresenta
essas operações como realizadas; é o pròprio fato de colocá-las assim que tende
a transformar o campo por um ato mimètico e antecipador.” (Cossutta, 1996, p. 16)
[10] Decimos ‘hombres’ adrede, porque el canon que estudiamos está
constituido muy mayoritariamente por varones blancos, cis, europeos, salvo
algunas pocas excepciones.