Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 9 N° 1 (2024) / Sección Dosier / pp. 1-19 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 27/02/2024 Aceptado: 08/06/2024
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.115
Peace in Colombia: Psychosocial Construction of a
Pedagogy of Coexistence
Universidad del Valle, Grupo de Educación Popular.
Colombia.
carlosarango68@gmail.com
Resumen. La experiencia de la realidad
es una hechura producto de nuestras acciones en donde podemos participar
consciente y deliberadamente en su construcción, así como evaluar y revisar
nuestras acciones para influir conscientemente en las consecuencias de nuestros
actos. Para caracterizar la vida cotidiana acudimos a la dimensión vivencial e
intuitiva más que a la dimensión racional y verbal. Realizamos ejercicios
ordenados de descripción de la experiencia a través del dibujo, del intercambio
de experiencias y emociones, así como a descripciones verbales y sustentadas y
argumentadas lógicamente. La realidad es la resultante de las actitudes,
comportamientos y discursos que ponemos en juego en nuestras relaciones con
otros, desde este enfoque psicosocial, el presente artículo le apuesta a que es
posible educar para la convivencia en contextos comunitarios siempre y cuando
contemos con conceptos vivos y coherentes sobre la convivencia y con un modelo
pedagógico basado en lo afectivo y acorde con el contexto social abordado.
Palabras clave. modelo pedagógico,
convivencia, paz.
Summary. The experience of reality is a
product of our actions where we can consciously and deliberately participate in
its construction as well as evaluate and review our actions to consciously
influence the consequences of them. To characterize everyday life, we turn to
the experiential and intuitive dimension rather than the rational and verbal
dimension. We carry out organized exercises to describe the experience through
drawing, the exchange of experiences and emotions, as well as verbal and
logically supported and argued descriptions. Reality is the result of the
attitudes, behaviors, and discourses that we put into play in our relationships
with others. From this psychosocial approach, this article bets that it is
possible to educate for coexistence in community contexts if we have living
concepts, and coherent about coexistence and with a pedagogical model based on
the affective and in accordance with the social context addressed.
Keywords. Pedagogical model, coexistence,
peace.
El 28 de
junio de 2022 fue presentado ante la sociedad colombiana el Informe de la
Comisión de la Verdad en el que se describe con una riqueza de testimonios y
documentación lo que ha venido ocurriendo en nuestro país en los últimos
cincuenta años y que es difícil y complejo pretender resumir en un párrafo,
pero que se constituye en un testimonio tan contundente que no es posible, si
es que tenemos algo de ética y de sentido común, dejar pasar por desapercibido.
En esta presentación el padre Francisco De Roux, como presidente de la Comisión
de la Verdad nos plantea numerosos interrogantes. Entre ellos nos pregunta: ¿por
qué el país no se detuvo desde temprano para detener este proceso?; ¿qué
hicieron los educadores al respecto?; ¿qué papel jugaron los formadores de
opinión y los medios de comunicación? Y, sobre todo, se pregunta a sí mismo:
¿cómo nos atrevimos a dejar que esto pasara y cómo nos atrevemos a permitir que
esto continúe?
La
presentación de este informe y de estos interrogantes nos exige que todos y
todas aportemos en la construcción del esclarecimiento del problema de la
convivencia y la construcción de paz en Colombia de tal manera que podamos
avanzar en la comprensión de los problemas estructurales y relacionales de
nuestra sociedad, e intentar hacerlo desde nuestro propio trabajo profesional. Por
tal motivo, me intenciono aportar a este llamado desde mi experiencia en
psicología social y comunitaria esperando así poder contribuir al cambio social
que requiere este país y responder en algo a estos interrogantes.
Por ello
quiero iniciar mi presentación reflexionando sobre las maneras cómo construimos
la realidad desde nuestra acción profesional. Para ello adopto un enfoque
psicosocial. Acercarnos psicosocialmente a una realidad es comprender de qué
manera la construimos en el contexto de nuestras relaciones. La realidad es la
resultante de las actitudes, comportamientos y discursos que ponemos en juego
en nuestras relaciones con otros (Arango, 2020).
Usualmente
acostumbro con mis estudiantes introducir la problemática de la convivencia
acudiendo a los lugares comunes que nos encontramos en las redes sociales. En
algún mensaje ampliamente viralizado en las redes sociales se invitaba a
escuchar la palabra de los ancianos que han orientado la vida comunitaria de su
pueblo con sabiduría y experiencia. En este caso nos apoyaremos en un proverbio
de los mayores Cherokee, de nuestra América. Ellos plantean: “Hay una batalla
continua entre dos lobos en nuestro interior. Uno es malevo. Es la ira, la
codicia, la envidia, el resentimiento, la falsedad, el temor a la inferioridad
y el ego. El otro es bueno, es el júbilo, la serenidad, el amor, la esperanza,
la humildad, la solidaridad, la empatía y la verdad. ¿Cuál lobo ganará? El que
decidas alimentar”. Esta misma disyuntiva se nos plantea cuando intentamos
acercarnos al problema de la construcción de la paz en Colombia; o alimentamos
la narrativa de la guerra y la violencia, así sea para luchar contra ellas, o enriquecemos
las narrativas y acciones orientadas a construir la convivencia y la paz en
Colombia. La disyuntiva sobre la violencia o la convivencia nos coloca frente a
dos dinámicas o ciclos relacionales diferentes, metodológicamente hablando. Yo
he preferido adoptar el problema de la convivencia y trabajar en su
fortalecimiento.
De la
sabiduría popular pasamos ahora hacia una actitud epistemológica. Para ello nos
apoyamos en los cuestionamientos que Fritjof Capra realiza a la racionalidad
occidental: ¿la pretensión del conocimiento como el ejercicio de la razón
asertiva donde un pensamiento racionalista, analítico, reduccionista y lineal
vinculado a los valores de la expansión, la competición, la cantidad y la
dominación se ha impulsado la idea del control sobre la naturaleza y el
comportamiento humano? ¿Tendrá esto algo que ver con el problema de la
violencia? ¿No es este un pensamiento orientado por la codicia del poder?
Consideramos que la racionalidad funcional e instrumental, centrada en la
producción de conceptos cerrados o Ratioides, que convierte al comportamiento
humano en un objeto a ser manipulado por otros, se encuentra en la raíz misma
del problema de la violencia.
Para
abordar el tema de la convivencia nos identificamos con la posición de Fritjof
Capra (1998) que propone una razón integrativa orientada por un pensamiento
intuitivo, sensible, sintético, holístico, histórico, dialéctico y crítico
donde se realicen los valores de conservación, cooperación, calidad y
asociación, que respetan el proceso de la vida y la dignidad de los seres
humanos.
Consideramos
que este sería un pensamiento orientado por la compasión en el sentido budista
del término, o mejor, por el amor desinteresado hacia los demás. Por tal
motivo, el estudio de la convivencia pretende ser un ejercicio de la razón
sensible al servicio de la vida, donde la producción del conocimiento sea un
acto estético que nos vincule cariñosamente con las personas involucradas en el
proyecto común de vivir y conocer para amar (Arango, 2001).
Asumimos
así una posición epistemológica que nos indica que los trabajos de
investigación sobre la violencia o sobre la convivencia se constituyen en dos
campos metodológicamente diferenciados que obedecen a valores y propósitos
diferentes y dan lugar a la construcción de dimensiones de la realidad
diferentes.
Este
dilema ha sido claramente explorado en el campo de las ciencias de la salud,
donde se ha logrado diferenciar el estudio de la enfermedad y el estudio de la
salud. De la misma manera que es claro para nosotros que la salud no puede ser
entendida meramente como ausencia de enfermedad, en ese mismo sentido, la
convivencia no puede ser asumida meramente como la ausencia de violencia. Por
ello, necesitamos desarrollar en términos constructivos qué entendemos por
convivencia y cuáles son las dimensiones y los procesos que dan cuenta de ella.
La
psicología comunitaria de la convivencia (Arango, 2006) desarrollada en
Colombia desde 1996 pretende asumir este reto y en esta dirección se han
realizado en los últimos años varias investigaciones en Colombia que nos
permiten comprender psicosocialmente los procesos de la convivencia y
desentrañar la complejidad de los procesos psicosociales que la constituyen así
como explicitar algunos de los factores que es necesario afectar si es que
pretendemos acceder a soluciones alternativas para los graves problemas de
violencia y convivencia en los que nos encontramos atrapados en este país.
En la Psicología Comunitaria de
la Convivencia el punto de partida es el abordaje ordenado de la experiencia de
la cotidianidad, y para ello hemos construido una estrategia metodológica
denominada La Artesanía de la Vida
Cotidiana (Arango, 2022).
El
trabajo comunitario centrado en la caracterización y análisis participativo de
la vida cotidiana, hace posible la reflexión y transformación de la experiencia
personal y colectiva constituyéndose en una herramienta de la educación
popular. El propósito de esta estrategia es la reconstrucción de la matriz
experiencial de la vida cotidiana, con el fin de ampliar las opciones de
fortalecimiento, cambio o transformación de la vida cotidiana personal o
colectiva. Es una metodología que puede utilizarse tanto de manera individual
como de manera colectiva y participativa en el trabajo comunitario.
Lo
llamamos artesanía para connotar que la experiencia de la realidad es una
hechura producto de nuestras acciones y que, si es así, podemos participar
consciente y deliberadamente en su construcción, así como podemos evaluar y
revisar nuestras acciones para influir conscientemente en las consecuencias de
nuestros actos.
Para
caracterizar la vida cotidiana acudimos a la dimensión vivencial e intuitiva
más que a la dimensión racional y verbal. Realizamos ejercicios ordenados de
descripción de la experiencia a través del dibujo, del intercambio de
experiencias y emociones, así como a descripciones verbales y sustentadas y
argumentadas lógicamente.
Los
ejercicios básicos para acceder a la descripción de la vida cotidiana son:
1.
Representación del mundo
personal.
2.
Descripción por escrito de “Un
día en la vida cotidiana”.
3.
Reconstrucción de los ciclos
semanal, mensual y anual.
4.
Dibujo de la historia de vida
personal.
5.
Dibujo de la historia de la
familia.
6.
La fotobiografía.
A partir
de estos ejercicios, donde se reflexiona tanto en lo que se dice como en lo que
se calla, reconstruimos la matriz experiencial de la vida cotidiana, donde las
personas pueden identificar los núcleos problemáticos, los puntos ciegos
cargados de energía o tensión, o la trama experiencial que de manera esencial y
personal enmarca la historia y la vida de cada persona.
Esta
matriz experiencial también nombrada como los ciclos de la vida cotidiana se
sintetizan en este esquema:
El Ciclo
Diario: donde se evidencia la relación con el cuerpo y el manejo del tiempo
libre.
El Ciclo
Semanal: donde se evidencia la organización de los horarios, la diferenciación
entre el día laboral y un día libre, y emergen las programaciones familiares y
laborales.
El Ciclo
Mensual: donde aparecen los programas institucionales de carácter laboral,
escolar, etc. Y en el caso de las mujeres, se reconocen las transformaciones
biológicas y relacionales determinadas por el ciclo menstrual.
El Ciclo
Anual: donde emergen las celebraciones y programaciones propias de los ciclos
cultural, político, económico y ecológico y encontramos acontecimientos
altamente relacionados con las identidades culturales y comunitarias.
El Ciclo
Vital: donde emergen las diversas etapas de la vida y se identifican las
estrategias para definir el proyecto de vida.
El Ciclo
Intergeneracional: donde se identifican las pautas de comportamiento
transmitidas de generación en generación, y donde se reconocen estrategias de
violencia y de convivencia que entran a formar parte de la cultura. Estas
tramas las denominamos la Trama de la Vida.
A partir
de este mapa o matriz experiencial inducimos una reflexión colectiva sobre lo
que llamamos las dimensiones de la opresión. A partir de la identificación de
pautas de comportamiento y rutinas que se repiten en uno o varios ciclos
buscamos reflexionar críticamente sobre las diversas formas de
condicionamiento, de aprendizaje, de alienación, de complejos psicoanalíticos,
traumas o asuntos pendientes, o concepciones que utilicen las personas para
reflexionar y entender su situación, bien sea que lo consideren un destino, una
enfermedad, un accidente, etc. Invitamos a la reflexión crítica de las miradas
populares de la situación elegida y ofrecemos la oportunidad de hacer un
ejercicio sobre la comprensión psicosocial de una experiencia. Para ello
proponemos la realización de cinco lecturas para el análisis de la experiencia
en clave psicosocial:
Primera
lectura: las necesidades. Se identifica qué necesidad está en juego en la
situación y evaluamos si se realiza o queda como asunto pendiente.
Segunda
lectura: los contextos. Analizamos la ecología de la experiencia, si es un
nicho natural, relacional o simbólico.
Tercera
lectura: los ritos. Analizamos el cómo de la experiencia en términos de
procedimientos o comportamientos. Se responde a la pregunta que es lo que se
hace.
Cuarta
lectura: los mitos. Analizamos la dimensión simbólica de la experiencia. Lo que
se dice de ella y cómo se la interpreta o justifica.
Quinta
lectura: los vínculos o relaciones. Analizamos las interacciones entre los
actores y develamos las relaciones de poder, de control o de afecto.
A partir
de estos elementos apoyamos a la persona a reflexionar críticamente sobre la
situación y a encontrar alternativas de transformación. La idea es que, si la
persona logra identificar y decodificar un círculo vicioso en su vida, logrará
salir de él.
Las
investigaciones sobre convivencia que se desarrollaron a partir de la
estrategia conceptual y metodológica presentada anteriormente, se iniciaron en
la ciudad de Cali a partir del momento en que se creara el Programa
Interinstitucional de Educación para la Participación y la Convivencia
ciudadana EDUPAR, que emergió como una consecuencia de un gran proyecto de
diagnóstico y de construcción de alternativas de cambio impulsado por la
ciudadanía caleña llamado “El Cali que queremos” (Cámara de Comercio de Cali,
1993) y del estudio epidemiológico de la violencia en la ciudad de Cali
(Consejería de Paz, 1997). La vinculación de la Universidad del Valle y en
particular de la línea de trabajo en psicología comunitaria a este esfuerzo
ciudadano e interinstitucional se constituyó en una coyuntura afortunada para
el desarrollo de la Psicología Comunitaria en Colombia, así como de la
investigación psicosocial en convivencia.
La
primera investigación en convivencia se realizó con 30 líderes comunitarios del
Barrio Calimío Decepaz a través del proyecto denominado “Construcción
participativa de la convivencia en un barrio popular de Cali” (Proyecto
Univalle, Edupar, Colciencias-BID) (Arango y Campo, 2000) a partir del cual se
estableció el marco conceptual y los primeros resultados para la comprensión de
la convivencia en clave psicosocial. Posteriormente se replicó esta
investigación en nueve contextos urbanos y rurales con 470 líderes comunitarios
y 7276 familias, a la vez que se trabajó interinstitucionalmente con la Red de
Promoción del Buen Trato de Cali. Posteriormente, se trabajó en la
construcción, gestión e implementación de la Política Pública de Convivencia
Familiar de Cali, y en el contexto de ésta se evaluó la eficacia de las
estrategias institucionales y comunitarias de atención a los problemas de
violencia y convivencia familiar, y se propuso una estrategia alternativa de
atención psicosocial a la convivencia familiar. Por tal motivo, podemos afirmar
que contamos con unos referentes conceptuales y experienciales basados en la
investigación sobre la convivencia como proceso psicosocial en contextos
comunitarios e institucionales que pueden orientar desde la psicología social y
comunitaria los procesos de construcción de la convivencia en Colombia. Para
ello, se requiere principalmente poder contar con publicaciones que garanticen
una amplia difusión para que sean apropiados por la sociedad. Arango, (2001,
2002, 2006, 2009a, 2009b, 2009c, 2009d, 2010a, 2010b); Arango y Campo, (2000,
2001, 2002, 2004, 2013); Arango, Figueroa, Hurtado, y Moncayo (2008); Campo,
(2005); Campo et.all. (2006); Moncayo (2006); Red del Buen Trato (2005).
Presento manera de síntesis los resultados más relevantes de lo que aprendimos
a lo largo de 10 años de investigación sobre la convivencia desde esta
perspectiva.
Cuando
hablamos de convivencia nos estamos refiriendo a las maneras como los seres
humanos que comparten cotidianamente en un contexto determinado, construyen de
manera espontánea o deliberada estrategias para realizar sus necesidades,
acuerdos para regular sus relaciones, formas de vincularse afectivamente,
maneras de resolver sus conflictos y creación de mejores formas de vida
(Arango, 2009d). La convivencia no debe entenderse meramente como ausencia de
violencia y la consecución de un acuerdo de paz es solamente el punto de
partida para empezar a trabajar en la construcción de la convivencia.
Entre
los resultados obtenidos en la primera investigación denominada “Construcción
participativa de la convivencia en un barrio popular de Cali (Arango y Campo,
2000, 2001)” vale la pena resaltar los siguientes:
La
exploración de la convivencia parte de realizar una caracterización de la vida
cotidiana de las personas que comparten en un contexto determinado. Hemos
logrado consolidar una estrategia metodológica basada en 10 talleres de tres
horas cada uno que en la actualidad estamos llamado “La Artesanía de la Vida
Cotidiana” a partir de la cual los participantes logran explicitar el entramado
de condicionamientos (ciclos de la vida cotidiana) que de manera estructurada
mantienen sus maneras de relacionarse y acceder a la transformación de los
mismos desde una consciencia emancipatoria construida colectivamente. A partir
de esta metodología hemos llegado a explicitar algunos problemas cruciales de
la convivencia.
Las
relaciones de convivencia entre los treinta líderes y sus familias
participantes en esta primera investigación, vistas en conjunto, presentan en
un primer plano un panorama desarticulado y sin armonía donde la mayor parte
del tiempo se vive en la lucha por la subsistencia en el mundo del trabajo, el
mejoramiento de las condiciones de vida y del reconocimiento personal en el
ámbito de la vida comunitaria, donde las instituciones juegan un papel
fundamental orientando un desarrollo desordenado. En un segundo plano
encontramos el mundo familiar, que se vive como un destino en el que se
encuentran atrapados más que como una opción libre, frente al cual se ponen en
juego las más profundas aspiraciones personales. Estos dos mundos, el mundo del
trabajo y el mundo de la familia, absorben gran parte de la atención y energía
de los participantes quedando relegadas las relaciones de amistad, el
autocuidado, la relación consigo mismo o la autorrealización. Finalmente, se
observa una relación descuidada con los demás ciudadanos y con el ecosistema o
la naturaleza. Todas estas relaciones están mediadas por una cultura del
consumo, insolidaria y competitiva impuesta por el mercado y los medios masivos
de comunicación.
A partir
de la descripción de la vida cotidiana se encontró que en la mayoría de las
personas participantes existen grandes dificultades para mantener vínculos
afectivos estables, lo que se expresa en la generación de hogares rotos e
inestables. La mujer es cabeza de familia, en un contexto de precariedad
económica donde los padres deben resolver los problemas de la subsistencia
quedando en un segundo plano el cuidado de los hijos. Los niños y los jóvenes
que no pueden acudir a centros educativos quedan a la deriva o en manos de
terceros, dándose procesos de socialización inadecuados que son cooptados por
organizaciones ilegales tales como las mafias y la delincuencia organizada.
La
formación de nuevas familias se da en un contexto de desprotección familiar e
institucional, donde los valores tradicionales de la familia patriarcal ya no
se corresponden con las nuevas condiciones de desarrollo social y económico. La
resultante es un proceso de presión familiar y social sobre las mujeres con
embarazos prematuros, que obligan a la conformación de nuevos hogares sin
condiciones educativas, económicas, ni de apoyo social suficientes para
garantizar una adecuada socialización de la persona.
En la
dimensión subjetiva los procesos de convivencia son una resultante de la manera
como hemos interiorizado el mundo de la cultura en la socialización primaria y
secundaria y de cómo hemos construido nuestra identidad personal y grupal.
Subjetivamente el meollo de la convivencia radica en el hecho de que las
personas reproducen un programa familiar, social o cultural a partir de
mensajes y experiencias interiorizadas en las primeras etapas de la vida
mediante la identificación con ciertos modelos y personajes arquetípicos. Desde
este programa cultural interiorizado las personas regulan sus relaciones de
amor, amistad, colaboración y ayuda mutua o de odio, competitividad, conflicto
e intolerancia. Los mitos y modelos de identificación que le dan significado a
la trama de la vida cotidiana representan en su esencia la herencia cultural
que hemos recibido a lo largo de la historia de la humanidad y que en la
actualidad se expresa en Colombia como el problema de la violencia o el
problema de la convivencia.
El
problema de la violencia en Colombia puede ser interpretado desde esta
perspectiva como la concreción de un círculo vicioso transmitido de generación
en generación y reproducido institucionalmente que se constituye en el caldo de
cultivo de personas frustradas y resentidas con la sociedad, que van a engrosar
las filas del conflicto social.
En la
dimensión objetiva, identificamos el papel jugado por las instituciones
(familia, escuela, iglesias, empresas y medios de comunicación) en el
mantenimiento y reproducción de valores, mitos y creencias de varias
formaciones socioculturales:
1.
De la cultura patriarcal judeo-cristiana en función de la cual se reproducen
los roles masculinos y femeninos en un contexto de inequidad social y
discriminación que afecta tanto a hombres como a mujeres.
2.
De una cultura tecnocrática, centrada en la economía del mercado y el consumo,
que impone valores competitivos e insolidarios y destruye el tejido social
propio de las diversas formaciones étnicas y culturales con graves
consecuencias sobre la vida del ecosistema.
3.
De una cultura política de la corrupción, el clientelismo y la intolerancia
democrática, que mantiene un contexto de violencia, desapariciones, asesinatos
y favores a los amigos.
Los
procesos de socialización y de institucionalización de la convivencia se
concretan en las relaciones entre las personas, en las interacciones familiares
y laborales, o más precisamente en la manera como nos vinculamos afectivamente
en todos los ámbitos. La transformación de la convivencia implicaría el
construir modelos diferentes de identificación y de relación entre hombres y
mujeres. Este no es un problema meramente personal y subjetivo, es un problema
colectivo en el cual juega un papel crucial las instituciones sociales y sus
programaciones. La construcción de un plan para el desarrollo y fortalecimiento
de la convivencia en el contexto de un barrio no tendrá sentido sin el concurso
y respaldo de las instituciones.
Entre
las conclusiones y recomendaciones de este primer proyecto planteamos que: es
posible educar para la convivencia en contextos comunitarios siempre y cuando
contemos con conceptos vivos y coherentes sobre la convivencia y con un modelo
pedagógico basado en lo afectivo y acorde con el contexto social abordado. La
meta fundamental del ejercicio educativo es el desarrollo integral del ser
humano, a partir de la construcción de una cultura local para la convivencia y
la democracia. Esto significa que en el proyecto de desarrollar una educación
para la convivencia familiar se hace necesario revisar los discursos, modelos,
los mitos y rituales de la cultura a través de los cuales las personas han
aprendido a ser amorosas y reconocer cuáles de esos modelos y patrones
fundamentan y legitiman acciones violentas, así como explorar creativamente y
construir nuevos modelos que conlleven a relaciones amorosas más
satisfactorias, equitativas y justas (Fina Sanz, 1995). Se recomienda la
estrategia de educación para la convivencia desarrollada por el equipo del
Programa EDUPAR que busca alcanzar dos metas educativas: la formación personal
y el desarrollo de vínculos humanos que dignifiquen la vida y promuevan la
convivencia social (Campo, Arango, y otros, 2002).
Con
respecto a la situación del desarrollo del barrio estudiado concluimos que
siendo este barrio creado por un programa piloto presentado como polo de
desarrollo urbanístico de la ciudad de Cali, encontramos que las instituciones
van a la saga del desarrollo, respondiendo reactivamente a las necesidades y
demandas de la comunidad, más que orientando el desarrollo social y comunitario
en una dirección más ordenada y racional. El desarrollo del barrio responde a
una dinámica social que se sale del control de las instituciones, y que no está
siendo orientado por ellas. El principal factor determinante del desarrollo se
basa en la situación económica, que se concreta en la lucha por realizar las
necesidades de subsistencia y de protección. Mientras no existan fuentes de
riqueza y de acumulación de capital propios del barrio, se mantendrá una
dinámica centrífuga que genera desintegración social y búsqueda de alternativas
y recursos por fuera del mismo, lo que afecta considerablemente la realización
de las demás necesidades básicas. Es absolutamente necesario que se realice una
evaluación de la dinámica económica que subyace a las políticas de desarrollo
social y se adopte una estrategia integral de desarrollo humano que parta de la
generación de una dinámica económica que haga posible la acumulación de capital
al interior del barrio y la creación de diversas fuentes de trabajo y
producción de riqueza material.
Para
transformar objetivamente las relaciones de convivencia es absolutamente
necesario afectar los procesos de institucionalización a partir de los cuales
se mantengan vigentes los valores y las prácticas culturales. En este sentido,
se hace necesario revisar y transformar los enfoques y las estrategias
adoptadas por las instituciones en sus programaciones. Podremos hablar de una
transformación objetiva de la convivencia cuando hayamos logrado con el
concurso de las instituciones, la transformación de los ciclos de la vida
cotidiana.
En síntesis, se hace necesario
emprender acciones institucionales orientadas a la transformación de la cultura
patriarcal judeocristiana, de la cultura mercantil del consumo y de la cultura
política. Esto solamente puede hacerse si en nuestros actos intencionales como
funcionarios de las instituciones públicas y privadas introducimos el ejercicio
vivo de nuevos valores que orienten nuestra vida pública y privada. En el
contexto de las comunas y los barrios se recomienda la adopción de planes
interinstitucionales de desarrollo de la convivencia donde se asuman
responsabilidades compartidas entre las organizaciones de base y las
instituciones.
Una de las conclusiones que se
derivan de estas experiencias es la importancia de promover la creación de
nuevas formas de institucionalidad, que den respuesta a la cultura de la
convivencia que se desea crear. Sin embargo, estas nuevas formas de institucionalidad
caerían nuevamente en el vacío si no logramos que los esfuerzos realizados se
articulen en un proceso concertado, dinámico y flexible de desarrollo integral
de la comunidad. El desarrollo integral de la comunidad es posible y alcanzable
en una sociedad democrática en aquellos contextos donde las organizaciones
comunitarias confluyen y se articulan con las instituciones en una experiencia
autogestionada y autónoma. Por las anteriores razones, esta experiencia
investigativa nos llevó a vincularnos con la Red de Promoción del Buen Trato de
Cali con el fin de poder acompañar desde los procesos institucionales la
promoción de la convivencia.
A partir
de la investigación “Redes Sociales para la Convivencia Familiar” (Proyecto
Univalle-Edupar- Plan internacional) (Arango y Campo, 2000) tuvimos la
oportunidad de replicar la primera experiencia en nueve contextos comunitarios,
donde nos encontramos con las realidades del contexto rural colombiano. Se
trabajó en cuatro contextos urbanos (cuatro comunas de la ciudad de Cali) y en
cinco contextos rurales en Jamundí (Corregimientos de Robles, Timba, Chagres y
Vereda la Berta), en Suárez (Corregimiento de Asnazú, Sandovales, Loma Linda,
Cañotico y Balastro), en Buenos Aires (Corregimiento de Palo Blanco, la
Palomera, Santa Bárbara, el Chambimbe, Chiquinquirá, San Joaquín, Santa Clara y
Buenos Aires), en Puerto Tejada (Barrios: Altos de París, Betania, Carlos A.
Guzmán, la Esperanza, Hipódromo y Luis A. Robles) y Padilla (Barrios: José
Hilario López, Carlos Lleras Restrepo, la Ceiba y las Palmeras y los
corregimientos de la Paila, las Cosechas, el Descanso, Holanda y Rio Negro).
Estos sectores se ubican en la zona sur del Departamento del Valle, y la zona
norte del departamento del Cauca; se distribuyen a lo largo de la rivera del
río Cauca y de algunos de sus afluentes. La región ecológica corresponde al
bosque húmedo tropical, que cuenta con gran riqueza botánica y faunística.
Actualmente se caracteriza por ser un bosque secundario debido a las prácticas
de explotación minera (de oro en Buenos Aires y Suárez, del carbón de piedra en
la Comuna 1) agrícola y pecuaria (Padilla, Puerto Tejada) y forestal (Buenos
Aires) también a causa de la colonización y el poblamiento progresivo. Se
trabajó con un total de 432 promotores comunitarios y 7.276 familias
participantes.
A través
de esta experiencia se capacitó a los promotores comunitarios en el
acompañamiento y dinamización de la convivencia familiar y comunitaria y se
buscó la conformación de Redes del Buen Trato para vincular a las instituciones
al mantenimiento de las condiciones que garanticen el apoyo a los procesos de
convivencia. La experiencia del primer año evidenció que, en su gran mayoría,
la orientación que en la práctica tienen las redes del buen trato es
eminentemente institucional y su funcionamiento depende de los intereses
laborales de los funcionarios y las voluntades políticas de los directivos
institucionales, contrastando con las formulaciones teóricas de los
investigadores, así como con las expectativas y las necesidades de la
comunidad. Con estos resultados se confirma la hipótesis sobre el papel jugado
por la cultura política en su dimensión institucional.
A lo
largo de la experiencia se encontró que en aquellos contextos tales como la
zona urbana donde existía un trabajo interinstitucional se encontraban más
problemas de desarticulación, protagonismos y conflictos institucionales que
experiencias de colaboración y trabajo con los sectores de la comunidad o
experiencias de intervención en red, por lo que se vio poco conveniente o
viable el insistir en la conformación de redes del buen trato allí donde aún no
existían.
En los
contextos rurales se optó por abandonar la idea de promocionar la creación de
redes del buen trato y se reorientó la intervención en el fortalecimiento de
las redes informales de apoyo social existentes entre las familias
participantes para que llegaran a organizarse y obtener reconocimiento jurídico
como organización. Así se reconoció que el papel de la comunidad frente a la
promoción de la convivencia familiar no podía estar supeditado a la presencia y
la participación de las instituciones tanto públicas como privadas. La
alternativa consistía en que las familias por sí mismas se organizaran y
construyeran estrategias de trabajo basadas en la colaboración, la solidaridad
y la ayuda mutua, es decir que construyeran redes de apoyo social para satisfacer
sus necesidades fundamentales y enfrentar los problemas de la vida diaria.
Frente a
este nuevo planteamiento de la creación de organizaciones formales por parte de
las redes de apoyo social se encontró resistencia comunitaria y poca respuesta.
En este sentido se fue reconociendo que la estrategia orientada a la
formalización e institucionalización de procesos hizo crisis. Este sería el
dilema fundamental relacionado con el problema de las redes de apoyo social y
las redes interinstitucionales. Estas últimas estarían más interesadas en
adelantar proyectos formales y gestionar recursos a través de los mismos.
Por otra
parte, se encontró que la dinamización y potenciación de la socialidad era
suficiente para atraer a las familias y la comunidad alrededor de prácticas
culturales que promueven la socialidad y la convivencia. Lo que realmente
contribuyó al éxito en este punto creemos que fue el reconocimiento y la
potenciación de las prácticas culturales de la comunidad, que se vio reflejado
en la invitación de la gente a través de “comitivas”, “chocolateadas”,
“reinados comunitarios”, “festivales” y “encuentros deportivos”. La táctica de
los promotores consistía en hacer propuestas que respondieran al interés de la
gente, que llamarán la atención de los vecinos y que se saliera de los estilos
de convocatoria tradicional. Y es aquí donde juega un papel importante las
actividades lúdicas, el juego y lo recreativo, la función integradora que tiene
el compartir comida y el comer juntos, el entusiasmo que producen las fiestas y
las celebraciones.
Para el
caso de la convivencia familiar, parece que las organizaciones “formales”
mueven muy poco a la gente a juntarse. Las personas se unen principalmente
porque comparten ciertos sentidos de la vida y del mundo: comparten los mismos
intereses religiosos, tienen afinidades en sus gustos musicales, son hinchas
del mismo equipo de fútbol o practican el mismo deporte, tienen similares
preocupaciones artísticas, etcétera. En realidad, lo que mueve a la gente a
juntarse y crear comunidad son las prácticas culturales. El problema de la
convivencia es un problema complejo, que debe ser enfrentado en términos de la
participación política y activa de la ciudadanía en la construcción de nuevas
formas de vida cultural y nuevas formas de convivencia.
Una vez
abandonado el propósito de conformar y fortalecer redes de promoción del buen
trato dentro del proyecto, y aún más, una vez abandonada la intención de
vincular las redes comunitarias de apoyo social a las instituciones, nos
encontramos con un fenómeno de atracción y de interés por parte de las
instituciones para vincularse a las actividades comunitarias y a la promoción
de prácticas culturales con el fin de realizar en ellas el alcance de sus
objetivos institucionales. Paradójicamente, alrededor de estos procesos
comunitarios de celebración de la vida y promoción de la convivencia se
produjeron encuentros y articulaciones entre las instituciones diversas que
hacían posible el alcance de los objetivos y proyectos diversos relacionados
con la convivencia.
En
conclusión, es necesario presentar esta experiencia como un ejemplo que ilustra
el hecho de que los procesos de la convivencia familiar son procesos públicos
que hacen parte de la vida cotidiana y no se corresponden con los ámbitos y
procesos propios de la vida institucionalizada.
No es
recomendable introducir procesos de institucionalización y formalización en el
campo de la convivencia familiar y comunitaria. Por el contrario, es a partir
del reconocimiento que hagan las instituciones de las prácticas culturales de
la comunidad, como éstas, las instituciones, pueden insertarse en las dinámicas
participativas y culturales de la comunidad y no al revés, en el sentido que
sean las comunidades y las familias las que deban insertarse en las dinámicas
interinstitucionales de las redes del buen trato.
Este
proyecto tuvo éxito en la promoción de procesos de convivencia porque
finalmente dio libertad a las comunidades para desplegar su creatividad e
iniciativa en una perspectiva abierta, pública, participativa e incluyente que
fue reconocida por las instituciones hasta el punto de que los programas
institucionales se articularon a las iniciativas comunitarias.
Los
resultados de la investigación nos llevaron a interrogarnos seriamente sobre el
problema de la institucionalización de los procesos de atención a la
convivencia en el contexto de la Red de Promoción del Buen Trato y prevención
de la Violencia Familiar y el Maltrato Infantil de Cali, nombrada aquí
meramente como Red del Buen Trato de Cali. Con esta red tuve la oportunidad de
trabajar durante diez años consecutivos acompañando y tratando de comprender su
dinámica interna y sus formas de trabajo.
A
diferencia de las redes sociales informales propias de los contextos familiares
y comunitarios, nos encontramos aquí con personas que actúan en representación
de las instituciones, de las organizaciones civiles y comunitarias, que
participan en el agenciamiento de políticas, proyectos, programas y estrategias
de desarrollo social y comunitario. Por lo tanto, las interacciones que se
producen en este contexto se encuentran mediadas por los discursos
institucionales, políticos, programáticos, científicos y de intervención
profesional sobre sus objetos institucionales.
La
convivencia familiar en el contexto interactivo de estas instituciones, es un
pretexto ideológico, un objeto lejano de intervención, que justifica la
existencia y legitima los proyectos y programas institucionales, de los que
depende el salario de los funcionarios, trabajadores y profesionales. La
realidad de los problemas de la vida cotidiana de las familias, se escapa de su
centro de atención, las prácticas culturales que mantienen y alimentan la vida
comunitaria, son desconocidas en este contexto, y en su reemplazo aparecen las
políticas gubernamentales, los códigos, los protocolos y lenguajes establecidos
por los sectores oficiales propios de la administración de la salud, la
educación, la justicia, la seguridad, el bienestar social, el desarrollo comunitario,
en función de los cuales se administran los recursos públicos y se orientan los
programas comunitarios.
La
convivencia familiar en esta red interinstitucional, es vista como deteriorada
por los altos índices de violencia intrafamiliar y de maltrato infantil, aunque
sigue siendo, en general, un objeto conceptualmente vacío de contenido. Los
principales aportes de las instituciones en relación con el problema de la
violencia intrafamiliar se reducen a la descripción de estadísticas sobre casos
atendidos, y a la descripción de los protocolos de atención y de remisión de
casos, sin que se presenten datos de carácter descriptivo que permitan
comprender en qué consiste el problema de la violencia intrafamiliar, o las
estrategias de trabajo sobre la convivencia.
Por
contraparte, la convivencia familiar vista desde el contexto interactivo de los
sectores rurales remite al papel que las prácticas culturales juegan para
construir la vida en común en el contexto de la vida pública. En estos
contextos identificamos el papel estimulante y dinamizador de los procesos
comunicativos, afectivos de carácter lúdico, mientras que los procesos
organizativos de carácter formal y racional juegan un papel desestimulante y
desmotivador. La conclusión más relevante en este caso es reconocer que en el
trabajo de promoción de la convivencia no es pertinente ni conveniente
introducir procesos de institucionalización y organización formal de las redes
sociales.
Por otra
parte, es necesario ratificar el carácter público de los fenómenos de la
violencia o la convivencia familiar. Todos los actores tanto comunitarios como
institucionales participantes en esta experiencia manifestaron haber vivido en
algún momento de sus vidas situaciones de violencia física o simbólica. Por lo
tanto, la violencia familiar no es un fenómeno intrínseco del grupo familiar,
sino que es un fenómeno propio de la cultura donde juega un papel fundamental
el orden patriarcal que actúa como legitimador de la misma.
Las preocupaciones sobre la
necesidad de que las instituciones relacionadas con el sector de protección
social cuenten con condiciones político-administrativas adecuadas para atender
los problemas de la convivencia nos llevaron, al interior de la Red de Promoción
del Buen Trato de Cali, a construir participativamente la Política Pública de
Convivencia Familiar (2005) de tal manera que pudiésemos desde allí impulsar
diversas iniciativas. Como una primera estrategia de la implementación de esta
política pública realizamos una investigación titulada: “Saberes expertos y
saberes populares en convivencia familiar: Hacia la construcción de una
estrategia alternativa de intervención” (Arango y colaboradores, 2008). En esta
investigación nos preguntamos: ¿qué realidad construimos en la atención a la
convivencia familiar?
Para responder a esta pregunta
desarrollamos una estrategia de investigación donde participaron 40 agentes
institucionales y 40 agentes comunitarios todos ellos vinculados a las
instituciones relacionadas con el sector de protección social y con experiencia
en la atención de problemas relacionados con la convivencia. Se revisó
críticamente el estado del conocimiento sobre el tema, se exploró y caracterizó
la experiencia de convivencia de todos los actores, se caracterizó la
estrategia institucional de atención a los problemas de violencia y convivencia
familiar, se caracterizaron las estrategias de atención comunitaria, se evaluó
la eficacia de la atención y se construyó participativamente una estrategia de
atención psicosocial coherente con los principios de la Política Pública de
Convivencia Familiar de Cali (Arango y colaboradores, 2008).
Considero
de especial relevancia destacar que para poder evaluar la manera como se
atiende institucionalmente a la comunidad en asuntos de violencia y convivencia
vimos conveniente explorar en primer lugar las maneras como los funcionarios y
funcionarias institucionales así como los líderes y liderezas experimentan y
entienden la convivencia en su propia vida cotidiana y hacer explícito un
acuerdo sobre qué estamos entendiendo por convivencia antes de pretender
acceder a sus estrategias de atención. Esto es lo que permite caracterizar y
describir en términos psicosociales el fenómeno estudiado y lo que hace posible
acceder a una reflexión crítica del modelo de atención.
Nos
centramos solamente en el objetivo de recrear y caracterizar la estrategia
actual de atención institucional en convivencia familiar en la ciudad de Cali,
a partir de las experiencias de los funcionarios para identificar sus alcances
y limitaciones. Por primera vez, cuarenta funcionarios institucionales con
experiencia en atención a los problemas del sector infancia y familia se
involucraron en el proceso de describir, presentar, analizar y evaluar
críticamente y de manera colectiva, experiencias concretas de atención de
casos. El número total de casos presentados fue de 23, y el número total de
casos con informe escrito entregado fue de 17. Como ya puede observarse,
encontramos una primera dificultad que radica en la falta de tradición
profesional en la escritura y registro de los casos. Esto nos muestra que el
ejercicio de la descripción y análisis de los casos, así como su presentación
pública ante colegas y otros profesionales no hace parte de las funciones,
rutinas y habilidades esperadas del profesional.
El
panorama sobre la manera como se configura la convivencia familiar desde el
interior de las instituciones que atienden esta problemática es bastante
preocupante, no solo porque en la estrategia de atención adoptada las opciones
discursivas sobre la convivencia terminan centrándose en una lectura negativa
donde sólo se construyen discursos y procedimientos centrados en las
violencias, sino porque en esta estrategia los procedimientos se protocolizan
generando dinámicas institucionales que adquieren una autonomía relativa con
respecto a otras dinámicas de la sociedad que generan efectos perversos no
solamente en la atención de la convivencia sino también en el mantenimiento de
condiciones de desarrollo social que agravan la problemática. Por tal motivo es
necesario diferenciar entre los intereses que atañen al buen funcionamiento
institucional y los intereses que tienen que ver con los efectos de la dinámica
institucional e interinstitucional sobre la sociedad, la cultura y las
dinámicas comunitarias.
Retomando
el texto redactado por los funcionarios con sus propias palabras, encontramos
que la estrategia de atención a la convivencia familiar es la siguiente:
Generalmente en nuestras instituciones lo que
se hace es una escucha, una orientación, una atención y una remisión, sin
embargo encontramos que no hay una unidad de criterio en cada uno de estos
procedimientos; que hay algunas instituciones que tienen algunos avances y
tienen algunos procedimientos definidos, pero encontramos que no todos lo
tienen, que algunos profesionales tienen algunos procedimientos y algunos
estilos de trabajo un poco claros, pero generalmente estos trabajos se remiten
a los profesionales de las ciencias sociales como psicólogos y trabajadores
sociales y los abogados, en este caso de la fiscalía. Pero otros profesionales
no se sienten autorizados para trabajar, no tienen el entrenamiento, no tienen
la capacidad, encontramos que todas estas intervenciones tienen una gran
diferencia, es decir no hay una integración de procedimientos ni al interior de
las instituciones, ni entre las instituciones, es decir no hay
intersectorialmente acuerdos para atender. Un caso puede pasar de mano en mano
y ser interpretado y atendido desde diferentes maneras de atender e interpretar
el problema, esa era la gran estrategia. (Arango y colaboradores, 2008).
De los
27 casos estrella analizados, solamente en dos de ellos encontramos acciones
que fuesen consideradas como efectos positivos de la atención. Los demás casos
solamente acreditan que se actuó institucionalmente mientras el usuario estuvo
en la institución.
Estas
maneras de proceder, cuyo interés está centrado en los procedimientos más que
en la reflexión sobre el contenido y significado de la convivencia o de la
violencia familiar lo hemos denominado institucionalización de la atención en
convivencia que, en términos prácticos, se convierte en una forma de violencia
institucionalizada que complica más la situación de origen. Los efectos
perversos encontrados en la estrategia de atención actual a la convivencia
familiar, deben ser reconocidos como formas alienadas de violencia
institucional. Si adicionalmente nos encontramos con evaluaciones positivas de
los programas institucionales y del ejercicio de atención, podemos afirmar que
existe un proceso de mercantilización de la violencia que deja útiles rentabilidades
a los funcionarios y las instituciones.
Por
contraparte, al evaluar la eficacia de las estrategias de atención realizadas
por los agentes comunitarios que han creado organizaciones específicas para
atender esta problemática, nos encontramos con estrategias de capacitación y
formación en el trabajo comunitario que los han capacitado para intervenir
creativamente promoviendo la participación de las personas, los grupos
familiares y los grupos comunitarios en la solución de los problemas. La
estrategia de atención comunitaria que puede inferirse a partir de las
experiencias presentadas en este informe, permite reconocer los principios de
intervención, explicitar un proceso metodológico, y abrir una discusión sobre
la problemática de la atención a la convivencia familiar en una perspectiva
completamente diferente de las preocupaciones institucionales que se acerca
mucho más a las realidades intervenidas o trabajadas.
Estas
experiencias provienen de programas de trabajo realizados por las ONG y las
redes de apoyo comunitario vinculadas a estos programas. Estas son en sí mismas
experiencias alternativas de intervención que están mostrando que sí es posible
y viable la atención integral. Sin embargo, las organizaciones actúan sin el
suficiente reconocimiento y respaldo institucional, sin la estructuración de
una estrategia en la forma de un programa de atención y sin recursos
suficientes para garantizar la estabilidad y permanencia de sus acciones. Las
acciones de promoción y prevención a la convivencia familiar están siendo
realizadas en las experiencias comunitarias, lo que no sucede con las
instituciones.
Esta
investigación logró proponer una estrategia de intervención psicosocial
alternativa para la atención a la convivencia, que se encuentra a la espera de
que se creen las condiciones de política pública que hagan posible su
realización y puesta a prueba (Arango y colaboradores, 2008).
La
conclusión más relevante que se deriva de esta investigación es que las
instituciones diseñadas para atender explícitamente los problemas relacionados
con la convivencia en la infancia y la familia, no solamente no contribuyen a
mejorar los procesos de convivencia en la comunidad, sino que por el contrario
generan efectos perversos que son un eslabón más en el ciclo de la violencia.
Como
hemos visto hasta aquí, y creo que conviene dejar explícito que vamos en el año
2008, hemos podido desarrollar y acompañar propuestas de investigación y de
acciones tanto comunitarias como institucionales para orientar los procesos de
convivencia. Contamos con las pistas conceptuales y metodológicas, contamos con
las técnicas, contamos con modelos de actuación tanto para la investigación
como para el acompañamiento comunitario; contamos con el diseño de una
propuesta interinstitucional de actuación en atención psicosocial susceptible
de ser puesta a prueba en nuevos escenarios. Contamos con una Política Pública
de Convivencia Familiar en Cali que ha podido evaluar los efectos positivos y
negativos de sus formas de actuación. Sin embargo, el conocimiento producido se
ha quedado en los anaqueles de las bibliotecas universitarias y de las
instituciones públicas prestadoras de servicios de atención a la comunidad. El
conocimiento generado en las anteriores experiencias, se ha publicado en libros
y revistas que no tienen difusión suficiente y los profesionales que tienen
acceso a esta información y que trabajan en las instituciones de atención a la
convivencia continúan en sus actividades reproduciendo una estrategia de
atención de la que son conscientes de su inoperancia e inefectividad para
resolver los problemas, e incluso de las acciones que son contraproducentes e
inoportunas. Del resumen del informe de investigación sobre el diseño de una
estrategia de atención psicosocial a la convivencia se realizó una edición de
mil ejemplares, de los cuales aproximadamente trescientos se repartieron entre
los funcionarios, los profesionales y líderes comunitarios participantes en el
proceso, y los otros setecientos ejemplares se desaparecieron de las oficinas
de la Secretaría de Salud Municipal sin que nadie pudiese dar razón de ello. Cuando
solicitamos a la Secretaría de Desarrollo Territorial y Bienestar Social de
Cali la autorización para presentar ante la Universidad del Valle el informe de
investigación para su evaluación académica, se nos denegó la solicitud
aduciéndose que la secretaría poseía los derechos sobre la información a
sabiendas de que esta información hace parte de una investigación pública
realizada mediante una estrategia interinstitucional y en red.
Posteriormente,
al interior de la Red de Promoción del Buen Trato se adoptó la política de
seguir fortaleciendo la ruta de atención interinstitucional a la violencia
familiar y el maltrato infantil con los procedimientos tradicionales y las
institucionales han seguido presentando informes de alta eficacia y eficiencia
de sus programas de atención basados en indicadores que presentan estadísticas
de atención pero que no evalúan en lo más mínimo la eficacia de la misma.
Identifico
en este fenómeno un proceso de resistencia personal, profesional, institucional
y cultural el cual se hace necesario llegar a caracterizar, decodificar y comprender,
para encontrar las vías que hagan posible la transformación institucional y
cultural necesaria para poder, desde los programas institucionales acompañar a
las comunidades en la construcción de procesos de convivencia. Igualmente,
encontramos en estas experiencias algunas respuestas a las preguntas de Padre
De Roux sobre cómo es posible seguir permitiendo que estas cosas ocurran.
Necesitamos
construir una cultura de la convivencia, y las instituciones no tienen
tradición sobre esto en Colombia. Necesitamos generar nuevas formas de
institucionalidad. Psicosocialmente, hablando la institucionalización aparece cada vez que se da una tipificación
recíproca de acciones habituadas por tipos de actores (Berger y Luckman,
1968, p. 76). Las acciones típicas para la atención de la convivencia familiar
están centradas en las violencias y su protocolización y no existen prácticas
centradas en la convivencia y la cultura. Los únicos actores que pueden
enseñarnos cómo vivir en convivencia en Colombia son las comunidades que han
sabido mantener su cultura local y regional, a pesar de los embates de los
actores armados. Sin embargo, no tenemos políticas estatales orientadas a
reconocer las riquezas culturales y comunitarias de nuestras regiones y mucho
menos orientadas a generar las instituciones que sepan acompañar estos
procesos.
Comprender
psicosocialmente la problemática del postconflicto colombiano significa
entender en sus diferentes niveles, las maneras como las relaciones e
interacciones entre las personas, en los diferentes contextos colombianos, nos
han llevado a construir la realidad que vivimos. En el nivel microsocial
intentamos comprender las interacciones entre las personas que hacen parte de
un microsistema, esto ya pudimos explorarlo en las relaciones de convivencia
familiar y en las relaciones de atención a los problemas de convivencia por
parte de los funcionarios y funcionarias del sector de infancia y familia de
Cali. En el nivel macrosocial, debemos entender las maneras como se dan las
interacciones entre el estado o sus instituciones y las comunidades.
El
estado y las instituciones determinan la existencia de procesos psicosociales
de institucionalización que son los responsables directos de la construcción y
orientación de la cultura y de la convivencia. Aproximadamente en el 40% del
territorio nacional no existe presencia del estado. La ausencia del estado
acompañada de una política encubierta y agenciada por los sectores hegemónicos
de la sociedad que promueven el desplazamiento forzado y la expropiación de
tierras, ha dado lugar a la emergencia de numerosos grupos armados que actúan
imponiendo por la vía de la fuerza, las normas y el control de los territorios,
esto ha implicado por otra parte el crecimiento de numerosas ciudades como
rasgo característico de este país. Entonces el impulsar procesos de
institucionalización que garanticen el acompañamiento y la orientación de la
cultura y de la convivencia en el 40% del territorio nacional se constituye tal
vez en una de las problemáticas psicosociales más importante para ser tenida en
cuenta desde el punto de vista de la construcción de un nuevo horizonte para el
país que quiera superar de una manera directa el escenario del postconflicto.
Al
revisar nuestra constitución nacional de 1991, encontramos que el artículo dos
se establece que “el fin esencial del
estado es servir a la comunidad… y facilitar la participación de todos en las
decisiones que los afectan”. En el año 2016 contrastábamos esto con lo
afirmado en el primer párrafo del diagnóstico presentado en el Plan de
Desarrollo Nacional: “Todos por un nuevo país” (PND. 2004-2018) donde se afirma
que:
Colombia comenzó el nuevo milenio transitando
por la antesala de lo que algunos analistas calificaban como un “estado
fallido”, al presentar los niveles más altos de su historia en materia de tasas
de homicidio, desplazamiento forzado, secuestros y áreas del territorio bajo
cultivos ilícitos (PND. 2004-2018 Todos por un nuevo país, p.35).
Es
evidente que, por los resultados que podemos obtener en términos de la
instauración de una cultura de la violencia, y una sociedad en guerra
permanente, podemos afirmar nuevamente que las instituciones colombianas no
están cumpliendo con su papel, y que es necesario hacer una revisión de las
maneras específicas como esto está sucediendo y de cómo llegar a corregirlo. La
primera recomendación que realiza el estudio ¡BASTA YA! Realizado por el Centro
Nacional de Memoria Histórica plantea que:
…es necesario transformar la estructura
institucional que ha sido diseñada para tiempos de guerra y lograr, con la
participación activa de todos los sectores de la sociedad construir una
institucionalidad propicia a los objetivos de la paz” (GHM, 2013, p.397)
A partir
de las experiencias investigativas realizadas al interior de la Red del Buen
Trato de Cali pudimos hacer una evaluación de la efectividad de las estrategias
de atención del sector infancia y familia encontrando que si bien ellas
consideran en sus evaluaciones que están cumpliendo con su propósito
institucional, el impacto de sus acciones está siendo un eslabón más en la
ciclo de las violencias. En esta evaluación fue muy clara la conclusión de que
los funcionarios y funcionarias no están formados para ello.
1. Tal
como se reconoce el Plan de Desarrollo Nacional: “Todos por un nuevo país”
(PND. 2004-2018) y el informe Basta Ya, podemos afirmar que las instituciones
colombianas no están cumpliendo con su papel, y que es necesario hacer una
revisión de las maneras específicas como esto está sucediendo y de cómo llegar
a corregirlo.
2. El
desarrollo integral y sustentable de las comunidades es un prerrequisito
esencial para fortalecer los procesos de convivencia en Colombia.
3. Para
promover la convivencia en Colombia, se hace necesario emprender acciones
institucionales orientadas a la transformación de la cultura patriarcal
judeocristiana, de la cultura mercantil del consumo y de la cultura política.
Esto solamente puede hacerse si en nuestros actos intencionales como
funcionarios de las instituciones públicas y privadas introducimos el ejercicio
vivo de nuevos valores que orienten nuestra vida pública y privada.
4. Las
instituciones colombianas no tienen experiencia en el trabajo de promover y
acompañar explícitamente los procesos de convivencia comunitaria. Y no tenemos
programas de formación que capaciten para acompañar los procesos de
convivencia. El problema de generar nuevas formas de institucionalidad para la
convivencia es uno de los principales retos de la sociedad colombiana.
5. Las
comunidades rurales, indígenas y afrocolombianas y otras formaciones
comunitarias pueden ser consideradas como los laboratorios de convivencia a
partir de los cuales podemos aprender las lecciones sobre las maneras creativas
de convivir solidariamente.
6. La
psicología comunitaria cuenta con desarrollos teóricos, metodológicos y
experiencias de trabajo comunitario sobre la convivencia que ameritan el
reconocimiento por parte de las instituciones para así desarrollar capacidad de
acompañar los procesos comunitarios de construcción de convivencia.
7. El
enfoque psicosocial ha desarrollado conceptos, teorías y estrategias basadas en
la investigación nos aporta conceptos claves para dar respuestas a las
preguntas del Padre De Roux y la Comisión de la Verdad. Esto nos permite
comprender psicosocialmente las situaciones vividas por los funcionarios
institucionales donde encontramos resistencias a las transformaciones ya que en
estos casos se requiere en primer lugar replantearse el problema de la
formación, no estamos formados para comprender psicosocialmente la realidad, se
requiere reestructurar las funciones profesionales asignadas, y configurar
nuevas formas de institucionalidad. Es decir, se requieren nuevos marcos
valorativos, legales y políticos que no existen en este momento en los
contextos institucionales.
8.
Respondiendo a la pregunta del padre De Roux podemos reconocer que por una
parte hemos permitido que en la dimensión política se consolide una cultura de
la corrupción y el clientelismo que permea a las instituciones, creo que es
importante tener presente que un paso importante para resolver un problema es
el acto de reconocerlo y una vez reconocido poder avanzar en su caracterización
y análisis. En esta cultura de la corrupción una pauta importante ha sido la
del seguimiento a líderes autoritarios a los que se les sigue sin ningún tipo
de cuestionamiento. De otra parte, hemos permitido y seguimos permitiendo el
funcionamiento de instituciones donde impera un paradigma técnico centrado en
resultados cuantificables, pero que no se interroga sobre los efectos de sus
acciones institucionales en la sociedad o en las comunidades. El funcionamiento
institucional responde a los principios de acatar las reglas de funcionamiento
y órdenes de no tocar ciertos temas tabúes para que de esta forma no se vaya a
perder el puesto de trabajo o el cargo.
9.
Requerimos de nuevos marcos formativos y normativos para acceder a las
capacidades necesarias para enfrentar el problema de la violencia en Colombia y
apoyar con idoneidad nuevas formas de convivencia en las comunidades. Hay que
reconocer que existe complicidad y resistencia interna para que estos cambios
puedan darse y la teoría psicosocial sobre el funcionamiento institucional así
lo demuestra.
10.
Afortunadamente nos encontramos en un momento histórico en que la realidad que
se nos presenta por una parte en toda su crudeza a través del Informe de la
Comisión de la Verdad y los interrogantes que nos plantea al Padre De Roux y
por la otra con una estupenda oportunidad generada por la coyuntura política
relacionada por la elección del nuevo gobierno. Se crea así una coyuntura
histórica que se va constituyendo en un nuevo marco histórico y cultural, donde
adquiere relevancia la relectura y recreación de los esfuerzos realizados en el
pasado y que permiten visualizar un futuro más humano para este país y nación.
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