Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 10 N° 1 (2025) / Sección Artículos / pp. 1-11 / 
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 20/03/2025 Aceptado: 18/06/2025
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.137
Displacements
and Subjectivations in the Digital Sociotechnical Context:
Notes To Trace the
Coordinates of the Public School as a Hybrid Apparatus
Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad Nacional de Cuyo;
Universidad Champagnat, Argentina
msolcouto@gmail.com
Resumen. El presente ensayo tiene como
objetivo proponer un recorrido teórico que permita comprender las relaciones entre dispositivos sociodigitales y
producción de subjetividades en la escuela pública contemporánea. Partiendo de
la premisa de que la subjetividad no es estática sino un fenómeno en constante
movimiento, se plantean una serie de desplazamientos en el contexto como en las
subjetivaciones que nos permitan trazar un mapa de las transformaciones contemporáneas
y del rol de la escuela,
Desde
nuestro punto de vista, la escuela se configura como un dispositivo híbrido
puesto que en ella, conviven quizás con mayor intensidad – y porque no,
contradicción- que en otros espacios, los entrecruzamientos entre la propuesta
de progreso moderno centrada en el estado y la lógica de datificación y
gubernamentalidad algorítmica de las
plataformas tecnológicas. En este sentido, esperamos compartir interrogantes para
problematizar el rol de las instituciones educativas en los procesos de subjetivación
contemporáneos.
Palabras clave. Educación Pública, Subjetividad, Tecnologías
Digitales, Plataformas Sociodigitales, Dispositivos.
Abstract. This essay explores the
relationships between socio-digital devices and the production of
subjectivities in contemporary public schools.
Starting from the premise
that subjectivity is not static but a phenomenon in constant movement, a series
of displacements are proposed in the context as well as in subjectivations that
allow us to draw a map of contemporary transformations and the role of the
school.
In our point of view, the
school is configured as a hybrid apparatus since in it, perhaps with greater
intensity - and why not, contradiction - than in other spaces, the
intersections between the proposal of modern progress centered on the state and
the logic of datafication and algorithmic governmentality of technological
platforms. In this sense, we hope to share questions to problematize the role
of educational institutions in contemporary subjectivation processes.
Keywords. Public School, Subjectivity, Digital
Technologies, Digital Platforms, Apparatus.
Desde su origen, la escuela – tal como la
conocemos hoy- ha tenido un rol central sostenido a lo largo del tiempo: educar
a las futuras generaciones y formar al ciudadano en los valores cívicos para la
construcción, reproducción y cuidado de las democracias modernas. No obstante, como
construcción pública ha sufrido, a lo largo del tiempo, múltiples
cuestionamientos que revelan una constante crisis de la educación formal. En la
actualidad, una de las principales críticas viene de la mano de la innovación
tecnológica que a las instituciones superar la monotonía de la clase
tradicional para adaptarse a los cambios que imponen las plataformas.
Intentando escapar al discurso solucionista (Morozov, 2013) que sostiene que
para cada problema existe una tecnología, nos interesa pensar cómo la escuela
resulta transformada por la época, por los actores que la habitan e interactúan
en ella y con ella, al tiempo que también produce otras subjetivaciones diferentes
a la del ciudadano moderno. No podemos negar que somos, en parte, producto de
la educación que recibimos en la escuela (entre otros agentes) y que también,
como sociedad hacemos, construimos esa escuela. La escuela produce sujetos al
tiempo que se reproduce a sí misma, cambia, se transforma, pero algo permanece;
se constituye en este sentido como un dispositivo histórico, diseñado en la
modernidad de acuerdo con las necesidades políticas, económicas y sociales de ese
momento. (Pineau, 2001). El devenir
histórico hizo su trabajo con las instituciones de la modernidad, sin embargo,
la forma escolar muestra signos de continuidad y ruptura con esa forma y ese
mandato fundacional. Para profundizar en esta dinámica, proponemos la metáfora
del desplazamiento como una herramienta analítica que permite visibilizar el
carácter complejo, dinámico y continuo de los cambios sociales. El
desplazamiento, implica un movimiento constante, un ir y venir una adaptación
continua al entono de transformación que también nos habla de un mientras tanto.
¿Qué tipo de dispositivo es hoy la escuela? ¿Qué subjetivaciones promueve? A lo
largo de este artículo intentaremos trazar algunas líneas para responder estas
preguntas.
Tal como expresa Agamben (2008), ser
contemporáneo implica no poder escapar al propio tiempo; tomando distancia para
pensarlo en su complejidad, pero sobre todo, en sus implicaciones futuras. El
nuestro es un tiempo complejo, caracterizado por la ubicuidad de las conexiones
y por la digitalización de los vínculos sociales, económicos, productivos,
políticos y educativos que se imponen en el seno de una sociedad capitalista
que se alimenta de ellos y los reconfigura. La aparente inmaterialidad del
territorio virtual, sumada al discurso tecnológico operante, como plantea van
Dijck (2016) oculta su complejidad y dificulta su análisis. No obstante, estas
transformaciones surgidas de los avances tecnocientíficos van conquistando otros
ámbitos de la vida cotidiana. Es en este contexto que recuperamos el concepto
de dispositivo analizado por Agamben (2011) en su interpretación de la obra de
Foucault. En una primera acepción, podemos decir que el dispositivo es la red
que tendemos entre elementos heterogéneos como discursos, instituciones, leyes,
etc. (Agamben, 2011) que, a partir de relaciones de poder-saber tienen la
capacidad de generar en los sujetos determinadas “disposiciones”. Foucault se
interesa por este concepto a partir de sus estudios sobre gubernamentalidad o
gobierno de los hombres para comprender las formas en las que los dispositivos
logran capturar, dirigir, orientar o modelar “los gestos, las conductas, las
opiniones de los seres vivos” (Agamben, 2011).
Es paradójico, a la luz de este análisis,
que los teléfonos celulares sean llamados, dispositivos tecnológicos. Desde el
surgimiento del Smartphone en los años 90´ se podía anticipar la capacidad de transformación
que esta tecnología tendría, principalmente, en las dinámicas laborales. Sin
embargo, a partir de la popularización de internet, posteriormente de la web
2.0, de los teléfonos inteligentes y de las redes sociales, esta trama de
aparatos, conexiones, códigos de programación y algoritmos, se ha vuelto mucho
más poderosa al punto actual de tener el poder de regular la opinión pública e influir
en el curso de las democracias. El concepto de dispositivo resulta clave en
este análisis, nos permite comprender que las tecnologías no son simples herramientas,
sino que configuran nuestras prácticas, nuestras formas de vida y nuestro pensamiento.
¿Cómo llegamos hasta aquí? Para trazar un
mapa, proponemos la metáfora del desplazamiento como una tensión dinámica que
transforma y reconfigura, mas no como un movimiento lineal o unidireccional. A
través de esta imagen, esperamos alejarnos de simplificaciones dicotómicas para
explicar los procesos de cambio en el contexto socioténico digital. Nos
posicionaremos desde la perspectiva de la cultura digital, que intenta revisar
estas transformaciones, suponiendo que las relaciones entre tecnología y
sociedad son complejas, por lo que los análisis deberán evitar miradas
tecnofóbicas o tecnofílicas. Desarrollaremos tres desplazamientos que
observamos en el contexto sociotécnico digital, a saber: de la vigilancia al
control, de la sociedad del
conocimiento libre al monopolio de la información y de
la fábrica-empresa a la empresa-plataforma
Según Deleuze (1999) para la vigilancia de
los cuerpos ya no es necesario el encierro. Las sociedades de control tienen
formas más sutiles de disciplinamiento que prescinden de la vigilancia o el
encierro porque se dan al “aire libre” y por propia sujeción invirtiendo el
panóptico de Foucault (1975). La lógica del control atrapa el deseo produciendo
un auto- disciplinamiento. Cuando Deleuze describió el fenómeno recién comenzaba
a asomar; sin embargo, casi tres décadas después, la industria de extracción y
procesamientos de datos, vinculada con la economía de plataformas (Snircek,
2018) le otorga cada vez más relevancia a este fenómeno. Los datos van con
los/as usuarios/as a todas partes; el control es ubicuo.
Los aportes de la cibernética nos permiten
comprender de qué manera las interacciones a través de los teléfonos celulares ejercen,
en línea con los aportes de Deleuze, una nueva forma de gobierno. El colectivo
Tiqqun (2001) define a la cibernética como “un mundo autónomo de dispositivos
mezclados con el proyecto capitalista en tanto que proyecto político, una
gigantesca máquina abstracta hecha de máquinas binarias, una nueva forma de
soberanía política” (2015, p. 28). ¿De qué manera, entonces, se ejerce esta
nueva forma de control que podemos concebir como una autodisciplina? La
gubernamentalidad algorítmica (Rodríguez, 2018) podría ser una respuesta a este
interrogante. En 2010, el colectivo Ippolita, comenzó a problematizar la lógica
de los algoritmos. Los definió como: “Un método resolutivo aplicado a un
problema, unprocedimiento compuesto por pasos simples a ejecutar en secuencia
para obtener un determinado resultado” (Ippolita; 2010, p.101). Parafraseando a
los autores podríamos compararlos con una receta que implica pasos a seguir
para llegar a la solución de un problema. Los algoritmos son recetas
informáticas, escritas en lenguajes de programación para cumplir distintas
funciones que se retroalimentan a partir los datos que los usuarios vamos
“dejando” en la web. Cada clic, cada búsqueda, aporta información para
construir un perfil de usuario al que luego se le podrá vender productos,
estilo de vida, e incluso, ideas. Rodríguez
expresa que cada clic, es un acto de gubernamentalidad algorítmica.
En
cuanto a los efectos subjetivos de este cambio de época, Deleuze señala la
dividualidad y la modulación: “Ya no estamos ante el par “individuo–masa”. Los
individuos han devenido “dividuales” y las masas se han convertido en
indicadores, datos, mercados o ‘bancos’” (Deleuze, 1999). Por dividualidad,
entendemos una forma fragmentada de ser, atravesados por múltiples escenarios
que nos configuran en una multiplicidad de escenarios entre lo virtual y lo
real e incluso como un cúmulo de datos divisibles, ordenables y organizables.
Dividual quiere decir que se produce una subjetividad divisible, fácilmente
localizable (el teléfono celular, es justamente un móvil, que permite (mediante
permisos) la localización espacial de los cuerpos. La idea de dividualidad, incluso, separa el binomio
individuo-masa propio de la modernidad y lo ubica (también) fuera de las
instituciones para ejercer un control intenso que se extiende a los dominios de
la vida privada (Deleuze, 1999). En cuanto a la modulación, hace referencia al “paso”
de los sujetos entre una institución y otra.
Los encierros son moldes o moldeados
diferentes, mientras que los controles constituyen una modulación, como una
suerte de moldeado auto deformante que cambia constantemente y a cada instante,
como un tamiz cuya malla varía en cada punto. (Deleuze, 1999)
En las sociedades disciplinarias, la
subjetividad se “moldeaba” en diversos dispositivos- instituciones ya que los
ciudadanos pasaban de un encierro a otro; por ejemplo, de la escuela a la
fábrica. Las instituciones constituían moldes y los sujetos se formaban acorde
a dicha moldura. La modulación, sin embargo, propia de las sociedades de
control da cuenta de un sujeto que va de un dispositivo a otro, la escuela, los
teléfonos celulares, las plataformas virtuales, el trabajo, los medios de
comunicación, la empresa. En las sociedades disciplinarias, por ejemplo, el
sujeto era estudiante y después trabajador, hoy en tiempos de control donde las
modulaciones son continuas y coexistentes se puede ser trabajador y estudiante
porque el mercado exige la constante formación. No hay una subjetividad, sino
tantas como dispositivos interactuantes.
Los orígenes de internet se remontan a los
años 60´ como un desarrollo de defensa de los Estados Unidos; sin embargo, a
partir de la popularización de su uso masivo entre las décadas del 80 y del 90
y la posterior creación de la web 2.0, empezó a asociarse a una perspectiva más
optimista y de participación. La web 2.0, con su énfasis en la cooperación
entre usuarios, la creación de contenido y la participación ciudadana, impulsó
una visión de internet como un espacio de posibilidades para la transformación
social. El concepto sociedad de la información acuñado por Manuel Castells (1990)
busca explicar las transformaciones económicas, culturales y sociales surgidas
a partir de la popularización, el uso doméstico y comercial de tecnologías de
la comunicación que tracciona un hecho revolucionario: el paso de una sociedad
industrial a la sociedad de la información. Con el tiempo, este enfoque
comienza a convivir con el de Sociedad del Conocimiento; colocando en el foco
de la atención los modos de producir y reproducir información, las vastas
posibilidades de acceso y divulgación y la libre circulación. Este concepto trajo
consigo miradas esperanzadoras sobre el potencial democratizador de las
tecnologías y su consecuente demanda a los estados para aumentar la inversión,
articular con el sector privado y desarrollar políticas públicas en virtud de
la promesa democratizadora y civilizatoria de las tecnologías.
Sin embargo, en la actualidad, el territorio
digital ha sido monopolizado por cinco grandes empresas; Alphabet (Google),
Amazon, Apple, Microsoft y Meta (Facebook) y a la luz de acontecimientos como
el caso Cambridge analítica, la viralización de noticias falsas, la
manipulación de imágenes con Inteligencia artificial o el componente digital
del ascenso de las nuevas derechas, la promesa de la democratización y la libre
circulación termina por caer. ¿Cómo pasamos de la esperanza a la sospecha? Compartimos
algunas hipótesis para avanzar sobre un diagnóstico:
En primer lugar, consideramos que el modelo
económico de la sociedad de la información se profundizó en los últimos años, hacia
una economía del conocimiento o una economía de los datos. Insistimos en la
idea de profundización ya que la sociedad de la información como proyecto,
demandó para su desarrollo y crecimiento la articulación en investigación,
infraestructura y legislación del sector público y privado. En este sentido,
insistimos en evitar los reduccionismos acerca de la Sociedad de la Información
como un proyecto meramente tecnológico o mediático y entenderlo como el eje de las
transformaciones en los modos de acumulación del capital que implica el paso de
una economía centrada en los bienes materiales a otra basada en los bienes
inmateriales y capital intelectual. Becerra (2002) explica que el proyecto de
la Sociedad de la información busca consolidar un modelo económico de
liberalización, desregulación y competitividad internacional que surge como
alternativa al capitalismo industrial y al estado de bienestar consolidado
después de la segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el proyecto de la Sociedad
de Información ha excluido desde sus inicios a países periféricos y en
desarrollo en magnitudes que pueden explicarse solamente a través de la brecha
digital, como infraestructura, desarrollo del conocimiento, inversión, etc. Estas
desigualdades se profundizan a partir de la creciente monopolización del
“espacio virtual” que ya hemos mencionado, no solo porque las plataformas
concentran la circulación de información, los códigos de programación, la
extracción y análisis de datos de sus usuarios y su consecuente influencia en
las democracias contemporáneas; sino también porque permiten generar nuevas
oportunidades laborales tecnodependientes mucho más flexibles y volátiles.
En segundo lugar, como venimos expresando,
la ratificación de internet ha acelerado el proceso de monopolización que explica
con claridad van Dijck (2022) con el concepto de plataformización. Para
comprender el proceso, cuyo poder se ejerce de manera jerárquica e interdependiente,
la autora utiliza la metáfora del árbol. Ubica en la base la infraestructura
global que permite el funcionamiento de internet (computadoras, cables, modem, etc.).
De esta red de cables que pertenecen a un grupo reducido de empresas y estados,
dependen muchos otros para sus ofrecer sus productos o servicios en línea. El
tronco, representa las plataformas intermedias que son, entre otras, las que
conocemos como los cinco grandes de internet. En este complejo entramado de
empresas tecnológicas, en donde hay escasa o nula presencia de los estados,
está la clave del poder de las plataformas puesto que funcionan como un canal
para el flujo de la información hacia arriba y abajo del árbol. Por último, las
ramas representan las diferentes aplicaciones que se sostienen gracias a la
infraestructura ya mencionada y se construyen sobre los servicios de las
plataformas intermedias. Esta metáfora que nos ofrece van Dijck, nos permite
hacer foco, por un lado, en la gobernanza de internet (aspecto que
desarrollaremos más adelante) y por el otro, en el poder que tienen las
plataformas intermedias para imponer la reglas sobre el tráfico de la
información y la datificación que de ella se produce. Mackenzie Wark (2004), de
tradición marxista, lo llama la clase vectorialista debido al poder que les
otorga su capacidad de seleccionar, clasificar y distribuir información.
Por último, relacionado con todo lo
anterior, observamos como tercer punto que el mapa de internet se revela en su
complejidad. El debate en torno a la gobernanza de las plataformas profundiza
la tensión entre los estados y el mercado. Entendiendo que las arquitecturas de
las plataformas propician modos de participación, uno de los principales
debates ha sido el de las regulaciones sobre la libertad de expresión y
divulgación de noticias falsas o discursos de odio en redes sociales. Un caso
paradigmático ha sido el de Brasil en agosto de 2024, donde un juez federal ordenó
la suspensión de la red social X perteneciente al empresario Elon Musk. Este
caso muestra la asimetría de poder entre los propietarios y ceo de plataformas
frente a la soberanía de los estados, pero también plantea debates éticos sobre
la libertado de expresión, la propiedad de los códigos de programación o de las
infraestructuras y la posibilidad de una tecnodiversidad. (Hui,2020)
Como ya se ha expresado, la sociedad de la
información pone en jaque el modelo de producción fordista acuñado después de
la revolución industrial, así como de las formas en que se organizaba el
trabajo y la distribución de la riqueza a una economía basada, por un lado, en la
generación, extracción y procesamiento de una gran cantidad de datos y por el
creciente desarrollo de la inteligencia artificial (Sadin, 2018). La ideología tech,
desarrollada en Silicon Valley ha colonizado cultural y políticamente la vida
de los usuarios a través de un modelo de negocios centrado en la constitución
de bases de datos centrados en comportamientos, la organización algorítmica de
la vida colectiva y la concepción de aplicaciones destinadas a los individuos
(Sadin, 2018).
En
este sentido, Snircek (2018) analiza la “economía de plataformas” y las
caracteriza como una nueva forma de empresa que funciona como intermediaria
entre usuarios y servicios. Divide las plataformas en publicitarias, diseñadas para
extraer y procesar datos con el fin vender productos y servicios (como las
redes sociales); en la nube es decir, ofrecen servicios almacenamiento y
procesamiento de datos; industriales o la “internet de las cosas”, aplican tecnologías
digitales a procesos industriales; las austeras o basadas en servicios, (como
Uber) que dependen del software diseñado por otras empresas para funcionar, por
último, las plataformas de productos que son propietarias de los bienes que comercializan,
como el caso del entretenimiento a demanda.
La economía de plataformas funciona, no solo
por los dispositivos materiales y digitales que la sustentan, sino por la diversidad
de trabajadores ingenieros, diseñadores, científicos de datos, repartidores,
conductores con diversas condiciones laborales. Dyer Witherford (2004) explica
que mientras los primeros gozan de estabilidad y altos salarios debido a la
complejidad del trabajo que realizan, los últimos resultan explotados bajo la
promesa del trabajo libre y sin jefe. Este modelo, bajo la lógica de la
intermediación, despoja al trabajador de los derechos laborales forjados en la
modernidad y los coloca en el lugar de un colaboradores o trabajadores
independientes, sin ningún tipo de compromiso legal, laboral o social de por
medio. El modelo de Silicon Valley cuya centralidad es la lógica del
emprendimiento no es solamente un clima de época; según Zuazo (2018) se ha
convertido en una especie de dogma, una tecno fe optimista que impacta
fuertemente en las políticas públicas sobre el empleo, hacia modelos de profundización
neoliberal.
Otro
fenómeno que podemos advertir en el mundo del trabajo es el de la
“monetización”. Este término, comienza a utilizarse en el mundo digital para referirse
a las posibles ganancias que, quienes producen contenidos, pueden obtener a
partir de la reproducción de los mismos o de la publicidad asociada a su
popularidad. En la actualidad, este término se utiliza para referir a toda
acción que retribuya ganancia económica sobre los contenidos que se produzcan para
plataformas, transacciones a través de billeteras virtuales, compra y venta de
criptomonedas, negocios digitales, etc. Hoy en día, la monetización es un
objetivo primordial de los medios sociodigitales por lo que cuentan con para sus
usuarios o comunidades. Resulta interesante pensar cómo se abre la posibilidad a
nuevas formas de ganar dinero de manera esporádica o más “estable” a partir de
diversidad de plataformas para crear, compartir, vender contenido o
directamente invertir o apostar. Siguiendo con la línea que venimos planteando,
se observa que éstas nuevas formas de trabajo carentes de cualquier tipo de
derecho laboral refuerzan la lógica del emprendedurismo digital o de riqueza
DIY (do it yourself) y del sálvese quien pueda.
Estas
transformaciones en el mundo del trabajo nos hablan de la emergencia de un
“capitalismo cognitivo” como un nuevo modo de organización de la producción,
“una economía basada en la producción, la distribución y la utilización de
servicios y de bienes inmateriales”; (Blondeau, 2004, p. 31). El sustento del
capitalismo cognitivo es extracción y procesamiento de datos y signos cuya
productividad se basa en el trabajo intelectual de un grupo social conocido
como “trabajadores cognitivos” o, tal como explica Berardi (2007)
“cognitariado”. El capitalismo cognitivo basa su productividad en la
mercantilización de “signos” cuyo valor se esconde bajo el velo de la inmaterialidad.
Los programas, las aplicaciones, los desarrollos informáticos y la información
hoy son base de las nuevas relaciones productivas. Los trabajadores cognitivos
de la actualidad aportan al sistema de producción su fuerza creativa que cuyo
valor que no se puede medir. “La materia a transformar se simula por secuencias
digitales. El contenido del trabajo se mentaliza, pero al mismo tiempo los
límites del trabajo se vuelven inciertos” (Berardi, 2007, p. 86).
Desde la perspectiva Foucaultiana, los modos
de subjetivación pueden explicarse desde dos perspectivas mutuamente relacionadas;
una más amplia, que corresponde a los primeros trabajos del autor, donde
analiza la forma en la que los sujetos se objetivan a partir de una determinada
relación de saber y poder. Es decir, los modos en los que las prácticas
discursivas de una época, se tornan dispositivos que van configurando
subjetividad y que se convierten en modos de pensar, sentir y actuar. La
segunda mirada, tiene que ver con los modos en que el sujeto se relaciona
consigo mismo a través de las prácticas de sí, con “los procedimientos y las
técnicas mediante las cuales se elabora esta relación, los ejercicios por medio
de los cuales se constituye como objeto de conocimiento, las prácticas que le
permiten al sujeto transformar su propio ser” (Castro, 2004, p.374). Esta
segunda mirada, refiere a la ética, es decir los modos de relacionarse con el
propio ser a partir de lo que el autor llama “técnicas de sí” que no son
meramente individuales, sino que están culturalmente mediadas.
Cuando hablamos de subjetividad, en realidad
estamos haciendo referencia a un concepto dinámico, cuya comprensión se devela
cuando lo vislumbramos desde una mirada dialéctica, como un sistema complejo de
sentidos históricamente situados que se conjugan en dos planos
interrelacionados y mutuamente influyentes, el social como las prácticas
discursivas que devienen en dispositivos de saber – poder), y el individual
(las prácticas de sí) partir de los cuales el sujeto va elaborando diferentes
operaciones que le permiten estar en el aquí y en el ahora, habitando una época
con sus caracteres particulares, sus sistemas de creencias y sus prácticas.
(Corea y Lewkowicz, 2001).
En este sentido, Agamben, en el ensayo ya citado,
explica que los procesos de subjetivación emergen de las relaciones entre
dispositivos y vivientes, por lo tanto, de la multiplicidad de relaciones
“cuerpo a cuerpo” podrían igualmente múltiples subjetivaciones. Sin embargo, en
el estadio del capitalismo actual, continúa expresando el autor, los
dispositivos no tienden a generar sujetos plenos o autónomos, sino que, por el
contrario, contribuyen a los procesos de negación de la singularidad de homogeneización,
esto es procesos de desubjetivación. Como ejemplo, podemos citar la
gubernamentalidad algorítmica que opera para decidir desde preferencias
musicales o artística hasta candidatos políticos.
Siguiendo con la metáfora del desplazamiento,
las formas subjetivas que surgen de las transformaciones de la época y de las dinámicas
complejas del dispositivo que hemos intentado mapear aquí, merecen un párrafo
especial. Lewkowicz en su obra “Pensar sin estado” (2004), señala una transformación
fundamental: el desplazamiento de la figura subjetiva del ciudadano moderno a
la del consumidor potenciado por las redes sociales (plataformas de marketing);
desde datos hasta productos, ideas, lifestyle, y personas son susceptibles
de comprase y venderse. “Una alteración del lazo social (el pasaje del Estado nacional al estado técnico-
administrativo) determina a su vez una alteración del soporte subjetivo de tal
lazo (de ciudadano a consumidor)”. (Lewkowicz, 2023, 69)
Un segundo desplazamiento se manifiesta en
los modos de participación en internet moldeados por las redes sociales; desde
la popularización de internet hasta el momento se nos ha propuesto desde buscar
y consumir información hasta crear y producirla. Hoy las redes sociales, por
ejemplo, fomentan la creación de contenido. Todas y todos podemos devenir influencers.
Sin embargo, a pesar de que las/os usuarios regulares suben contenido (fotos,
videos, textos) una porción más pequeña de los mismos puede considerarse con la
capacidad de generar alguna influencia en otros/as a través de sus
publicaciones. Podemos afirmar que, a pesar de que el dispositivo nos proponga
la producción de contenidos, la lógica de sociabilidad sigue siendo
reproductiva a través de trends de moda o los videos virales. Esta
caracterización podría explicarse a partir de la categoría “monolengua”
expresada por Lazzarato (2017). Este monolingüismo se observa con claridad en las formas de
comunicar, en las narrativas que circulan, en las ediciones y retoques, en los
filtros, en los consumos y, sobre todo, en que la producción de contenidos se
sustituye por la operación de “compartir”. Estas formas de ser y hacer
impuestas por la subjetividad capitalista no remplazan, dice Lazaratto, a las de
las sociedades disciplinarias, sino que se superponen y las intensifican,
capturan la multiplicidad y la reducen a la monolengua.
La escuela es, por definición, un clásico
dispositivo de la modernidad; una tecnología diseñada, en principio, para conservar
y transmitir la cultura entre generaciones. Como dispositivo forjado en la
modernidad, conserva ciertas características, como la cerrazón, los métodos
tradicionales, la distribución de los cuerpos, la disposición del espacio y el
tiempo que, en términos de Sibilia (2005) podrían resultar incompatibles con la
actualidad. Decir que la escuela exige pausa, tiempo de reflexión, método, disciplina
para el estudio, no es decir nada nuevo, sin embargo, a la luz de las
características del dispositivo mediático, la escuela en este sentido se
presenta como un dispositivo contracultural. Sin embargo, a la luz de las continuidades
y rupturas de dicha institución a lo largo de su historia podemos afirmar que,
de manera planificada o producto de las transformaciones del contexto en sus
intentos de adaptarse y sobrevivir, en la escuela confluyen, se mezclan y
superponen las lógicas del encierro y del control. Sin pretender resolver esta tensión,
sino con el fin de problematizarla, indicamos que la escuela ha devenido en
dispositivo híbrido.
Se ha explorado bastante el concepto de
hibridación en el contexto educativo especialmente después de la continuidad
pedagógica plateada por la pandemia del Coronavirus, por un lado como modalidad
de enseñanza didáctica que combina presencialidad y complemento virtual, pero
también en palabras de Maggio (2022), como una adjetivación que hace referencia
a la transición o transformación de la educación superior universitaria que
combina elementos tradicionales y nuevos, una coexistencia de formas de enseñanza presenciales y
virtuales, metodologías igualmente tradicionales combinadas con herramientas
digitales.
Buscamos aportar una “capa” más a este
análisis educativo, para pensar especialmente, en las hibridaciones de la
escuela como dispositivo capaz de generar disposiciones subjetivas al tiempo
que es afectada por las dinámicas del contexto y por las que allí se despliegan.
La escuela como dispositivo histórico es disciplinaria y abierta a la vez,
conjuga la formación y la formación, solidez y fluidez -tomando la metáfora de Lewkowicz-.
El
dispositivo disciplinario y el de control operan al mismo tiempo, se mezclan,
se confunden; es el caso de la escuela actual donde se conjugan el espacio de
lo público-estatal con las lógicas del mercado que imponen las plataformas sociales
e incluso, las educativas. No concebimos esta relación en términos dicotómicos
sino de tensión, ya que es justamente la forma dicotómica, casi caricaturesca,
la que nos impide pensar la complejidad de la hibridación y los distintos
atravesamientos -como el currículum, las normativas, las prácticas docentes,
las tecnologías- que dan identidad a “lo escolar”.
Por
otro lado, observamos en el ámbito escolar un creciente proceso de plataformización
(van Dick, 2022), es decir la proliferación de servicios educativos ofrecidos
por las grandes plataformas tecnológicas. Tal como se explicó, la
plataformización, en sus distintos niveles de penetración en el ámbito
educativo, traen consigo los mecanismos de las grandes corporaciones
tecnológicas, datificación, selección, mercantilización de la información e
incluso, personalización a sistemas, que hasta hace algunos años podían
considerarse independientes de la lógica empresarial. Cabe preguntarnos
entonces si cuando utilizamos plataformas en el aula, no estamos ayudando a
sostener lógicas empresariales que, tarde o temprano, van a comercializar los
datos de nuestros/as estudiantes para ofrecerles propuestas individualizadas e
individualizantes. Si afirmamos, siguiendo el planteo de Agamben (2011), que los
sujetos devenimos sujetos en la relación con los múltiples dispositivos que
habitamos y nos habitan, cabe preguntarse no solamente qué subjetivaciones
provoca, promueve, incentiva la escuela sino quizás cuáles, en el contexto
actual, ayuda a reproducir. No obstante, este análisis nos invita a profundizar en las
transformaciones que la escuela ha experimentado en nuestro contexto. Los
discursos solucionistas, lejos de ser neutrales, la someten a una crítica
constante por su estructura, su “monotonía”, la distribución de tiempos y
espacios, e incluso las formas de transmitir el conocimiento son cuestionadas.
En respuesta, se proponen soluciones tecnológicas que, bajo la promesa de
mejorar la eficiencia en los aprendizajes, buscan reemplazar la pizarra y el
libro por plataformas y herramientas diseñadas para entretener y aliviar el
tedio. Desde la gamificación hasta la personalización algorítmica, estas
propuestas, aunque reciclen ideas pedagógicas del pasado, no escapan a una
lógica subyacente que busca maximizar el rendimiento y el control, tanto desde
una perspectiva económica como política.
Para
profundizar la problematización del sentido de lo escolar en este contexto, vale
la pena recuperar el planteo de Masschelein y Marteen, (2014); quienes en su
alegato sobre la defensa de la escuela la presentan como un espacio que ofrece
un tiempo libre para transformar conocimientos, para abrir otros mundos; un
tiempo libre del mercado cuyo propósito no es productivo. Un espacio no subyugado
a las lógicas del mercado donde colocamos sobre la mesa los conocimientos, pero
también las estrategias para renovarlos y adquirirlos. Un lugar para detenerse
y pensar con calma, para organizar los saberes, para apropiarse de la cultura,
para encontrarse con otros. Recuperar la escuela como espacio
de lo común es una tarea contracultural que requiere repreguntarse que efectos
se desea promover. Ya hemos analizamos las formas que promueve el mercado,
¿cuáles busca promover la escuela? ¿Contra cuáles se va a resistir? ¿Cuáles son
las fugas que vamos a proponer?
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