Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 9 N° 1 (2024) / Sección Dosier / pp. 1-23 /
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Recibido: 27/02/2024 Aceptado: 08/06/2024
DOI: https://doi.org/10.48162/rev.36.117
Un análisis de caso para
reflexionar el lugar de las pedagogías sociales y la psicología de las
ruralidades
The Peasant Gatherings for peace and the construction of peace from
rural areas.
A case analysis to reflect on the place of social pedagogies and
the psychology of ruralities
John Gregory
Belálcazar Valencia
Universidad
Nacional Abierta y a Distancia, Colombia
Universidad
del Valle, Colombia
Resumen. Los suscritos acuerdos de paz entre el Gobierno de Colombia y las
FARC- EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo) son
tal vez el avance en materia de paz, más grande que ha tenido Colombia, y por
qué no, Latinoamérica en los últimos tiempos. El acuerdo de paz firmado en el
2016 ha generado la posibilidad de vivir en paz a toda una Nación, con miras a
favorecer la reorganización de la sociedad civil que ahora puede congregarse
con mayor libertad en sus territorios. Ello ha permitido darles paso a las
principales víctimas, campesinos, para crear escenarios en busca de la paz como
las “Tertulias campesinas por la paz” en un marco de pedagogía que procura
generar en sus despliegues por el territorio acciones de resistencia pacífica y
conciliatoria. En esta investigación fue determinante reconocer el papel de las
expresiones, estrategias y narrativas esperanzadoras que acompañan la
implementación de acciones con sentidos pedagógicos. “Las tertulias campesinas
por la paz” le dan lugar a una infinidad de estrategias culturales, pedagógicas
y relacionales que posibilitan una apuesta rural elaborada desde una visión
ontológica que permite su funcionamiento y abre paso a una estrategia de
recomposición del tejido social en la zona más afectada por las dinámicas de
violencia movilizadas por el conflicto armado interno en Colombia.
Palabras Clave. Pedagogías para la Paz, Comunidad, Conflicto
Armado.
Abstract. The peace agreements signed
between the Government of Colombia and the FARC-EP (Revolutionary Armed Forces
of Colombia, People's Army) are perhaps the greatest advance in peace that
Colombia has had, and why not, Latin America in general. the last times. The
peace agreement signed in 2016 has generated the possibility of living in peace
for an entire Nation, with a view to favoring the reorganization of civil
society that can now congregate more freely in its territories. This has
allowed the main victims, peasants, to create scenarios in search of peace such
as the “Peasant Gatherings for Peace” in a pedagogy framework that seeks to
generate actions of peaceful and conciliatory resistance in their deployments
throughout the territory. In this research, it was decisive to recognize the
role of hopeful expressions, strategies and narratives that accompany the
implementation of actions with pedagogical meanings. “Peasant gatherings for
peace” give rise to an infinite number of cultural, pedagogical and relational
strategies that enable a rural commitment developed from an ontological vision
that allows its operation and opens the way to a strategy of recomposing the
social fabric in the most affected by the dynamics of violence mobilized by the
internal armed conflict in Colombia.
Keywords. Pedagogies for Peace,
Community, Armed Conflict.
A casi
ocho años (2016) de la firma del acuerdo de paz entre el Estado Colombiano y la
antigua guerrilla de las FARC-EP, y devenido de ese marco de implementación
diversos procesos y situaciones como lo han sido el establecimiento de Las
Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN) y Puntos Transitorios de
Normalización (PTN) áreas de ubicación temporal hasta la culminación del
proceso de dejación de armas y que luego se constituirían en muchos casos
poblados permanentes, el establecimiento de los PDET, que constituye 170
municipios que fueron priorizados por ser los territorios más afectados por el
conflicto armado, la promulgación por parte del Gobierno Nacional el Acto
Legislativo 02 del 2021 para garantizar 16 curules de paz que representan a las
víctimas que viven en territorios afectados por el conflicto armado, se
reconocen las atrocidades y diversidad de hechos victimizantes que expuso la
entrega del informe por parte de la Comisión de la Verdad, igualmente las
dinámicas de movilización que han establecido la Unidad de Búsqueda de Personas
Desaparecidas (UBPD) y las acciones justicieras llevadas a cabo por la
Jurisdicción Especial para la paz (JEP), entre otros procesos no menos
importantes propios de ese marco de implementación de acciones e iniciativas
comunitarias que han apostado por la recuperación de memoria y de procesos de
reconciliación y de promover construcción de paz. Entre todos esos procesos y
situaciones conformes a la implementación del Acuerdo Final de Paz y las
singulares a las propias dinámicas comunitarias que se movilizan y expresan…lo rural -la ruralidad- se hace visible
como realidad que vio, vivió y resistió -y continúa resistiendo- al conflicto
armado con sus diversas formas de violencia.
La
ruralidad en el marco del conflicto armado ha sido reconocida en “zonas rojas”
o “zonas de conflicto” o “zonas de orden público” o “región golpeada por el
conflicto”, pasa a ser no-bien llamada tras el Acuerdo final como la “Colombia
profunda”. Estas diversas formas de nominación lo que han hecho es afirmar una
dicotomía urbano-rural que ha definido y figurado lo rural como un “sector” que
se haya afuera -en la periferia- al margen extendiéndose en la nada, haciendo
de la ruralidad una dimensionalidad vaciada de referencialidad, signada bajo
una lógica de afirmación por exclusión o asimilación.
En
contraposición a estas percepciones estigmatizantes del entorno rural, es
crucial reconocer el alto valor que adquiere lo rural al considerar el amplio
número y la diversidad de iniciativas comunitarias que se están llevando a cabo
en diferentes regiones del país. Estas iniciativas, expresadas a través de
diversas acciones, pronunciamientos, y actividades, han definido la naturaleza
de sus esfuerzos, los cuales están orientados a construir la paz desde una
perspectiva rural. En este sentido, es importante destacar el papel fundamental
de las pedagogías sociales en la construcción de paz, ya que facilitan la
transmisión de conocimientos, habilidades y valores que promueven la
convivencia pacífica y la resolución no violenta de conflictos. Este enfoque expone
tres premisas fundamentales para comprender la ruralidad desde una perspectiva
psicológica. Como ejemplo analítico para reflexionar sobre la psicología rural,
se tomará el caso de la Iniciativa de Paz: "Tertulias Campesinas por la Paz", un esfuerzo rural para la
construcción de la paz llevado a cabo en siete corregimientos del departamento
de Valle del Cauca, Colombia.
Bajo la
necesidad inminente de recrear escenarios de construcción de paz, enunciando la
responsabilidad colectiva que implica la verdadera implementación de un acuerdo
de paz como el mencionado con anterioridad, la población se ve en la necesidad
de desarrollar acciones que acompañen y rodeen este proceso que va más allá de
la mera enunciación o acción política y jurídica por parte del Estado. Una
estrategia que ha surgido para fomentar acciones colectivas que aborden la
necesidad de crear nuevos entornos de convivencia, promover el reconocimiento
del otro e incluso facilitar procesos de reparación, se basa en las
oportunidades pedagógicas que se enmarcan dentro de lo que se ha denominado la
tercera etapa de los estudios de paz. Esta fase incorpora la noción de paz
cultural y la cultura de paz frente a las nuevas realidades, donde el conflicto
se entiende como un concepto desmitificado arraigado en la naturaleza humana.
Se visualiza al conflicto como una dualidad entre crisis y oportunidad, así
como una manifestación de relaciones de poder y una dimensión estructural de
las interacciones (Calderón, 2009).
La
necesidad de enunciar el conflicto cuando hablamos de paz, deviene de su
génesis, en este sentido, de la configuración que las organizaciones y los
movimientos sociales le han dado a la idea de la construcción de esta, y que va
en la vía de establecer acciones y posibilidades en el marco de la paz
imperfecta que plantea Muñoz (1998, p.12) al considerar cómo en esta visión los conflictos se han regulado
pacíficamente, es decir en las que los individuos y/o grupos humanos han optado
por facilitar la satisfacción de las necesidades de los otros.
En este
sentido, este tipo de iniciativas, recogen la idea de construir desde acciones
culturales cotidianas para transformar las relaciones de diversos
actores-escenarios y generan una apuesta pedagógica para crear un viraje que
centrará la discusión en la construcción de paz en escenarios rurales que
permitirán repensar y desarrollar otro modos y otras maneras de aprender a
gestar metodologías de enseñanza, organizarse políticamente, reflexionar sobre
sus condiciones estructurales, y liberarse también de las opresiones
sistemáticas que ha generado el conflicto armado interno. El surgimiento de las
iniciativas de paz con enfoque pedagógico entrama ideas de Catherine Walsh
(2013) quien desarrolló para la modernidad presente algunas ideas del pedagogo
popular más famoso de Latinoamérica, Freire. Este último autor afirma que los
movimientos sociales generan teorizaciones que responden a sus propias
necesidades, buscando la transformación social que tanto necesitan y la
liberación a las diferentes formas de opresión a las que han sido sometidos.
En esta
perspectiva, planteamos desde la pedagogía social crítica que desemboca en la
pedagogía liberadora (Dussel, 1996), una herramienta para la construcción de
paz, pues esta surge como respuesta a la dominación de ejercicios de violencia
bajo el periodo de guerra en Colombia, entendiendo todas las expresiones de las
tertulias campesinas por la paz en esta perspectiva, una en dónde se crea un
escenario lleno de cambios estructurales y culturales (contraculturales), que
ejemplifican el aprender y enseñar a relacionarse de formas distintas. También,
bajo una mirada no adultocentrista nos referimos a la estructura sociopolítica
y económica de acuerdo con la cual el control integral lo ejercen los adultos.
Este posee carácter histórico-ancestral, de hecho, los modos de producción
previos al capitalismo también se valieron del adultocentrismo para su
desarrollo y consolidación, se trata de una categoría que nombra la relación
asimétrica y tensional de poder que existe entre generaciones y al interior de
las mismas (Morales y Retali, 2020).
La
discusión que se plantea desde las pedagogías rurales para la paz, dan cuenta
del lugar de la misma como una herramienta de emancipación y liberación de una
cultura que les ha obligado a vivir años y años de victimizaciones. Se tratan
de metodologías que se generan en comunidad, que hablan de nuevas habilidades
para la vida, de la defensa del territorio y sobre todo del cuidado común que
se establecen dentro de los parámetros del proceso enseñanza-aprendizaje en un
sentido horizontal y circular. Es decir, metodologías que responden a la
necesidad de aprender y enseñar a crear nuevas formas de vincularnos con
nosotros mismos; formas más cercanas, más humanas, con el otro como alteridad y
con el territorio. La pedagogía que siempre había sido utilizada para instruir
bajo la lógica aplastante del poder que ha oprimido y que enseñó a
relacionarnos desde la lógica del premio-castigo, que busca vencedores y forma
para crear una cultura de violencia, aquí entrama y se vuelve herramienta que
da paso a la vida, se subvierte desde adentro. La felicidad es el fin de la
creación de estos escenarios, la posibilidad de encuentro con el otro, en medio
de los cambios del momento, en Latinoamérica, se generan apuestas de
reivindicación de la vida, los más oprimidos buscan dar paso a nuevas formas de
convivencia en donde todas las vidas sean respetadas y salvaguardadas (Souza,
2013).
Algunas
de las pretensiones que se tienen con este tipo de proyectos es contemplar
posibilidades éticas del ejercicio de la pedagogía, sobre todo mencionar sus
fines eudemónicos, como establece Souza (2013) cómo revolucionar la pedagogía
para cambiar los Estados.
En el
establecimiento de nuevos fines dispuestos para el proceso educativo, radica la
idea de contemplar y comprender la importancia de las pedagogías
populares-rurales, si bien estas actividades hacen parte de comunidades que son
apenas una fracción del Estado, es imperante que las instituciones acompañen
estas acciones dispuestas para enfrentar la necesidad de cambio que tienen las
relaciones entre ciudadanía e institucionalidad, y no sólo en el ámbito
escolarizado, sino también desde los diferentes escenarios. Estos últimos se
convierten en centros de impacto cultural y tienen su lugar en la cotidianidad
de todos, en este sentido, poder permear la rigidez que permita en algún
momento crear un verdadero proyecto de Nación.
La
pedagogía popular, liberadora, emancipadora y política, prepara la tierra, la
fertiliza, cosecha sus mejores semillas para que la palabra y la alteridad
construyan nuevas formas de aprender a relacionarse, intenta organizarse para
resistir ante las lógicas de la necropolítica, y la eliminación del otro, se
cuida por medio de la comunalidad que se dispone desde la ancestralidad como
una forma de resistir a una sociedad ampliamente individualista y violenta.
Algunas
de las pretensiones que se tienen con las pedagogías y la cultura de paz en
este caso puntual es poder generar un diálogo intergeneracional por medio de
juegos tradicionales, actividades artísticas, gastronómicas, culturales, etc.;
que dan lugar a escenarios de enseñanza-aprendizaje que les permiten hablar
entre ellos de cosas que antes no se podían nombrar. Pensarse en actividades
incluso para el des-escalamiento del conflicto entre vecinos de las veredas,
charlas cotidianas sobre la necesidad de juntarse a desarrollar actividades en
sus territorios, juegos de cooperación que invitan a personas de diferentes
familias, edades y veredas a pensarse en estrategias de liderazgo para poder
ganar el juego, gesta potencialmente diferentes formas de organización
política.
Las
clases de fotografía, música, canto, teatro; se dan en el marco de la
preparación de las tertulias campesinas por la paz como una forma de crear
escenarios de cultura en un territorio que carece de la oferta institucional
pero que sostiene sobre sus hombros la necesidad de elaborar psicológicamente
repertorios comunitarios para expresar y sublimar muchas de las vivencias que
han marcado su historia.
Las
tertulias campesinas por la paz permiten organizarse, comunicarse,
relacionarse, vincularse de forma no violenta y además están adscritas a
interacciones por parte de todos los miembros que la componen, el proceso
pedagógico no es unidireccional, ni es impuesto, permite la reflexión constante
entre territorio-sujeto, sujeto-territorio; en otras palabras, mutan
constantemente para poder adaptarse a las vicisitudes que se presentan. Podemos
decir que se desenvuelven acciones desde la colectividad y plantean reflexiones
sobre cómo promover la cultura de paz. Lo dicho puede significar cambios en la
forma en cómo las personas se relacionan, piensan y actúan en función de crear
condiciones para mantener su armonía, vinculando la justicia social, la
dignidad, los derechos humanos. La cultura, se teje -además- con la
comunicación, el diálogo y la convivencia; se convierte en la principal vía
para la difusión y construcción de ideas de paz (Landero, 2019)
Las
tertulias campesinas por la paz permiten invocar a la alteridad que mencionaba
Emmanuel Lévinas (1993), generando en este tipo de ejercicios, acciones que
permiten reconocer la historia del otro, comprender la diversidad y la
historicidad de concepciones en clave de la construcción de una cultura de paz.
Habilitan repensar nuevas formas de hacer con el otro y por el otro y que son
por supuesto -a su vez- procesos pedagógicos, sociales, culturales y políticos
que dinamizan el concepto de paz.
“El
punto de vista –dice Saussure- crea el objeto”, esto en su alcance para indicar
cómo los objetos no se definen de por sí, en su naturaleza, sino desde la
lógica de relaciones contenidas en su comprensión. Así, antes que pensar que se
trate de otra psicología más, al ya amplio mapa de las psicologías, lo que se
trata es, antes de (de)construir las teorías o de (de)construir los imaginarios
que del sujeto (individual y/o colectivo) y la noción de espacio que se han
elaborado desde la disciplina misma, se trata es, aportar a la reflexión
reconociendo la emergencia que ha cobrado lo rural-las ruralidades, en el marco
actual (y que, si lo pensamos en el contexto colombiano, la importancia que
adquiere la ruralidad a partir de los procesos de negociación y terminación del
conflicto armado con los acuerdos logrados).
Para la
psicología, la discusión entre un sujeto individual hasta la lógica de pensarlo
como un sujeto colectivo ha implicado un amplio debate que ha transitado
diversas perspectivas epistemológicas, situadas bajo un amplio marco
disciplinar de campos y enfoques que han signado la discusión. Esos puntos de
vista -si los llamáramos así- han señalado la individualidad figurativa, hasta
considerar un todo en su dimensión abarcante para llegar a considerar lo
colectivo y en este sentido las formas en que la pedagogía es dispuesta como
herramienta para la construcción de paz.
Bajo
este debate ya amplio, que señala una continuidad con visos de no llegar a
terminar, se busca proponer una reflexión por el problema del espacio donde esa
individualidad-colectividad acontece, es decir, no verlas como
individualidades-colectividades abstraídas de su dimensión vital,
categorialmente situadas, es aquí donde hablar de la ruralidad en lo pedagógico
cobra sentida. Así ante el debate del todo y la parte y el todo, considerar el
lugar del espacio que se abre y extiende en su carácter va a indicar una
dimensionalidad de sentido que no solo contiene o localiza, acontece. De allí
considerar la idea de aportar a la reflexión sobre una psicología de lo
rural-las ruralidades para este contexto. En esa línea, hablamos de las
ruralidades en plural (Jader, 2015) y de acuerdo a Fernando Landini (2015)
quien señala la idea de una ruralidad que está en todas partes.
Para
esta problematización será evidente reconocer un orden comprensivo como todo
ese proceso de posicionamiento-movilización-afirmación
del que resultan realidades conceptuales en superposición, que implican una
negociación con los correlatos de una psicología social, una psicología
comunitaria (inclusive una psicología política) y una pedagogía social que
permitan dilucidar lo que se propone cuando se plantea un anuncio por la noción
de sujeto y de sociedad en el posicionamiento de las ruralidades que desarrollan
estas acciones de enseñanza y aprendizaje. Así, si el punto de partida
considera una psicología rural o de las ruralidades, indica entrar reconociendo
que todo proceso de discusiones epistemológicas y elaboraciones teóricas supone
una tensión intelectual del científico social con su tiempo y la realidad que
le sitúa ese punto de vista que crea el objeto.
La
revisión planteada, será entonces considerar la idea de una psicología y una
pedagogía que se sitúa y asume las ruralidades de manera crítica instalando un
horizonte de lectura comprensivo, un giro indicativo frente a la manera como se
ha construido la ruralidad en el contexto latinoamericano, mediado bajo
diversos modelos (modelo de desarrollo urbano, modelo de la sociedad feudal a
la sociedad democrática de las clases medias y modelo de la sociedad rural
tradicional a la sociedad urbana industrial) y conjugado con conceptos
elaborados como marcos categoriales (dependencia, centro-periferia,
colonialismo interno y capitalismo dependiente). De este modo, ese giro
comprensivo de orden disciplinar busca proponer marcos analíticos e
interpretativos del poder que se moviliza desde las ruralidades, que en su
singularidad reconoce modos y maneras diferenciadas de habitar, de sentir,
aprender, relacionarse, de vivir que anteponen a los discursos de la
modernización y el desarrollo en América latina.
Las
acciones pedagógicas de este tipo de iniciativas cuentan con esta elaboración
de sujeto, por ello sus resultados no comprenden de convencionalidades ni
ortodoxias que se elaboran en entornos urbanos. También es imperante mencionar
que los impactos del mismo conflicto armado en Colombia dieron lugar a heridas
diferentes en cada espacio del territorio; por ende, cada lugar deberá elaborar
estrategias pedagógico (terapéuticas) concernientes a su demanda, algunas
mencionadas a continuación.
La
apuesta por un discurso disciplinar donde lo categorial transita
conceptualmente en la idea de una psicología de lo rural-las ruralidades para
procurar una postura crítica en su lectura situada que se contraponga a los
discursos racionalistas. Así, hay una deuda pendiente de la psicología
omitiendo la validez psicopolítica en la acción disciplinaria (Zamora, 2015) y
de la necesidad de una ruralidad que necesita ser abordada en sus
especificidades (Landini, 2015). Una psicología de las ruralidades va a problematizar
la noción de los sujetos rurales en
atención a los procesos de subjetividades
relacionales emergentes devenidos a partir de las dinámicas sociales y los
procesos afirmativos (narrativas rurales)
que se vienen movilizando en comprensión a lo que se piensa de las ruralidades
en su dimensión vital, emergiendo una territorialidad
en despliegue (pliegues y repliegues). Sobre la base de estos tres cuerpos
categoriales mencionados, podemos analizar:
Ante lo
que ha significado la legitimación de la ruralidad como un escenario que se
haya distanciado, separado, a veces estigmatizados bajo las formas como se
nombra lo rural (por ejemplo, las nominaciones que ha recibido la ruralidad en
el marco del conflicto armado en Colombia, ya mencionado anteriormente) fundado
en lógica relacional de centros y periferias (centricidad y zonas de borde).
También, una lectura de lo rural como territorialidades
en despliegue, el Interjuego entre procesos de ocupación de espacios y
repliegues como lo llamara Santiago Conti (2015), va a representar un quiebre a
esa visión dicotómica.
Es así,
que el pensar la ruralidad como un territorio desde una psicología rural,
representa trascender la referencialidad de lo rural -las ruralidades- como un
espacio geográfico, una zona espacial, tal como lo plantea Migliario (2015, p.
247) al señalar cómo desde una psicología rural es pensar en las significaciones diversas de aquellos y aquellas que lo
habitan; así, podríamos decir cómo, el reconocer sobre ese territorio una
dimensión vital (el espacio del ahí/ del aquí en las formas de habitar) estamos
observando territorios de sentido o territorios
de sentido de identidad (Olivera, 2015).
En esa
dimensión de lo vital que se pliega y repliega, la esfera de lo cotidiano que
le llena, le contiene y le otorga su carácter de ser, estar, señala los que
habitan y el territorio mismo. Refiere al vínculo entre la comunidad y el
territorio, lo que va a conferir que se pueda hablar en su acontecer (vivencias
y experiencias) ver la comunidad y el territorio como un cuerpo, de ahí, el
cuerpo-territorio.
Ante lo
rural, que ha sido vista como espacialidad vaciada, una dimensión sin voz, las
iniciativas plantean un quiebre que interpela la cuestión de la referencialidad
del hecho victimizante para convocar las nociones de movilización,
transformación, y descentramiento del conflicto y lo que este le implicó. Esto
explicaría las narrativas de la
ruralidad como una exigencia vital y fundamental de “narrar sus
trayectorias vitales” en donde lo relacional-interaccional figuran múltiples
universos de sentido (polifonía de voces, entramado de relatos) sobre los
cuales se construyen los sentidos comunitarios como ruralidad que se expresa
(en saberes, prácticas).
Entenderemos
así las narrativas de la ruralidad como las formas en las que las prácticas de
enunciar y enunciarse, tomando la fuerza de los relatos (Rozas, 2015) les
permiten a los sujetos rurales posicionarse y por medio de distintas voces
conocer y reconocerse como actores centrales en la creación de escenarios
comunitarios que rápidamente se vuelven ejercicios de accionar político-social
con la fuerza que sólo la potencia de la cotidianidad les puede dar.
La
música, el teatro, la gastronomía, la poesía, la pintura se tejen -también-
como estrategia pedagógica, estos claramente son sólo algunos de los
repertorios cotidianos que permiten a la población rural mostrar una apuesta de
movilización y por qué no, su propuesta de reconstrucción del tejido social en
el caminar llevando sus banderas colectivas. Hablamos de estrategias de
reivindicación, memoria y encuentro no violento con el otro, esto posiciona al
sujeto rural ahora no sólo desde el lugar inamovible y pasivo de víctima, sino
que además desde el protagonista que moviliza todo tipo de estrategias para
reparar y reparar-se, generándose garantías de dignificación de su transitar
vital.
La
narrativa del sujeto se hace entonces en función del entorno, de las prácticas
y repertorios que acompañan su discurso, su historia, no cómo una apuesta
ideológica, sino como una versión muy sentida de su experiencia, y que
atraviesa la propuesta de las formas. Tal vez, Bengoa (2003) retrata un poco
esto cuando habla del nivel de movilización al cuál incurren este tipo de
comunidades y cómo alrededor de las lógicas victimizantes que viven fuerzas
denominadas “Resistencias campesinas”, que paradójicamente son más vitales en
tanto más estén en riesgo, surgiendo a su paso como comunidades activas y
organizadas que podían compartir formas de subsistencia, amistad, rituales y
compañía.
Las
expresiones de dichas narrativas son sólo construidas a partir de un sistema de
valores similar, acciones culturales compartidas (la olla comunitaria, las
danzas, la música, los juegos tradicionales, los programas radiales, el teatro,
la fotografía), es decir, cada una cuenta con una identidad única, casi
parecida una huella dactilar, que se prolifera en tanto caminar su territorio.
Estas expresiones atraviesan fronteras y pasan del plano físico al simbólico en
tanto lo necesitan.
Las
ruralidades que generan estas apuestas pedagógicas surgen como nuevas
identidades que deben ser consideradas como uno de los aspectos fundamentales a
trabajar, en esta idea (Fabiani, 2015; Landini, 2015; Leite, 2015; Murtag,
2015) observan la importancia que tienen estos procesos de subjetividad
destacando como desde los espacios rurales se generan procesos subjetivos
específicos que constituyen mundos (Long, 2015). Esto inherentemente subjetivo
constituye la base para situar los sentidos y relaciones que busca movilizar la
iniciativa, al reconocer la pedagogía social como su fundamento.
Así, las
subjetividades en comunidades rurales comprendidas bajo formas de relación
pensadas desde los procesos comunitarios, destacan las singularidades
culturales especificidades que no dejan de ser importantes (Saforcada, 2015),
reconoce las formas de percibir e interpretar la vida cotidiana, aprender
nuevas formas (o deconstruir otras formas), modificar identidades, rutinas y
acciones (Rossana, 2015). Hablamos de imaginarios, de memorias distintivas, que
en sus procesos intrínsecos-instituyentes, representan a veces un quiebre
contra lo
institucionalizado que las contiene y les otorga sentido (Rozas, 2015).
De lo
expuesto, nos interesa pensar en subjetividades
relacionales que se distinguen de procesos psicosociales comunitarios
(Conti, 2015) que dicen de formas de encuentro y de enunciación Otras
(distintas) que fundan sentidos de comunidad, de nosotredad, de comunalidad,
que, escapando a lo institucionalizado o que rechazan explicaciones sociales
institucionalizadas (Long, 2015) que no son homogéneas, si distintas. Como dirá
Alicia Migiliaro (2015, p.248): subjetividad
cual trama y urdimbre en la hechura del tapiz, el contexto es texto y el texto,
contexto y que dan paso a formas distintas de comprender la realidad y
actuar ante esta dinámica en la que la comunidad se ve y se reconoce a sí misma
como el propio actor, agente de transformación de lo que el conflicto y sus
violencias dejó en el territorio.
El
planteamiento de estas tres categorías parte desde un pensamiento situado que
reconozca la pregunta indagatoria por el sujeto de las ruralidades; un sujeto
que ha estado ausente, silenciado, que se ha movido por los umbrales,
agenciando su discurso entre los límites de la periferia. Esta visión de
pluralidades situadas- descentradas, procuran dinamizar una
discusión instalada sobre una base de reflexiones que plantean la
referencialidad de una ruralidad de sí -por sí-, tanto la cuestión por una
ruralidad que discurre por entre lo urbano al tratar nociones de transferencia,
exilio, descentramiento y desplazamiento de una cultura de origen a una cultura
de destino, a un otro lugar (lo que explicaría los fenómenos del desplazamiento
forzado y la movilidad de lo rural en lo urbano), una forma de ruralidad
trasladada.
En esta
perspectiva, considerado una psicología de las ruralidades, las situaciones y
excentricidades se proponen como formas de análisis a la luz de las
representaciones socio discursivas e imaginarios colectivos únicos, pero
también representan un reconocimiento de las prácticas “emergentes” que le son
propias, a través de una forma de excentricidad. En ello, Long (2015, p.81),
citando a Collins, dirá como: partiendo
del interaccionismo de Goffman, Collins argumenta que un análisis situacional
requiere atender no sólo a las construcciones cognitivas sino también a los
procesos por medio de los cuales: Emociones compartidas y focos intersubjetivos
impulsan a los individuos inundando su conciencia”.
Así,
para el análisis, se va a tomar como referencialidad de lectura las iniciativas
de paz que se presentan actualmente en Colombia, entre ellas, destacar una en
particular “Las Tertulias campesinas por la paz” que -a modo de
ejemplificación- ofrece una posibilidad de traducción interpretativa para
dialogar de los tres marcos categoriales ya anteriormente presentados.
La
perspectiva de Iniciativa de Paz se
aborda tipológicamente desde diferentes concepciones. En la revisión de la
literatura se hallaron tipos de iniciativas de orden local, nacional, civiles,
iniciativas de paz desde la base e iniciativas comunitarias. En este apartado
se hará una descripción de estos abordajes, y que son definidas según Velásquez
(2014) como esfuerzos muy comunitarios donde los actores principales, en este
modelo, son las comunidades y los territorios afectados, y en una situación de
vulnerabilidad, como consecuencia del conflicto armado.
En el
2014 se hace una sistematización de iniciativas locales en Colombia donde hay registros desde los años
80, y una breve descripción de las mismas. Encontramos que las
iniciativas locales, forjadas desde escenarios rurales generan un impacto muy
relevante en la construcción de paz, que de hecho pone en debate el papel del
Estado como actor principal en la construcción de paz en el posconflicto (Mahecha,
2018). La particularidad de esta investigación radica en la descripción de la
transición de una paz liberal a una paz postliberal gracias a la construcción
de paz que se ha gestado raíz de estas iniciativas comunitarias y al papel
tergiversado del Estado al ser un propiciador de los escenarios conflictivos.
El análisis de estas iniciativas implicó una revisión documental y rastreo de
experiencias para identificar así, los actores involucrados, escenario en el
que surge, fundamentos y el desconocimiento del Estado.
Esperanza
Hernández Delgado (2014) ubica la cuestión de la paz en el campo
transdisciplinar y la investigación acción-participante, sustentándose en
investigaciones referentes a la paz, y la participación activa en dichas
investigaciones. La particularidad de su investigación se centra en la
categoría de empoderamiento pacifista, donde se describen ejercicios de poder
de orden local-comunitario en pro de la paz.
El
territorio se constituye en un elemento de gran relevancia en el desarrollo de
las iniciativas de construcción de paz, puesto que está inmerso en las bases
del desarrollo alternativo comunitario, entendiendo este concepto como el
espacio mismo, es un conjunto de lógicas, lenguajes, valores y prácticas que
interactúan y se contradicen, se superponen y disputan (De la Vega, 2013,
p.100) definiendo y significando el espacio.
La
construcción de paz desde un elemento originario como lo es el territorio,
realizando un análisis profundo de las guerras hacia el sector rural, las
políticas estatales con fundamentos económicos, y finalmente las dinámicas
territoriales de paz emergentes del conflicto habilitan la construcción de
territorios de vida y dignidad con instituciones públicas fuertes e
incorruptibles que busquen de manera consistente el bien colectivo y público
(Montañez, 2016, p.26).
El
alcance en la construcción de paz territorial rural que tienen estas
iniciativas es fundamental, por su carácter político, pedagógico y
emancipatorio que integran lo comunitario y territorial desde perspectivas
sociales e históricas. Las ruralidades destacan una población diversa conocida
como el campesinado o los campesinos[1], concebido como un sujeto social histórico y multiactivo (Uribe
López, y Vélez Zapata, 2016).
Dicha
población ha padecido el impacto del marco del conflicto viviendo hechos
victimizantes[2], dado que son comunidades que han quedado en medio de la disputa
entre el Estado Colombiano y los grupos al margen de la Ley. Además, el
cubrimiento ejercido por el estado para posibilitar unas garantías adecuadas
con esta comunidad es precario en su ejecución, y pone en riesgo el
sostenimiento económico y social del campo y la ruralidad en Colombia,
particularmente. Sin embargo, este estudio demuestra que hay alternativas que
posibilitan un ejercicio campesino estable y garante, tales como las zonas de
reserva campesina (ZRC), siendo un ejemplo el caso antes mencionado de los
Montes de María, quienes apuntan al desarrollo sostenible de las comunidades y
del país.
En los
últimos años ha surgido un enfoque llamado la nueva ruralidad, donde se
contempla un abordaje comprensivo de este elemento que mitigue la visión
productivista del campo y que hace contraste entre esta nueva ruralidad y la
reforma rural integral a través de un análisis histórico lógico de este
fenómeno. Se refiere a una ruralidad diferenciada y la asociatividad entre
los agentes rurales o redes de cooperación, cerrar las brechas rural-urbanas,
la construcción de desarrollo desde los propios campesinos o habitantes rurales
(Carrillo y Useche, 2017, p.38).
En otro
estudio se habla de los nuevos territorios de paz que entregan recomendaciones
para la implementación de la nueva reforma rural integral desde un enfoque de
construcción de paz a partir de la revisión de la implementación del programa
Nuevos Territorios de Paz (Madridejos y Salinas, 2018). Este programa es una
articulación entre la unión europea y el gobierno nacional con el fin de
impulsar el desarrollo óptimo de la nueva reforma rural integral en las zonas
afectadas por el conflicto y posibilitar la territorialización de las nuevas
políticas públicas referentes al sector rural, territorial y campesino. Cabe
resaltar que el fin último de estas experiencias es construir y garantizar la
paz en los territorios, y principalmente en el sector rural, cuya afectación ha
sido mayor en comparación a la parte urbana.
Si se
realiza un recorrido por lo que es el territorio y las ruralidades, nos
encontramos que estos dos elementos poseen una estrecha relación en el marco
del conflicto armado y la construcción de paz. El territorio visto como un
elemento histórico-geográfico y simbólico que tiene un papel determinante en el
origen y desarrollo del conflicto y también desde el ordenamiento territorial,
la justicia territorial, la paz territorial y las iniciativas de construcción
de paz territorial, se denota la convergencia entre sí de ciertos elementos que
van relacionados a la territorialización de la paz y de los nuevos escenarios
posguerra, quienes son precedentes para la sostenibilidad comunitaria y la
convivencia y el buen vivir entre los actores y diversos agentes sociales,
además de observar la diversidad de formas colectivas comunitarias
(asociaciones, organizaciones, consejos comunitarios, cabildos, minga,
colectivos, entre otros) que hacen parte de estas dimensionalidades
territoriales singulares, sean estas en el territorio, o situados dentro de
contexto urbanos, donde el autorreconocimiento les singulariza.
La
iniciativa Tertulias Campesinas por la Paz se lleva a cabo en la zona rural de
Palmira (Valle del Cauca, Colombia), específicamente en los corregimientos de
Tenjo, Potrerillo, Calucé, Tienda Nueva, La Quisquina, Cabuyal y Combia. Se
pretende detallar cómo se lleva a cabo esta iniciativa, su despliegue
territorial, su sentido comunitario, y aquellas particularidades que competen a
este escenario rural. Es importante indicar para garantizar los principios de
ética del presente trabajo, se estableció el contacto con el líder de la
comunidad a quien se le brindó información de los propósitos y objetivos y el
propósito de divulgación y de publicación del ejercicio de investigación,
estableciendo un consentimiento informado. De igual modo, el producto final pasó
por lectura de evaluadores quienes consideraron lo aspectos éticos, y señalaron
el reconocimiento de laureado del presente documento[3].
Cabe
resaltar que en el 2017 se lleva a cabo el primer esbozo de lo que sería esta
iniciativa, primeramente, llamado Voces Montañeras por la Paz y en el 2018 se
lleva a cabo la primera versión de esta iniciativa.
Figura 1. Valle del cauca y el Municipio de Palmira
Fuente:
Elaboración propia.
Las
Tertulias Campesinas por la Paz a lo largo de su trayectoria 2017-2020, a
aunado esfuerzos con la comunidad para ir tejiendo paz, verdad y
reconciliación, su escalonamiento a diferentes lugares de la zona rural del
municipio de Palmira, en el Valle del Cauca. Las mismas han permitido dejar
semillas e iniciativas, ya que hacer y ejercer paz en los territorios es un
esfuerzo de doble vía, ya que la paz es un proceso sostenido, constituido por
muchos momentos, y escenarios que se van configurando, en la siguiente figura,
se establecen los elementos de análisis:
Figura
2. Esquema analítico: reflexionar las pedagogías sociales y la construcción de
paz desde la ruralidad
Fuente:
Elaboración propia.
La
iniciativa de las Tertulias Campesinas por la Paz se fundamenta en una
pedagogía social que marca su principio distintivo. Aunque comparte ciertos
elementos con los modelos clásicos norteamericanos y europeos, su esencia
radica en plantear una mirada distinta sobre lo rural, sus ruralidades. Esta
perspectiva se refleja en la manera en que se concibe el sentido de comunidad y
en el enfoque situado que se le otorga a la construcción de paz. La iniciativa
se enmarca en una narrativa que se basa en prácticas para transitar y repensar,
donde la comunidad avanza dialogando con su territorio, promoviendo y
recuperando sus tradiciones. El matiz estético presente indica el cuidado con
el que se aborda la pedagogía para la paz.
En la
cartografía (véase la siguiente figura), se podrá evidenciar la trayectoria
temporal (2017 a 2020) y espacial (veintidós veredas de la zona de ladera del
Municipio de Palmira) que ha tenido la iniciativa de las Tertulias Campesinas
por la Paz a lo largo del territorio, mostrando su impacto y alcance en la
comunidad.
Figura 3. Tránsito
de la tertulia por el territorio. “Caminarse
el territorio”.
Fuente:
Elaboración propia.
La
expresión de ese “caminar el territorio” bajo la iniciativa, expresa una noción
de paz, como un modo de vida, una elección con sentido comunitario que
transforma cada espacio físico y simbólico del territorio rural. Aquí:
✔
El territorio mira la comunalidad, las visiones de mundo que
cada lugar guarda, pero no solo en torno a los hechos victimizantes del
conflicto, pues la idea de ruralidad que plantea la iniciativa no sólo
definirse como un lugar donde el conflicto actuó, lo desmoronó, lo agredió, lo
invisibilizó (revictimización). Por el contrario, su idea, es la ruralidad de
las dinámicas comunitarias (campesinas) que dicen de sí, su propio espacio:
nuestro aquí/ahí.
✔
En la visión dicotómica que hizo del territorio una realidad
que quedó como la zona roja, la zona de conflicto, la zona que no se pisa, no
se visita conteniéndola a las fronteras de la ciudad. Emerge desde la
iniciativa un autorreconocimiento que parte de los conocimientos “propios” de
lo que han sido como territorio-comunidad: expone así la Tertulia Campesina al
conectar cada lugar del territorio, una forma de comprensión de ellos mismo
como ruralidades (modos y maneras de ser y estar) diversos que se hace uno:
comunalidad/nosotredad.
✔
Por último, observar como una iniciativa que ve en el
caminar el territorio apelando a lo cotidiano como una forma de construir paz,
es así, una manera distinta para comprender los impactos y las dimensiones del
conflicto en sus formas de circulación y cómo posicionarse como cuerpo
comunitario en clave de territorialidades.
El
proyecto Tertulias Campesinas por la Paz, fundamentado en una enriquecedora
pedagogía social, se erige como un espacio de encuentro donde la comunidad
afectada por la violencia puede reconstruir los lazos sociales y abordar las
desigualdades existentes en su entorno. A través de expresiones lúdicas,
gastronómicas y estéticas como la música, la danza y los juegos tradicionales,
este proyecto no solo fomenta la convivencia pacífica en el territorio, sino
que también promueve la participación activa de los individuos y comunidades en
la vida social y política. Al participar en estas actividades, los miembros de
la comunidad desarrollan habilidades sociales clave, como la empatía, la
resiliencia y la capacidad de trabajo en equipo, mientras aprenden a valorar y
respetar la diversidad de sujetos y territorios. Esta dimensión pedagógica no
solo contribuye a regenerar el tejido social, sino que también fortalece el
compromiso de la comunidad con la construcción de una paz duradera y
sostenible, promoviendo la justicia social y el desarrollo humano integral:
a) Expresión lúdica: generan diálogos
intergeneracionales dentro de las actividades de participación cooperativa,
dándole un lugar a la posibilidad de comunicar a los mayores con los más
jóvenes en clave de historia y estrategias de comunalidad de sus territorios,
además, las tertulias conectan al sujeto de la Vereda “X” con el sujeto de la
Vereda “Y”, etc.; estas posibilitan escenarios dialécticos en torno a
actividades cotidianas que van desde la resolución de conflictos, actividades
de cooperación: (posibilidad de cuidado comunitario), memoria histórica,
estrategias de reivindicación política, cultural y social.
b) Expresión gastronómica:
el territorio tiene formas de enunciación narrativa que incluso asumen un lugar
en los sentidos y las afectividades de las comunidades, reconociendo como las
ollas “comunitarias” dentro de las acciones colectivas son estrategias de
cohesión social. Cada uno de los miembros de las tertulias compromete parte de
su producción agronómica para aportar a alimentar a quienes participan del
escenario y disponen tiempo de la actividad para cocinar los alimentos en
comunidad, generando más espacios de diálogo, compartir de saberes
c) Expresión estética: los
alcances simbólicos (artísticos) de los escenarios que se impactan desde la
propuesta de tertulias permiten
incluso comprender los alcances sensibles que se enmarcan en la propuesta
colectiva de generar arte como forma de re-existencia de las poblaciones que
aquí se encuentran. Involucra como mencionaba Hegel, cuando se refería a lo
estético haciendo hincapié en la sensación,
en la belleza, en el agrado que
provoca suscitar una construcción colectiva en clave de lo artístico, y recreando también distintas formas de comunicar,
narrar, exponer aquello que es necesario de ser nombrado para seguir
generando a cuenta nueva, espacios de construcción de paz.
d) Expresión comunicativa: el programa “Radio voces montañeras”, tiene su
génesis en la necesidad particular de comunicar de forma directa, alternativa y
potentes: noticias, pedagogía, acciones de paz por medio de la radio; medio de
comunicación que genera poder llegar a las comunidades más alejadas
(Belalcázar, Botero y Ospina, 2019). En un inicio se socializaban las acciones
que se adelantaban en Cuba frente a la instalación de los diálogos de paz,
luego la misma pedagogía de los acuerdos de paz logrados entre gobierno y
FARC-EP; actualmente, noticias territoriales sobre los avances de los acuerdos
con la población, incluso, noticias sobre seguridad y convivencia con quienes
habitan el territorio, uniendo los medios de comunicación con las comunidades a
dónde el Estado no ha llegado.
Las
Tertulias desarrollan acciones complementarias y emergentes que se posicionan
estrictamente desde su lugar rural, afirmaciones del sentido de comunidad que
dan paso al impacto individual y colectivo de su apuesta, su inminente
adaptación a los escenarios desde donde se despliega, habla de sus
originalidad, de su flexibilidad pero también desde su firmeza, la comunidad
despliega una amplia gama de dinamismo, permitiendo la transformación y el
crecimiento constante (Herazo, 2014) refiere que la disposición a adaptación a
nuevos escenarios comunitarios. Es imperante para reconocer los alcances de las
comunidades, pues estas son dinámicas y cambiantes, la heterogeneidad es parte
de su día a día, las narrativas entonces, son cambiantes, adaptables.
La
iniciativa fomenta el diálogo de saberes, cada uno de sus miembros aporta una
concepción de mundo que aunque distinta, sólo subsiste si es capaz de tejer-se
en el encuentro (De Sousa Santos, 2013). La ecología de saberes comprende la
posibilidad de asumir que no existe el saber y el no-saber completamente, y que
en cada una de estas existe la otra, de forma implícita. Cada expresión de la
tertulia es importante y vinculante, entonces nos preguntamos por el quehacer
afectivo (Melo, Brand y López, 2021), se trata de hacer parte de la tertulia de
forma agraciada y afectiva, y que el devenir cotidiano del arte que ha sido
normalizado e incluso olvidado, vuelva a retomar el cauce de ser el artífice de
la acción colectiva de quienes se encuentran a partir del llamado a construir
con el otro para los otros.
La
participación activa de la comunidad y de los grupos poblacionales como niños y
jóvenes, generan un especial compromiso alrededor de robustecer propuestas
vitales y modernas ara re-territorializar la paz. La interacción genera una
apertura mayor al impacto que tengan estas acciones, robustece la noción de
territorio rural y desarrolla un nicho seguro para que otras acciones se
gesten, crezcan y fortalezcan en relación con la búsqueda del bienestar de la
comunidad rural, entendiendo que en heterogeneidad de los sujetos se ubican
discursos que deben de ser tenidos en cuenta para caminar la propuesta en todas
las expresiones (Melo, Brand y López, 2021). No sólo los campesinos hacen parte
de las comunidades rurales, sino también aquellos que viven el territorio
aunque su actividad productiva no se geste alrededor del mismo (afros,
indígenas, gitanos),es decir, la propuesta cuenta con diversidad de voces,
desde las de los más jóvenes hasta los más mayores, aquellos que su actividad
productiva radica en las labores del campo y aquellos que habitan el
territorio, se identifican con el pero no necesariamente su labor económica de
subsistencia está arraigada a lo rural.
Imagen 1. Tertulia 5. Móviles Corregimiento de Potrerillo
Fuente:
Teregua
En esta
ocasión la organización que permite gestar las tertulias campesinas, vinculó el
componente móvil que respeta la sana distancia (condición que se asumió en
medio del final de la pandemia) para poder desarrollar las actividades que
esperaba la comunidad (importante aclarar que esta versión de la tertulia se
lleva a cabo de esta manera porque es un territorio más cercano a la zona
urbana y el índice de población es más alto que el de los lugares en los que la
tertulia ha estado con anterioridad.
De ello,
la iniciativa comprende que las dinámicas cambiantes operan alrededor de
fortalecer las metodologías para poder adaptarse a los contextos necesarios y
acercarse a toda la población que puedan abarcar, tertulias campesinas es una
iniciativa de paz que desarrolla estrategias de intervención de alcance
psicosocial- comunitario. Además, ejemplifica el aprender y enseñar a
relacionarse de formas distintas y bajo una mirada no adultocentrista. Cuando
nos referimos a esto último, hablamos de la estructura sociopolítica y
económica de acuerdo con la cual el control integral lo ejercen los adultos.
Este posee carácter histórico-ancestral, de hecho, los modos de producción
previos al capitalismo también se valieron del adultocentrismo para su
desarrollo y consolidación, se trata de una categoría que nombra la relación
asimétrica y tensional de poder que existe entre generaciones y al interior de
las mismas (Morales y Retali, 2020). Integrar una mirada no adultocentrista en
estas iniciativas implica reconocer y valorar la voz y la agencia de todas las
personas involucradas, incluidos los niños y los jóvenes, en la construcción de
la paz y el desarrollo comunitario.
En este
contexto, es crucial reconocer el valioso papel de las iniciativas comunitarias
en los entornos rurales, donde la falta de apoyo institucional y recursos
adecuados crea desafíos significativos. Las comunidades rurales se ven
impulsadas a desarrollar estrategias creativas y colaborativas para abordar sus
necesidades y promover la convivencia pacífica. Estas acciones no solo
fortalecen el tejido social, sino que también fomentan el empoderamiento local
y la construcción de capacidades para afrontar los desafíos comunes. Es así
como, a través del trabajo conjunto y la promoción de valores de paz y
cooperación, las comunidades rurales pueden construir un futuro más próspero y
equitativo para todos sus miembros.
La
iniciativa de Tertulias campesinas por la
paz, en cada una de sus versiones: reivindican, reafirman, defienden,
visibilizan, el sentido de identidad de quienes habitan el territorio,
comparten emociones, sentimientos e historias de vida alrededor de la
ruralidad, por medio de herramientas cotidianas y estéticas. Se gesta una
apuesta hacia un modelo de paz en distintos escenarios cuyas expectativas son
grandes y de largo alcance: sanar el territorio de todas las violencias a las
que han sido sometidos por el mismo hecho de ser… comunidades rurales.
La
pedagogía social desempeña un papel fundamental en la construcción de paz en el
contexto descrito en el párrafo. Las Tertulias Campesinas por la Paz, a través
de su enfoque pedagógico, facilitan una transición hacia la paz al romper con
las lógicas relacionales legitimadas por el conflicto armado. Estas tertulias,
al fluir con el territorio y sus aspectos culturales y simbólicos, se
convierten en agentes instituyentes que promueven nuevas formas de comprensión
de la ruralidad.
La
pedagogía social permite que estas iniciativas promuevan una mirada más amplia
y plural sobre el territorio, reconociéndolo no solo como un espacio físico,
sino como un entramado de significados y lugares de importancia para la
comunidad. Al circular por diferentes partes del territorio, las tertulias dan
lugar a una diversidad de perspectivas sobre lo rural y la comunidad, lo que
enriquece el diálogo y la comprensión mutua.
Además,
la pedagogía social posibilita la expresión de los pliegues y repliegues del
territorio en sus sentidos de comunidad, lo que se evidencia en la figura 4.
Esto significa que las iniciativas de paz no solo promueven la reconciliación y
la convivencia pacífica, sino que también contribuyen a una reconstrucción de
la identidad colectiva y los lazos sociales en el contexto rural.
Asimismo,
es importante destacar que la pedagogía social facilita el fortalecimiento de
habilidades sociales y emocionales en los participantes de las tertulias,
promoviendo la resiliencia, la empatía y el trabajo en equipo, aspectos
esenciales para la construcción de una paz duradera y significativa en la
comunidad rural. En resumen, la pedagogía social proporciona el marco teórico y
práctico necesario para que las Tertulias Campesinas por la Paz se conviertan
en un espacio de aprendizaje y transformación social, donde se promueven
valores de inclusión, diálogo y respeto mutuo.
Figura 4: Figuración territorial de la
ruralidad a partir del tránsito que plantea Las Tertulias Campesinas por la paz
Fuente: Elaboración propia.
En este
gráfico se puede identificar los tipos de ruralidad en relación con las
características y rasgos presentes en cada uno de los lugares por donde pasa la
iniciativa, evidenciando correlación al acercamiento o distanciamiento con lo
urbano devenido en sentidos de comunidad.
Así, cada tertulia se hace distintiva, en conexión a los modos de
existencia – los modos de habitar que hablan de:
✔
La circulación de saberes, la afirmación de una nosotredad comunitaria y como fin
último, la construcción de una comunalidad que se consolida en una cultura de
paz. Se tejen las vivencias de cada uno de sus participantes, dirigido al
desarrollo de una resolución pacífica y creativa de los conflictos y, en
consecuencia (Jiménez, 2012) una drástica limitación de diversos tipos de
violencia: directa, estructural y cultural.
✔
Aquí, los despliegues que señala las tertulias al pasar por
cada corregimiento representan la construcción del territorio-comunidad, a la
construcción de un sujeto colectivo comunitario; las subjetividades
relacionales como procesos, vinculadas al caminar el territorio con una
práctica que invita al encuentro y el diálogo que fueron fragmentados por el
conflicto y sus violencias.
✔
Sobre los matices del territorio -la cadena de ruralidades- van siendo expresados a partir de los
contenidos estéticos que promueve la Tertulia Campesina por la Paz. Este matiz
estético artístico que en su medida posibilita las formas narrativas y la
emergencia de voces, como por ejemplo el canto, narrar las experiencias del
territorio, los sueños y dificultades que sufren los campesinos que se
manifiestan en una canción. Por otra parte, la preparación de comida en
comunidad es otro tipo de matiz, ya que no es poner una olla en un fogón, es
interpretar la estética de comitiva que poco a poco se moviliza a acto común,
es el trasfondo de cada una de la acciones de los participantes que se debe de
interpretar, bajo lupa sus formas narrativas y discursivas, cuando la tertulia
fluye en el territorio a través de los años, territorializa paz y entrama saber
y comunidad.
✔
El arte es visto como medio de paz, se manifiesta como una
práctica de vida compartida, en el 2020 a causa de la pandemia por el
SARS-CoV-2 (COVID-19), en algunos corregimientos como Caluce, Tienda nueva,
Tablones y Combia, se adaptó la tertulia y fue móvil, creando un lugar para
pensar y hacer pensar la construcción de paz, con diferentes expresiones
autóctonas, generando simbiosis con los diferentes actores locales, y así lo
manifiesta el líder:
L: Ha generado un clima esperanza por así decirlo donde la gente en un
principio asistía muy poco las actividades, pero poco a poco fueron entendiendo
que es importante (..) el beneficio que trae es que ellos están mirando otras
opciones de vida, están aprendiendo otras cosas, están aprendiendo sobre el
arte, sobre música y se está recuperando su arraigo cultural desde el
territorio, tienden a tener más esperanza ya que hay nuevas oportunidades.
✔
Por otra parte, en cada lugar y en cada rincón del
territorio como lo permite ver la gráfica 5., adquiere un significado, el
despliegue de las fechas de la anterior gráfica lo demuestra, la comunalidad es
una expresión que camina, y tiene un espíritu comunal sentipensante, que genera
una acción afirmativa de convivencia y reconciliación encaminada a producir un
cambio, no sólo en la comunidad, también en los líderes y lideresas, quienes se
involucran en la situación. Ese cambio y transformación (desde la apropiación
del territorio caminándolo) es entendido entonces como la posible alteración en
la función o en la forma, de un grupo significativo, o del orden social.
✔
La idea de descentramiento que convoca la iniciativa, de ver
con y desde su territorio su propia idea de construcción de paz, la
excentricidad destaca un proceso de afirmaciones de sí (como comunidad y como
territorio) situadas al límite de lo urbano. Las excentricidades pueden
analizarse a la luz de representaciones socio discursivas e imaginarios
colectivos únicos…pero también en las prácticas “emergentes” que le son
propias, que expresan los modos de existencia, los modos de habitar el
territorio. En las lógicas de una psicología “situada” un rastreo, son un
rastro a los procesos de subjetividad signados en el transitar por los diversos
lugares que hacen al territorio, sus múltiples voces que se entraman.
El
desarrollo alternativo de una cultura de paz rural-comunal se da en la medida
que la comunidad (Fals Borda, 1959, citado en Montero, 1984) se hace cargo de
sus vicisitudes y encuentran la forma de organizarse para resolverlos entre
todos. Así, la comunidad agenciando sus propios recursos y potencialidades y
utilizando también actores de otras localidades, como instituciones públicas o
privadas que permiten teje una noción de paz, la cual es un modo de vida con
sentido comunitario que reconoce en el despliegue de su territorio lugares de
significación que se encadenan.
Lo rural
comprendido desde sus ruralidades, constituye una visión de sentido que
determina la estructura de los procesos sociales (esencialista) o visto como
sistema discreto (sus materialidades) o visto como un contexto (el problema con
este tercero, es que dejaría por fuera al campesino que vive en la ciudad).
Así, la dimensión de lo rural-la ruralidad que la psicología va a asumir para
su reflexión, es la realidad de la gente implicada (expresada en los modos de
habitar, modos de existencia) y se hace efectiva en la interacción social, allí
el espacio (con diversidad de despliegues territoriales) se instituye en la
dimensión simbólica del sujeto, siendo a la vez el punto de referencia
definitivo de la vida psíquica (procesos de subjetividad) de este.
Este
giro por una pedagogía de la paz en el cruce con una psicología de las
ruralidades, nos sugiere así, únicamente un análisis o investigación que
observa y sigue las dinámicas de construcción de paz que proponen las
iniciativas comunitarias desde los territorios (las ruralidades/los sentidos de
ruralidad), es poder establecer el lugar de una psicología de la ruralidad con
una consideración por las pedagogías como posibilidad analítica, bajo las
formas de comprensión de un lugar de simetrías en diálogo (el saber propio-el
carácter disciplinar en encuentro) que marcará un sentido de lectura. Allí, la
lógica comprensiva no trata de considerar la idea de una psicología
“localizada” si no de una psicología “situada” que se enfoca en rastrear la
construcción del sujeto colectivo en el marco de las subjetividades
relacionales. En este contexto, es crucial vincular la justicia social, la
dignidad y los derechos humanos a esta psicología situada, comprendiendo que la
cultura es un componente esencial para el ser humano. Por medio de ella es
posible lograr un desarrollo que reúna las experiencias del pasado y las
conjugue con las acciones presentes. Además, la cultura es un elemento de
comunicación, diálogo y convivencia, cuyas diferencias enriquecen la vida y
generan un contexto pluralista, democrático y pacífico. De esta manera, la
cultura se convierte en la principal vía para la difusión y construcción de
ideas de paz (Landero, 2019).
Desde
una perspectiva de pedagogía social, reconocer elementos como las
territorialidades en despliegue de lo cotidiano, las narrativas de la ruralidad
y el hablar de subjetividad relacional es de vital importancia. Estos conceptos
permiten centrar los problemas de interpretación de la realidad social de las
ruralidades, es decir, comprender cómo las comunidades rurales perciben y viven
su entorno y cómo esto influye en sus relaciones sociales y prácticas
cotidianas.
✔
Las territorialidades en despliegue de lo cotidiano se
refieren a cómo las personas construyen y ocupan los espacios rurales en su
vida diaria, lo que incluye aspectos como el uso de la tierra, las actividades
económicas y culturales, y las relaciones sociales dentro de la comunidad.
✔
Las narrativas de la ruralidad son los relatos y
discursos que las comunidades rurales crean y comparten sobre su identidad,
historia, valores y aspiraciones. Estas narrativas son fundamentales para
comprender la forma en que las comunidades se perciben a sí mismas y cómo
construyen su sentido de pertenencia y cohesión social.
✔ El hablar de subjetividad
relacional implica reconocer que las identidades y experiencias individuales
están influenciadas por las relaciones sociales y contextos en los que las
personas se encuentran inmersas. En el contexto rural, esto significa comprender
cómo las interacciones sociales y las dinámicas comunitarias moldean las
percepciones y comportamientos de los individuos.
Al
centrarse en estos conceptos, la pedagogía social permite comprender de manera
más completa y holística las realidades sociales de las comunidades rurales, lo
que a su vez facilita el diseño e implementación de intervenciones educativas y
sociales que respondan a sus necesidades y aspiraciones específicas. En el caso
específico de las iniciativas de paz en el contexto colombiano, esto significa
tener en cuenta las particularidades de las comunidades rurales y sus
experiencias de conflicto y violencia, así como sus recursos y potencialidades
para la construcción de la paz y la reconciliación. Pues, si las pensamos en
términos de visiones de sentido, lo que se entrará a valorar en la
consideración desde dichos cuerpos categoriales, reconocer la apuesta por una
psicología de la ruralidad que signe el carácter de considerar una psicología
de la ruralidad (Rozas, 2015) que no parte de hablar de realidades contrarias
(lo urbano y lo rural contrapuestas), en la idea de una periferia, un centro
como escenario de lectura distinto, órdenes de política, cultural, social y
económica igualmente distintos, nociones de sujetos-sociedad distintos. Sí,
hablar de realidades otras que se reafirman diferenciadas, o el auto-explicarse
como espacio diferenciado (Valenzuela, 2015). De ello, comprender el posible
carácter político en una perspectiva crítica poscolonial.
Por último, considerando la
oportunidad que nos dio la iniciativa de las Tertulias Campesinas por la Paz,
podríamos reconocer como cada una de estas iniciativas que emergen en una
visión de lo rural -las ruralidades-, representan estas acciones, escenarios
para rastrear una lógica de sentido que indague por el lugar del “sujeto
campesino”, antes que una disciplina que lo atrape, quizá, porque no hay teoría
que agote al sujeto, por el contrario, la movilidad del sujeto –ese juego
cotidiano- moviliza a la teoría a su constante pregunta y búsqueda por
atraparlo… De allí, una disciplina propia, ¿por dónde empezar a buscarla?:
Descentrarnos de la psicología… para pensar la psicología y la ruralidad. Así,
una psicología de las ruralidades (psicología rural), supondrá un lugar o
momento que marque los sentidos de los fenómenos que son problematizados, así,
si revisamos las rutas de indagación, y asumimos, desde el eje disciplinar que
la psicología rural se gesta en formas precisas que moldean los mismos territorios,
desde los sujetos que la componen.
En este
contexto, la iniciativa de las Tertulias Campesinas por la Paz es algo que
simplemente sucede, si, siguiendo a Dussel (1993) con su noción de “la epifanía
del cambio”, la iniciativa representa aquí como despliegue con su territorio
revelación del oprimido, del otro, que nunca es pura apariencia ni mero
fenómeno, sino que guarda siempre una exterioridad metafísica. El que se revela
es trascendente al sistema, pone continuamente en cuestión lo dado que el
conflicto armado y sus violencias derivadas configuro como lógica relacional.
La epifanía de la iniciativa es por tanto el comienzo de la liberación real.
Por lo tanto, al integrar estas ideas de Dussel (1993), podemos comprender el
cruce de una pedagogía de la paz y una psicología de las ruralidades tiene en
cuenta estas epifanías, estas revelaciones del sujeto de las ruralidades, para
no quedar atrapada en las limitaciones de un enfoque meramente fenomenológico,
sino para alcanzar una comprensión más profunda y liberadora de las realidades
rurales que piensan y hacen la paz desde sus propios marcos interpretativos y
de sus propios marcos de actuación.
Belalcázar
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[1] Recientemente el Estado colombiano, reconoce al campesinado como
sujeto de derechos y especial protección en Colombia, a partir de la reforma
del artículo 64 de la Constitución Política de 1991. Este hecho marca el inicio
de un nuevo escenario para las comunidades campesinas en el que la cultura, las
artes y los saberes de campesinas y campesinos se construyen cotidianamente en
las prácticas, formas de habitar, cuidar y organizarse en el territorio, dentro
de los circuitos de producción de alimentos, de pesca artesanal, en las cocinas
y saberes alimentarios, en el mercado y comercio popular, en los circuitos de
oficios artesanales, en los procesos de memoria y las formas asociadas a la
tradición oral. (MinCultura. https://www.mincultura.gov.co/prensa/noticias/Paginas/historico-el-campesinado-es-reconocido-como-sujeto-de-derechos-y-especial-proteccion-en-colombia.aspx)
[2] Para profundizar en este punto, se recomienda la revisión del
Informe final de la Comisión de la Verdad, en el cual se puede reconocer como
el campesino y la ruralidad se constituyeron como las mayores víctimas del
conflicto armado y todas sus violencias derivadas. Para ello, consultar: http://comisiondelaverdad.co/
[3] Es importante aclarar que la Facultad de Psicología de la
Universidad no cuenta con un comité de ética a la fecha.