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Fri, 18 Aug 2023 in Revista de historia americana y argentina
El movimiento de la Pedagogía de la Alternancia en la escuela rural: desde Francia a la Argentina (1968-1983)
Resumen
En los años de 1930, se inició en Francia un movimiento pedagógico innovador, organizado por familias asentadas en comunidades rurales que buscaban detener la alarmante emigración de los jóvenes a la ciudad. Ante la falta de respuestas del Estado, los padres franceses, en articulación con otras organizaciones, pero principalmente con ciertos referentes de la Iglesia Católica, decidieron crear una nueva manera de organización escolar, que denominaron “Pedagogía de la Alternancia”, cuyas escuelas se nuclearon alrededor de la Asociación Maisons Familiales Rurales.
En Argentina, un grupo de sacerdotes, agricultores y funcionarios de la provincia de Santa Fe, había viajado a Francia a conocer esta experiencia y decidió adaptarla en el país. A fines de la década de 1960, estos y otros actores, impulsaron la fundación de las primeras Escuelas de la Familia Agrícola, organizadas según los establecimientos franceses. En este artículo analizaremos el proceso de creación de estas escuelas en distintos puntos del país entre 1968 y 1983; la manera en que se relacionaron con organizaciones internacionales y el Estado; y la forma en que algunos de los integrantes de este movimiento fueron objeto de acusaciones de comunismo y blanco de la vigilancia policial durante la última dictadura (1976-1983).
Main Text
Introducción
En los años de 1930, se inició en Francia un movimiento pedagógico innovador, organizado por familias asentadas en comunidades rurales que buscaban detener la alarmante emigración de los jóvenes a la ciudad. Ante la falta de respuestas del Estado, los padres franceses, en articulación con otras organizaciones, pero principalmente con ciertos referentes de la Iglesia Católica, crearon una nueva manera de organización escolar, que denominaron “Pedagogía de la Alternancia”, cuyas escuelas se nuclearon alrededor de la Asociación Maisons Familiales Rurales (MFR). A mediados del siglo XX, como parte de la aceleración en las formas de internacionalización de la educación que se dieron en el mundo occidental, este movimiento pedagógico se fue expandiendo a otros continentes.
En Argentina, a fines de los años de 1960 surgieron las primeras Escuelas de la Familia Agrícolas (EFA), que tomaban este modelo francés1. Estaban destinadas a jóvenes del ámbito rural que debían cursar el nivel secundario, y alternaban una semana en la escuela y dos en la casa. Las escuelas dependían de la Asociación para la Promoción de la Escuela de la Familia Agrícola (en adelante APEFA), organizada en 1970 y los docentes, llamados monitores, se formaban en el Instituto de Capacitación de Monitores (ICAM), creado al año siguiente.
Tenemos en la actualidad un conjunto abundante de investigaciones referidas a los inicios de las primeras EFA ubicadas en la provincia de Santa Fe, las cuales han colocado el acento en los diferentes actores que colaboraron en su organización: el Obispado de Reconquista (Dinova, 1997; Bacalini, 1998) y Rafaela (Caglieri, 2016), grupos cristianos congregados alrededor del Movimiento Rural Católico (Fernández y Welti, 2006; González y Costantini, 2009; Moyano Walker, 2020), las Ligas Agrarias, el Instituto de Cultura Popular (INCUPO) (González y Costantini, 2009; García, 2021), el Ministerio de Agricultura y Ganadería de Santa Fe (Fernández y Welti, 2006; Bacalini, 1998; Alloatti, 2011), el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la Juventud Agraria Cooperativista (Caglieri, 2016) y los grupos Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA) (Fernández y Welti, 2006; Caglieri, 2016). Otras investigaciones han puesto el foco en la creación de la EFA de Moussy (Miano, 2019); en sus aspectos pedagógicos más innovadores (Southwell, 2008 y 2020); y en la dimensión transnacional de la experiencia (Río, 2011; Miano y Lara, 2018; Miano y Heras, 2019). En general, todas estas pesquisas han visto algún aspecto de este desarrollo, y luego de mencionar estos orígenes, se han concentrado en la etapa democrática posterior a 1983, cuando el movimiento de las EFA cobró un nuevo y renovado impulso en el país (Forni, Neiman, Sabatino y Roldán, 1998; Schioppetto, 2003).
A partir de estos y otros trabajos, y en diálogo permanente con ellos, en este artículo nos proponemos analizar cómo un grupo de actores vinculados a movimientos e instituciones con sede en Reconquista (al norte de Santa Fe) así como a actores externos -especialmente de Francia- se involucraron en la creación de las primeras EFAS y conformaron la Asociación para la Promoción de la Escuela de la Familia Agrícola (APEFA) y el Instituto de Capacitación de Monitores (ICAM). Por otro lado, nos interesa indagar en la expansión de la experiencia de las EFA en diferentes provincias. Partimos del supuesto de que esa expansión se dio en tres etapas caracterizadas por transformaciones en la relación entre estas escuelas y el Estado.
Para ello realizamos una investigación cualitativa basada en el relevamiento y análisis de fuentes documentales éditas e inéditas, así como también en entrevistas semiestructuradas y en profundidad. Entre las fuentes documentales cabe destacar una publicación de APEFA (1974), informes institucionales, normativas, prensa y expedientes de los servicios de inteligencia dependientes de la Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires (en adelante DIPBA). Asimismo trabajamos con testimonios orales y escritos.
Este texto se organiza en cinco partes, en la primera, describiremos los antecedentes en Francia y la manera en que la Pedagogía de la Alternancia se fue difundiendo en Argentina; en el segundo apartado estudiaremos cómo se fueron fundando las primeras tres EFA en la provincia de Santa Fe; seguidamente nos centraremos en la organización del Instituto que formaría a los monitores para esas escuelas siguiendo el modelo francés; en el cuarto apartado continuaremos presentando el derrotero de las otras EFA creadas entre 1971 y 1975. Por último, nos detendremos en el periodo de la última dictadura (1976-1983) y la difícil situación que vivieron las EFA en ese contexto.
Antecedentes en Francia y trayectorias de los principales impulsores en Argentina
El movimiento de la Pedagogía de la Alternancia surgió en Francia en 1935, ligado al sacerdote católico Abbé Granereau y a las comunas rurales de Sérignac Péboudou y Lauzun, ubicadas al suroeste del país. Su Libro de Lauzun publicado en 1969, se transformó en el “evangelio” de este movimiento pedagógico (Granereau, [1969] 2020). Allí detallaba de qué manera comenzó a funcionar el sistema de alternancia, bajo la premisa que los tiempos escolares y los extraescolares debían constituir un único proceso formativo. En 1937, las familias involucradas en la experiencia consideraron que la parroquia donde se daban las clases resultaba insuficiente y decidieron comprar una casa más amplia en Lauzun. De allí nació el nombre de la Asociación que los nucleó, Maisons Familiales Rurales (MFR), a partir de la cual, “la fórmula pedagógica de Lauzun” se fue expandiendo por todo el país (Granereau, 2020). Si bien sus líderes buscaron el apoyo y el reconocimiento del Estado, nunca dejaron de reivindicar su fe católica y la autonomía de las familias para decidir sobre la administración y la marcha general de las escuelas.
Siempre vinculados con integrantes de la Iglesia Católica relacionados con movimientos sociales de base, este tipo de escuelas se fue replicando en otros países y continentes a partir de la década de 1950. Entre 1959 y 1967 se abrieron escuelas de alternancia en Italia, España y en algunos países de África, pertenecientes a las ex colonias francesas -Madagascar, Senegal, Chad y Togo- (Miano y Heras, 2019). Entre 1968 y 1983, se dio la expansión de la alternancia en América del Sur -Brasil, Argentina y Uruguay- y América Central -Nicaragua, Guatemala, Honduras y Panamá- (Río, 2011; Miano y Heras, 2019)2.
Igual que en Francia y los otros países, existía la preocupación de la emigración de los jóvenes del campo a la ciudad3. En Argentina, ciertas familias que vivían en la zona norte de la provincia de Santa Fe, pertenecientes a una clase media rural y católica, querían que sus hijos pudieran continuar la escuela secundaria sin tener que trasladarse, ya que no tenían acceso a escuelas de nivel medio (D’Ascanio, 2019). Además, como señala Ambrogi (2020) ante la falta de establecimientos rurales secundarios los jóvenes eran enviados a colegios pupilos en las ciudades y la demanda de fundar escuelas secundarias era constante.
En ese tiempo, la Iglesia Católica estaba fortaleciendo sus estructuras en la región: en 1957, las máximas autoridades organizaron el Obispado de Reconquista, al frente del cual fue designado monseñor Juan J. Iriarte, quien fue secundado por el sacerdote Antonio Pergolesi. Ambos participaron de la creación del Movimiento Rural Católico (MRC) de la Acción Católica (González y Constantino, 2009; Caglieri, 2016). En esas comunidades del norte santafesino, el catolicismo predominaba entre esa población mayoritariamente de inmigración italiana. Los dirigentes del MRC, jóvenes de entre 20 y 30 años, trataron de agrupar a todos los que vivían en el mundo rural, desde los dueños y medianos propietarios, arrendatarios y trabajadores, hasta los obreros rurales (Archetti, 1988). Desde 1960, la prioridad para el MRC fue la lucha por la mejora de los precios de los productos comercializados, por lo que impulsaron la fundación de Ligas Agrarias y Movimientos Agrarios, en esa y las otras provincias del nordeste donde estaban actuando.
En esos años, monseñor Iriarte envió a Francia al sacerdote Pergolesi junto a Humberto Suligoy, un maestro de primaria vinculado a Acción Católica, para que conocieran cómo funcionaban las escuelas rurales con orientación cristiana y otras similares en Alemania, Bélgica e Italia. En Francia, pudieron observar de qué se trataba la Pedagogía de la Alternancia postulada en los establecimientos del MFR. Ya de vuelta, en 1967, Suligoy y el maestro Jorge Sánchez, egresado de la Escuela Normal Rural Alberdi, tuvieron la idea de iniciar una experiencia de alternancia en la localidad de La Potasa, cerca de Reconquista, con un curso de verano de tres meses, en el que se pusieran a prueba los elementos principales de las MFR. Allí, el 22 de mayo de 1968 el Ministerio de Educación y Cultura de Santa Fe dispuso el funcionamiento experimental del Sistema Casa Familiar en el primer año del Ciclo Básico (los tres primeros años de la secundaria) de una escuela provincial con orientación agrotécnica creada el año anterior (Alloatti, 2011, p. 39; Caglieri, 2016; D´Ascanio, 2019). También en 1968, con sede en la ciudad de Reconquista, la Iglesia Católica creó el INCUPO, que tuvo proyección educativa en el noreste argentino y fue objeto de persecución estatal (García, 2021).
Estas acciones se hicieron con la coordinación de distintos actores: el MRC movilizó a la comunidad que aportó el equipamiento, a la vez que asumía la responsabilidad de la experiencia; el Ministerio de Educación provincial facilitó el local y parte de los docentes; y los funcionarios del Ministerio de Agricultura y Ganadería de la provincia de Santa Fe, aportaron el personal técnico que estaba contratado para asesorar a los grupos de los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA) (Fernández y Welti, 2006). Sin embargo, de manera similar a lo ocurrido en otros países, los organizadores de estas escuelas mantuvieron en los inicios, relaciones conflictivas con el Estado. A poco de iniciadas las actividades, surgieron inconvenientes con las autoridades del gobierno provincial, que no aceptaban la responsabilidad de las familias en la gestión escolar (Bacalini, 1998) y en especial, en la elección de los docentes (Caglieri, 2016). Finalmente, la cartera educativa provincial rechazó los planes de estudio presentados, por lo que La Potasa no llegó a consolidarse como EFA4.
En ese entonces, el ministro de agricultura y ganadería de Santa Fe, designó a Jorge Pereda para que trabajara como director de Extensión. Pereda era un empresario agrícola, hijo de una tradicional familia terrateniente que conocía la experiencia francesa de la MFR y tenía vínculos con los CREA (Gras y Hernández, 2019). Un testimonio describe a Pereda como “uno de los principales animadores y gestores de los CREA, conformados por chacareros de explotaciones familiares pequeñas en la provincia de Santa Fe” y “promotor de numerosas actividades de promoción y extensión” (Alloatti, 2011, p. 51 y p. 54). En 1968 impulsó la firma de un convenio entre la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (AACREA) y el Ministerio de Agricultura y Ganadería de Santa Fe, por un periodo de cinco años para la formación de los “CREA chacareros”. La figura de Pereda no solo explica los vínculos entre los grupos CREA y el gobierno de Santa Fe, sino también con el MRC. Como señalan Carla Gras y Valeria Hernández (2019), esta vinculación con el MRC lo hacía una suerte de “hijo díscolo” y singular, dentro de su familia. Según la prensa local, Pereda era “el verdadero propulsor de esta clase de establecimientos escolares en Argentina”5. Asimismo, estaba casado con Silvia Stengel, que también provenía de una élite propietaria. En ese tiempo, Stengel integraba el Consejo Pastoral de la Diócesis de Reconquista, era muy cercana al obispo Iriarte y se había iniciado en el MRC en el año 1958, teniendo un rol activo en el equipo nacional hasta 1965. A fines de la década de 1960, participó en el Instituto de Servicios Agropecuarios del Norte y en el INCUPO, institución que llegaría a dirigir en 1973 (Murtahg, 2013, p. 52). Ese año, junto a su esposo Jorge Pereda y el presbítero Enrique Nardelli firmaron el acta de personaría jurídica de la Fundación para el Desarrollo en Justicia y Paz (FUNDAPAZ), radicada en la localidad de Vera, en donde eran propietarios de un campo (Murtagh, 2013; Leone y Vázquez, 2016).
Por otra parte, Pereda había convocado para trabajar en el área de Extensión del Ministerio de Agricultura a Oscar Alloatti, maestro egresado de la Escuela Normal Rural Alberdi e ingeniero agrónomo, quien se desempeñaba como asesor de los CREA en el norte de Santa Fe. Ambos entraron en contacto con Gerardo Bacalini, oriundo del sur de Santa Fe, director de la Escuela Agrotécnica de la localidad Sa Pereyra creada en 1966 (Santa Fe), dependiente de ese Ministerio. En 1968, desde el Ministerio de Agricultura y Ganadería de Santa Fe, también se contrató a Juan Charpentier, funcionario de la “Unión Nacional de las MFR” de Francia, para que diera un curso de tres meses, en el marco de un viaje que se encontraba realizando por América Latina. En esa oportunidad, Charpentier conoció a este grupo de funcionarios y docentes, dos de los cuales- Bacalini y Alloatti- fueron enviados después por Pereda en representación del Ministerio, a realizar una estadía de seis meses en Francia, para interiorizarse acerca de la Pedagogía de la Alternancia (Bacalini, 1998; 2020; Alloatti, 2011). Charpentier provenía de un medio rural muy humilde de Francia, donde se vinculó a la Acción Católica Rural, siendo responsable departamental y después regional. Había trabajado en España y luego de la independencia de las colonias francesas, fue enviado a África. Posteriormente, resultó designado en el servicio internacional de la MFR, para dar asesoramientos a los pedidos que surgían desde otros países.
Las primeras tres Escuelas de la Familia Agrícola en la provincia de Santa Fe
En abril de 1969, un grupo de familias de la localidad de Rafaela - al sur de la provincia de Santa Fe-, fundó la primera EFA bajo gestión privada. Desde 1961, Rafaela dependía de su propia Diócesis, que junto con la de Reconquista, eran sufragáneas de la Arquidiócesis de Santa Fe, al frente de la cual fue nombrado el monseñor Vicente F. Zazpe. El primer director de esa EFA fue Ramón Catalino Sánchez, quien también había viajado a Francia durante los años de 1960. La escuela se ubicaba sobre la ruta 34, en el paraje “El Encuentro” y contó con el aporte de la Estación Experimental INTA Rafaela, a través del ingeniero José Luis Panigatti6. Esta EFA funcionó hasta fines de 1974 (APEFA, 1974; Caglieri 2016).
Ese mismo año, los padres de la colonia Moussy (Santa Fe) -cerca de Reconquista- crearon el Consejo de Administración de la segunda EFA y por medio de una Asamblea, se eligió director a Humberto Suligoy y se formó el primer Consejo de Administración (Miano, 2019). La escuela, la primera institución que reunía todas las características de las actuales EFA, comenzó a funcionar al año siguiente (Fernández y Welti, 2006).
En 1970, los padres que participaban en la organización de ambas EFA se reunieron en Rafaela y crearon una Asociación Civil de Padres, la APEFA, con el propósito de hacerse cargo legalmente de las EFA (Alloatti, 2011)7. En ese tiempo, la APEFA estaba presidida por Pereda, el secretario era Bacalini, y se conformaba por un Consejo de Administración con representantes de las EFA8. El Consejo estaba integrado mayoritariamente por los padres y solían integrarlo también los monitores (profesores) y allegados a las familias.
Ese mismo año, otras familias fundaron la tercera EFA en la localidad de Arroyo Ceibal (Santa Fe), con el apoyo decidido del sacerdote Armando Faccioli, quien había sido compañero de estudios del presbítero Pergolesi. Comenzó a funcionar en 1971 en un viejo edificio en desuso de una escuela nacional, bajo la dirección de Roberto Couso, oriundo de Pergamino (provincia de Buenos Aires) y regente de la Escuela Agrotécnica Sa Pereyra, que dirigía Bacalini. En el acto de inauguración participó el ministro de agricultura y ganadería de Santa Fe, Horacio Cursack, el director del Servicio de Extensión Agropecuaria Jorge Speciale, el presidente de APEFA Pereda y el presidente del ICAM, Alloatti9.
Los miembros de APEFA, dado el conflicto que se había suscitado con las autoridades educativas de la provincia de Santa Fe por La Potasa, solicitaron reconocimiento oficial al Estado nacional. Los responsables de la Superintendencia Nacional de Enseñanza Privada (SNEP) integraron a las EFA al sistema privado de nivel medio y por Resolución Ministerial 2933/70, aprobaron el plan de estudios con carácter experimental que había presentado APEFA (Fernández y Welti, 2006). Según relata Bacalini, los vínculos con la SNEP tampoco fueron fáciles:
Ya había habido un fracaso, que después te cuento, ahí cerca de Reconquista [se refiere a La Potasa], decidimos ir por lo privado porque pensábamos que por ahí se nos iban a permitir estas innovaciones y fue así como caímos en la SNEP, hoy se llama DIPREGEP, la verdad que caímos en las garras del lobo. Era un núcleo ultra católico el que comandaba la SNEP en ese momento, muy cerrado. Pero bueno, como a nosotros nos bancaba un sector de la Iglesia, el obispo de Reconquista, había un cierto matiz que nos podía cubrir, fuimos por eso. Cuando empezamos a discutir las ideas que teníamos nosotros con las exigencias de la estructura, hacía ruido por todos los costados (Bacalini, 2020).
Dentro de este nuevo marco legal, la APEFA pasó a tener los derechos y obligaciones previstas para los propietarios particulares de colegios según la ley 13047/48 (Estatuto del Docente Privado) y los decretos que se relacionaban con esa norma. Específicamente, la APEFA se encargaba de hacer la supervisión pedagógica y el asesoramiento formativo, jurídico y financiero a cada Asociación responsable de una EFA, garantizaba la formación de los monitores en el ICAM (ver más adelante) y representaba a cada EFA a nivel oficial.
Inicialmente, las EFA no obtuvieron ningún subsidio de la SNEP y esto hizo más difíciles los comienzos. Este tipo de escuelas insumía un presupuesto relativamente alto, dado que las familias debían conseguir un terreno, un local donde funcionar, abonar todos los meses el alquiler - si fuera el caso-, los servicios, gastos de comida, los sueldos de los docentes, etc. Además, dicho local debía ser acondicionado especialmente, ya que el internado debía tener dormitorios para varones y mujeres y cocina y comedor, en tanto el sistema de alternancia combinaba una semana en la escuela y dos semanas en la casa. Durante estos años, las EFA estuvieron financiadas en gran parte por las familias, y recibieron ayuda de los sacerdotes locales- que en ocasiones les alquilaron o les cedieron los edificios y los terrenos-, aportes de cooperativas, empresas y/o de organizaciones internacionales, como las católicas alemanas u holandesas, entre otras.
De todos modos, los dirigentes de APEFA, de acuerdo a las relaciones establecidas con los funcionarios de turno, lograban captar de manera discontinua, algunos subsidios estatales. En la inauguración de la escuela de Arroyo Ceibal, por ejemplo, el ministro de agricultura y ganadería de Santa Fe, entregó un cheque al presidente del Consejo de Administración y prometió “hacer llegar en el futuro una mayor ayuda económica en la medida que se lo permitieran los recursos de la cartera”10. Asimismo, en enero de 1972, el Ministerio de Bienestar Social nacional le transfirió al gobierno de Santa Fe 58.000 pesos para APEFA11.
Por otra parte, estaba estipulado que se ingresara a las EFA con 13 años, pero, ante la falta de escuelas primarias con el sexto grado completo, podían incluirse algunos meses de preparación o directamente agregarse un año completo antes de comenzar. El plan de estudios cubría el Ciclo Básico, es decir, los tres primeros años de la escuela secundaria y, como ya mencionamos, las EFA fueron mixtas. Según la investigadora Talía Gutiérrez, había supuestos diferentes sobre el rol que debían cumplir las mujeres y los varones dentro de las comunidades rurales, igual que ocurría en los otros ámbitos. A ellos había que formarlos para ser “hombres de campo” que aprendieran a “agilizar su empresa”, y a ellas para “acompañar a esos muchachos el día de mañana” (Gutiérrez, 2009, p. 16). En el plan de estudios además, había materias como “Ciencias aplicadas” dirigidas a uno u otro sexo (ver más adelante).
La formación de monitores
Dos años después de haber estado en Argentina, el francés Jean Charpentier decidió, a mediados de 1970, trasladarse desde Francia a vivir con su familia en Reconquista, e involucrarse activamente en todo este proceso. Su esposa era Margarita Faure, bióloga y doctora en Fisiología de la Nutrición por la Universidad de Toulouse (Francia). Entre 1964 y 1970 había sido directora del Centro Pedagógico en Francia. Participó en la fundación de la propuesta de la alternancia en Argentina y fue representante de INCUPO en materia de salud y alimentación (Faure, 2016).
Con las EFA en funcionamiento, surgió el problema de formar docentes especializados en el sistema de alternancia, por lo que la APEFA organizó en 1971, siguiendo el modelo francés, el Instituto de Capacitación de Monitores, el ICAM, con sede en Reconquista, en un edificio que les alquilaba el Obispado. Entre los primeros monitores -docentes- estaban el matrimonio Charpentier, Bacalini y Alloatti (Bacalini, 1998; Alloatti, 2011). Este último dirigió la institución entre 1971 y 1973 (Alloatti, 2011)12.
Posteriormente, se incorporaron docentes egresados de las Escuelas Agrotécnicas y figuras como Marta Fernández de Stahringer y María José Hervás. Marta Fernández, nacida en 1939 en un paraje rural en Santa Fe, obtuvo su título de ingeniera por la Universidad Nacional del Litoral en el año 1962. Junto a su esposo Guillermo Fernando Stahringer, se afincaron en Villa Ocampo, donde trabajó en la antigua papelera y como docente de Matemáticas y Física en la escuela secundaria. En 1972 la pareja se radicó en Reconquista y ella integró APEFA, el ICAM y lideró Cáritas Diocesana, apoyando especialmente a los trabajadores rurales y a sus familias13. Por su parte, María José Hervás, era una maestra de origen español que estaba radicada en Argentina (Bacalini, 2020). En los años de 1960 trabajó en Buenos Aires como directora y profesora de primaria, secundaria y en la formación de maestros en Centros de la Institución Teresiana en Argentina. En la década de 1970 se trasladó a Reconquista y se incorporó a los equipos de profesionales del ICAM. Fue nombrada por el Ministerio de Santa Fe coordinadora, supervisora y formadora de maestros rurales de la provincia.
En febrero de 1971, la prensa informaba que estaban abiertas las inscripciones en el ICAM. Los candidatos debían poseer estudios secundarios aprobados en las especialidades de maestros agrónomos, bachilleres y peritos comerciales14. Los inscriptos realizarían una sesión de orientación previa de dos semanas que se llevaría a cabo entre el 24 de febrero y el 6 de marzo de 197115. La evaluación de los candidatos la efectuaban los docentes del Instituto y la familia que participaba de la pasantía (Bacalini, 1998, pp. 18-19; Caglieri, 2016). En el Instituto permanecerían como alumnos becados, debiendo abonar una cuota mensual para gastos de equipamiento16.
En marzo de ese año, la SNEP autorizó al ICAM la aplicación con carácter de experimental, del plan de estudio para la capacitación de monitores que había presentado la APEFA17. El plan proponía una formación de nivel terciario no universitario para maestros normales titulados o sin título. La SNEP estaba encargada de seguir, asesorar y evaluar al ICAM, aunque no estaba previsto que lo financiara. Bacalini recuerda que Pereda y su esposa habían donado dinero para el Instituto. Posteriormente, recibieron apoyo internacional, a partir de la presentación de un proyecto a un organismo que les financió las primeras actividades del ICAM y de la APEFA. De acuerdo a Bacalini, “Esos años que yo estuve en APEFA, fueron brillantes de logro y crecimiento, trabajamos con mucho apoyo internacional, financiamiento externo. Yo era el encargado, uno de los encargados, de recorrer una serie de Fundaciones presentando proyectos”18.
Los primeros alumnos del ICAM fueron en su mayoría de Reconquista, a los que se sumaron algunos de Rafaela, dos de Buenos Aires y uno de Formosa (Bacalini, 1998). El plan de estudios contaba con tres años, y se permitía que luego del primero, se pudiese ingresar a trabajar en una EFA. Durante el primer año, el aprendiz de monitor debía realizar cuatro estadías que abarcaran una duración de tres meses y medio, sobre los diez meses totales de formación. En dichas estadías, el estudiante debía intentar integrarse a la realidad del campo, poder realizar un diagnóstico y diseñar las posibles soluciones. Durante el segundo año, el alumno monitor se encontraba en posición de residente en una EFA. Según informaba la prensa, durante el primer año la enseñanza consistía en la formación general técnica y durante el segundo en la preparación pedagógica19. Alloatti señala al respecto que “la alternancia se hacía en las EFA, donde ya practicaban como docentes y, a la vez aliviaban las tareas de los pocos y recargados profes que habían comenzado en cada una de ellas” (2011, p. 42). Durante el tercer año de especialización, los estudiantes realizaban una investigación personal guiada, sobre un problema profesional del monitor (APEFA, 1974, p. 113). Según APEFA, el alumno monitor, en definitiva, debía ubicarse como hombre y profesional al servicio del mundo campesino (1974, p. 116).
En el año 1973 se habían formado 24 monitores, dos para cada una de las doce EFA que ya existían en el país, casi todas en localidades de Santa Fe (nueve), dos en Buenos Aires y una en Córdoba (ver Cuadro 1) (Alloatti, 2011). A continuación, seguiremos con el relato sobre estas otras EFA.
El proceso de creación de las otras EFA (1971-1975)
Durante esos años, la situación política se iba agravando con la aparición de grupos guerrilleros, la radicalización de cierto sector de la Iglesia y la creciente ola de protestas sociales contra el gobierno de la quinta dictadura instaurada en 1966. Como explica uno de sus protagonistas: “En la región donde iniciamos la experiencia también estaban los Montoneros, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), las Ligas Agrarias, el movimiento de sacerdotes tercermundistas, etc.” (Bacalini, 1998, p.20). Con el transcurrir del tiempo, varias de estas personas y organizaciones involucradas de una u otra manera con el proceso de creación de las EFA, fueron acusadas de “izquierdistas”, como el INCUPO y el MRC. Tanto en Santa Fe como en algunas provincias del nordeste, el MRC estaba muy vinculado al INCUPO, Instituto que difundía programas radiales de alfabetización y de concientización política. El Instituto recibía financiamiento estatal, de organizaciones católicas europeas, del gobierno de Alemania Federal y de particulares argentinos (Ferrara, 1973). Sus audiciones radiales, sus boletines y el periódico Acción le permitían desplegar su influencia en la región, pero en 1971 el gobierno de facto prohibió los programas radiales en la provincia de Formosa y la prensa nacional los acusó de “marxistas” y “comunistas” (Ferrara, 1973). Asimismo, a causa del incremento de las protestas encabezadas por los Movimientos Agrarios y las Ligas Agrarias, a mediados de 1972, en una asamblea con representantes de la Iglesia, los obispos decidieron retirar al MRC del seno de Acción Católica, acusando a sus referentes de haberse radicalizado (Archetti, 1988).
En el medio de esta situación, la fundación de las EFA continuó en la provincia de Santa Fe y en menor medida, se fue dando en otras provincias. En 1971 se creó el Consejo de Administración para poner en marcha la EFA de Villa Ocampo (Santa Fe). Al año siguiente comenzó a funcionar en una casa particular, hasta que en 1974 se trasladó a una sede propia construida en un terreno donado (Schervinsky, 2012). En abril 1972 se fundó una nueva EFA en Tostado (Santa Fe), actualmente llamada “Colonia El Inca”.
En 1973, producto directo de este clima social de descontento general, las autoridades del gobierno de facto decidieron llamar a elecciones. Ganó la presidencia el candidato del general Juan D. Perón, Héctor Cámpora, quien estuvo unos meses en su cargo hasta que habilitó unos nuevos comicios, donde el ganador esta vez fue Perón (1973-1974), quien moriría a mediados del año siguiente, acelerando la crisis. Igual que sucedió con otros líderes, ciertos dirigentes del movimiento de la Pedagogía de la Alternancia tuvieron expectativas positivas con la llegada del gobierno peronista, y creían que sus funcionarios estarían interesados en apoyar la experiencia.
A principios de ese año, ignaguró la EFA “San Martín Norte” (Santa Fe) cuyos orígenes databan de mayo del año anterior. También inició las actividades escolares la EFA de la localidad de Margarita (Santa Fe), con un grupo de 25 alumnos. Al igual que en el caso mencionado, los comienzos se remontaban a 1972, cuando “un grupo de productores se movilizaron ante la idea de fundar una EFA para la formación de los jóvenes del medio rural” (Savoia, 2010, p. 33). A fines de abril de 1973, con la asistencia de representantes de APEFA, el Consejo de Administración, padres, invitados y alumnos, quedó habilitado oficialmente el ciclo lectivo en Margarita. La escuela funcionaba en un local cedido por la Sociedad Cooperativa de Tamberos21.
Los días 12 y 13 de mayo de 1973, poco antes de que asumiera el gobierno del presidente Cámpora, se llevó a cabo en Reconquista el Primer Encuentro Nacional de EFA22. Ese año fue designado al frente de la SNEP Argentino Moyano Coudert, un militante católico progresista y autor de libros sobre educación democrática. Moyano Coudert prologó una obra publicada por APEFA, llamada: Otra escuela en América Latina, perteneciente a la Colección “Enfoques Latinoamericanos” de la editorial Bonum, que venía editando libros tales como: Dependencia cultural y creación de cultura en América Latina y La socialización del poder y de la economía. Debido a esta publicación y el tono de su contenido, los responsables de APEFA serían acusados de “izquierdistas” durante el último gobierno de facto (ver más adelante). Tal vez previendo estas acusaciones, los redactores del libro figuraban sin nombres propios, sólo se decía que eran parte de los equipos del servicio técnico y del ICAM.
En el prólogo, Moyano Coudert, brindaba su apoyo a APEFA afirmando que era un “aporte real y concreto para el nacimiento de una Nueva Pedagogía al servicio de un Hombre Nuevo”, al tiempo que deseaba que el libro lograra “encender en muchos rincones de la Patria Grande el fuego del espíritu” y mostrar el camino hacia una “pedagogía renovada” y la “reconstrucción y liberación que el país ha emprendido” (APEFA, 1974, pp. 6-7). El libro tenía un segundo prólogo, escrito por los integrantes del Consejo Directivo de APEFA, que comenzaban asegurando que la pedagogía de las EFA había conseguido “abrir una firme brecha en el excesivo conformismo en la que ha venido durmiendo la tradición docente” (APEFA, 1974, p. 9). Había nacido en Francia, explicaban, y en Argentina, se había difundido de la mano de “un maestro, o un sacerdote, o un agricultor, que a su paso por Europa tuvo la oportunidad de conocer esos movimientos pedagógicos y, con sentido común, los captó y los transmitió aquí en su tierra” (APEFA, 1974, p. 9). Aseguraban que la APEFA era un “verdadero movimiento pedagógico” que reflexionaba constantemente en todos los niveles sobre “una formación para el medio rural y popular”.
La extensión de las EFA a otras provincias, efectivamente, cobró un mayor impulso con el cambio de gobierno en 1973, y se fue dando a partir de una inserción más activa de APEFA (Alloatti, 2011) y de contactos personales e institucionales entre las provincias, donde los religiosos seguían siendo una pieza fundamental. En la provincia de Buenos Aires, a comienzos de la década de 1970 se había creado la EFA “Doctor Ignacio Pirovano” en la localidad de Pirovano23. Y en 1973 se fundó una segunda EFA “Dr. Ernesto Nazar” en la comunidad de Sarasa. La EFA de Colonia Caroya (Córdoba) se creó en 1973, pero a diferencia de las otras que eran mixtas, esta estuvo destinada solo a los varones. Esta creación se dio, como en los otros casos, a partir de una estrecha relación con la Iglesia Católica y en el marco de la Ley de Educación Rural provincial (García y Macagno, 2019). En 1974 se organizó la EFA de Forres (Santiago del Estero), con el apoyo de los sacerdotes Renzo Scapolo y Umberto Gosparini, junto con un grupo de agricultores, cuando la zona aún sufría las consecuencias del terrible temporal de 1974.
Así, el libro de APEFA apuntaba que las EFA, en 1974, eran un total de trece en todo el país, de la cuales nueve estaban en Santa Fe, en las localidades ya mencionadas de Rafaela, Moussy, Arroyo Ceibal, Villa Ocampo, Tostado, San Martín y Margarita. Asimismo, se refería a otras dos, ubicadas en Colmena y Villa Cañás, de las cuales no tenemos datos precisos acerca de su fecha de creación. Según Bacalini, Colmena fue una experiencia inédita de hacer una EFA, porque “hasta ahora la veníamos gestionando en núcleos de pequeños productores, chacareros, propietarios de la tierra”, y Colmena en cambio, “fue la experiencia de la posibilidad de trabajar con obrajeros, hacheros, y empleados rurales, no estábamos preparados para tamaña hazaña en ese momento y su final no lo conozco”24. En el listado de APEFA se sumaban las dos de provincia de Buenos, la de Córdoba y la de Santiago del Estero (Cuadro 1).
En el libro de APEFA, se añadía que estaban proyectadas la creación de nuevas EFA en La Sarita y Alcorta (Santa Fe), Coronel Du Graty (Chaco), Villa Elisa (Entre Ríos) y en comunidades campesinas de Misiones y Formosa (APEFA, 1974). Respecto a cuáles de estas fundaciones se concretaron, sabemos que en 1975 se organizó la EFA de Villa Elisa, en un predio donde funcionaba una escuela primaria, construida en un terreno de cinco hectáreas que había sido donado en 1913. La EFA constaba con un Ciclo Básico Orientado y “con un sistema de alternancia, en el cual los chicos estaban 15 días en la escuela y 15 días en su casa”. Podían concurrir todos aquellos que fueran hijos de productores rurales, y si algún chico de la ciudad quería cursar en la EFA, “debía conseguir una familia- padrino para poder hacer la estadía de los 15 días”, y “su experiencia en el medio rural”25.
Bacalini recuerda haber participado en la promoción de la EFA de Villa Elisa y de la EFA de Du Graty de Chaco, aunque no el año preciso. Es posible que al igual que en Entre Ríos, la EFA de Du Graty también se haya fundado en 1975. De la EFA programada para Alcorta (Santa Fe), no hallamos información y es posible que no se haya concretado. Respecto a la EFA en La Sarita (Santa Fe), se fundó poco después del golpe de Estado, en abril de 1976, pero las iniciativas habían comenzado en 1973 “por inquietud de un grupo de productores rurales acompañados del padre Antonio Pergolesi. En sus primeros tiempos el personal era reducido y los docentes que trabajaban en esta institución lo hacían de forma gratuita. El plan de estudios con ese sistema y con tres años de duración, no estaba totalmente reconocido por el Ministerio de Educación”26.
Como vimos, APEFA preveía crear EFA en comunidades campesinas de Misiones y Formosa. En Misiones, el profesor Guillermo Bulak señala que los vínculos se explican a partir de los contactos del MRC. Durante 1973, miembros de la APEFA y particularmente Humberto Suligoy, viajaron para promover la experiencia: “Suligoy estuvo en Misiones de visita, hizo relevamientos en las localidades de Domingo Sabio y Pastoreo, que son colonias próximas a la localidad de San Ignacio, donde efectivamente se abrió la primera EFA, pero recién en 1986”27. En esos años, continúa Bulak, un grupo de chicas de Misiones, oriundas de esa zona, viajaron a Santa Fe a realizar el curso de formación de monitores en el ICAM, justamente por el interés de este movimiento de llevar el proyecto EFA a Misiones (Bulak, 2020). Asimismo, el sacerdote José Marx, impulsor de las EFA en Misiones, se encargó de gestionar el financiamiento externo en su país de origen, Alemania (Bulak, 2020) y viajaba frecuentemente a la sede de INCUPO en Reconquista, que para ese entonces estaba dirigida por Silvia Stengel. Es decir, en esta y otras provincias, las EFA no prosperaron porque, en el medio de los trámites para darles inicio, se produjo un nuevo golpe de Estado que detuvo abruptamente la creación de nuevas escuelas.
En 1975 sucedió un hecho muy importante para el movimiento de las EFA: Pereda fue designado vocal de la Asociación Internacional de las escuelas Maison Familiale Rurales, que se había constituido en la ex colonia francesa de Senegal, formada por entidades de 19 países ubicados en tres continentes28. Entretanto, el clima político en el país seguía empeorando sustancialmente.
Las EFA durante la última dictadura (1976-1983)
El 24 de marzo de 1976 se produjo el sexto golpe de Estado en el país y se inició la dictadura (1976-1983) más sangrienta de la región. Los nuevos funcionarios de la SNEP, dieron a conocer una Resolución Ministerial donde se designaban a los integrantes de una comisión para que se encargara de evaluar los planes de estudios de las EFA, y se invitaba a la APEFA a participar con dos representantes. Las cuestiones a tratar eran “los problemas de escolaridad” que se planteaban con el plan vigente y “la factibilidad de creación del Ciclo Superior de la citada especialidad”, es decir, de los dos siguientes años (cuarto y quinto)29. En mayo de 1977, en el IV Encuentro Nacional de EFA, se anunció que las escuelas comenzarían a recibir aportes estatales regulares, correspondientes al pago de los sueldos de los profesores (Caglieri, 2016; Fernández y Welti, 2006)30.
Al mismo tiempo, la SNEP no autorizó la apertura de más establecimientos y realizó un control mucho más estricto respecto al número de alumnos que debían tener las EFA para poder funcionar. Poco después, las EFA sufrieron, de acuerdo al testimonio de Bacalini, “allanamientos en escuelas, en las oficinas donde trabajábamos, detenciones de docentes, derogación de planes de estudio, y acciones permanentes de desprestigio profesional e institucional” (1998), como sucedió en la EFA de Villa Ocampo (Schervinsky, 2012). Durante estos años, relata Bacalini “el equipo básico que nombré anteriormente, más otros compañeros que se fueron incorporando entre 1971 y 1976, como Stharinger, Hervas, Couso, entre otros, tuvimos que alejarnos de la región o cambiar de actividad” (Bacalini, 1998, p. 21). Alloatti lo narra de la siguiente manera:
Hubo periodos en que estas escuelas no la pasaron nada bien. Al decir escuelas incluyo a docentes, alumnos, familiares y todos los que tenían que ver con esta ‘rareza’ ¿Se acuerdan que lo ‘raro’ rápidamente fue tildado de ‘subversivo’? Pero, con penurias, el sistema sobrevivió (2011).
Según Fernández y Welti (2006), la situación se agravó cuando asumió el tercer ministro de cultura y educación, Juan R. Llerena Amadeo (1978-1981). A partir de entonces se “iniciaron acciones para suprimir la experiencia, se formularon cuestionarios ideológicos a los equipos técnicos docentes, situación que llevó al alejamiento de muchos de ellos en 1979” (Welti, 2006, p. 178). En 1980, señalan las autoras, mediante otra Resolución Ministerial, se dispuso la derogación del plan de estudios y el cierre inmediato del ICAM. Se contemplaba la situación de los alumnos del establecimiento, acordando equivalencias totales o parciales con planes oficiales, en los casos que correspondiera31. Una segunda Resolución, ordenaba la clausura progresiva de las EFA a partir del ciclo lectivo de 1980, en el cual no podría funcionar ninguna con el primer año, en 1981 no funcionaría el segundo y en 1982 se suprimiría el tercer año32. Se sugería además, que la APEFA adoptara un plan oficial de nivel terciario no universitario. Sin embargo, a partir de la intervención de un sector de la Iglesia se les permitió, mediante una nueva Resolución, optar por ejecutar otro plan de estudios a partir de 1981. De acuerdo a las investigadoras, se trataba de un plan “que en muchos aspectos resultaba incongruente con los objetivos y lineamientos pedagógicos del movimiento” (Welti, 2006, p. 178). En este contexto, la EFA de Margarita debió cerrar en 1980 - permaneció así durante dos años- por no contar con el mínimo de alumnos matriculados según el nuevo reglamento (Savoia, 2010).
En Córdoba, los integrantes de la EFA de varones de Colonia Caroya, debieron abandonar el edificio que les facilitaban los padres pasionistas y recién en 1980 lograron trasladarse a una nueva sede (García y Macagno, 2019). Según un entrevistado de esa escuela:
Todo el sistema de alternancia se vio tambaleado y amenazado duramente durante la dictadura militar, fue una lucha desde el ‘76 hasta los ‘80 y pico que nos pudimos reorganizar. Fueron años muy duros para una institución como la EFA en Colonia Caroya y en todo el país, APEFA estaba completamente atacada, tenía poco presupuesto casi nada les diría (…) debía clasificar, inscribirse en lo que eran bachilleratos o Escuelas Agro-técnicas, clasificar para una u otra categoría y la EFA siempre tenía un problema que no encajaba en ninguna categoría del Ministerio” (García y Macagno, 2019, p. 48).
Consecuencia de ello, continúa el testimonio:
Debió incorporar a las mujeres, fue una estrategia institucional para aumentar la matricula ya que había sufrido mucha deserción, necesitaba incorporar alumnos sí o sí, y se comienzan a aceptar mujeres y alumnos urbanos, gente nueva, que no era precisamente solo alumnos rurales, cambia de esta manera el perfil del alumno que buscó la EFA en sus comienzos” (García y Macagno, 2019, p. 49).
En mayo de 1980, los servicios de inteligencia dependientes de la DIPBA, iniciaron una investigación de las EFA ubicadas en su territorio, ante las denuncias que habían recibido sobre una “presunta infiltración izquierdista”33. En el informe había un resumen histórico de estas escuelas y una descripción detallada sobre la situación en Buenos Aires34. Respecto a la primera cuestión, se le atribuía a monseñor Iriarte, quien habría viajado a Francia, la creación de la primera EFA en 1968 en Arroyo Ceibal, que ubicaban, erróneamente, en la provincia de Corrientes. Para esa época, los informantes de la policía aseguraban que existían en total trece EFA: Pirovano y Sarasa (Buenos Aires); Moussy, Tostado, San Martín, Villa Ocampo y Margarita (Santa Fe); Arroyo Ceibal (Corrientes); Caroya (Córdoba); Du Graty (Chaco); Colonia El Carmen y Colonia Vázquez en Entre Ríos (ver Cuadro 1).
En relación con este listado, lo primero que notamos es una confusión de los servicios de inteligencia, con la EFA de Ceibal, que aparecía como la primera a nivel nacional y figuraba en la provincia de Corrientes. Tampoco se encontraba la proyectada en La Sarita, creada en 1976. En lo que respecta a Entre Ríos, figuraba una EFA en Colonia Vázquez y otra en la colindante Colonia El Carmen, pero en realidad, era la misma escuela ubicada dentro del límite de Colonia Vázquez (Cuadro 1). Por otra parte, no estaban mencionadas las EFA de Colmena y Villa Cañas (Santa Fe), pero desconocemos si se habían cerrado o era otro error de los servicios.
También Jorge Pereda señalaba que APEFA tuvo que cerrar varias escuelas y mencionaba los casos de Colonia Vázquez (Villa Elisa) en Entre Ríos y Du Graty en Chaco (Bulak, 2020). La EFA de Colonia Vázquez tuvo tres promociones y fue clausurada en 198135. En el caso de Du Graty, es posible que entre 1980 y 1981 se haya transformado en un establecimiento tradicional, ya que la Escuela Agrotécnica que funcionaba en la localidad, establecía su fecha de fundación en 197636. Bacalini dice que Du Graty fue “una experiencia fallida”, a pesar que tuvo “un comienzo fue muy interesante” (Bacalini, 2020).
En el informe de la DIPBA, se aseguraba que la APEFA tenía numerosos contactos y estaba subvencionada por los alumnos, la comunidad, el Estado y recibía fondos procedentes del exterior: Miserereor de Alemania, Fundación Interamericana y CEBEMO de Holanda37. Los investigadores aseguraban que “la orientación actual de APEFA” era “profundamente sociologista con una evidente tendencia izquierdista”. La pedagogía utilizada, seguía, proponía “desarrollar una cantidad crítica del alumnado acerca de sí mismo, de sus mayores y de toda la realidad sociocultural” que lo rodeaba, pretendiendo además, que los alumnos asumiesen “una actitud comprometida con el movimiento de la EFA”. El problema era que “ideológicamente, el sistema” no se podía controlar, “considerándoselo por su accionar, de extrema peligrosidad desde el punto de vista que hace a la Seguridad Nacional”. La APEFA mantenía “una actitud de continuas y sistemáticas trabas a la supervisión de las autoridades educacionales y en 1975, las evaluaciones realizadas destacaron el bajo nivel de formación de los educandos”38.
Con respecto a la investigación puntual que realizaron los servicios en las dos EFA ubicadas en Pirovano y Sarasa (provincia de Buenos Aires), el informe aclaraba que, según sus pesquisas, los docentes y los padres de los alumnos no tenían contacto con los representantes del INCUPO o de las Ligas Agrarias, y en los establecimientos no habían encontrado “material bibliográfico izquierdista”. Concluían que no se había detectado ningún elemento para sospechar que hubiese actividades subversivas en alguna de las dos EFA. En el informe además, se brindaban datos sobre las materias que se implementaban en los tres años del Ciclo Básico (Cuadro 2) y de una parte del personal. En la EFA de Pirovano, se decía, había un rector, que era maestro normal y monitor especializado en Ciencias Sociales; una directora de estudios con título de bachiller y monitor; y una secretaria recibida de perito mercantil. Ellos tres impartían la mayoría de las distintas asignaturas.
Los servicios aseguraban que la importancia de esa EFA era relativa, debido a la reducida cantidad de alumnos con que contaba, siendo la mayoría de ellos jóvenes cuyos padres poseían campos en el lugar. Eran en ese momento 19 alumnos en primer año, 11 en segundo y 7 en tercero. Explicaban que dichos estudiantes permanecían internados en la EFA en calidad de pupilos por espacio de una semana y luego tenían 15 días de permanencia en sus hogares. En Pirovano, afirmaban, sus recursos económicos provenían, sobre todo, de la SNEP. Los otros ingresos procedían de las actividades que organizaba la Cooperadora para recaudar fondos y del cobro de una cuota mensual a los alumnos, que permitía solventar los gastos del internado. En relación con la EFA de Sarasa, los servicios de inteligencia revelaban que tampoco habían encontrado material subversivo ni contactos con organizaciones “izquierdistas” y señalaban que esa escuela funcionaba en el edificio del ex Destacamento Policial. Tenía, igual que la otra, alrededor de 35 estudiantes y el mismo sistema de alternancia. Los recursos económicos también provenían mayoritariamente de la SNEP, los alumnos abonaban una cuota mensual y recibían la colaboración de los establecimientos rurales de la zona y de algunos comercios.
La EFA de Pirovano funcionó en esa localidad hasta 1982, pero a raíz del fallecimiento del Dr. Pirovano, sus sucesores reclamaron las instalaciones y “el Consejo de Administración, no formalizado aún, resolvió radicar a la escuela en el establecimiento Fortín Tordillo del partido de Daireaux en 1982” (Zampayo, 2019: 77). La escuela de Sarasa también trasladó su sede a la localidad de Acevedo, en el partido de Pergamino, pero no tenemos datos precisos acerca de qué ocurrió después.
Consideraciones finales
En este artículo hemos visto cómo un grupo de actores vinculados a movimientos e instituciones con sede en Reconquista así como a actores externos se involucraron en la creación de las primeras EFAS y conformaron la APEFA y el ICAM. Estos actores (Iriarte, Sánchez, Pergolesi, Suligoy, Pereda, Bacalini, Alloatti) vinculados al Obispado de Santa Fe, los grupos CREA, el MRAC, el INCUPO, así como también con participación en el Ministerio de Agricultura y Ganadería y el Ministerio de Educación de Santa Fe, viajaron a Francia en la década de 1960 -por su propia cuenta o enviados por la Iglesia Católica o el Ministerio provincial- y conocieron el movimiento de la Pedagogía de la Alternancia al tiempo que franceses fueron invitados a la Argentina para hablar de esas escuelas y dos de ellos terminaron residiendo en el país (Jean Charpentier y Margarita Faure). Resultaron los directores de las primeras EFA, altos funcionarios en el Ministerio provincial, directivos y profesores en el ICAM, presidentes de la APEFA y del INCUPO, entre otros cargos que ocuparon. Además, Pereda fue designado representante de la organización francesa a nivel internacional.
Asimismo, indagamos en la expansión de la experiencia de las EFA en diferentes provincias. Mostramos que esa expansión se dio en tres etapas caracterizadas por transformaciones en la relación entre estas escuelas y el Estado. La primera, que se dio a fines de los años de 1960, cuando Sánchez, Pergolesi y Suligoy, junto con funcionarios del gobierno provincial, intentaron crear una EFA en La Potasa, pero no prosperó a causa de las diferencias entre las pretensiones de autonomía que tenían las familias y las restricciones que proponían las autoridades del Ministerio de educación. Hay distintas versiones respecto a la duración de la experiencia, que ubican su finalización entre 1969 y 1971. Hemos visto que la segunda etapa abarcó de 1969 a 1975, cuando las EFA se fundaron por iniciativa de las familias rurales, integrantes de la Iglesia Católica, los franceses que se instalaron en Santa Fe y los miembros del grupo que viajó a Francia. Entre 1969 y 1973 se crearon en Santa Fe las EFA de Rafaela, Moussy, Arroyo Ceibal, Villa Ocampo, Tostado, San Martín Norte y Margarita y la de Pirovano en la provincia de Buenos Aires. A partir de 1973 se siguieron creando EFA en Santa Fe (Colmena y Villa Cañás) y creció el impulso fuera de la provincia. Así entre 1973 y 1975 se fundaron las de Sarasa, Colonia Caroya, Forres, Colonia Vázquez y Du Graty.
Si bien obtuvieron reconocimiento oficial del Estado nacional, se integraron al sistema privado de enseñanza, y recibieron cierto impulso a partir de 1973, no consiguieron financiamiento regular y algunas ellas no prosperaron, como fue el caso de Rafaela. Así, estuvieron financiadas en gran parte por las familias, y recibieron ayuda de los sacerdotes, cooperativas locales y empresas y/o de organizaciones internacionales. De las dos que estaban proyectadas en Santa Fe (La Sarita y Alcorta) solo se constituyó la primera. De las planeadas en el nordeste, se concretaron Du Graty y Colonia Vázquez -que cerraron durante la dictadura- pero no lograron establecerse las de Misiones y Formosa.
Finalmente, planteamos que el tercer período coincidió con la última dictadura (1976-1983), en el cual los dirigentes del movimiento consiguieron que el Estado subvencionara los sueldos de los docentes de las escuelas, mientras que las fuerzas represivas perseguían a sus dirigentes acusándolos de marxistas y subversivos. Dichas acusaciones estaban vinculadas al acercamiento que habían tenido ciertas figuras en los años de 1970 con las Ligas Agrarias, el MRC, el INCUPO, ciertas editoriales y con el gobierno peronista de 1973, todas instituciones y personas tildadas en esos años de izquierdistas. De todos modos, las investigaciones que realizaron los servicios de inteligencia en dos escuelas bonaerenses, dieron por resultado que tanto los docentes como las familias, se encontraban alejadas de cualquier ideología izquierdista. Aun así, las EFA sufrieron allanamientos, persecuciones y algunos de sus referentes debieron exiliarse. Poco después dejaron de crease nuevas escuelas y se clausuraron las de la región del nordeste (Du Graty y Colonia Vázquez). Ante la solicitud de un cupo mínimo de alumnos, otras más debieron cerrar (Colmena, Villa Cañás) o se readaptaron (Colonia Caroya). A estos problemas se le sumaron los que tradicionalmente afectaban a estas EFA, y algunas debieron trasladarse por problemas con la propiedad de los terrenos y los edificios.
Cabe señalar, para finalizar, que esta difícil historia de las primeras EFA, llena de avances y retrocesos, comenzó a cambiar a partir del período democrático abierto en diciembre de 1983. Desde entonces, el Estado apoyó más decididamente el sistema, al revitalizar decididamente este movimiento educativo innovador nacido en Francia y conocido como Pedagogía de la Alternancia.
Resumen
Main Text
Introducción
Antecedentes en Francia y trayectorias de los principales impulsores en Argentina
Las primeras tres Escuelas de la Familia Agrícola en la provincia de Santa Fe
La formación de monitores
El proceso de creación de las otras EFA (1971-1975)
Las EFA durante la última dictadura (1976-1983)
Consideraciones finales